[Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Prólogo de Alanna

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Dom Jul 16, 2017 7:49 pm

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¡Bienvenido a tu prólogo! Ya sabes cómo va esto así que simplemente espero que disfrutes de volver a los inicios.

Recuerda que el nivel 14 todavía no lo tienes temáticamente.

¡Vamos a por ello!


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La vida de Alanna solía ser tranquila. Apenas encontraba a nadie, quizás a algún que otro cazador furtivo, y cuando se acercaban los subordinados de la temible Maléfica, solo tenía que esconderse y esperar a que pasaran de largo. Cada vez eran más, cierto, pero no les gustaba el bosque. Seguramente Emmeryn le habría contado historias de los habitantes de las Ciénagas, antiguos enemigos de los goblins y orcos, cuya influencia los mantenía alejados.

Pero desde hacía un mes, las cosas habían cambiado. El bosque se llenó de humanos. Por supuesto, sabía que había un reino abandonado, otro donde se encontraba Maléfica y un tercero, gobernado por el rey Huberto, que apenas se mantenía en pie. No eran necesarios dos dedos de frente para comprender qué había ocurrido cuando riadas de mujeres, ancianos y niños empezaron a refugiarse en el bosque. Casi no había hombres y la mayoría estaban heridos.

Se internaron todo lo posible en el bosque, huyendo de orcos y otras tantas criaturas que ahora penetraban una y otra vez el linde, y empezaron a talar árboles y a buscar más y más comida para sobrevivir.

Alanna podía haberse acercado a orientar o a compartir comida, o haberse mantenido aparte, pero esa mañana ya tuvo que comprometerse con los humanos.

Había amanecido lloviendo y el invierno prometía ser frío, aunque todavía no lo suficiente para que nevara. Apenas sí habría puesto un pie fuera de la cama cuando escuchó unos golpes en la puerta. Sonaron fuertes, pero irregulares. Por el ruido que hizo la puerta, daba la impresión de que algo estuviera apoyado contra ella.

Alanna tendría que decidir qué hacer, porque si tardaba mucho, los golpes volverían otra vez (aunque más y más débiles).
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Dom Jul 16, 2017 9:14 pm

«Oh, abuela. Si pudieses levantar cabeza… ¿Cómo han cambiado tanto las cosas desde que te fuiste?»

Vaya si habían cambiado. Hasta hace tan poco había llevado una vida tan simple, lejos del populacho, y sin tener que complicarse de tener que involucrarse más de la cuenta con aquellos que “no eran como ella”, salvo con su queridísima abuela. Lejos, también, para que aquellos que seguían a la Bruja Negra nunca la encontrasen, cerca de un lugar que, según Emmeryn, tenían prohibido pisar por las fuerzas que lo custodiaban. No era la vida más emocionante, y era con la que le toco lidiar, pero al menos era amena.

Las preguntas le asaltaban. ¿Cómo había sucedido? ¿Cómo y por qué todo se había torcido de una manera tan cruenta?

Ya hacían cinco meses que su abuela falleció. Tan poco tiempo, y Alanna no daba crédito a que su falta fuese nada más que el principio de todo. Sin comerlo ni beberlo, el bosque dejó de ser el paraje tranquilo en el que se crió y transformarse en un campo de refugiados. Porque todas esas personas aterradas y malheridas que llegaron eran eso, refugiados de la guerra. Reconoció más de una cara entre todo ese gentío de las veces que fue al poblado más cercano para hacer recados. Pero lo que más le extrañó y atemorizó fue que huyesen al bosque, y no a la capital del reino de Huberto, que en estos tiempos se encargaba de acoger a quienes sobrevivieron a las tropas de la bruja.

Pero si no acudieron allí, solo podía significar que ya no tenían reino alguno donde refugiarse

¿Y en que dejaba eso a Alanna? En una situación muy delicada, por supuesto. Era un hecho que el bosque sería el último bastión seguro para todos, pero eso significaba tener que convivir con ellos. Quince años ocultando sus dos pequeños “secretos”, y nunca antes se había sentido tan alarmada de que pudiesen salir a la luz. Ya no solo por la enorme cantidad de miradas, también por los rumores acerca de que los orcos y los huargos no eran los únicos peligros que rondaban por allí. Hablaban de… monstruos.

Sus preocupaciones no hacían más que crecer aquella mañana, despertada por el repiqueteo de la lluvia. Llevaría cerca de cinco minutos sentada en la cama, mirándose las escamosas garras con las que había cargado desde siempre. Con tantas habladurías sobre seres inhumanos, ¿qué le pasaría a ella si descubrían sus dos manos no humanas? El miedo a que no la aceptasen, a diferencia de su abuela, la acongojaba de solo pensarlo.

Entonces, un golpeteo en la puerta hizo que se sobresaltara y se levantase de la cama de un bote. Se llevó las manos al pecho, como si así pudiese ocultaras de ojos furtivos, hasta que se dio cuenta de que su miedo era exagerado; no había nadie que la pudiese ver. Corrió a ponerse los guantes de cuero que descansaban en una mesita y avanzó con paso dudoso a la puerta. Habría jurado escuchar que algo se desplomaba sobre ella justo después de que tocasen.

¿Quién va? —preguntó en voz alta, a escasos centímetros de la entrada.

Le respondieran o no, alargó el brazo y abrió la puerta muy despacio, asomándose por ella.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Lun Jul 17, 2017 5:07 pm

Hubo una respuesta débil, casi ininteligible. Cuando Alanna abrió la puerta, se encontró con que algo pesado la empujaba hacia dentro. Pudo prepararse, pero no había ningún atacante al otro lado. Al bajar la mirada vio a un joven que había resbalado hasta casi dar al suelo. Levantó la cabeza, mostrando un rostro agraciado y peligrosamente pálido. Puso expresión de alivio.

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Gracias a...—No tuvo fuerzas para terminar la frase. Si Alanna se fijaba, vería que tenía herido un costado, del que emergía una larga flecha oscura—. Por favor, necesito...

Entonces, al fondo, escuchó un toque de cuerno. Uno que Alanna habría terminado conociendo muy bien.

El joven, apoyado sobre un codo, miró hacia el bosque con desazón y luego a la joven de nuevo. Parecía a punto de desmayarse, quién sabía si por la pérdida de sangre.

Mis… hombres me están… buscando. Os prometo… que os recompensaré. Por favor, no puedo permitirme…

Se tambaleó y apoyó la cabeza contra la puerta, con los ojos prácticamente cerrados.

