MicroRelatos v.2.0

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MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Sab Abr 10, 2010 9:02 pm

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MicroRelatos versión 2.0


Reabro y actualizo el antiguo tema de MicroRelatos (eliminado por causas de fuerza mayor, lamentablemente). Esta versión 2.0 recogerá relatos de extensión variable, pero en su mayoría, más extensos. También podrán encontrar una selección de los MicroRelatos versión 1.0, para su disfrute.

¡Muchas gracias por leer!


Tres metros sobre el cielo.

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Sonríe entre sus brazos. Allí, con la cabeza reclinada sobre su hombro, fuerte y amable, es feliz. Allí, su hogar.
La besa dulcemente en la frente, con ternura y cuidado. Ella se deja mecer por su abrazo, lenta y silenciosamente, mientras su pelo juega balanceándose sobre su nariz, acariciándola.
Sus manos la abrazan, rodeando su cintura estrecha. Despacio, la acerca más a su cuerpo, hasta que entre ellos no queda espacio.

Se separa lentamente de él, de su cuerpo cálido, de su respiración. Sus ojos se miran, con intensidad, con fijación. Aquel flujo de colores lo dice todo; amor, cariño, ternura, amistad. No necesitan palabras, sus miradas reflejan sus sentimientos.
Acaricia levemente su rostro con la mano, descuidada. Y la deja abandonada allí, sobre su mejilla, mientras recorre su contorno.

Siente su aroma, suave y afrutado. Lo envuelve todo. Le llena por entero. Sus labios saben a fresa repentinamente, se pegan a los de ella en un beso, suave al principio, intenso, apasionado. Le rodea de nuevo, juguetea con su cabello. Siente su aliento, cálido, con notas rojizas de su pintalabios. Es agradable. Seductor.

Apoya la cabeza sobre su pecho. Puede notar los latidos de su corazón, cada vez más fuertes, más acelerados. Una melodía acompasada, acompañada por sus caricias sobre su piel de melocotón, suave y ligeramente sonrosada. Se relaja. Junto a él todo es paz.

La mira extasiado, ella, su pequeña, su todo, su vida. Ella, simplemente ella. No hay más. Y mientras la contempla, desnuda sobre su cuerpo, notando aquellas curvas menudas sobre su pecho, da gracias por hacer que exista, por permitirle tenerla ahí, junto a él, a su lado. La atrae lentamente, pega su cuerpo al suyo. Siente su suavidad sobre la piel. La besa, con ternura, con amor, con todos aquellos sentimientos arremolinados en su corazón.

Poco a poco sus cuerpos pierden timidez. Se miran, se devoran con la mirada, ávidos de placer. Pero hay más, mucho más. Sus ojos brillan en el ocaso, que ilumina sus cuerpos con luces doradas y tiñe la habitación.

Ella rodea su cuerpo, busca sus labios, juega con su piel. Él suspira mientras susurra palabras ocultas, palabras secretas, sólo para ella. Palabras cuyo significado desconoce, pero igualmente las dice, con dulzura. Acoge entre sus manos su rostro embelesado, lleno de luz y felicidad. La besa. Juega con sus labios, los muerde, sutil, los relame. La fresa se escampa por los suyos, llenándoles con su sabor.

Desnudos ahora se entregan a ellos; sus cuerpos se buscan y se encuentran. Dejan de ser dos. Y mientras se funden el uno con el otro, en un solo cuerpo, mientras sienten aquel extraño y nuevo placer latir en su ser, sienten que están a tres metros sobre el cielo.


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Dedicatoria: a la persona que me inspiró para escribirlo. Tú sabes quién eres.
A mi rubito favorito, que le quiero mucho y casi nunca se lo digo. No te lo tomes a mal.

Olvido

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Exhala un suspiro. Mira a su alrededor, pero no hay nada. Suspira de nuevo. Se agita, nervioso, mirando a cada lado. No está. Lo sabe, pero sigue allí, esperando.

Enciende un Lucky Strike, que cuelga, desafiante, entre sus labios, gruesos y pálidos. Lentamente, el humo se escapa de su boca, le envuelve, le relaja. La nicotina llena ahora sus pulmones, le sienta bien. Se acomoda un poco más en la verja, haciendo un poco de ruido al incorporarse.

Espera en vano. No hay nada que hacer. Pero aún así no puede irse. No, aún no, es demasiado temprano. Se engaña, no volverá. No lo hará. Y él se quedará ahí, esperando, hasta que su cuerpo ceda y ya no pueda más. Hasta que todo termine.

Los recuerdos inundan su mente; momentos tristes, felices, alegres, peleas, amistad. Todo lo que han vivido juntos, todos esos años, guardados en la memoria, flotan ahora entre su realidad. La ve ahí, a su lado, como solía ser. Jugando con su sonrisa, abrazando su mano entre las suyas, suave y dulce, estando ahí, junto a él, como siempre.

Pero pronto los recuerdos se difuminan y se pierden. Intenta retenerlos, retenerla a ella. Su figura se borra ante sus ojos, delicadamente cruel e irreal. Se desvanece, perdida de nuevo entre las sombras del olvido. Pero no quiere olvidar, no a ella. No, cualquier cosa menos a ella.

El humo de su cigarrillo se lleva los últimos retales de su memoria. Intenta evitarlo, pero ella, lentamente, se va. Se aleja, con orgullo, lejos, a un lugar dónde no pueda alcanzarla. Se voltea por última vez y le sonríe; la misma sonrisa de aquella noche, dulce y delirante, traviesa y sincera, su sonrisa, tal cual es, para perderse después en esta noche cerrada, que le atraviesa por dentro, que le hace llorar. Porque ella jamás podrá volver a estar ahí, a su lado.


Tengo ganas de ti.

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Sueña despierta mientras los oye hablar. Nada importante, nada interesante. Piensa en él y su mente se inunda con su presencia. No necesita más.

Cierra los ojos y se deja llevar. Lejos, muy lejos, al lugar donde está él. La realidad se difumina y desaparece. Siente su olor, traído por el aire de la sala, dulce y delicado. Todas aquellas voces se funden en una sola y le susurran al oído palabras secretas, ocultas. Palabras sólo para ella, que se sonroja y las disfruta. Siente sus manos sobre su piel, lejanas y cálidas caricias, que recorren su rostro, lentamente, con cuidado, y van bajando, por su cuello, mezclándose entre sus manos. Su cuerpo junto al suyo, abrazados. El sabor de sus labios late en los de ella, en un último beso eterno.

Abre los ojos, apresurada, rompiendo aquella magia hecha con su presencia evocada que se pierde en la lejanía de los recuerdos, se esparce y se disuelve. Trata en vano de retener su compañía, pero se evapora entre las sombras de los sueños.

Tiene ganas de verlo de nuevo, de hablarle en silencio, de perderse en sus ojos, verdes y misteriosos, de estar entre sus brazos, arropada, sintiendo el latir de su corazón. Desea verle, tenerle para siempre, contemplar incansable su rostro en su rostro, sus labios en los suyos. Para siempre. Simplemente “tengo ganas de ti”.


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Dedicatoria: para la única persona de la cual "tengo ganas de ella".


Reflejo.

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Ya no quería luchar más. ¿Para qué? Nada iba a cambiar, y ya no podía más. No podía seguir, no quería.

Se miró en el espejo que colgaba en la pared y no se vio. No era capaz de verse, ahí, sentado en el suelo, desesperado, sin nada.

Agarró con fuerza el cuchillo y, sin vacilar, miró su reflejo por última vez, mientras la hoja penetraba en su corazón, para no salir jamás.

Y las lágrimas, mezcladas con carmín, llenaron la habitación y, poco a poco, sus ojos se desdibujaban en el ocaso, pedidos en el infinito, hasta apagarse.


Sunlight

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Los primeros rayos iluminaban su rostro con delicadez, oculto entre la maraña de sábanas azules y la almohada. Sus ojos, dulcemente entrecerrados, sonreían felices, mientras la observaba, sentado a su lado.

A pesar de los años que habían pasado, ver su cuerpo, cálido, junto al suyo al despertar, era su mayor felicidad. Y no necesitaba más que saber que, al acostarse, al morir el sol en el horizonte, ella estaría ahí, igual que ahora. Para siempre.

Recorrió con la mirada su perfil, ajado por el paso del tiempo, pero aún hermosa en su figura, esbelta y elegante, coronada por una suave melena blanca, que enmarcaba su rostro, surcado en arrugas encantadoras y divertidas. Su piel había amarillentazo y llenado de oscuras manchas, sus senos, antes turgentes y perfectos, habían caído y mermado. Sus ojos, cansados ya de mirar, ya no brillaban como antaño. Pero, cuando sus pupilas se encontraban, verde sobre verde, el tiempo seguía parado en su juventud, cuando nada había cambiado; cuando aún tenían fuerza y energía, ganas de vivir un día más.
Y ahora estaba ahí, sentado, observándola, mientras ella se removía, inquieta, entre sueños secretos, sin saberse contemplada. Y los rayos del sol acariciaban su piel, filtrándose por la ventana.


Lluvia y mar.

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Sobre él, llovía. Caminaba, descalzo, por la playa, mientras dejaba que las olas mojasen sus pies. Paseaba solitario, bajo las algodonadas nueves tormentosas. No le importaba que el agua le empapase o que el oleaje muriese a su paso. Simplemente, recordaba, todo aquello que ella ya no podía recordar.

Se sentó sobre un peñasco, que surgía desde la costa y se sumergía en el océano y contempló el sol, que se desdibujaba mientras caía entre el cielo y el mar, allá donde el horizonte deja de existir. Y, mientras veía anochecer, lloró.

Y la sal se fundió con la lluvia. Y el presente se diluyó con el pasado. Y su vida pasó ante él, fugaz e intensa. Dulce, fuerte, cálida; así es como debía ser ella. Y ahora, ¿qué le quedaba? Verla morir, lentamente, mientras perdía su nombre en la oscuridad del día, hasta olvidarse de respirar.

Y ese sería el final. Su vida se apagaba, como una llama que, vacilante, se enfrenta a los elementos. Y no había nada que él pudiese hacer. Solamente podía verla marchar, acompañarla en su olvido progresivo, hasta perderla.

Y, al entender que no había vuelta posible, se levantó y, aún llorando, regresó a su lado. Podía ser que ella ya no supiese quién era, que no recordase todos los momentos compartidos, la magia de su sonrisa, que jamás volviera a ver la luz en sus ojos, pero iba a estar junto a ella. Hasta que ya no quedase nada más.


¿Puedes verme ahora?

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¿Puedes verme ahora, cuando me he ido? ¿Puedes verme como soy de verdad? Sincera y pura, no como solías imaginar.
Intentaste retenerme a tu lado, pensabas que no lo iba a notar, que te seguiría allá donde fueses, sin importar. Y, cuando te diste cuenta de que ya no te servía, que carecía de utilidad, me dejaste tirada, bajo la lluvia. ¿Puedes verte entonces? Yo sí soy capaz, porque estaba ahí, junto a ti. Pero en ese momento no podías verme; no querías verme más. No era ya nadie para ti. Y no me importó.
Nos hicimos daño, lo sé; yo también lo padecí. Siempre habíamos estado juntas, ¿qué cambió?, ¿Fuiste tú? ¿Fui yo?
Y, de repente, ya no nos mirábamos; murieron las risas, callaron las palabras. Y nuestros caminos se separaron. Pero jamás pensé que sería así. Inocente, no podía imaginar vivir sin ti, sin tu compañía sincera, sin tus sonrisas divertidas, sin la luz de tus ojos… Pero me apartaste de tu lado.
Me arrebataste mi bien más preciado. Arrancaste la felicidad de mi corazón. Apagaste para siempre mi vida, sumiéndola en un letargo sombrío, un sueño de invierno. Pero fui capaz de despertar y darme cuenta de que, talvez, estaba mejor así.
Aprendí a hacerme fuerte, a sobrevivir, a convivir con el dolor y la tristeza, a soportar esa melancolía que me llena. Y ahora que soy capaz de sonreír de nuevo, me reclamas de nuevo; hubo un tiempo en el que no me hubiese importado que me usases, pero ya acabó.
Y ahora te miro y puedo ver quién eres, mientras me marcho, lejos, hasta un lugar en el cual nunca más me puedas alcanzar.


My Bloody Valentine

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“¿Has amado tanto como para morir por esa persona? Yo lo deseé. Porque vivir así no tiene sentido, y el mundo sería un lugar mejor sólo si pudiese regresar. Aunque me tuviese que ir yo en su lugar…”

El sonido de las máquinas, conectadas a su cuerpo, era irritante. No podía descansar. El goteo del contadotas perturbaba su sueño, convirtiéndole, invariablemente, en una pesadilla sin final.

