Foros KHWorld

Cuando Nicoxa abrió el regalo, metió la mano para sacar lo que había dentro. En cuanto tocó lo que había gritó sorprendida, debido a que estaba caliente: era una bolsa térmica.

—Q-qué detalle... —aunque lo primero que vino a la cabeza de Nicoxa fue decepción, se paró a pensar en lo útil que era en realidad: Si dormía abrazada a ella estaría caliente toda la noche, si quería calentar un vaso de leche podría ponerlo justo a la bolsa, o incluso podía usarla como un candente cojín.

Con su regalo bajo el brazo, abandonó la bulliciosa habitación para volver a su cama a seguir durmiendo. A ver si la ayudaba con su resfriado...

Tal fue mi sorpresa al abrir el paquete de color dorado, que me quedé todavía más blanca al ver el carbón sobre mis manos. ¿Era una broma, o qué demonios? ¿Quién se había encargado de traer los regalos, y por qué a mí me tocaba carbón? Bueno, no es que yo fuese una santa, pero conocía gente mucho peor que yo. Sabía perfectamente todas las cosas malas que había hecho, pero aun así...

—Mmm, está bueno.

Me vi tentada a probar un poco para comprobar que no era carbón real, sino comestible, y en efecto lo era. Sin que nadie más me viese, lo guardé con cuidado y me marché de allí, enfadada porque no me hubiesen regalado algo mejor. Si querían que fuese igual de mala para el año que viene, así sería.

—¿Qué significa esto...?

Al abrir la caja, sólo hallé en su interior una llave con un llavero rectangular negro colgado en ella, que tenía escrito "Nave gumi" con letras blancas. Junto a ella, se encontraba un papelito plegado de forma irregular y descuidada. Al desplegarlo, vi que había una frase escrita en dicho papel: "Ve a los jardines.".

Dicho y hecho, corrí hacia los jardines para ver qué me deparaba allí, aunque mientras iba avanzando por los pasillos me iba haciendo una idea. ¿De veras me aguardaba una nave gumi en los jardines? ¿Ése era mi regalo? ¡Si sólo tenía doce años! ¿Cómo se suponía que iba a dirigir yo una nave gumi? Aunque, bueno, controlaba el glider bastante bien... Seguro que no era muy diferente.

—¡Guau! —exclamé al llegar al lugar donde me esperaba mi regalo.

Una preciosa nave gumi de tonalidades rojas, rosas y moradas, a juego con mi ropa, se hallaba en medio del jardín, esperando mi llegada.

—¡Genial! —con la llave en la mano, me acerqué a la nave y, tras abrirla, me introduje en su interior.

Ahora sólo quedaba a prender a manejarla y disfrutar de ella. ¡Seguro que mi hermana se moriría de envidia cuando la viese!

—¿Un anillo?

Sencillo, cabía decir, aunque Nadhia no era propensa a llevar joyas que llamaran la atención. Observándolo con detenimiento, se dio cuenta de que le sonaba mucho el modelo. Y entonces, abrió los ojos, y una sonrisa cruzó sus labios al entender que no solo era un accesorio de bisutería. No, recordaba haberlo visto en la Tienda Moguri, pero que aún no disponía de los puntos del coliseo necesarios para adquirir uno.

Aunque hubiese preferido otro tipo para desarrollar su potencial mágico o la puntería, pensó que un poco más de fuerza bruta no le vendría mal en el combate cuerpo a cuerpo, que tanto le hacía falta con rivales especialmente reñidos cuando no se podía valer de la distancia.

—¿Qué es, kupó? —preguntó Tandy, asomándose sobre la cabeza de Nadhia— Me suena de haberlo visto en la tienda de Montblanc, tan.

—Es un Anillo Bravura —respondió y se puso el anillo en el dedo corazón de la mano izquierda, observando la maliciosa sonrisa de Tandy. Sabía que no era necesario explicarle su función.

Agradecida por el regalo, Nadhia se acercó a donde se encontraban sus amigos para disfrutar de una mañana un tanto inusual en Tierra de Partida.

Saqué mi regalo de la bolsa.

Era un colirio. Según las clases y todo eso era un objeto para utilizar en batalla... Bueno, un regalo era un regalo. Sonreí. Ahora que me fijaba el castillo estaba muy animado.

