Canción de Hielo y Fuego

Relatos

¿Eres un artista y te gusta dibujar o escribir? Entra aquí y comparte tus dibujos / historias con nosotros.

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Sab Dic 07, 2013 12:27 am

No dejas de sorprenderme, no sé cómo has podido hacer algo tan bueno de un personaje como Bronn xD La verdad es que genera una especie de nostalgia y queda bastante bien. No me enrollo más y paso a Game of Tales: elijo el número dos y Tommen Baratheon
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Lun Dic 09, 2013 11:11 pm

Dejo un nuevo relato. Se trata de una petición de una chica de otro foro, así que los personajes ni la temática no las he elegido yo, pero aún así, espero que os guste. No hay spoilers, nada de lo que se relata a continuación aparece o tiene relación con los libros de Cancinón de Hielo y Fuego

Muñeca de trapo


[*]Spoiler: Festín de Cuervos.
Fanfic.
Personajes: Jon y Sansa Stark.

Spoiler: Mostrar
Había renunciado a su nombre, a su vida, a su identidad. Ya no podía ser quien era, pequeña dama perfecta, tenía que actuar como otra para ver nacer un día más el sol. No era más que una pequeña fugitiva que buscaba su lugar, un sitio en ese caótico mundo de guerras y maldad, un lugar tranquilo y seguro al que pudiese llamar hogar. Pero aunque ahora fingiera pertenecer al Valle, en el fondo lo sabía, su corazón descansaba enterrado entre la nieve, gris sobre blanco, aullando como un lobo a la luna azul; ella pertenecía al Norte, frío e inhóspito como su alma, cálida y gentil como era ella.

Sus sueños de verano la habían arrastrado tan lejos..., había desplegado las alas, bella y hermosa para volado alto, convertirse en reina. Pero sus esperanzas habían muerto hacía tiempo, sus deseos olvidados al viento, retales de un pasado mejor. La habían humillado y maltratado, riéndose de ella, usándola a placer, manipulándola cual muñeca de trapo, sin fuerza, sin voluntad. Su inocencia, sus vanas esperanzas la habían engañado; había creído en ellos, en las canciones de caballeros, en que quería estar ahí, permanecer en la cohorte, junto a su príncipe prometido de ojos verdes y dorada sonrisa y por ello había cometido el peor error de su vida al confesar los secretos de su familia. Y ahora ya no le quedaba nada, ni honor ni orgullo, loba solitaria y sin manada, a la merced de todos, vulnerable y triste, sola, perdida.

Pero él la había salvado, él había puesto su vida y su posición en peligro por ella, dándole un nuevo nombre, una nueva personalidad. Y se había adaptado a ello pero en su interior luchaba por no olvidar quién era, su verdadera identidad, la primera y última de su nombre, la única Stark que restaba para preservar su linaje, su familia, aunque no era más que una pobre bastarda nacida en Puerto Gaviota, sin más parientes que un padre que sólo quería aprovecharse de su situación desesperada, de su posición y privilegios asociados a su nacimiento, sin más opciones que casarse de nuevo, seguir los planes de su protector, mientras se dejaba mecer por las aguas, entre besos robados que su cuerpo rechazaba pero a los que no se podía negar pues no era más que una impostora viviendo una vida de falsedad y todo cuanto tenía se lo debía a su nuevo padre; no se podía arriesgar.

“Ahora no soy más que una bastarda” susurró en el silencio de la mañana, frente a los primeros rayos de sol que se filtraban, perezosos, bañando su cara “ como Jon... Jon Nieve, mi medio hermano... no, el hermano ilegítimo de Sansa Stark” se corrigió avergonzada, pues ahora debía ser siempre Alaynne, no se podía equivocar. “Yo no tengo hermanos” se recordó con voz alta, tratando de grabar sus palabras en su corazón. Pero era imposible olvidar que no estaba sola, que la sangre de los Stark latía en otra persona. Nunca había pensado en su medio hermano pero, últimamente, su mente se veía ocupada por su recuerdo, por aquellos ojos grises de triste mirar. Se imaginaba que volvían a encontrarse, la dama y el bastardo, pero no ninguno era del mismo modo en que solían ser. Ella no le miraba por encima del hombro, él no era cortante y cruel, se miraban con cariño, con los sentimientos rotos por su familia perdida pero contentos de verse, de estar juntos. Y ella le hablaba del Valle, de cómo había fingido ser otra, de cómo lamentaba haberse creído mejor, tratarle de manera descortés, de no haberle apreciado lo que merecía y Jon sonreía de medio lado aceptando con un beso sus disculpas. Y volvían a empezar.

Pero no eran más que sueños y esperanzas que el viento se llevaba, palabras vacías, carentes de significado, pues él estaba en el Muro; ella en el Nido de Águilas y no había manera de escapar, de salir volando para alcanzarle, para ver de nuevo su rostro pálido que el tiempo empezaba a difuminar.

Meñique había tenido que ausentarse para asistir a una boda de alguno de sus vasallos y, como hija suya que era asumió las tareas de su padre. Por ello fue que el Maestre Colemon le entregó el pergamino a ella. El lacre era negro noche, sin ornamento. Rompió el sello y, sentada en los aposentos de su señor padre, leyó las nuevas que llegaban de más allá de los confines del mundo.

Estaba firmado por Jon Nieve, Lord Comandante de la Guardia de la Noche y pedían todos los hombres que sus tierras pudiesen entregar, bandidos, asesinos o campesinos, no importaba, pero los necesitaban para proteger el Muro del asedio de los salvajes. No pudo evitar que se formara una leve sonrisa y que sus ojos de cielo brillasen mientras componía la respuesta. Y la misiva voló y, tal como la primera vino, otras llegaron; todas para ella, la bastarda más conocida del Valle, todas llenas de mensajes secretos, de palabras de las que sólo un norteño conocía el significado. A su padre decía que eran de su Myranda Royce y, a su amiga, de un amor secreto que, poco a poco se iba inventando, perfilando sus rasgos y sus hazañas. Y, pese a firmar como Lady Alaynne hija natural de Lord Baelish, esperaba que Jon descubriese la verdad, que fuese a rescatarla de su torre de oro, que la devolviese al lugar al que pertenecía. Y los días pasaban y los pergaminos se acumulaban en su arcón, con la letra arrebujada y estrecha característica de su hermano, historias de miedo que hacían estremecer su corazón y aflorar pesadillas en sus sueños, notas de color en la monotonía del negro, preguntas que ansiaban respuestas, anhelos de verla de nuevo, de poder protegerla, sacarla de su jaula de mentiras y dorado del Rejo, de entregarle Invernalia para que la reconstruyera, para que se alzase de nuevo, más hermosa que nunca. Y los cuervos volaban con planes y palabras bellas, danzando en el aire con sus esperanzas atadas en sus patas.

Y finalmente su futuro la alcanzó. Con joyas y promesas la sacaron del Valle, con promesas y mentiras la llevaron de vuelta al Norte. Tuvo que jurar y demostrar que era ella, su cabello cobrizo bañado por el castaño, sus ojos de océano como única garantía para que la reconocieran, para que pudiese recuperar su identidad. Viajó desde Puerto Gaviota a Puerto Blanco, donde fue recibida por Lord Manderly con todos los lujos que una bastarda huida merecía. Nadie creyó en ella, pero le dieron cobijo y comida y la dejaron descansar. De ahí caminó, sin rumbo, por el basto norte, frío e inhóspito, pero extrañamente familiar, reconfortante. Paseó por entre las ruinas de su casa, rezó a los pies del árbol corazón, con la sangre brillando en sus ojos tallados, rojo sobre blanco. Las paredes lamidas por las llamas y la intemperie la acogieron y, con los últimos retazos de su pasado en sus manos, siguió su camino hasta el Castillo Negro.

Jon la esperaba, todo sonrisas y alegría, para recibirla entre abrazos y felicidad. Y tras mucho tiempo volvió a sentirse completa, viva, porque ahí era donde debía estar, el lugar donde él estuviera, su única familia, su hogar.


Espero que haya sido de vuestro agrado, de lo contrario, lo lamento mucho. ¡Muchas gracias por leer y comentar!
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:02 pm, editado 1 vez en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Mar Dic 10, 2013 12:06 am

Nunca me había planteado este pseudo-ship pero es jdshbadsjkdshsdajhdsjsahk *-* Quien te pidiera este relato sabía lo que hacía (?) Eso sí, esta vez tengo una queja: hay algo que no entiendo xD
ita escribió:frío e inhóspito como su alma, cálida y gentil como era ella.

A lo mejor soy yo que no lo entiendo bien (?)
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Vie Dic 20, 2013 3:55 am

Aquí dejo un nuevo relato que espero sea de vuestro agrado. De lo contrario, lamento mucho las molestias.
Esta vez no hay karma, puesto que lo anuncié en Twitter.

Pequeño niño rey - Tommen Baratheon


[*]Spoiler: Tormenta de Espadas / Festín de Cuervos / Danza de Dragones.
Relevancia: Baja.