Suspiró. No había nada que pudiese hacer, sus constantes vitales requerían estar monitorizadas siempre, por medio del cableado que emergía de entre su piel, pegados a ella con esos molestos parches.

Abrió los ojos y se incorporó. Le dolía todo el cuerpo. Le costaba hasta respirar. Cada latido se convertía en una tortura. Y su cansado corazón quería dejar de sufrir, pero su sangre seguía recorriendo su cuerpo.

Miró a su alrededor, con cuidado. A su lado, como siempre, estaba él. Sonrió. Acarició su rostro con la punta de sus dedos, con suavidad y tacto, con miedo a despertarle. No recordaba cuándo había llegado, pero no importaba. Poder verle, aún en la oscuridad de la noche y bajo sus debilitados ojos, era lo que la mantenía ahí. Y, durante unos instantes, el tiempo se detuvo. Y ni su enfermedad podía dañarla.

- ¿Sabes? Dentro de poco tendré que dejarte.- susurró, con cuidado y miedo. Su voz, cansada y tenue, sonaba cálida y amable. – Lo siento. No es algo que quiera hacer, lo sabes, pero lo noto. Mi cuerpo cada vez está más deteriorado, a penar puedo moverme. Acariciarte, como hago ahora, me duele. Incluso con toda esa morfina en mis venas. Pero me da igual. Sé que me queda poco y quiero aprovechar.- Se detuvo, cansada. Su respiración se hizo más agitada, a causa del esfuerzo que hablar le causaba. Pero siguió, sin importar.- Quiero que sepas una cosa, así que escúchame bien.- Le miró, con ternura y cariño, mientras repasaba, delicadamente, el contorno de sus ojos.

Abrió los ojos al notar su contacto. Sus dedos eran como mariposas revoloteando levemente sobre su piel. Aún soñando, la contemplo. Había perdido peso y fuerza. Ya no quedaba nada de esa chica que le arrebató el corazón tiempo atrás. Pero la luz de sus ojos seguía ahí, brillando en la oscuridad. Su sonrisa, borrosa, seguía dibujándose en su rostro cada mañana al despertar. No importaba qué sucediese, su fuerza y vitalidad hacían que siguiese adelante. Y eso aún lo podía ver, frente a él.
- ¿Te he despertado?- Preguntó en un susurro leve. – Lo siento, duérmete de nuevo, por favor. – Él negó con la cabeza. Se acercó a ella, con cuidado. Acarició su cabello negro y, con delicadeza, se lo colocó bien.
Sus miradas, por un instante, se encontraron. Y, justo entonces, las palabras brotaron de sus labios. “Te amo” dijo ella, reteniendo el contacto hasta el final, intentando memorizar aquellos ojos marrones, hipnóticos y magnéticos.
Estiró sus brazos hacia su rostro y, con fuerza, le atrajo hacia ella. Sus labios se rozaron, como un suspiro convirtiéndose en arrebato y pasión. Y mientras sus cuerpos se alejaban, la luz de sus ojos se apagó.
El continuo ruido que emitían las máquinas se interrumpió. Los médicos entraron, pero no había nada que hacer.
Y a su lado, junto a su cuerpo inerte, su mano recogía la suya, fría, mientras las lágrimas brotaban, sin destino. “Yo también te amo” susurró, inútil, mientras contemplaba aquel cuerpo de aquella que tanto había amado. Y, maldiciéndose, deseó poder morir. Porque el mundo se derrumbaba sin ella. Todo perdía el sentido. Y su corazón se quebraba, pero seguía ahí sentado, a su lado, vivo.


Una, entre un millón.

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Caminaba despacio, entre las máscaras que, resueltas y misteriosas, ocultaban sus rostros, sonrientes o enfurruñados. Iba con cuidado, evitando las largas faldas que se agitaban a su alrededor de alegres damas bailando.
No buscaba a nadie en concreto; simplemente caminaba entre toda la gente que, embrujada, había acudido al baile que se celebraba aquella veraniega noche, bajo los brillantes astros que, como luciérnagas, alumbraban la escena desde el cielo y, cómplices, participaban del ambiente festivo, propiciando encuentros secretos y a oscuras.
Los faros de papel tiritaban a su paso, con sus pequeñas llamas volátiles, llenando de color las tenues flores que decoraban el recinto, colgando entre los arcos que formaban el pasillo que ahora atravesaba.
Al fondo, plumas y lazos saltaban alegres, joviales y divertidos, danzando la música que surgía de la glorieta, donde los intérpretes ofrecían su espectáculo de notas y sinfonías. Se detuvo un instante, contemplando los movimientos, elaborados y complejos, de los participantes que bailaban la “Gran polonesa brillante”, de Chopin, la gran moda de aquel momento.
Sonrió mientras veía a las damas saltar entre los brazos de sus elegantes acompañantes. Vueltas, paso, giro y salto, sin cesar, ocultas sus mejillas sonrojadas tras aquellas máscaras de nácar y cristal. Un arlequín hacia balancear a su hermosa damisela entre sus manos enguantadas, mezclando los colores de sus trajes con el movimiento ondulante.
Él, sentado, observaba aquel espectáculo de compases y ejecuciones, observándoles con la curiosidad y la diversión en sus ojos azules. Vio pasar, frente a él, una joven doncella, con un largo vestido rosa, encajado en su cintura, con una falda larga con vuelo, de seda, decorado con un ribete en el cuello, cruzado, negro y un lazo bajo su busto. Sus cabellos eran dorados, como el trigo bajo el sol, y su rostro, enigmático, cubierto por un brillante antifaz, de colores pálidos, adornado con seda negra y tul rosa, que formaban flores, iguales a las que cubrían su cintura.
Sus ojos, oscuros, le inflamaron el corazón. Sus pupilas, en un instante, se cruzaron en el aire. Y a penas pudo contemplarla un segundo, sus manos blancas encontraron las suyas y, sin mediar palabra, bailaron.
Y supo que no habría otra, que tenía que ser ella. La única, la primera. Una, entre un millón.


My Precious

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Mira sus ojos infinitos. Sostiene su mirada entre sus pupilas, con miedo de romper, por un instante, ese momento, volátil y fugaz.
El marrón y el azabache se confunden bajo la luz tenue del atardecer. El rojo se difumina en el púrpura y, entre amarillo y naranja, la negra noche avanza.
Poco importa el espectáculo de colores del cielo. Sólo puede mirarla a ella. Sus ojos fijos la contemplan, cada detalle, cada percepción que emana de su piel.
Es demasiado perfecta para existir. El mundo, a su lado, es nada. Porque ella lo es todo. Para siempre.
Sonríe porque, al final del camino, lo ha encontrado. Y está feliz por estar junto a ella, después de haberla perdido, ha podido recuperarla de nuevo. Y suspira, enamorado, mientras la mira y contempla su cuerpo, grácil y pequeño. Sus ojos negros se cierran lentamente, cansados talvez.
Y, entonces, su figura se desvanece entre las sombras. Se rompe, silenciosa, cual cristal. Su imagen, aún nítida, se emborrona entre lágrimas de papel, que se disuelven y emborronan su piel. Lentamente va perdiéndose en el espacio, desaparece.
Unos ojos marrones, asustados, se abren con rapidez. La luz atenta contra sus pupilas, somnolientas aún. Recuerda, durante un instante, el rencuentro; su sonrisa, su cabello volando en el viento, el olor de su piel, el sabor de sus labios, el tacto de su cuerpo entre el suyo… Y sus párpados se humedecen; sabe que es un sueño y que ella nunca volverá. Y sonríe, aún al llorar, porque sabe que ella, su pequeña, está viva, en algún lugar. Y llora, desesperado, por saber que no regresará a su hogar.


Sedición.

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Durante la guerra murieron miles, millones de personas; gente inocente o culpable, sublevada, nacional, republicana, comunistas, o simples obreros sin mayores derechos. Pero eso ya no importa.
Han pasado los años, y aquellos que ya no están han dejado su rastro en la historia. Aún se puede ver, paseando por la ciudad. Están ahí, relatando, en silencio, lo acontecido. Exponen la verdad ante todos, su realidad, los pasos que dieron, las acciones que realizaron, todo aquello que les llevó a ser quienes eran y a hacernos como somos.
Puede que nuestra historia se repita, como siempre sucede. El tiempo es cíclico y tiende a volver. La vida precede a la muerte, la guerra, a la paz. Y así, torpemente, avanzamos hacia el futuro, que ya es pasado.
Mucha gente murió en nuestra guerra, para defender sus propios valores, con orgullo, con horror, con pasión o con miedo. Y no podemos olvidarnos de todos ellos, independientemente de qué hicieron. Por que ellos son nosotros ahora, y nosotros ellos. Nos han ayudado a construir todo lo que tenemos ahora, desde las sombras del pasado, tras el anonimato. Deberíamos aprender de sus errores, mejorar sus decisiones y tomarlos como ejemplo a perfeccionar. Sin su esfuerzo, nada sería lo que es ahora.


Un mundo de silencio.

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En memoria de todas aquellas familias que han pasado por algo similar.


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Cada vez que le presento a alguien a mi hijo, éste se esconde detrás de mí. Mucha gente pensaría que es un chico tímido y que se comporta de un modo un tanto peculiar. Mi hijo tiene 16 años y sí, es especial.

Cuando nació todo era perfecto, era algo que tanto mi marido como yo llevábamos tiempo esperando. Y nos hizo muy feliz.

Cuando los médicos le diagnosticaron, por primera vez sentí como el universo entero caía sobre mi; mi vida se desbordaba y se precipitaba hacia un extraño vacío. Un vórtice de emociones enfrentadas se adueño de mi corazón. Pensé que no había nada que hacer, que mi hijo nunca podría formar parte de la sociedad, que siempre le rechazarían, que nunca podría ser feliz… Pero descubrí que me equivocaba.

Los primeros años fueron muy duros. Mi hijo ocupaba mi mente continuamente; nos dedicábamos a él de manera compulsiva, obsesiva… Hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos. Pero pensábamos que teníamos que hacerlo todo por nuestro hijo, nuestro querido hijo al que tanto habíamos esperado. Solíamos estar irritados, frustrados, no avanzábamos, no había progreso, sólo degeneración.

Nos dimos cuenta, pero, de que no debíamos obligarle a avanzar forzadamente. No nos importaban sus sentimientos ni sus limitaciones; estábamos obcecados y lo dejamos todo para centrarnos en él, en su problema. Nos dimos cuenta de que, siguiendo su propio ritmo, sus propias capacidades, llegábamos muy lejos. Y de este modo, avanzamos. Porque él es él y no la persona que nosotros deseábamos que fuese.

Recuerdo lo mucho que sufrimos, pero estos momentos quedan opacados cuando pienso, con cariño y emoción, en todo el camino que recorrimos juntos, en todas las experiencias vividas, en cada nueva etapa, en cada nueva superación. Y en todas las ocasiones en las que nos enseñaste el sentido de la vida; ver su primera sonrisa, oír sus palabras, que se dejase abrazar… No, mi hijo no es diferente, es especial.

Puede que no me entiendan si les digo que no cambiaría a mi hijo por nada. Puede que padezca autismo, pero eso ya no nos preocupa; aceptamos y amamos a nuestro pequeño por quien es y tal y como es. Y, si no tuviese autismo, nunca hubiese aprendido a valorar, como hago ahora, todas esas pequeñas cosas, por insignificantes que sean. Porque, junto a mi hijo, hemos recorrido un largo camino lleno de dificultades y limitaciones que hemos aprendido a superar.

Espero que algún día mi hijo pueda integrarse en la sociedad sin ser visto como alguien “diferente” por sus limitaciones. Puede que sea especial, pero es una persona normal, con sus aficiones y sus capacidades, sus intereses y sus gustos particulares. A veces se comporta de manera peculiar, pero si la gente de su entorno es capaz de entenderlo, el problema desaparecerá.

Puede que ustedes piensen que mi hijo autista no puede comunicarse, que nunca conseguirá integrarse o desarrollarse dentro de los parámetros considerados normales, pero yo le comprendo y le entiendo: sé que no vive en un mundo de silencio.


Mentiras.

