[Ciudad de Paso] Sé alguien, novato

[Soul Artist]

Turno de tarde. Quedaba media hora para cerrar.

Ya eran las nueve y media de la noche y se notaba en la orfebrería. Apenas había trabajo para aquellas horas, pues oscurecía en Ciudad de Paso y la mayoría de clientes se habían pasado a lo largo del día, mientras todavía brillaba el sol y apetecía salir. Sin embargo, cuando la oscuridad abrazaba las oscuras calles de aquel mundo, los Sincorazón volvían a surgir por doquier por la mayoría de distritos, lo cual había afectado de forma muy negativa a la mayoría de comercios. Los moguris, sin embargo, seguían manteniendo su política de abrir sus establecimientos desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche.

Y aquel día a Sorkas le tocaba trabajar de tarde, con el riesgo de aquellas oscuras criaturas deambulando por allí. Rara era la vez que se les había visto por el Distrito 1, pero ya había sucedido en más de una ocasión. Un pequeño grupo de habitantes se había estado encargando de mantenerlos a raya hasta entonces, pero últimamente no se les había visto por el mundo. Lo cual era preocupante...

—¡No te duermas, kupó!

Uno de los trabajadores moguris golpeó la cabeza de Sorkas con un material helado que reconoció como un guijarro frío. La rosada criatura revoloteó por su cabeza, pretendiendo mantenerlo despierto para que estuviese atento a posibles clientes.

—¡El Gran Líder te ha puesto al cargo de la recepción para congeniar con humanos, nuestros clientes predilectos, kupó! No me hace gracia que alguien como tú se encargue de algo tan importante, kupó, así que no te quitaré ojo. ¡Faltaría más!

Desde que el llamado Gran Líder había aceptado al joven Sorkas en la tienda para trabajar tras dejar sus estudios aquel moguri, de nombre Mogpal, le había estado dando la tabarra alegando que la orfebrería era cosa de su raza, y no de humanos perezosos. Lo cierto es que podía llegar a ser como un grano en el culo en ocasiones, pero cuando realmente lo necesitaba le ayudaba explicándole cómo funcionaba el negocio.

—¡Despierta, kupó! ¡Es la hora del examen! —saltó de golpe la criaturilla—. ¡Primera pregunta! ¿Cuánto llevas trabajando aquí?

La hora del examen. De vez en cuando Mogpal ponía sus reflejos a prueba para ver si se merecía su paga, pues los clientes podían lanzar preguntas que exigían, en su opinión, una respuesta rápida y clara. Una vez hubiese contestado, el alado ser afirmó con la cabeza.

—¡Buena memoria! Recuerdo bien ese día, me dolía una muela. ¿O era la sensación al ver que te aceptaban en el trabajo? —se burló, intentando que el chico bajase la guardia. Pero no tardó en lanzar su nueva cuestión—. ¡Segunda pregunta! ¿Por qué te interesaste por la orfebrería?

De nuevo esperaba una respuesta, la cual escuchó en silencio una vez se la hubiese dado.

—Bueno, ¡pues que sepas que deberías dejárnoslo a nosotros, los moguris! —protestó Mogpal—. ¡Última pregunta! ¿Qué obtendrá el cliente si nos trae dos guijarros fuertes y un guijarro frío?

¡Teoría! Horrible teoría. ¿Habría aprendido lo suficiente Sorkas para sabérselo de memoria?

[Sorkas]

Otro día, acaba de anochecer. Sorkas miró por la ventana: todo oscuro. Apenas hacia media hora que el reloj de la orfebrería había marcado las nueve, todavía quedaba otra media hora. Eso si no le pedían horas extras los moguris. Estúpidos moguris… Eran pequeños, manejables y si no los conocías hasta te parecerían adorables, pero Sorkas sí que los conocía. Había empezado a trabajar en esa orfebrería regentada por moguris a los pocos días de dejar los estudios. Desde entonces se había acostumbrado al trabajo en la tienda pero la compañía de esas peculiares criaturas no lo llevaba muy bien, a pesar de todo, le parecía un trabajo saludable y de vez en cuando se permitía disfrutar de ello. Bueno, muy de vez en cuando.

