[El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Participantes: Nikolai Everard, Ragun, Victoria Knight, Nathan Knight y Maka Cross

La aparente traición de Tierra de Partida en un acuerdo de paz provocó el anuncio de la guerra por parte de Bastión Hueco. Los aprendices deben enfrentarse entre sí, entre antiguos amigos y compañeros. ¿Cómo lograrán sobrevivir cuando otras amenazas acechan?

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro, Sombra

[VK] Ronda #3 - Un mensaje de las penumbras

Notapor Soul Artist » Mié Jul 15, 2015 10:25 pm

La Maestra me estaba sorprendiendo a cada segundo. Puede que no pareciese la gran cosa y que fuese algo mandona e irritable, y que estuviese más interesada en su móvil que en nosotros era algo que no podía soportar; pero estaba demostrando a cada segundo que sabía bien de lo que hablaba, y empezaba a notar que su despreocupación con los Sincorazón debía estar a la par a su fuerza. Me quedé sorprendida con la fuerza de todos en general, pero ella, que se reservaba...

Decidí quedarme pegada a ella mientras mi hermano y los demás hacían sus cosas. Noté mi móvil vibrar, pero lo ignoré para no tener una actitud negativa con ella; me columpié de atrás adelante mientras intentaba echarle un vistazo a la pantalla de su teléfono.

Yyy ¿cuántos años te llevó ser Maestra? —pregunté indiscretamente, comenzando a jugar a hacer rizos con el pelo y como si no estuviese interesada en fisgonear su teléfono—. Un amigo me dijo que Ragun casi lo es y lleva tres años como aprendiz...

Con respuesta o no, la puerta de cristal se abrió gracias a alguien que había estado toqueteando botones. Shinju me llevó consigo y todos accedimos sin mayor problema.

¡Bien, ya estamos dentro! —Borró su sonrisa en cuanto vio las escaleras, mientras su mirada se clavaba de nuevo en el ascensor—. Yo no pienso subir caminando.

¿Hay otras opciones?

Pegué un capón a mi hermano y señalé el ascensor en silencio.

Oh. ¿Será seguro meterse ahí dentro?

Claro, siempre que no lo...

Ni caso. Nikolai se metió de inmediato en el ascensor, probablemente pensando que el esfuerzo de pulsar un botón había resultado ser agotador. Pero no pasaba nada: continué hablando y dirigiéndome a la Maestra.

... sobrecarguemos con demasiado...

Nathan se metió también, dejándome otra vez con la palabra en la boca. Shinju accedió de igual forma y esperó a si alguien más se metía. El problema era que yo ocupaba por dos: con las alas recogidas en mi espalda siempre parecía que llevara una joroba gigante que estorbara a los demás en espacios cerrados. Así que no había mucho más sitio, debía suponer.

... Peso.

Fulminé con la mirada a Ragun, pero me di por vencida y le cedí el puesto en el ascensor. Cuatro debían entrar bien.

¡Yo subo por las escaleras, un poco de ejercicio me hará bien! —Me animé a mí misma, comenzando mis estiramientos básicos—. ¡Venga, subid! ¡Veremos quién llega primero!

* * *

¡Me quiero moriiiir!

El edificio interminable. Ni las escaleras infinitas del Super Mario 64 se podían comparar con aquella tortura salida del mismísimo infierno; me arrastraba escalón a escalón tras un buen acelerón los primeros minutos. No llegaría a los cinco en total de subir, pero sabía que no andaba ni a mitad de camino. Y los muy cretinos ya habrían llegado.

Por un minuto que descansara no pasaría nada, pensé. Me los imaginé a todos descansando y jugando y burlándose de ella mientras decidían, no sé, hacer cosas de chicos como meterse desnudos en un jacuzzi. Me subieron los colores un poco al imaginarme a Nikolai en ese plan, pero toda la tontería se me pasó al imaginarme al tontaina de mi hermano.

Bufé y me senté en las escaleras. Me sequé el sudor de la frente y me acordé: había recibido un mensaje antes. Saqué el teléfono móvil y lo intenté leer, aunque era raro de narices:

¡̷̏͑͋̿ͨͧ̀͂̈́ͫ͌ͭͨͣͤ͋͐͐ͦ͘҉͞Ȁͮ͂̃́̈͆ͨ̏̓̀̉ͪ̈̓̽͘͏̵̧Yͥͪ̌̑ͪ̌̌̕͜Ų̵ͮ̑͂ͪ̆̀ͭ̓ͫ͊ͥ͗ͦ̐ͭ͘͜͡D̢̀̉́ͧ̓͆̾̍ͧͬ́̓̀̄͗̓ͨ́҉A̵̧̡̐̉ͨ̎ͬͫͯͣ̄̀ͫ̇͆̍̈́!̷̢̂̈́̑̊͞

¿Viuda? —incliné el teléfono, intentando desencriptarlo mejor—. Jiuda... Aiuda... ¡Ayuda, leñe!

Miré a mi alrededor y la culpabilidad cayó sobre mis hombros. ¿Alguien me había pedido ayuda y yo había ignorado el mensaje? ¿Qué clase de Caballera era yo, que pasaba olímpicamente de todo aquello? Tragué saliva y guardé de nuevo el teléfono, levantándome y dirigiéndome hacia una de las cristaleras para mirar la ciudad.

Alguien me necesitaba. Lo lógico era llamar a mi superiora o mis compañeros para buscar el origen del mensaje y que ellos se encargaran del tema, pero ¡era mi oportunidad para lucirme! ¡Podía ser una gran heroína! Ya imaginaba a Nanashi contenta, reconociendo mi trabajo; a Shinju afirmando con la cabeza, impresionada, mientras me entregaba su llavero; y al gran Ryota levantándome el pulgar y guiñándome un ojo en la distancia.

¡Sí! ¡Era mi oportunidad de lucirme! ¡Bajé las escaleras, llena de energía de nuevo, y contenta por la oportunidad! A la porra el encontrar piso en aquella ciudad. ¡Eso era tarea de viriles niñitos, ahora era el momento de que una mujer de verdad salvara la situación!

Cuando llegué abajo, en menos de cinco minutos (lo mismo que había tardado en subir), lo hice llena de energías. Saqué la lengua al ascensor y corrí a la salida, y en cuanto estuve fuera grité:

¡Eh! ¡La ayuda está aquí! ¡Dime dónde estáaas!

Tenía varios caminos a mi disposición. Izquierda, hacia adelante... Y finalmente derecha, que me parecía el más interesante. Me encogí de hombros y corrí en aquella dirección. Y si aparecían Neosombras detrás de mí, correría todavía más rápido.

Sólo esperaba que nadie se preocupara por mí y se preguntaran dónde estaba Victoria cuando apareciese con una manada de niños salvados en mis brazos, como una heroína de verdad.

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Resumen:

- Victoria sube por las escaleras
- Se harta a los cinco minutos
- Baja y se va por el camino de la derecha

Doy por sentado que no se cruza ni con el encapuchado ni con los demás por el tiempo de subir y bajar el ascensor, y que hacen un pequeño descanso arriba. Es decir, bajaría antes que el resto, pero todo queda en decisión de nuestra Master.

Siento el retraso de la ronda anterior, chicos. Intentaré que no pase de nuevo y si, por desgracia pasa, avisaré con más tiempo a Zeix o/
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Sombra » Jue Jul 16, 2015 2:16 am

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Cuando pregunté aquello a Shinju, Nathan intervino por ella. Fruncí el ceño por su tono un tanto chulesco, pero me mantuve callado.

Bastión Hueco también es un nido de Sincorazón, y de momento seguimos de una pieza gracias a las defensas del castillo. Imagino que con los medios necesarios, sería posible establecer una base segura.

Eso. Me lo has quitado de la boca.

Que tengamos a Maestros que los controlen ayuda, pero en la base no siempre habrá Maestros repeliéndolos —recordé.

Shinju resopló como si estuviese agotada de aguantarnos.

Vamos a ver, antes de que se formara la Orden de Bastión Hueco los maestros ya venían a investigar aquí. Sería por ese entonces cuando te reclutaron, ¿no chico sirviente? —explicó ella. Me sonrojé ligeramente recordando cierto atuendo que había llevado un clon digital mío.

—Sí, pero a mí me reclutaron a los pocos días de la caída de Vergel Radiante, no antes —mencioné.

. Para ahorrarnos tiempo y horas de viaje en glider, lo mejor será establecer aquí un nuevo cuartel general. ¿Y por qué el sitio más alto de la ciudad, preguntas? ¡Pues para tener controlados los cielos! Si algún gracioso de Tierra de Partida aterriza, le veremos llegar. Eso y… bueno, ya lo veréis.

Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras imaginaba algún tipo de arma enorme capaz de derribar los Gliders enemigos en pleno vuelo. Sería genial que acertaran en el de Ronin y ver como su cuerpo se hacía papilla contra los suelos de la ciudad. Sus restos serían buen pasto para sincorazón, eso seguro.

Los sincorazón de antes se aproximaron contra nosotros y Shinju agarró a Victoria para alejarla de ellos mientras yo pasaba bajo la puerta del rascacielos con Niko, que había decidido ir conmigo a través de la puerta. Nathan quedó fuera.

Una vez en el otro lado solté una risa un poco burlona al ver el estado del aprendiz, que no estaba acostumbrado a mi habilidad.

¿Cómo puedes aguantar el estar ahí embutido?

Cosas de ser afin a oscuridad o un sincorazón humanoide, imagino —le resté importancia haciendo un gesto con ambas manos.

Ahora nos encontrábamos en una especie de recepción del rascacielos. Podría haber pasado por algún tipo de complejo de oficinas o un hotel, quien sabe. El lugar era realmente elegante. Una alfombra roja llevaba desde la entrada hasta un ascensor negro y unas preciosas lámparas de araña colgadas del techo y de aspecto caro. El suelo estaba impecable e incluso nos reflejaba a nosotros como un espejo. Nada que ver con el edificio en el que había vivido aquellos seis años que era lo más cutre del mundo.

Niko se adelantó hasta la entrada mientras yo examinaba un poco la zona, allí se apresuró a pulsar el botón verde que atrancaba la puerta giratoria logrando desbloquearla.

Vale, la puerta tiene un mecanismo para bloquearla desde dentro —comentó el aprendiz mientras miraba las escaleras—. La pregunta es quién la habrá bloqueado en primer lugar.

No merece mucho la pena preguntarse eso en este lugar... —bajé la mirada con pesar—. Alomejor estaba siendo perseguido por sincorazón, trató de salvarse bloqueando la entrada... Pero no le sirvió de nada, lo típico.

¡Bien, ya estamos dentro! —se alegró la Maestra seguida de los dos hermanos. Mis ojos se clavaron por unos instantes sobre Victoria, me mordí los labios tratando de quitar los recuerdos de Ivan de mi mente.

Los sincorazón habían desaparecido sin dejar rastro sin que me hubiese dado cuenta. Miré a los lados en busca de ellos, pero nada... Se habían esfumado... Algo muy muy raro.

Yo no pienso subir caminando.

¿Hay otras opciones?

Me centré en la Maestra en ese momento sin darme cuenta de capón que la aprendiza le había dado a su hermano, que solo había visto las escaleras. Nadie parecía muy dispuesto a subir a pie, y con razón. Shinju, Niko y Nathan fueron los primeros en subir, y cuando Victoria estuvo a punto de hacerlo pareció cambiar de idea, ya que me fulminó con la mirada.

¡Yo subo por las escaleras, un poco de ejercicio me hará bien! —exclamó haciendo ejercicios de estiramiento—. ¡Venga, subid! ¡Veremos quién llega primero!

No era muy buena idea quedar solo en este mundo, no sabíamos si el edificio era seguro.

Te acompaño —me ofrecí al cabo de unos segundos siguiéndola por las escaleras.

***


¡Me quiero moriiiir!

Habría sido mejor dejarles subir y esperar abajo para que pudiésemos llamar al ascensor otra vez —suspiré agotado. Lo cierto era que subir por las escaleras era un verdadero suplicio.

Llevabamos cerca de cinco minutos subiendo y subiendo sin parar. No es que nos esforzásemos en ir muy rápido, pero la verdad es que tanto la aprendiza como yo estábamos hasta el gorro de ello.

Victoria se detuvo y sacó su teléfono móvil para echarle un ojo.

¿Viuda? Jiuda... Aiuda... ¡Ayuda, leñe!

La miré con curiosidad sin entender nada, ¿era algún tipo de juego de adivinanzas? Mi móvil vibró en ese instante también. Al abrirlo pude ver un extraño mensaje "corrupto", o eso parecía. Tuve que forzar la vista bastante para verlo, pero sin duda ponía "Ayuda". Lo mismo que ponía en el que suponía que la aprendiza había recibido también.


¡̷̏͑͋̿ͨͧ̀͂̈́ͫ͌ͭͨͣͤ͋͐͐ͦ͘҉͞Ȁͮ͂̃́̈͆ͨ̏̓̀̉ͪ̈̓̽͘͏̵̧Yͥͪ̌̑ͪ̌̌̕͜Ų̵ͮ̑͂ͪ̆̀ͭ̓ͫ͊ͥ͗ͦ̐ͭ͘͜͡D̢̀̉́ͧ̓͆̾̍ͧͬ́̓̀̄͗̓ͨ́҉A̵̧̡̐̉ͨ̎ͬͫͯͣ̄̀ͫ̇͆̍̈́!̷̢̂̈́̑̊͞


No tuve más tiempo, pues Victoria empezó a correr escaleras abajo como una loca. Intenté seguirla como buenamente pude (por suerte no era excesivamente rápida) hasta llegar abajo nuevamente.

¡Eh! ¡La ayuda está aquí! ¡Dime dónde estáaas! —gritó tras sacarle la lengua al ascensor y salir hacia fuera.

¡Espera! —exclamé yendo hacia la derecha con ella—. ¿Acaso sabes a donde ir?

Mientras decía eso había sacado mi móvil y trataba de enviarle a Niko un mensaje de texto.

Victoria ha salido del edificio. La he seguido por el camino que queda a la derecha según se sale del rascacielos. Avisa a los demás.

-Ragun.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Tsuna » Sab Jul 18, 2015 3:11 pm

Maka Cross


Maka optó por situarse de cuclillas ante el hombre, preocupada por su estado de salud. El señor respiraba con dificultad y parecía empeorar por momentos.

Rebecca. El hombre no se ha curado del todo. No tengo panaceas y ni sé magias. Tratare de hacerle un torniquete para ver si puede ralentizar el que se desangre.

Rebecca se detuvo en medio de la carrera, con el ceño fruncido, confusa por las palabras de su aprendiza. Que la chica mencionara el uso de panaceas y que no estaba mejorando la preocupó, porque en principio no había razones para ello. La maestra le examinó una última vez por encima con la vista, intentando averiguar qué estaba sucediendo, pero un nuevo grito de auxilio la devolvió a la realidad. Se dio la vuelta y avanzó corriendo hasta la glorieta.

No merece la pena… Yo ya estoy perdido, pero no… no se lo digas a ellas… —comentó con sus últimas fuerzas, haciendo un soberano esfuerzo por mirar a Maka.

Aun así la aprendiza no se detuvo. Con sus dientes arrancó un pedazo de su ropa para hacerle el torniquete al señor. Durante unos momentos la herida, que parecía hecha más por un mordisco que por un zarpazo, dejó de sangrar y todo pareció ir bien.

Ya esta. Trate de aguantar por favor.

El hombre asintió y, con una expresión de ultratumba, sacó algo de sus ropas y se lo entregó a la aprendiza, antes de que esta se marchase.

Guardalo… El payaso, se lo quité cuando… no estaba mirando… —Y dejó caer la cabeza sobre la farola, con los ojos cerrados.

Bajo la luz de la bombilla se veía bien, era una especie de tarjeta de color azul metálico con líneas verdes y unos pines. Si el hombre se la estaba entregando es que igual sabía que ella lo necesitaría más que él.

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Maka obtiene: objeto misterioso x1 (es la misma tarjeta que ha encontrado Nathan en el post anterior)


Al coger la guadaña y guardar la tarjeta, si es que la había aceptado, pudo comprobar que Rebecca se había hecho cargo de toda la situación por sí misma. De un hechizo Aqua tumbó a dos de aquellas Sombras, mientras que otra se había ocultado en el suelo. Con un rápido vistazo la chica pudo ver a las dos mujeres, la familia de aquel hombre que tenía al lado: la más pequeña tenía el cabello pelirrojo, con pecas en las mejillas y más o menos de su misma edad. Vestía unos vaqueros azules oscuros con una blusa naranja. La que parecía la madre, en cambio, llevaba un bonito vestido de color verde azulado, tenía el cabello recogido en un moño, de color castaño oscuro.

En cuanto la última Sombra salió del suelo, si la aprendiza se había fijado bien y no la había perdido de vista —podía localizarla gracias a la luz de las farolas— logró asestarle un potente golpe con su guadaña que acabó con ella sin problemas. La criatura se volvió humo negruzco ante la vista de todos, y una ráfaga de viento sacudió el lugar por un instante. La maestra Rebecca asintió con la cabeza, dando a entender que había hecho un buen trabajo. Las dos víctimas, en cambio, resoplaron y liberaron la tensión acumulada.

Muchas gracias a las dos. ¿Sois de Tierra de Partida, verdad? Os debemos la vida. —habló la mayor, que hacía su papel de madre.

Seh, pero papá está muy mal. ¡Papi! —exclamó la pequeña, preocupada por el hombre.

La chica corrió hacia el señor, todavía sentado y apoyado en la farola. Entreabrió los ojos un poco, mirando a su hija una vez más, e intentó sonreír.

No te preocupes… Estaré bien.

Su hija se agachó, con el rostro lleno de preocupación.

