Foros KHWorld

Bumb, bumb
bumb, bumb

El latir del corazón, acelerándose lentamente, sentir algo extraño, cosquilleo en el estomago, un lento susurro al oído, una caricia agradable ¿Que era aquello, amor?

El aprendiz quedó totalmente desconcertado ante aquello, primero pensó ¿Era amor por Kasumi? No, enseguida pudo ver el rostro angelical de la persona a la que no podía olvidar, Wix.

Tremendamente[i/] sonrojado el aprendiz no podía dar crédito a lo que sentía, ni siquiera conocía a aquella chica ¿como podía estar enamorado de ella, tal vez culpa de sus hormonas animales? No podía creérselo.

—Que... ¡¿Que me pasa?! — Exclamó mientras golpeaba el suelo con su cabeza —¡No me puede estar pasando esto! — Se engañaba a si mismo, era claro lo que sentía, pero no quería creérselo.

Kasumi, intrigada, observaba aquel absurdo espectáculo —[i]¿Es una especie de costumbre? — Preguntó viendo el extraño comportamiento del aprendiz.

—No, no, no, no, no, no — Calló un segundo —Verla ¡Eso es, necesito verla!

—¿Ver, a quien?

Ignoró completamente a la chica mientras intentaba invocar su llave espada sin éxito.

—Hola… Qué tal si… pasamos el rato por ahí — De golpe un chico apareció y se acercó a Hiro, era Exuy, parecía estar raro, sonrojado y nervioso.

—Pasear... ¡Pasear, eso es, vamos a robar una nave Gumi para ir a ver a mi Wix! — Exclamó mientras se iba por ahí a buscar una nave gumi, a saber donde.

***

MoguDer

—Kupó — El pequeño Moguri buscaba al Bibliotecario hasta que sintió una extraña sensación recorrer todo su cuerpo, no sabía explicar bien que era, pero sabía que algo en el había cambiado, como si hubieran resucitado en el viejos sentimientos escondidos en lo más profundo de su ser.

Mientras el Moguri tenía un conflicto en su interior, Light aprovechó la situación para agarrarlo por detrás.

—He estado esperando tanto este momento, Moguder. ¿Te apetece chocolate? Tengo todo el chocolate que te puedas imaginar en mi habitación — El pobre Moguri forcejeaba e intentaba escapar con todas sus fuerzas, pero era inútil, aquel depravado chico era más fuerte.

—Lo siento, pero sólo puedo pensar en Moguder. Es el amor de mi vida

—¡Kupóespera, yo no soy gay! — Gritaba el Moguri —Ni siquiera soy un humano ¡¿Eres uno de esos tíos raros que les molan los Moguris?! — Exclamó nervioso ¿que pasaba aquel día? Todo el mundo se comportaba de forma extraña, y encima la herida que MoguDer sentía en su corazón se había vuelto a abrir con aquella extraña sensación hacia una chica que no conocía.

—Kupósi me sueltas te concierto una cita con Tandy, el es más peludito y parece un peluche, además, tiene piernas más largas, para, ya sabes, esas cosas que les gustan a los de tu... bueno, ya me entiendes — Solo le quedaba la negociación, o freír al aprendiz con Electros —¡Kupósi no te puedo organizar una cita con Mei, una persona tan desesperada es perfecta para ella, o si no con Hiraku ese, que me cae mal! — Empezaba a temer seriamente por su ano.

─¿S-Saeko? ─Y se detuvo, dubitativo─ ¡No, no eres Saeko! ¡¿Cómo narices puedo saberlo?! ─Y gritó, provocándome auténtico terror, ¡¿qué demonios le estaba sucediendo?! No quise abrir los ojos para comprobarlo─ ¡¡Muestrame una prueba!! ¡¡¡MUESTRAME UNA PRUEBA DE QUE ERES SAEKO!!!

Y los abrí, inevitablemente. Retrocedí unos pasos con los ojos abiertos de par en par, tapándome la boca y a punto de romper a llorar; verlo en aquel estado me dejaba hecha polvo. Pero también tenía algo de miedo... ¿qué le habría pasado para hablarme así? ¿Algún hechizo... o algo peor?