Spoiler: Mostrar
Su madre solía decir que era de la sangre del león, que no debía temerle a nada, que su rugido intimidaba a todos los enemigos, pero él no lo creía. No quería ser temido ni odiado, como solía decir su difunto hermano, él deseaba que le quisieran y, por ello, siempre sonreía y procuraba portarse bien. Intentaba ser obediente, hacer lo que su abuelo le decía, pese a que le intimidase y no le agradase estar con él. Era severo y duro; le había explicado las travesuras de sus gatitos pero, aún así jamás le había visto sonreír. Pero aún así debía de quererle, su madre decía que la familia era lo único que importaba, los únicos en quienes podía confiar. Pero su esposa no era de su sangre y, aún así la quería; era buena y cariñosa, le acariciaba los rizos de oro e inventaba relatos para él. A menudo jugaban juntos y le ayudaba con sus mascotas, ocultas para que su madre no las descubriese y le regañase, aunque ahora él mandase; el pequeño niño rey.


Y pronto subiré un relato que necesita opinión y críticas, puesto que es importante (se trata de un regalo para un Amigo Invisible de un foro y quiero que salga lo mejor posible), así que agradeceré profundamente vuestros comentarios al respeto.
¡Muchas gracias una vez más por leer y comentar!

[Game of Tales]:

Ya sabéis que vuestros personajes preferidos (sin PoV) pueden tener un relato propio. Sólo tenéis que proponerlos y acertar el número (del 1 al 10). El ganador será premiado con el relato protagonizado por su personaje escogido.
¡Mucha suerte!

- El ganador del anterior GoT no fue nadie, pero como no tenemos muchos lectores y me vienen bien las sugerencias, escogí la propuesta de Sometron (la única, en verdad). -

¡Gracias por participar!
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:03 pm, editado 2 veces en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Vie Dic 20, 2013 1:30 pm

Con esto me acabo de dar cuenta de que Martin es demasiado bueno con Tommen, ha de sufrir más (?) El relato es bastante alegre y se puede ver claramente que el que habla es un niño, así que.

En cuanto al relato que subirás próximamente, intentaré ser todo lo crítico que pueda aunque me cuesta un poco darme cuenta de fallos y tal.

GoT: Número 3, Jeor Mormont
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Sab Dic 21, 2013 9:51 pm

Aquí dejo el relato; consta de dos partes.
Como ya comenté, se trata de un regalo para una chica; pedía un TheonxRobb con mucha angustia, así que espero haber podido plasmar bien lo que quería y que sea de vuestro agrado.

¡Muchas gracias por leer y comentar!

Renegade


[*]Spoiler: Choque de Reyes / Tormenta de Espadas.
Personajes: Robb Stark y Theon Greyjoy.
Fanfic.

1.- I caught myself


Spoiler: Mostrar
Apretó el pergamino entre sus puños sintiendo cómo las uñas penetraban en su piel, pero sin ser capaz de percibir el dolor. Su cabeza latía, desolada, arrasada por la traición, blanca y desierta. No podía ser, no lo podía creer. Y quería gritar, desgarrarse el alma y llorar, llorar y llorar, hasta morir, hasta que no quedase nada dentro de él, vaciado y triste, sin nada que temer, sin nada que sentir. Todas las esperanzas rotas, sus recuerdos borrados, mojados por las lágrimas que, furiosas y llenas de vergüenza escapaban de sus ojos claros, la ira batiendo en su corazón marchitado, abandonado, sangre escapando de entre sus labios partidos, como suspiros lastimeros de un amor perdido.

Y esa noche rompió todos los juramentos sagrados; el dolor nublando su mente, haciéndolo enloquecer y, por unos instantes no sintió nada, ni sus manos cálidas sobre su rostro, su boca lamiendo sus heridas, ni su sonrisa tímida alentándolo, tratando en vano de consolarle, de mitigar aquella rabia que palpitaba en su interior, queriendo salir, escapar de su cárcel de honor y lealtad, arañar su piel hasta el suplicio, hasta perder la conciencia, hasta dejar de ser él.

Pero olvidó su nombre y su rabia y se meció entre sus menudos pechos, en la placidez de sus ojos castaños llenos de promesas y dulzura, calmando su sed, sus ansias de venganza. Por una noche fue otro hombre, otra persona diferente, alguien sin corona, sin nada más que el deseo corroyéndole las venas, palpitando en sus ojos oscuros de odio y rabia, de lujuria perdida. Y besó su piel, cada centímetro de ella, con desesperación, con ahínco, con el temor de despertar y volver a sentir esa opresión en el pecho, esa ira que rozaba con la locura. Quería seguir ahí, entre sus brazos, saborear sus sueños, besarle la boca, aunque le recordara otros labios prohibidos, locura adolescente, sentirla muy adentro, hasta fundirse y dejar de ser dos, hasta dejar de ser...

Ella era hermosa, no lo podía negar, con sus rizos de chocolate y sus labios de miel, pero aún así sus besos le recordaban a otros labios, furtivos e indómitos, que le habían traicionado tras dulces promesas que jamás volvería a creer, arrebatándole todo lo que le era querido. Y aquello era la peor de todas las sensaciones, saberse herido y vulnerable, consciente de su propia debilidad, de sus errores; y dolía, dolía hasta la extenuación, hasta la demencia que le envolvía y le sumía en un horrible letargo de furia, ira y odio. Y dejó de creer; no podían existir dioses tan crueles, tan sádicos como para torturar a alguien del modo en que lo estaban haciendo con él, en la manera en la que, con una sonrisa burlona, habían despedazado todos sus sueños, añicado sus esperanzas, arrebatado su familia, destruido su hogar; rey sin Norte, sin gloria ni perdón, sin casa ni hermanos, sin expectativas, sólo devastación en el lugar donde alguna vez latió un corazón.

Y, poco a poco, la culpa fue penetrando en su interior; él les había matado, su orgullo, su terquedad, al creer que Theon era diferente, que era su amigo, medio hermano casi, por haberle dado la responsabilidad a alguien tan voluble, tan impredecible, tan arrogante...

Los veía entre sueños, sus ojos le buscaban, sonreían, vacíos, muertos, le contaban viejos relatos de terror, con la voz queda, apagada, un susurro en la oscuridad, sus hermanos pequeños, a los que debería haber protegido, de los que habría de haber cuidado, muertos, muertos y sin enterrar, colgando sus cabezas en picas, con el rostro manchado de brea, calaveras macabras y alimento de los cuervos.

Y sólo entre sus brazos encontraba un poco de paz, el descanso que la noche le negaba, le liberaba del tormento de pensar, apartaba el recuerdo, acallaba las dulces risas llenas de inocencia rota de Rickon y Bran.

Jeyne siempre le trataba con amor y gentileza, pese a que sabía que no la amaba; lo podía ver en su rostro taciturno, en la seriedad de su mirar, en ese tono melancólico y lúgubre que empleaba. Y no podía hacer nada para cambiarlo, ella no podía llenar el vacío que otro había dejado. Sus ojos castaños llenos de luz eran preciosos, pero él ansiaba otro par de pupilas, negras, brillantes, incandescentes, que le mirasen con esa mezcla indefinible de sentimientos, que le hacían enloquecer, perder el dominio sobre sí mismo, sobre cualquier cosa. Su mayor pecado, su pesadilla perpetua, era haberle amado, haberse entregado a él, poseedor de su alma, conocedor de su ser. Sólo con esa sonrisa de medio lado, tan llena de arrogancia y soberbia, le hacía estremecer, sentirse pequeño e indefenso, de una manera que Jeyne no lograba. Borraba todo cuando conocía, envenenando su mente con su mirar, dejándolo a su merced. Y no le había importado, pues en él había hallado la felicidad que ahora suplicaba entre susurros secretos, murmullos que sólo la noche podía escuchar. Y sus labios se perdían entre otros, pero en su interior sólo quería sentir a Theon, su risa maliciosa y divertida, sus ojos llenos de un brillo indescifrable, medio amor y lujuria, peligrosos, oscuros, deseo de devorarle la piel, de penetrar hasta su alma, hacerle gritar de placer.

Y ya no dormir, porque al cerrar los ojos sólo veía su sonrisa, su rostro y el lejano sonido, perdido casi en el olvido, de los nombres de aquellos que, por su traición, jamás volvería a ver. Y la culpa se mezclaba con la ira, con el odio y el extraño amor que sentía, que le hacía querer perder la consciencia, abandonarse para siempre, dejar todo atrás y regresar a su lado, al único lugar en el que se sentía seguro, feliz. Y esos pensamientos vagaban por su mente, torturándole, puñales retorciéndose en sus entrañas, frío corriendo sobre su piel perlada de sudor. Y se sorprendió al darse cuenta de que no podía perdonarle, de que era el Rey en el Norte y él un rehén traidor al que debía matar, aunque aquello doliese más que su propia muerte, más que todo, pues él se había hecho con su vida y, sin él, ya no le quedaba nada.



II.- Renegade


Spoiler: Mostrar
Había crecido entre esos árboles rojos, entre peleas y bromas, risas y alegrías. Ahí estaba su corazón, en esa tierra fría e inhóspita, en el latir de las aguas de los estanques, en las paredes derruidas que le habían acogido, protegido. Era un Stark, siempre lo había sido, pero había tenido que arrebatarles las tierras, el castillo, su hogar ancestral para entenderlo.