¿Pero qué te ha pasado ahí fuera? Deberías haberme hecho caso, padre.

La maestra Rebecca se acercó a Maka, pero sin llegar a decirle nada. Simplemente se limitó a observar, intentando buscar alguna pista que relacionase a esas personas con el misterioso mensaje que habían enviado la noche anterior. La madre se adelantó, imponente, y con un tono de voz autoritario les ordenó regresar a casa. Allí no estaban a salvo.

Hablaremos más tarde, vamos a casa. Vosotras dos, Portadoras, podéis acompañarnos, estáis invitadas y seguro que necesitáis comer algo.

No aceptaría un “No” por respuesta, así que Rebecca le indicó a Maka con la cabeza que los acompañaran a su casa.

****


La casa no quedó muy lejos, cruzaron la calle y accedieron por unas escaleras protegidas por una verja hasta el segundo piso. El salón era grande, y tenía tres posibles salidas: una daba a la cocina, otra daba a los dormitorios, y una última al cuarto de baño. En el centro se encontraba una mesa rectangular, de cristal y decorada por figuras blancas de pájaros y flores. A su alrededor, había tres sofás. En uno colocaron al hombre, al parecer inconsciente —todavía tenía pulso, aunque latía muy débil, y además Rebecca le había dado de beber una Panacea—, en otro se sentaron las dos mujeres, y en el restante Rebecca y Maka.

Y bueno, ¿cómo habéis llegado hasta aquí? ¿Cuál es vuestra… historia?

Esperad un segundo, os traeré algo para picar y hablaremos con más tranquilidad las cuatro.

La mujer fue a la cocina, y no volvió hasta pasado el minuto. Colocó sobre la mesa un mantel, y luego algunas botellas de agua, así como latas de sardinas para cada una, excepto para el hombre.

>Al vivir aquí, no tenemos otra forma de comer que robando comida enlatada de otras casas. Y disculpad que no nos hayamos presentado, yo soy Susana, mi hija es Margarita y mi marido es Raymon.

Sep, aunque quien salía a coger provisiones era papá. ¿Y vosotros, habéis venido a ayudarnos? Encantada, por cierto.

Rebecca asintió nuevamente con la cabeza, sonriente. Por supuesto, estaba segura de que aquellas personas eran las que habían pedido ayuda.

Encantada, soy la maestra Rebecca y ella es mi nueva alumna —observó entonces a Maka Cross, esperando que se presentara—. Sí… Anoche nos llegó un mensaje de ayuda sin identificar, y nos preguntábamos si alguien necesitaría ayuda de verdad. Hemos venido a... investigar.

Margarita abrió los ojos como platos mientras se comía una de las sardinas. La expresión de la madre también fue similar.

Espera, espera, espera, ¿qué os ha llegado un mensaje sin identificar?

Maka podía explicarles la situación, lo que le había contado la maestra, si no intervenía, le explicaría el asunto la propia Becca.

Qué raro… Hace más o menos unos días todas las comunicaciones con los otros grupos se cortaron, y desde entonces no para de llegar un mensaje pidiendo ayuda.

¿Otros… grupos? ¿Acaso sois más?

¡Qué fuerte! Pues claro, estábamos de viaje por Espacio Profundo cuando nuestra nave recibió un ataque de esos sincorazón. Entonces, bueno, nos mantuvimos a la deriva durante un tiempo hasta que aterrizamos aquí. Nos dispersamos para explorar todo lo posible la ciudad pero… Ya veis cómo ha acabado la cosa.

El que sabía de todo esto era mi marido. Podíamos comunicarnos con los otros grupos, pero de pronto, las comunicaciones se cortaron y empezó a llegar ese mensaje.

Como no sabíamos nada de los demás salió a investigar, pero como tardaba tanto, nos preocupamos. A todo esto, ¿os dijo algo cuando le encontrasteis? —preguntó, con la comida en la boca, mientras miraba a Maka en particular.

Una vez hubiese respondido, si decidía hacerlo, escucharían unas pisadas pesadas y lentas fuera de la puerta. Como si alguien estuviese subiendo las escaleras que daban acceso a la casa. Y entonces, tocaron el timbre. Al principio no pasó nada, pero luego vino un golpe a la puerta, y después otro. Raymon, que sudaba horrores en el sofá y seguía con los ojos cerrados, se removió un poco. Estaba pálido como un muerto y tenía unas ojeras enormes. ¿De verdad estaba bien?

Ante la insistencia de los golpes, Margarita se levantó con cara de mal humor, agobiada por la insistencia de ese nuevo personaje. Puede que fuese otro superviviente como ellos, quién sabía.

Ya va, ya va.

Mientras Susana recogía los platos e iba de vuelta a la cocina, Rebecca le susurró a Maka, preocupada.

Esto no me gusta… Hay algo en todo esto que no encaja. ¿Quieres acompañar a Margarita, o vigilar a Raymon?

El hombre seguía dando vueltas en el sofá, con los ojos cerrados y sin decir nada. Ni siquiera se quejaba. Margarita, en cambio, estaba a punto de abrir la puerta, que no paraba de ser golpeada. Maka tenía que hacer algo, y rápido. No le había preguntado a nadie si la casa disponía de otra salida… en caso de que las cosas fuesen a peor. Los sincorazón acechaban, vamos, raro era que no se hubiese colado ninguno a esas alturas.

Ragun y Victoria


Yyy ¿cuántos años te llevó ser Maestra? —preguntó Victoria, mientras intentaba echar un rápido vistazo al teléfono de la maestra. Pudo ver de reojo que estaba en la bandeja de entrada, como si le acabara de llegar un mensaje.

Pero el cotilleo no llegó más lejos, porque Shinju se apartó rápido y la miró mal al darse cuenta de lo que estaba intentando.

Menos de los que te llevarán a ti. —Y tras echar un nuevo vistazo al móvil, lo guardó y agarró a Victoria de la mano, llevándola a la entrada del edificio—. Si te quedas ahí quieta te van a comer. ¡Venga!

Una vez dentro del edificio Victoria y Ragun optaron por no usar el ascensor, sino las escaleras. Debían de tener mucho valor o ganas de hacer ejercicio, pero no alcanzaron siquiera el primer cuarto del rascacielos. Recorrerlo de arriba a abajo era una tarea que,con suerte, Shinju no les mandaría ese día. Al leer el mensaje encriptado ambos decidieron por dar media vuelta y salir a la calle, en busca de niños que necesitaran ayuda de los malvados sincorazón.

¡Eh! ¡La ayuda está aquí! ¡Dime dónde estáaas! —gritó Victoria, sin importarle un pelo que hubiese posibles enemigos cerca.

¡Espera! ¿Acaso sabes a donde ir?

Los dos aprendices se adelantaron atravesando la calle de la derecha, por lo que en ningún momento vieron a ningún encapuchado. Avanzaron en sentido recto durante minuto y medio. El lugar se encontraba en un estado que conocerían bien: vehículos y coches estampados contra las paredes, puertas cerradas y ventanas abiertas, iluminadas. Había carteles encendidos que anunciaban de todo, desde bares en los que tomar una copa, nuevos modelos de coches, hasta un juego muy raro en el que se jugaba con pines de calavera.

En cuanto a Ragun, cuando presionó el botón de “Enviar”, le saltaría una ventanita de error en el móvil diciendo que no podía enviar el mensaje a nadie porque sencillamente, no disponía de cobertura ni acceso a Internet. Y qué raro, porque en el rascacielos hubiese jurado que sí tenía. Parecía como si le hubieran cortado la comunicación a su dispositivo, quizás de forma intencionada, o igual se trataba de una simple interferencia.

Alguna que otra Neosombra surgió desde un charco de agua, y otra de debajo de un coche, pero no atacaron a los aprendices de inmediato, sino que se limitaron a observarlos, acercándose lentamente a su posición. Como los dos iban a buena velocidad las criaturas de oscuridad decidieron acelerar el paso también. Podían enfrentarse a ellas o no, pero de hacerlo se estarían arriesgando a que apareciesen más y más.

Giraron la esquina y se adentraron por un callejón, con los seres oscuros todavía detrás, al acecho, de nuevo volvieron a girar hasta una nueva calle principal que se dividía en más secciones. Entonces se dieron cuenta de que una especie de niebla comenzó a recubrirlo todo, o más bien, la niebla ya estaba allí antes de que ellos llegaran. No era lo suficientemente espesa para cegarlos, pero sí llegaba a molestar y suponer un obstáculo.

Y entonces, resonaron unas pisadas cargadas de cansancio de una de las calles, concretamente de la izquierda. Los dos pudieron ver que se trataba de un chico joven: cabello rosa, chaleco azul y vaqueros marrones. Además, aquellas gafas le daban un aire intelectual. El muchacho jadeaba con fuerza, y apenas podía sostenerse sobre sí mismo. Cuando alzó la vista y les vio se le iluminaron los ojos, y no dudó en acercarse a ellos.

Gracias a Dios que encuentro a alguien… Pensaba que iba a morir.

Y sin embargo, en lugar de detenerse, continuó avanzando, con o sin la ayuda de los aprendices, hasta la calle de la derecha, que daba a más callejones laberínticos y nuevas casas. Les observó con preocupación, fijándose luego en los sincorazón, y por último, con un gesto de terror, volvió la vista al camino por el que había venido.

Ni se os ocurra ir por ahí. Está lleno de esas cosas, me llevan siguiendo desde que escapé… No sé cómo lo hacen. Venid conmigo y os lo explicaré mejor, por favor. —comentó, casi a duras penas por el tremendo esfuerzo que hacía al hablar.

Se ajustó las gafas y les indicó una de las puertas, entonces metió las manos en el bolsillo y sacó unas llaves, con las que logró abrir la puerta. Esperó a que los aprendices entraran dentro, y luego iría él. Desesperado y sudando, cerró la puerta de nuevo con llave y apagó las luces de la casa, encendiendo unas velas que tenía encima de un mueble.

Sois… ¿Sois de Tierra de Partida, de la Orden? —escuchó sus respuestas, y le dijeran o no la verdad, suspiraría aliviado—. Como sea, ha sido toda una casualidad. Por favor, tomad asiento y no os acerquéis a las ventanas. Con suerte se irán.

Los sincorazón se negaron a entrar en el edificio, atraídos por el camino del que había llegado ese misterioso personaje. El joven se sentó sobre un sofá, preocupado y nervioso. La casa tenía dos nuevas puertas y unas escaleras que subían: la puerta de la izquierda daba a la cocina, en la que había una ventana minúscula, la puerta del fondo daba acceso a un viejo trastero, con otra puerta que permitía acceder a una calle trasera, y las escaleras continuaban hacia los pisos superiores, posiblemente sin ninguna salida que no fuese una ventana.

Yo vivía aquí, en esta ciudad, con otro grupo. Nuestra nave sufrió un ataque sincorazón y terminamos en esta ciudad infernal —tragó saliva, acariciando las manos con nerviosismo, como si se hubiese salvado de la misma muerte—. Nos podíamos comunicar por mensajes, y nos alimentábamos con comida de lata que encontrábamos por ahí. Pero hace poco las comunicaciones se cortaron, y nos empezó a llegar un mensaje pidiendo ayuda…

Vaya, esa historia la conocían muy bien los aprendices, sobre todo ellos dos, puesto que sus teléfonos móviles estaban sin cobertura ni acceso a la red; totalmente aislados. El chico volvió a echar un vistazo rápido por la ventana, cuyas cortinas había corrido para que no se pudiera ver nada desde el exterior, y tragó saliva.

Salimos a ver qué estaba pasando, pero… No sé lo que pasó, unos tipos nos secuestraron y nos llevaron a un laboratorio. Intentaron experimentar con nosotros, pero otro compañero y yo logramos escapar. Ni siquiera sé qué fue de él, puede que ya esté muerto. Se quedó atrás cuando escapamos…

Por el tono de voz, el joven parecía estar traumatizado de verdad. Sudaba, se acariciaba las manos sin parar y tenía los ojos abiertos de par en par. Entonces fue cuando llegó… o más bien, llegaron. Victoria y Ragun escucharon lo que parecían quejidos, lamentos y pisadas provenientes de la calle. El chico se puso nervioso y les ordenó apagar todas las velas, perplejo. Podían hacerlo o no, nunca se sabía cuando podía resultar útil una vela encendida.

¿Cómo saben dónde estamos? ¿Cómo demonios… lo saben?

Si los aprendices se asomaban un poco por la ventana, detrás de las cortinas, podrían ver con auténtico horror lo que se les había caído encima: un grupo enorme de personas difíciles de identificar, de piel grisácea y extremidades deformes, caminaba a duras penas por la calle… Estos emitían quejidos, lamentos, cojeaban al caminar y movían los brazos de forma lenta y torpe, como intentando agarrar algo que nunca llegaba.

No les daría tiempo siquiera a contarlos, porque cuando el muchacho se apartó asustado de la ventana, tiró por accidente la vela apagada y el metal resonó por toda la calle. Ese extraño grupo de personas, que caminaban como si estuviesen siendo controlados, todos a la misma marcha, se dirigieron a la puerta… Y empezaron a aporrearla con una fuerza atroz y sobrehumana.

No… No quiero morir. Un golpe de esas cosas y estaréis muertos, ni se os ocurra luchar directamente. Ni siquiera sé si tienen punto débil...

Una mano deforme y pálida como la de un muerto atravesó la ventana. Empezó a golpear al aire, intentando agarrar algo o a alguien. Y la puerta, entonces, cayó. Cientos de cuerpos se precipitaron en manada al interior de la casa.

Spoiler: Mostrar
Recordad dónde estáis, podéis utilizar cualquier mueble a vuestra disposición, así como intentar ir por las tres salidas posibles… Eso, o enfrentaros a ellos directamente. Si salís a la calle recordad indicar a dónde os dirigís, quizás vuestros personajes estén interesados en ese laboratorio o no.


Nikolai y Nathan


Ambos corrieron hacia el encapuchado como si no hubiese mañana. La Neosombra del centro de la plaza se abalanzó hacia ellos sin dudarlo un instantes, abriendo las manos con ganas, preparada para atravesarlos con aquellos pinchos negros que hacían de dedos. Pero Nikolai estaba preparado. Con su nueva espada, afilada y de un reluciente color negro, atravesó a la criatura por un costado, logrando apartarla a un lado.

Gracias a la maniobra consiguieron ganar unos segundos muy valiosos, puesto que las dos Neosombras que les pisaban los talones ya corrían hacia ellos. Un combate allí habría resultado fatal.

Correr por la calle con los sincorazón a sus espaldas no supuso un problema, porque cuando alcanzaron a la figura encapuchada, esta se encontraba retraída, asustada en una esquina, rezando en sus últimos momentos para que las criaturas de oscuridad no acabaran con ella. Ni desde esa distancia pudieron verle el rostro, pero por el tono de voz era evidente que se trataba de una mujer.

S-socorro… ¡Ayudadme!

No les quedó otra opción: lanzar hechizos o invocar la Llave Espada, de hacer esto último solo aparecerían cinco Sombras normales en aquella plaza a la que habían llegado, pero nada de lo que preocuparse, ¿no? Sumadas a las dos Neosombras que acosaban a la mujer, y las dos que ya les perseguían, se hacían cuatro. No tardaría en llegar la que habían dejado atrás herida, haciendo un total de diez enemigos.

¡Sois Caballeros de la Llave Espada! He escuchado que lucháis muy bien —Y asintió con la cabeza, gratamente sorprendida—. ¿Sabéis? Hace un buen rato he visto a alguien MUY sospechoso. Tenía pinta de ser malvado, con esa sonrisa tan despiadada… ¡Se fue por aquí!

La mujer retrocedió ante el muro de enemigos que tenían delante, y comenzó a escalar unas rejas, intentando pasar al otro lado. Por mucho que intentaran mirar esta mantenía el rostro oculto en las sombras, así que tendrían que esperar a que se quitara la capucha. Tampoco tenían mucho tiempo, era escalar o enfrentar a diez sincorazón. El más mínimo segundo de duda y les agarrarían las piernas. Pero si insistían conseguirían saltar la valla y perderlos de vista. ¡Menudo susto! Aunque siempre se podían quedar a luchar una batalla perdida y dejar escapar a la única superviviente que habían sido capaces de localizar.

Decidme, Caballeros, ¿os gusta mucho jugar? A mí me encantan los juegos, jijiji.

Y se puso en marcha por la calle que tenían delante, sin nadie a la vista. Qué mujer tan extraña, ¿no? Esta se dirigió hasta la puerta de un edificio, entreabierta, y allí señaló a su interior.

Le vi entrar por aquí. ¡Tened cuidado!