─P-Pero... cariño, ¡soy yo! ¡¿Qué es eso de que te muestre una prueba?! ¿Acaso no me ves? ─Y me incliné hacia él, también algo desesperada. Lo tenía por fin ante mí y... no me reconocía. Quería morirme allí mismo, todos mis sueños, mis esperanzas, cayeron en saco roto─ Si mis palabras no te convencen... la realidad lo hará. ─¿Y si alguien, celoso de nuestros sentimientos, le había manipulado descaradamente con alguna magia?

No lo iba a permitir, nadie destruiría nuestras aventuras, nuestro amor. Lo siguiente me costó auténticos horrores decidirlo, pasaron unos pocos segundos que para mí, fueron una eternidad, porque no tenía el valor para hacerlo. Filosofé conmigo misma en mis pensamientos, reflexioné mil y una veces sobre lo que iba a hacer, pero decidí que lo mejor era dejar llevarme por el corazón, de lo contrario, lo perdería para siempre. Y eso era algo con lo que no podría seguir viviendo.

Me lancé directa a sus brazos, besándolo con pasión durante un momento. Una vez cogiese aire, le diría ante sus ojos:

─Soy yo, Saeko. La realidad es esta, y no hay nada más que demostrar. Quiero ir contigo, viajar, ver todo tipo de mundos... ─Y le acaricie la mejilla, con el rostro ardiendo─ Quiero estar junto a ti por el resto de mi vida. ─Y caí al suelo de rodillas, abatida, imaginando lo terrible que sería mi vida si me rechazaba─ Por favor. ─Sollozé

Saeko, al oír las palabras de locura de Xayim, se echó para atrás, viéndolo horrorizado por su amor sufriente. Claro, Xayim veía aquella escena, pero a un Saito apenado, en vez de a la enamorada chica. Xayim no podía dejar de agarrarse la cabeza, mientras veía a Saeko, con la cara y voz de Saito, con los ojos igual de abiertos que ella, aunque de terror.


─P-Pero... cariño, ¡soy yo! ¡¿Qué es eso de que te muestre una prueba?! ¿Acaso no me ves? ─ A Saeko, no, no la veía. Aún así, veía Saitos por todas partes... era normal que estuviera exigiendo pruebas.─ Si mis palabras no te convencen... la realidad lo hará. ─

Xayim seguía sospechando. No se creía lo que le decía... porque si se equivocaba, no se lo perdonaría. Tenía que asegurarse de la verdad... Y no era capaz de distinguirla de forma alguna. Y así pasaron unos tensos segundos, en los que Xayim no sabía qué hacer: ¿Defenderse? ¿Atacar? ¿Abrir su "corazón" al Saito que tenía delante? Y, al final, Saeko se lanzó al desesperado Xayim. Éste tuvo la inicial reacción de invocar su llave espada, y defenderse, pero... algo ocurrió.

Un beso. Saeko había besado a Xayim. Pero para él no era un beso cualquiera: Era su primer beso. Y no era solo el primero para Xayim, sino para Saxor también. Las pupilas se le dilataron, el corazón biológico le empezó a ir a 1000 por minuto...

─Soy yo, Saito. La realidad es esta, y no hay nada más que demostrar. Quiero ir contigo, viajar, ver todo tipo de mundos... Quiero estar junto a ti por el resto de mi vida. Por favor.

Saeko se encontraba en el suelo, sollozando, mientras que Xayim estaba en las nubes. Después de tanto tiempo, por fin había conseguido su primer beso. Ese suceso irreemplazable solo ocurría una vez en la vida... y aunque todavía pasaban Saitos a través de los pasillos y las terrazas, Xayim lo tenía claro: Aquel beso era la prueba definitiva. Estaban destinados el uno al otro, así que solo el auténtico Saito le habría besado... ¿no?