¿Qué hacía con él? Ahora empezaba a escuchar el aullido de los huargos. ¿Meterlo en casa? Pero ¿y si seguían el rastro de sangre? ¿Le daría tiempo a limpiarlo? Es más, ¿y si el chico se le moría, qué hacía? Tendría que ocuparse de él, sacarle la flecha, vendarlo…

¿O lo dejaba fuera y que se lo llevaran? No tenía nada que ver con ella, ¡había llevado los problemas a la puerta de su casa!

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Tienes libertad con la casa, excepto meterme salidas secretas o túneles. Puede haber un desván y un sótano, por si decides esconder a Felipe. Pero no me pongas que la chica tiene desinfectantes modernos y recuerda que los remedios caseros con hierbas se tienen que preparar y le llevarían un ratito o/.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Mar Jul 18, 2017 12:03 am

Efectivamente, algo o alguien estaba empujando la puerta. Alanna tuvo que hacer un poco de fuerza para que al abrirla no se la llevase por delante o le diese en la cara. Nerviosa, se asomó un pelín afuera para darse cuenta de que lo que la estaba empujando yacía en el suelo.

¡Oh, dioses!

Alanna abrió mucho los ojos, horrorizada, y se llevó una mano a la boca nada más descubrir a un joven de aspecto mortecino, desplomado en el vano de la entrada. Incapaz de emitir cualquier sonido del susto que se llevó, se limitó a acuclillarse delante del chico y alargó unos temblorosos brazos hacia él sin llegar a rozarle. Se había quedado bloqueada del todo al percatarse de la flecha en su costado y la sangre que empapaba su ropa.

Gracias a... —Alanna salió de su ensimismamiento al escuchar la débil voz del joven—. Por favor, necesito...

Y sus palabras se las tragó el sonido de un cuerno que reverberaba desde el bosque. Alanna aguantó el aliento y empalideció, pues cualquiera que no fuese un ignorante sabía quiénes eran los únicos que usaban un cuerno a modo de llamada. ¡Horror, los huestes de la bruja! Y la mirada furtiva del hombre al interior del bosque solo reafirmó sus sospechas.

¿Os han seguido…? —le preguntó con un hilillo de voz, clavándole unos ojos iracundos—. Dioses, decidme que no os han…

Mis… hombres me están… buscando. Os prometo… que os recompensaré. Por favor, no puedo permitirme…

Alanna fue a replicarle cuando el chico se le desplomó en el vano, ya sin fuerzas. Frustrada, se mordió el labio inferior y trató de reincorporarle un poco con mala gana. ¿Recompensarla? ¡Lo único que quería es que no tuviese a una panda de orcos y goblins rondando por su casa!

Pero supo que ya era tarde cuando el primer aullido de esos lobos gigantescos que montaban los orcos le puso los pelos como escarpia. ¡Demonios! Chasqueó la lengua y agarró en brazas al desfallecido para dejarlo dentro, no muy lejos de la entrada. El muy insensato le habría metido en un entuerto de un par de narices, pero tampoco podía deshacerse de él por las buenas y dejarlo a su suerte; su abuela nunca se lo hubiese perdonado de abandonarlo.

Además, si los huargos no lo habían cazado en su estado… Aún tenía una posibilidad. Salió a la intemperie y aprovechó el fango para removerlo y ocultar las marcas de sangre. Con el tiempo en su contra, no se esmeraría más de la cuenta, sólo lo suficiente para dificultar su visibilidad. Luego, ya sería cuestión de rezarles a los guardianes del bosque para que la lluvia hiciese el resto y ocultase el olor.

Lo siguiente fue su maltrecho invitado. Volvió a cargárselo encima y corrió escaleras arriba hacia el desván que se usaba por despensa. Allí arriba tendría casi todo lo necesario para hacerle un tratamiento de urgencia: paños, vendajes, hierbas… Extendió una manta sobre la que dejó al joven y se puso a rebuscar entre los estantes para aprovisionarse. El corazón le palpitaba de lo nerviosa que estaba, nunca antes había necesitado administrar primeros auxilios.

«Vamos, Alanna, serénate. El ungüento que solía preparar la abuela…», su dedo índice zigzagueaba entre los botes de hierbas hasta localizar las adecuadas, agarrando puñados pequeños que por poco se le escapaban de la mano.

Vale, tenía lo indispensable. Sin embargo, le preocupaba más la flecha y la sangre que manaba de la herida, tenía que cortar la hemorragia cuanto antes. Con una cuchara de madera, lo primero que encontró, se arrodilló a la altura del chico y le retiró la ropa para dejar al descubierto la zona en donde la tenía clavada. Tomó aire y lo exhaló, para después acercarle a su paciente la cuchara a la boca.

Morded. Esto va a doleros —le advirtió. Lo último que necesitaba es que se pusiese a chillar como un descosido y le oyesen los orcos —. ¿Listo? A mi señal.

Y a su señal, con paños ya preparados para lo que venía, tiró de la flecha con un movimiento firme, procurando no hacer ni el más mínimo aspaviento que agravase la herida. En cuanto la dichosa flecha estuviese fuera de su costado, se prepararía para comprimir la zona, vendarle y ponerle en la frente un paño húmedo en la frente nada más estuviese fuera de peligro. Entonces ya se podría poner manos a la obra con el remedio de hierbas.

Aunque en el proceso, se acordó de algo que le mencionó el hombre. De estar consciente y en condiciones de hablar, musitaría:

¿Habéis dicho… que teníais hombres a vuestro servicio? ¿Están muy lejos de aquí?

Hombres. Entonces… ¿Era alguna especie de cargo importante?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jul 18, 2017 8:16 pm

Morded. Esto va a doleros —El joven miró la cuchara con algo de aprensión, pero abrió la boca, obediente—. ¿Listo? A mi señal.

Él respiró hondo y se aferró a la manta, cerrando con fuerza los ojos. Cuando Alanna tiró, se le escapó un gemido ahogado y también resopló por la nariz. Se arqueó sin poder evitarlo, pero apretó los dientes.

No gritó.

Se quedó laxo mientras Alanna se ocupaba de sus heridas, con la mirada borrosa y la cuchara resbaló de sus labios.

¿Habéis dicho… que teníais hombres a vuestro servicio? ¿Están muy lejos de aquí?

Agua… por favor…—En cuanto ella le diera un poco, se estremecería al escuchar los aullidos de los lobos, pero contestó a su pregunta—: Los perdí tres kilómetros al… norte. Estarán persiguiendo a los orcos. Gracias por…

Los aullidos sonaron tan cerca que les pusieron la piel de gallina a los dos. Y aún más cuando escucharon las voces.