Más les valía estar preparados, porque nunca se sabía de dónde podía salir un auténtico villano… Si se fijaban en sus teléfonos móviles se darían cuenta de que habían perdido la cobertura y el acceso a Internet. Saic, además, sería capaz de averiguar el porqué: al parecer unas ondas electromagnéticas estaban interfiriendo en toda la ciudad desde algún lugar, cortando las comunicaciones de todos los dispositivos con el exterior y permitiendo que estuviesen todos conectados a una red interna. Un nuevo mensaje les llegó:

Mensaje sin identificar:




E͑̅̽͐ͣ̃ͭ̉ͧ̄͏̸l̷͂̎ͬ̔̅ͦ̇ͥ̐̚͞҉ ̵̧̑͒̏̓̿̾̍͟͡v̈ͪ̄̍ͫ̄̎̈́͒͐̃͊ͮͣ̇̇̐̚̚҉̕͞͡i̾ͬͨ̐̀̊̂̕͝l̡̍̒͗̒̏̌ͣ̏͜ļͤ͊͆͊̂̂́̇̃͆̒̈́̚ȃ̷̶̧̢̉ͦͭͯ̏́̅ͬ͘n̶̴̸̋̀̓̓ͥ̑ͨ̄ͮͨ̂̑̿͊͢o̎̋̄̿ͮ̊̄͋ͧ̾̋̋͑̔ͪͤ̈́̾̀͠҉̛͘ ͦ̊̾̐̆̊̂͒̓̈͞sͣ͌̇̒͛ͧ̏͏̨e̸̿ͭ͋̈ͯ̔̿ͦ̈̚̕̕͏ ̄̔ͬͪͫͩ͂̉҉̡̛͠͝ę̧ͮ͗̏ͥͧ̏̔͘n̢̨̛͋ͧ͆ͦ̃ͯͧ͑͂̓̊ͨ̃̂͡čͬ̑͆͟͏̸̡u̶ͥ̆̎ͧ͑̍̽ͮͬ̚͟͡e̛̅͂ͨ̂̌ͫ̃̉ͫ̕͞n̴̢ͩͧ̔̔͂͋̇͑̽̂̉͗̒̀͠͡t̵ͦ̐̆̐̀ͥ̌͜͠ŗ͑͑̔̓͂a̵̧ͦ̒̿ͮ̈́͆̈́͒̃̿ͥ̍̄ͫ͟͟͡ ̵̴̀̑ͥ͆ͦͬ̍́͘͢͞ē̿ͪ̅̈́ͫ͊̑̇ͤ͌̑̂̎ͤ̚̚͟͢͡҉͝n͗̏ͮ̔͆̅̽ͦͨ͌̌͋ͯͬ̊ͥͩ̊̚͞҉̵ ̷̨̍̃̈ͥ͋ͨ̈́̉̄̊l̨̂ͩ̇ͨ͘͡ả̃̄̿͛͑͛̏ͧ̃̎̈́͋͏̴ ̛̀̅̌̃ͯ̈ͦ͒̓ͪͨ̀́́́́s̷̛̽̈́̐̄͒̋̒̒͂͒̔ͧ̀̆̎͋̚͟҉ȩ̵̶̅ͥ̒̄̎̓̀͊̄̊͋̂͋ͪ̌ͯ̀̕͢g̨̨͐̀ͯ̂͆͋ͦͯ̓̚͢͏ū̓ͥ͌̋͑̐̓̌̃̿ͥ̄͊̉̆͏̡͜ņ̊͋̏̏͐͗̈́̒ͭͮ͊͆̓́̚͜dͧ̊̔ͦ͐ͨ̇͆́ͫͭ̏̈́̿̎̇ͪ̔͢͞ä̛ͦ́̎̈̀͆̑ͣ̑͗ͦ͌̀̔̀̚͟͟͞ ̵̵̷̍̄͛̌ͫ̀̀̉̈́́͞p̛ͬ͊̏͋ͯͫ̉̍̓l̸̢ͥ̈́ͧ͛ͥ͊̅̽͌̾̎̚̕a̸̡͗̈́͋ͥ̔ͪ̊̈̅̀́n̶̸ͮ́̓̑͑̒̊̓̔̀ẗ̊ͣ̉̾͐̿͜͏̸͜ǎ͆͗͒ͦ̈͏̢͢͝͠


La mujer se quedaría allí, impaciente por seguir a los dos hombres desde atrás y con cuidado. Respondería en la medida de lo posible a las preguntas que le quisieran formular sin llegar a mostrar incomodidad ninguna. El interior del edificio no era especial, se encontraron televisiones, mesas, plantas marchitas y muebles cubiertos de polvo. Hacía frío y el ambiente era húmedo por la oscuridad aunque podían encender las luces.

Una vez llegaron a la segunda planta subiendo las escaleras, puesto que no había ascensor, la mujer les bloquearía la salida y empezaría a reír de manera verdaderamente siniestra.

Os dije que me gustaba jugar, jijiji.

Y se quitó la capucha:

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¡Y creo que me lo voy a pasar en grande! Por cierto, ¿de dónde has sacado ese móvil que habla?

Y la única salida, a excepción de las ventanas situadas a tres metros y medio de altura, estaba bloqueada por él.

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Os comento lo mismo que a Ragun y Victoria, tenéis a mano muebles y demás para intentar apartar a Kefka.


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Fecha límite: Jueves 23 de Julio.

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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Maka Cross » Sab Jul 18, 2015 10:00 pm

Cuando ya había terminado de hacerle el torniquete en el brazo del hombre, pensaba irme para combatir contra los enemigos. Este sacó algo de sus ropas y me lo entrego antes de que me levantase. Observe por unos instantes confusa lo que me había dado.

Guardalo… El payaso, se lo quité cuando… no estaba mirando… — Me asuste.

Por un momento me asuste cuando dejo caer la cabeza y espere que realmente fuese por el cansancio de la sangre perdida. Me volví a fijar en el objeto que me había dado y cuando me logre calmar un poco del susto, lo guarde después de unos segundos. Quizás era algo importante por lo que había dicho o eso es lo que estaba pensando yo.

Cuando pensaba ya ir a ayudar a Rebecca con los sincorazón, ya había acabado con dos de ellos pero uno se había ocultado en el suelo. Después de echar un vistazo a las dos mujeres volví a centrarme en el enemigo restante, que este cuando salió no perdí tiempo en correr hacia el y asestarle un golpe con la guadaña que para mi sorpresa le dio de lleno. Ver asentir a mi maestra ante lo que hice, me hizo sentir mejor conmigo misma.

Muchas gracias a las dos. ¿Sois de Tierra de Partida, verdad? Os debemos la vida. — Le dedique una sonrisa cómplice.

Seh, pero papá está muy mal. ¡Papi! — Desvié un poco la mirada.

Aun pensaba el echo de que no me gustaría que el hombre se muriera, porque seria un gran daño emocional para ellas dos o eso es lo que estaba pensando y que para mi era algo lógico.

No te preocupes… Estaré bien.

Los observaba en silencio, prefería no interrumpirles.

¿Pero qué te ha pasado ahí fuera? Deberías haberme hecho caso, padre.

¿Qué más podría hacer? Como había pensado antes, yo no sé ninguna magia y el único objeto que tenía de curación era una poción. Sentí que mi maestra se acerco y le dedique una mirada fugaz para luego seguir mirando al hombre.

Hablaremos más tarde, vamos a casa. Vosotras dos, Portadoras, podéis acompañarnos, estáis invitadas y seguro que necesitáis comer algo.

Hubiera preferido seguir con la investigación pero también me preocupaba el estado del hombre o lo que le pudieran suceder a ellas, de todas formas mi maestra igual me indico de que fuese y si o si tenía que aceptar.

---


En ningún momento me sentí relajada por si nos atacaban, aunque realmente desde que llegamos aquí no he parado de sentir algo extraño en el ambiente y por ello estaba demasiado alerta.

Y bueno, ¿cómo habéis llegado hasta aquí? ¿Cuál es vuestra… historia?

Esperad un segundo, os traeré algo para picar y hablaremos con más tranquilidad las cuatro.

Nada más ver la lata de sardinas, no pare de observarlas ya que el pescado me encantaba.

>Al vivir aquí, no tenemos otra forma de comer que robando comida enlatada de otras casas. Y disculpad que no nos hayamos presentado, yo soy Susana, mi hija es Margarita y mi marido es Raymon.

Sep, aunque quien salía a coger provisiones era papá. ¿Y vosotros, habéis venido a ayudarnos? Encantada, por cierto.

No había tocado nada de la comida y ni si quiera toque el agua y ahora menos iba a tocarlos, después de escuchar a la mujer decir de que no tenían otra forma de comer. Por supuesto no iba a quitarles la comida, aunque tampoco quería verme como una mal educada por su ofrecimiento y ahí comencé mi propio dilema mental.

Encantada, soy la maestra Rebecca y ella es mi nueva alumna — Salí de mi dilema mental por mi maestra y me presenté. —. Sí… Anoche nos llegó un mensaje de ayuda sin identificar, y nos preguntábamos si alguien necesitaría ayuda de verdad. Hemos venido a... investigar.

Observaba el lugar en el que nos encontrábamos, hasta que comenzó a hablar la chica.

Espera, espera, espera, ¿qué os ha llegado un mensaje sin identificar?

Antes de que llegásemos, mi maestra me había explicado de que llegó un mensaje de un remitente desconocido y encriptado. Por eso vinimos a investigar.— Les explique tranquilamente, recordando lo que había dicho Rebecca en la nave.

Qué raro… Hace más o menos unos días todas las comunicaciones con los otros grupos se cortaron, y desde entonces no para de llegar un mensaje pidiendo ayuda.

¿Otros… grupos? ¿Acaso sois más?

¡Qué fuerte! Pues claro, estábamos de viaje por Espacio Profundo cuando nuestra nave recibió un ataque de esos sincorazón. Entonces, bueno, nos mantuvimos a la deriva durante un tiempo hasta que aterrizamos aquí. Nos dispersamos para explorar todo lo posible la ciudad pero… Ya veis cómo ha acabado la cosa.

El que sabía de todo esto era mi marido. Podíamos comunicarnos con los otros grupos, pero de pronto, las comunicaciones se cortaron y empezó a llegar ese mensaje.

Si eran más, debíamos de ayudarles o al menos tratar de dar con ellos porque no me gustaría que corrieran peligro.

Como no sabíamos nada de los demás salió a investigar, pero como tardaba tanto, nos preocupamos. A todo esto, ¿os dijo algo cuando le encontrasteis? — Parpadee un par de veces.

Si, dijo algo sobre un payaso.— Les dije algo pensativa al recordar sus palabras y el objeto.

Me saco de mis pensamientos el escuchar esas pisadas, me hizo recordar de nuevo sobre las películas de terror. Cuando escuche el timbre, sentí algo de temor pero lo que hizo sobresaltarme fue los golpes que vinieron después de eso. Desvié mi mirada hacia el pobre hombre y no me gustaba como se veía.

Ya va, ya va.

Ver a ambas como si nada me preocupaba más. Ya que ni yo misma me atrevería a abrir alguien la puerta en este mundo o quizás es por culpa de todo aquello que sea de terror.

Esto no me gusta… Hay algo en todo esto que no encaja. ¿Quieres acompañar a Margarita, o vigilar a Raymon?

Me quede pensando lo que podría hacer y cuando di con ello, le susurre igual a mi maestra.

Es cierto, aunque desde que vinimos siento algo raro en el ambiente.— Mi mirada seguía sobre Raymon. —Iré con Margarita.— Hice una pausa y seguí. —Creo que si Raymon empeorase o algo, podría servir de utilidad tus conocimientos sobre la magia.— Le dije con una sonrisa leve.

Después de decirle eso a mi maestra, agarre el palo de mi guadaña con algo de fuerza la cual no había soltado ni de broma cuando habíamos llegado. Prefería que mi maestra se quedara con Raymon por el simple echo de que ella sabía magia y yo no, temía que no le fuese a ser útil a Raymon. Tendría que haber preguntado si habían más salidas, por si había un ataque masivo de enemigos o si la cosa se ponía fea. Dedique una mirada fugaz a mi maestra y otra a Raymon.

Luego de eso me dirigí rápidamente hacia Margarita, esperando que quien tocara de ese modo no fuese un enemigo. En tal caso de que fuese un enemigo, le atacaría a modo de defensa para que Margarita pudiera escapar y no me importaría que fuese fuerte con tal de proteger a alguien.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Drazham » Jue Jul 23, 2015 8:36 pm

Nikolai ondeó su espada, Tizona, contra la Neosombra nada más verle las intenciones. La hoja traspasó su costado con suma facilidad, como si estuviese cortando mantequilla, y la hizo retroceder en el acto. Tenía que admitir que los moguris orfebres de Ciudad de Paso habían hecho un buen trabajo con el arma; no por nada se habían ganado su fama.

¡Rápido! ¡No tenemos tiempo para entretenernos! —advirtió a Nathan, desviando la mirada hacia los otros dos sincorazón que se habían puesto en movimiento.

Ambos echaron a correr a través del callejón por el que había huido la figura encapuchada. Niko echó una mirada por detrás del hombro en varias ocasiones, vigilando al dúo de Neosombras que les estaban siguiendo. Gruñó por lo bajo. Antes andaban medio embobadas, y ahora…

Espera… Nathan, ¿dónde están Ragun y tu hermana? —le preguntó en mitad de la carrera. Ahora que se fijaba, ninguno de los dos les estaba acompañando. ¿Cuándo se habían separado?

Tendrían que dejar ese asunto para más tarde. El problema de los Sincorazón y el encapuchado les urgía más.

Tras torcer en una esquina, hallaron a su objetivo, acorralado por las otras dos Neosombras de antes y temblando de miedo. La figura alzó su rostro cubierto por la capucha hacia ellos, percatándose de su presencia, y les imploró con una voz femenina:

S-socorro… ¡Ayudadme!

Niko vislumbró que las Neosombras que habían atraído se les unieron, incluyendo a la maltrecha que se había llevado un tajo por su parte. Dibujó una mueca en su rostro, y se dirigió a Nathan:

Son demasiados. Tenemos que usar las Llaves.

Bajó la vista hacia la espada que empuñaba y, con un poco de fuerza de voluntad, la intercambió por su Llave Espada, dejando tras de sí un destello blanquecino. Comprobó entonces que la advertencia de Shinju no era para tomársela a la ligera: cinco indeseables Sombras emergieron del suelo, atraídas por la invocación del arma legendaria. Serían de las facilitas… ¡Pero es que ahora eran diez enemigos por abatir!

¡Sois Caballeros de la Llave Espada! He escuchado que lucháis muy bien —la mujer se sobresaltó nada más ver sus armas, deshaciéndose de sus miedos—. ¿Sabéis? Hace un buen rato he visto a alguien MUY sospechoso. —Nikolai enarcó una ceja. ¿Sospechoso? No, espera… ¡No había tiempo para eso! Estaban rodeados por una jauría de Sincorazón—. Tenía pinta de ser malvado, con esa sonrisa tan despiadada… ¡Se fue por aquí!

¡Espere! ¡No se aleje dem…! —Extendió el brazo hacia ella en cuanto se puso a escalar por una verja cercana—. ¡¡Oiga!!

Pero ni caso. La mujer encapuchada saltó al otro lado de la verja. Apenas tuvo dificultades, ya que los Sincorazón le hicieron caso omiso. Prefirieron prestarles atención a las dos presas con los Corazones más jugosos que había en el lugar, clavándoles una multitud de ojos amarillentos.

Por el amor de… —masculló entre dientes. Giró la cabeza de un lado a otro, buscando un hueco entre los Sincorazón para escapar del embrollo en el que les había metido la mujer—. ¡Nathan, por aquí!

Se negaba a perder de vista a la única pista que tenían para buscar a los habitantes que hubiese por el mundo, y mucho menos cuando Nathan era un principiante. Quería evitarse cualquier combate innecesario y que les perjudicase, por lo que esprintó hacia la verja en cuanto tuvo la oportunidad. Volatilizó de una estocada a una Sombra que le saltó encima, y comenzó a trepar por la verja.

Una vez en el otro lado, no les costó alcanzar a la misteriosa mujer, que seguía caminando, tan pancha. Cualquiera diría que hace escasos segundos estaba muerta de miedo, rezándole al altísimo para que le librase de sus atacantes.

¡Espere un momento! —Niko se adelantó para interponerse en el camino de la mujer, poniéndole la palma de su mano en frente para obligarla a detenerse—. Tenemos unas cuantas preguntas que hacerle. ¿Y qué es eso de que ha visto a alguien sospechoso?

Decidme, Caballeros, ¿os gusta mucho jugar? A mí me encantan los juegos, jijiji.

… ¿Perdón?

El rostro se le desencajó de tal manera que se le quedó dibujada una expresión estúpida. Apenas tuvo tiempo de cuestionar la extraña respuesta de la chica cuando esta retomó su caminata. Por un momento, llegó a pensar que su cordura se habría visto afectada por su permanencia en un mundo sin apenas población y con el peligro de los Sincorazón.

Aunque Ragun también salió de allí y no se le veía tan trastocado como a ella.

Le vi entrar por aquí. ¡Tened cuidado! —Les indicó a ambos con el índice un edificio con las puertas entreabiertas.

Nikolai suspiró y miró a Nathan con cara de resignación, como si quisiera decirle un “no nos queda otra”.

Será mejor que contacte con Ragun por si las moscas. Imagino que Victoria estará con él. —Rebuscó en su chaqueta hasta que sacó su móvil. Sin embargo, nada más encenderse la pantalla, sus intentos de hablar con su compañero se vieron frustrados al leer el siguiente mensaje—: ¿Sin cobertura? ¿En un momento así? —bufó.

¡Ah! Señor Niko, iba a comentárselo ahora mismo. —El asistente asomó su reluciente cuerpo semiesférico en la pantalla del móvil, trayendo consigo una expresión de preocupación—. Hace un par de nanociclos que llevo detectando una corriente electromagnética de origen desconocido que interfiere con cualquier señal de entrada o salida.

En resumen: algo está bloqueando el uso móvil —acortó, alzando la vista a los nubarrones del cielo. ¿Sería cosa de la tormenta?—. ¿Y cómo es que nos ha podido llegar el mensaje de antes?

También quería llegar a ese punto —inquirió, alzando el dedo índice—. La fuente no solo bloquea la señal, si no que la redirecciona a un servidor que no logro identificar, y las aísla del resto.

<Lo que significa que hay una mente detrás del bloqueo de la señal>, especuló. La pregunta en cuestión sería el por qué inhabilitar los móviles en un mundo que se encontraba al borde del declive. ¿Que ganaban con ello?

Saic se sorprendió al ver el icono de la bandeja de entrada parpadear; un nuevo mensaje les había llegado. Al igual que el anterior, de remitente desconocido.

