[La Red] Son ellos... o yo

Prólogo de Nathan Knight

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Lun May 25, 2015 6:03 pm

Pobre Nathan Knight. Aquel muchacho había tenido una vida tranquila, viajando de un lado a otro para ampliar su saber, y siendo su hermana melliza la única preocupación que tenía. Ni siquiera él habría llegado a imaginarse la que se le iba a venir encima. ¿Quién le iba a decir que aquel misterioso disco que encontró sería el principio de todo?

Inocente de él, lo introdujo en la computadora de su nave gumi, quizás esperando encontrar algo de valor en su interior. Pero nada lejos de la realidad, lo único con lo que dio fue la puerta a los problemas que se le avecinaban: la máquina comenzó a cargar una serie de códigos desconocidos para él que circulaban a toda velocidad por la pantalla. Por mucho que intentase detenerla, el ordenador haría caso omiso a cualquier comando que introdujese.

Tras un rato, la cascada de números y símbolos cesó, siendo sustituida por un mensaje que parpadeaba en la pantalla:

Solicitud para los juegos confirmada. Diviértete.


Del monitor salió una potente luz blanca que bañó todo el interior de la nave. Todo a su alrededor empezó a fragmentarse en miles de cubos que eras arrastrados a la pantalla, y Nathan sintió como aquella misteriosa fuerza intentó hacer lo mismo con él.

Podía resistirse todo lo que quisiese, pero sería inútil: La luz se lo tragó.

***


Una vez que el joven intelectual recobrase el sentido, en lo primero que repararía es que ya no se encontraba en su nave. A su alrededor no encontraría nada más que decenas de edificios, todos ellos de un lúgubre tono grisáceo y con múltiples franjas luminosas que recorrían su superficie. Las estructuras de allí no eran lo único deprimente, ya que si alzaba la vista, daría con un cielo tormentoso que azotaba la ciudad.

Antes de que el chico llegase a moverse, se percataría de que no estaba solo: al fondo de la calle en la que se encontraba se podían vislumbrar a tres figuras que se encaminaban hacía su posición. Los individuos en cuestión vestían con un traje negro de una sola pieza por el que circulaban patrones de luz naranja, con la cabeza cubierta por un casco que impedía verles el rostro, y blandiendo unas lanzas a juego con la indumentaria.

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El trío se plantó delante de Nathan, inmóviles cual estatuas, observándolo fijamente y sin pronunciar palabra alguna. ¿Cómo procedería el muchacho?

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¡Te doy la bienvenida a tu... *ojea la libreta* ...tercer prólogo, Astro! Como ya estarás algo ducho en el asunto (jarljarljarl), solo espero que te resulte entretenido lo que te tengo preparado.

Así pues, demos comienzo al show... por tercera vez.
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Ronda #1 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Sab May 30, 2015 6:14 pm



¿Pero qué coño... ?

Números, secuencias de códigos, y todo tipo de símbolos raros habían empezado a aparecer en la pantalla. ¿Qué le pasaba ahora al ordenador de la nave? Igual el disco encontrado contenía algún virus o algo por el estilo. ¡Fantástico! Tendría que pasar todo el día reparándolo, no tenía pasta para llevarlo a un taller.

Reprimiendo las ganas de darle un puñetazo a la pantalla, estiré el brazo para presionar el botón de extracción del disco, pero antes de que llegara a tocarlo...

Solicitud para los juegos confirmada. Diviértete.

No tuve tiempo para moverme ni reaccionar. Una fuerte luz salió de la pantalla, inundándolo todo y empezando a convertir las cosas en extraños cubos que se veían arrastrados hacia el origen de la luz.

Intenté moverme, pero no hubo forma de resistirse. Mi cuerpo también se vio afectado, y en un segundo me había visto arrastrado hacia el interior de la pantalla.

Empezaba bien el día.

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Me zumbaban los oídos, y me costaba centrar la mirada. Acababa de despertarme, y todavía tenía una sensación de mareo en el estómago. ¿Qué había pasado? Inspiré y espiré, esforzándome en tranquilizarme y que pudiese pensar con normalidad. Tenía que seguir mis propias normas sobre cómo afrontar situaciones extrañas, y el primer paso era levantarse y asegurarme de que estaba bien. Lo siguiente, sería observar lo que había a mi alrededor e intentar deducir dónde estaba y cómo había llegado hasta ahí.

Vale, estoy vivo. Sin heridas, un poco mareado, pero bien. Segundo paso, ¿dónde estoy...?

Desde luego, no era mi viaje nave. Parecía una especie de ciudad, pero muy peculiar. Creo que a Vic le habría gustado. Estaba en lo que debía ser el centro de una calle, rodeado de unos extraños edificios oscuros, con líneas de luces fosforescentes por varias partes que les daban un toque bastante chulo. Eso sí, el cielo parecía cargado con nubes de tormenta, apenas se podía ver nada a través de él.

Saqué el móvil del bolsillo trasero del pantalón y eché un par de fotos a los edificios, pero mientras me giraba para hacer una más me encontré con algo nuevo: no estaba solo. Tres tíos, vestidos con trajes negros con luces naranjas y con casco incluido, avanzaban directamente hacia mí. Que cada uno fuese armado con una especie de bastón no era muy tranquilizador.

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¿Serían policías o algo por el estilo? Desde luego, lo parecían, pero eso no me aseguraba que fueran a ayudarme. Antes de que me diera cuenta, se habían plantado delante de mí y me miraban sin decir una palabra. Qué incómodo. La opción de echar a correr ahora que estaban tan cerca estaba descartada, así que tocaba optar por el diálogo, a ver qué pasaba.

¡Hola! ¿Podrías ayudarme? —les dije, levantando un poco la mano como gesto de saludo—. Creo que me he perdido, y no estoy muy seguro de dónde estoy...

Con un poco de suerte, serían amigos y no enemigos. ¿No...?
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Dom May 31, 2015 1:33 pm

Nathan no rehuyó de los tres misteriosos individuos, si no que optó por entablar conversación con ellos, en un intento de obtener información acerca de donde había ido a parar. Sin embargo, ninguno de los guardias se inmutó: No hablaron, no se movieron… Tan solo se quedaron mirándolo, o eso es lo que daban a entender, puesto que sus expresiones estaban ocultas por el tinte negro de los cascos.

Hasta que uno de ellos, el del centro, movió el brazo con el que sostenía la lanza, y acercó la punta al pecho de Nathan.

Usuario número 13 localizado.

El arma generó una corriente eléctrica que sacudió el cuerpo entero de Nathan con violencia. La descarga no fue muy potente, no lo suficiente como para causarle quemaduras o daños mayores, pero sí para que sus músculos se entumecieron y se desplomase en el suelo. Derribado y sin opción a defenderse, el muchacho sintió como el resto de los sentidos se le iban apagando.

Cayó inconsciente, pero no sin antes oír de uno de los hombres de negro lo siguiente:

Se procede al traslado del usuario a los Juegos.

***


Era ya la segunda vez que Nathan se despertaba en un lugar desconocido. Cuando recuperó el conocimiento, no divisó ni rascacielos fluorescentes, ni cielos tormentosos. En su lugar, percibió que se encontraba en una amplia sala rectangular de color azul eléctrico, careciente de puertas, ventanas y cualquier otro detalle.