No debería estar sentado en el trono de Eddard Stark, no tendría que haber mancillado su nombre, sus posesiones, su árbol corazón. No tenía derecho ni honra, pero, aún así Invernalia le pertenecía, tomada por la fuerza, señor de todo lo que nunca ambicionó, de todo lo que nunca quiso.

No era más que un desconocido para sí mismo, sentado en el lugar de más honor cuando a él ya no le quedaba de eso. Su sitio estaba bajo el estrado, con los vivanderos y criados, junto a Jon, Jory, Hodor..., entrenando o de caza con Robb, molestando, divertido, a Sansa, con quien debería haberse desposado, persiguiendo a Arya o jugando con Bran y Rickon, su familia… Pero no era más que un huérfano, terriblemente avergonzado por su vileza, por su estúpida hosquedad, orgullo destruido que lo envió a derruir el honor de quienes había llamado “su gente”.

Renegó de quien era para volverse alguien a quien no podía reconocer. Su reflejo se disolvía, borroso, distorsionado, tan distinto de quien creía ser... Había tomado la ciudad por la fuerza, apresado a sus habitantes, a aquellos que le habían visto forjarse, volverse un adulto, para demostrar que era duro y fuerte, un verdadero hombre de hierro. Pero no era más que un crío jugando a las batallas, a ser mayor, que no entendía la realidad, que no conocía su lugar en el mundo, su propia posición.

Tratando de dormir, de escapar de sus miedos y temores, supo que había nacido con el apellido equivocado; nunca sería un Greyjoy y no había querido serlo. Pero tampoco era un Stark y jamás lo podría ser, por mucho que poseyera sus tierras y títulos, durmiese en su cama y le llamaran “Señor”. Había renunciado a ambas al decantarse por una, al dejarse llevar por el orgullo herido del kraken que llevaba bordado en el pecho. Su padre lo había humillado, despreciado por no ser quien esperaba que fuese; un chico débil y arrogante, pavoneándose con sus ropas elegantes pagas con oro, cumpliendo los recados de otros con altivez, como si fuese todo un honor; pero para él lo era; Robb había depositando en él su confianza y afecto, creyendo en su valía y, finalmente, le había fallado, cayendo en la traición para ganarse el favor, el amor de su progenitor, sin darse cuenta que su padre, el verdadero, había muerto decapitado tiempo atrás, Lord Stark, el hombre que le había enseñado a montar y a esgrimir una espada, aquel cuyos títulos ahora atesoraba. Y en aquello también había fracasado pues Balon Greyjoy jamás le respetaría, no sería nadie a sus ojos, le había abandonado a su suerte cuando no contaba con diez años, no era más que un vago recuerdo de un niño marchando para no volver jamás. Y no le había importado, nunca se había preocupado, no existía en su vida sólo representaba una ofensa de antaño que no se iba a olvidar, pero no tenía significado para su padre, no era nadie, ni ahora ni nunca, por mucho que tratase de demostrar su fuerza o su superioridad, jamás lograría brillar ante sus ojos, jamás sería tratado como a su heredero, como a su hijo.

Supo siempre quién era, el rehén de Ned Stark, la garantía de sumisión de su padre al Trono, pero jamás se le había tratado como tal, creciendo como uno más de la manada, gozando de los privilegios de su posición y de su amistad, ganando simpatías y amores con su sonrisa capaz y arrogante de quien se sabía superior, no por naturaleza, sino por posición. Y, aunque no le correspondiese, le habían hecho creer que era su derecho, para acabar siendo derribado por la verdad; no era nadie, un ser sin identidad que vagaba por el mundo buscando sin descanso un lugar al que llamar hogar.

Había traicionado al único a quien alguna vez le importó (y aún ahora, con el corazón devastado como las orgullosas torres del castillo y desgarrado como las hojas de los arcianos, sangre sobre nieve, frío sobre cálido), quien había estado a su lado, alguien que siempre sonreía al verle, que corría para alcanzarle, que, de algún modo, le admiraba como el hermano mayor que no tenía, como su mejor amigo, su compañero, su igual. Le había mentido para ganarse el afecto de un padre a quien no quería y, por ello ahora se consumía en la lenta agonía de saberse vencido, derrotado, en la tortura de no tener a nadie junto a él, de haber perdido para siempre a su familia, su lugar y a la única persona por la que sentía que merecía la pena ser un rehén o vivir un día más. Ahora eso le daba igual, Robb jamás le perdonaría, por mucho que le hubiese prometido amor eterno, por muchos besos robados y compartidos, por muchas miradas tiernas y cargadas de sentimientos y emoción; le había arrebatado su hogar, desmenuzado su familia, perturbado la paz ancestral de los arcianos, que le miraban con sus ojos rojos, acusadores. No, no podía regresar a su lado, por más que lo desease, por más que supiese que no volvería a dormir sin su perdón, sin verle una última vez. Pero era imposible, había logrado que le odiase, que todo el Norte clamase su muerte, la fría venganza muda latiendo por las paredes de Invernalia, cercándole al pasar. No era nadie, sólo un renegado, un traidor sin pasado ni futuro, pues su vida se había perdido en el mismo momento en que subió al barcoluengo para reunirse con su padre una última vez.


Espero que haya sido de vuestro agrado y espero criticas para mejorarlo (ahora que aún estoy a tiempo). ¡Muchas gracias!

Dejo un nuevo relato, en esta ocasión se trata de la infancia de los cinco niños Stark. Es otro pedido, así que ni la temática ni nada de eso la he elegido yo. Espero que sea de vuestro agrado, de lo contrario, lamento las molestias.

Innocence


[*]Spoiler: Juego de Tronos.
Fanfic.

Infancias arruinadas de inocencia perdida entre tiempos convulsos y guerras que nadie pedía. Niños que no eran más que peones listos para morir, sin delito ni mácula, para complacer al Juego de Tronos.


Regalo
[Robb Stark]


Spoiler: Mostrar
Le había visto partir, entre lágrimas y sollozos, en el regazo de su madre. Había tratado de abrazarle, retenerle a su lado, pero se había ido.

Subía cada tarde a las alamedas, cúspides desde donde observar, el punto más alto del castillo, su lugar de espera. Miraba hacia las puertas de Invernalia durante horas, a la espera de que se abrieran y le devolvieran a quien se había ido. Las últimas motitas blancas danzaban a su alrededor, frías sobre su piel cálida, inocente, las veía caer, mojando el suelo a su paso, desvaneciéndose para siempre, dando paso al verano.

A veces rezaba ante el árbol corazón, rostro de sangre y nieve, pidiendo que volviese pronto y que no se olvidase de él.

Les vio avanzando en columna por entre las serpenteantes calles de la ciudad invernal. Eran menos de los que habían partido, pero al frente, sobre un caballo alazán, se erguía, orgullosa, la figura de su padre, sonrisa menuda en su rostro severo, pero alegría brillando en sus ojos y latiendo en su corazón. Corrió tanto como sus pequeñas piernas le permitían, lleno de felicidad, hasta alcanzar las puertas custodiadas que ahora se abrían de par en par para dejar pasar a aquellos hombres victoriosos.

Su padre lo había alzado y abrazado fuerte, contento de tenerle. Aquella noche, durante el gran banquete las salas se llenaron de vítores e historias, de batallas y combates en las playas de Pyke, entre las paredes de roca macizas de los acantilados, de espadas llameantes en la oscuridad y de cómo el Rey había ganado al arrogante kraken, devolviéndolo a las profundidades de sus míseras islas saladas, lamidas por el batir de las olas, consumidas y devastadas.

Cuando su padre fue a acostarlo, demasiado cansado como para ir solo a la cama, le preguntó si le había traído un presente de esas lejanas y misteriosas tierras (que él, con cuatro años, creía más extrañas de lo que eran). Su padre había esbozado una sonrisa misteriosa, llena de promesas mientras le decía que lo vería por la mañana.

Y cuando el día despertó él ya estaba preparado para bajar al comedor donde creía que aguardaba su presente, pero ahí sólo había un muchacho de ojos negros y mirada avergonzada que aguardaba. Robb había correteado a su alrededor, observando, curioso, a aquella carita desconocida que estaba ahí, quieta e inexpresiva, solitaria y entristecida.

- Este es Theon Greyjoy, hijo. – Dijo su padre, mientras le tomaba de la mano y lo acercaba a aquel extraño – Será nuestro pupilo a partir de ahora y, espero, tu nuevo amigo

- Entonces… ¿Él es mi regalo? – recordaba haber preguntado, con la inocencia clara que sólo un niño puede tener. Las risas de su padre retumbaron por entre las paredes y, aunque él no lo entendía, acompañó sus risas con las suyas. E incluso el pequeño intruso sonrió de medio lado, aún sin saber por qué.