¡Encontrad al príncipe u os juro que os corto a todos la cabeza! ¡Entrad a esa casa!

El joven miró a Alanna con las mandíbulas apretadas y, de pronto, la cogió por la muñeca. Quizás notara algo en sus manos, o quizás no. En todo caso, no les echó más que un vistazo, porque tenían prioridades mucho más importantes.

Si corréis, os perseguirán. Toda esta casa debe oler a vos, así que no os encontrarán por el olfato. Si me cubrís con hierbas y a vos también en algún sitio, podremos sobrevivir.

»Por favor. No puedo morir aquí, mi pueblo me necesita, Aurora me… Por favor.


No tardarían en ir a derribar la puerta. Hasta asomarse por la ventana era peligroso si quería contar su número. Pero contaba con unos segundos imprescindibles para decidir. El desván sin duda tendría cosas para esconderse y estaría menos limpio que la planta inferior. Pero ¿de verdad debería arriesgarse a que los encontraran a ambos? ¿Y si intentaba escapar? ¿O enfrentarse a los orcos? Al fin y al cabo, tendrían que subir uno a uno por la escalera. Seguro que tenía alguna escoba o hacha que usara para cortar leña…

O no. Alanna no encontraría armas como tal, solo herramientas. Si quería un cuchillo o un hacha, tendría que bajar corriendo y esconderse, porque con probabilidad no podría volver a subir sin que la vieran.

También podía escapar. Claro que había huargos pero conocía el bosque mejor que ellos. Podría librarse de ellos si trepaba a un árbol lo suficiente rápido.

Por último, estaba la opción de entregar al príncipe. El príncipe que, con toda probabilidad, la había condenado a muerte porque tenía que haber ido a su maldita casa y no a otro lugar menos llamativo a buscar refugio.

En cualquier caso, el príncipe no diría nada y acataría su decisión.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Mar Jul 18, 2017 10:04 pm

Ni le hubiese hecho falta ver la expresión de su “invitado” convaleciente para adivinar que arrancar una flecha de la carne dolería a rabiar. Al menos no emitió más que algún quejido incontenible, y con el vendaje puesto ya había pasado la peor parte. O eso quería pensar Alanna, porque los aullidos de esos malditos perros seguían escuchándose y no le estaban haciendo mucho bien a su corazón, golpeteándole el pecho sin descanso.

Agua… por favor…—Alanna obedeció de inmediato a su petición y alargó la mano a un cuenco con agua que tenía preparado. Le ayudo a incorporarse un poco y acercó el cuenco para que bebiese—. Los perdí tres kilómetros al… norte. Estarán persiguiendo a los orcos. Gracias por…

Hubo otro aullido, pero uno que sonó tan cerca que por poco se le resbaló el cuenco de la mano. La sangre se le heló por completo. No podía ser. Por la reina primogénita, con la que estaba cayendo ahí fuera no podía ser que su rastro siguiese…

¡Encontrad al príncipe u os juro que os corto a todos la cabeza! ¡Entrad a esa casa!

La peor posibilidad ocurrió. Alanna habría acabado por perder los estribos allí mismo y cometer cualquier estupidez de no ser porque algo la detuvo en el último momento.

«¿P-príncipe?», miró al joven, anonadada.

¡¿Él era el príncipe?! ¡¿El hijo del rey?!

Tan sobrecogida estaba que ni se percató de que el supuesto heredero del reino la agarró por la muñeca, justo en donde sus guantes protegían menos su secreto. Alanna soltó un estúpido gemido de horror y trató de liberarse tirando del brazo. Se sentía tan indignada y vulnerable a partes iguales que le tembló el labio inferior.

Si corréis, os perseguirán. Toda esta casa debe oler a vos, así que no os encontrarán por el olfato. Si me cubrís con hierbas y a vos también en algún sitio, podremos sobrevivir.

¡Dioses, no! Esos salvajes quemaban poblados enteros, bien eran capaces de derribar la casa con ellos si se cansaban de buscar

»Por favor. No puedo morir aquí, mi pueblo me necesita, Aurora me… Por favor.

El crujido de la puerta fue el primer aviso de que tenía que hacer algo. Ya. Alanna cabeceó y apretó los labios en una fina línea. A esas alturas, ¿qué opciones le quedaban? De huir por la ventana tendría que ingeniárselas como fuese para perder de vista a los huargos, pero eso significaba tener que dejar al príncipe detrás. ¿Y esconderse? Como les encontrasen iba a tener que ser ella misma la que les plantase cara a los orcos, y lo único que tenía en el desván para defenderse era alguna herramienta contundente. No había nada afilado o punzante… salvo la flecha que le extrajo al príncipe; una única flecha con la que tendría que atinar para apuñalar un ojo o el cuello. Tan solo al primero que pillase y se acabó.

A no ser…

Bajó la vista hasta sus manos y engarfió los dedos con aprensión. A decir verdad, sus garras ya habían probado la sangre antes, con algún que otro lobo extraviado de su manada que intentó atacarle y lejos de la vista de otros; un caso de extrema necesidad. Si ya de por sí no se veía del todo capaz para matar a un orco clavándole una flecha…

Cerró los ojos y negó con la cabeza. Lo primero era lo primero: Ayudó al príncipe a incorporarse y le indicó que se resguardase entre el estante de las hierbas y unas cuantas mesas con manteles que las protegían del polvo. En cuanto se ocultase, pondría encima de estas un buen montón de hierbas aromáticas a modo de que pareciese que estuviesen dispuestas para que se secasen.

En su caso, buscó un escondrijo al frente del otro entre el resto de mesas y objetos que abultasen. Hizo lo mismo y preparó más hierbas en las demás mesas para que no cantase tanto que solo había un montoncito en una de ellas. Se quedó con la flecha por si caso.

El resto fue tan sencillo como rezarle a las deidades que se dignasen a escuchar sus plegarias.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Mié Jul 19, 2017 6:03 pm

El príncipe murmuró un agradecimiento cuando lo llevó al su escondrijo y se quedó muy quieto. Luego la propia Alanna se ocultó y aguantó la respiración.

Los siguientes minutos fueron insoportables. Escucharon cómo derribaban la puerta tras varios embestidas y ponían la planta inferior patas arriba. Al final, algo subió por las escaleras con rapidez.

Apareció un orco, seguramente el primero que Alanna veía tan de cercana. Más o menos, al contrario que los pequeños goblins, pestilente y con una armadura negra en parte acero, en parte cuero, recorrió con ojos pequeños la habitación.