El mensajero anónimo ataca de nuevo. —Niko abrió el mensaje y frunció el ceño ante su contenido: su contenido era incluso más ilegible que aquel críptico mensaje de ayuda. Ni siquiera llegaba a descifrar la primera palabra.

Mensaje sin identificar:




E͑̅̽͐ͣ̃ͭ̉ͧ̄͏̸l̷͂̎ͬ̔̅ͦ̇ͥ̐̚͞҉ ̵̧̑͒̏̓̿̾̍͟͡v̈ͪ̄̍ͫ̄̎̈́͒͐̃͊ͮͣ̇̇̐̚̚҉̕͞͡i̾ͬͨ̐̀̊̂̕͝l̡̍̒͗̒̏̌ͣ̏͜ļͤ͊͆͊̂̂́̇̃͆̒̈́̚ȃ̷̶̧̢̉ͦͭͯ̏́̅ͬ͘n̶̴̸̋̀̓̓ͥ̑ͨ̄ͮͨ̂̑̿͊͢o̎̋̄̿ͮ̊̄͋ͧ̾̋̋͑̔ͪͤ̈́̾̀͠҉̛͘ ͦ̊̾̐̆̊̂͒̓̈͞sͣ͌̇̒͛ͧ̏͏̨e̸̿ͭ͋̈ͯ̔̿ͦ̈̚̕̕͏ ̄̔ͬͪͫͩ͂̉҉̡̛͠͝ę̧ͮ͗̏ͥͧ̏̔͘n̢̨̛͋ͧ͆ͦ̃ͯͧ͑͂̓̊ͨ̃̂͡čͬ̑͆͟͏̸̡u̶ͥ̆̎ͧ͑̍̽ͮͬ̚͟͡e̛̅͂ͨ̂̌ͫ̃̉ͫ̕͞n̴̢ͩͧ̔̔͂͋̇͑̽̂̉͗̒̀͠͡t̵ͦ̐̆̐̀ͥ̌͜͠ŗ͑͑̔̓͂a̵̧ͦ̒̿ͮ̈́͆̈́͒̃̿ͥ̍̄ͫ͟͟͡ ̵̴̀̑ͥ͆ͦͬ̍́͘͢͞ē̿ͪ̅̈́ͫ͊̑̇ͤ͌̑̂̎ͤ̚̚͟͢͡҉͝n͗̏ͮ̔͆̅̽ͦͨ͌̌͋ͯͬ̊ͥͩ̊̚͞҉̵ ̷̨̍̃̈ͥ͋ͨ̈́̉̄̊l̨̂ͩ̇ͨ͘͡ả̃̄̿͛͑͛̏ͧ̃̎̈́͋͏̴ ̛̀̅̌̃ͯ̈ͦ͒̓ͪͨ̀́́́́s̷̛̽̈́̐̄͒̋̒̒͂͒̔ͧ̀̆̎͋̚͟҉ȩ̵̶̅ͥ̒̄̎̓̀͊̄̊͋̂͋ͪ̌ͯ̀̕͢g̨̨͐̀ͯ̂͆͋ͦͯ̓̚͢͏ū̓ͥ͌̋͑̐̓̌̃̿ͥ̄͊̉̆͏̡͜ņ̊͋̏̏͐͗̈́̒ͭͮ͊͆̓́̚͜dͧ̊̔ͦ͐ͨ̇͆́ͫͭ̏̈́̿̎̇ͪ̔͢͞ä̛ͦ́̎̈̀͆̑ͣ̑͗ͦ͌̀̔̀̚͟͟͞ ̵̵̷̍̄͛̌ͫ̀̀̉̈́́͞p̛ͬ͊̏͋ͯͫ̉̍̓l̸̢ͥ̈́ͧ͛ͥ͊̅̽͌̾̎̚̕a̸̡͗̈́͋ͥ̔ͪ̊̈̅̀́n̶̸ͮ́̓̑͑̒̊̓̔̀ẗ̊ͣ̉̾͐̿͜͏̸͜ǎ͆͗͒ͦ̈͏̢͢͝͠


¡Ugh! ¿Pero qué clase de procesador de texto permite semejante desorden? —protestó, mirando con mala cara el emborronado mensaje—. Intentaré procesar el mensaje cuanto antes, señor Niko. Usted déjelo en mis manos.

Nikolai asintió y se guardó el móvil, dejando que Saic hiciese su trabajo mientras él se encarga del asunto que le atañía en ese momento. Se acercó a la mujer, que aguardaba en la entrada del edificio, con el fin de sonsacarle toda la información posible.

Entonces, aparte de usted, ¿hay otros supervivientes por la ciudad? ¿Sabe dónde podríamos encontrarlos? —Miró durante unos segundos el portón entreabierto que daba acceso a la edificación—. ¿Podría darnos más detalles de ese tipejo que le tiene preocupada?

Esperaría a que la mujer le diese las correspondientes respuestas. Le contestase o no, se paró a meditar: no le hacía ni pizca de gracia entrar en la supuesta guarida de un… ¿villano? Ni siquiera sabían si se le podía calificar como tal, solo tenían el testimonio de la chica, y no es que se fiase mucho de ella por lo trastocada que parecía. El problema es que tampoco podían volver con las manos vacías; no tenían ninguna forma de contactar con Shinju, y por el momento, su única pista que les podría llevar al enigmático mensajero era… un tipo MUY sospechoso y con pintas de ser malvado.

Vale, entraré para echar un vistazo. —Miró a Nathan por si estaba conforme con su decisión. Acto seguido, se dirigió a la mujer para advertirle—: Usted quédese aquí fuera mientras investigamos. Lo mejor será que no se ponga en peligro si ese tipejo merodea por el interior.

Una vez preparado y con el resto de asuntos zanjados, traspasó la puerta principal del edificio. Nada más entrar, arrugó la nariz por la ingente cantidad de polvo que notó en el aire. El estado del interior no tenía punto de comparación con el lujoso rascacielos al que les había llevado Shinju. Casi todos los muebles tenían un aspecto lamentable, deteriorados por el paso del tiempo y la humedad.

No tenía sentido: ¿Por qué el edificio más alto del mundo estaba impecable, y el resto eran una auténtica ruina? ¿Quién se encargaba de mantenerlo tan impoluto?

Encontró el interruptor de la luz y lo accionó, verificando que la red eléctrica del inmueble funcionaba. Tras examinar con detenimiento la primera planta, no halló nada de interés entre toda la porquería que se acumulaba allí, por lo que optó por subir las escaleras para indagar en el siguiente piso.

Y una vez llegó…

¡Señor Niko! ¡Señor Niko! ¡Ya lo tengo! —Nikolai dio un respingo y se sacó el móvil de la chaqueta. En la pantalla se vislumbraba a Saic agitando las manos con efusividad—. ¡He desencriptado el mensaje! Dice así: “El villano se encuentra en la segunda planta”.

¿Qué? —enarcó una ceja, confuso—. ¿Cómo que un villano?

<¿Y en la segunda planta?>, entonces, los ojos se le abrieron de par en par, avezado de en dónde se encontraban. <Pero eso significa que…>.

Una pérfida risotada hizo que se le subiese el corazón a la garganta. Nikolai se volteó de inmediato hacia el origen de esta. La cara que se le quedó en cuanto atisbó a su “villano” en frente de las escaleras no tuvo precio.

Os dije que me gustaba jugar, jijiji.

<Y yo que pensaba que solo estaba pirada…>.

¡Una maldita encerrona! Y ellos habían caído como moscas. Prefirió ahorrarse en aquel momento las maldiciones por su ingenuidad y, adoptando una postura de combate, apuntó con su Llave Espada a la mujer y la miró con un semblante serio. El tiempo de jugar a los detectives se había acabado.

Habla —le ordenó de forma tajante—. ¿Quién eres y que buscas de nosotros?

La misteriosa mujer se quitó el manto que la cubría, revelando su auténtica forma. Una que hizo que al aprendiz se le descompusiese por completo el rosto.

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Para empezar… no era una mujer. Quien se ocultaba detrás de la capucha era en realidad un tipejo de constitución delgaducha, vistiendo con unas prendas y accesorios de lo más estrafalarios que se había encontrado hasta ahora, y con toda la cara cubierta de maquillaje blanco. Con esas pintas, cualquiera pensaría que se habría escapado de un circo… o de un manicomio.

¡Y creo que me lo voy a pasar en grande! —El arlequín se dirigió a Niko—. Por cierto, ¿de dónde has sacado ese móvil que habla?

¡Yo no soy un “móvil que habla”!

Ofendido por sus palabras, Saic salió del móvil a través de una nube de datos y adoptó su forma material, reflejando un ceño fruncido en su visor que denotaba su enfado.

Y las dos luces azules que tenía por ojos pasaron a mostrar pánico en cuanto se topó con el estrambótico villano, soltando un pitido de terror y escondiéndose detrás de Nikolai. Temblando como un flan, le señaló con el dedo.

—[color=#gray]¡Señor Niko, ¿de dónde ha salido ese usuario de sonrisa siniestra y con atuendos de carnaval?![/color] —se exaltó, cuestionándose si el individuo que tenía en frente estaría en su sano juicio para ir vestido de esa manera.

Eso me gustaría saber a mí… —masculló. Acto seguido, se inclinó hacia el bufón y proclamó—: Si tanto te gusta jugar, jugaremos. Pero a mi manera.

Con los músculos preparados para la acción, se propulsó de una patada y ejecutó un Impulso Efímero delante del villano pintarrajeado, ocultándose en medio de la carrera. No usaría el subidón de velocidad para arremeter contra él directamente, sino para posicionarse a un par de metros de uno de sus flancos. Después, materializaría en su mano su segundo nuevo juguete: un látigo de trazas metálicas con una boca dentada en su punta; obra de los moguris orfebres.

Ondearía a Ophión, su látigo, y lo dirigiría hacia el arlequín. Pero sin llegar a darle, para que se pensase que había fallado. El auténtico objetivo del aprendiz sería uno de los muebles que se situaban detrás de su enemigo (razón por la que se posicionaría con el Impulso Efímero) para agarrarlo con los colmillos del látigo, y tirar de este para crear un ataque sorpresa, derribando al villano por la espalda.

De ser necesario, Saic apoyaría a su dueño con un hechizo Electro.

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Acciones de Nikolai:

Impulso Efímero (HC) [Nivel 6] [Requiere Afinidad a Nada; Elasticidad: 10; Velocidad: 7]. El usuario se impulsa velozmente y se vuelve invisible durante unos instantes. Sin embargo, alguien con reflejos superiores a su velocidad podrá predecirle.

-Nikolai usaría el Impulso Efímero para sorprender a Kefka al villano y, a la vez, posicionarse de tal manera que hubiese un mueble tras este y que no costase mucho de mover.

-Usaría Ophion para enganchar el mueble, y arrastrarlo para golpearle por la espalda.

Acciones de Saic:

Electro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3] Ataque básico de elemento Rayo. Pequeño relámpago lineal, con muy pocas posibilidades de paralizar al enemigo.

Hago incapié de que Saic solo intervendría si el plan de Niko falla, o las cosas se complican.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Sombra » Vie Jul 24, 2015 4:45 am

Recorrer de nuevo las calles tan familiares para mí provocaban que mi corazón palpitase como loco. No es que estuviese feliz, pero tal vez mi lado sincorazón deseaba volver a recorrer unas calles más acorde a lo que era en realidad: Una ciudad sumergida en la oscuridad de una noche eterna.

El Mundo Inexistente, el mundo que me había visto nacer como sincorazón, el mundo en el que Alexander había perdido su corazón siendo devorado por mí. El mundo en el que había renacido como un ser nuevo, un ser con corazón... Pero un sincorazón al fin y al cabo. Una media sonrisa se dibujó en mi cara mientras avanzaba junto a Victoria. Mi existencia era como una mala broma del destino. ¿Un sincorazón con corazón? ¿Dónde demonios se había visto semejante estupidez? Sincorazón con corazón era una puta ironía. Yo era una ironía.

<<¿En qué demonios estoy pensando?>>

En aquel lugar no era muy buena idea quedarse ensimismado, si lo hacía un sincorazón podría aparecer y acabar conmigo. No podía volver a ser un sincorazón, debía mantenerme como humano... Quería volverme más fuerte, ser un Maestro, descubrir el secreto que entrañaban los sincorazón y liberarles de su sufrimiento convirtiéndoles en humanos... ¿Pero acaso era posible algo así?

Mis ojos se paseaban por la calle de un lado para otro, observaba todo con extremo cuidado tratando de ver la más mínima señal de puntos "dorados" que indicasen la posición de un sincorazón: Bajo los coches estrellados, tras las farolas... Nunca se era lo bastante precavido.

Me fijé en un cartel (uno de los muchos que llamaban la atención) sobre un juego muy raro que parecía jugarse con pines de calavera, algo me decía que conocía aquellas chapas, pero no estaba del todo seguro, o tal vez no estaba como para ponerme a recordar en aquel instante.

Viendo que nada aparecía escribí el mensaje del móvil para Nikolai, una vez escrito pulsé el botón "enviar", sin embargo al hacerlo vi como saltaba una notificación donde se me informaba de que no era posible enviar al mensaje, pues no había ni cobertura ni acceso a internet. No tenía ni idea si era culpa de las propias características del mundo, y tampoco sabía mucho de comunicaciones, por lo que no le puse demasiada importancia al asunto.

No tengo cobertura ni nada —informé a Victoria mientras guardaba mi dispositivo móvil en uno de los bolsillos del pantalón.

De vez en cuando aparecían algunas Neosombras, por suerte ninguna de ellas fue lo suficientemente rápida como para alcanzarlos de inmediato, aunque sí veía que nos seguían de cerca.

—Son demasiado fuertes, no sé si podríamos vencer —dije con un tono de preocupación. Al fin y al cabo, ya no era como antes. Ahora tenía una llave espada, incluso si no la tenía invocada estaba "ahí".

Los Sincorazón nos olerían con más facilidad que a cualquier otro ser con corazón.

Por aquí —llamé señalando a un callejón. Si Victoria quedaba atrás en cualquier momento no dudaría en cogerla de una mano y tirar de ella. No iba a perder a una compañera en mis narices, no como lo que había ocurrido con Ban.

No volvería a cometer el mismo error.

Las Neosombras todavía nos perseguían, casi podía sentir el aliento de aquellas bestias en la nuca, sendientos de sangre, de devorar nuestra luz. Cuando salimos del callejón a una nueva calle principal una niebla empezó a cubrirlo todo con gran velocidad. No pudimos huír de ella, antes de lo previsto ya estábamos atrapados en ella. Por suerte todavía podíamos ver lo suficiente como para avanzar, aunque era una molestia.

De pronto, unas pisadas que sonaban diferentes a la de los sincorazón resonaron en un fuerte eco a través de la calle más a la izquierda. Una persona joven con cabello rosa y chaleco azul caminaba con un notable cansancio mientras jadeaba con fuerza. Por unos segundos quedé mudo y extrañado ya que cuando vivía allí jamás había visto antes a otras personas, ¿sería él el del mensaje de auxilio?

El joven no tardó en vernos, nos miró con un brillo de, ¿esperanza? Y se acercó a nosotros sin vacilación. Quizás no había visto a otras personas en quien sabe cuanto tiempo... ¿Meses? Cualquiera se desesperaría en aquella situación y sentiría un rayo de esperanza al ver a otros seres con corazón.

Gracias a Dios que encuentro a alguien… Pensaba que iba a morir. —Nos dijo entre jadeos sin detenerse ni un momento.

El muchacho se dirigió directamente hacia la calle a la derecha mientras giraba la vista hacia los sincorazón del callejón (que ya casi teníamos encima) y por último al camino por el que había venido. Su mirada se volvió de puro terror cuando miró hacia aquel lugar, como si algo peor que una horda de sincorazón estuviese acercándose.

Ni se os ocurra ir por ahí. Está lleno de esas cosas, me llevan siguiendo desde que escapé… No sé cómo lo hacen. Venid conmigo y os lo explicaré mejor, por favor. —Dijo con un tremendo esfuerzo, casi parecía que se le fuesen a salir los pulmones al pobre.

Se ajustó las gafas y señaló a una puerta cercana de una de las casas. Buscó en su bolsillo unas llaves y abrió la puerta. Miré a Victoria con ciertas dudas por un segundo, sin embargo acabé entrando dentro e hice una mueca a la muchacha para que entrase también.

Sois… ¿Sois de Tierra de Partida, de la Orden? —preguntó. Por un momento estuve a punto de mentir, sin embargo si quería que ganasemos reputación positiva por parte de los civiles...

No, de Bastión Hueco —corregí—. Hemos venido por un mensaje de auxilio que hemos recibido.

El hombre suspiró con alivio. Desconocía si eso significaba que no quería a Tierra de Partida allí o si simplemente le servía que fuésemos portadores.

Como sea, ha sido toda una casualidad. Por favor, tomad asiento y no os acerquéis a las ventanas. Con suerte se irán.

Lancé una última mirada a las ventanas. Los sincorazón perdieron el interés en nosotros dirigiéndose hacia el camino de la izquierda, por donde el joven había venido. Me aparté de la ventana sintiéndome seguro sin darme cuenta de que aquella persona no hablaba de los sincorazón. Tonto de mí.

El misterioso joven tomó asiento en un sofá con nerviosismo más que evidente, mi vista por inercia se fue hacia todas las posibles vías de escape en caso de ataque sincorazón. Nunca había entrado en aquella casa en concreto, por lo que era un lugar nuevo para mí.

Podía ver dos puertas, una que daba a una cocina con una pequeña ventana, otra al fondo que llevaba a un trastero y otra que daba a una calle trasera, el viejo truco para huír de las hordas era meterse por uno de aquellos lugares, ¿no?