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Sujeta su copa con fuerza y, con rapidez, la acerca, ávido, a los labios. Bebe un sorbo, largo, prolongado, deseado. Le ayuda a olvidar. Le tranquiliza, la da seguridad. El Jack Daniels le ayuda a recuperar el aplomo perdido, la serenidad.
Pide otra copa. Agita el vaso, de metacrilato. El ruido del hielo al chocar con el cristal le embelesa. Se siente bien.
Con la tercera cambia. Algo más fuerte. Vodka negro, su marca predilecta, Absolut. Solo, de un trago, mezclado con limón. Sí… Ahora se siente realmente genial. El amo del mundo. Sí… Puede olvidar, suspirar, relajarse, dejarse llevar. No importa nada.
Ahora se declina por un coñac, servido en copa grande. El delicado aroma inunda sus sentidos, mientras inclina el recipiente sobre su boca, para ingerir, alegre, la bebida. Es fuerte, un Lautrec, cosecha del 93. Es poderoso y su sabor se disuelve en su paladar. Felicidad absoluta. Sonríe, embobado, atontado, mientras decide la siguiente bebida. Inconciente, bebe de un trago y respira, agitado. Sabe qué hace, pero no puede parar. Una copa detrás de otra. Da igual el contenido o el precio a pagar. Sólo importa poder olvidar, por un momento, el mundo que le asfixia, que arremete, constantemente, contra él, que le roba la vida, los sueños, que lo consume, lentamente, en una dolorosa agonía. Sólo así puede escapar del dolor, de la realidad. De esa realidad que se oculta en ese mundo de mentiras, en el que se ve obligado a jugar.
Y bebe, talvez por última vez, hasta caer rendido y no poder recordar nada más.
Pero mañana, recuperado, volverá al bar. Pedirá una copa, suave, al principio. Más agresivo hacia el final de la noche, cuando el día amanece y las estrellas titilan en el firmamento, teñido de rojo y añil. Sí… Cuando el mundo le reclame de nuevo, otra vez. Cuando se vea obligado a regresar. Cuando sus sueños se terminen, entre copas, dispersos en un mar de fragmentos inconexos. Y así pasan los días de su vida, malogrados, infelices.
Ya no es capaz de sonreír. Sólo en su mundo, entre copas fantasmas, vuelve a ser feliz, recupera la alegría perdida. Cuando por fin escapa de todas esas mentiras que, por las mañanas, lo atrapan y lo envuelven en esa red de la que no se puede salir. Porque las mentiras, los engaños, le rodean y lo consumen, lentos, pesados. Y ya no sabe qué hacer para poder vivir. Y, mientras piensa, el alcohol fluye, libre, por sus venas, adueñándose, poco a poco, de su corazón. Hasta no ser capaz de hacer nada más que beber… Para poder sobrevivir.


LOVE THE WAY YOU LIE.

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No puedo perderla. He de recuperarla, debo hacerlo. La quiero. No puedo vivir así. No puedo, el mundo se vuelve negro, me ahogo. Todo se viene abajo si ella no está. ¡No lo puedo soportar! ¿Por qué se ha ido? ¡Puta ramera! No mereces que me preocupe siquiera por ti. ¡Pero la necesito! La amo, nuestra relación no se puede acabar así, aquí. No volverá a pasar. Nunca más.
Miro sus ojos vacíos, de un suplicante color azul. Está a mis pies, postrada. La he recuperado y me aseguraré de que no se vuelva a marchar. ¡Nunca más! No dejaré que esa zorra me destroce la vida otra vez. No se lo permitiré. No importan las lágrimas ni las miradas suplicantes. El dolor que siento al perderla no se puede comparar. ¡Se lo merece! Me ha desgarrado, dejado vacío, ha destrozado mi vida, la ha reducido a retazos de cristal. Y aún así la he perdonado. ¿De qué se queja? ¡Imbécil! Tendrías que agradecerme que te recoja de la calle y te devuelva a casa, tu lugar. ¿Dónde pensabas ir? No... no irás a ningún otro lugar, me aseguraré de ello.
“¡Deja de mirarme así! Tu dolor no se asemeja al mío. Me abandonaste, me arrojaste hasta la desesperación. ¡Te amo demasiado para dañarte! No lo volveré a hacer… ¡Perdóname…! No lo pude evitar…”
Sé que piensas que no es verdad, pero esta vez mis palabras son sinceras. No puedo vivir así, sin ti. Y ahora estás a mi lado, tirada en la cocina. Tienes el cabello alborotado, los ojos cansados de llorar. Por las mejillas navegan lágrimas solitarias, desesperadas. Tus ojos vacíos me llenan de amor. Tus labios carmines me excitan, tu cuerpo me hace enloquecer. ¡Pensar que iba a perderte! No puedo permitirlo. ¡Eres mía! ¡Me perteneces! No… Ningún hombre más te verá.
“¿Qué no te pegue? ¡Te lo mereces! Sucia traidora, asquerosa… No eres nadie… ¡Nadie te querrá! Nadie… Sólo yo… ¿Por qué no lo entiendes? ¡Todo lo hago por ti! ¡Porque te quiero! Demasiado… ¿No lo ves? ¡Te amo! No quiero perderte… Llora todo lo que quieras… Es la verdad.”
Balbucea palabras inconexas que se mezclan con su sangre. Me mira con sus ojos infinitos, llorosos y atormentados. Pero no me convencerá… Da igual lo que diga, que haga… La amo tanto que moriría por ella. No es culpa mía amarla así… Siento que con ella puedo ser quien quiera. Sólo la necesito a ella. Si se va… Enloqueceré. La soledad se apoderará de mí… No podré vivir así… No se puede ir. No, se quedará para siempre junto a mí.
¿Qué ha pasado? Miro a mí alrededor ¿Qué he hecho? No soy capaz de recordar… Pero ella está a mi lado… Todo está bien. Sonrío. Abrazo su cuerpo, cálido y blanco. La sangre que brota de su pecho mancha mi rostro. Arranco el cuchillo que tiene en su corazón y, lentamente, con sus ojos aún fijos en los míos, hago que el acero penetre en mi interior, hasta parar mi corazón.
“Ahora estaremos juntos para siempre, mi amor.”


YUME NO NAKA E.

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Sostiene su mano entre la suya, entrelazadas bajo las sábanas. Se aferra a ella, con fuerza y delicadez, para no caer, para poder continuar avanzando.
Abre los ojos y le contempla. Acaricia, con la yema de los dedos, su rostro, los desliza, suaves, sobre su dormida y pálida piel, con cuidado y ternura. Recorre sus facciones, enreda su cabello en su mano, dibuja el perfil de sus labios, que suspiran silenciosos, al ritmo de su respiración, que agita levemente su cuerpo.
Abraza su figura, la abriga y protege. Su corazón bajo su palma. Lo oye latir, con calma, tranquilo y feliz, acompasado y alegre. Sonríe, mientras siente su piel sobre entre la suya.
Busca sus pies y los rodea entre sus piernas. Acerca su cuerpo, pegándose a él, sintiendo su calidez, el aroma de sus sueños, el sonido de la noche que se funde con su vida.
La intensidad de sus sentimientos la embarga. Fluyen por su ser y afloran en cada célula, en cada partícula, vehementes y apasionados. Intenta decirle, en silencio, lo que siente, transmitirle ese torrente de emociones encontradas. ¿Será capaz de entenderlo? Su calidez se funde con la de su piel mientras un cosquilleo agradable y divertido la sacude desde dentro.
Cierra los ojos y, aún con su cuerpo entre sus brazos, se duerme, feliz por estar junto a él.


S.H.E

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Si miras sus ojos, verás. Puede explicarte qué es la tristeza, hacértela sentir en tu propia piel, tan cruel y devastadora, tan real. El vacío que hay en ella aterra. Sus pupilas titilan en el aire, se estremecen al contactar con los demás. Su mirada desesperada choca con su realidad y, asustada, talvez, se oculta en el anonimato, arrullada por el silencio y la desesperación de su corazón, que late en sus ojos y muere en su boca, cansada ya de lamentar.
Ha perdido las ganas, el abatimiento, la tristeza, han ganado a la razón. Y sigue viviendo entre las sombras, perdida en mitad del olvido y la tempestad, loca de melancolía, ebria de soledad. Y los días pasan y ella, lentamente, camina hacia la muerte, sin temer. Porque cualquier cosa es mejor que este sentimiento que se ha apoderado completamente de ella. Porque la vida le es completamente indiferente y ya no sabe qué hacer.
En su mirar podrás contemplar la tristeza absoluta. Si te pierdes en ellos, jamás regresarás. Porque sus ojos abrazan y cautivan y te matan de desesperación. Y sus palabras son veneno que paraliza la sangre y los latidos del corazón. Ella podrá enseñarte la desolación humana, la pérdida de las esperanzas, de la ilusión. Pero jamás podrás vivir como ella, porque mientras respires, existirá una solución. Ella, en cambio, eligió vivir sin estar viva, alimentar los sentimientos negativos, vagar entre la existencia y la inconciencia y hacernos sufrir con su mirada atormentada, lacerada y aterrada, para llenarnos de miedo y terror, para devorar, pedazo a pedazo nuestra alma y quedarse con nuestro existir. Y así ella podrá seguir caminando hacia la muerte, sin poder alcanzarla jamás.


Innocence

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La luz que se filtraba por la ventana la molestaba. Se revolvió, incómoda, entre las sábanas, tratando de volverse a dormir, pero aquella impertinente claridad no se lo permitió. Salió de entre el amasijo de mantas. El frío contacto de su piel con las losas del suelo la reconfortó. Entreabrió, cansada, los ojos y, en la penumbra y la confusión, trató de recordar. Nada de lo que había en la habitación le resultaba familiar, ¿dónde estaba? Y, ¿cómo había llegado hasta ahí? No lograba ubicarse ni tampoco era capaz de acordarse de qué había sucedido la noche anterior.
Con cierto temor naciente, confirmó que, yaciendo a su lado, se encontraba otro cuerpo. Desde donde se encontraba, de pie, junto a la cama, no podía reconocerle. Dio unos pasos por el cuarto. No era demasiado espacioso y tampoco encontró ningún objeto que le indicase de quién podía ser su acompañante.
Entonces cayó en la cuenta; había dormido vestida. Suspiró, aliviada. No sería la primera vez que… y la sensación que provocaba verse en tal situación le resultaba violenta y molesta. Tratando de no hacer ruido, recogió sus pertenencias, esparcidas por todo el lugar y, de puntillas, zapatos en mano, salió de la habitación.
Buscó a tientas el cuarto de baño y, sin mucha dificultad, lo halló, al final del pasillo. Se miró, confusa y somnolienta, en el espejo; la imagen que le devolvió dejaba mucho que desear; todo su maquillaje esparcido por su rostro, unas generosas ojeras formándose bajo sus párpados, cansados y su cabello totalmente revuelto. Se lavó la cara, tratando, en vano, de despertarse y trató de adecentarse lo mejor posible.
Cerró la puerta tras de sí y salió al exterior. Los tacones la estaban matando ¿cómo podía haber ido con ellos? A penas podía sostenerse; a su alrededor, todo daba vueltas, caminaba dando tumbos, sin conciencia, vencida y derrotada. Un punzante dolor de cabeza se apoderó de su mente, impidiéndole pensar con claridad. Estaba sedienta, se notaba los labios agrietados y tenía mucho calor.
Arrastrándose lamentablemente por la calle, localizó una parada de metro. Sonrió, feliz. Bajó los escalones que llevaban al interior de la estación, no sin dificultad. Una vez en el andén, subió al primero que pasó ante ella. No importaba a donde la llevasen, sólo necesitaba un lugar tranquilo para descansar.
Las paradas se sucedían frente a ella, que miraba, hipnotizada, como la gente iba y venía, mientras ella, sentada, los contemplaba, hasta que el metro la llevó a un lugar que conocía; la parada en la que siempre tenía que bajar.
Salió de bajo tierra y la radiante luz solar la dañó. Trató de protegerse los ojos, pero no era suficiente… Todo volvía a dar vueltas otra vez y su cabeza estaba a punto de estallar. Cruzó la calle y entró en un bar. Se sentó en la barra y, tras pedir un café, enterró su cabeza entre sus brazos.
Bebió a sorbitos el café, ardía y le sabía mal. El estómago, vacío desde hacia horas, no toleró la bebida y, corriendo, se refugió en el baño. ¿Qué había hecho la noche anterior? Daba igual, sólo quería llegar a su casa de una vez.
Caminó por las calles, mareada y cansada. Subió las escaleras y abrió el portal. Entró, a rastras, en su casa. Tiró los zapatos, se deshizo del bolso y abandonó la americana. Desesperada, arrancó la ropa de su cuerpo y se tiró en su cama, prometiéndose que jamás bebería otra vez, promesa inocentemente hecha, por que nunca supo qué hizo aquella noche, ni lo que hizo en tantas otras ocasiones posteriores.