Olfateó e hizo un gesto de desagrado, quizás abrumado por el olor a hierba. Así que, con paso pesado, se internó en el desván haciendo sonar las tablas bajo su peso. Se dirigió hacia donde había atendido al príncipe y a Alanna le recorrería un escalofrío la espalda al darse cuenta de que, con las prisas, no había tenido tiempo de ocultarlo. Hasta había dejado la larga flecha a un lado.

El orco miró con más atención en derredor, con una sonrisa curvándole los labios. Mostró los pronunciados dientes y se dirigió hacia donde estaba Alanna. ¿Habría visto algo? Tampoco es que fuera el mejor escondite del mundo…

Entonces, abajo se escuchó un grito ahogado. Algo cayó al suelo. La misma criatura que antes había hablado lanzó un rugido y hubo un repiqueteo que debía ser el choque de unas espadas.

El orco se dio la vuelta, con la mano en su sable y se acercó con lentitud a la escalera, casi reticente. De la misma vieron cómo llegaba una explosión de luz.

¿Magia? ¿Magia de quién? ¿Amigo o enemigo?

Era la oportunidad de Alanna. El orco estaba ahí, vacilando entre si bajar. Un empujoncito, una flecha en el cuello, y se habría acabado. En teoría.

Pero atraería la atención al desván…

Abajo seguía la pelea.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Jue Jul 20, 2017 6:28 pm

La puerta acabó reventando después de los continuos golpes que sonaban escaleras abajo. Después de eso vinieron las pisadas y el crujir de mesas, sillas y cualquier otro mobiliario que pudiesen mover. Esos animales estaban montando un buen barullo en la planta de abajo, y sería cuestión de tiempo que decidiesen hacer lo mismo con el desván.

Tal cual lo pensó, escuchó unos pesados pasos subiendo por las escaleras. Alanna tragó saliva y se asomó lo suficiente desde su escondrijo para toparse a una figura verdosa y con motivos negros que, cielo santo, era enorme. Había visto orcos antes, pero desde la seguridad que le otorgaba el bosque y bien lejos. Como engañaban las distancias.

Según avanzaba por el habitáculo, sintió sus pisadas sobre la madera como si lo que tuviese allí arriba fuese un oso. Contuvo el aliento hasta que notó que se detuvo y volvió a asomarse un pelín. Lo vio allí parado, justo en frente de donde dejó reposar al príncipe y lo atendió.

A Alanna le dio tal vuelco el corazón que se llevó las dos manos a la boca para no gritar de espanto.

¡La manta manchada de sangre! ¡¿Cómo pudo ser tan estúpida para pasársele por alto una prueba tan incriminatoria?! Casi por puro instinto de supervivencia y mucho miedo, su mano se movió hacia la flecha, pero tras tantear unos segundos sin llegar a coger nada, viró la vista al suelo. Aquella mañana su pobre corazón no dio abasto; encontró la dichosa flecha justo al lado de la manta. Otra metedura de pata por culpa de los nervios.

Los pasos del orco reanudaron, y Alanna se apresuró a acurrucarse en su escondrijo. ¡Cielos, se le estaba acercando! ¿La habría pillado? ¿Ni siquiera hizo bien el esconderse tampoco? El pecho le empezó a apretar tanto que dolía. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos, esperando el temible momento de la verdad, como un corderito a punto de ser despiezado en la matanza.

Entonces vinieron gritos de abajo. Gritos de dolor, de rabia y el restallido del metal, uno que en los tiempos que vivían, solo podían significar una contienda. ¿Habían… iniciado una pelea en su casa? Supo que al orco le debió de picar la curiosidad al oír sus pasos alejándose. Aprovechó ese momento para volver a asomar la cabeza y se sobrecogió con el fogonazo de luz blanquecina que salió de las escaleras. Aquel resplandor era tan innatural que no podía ser fuego.

«¡Brujería!», no se imaginaba otra posibilidad para la explosión de antes. ¿Ahora tenía a hechiceros conjurando en su hogar?

Se fijó entonces en el orco, de espaldas, y peligrosamente pegado al borde de las escaleras. Ni se molestaba en mirar de reojo por encima del hombro, absorto por lo que debía estar pasando abajo. Los ojos de Alanna centellearon hasta clavarse en la única arma que se dejó olvidada de la forma más tonta posible. Pero, ahora podría coger la flecha y hacer con ella lo que se planteó desde un principio. Con su víctima dándole la espalda, sería incluso más fácil que antes…

¿De verdad podía ser capaz de matarle?

«Si quieres sobrevivir», apretó los dientes. «Da igual que se haya olvidado por el momento, sabe que estás aquí. Si no lo haces ahora y la pifias otra vez, no vas a tener más oportunidades».

El instinto de supervivencia fue lo bastante fuerte para que despegara las rodillas del suelo y se agazapara con lentitud hasta la flecha. Fue cogerla y recorrerle un latigazo de repulsa por lo que iba a hacer, y otro más de arrojo.

«Como cuando sales a cazar. Tan solo… piensa que es como cuando sales a cazar».

Habiendo alcanzado el punto de no retorno, se deslizaría con sigilo hasta el orco y le saltaría encima. Su diestra le hundiría la punta de la flecha en el cuello hasta que no pudiese meterla más adentro. Los dedos de su siniestra se clavarían en la mandíbula inferior y harían fuerza hacia arriba para que no se escapase ni el más mínimo grito.

Si algo bueno le otorgó ser lo que era, sin lugar a dudas era una fuerza notable. No tenía ni idea si alcanzaría a rivalizar con la de un orco —tenía muchísimas dudas al respecto—, pero la aprovecharía para que su presa no se desplomase escaleras abajo y llamase la atención de sus compañeros. De salir airosa y dejar el cuerpo en el suelo, se asomaría por las escaleras para averiguar qué demonios estaba ocurriendo.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Lun Jul 24, 2017 2:45 am

Al orco se e escapó un resoplido de dolor entre los labios, que empaparon las manos enguantadas de Alanna en saliva y sangre cuando la flecha se hundió en su cuello. La criatura se arqueó de la impresión, pero luego empezó a forcejear a la vez que ella intentaba hundir la saeta. La joven se llevó un codazo en el costado y luego un cabezazo que estuvo a punto de mandarla al otro extremo de la habitación.

Eso ayudó, y no tanto su fuerza porque el orco era varias veces más grueso que ella y su propia armadura pesaba un quintal, a que cayera hacia atrás en vez de hacia las escaleras. A Alanna le costaría lo suyo tumbarle sin hacer ruido y el orco todavía le dirigió una mirada de ira y miedo antes de que se le velasen los ojos.

Pasando por encima de su cuerpo, pudo bajar un poco por las escaleras, justo a tiempo de que se hiciera el silencio.