Y ahora su padre ya no estaba, jamás volvería a abrazarle con orgullo, no vería el hombre que sería, no volvería a reír en el corazón de Invernalia, pues su cabeza colgaba en los muros de la Fortaleza Roja, sin más delito que esgrimir la verdad, defender lo que era justo. Y ahora él portaba sus títulos y honores, gobernaba sobre el vasto invierno, sentado en el trono de su progenitor, de sus antepasados. Y él tampoco volvería a reír en aquellas salas, consumido por la responsabilidad, la venganza. Pero Theon seguía a su lado, le apoyaba, ayudándolo en aquella ardua tarea que le había tocado librar, el último regalo que su padre le entregaba.


Soledad
[Sansa Stark]


Spoiler: Mostrar
Siempre había sabido quién era, siempre le habían dicho qué debía hacer. Era la hija de Lord Stark, su pequeña princesa de ojos de mar.

Crecía entre cuentos y canciones, caballeros galantes de espadas serviciales. Y ella creía en ellos, en que el mundo era una hermosa historia donde todos eran valientes, como su padre, y las damas elegantes y educadas, como su madre. Y su vida discurría entre puntas y clases de equitación, entre chismorreos y sonrisas, entre lecciones y diversión, bucólica y tranquila, entre bordados y risas compartidas con Jeyne, su mejor amiga. A veces se acostaban juntas y no dormían, cuchicheando sobre su futuro, sobre con quién se casarían. Y saboreaban cada momento juntas pues sabían que algún día su amistad terminaría, que ella era la joven señora, la princesa de hielo y ella sólo era la hija del servicio, pero entonces nada de aquello importaba, sólo los rumores provenientes del sud, que a ellas les sonaba tan lejano y vibrante, lleno de jóvenes señores dispuestos a complacerlas, a cortejarlas para ganarse su favor. Y pasaban las horas construyendo sus fantasías, ilusiones de un futuro lejos mejor, más brillante.

Parecía que sus sueños se iban a hacer realidad cuando apareció él, con su dorada sonrisa y sus ojos verdes, el príncipe de sus noches, tan perfecto. Todo en él era deslumbrante, como un día de verano. Y había creído en sus promesas vacías, en sus palabras dulces, pues estaba perdida en aquellos ojos hierba, en sus labios sonrientes. Había confiado, se había entregado totalmente a ello, pues era lo que quería, lo que siempre había buscado. Su vida iba a cambiar; estaban prometidos. Y viajarían a la capital, donde todo sería como en los viejos cuentos, como en los susurros compartidos con su única amiga.

Pero ahora estaba sola, sin nadie que la pudiera ayudar, lejos de su familia, de su hogar, de aquel sitio que tanto aborrecía de pequeña, tan inhóspito y triste. Le habían mentido, le habían prometido que tendrían piedad. Se había arrodillado ante la corte, frente al Rey, había suplicado que le perdonasen, que fuesen justos con su padre. Se había humillado, llorado ante todos aquellos que la miraban con desprecio, rencor, y ellos la habían insultado, con sus miradas viciosas, con sus palabras viperinas susurradas al pasar. Ella no tenía sangre de traidor como todos comentaban, ella tenía la sangre de los primeros hombres corriendo por sus venas, era hija de huargos, aunque no era capaz de sentirlo en su interior. Y sabía que su padre no era culpable de nada, pero no lo entendía; sólo sabía que no le quedaba nada, ni fuerza ni esperanza, sólo la lenta espera, el consumirse lentamente, hasta el final, hasta que su cabeza se alzara sobre una pica para que la picotearan los cuervos al pasar.

Y ella sólo había querido ser reina, señora de aquel lejano y cruel lugar, reinar junto a Joffrey, aquel príncipe dorado que la había fascinado antaño. Pero sus esperanzas habían perecido junto a su señor padre ese fatídico día ante las escaleras de Baelor. Le habían obligado a mirar cómo la espada descendía, hendiendo el aire, hasta quebrar sus sueños junto con el cuello de su padre. Su cabeza se desprendió, en una danza macabra, de su cuerpo, manchando al público con la sangre de un inocente, mientas que éstos aclamaban a su nuevo rey, a quien había esgrimido la sentencia, quien había condenado a su padre a muerte. Y sus gritos se perdían entre los vítores de la multitud, lágrimas escapando, silenciosas, de sus ojos claros, que veían sin ver. Y lo único que recordaba eran sus ojos grises fijos en ella, en las palabras que jamás oiría. El resto eran jirones perdidos al viento.


Alas
[Arya Stark]


Spoiler: Mostrar
Había crecido libre, salvaje; no era una doncella, aquello se lo dejaba a su hermana. Ella quería luchar con espadas, tirar con el arco, correr hasta perderse con el viento, aullar a la luna como los huargos de su emblema, sentir el frío lamiendo su piel, la adrenalina palpitando desde su corazón, ser osada y valiente, como sus hermanos, como Jon. La emocionaba la idea de ser diferente, única, de que los chicos la admirasen por su valor, por resquebrajar las normas, por desobedecer a su Septa y decepcionar a su madre, quien siempre la miraba, severa, presta a reñirla. Pero su padre la miraba con complicidad, ternura en sus ojos grises, iguales a los de ella, con el cálido orgullo de verla crecer feliz, en libertad. Una vez le había susurrado al oído que Lyanna, su tía, había sido como ella, un espíritu indómito, rebelde; aquello la había hecho sentir mejor, acompañada; no era la loba negra que se quería apartar de la manada, antes que ella había habido otras de almas guerreras; la sangre de los primeros hombres latía en su interior.

Escapaba de sus clases para contemplar la danza del acero, con el repiqueteo de las espadas como una balada lenta, mientras Jon se reía y le enseñaba los movimientos. Se desplazaba a la derecha, elevaba la espada y detenía la estocada rápida y feroz de Robb, se agachaba y esquivaba los movimientos que trazaba su adversario, con calma, con la seguridad de la experiencia, el conocer los pasos de aquel baile. Le gustaba mucho estar con su medio hermano, el más parecido a ella, el único que (aparte de su padre) parecía entenderle. Él también era diferente, excluido de la manada, bastardo y sin apellido, pero por eso mismo le quería. No le importaba que su madre le mirara con rencor o que su hermano Robb le mirase con suficiencia, un tanto por encima del hombro; ella le apreciaba por quien era, por estar a su lado, por enseñarle las cosas que una niña jamás aprendería, por ayudarla a huir de las regañinas, por pensar que entre ellos no había diferencias. Y sus risas resonaban juntas, acompasadas, cada vez que tenían una divertida aventura.

Aquella mañana había dejado que las lágrimas brillasen en sus ojos grises, avergonzada por permitirse que los sentimientos afloraran, por parecerse tanto a su hermana, mientras le veía partir hacia la aventura de vestir el negro, en la que no lo podía acompañar. Guardó con cariño la pequeña espada que le había entregado. Aguja representaba la sonrisa de Jon, sus palabras claras resonando aún en su cabeza. Aguja era todo lo que estaba por perder, Invernalia con sus muros gruesos y sus habitantes, cada alma de todo aquello que amaba y tenía que abandonar, todo lo que le era querido, el invierno, el frío, cada copo de nieve, era parte de ella, igual que lo era su loba Nymeria. Mientras las tuviera a ambas no tendría miedo. No lo tendría jamás pues ella era una Stark del Norte.

Estaba bailando con las espadas cuando las capas carmesíes irrumpieron en la sala, deteniendo sus prácticas. Habían ido a detenerla, para llevarla con su padre, pero no les creyó. Y cuando Syrio Forel adoptó la posición de bailarín del agua supo qué debía hacer. Vio cómo su maestro detenía, con elegancia y precisión, las espadas, cómo los abatía y humillaba.

- ¿Qué se le dice al Dios de la Muerte? – le había preguntado al verla tan asustada.
- Hoy no – logro contestar, con el sudor perlando su frente, haciendo que su cabello revuelto se pegara sobre su piel.
- Exacto, niña. Y ahora, corre.

Y no miró atrás, mientras las estocadas se sucedían, allá a lo lejos, su melodía resonando entre los muros, como el latido de un corazón desbocado. Corrió con todas sus fuerzas, sin pensar; sólo quería escapar de aquel lugar lleno de peligros y secretos, regresar a su hogar. Volver con su padre y su hermana, abrazarlos muy fuerte y pedirles perdón; por ser tan obstinada y testaruda, pero ellos no estaban y lo único que podía hacer era correr, correr hasta extenuarse, hasta la salvación. Se perdió por las callejuelas de Desembarco del Rey y, durante días vagó sin rumbo, pequeña mendiga, durmiendo en las calles, robando, salvaje y fiera, loba perdida pero libre. Y no tuvo miedo pues “el miedo daña más que las espadas” y ella no quería sufrir.