También había unas escaleras, pero no veía muy buena idea subir... Aquel lugar se podría convertir en un ataúd si nos poníamos a hacer el tonto. Bueno, en caso de urgencia siempre podríamos subir al ático y saltar hasta el edificio más próximo... Eso o volar.

Yo vivía aquí, en esta ciudad, con otro grupo. Nuestra nave sufrió un ataque sincorazón y terminamos en esta ciudad infernal —relató ganando mi total expectación. Había escuchado muchas historias de personas cuyas naves se estrellaban en mundos por ataques de sincorazón, aunque ellos habían tenido la mala suerte de acabar en el peor de todos—. Nos podíamos comunicar por mensajes, y nos alimentábamos con comida de lata que encontrábamos por ahí. Pero hace poco las comunicaciones se cortaron, y nos empezó a llegar un mensaje pidiendo ayuda…

Levanté una ceja extrañado.

Espera... ¿No enviaste tú el mensaje? ¿Ni tus compañeros? —llevé mi mano a la sien tratando de pensar como tomarme aquello... Algo muy turbio estaba ocurriendo, o eso parecía.

Si no eran ellos... ¿Quién era el del mensaje? El joven continuó su historia:

Salimos a ver qué estaba pasando, pero… No sé lo que pasó, unos tipos nos secuestraron y nos llevaron a un laboratorio. Intentaron experimentar con nosotros, pero otro compañero y yo logramos escapar. Ni siquiera sé qué fue de él, puede que ya esté muerto. Se quedó atrás cuando escapamos…

Experimentos... —repetí conmocionado. Conocía casos de que grupos muy "tenebrosos" se acercaban a Mundo Inexistente, un lugar al márgen de la ley para hacer de las suyas... Pero experimentación con seres humanos... ¡Aquello era el colmo!

Coloqué mi mano humana sobre su hombro tratando de tranquilizarlo.

Te sacaremos de este lugar —sonreí—. Y al resto de supervivientes también. Es nuestro trabajo al fin y al cabo.

Y fue en ese preciso momento cuando unos sonidos lastimeros inundaron la calle principal. Podíamos escuchar pisadas, gemidos que sonaban como el aullido de mil almas en pena... Era como si el séquito del infierno se hubiese alzado justo al otro lado de las paredes del edificio.

¿Qué es eso? —pregunté preocupado—. Los sincorazón no se comportan haciendo esos sonidos. ¿Acaso...?

¿Aquella persona estaba huyendo de esas cosas? No dudé en obedecer cuando el joven pidió que apagásemos todas las velas que había encendido. De todos modos siempre podía guiarme con la Visión Nocturna... Aunque no quería gastar energías si no era completamente necesario.

¿Cómo saben dónde estamos? ¿Cómo demonios… lo saben?

Di unos pasos hacia la ventana tembloroso tratando de ver desde detrás de las cortinas que esperaba allí fuera. Palidecí al momento cuando vi aquel grupo de personas... Si es que lo eran. Su piel de tono grisáceo, sus extremidades totalmente deformadas de maneras imposibles, su andar, aquella manera de mover los brazos como tratando de alcanzar algo invisible y todo eso mezclado con aquellos gemidos... El miedo prácticamente se apoderó de mí y mi rostro, pálido de por sí se volvió casi totalmente blanco.

El joven se apartó con brusquedaz de la ventana tirando por error una de las velas ya apagadas provocando ruido. Todo el grupo de criaturas humanoides se giraron hacia la puerta del edificio y no tardaron en golpearla con una fuerza que no pertenecía a ningún humano corriente. Aquellas cosas eran monstruos.

No… No quiero morir. Un golpe de esas cosas y estaréis muertos, ni se os ocurra luchar directamente. Ni siquiera sé si tienen punto débil...

¿¡Pero qué coño son esas...!?

No pude acabar la frase. Di un sobresalto cuando una mano pálida atravesó la ventana tratando de agarrarnos. La puerta no corrió mejor suerte, ésta cayó al suelo y una marea de cuerpos grotescos invadieron la casa.

¡¡¡Arriba!!! —ordené señalando las escaleras—. Subiremos a la terraza del edificio y volaremos tan lejos como podamos.

Si Victoria no reaccionaba y tomaba sus propias decisiones sobre por donde ir tiraría de ella escaleras arriba esperando que el individuo subiera también. Mientras subíamos las escaleras no dudaría en invocar mi látigo Cadena de Memorias y tirar tantas cosas al suelo como me fuera posible con él para poner el mayor número de obstáculos posibles (y si tenía la oportunidad de tirar algún armario o algo por las escaleras para bloquear el paso durante un rato mejor)

Una vez arriba, si de verdad había una terraza en la parte superior del edificio invocaría mis alas (de lo contrario rompería una ventana e invocaría mis alas igualmente) e invitaría a ambos a agarrarse a mí. Si no podía levantar a ambos bien durante el vuelo al menos trataría de planear con cuidado en cualquier dirección en la que aquellos monstruos no nos estuviesen esperando, por ejemplo siguiendo el camino que había por la salida trasera del edificio.

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▪ Alas del Equinoccio (HM) [Nivel 9] [Requiere Poder Mágico: 11, Afinidad a Oscuridad] Crea unas alas de Oscuridad adosadas a la espalda que permiten planear a gran velocidad o volar. Dura un máximo de un post.
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[VK] Ronda #4 - Un mensaje de las penumbras

Notapor Soul Artist » Vie Jul 24, 2015 12:45 pm

¡Por las gafapastas de Romero!

¿¡Pero qué coño son esas...!?

La situación en la que Ragun y yo nos habíamos visto atrapados era, cuanto menos, inesperada. Decenas de cuerpos pálidos luchaban por entrar en la casa, y el alarmismo de nuestro nuevo amigo pelirrosa sólo hacía que me sintiese más nerviosa. ¿De un golpe podrían matarnos? ¿Y se lamentaban cual niño al que regalaban ropa en Navidad?

Yo sabía lo que eran. Yo era la clave para salvar la situación. Había visto miles de películas sobre el tema, me había preparado más que nadie por si algún día sucedía algo semejante en Ciudad de Paso. Aquello, sin lugar a dudas, eran...

¡Ragun, son vampiros! —Ya imaginaba cómo se me conocería a partir de entonces: Vicky Cazavampiros, con tema rockero propio de los noventa—. ¡Yo sé cómo salvaros a todos, yo...!

La puerta de la casa se derrumbó y al ver a las criaturas pálidas pude confirmar mi teoría. ¡Pues claro que eran vampiros, y tenían hambre de nuestra sangre! Si nos pillaban nos convertiríamos en parte de su ejército, con el vampiro jefe mandando sobre nuestras men...

¡¡¡Arriba!!!

¡Ay!

Ragun tiró de mí para obligarme a subir las escaleras corriendo, haciéndome parecer una cobarde frente a los vampiros. Me desquité de su brazo y corrí un momento a la cocina para coger un puñado de ajos, si los había; de no haberlos a simple vista, me dejaría llevar directamente. Guardaría todos los que pudiera en mi mochila, pero primero probaría con coger uno de ellos, apuntar, lanzarlo hacia el vampiro de la puerta y...

Y salir corriendo tras Ragun escaleras arriba como una maniática.

¡¡Han desarrollado inmunidad al ajo, estamos perdidos!!

A partir de ahí me dejaría hacer lo que tocara. Si encontrábamos una ventana y abría sus alas para huir lo máximo posible, me agarraría como pudiese a él y echaríamos a volar lejos. Me parecía irónico que fuera así cuando la que tenía alas naturales era yo, pero claro, como una inútil era incapaz de usarlas.

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Ronda #4 - Un mensaje de las penumbras

Notapor Astro » Sab Jul 25, 2015 7:25 pm



Gracias al espadazo de Nikolai, la neosombra que estaba en medio del camino no supuso ningún problema, y pudimos seguir corriendo hacia el encapuchado a toda prisa. Aunque la cosa no se iba a quedar ahí: por detrás, más sincorazón intentaban alcanzarnos. Genial, con el poco entrenamiento que había recibido, las llevaba claras para poder hacer frente a uno solo como hice en el laberinto de la Red. Luchar contra más de uno, sería imposible. ¡Había que correr más rápido!

¡Rápido! ¡No tenemos tiempo para entretenernos!

¡Ya voy, ya voy! —protesté, empleándome a fondo para no quedarme atrás.

Espera… Nathan, ¿dónde están Ragun y tu hermana?

Espera, ¿no estaba...? —Giré la cabeza un momento, para echar un vistazo rápido a la plaza, sin encontrar ni a mi hermana ni al otro tío—. ¡¿Dónde coño se ha metido esta chica?!

Al no haber aparecido en el piso superior, y como Victoria había insistido en querer subir las tropecientas escaleras que tendría el edifico, había imaginado que se habría cansado a los cinco minutos y nos esperaba en el vestíbulo con Ragun. Al salir tenía intención de buscarla, pero la visión del desconocido huyendo me distrajo. Ahora, con los sincorazón pisándonos los talones, no podía ocuparme del tema, pero en cuanto la encontrara le iba a caer una bronca del siglo.

Por suerte, no fue difícil alcanzar al encapuchado. Cuando llegamos hasta él, estaba agazapado en una esquina, temblando de miedo.

S-socorro… ¡Ayudadme! —Por su voz, resultó no ser un encapuchado, sino una encapuchada.

Son demasiados. Tenemos que usar las Llaves —advirtió Nikolai, haciendo aparecer la suya propia.

Con la mía no cuentes. Todavía no sé usarla muy bien que digamos.

El aviso de Shinju sobre que las Llaves atraerían a más sincorazón no pudo ser más acertado. En el momento que la de Nikolai apareció, unas cinco sombras se sumaron a las ya presentes neosombras, todas directas hacia nosotros. Agradecí bastante no haber invocado la mía: a saber cuántos más habría traído. Así pues, coloqué los puños en alto, adoptando una pose de combate cuerpo a cuerpo.

¡Sois Caballeros de la Llave Espada! He escuchado que lucháis muy bien —comentó la mujer, al observar el arma de mi compi—. ¿Sabéis? Hace un buen rato he visto a alguien MUY sospechoso.

Tenemos otras preocupaciones en este mismo momento, señora —gruñí, refiriéndome a los diez sincorazón.

Tenía pinta de ser malvado, con esa sonrisa tan despiadada… ¡Se fue por aquí!

¡Espere! ¡No se aleje dem…! —Nikolai intentó detenerla, pero antes de que nos dieramos cuenta la desconocida ya estaba trepando una reja para pasar al otro lado—. ¡¡Oiga!!

A esta le falta un tornillo. O cincuenta.

Por el amor de… ¡Nathan, por aquí!

¡Voy! —contesté, dándole una patada al sincorazón más cercano para alejarlo y ganar un poco de tiempo.

No iba a discutir la idea: me consideraba valiente, pero no estaba loco ni era un puto temerario. Eran diez sincorazón, y yo todavía estaba muy verde con el poco tiempo que llevaba en Bastión Hueco. Así, la idea de trepar la valla y saltar al otro lado parecía la mejor opción. Trepé los más rápido que pude, haciéndome un poco de daño al soltarme demasiado pronto, pero sin hacerme nada grave.

Con una carrera, perdimos de vista a los sincorazón, y alcanzamos a la mujer, que había seguido andando tan tranquilo sin ni siquiera esperarnos. No podía evitarlo: cada vez me daba más mala espina.

¡Espere un momento! Tenemos unas cuantas preguntas que hacerle. ¿Y qué es eso de que ha visto a alguien sospechoso?

Decidme, Caballeros, ¿os gusta mucho jugar? A mí me encantan los juegos, jijiji.

… ¿Perdón?

Te lo dije. —Me di un par de toquecitos en la sien, haciendo el gesto de locura, mientras ponía los ojos en blanco—. Tiene pinta de estar como una cabra.

A toda prisa, la encapuchada fue corriendo hasta la puerta de un edifico en concreto, con las puertas entreabiertas, señalándolo con ahínco.

Le vi entrar por aquí. ¡Tened cuidado!

Intercambié una mirada de escepticismo con Nikolai, oliéndome algo malo. Definitivamente, aquella mujer estaba loca perdida, y ahora le había dado por insistir con el edificio de las narices. ¿Acaso íbamos a poder sacar algo claro con ella? Tal vez la mejor opción era llevarla, aunque fuera a rastras, hasta Shinju, y que ella se encargase...

Será mejor que contacte con Ragun por si las moscas. Imagino que Victoria estará con él. —Asentí, mientras seguía pensativo, pero el gesto de sobresalto de Nikolai recuperó su atención—: ¿Sin cobertura? ¿En un momento así?

Mierda, el mío también —dije, tras sacar mi móvil a toda prisa y comprobarlo.

¡Ah! Señor Niko, iba a comentárselo ahora mismo. —El teléfono de Nikolai no sólo volvió a hablar, sino que una especie de esfera con cara salió a medias de la pantalla, dirigiéndose a su "señor"—. Hace un par de nanociclos que llevo detectando una corriente electromagnética de origen desconocido que interfiere con cualquier señal de entrada o salida.

¿Dónde has comprado eso?

En resumen: algo está bloqueando el uso móvil

¿O es alguien? —me atreví a preguntar, aunque realmente no tenía ninguna prueba.

¿Y cómo es que nos ha podido llegar el mensaje de antes?

También quería llegar a ese punto. La fuente no solo bloquea la señal, si no que la redirecciona a un servidor que no logro identificar, y las aísla del resto.

Entendía de tecnología, pero tanto término técnico me confundió un poco. Volví a mirar mi móvil por si había suerte y la cobertura había vuelto, pero en su lugar me encontré con una sorpresa: tenía un mensaje nuevo.

El mensajero anónimo ataca de nuevo. —Y él también.

Como en el anterior caso, el texto del mensaje era bastante ilegible, lleno de símbolos, letras desordenadas, y números. ¡No entendía ni un pimiento!

Mensaje sin identificar:




E͑̅̽͐ͣ̃ͭ̉ͧ̄͏̸l̷͂̎ͬ̔̅ͦ̇ͥ̐̚͞҉ ̵̧̑͒̏̓̿̾̍͟͡v̈ͪ̄̍ͫ̄̎̈́͒͐̃͊ͮͣ̇̇̐̚̚҉̕͞͡i̾ͬͨ̐̀̊̂̕͝l̡̍̒͗̒̏̌ͣ̏͜ļͤ͊͆͊̂̂́̇̃͆̒̈́̚ȃ̷̶̧̢̉ͦͭͯ̏́̅ͬ͘n̶̴̸̋̀̓̓ͥ̑ͨ̄ͮͨ̂̑̿͊͢o̎̋̄̿ͮ̊̄͋ͧ̾̋̋͑̔ͪͤ̈́̾̀͠҉̛͘ ͦ̊̾̐̆̊̂͒̓̈͞sͣ͌̇̒͛ͧ̏͏̨e̸̿ͭ͋̈ͯ̔̿ͦ̈̚̕̕͏ ̄̔ͬͪͫͩ͂̉҉̡̛͠͝ę̧ͮ͗̏ͥͧ̏̔͘n̢̨̛͋ͧ͆ͦ̃ͯͧ͑͂̓̊ͨ̃̂͡čͬ̑͆͟͏̸̡u̶ͥ̆̎ͧ͑̍̽ͮͬ̚͟͡e̛̅͂ͨ̂̌ͫ̃̉ͫ̕͞n̴̢ͩͧ̔̔͂͋̇͑̽̂̉͗̒̀͠͡t̵ͦ̐̆̐̀ͥ̌͜͠ŗ͑͑̔̓͂a̵̧ͦ̒̿ͮ̈́͆̈́͒̃̿ͥ̍̄ͫ͟͟͡ ̵̴̀̑ͥ͆ͦͬ̍́͘͢͞ē̿ͪ̅̈́ͫ͊̑̇ͤ͌̑̂̎ͤ̚̚͟͢͡҉͝n͗̏ͮ̔͆̅̽ͦͨ͌̌͋ͯͬ̊ͥͩ̊̚͞҉̵ ̷̨̍̃̈ͥ͋ͨ̈́̉̄̊l̨̂ͩ̇ͨ͘͡ả̃̄̿͛͑͛̏ͧ̃̎̈́͋͏̴ ̛̀̅̌̃ͯ̈ͦ͒̓ͪͨ̀́́́́s̷̛̽̈́̐̄͒̋̒̒͂͒̔ͧ̀̆̎͋̚͟҉ȩ̵̶̅ͥ̒̄̎̓̀͊̄̊͋̂͋ͪ̌ͯ̀̕͢g̨̨͐̀ͯ̂͆͋ͦͯ̓̚͢͏ū̓ͥ͌̋͑̐̓̌̃̿ͥ̄͊̉̆͏̡͜ņ̊͋̏̏͐͗̈́̒ͭͮ͊͆̓́̚͜dͧ̊̔ͦ͐ͨ̇͆́ͫͭ̏̈́̿̎̇ͪ̔͢͞ä̛ͦ́̎̈̀͆̑ͣ̑͗ͦ͌̀̔̀̚͟͟͞ ̵̵̷̍̄͛̌ͫ̀̀̉̈́́͞p̛ͬ͊̏͋ͯͫ̉̍̓l̸̢ͥ̈́ͧ͛ͥ͊̅̽͌̾̎̚̕a̸̡͗̈́͋ͥ̔ͪ̊̈̅̀́n̶̸ͮ́̓̑͑̒̊̓̔̀ẗ̊ͣ̉̾͐̿͜͏̸͜ǎ͆͗͒ͦ̈͏̢͢͝͠


Nada, no consigo leer nada claro —gruñí, malhumorado, guardando el móvil en el bolsillo—. ¿Tú entiendes algo? O tu... cosa.

¡Ugh! ¿Pero qué clase de procesador de texto permite semejante desorden? Intentaré procesar el mensaje cuanto antes, señor Niko. Usted déjelo en mis manos.