Eso sí, no era el único: Encontraría cerca de una veintena de personas desperdigadas por toda la habitación. La gran mayoría de ellas denotaban confusión, reflejándola con toda clase de estados de ánimo: unos se dedicaban a rondar por la sala de forma inquieta. Otros, se limitaron a pegar gritos al aire. Y aquellos que no tenían tanta fuerza de voluntad como los anteriores, no hicieron más que sollozar y rogar que les sacasen de allí.

El desconcierto reinaba en aquella sala.

¡¿Qué clase de broma es esta?! ¡Tengo una reunión muy importante en menos de un cuarto de hora!

¡Y-yo lo único que quería era instalar ese juego nuevo! ¡¿Por qué estoy aquí?!

De pronto, la iluminación de la habitación comenzó a atenuarse, acallando el griterío. Del techo surgió el enorme rostro de una mujer de pelo blanco, labios negros, y facciones que se asemejaban a las de una máquina. Sus relucientes ojos dotados de un iris ámbar examinaron con detenimiento a todos los presentes, que contemplaban con temor la maquiavélica sonrisa que esbozó la cabeza.

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Bienvenidos —habló, pese a que en ningún momento hizo ademán de vocalizar— a la Red.
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Ronda #2 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Dom May 31, 2015 6:43 pm


Usuario número 13 localizado.

Fue la única respuesta que me dieron. Al principio se habían quedado callados, como si estuvieran ignorándome, hasta que el tipo del centro me apuntó con su arma directamente al pecho. ¿Usuario? ¿Número 13? ¿De qué hablaba? Vale, ya empezaban a cabrearme.

Di un paso atrás, con el ceño fruncido, intentando alejarme de la lanza con cuidado.

¡Eh! Quita ese palo de ahí si no quieres que te lo meta por el cu...

No pude terminar la frase. Una descarga, proveniente del arma, recorrió todo mi cuerpo provocando que me desplomara al suelo. Auch. No era la primera vez que me electrocutaban, pero nunca tan fuerte. Intenté resistirme, pero fue inútil. Mi propio cuerpo no me respondía, y notaba cómo me pesaban cada vez más y más los párpados.

Os voy... a...

Se procede al traslado del usuario a los Juegos.

Fue lo último que pude escuchar antes de caer inconsciente por segunda vez seguida.

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Agh... Mi cabeza...

Esto de despertarse con dolor de cabeza ya no me hacía gracia. Frotándome la sien, me incorporé con cuidado, recordando poco a poco lo que había pasado con los supuestos guardas y la descarga que me habían llevado. ¡¿Quién coño se habían creído que eran para ir por ahí electrocutando a la gente?!

Inspiré y espiré, intentando calmarme. Me encontraba bien, al menos, quitando el zumbido de la cabeza. Vale, bien. Segundo paso, ver dónde estaba. La respuesta... No fue la que me esperaba.

¿Dónde cojones me han llevado? —musité, poniéndome en pie.

Ya no había edificios, ni calles, ni siquiera un cielo nublado. Estaba metido en una especie de habitación rectangular azul, sin ninguna puerta ni ventana a la vista. Para rematar, no estaba solo. Al menos una veintena de personas estaban repartidas por la sala, merodeando de un lado a otro en busca de respuestas. Porque, por su aspecto, todos estaban igual de perdidos que yo sobre la situación. Unos andaban, otros lloraban, y algunos incluso le gritaban al aire.

¡¿Qué clase de broma es esta?! ¡Tengo una reunión muy importante en menos de un cuarto de hora!

¡Y-yo lo único que quería era instalar ese juego nuevo! ¡¿Por qué estoy aquí?!

Eso me gustaría saber a mí... —Por sus comentarios, estábamos encerrados. Genial.

No había dado dos pasos, cuando las luces empezaron a apagarse. La imagen de una mujer apareció en el techo, observándonos con unos inquietantes ojos amarillos. Daba repelús verla. Su piel y todo su aspecto en general daban la sensación de que no era del todo humana, e incluso podía ser una máquina, pero no estaba seguro.

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Bienvenidos —Aunque hablaba, ni siquiera movía la boca—, a la Red.

¿La Red? A pesar de haber viajado tanto, no me sonaba ese nombre. Aunque tampoco es que fuera importante en aquel momento. Ya estaba bastante cabreado con la descarga y los dos desmayos seguidos, y que ahora estuviera encerrado con un montón de gente no ayudaba para nada a que me calmase.

¡¡Eh, tú, seas quién seas!! —grité, señalando al techo con un claro gesto de cabreo—. ¡¿De qué coño va todo esto?! ¡¿Por qué nos habéis encerrado aquí?!
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Lun Jun 01, 2015 3:13 pm

Los gritos de cabreo de Nathan no hicieron más que unirse a las protestas de la muchedumbre enfurecida. Abucheos, súplicas e insultos salieron de la boca de aquellos que estaban atrapados en la sala. Todos obviamente, dirigidos a la cabeza femenina anclada al techo, la cual se limitó a mostrar una larga hilera de dientes blanquecinos, manteniendo su macabro semblante.

Vosotros, usuarios, habéis sido seleccionados para jugar a la 5ª edición de los Juegos del Enjambre —explicó a los presentes con tal neutralidad, como si de un mensaje automatizado se tratase—. En esta ocasión, contamos con 21 participantes que se someterán al nuevo desafío que hemos preparado: el Laberinto.

La enorme cara desapareció, sustituyéndola un plano holográfico de un descomunal laberinto rectangular, con un círculo en el centro. Si Nathan se fijaba bien, se percataría de que el laberinto no solo contaba con pasillos: pequeñas zonas cuadradas se repartían entre las bifurcaciones.

Seréis repartidos entre los puntos de inicio del Laberinto. Desde allí, tendréis que abriros paso por las diferentes pruebas que os aguardarán en el recinto y alcanzar la línea de meta: el centro.

—¡Dejaos de juegos y milongas, secuestradores! —Uno de los presentes alzó la voz, enervado, y apuntando con el índice al techo—. ¡Lo que queremos es que nos saquéis de aquí de una maldita vez!

El rostro de la mujer volvió a emerger, lanzándole al alborotador una mirada llena de desdén.

Veo que tenemos algunos impacientes. Siempre los hay —manifestó con tono cínico—. Aquellos que logren alcanzar el centro del Laberinto y sobrevivir, se les ofrecerá un puesto en el ejército personal de nuestro señor Clu… O la salida a este mundo.

>>Pero permitidme advertiros que las plazas para ambos casos… son MUY limitadas.

De repente, en pleno centro de la sala, el suelo se abrió. Varios de los secuestrados tuvieron que apartarse de un salto antes de que la repisa que emergió del agujero les arrollase. En su superficie había repartidos varios discos metálicos, con patrones de luces de todos los colores y formas.

Antes de entrar al laberinto, a cada jugador se le hará entrega de un disco de identificación. Serán vuestras armas, así que yo de vosotros procuraría conservarlo —esclareció la voz de la mujer—. Cabe mencionar que no esperábamos a tantos jugadores para esta edición, por lo que hemos tenido que supliros tanto con los discos más novedosos, como con algunos desactualizados. Elegid rápido si no queréis quedaros con las… sobras.

La cabeza gigante desapareció, haciéndose el silencio. Los recién nombrados jugadores contemplaron con anhelo los distintos discos que tenían a su disposición. A los pocos segundos, los presentes se abalanzaron hacia la repisa como si les llevase la vida en ello, esperando hacerse con el disco que les otorgase la victoria y, a la vez, su libertad.