─ Saito... te he estado buscando.─ Dijo, sonriente. Parecía dar un enorme esfuerzo para volver a mostrarse cuerdo... Podía perderlo si no mostraba haber superado el horrible hechizo de la locura. Le tendió una mano, para ayudarla a levantarse, mientras sacaba su vía de escape: El dispositivo de teleportación.─ ¿Vamos, amor mío?

—Muy bien, Maestra Lyn, ¡prepárese para el duelo de puzles!

Me quedé unos segundos pensando en algún intricado puzle que plantearle a la mujer. Tenía varios rondándome por la cabeza, pero quería estar seguro de plantearle uno tan complicado que no pudiese adivinarlo en días.



—Veamos… Erase una vez un hombre, que tras haber dado una vuelta, regresa a su casa para poder ver el cacharro ese al que llamáis televisión. Desde este aparato, el hombre se informa de varios accidentes y hundimientos que han sufrido los barcos cercanos a su costa —dejé unos segundos pausa para que la maestra asimilara todos los datos —. Tras acabar el programa, el hombre enciende todas las luces de su casa, para después acercarse a un acantilado que había cerca de esta y tirarse por él quitándose así la vida.

>>Y bien, Maestra ¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? ¿Por qué el hombre decidió dejar de vivir?

Era bastante improbable que lo acertase, ya podía sentir como Akio me abrazaba llamando genio y héroe. Iba a arrebatárselo a esa bruja al fin.

Ni siquiera había reparado en el muchachito que había aparecido gritando su nombre, ni en el otro que le había acallado después. Sólo tenía ojos para Lyn, y la molesta intromisión de Alec con su tonta propuesta de acertijos le había irritado hasta niveles insospechados. Por su culpa no podía hablar con Lyn. Tenía paciencia, pero no era un santo de ella.

—Esto es una estupidez —dijo al terminar de escuchar el acertijo, adelantándose a Alec, y dejando atrás al grupo que se estaba formando a sus espaldas—. Ese hombre estaba loco, no hay más —replicó ante la adivinanza, hastiado.

Fuera Akio, fuera el niño de los puzzles, fuera todo el Mundo. Allí enfrente, allí a dos pasos, estaba Lyn, su maestra, Lyn, su luz más preciada. Tenía que demostrarle su amor, y si las palabras no eran suficientes, entonces quedaba pasar a los hechos. No le importaba nada, ni siquiera el fugaz pensamiento de que con aquello, ella terminara matándole, o pero aún, odiandole... Nada...

Nada...

De dos zancadas se plantó delante de ella, le tomó del rostro con ambas manos, con rápida delicadeza, se inclinó un poco y la besó como sólo podía hacerlo un hombre verdaderamente enamorado.

«Voy a morir, pero ya sólo esto vale la pena».

Light no atendió ni a las negociaciones propuestas por Moguder ni a sus quejas. En aquel momento, su única preocupación era quitarse a la pesada de Jess de encima y buscar un lugar seguro donde él y Moguder pudieran pasar el resto del día sin que les molestaran.

—¡Hora de largarse de aquí!

Light escapó sin pensárselo, desapareciendo rápidamente de la vista de Jess. Avanzaría entre las hileras de estanterías e intentaría darla esquinazo en múltiples ocasiones, esperando que la loca les perdiera de vista y les dejara en paz de una maldita vez.

El aprendiz saldría de la biblioteca con el moguri en brazos, sin soltarle en ningún momento. Si la criatura intentaba liberarse a base de descargas, soportaría el dolor en silencio y seguiría corriendo: contaba con la suficiente resistencia para soportar unos cuantos electros más. Además, el amor que sentía por Moguder era tal que no se rendiría bajo ningún concepto, sin importar el ataque que recibiera. Soportaría sus ataques y mucho más.

“Qué tía más pesada” dijo Light para sí mismo, comprobando que la muchacha seguía sin rendirse y continuaba persiguiéndolos. ¿Hasta cuándo iba a seguir aquel pilla pilla? Se encontraba exhausto y no podía más: había hecho innumerables abdominales y se había dedicado a correr por el castillo durante horas.