Le gustaba mirar por la ventana. El contorno de los altos edificios de Ciudad de Paso mientras oscurecía, las pocas luces que se iban apagando a la vez que pasaba el tiempo y la oscuridad se convertía en soberana del mundo, al menos durante diez horas. Por mucho que le gustase la noche, realmente era aburrido pasarla encerrado en la tienda. Nadie venía en cuanto se iba el sol. ¿Por qué? Fácil, nadie se atrevía a salir en cuanto esas criaturas negras, que la gente llamaba Sincorazones, salían a la superficie, y eso solo lo hacían de noche. Mentira, en realidad alguien sí se atrevía, él. Mentira, otro grupo de ciudadanos se habían ofrecido a controlar a esas criaturas, pero hacía tiempo que no los veía. No es preocupación para Sorkas.

— ¡No te duermas, kupó!

De repente, algo frío le golpeo en la cabeza. Le pilló tan por sorpresa que ni siquiera gritó. Un guijarro frío, el arma preferida de su superior. Al parecer se había quedado demasiado tiempo mirando la ventana.

— ¡El Gran Líder te ha puesto al cargo de la recepción para congeniar con humanos, nuestros clientes predilectos, kupó! No me hace gracia que alguien como tú se encargue de algo tan importante, kupó, así que no te quitaré ojo. ¡Faltaría más!

Tan amable como siempre. Mogpal, el moguri, parecía que su única ocupación era no quitarle el ojo de encima a Sorkas. Siempre dando órdenes. No había día en el que Mogpal no regañase por lo mal que lo hacía Sorkas. Luego estaba su otro empeño, que los humanos no sabían de orfebrería, que era algo único de los moguris. Por supuesto eso a Sorkas le daba igual, él solo quería sacarse unos platines extras con los que ayudar a sus padres. A pesar de todo, le caía bien Mogpal, digamos que era de su estilo. No dejaba que nadie se interpusiese en su objetivo, si quería algo, lo conseguía.

— ¡Despierta, kupó! ¡Es la hora del examen! —saltó de golpe la criaturilla—. ¡Primera pregunta! ¿Cuánto llevas trabajando aquí?

Ahí estaba, una de las cosas que más le gustaban a Mogpal era realizar “exámenes sorpresa” a Sorkas. Normalmente eran preguntas fáciles que Sorkas ya se sabía y que tras el tercer examen en el tercer día de trabajo ya venía preparado para ellas. Esta era una de las más repetidas. Por supuesto se la sabía:

— 1 año, 4 meses, 17 días, 6 horas, 32 minutos y 15, 16, 17 segundos

— ¡Buena memoria! Recuerdo bien ese día, me dolía una muela. ¿O era la sensación al ver que te aceptaban en el trabajo? —se burló, intentando que el chico bajase la guardia. Pero no tardó en lanzar su nueva cuestión—. ¡Segunda pregunta! ¿Por qué te interesaste por la orfebrería?

¡Vaya! Esa le había pillado por sorpresa. ¿Por qué se había interesado por la orfebrería? Tal vez ni él mismo lo supiera. Pero esa respuesta no era válida para Mogpal, si no quería enfrentarse a las consecuencias de fallar el examen debía encontrar un respuesta válida. Por suerte, algo le vino a la mente:

— Para aprender los secretos de los mejores maestros moguris en el arte de la fusión de materias primas y ser el primer humano en dominarlos.

— Bueno, ¡pues que sepas que deberías dejárnoslo a nosotros, los moguris! —protestó Mogpal.

Perfecto, parecía que le había gustado la respuesta pese a las típicas protestas racistas.

— ¡Última pregunta! ¿Qué obtendrá el cliente si nos trae dos guijarros fuertes y un guijarro frío?

Teoría. Odiada teoría. Ya la odiaba en el colegio y no había adquirido una mejor opinión de ella posteriormente. Aun así, se lo esperaba. Tenía que pensar cuidadosa y rápidamente, Mogpal apreciaba las respuestas rápidas y acertadas. Guijarro fuerte y guijarro frío, se combinaban de múltiples formas. Eran pocos materiales debía ser un objeto de no gran poder. Como en la anterior pregunta, le vino a la mente de manera repentina:

— Brazal de energía.