Nathan ya había oído la advertencia de la mujer: si quería conseguir un disco decente, tendría que darse prisa.
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Ronda #3 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Lun Jun 01, 2015 8:12 pm



Vosotros, usuarios, habéis sido seleccionados para jugar a la 5ª edición de los Juegos del Enjambre. En esta ocasión, contamos con 21 participantes que se someterán al nuevo desafío que hemos preparado: el Laberinto.

¡¿Juegos del qué?!

No sólo se había puesto a sonreír, sino que ahora la mujer robótica nos decía que teníamos que participar en una especie de prueba (o "juego", como ella lo había llamado) para la que habíamos sido seleccionados. Tuve que contener las ganas de subirme por las paredes para darle un puñetazo en la cara (más que nada, porque me caería en el intento). ¡¿Quién coño se habían creído que eran para tratarnos así?!

Observé, esforzándome por no explotar de rabia, la imagen que mostraba del nombrado laberinto. Pasillos, bifurcaciones, habitaciones cuadradas... Parecía un rompecabezas bastante complejo.

Seréis repartidos entre los puntos de inicio del Laberinto. Desde allí, tendréis que abriros paso por las diferentes pruebas que os aguardarán en el recinto y alcanzar la línea de meta: el centro.

—¡Dejaos de juegos y milongas, secuestradores! —protestó otro de los "participantes"—. ¡Lo que queremos es que nos saquéis de aquí de una maldita vez!

Tenía toda la razón, así que me limité a asentir. La situación se estaba poniendo más fea a cada momento, y debía intentar mantener la mente fría. Si hablaba... Me dejaría llevar por la ira que me comía por dentro. Menos mal que Victoria no estaba en la nave cuando puse el disco. Con ella aquí, no habría sido capaz de controlarme al imaginármela en peligro.

Veo que tenemos algunos impacientes. Siempre los hay. —Encima no era la primera vez que lo hacían. ¡¿Qué clase de gente habitaba este mundo?!—. Aquellos que logren alcanzar el centro del Laberinto y sobrevivir, se les ofrecerá un puesto en el ejército personal de nuestro señor Clu… O la salida a este mundo.

>>Pero permitidme advertiros que las plazas para ambos casos… son MUY limitadas.

Antes de que nadie más pudiera añadir palabra alguna, el suelo del centro de la habitación se elevó, mostrando una repisa repleta de extraños discos de distintos colores e incluso formas. Todos metálicos, eso sí. ¿Ahora qué?

Antes de entrar al laberinto, a cada jugador se le hará entrega de un disco de identificación. Serán vuestras armas, así que yo de vosotros procuraría conservarlo. Cabe mencionar que no esperábamos a tantos jugadores para esta edición, por lo que hemos tenido que supliros tanto con los discos más novedosos, como con algunos desactualizados. Elegid rápido si no queréis quedaros con las… sobras.

Dicho lo último, el rostros de la mujer robot desapareció. Hubo un momento de tenso silencio por toda la sala, con la mayoría de los presentes mirando los discos. Lo que había dicho de los discos... No, no serían capaces de ser tan idiotas.

Pero sí lo fueron.

¡¿Qué coño hacéis?! —protesté a gritos, sin nada de éxito, viendo cómo se abalanzaban en avalancha hacia la repisa para coger el mejor disco que pudieran—. ¡Esto es lo que ella quiere, que entremos en su estúpido juego! ¡¡Agghh!!

Me llevé las mano a la cabeza, gritando de rabia. Vale, tenía que pensar con claridad en la situación. ¡Pero sólo podía pensar en partirle los dientes a la cabrona de la pantalla! Inspiré, espiré, y esperé a que los demás hubieran terminado de coger su disco. No tenía opción de escapar de allí, así que tendría que seguir la corriente de este "Juego" e ir improvisando por el camino.

Fui el último en ir a coger un disco de identificación. Sin embargo, yo lo cogí con un plan diferente a los demás. Fue un impulso que me vino a la cabeza en cuanto lo toqué, y que ni siquiera me esforcé en reprimir. ¿El plan ese de seguir las instrucciones e ir improvisando? Bah, a la porra.

Agarré el disco con determinación, giré sobre mis talones y lo lancé con toda la fuerza y la mala hostia que pude hacia la pantalla del techo.

¡¡No pienso obedeceros, ¿me oís?!!
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Mar Jun 02, 2015 2:48 pm

Al ser uno de los últimos en elegir, Nathan obtuvo un disco que no transmitía mucha confianza por su aspecto: numerosas rasguños y abolladuras se repartían por su superficie metálica, y la luz blanca que emitían los neones tintineaba de forma sospechosa, amenazando con apagarse en cualquier momento. Lo que estaba claro, es que aquel disco ya se había usado, pero a saber cuántas veces.

«Enhorabuena, usuario. Has seleccionado el…»


¡¡No pienso obedeceros, ¿me oís?!!

Una voz robótica resonó desde el disco, pero antes de que acabase la frase, Nathan, en un acto de rebeldía, arrojó el disco hacia la pantalla del techo. Varios de los participantes clavaron sus miradas en él, estupefactos, debatiéndose entre catalogar al chico de valiente o necio.

Y el discó voló, oscilando temerosamente durante el trayecto, como si tuviese algún defecto en la maniobrabilidad. Aun así, logró alcanzar su objetivo, restallando en la pantalla y soltando montones de chispas. El sonido que provocó al chocar fue similar al de un arma láser (si es que Nathan conocía su funcionamiento) impactando contra una superficie sólida.

Pero daños, ni uno. La pantalla quedó totalmente intacta.

Es más, el disco rebotó y salió disparado, realizando el mismo trayecto que antes en dirección a Nathan, pero con una velocidad muy superior a la anterior. Llegó a las manos del joven con tal fuerza, que lo empujó y tiró al suelo, quedándose tendido boca arriba.

No te queda otra alternativa: Obedecer… o perecer.

La cabeza de la mujer volvió a emerger, fulminando con sus fulgurantes ojos ámbar al muchacho.

Y ya que se te ve tan animado, Número 13, serás de los primeros en entrar. —Bajo los pies de Nathan apareció un círculo de luz. No era el único, ya que también surgieron debajo de otros tres jugadores—. Números 6, 3, 19 y 13. Se procede a vuestro traslado al Laberinto.

El círculo brilló con intensidad, brotando de este una columna de luz que se tragó a Nathan. Pasaron varios segundos, y el fogonazo de luz cesó, pero para su sorpresa, descubriría que ya no se encontraba en la misma sala de antes. En su lugar, se toparía delante de sus narices con un largo pasillo del que no se podía distinguir su final, con paredes que alcanzaban los cinco metros de altura y de la misma tonalidad que el habitáculo en el que lo habían encerrado.

Por supuesto, los tres jugadores que la mujer había mencionado aparecieron junto a él, todos siendo varones que estarían entre los quince y veinte años de edad. Sin embargo, ninguno de ellos miró con muy buena cara a Nathan, mostrando expresiones de temor y desconfianza. El numerito de antes había tenido sus consecuencias, y lo mismo se pensaban que si les había tocado permanecer con un alborotador que había desafiado a los organizadores del juego, no tendrían muchas posibilidades de salir con vida.