Desapareció de la vista de Jess tras girar en una esquina y se adentró en una de las torres laterales del castillo. Acto seguido, recorrería la escalera de caracol que conducía a los dormitorios y se dirigiría al suyo en particular.

Entraría en su habitación finalmente, dando un sonoro portazo. No se molestó en cerrar con llave la puerta de su habitación. Una vez dentro, se dejaría caer sobre el suelo y liberaría finalmente al moguri de sus brazos. Light permanecería en todo momento apoyado en la puerta, bloqueándola y sin darle la opción de salir de su habitación.

—Espero que la hayamos perdido —confirmó, con la respiración acelerada y con la mano en el pecho. Estaba tan cansado que no tenía fuerzas para seguir corriendo: ya no se movería de ahí en lo que quedaba de día—. Estamos a salvo… de momento.

Al parecer su enamorado seguía confundido y no podía reconocerla, porque echó a correr por la biblioteca para alejarse de ella. La muchacha le siguió, no podía dejarle solo; y menos aún cuando no podía recordar ni a la persona a la que más quería en el universo… aunque no lo supiera. No le importaba tener que seguirlo durante el tiempo que hiciera falta, aún estando cansada le quedarían algo de energías que poder usar para una causa tan importante. Y, además, tenía que separarle de aquel tal MoguDer que parecía estar haciéndole confundirse.

Lo siguió a través de toda la estancia y, posteriormente, por los pasillos del castillo; pero lo acabó perdiendo a la entrada de la torre de los dormitorios. No importaba: desde allí no había forma de salir sin pasar por la puerta y revisar las habitaciones una por una no sería demasiado difícil; aparecería tarde o temprano.

Sin embargo, nada de eso hizo falta, puesto que el sonido de Light al cerrar fuertemente su puerta llegó a oídos de Jess, que se dirigió hacia allí a toda prisa. No oyó el ruido de la cerradura al echar la llave, por lo que estaría abierta y podría entrar sin problemas.

El plan era simple, cogería carrerilla y entraría a la habitación a toda prisa. Lo primero que haría sería coger al moguri sin apartarse demasiado de la puerta, intentando impedir la huida del aprendiz, y lanzarlo a través de ella. Lo siguiente que debía hacer era cerrar la puerta antes de que Light tuviera alguna posibilidad de huir, y comprobar si él era un de esos aprendices que dejan la llave puesta en la cerradura de la puerta. Si lo era, echaría la llave inmediatamente y la dejaría caer por debajo del cuello de su camiseta, guardándola de esa forma en uno de los lugares más seguros de los que disponía en aquel momento. Y si todo salía según lo planeado, tendrían un buen rato a solas.

<<Allá voy>>

Y se abalanzó sobre la puerta.

* * *


—Al fin solos, amor mío. ¿Quieres buscar la llave? —dijo mientras se aproximaba y se abalanzaba sobre Light.

El plan de Bavol no funciono como esperaba. Desgraciadamente, el cocinero de Tierra de Partida contestó con gritos a su petición y le ordenó que buscara a la Maestra Yami.

— ¿La Maestra Yami? Eh... de acuerdo... ahora vuelvo.

Sin dudarlo, Bavol salió corriendo de la cocina, no si antes despedirse de su amado Derhe:

— Cariño, enseguida vuelvo. No te vayas. Cuando regrese, tendrás toda la comida que quieras.

Tras terminar de despedirse, abandonó definitivamente la habitación y se dirigió en busca de la Maestra Yami. La verdad era que no sabía muy bien dónde podía encontrarla, de manera que no paró de preguntar cada dos por tres dónde podría encontrarla. Por las confusas indicaciones que le habían dado, no era el único que parecía estar buscándola ¿Por qué estaría tan solicitada aquel día?

Cuando finalmente la encontrase, se lanzaría a sus pies, independientemente de quien estuviese con ella y le rogó:

— Maestra Yami, acompáñeme. Mi amor Derhe necesita comida y si no viene conmigo no se la darán.