[Soul Artist]

—¡Bien contestado! Por esta vez... —el moguri miró a otro lado, algo frustrado de no ser capaz de haberle pillado con la guardia baja por aquella ocasión—. ¡Ahora a tu trabajo! Yo estaré con el resto elaborando el último arma encargada.

Mogpal pasó por al lado de Sorkas para dirigirse a la habitación a su izquierda, que llevaba al taller interno donde se fabricaban toda clase de cosas a partir de los materiales que traía la gente.

Y hablando de posibles clientes, el muchacho se vio sorprendido cuando alguien entró por la puerta principal de la tienda, a pesar de ser tan tarde. Dos figuras entraron a la tienda en silencio, encapuchados con ropas oscuras y marrones. Cuchicheaban entre sí, hablando de algo privado, y se quedaron unos segundos cerca de la entrada antes de que uno de ellos, con la piel más pálida que su compañero y un poco más bajito, como cinco centímetros. La otra persona se quedó por la habitación, inspeccionando las armas en exposición, de espaldas a ambos.

—Quiero vender.

Existían tres tipos de clientela: aquellos que sencillamente traían sus encargos, como armas que deseaban reforzar; quienes ya tenían una receta de antemano, con algunos conocimientos en orfebrería o el consejo de algunos moguris; o aquellos que traían materiales para vendérselos. Con ellos había que ser muy duro, y costaba: algunos atontados traían objetos sin saber su rareza y era fácil comprarles a precios bajos, pero otro tipo de "cazadores" estaban especializados en la recolecta de estos y regatear con ellos resultaba duro.

Y más con lo que portaban. El hombre sacó de sus ropas un cristal azul claro de aspecto resistente y caro que quizás Sorkas reconociese: Orichalcum, lo más raro y valioso que podía existir en el mundo de la orfebrería. Con él se podía crear toda clase de maravillas, pero lograr una sola pieza era tan complicado que mucha gente se había matado intentando lograr un poco tan solo.

—500.000 platines, cuanto menos. O lo tomas o lo dejas.

[Sorkas]

— ¡Bien contestado! Por esta vez... —el moguri miró a otro lado, algo frustrado de no ser capaz de haberle pillado con la guardia baja por aquella ocasión—. ¡Ahora a tu trabajo! Yo estaré con el resto elaborando el último arma encargada.

Buf, prueba superada. Cada vez los exámenes eran más difíciles y le costaba más ir recordando cada material de cada receta. A pesar de las preguntas con trampa de Mogpal, la mayoría de los clientes no pedían cosas extrañas sino los típicos brazaletes o anillos comunes. Sin embargo no le molestaban los exámenes, eran maneras de entretenerse en los turnos de tarde que los clientes escaseaban.

Tras el examen, Mogpal se había dirigido al taller dejando otra vez solo a Sorkas en el mostrador con sus pensamientos. Se volvió a mirar a la ventana esperando que esta última media hora pasará lo más rápido posible. Pero al parecer esta no era una noche normal. Otra vez le volvieron a sorprender mientras estaba totalmente empanado. La puerta se había abierto y entraban dos clientes.

Dos individuos con ropas oscuras habían entrado sacándole de su letargo. Uno de ellos, el que tenía la piel más pálida y parecía algo más bajo se dirigió directamente hacia él, mientras el otro parecía tener más interés en inspeccionar las diversas armas puestas en exposición por los moguris. En realidad, pese a la apariencia temeraria de la pareja, no le sorprendió lo más mínimo a Sorkas. Ese era el tipo de clientes que solían tener a esas horas de la tarde.

— Quiero vender. — le dijo el de la, piel pálida.

Una pena, no se le daba muy bien regatear por comprar a Sorkas. Se le daba mucho mejor las ventas. Sin embargo, tenía que atender lo mejor posible a cada cliente, sin importar la apariencia, la raza o la edad. Lo importante era sacar el mayor beneficio y, sobretodo, nunca hacer preguntas. Era algo que aprendió rápido trabajando con los moguris.

— Muy bien señor, ¿qué mercancía quiere vender?