Esa mañana había amanecido gris plomo, pero pese a la amenaza de tormenta toda la ciudad se lanzó a las calles y ella, curiosa, les siguió. No fue hasta que pudo elevarse por encima de la multitud concentrada que no pudo verlo. Estaban congregados entorno al Septo de Baelor y, sentada sobre la estatua del rey santo, por sobre del mar informe de gente. Su padre se alzaba frente a ella, en la distancia, con una túnica raída y vieja, atadas sus manos, como si estuviera condenado. Y entonces el Septón Supremo habló de traición y pecados, de confesiones y arrepentimiento, justicia, deber y honor. El pueblo aclamó, lleno de ira y entonces Joffrey, en un elegante jubón rojo zafiro, se adelantó y tomó la palabra, dando la sentencia. Y entonces alguien la agarró fuerte, obligándole a no seguir viendo, pero no pudo evitar que los chillidos resonasen en su cabeza, los gritos de súplica de su hermana que desgarraban el cielo, pidiendo clemencia, perdón. Pero la espada descendió, inmisericorde, para terminar con la vida de su padre. Y lo supo por los vítores y aclamaciones de la multitud. Maldijo a Sansa, a la estúpida de su hermana, por no haber hecho nada, por permitir que asesinaran a su padre frente a ella, frente a todos. Si hubiese estado en su lugar los habría matado a todos, habría hundido a Aguja en sus carnes, les habría hecho probar el sabor de su propia sangre, hasta terminar con los latidos de sus corazones crueles. Pero ella no era su hermana, Sansa ni tan siquiera sabía empuñar una espada. Y su inocencia murió con su padre, mientras la mantenían sujeta, mientras trataba de huir, sacar sus alas para volar lejos, donde no la pudieran encontrar, donde poder aprender a vengarse de todas aquellas personas que la habían lastimado y que habían dado fin a su familia.


Bondad
[Brandon Stark]


Spoiler: Mostrar
Le encantaba trepar, sentarse en la cima de las altas torres y, desde ahí, contemplar el mundo, tal como lo veían las aves, desde lo más alto. Le gustaba el tacto de las piedras frías sobre sus manos, sus pies buscando las rendijas para subir un peldaño más, sentir la brisa acompañándole, meciéndole, acariciando su rostro y esparciendo su cabello al aire, oír el graznido de los cuervos revoloteando a su alrededor, en sus oídos, mezclados con el silbar del viento que, contra más alto subía, más fiero se tornaba. Pero no tenía miedo, conocía cada piedra de aquellos muros, cada palmo de pared.

Pero esa tarde, cayó. Sintió el viento arañándole la piel y cómo se entumecían las piernas, mientras descendía, cada vez más veloz. Y la voz no le salía mientras veía pasar el cielo ante sí, contemplando los ladrillos que conocía tan bien y que ahora le parecían tan desconocidos.

Y, de repente, dejó de sentir. La noche se cernió sobre él, envolviéndolo como una vieja nana perdida, reconfortante y cálida, sumiéndole en un largo letargo del que no quería salir. A veces oía voces, lejanos ecos de otra vida mientras la inconsciencia le nublaba la mente, volviéndola densa y pesada. Tenía los párpados cerrados y la respiración pausada y, por primera vez en mucho tiempo, estaba quieto.

Su madre siempre le reñía por trepar. Él le había prometido que dejaría de hacerlo mientras se miraba los pies, mintiendo para sus adentros; nunca podría dejar de hacerlo, era su pasión. Y lady Catelyn lo sabía, conocía a su hijo tanto como a sí misma, llevaba demasiada sangre Tully latiendo en su interior. Y por su hijo querido rezaba cada noche, cada mañana, para que los dioses, viejos y nuevos, habidos y por haber, le devolviesen a su niño, a su pequeño, sus ruegos resonaban entre las viejas paredes, como si quisieran protegerle. A menudo, desde el bosque de dioses, oía los lamentos de los lobos que cantaban a las estrellas, rugiendo tan alto que incluso entre sus sueños extraños podía escucharlos.

Y la vida se consumía lentamente, languideciendo, poco a poco iba perdiendo el color, la alegría de vivir, con sus ojos cerrados al mundo, demasiado cansados para abrirse, para seguir con esa lucha, por despertar de nuevo.

Sintió una oleada de calor emergiendo de su pecho, una calidez reconfortante, que le arropaba en ese lecho de plumas blandas. La humedad se pegó en sus mejillas, con el olor fuerte a bosques y pinos, a arcianos de ojos rojos tallados. Y los aullidos sonaban dentro de su cabeza, pegados a sus oídos, tan cercanos, tan molestos. Quería que callasen, que le dejasen morir tranquilo, pero en lugar de eso sus ojos se abrieron. Y supo quién había estado a su lado todo ese tiempo, en la lejanía y, ahora, sobre sus piernas inertes y vacías.

- Verano. – Susurró, con la voz ronca y cansada, débil de no usarla – Ese es tu nombre.

Y el huargo lamió su rostro con alegría, agitando la cola. Y él sonrió, contento de seguir con vida.

Cuando el Maestre Ludwin le explicó que no podría volver a usar las piernas todos sus sueños se partieron, hechos añicos, soplados al viento. No sería un caballero; para él las justas y peleas ya no existían, sólo eran sueños pasados, ansias del verano que se acababa. Ahora sólo era un tullido, un niño que no podía caminar pero en sus sueños abría sus alas y volaba, tan alto como el orgullo que habían destruido, más lejos de lo que jamás había logrado trepar.

Esa noche no soñó con lobos ni con vuelos, sino con un cuervo de ojos de fuego, brillantes, tres puntitos perdidos en la oscuridad. Le guiaba hacia las criptas donde descansaban sus ancestros, todos los Stark de Invernalia. En el sueño aún podía caminar, bajar por las estrechas escaleras y sentarse ante la tumba de su padre. Y al abrir los ojos supo que su padre no iba a regresar a casa, que su hermano partía a la guerra y que él debía gobernar. Que sus días como un niño de verano terminaban, marchitados como hojas al sol de otoño.


Rebelde
[Rickon]


Spoiler: Mostrar
Era muy pequeño para comprender la realidad, para entender las cosas que sucedían a su alrededor. Él sólo quería que lo abrazasen, le cantasen al oído y le contasen historias de terror. Y lloraba, porque estaba solo y perdido, lleno de temor. Su padre había muerto, lo había visto en sueños. Su madre lo había abandonado, sin preocuparse por él, su hermano mayor también se había ido, los había dejado atrás, marchándose lejos, a la guerra, algo sin significado para el pequeño. Sansa tampoco estaba, la única que siempre había demostrado que le quería, la que le arropaba y cantaba con su voz dulce y plácida, la única que le tranquilizaba cuando las pesadillas no le dejaban dormir. Incluso Arya, con su cara de caballo que a veces le asustaba, se había ido de su lado. Y sólo le quedaba Bran, quien estaba muy malito, o eso le había dicho el Maestre Ludwin, ocupado en ir y venir por el castillo, con montones de pergaminos, dando órdenes por doquier.

Y él no entendía qué pasaba, ¿por qué todos lo habían abandonado?, ¿había sido malo?, ¿había cometido alguna travesura?, pero tampoco se atrevía a preguntar, temiendo la respuesta; que todos se habían olvidado del más pequeño de los Stark, que no era importante, que ya no le querían.

Por eso ahora vagaba por el castillo, perdido y abandonado, con la única compañía de su lobo huargo que gruñía, enseñando los diente, mostrando esa ira que le consumía, ese miedo que le paralizaba al dormir y le llenaba el corazón con una angustia opresiva. Miedo de no volver a ver a su familia, los ojos claros de su madre, oír las risas de sus hermanas, las manos de Robb sobre sus mejillas, en un cariñoso pellizco juguetón. Tenía miedo y, a menudo, lloraba pero por las mañanas él era uno más de la manada, salvaje, incontrolable. A solas podía hacer lo que quería, sin nadie que le molestase, jugaba a ser un lobo, aullando al viento, rebelde y solitario, pero lleno de temores.


Espero que os haya gustado, de lo contrario, lamento las molestias. ¡Muchas gracias por leer y comentar!



Próximamente volveré a retomar Game of Tales, aunque por ahora nadie ha acertado. Lo lamento.
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:05 pm, editado 2 veces en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Mar Dic 24, 2013 10:45 pm

De los dos primeros relatos no tengo mucho que decir aparte de lo que ya dije por Twitter, que ahí queda (?). Y en cuanto a los otros, me han gustado especialmente los de Robb y Rickon; en cambio el de Sansa no me convence mucho (quizá sea culpa de Sansa[?]) xD
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Dom Dic 29, 2013 12:11 am

Actualizo el tema con otro relato, "regalo-petición" de una chica de otro foro, así pues, ni la temática ni los personajes son cosa mía.
Espero que sea de vuestro agrado, de lo contrario, lamento las molestias.
¡Muchas gracias por leer!

Love how it hurts


[*]Personajes: Jon Nieve y Sansa Stark.
Fanfic.

Spoiler: Mostrar
A menudo, sin ser consciente, pensaba en ella; en sus ojos de cielo, brillantes como estrellas, en sus labios rosados de damisela, su piel de nácar, como de muñeca, en su rostro aún añilado y cándido, lleno de pureza e inocencia, en su voz de caramelo, tan dulce que enamoraba, en las palabras que nunca le había dicho.

Si cerraba los ojos aún la podía ver, sentada al lado de su padre, toda sonrisas y palabras bellas, pequeña dama perfecta a la que todos admiraban, a quien todos querían; la Doncella reencarnada en ella.