Fátima agradeció con un gesto la ayuda de Wix cuando le cedió el paso y dirigió una última mirada a Mei, llena de lástima y remordimiento. No debería haber golpeado tan fuerte… Aunque luego pensó que la muchacha había intentado secuestrarla, apartarla de su señor Ryota, y un golpe de adrenalina la sacudió de arriba abajo.

¡Ya daba igual! ¡Wix le había permitido pasar! ¡Estaba en Bastión Hueco! ¡En el lugar donde vivía Ryota!

La mera idea le hizo apresurar el paso y, casi sin darse cuenta, echó a correr. Se sentía ligera, muy ligera. Casi como si sus pies no tocaran el suelo. ¡Volaba! ¡Volaba hacia su amor! ¡Por fin!

****

Allí estaba. El corazón de Fátima golpeaba su pecho, fuera de control, le costaba contener el aliento.

A contraluz, con la luz que atravesaba las vidrieras cayendo sobre él, le observó despegar la mirada de su libro —¡un libro! ¡Además le gustaba leer! ¡Era perfecto!— para dirigirle un gesto serio. Las rodillas le temblaron tanto que temió que no podría mantener el equilibrio. ¡Y hacer el ridículo frente a Ryota! ¡No, nunca!

Tragó saliva. Tenía la garganta completamente seca. De repente se dio cuenta, con horror, que no sabía qué decir.

Dio unos pasos al frente, tratando de mostrarse firme, a pesar de que por dentro se debatía entre las ganas de llorar de felicidad por estar ante él —ya podía morir de felicidad— y el miedo a que la rechazara, a que no le permitiera…
Sólo podía hacer una cosa.

Materializó su Llave Espada y puso su filo hacia abajo, apoyándolo en el suelo. Luego clavó una rodilla en el suelo y dijo, mirándole fervientemente:

—Maestro Ryota, deseo unirme a Bastión Hueco y servir a su causa —por supuesto, a la de Ryota, pero no tenía por qué especificarlo— con mi vida. Por favor, permitid que forme parte de vuestros aprendices.

Mei forcejeó, pero todo esfuerzo fue inútil. El muchacho de Bastión Hueco le dedicó la más resplandeciente de las sonrisas y se acercó a ella, susurrándole al oído sensualmente:

—Soy el hombre de tus sueños, preciosa. Y te quiero a ti.

Por otro lado, un Glider más aterrizaba en Tierra de Partida. Hiro hacía acto de presencia, buscando a su querida Wix. Sin nadie que vigilase las puertas —y seguramente ignorando al tortolito que estaba encima de Mei—, el aprendiz entró en el castillo y buscó a su amada, abriendo de puerta en puerta. Cuando entonces, la encontró en medio del pasillo, sollozando y sin parar de mencionar a su adorada Hana, a quien había perdido en el castillo y no lograba encontrarla.

Hana llegó a las terrazas de lo más alto de Bastión Hueco, encontrándose finalmente con la sensual Diana, quien estaba tumbada en la azotea y contemplaba el paisaje con la mirada perdida.

Mientras, en la sala del trono, el Maestro Ryota escuchaba a Fátima Laforet con cierto interés cuando dijo que quería servirle en Bastión Hueco. Cerrando el libro que había estado leyendo tranquilamente antes de la incursión de la aprendiz, asintió con la cabeza:

—El honor es todo mío al recibir a alguien más en Bastión Hueco —dijo, sin cambiar su expresión—. Pero antes, me gustaría saber los motivos por los cuales renuncias a la Orden de Tierra de Partida.

>> Y, por supuesto, tu nombre.

¡El Maestro Ryota la aceptaba! ¡Y qué demonios! ¡Quería saber su nombre!

*****

Tanto Kairi como Bavol lograron encontrar a Yami, quien observaba en la lejanía un auténtico espectáculo regido por el amor: Lyn había sido desafiada con un acertijo, el cual no tuvo tiempo a descifrar pues alguien se abalanzó a ella por sorpresa y, ni corto ni perezoso, la besó en los labios con una dulzura desbordante y un sentimiento sincero.



—Oh, oh... ¿qué has hecho, pedazo de imbécil? —musitó Akio, quien salió por patas ante la inminente reacción de la Maestra, que no se hizo esperar más.