La tarea quedaba en manos (espera, ¿esa cosa tenía manos?) de lo que fuera de Nikolai, así que podíamos volver a centrarnos en otras cosas. Como, por ejemplo, la misteriosa mujer que seguía queriendo que entráramos en el edificio.

¿Cómo te llamas? Yo soy Nathan, y este Nikolai —Me señalé a mí y luego a él a la vez que decía los nombres.

Entonces, aparte de usted, ¿hay otros supervivientes por la ciudad? ¿Sabe dónde podríamos encontrarlos? ¿Podría darnos más detalles de ese tipejo que le tiene preocupada?

¿No habrá sido un sincorazón? Algunos tienen forma muy... humana.

Esperamos a las respuestas, y ambos nos quedamos mirando el edificio, pensativos. No daba muy buenas vibraciones entrar ahí, pero para ser sincero mi espíritu aventurero me empujaba para que entrase. Eso del "villano" me daba curiosidad, aunque era bastante consciente de que podía ser una trampa o un simple desvarío de una loca. Si al menos fuese acompañado...

Vale, entraré para echar un vistazo. —Bingo.

Ídem.

Usted quédese aquí fuera mientras investigamos. Lo mejor será que no se ponga en peligro si ese tipejo merodea por el interior.

No le hizo ni caso. En cuanto pusimos un pie dentro, empezó a seguirnos, para el desagrado de ambos.

El edifico estaba bastante abandonado. Húmedo, lleno de polvo, muebles y electrodomésticos viejos, y parecía que nadie lo hubiese pisado en siglos. Curioseé un poco por donde pude, sin llegar a encontrar nada destacable aparte de estornudar unas cuatro veces por el polvo y casi caerme al suelo por una maceta que no vi en el suelo.

No estábamos teniendo suerte, hasta que, justo al subir al segundo piso...

¡Señor Niko! ¡Señor Niko! ¡Ya lo tengo! —El móvil parlante de nuevo—. ¡He desencriptado el mensaje! Dice así: “El villano se encuentra en la segunda planta”.

¿Qué? ¿Cómo que un villano?

... Ya estamos en la segunda planta —remarqué, con los nervios a flor de piel, alerta.

Os dije que me gustaba jugar, jijiji.

La risa de la mujer, que hasta el momento nos había seguido sin decir ni una palabra, nos sobresaltó a ambos. Giré sobre los talones a toda velocidad, apartándome de un salto de ella y adoptando una posición defensiva con los puños en alto y los guantes puestos. Nikolai hizo lo mismo por su parte, apuntándola con su llave.

¡Nos había tendido una trampa, la muy rata!

Habla. ¿Quién eres y que buscas de nosotros?

¡No tendríamos que haber hecho caso a una puta loca! —protesté a voz de grito, mirando con cara de cabreo a la encapuchada.

Pero su capucha ya no duró más, porque dejó que la capa cayera al suelo, desvelando su auténtica apariencia.

... O loco.

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Volvía a cambiar de sexo, porque al final sí que era un hombre. Por las pintas que llevaba, entre ese estrafalario traje y la cara pintada, parecía un payaso de circo. Un payaso loco, que encajaba bastante con su actitud... Y daba muy mal rollo.

¡Y creo que me lo voy a pasar en grande! Por cierto, ¿de dónde has sacado ese móvil que habla?

Buena pregunta.

¡Yo no soy un “móvil que habla”! —protestó el aludido, saliendo por completo del aparato y quedándose flotando alrededor de Nikolai.

¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres? —le pregunté al payaso, con un tono firme, pero manteniendo la guardia alta.

Nikolai casi no esperó a una respuesta por parte del tipo. De repente se volvió invisible, apareciendo al poco en un lateral del payaso y utilizando una especie de látigo para intentar estamparle uno de los muebles de la habitación.
Me costó un poco reaccionar (no estaba acostumbrado a las peleas todavía, ¿vale?), pero en cuanto me percaté de sus intenciones di un par de pasos al frente y disparé un Piro contra la cara del payaso, intentando distraerlo lo suficiente para que Niko consiguiera su objetivo o aprovechando que lo esquivaba para que mi hechizo le diera.

Si conseguían derribarle o apartarle de la salida, lo tenía muy claro: salir de allí pitando leches.

¡Vámonos, ya! —le gritaría a Nikolai.

Aquel tipo me daba demasiada mala espina, y aunque no sabía ni si sería fuerte o un debilucho, mi inexperiencia en combate no jugaba a favor. Ante la elección, preferí salir de allí corriendo a quedarme a luchar un combate que no sabría si podría ganar.

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A la cara de Kefka:

Piro (HM) [Nivel 2] [Requiere Poder Mágico: 3] Ataque básico de elemento Fuego. Proyectil ígneo lineal, con muy pocas posibilidades de producir quemaduras en el enemigo.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Tsuna » Lun Jul 27, 2015 4:15 am

Maka Cross


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Es cierto, aunque desde que vinimos siento algo raro en el ambiente. Iré con Margarita. Creo que si Raymon empeorase o algo, podría servir de utilidad tus conocimientos sobre la magia.

Rebecca asintió a las palabras de Maka, orgullosa por los progresos que su aprendiza había hecho en tan poco tiempo. La maestra había querido ver las dotes de liderazgo de su aprendiz y había conseguido resultados muy positivos. Aun así, era peligroso dejar sola a Maka en una situación semejante, por lo que Becca invocó su Llave Espada y permaneció junto a Raymon, centrada en lo que hubiese detrás de la puerta.

¿Y entonces qué decías de un payaso? —preguntó Margarita, agarrando el pomo de la puerta.

Maka se mantuvo a su lado en todo momento, con guadaña en mano. Y cuando la chica abrió la puerta la persona que estaba detrás golpeó con todas sus fuerzas, abriendo la entrada de par en par. Y lo que las tres que se encontraban en el comedor vieron, las pudo dejar si no sorprendidas, heladas.

Había al menos cinco o seis personas, que ellas al menos pudiesen ver desde ahí, pero su aspecto era terrorífico: su piel era pálida, de un tono muy, muy gris. Andaban medio encorvados como si les costara mantenerse en pie, y algunos tenían incluso las manos más gordas de lo normal, o parte de la cara cubierta por asquerosas escamas. Estos emitían gruñidos y alzaban las manos de forma lenta y torpe, como intentando agarrar algo que nunca llegaba.

Margarita se apartó con los ojos abiertos como platos, atónita, y cuando las criaturas vieron a ambas justo delante avanzaron todavía con más ganas. Una incluso tropezó en la entrada, cayendo al suelo. Si Maka no se había quedado paralizada por el miedo conseguiría asestar un potente corte en el primero que había entrado… logrando con eso que uno de sus brazos cayese al suelo. Lo puso todo perdido.

Pero ese monstruo no quedó ahí, ni siquiera pareció sentir el dolor, porque siguió avanzando con su mano restante en el aire, intentando agarrar a Margarita. La maestra Rebecca aplicó un hechizo Cura en Raymon al ver que éste estaba abriendo los ojos, serio como un muerto, mientras observaba a las dos chicas desde el sofá. Hizo amago de levantarse, pero entonces cayó desplomado sobre el suelo por alguna razón. Rebecca retrocedió, impactada.

No lo entiendo, el hechizo debería haber funcionado... —Y entonces se fijó en Maka y Margarita—. ¡Maka!

La maestra, con Llave en mano y dejando el cuerpo de Raymon en el suelo, se interpuso entre las muchachas y las empujó hacia atrás con su arma aunque no quisieran. Escucharon entonces un grito de terror proveniente de la cocina, de Susana. Al parecer una de aquellas cosas se había asomado, con la boca abierta y la lengua por fuera.

Rebecca alzó su Llavero y creó una barrera formada por agua entre ella y las dos chicas, ahora situadas donde Raymon. Las miró con decisión y no iba a permitir que se quedaran allí más tiempo.

Escapad de aquí, rápido. Tenéis que encontrar un lugar seguro. Maka, cuento contigo. —Y esquivó el mordisco de una de esas cosas, logrando apartarla con la Llave Espada a una esquina—. Hay algo aquí que se nos está escapando, mantened los ojos abiertos, ¿de acuerdo?

La cocina, donde se encontraba la madre de Margarita, había quedado en la zona tras la cortina de agua, tan sólida como un muro e imposible de atravesar aunque chocaran contra ella las veces que quisieran. Tendrían que dejar a Susana en manos de la maestra.

Margarita retrocedió, aterrada.

Esto no puede estar pasando. Yo… ¡Yo conozco a esas personas! Son los que vinieron conmigo en la nave. Él es Pablo, ella es Alicia… Oh, Dios mío.

Raymon no se movería y si Maka intentaba tomarle el pulso podría comprobarlo: estaba muerto, cosa que podía reservarse para sí misma o no. Margarita se esforzó por cargar con su cuerpo, quizás todavía con esperanzas de que se recuperase. Nada de aquello tenía sentido, la situación en sí era surrealista y aterradora, pero tenían que salir de ese lugar corriendo. La chica le indicó a la aprendiz con la cabeza que entrara en los dormitorios, con su padre a cuestas, mientras detrás de ellas cientos de monstruos aterradores saltaban encima de Rebecca, atrapada entre la cocina y la barrera de agua.

Pero no llegaron muy lejos, porque al alcanzar las enormes camas en mitad del dormitorio, al fondo, una cristalera ubicada tras las cortinas y que daba acceso a un balcón se hizo trizas de pronto. Una fuerte ráfaga de viento sacudió todo el lugar y las dos salieron despedidas hacia atrás, chocando de forma violenta contra los muebles y dándose un fuerte golpe en la cabeza que les puso la vista borrosa.

Entonces resonó una risa cargada de maldad, femenina.

Vaya, vaya, ¿intentando escapar?

En el aire, a varios metros de altura sobre sus cabezas encontraron a una mujer levitando, de cabello rubio y expresión siniestra. Parecía recién salida de la playa, porque solamente vestía un bikini de motivos oscuros, a pesar del frío que hacía.

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¿De dónde… de dónde se ha escapado esta ahora…? Maka, tenemos que salir. —musitó Margarita, al borde de la inconsciencia y con una brecha abierta en la cabeza.

La habitación se encontraba revuelta, con las sillas y los jarrones rotos por todo el piso. El tocador estaba volcado, y los espejos de la habitación habían estallado, desparramando ahora un mar de cristales detrás de la cama, bajo la mujer.

Esta descendió, aprovechando que Maka todavía se encontraba debilitada, para agarrarle los mofletes con fuerza y jugar con ellos, haciéndole mucho daño. Parecía ignorar los propios efectos de la gravedad, pero si estaba atenta notaría una fresca brisa recorriendo su cuerpo: usaba el poder del Viento.

Una pena, pero habéis sido unas niñas muy traviesas. —Y se apartó de ella tan rápido como vino, retrocediendo y quedando junto a la lámpara de araña que colgaba del techo, sobre una cama—. Mi nombre es Barbariccia, no os convendría olvidarlo. Cuando me ordenaron capturar a dos Portadoras no pensé que fuese a resultar tan fácil, ¿sabéis?

Barbariccia intentó contener una vil risa, divertida. Maka había ido a parar a un armario, con su guadaña al lado, en el suelo. Tuvo unos segundos para pensar su siguiente acción, si escapar, volver con Rebecca o qué, pero ni siquiera le dio tiempo a levantarse o coger su arma, porque una nueva ráfaga de viento la empujó hacia atrás, logrando que rompiese la madera como si fuera una simple muñeca de trapo y toda la ropa le cayese encima. Un fuerte dolor le recorrió la espalda. Acto seguido, acompañada de Margarita, voló con violencia por la habitación, destrozando cristales, muebles y todo lo que se encontrara por delante, los golpes fueron muy dolorosos. Era la propia Barbariccia la que, con su juego de brazos, parecía controlar su situación, porque sentía como si el propio viento les hubiese agarrado de una pierna y las tratase de la forma más cruel posible.

Y entonces sucedió, antes de poder hacer nada siquiera Maka se dio un fuerte golpe en la cabeza contra algo muy duro. Todo se volvió negro, mientras sentía un líquido caliente y carmesí bajando por su frente. De fondo se pudo escuchar el sonido de un gran cristal rompiéndose y muchos trozos de algo que parecía madera rodando por el suelo, junto a los gritos de terror de Susana.


Ragun y Victoria


¡Ragun, son vampiros! ¡Yo sé cómo salvaros a todos, yo...!

¿Eh? ¿Sabes sobre…? —preguntó aturdido, sin esperarse que una Portadora de la Llave Espada ya fuese consciente de la existencia de tales criaturas. Quizás ya hubiesen invadido más mundos...

¡¡¡Arriba!!! —ordenó Ragun, desesperado por la inesperada situación—. Subiremos a la terraza del edificio y volaremos tan lejos como podamos.

El chico de cabello rosa asintió, tartamudeando algo que nunca llegó a expresar. Sudaba y estaba pálido, con el pulso a mil y aterrado. Siguió a Ragun sin dudarlo, al contrario que Victoria. La chica cambió de rumbo y se metió directa en la cocina, buscando un ingrediente que solo a ella se le podía pasar por la cabeza en una situación así, y los vio, justo al lado de la nevera, colgando de la pared; era imposible no verlos con lo grandes y llamativos que eran. Había al menos un buen puñado de ajos, doce o quince, no los pudo contar en ese momento con exactitud.

Le dio tiempo, sin embargo, a salir de la cocina corriendo y a duras penas. Incluso pudo haber jurado que una de aquellas cosas había llegado a tocarle un brazo. Así que optando por una nueva estrategia, la aprendiz lanzó trozos de uno de los ajos a los temibles vampiros que casi se le subían encima. Y estos naturalmente no detuvieron su avance…

¡¡Han desarrollado inmunidad al ajo, estamos perdidos!!

… O eso le hubiese gustado pensar, porque entonces los tres o cuatro que tenía delante cayeron al suelo, convulsionando. Estos no volvieron a levantarse hasta que Victoria subió un par de escalones, pero al menos, habían quedado paralizados unos valiosos segundos.

El aprendiz y el habitante que habían encontrado no tuvieron problemas mientras Victoria recogía los ajos en la cocina, porque las criaturas no avanzaron lo suficientemente rápido. Eso y que el chico estaba temblando hasta el punto de que si Ragun se atrevía a bajar, le agarraría del brazo para no dejarle ir. Pero de algún modo Victoria se las apañó para escapar, puede que la cadena de Ragun hubiese ayudado en la tarea o no, dependía de él. Y no tuvieron problemas en subir a las plantas superiores.

Durante el camino Ragun intentó tirar todos los objetos que se encontraban a su paso, rompió un espejo que desparramó los cristales por el piso, un jarrón de porcelana, e incluso tiró unas sillas y unas mesas que entorpecieron a los monstruos. En la cuarta planta se toparon con un armario. Al aprendiz oscuro no le costaría agarrarlo y tirarlo al suelo, impidiendo por unos instantes valiosos que los monstruos subieran.

Encontraron una puerta al fondo, la misma que daba a la terraza del edificio. Pero estaba cerrada a cal y canto, y además, era de acero, por lo que una simple patada no bastaría para tirarla abajo. El chico, temblando como un flan, metió las manos en sus bolsillos sin apartar la mirada de las cientos de manos que se comenzaban a asomar detrás del armario, en las escaleras y a pocos metros de ellos. Casi podían sentir hasta su aliento.

La desgracia vino cuando, al sacar las llaves del bolsillo, estas se le resbalaron por el hueco de la escalera hasta la primera planta. El muchacho se quedó pálido, petrificado, casi literalmente. Y el armario se empezó a resquebrajar por la mitad. No les quedó otra opción que invocar la Llave Espada y abrir la puerta de esa forma, o de lo contrario podían asegurar que esas bestias les devorarían allí mismo, si es que eso es lo que hacían una vez atrapaban a sus presas. Porque en realidad no sabían nada sobre ellas.

En caso de acceder a las terrazas, casi minúsculas, Ragun invocó sus alas y tanto el muchacho como Victoria se aferraron a él. Empezaron a volar, y justito en el último segundo, una de aquellas cosas les rozó los zapatos. ¡Pero consiguieron escapar!

La niebla cubría toda la zona de la ciudad, a excepción del enorme rascacielos que se imponía como una sombra en lo alto del todo. Allí debía estar Shinju, quizás tomándose un baño en el jacuzzi, o puede que no, que ya estuviera por la ciudad investigando como ellos. En cualquier caso los aprendices avanzaron por las calles traseras, todavía desde el aire. No vieron más de esas criaturas, como si siempre fuesen todas en masa. Aquel comportamiento no era nada natural, sabiendo que carecían de capacidad de razonamiento.

Dios mío… no me puedo creer que hayamos escapado. Espero que Raymon esté bien, se quedó atrás cuando salimos de allí —empezó a relatar, en voz baja—. En el laboratorio había un payaso loco, fue una suerte que se le cayera esa tarjeta y pudiésemos escapar con ella. Tenía como unos pines y era azul. Creo que el laboratorio entero funciona a base de esas cosas.

A medida que avanzaban por la ciudad la niebla se fue despejando, y alcanzaron un larguísimo callejón. Al fondo había una puerta de color naranja decorada por carteles de publicidad y letreros luminosos, que daba acceso a un club nocturno. Por el callejón avanzaba una mujer rubia que levitaba, como si el propio viento la pudiese trasladar por el aire, y a su lado llevaba a dos personas inconscientes: una era una chica de cabello pelirrojo y que tenía muchas pecas en la cara. La otra en cambio era menos pechugona, rubia con coletas, delgada y alta.