En medio de su comedor, ahora tan revuelto que no se parecía en nada al lugar donde solía pasar las horas con la mujer que la crió, había tres cuerpos de orcos. Uno de ellos tenía el pelo más largo que los demás y, quizá, habría podido ser una mujer. En medio del círculo que conformaban había una mujer humana, alta y pálida como la luna. Todo en ella, desde el cabello a la ropa, era blanco, excepto los ojos azules y los labios rojizos. Portaba una extraña arma en una mano, que debía ser una suerte de espada, y se limpiaba la falda con aire severo. No le había saltado encima ni una gota de sangre aunque, para ser sinceros, tampoco la había por el suelo.

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A pesar de que Alanna no hizo ningún ruido, la mujer miró en su dirección. Asintió con lentitud antes de decir con voz grave:

No temas, estás a salvo. Mi nombre es Nanashi.—Miró entonces la flecha, la sangre y añadió—. ¿Has acabado con el orco restante? Si estás herida, puedo ayudarte.

Alanna no tenía ni idea de quién era esa mujer, pero había acabado con los orcos… Y no la había atacado, aunque claramente podría haberse deshecho de ella si pretendiera hacerlo. Alanna no podía compararse con tres orcos, desde luego.

En cualquier caso, Nanashi comentaría:

Estos orcos estaban persiguiendo a un muchacho, algo mayor que tú. ¿Por casualidad sabes algo?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Lun Jul 24, 2017 7:03 pm

Aquel orco era endemoniadamente fuerte. ¡Cielos! Por un momento creyó que ni con la flecha sería capaz de hacerle recular. Alanna gañó del esfuerzo sobrehumano que estaba haciendo para contener las sacudidas del gigante. El golpe que se llevó en el costado le sacó el aire de los pulmones, y el cabezazo en la frente le sacó un grito ahogado, pero no llegó a aflojar su agarre del orco de puro milagro.

Hasta que la punta de la flecha cumplió con su propósito y el peso del vasallo de la bruja fue venciendo poco a poco. Alanna hizo acoplo de las fuerzas que le quedaban para dejar caer con suavidad el cuerpo del orco. Ojalá no le hubiese visto la cara en aquel instante, porque el semblante furioso que le dedicó en un último estertor hizo que le recorriese un escalofrío por la espalda.

Entonces desfalleció. Lívida y conteniendo el aliento, se quedó expectante sus largos segundos hasta quedarse convencida de que no se levantaría más. Luego, bajo la vista hacia su guante izquierdo, pastoso y tenido de la sangre que le salpicó. Apretó los labios en un gesto de aprensión y se apresuró a sortear el cuerpo para ir escaleras abajo; al poco de dejar en el suelo al roco se dejaron de escuchar los ruidos de contienda.

Sintió una punzada en el corazón al ver el destrozo que habían hecho en el comedor, aunque más o menos ya se lo imaginó antes de bajar. Eso fue lo de menos, ya que los cuerpos de otros tres orcos —uno de ellos con el pelo largo y menor complexión. ¿Una mujer orco?— yacían inertes en el suelo. En pleno centro, una figura blanca como la nieve y, lo más importante, humana, se limitaba a sacudirse el vestido como si aquella escena no tuviese que ver con ella.

¿No sería ella la de los fogonazos de luz de antes?

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Los ojos de la mujer viajaron de inmediato hacia la escalera y Alanna dio un pequeño brinco al hacer contacto visual con ella.

No temas, estás a salvo. Mi nombre es Nanashi. ¿Has acabado con el orco restante? —Alanna abrió y cerró la boca, atorándosele las palabras, y acabó por hacer un torpe asentimiento—. Si estás herida, puedo ayudarte.

¡No, no! E-estoy bien, os lo aseguro —le respondió entre tartamudeos. Los golpes de antes le dolían, pero tan solo era un dolor sordo que el reposo y su absurda fortaleza podrían solventar en unas pocas horas—. Yo... me llamo Alanna.

Todavía seguía sin dar crédito a lo que estaba procesando. Aquella mujer no sería mucho más alta que ella había tumbado a tres orcos por su propia cuenta. Supuso que lo haría con esa arma tan extraña para ser una espada, y luego estaba lo de que era una especie de hechicera. Nunca antes había oído acerca de un humano que supiese usar la magia en estas tierras. Su abuela le contaba que ese don era propio de las criaturas de las Ciénagas, como las hadas… y la Bruja Negra.

Aun así, había acabado con sus esbirros. Si estaba en contra de la bruja, no tendría por qué ser enemiga, ¿verdad?

Estos orcos estaban persiguiendo a un muchacho, algo mayor que tú. ¿Por casualidad sabes algo?

Alanna dibujo una “o” con su boca. Con tanto caos ni se había acordado de su paciente en el desván.

¡El príncipe, es verdad! Se encuentra arriba, pero está malherido. Le he tratado las heridas con las que llegó, pero tan solo ha sido un apaño rápido para salir del apuro. Aún se encuentra débil —le explicó—. Vos… Vos sois hechicera, ¿verdad? ¿Podéis tratar sus heridas con vuestra magia?
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Mar Jul 25, 2017 6:11 pm

Al escuchar sus últimas palabras, Nanashi subió, veloz como el viento y casi sin hacer ruido, por las escaleras. Encontró con rapidez al príncipe, lo tumbó y posó una mano sobre su herida. Alanna vio cómo esta se iluminaba con luz verde y dorada. El joven soltó un suspiro de alivio y, poco después, Nanashi le levantó la ropa para retirar las vendas. La piel estaba intacta. Ni siquiera había quedado cicatriz.

El príncipe se incorporó, en perfecto estado, e hizo una reverencia a Nanashi. La mujer ignoró la mano que él le tendió para ayudarla a levantarse y se puso en pie con un movimiento fluido y elegante.

¿Cómo es que os encontráis aquí, mi señora?

Quería encontrar cierto objeto, pero podremos hablar de ello más tarde. De momento, debemos marcharnos. He hecho que vuestros hombres regresen al campamento: se acercan orcos. El camino será peligroso y debemos llegar rápido, antes de que anochezca.

Desde luego. ¿Lucharéis a nuestro lado…?

[b]Con algo de suerte, no habrá que luchar. He hablado con vuestro padre y está de acuerdo con destruir el puente que hay al norte. Eso les impedirá volver a acceder al bosque sin tener que rodear hacia el sur, donde podréis instalar vigilar. Pero, para eso, hemos de movernos deprisa. Alanna, ¿verdad? Debes venir con nosotros. Este lugar ya no es seguro. Sin duda el príncipe Felipe se encargará de compensarte por la pérdida de tu hogar.