Esos tres iban a ser los compañeros de Nathan durante su trayecto por el laberinto, y por el momento, ninguno parecía estar muy cómodo a su lado.
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Ronda #4 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Jue Jun 04, 2015 7:34 pm


«Enhorabuena, usuario. Has seleccionado el…»

No llegué a escuchar más. Cuando cogí el disco, aquella voz empezó a sonar, pero al lanzarlo dejé de oírla. El objeto salió disparado a toda velocidad hacia el techo, aunque no tan recto como me habría gustado. ¡A ese chisme le debía de pasar algo, yo no tenía tan mala puntería!

Chocó contra el techo, causando un ruido que me recordó al de un arma láser, pero sin dejar ni un mísero rasguño en la superficie. ¡Venga ya! Por si no era poco, la sorpresa mayor llegó con el rebote. El disco volvió a mí a toda velocidad, mucha más que antes, y cuando lo cogí la potencia me tiró al suelo de cuelo.

No te queda otra alternativa: Obedecer… o perecer.

La imagen de la mujer robótica había vuelto. La miré, desafiante, mientras ella hacía lo mismo conmigo.

Y ya que se te ve tan animado, Número 13, serás de los primeros en entrar.

¡Más quisieras tú, chatarra andante, no pienso moverme de aquí! —declaré, levantándome un poco dolorido por la caída—. ¡Y tengo nombre, no soy ningún numero!

Por bocazas, un círculo de luz apareció bajo mis pies. Mierda.

Números 6, 3, 19 y 13. Se procede a vuestro traslado al Laberinto.

Intenté moverme, pero fui demasiado lento. Un fogonazo de luz me envolvió, cegándome y causando que se me revolviera el estómago. Ugh, la sensación se parecía a cuando fui tragado por la pantalla del ordenador. Y con razón: cuando la luz desapareció, estaba en un lugar diferente a la sala de los discos.

Un largo pasillo, que no parecía tener final, me rodeaba. Las paredes (bastante altas) y el suelo eran del mismo material que ya había conocido, e incluso del mismo color.

Como pille a esa cabrona le voy a arrancar todos los cables —gruñí para mi mismo, pensando en la mujer robot, sin darme cuenta de que no estaba solo.

Porque no lo estaba. Tardé un poco en darme cuenta, pero me habían mandado al laberinto (suponía que ya estaba dentro) con otros tres tíos. Encima, todos me miraban mal. ¡Como si yo fuera el malo!

¿Qué? ¿Tengo monos en la cara o qué?

Estaba demasiado enfadado con la situación como para hacer amigos. ¡Que les dieran por culo, yo sólo quería salir de aquí! Miré el disco que tenía en la mano, lamentándome por primera vez de no haber intentado coger uno bueno.

No podía ponerle solución. Malhumorado, eché a caminar por el pasillo a ritmo ligero, sin importarme si los otros me seguían o no. Seguía sin querer participar en este ridículo "juego", pero tampoco iba a ser tan idiota como para quedarme sentado sin hacer nada ahora que estaba dentro.

Encontraría la salida a mi manera, y luego le metería el disco por el culo a la mujer robot. Sí, buen plan.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Vie Jun 05, 2015 5:17 pm

¿Qué? ¿Tengo monos en la cara o qué?

Ninguno de los tres jugadores dijo palabra alguna ante la réplica de Nathan. Dos de ellos (uno castaño, y el otro de pelo negro) aparataron sus miradas de inmediato, amedrentados por el temperamento del joven. El tercero, un chico rubio, aguantó un poco más, devolviéndole una mirada recelosa, pero no tardo en imitar a sus otros compañeros. El trio no tardó en reaccionar y se puso en movimiento, siguiendo el único camino disponible.

Nathan, por su parte, hizo lo mismo. Estuvieron caminando durante varios minutos por el largo pasillo. En ningún momento se toparon con ninguna bifurcación o esquina que les obligase a girar. Todo recto, dando a entender que aquel trayecto estaba hecho a posta para que acabasen en un lugar en concreto. La travesía fue silenciosa, ya que ninguno de los tres compañeros de Nathan soltó prenda en ningún momento. Y tampoco le responderían si éste intentaba entablar conversación.

Finalmente, alcanzaron un portón doble al final del pasillo. Al abrirlo, se encontraron al otro lado con una sala que no casaba para nada con la estructura del laberinto. Una habitación roja ornamentada con un estilo oriental: cuadros con caracteres pertenecientes a la lengua de aquella cultura, farolillos colgando del techo, jarrones de los que salían cañas de bambú, y un amplio tatami de madera situado en el centro.

Bienvenidos a vuestra primera prueba, jugadores. —La voz de la mujer les recibió, sin que su enorme cabeza hiciese acto de presencia—. No temáis, pues empezaremos con una sencilla… para algunos.

Una puerta que se encontraba en el otro extremo por el que habían entrado se iluminó.

La puerta que os permitirá continuar por el Laberinto permanecerá cerrada, pero eso tiene fácil solución: se abrirá en el momento en el que uno de vosotros se suba a la repisa del centro para afrontar la prueba de esta sala. El resto de los jugadores podrán salir sin necesidad de someterse la prueba si así lo desean, pero el desafiante se verá obligado a superarla si quiere continuar. Es decisión vuestra qué hacer.

La voz calló. Entonces, tras haber pasado tan solo unos cinco segundos, Nathan notaría el tacto de varios pares de manos en su espalda. Para cuando quiso darse cuenta, se vio empujado en dirección al tatami. Sus pies dieron con el escalón que permitía subirse a la plataforma, perdiendo el equilibrio y cayendo de bruces sobre la superficie de madera. Una vez dentro, una barrera se levantó alrededor del tatami, impidiéndole salir.

¡Lo siento, pero uno se tiene que quedar!

Si alzaba la vista, se encontraría a sus compañeros corriendo en dirección a la puerta de la salida, ahora abierta de par en par. Antes de atravesarla, el chico rubio le dirigió una mirada fugaz, afligido.

Todos queremos sobrevivir. No nos lo tengas en cuenta…

Y se marchó junto a los otros dos. Le habían abandonado.

¿Eres tú quien osa desafiarme, jugador?

De pronto, del suelo del tatami comenzó a surgir lo que parecía una figura humana. Corpulenta, alta (mediría cerca de unos tres metros) y embutida en una robusta armadura de samurái de tonos rojos. Lo único que dejaba ver su casco kabuto eran unos fulgurantes ojos blancos que se clavaron en Nathan.

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Hagamos como que no tiene las armas de fuego


Acepto el reto, pues —confirmó con una voz portentosa que resonó junto a un eco metálico—. Nos batiremos en un duelo del que solo un contendiente saldrá vencedor.

El samurái se acercó a Nathan con unos pasos que hicieron crujir la madera del tatami. En cuanto tuvo al joven a unos meros centímetros de distancia, alzó el brazo, amenazante, y pronunció:

¡Piedra —Cerró el puño de la extremidad que tenía levantada—, Papel —Pasó a abrir la mano, extendiendo la palma—, y Tijeras! —Y volvió a esconder los dedos, salvo el índice y el mediano—. Éstas serán las armas que usaremos. Escoge la tuya bien, jugador, pues dispondrás de una única oportunidad.

Efectivamente, le había retado a una ronda del clásico Piedra, papel, o Tijeras. El gigantesco guerrero zarandeó su brazo, a la espera de que Nathan se preparase para confrontarle con su propio juego.