Only Hope.

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Ese es su sueño, por el que tanto ha luchado, por el que tanto ha sufrido. Y ahora está aquí, brillante, frente a ella. Sólo un paso más, y será suyo para siempre.

Avanza, segura. Eso es lo que siempre ha deseado. Camina, orgullosa, sobre los tacones de sus zapatos negros. Su figura, esbelta, envuelta en un vaporoso vestido largo, negro y ceñido a su cintura, elegante y majestuosa. Sonríe con confianza mientras observa.

Oye como alguien la anuncia. Sube al escenario, despacio, dejando que el público la observe. Paso a paso se acerca más. Su sueño está a punto de hacerse realidad.

Se sienta frente al piano, levanta la tapa y reposa sus manos sobre las teclas. Voltea la cabeza y fija sus pupilas negras sobre los espectadores, que la contemplan, expectantes, con sorpresa. Es tan joven y atractiva…
Sus dedos se mueven, con aplomo y seguridad, sobre el blanco nácar. La música fluye y se mezcla, dulce y clara, con su voz.

“There's a song that's inside of my soul.
It's the one that I've tried to write over and over again
I'm awake in the infinite cold.
But you sing to me over and over and over again.”


La melodía flota en el aire y, lenta, se vuelve más fuerte, más expresiva, más dolorosa. Captura los corazones de aquellos que la escuchan. Y penetra en sus sentimientos.

Sus manos recorren el teclado, delicadas, tornando las cadencias en armoniosas combinaciones sonoras, componiendo esa canción; su canción.

Busca entre el público y lo imagina, escuchando entre la oscuridad, oculto entre el amasijo de espectadores que, embelesados, la escuchan cantar.

Pero de sobras sabe que ya no está presente; nunca lo estará. Hilos de plata surcan sus mejillas, descendiendo desde sus pupilas hasta caer, rendidas, sobre las teclas delicadas. Su voz se vuelve más suave, más dulce, más amplia. Y su canción la envuelve, como un halo protector, la llena de luz y felicidad.

"So I lay my head back down.
And I lift my hands and pray
To be only yours, I pray, to be only yours
I pray, to be only yours
I know now you're my only hope."


Y, mientras las últimas notas flotan aún en el aire, perdiéndose en el ambiente, entre el humo y la gente, le recuerda y le ve, sentado a su lado, con sus manos sobre las suyas, sonriente, ayudándola a convertir su sueño en realidad. Cierra sus ojos y le siente, su presencia le acompaña, acaricia sus dedos desde el recuerdo, tan suave... Es lo único que tiene.
La música se termina, las cadencias se apagan; el hechizo se desvanece. Y en ese último momento, el público aplaude y la magia desaparece, hecha añicos, fragmentos de cristal relucientes. Y su sueño se hace realidad, mientras que él, perdido en el infinito, se marcha; su única esperanza.


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Título de la canción: Only Hope.
Intérprete: Mandy Moore.
Letra: Jon Foreman.


Your love is a lie.

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Te miro a los ojos y no veo nada. Dices que me quieres, que es verdad. No quieres que esto termine pero lo sé, conozco la realidad.

Hace tiempo que las cosas están mal. Pero tu no te das cuenta, lo ignoras, te escudas tras mentiras y ocultas lo que sientes. Sé que no me quieres dañar, pero así, jugando conmigo, es lo único que haces es lastimar. No eres capaz de mirarme sin apenarte. Sé que lo sientes y que no lo puedes evitar. Tú ya no me amas. Sólo con que te atrevieses a decírmelo… el dolor se desvanecería. Pero sigues aquí, a mi lado. Y cada mañana, al despertar, estás yaciendo junto a mi cuerpo. Sonríes y me besas, me miras a los ojos y me dices que soy lo mejor que te ha pasado. ¿Cómo puedes jurarlo?

Entre nosotros ya no queda nada. ¿Por qué te obstinas en negarlo? Hazte feliz y devuélveme la libertad. Así estamos los dos atados, para siempre, en esta vida compartida que no soportamos pero que nos obligamos a vivir, cada día un día más. Ya no hay amor entre nosotros, ya no hay sentimientos. Nos hemos quedado vacíos, incapaces de hacer nada, de estas, simplemente, juntos. Pero tú sigues aquí, te empeñas en seguir adelante, ¿por qué lo haces? Sólo si te fueses, podríamos volver a ser felices otra vez.

Ya no nos queda nada. Nos hemos destrozado, hasta caer, frágiles y solos, como fragmentos de cristal. Nos hemos herido y nos hemos reconciliado, pero ya no podemos seguir más tiempo así. Tú ya no me quieres, ¿para qué seguir ocultándolo? Y yo sé que seré feliz sin ti, por mucho que duela. Por muchas lágrimas que pueda derramar, por mucho que pueda suplicar… Ya no puedo retenerte más. Así que, por favor, vete ya.


Piruletas y mundos de colores:

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La pequeña lo mira todo, curiosa; el mundo es un misterio por descubrir y se abre ante sus ojos inocentes, un sinfín de posibilidades.
Pero ella se mantiene quieta y observa, a través de una piruleta, que tiñe de colores la realidad que ella aún no sabe ver.


Last Fight

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Desde lo alto, el cielo le parece infinito. Bajo sus ojos se extiende la inmensidad de la ciudad. Los coches, veloces, circulan bajo la noche estrellada, que, titilando, ilumina la escena. Todo está en calma; el viento revuelve su cabello y acaricia su piel, cálido y fuerte.
Avanza un paso, y luego, segura, otro. Sube hasta la cima, sin temor. No tiene nada que perder… y todo por ganar.
Desde lo más alto, sonríe, mientras contempla el espectáculo bajo sus pies. Está tranquila; tras tanto tiempo, por fin todo va a terminar. No más dolor, no más sufrir. No más… nunca más.
Siente cuchillas sobre su tez, mientras corta el aire y cae, veloz. Los latidos de su corazón se funden con el sonido silbante del viento y un sabor dulzón le embriaga los sentidos, mientras la adrenalina invade todo su ser.
La sangre fluye, tintando el blanco mármol de carmín. Ella está estirada en el suelo, con la cabeza vuelta. Sus piernas dibujan un ángulo especial, mientras que sus manos rasguñadas, caen, inermes, sobre su pecho. Tiene los ojos abiertos, mirando, vacíos, el infinito del cielo, perdidos bajo la luz de la luna.
Corre hacia el cuerpo. Lo abraza, con delicadeza, lo estrecha contra su pecho, con miedo a perderla, dañarla. Contempla sus ojos verdes, que tantas veces le han cautivado, y siente, de nuevo, esa atracción imposible e inevitable. Sus pupilas se disuelven en lágrimas, que caen, mojando el rostro de ella, llevándose la sangre que, tierna, aún la cubre. Acaricia, desesperado, su cabello rubio, que cae, libre, sobre sus hombros. Recorre sus mejillas, aún tibias.
Besa sus labios, con furia, con desesperación, sus labios rojos y siente el sabor de su sangre mezclándose con la suya. Abraza su cuerpo con fuerza, queriéndose fundir con ella, para siempre, no separarse jamás. Araña su espalda, grita, loco de dolor, al ver que la ha perdido, que nunca la ha tenido.
Sus ojos se borran un instante. Deposita sus labios sobre los suyos una vez más, y la besa suavemente. Deja su cuerpo reposar sobre el suelo y, lentamente, se levanta y la abandona. Cierra sus ojos un instante y avanza, hasta desaparecer, confundiéndose entre el caos de la ciudad.


Death

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El silencio lo cubre todo, aterrador y desgarrado, llena el espacio vacío de vida, que las bombas han dejado. Los cuerpos, esparcidos por el suelo, parecen muñecos rotos, devastados, de rostros descompuestos, pintados de brillante carmín.
Sus ojos se pierden en el cielo, mientras ella camina entre ese macabra mundo de muertos que la guerra ha dejado. Ha aprendido a convivir con ellos, con sus caras desfiguradas, con sus sueños hechos añicos, con sus vidas de cristal. El silencio es su mejor aliado y por eso, sonríe, entre la penumbra que se cierne sobre los huesos desnudos de la ciudad. Avanza, insegura, temerosa, entre cuerpos mutilados, sombras de un pasado mejor, se interna entre el horror desesperante y las esperanzas fantasmas de que, talvez mañana, vuelva a brillar el sol.
El viento sopla y se lleva, jugueteando al vuelo, su cabello rubio y lacio. En una esquina, que las bombas y metralla se han obstinado en dejar vivir, le encuentra. Y sus ojos verdes se clavan en los suyos, azules. Ya no hay nada más que hacer. Su uniforme brilla, bajo la tenue luz que escapa de una farola rota. Saca su pistola reglamentaria y la contempla. Ella le mira, desafiante; no tiene nada que temer. Y ambos lo saben, no tienen nada, la guerra todo se lo ha llevado ya. Él la apunta y dispara, sin vacilar, en medio de esos ojos marinos que, lentamente, caen y se pierden entre aquel mar informe de víctimas de un conflicto que sólo les ha dado como regalo, su propia muerte.


Tren

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Sentado junto a la ventana contempla el mar pasar ante sus ojos, rápido, veloz, fragmentado; infinito azul bajo el cielo.
Sus pensamientos fluían y le confundían. Una maraña sin fin que enredaba su vida en una red. Tan sólo le quedaba ver la vida pasar, frente a sus ojos cerrados, hasta no ver nunca más, hasta que el tren se detuviese en su última parada y ya no pudiese regresar.


Voyeur

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La ve llegar, cansada, por la cuesta final. Está a punto de alcanzar su casa, al finalizar la jornada, mientras él la contempla, silencioso observador.
Conoce sus secretos y, desde la lejanía, la observa. Hoy está tan hermosa… se ha puesto una falda con vuelo y zapatos de tacón. La camisa hace resaltar su cuerpo, menudo y gracioso, mientras que el sudor resbala por su frente y cae, recorriendo el perfil de su nariz. Tiene el pelo revuelto y avanza, acalorada, bajo los últimos rayos, en un atardecer inesperado.
Abre el portal y entra, mientras él espera a que ella siga con su rutina diaria. Y no tarda en asomarse por la ventana; se ha cambiado de ropa, más holgada y cómoda, y a domado su pelo, recogido en una coleta que, con el peso, se ladea, graciosa y coqueta. Enciende un Malboro y se apoya en la repisa, cansadamente feliz. Deja volar el humo, que escapa, delicado, de entre sus labios sellados y se aleja, flotando en el cielo, hasta él, que la contempla, absorto y concentrado, silencioso. Ya no hay nada más que él pueda hacer; sólo observar y dejar el tiempo correr.


Caramelo

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El dulce aroma lo envolvía todo. Llenaba la habitación con su fragancia, delicada, suave… deliciosa. Y los recuerdos, vagos y fragmentarios, flotaban ante sus ojos, perdidos y misteriosos, etéreos, eternamente perdidos en el tiempo.
Allí estaba ella, jugando. Su sonrisa, radiante, brillaba bajo la luz del flexo. Sus ojos, puntitos luminosos, danzaban en el aire, felices, deslumbrantes. Jugaba con sus labios sobre los suyos, tumbados ahí mismo, en la mesa, entre harina y azúcar, todo revuelto. El blanco polvo cubría sus manos y se adhería a sus rostros, pintándoles la piel. Cuerpo contra cuerpo, simplemente, estaban, perdidos en aquel momento eterno, fugaz.
Su mano descendía, recorriendo, ligera, su perfil, hasta la cintura, acariciaba su abdomen, liso y cálido. Oía su respiración, entrecortada y silenciosa, mezclada con los latidos de su corazón. Y se fundían en un beso, y otro más… como caramelo derretido, queriendo no separarse nunca más.
Su pecho se agitaba, levemente sonrojado bajo su palma, que recorría su contorno con ganas de más. Sus ojos se buscaban, deseosos y llenos de ternura y amor, bajo aquél manto polvoroso que, misterioso, envolvía en su halo la escena, brillando tenuemente bajo la luz, hasta morir en el suelo. Sus labios, traviesos, coquetos y sedientos, se recorrían a trozos. Palpaban su pasión, sentían nacer ese cálido deseo de dejar de ser dos.
Y, dulcemente desnudos y entregados, se fundieron, embriagados de amor y deseo, entre la espesura de la harina y el suave sabor del caramelo.