Nanashi no esperó a que Alanna respondiera, sino que se dirigió hacia el exterior, donde los huargos yacían muertos por el suelo. No tendrían nada para desplazarse. Solo…

No puedo obligaros a dar un rodeo tan grande. Vayamos directamente al puente—dijo entonces Felipe con resolución—. Sé que podéis transportaros más rápido que la gente corriente, pero aun así escoltarnos podría llevaros demasiado tiempo.

Nanashi arqueó una ceja y miró en dirección a Alanna.

[b]¿Y ella qué, alteza?


Exacto ¿y ella qué? Había llegado un desconocido que había traído la ruina a su casa y a su escasa paz. Ahora debía arriesgarse a quedarse con todos esos cadáveres o huir con los humanos, que no tardarían en percatarse de sus rarezas. Y, para colmo, ¡querían que fuera sola!

Pero si Nanashi decía la verdad, si conseguían destruir el puente, ¿quizás su casa quedara a salvo…? ¿O puede que fuera demasiado tarde? Si aceptaba irse sola, puede que consiguieran llegar a tiempo. O incluso podía… echarles una mano. Si es que la hechicera —no había confirmado que fuera una— los necesitaba. Al fin y al cabo, conocía mejor el bosque o, al menos, sus secretos…

Sin embargo, ella no tenía nada que ver con todo aquello, ¿no? Y aunque era posible que estuviera más segura con la tal Nanashi, iba directa a la boca del lobo…
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Mar Jul 25, 2017 10:11 pm

Increíble…

A Alanna le brillaron los ojos del asombro en cuanto Nanashi hizo su magia. De forma literal. Maravillada cual niña pequeña, se quedó observando las luces verdes y áureas que emanaban de la palma de la mujer y se concentraban en la herida del príncipe. El hombre se alzó del suelo tal cual le hubiesen renovado sus fuerzas. ¡Y encima no quedó rastro de cicatriz o marca alguna! Aquello superaba con creces su capacidad de sanación natural, si es que poseer la sangre de una criatura ancestral se consideraba “natural”.

¿Cómo es que os encontráis aquí, mi señora?

Oh, de modo que ya se conocían de antes. Menos mal que hizo bien en confiar en ella.

Quería encontrar cierto objeto, pero podremos hablar de ello más tarde. De momento, debemos marcharnos. He hecho que vuestros hombres regresen al campamento: se acercan orcos. El camino será peligroso y debemos llegar rápido, antes de que anochezca.

Alanna soltó un bufido. ¿Más orcos? Con lo tranquilo que era el bosque desde siempre y tenían que venir esas malas bestias a hacer de sus barbaridades.

Desde luego. ¿Lucharéis a nuestro lado…?

Con algo de suerte, no habrá que luchar. He hablado con vuestro padre y está de acuerdo con destruir el puente que hay al norte. Eso les impedirá volver a acceder al bosque sin tener que rodear hacia el sur, donde podréis instalar vigilar. Pero, para eso, hemos de movernos deprisa. Alanna, ¿verdad? —La aludida se sobresaltó al escuchar su nombre y asintió con la cabeza—. Debes venir con nosotros. Este lugar ya no es seguro. Sin duda el príncipe Felipe se encargará de compensarte por la pérdida de tu hogar.

Eso la pilló de improvisto. Tanto, que no supo responder en un primer momento.

Pero, yo no…

No puedo obligaros a dar un rodeo tan grande. Vayamos directamente al puente —le interrumpió entonces el príncipe—. Sé que podéis transportaros más rápido que la gente corriente, pero aun así escoltarnos podría llevaros demasiado tiempo.

¿Y ella qué, alteza?

Los ojos de Nanashi se posaron sobre Alanna, sintiendo el peso de una responsabilidad y decisión que la iban a marcar según lo que eligiese hacer. Miró un par de segundos a la maga, y luego fue virando la vista con lentitud hacia el príncipe. Se encogió sobre sí misma, desbordada. ¡Demonios! ¿Qué se suponía que esperaban que hiciese ella? No, ¿qué era lo que debía hacer?

Su casa… Oh, cielos, su casa estaba hecha un completo desastre, y ojalá que su abuela no estuviese viendo el estado en el que la dejaron los orcos. Quizás pudiese arreglar los destrozos, pero llevaría tiempo y no podría mientras el ejército de la bruja siguiese por los alrededores. Le tocaría recurrir a lo que estaba retrasando todo este tiempo: asentarse con el resto de los refugiados, y para mayor escarnio por su propia cuenta.

No. Nononono, no estaba preparada. No podía. ¿Y si las descubrían? ¿Y si cundía el pánico y la tachaban de monstruo, o la relacionaban con la Bruja Negra? ¡Qué desastre!

La otra opción que tenía era irse con la persona que acabó con la poca seguridad en la que se podía refugiar —muy en el fondo sabía que no lo hizo aposta, pero no podía evitar guardarle algo de recelo— y marchar a un puente. Lo conocía, no estaba muy lejos de allí. Pero lo que se proponían hacer llevaría lo suyo, y encima estaban los orcos. Como para tener una ración extra después de haber tenido suficiente con uno.

«¡Pero no puedes quedarte sin hacer nada! Estás sola, y la abuela ya no puede sacarte las castañas del fuego como siempre hacía…»

Así era. Por mucho que le pesase, algo tendría que hacer. A decir verdad, entre los refugiados había mucha gente que conocía de la aldea, y siempre se portaron muy bien con ella pese a ser tan reservada. Era consciente de su egoísmo por pensar antes en su secreto que en los demás, por eso la culpa la estaba machacando por dentro y quería hacer algo por los que perdieron su hogar, sus familias…

Ay, ojalá no se acabase arrepintiendo de lo que iba a hacer.

¡I-iré con ustedes al puente! Puedo ayudar en cualquier menester que veáis preciso, de verdad. Lo que sea con tal de que los orcos no alcancen a los que se han refugiado bosque adentro —enunció a bote pronto, enérgica—. Puedo ocuparme de las tareas que requieran fuerza, como cargar con lo que requiráis, o incluso echar una mano para derribar el puente. Os aseguro que no me quedo tan atrás de vuestros hombres. —Eso se lo dijo al príncipe mientras ladeaba la cabeza con timidez al cadáver del orco que minutos antes tumbó ella misma—. Y también puedo guiaros por la ruta más rápido. He vivido en estos bosques desde que tengo conciencia.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Jue Jul 27, 2017 9:44 pm

Nanashi y el príncipe Felipe intercambiaron una veloz mirada. El segundo sonrió e hizo una reverencia de agradecimiento a Alanna, prometiendo a la vez que la protegería con su propio cuerpo de cualquier mal.