La gran pregunta: ¿Cuál de las tres “armas” elegiría para confrontar al samurái?
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Ronda #5 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Sab Jun 06, 2015 6:50 pm



Sin que ninguno dijera palabra, los cuatro avanzamos por el largo pasillo que no tenía fin. ¿En serio esto era un laberinto? ¡Pues no lo parecía! ¡¿Dónde estaban las bifurcaciones y los callejones sin salida?! Menudo timo. Encima, los otros tres tíos que me acompañaban seguían mirándome mal. Imbéciles.

Afortunadamente, encontramos una salida: un portón nos esperaba al fondo del pasillo. Lo que nos encontramos al cruzarlo me sorprendió bastante, e incluso llegué a plantearme si habíamos saltado a otro mundo. Toda la decoración de la nueva sala era de tipo oriental, la reconocía de un par de mundos así que había visitado durante mis viajes, y no encajaba para nada con lo que me había ido encontrando hasta ahora en la Red. Me agaché para observar con detenimiento lo que más llamaba la curiosidad: el enorme tatami de madera desplegado en el centro. ¿Sería que...?

Bienvenidos a vuestra primera prueba, jugadores. —Di un respingo al escuchar aquella maldita voz, buscando por todas partes la imagen de su cabeza—. No temáis, pues empezaremos con una sencilla… para algunos.

Ojalá consista en darte una paliza.

Solté un sonoro gruñido, mirando con mala cara la puerta que se había iluminado de pronto. Seguía sin tener intención alguna de participar en sus puñeteros juegos.

La puerta que os permitirá continuar por el Laberinto permanecerá cerrada, pero eso tiene fácil solución: se abrirá en el momento en el que uno de vosotros se suba a la repisa del centro para afrontar la prueba de esta sala. El resto de los jugadores podrán salir sin necesidad de someterse la prueba si así lo desean, pero el desafiante se verá obligado a superarla si quiere continuar. Es decisión vuestra qué hacer.

¿Estaba de coña? Me crucé de brazos, observando el tatami con el ceño fruncido. Vale, estaba atrapado en este maldito laberinto. Podía presentarme voluntario para luego negarme a realizar la prueba, pero no sabía con seguridad qué podrían hacerme...

No tuve tiempo para seguir pensándolo. De pronto, noté como me empujaban hacia el interior del cuadrilátero con bastante fuerza. ¡¿Qué coño?! Ni siquiera pude levantar los pies para evitar el escalón: caí de morros sobre el tatami, provocando que una barrera surgiera en los límites de la madera.

Mis compañeros me acababan de arrastrar a participar. Genial. Cabrones.

¡Lo siento, pero uno se tiene que quedar!

¡¿Pero de qué coño vais?! —grité, levantándome con rapidez para mirarles.

Ya era tarde, el trío había echado a correr hacia la salida, dejándome todo el marrón a mí. Apreté los puños con fuerza, cagándome mentalmente en sus ancestros, aunque en el fondo podía llegar a entenderles... Pero si volvía a ver a alguno de los tres, pensaba darles un puñetazo en la cara.

Todos queremos sobrevivir. No nos lo tengas en cuenta…

¡Largaos de una vez! —le dije, girando sobre mis talones para no verles más.

Ahora debía centrarme en la prueba, que debía de empezar en cualquier momento...

¿Eres tú quien osa desafiarme, jugador?

Unos pasos hicieron crujir el suelo. Tuve que alzar la vista para poder mirar a la cara a la persona que acababa de aparecer en el tatami. ¡Era enorme...! Ah, y era un samurai. Bueno, tenía sentido si mirabas el resto de la sala. Con la típica armadura oriental, casco incluido, hablaba con un tono metálico.

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Jo-der. ¿Qué te daba tu madre para desayunar de pequeño, esteroides? —En serio, como mínimo debía de medir unos tres metros.

Di un paso hacia atrás, en guardia, esperándome un ataque en cualquier momento. Me había peleado antes, sí, pero nunca contra algo tan grande.

Acepto el reto, pues. Nos batiremos en un duelo del que solo un contendiente saldrá vencedor.

¿Un duelo? Si era un samurai, entonces sería de espadas. Genial, era un puto inepto con las espadas. Volví a dar otro paso hacia atrás cuando se acercó, pensando que en cualquier momento sacaría su arma e intentaría trincharme como si fuera un pavo. Las tenía claras, dudaba bastante que pudiera vencerlo a base de puñetazos y patadas. Levantó el brazo y...

¡Piedra, Papel, y Tijeras!

Con cada palabra, había movido los dedos en una posición diferente, imitando los gestos del popular juego. Parpadeé varia veces, perplejo, sin llegar a entenderlo.

¿Perdón...?

Éstas serán las armas que usaremos. Escoge la tuya bien, jugador, pues dispondrás de una única oportunidad.

Espera, espera, ¿en serio me estaba retando a un duelo de Piedra, Papel o Tijera? Esto debía de ser una broma. ¡Parecía un chiste!

Pero no lo era. El samurai gigante ya estaba agitando el brazo, preparado para jugar. En otra situación habría seguido con mi plan de ser un rebelde y negarme a participar, pero aquello era tan absurdo y divertido que no pude resistirme a intentarlo. Al fin y al cabo, sólo Piedra, Papel o Tijera, ¿no?

Agité el brazo al mismo ritmo que él, y cuando llegó el momento... Elegí dejar el puño completamente cerrado.

¡Piedra!
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Lun Jun 08, 2015 6:02 pm

Y el juego comenzó. Ambos contrincantes extendieron el brazo, dispuestos a darlo todo en la única ronda que harían. Nathan mostró su puño cerrado, habiendo optado por usar la Piedra. Por parte del samurái, su extremidad reveló dos dedos extendidos que confrontaban al “arma” elegida por el muchacho.

Piedra ganaba a Tijeras, de modo que Nathan se hizo con la victoria.

He… perdido… —El samurái, afectado por su repentina derrota, se tambaleó y cayó sobre sus rodillas, haciendo retumbar el suelo debido a su peso—. Bravo, jugador. Has demostrado ser un digno oponente.

El guerrero alzó su mano, materializando en su palma una katana de absurdas dimensiones, acordes a la estatura de su dueño. Con movimientos gráciles, empuñó el arma con suma facilidad hasta dirigir la punta a su propio pecho.

Mi labor ha terminado. Eres libre de continuar, jugador.

Dicho eso, se atravesó a si mismo con la espada. Su cuerpo explotó en miles de cubos rojizos que cayeron al suelo y se fundieron con este volviendo por el mismo sitio que había venido. Al mismo tiempo, la barrera que rodeaba el tatami se desvaneció, dejando vía libre a Nathan para abandonar la sala y retomar su travesía por el laberinto.

Vuelta a la temática plana y azulada de la que hacía gala el recinto. No obstante, si Nathan esperaba recorrer otro pasillo recto que le llevase a la siguiente prueba, estaría rotundamente equivocado. Esta vez, el laberinto hizo honor a su nombre: el joven se topó con incontables bifurcaciones y caminos sin salida que pusieron a prueba su paciencia, teniendo que desandar sus pasos en más de una ocasión. A lo sumo, había estado su buena media hora deambulando por los pasillos.