Alec podía huir tras él o quedarse, pero estaba claro cual sería la opción más sensata en aquel momento.

Colorada desde la raíz del cabello, con las orejas erizadas y enfurecida, Lyn empujó a Malik e invocó su Llave-Espada. Se escucharon rayos y truenos desde su posición, y los presentes vieron que, en efecto, una terrible tormenta estaba siendo invocada alrededor de la mujer.

—¿¡C-Cómo te atreves!?

Un estruendo logró escucharse en todo el castillo y, para cuando la luz cegadora de los truenos se fue disipando, el cuerpo humeante y calcinado de Malik yacía en el suelo.

Pero, ¡qué diantres! ¡Qué suavidad la de sus labios! Había merecido la pena, ¿verdad?

Los espectadores esperaron la respuesta de Yami, quien gustosa, dijo:

—¡Por supuesto que os ayudaré! ¡Las dos tenemos ganas de cocinar Paopucito con Papas y Jamón! ¡Con un ligero toque a jazmín, por supuesto!

>> ¿O no sería mejor rosas? ¡Hoy es San Valentín! ¡Claro! ¡Primero debemos ir a por flores, si no Higashizawa no nos dejará su cocina, sí, sí!

Parecía que llevar a la Maestra Yami a la cocina iba a ser muy complicado, pues con sus fuertes manos ya los estaba arrastrando a ambos a los jardines.

Seguía corriendo por los pasillos, sin estar muy seguro de las estancias por donde pasaba. Pero eso no tenía la más mínima importancia. Corría con un único objetivo, dictado por un nuevo sentimiento en mi pecho: encontrar al mi querido Malik.

Me encontraba ya más que perdido en el laberíntico pasillo (no lo era tanto, pero si no prestabas atención, era difícil no perderse). Una sonrisa empezaba a asomar por mi boca, pensando en que ya había buscado por muchos sitios y debería poder encontrarle de un momento a otro, cuando me asaltó una figura repentinamente:

—¡Enix! —¿Quién era aquel chaval, y por qué sabía mi nombre?—. Al fin te encuentro. Los espíritus me han guiado hacia ti, saben que los dos debemos estar juntos, y como miembro del clan Sheng cumpliré su voluntad.

Me quedé petrificado en el sitio. <<[color=#FF004080]¿Qué significa esto? ¿Otra persona sufriendo un enamoramiento repentino?[/color]>> Porque estaba seguro de no haberle visto nunca, al igual que nunca había visto a mi querido Malik. Sin embargo, pasados aquellos momentos de lucidez, el hechizo volvió a controlar mi cuerpo, y reaccioné de forma violenta:

—[color=#FF004080]¡Aparta, fantoche! ¡Mi corazón no te pertenece![/color]

Y con esas palabras, lo aparté de mi camino de una embestida, y eché a correr de nuevo por el pasillo. Entonces, al doblar la esquina del corredor, contemplé una escena que provocó que se me cayera el alma a los pies.

Mi amado, mi querido Malik, se estaba besando con mi Maestra, Lyn. No podía creer lo que contemplaba. Cerca de ellos se encontraba el Maestro Akio, que contemplaba la escena con estupor, pero no se quedó mucho más tiempo, ya que salió corriendo ante el panorama. Me acerqué lentamente, casi sin ser consciente de mis pasos. Entonces oí lo que Lyn le dijo a Malik:

—¿¡C-Cómo te atreves!?

Fijándome mejor, pude ver una tormenta que empezaba a arremolinarse alrededor de Lyn, y estupefacto, observé como lo que parecía ser un Electro a una potencia inimaginable, fulminaba a mi amor. Su cuerpo se encontraba tendido y quemado en el cuerpo. Un nuevo sentimiento, esta vez rabia, se extendió hasta la última extremidad de mi cuerpo, y me hizo lanzarme de frente hacia Lyn con un tajo frontal, perfectamente bloqueable, de mi llave Espada, que conjuré en el aire.