Sin más preguntas, el cliente se llevo la mano a sus ropas y de allí saco un brillante cristal azulado. Precioso. Sorkas no necesito mirarlo muy concienzudamente para saber que era caro, muy caro. Al momento recordó sus enseñanzas: “No dejes que el cliente sepa su verdadero precio”. Sin más, Sorkas adoptó una cara neutra e intentó no mostrar sorpresa.

— 500.000 platines, cuanto menos. O lo tomas o lo dejas.

Una oferta totalmente inaceptable. Primero debía identificar el material. Pero no lo logró, tenía la sospecha de que era un famoso Orichalcum, Sorkas nunca había visto uno de esos, así que no estaba seguro. Sea lo que sea tenía que rebajar esa oferta.

— Lo siento señor, solo disponemos de 350.000 platines, no podemos ofrecerle más.

[Soul Artist]

El hombre no parecía muy contento con la propuesta de Sorkas. Gruñó y echó hacia atrás el Orichalcum, apartándolo del alcance del joven. La otra figura encapuchada les dirigió la mirada unos instantes antes de que volviese a centrarse en los objetos puestos en exposición, ignorando a su compañero.

—¿350.000 platines? Tienes que estar de coña. Esto vale mucho más que esa morralla. 480.000 platines y todos contentos; los moguris siempre guardan dinero extra por ahí.

No parecía muy dispuesto a bajar en exceso el precio. Sorkas tendría que buscarse la forma de rebajar el precio o siempre podía optar por llamar a otro moguri... Aunque su orgullo quizás se lo impidiese. Y el jefe no estaba en la tienda; seguro que él podría arreglarlo.

[Sorkas]

— ¿350.000 platines? Tienes que estar de coña. Esto vale mucho más que esa morralla. 480.000 platines y todos contentos; los moguris siempre guardan dinero extra por ahí.

Sorkas cada vez tenía más claro que ese extraño objeto se trataba de un Orichalcum, pero aun no podía asegurarlo.

A pesar del rechazo de la oferta, Sorkas no mostró ningún tipo de sensación en su rostro, tal y como le habían enseñado los moguris. Estaba bien claro que ese objeto valía mucho más de lo que había ofrecido. Sorkas conocía bien sus aptitudes y el regateo no era ni de lejos su mejor. Por lo tanto decidió ir a buscar a Mogpal u otro moguri. Pero cuando estaba a punto de moverse hacia el taller, se dio cuenta de que tal vez no sería buena idea dejar sin supervisión a aquellos individuos. Es decir, ni podía conseguir un buen precio, ni se fiaba de dejar solos a los clientes. Necesitaba ganar tiempo a la vez que intentaba avisar a los moguris. Se le ocurrió un plan: intentaría aumentar su tono de voz sin que se notase con la esperanza de que algún moguri lo oyese.

— Tal vez podría reunir 400.000 ¡platines!

Puso énfasis en la palabra platines. Sorkas tenía la sospecha de que los moguris tenían un oído especial si la palabra platines era mencionada. Era un plan cutre y no tenía mucha confianza en ello, pero al menos ganaría algo de tiempo.

[Soul Artist]

El grito de Sorkas terminó de llamar la atención de Mogpal, que se acercó desde el interior del establecimiento para averiguar qué pasaba. Al ver el Orichalcum del cliente echó la cabeza atrás, pero no dijo nada; simplemente continuó volando hasta Sorkas.

—¡Deja de armas ruido, novato! —se quejó él, tirándole una pequeña toalla manchada del sudor de los moguris—. Ni que esto fuese un mercadillo, kupó. ¿Qué desea, señor?

—Quiero vender este material —señaló el hombre de la capucha—, pero el precio no va a bajar de 480.000 platines.

Mogpal se acercó a ver más de cerca el cristal del Orichalcum, pero el desconocido lo echó atrás para evitar robos. La criatura se juntó de hombros y se mostró indignado.

—No parece auténtico, kupó —señaló. ¿Sería un farol o hablaba en serio?—. Si no es auténtico, no compramos. Como mucho le daría 500 platines como pisapapeles.

—¿Pisapapeles? —soltó el hombre, ligeramente enfadado—. ¿Estás de coña? Es auténtico.

—Bueno, puedo subirlo como mucho a 20.000 platines para sacarle algo de valor, kupó. Pero dudo que su utilidad vaya más allá de mera decoración, y en ningún sitio más le darán nada.