La búsqueda

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Sus ojos buscaban los suyos entre las nubes que cubrían esa noche sin luna. ¿Dónde estarían? Brillantes estrellas titilaban en el infinito, como puntitos resplandecientes, pero él ya no estaba y ellas no respondían.
¿Se vería el cielo desde su nuevo hogar? ¿Habría noche cerrada y luna? Y sus ojos se humedecían y, cansados, derramaban diminutas gotitas saladas que, seguras, descendían por sus mejillas sonrojadas por el dolor.
¿Dónde había ido? ¿Por qué ya no estaba a su lado? ¿Estaba enfadado con ella? ¿Por qué nadie le decía nada? Y sus ojos buscaban sin parar, entre la gente, entre los luceros del alba, bajo todo lo que el sol teñía de color, bajo todo lo que la luna iluminaba al crepúsculo. Había mirado bajo el mar, y sobre el cielo, pero él no estaba. No le encontraba.
Y ella, pequeña inocente, le buscaba desesperada. Preguntaba a todas horas, ingenua, dónde se había ido, cuándo regresaría junto a ella. Pero nadie contestaba, nadie se atrevía a decirle a la pequeña niña que su padre había ido a un lugar del cual no podría regresar jamás.


Memoria

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Su mente se inundaba con su recuerdo y, tenuemente, ella volvía a aparecerse. Débil y blanca, bailaba, fantasmal, ante sus ojos brillantes, expectantes por volver a tenerla ahí, junto a él.
Su vestido rosado volaba alrededor de su cuerpo, rompiendo el aire al voltear, grácil y bella. Su cabello dorado se agitaba y revolvía, largo, cubriendo el espacio con su aroma a vainilla, embriagándole de emoción. Sus ojos, aún llenos de alegría, danzaban y le buscaban, oscuro sobre claro.
Y así, recordando, pasaba su vida sin vivir, detenido en un instante, muerto el tiempo para siempre en un retazo de memoria que, volátil, se difumina y, perdido, se borra.
Y ella ya no tiene los ojos claros, ni lleva el vestido rosa.



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MicroRelatos versión 1.0


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1-

Miró hacia arriba: el basto cielo abarcaba toda la extensión que sus ojos eran capaces de ver. Miró hacia abajo: nada, solamente el suelo.
No se lo pensó, tenía muy claro qué hacer.
No tenía nada que ganar y todo por perder.

Y, de repente, no sintió nada y lo sintió todo. Mientras su cuerpo caía libre, el viento friccionaba su piel, cortándola. El paisaje se sucedía veloz ante sus ojos. Sus oídos atinaban a oír el silbido furioso del aire. Todo estaba frío. El gusto amargo de la adrenalina cubría sus labios y latía en cada célula de su ser.

2-

Subieron al tren juntos, pero algo entre ellos era ahora diferente.
Él no la miraba con ternura. Ella no le cogía dulcemente de la mano. Se sentaron juntos, pero entre ellos había un abismo.

Ella lo miró de reojo y se sintió inmensamente sola. Dos simples palabras lo habían cambiado todo. Y, realmente, no lo quería. No quería aquello; estar juntos pero separados, tenerlo cerca y no poder tocarlo, sentir su presencia y no hablarle. Pero el orgullo le podía, le mataba las palabras que expiraban entre sus labios.

El tren paró y ambos se bajaron. Al separarse cada uno tomó su camino. Él se volteó a verla marchar mientras las lágrimas caían de los ojos de ella pensando que no volverían a encontrarse más.

3-

La tarde brillaba en la cima del cielo que se llenaba de tonalidades anaranjadas y violetas. El aire era suave, fresco y agradable. Todo estaba en paz. El mar susurraba dulces baladas sólo para él. La arena jugaba y se arremolinaba entre sus dedos desnudos. La brisa le traía el olor a sal, profundo y delicioso. Y aquel paisaje inmenso, sin fin, le hacía brotar aquellos recuerdos enterrados en su propio olvido.

Y mojando la tierra húmeda, se adentró en la clara agua de aquel apacible mar veraniego, mientras el sol caía lentamente en el horizonte, anunciando su propia muerte.

4-

Ahora que ya no estás junto a mi, que no siento tus cálidas manos entre las mías, me doy cuenta de cuánto me amaste. Y de cuánto te amo yo a ti.
Mientras el sabor de tu último beso se diluye entre mis labios, recuerdo el momento en que nuestras miradas se encontraron. Paraste mi tiempo. Removiste mi mente. Aquel instante, mínimo y ahora tan distante, cambió mi destino y lo unió a ti.
Y ahora que te has ido, que te veo marchar, lenta y con orgullo, siento que he perdido mi vida, que sin ti yo no puedo existir.
Mientras tú andas, sin miedo hacia tu futuro, yo sigo atado en este tiempo muerto que se escabulle como arena entre mis dedos.

5-

Si ella sonreía, todo estaba bien.
¿Desde cuándo su sonrisa era capaz de cambiar el mundo? ¿Cuándo su corazón había decidido latir rápidamente cuando estaban cerca? ¿En qué momento su cerebro había empezado a pensar constantemente en ella? ¿Por qué las palabras se le atragantaban, vacilantes e intranquilas, entre sus labios al hablarle?
No lo sabía, pero tampoco le importaba.
Porque mientras ella sonreía, él era feliz y todo estaba bien.

6-

Ella siempre estaba allí, esperándolo. Le recibía con la misma sonrisa franca y dulce y la misma calidez. Entre sus brazos encontraba la felicidad perdida. En sus ojos hallaba el mundo en el que deseaba vivir.
Siempre estaba a su lado, en la oscuridad le guiaba, le acompañaba en la soledad. Escuchaba sus melódicos problemas, le aconsejaba sin dudar.
Él, en cambio, nunca estaba para ella, su mejor amiga.

7-

Sé lo que es la soledad. La he sentido en lo más profundo de mí ser. Ha sido mi acompañante mucho tiempo. Y he aprendido a convivir con ella.
Llorar de noche y sonreír por la mañana, fingir que todo está bien. Estar rodeada de personas falsas, que se niegan a ver que no estás bien.
Esforzarte por parecer feliz y contento sin que en tus ojos se llegue a reflejar. Vivir rodeada de gente y, a la vez, vivir en soledad.

8-

Las lágrimas no cesaban de caer. Sus ojos, puntitos luminosos, se apagaban en aquel mar informe.
Él la miraba sin saber qué hacer. Sus palabras, como cuchillos, habían rasgado su corazón. La había dañado. Y no sabía qué hacer.
Sus lágrimas, como torrentes, fluían por su piel, mojando sus ropas. No importaba. No lo podía para. Le miró a los ojos fijamente.
En ese momento, cuando sus miradas se encontraron, las palabras desaparecieron. No eran necesarias. Y las lágrimas cesaron y las heridas cicatrizaron.
No necesitaban un "perdón". Una mirada era suficiente para ellos dos.

9-

Sentía su presencia. No necesitaba abrir los ojos. Simplemente, lo sabía. Lo notaba en el aire, más denso y tenso. El viento le traía el olor de su piel, café con vainilla. Oía su respiración, lenta y acompasada, profunda y delicada.
No necesitaba más. No necesitaba ver para amar.

10-

"Quédate conmigo". Quería gritarlo fuerte. Que todos lo oyesen. No importaba qué pensasen o que dijesen.
Quería que llegase hasta ti, que esas palabras llenasen todo tu ser. Quería que lo supieses.
Porque no podía imaginar vivir sin tus ojos mirándome, sin tu sonrisa traviesa y dulce, sin tu voz.
Porque no puedo permitirme perderte. Eres lo único que tengo. Lo que me mantiene aquí, viva.

11-

Sólo tres letras son capaces de resumir lo que siento. Pero nunca serán capaces de expresar todos los matices que mis sentimientos contienen. Porque son sólo tres letras.
Yo necesito más. ¿Tres letras? Son pocas para mí. No pueden expresar mis sentimientos. Los opacan. Los igualan a los demás. Y lo que yo siento por ti es único. Quiero poder demostrártelo con claridad.
Porque "amo" no es suficiente. Yo, necesito decirte más.

12-

La miraste a los ojos. No podías evitarlo, era demasiado hermosa. De entre todos, ella brillaba. Como un faro, te guiaba, te conducía a ella. Era inevitable. Te arrastraba con esa fuerza imparable e inaudible. Y te dejabas llevar.
Porque aquellos profundos ojos marrones, oscuros y misteriosos te hechizaban. Perdías el mundo de vista, sólo la veías a ella. No importa que ahora no esté, sigues pensando lo mismo. La amaste y la amas.
Pero ella nunca volverá.

13-

Sentía sus lágrimas derramarse sobre su piel. Notaba aquella salada humedad que le partía.
Borró sus recuerdos mientras se aferraba a aquel vano fragmento de vida, borroso y confuso. Si ella se marchaba ¿Qué le quedaría?
Absolutamente nada. El vacío, la tristeza y el dolor. La oscuridad se cerró sobre su corazón.
Ya no había más lágrimas que derramar. Sólo pequeñas gotas escarlatas caían por su piel, resbaladizas, hasta la muerte.

14-

Dormías entre mis brazos. Todo estaba tranquilo. Tu respiración, lenta y profunda, tu aroma, simplemente delicioso. Te miré con ternura, tu rostro sereno, con esa sonrisa brillante y pacífica.
Velaba por tus sueños, por protegerte. Eras mi mundo y aún lo eres.

15-

Me desesperas. Me dejas aquí sin nada. Te vas y me matas. No sé dónde estás.
Te busco en la oscuridad, pero no te veo. ¿Dónde estás? Tengo miedo, mucho miedo. Me da pánico estar sin ti. Me da pánico vivir si tú no estás.
Así que, por favor, deja de huir y dime, simplemente, dónde estás.

16-

El agua caía sobre su cuerpo. Lo envolvía suave y dulcemente. Le provocaba una sensación agradable.
La tranquilizaba, le hacía sentir bien. El agua resbalando por su piel, cálida y amable.
Pero no podía secar sus lágrimas que, desesperadas, se unían en una sola gota caminando hacia su fin.

17-

A lo lejos llovía. Corría por la ciudad, sin rumbo. Daba igual a donde fuese ¿Acaso algo cambiaría?
Ella seguiría sola, él seguiría buscándola. Fuese donde fuese, siempre iba a ser igual ¿Iba a terminar alguna vez aquella pesadilla?
Corrió con todas sus fuerzas, pero nada servía. Al doblar la esquina su sonrisa ya le esperaba.
No pudo retroceder. No pudo pensar. La había atrapado. Y no iba a regresar.
Sus ojos se apagaron mientras aquella sonrisa, fría y sádica, la perseguía y atormentaba, incluso allí donde ya nunca más podría buscarla.

18-

Miraba fijamente el horizonte desde la playa. El sol caía, lentamente, tiñendo el cielo; naranja y rojo.
Sus ojos reflejaban todo lo que había vivido. Había perdido la esperanza. Pero aún así, esperaba. La vana ilusión de volver a verla era capaz de levantarle por las mañanas. Y vivía mientras la esperaba. Cuando ya no le quedaba nada iba hacía allí y la buscaba, aún sabiendo que no volvería jamás.
Porque él la esperaba en la vida y ella, en la muerte.

19-

Hacía mucho tiempo que no entraba aquí; en este lugar donde tú y yo solíamos sentarnos. La música fluía entre nosotras, a penas necesitábamos más.
Tú tocabas aquél viejo piano. Las melodías fluctuaban, suaves y alegres, fuertes y rítmicas. Daba igual.
Pero ahora hemos perdido las cadencias. Ahora entre nosotras queda sólo el silencio.
No supe comprenderte y te fuiste.
Me hiciste daño y me marché.
Me dejaste sola y me arrebataste la felicidad. ¿Sabes? Solía quererte. En aquellos tiempos en que la música, alegre, estaba entre nosotras. Y ahora vivo en este silencio intranquilo y constante. ¿Sigues tocando el piano?
Yo ahora me acerco a nuestro viejo rincón, subo la tapa y me siento en el taburete. Dejo que mis dedos acaricien las teclas, viejas y desgastadas.
Está desafinado pero aún suena bien.

20-

Mientes al decirme que me quieres.
Cuando digo que te amo, digo verdad.
Así que miénteme y átate conmigo. Mátame lentamente, pero quédate junto a mí.

21-

La miraste a los ojos y sentiste que todo estaba mal. El azul revuelto de sus pupilas brillaba con ferocidad.
No tuviste tiempo a disculparte, sólo viste su cabello danzar, mientras ella se volteaba. Oíste el taconeo de sus zapatos a lo lejos. Quisiste seguirla, disculparte, pero en el fondo sabías que todo había terminado.