—[color=#FF004080]¡¡No toques a Malik!![/color]

El empujón le sentó como si le hubiese dado un puñetazo en el estómago, y echado un jarro de agua fría después. Una sensación amarga, de dolor intenso, le recorrió de arriba abajo al contemplar a su maestra invocando la Lla-Espada. Y a la vez sintió miedo.

Miedo porque era el blanco de la ira de esa mujer, que podía convertirte en cenizas con sólo mirarte durante un segundo. Malik se echó varios pasos hacia atrás, alzando las manos en un inútil gesto para intentar calmarla. No iba a funcionar. Lo sabía.

… … …
… … … …

Cof… cof…

Spoiler: Mostrar

Logró rodar un poco sobre sí mismo. Tras la tormenta de rayos había quedado reducido a una masa humeante y calcinada, que apenas podía moverse sin emitir un estertor o un quejido ahogado.

Mierda, escocía y quemaba como nada en esa vida podía escocer o quemar. Pero lo que más le dolía no eran sus heridas y quemaduras… Encogido sobre sí mismo, Malik aspiro entre dientes un poco de aire, sintiendo el latido de su ahora pobre corazón roto.

Volvió a toser. No lograba moverse, le dolía todo el cuerpo…

Pero había valido la pena. Incluso sabiendo que como consecuencia podía morir electrocutado, ahogado o quemado, volvería a intentarlo, y a hacerlo. Los pocos segundos que había podido besarla habían sido los más hermosos, los más perfectos, los más brillantes de toda su vida.

A lo lejos, muy a lo lejos, oyó una voz gritar:

— ¡¡No toques a Malik!!

Pero él, lo único que pudo hacer antes de cerrar los ojos y caer en la más profunda de las inconsciencias, fue murmurar muy débilmente, con un siseo:

—Lyn…

Por suerte para Kairi, logró encontrar a Yami junto con otro chico, más pequeño que ella. La vio presenciando un espectáculo un tanto bizarro que implcaba a su Maestra Lyn y a otro Aprendiz. Este la había besado. Conociendo a Lyn, sabía que no se lo iba a tomar nada bien.

- Uyyyy... se ha metido en un lío - murmuró la joven. Evidentemente, Lyn se puso tan furiosa que invocó una tormenta de rayos, chamuscando a su pretendiente y dejándolo totalmente calcinado en el suelo.

Kairi se dio cuenta de que ese día estaban pasando cosas muy raras, la gente actuaba de una forma alocada, alegre, furiosa y todos buscando a alguien en concreto. Luego estaba lo de su amor por un hombre al que nunca había conocido antes. ¿Qué estaba pasando?

¡La misión! ¡Eso es, tenía que llevar enseguida a Yami a la cocina! Solo así conseguiría el amor de Higashizawa. El chico que la acompañaba también pretendía lo mismo, así que entre los dos lo conseguirían.

Yami, muy excitada por la propuesta de los dos, les contestó:

- ¡Por supuesto que os ayudaré! ¡Las dos tenemos ganas de cocinar Paopucito con Papas y Jamón! ¡Con un ligero toque a jazmín, por supuesto!

¿Cocinar Paopu? ¿En serio? Ese era el fruto de la leyenda que rondaba por sus islas, su hogar. ¿Se atrevería a comer uno? Aunque con patatas y jamón no sonaba nada mal...

- ¿O no sería mejor rosas? ¡Hoy es San Valentín! ¡Claro! ¡Primero debemos ir a por flores, si no Higashizawa no nos dejará su cocina, sí, sí!

- ¿... Eh? Pero... - antes de que Kairi pudiera decir nada, Yami ya la estaba arrastrando a ella y al otro Aprendiz hacia los jardines. Tenía tanta fuerza que no podía ni siquera quedarse en el sitio. Parecía que aun iban a tardar un poco en completar su misión, pero si ello requería de unas cuantas flores, pues no podía negarse. De nuevo Awa-chan suspiraba de alivio por ese inesperado acontecimiento, aunque seguía preocupado, pues el final estaba cada vez más cerca.

En los jardines, Kairi se apresuraría a recoger todas las flores que pudiera para así llevar rápido a Yami a la cocina.