El hombre apretó con fuerza el Orichalcum, enfurecido con la criatura. ¡A aquello se le llamaba negociar! El moguri dirigió la mirada hacia Sorkas un segundo y le guiñó el ojo rápidamente, en señal de complicidad.

—Quiero hablar con vuestro jefe.

—No creo que...

—Vuestro jefe. Ahora.

Mogpal suspiró, viendo que por aquel día no sería posible convencer al cliente de que se le dejara en paz. Volvió al interior de la tienda un momento para volver con una espada de empuñadura dorada, guardada en una funda de piel marrón.

—Novato, ve a buscar al Gran Líder. A estas horas debe estar cerca de la fuente del Distrito 2. Es peligroso, kupó, así que lleva esto.

Con el arma en sus manos, Sorkas estaba preparado para salir. En cuanto lo hiciese, la otra figura oculta entre las ropas lo haría detrás de él, aunque bajaría la calle hacia la plaza del Distrito 1.

[Sorkas]

Contra todo pronóstico, el pequeño grito de Sorkas llamó la atención de Mogpal que acudió al mostrador mirando el supuesto Orichalcum pero sin mostrar ninguna expresión de sorpresa. La verdad es que Sorkas admiraba esa tranquilidad de los moguris.

— ¡Deja de armar ruido, novato! — Se quejó él, tirándole una pequeña toalla manchada del sudor de los moguris—. Ni que esto fuese un mercadillo, kupó. ¿Qué desea, señor?

— Quiero vender este material —señaló el hombre de la capucha—, pero el precio no va a bajar de 480.000 platines.

Esto no era algo nuevo por desgracia. La capacidad de regateo de Sorkas seguía muy muy verde. No había logrado rebajar el precio ni 20.000 platines… Tenía que seguir mejorando.

— No parece auténtico, kupó — señaló. —. Si no es auténtico, no compramos. Como mucho le daría 500 platines como pisapapeles.

¡Sorpresa! Ni toda la preparación del mundo habría impedido la cara de sorpresa que se le quedo a Sorkas tras esta declaración.

— ¿Pisapapeles? —soltó el hombre, ligeramente enfadado—. ¿Estás de coña? Es auténtico.

— Bueno, puedo subirlo como mucho a 20.000 platines para sacarle algo de valor, kupó. Pero dudo que su utilidad vaya más allá de mera decoración, y en ningún sitio más le darán nada.

Increíble. Sorkas había ofrecido 400.000 platines y Mogpal había pedido 20.000. Sin duda, tenía que aprender.
Y cuan fue la sorpresa cuando Mogpal le guiñó un ojo haciéndole entender que sí que era verdadero. En ocasiones como esta sí que parecía que éste era un negocio solo para moguris.

— Quiero hablar con vuestro jefe.

— No creo que...

— Vuestro jefe. Ahora.

Vaya, parecía que este tipo era más duro de lo que aparentaba. Se ponía interesante la cosa. Desde luego, no iba a ser una noche corriente, las esperanzas de Sorkas de acabar su turno pronto se acababan de esfumar.

— Novato, ve a buscar al Gran Líder. A estas horas debe estar cerca de la fuente del Distrito 2. Es peligroso, kupó, así que lleva esto.

— Sí, señor.

Sorkas recibió de Mogpal una espada con una empuñadura dorada guardada en una funda de piel marrón. Nunca había tenido en sus manos una espada de tanto valor, o al menos que aparentaba tanto valor.

En cuanto se acopló la espada a la cintura, se dirigió a la puerta de la tienda y la abrió decidido a no mostrar duda. Nada más abrirla tomo el camino de la izquierda dirección al Distrito 2. Pero apenas había dado un par de pasos cuando notó una presencia a sus espaldas. Se giró precipitadamente y sacó la espada de la funda lo más rápido posible. Pero al darse la vuelta se dio cuenta de que no era un Sincorazón sino la otra persona misteriosa de la tienda que no había dirigido la palabra a Sorkas en ese tiempo.