Las tres finalmente entraron en el club nocturno. Y de pronto, vino el golpe. Como cien kilos de hormigón, lo que pareció un misil cayó sobre Ragun en picado, consiguiendo que todos se precipitaran en una callejuela cercana. Se empaparon de arriba a abajo porque estaba casi inundada, y el aprendiz oscuro sintió un fuerte calambre recorriendo su espalda, estaba paralizado, aunque todavía podía moverse con dificultad. Fuera lo que fuese eso no había sido nada bueno.

Y lo más curioso es que allí no había nadie. Excepto por las pisadas en el agua que lo delataban. El chico de cabello rosado cayó inconsciente tras un fortísimo golpe en su cabeza. Y los siguientes serían sin ninguna duda Ragun y Victoria, pero igual si reaccionaban a tiempo pudiesen escapar. Al cabo de unos segundos una enorme sombra se materializó delante de ellos, interponiéndose entre su única salida y sus vidas:

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No volveréis a ver la luz del día.

Estaban contra la lanza y la pared.

Nikolai y Nathan


¿Cómo te llamas? Yo soy Nathan, y este Nikolai. —preguntó entonces Nathan, tras dejar en manos de Saic el enigma del mensaje.

La mujer encapuchada no se hizo de rogar y respondió sin dudar, divertida.

Jiji, me llamo Petunia, hijo mío.

Entonces, aparte de usted, ¿hay otros supervivientes por la ciudad? ¿Sabe dónde podríamos encontrarlos? ¿Podría darnos más detalles de ese tipejo que le tiene preocupada?

Petunia asintió con la cabeza, dispuesta a darles toda la información que quisieran. A fin de cuentas ellos eran los salvadores del universo, tenían derecho a preguntar, ¿no?

Pues sí, aunque vivimos separados, querido. Están muy, muuy lejos de aquí, un día estábamos en nuestra nave por el espacio, ¡era muy divertido! Pero esos monstruos tan feos nos atacaron, ¡qué malvados! Al malo maloso le he visto muchas veces y al seguirle, siempre terminaba aquí. Su sonrisa era perversa, me daba mucho miedo.

Menuda historia. Creyeran o no a la pobre mujer, esta negó cuando Nathan propuso la idea del sincorazón.

Mentira, mentira, ¡si te digo que tenía una sonrisa perversa! Pero vosotros sois Caballeros, ¡seguro que podéis con él!

Pero una vez dentro de la casa todo cambió. La mujer demostró ser el perverso villano del que hablaba, uno vestido de payaso. Más de uno se hubiese echado a temblar al ver a semejante ser en aquella ciudad, pero los aprendices no lo hicieron. En cambio, le enfrentaron con valor y fuerza.

¡Señor Niko, ¿de dónde ha salido ese usuario de sonrisa siniestra y con atuendos de carnaval?!

¿¡Perdona!? —exclamó, entre indignado y sorprendido por la reacción del móvil.

¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres?

Eso me gustaría saber a mí… Si tanto te gusta jugar, jugaremos. Pero a mi manera.

El payaso, ignorando el destino que le tenían preparado los aprendices y encorvado como estaba por el enfado, se irguió y se presentó, colocando su mano derecha en el pecho, tirándose flores.

Pues soy el grandioso Kefka, niño. ¡Y seré yo quien se quede con el móvil que habla! —exclamó enfadado, señalando a Nathan con el dedo. Sin duda, aquel hombre no estaba nada bien de la cabeza.

Pero los aprendices supieron aprovechar muy bien sus oportunidades. El primero fue Nikolai, que se impulsó rápidamente a un lado con su Impuslo efímero. Kefka no tuvo problemas en seguirle con la vista, arqueando una ceja, sorprendido por el inútil movimiento que había hecho el aprendiz e intentando comprender su lógica.

El chico no reparó en las consecuencias de sus actos y tan rápido como pudo, agarró un taburete que había detrás de Kefka con su látigo y se lo lanzó por detrás. El payaso no se molestó en esquivarlo, pues le había pillado totalmente desprevenido, y cayó de forma ridícula al suelo, gimiendo por el golpe. Nathan entonces vio su oportunidad, y aunque no tuviese experiencia alguna no le costó acertar en la cara de Kefka, que la tenía a sus pies prácticamente.

Kefka se revolvió en el suelo cuando las llamas le alcanzaron la cara.

¡Vámonos, ya! —exclamó Nathan cuando lanzó con éxito su hechizo Piro.

Con Kefka tirado en el suelo lamentándose, la salida estaba abierta para los dos aprendices. Era su única oportunidad para escapar, a menos que pensaran en el payaso como alguien débil a quien capturar. Así que si optaban por salir, al menos Nathan lo había hecho, podrían bajar las escaleras corriendo, escuchando la malvada risa del villano en la segunda planta. En caso contrario Kefka se encargaría de retener al pobre diablo que le hubiese subestimado.

Pero salir a la calle no fue la mejor de las ideas, porque al poner un pie en la acera escucharon cientos de lamentos, gemidos de dolor y ruidos sin sentido, todos provenían de personas con aspecto extraño, pálido, extremidades deformes, piel escamosa y postura encorvada. En aquella calle solo había dos salidas: por la que habían llegado y que daba a la plaza donde los sincorazón, donde ahora se encontraba aquel grupo de monstruos, o bien girar la esquina a sus espaldas y correr por la ciudad sin rumbo fijo. En caso de invocar sus glider en ese mismo momento, el propio Kefka les lanzaría un terrible hechizo eléctrico por la ventana que los volvería a tirar al suelo.

En caso de quedarse comprenderían que no tendrían posibilidades. Aquellos monstruos tenían una fuerza abrumadora, y una vez los capturaran no podrían liberarse. Les pegarían mordiscos y arañazos, y todo se volvería negro para ellos. Pero si escapaban podrían correr por una enorme avenida con diversos callejones, de los cuales salían más y más criaturas, como si quisieran impedirles el paso.

Giraron algunas veces, y muchas otras se vieron obligados a seguir adelante sin mirar atrás. ¿Eran alucinaciones, o cada vez iban más rápido? Si eran avispados no tardarían en comprender que, aunque fuese una muy remota posibilidad, alguien les estaba guiando por la ciudad con alguna intención. Quizás atraparlos al final de un camino lleno de horror.

Las criaturas se movían con mucha ansia al verlos, y extendían sus brazos intentando alcanzarlos. Tuvieron que esquivar obstáculos de todo tipo, y en algún punto del camino vieron a alguien en el aire: se trataba de Ragun, que llevaba a Victoria y a otra persona que no conocían de nada. Por un túnel cercano, en cambio, vieron de refilón a una figura avanzando con sigilo y pasos firmes: no parecía tratarse de uno de esos monstruos, y el payaso imposible, porque su risa resonaba en la lejanía.

El grupo de Ragun de pronto se precipitó contra el suelo, perdiéndose en aquel laberinto de cemento. Y el eco de cientos de pasos y lamentos resonó a sus espaldas, debían darse prisa...

Maka Cross


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Maka se despertó con dificultad, como si el cuerpo hubiese sido arrollado por una avalancha. Se encontraba en una habitación oscura, sobre una camilla. A su lado se encontraba Margarita, pero estaba inconsciente. Y la habían esposado, tanto las manos como las piernas. Las esposas, si se fijaba en las de la otra chica, eran de acero negro, con líneas verdes fosforescentes recorriendo sus bordes, y disponían de una especie de ranura en la que insertar una tarjeta.

Se escucharon de pronto unos pasos del exterior, y la habitación entera se iluminó. La puerta frente a ella se abrió y un hombre de expresión severa entró en su interior. Con gafas, arrugas, corbata y una bata blanca de laboratorio. Pero lo más destacable era su larga coleta:

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El científico cerró la puerta y se acercó a un poyo cercano, donde abrió un botiquín metálico. Ni siquiera se fijó en Maka, como si no existiese. La habitación era puramente blanca, y estaba decorada por azulejos. Encontró más sillas, mesas y camillas por todos lados. Y aquel individuo, serio como un témpano, empezó a sacar frascos de cristal con líquidos de diversos colores, observando brevemente sus etiquetas y colocando algunos encima del mueble. ¿Era buena idea salir de allí, o preguntarle algo? Atada como estaba, no podría alcanzar la tarjeta que le había dado Raymon…

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Fecha límite: Viernes 31 de Julio.

Faltas:
-Soul: 1

Avisar de que os he recogido las fichas a Ragun, Nikolai, Saic, Nathan y Victoria. Si queréis comentarme algo al respecto, aprovechad esta ronda, porque a partir de la siguiente os empezaré a contar PHs y estadísticas. Cualquier cosita, por privado.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Maka Cross » Lun Jul 27, 2015 9:26 am

Apreté con algo de fuerza el palo de mi guadaña cuando llegué al lado de Margarita.

¿Y entonces qué decías de un payaso? — Le mire de soslayo dispuesta a responder.

Iba a responderle pero al ver como la puerta se abrió de par en par por el golpe y ver lo que se presentaba ante la entrada, me dejo sin habla. Me había quedado estática en mi sitio. ¿Acaso mi mente me estaba jugando una mala pasada? Pensé, tratando de asimilar lo que mis ojos veían.

No paraba de temblar de miedo porque sentía que estaba viviendo una película de terror. A duras penas pude reaccionar cuando vi como Margarita se apartaba mientras estos avanzaban. Recordé que trataría de protegerle, como si fuese una angel de la guarda ya que siempre quería proteger o ayudar a muchos. Volví a empuñar el pomo de mi guadaña y trate de asestarle un buen golpe al primero que entro, que para mi grata sorpresa le había dado a uno de sus brazos.

Al ver que seguía avanzando como si nada, hizo que diese un paso hacia atrás y abriese los ojos de par en par. ¿Qué podía hacer? Seguía temblando. Siempre reaccionaba de cualquier manera cuando se trata de proteger a alguien. ¿Por qué esta vez mi cuerpo no me responde tanto? Me preguntaba aun sabiendo cual era la respuesta.

No lo entiendo, el hechizo debería haber funcionado... — Mi corazón latía con fuerza. —. ¡Maka!

Escuche a mi maestra llamarme pero mi cuerpo seguía inmóvil, a pesar de que veía como se acercaba a Margarita. Quizás era por el aspecto que tenían y que eso me recordará a todo aquello que tuviese relación con el terror. No vi venir el que Rebecca nos empujara hacia atrás, aunque lo que me sobresalto fue el grito de Susana. Esto no podía estar pasando, me repetía una y otra vez.

Escapad de aquí, rápido. Tenéis que encontrar un lugar seguro. Maka, cuento contigo. — Por fin reaccione y dirigí mi mirada hacia Rebecca. —. Hay algo aquí que se nos está escapando, mantened los ojos abiertos, ¿de acuerdo?

Asentí ante lo que dijo. Ya me esperaba cualquier bicho raro de este tipo por lo que dijo, lo cual seguramente me volvería a dejar helada o peor. Estaba preocupada por la madre pero ya no podía hacer nada por la barrera. Baje mi mirada y vi como mis manos temblaban mientras estas sujetaban la guadaña.

Esto no puede estar pasando. Yo… ¡Yo conozco a esas personas! Son los que vinieron conmigo en la nave. Él es Pablo, ella es Alicia… Oh, Dios mío.

La mire pero no me atreví a mirar de nuevo a esos seres. ¿Qué les habría pasado? Exhale algo de oxigeno para luego soltarlo tratando de calmarme, aunque no surgió mucho efecto. Tenía miedo pero debía huir con Margarita y Raymon, Rebecca contaba conmigo. Observe hacia donde se encontraba Raymon y al ver este en el suelo corrí hacia él. Le tome el pulso por los sitios que eran frecuentes y al no obtener respuesta de su corazón, sentí como el mío se oprimía. Ante ello solo pude bajar la cabeza, haciendo que los flecos de mi cabello taparan algo mis ojos.

Levante la mirada al sentir movimiento y vi a Margarita tratando de cargar el cuerpo del padre, me hizo recordar el cuanto quería que se salvara. ¿Estará bien Rebecca? Era inevitable no sentirme inútil pero negué varias veces con mi cabeza, aun tenía que salvar a Margarita y no era momento para esto. Ayude a la chica para llevar al padre al dormitorio.

Pensé en decirle a Margarita sobre su padre cuando dejásemos este en la cama pero ni nos dio tiempo de acercarnos. Todo paso tan rápido que lo ultimo que sentí fue un intenso golpe en mi cabeza, añadiendo los otros golpes que me di con los muebles.

Vaya, vaya, ¿intentando escapar?

Apenas podía verla bien al tener mi visión nublada pero lo que alcance ver de esta, me hizo pensar de que era como la típica chica que te repudiaban con su grupo de amigas.

¿De dónde… de dónde se ha escapado esta ahora…? Maka, tenemos que salir. — Apenas pude asentir ante lo que dijo.

Si no fuese por la situación en la que nos encontrábamos, ya me hubiera reído por lo que dijo sobre ella. Trate de pensar en como salir de esta y sabía que no podía dejar sola a Margarita por si habían más seres raros por ahí. Era evidente de que debía de idear un plan y rápido.

Lo que hizo con mis mejillas me dejo fuera de lugar y me sentí como una niña pequeña, aunque no pude evitar mostrar un gesto de dolor por la fuerza que empleaba en jugar con mis mofletes.

Una pena, pero habéis sido unas niñas muy traviesas. — La maldecí internamente. —. Mi nombre es Barbariccia, no os convendría olvidarlo. Cuando me ordenaron capturar a dos Portadoras no pensé que fuese a resultar tan fácil, ¿sabéis?

Aunque quisiera, para mi desgracia sabía que no iba a poder olvidarla. Esperaba que Rebecca no estuviese en esta situación o en algo peor. Vi como mi guadaña descansaba en el suelo y desvié mi mirada de esta hacia Barbariccia. Pensé en tomar mi guadaña y atacarla para tratar de ir con Margarita hacia el balcón pero para mi sorpresa no pude llegar a hacer nada. Ese dolor intenso en mi espalda y del como caía la ropa sobre mi, me daba a entender que ya apenas podría moverme. De repente, me había dado cuenta de algo y es que el miedo que tenía antes con aquellos monstruos, había menguado. Podría ser que lo que me paraliza son ese tipo de seres, porque cuando es contra otros puedo reaccionar mejor.

Ni si quiera pude atacar o defenderme de ella por culpa del viento. Lo ultimo que sentí fue ese violento golpe en mi cabeza. Todo a su paso comenzó a oscurecer, escuchando de fondo algunos sonidos y quede inconsciente.

---


Comencé a recobrar la consciencia y me dolía todo el cuerpo, por ello hice una mueca de dolor. Abrí los ojos lentamente y apenas pude ver ya que me encontraba en un lugar a oscuras. Enseguida reaccioné sintiendo como mi corazón comenzaba a latir rápido y comencé a mirar a cada lado alertada. Vi descansando a mi lado a Margarita y esperaba que no estuviera peor que yo, al fijarme bien en ella me di cuenta de que estábamos esposadas y eso me trajo vagos recuerdos de Ciudad de Paso.

¿Mi guadaña? Era evidente donde estaría. Trataba de sentarme pero al escuchar pasos me hizo quedar quieta. Al principio me costo acostumbrarme a la luz cuando la encendieron. Cuando el hombre entro, mi cabeza casi estalla mentalmente por como vestía y odie aun más a mi odiosa mente. Este era el típico momento en el que un científico loco comenzaba a diseccionarte o hacerte pruebas con cosas raras y te hablaba como maniático, ya que eso era muy típico en muchos juegos. Aunque recordé que en algunos juegos, el protagonista siempre tenía suerte en sobrevivir cuando se veía afectado en esto y tenía poderes asombrosos y le salía una ala de angel pero en la realidad seguro que te matarían. De repente al pensar sobre todo eso, me di cuenta de algo.

¿Tu eres quien le ha echo eso a esa gente?— Fruncí ligeramente el ceño. —¿Qué vas a hacernos?— No despegaba mi mirada sobre él.

Estaba asustada, eso era evidente pero gracias a que jugaba mucho y el asociarle como a un científico loco, pensé que él era el responsable de lo que vimos en la casa. Quizás me equivocaba pero ya para mi todo era posible después de ver esas criaturas. Tenía que salir fuera como fuese de ese lugar, no quería ser parte de un experimento y tampoco dejaría que le hiciesen algo a Margarita.

Se me ocurrieron tres ideas. La primera era el tratar de hacerle un placaje cuando se descuidara pero sabía que me iba a salir mal al estar esposada así y lo único a lo que le daría quizás es al suelo. Mi segunda opción seria el esperar que se fuera para tratar de despertar a Margarita y que esta me ayudara a coger la tarjeta pero si daba indicios de quedarse no podía hacer nada. La ultima opción que pensé era el ofrecerme como su sujeto de pruebas con tal de que dejaran libre a Margarita pero seguramente si al final se trataba del típico científico loco, no dejaría escapar a cualquier ser que sirviera para sus experimentos.

En este momento pensé que era cuando alguien venía a rescatarte pero sabía que esto era la realidad, no una película o un videojuego. ¿Podría haber salvado a Raymon? ¿Acaso solo me quedaba esperar y ver lo que nos haría? ¿Para esto me había convertido en una portadora? Se suponía que debería de estar protegiéndola. ¿Qué paso con Simon? ¿Estarán bien Rebecca y Susana? Muchas preguntas asaltaron mi cabeza.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Drazham » Vie Jul 31, 2015 4:05 pm

Pues soy el grandioso Kefka, niño. ¡Y seré yo quien se quede con el móvil que habla!

¡D-denegado! ¡Absolutamente denegado! —protestó Saic con horror, agitando las manos con efusividad.