22-

La lluvia caía sobre su cuerpo, ¿Adónde iba? Lo desconocía; sus pasos, indiferentes, le hacían avanzar. Sin destino, sin lugar al que regresar.
Y, mientras caminaba, la realidad se disolvía con sal.

23-

La sangre brotaba, por el cuerpo inerte y herido, fluyendo como un río escarlata.
La vida se escapaba entre sus labios, convulsos de dolor y bañados en sufrimiento.
Se lo había prometido; iba a cambiar. Todo iría bien.
Ahora expiraba, lentamente, hacia un lugar sin él, un lugar en paz.

24-

Se miraba en el espejo. Ahora ya no la mostraba a ella, mostraba a los dos.
La felicidad brillaba en su rostro al pensar que su vida traía vida, que su corazón latía para dos.

25-

La tristeza brilla ahora en sus ojos.
Mientras lo ve marchar, al lado de otra. Sonriendo y feliz. Ya no es la única, la primera y la última.
Sus besos son ahora de otra, sus manos acarician otro cálido cuerpo, sus palabras, dulces y románticas, son para otra mujer.
Y, mientras los ve pasar, siente como se hiela su corazón, como las venas se marchitan escarchadas y como se mueres, lentamente, en esta soledad que escapa a su razón.
Y ya nunca más brillará la tristeza en sus ojos.

26-

¿Cuántos inviernos hemos compartido? ¿Cuántos veranos hemos celebrado?
Ahora todos los recuerdos que teníamos se oscurecen en el olvido, disueltos es lágrimas, por perder aquello que nunca debió ser mío.

27-

Me gustaría volver a verte, sentarnos aquí y hablar tranquilamente, como solíamos hacer.
Charlar de nuestras cosas, tonterías de niñas.
Me gustaría ver en qué mujer te has convertido, si la vida ha sido amable contigo.
Me gustaría saber si piensas en mí, en todas las horas compartidas, en todos los juegos imaginados, en aquel tiempo perdido en que éramos más que ahora. Tú y yo, dos amigas.

28-

El viento traía su olor, afrutado y delicioso. Oías su voz desde la lejanía de los recuerdos, tan dulce y amable. Aún podías sentir sus caricias sobre tu piel, cálidas y delicadas. Tus labios guardaban el sabor de sus besos. Si cerrabas los ojos, podías dibujar su figura, tan nítida y perfecta, tal como la recordabas, en el transparente aire.
Pero nada de eso podía devolvértela; por más recuerdos que pudieses rememorar, ella no iba a volver nunca más.

29-

Las lágrimas caían por su rostro, desesperadas, mientras le veía marchar. Sus pasos, lentos y seguros, se alejaban de ella. Podía notar su ausencia por todo su cuerpo aún cuando sólo distaban algunos pocos metros entre ambos.
Sus manos, vacías, se aferraban al jersey, sus ojos se perdían entre las borrosas gotas saladas.
Sus labios sentían aún la calidez de los suyos, unidos en aquél lejano último beso. Su contacto aún recorría cada centímetro de su piel y su recuerdo, todavía presente, inundaba sus neuronas. No había nada que hacer.
Su figura, ahora lejana, se confundía con el horizonte. Ya nunca más se volverían a ver.

30-

Sus manos tiemblan, agitándose ligeramente como movidas por el viento. Sus cabellos, recogidos concienzudamente detrás la cabeza, palidecen y pierden el color, sus ojos vidriosos le impiden ver bien. Su piel transparente se pliega y repliega sobre sí misma, como de papel. Sus sentidos, ya viejos, se apagan y desvanecen. Le cuesta oír y recordar. Pero mientras camina, cogida de su mano, poco importan los años acumulados o los perdidos en el pasado. Mientras él le sujeta la mano, mientras siente su presencia, es feliz. Porque a pesar de todos los años, le ama como si fuese el primer día. Le ama aún cuando ya no le queda nada por saber de él.


¡Muchas gracias por leer! Espero que hayan sido de su agrado, de lo contrario, lamento las molestias.
Todos los Relatos se recopilarán en este primer post, además de en un post a parte, en este mismo tema, para facilitar la lectura y organizar un poco esto. Perdón por las molesitas.
Última edición por ita el Lun Dic 01, 2014 5:53 pm, editado 6 veces en total
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Kazu » Sab Abr 10, 2010 9:33 pm

Como siempre, precioso ^^ Sòlo una cosa, el tìtulo, ¿te inspiraste en la peli/libro? Es que hay un libro (y una pelìcula sacada de èste) italiano que se llama asì xD
Sigue asì :3
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^Little Sho^

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No te gusta? Bueno, pues.. acabas de perder. -> THE GAME

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(Perdí las del 2010.. o 2009.. ya ni me acuerdo x_x)
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Soul Artist » Sab Abr 10, 2010 9:41 pm

Muy bonito ^^ Es precioso y señala mucho el amor que hay en esa pareja, en cuánto se quieren. Un microrrelato dedicado completamente a ello, de forma entera y amorosa sin ser empalagosa.

Prosigue ^^
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Dom Abr 11, 2010 12:00 am

Informo de que he podido recuperar algunos (30 en total) de los antiguos MicroRelatos. Espero que sean de su agrado.
Muchas gracias por leer y comentar.

Respondiendo brevemente a los dos comentarios de "Tres metros sobre el cielo":

Kazu: ¡Muchas gracias por comentar! Me alegro de que te haya gustado y sí, inspirado en el libro que dices, pero al 100%. Es que me ha gustado mucho.

Narrado: ¡Gracias por comentar! Me alegro que te haya gustado y por la crítica constructiva~~
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Habimaru » Dom Abr 11, 2010 1:05 am

Lo siento, hoy no estoy especialmente inspirado para comentar, pero te dejo algo.

Precioso, cubre hasta el mínimo detalle pero sin llegar a ser explícito. Bien hecho.
Nope
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Dom Abr 11, 2010 1:52 pm

Reiji escribió:Lo siento, hoy no estoy especialmente inspirado para comentar, pero te dejo algo.

Precioso, cubre hasta el mínimo detalle pero sin llegar a ser explícito. Bien hecho.


¡Muchas gracias por comentar! Me alegro mucho que te haya gustado el relato. ¡Gracias por leer!

Les dejo un Relato nuevo, que espero sea de su agrado, de lo contrario, lamento las molestias.
También les recuerdo que, en el primer post, podrán encontrar la recopilación de todos los trabajos, los dos nuevos Relatos de mayor extensión y los pocos MicroRelatos que pude conservar. Espero que les gusten y gracias por su atención.

Olvido

Exhala un suspiro. Mira a su alrededor, pero no hay nada. Suspira de nuevo. Se agita, nervioso, mirando a cada lado. No está, lo sabe, pero sigue allí, esperando.

Enciende un Lucky Strike, que cuelga, desafiante, entre sus labios gruesos y pálidos. Lentamente, el humo se escapa de su boca, le envuelve, le relaja. La nicotina llena ahora sus pulmones, le sienta bien. Se acomoda un poco más en la verja, haciendo un poco de ruido al incorporarse.

Espera en vano, no hay nada que hacer. Pero aún así no puede irse. No, aún no, es demasiado pronto. Se engaña, no volverá. No lo hará. Y él se quedará ahí, esperando, hasta que su cuerpo ceda y ya no pueda más. Hasta que todo termine.

Los recuerdos inundan su mente; momentos tristes, felices, alegres, peleas, amistad. Todo lo que han vivido juntos, todos esos años, guardados en la memoria, flotan ahora entre su realidad. La ve ahí, a su lado, como solía ser. Jugando con su sonrisa, abrazando su mano entre las suyas, suave y dulce, estando ahí, junto a él, como siempre.

Pero pronto los recuerdos se difuminan y se pierden. Intenta retenerlos, retenerla a ella. Su figura se borra ante sus ojos, delicadamente cruel e irreal. Se desvanece, perdida de nuevo entre las sombras del olvido. Pero no quiere olvidar, no a ella. No, cualquier cosa menos a ella.

El humo de su cigarrillo se lleva los últimos retales de su memoria. Intenta evitarlo, pero ella, lentamente, se va. Se aleja, con orgullo, lejos, a un lugar dónde no pueda alcanzarla. Se voltea por última vez y le sonríe; la misma sonrisa de aquella noche, dulce y delirante, traviesa y sincera, su sonrisa, tal cual es, para perderse después en esta noche cerrada, que le atraviesa por dentro, que le hace llorar. Porque ella jamás podrá volver a estar ahí, a su lado.


Spoiler: Mostrar
Dedicatoria: para todas aquellas personas que no quieren olvidar, que quieren mantener los recuerdos en su memoria, por más dolorosos que sean. Porque el olvido es el final de la vida.

Espero que haya sido de su agrado, de lo contrario, lo lamento mucho. ¡Gracias por leer! Y, ya saben, cualquier crítica es bien recibida.
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Jue Abr 15, 2010 8:59 pm

Tengo ganas de ti.

Sueña despierta mientras los oye hablar. Nada importante, nada interesante. Piensa en él y su mente se inunda con su presencia. No necesita más.

Cierra los ojos y se deja llevar. Lejos, muy lejos, al lugar donde está él. La realidad se difumina y desaparece. Siente su olor, traído por el aire de la sala, dulce y delicado. Todas aquellas voces se funden en una sola y le susurran al oído palabras secretas, ocultas. Palabras sólo para ella, que se sonroja y las disfruta. Siente sus manos sobre su piel, lejanas y cálidas caricias, que recorren su rostro, lentamente, con cuidado, y van bajando, por su cuello, mezclándose entre sus manos. Su cuerpo junto al suyo, abrazados. El sabor de sus labios late en los de ella, en un último beso eterno.

Abre los ojos, apresurada, rompiendo aquella magia hecha con su presencia evocada que se pierde en la lejanía de los recuerdos, se esparce y se disuelve. Trata en vano de retener su compañía, pero se evapora entre las sombras de los sueños.

Tiene ganas de verlo de nuevo, de hablarle en silencio, de perderse en sus ojos, verdes y misteriosos, de estar entre sus brazos, arropada, sintiendo el latir de su corazón. Desea verle, tenerle para siempre, contemplar incansable su rostro en su rostro, sus labios en los suyos. Para siempre. Simplemente “tengo ganas de ti”.


Aquí les dejo un nuevo Relato, que espero sea de su agrado. De lo contrario, lamento mucho las molestias.
¡Gracias por leer!
Y, ya saben, cualquier crítica es bien recibida.


PD: Perdón por el DoblePost.
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Vie Feb 04, 2011 5:12 pm

Bueno, tras mucho tiempo sin poder escribir, actualizo el tema con tres nuevos relatos.
Espero que les gusten.

Reflejo.

Ya no quería luchar más. ¿Para qué? Nada iba a cambiar, y ya no podía más. No podía seguir, no quería.

Se miró en el espejo que colgaba en la pared y no se vio. No era capaz de verse, ahí, sentado en el suelo, desesperado, sin nada.

Agarró con fuerza el cuchillo y, sin vacilar, miró su reflejo por última vez, mientras la hoja penetraba en su corazón, para no salir jamás.

Y las lágrimas, mezcladas con carmín, llenaron la habitación y, poco a poco, sus ojos se desdibujaban en el ocaso, pedidos en el infinito, hasta apagarse.


Sunlight

Los primeros rayos iluminaban su rostro con delicadez, oculto entre la maraña de sábanas azules y la almohada. Sus ojos, dulcemente entrecerrados, sonreían felices, mientras la observaba, sentado a su lado.

A pesar de los años que habían pasado, ver su cuerpo, cálido, junto al suyo al despertar, era su mayor felicidad. Y no necesitaba más que saber que, al acostarse, al morir el sol en el horizonte, ella estaría ahí, igual que ahora. Para siempre.

Recorrió con la mirada su perfil, ajado por el paso del tiempo, pero aún hermosa en su figura, esbelta y elegante, coronada por una suave melena blanca, que enmarcaba su rostro, surcado en arrugas encantadoras y divertidas. Su piel había amarillentazo y llenado de oscuras manchas, sus senos, antes turgentes y perfectos, habían caído y mermado. Sus ojos, cansados ya de mirar, ya no brillaban como antaño. Pero, cuando sus pupilas se encontraban, verde sobre verde, el tiempo seguía parado en su juventud, cuando nada había cambiado; cuando aún tenían fuerza y energía, ganas de vivir un día más.
Y ahora estaba ahí, sentado, observándola, mientras ella se removía, inquieta, entre sueños secretos, sin saberse contemplada. Y los rayos del sol acariciaban su piel, filtrándose por la ventana.


Lluvia y mar.