Al principio pensó que le iba a acompañar para asegurarse de que iba a buscar al Gran Líder. Sin embargo, bajó las escaleras hacia la plaza del Distrito 1. Cuando Sorkas se relajó, enfundó la espada y no le dio más importancia, continuó su camino hacia el Distrito 2.

[Soul Artist]

El Distrito 2 estaba tan vacío que podía llegar a ser espeluznante. Ni un alma ya paseaba por aquel lugar a aquellas horas: no había rastro siquiera de los Sincorazón que tanto atemorizaban a los ciudadanos de aquel mundo. Y el silencio espeluznante no ayudaba en absoluto a relajarse.

Sorkas no veía por ninguna parte al Gran Líder. Si había estado por allí, ya se había marchado; quizás por el hotel, o al edificio más lejano por el camino de la izquierda. O quizás hacia el Distrito 3, en el camino que había hacia su derecha tras bajar las escaleras. También, junto a la fuente, había una puerta que llevaba a la parte trasera del hotel, aunque... ¿Sería seguro ir allí?

Fuera como fuese, se sentía observado. No había nadie allí, pero no podía quitarse esa sensación de la cabeza. Tenía que elegir hacia dónde ir: quizá entonces se quitase la sensación de encima...

[Sorkas]

Sorkas acababa de cerrar la puerta que unía el Distrito 2 con el Distrito 1 cuando se llevó la mano a la empuñadura de la espada mientras observaba cuidadosamente por la plaza del Distrito 2. Observó la totalidad de la plaza cuando le llamó la atención el profundo silencio que reinaba en el Distrito. Sorkas se caracterizaba porque siempre había preferido el silencio, pero tuvo que reconocer que hubiese dado lo que fuese porque cualquier cosa hubiese roto aquello.

En cuanto se hubo asegurado de que no había peligro a la vista, se encaminó hacia la fuente pero apenas había bajado las escaleras se percató que allí no había nadie, ni siquiera el Gran Líder. Dudó un instante. En seguida se dio cuenta de que si permanecía mucho tiempo quieto se convertiría en carne de comida para los Sincorazón, si es que los Sincorazón comían humanos. Tenía que decidirse rápido, tenía que encontrar al Gran Líder.

— ¿Hacia dónde se habrá ido el Líder? — pensó.

Sorkas pensó que no tendría tiempo de investigar el lugar así que se decidió por el que sería el sitio más probable. Se encaminó hacia el callejón hacia el este que conducía al Distrito 3.

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Tenía un par de preguntas. Lo primero es que me estoy basando en los mapas del Distrito 2 del DDD que hace mucho que no juego al resto de KH y no se si los han cambiado. Si hay algún problema con esto no me importa cambiar las cosas. Y lo segundo es que no se si Sorkas conoce físicamente al Gran Líder. Para saber si lo reconocería (?)

[Soul Artist]

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Sobre Ciudad de Paso:
Sí, en Kingdom Hearts había unas zonas más que no se pueden visitar en DDD (pero, al mismo tiempo, hay nuevas zonas en DDD que sí se visitan y no en el primer juego). Fuera como fuese, el camino al Distrito 3 no cambia en absoluto, y si no te acuerdas del resto ve por ahí si gustas.

Sobre el Gran Líder:
Sorkas lo conoce. Si te cruzas con él avisaré yo mismo que le reconoces, tranquilo.

El callejón estaba tan oscuro como siempre, pero por suerte ningún Sincorazón acechaba entre las sombras para acabar con Sorkas de un ataque sorpresa. El chico emprendió el camino hacia la puerta que llevaba al Distrito 3, esperando encontrar allí a su jefe.

Pero el sonido del viento cortante le detuvo, junto con una flecha ígnea que aterrizó justo delante de él, creando un muro de fuego que le bloqueó el paso por completo. Si pensó en retroceder entonces, otra flecha le detuvo en seco, con la punta liberando una barrera hecha de rayos eléctricos.

—Alto si no quieres morir.

La voz femenina provenía de por encima de la cabeza del joven. Una figura, iluminada por la luna detrás de ella y evitando poder verla con claridad, le apuntaba con un arco preparado para ser disparado en cuanto Sorkas hiciese el mínimo movimiento. Dos enormes orejas se alzaban a contraluz a la luna, revelando que, si era humana, como mínimo debía llevar una especie de sombrero de conejo. Lo poco que podía distinguir el chico es que las ropas de la misteriosa mujer eran las mismas que las del hombre de la tienda y que la figura que le había seguido por detrás al salir de la orfebrería.