Hacía un poco de frío, pero supuse que no era nada que un buen desayuno no pudiera remediar. Me encogí de hombros ante tanta alegría. La verdad es que había sido buena idea bajar aquella mañana... Me pregunté qué tendrían los otros aprendices.

Me senté en un asiento y volví a sonreír. No había estado nada mal...

—Vaya, vaya… —Nikolai cogió con el pulgar y el índice el contenido de la caja y se lo acercó a la cara—. A ti te he visto por otra parte, ¿no?

Resultó que el regalo que los tres intrusos le habían dejado a Niko era un llavero, pero no uno cualquiera. Se trataba de uno de esos pequeños artefactos que aumentaban el poder de la Llave Espada si se los acoplabas y, si no recordaba mal, en la Tienda Moguri vendían unos cuantos que ellos mismos fabricaban, como el que tenía ahora mismo en su mano.

Aunque era una lástima, porque hace poco que se hizo con otro llavero un poco más “especial” que no se podía conseguir en ninguna tienda. Al igual que otros aprendices, Niko había conseguido liberar parte del auténtico poder de su corazón y manifestarlo en forma de llavero.

<En fin, más vale que sobre y no que falte.>

Conforme, Nikolai se metió el llavero en el bolsillo de su chaqueta y se encaminó hacia la salida del comedor mientras observaba las reacciones de los otros aprendices con sus respectivos regalos.

Una poción, aquello era lo que me esperaba en el interior de aquel regalo. Una sonrisa malévola se dibujó en mis labios mientras jugueteaba con el bote de cristal relleno con un líquido verdoso.

—Por fin... —murmuré con los ojos inyectados en sangre—. Ahora que tengo esto soy imparable... ¡No habrá jefe que no pueda revivir en el peor momento para cagarla! —solté una potente carcajada atrayendo la mirada de los aprendices cercanos, que probablemente se alejaron pensando que estaba loco.

Pero me daba igual, aquel era el regalo perfecto para mí. La Maldición de las Pociones había vuelto al mundo, y aquella vez... Aquella vez era para quedarse...

Para siempre.

Abrí mi regalo, deseoso de saber que maravilla me iba a tocar aquel año; realmente me encontraba en una racha un tanto extraña de regalos... ¿acaso era legal traerle alcohol por Navidad a un chico menor de edad? Fuese como fuese, tenía un presentimiento de que aquel día — el cual no era Navidad, según oía por algunos murmullos de aprendices —, sabía que algo bueno se avecinaba para romper aquella absurda racha, tenía que serlo, aquel iba a ser el año...

Pero me equivocaba por completo, otra vez.

Una pelota... ¿una pelota?...

Empalidecí de pronto, mientras la gente de mi alrededor se encontraba desenvolviendo sus regalos y lanzaban chillidos a pleno pulmón en los que se expresaba su absoluta y total felicidad por el gran acierto de los regalos. Y a mi me había tocado una puta pelota.

Suspiré, riéndome levemente mientras tocaba la superficie de esta, anhelando saber de quién había sido la maravillosa idea; por lo menos tenía más utilidad que la bebida, y quién sabe si sería capaz de encontrarle alguna utilidad ofensiva al objeto que ahora se encontraba circulando en mis manos...

Y una mierda, esto de ofensivo como mucho sirve para matar de risa a los demás enemigos.

Y sin más preámbulos a lancé lo más lejos que pude, esperando que aquel desastroso regalo desapareciese de mi vista lo más rápido posible, pero observé sorprendido como al instante volvió a mí, casi golpeándome en la cara al estar yo abstraído en mis cosas. Repetí el proceso varias veces, sin obtener un resultado satisfactorio, más bien al contrario, dado que el peculiar objeto siempre volvía a mis manos.

Fue entonces cuando mi cabeza decidió darle un cambio de perspectiva al arma que tenía conmigo. Estudiaría aquella peculiar habilidad de volver siempre a mis manos, esperando poder mejorarla en un futuro y darle incluso un mejor uso al arma.

Quizá este regalo acabe siendo mejor de lo que parece...

¡Colorín, colorado, este evento se ha acabado!

Agradecimientos a mis ayudantes por haber subido los regalos a las fichas. Revisad que tenéis cada cosa en su sitio, y avisad a algún GM por MP si se nos ha pasado sumarte tu regalo. Si se os ha olvidado postear, ¡mala suerte!

¡Nos vemos las navidades que viene! ¡Feliz año!