Sobre él, llovía. Caminaba, descalzo, por la playa, mientras dejaba que las olas mojasen sus pies. Paseaba solitario, bajo las algodonadas nueves tormentosas. No le importaba que el agua le empapase o que el oleaje muriese a su paso. Simplemente, recordaba, todo aquello que ella ya no podía recordar.

Se sentó sobre un peñasco, que surgía desde la costa y se sumergía en el océano y contempló el sol, que se desdibujaba mientras caía entre el cielo y el mar, allá donde el horizonte deja de existir. Y, mientras veía anochecer, lloró.

Y la sal se fundió con la lluvia. Y el presente se diluyó con el pasado. Y su vida pasó ante él, fugaz e intensa. Dulce, fuerte, cálida; así es como debía ser ella. Y ahora, ¿qué le quedaba? Verla morir, lentamente, mientras perdía su nombre en la oscuridad del día, hasta olvidarse de respirar.

Y ese sería el final. Su vida se apagaba, como una llama que, vacilante, se enfrenta a los elementos. Y no había nada que él pudiese hacer. Solamente podía verla marchar, acompañarla en su olvido progresivo, hasta perderla.

Y, al entender que no había vuelta posible, se levantó y, aún llorando, regresó a su lado. Podía ser que ella ya no supiese quién era, que no recordase todos los momentos compartidos, la magia de su sonrisa, que jamás volviera a ver la luz en sus ojos, pero iba a estar junto a ella. Hasta que ya no quedase nada más.
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Lavanda » Vie Feb 04, 2011 5:18 pm

Son muy bonitos... snif, escribes fantasticamente bien :) sigue poniendo relatos eh!!!! Congratulations jiji :3
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Vie Feb 11, 2011 3:46 pm

Aquí dejo otro relato. Como saben, pueden encontrarlo también en el primer post.
¡Muchas gracias por leer y espero que sea de su agrado!

¿Puedes verme ahora?

¿Puedes verme ahora, cuando me he ido? ¿Puedes verme como soy de verdad? Sincera y pura, no como solías imaginar.
Intentaste retenerme a tu lado, pensabas que no lo iba a notar, que te seguiría allá donde fueses, sin importar. Y, cuando te diste cuenta de que ya no te servía, que carecía de utilidad, me dejaste tirada, bajo la lluvia. ¿Puedes verte entonces? Yo sí soy capaz, porque estaba ahí, junto a ti. Pero en ese momento no podías verme; no querías verme más. No era ya nadie para ti. Y no me importó.
Nos hicimos daño, lo sé; yo también lo padecí. Siempre habíamos estado juntas, ¿qué cambió?, ¿Fuiste tú? ¿Fui yo?
Y, de repente, ya no nos mirábamos; murieron las risas, callaron las palabras. Y nuestros caminos se separaron. Pero jamás pensé que sería así. Inocente, no podía imaginar vivir sin ti, sin tu compañía sincera, sin tus sonrisas divertidas, sin la luz de tus ojos… Pero me apartaste de tu lado.
Me arrebataste mi bien más preciado. Arrancaste la felicidad de mi corazón. Apagaste para siempre mi vida, sumiéndola en un letargo sombrío, un sueño de invierno. Pero fui capaz de despertar y darme cuenta de que, talvez, estaba mejor así.
Aprendí a hacerme fuerte, a sobrevivir, a convivir con el dolor y la tristeza, a soportar esa melancolía que me llena. Y ahora que soy capaz de sonreír de nuevo, me reclamas de nuevo; hubo un tiempo en el que no me hubiese importado que me usases, pero ya acabó.
Y ahora te miro y puedo ver quién eres, mientras me marcho, lejos, hasta un lugar en el cual nunca más me puedas alcanzar.


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Haciendo un poco de publicidad, también podrán encontrar estos (y muchos más) relatos e historias en: http://nololeas.co.cc/ cada semana.

Lavanda: Me alegro de que te hayan gustado. No son nada del otro mundo, pero me hace feliz ver que a alguien le pueda gustar lo que escribo. Espero que este nuevo relato sea también de tu agrado. ¡Muchas gracias por comentar!
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Lavanda » Sab Feb 12, 2011 5:37 pm

Este último... Hace unos meses, vaya, antes del verano y durante, me pasó algo parecido, pero sin dramatizar tanto... Vaya, que aprendí a derrapar y a chocar con la pared xD
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Dom Feb 13, 2011 5:25 pm

Otro relato más, esta vez, especial San Valentín

El título es el de una canción de Good Charlotte; la temática no tiene mucho que ver, pero me gustó el nombre. Espero que les guste y muchas gracias por leer~~
----------------------------------------------------------------------------------------------------

My Bloody Valentine


“¿Has amado tanto como para morir por esa persona? Yo lo deseé. Porque vivir así no tiene sentido, y el mundo sería un lugar mejor sólo si pudiese regresar. Aunque me tuviese que ir yo en su lugar…”

El sonido de las máquinas, conectadas a su cuerpo, era irritante. No podía descansar. El goteo del contadotas perturbaba su sueño, convirtiéndole, invariablemente, en una pesadilla sin final.

Suspiró. No había nada que pudiese hacer, sus constantes vitales requerían estar monitorizadas siempre, por medio del cableado que emergía de entre su piel, pegados a ella con esos molestos parches.

Abrió los ojos y se incorporó. Le dolía todo el cuerpo. Le costaba hasta respirar. Cada latido se convertía en una tortura. Y su cansado corazón quería dejar de sufrir, pero su sangre seguía recorriendo su cuerpo.

Miró a su alrededor, con cuidado. A su lado, como siempre, estaba él. Sonrió. Acarició su rostro con la punta de sus dedos, con suavidad y tacto, con miedo a despertarle. No recordaba cuándo había llegado, pero no importaba. Poder verle, aún en la oscuridad de la noche y bajo sus debilitados ojos, era lo que la mantenía ahí. Y, durante unos instantes, el tiempo se detuvo. Y ni su enfermedad podía dañarla.

- ¿Sabes? Dentro de poco tendré que dejarte.- susurró, con cuidado y miedo. Su voz, cansada y tenue, sonaba cálida y amable. – Lo siento. No es algo que quiera hacer, lo sabes, pero lo noto. Mi cuerpo cada vez está más deteriorado, a penar puedo moverme. Acariciarte, como hago ahora, me duele. Incluso con toda esa morfina en mis venas. Pero me da igual. Sé que me queda poco y quiero aprovechar.- Se detuvo, cansada. Su respiración se hizo más agitada, a causa del esfuerzo que hablar le causaba. Pero siguió, sin importar.- Quiero que sepas una cosa, así que escúchame bien.- Le miró, con ternura y cariño, mientras repasaba, delicadamente, el contorno de sus ojos.

Abrió los ojos al notar su contacto. Sus dedos eran como mariposas revoloteando levemente sobre su piel. Aún soñando, la contemplo. Había perdido peso y fuerza. Ya no quedaba nada de esa chica que le arrebató el corazón tiempo atrás. Pero la luz de sus ojos seguía ahí, brillando en la oscuridad. Su sonrisa, borrosa, seguía dibujándose en su rostro cada mañana al despertar. No importaba qué sucediese, su fuerza y vitalidad hacían que siguiese adelante. Y eso aún lo podía ver, frente a él.
- ¿Te he despertado?- Preguntó en un susurro leve. – Lo siento, duérmete de nuevo, por favor. – Él negó con la cabeza. Se acercó a ella, con cuidado. Acarició su cabello negro y, con delicadeza, se lo colocó bien.
Sus miradas, por un instante, se encontraron. Y, justo entonces, las palabras brotaron de sus labios. “Te amo” dijo ella, reteniendo el contacto hasta el final, intentando memorizar aquellos ojos marrones, hipnóticos y magnéticos.
Estiró sus brazos hacia su rostro y, con fuerza, le atrajo hacia ella. Sus labios se rozaron, como un suspiro convirtiéndose en arrebato y pasión. Y mientras sus cuerpos se alejaban, la luz de sus ojos se apagó.
El continuo ruido que emitían las máquinas se interrumpió. Los médicos entraron, pero no había nada que hacer.
Y a su lado, junto a su cuerpo inerte, su mano recogía la suya, fría, mientras las lágrimas brotaban, sin destino. “Yo también te amo” susurró, inútil, mientras contemplaba aquel cuerpo de aquella que tanto había amado. Y, maldiciéndose, deseó poder morir. Porque el mundo se derrumbaba sin ella. Todo perdía el sentido. Y su corazón se quebraba, pero seguía ahí sentado, a su lado, vivo.


-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

¡Gracias por leer! Espero que haya sido de su agrado, de lo contrario, lamento las molestis.

Lavanda: me alegro de que el otro relato también te gustase. Y espero que este haya sido de tu gusto. Muchas gracias por leer y comentar ^^-
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Dom Feb 20, 2011 12:43 am

Perdón por el doblepost.

Traigo un nuevo relato. Espero que sea de su agrado. ¡Gracias por leer!

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Una, entre un millón.

Caminaba despacio, entre las máscaras que, resueltas y misteriosas, ocultaban sus rostros, sonrientes o enfurruñados. Iba con cuidado, evitando las largas faldas que se agitaban a su alrededor de alegres damas bailando.
No buscaba a nadie en concreto; simplemente caminaba entre toda la gente que, embrujada, había acudido al baile que se celebraba aquella veraniega noche, bajo los brillantes astros que, como luciérnagas, alumbraban la escena desde el cielo y, cómplices, participaban del ambiente festivo, propiciando encuentros secretos y a oscuras.
Los faros de papel tiritaban a su paso, con sus pequeñas llamas volátiles, llenando de color las tenues flores que decoraban el recinto, colgando entre los arcos que formaban el pasillo que ahora atravesaba.
Al fondo, plumas y lazos saltaban alegres, joviales y divertidos, danzando la música que surgía de la glorieta, donde los intérpretes ofrecían su espectáculo de notas y sinfonías. Se detuvo un instante, contemplando los movimientos, elaborados y complejos, de los participantes que bailaban la “Gran polonesa brillante”, de Chopin, la gran moda de aquel momento.
Sonrió mientras veía a las damas saltar entre los brazos de sus elegantes acompañantes. Vueltas, paso, giro y salto, sin cesar, ocultas sus mejillas sonrojadas tras aquellas máscaras de nácar y cristal. Un arlequín hacia balancear a su hermosa damisela entre sus manos enguantadas, mezclando los colores de sus trajes con el movimiento ondulante.
Él, sentado, observaba aquel espectáculo de compases y ejecuciones, observándoles con la curiosidad y la diversión en sus ojos azules. Vio pasar, frente a él, una joven doncella, con un largo vestido rosa, encajado en su cintura, con una falda larga con vuelo, de seda, decorado con un ribete en el cuello, cruzado, negro y un lazo bajo su busto. Sus cabellos eran dorados, como el trigo bajo el sol, y su rostro, enigmático, cubierto por un brillante antifaz, de colores pálidos, adornado con seda negra y tul rosa, que formaban flores, iguales a las que cubrían su cintura.
Sus ojos, oscuros, le inflamaron el corazón. Sus pupilas, en un instante, se cruzaron en el aire. Y a penas pudo contemplarla un segundo, sus manos blancas encontraron las suyas y, sin mediar palabra, bailaron.
Y supo que no habría otra, que tenía que ser ella. La única, la primera. Una, ente un millón.


-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Espero que haya sido de su agrado, de lo contrario, lamento mucho las molestis.
Como siempre, les recuerdo que encontrarán los relatos agrupados en el primer post de este tema. Asimismo, les recomiendo que se pasen por la web de: ¡No lo leas!, una revista semanal donde podrán hallar toda clase de historias y relatos, que seguro serán de su agrado.

Y, ya saben, cualquier crítica es bien recibida. ¡Muchas gracias por leer!

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

EDITO para añadir tres nuevos relatos, que espero sean de su agrado. ¡Muchas gracias por leer!
Y, ya saben, pueden encontrar todos los relatos en el primer post. Dejen sus opiniones y críticas, siempre sirven para mejorar.

Perdón por las molestias.