—Tira tu arma a través del fuego —le ordenó ella, esperando que el chico le obedeciese—. Ya puedes empezar a hablar. Quiero saber dónde ocultan los moguris sus mayores botines.

Aquello el joven, para bien o para mal, lo sabía. En más de aquel año de trabajo con ellos, había visto cómo el Gran Líder tomaba algunos de los objetos más valiosos que llegaban a la tienda de un modo u otro y los llevaba a las alcantarillas. Una vez incluso le habían invitado a ir, aunque fue advertido del número de trampas y sorpresas que había para aquellos que no eran bienvenidos.

La mujer hablaba en serio. Si no empezaba a soltar, podía ser atravesado por una flecha y unirse a los Sincorazón.

[Sorkas]

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Muchas gracias, está ya todo claro ^^

Ya era noche total, cuando Sorkas se encaminó por el estrecho callejón que le conducía al Distrito 3 preguntándose porqué no había encontrado al Gran Líder en la fuente y donde estaban los Sincorazones que solían atacar a los ciudadanos que se aventuraban por ese Distrito a aquellas horas.

De repente un silbido seguido de una corriente de aire hizo que Sorkas se detuviera sorprendido. Cuando la sensación de sorpresa le permitió reaccionar, se percató del causante: una flecha ígnea. Al momento un muro de fuego estalló en frente suya. Pero Sorkas no se detuvo a ver el muro sino que se dio la vuelta justo en el momento que otra flecha se clavaba en la otra dirección del callejón. Esta vez la barrera era eléctrica.

Sorkas jamás había visto un Sincorazón que fuese capaz de lanzar flechas. Buscó en los tejados cercanos alguna pista que le revelase al atacante. Pero él le encontró antes:

— Alto si no quieres morir.

Reconoció una voz femenina. La voz venía de uno de los tejados justo en frente suya. Su atacante tenía forma humana y lo primero que le llamó la atención fueron sus orejas de conejo por lo que pensó que no era humana. Luego se percató de su vestimenta, era idéntica a la del segundo personaje que había entrado en la tienda y que luego salió dirigiéndose hacia la plaza del Distrito 1 aunque estaba claro que no se había quedado allí. Por último portaba un arco que le apuntaba amenazador. Sorkas se llevó la mano a la empuñadura de su espada.

— Tira tu arma a través del fuego —le ordenó ella—. Ya puedes empezar a hablar. Quiero saber dónde ocultan los moguris sus mayores botines.

Desde luego esta no iba a ser una noche normal. A pesar de la tensión de la situación, Sorkas se permitió una mueca de despecho debido a las ganas que había tenido de que los moguris le dejasen irse pronto.

Tenía que pensar rápido. Por supuesto, sabía que no debía dejar que la mujer robase todas las cosas de los moguris, pero la situación no le dejaba muchas opciones. De momento decidió obedecer la primera exigencia de la mujer y lanzó su espada hacia el muro de fuego posicionando en alto sus manos.

— Tranquilízate. Sé donde guardan los moguris esos objetos y puedo llevarte allí pero necesitarás llevarme contigo hay claves y trampas que necesitan ser desactivadas.

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No sé si Sorkas sabe donde están situadas o si sabe desactivar las trampas y claves. Lo único que necesita es ganar tiempo.

[Soul Artist]

—Bien.

La figura descendió de un salto al suelo, frente a la barrera ígnea que tenía atrapado al joven. Una vez hubo bajado, pudo verle el rostro con claridad: definitivamente no era humana, sino más bien una mezcla de conejo de piel oscura y ojos naranjas brillantes. Un casco negro de abundante decoración rodeaba su cabeza, brillando con los rayos de luz de las farolas. Recogió la espada que el chico había arrojado y la guardó en su cintura, volviendo a tensar el arco con una flecha con la punta helada hacia Sorkas.

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—Ahora, llévame al tesoro —ordenó la mujer retirando con un movimiento de manos ambas barreras y haciendo desaparecer las flechas.