Finalmente, el destino decidió apiadarse de él, y tras tantas vueltas dadas, acabó en un extenso pasillo en el que vislumbraba una puerta al fondo. Al cruzarla, se encontraría en una salita rectangular, sin ninguna clase de decoración que la caracterizase, pero con un panorama poco alentador.

¡No, por favor! ¡No quiero morir!

Dos figuras humanas destacaban en pleno centro. Una de ellas pertenecía a un hombre de complexión musculosa y cabello corto blanquecino. En su mano portaba un disco de identificación que proyectaba una intensa luz verde larga y puntiaguda, la cual se había expandido de tal forma que parecía que estuviese blandiendo una pica.

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El otro individuo le resultaría muy familiar a Nathan: el chico rubio del grupo que le había dejado tirado en la sala del tatami se encontraba postrado en el suelo, boca arriba, con la cara empapada en lágrimas, y temblando como un flan mientras el tipejo fornido lo vigilaba, sin siquiera inmutarse.

En aquel instante, el aterrado chaval se percató de la presencia de Nathan y viró la cabeza en su dirección, devolviéndole una mirada suplicante y extendiendo el brazo hacía él. No hubo palabra alguna por su parte, pero se sobreentendía que le estaba rogando que le ayudase.

Pero ya era demasiado tarde: El arma láser del albino se hundió en la espalda del chico, perforándole completamente. Sus ojos se tornaron blancos, y tras varios espasmos, dejó de moverse. Entonces, su cuerpo sin vida empezó a desfragmentarse en partículas digitales que se elevaron, perdiéndose en el aire.

Llegas justo a tiempo, Número 13. —Se escuchó la voz de la mujer robótica—. Permíteme explicarte la situación: El jugador que tienes delante, el Número 7, se está sometiendo ahora mismo a la prueba de esta sala al haber sido el primero en entrar.

Al igual que en la sala anterior, una puerta que se encontraba en el otro extremo por el que había entrado Nathan se iluminó. Si miraba un poco más arriba, repararía en un panel con cuatro focos: dos de ellos iluminados, y los otros dos apagados. Al rato de que el cuerpo inerte del rubiales se deshiciese por completo, el tercer foco se encendió también.

La única manera que tiene el Número 7 de salir de aquí es acabando con otros cuatro jugadores. Tres ya han perecido en sus manos, y tú te acabas de presentar voluntario para ser el cuarto.

Nathan escucharía un sonoro portazo a sus espaldas. Si se giraba, descubriría que la puerta por la que había entrado estaba cerrada a cal y canto. Le habían encerrado

Si el Número 7 consiguiese ponerle fin a tu vida de la misma manera que hizo con los Números 6, 3 y 19, se le recompensaría con un atajo que le acercaría más al centro del laberinto. Pero en el hipotético caso de que se diese lo contrario —se le escapó una risita—, el premio te lo llevarías tú.

>>Ahora, luchad. Y que gane el mejor.

El fornido hombre alzó la mirada hacia Nathan y echó a correr en su dirección, con el disco-pica en ristre. Sus ojos vacíos no reflejaban emoción alguna, tan solo el puro instinto de supervivencia. Ya había asesinado a tres personas, y estaba totalmente decidido a hacerlo por cuarta vez consecutiva para ganarse su libertad.

Si Nathan quería salir con vida de esta, tendría que oponer resistencia. Esta vez iba a en serio.
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Ronda #6 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Jue Jun 11, 2015 7:45 pm


Elegí piedra. Y él... Tijeras.

Mis piedras rompen tus tijeras, grandullón —comenté, satisfecho.

Sí, había sido una victoria de pura suerte, pero oye, sentaba bien.

He… perdido… —Se dejó caer sobre las rodillas, como si acabara de darle una paliza—. Bravo, jugador. Has demostrado ser un digno oponente.

¿Y ahora qué...? ¡Uah, ¿qué haces?!

Di un brinco hacia atrás al ver que invocaba una katana enorme, acorde a su tamaño. En un principio me temí lo peor, que se tomara mal la derrota o algo parecido e intentara atacarme, pero no pude estar más equivocado.

Mi labor ha terminado. Eres libre de continuar, jugador.

¡¡E-espera, para!!

De nada sirvieron las palabras. Se clavó su propia katana en el pecho, sin dudarlo ni un segundo, y estalló en cientos y cientos de pequeños cubos rojos que desaparecían al poco de tocar el suelo. La barrera que rodeaba el tatami también se desactivó, permitiendo que continuara el camino, pero... Tardé un poco en moverme. Me quedé hasta que el último cubo se hubo desvanecido, dándole vueltas a todo el asunto.

Aquel samurai gigante... ¡¿Se había suicidado?! Pero la gente dejaba sangre al morir, no explotaba en cubos. Casi parecía que ni siquiera fuese humano. El disco del ordenador, la ciudad tan moderna con luces de neón, la mujer robot, la "Red", el laberinto, aquella muerte tan rara... Todo parecía digital, como si estuviera en un juego de realidad virtual.

¿Pero acaso era posible? Debía de serlo.

Con esas ideas en la mente, salí de la habitación oriental y continué mi camino por el puñetero laberinto. Y menudo asco de laberinto: si antes me había quejado de que fuese todo línea recta, no pude lamentar más que no volviera a ser así. Al cabo de cinco minutos, ya estaba convencido de que había pasado por el mismo sitio unas ocho veces.

¡Oh, venga ya! —protesté, al encontrarme un nuevo callejón sin salida al que no dudé en arrearle una patada.

Tuve que pasar aproximadamente una media hora (aunque a mí me pareció el doble) pasillo para arriba, pasillo para abajo, hasta encontrar el camino correcto. Pero lo que descubrí al llegar a una nueva sala de prueba... Hubiese preferido seguir perdido.

¡No, por favor! ¡No quiero morir!

Esta vez la habitación no tenía ningún tipo de decoración, pero ya había alguien allí cuando llegué. Uno, era el mismo tío rubio que había estado conmigo en la sala del samurai, el que se "disculpó" por dejarme todo el marrón a mí, tirado en el suelo. De pie encima de él, había un cachas de pelo blanco que blandía su disco cual pica. Espera, ¿se podía hacer eso con los discos?

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¿Qué estáis haciendo...?

El rubio me miró, con un gesto suplicante, pero poco pude hacer. El grandote bajó su arma a toda velocidad, clavándosela en el pecho y provocando que todo su cuerpo se desvaneciese en fragmentos.

¡¿Qué coño acabas de hacer?! —le grité al albino, dando un paso hacia atrás, en posición defensiva.

¡Acababa de matarle! ¡Dios! ¿Acaso era parte de la prueba de la sala, como el samurai...? No, él tenía un disco, era otro "jugador". ¡¿Entonces por qué cojones le había matado?!

Llegas justo a tiempo, Número 13. —La voz de mi amiga del alma volvía a hacer acto de presencia—. Permíteme explicarte la situación: El jugador que tienes delante, el Número 7, se está sometiendo ahora mismo a la prueba de esta sala al haber sido el primero en entrar.

Confirmado, era un jugador. Mientras hablaba, reparé en que un foco se había iluminado al fondo de la sala, junto a la puerta de salida. Había otros dos iluminados, y un cuarto todavía apagado.

La única manera que tiene el Número 7 de salir de aquí es acabando con otros cuatro jugadores. Tres ya han perecido en sus manos, y tú te acabas de presentar voluntario para ser el cuarto.