─Saeko... te he estado buscando. ─Sus palabras me abrieron la puerta al cielo. Elevé mi rostro, y con mis húmedos ojos busqué su sonrisa. Tan bonita y acogedora... era perfecta. Mi amor me tendió la mano, y yo la acepté sin dudarlo─ ¿Vamos, amor mío?

─A dónde tú quieras. ─Y le sonreí tontamente, aferrándome fuertemente a él mientras una sensación de paz y felicidad me embargaba y dominaba todos mis sentidos

Presionó el botón que nos conduciría a la libertad y, en cuanto abrí mis ojos, allí me hallaba. Entre sus brazos, en su propia nave... aquella en la que viviríamos mil y una aventuras para siempre. El lugar era precioso, tenía un gusto exquisito para la decoración: paredes blancas con líneas negras ilustradas, formando lo que parecían siluetas de plantas trepadoras, una pequeña nevera, una mesa... Lo tenía todo.

Suspiré de alivio, intentando expulsar toda la tensión que antes me controlaba, con las mejillas ardiendo fuertemente. Me aferré con fuerza a él, acariciando sus grandes músculos, ¡era tan fuerte!

─Cariño...Y-Yo... ─"¡Cásate conmigo!", gritó mi mente, pero mi cuerpo fue incapaz de moverse. Me era imposible decírselo, incluso puede que se arrepintiera si se lo decía tan pronto. Lo mejor sería darle un tiempo, sí, estaba segura de ello─ Yo... ─Y busqué sus ojos, tímida─ Te amo. Vámonos juntos a donde sea, yo sólo quiero estar contigo.

Hice un esfuerzo titánico para no cerrar los ojos, al contrario, mantuve mi mirada fija en la suya, colorada y avergonzada, deseando no cometer ninguna locura que lo alejara de mí.

Mi sueño se había cumplido al fin: estar junto a él. Nada más me importaba. Con solamente su amor era suficiente para seguir existiendo. Era la persona más feliz del universo, y haría todo lo que me pidiese para que él también pudiese serlo.

—Esta pelea es lo único que me separa de mi amor —expresó Ragun, con su Llave-Espada frotándose contra la mía y sacando chispas al hacer luchar el metal contra el metal—. No voy a perder. No me lo puedo permitir.

Nuestros ojos se encontraron, dos iris de rubí y dos de oro, ambos destelleando con esa chispa tan particular que sólo una pelea a la muerte podía provocar. La tensión entre ambos era tal que incluso podía sentir, estaba casi seguro, la energía estática danzando entre ambos cuerpos. ¡Aquello era lo que necesitaba, aquel disparo de adrenalina al sentir nuestras armas chocando contra la otra! ¡Era justo lo que necesitaba, la emoción y el entusiasmo de la lucha! Ésa era nuestra manera de demostrar afecto, como dos guerreros, aquello era...

—¡Déjame.... yo... Ragun...! —pidió la Bruja, desesperada. Una vez más perdí la coordinación de mi cuerpo, mientras mi lado izquierdo buscaba acercarse hasta mi oponente para acariciarlo con cariño, mientras el derecho buscaba no caer bajo su fatal ataque. Con un grácil giro, finalmente logré apartarme, esperando que Alexander se tomase un descanso mientras yo ponía mis pensamientos en orden.

—¡Apártate de Xefil!

Y sin embargo, alguien más llegó a salvarme. La pequeña Myxa cayó del cielo sin previo aviso, interponiéndose entre Ragun y yo. Y, por lo que veía, estaba dispuesta a apoyarme en aquella batalla.

¡Perfecto! ¡Ella podía detener a Ragun mientras yo me hacía con la victoria! Y entonces, como ganador, podría hacer lo que quisiera con él.

—¡Myxa, sí! —exclamé, tomándola de la muñeca—. ¡Myxa, te necesito! —expresé, sonriente.

—¡Ragun! ¡Ragun! ¡Tráelo aquí, él tiene que ser mío! ¡Debe ser mío! ¡Déjame salir!