Era decisión de Sorkas por dónde guiarla. Incluso igual podría despistarla; dependía de él.

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Por si decides llevarla hasta el tesoro: a los túneles se accedía por el pasillo que estaba tras el hotel. ¿Recuerdas la fuente del Distrito 2? A su lado hay una puerta por la que no podías entrar en DDD. Ese es el camino.

Tienes otros caminos para tomarte tu tiempo si lo prefieres, como el propio hotel. La cosa es tuya.

[Sorkas]

— Bien.

Dicho esto, el individuo femenino bajo cerca de Sorkas de un salto. Ahora que la veía más de cerca le quedó claro a Sorkas que la mujer no era humana. Tenía un aspecto de conejo pero una complexión humana. Le llamó la atención sus ojos naranja intenso y también el casco que portaba que seguro podía sacarse una gran cantidad de platines si lo vendía a los moguris.

La mujer se acercó a la espada que le habían dado los moguris y se la guardó para sí. Sorkas sabía que aunque lograse salvar la guarida de los moguris, solo por la espada ya le iba a caer una buena bronca. Después, volvió a cargar el arco con una flecha que provocó un escalofrío a Sorkas debido a la sensación de frío que emanaba de la flecha.

— Ahora, llévame al tesoro — ordenó la mujer retirando con un movimiento de manos ambas barreras y haciendo desaparecer las flechas.

A partir de ahora no podía cometer ningún fallo. En el tiempo que había pasado, Sorkas había trazado un plan, aunque tal vez debido a la presión no iba a ser precisamente muy efectivo. De momento era lo mejor que tenía:

— Está bien, no hace falta que me apunte con el arco. Sígame.

Acto seguido, Sorkas se encaminó intentando aparentar seguridad de vuelta a la plaza del Distrito 2, pero de vez en cuando miraba nervioso a sus espaldas para ver si le seguía. Su intención era guiar a la mujer a la alcantarilla donde guardaban todo los moguris.

[Soul Artist]

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Eché a suertes la situación lo que te podía pasar y esto es lo que ha salido. No sé si era parte de tu plan al pararte frente a la fuente, pero...

El ambiente se mostró más cargado al llegar a la fuente. Las farolas parpadearon, como si la electricidad estuviese fallando; la mujer se distrajo con aquellos flashes, como si le llamaran la atención.

—Démonos prisa —ordenó, dejando ver algo de nerviosismo en su voz.

Se acercó a la espalda de Fran y le empujó pinchándole ligeramente con la punta de la flecha que tenía tensada en el arco, en modo de aviso para que se diese prisa.

El sonido de algo metálico y grande, sin embargo, les detuvo a los dos. La mujer dejó definitivamente de apuntar hacia el chico y se dirigió hacia los tejados, de donde el ruido provenía, alerta. Fuese lo que fuese lo que se movía, la estaba poniendo nerviosa, realmente nerviosa.

—¿Qué es eso? —preguntó en alto, intentando reconocer los sonidos. Parecían... Pisadas. Pisadas de gigante.

Y entonces sucedió. Caídas del cielo, distintas piezas aterrizaron a un par de metros de ambos, asustando a la mujer y obligándola a retroceder con un salto. Los trozos de metal comenzaron a juntarse respecto al mayor de todos, de color morado y con lo que parecía ser un gran casco redondo encima suyo, ocultándole los amarillentos ojos que les vigilaban. Era gigantesco, enorme. Y por el símbolo de su pecho, su peor pesadilla en aquella situación: un sincorazón.

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—¡No! —gritó simplemente la mujer

Una de las flechas de la híbrida se dirigió directa a la cabeza del Sincorazón, pero este pudo atraparla en el aire y aplastarla sin apenas esfuerzo. Acto seguido, contestó con un contraataque lanzando uno de sus brazos directamente a ella, dejándola inconsciente de un solo golpe.

La espada de Sorkas se deslizó a apenas unos centímetros de ella, libre de nuevo. El chico podía huir y abandonarla a su suerte, haciéndole pagar por lo que le había hecho, pero... ¿Sería tan cruel como para hacerlo? Había muchas salidas y el Sincorazón estaba concentrado en ella. Nunca se sabía...