Con los ojos abiertos como platos, intenté retroceder a toda velocidad sin dejar de mirar al albino por seguridad, pero me choqué de espaldas con la puerta que acababa de cerrarse.

No me jodas...

Si el Número 7 consiguiese ponerle fin a tu vida de la misma manera que hizo con los Números 6, 3 y 19, se le recompensaría con un atajo que le acercaría más al centro del laberinto. Pero en el hipotético caso de que se diese lo contrario, el premio te lo llevarías tú.

>>Ahora, luchad. Y que gane el mejor.

¡No pienso matar a nadie! —grité, furioso, sin saber muy bien adónde mirar, apretando tanto los puños que hasta me hice daño.

Apenas tuve tiempo para pensar o volver a quejarme, el cachas se lanzó a por mí a toda velocidad. Tenía una expresión rara en la cara, prácticamente neutra, como si no estuviese sintiendo nada. ¡¿Que coño le pasaba a ese tío?! ¡No podía ir asesinando así como así!

Eché a correr todo lo rápido que pude para huir de él, sin detenerme, aunque tuviera que dar vueltas por la sala. Era más grande que yo, así que seguro que más fuerte, pero al menos rezaba por ser más rápido.

¡¿A ti qué te pasa?! ¡Te están usando como su mono de feria, no tienes por qué hacerlo! —le gritaría mientras corría—. ¡No dejes que ella te controle!

Si las palabras no servían para nada y acababa alcanzándome, no me quedaría otra que defenderme a base de patadas y puñetazos lo mejor que pudiera. Al ser tan grande, atacaría a sus rodillas para desestabilizarle. Pero no usaría el disco en ninguna circunstancia.

Yo no era un asesino.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Dom Jun 14, 2015 4:08 pm

Nathan optó por alejarse lo máximo posible del hombre conocido como Número 7, siendo lo más sensato que pudo hacer por su parte. En el último instante, se apartó de un salto de la peligrosa pica láser que blandía el musculitos, restallando en el suelo y produciendo un estridente sonido similar a cuando se arañaba una pizarra.

Tras eso, el chico escapó hasta el otro extremo de la sala, vociferando su desacuerdo con aquel espectáculo:

¡¿A ti qué te pasa?! ¡Te están usando como su mono de feria, no tienes por qué hacerlo! ¡No dejes que ella te controle!

El albino giró sobre sus talones lentamente hasta que tuvo de nuevo a Nathan en su campo de visión. Le volvió a dirigir aquella mirada inexpresiva, sin darle opción a adivinar que se le estaría pasando por la cabeza… Aunque en esta ocasión, abrió la boca para demostrar que no carecía del don del habla:

¿”No tengo por qué hacerlo”? —La profunda voz del gigantón repitió las palabras de Nathan con un timbre de incertidumbre—. ¿Acaso no eres consciente de tu situación? ¿De NUESTRA situación? —La, hasta ahora, inexpresiva cara del albino pareció denotar un atisbo de orgullo —. Esto no es un simple juego en el que tengas que avanzar. Es supervivencia. La ley del más fuerte.

Volviendo a alzar su disco, el Número 7 inició la marcha en dirección a Nathan con pasos suaves, tranquilo consigo mismo. No había razón para las prisas, era más que consciente de que su presa no podría huir muy lejos en una habitación cerrada.

Tus compañeros te dejaron atrás, ¿no es así? —indagó mientras caminaba—. Antepusieron su supervivencia, y para ello tuvieron que librarse del lastre que les retenía. De ti.

Nathan fue retrocediendo, a la par que el gigantón se le iba a cercando poco a poco.

>>De la misma forma que yo antepuse mi supervivencia y los maté —alegó—. En este lugar no hay compañerismo que valga, lo único que importa es tu vida. Son ellos… o yo.

La mujer robótica, que en todo momento permaneció oculta desde que se dio inicio a la prueba, se permitió soltar una cínica carcajada que resonó por toda la sala.

Las malas noticias llegaron para Nathan: sin darse cuenta, acabó acorralado en una esquina según iba rehuyendo al asesino con el que le habían encerrado. Por supuesto, el Número 7 no tardó en desaprovechar la metedura de pata de su objetivo, preparando la punta de su pica para perforarle de una estocada. El joven, consciente de que ya no podía huir más, decidió plantarle cara, prefiriendo usar sus puños antes que el disco por cuestiones éticas.

Lo que ocurrió a continuación… No se lo esperaría casi seguro.

En cuanto apretó el puño y lo lanzó, Nathan sentiría como una misteriosa fuerza le impulsaba. O, más bien, forzaba a que su extremidad avanzase con mayor velocidad a la que estaría acostumbrado. Su puño conectó con el vientre del albino, justo antes de que la pica (a unos escasos centímetros de su cara) le alcanzase, y un destello blanco le envolvió los nudillos, haciendo retroceder con una portentosa fuerza a su enemigo unos cinco metros.

Nathan repararía en que su mano había sido recubierta por un holograma blanco que se asemejaba al puño de un gigante, y más aún en que su propio disco había llegado misteriosamente al dorso de su mano, pronunciando el siguiente mensaje con una voz mecanizada:

Rol Monje activado. Funciones de combate cuerpo a cuerpo mejoradas.


El Número 7 se llevó la mano a su dolorido estómago y clavó unos refulgentes ojos en el muchacho. No, lo que reflejaban no era la simple rabia por haber sido dañado. Su mirada denotaba un sentimiento que no había mostrado hasta ahora, tal vez porque su rival había decidido oponer la resistencia que sus predecesores carecían: emoción.

Arqueó la espalda y, enarbolando su prominente brazo, arrojó su disco contra Nathan. La luz verde que proyectaba la lanza se comprimió alrededor del artefacto, para luego expandirse y transformarse en una hoja circular que aumentó considerablemente el rango de alcance del disco y su letalidad.

Nathan tendría que apañárselas para evitar que la peligrosa arma le partiese en dos, esquivándola, saltando por encima o con cualquier ocurrencia que tuviese. Pero tenía que hacerlo ya.
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Ronda #7 - Son ellos... o yo

Notapor Astro » Mié Jun 17, 2015 6:45 pm



¿”No tengo por qué hacerlo”? ¿Acaso no eres consciente de tu situación? ¿De NUESTRA situación?

¡Llevo quejándome desde que llegamos!

Esto no es un simple juego en el que tengas que avanzar. Es supervivencia. La ley del más fuerte.

¡Oh, venga ya, no me vengas con esas!

Por si no fuera poco con la sarta de locuras que estaba soltando, dejó de correr tras de mí para limitarse a perseguirme andando. Sí, vale, estaba encerrado en esta sala y no tenía forma de escapar, pero al menos si quería matarme podía esforzarse un poco más.

Tus compañeros te dejaron atrás, ¿no es así? Antepusieron su supervivencia, y para ello tuvieron que librarse del lastre que les retenía. De ti.

¡A-al menos ninguno intentó matarme! —le rebatí, aunque no demasiado convencido.

Joder, en eso tenía razón, habían sido unos cretinos integrales al haberme dejado ahí a su suerte. Pero eso no significaba que mereciesen morir, desde luego.

>>De la misma forma que yo antepuse mi supervivencia y los maté. En este lugar no hay compañerismo que valga, lo único que importa es tu vida. Son ellos… o yo.