Dibujaba en el aire su cara mientras que el frío viento traían a su oído sus canciones sobre caballeros olvidados, nombres que se perdían en el firmamento. Y sentía que la echaba de menos, que empezaba a entender...

Sansa la habían hecho así, no era culpa de ella. Le habían enseñado a comportarse como la dama de alta alcurnia que era; modales impecables, educada y siempre correcta, pero nadie le había dicho cómo comportarse con un bastardo de su propia sangre. Y si veía a su madre tratarlo con descortesía o frialdad era evidente que ella haría lo mismo.

Recordaba cuando le saludaba al pasar, su nombre susurrado entre las paredes de los pasillos, una ligera sonrisa bailando en sus labios y la timidez en sus mejillas. No habían hablado jamás, pero siempre que le veía no se olvidaba de él, aunque fría y cortés.

Siempre había pensado que le odiaba, que renegaba de él por llevar sólo la parte de su padre, por ser la deshonra y vergüenza de su madre, por preferir a Arya, quizás, por no ser mejor, por no saber tratarla. Pero no le conocía, no lo podía saber, no era capaz de ver que él la quería como a la hermana que era, aunque no lo dijese o no lo mostrase. ¡Era imposible no quererla, caer rendido ante su encanto!

Y ahora que el tiempo le había otorgado una mejor perspectiva se preguntaba qué sería de su medio hermana. ¿Sería ya reina o jamás reinaría? ¿Estaría muerta como el resto de su familia? Las noticias escaseaban en el Muro así que sólo podía esperar y rezarle a los arcianos para que conservasen a su única familia que le quedaba, a la única hermana que tenía, que la protegieran de todo mal y que, allí donde estuviese, fuera feliz, que sonriese. Porque era lo mínimo que podía pedir para ella, para su pequeña.

¿En qué momento había empezado a pensar de ese modo? No recordaba haber deseado ver a alguien, tener a otra persona cerca tanto como lo sentía ahora, casi como una necesidad obsesiva y recurrente, de sentirla próxima, protegerla, poder perderse en aquellos ojos que contenían el firmamento y no sabía por qué. Se sentía extraño, alienado, como si no fuese él aunque cuando salía de su cámara se comportaba como debía hacerlo, pues su lugar era la Guardia de la Noche y él debía dar ejemplo. Pero no podía evitar que Sansa revolotease por su mente, distraiéndolo de sus cargos, calentando su cuerpo con el recuerdo de un abrazo jamás dado, del contacto entre sus cuerpos que nunca había sucedido, en cómo podrían haber sido las cosas de haber actuado diferente, de ser otro, su príncipe prometido, su amante nocturno o, simplemente, cualquier otra cosa menos un bastardo. Imaginaba sus vidas juntos, lejos de la noche eterna y los juramentos fríos, en algún lugar lejano y desconocido, donde no importaran los títulos o los nombres, donde fueran ellos mismos, sin adornos, algún sitio donde poder estar juntos sin tener que mentir u ocultarse, donde amar no fuese un pecado donde ser felices.

Y la verdad afloró en su mente; que quería a Sansa más de lo que un hermano tenía y que debería ser fuerte para poder olvidar aquello a lo que acababa de poner nombre, pues él había jurado no tomar esposa, lo había prometido ante los antiguos dioses, ante el Norte, frente a un árbol corazón y no volvería a profanar sus juramentos, por mucho que la amase, no podía corromperse más, aunque doliese como puñales en la oscuridad, como el frío hielo en sus entrañas.

Y debía ser así pues él seguía siendo un bastardo a sus ojos mientras que ella era la hija de Lord Stark, mujer de otro, la reina prometida y jamás su amada. Y, aunque saberlo dolía no podía dejar de sonreír, porque era un dolor dulce y triste, porque el lejano recuerdo de su voz cicatrizaba sus heridas y pensar que podía estar viva, que tal vez pudieran reencontrarse, le daba fuerzas para aguantar, para seguir adelante, para no hundirse en los horrores de la noche.


Y aquí un nuevo relato. Hay karma para quien lo adivine~ (aunque es extremadamente sencillo). ¡Espero que os agrade! Y, ya sabéis, todos los comentarios son agradecidos ~ Que eso ayuda a mejorar.

Blurry eyes - Maestre Aemon


Spoiler: Tormenta de Espadas / Festín de Cuervos.
Relevancia: Media-Baja.

Spoiler: Mostrar
Había olvidado sentir la luz del sol bañando su rostro, el sabor de las gotas de lluvia relamiendo sus labios, esparciéndose sobre el mundo, impregnándolo con el dulce aroma de la humedad, el tacto de unas manos cálidas, jóvenes y gentiles, sobre su piel, el llanto de un bebé.
Habían roto su monotonía, le habían permitido volver a pintar las cosas con sus colores, aunque ahora a penas pudiera ver, los ojos vidriosos, opacados por el tiempo y la edad. Pero pese a su ceguera podía conocer, podía imaginar. Y el balanceo de las olas bajo sus pies era real.
El bramido del mar, a lo lejos, le perseguía en sueños. Se sentía cansado, demasiado viejo para viajar, con las mermadas fuerzas escapando, huyendo lejos. Su final se acercaba, lo podía sentir en su corazón. Pero debía vivir; un día más, una semana más, hasta alcanzarla, hasta verla una vez, sentir de nuevo la magia, el calor del fuego, su última familia, aunque hubiese jurado servir a los demás, renunciar a su nombre y hogar. Quería conocer a la muchacha que había sido capaz de traer vida de las rocas marchitas, huevos fosilizados que el tiempo había olvidado y darle ayuda, consejo, aunque su vida se consumiese, cerca de apagarse para siempre. Y nadie lloraría su muerte, pues nadie era, sólo un hermano juramentado cuya guardia pronto habría finalizado.


¡Muchas gracias por vuestro tiempo y lectura! Ya sabéis que cualquier crítica es siempre bien recibida.

[Game of Tales]:

Ya sabéis que podéis escoger al próximo protagonista de "Canción de Hielo y Fuego", tan sólo tenéis que adivinar un número, del 1 al 10. Dejad en los comentarios vuestro número y el nombre del personaje que os gustaría que protagonizara un relato (recordad que sólo se admiten personajes sin PoV de los que aún no haya escrito).
¡Muchas gracias por participar y suerte!

[El número premiado con anterioridad fue el 10]
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:07 pm, editado 2 veces en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Dom Dic 29, 2013 2:17 am

El primer relato no me acaba de gustar porque lo encuentro un poco rebuscado, creo que se le podría dar otro enfoque para que parezca más lógico ese amor por Sansa.

El segundo relato trata sobre el Maestre Aemon Targaryen, o eso creo. Y es genial, eso es todo lo que puedo decir xD.

GoTales: Jeor Mormont, número 5
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Mié Ene 08, 2014 1:25 am

Voy a dejar unos cuantos relatos centrados en la Casa Baratheon. Es para un reto donde, por sorteo, me tocó escribir sobre un personaje de la susodicha Casa. Como no me decido sobre a quien elegir, dejaré que seais vosotros quienes escojan el relato que vaya a participar.
El primero es sobre Shireen Baratheon y espero sea de vuestro agrado.

Storm Drops


[*]Personaje: Shireen Baratheon.
Fanfic.
Historia.

Spoiler: Mostrar
Había nacido entre el humo y la sal, el batir de las olas acompañaba sus fantasías, la fría brisa mecía sus sueños. Había crecido entre la roca y el fuego, en el hogar ancestral del dragón, pero aún así se sentía una extraña, una náufraga en ese mar de piedras perdidas, abandonadas por la marea.

Su padre le había contado viejas historias cuando era pequeña y, aún ahora, las creía. Decían que los primeros dragones habían habitado esa pequeña isla, el último bastión de la casa Targaryen, su refugio, su hogar. Por eso habían erigido un imponente castillo, dando forma a la misma piedra que nacía de la montaña, con magia y encantamientos, dragones de piedra, duros e inmutables, guardianes de la fortaleza, ojos ciegos que contemplaban el cielo y el mar, el bramar de las tormentas, sus vidas y sus muertes nada más que instantes para su eternidad.

Rocadragón era un lugar triste y lúgubre, cubierto con una melancólica neblina en las horas bajas, cuando el sol se iba. Nunca le había gustado vivir ahí, pero tampoco conocía nada más; su vida se reducía a aquellos muros lamidos por el océano turbulento. No había visto más que esa minúscula isla perdida, ese era su mundo, su totalidad.

Sabía que nunca sería una niña bonita o una mujer hermosa, pues su rostro estaba marchito, esbozado en piedra sobre su piel y sus ojos, pintados del mismo azul del ocaso, lucían tristes llenos de la misma melancolía que acosaba a la isla. Decían que era una niña buena y dulce, de carácter apacible, pero pese a ello nadie parecía quererla mucho; sólo el Maestre Cressen y su bufón le sonreían con sinceridad, los demás la miraban con lástima y muchos se reían al pasar; pero ya no le importaba, se había habituado a las burlas y los comentarios susurrados a sus espaldas, crueles y maliciosas. Hasta su madre la despreciaba. Si solo hubiese nacido siendo chico a nadie le importarían las manchas de su piel agrietada, le tratarían con respeto, futuro heredero, pero la desventura quiso hacerla nacer siendo niña y la vida se obstinó cuando la enfermedad casi se la llevaba, obligándola a vivir con la maldición de un rostro desfigurado, la tristeza impregnada en su interior al saberse tan poca cosa, de no tener el valor que merecía, de ser rechazada por aquellos a los que ella quería.