Vos intentad salir indemne. Ya me ocuparé yo de las protecciones. Gracias por tu ofrecimiento, muchacha. Es un gesto muy valiente. Con suerte y rapidez, quizás podremos evitar un desastre. ¿Temes a la magia o los animales, Alanna?

Apenas sí tuvo tiempo para contestar, porque Nanashi chasqueó los dedos y, en medio de un pequeño estallido de luz, apareció una preciosa ave en el aire. De un suave aleteo, se instaló en el hombro derecho de Alanna. Le explicó que se llamaba Garuda y que la protegería si se daba el caso. Garuda miró con unos ojos sabios a Alanna y le dio un suave golpe con el ala a modo de saludo en la cabeza.

Alanna tuvo que ir al frente. En el bosque había caminos, pero ya muy en desuso y, lo peor de todo, los habían descubierto algunos orcos hacía tiempo. De modo que tuvieron que internarse en la floresta. Pero no pasaba nada. Alanna sabía guiarse en medio de la penumbra que provocaban los árboles gracias al musgo para dirigirse al norte. También sabría ver si había rastros de orcos cerca.

Tanto Felipe como Nanashi aguantaron bien su ritmo, cosa que quizás sorprendió a Alanna en el caso de la dama, por lo delicada que parecía. Y no es que fuera vestida para moverse por el bosque. La mujer miró en dirección a las manos de Alanna y, cuando Felipe estuvo un poco lejos, comprobando un sonido que había escuchado, dijo:

Si tienes una herida, puedo ocuparme de ella.—Nanashi alzó una mano para calmarla—. No te forzaré a quitarte los guantes. Tranquila.

Garuda pió con un sonido agradable y cristalino, como para calmar a Alanna. Nanashi les indicó que siguieran caminando y Felipe se unió a ellas, si bien mantenía una distancia prudente, con la espada desenvainada. Nanashi miró en su dirección y la joven pudo sentir cómo reprimía un suspiro de impaciencia. Parecía que al príncipe no le entraba en la cabeza que debía tener cuidado.

Asumo que estabas sola en esa casa—dijo entonces Nanashi—. ¿Cómo es que no vivías con el campamento? Estar alejada es peligroso.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Drazham » Vie Jul 28, 2017 9:10 pm

Al final sus argumentos sí que llegaron a convencerlos. Alanna apretó el puño con disimulo, satisfecha con su pequeña victoria. Lo que no se esperó fue que el mismísimo príncipe se ofreciese a protegerla con tantas florituras que se le sacó los colores de la cara. Avergonzada, le hizo un gesto con la mano y le dijo que no hacía falta. Lo más irónico es que hacía unos escasos momentos, no era ni capaz de levantarse por su propia cuenta.

Vos intentad salir indemne. Ya me ocuparé yo de las protecciones. Gracias por tu ofrecimiento, muchacha. Es un gesto muy valiente. Con suerte y rapidez, quizás podremos evitar un desastre. ¿Temes a la magia o los animales, Alanna?

¡E-en absoluto! He vivido tanto tiempo aquí que su presencia me resulta normal. —No exageró. Aprendió a respetar su entorno y ellos hicieron lo mismo con ella, así de sencillo—. Y sobre la magia… pues no sabría que responderos. Es la primera vez que la veo tan de…

Pero antes de dejarla terminar, Nanashi chasqueó los dedos y volvió a hacer de su magia. Literalmente, de nuevo. Esta vez, lo que dejó acongojada a Alanna fue la aparición de un ave con un plumaje que hacía juego con las prendas de su invocadora. Le dio un poco de impresión cuando el animal se posó en su hombro, tan cerca de ella. Sin embargo, Nanashi la calmó presentándosela como Garuda, su propia guardiana durante el trayecto.

Es muy bonita… —musito, todavía embelesada. Su nueva “amiga” la saludó con un toquecito de su ala que la hizo reír. Asumió que harían buenas migas—. Encantada, Garuda, Yo me llamo Alanna.

Al darse cuenta de que Nanashi y Felipe seguían allí, carraspeó y adoptó un porte más firme. Después de que depositasen su confianza en ella no quería darles una mala impresión sin siquiera llegar a partir.

Entonces, ¿estamos todos listos?

***


Las rutas convencionales estaban descartadas. Conllevaban dar más vueltas de las necesarias y en el pasado llegó a ver algún que otro orco patrullando por ellas. Se arriesgaban demasiado a que los emboscaran, por lo que tuvo que improvisar y aventurarse por la frondosidad del bosque. Para ella era como una “ruta” más después de tantos años jugando y explorándolo, más pedregosa e irregular, pero también más directa. Era tan simple como fijarse en dónde crecía el musgo, en las obvias marcas que dejaban los orcos a su paso, y en diferenciar las huellas de los lobos comunes y los huargos.

Tan embriagada estaba por el hecho de que sus conocimientos estuviesen siendo de utilidad que tardó en reparar que estaba guiando a otras dos personas. El príncipe no le preocupaba con lo enérgico que estaba después de que le sanasen, pero Nanashi… ¡Nanashi le impresionó con creces! Con el aspecto de damisela delicada que tenía y estaba siguiendo su ritmo sin complicaciones. Encima con un atuendo que sería todo lo elegante que quisiera, pero nada práctico en donde estaban.

«Con razón tumbó a tres de esos salvajes sin despeinarse».

Se sentía un poco estúpida por preocuparle que no pudiese seguirles el trote.

Entonces, al empezar a prestarle más atención a la mujer, se dio cuenta de que la susodicha estaba haciendo lo mismo con ella. No, en lo que se estaba fijando era en sus guantes. Alanna sintió una punzada de temor. Cielos, no sería capaz de saberlo, ¿verdad? ¿O es que podía averiguarlo con su magia?

Si tienes una herida, puedo ocuparme de ella. —La voz de Nanashi le disparó el pulso al sorprenderla mientras le daba vueltas a sus tontas teorías. Apretó los puños de horror al darse cuenta de que se estaba refiriendo a sus manos y fue a encoger los brazos cuando Nanashi la detuvo—. No te forzaré a quitarte los guantes. Tranquila.

Eso, junto al dulce trino de Garuda, hizo que se relajase un poco. Le sonrió a Garuda y luego le dedicó una mirada inocente a Nanashi, para después decir:

No es necesario que os preocupéis, por favor. Mis manos están en perfectas condiciones. —Se imaginaba que con decirle eso no bastaría e increparía aún más. Lo único que se le ocurrió susurrarle para disuadirla fue—: Lo que hay debajo de los guantes… Ya hace tiempo que no se puede curar.