Me niego a aceptar eso, que lo sepas. —Una carcajada, de la cabrona de pelo blanco, resonó por toda la sala—. ¡Tú te callas, so cabrona!

»Vale, tienes tus traumas o lo que sea, lo pillo. Pero en serio, eso no es excusa, piensa en lo que estás hacien...

Callé de golpe al notar que chocaba contra la pared. Había estado hablando mientras caminaba de espaldas, sin darme cuenta de que acababa de arrinconarme a mí mismo en una esquina de la habitación. ¡Mierda! Intenté salir pitando de allí, pero ya era muy tarde: el cachas se percató también de mi situación y corrió a aprovecharla, bloqueando cualquier vía de escape.

Sólo me quedaba defenderme.

Lancé un puñetazo a su estómago con toda la fuerza que pude, al mismo tiempo que él bajaba su pica hacia mi cara. Mi golpe acertó primero, liberando un inesperado destello en los nudillos que empujó a mi enemigo unos cuantos metros atrás. ¡¿Qué acababa de pasar?! Sentía como si toda mi mano temblara, llena de una fuerza que desde luego no era normal.

Al mirar mi puño, descubrí que el disco de alguna manera se había colocado en el dorso de mi mano y que había generado algo como el holograma de un puño gigante alrededor de ella, explicando cómo había sido capaz de golpear con tanta fuerza. Parpadeé repetidas veces, dudando de lo que veía. ¿Qué coño...?

Rol Monje activado. Funciones de combate cuerpo a cuerpo mejoradas.


¿Monje? Si la que cree en dios es mi hermana...

No tuve más tiempo para pensar, porque el musculitos albino volvía a la carga. Con una mirada que expresaba una mezcla de emoción y enfado, me lanzó el disco a toda velocidad. Guiado por el puro instinto, rodé a un lado para intentar esquivarlo.

Tenía claro que no serviría de nada seguir hablando con él, no atendería a razones. En ese caso, haría que me hiciese caso a golpes. Ahora al menos tenía un "arma" con la que luchar en condiciones. Sin perder ni un segundo, y justo después de que el disco volviese a él, salí disparo al ataque.

Esta vez, sí que atacaría la rodilla. Cuando llegara a su posición, fingiría un puñetazo a su cara con la zurda (la mano que no tenía el disco), para cambiar rápidamente, pillándole desprevenido, y golpear con el puño del disco su rodilla. Si conseguía tumbarle o que se agachara, concentraría toda mi fuerza en otro puñetazo a la cara con el brazo bueno.
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Re: [La Red] Son ellos... o yo

Notapor Drazham » Jue Jun 18, 2015 5:24 pm

Una voltereta realizada a tiempo por parte de Nathan fue suficiente para apartarse de la trayectoria del mortal disco, pasándole de refilón con un ensordecedor zumbido. El arma chocó contra la pared volvió a las manos de su dueño, momento que aprovechó el joven para contraatacar.

El Número 7 le vio correr hacia él con el puño que no portaba el disco en alto, por lo que reaccionó cubriéndose con los brazos. Pero no tuvo en cuenta la pequeña trampa de Nathan, quien, en el último momento, bajó el guantelete holográfico y le propinó un derechazo en la pierna que le hizo trastabillar, cayendo sobre sus rodillas.

El grandullón gruñó, alzando la vista hacía Nathan, que levantó el guantelete triunfal, dispuesto a hundírselo en la cara. Las tornas habían cambiado: su rival estaba en una posición desventajosa, y Nathan estaba dispuesto a ponerle fin al combate con el golpe de gracia.

Pero el destino fue cruel, y la peor de las situaciones dio lugar:

Nathan sintió un súbito bajón de fuerza que le hizo tambalearse por la pérdida de equilibrio. La energía que impulsaba con tanto ímpetu su puño se había esfumado, y si se permitía mirarlo, comprobaría que la proyección del puño gigante tintineaba… hasta que se desvaneció. El disco también se apagó, desprendiéndose del dorso de su mano y cayendo al suelo. El joven ya comprobó en su momento que el desgastado artilugio no estaba en su mejor momento; le había fallado en el momento más crucial.

De pronto, una mano se cernió sobre la cara de Nathan, hundiendo sus dedos en la carne con saña y apresándolo. El Número 7, con una implacabilidad increíble, había aprovechado su desconcierto para agarrarle y alzarle en el aire, para luego estamparle en el suelo. Los músculos de Nathan se estremecieron por la brutal sacudida, dejándolo tendido y sin posibilidad de responder a la acción del albino. Si intentaba moverse, sus articulaciones responderían con punzadas de dolor que le retendrían

Su rival, mostrando su característica impasividad en el rostro, materializó la pica de su disco y la alzó sobre el pecho de Nathan. Ya nada podía hacer el joven al respecto: había perdido, y tan solo le quedaba esperar la misma sentencia de los otros tres jugadores que habían tenido el infortunio de acabar en esa habitación.

Pero el arma no bajó. Nathan escuchó un fuerte chasquido a las espaldas del gigantón, y si se fijaba, descubriría unos ojos blancos en su cara. La pica láser se desmaterializó y el albino se desplomó en el suelo como un saco de patatas.

Menudo aburrimiento de combate. Ya me estaba cansando de tanto esperar.

Cuando el Número 7 cayó, reveló detrás suya la figura de una chica de cabello negro recogido en dos coletas y ojos zafirinos. Vestía con un traje gótico de tonalidades blancas y negras, complementado con una diadema azul y unas medias negras que le daban ciertos aires de princesita. Ni que decir que no pegaba ni con cola en un sitio así.

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Atención: entrada ilegal en el Laberinto detectada —sonó de sopetón la voz de la mujer robótica—. Intrusa, identifícate. ¿Cómo has sobrepasado la seguridad del recinto?

La chica ignoró la amenazante voz y se acercó al cuerpo inconsciente del musculitos. Tomó del suelo su disco y lo inspeccionó concienzudamente. Al rato, una mueca de desprecio indicó que no parecía satisfecha con lo que encontró y dejó caer el disco de mala manera. Lo siguiente que hizo fue acercarse a Nathan, dedicándole una mirada altruista.

Tu disco —espetó, extendiendo su palma—. ¡Vamos, no tengo todo el día! ¡Pásame tu disco!

Para entonces, Nathan ya habría recuperado parte de la movilidad de su molido cuerpo, pudiendo acceder a la petición (más bien, orden) de la muchacha. De no hacerlo, ésta se limitaría a arrancarle el disco de un tirón.

Al igual que el otro, se puso a mirarlo de arriba abajo. Pero en esta ocasión, una sonrisa triunfal se mostró en su rostro. Se dirigió a Nathan y le dijo:

Hoy es tu día de suerte: tengo una oferta para ti —Jugueteó con el disco entre sus dedos—. Quieres largarte de este sitio, ¿verdad? Ya te lo estoy viendo yo en la cara. Pues bien, lo único que tienes que hacer es venirte conmigo con esto —le mostró el disco—, y hacer todo lo que yo te diga.

Número 13, no lo hagas —intervino la voz de la mujer, tajante—. Aléjate de la intrusa, o las consecuencias serán terribles.

La chica entornó los ojos y viró la cabeza con cara de pocos amigos.

¡A callar! Métete en tus asuntos.

¿Y Nathan? ¿Qué haría al respecto? ¿Confiaría en esa completa desconocida?
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