Pero él era diferente; a veces creía que podía entenderla, que la comprendía. Ambos habían sido excluidos, apartados del resto debido a su nacimiento; ella por ser una niña condenada por su rostro pétreo y él por haber nacido bastardo. Sus ojos, un reflejo del mismo mar, la miraban con simpatía y le hablaba con amabilidad y alegría. Y, desde que había llegado, se sentía mejor, pues a su lado se sentía menos sola ya que él le hacía compañía, le alegraba las tardes de estudio con su charla animada y con sus risas, algo que a penas se oía en Rocadragón. A menudo jugaban a perseguirse y buscarse, perdiéndose de la mano por el Jardín de Aegon el Conquistador, habían compartido secretos susurrados en los pasillos, sus ojos siameses brillando con diversión, los dragones como únicos testigos de sus risas simples y sinceras.

Pero se había marchado, abandonándola, dejándola sola y triste de nuevo, pues con él partía toda la alegría, toda la felicidad. Le habían arrebatado la única persona capaz de animarla, disipar las brumas de melancolía, de enseñarle a sonreír. Y cada noche subía a las alamedas, abrazando fuertemente a las gárgolas, rogando por volver a verle, para que regresara con ella, para poder hacer de aquel lugar inhóspito un hogar para su corazón.


Thats what you get


[*]Personaje: Robert Baratheon.
Fanfic.
Historia.

Spoiler: Mostrar
Los enormes rubíes se desprendieron de la coraza tiñendo de sangre las tranquilas aguas del río junto el rojo borbotando que escapaba de su coraza, como hilos escarlatas enmarañando el cauce, pintándolo con su dolor. Durante unos instantes sólo pudo verlos volar, rojos como el deseo, como la propia muerte, surcando el cielo, bañándolo con un atardecer que le sobrecogió. No había batalla, no había lástima, sólo esas joyas que caían, precipitándose hacia su perdición, hundiéndose en el río, sumergiéndose, perdiéndose para siempre y él contemplándolo, el último espectador, con el martillo aún sobre su cuerpo lánguido, su armadura abollada, rota, sin vida. Y así se quedaría, para siempre, para toda la eternidad.

Había arremetido contra él con toda la fuerza que la rabia le infundía, que el odio hacía latir por sus venas. Mientras avanzaba por entre la contienda sólo podía pensar en ella, en su amada siendo profanada, imaginando las torturas, el dolor, el sufrimiento bañando su rostro perfecto de lágrimas, miedo y sudor. Y cada nueva imagen se grababa en su retina, a fuego y sangre, veneno para su corazón y coraje para su mente. Los gritos se ahogaban en su garganta, desgarradores, terribles, aullidos de ira, de impotencia, de venganza, de la certeza de ganar.

No vio a sus compañeros caer y volver a alzarse; tan sólo podía matar por puro instinto, acabar con aquellos que osaron interponerse en su camino, entre el venado y el dragón, movimientos imprevistos, balanceos repentinos para conservar su vida, giros bruscos que le llevaron ante él. Y ahí estaba,, a lo lejos, alzándose, orgulloso y brillante, coraza negra de oro bruñido que arrancaba destellos al sol y los tres dragones aullando a la mañana, rezando a los dioses la piedad que él jamás tendría, que él no merecía. No vaciló, sin una palabra aferró su mazo de guerra, tan grande y pesado como él mismo y se lanzó, abalanzándose hacia su enemigo, arremetiendo contra el dragón dorado. Y la música sonó y la danza comenzó cuando los aceros restallaron, entrechocando, huyendo y avanzando, estocadas y golpes, un baile macabro de sangre y sudor, de agua bajo sus pasos, del latir de sus corazones alocados, de la adrenalina en su interior. Se quebraron los escudos y se olvidaron las espadas; el resonar de las hojas era todo lo que importaba, lo único que tenían, la certeza de sus vidas escritas en sus armas, resumida en la canción del hierro forjado que no dejaba de resonar en sus mentes, vibrando en su interior. Y la danza avanzaba, violenta, sangrienta, con cada nueva estocada más feroz, más implacable. La furia brillaba, pintada en sus ojos oscuros del mismo color que el mar enfurecido en una noche de verano, negro sobre amarillo. Y su maza descendió con toda la energía que le quedaba, con la cólera de ver su última sonrisa titilando en su rostro, última burla y ofensa. Y se hundió en su pecho, desgarrando el metal, fuerte y profundo, perforando su coraza hasta arañar su piel, hasta destrozarle por dentro con el sonido de sus huesos quebrarse, enterrados entre sus entrañas, olvidados entre la sangre que brollaba, mancillando el agua que transcurría, ajena y plácida, bajo su cuerpo derribado, derrotado y vencido.

Todo por lo que había luchado acabó en ese instante, en el mismo momento en que Rhaegar impactó chapoteando en su lecho acuoso de muerte; los bardos compondrían canciones, los maestres relatarían esa batalla, ese combate en el Tridente, en las aguas bañadas de sangre y devastación, surcadas por los rubíes que habían adornado su armadura, esa canción de fuego e ira, de sangre y furia, la lucha por el honor. Y aunque ahora lo tenía agonizando bajo sus pies sentía que la batalla, la guerra entera, no tenía sentido si aún no podía tenerla a su lado. Pero ni su vida tenía valor sin su sonrisa, así que, aunque muriese ahora y no pudiera volver a verla, merecería la pena; Rhaegar había muerto y ella, su amor, su pequeña, volvía a ser libre.


¡Muchas gracias por leer y participar!

[Game of Tales]


Ya sabéis que vuestros personajes preferidos pueden ser protagonistas de futuros relatos. Sólo tenéis que dejar un comentario con un número del 1 al 10 con el nombre de vuestro personaje preferido (personajes sin PoV) y, si acertáis, el próximo será vuestro relato.
¡Mucha suerte y gracias por participar!
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:09 pm, editado 1 vez en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Dom Ene 12, 2014 3:07 am

Storm Drops: Este relato resulta algo lento y soso al principio, aunque queda compensado luego con la parte de Edric.

That's what you get: He leído ambas versiones (ésta y la definitiva) y no encuentro las diferencias, aunque supongo que alguna habrá xD Me ha encantado, en serio. La temática no podría estar mejor escogida dentro de lo que ofrece el personaje de Robert Baratheon y la redacción la has llevado muy bien demasiado... (?), en mi opinión

Game of Tales: Número 5, Jeor Mormont
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Sab Ene 18, 2014 1:17 am

Aquí traigo un nuevo relato. Y, ya sabéis, karma para quien lo adivine.
¡Muchas gracias por leer y espero que sea de vuestro agrado!

Fallen Angel - Ashara Dayne


[*]Spoiler: Danza de Dragones.
Relevancia: Baja.
Historia.

Spoiler: Mostrar
Aún tristes y vacíos, aquellos ojos de anochecer eran aún capaces de capturar el alma, de embrujar a quien osara mirarlos, de enfrentar esa pena que rozaba con la locura, con el dolor de una vida destrozada, perdida.
Habían depositado el cuerpo de su hermano frente a ella, tan blanco como su capa, aún aferrada, su último orgullo, su único consuelo. Llevaba la armadura con la que había muerto, nívea, inmaculada, como siempre había sido, como restaría para toda la eternidad.

Las lágrimas se desbordaban, escapando de aquellos ojos hechizados, perdiéndose entre su piel, resvalando por los altos pómulos, hasta morir. Albor pesaba entre sus manos, roja como un amanecer, como las arenas cálidas de Dorne, manchada con la sangre de sus enemigos, de aquél que había osado regresar con vida para devastarla, para romper su corazón de nuevo, atormentándola con aquello que podría haber sido, con lo que jamás llegaria a ser, con los sueños sin razón, esperanzas lanzadas al mar, vanas y nímias, pues él se iría para cumplir con su deber.

Y cuando vio aquel pequeño cuerpo escapar de su interior, retorciéndose como un animalillo sin aliento, supo que no lo podría soportar, que no sería capaz de seguir adelante con el sufrimiento y el dolor pintados en su rostro, grabados en su corazón, a fuego y llanto.

El viento azotaba su largo cabello oscuro. A lo lejos las estrellas titilaban, contemplándola, ángel solitario, en el acantilado. Y dio un paso, y otro más, avanando, segura, para alcanzar su destino, hasta que el suelo se desprendió bajo su peso. Y cayó.