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My Precious

Mira sus ojos infinitos. Sostiene su mirada entre sus pupilas, con miedo de romper, por un instante, ese momento, volátil y fugaz.
El marrón y el azabache se confunden bajo la luz tenue del atardecer. El rojo se difumina en el púrpura y, entre amarillo y naranja, la negra noche avanza.
Poco importa el espectáculo de colores del cielo. Sólo puede mirarla a ella. Sus ojos fijos la contemplan, cada detalle, cada percepción que emana de su piel.
Es demasiado perfecta para existir. El mundo, a su lado, es nada. Porque ella lo es todo. Para siempre.
Sonríe porque, al final del camino, lo ha encontrado. Y está feliz por estar junto a ella, después de haberla perdido, ha podido recuperarla de nuevo. Y suspira, enamorado, mientras la mira y contempla su cuerpo, grácil y pequeño. Sus ojos negros se cierran lentamente, cansados talvez.
Y, entonces, su figura se desvanece entre las sombras. Se rompe, silenciosa, cual cristal. Su imagen, aún nítida, se emborrona entre lágrimas de papel, que se disuelven y emborronan su piel. Lentamente va perdiéndose en el espacio, desaparece.
Unos ojos marrones, asustados, se abren con rapidez. La luz atenta contra sus pupilas, somnolientas aún. Recuerda, durante un instante, el rencuentro; su sonrisa, su cabello volando en el viento, el olor de su piel, el sabor de sus labios, el tacto de su cuerpo entre el suyo… Y sus párpados se humedecen; sabe que es un sueño y que ella nunca volverá. Y sonríe, aún al llorar, porque sabe que ella, su pequeña, está viva, en algún lugar. Y llora, desesperado, por saber que no regresará a su hogar.


Sedición.

Durante la guerra murieron miles, millones de personas; gente inocente o culpable, sublevada, nacional, republicana, comunistas, o simples obreros sin mayores derechos. Pero eso ya no importa.
Han pasado los años, y aquellos que ya no están han dejado su rastro en la historia. Aún se puede ver, paseando por la ciudad. Están ahí, relatando, en silencio, lo acontecido. Exponen la verdad ante todos, su realidad, los pasos que dieron, las acciones que realizaron, todo aquello que les llevó a ser quienes eran y a hacernos como somos.
Puede que nuestra historia se repita, como siempre sucede. El tiempo es cíclico y tiende a volver. La vida precede a la muerte, la guerra, a la paz. Y así, torpemente, avanzamos hacia el futuro, que ya es pasado.
Mucha gente murió en nuestra guerra, para defender sus propios valores, con orgullo, con horror, con pasión o con miedo. Y no podemos olvidarnos de todos ellos, independientemente de qué hicieron. Por que ellos son nosotros ahora, y nosotros ellos. Nos han ayudado a construir todo lo que tenemos ahora, desde las sombras del pasado, tras el anonimato. Deberíamos aprender de sus errores, mejorar sus decisiones y tomarlos como ejemplo a perfeccionar. Sin su esfuerzo, nada sería lo que es ahora.


Un mundo de silencio.

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En memoria de todas aquellas familias que han pasado por algo similar.


Cada vez que le presento a alguien a mi hijo, éste se esconde detrás de mí. Mucha gente pensaría que es un chico tímido y que se comporta de un modo un tanto peculiar. Mi hijo tiene 16 años y sí, es especial.

Cuando nació todo era perfecto, era algo que tanto mi marido como yo llevábamos tiempo esperando. Y nos hizo muy feliz.

Cuando los médicos le diagnosticaron, por primera vez sentí como el universo entero caía sobre mi; mi vida se desbordaba y se precipitaba hacia un extraño vacío. Un vórtice de emociones enfrentadas se adueño de mi corazón. Pensé que no había nada que hacer, que mi hijo nunca podría formar parte de la sociedad, que siempre le rechazarían, que nunca podría ser feliz… Pero descubrí que me equivocaba.

Los primeros años fueron muy duros. Mi hijo ocupaba mi mente continuamente; nos dedicábamos a él de manera compulsiva, obsesiva… Hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos. Pero pensábamos que teníamos que hacerlo todo por nuestro hijo, nuestro querido hijo al que tanto habíamos esperado. Solíamos estar irritados, frustrados, no avanzábamos, no había progreso, sólo degeneración.

Nos dimos cuenta, pero, de que no debíamos obligarle a avanzar forzadamente. No nos importaban sus sentimientos ni sus limitaciones; estábamos obcecados y lo dejamos todo para centrarnos en él, en su problema. Nos dimos cuenta de que, siguiendo su propio ritmo, sus propias capacidades, llegábamos muy lejos. Y de este modo, avanzamos. Porque él es él y no la persona que nosotros deseábamos que fuese.

Recuerdo lo mucho que sufrimos, pero estos momentos quedan opacados cuando pienso, con cariño y emoción, en todo el camino que recorrimos juntos, en todas las experiencias vividas, en cada nueva etapa, en cada nueva superación. Y en todas las ocasiones en las que nos enseñaste el sentido de la vida; ver su primera sonrisa, oír sus palabras, que se dejase abrazar… No, mi hijo no es diferente, es especial.

Puede que no me entiendan si les digo que no cambiaría a mi hijo por nada. Puede que padezca autismo, pero eso ya no nos preocupa; aceptamos y amamos a nuestro pequeño por quien es y tal y como es. Y, si no tuviese autismo, nunca hubiese aprendido a valorar, como hago ahora, todas esas pequeñas cosas, por insignificantes que sean. Porque, junto a mi hijo, hemos recorrido un largo camino lleno de dificultades y limitaciones que hemos aprendido a superar.

Espero que algún día mi hijo pueda integrarse en la sociedad sin ser visto como alguien “diferente” por sus limitaciones. Puede que sea especial, pero es una persona normal, con sus aficiones y sus capacidades, sus intereses y sus gustos particulares. A veces se comporta de manera peculiar, pero si la gente de su entorno es capaz de entenderlo, el problema desaparecerá.

Puede que ustedes piensen que mi hijo autista no puede comunicarse, que nunca conseguirá integrarse o desarrollarse dentro de los parámetros considerados normales, pero yo le comprendo y le entiendo: sé que no vive en un mundo de silencio.
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor ita » Mar Abr 05, 2011 12:48 am

Siento el triple-post (y a este paso irán en aumento, lo siento), pero les dejo dos nuevos relatos. Espero que sean de su agrado, de lo contrario, lamento las molestias.

¡Gracias por leer!

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Mentiras.

Sujeta su copa con fuerza y, con rapidez, la acerca, ávido, a los labios. Bebe un sorbo, largo, prolongado, deseado. Le ayuda a olvidar. Le tranquiliza, la da seguridad. El Jack Daniels le ayuda a recuperar el aplomo perdido, la serenidad.
Pide otra copa. Agita el vaso, de metacrilato. El ruido del hielo al chocar con el cristal le embelesa. Se siente bien.
Con la tercera cambia. Algo más fuerte. Vodka negro, su marca predilecta, Absolut. Solo, de un trago, mezclado con limón. Sí… Ahora se siente realmente genial. El amo del mundo. Sí… Puede olvidar, suspirar, relajarse, dejarse llevar. No importa nada.
Ahora se declina por un coñac, servido en copa grande. El delicado aroma inunda sus sentidos, mientras inclina el recipiente sobre su boca, para ingerir, alegre, la bebida. Es fuerte, un Lautrec, cosecha del 93. Es poderoso y su sabor se disuelve en su paladar. Felicidad absoluta. Sonríe, embobado, atontado, mientras decide la siguiente bebida. Inconciente, bebe de un trago y respira, agitado. Sabe qué hace, pero no puede parar. Una copa detrás de otra. Da igual el contenido o el precio a pagar. Sólo importa poder olvidar, por un momento, el mundo que le asfixia, que arremete, constantemente, contra él, que le roba la vida, los sueños, que lo consume, lentamente, en una dolorosa agonía. Sólo así puede escapar del dolor, de la realidad. De esa realidad que se oculta en ese mundo de mentiras, en el que se ve obligado a jugar.
Y bebe, talvez por última vez, hasta caer rendido y no poder recordar nada más.
Pero mañana, recuperado, volverá al bar. Pedirá una copa, suave, al principio. Más agresivo hacia el final de la noche, cuando el día amanece y las estrellas titilan en el firmamento, teñido de rojo y añil. Sí… Cuando el mundo le reclame de nuevo, otra vez. Cuando se vea obligado a regresar. Cuando sus sueños se terminen, entre copas, dispersos en un mar de fragmentos inconexos. Y así pasan los días de su vida, malogrados, infelices.
Ya no es capaz de sonreír. Sólo en su mundo, entre copas fantasmas, vuelve a ser feliz, recupera la alegría perdida. Cuando por fin escapa de todas esas mentiras que, por las mañanas, lo atrapan y lo envuelven en esa red de la que no se puede salir. Porque las mentiras, los engaños, le rodean y lo consumen, lentos, pesados. Y ya no sabe qué hacer para poder vivir. Y, mientras piensa, el alcohol fluye, libre, por sus venas, adueñándose, poco a poco, de su corazón. Hasta no ser capaz de hacer nada más que beber… Para poder sobrevivir.


LOVE THE WAY YOU LIE.

No puedo perderla. He de recuperarla, debo hacerlo. La quiero. No puedo vivir así. No puedo, el mundo se vuelve negro, me ahogo. Todo se viene abajo si ella no está. ¡No lo puedo soportar! ¿Por qué se ha ido? ¡Puta ramera! No mereces que me preocupe siquiera por ti. ¡Pero la necesito! La amo, nuestra relación no se puede acabar así, aquí. No volverá a pasar. Nunca más.
Miro sus ojos vacíos, de un suplicante color azul. Está a mis pies, postrada. La he recuperado y me aseguraré de que no se vuelva a marchar. ¡Nunca más! No dejaré que esa zorra me destroce la vida otra vez. No se lo permitiré. No importan las lágrimas ni las miradas suplicantes. El dolor que siento al perderla no se puede comparar. ¡Se lo merece! Me ha desgarrado, dejado vacío, ha destrozado mi vida, la ha reducido a retazos de cristal. Y aún así la he perdonado. ¿De qué se queja? ¡Imbécil! Tendrías que agradecerme que te recoja de la calle y te devuelva a casa, tu lugar. ¿Dónde pensabas ir? No... no irás a ningún otro lugar, me aseguraré de ello.
“¡Deja de mirarme así! Tu dolor no se asemeja al mío. Me abandonaste, me arrojaste hasta la desesperación. ¡Te amo demasiado para dañarte! No lo volveré a hacer… ¡Perdóname…! No lo pude evitar…”
Sé que piensas que no es verdad, pero esta vez mis palabras son sinceras. No puedo vivir así, sin ti. Y ahora estás a mi lado, tirada en la cocina. Tienes el cabello alborotado, los ojos cansados de llorar. Por las mejillas navegan lágrimas solitarias, desesperadas. Tus ojos vacíos me llenan de amor. Tus labios carmines me excitan, tu cuerpo me hace enloquecer. ¡Pensar que iba a perderte! No puedo permitirlo. ¡Eres mía! ¡Me perteneces! No… Ningún hombre más te verá.
“¿Que no te pegue? ¡Te lo mereces! Sucia traidora, asquerosa… No eres nadie… ¡Nadie te querrá! Nadie… Sólo yo… ¿Por qué no lo entiendes? ¡Todo lo hago por ti! ¡Porque te quiero! Demasiado… ¿No lo ves? ¡Te amo! No quiero perderte… Llora todo lo que quieras… Es la verdad.”
Balbucea palabras inconexas que se mezclan con su sangre. Me mira con sus ojos infinitos, llorosos y atormentados. Pero no me convencerá… Da igual lo que diga, que haga… La amo tanto que moriría por ella. No es culpa mía amarla así… Siento que con ella puedo ser quien quiera. Sólo la necesito a ella. Si se va… Enloqueceré. La soledad se apoderará de mí… No podré vivir así… No se puede ir. No, se quedará para siempre junto a mí.
¿Qué ha pasado? Miro a mí alrededor ¿Qué he hecho? No soy capaz de recordar… Pero ella está a mi lado… Todo está bien. Sonrío. Abrazo su cuerpo, cálido y blanco. La sangre que brota de su pecho mancha mi rostro. Arranco el cuchillo que tiene en su corazón y, lentamente, con sus ojos aún fijos en los míos, hago que el acero penetre en mi interior, hasta parar mi corazón.
“Ahora estaremos juntos para siempre, mi amor.”

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¡Gracias por leer! Y disculpen las molestias.
Asimismo, les recuerdo que pueden encontrar todos los relatos agrupados en el primer post de este mismo tema, en orden cronológico, igualmente, también disponen de una pequeña selección de mis antiguos MicroRelatos, relatos de carácter breve y emocional, que espero sean de su agrado.

Y, ya saben, cualquier crítica es siempre bienvenida.
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Re: MicroRelatos v.2.0

Notapor Sasuke Sharingan » Mié Abr 06, 2011 6:44 pm

Buenas, me encantan.. son super bonitos todos :oops:
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