Realmente, “curar” no era el término adecuado. ¿Cómo pretendías curar algo con lo que cargabas desde nacimiento, que formaba parte de tu ser por muchos conflictos que te estuviese dando? Agradeció que Nanashi respetase su derecho a guardárselo para sí misma, y por eso le dolió tener que ocultárselo. Tal vez, por saber de hechicería, llegase a entender lo que era en realidad, pero no podía arriesgarse. Con nadie en absoluto.

«Cobarde».

Durante el trayecto, el comportamiento de Felipe, deambulando de un lado para otro con esa espada en alto, la estaba poniendo de los nervios. No hacía más que dar la impresión de que en cualquier momento les pudiese saltar un huargo encima, y eso era justo lo que no necesitaba en su estado actual. Al menos Nanashi parecía compartir su opinión con el asomo de enervación en su rostro.

Asumo que estabas sola en esa casa —le inquirió Nanashi.

Asumís bien.

Pero no iba a quedar ahí el asunto. Ya se olía que a continuación vendrían…

¿Cómo es que no vivías con el campamento? Estar alejada es peligroso.

Más preguntas incómodas. Alanna se mojó los labios para ganar tiempo y retorcer la historia de algún modo para sonar creíble.

Es… un poco complicado de explicar. —Vaya si lo era. Tomó aire antes de mentalizarse y continuar—. Siempre he vivido con mi abuela en el linde del bosque, que fue quien me crió. Hasta hace cinco meses. Ella era de salud frágil y yo era la única familia que tenía. —Mentira podrida. Su abuela estaba tan sana como un roble… antes de que empeorase hace un tiempo. Se sentía despreciable por el mero hecho de utilizar la enfermedad de la mujer que tanto hizo por ella para su trola—. Por eso pasaba más tiempo en el bosque que en la aldea. No quiero decir con eso que me aislase del resto del mundo, conozco a muchos de los refugiados que han venido hace poco. Es solo que me sentiría como una intrusa allí, después de tantos años viviendo en esa casa.

«Encima de cobarde, mentirosa. Te mereces estar sola».

Ya que Nanashi se mostraba tan receptiva, probó a cambiar el foco de atención a ella. Tampoco es que se mereciese preguntarle nada después de mentirle, pero le picaba la curiosidad. Alguien como ella, maga y luchadora, debía de contar con un trasfondo que dejaría por los suelos muchas de las historias que leyó de pequeña.

Por cierto, quería preguntaros en dónde aprendisteis magia y a luchar de semejante manera. No todos los días se ve a alguien capaz de derribar a tres soldados de esa bruja, y contando a sus monturas —señaló—. Además, conocéis a la familia real, aunque yo ni reconocí al príncipe cuando me lo encontré en el vano de mi casa… ¡Bueno! Lo que quiero decir es que tienen mucha suerte de contar con personas tan capaces como vos.
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Re: [Reino Encantado]Un lugar llamado hogar

Notapor Suzume Mizuno » Dom Jul 30, 2017 2:57 am

Lamento, pues, que tengas que abandonar tu hogar.—Nanashi escuchó su pregunta y, tras rumiar un poco, dijo—: Vengo de un lugar muy lejano, donde la lucha contra los demonios es constante, por lo que necesitamos aprender magia y a luchar día sí y noche también. Fui una suerte de paje aquí. De ahí que conozca a la familia real. Pero mi presencia no se debe a ello, sino a que debo ocuparme en la medida de lo posible de los demonios que usa Maléfica.

Sin duda, Alanna sabría a qué criaturas se refería. Solo habría visto una o dos, siempre de lejos, con sus grandes ojos amarillos y cuerpos negros. Pero, desde luego, los refugiados sabían mucho de ellos y les tenían verdadero pavor. Por suerte, parecía que no solían internarse en el bosque.

Príncipe, haced el favor de manteneos cerca. Si os matáis y algún día despierta la princesa, ¿con qué cara se quedará?
El príncipe miró a Nanashi con un gesto de dolor, pero se mordió los labios y se acercó a ellas. No volvió a alejarse durante el resto del camino.

Alanna fue la primera (aunque es posible que Garuda fuera todavía más rápida) en escuchar el rumor del río. Apretaron el paso hasta que los árboles se abrieron a un río ancho y de una corriente bastante fuerte. En días de lluvia solía amenazar con desbordarse. El gigantesco puente de madera, pero sólido como si fuera de piedra, que lo cruzaba era la única forma de acceder de una a otra zona del bosque sin peligro de ahogarse.

Felipe soltó un silbido y se pasó una mano por el pelo.

Casi me da pena destruirlo aunque… ¿cómo vamos a hacerlo?

Fuego. Mucho fuego.

Nanashi se acercó a una de las barandas y se asomó a los pilares. Garuda levantó el vuelo sin que pareciera que nadie le daba una orden y empezó a sobrevolar la zona. Nanashi examinó el puente y le pidió a Felipe que trajera un poco de madera para que le prendiera unas antorchas y todos pudieran hacer algo.

Esperó, cruzada de brazos, con expresión calculadora. Entonces se volvió hacia a Alanna y dijo:

¿Te gustaría probar? Creo que tienes talento. Relación con el fuego. Todas las personas tienen cierta afinidad con los elementos pero en ti… Es intenso.—Nanashi la miró con una mezcla de intensidad y curiosidad—. Casi natural. ¿Te gustaría intentarlo?

Nanashi le mostró la palma de la mano, donde apareció una pequeña llama. La mujer esperó a ver qué respondía Alanna. Tanto si se mostraba dispuesta como si no, la arrojó contra el puente. No hizo nada.

Pase lo que pase, necesitaremos más ramas para afectar a todo el puente. No tengas miedo.

¿Y tengo que traer toda la madera yo? —gritó Felipe, al otro lado del puente.

Nanashi lo miró en silencio y el príncipe se puso a trabajar con rapidez.

Garuda nos avisará si se acercan los orcos. Tenemos un poco de tiempo.

¿Magia? ¿Ella? Bien, teniendo en cuenta su sangre, no era imposible. Además, Nanashi venía de un lugar donde, como había dicho, el empleo de la magia era constante. Quizás no veía extraño pedirle a Alanna si quería intentarlo. Pero ¿qué pretendía con eso? ¿Solo ayuda para el puente? ¿O algo más?

En cualquier caso, estaba en manos de Alanna decidir si quería probar a dar un paso por ese terreno…
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