Sometron, te prometo que escribiré ese relato, aunque no aciertes.
Suprimo Game of Tales debido a que sólo una persona lee y comenta, por lo cual tampoco tiene mucho sentido. Lamento las molestias ocasionadas.
¡Gracias por leer y comentar!
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:10 pm, editado 2 veces en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Sab Ene 18, 2014 3:34 am

Escribiría una review pero la verdad es que no tengo ni idea de quién es la chica del relato así que no puedo criticar nada :/ Por eso me limitaré a esperar mi relato de Jeor Mormont xD
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor ita » Mar Ene 28, 2014 5:17 am

La chica del relato anterior es Ashara Dayne, una dorniense que, según dicen, atrapó el corazón de un Stark durante el Torneo de Harenhall.

Y, tras bastante tiempo, traigo un nuevo relato. Participa en un reto llamado [The White Book], así pues se deben relatar las grandes gestas de los caballeros vestidos de blanco. Yo elegí Sandor Clegane (los demás estaban pillados). Espero que os agrade, de lo contrario, lamento las molestias.

Memories in white

Spoiler: Choque de Reyes.
Personaje: Sandor Clegane.
Relevancia: Media.

“There are no true knights. If you can't protect yourself, die.”


Spoiler: Mostrar
I. Into the fire:

Los gritos resonaban en su cabeza, agónicos y lejanos, llenos de un miedo primitivo, ancestral, canción dantesca y grotesca que se perdían por las calles de la ciudad. Y la noche brillaba, clara y oscura, antes de que aquel verde estallara en cielo, pintando el mundo con su color, cabalgando sobre las olas, envenenando la orilla y reduciendo a la nada todo lo que alcanzaba a su paso de humo y devastación.

Quería huir, escapar lejos de aquel mar de destrucción, dejar de sentir esa opresión en su pecho, la tenaza feroz de un pánico que no podía entender, puro instinto y adrenalina, mientras, a lo lejos, oía la lenta letanía de la muerte y la agonía.

Sentía su corazón latiendo, queriendo salirse de su pecho, abandonar la coraza, todo lo que tenía; en ese momento nada importaba, sólo mantenerse lo más alejado del crepitar, de las monstruosas lenguas de fuego que bailaban en mitad de la noche, empañando las estrellas que, oscurecidas, aún titilaban, observadoras de aquella escena macabra, de luces y llamas, de gritos que escapaban, de miedo, de humo, de sangre.

Parecía una pesadilla, un sueño tormentoso que volvía para perseguirle, para torturar su alma; el infierno caído sobre todos ellos, sobre toda la ciudad, un infierno que él conocía bien, que su piel aún recordaba. Aún podía sentir el sabor de su rostro calcinándose, el calor sobre su mejilla, el abrazo de las llamas que, lentamente, saboreaban sus facciones, hasta moldearlas de nuevo, deformes y negras, un amasijo de carne derretida y huesos quebrados y el dolor lacerante que se extendía por todo su ser. Él sabía muy bien qué era ser marcado, a fuego y sangre, a traición, y no quería, no podía seguir ahí, soportando aquellas visiones que, como fantasmas, regresaban a él, hombres envueltos, vestidos con el verde de la muerte, de la devastación, que caían y gritaban, que trataban en vano de resistir mientras su cuerpo se agitaba, consumido por un fuego sin piedad, hasta que de ellos no quedaba más que polvo que se perdía al viento.
Y no podía soportarlo más; se dio la vuelta y corrió, sin escuchar los gritos tras de sí, las normas, las obligaciones, su deber, todo había dejado de importarle, sólo quería alejarse de aquel infierno monstruoso y cruel, aunque para ello fuera un traidor.

II. Paradise:

Olía a ella, a miedo, a dolor, a sal, pero también a dulce inocencia y sueños rotos. Su cama estaba deshecha, pero no le importó; aún conservaba la calidez de sus esperanzas mezclada con lágrimas derramadas al dormir, al caer la noche y el silencio. Al lado de la cama encontró una jarra de vino, dulce y aguado, pero quitó de su boca el sabor a humo y arrastró el miedo que se había apoderado de él. Y la noche envolvió su alma mientras sus ojos cansados de cerraban al mundo, envuelto en una placidez extraña, de ilusiones quebradas que volaban lejos, escapando de ese pequeño remanso de paz, ese paraíso perdido de rejas doradas y bellas mentiras que ella escuchaba y creía. Sentía casi como las viejas canciones, los cuentos de caballeros y doncellas, le mecían, mientras su cuerpo descansaba, lejos del caos y del miedo.
Sus sueños se pintaron de verde y fuego, de las lágrimas y la muerte, recuerdos de su infancia, de un pasado peor, triste y miserable donde su rostro desfigurado se configuró. Los pasos de ella le despertaron, poniendo en fuga la pesadilla para devolverle a una realidad peor, más cruda. Sintió cómo se sentaba a su lado sin verle, sombra en la oscuridad. Tapó sus labios, húmedos bajo sus manos, y la amenazó si intentaba hablar. Ella se agitó, asustada y confusa, pero asintió, el miedo dibujado en sus ojos fijos, de mar. Y le contó sus intenciones, su deserción mientras ella escuchaba, llena de pánico y temor. Y le obligó a mirarle de frente, a contemplar su rostro quemado, vil y negro, siniestro mientras ella cantaba en un susurro, la voz rota, triste, notas impares que escapaban de su boca, rogando que la dejase marchar. No era la canción que le había prometido, era mucho más; un himno a la madre misericordiosa, que le ayudase a seguir, que le acompañase en su camino, asiéndole de la mano, un recuerdo reconfortante, aquella melodía que tranquilizaba a su corazón, que le hacía recordar momentos ya vividos, momentos que no pensaba rememorar; su dulce hermana danzando alegre entre los rayos del sol, sus risas mezcladas, la dicha de sentirse querido, de tener un hogar, todo aquello que las llamas y su hermano le habían arrebatado, todo lo que jamás recuperaría, la inocencia perdida en aquellas palabras susurradas en una canción robada.
Y las lágrimas fluyeron por su rostro, llevándose la sangre y la tizna para morir en su mano que, descuidada y temblorosa, descansaba en su mejilla lastimosa.
- Pajarito – y su voz sonó rasposa y grave, triste mientras se levantaba de la cama y salía de aquella jaula dorada, dejando tras de sí una capa blanca ensangrentada.

III. Last Hope:

- No es un verdadero caballero – dijo a media voz, en el silencio del bosque, perdida entre altos árboles, entre la paz de la oración, arrodillada como un niño en la orilla, frente al árbol corazón – haz que la rabia que brilla en sus ojos encuentre el descanso.

Los ojos tallados brillaron, rojos como el deseo, como una noche estrellada, llevándose con ellos sus plegarias, los deseos que sólo frente a los dioses podía recitar.

Cuando regresó a su cuarto él la estaba aguardando. Sus pupilas grises, dos tormentas agitadas, la contemplaban, amenazas silenciosas, súplicas calladas. Y el miedo se apoderó de ella, aún que en el fondo sabía que él no la lastimaría. “Nunca me ha golpeado, aunque no haya hecho los juramentos es él único caballero”. Y aún sentir el frío filo en su cuello y el latir de su propio corazón en su puño mezclado con sal, no temió por su vida, sino por él. Y una vez se hubo ido se dejó caer en el suelo, mientras las lágrimas brotaban, desesperadas, mojando aquella vieja capa; olía a sudor y vino, a amargura, a él, al único caballero que jamás había conocido.


¡Muchas gracias por leer! Espero haya sido de vuestro agrado, de lo contrario, lamento las molestias.
Última edición por ita el Vie Oct 03, 2014 6:11 pm, editado 1 vez en total
Avatar de Usuario
ita
Miembro del Hall de la Fama
Miembro del Hall de la Fama
AnimeDesign
 
Mensajes: 1818
Registrado: Sab May 02, 2009 8:48 pm
Dinero: 93.26
Banco: 36,663.21
Ubicación: Aquí.
Sexo: Femenino
Clan: AnimeDesign
Estantería de objetos
Karma: 24

Re: Canción de Hielo y Fuego

Notapor Sometron » Mar Ene 28, 2014 8:11 pm

ita escribió:aún que en el fondo sabía que él no la lastimaría.

*aunque (?)

No sé las circunstancias del reto ni nada por el estilo, pero llamándose [The White Book] yo hubiese redactado los relatos como si fuera el Lord Comandante que escribía en el libro sobre acontecimientos más relevantes desde el punto de vista de alguien externo a los pensamientos de Sandor (batallas, etc.). En cualquier caso, el relato está bien hecho; la segunda parte me resulta algo pesada y no parece aportar demasiado al relato de la obra original; y la tercera parte sí que me ha gustado bastante, aunque considero que podría haber sido un poco más extensa.

PD: Espero que lo de Ashara no fuera spoiler e.é (???)
Imagen
Imagen
Imagen
^¡Gracias a ita y Nebula por las firmas de Railgun, Ygritte y Kurisu! n.n^

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen
Copiado de Red pero con permiso (?)
Avatar de Usuario
Sometron
27. Trepador
27. Trepador
The Unknowns
 
Mensajes: 807
Registrado: Sab Feb 02, 2013 12:53 am
Dinero: 540,120.33
Banco: 15,749.17
Sexo: Masculino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 39

AnteriorSiguiente

Volver a Fan Place

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado

cron