Por su parte, Nikolai no perdió el tiempo e inició su plan, ocultándose en medio de la ejecución de su Impulso Efímero. Sin embargo, al tal Kefka no se le veía muy sorprendido en cuanto se le apareció por uno de los flancos. Es más, daba la impresión de que lo había estado siguiendo con la mirada todo este tiempo, anticipándose a sus movimientos. Había que reconocer que el payaso tenía buenos reflejos; el Impulso Efímero era una táctica para desconcertar al enemigo, pero ni de lejos era infalible.

Eso sí, lo que no vio venir fue el taburete que se estampó contra su espalda, tirándolo al suelo de tal manera que recordaba a un villano de una serie infantil. Para mayor desgracia suya, Nathan aprovechó para dispararle un hechizo Piro a bocajarro en plena cara, incinerándole el maquillaje y cualquier abalorio que llevase en la cabeza. Niko, desde luego, no sintió ni el más mínimo remordimiento por el sufrimiento de aquel chiflado.

¡Vámonos, ya!

Nikolai asintió y se apresuró para sacarle el móvil a Saic, quien no dudó ni un segundo en volver a la seguridad del aparato con unos ojos llorosos reflejados en su visor, lejos del alcance de individuos siniestros como aquel.

Echó un último vistazo a Kefka, revolviéndose de dolor en el suelo, y siguió a Nathan escaleras abajo. La espeluznante risotada que escuchó a mitad de trayecto casi hizo que se resbalase del susto, apoyando las manos en la pared a tiempo. Maldijo por lo bajo a ese lunático y aceleró la marcha hasta atravesar la entrada del edificio.

De vuelta en la calle, miró en derredor para evitarse cualquier sorpresa desagradable (fuesen Sincorazón u otra cosa) y se giró hacia el callejón por el que vinieron, justo el que les llevaría de vuelta al rascacielos más alto de la ciudad. Ahora si que no había excusa para retrasar su vuelta, tenían que informar de inmediato a Shinju de que no estaban solos, y que no se trataba precisamente de Tierra de Partida (dudaba horrores que estuviese relacionado con la Orden contraria). Además, ¿y si no era el único? Podría haber muchos más como Kefka por los alrededores, y eso era lo último que le faltaba.

A los pocos pasos que dio para dirigirse al callejón, unos gemidos provenientes de allí le alertaron, frenando de inmediato.

¿Has oído eso? —preguntó a Nathan, vigilando las entrañas de la callejuela.

Los gemidos se fueron intensificando. Por la cantidad debían de ser bastantes individuos. Nikolai, intranquilo, agudizó la vista nada más atisbar el primer signo de movimiento en el callejón.

¡Que demonios…!

Lo que vio a continuación le dejó sin palabras. La sangre se le heló, los pelos de la nuca se le erizaron, y la garganta se le secó de golpe.

Mira que había visto durante los pocos meses que llevaba como Caballero, pero… ellos no se comparaban a nada que hubiese visto con anterioridad.

<Tienes que estar de broma>.

Pese a su apariencia humana, no estaba muy seguro de catalogar a esas criaturas como tales. Parecían… enfermas, o bajo los efectos de una mutación: cenicientos, escamosos, y con severas deformidades que les impedían caminar o gesticular debidamente. No tenían por ninguna parte el emblema de los Sincorazón, y dudaba que se tratasen de Purasangres.

Nikolai retrocedió varios pasos, con el corazón en la garganta, según avanzaba el ejército de humanoides entre quejidos lastimeros y otros sonidos sin sentido alguno. Habían taponado por completo la vía al rascacielos, por lo que la idea de avisar a Shinju quedaba descartada. ¿Y luchar? Era inviable: su número era absurdo, y desconocía si incluso podrían combatir a unos pocos.

Solo les quedaba una opción posible.

¡¡Corre!! —le ordenó a su compañero, tirando de su hombro si este tardaba en reaccionar.

Aplicándose el mismo cuento, echó a correr hacia la única avenida no atestada de esas cosas, dando inicio a una huida bajo el sonido de truenos, gemidos, y una siniestra carcajada que le resultaba familiar. Antes de perderse en el callejón, echó la mirada atrás para comprobar que Kefka les observaba desde una de las ventanas del edificio, divertido.

<¿Qué pretende ese lunático?>, pensó durante escasos momentos, antes de volver a la carrera.

Dar esquinazo a los seres albinos no resultó ser tan sencillo. Por cada esquina que doblaban, una nueva tanda les sobresaltaban desde cualquier rincón posible, abalanzándose sobre los aprendices como si la vida les fuese e ello. Nikolai trató de frenarles, pateando todas las cajas y contenedores desperdigados por la calle, pero ni con esas consiguió resultados. Esas cosas eran persistentes, y encima cada vez iban más deprisa.

Pero había cierto detalle que le escamó. Siempre que llegaban a una bifurcación, más criaturas les salían al paso desde los diferentes caminos. Todos, salvo alguno que quedaba libre, viéndose obligados a tomarlo para proseguir. Era demasiada casualidad que siempre hubiese alguna vía de escape, como si no tuviesen más remedio que seguir una ruta predefinida.

<Esto es un sinsentido>, negó con la cabeza. Tantos sucesos extraños en un solo día le debían estar pasando factura. ¿Cómo se las apañaba para acabar siempre en medio de una persecución de seres monstruosos?

Entonces, una sombra pasó volando por encima de sus cabezas. Nikolai miró hacia arriba y abrió mucho los ojos al reconocer al chico que sobrevolaba los cielos.

¡Es Ragun! —Apuntó hacia arriba para cerciorar a Nathan. Era él, sin duda: conocía a poca gente con un brazo negro y con la habilidad de invocar alas de oscuridad. Se fijó en que el aprendiz cargaba con Victoria (sus alas metálicas eran demasiado llamativas para no reconocerla) y otro chico de pelo rosa que no le sonaba de nada.

Gritó y agitó el brazo para llamar su atención sin mucho éxito. Ragun y compañía siguieron volando hasta precipitarse en una zona más profunda de la ciudad.

Maldición… —masculló entre dientes. Los quejidos que escuchó a sus espaldas le pusieron aun más nervioso, seguían teniendo a esas cosas pisándoles los talones.

Viró la cabeza en todas direcciones, buscando cualquier camino que les sirviese para continuar. Dio la casualidad de que pilló por el rabillo del ojo a una figura adentrarse por un túnel que no había muy lejos. Llamó con un gesto a Nathan y se lo señaló. Que caminase erguido era buena señal (dentro de lo que cabía), ya que no se trataba de uno de los monstruos.

Le preocupaban Ragun y la hermana de Nathan, pero ponerse a buscarlos por una ciudad infestada de Sincorazón y mutantes era un suicidio. Confiaba en que el chico Sincorazón se las pudiese apañar con Victoria. Era el más experto de los cuatro, y no le costaría orientarse en el lugar de donde le sacaron.

Vista la situación, decidió aventurarse en el túnel por el que coló el misterioso individuo. Tendría la precaución de prepararse en caso de tener que invocar la Llave Espada. No se podía confiar después de la mala experiencia con “Petunia”.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Sombra » Sab Ago 01, 2015 3:44 pm

¡Victoria! ¿Qué estás...? —pregunté entre gritos viendo como la marabunta de "zombies" entraban en la casa y a ella se le ocurría ir a la cocina a por un montón de ajos.

¡Ragun, son vampiros! ¡Yo sé cómo salvaros a todos, yo...!

¿Vampiros? —dudé. Había conocido un vampiro, y no se parecía en NADA a aquellas cosas. A mi parecer eran mutantes, o algo así.

¿Eh? ¿Sabes sobre…?—dijo confundido el pelirosa. ¿Entonces eran o no vampiros?

Victoria volvió con un montón de ajos y se los lanzó a los monstruos. Por un instante, solo uno, parecieron quedar paralizados.

¡¡Han desarrollado inmunidad al ajo, estamos perdidos!!

¡No! —informé como si fuese un científico emocionado por un descubrimiento increíble—. Parece que sí funciona... Aunque muy poco.

Tuvimos que subir a toda velocidad. Materialicé mi látigo y empecé a derribar el mobiliario, romperlo... Cualquier cosa con tal de hacerles tropezar, de ralentizarlos aunque fuese un poco.

Al final, llegamos a una puerta que daba a la terraza del edificio. Era de acero, por lo que no podríamos romperla solo a base de patadas y puñetazos. El joven sacó sus llaves, pero se calleron al suelo. En ese momento me giré, solo para ver el horror que se cernía sobre nosotros. Casi podíamos sentir el aliento de... La Muerte.

Al otro lado del armario que había lanzado por las escaleras momentos antes cientos de aquellos monstruos se agolpaban buscando a sus presas. Éramos como unas cebras escapando de un león. El armario empezó a ceder rompiéndose por la mitad.

<<¡Qué le jodan a Shinju!>>

Invoqué mi llave espada y la abrí para acto seguido lanzarme contra la puerta de un placaje que la abrió de un portazo. Invoqué mi par de alas e hice desaparecer mi llave espada.

¡Agarraos!

Cogí entre mis brazos al chico y a Victoria y di unos fuertes aleteos alzándome en el aire. Por un segundo creí que no lo contaríamos, pues noté como una de aquellas bestias rozaba mis botas, pero por suerte pudimos escapar.

Desde los cielos pudimos ver como la ciudad estaba totalmente cubierta por aquella antinatural niebla. Todos los edificios, a excepción del rascacielos eran prácticamente invisibles en aquel momento.

Dios mío… no me puedo creer que hayamos escapado. Espero que Raymon esté bien, se quedó atrás cuando salimos de allí —relató con voz temblorosa—. En el laboratorio había un payaso loco, fue una suerte que se le cayera esa tarjeta y pudiésemos escapar con ella. Tenía como unos pines y era azul. Creo que el laboratorio entero funciona a base de esas cosas.

¿Un payaso loco? —recordé la misión de Villain´s Vale, donde precisamente había un payaso loco, uno que pertenecía a los Villanos Finales—. ¿Se llama Kefka por casualidad?

No podía asegurar que fuera él, pero si los Villanos Finales estaban detrás de todo lo que estaba ocurriendo... Todo Bastión Hueco podía estar en peligro si no hacíamos nada. ¿Y si soltaban a todos esos monstruos a las puertas del castillo? ¿Quizás estaban haciendo pruebas antes de usarlos como armas?

Sobrevolé un callejón larguísimo, al fondo podía verse una puerta naranja con carteles y letreros de neón haciendo publicidad de un club nocturno. Pude ver a una mujer rubia flotando en el aire que llevaba dos personas insconscientes con ella. Una pelirroja y una rubia con coletas.

—¡La conozco! —exclamé—. Es Barbaricia, uno de los miembros del grupo terrorista de los Villanos Finales.

Los tres entraron en el club nocturno, y entonces...

Sentí como todo el aire de mis pulmones salía de sopetón a la par que notaba como algo me golpeaba por la espalda con una fuerza descomunal. Mi cara se hundió en el callejón inundado. Traté de moverme, pero sentía como mi cuerpo no me respondía correctamente.

El joven de cabello rosa cayó inconsciente tras un potente golpe en su cabeza que no parecía haber venido de ningún lado. ¿Acaso estaba utilizando Ténue?

¡Victoria, escapa! —ordené apresurado—. Debes avisar a la Maestra. ¡Deprisa, los otros también están en peligro!

Escuché unas pisadas que delataban que en aquel callejón había alguien más, alguien que éramos incapaces de ver. Sin embargo... Si tenía corazón podía sentirlo... Sí... Sin duda estaba ahí, en algún lugar. De pronto, un enorme hombre se materializó frente a nosotros.

Se trataba de alguien que había visto, aunque solo de pasada en Villain´s Vale. No conocía su nombre, pero si estaba allí sin duda se trataba de uno de ellos.

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No volveréis a ver la luz del día —aseguró.

Eso ya lo veremos, bastardo —rugí—. ¡Venda Umbría!

Materialicé en mi mano el hechizo mágico y lo disparé contra él. En ese mismo instante, traté de levantarme. Con un poco de suerte el efecto de la parálisis no duraría demasiado y podríamos escapar. El problema era el chico que estaba inconsciente... Teníamos que dejarle allí a su suerte. Pero lo más probable era que lo fuesen a llevar al laboratorio que había mencionado... Barbaricia había entrado en aquel club nocturno... ¿Podría ser que la entrada estuviese camuflada en aquel lugar?

Si mi plan funcionaba correría junto a Victoria tratando de dejar atrás al enorme hombre, debíamos volver al rascacielos y avisar a Shinju. Tenía que haber algún atajo cerca, estaba casi seguro de ello.


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▪ Venda Umbría (HM) [Nivel 13] [Requiere Poder Mágico 15, Afinidad a Oscuridad] El usuario genera oscuridad alrededor de los ojos de un enemigo, provocándole ceguera durante dos turnos. Débil a luz o habilidades de tipo Visión Térmica, Nocturna, etc.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Tsuna » Lun Ago 03, 2015 11:44 pm

Ragun y Victoria

¿Un payaso loco? ¿Se llama Kefka por casualidad? —preguntó Ragun entonces al muchacho, que todavía no había dado su nombre.

Éste le observó con incredulidad, sin saber qué responder.

Pues… No lo sé, no dijeron su nombre, y aunque fuera así no me suena de nada.

Victoria permaneció callada durante todo el trayecto, algo muy inusual en ella. Quizás se debiera a la fuerte impresión por la que habían tenido que pasar. Y al llegar al callejón, Ragun reconoció a Barbariccia…

¡La conozco! Es Barbaricia, uno de los miembros del grupo terrorista de los Villanos Finales.

¿G-grupo terrorista? ¿Hablas en serio? ¿Y por qué ese nombre tan ridículo...? —musitó, asombrado por la información del aprendiz. Aunque al estar a su lado le pudieron escuchar sin problemas.

Y entonces apareció Zande, que de un potente salto logró llevar a los aprendices a un callejón encharcado de agua. Primero se aseguró de que el chico de cabello rosa cayera inconsciente, y luego, acorraló a los dos aprendices.

¡Victoria, escapa! Debes avisar a la maestra. ¡Deprisa, los otros también están en peligro!

Zande sonrió desde su posición, sin llegar a decir nada. Apretó con fuerza la lanza en su mano derecha y se preparó para impedirle el paso a la aprendiza, sin embargo, algo le detuvo. No fue el hechizo de Ragun, sino la lluvia. Los tres notaron al principio unas pocas gotas que podían entorpecer su vista como mucho, pero al cabo de unos segundos el estruendo del agua inundó sus oídos y se vieron empapados.

Y fue ese el momento clave. El aprendiz lanzó Venda umbría encima del villano, logrando que gruñera y retrocediera unos pasos. Los dos echaron a correr, pero lo que le sucedió a Victoria fue todavía más raro de lo que hubiera llegado a imaginar, porque a medida que avanzaba hacia la salida del callejón sentiría que le costaba más y más avanzar, si se fijaba a sus pies entendería la razón: el nivel del agua y de la calle en general iba aumentando. Y si intentaba volar usando sus alas mecánicas o su propio glider, comprobaría con horror que ni tenía alas ni la Llave acudía a su llamada. Lentamente se fue hundiendo en el río de agua que se había formado de pronto, ¿quizás por la lluvia, o había otra razón detrás de todo?

Poco a poco la chica fue perdiendo el aire hasta que finalmente terminó inconsciente. Ragun en cambio no vio nada, consiguió salir sin problemas del callejón, abandonando allí al muchacho de cabello rosa, y cuando se quiso dar cuenta, de Victoria no había ni rastro. Por mucho que mirara al enemigo o intentase usar todo tipo de visiones, su compañera había desaparecido de la faz del universo.

Aun así tenía que escapar y avisar a Shinju, porque Zande continuaba golpeando con su vara al aire, intentando darle caza. Y sabía que si esa vez lo atrapaba, no habría vuelta atrás.

Pasaron al menos dos o tres minutos bajo la lluvia de las calles, el aprendiz estaba helado hasta los huesos. Y en cierto punto, tras girar una esquina que daba a una zona contigua a la plaza del rascacielos, se chocó de frente con Shinju, que gritó del susto.

¡Ah! ¿Pero qué haces dándome esos sustos? —esperó una respuesta por su parte, y a continuación le indicó que la siguiera hasta el interior de una casa abierta, para resguardarse del frío—Dios, esto es terrible. Se supone que debéis estar entrenando conmigo en la sala del trono, no explorando esta ciudad de mala muerte. ¡Si Nanashi se entera me va a matar! —exclamó irritada, mientras se sentaba en una silla para escurrir su vestido.

Ragun tenía mucha información que darle, así que era libre de dar todos los detalles o no, él decidía. Una vez terminara, Shinju continuó.

Pues yo estaba tan tranquila en el… Bueno, ya sabes, en el rascacielos, investigando algunas plantas y habitaciones, lo típico, ¡y de pronto por el ascensor subieron un montón de monstruos! Pensaba que solo había sincorazón, y se suponía que contigo no corrían ningún peligro, pero mira… Como les pase algo me la cargo. Así que más te vale ayudarme, chico sirviente. —Por el tono de voz y la mirada que le dedicó, Ragun comprendería que le estaba dando una orden, y que no estaba para juegos.

¿O quizás era mejor darle un castigo, para que asumiera mejor sus responsabilidades como maestra? Al aprendiz no le faltaba mucho para ser maestro, estaban más o menos al mismo nivel, puede que fuera una buena ocasión. O bien volver a aquel club, con suerte Zande no estaría cerca la próxima vez, pero en esta ocasión iría acompañado de la maestra Shinju.

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Nathan y Nikolai

El destino de Nathan no pudo ser peor. Antes de poder decidir siquiera, una enorme figura se situó detrás suya y le golpeó con fuerza el cuello. Todo se volvió negro, mientras el frío atroz de la lluvia se clavaba en su piel.

Nikolai en cambio entró en el túnel, ignorando a Ragun y Victoria. Pudo escuchar al poco de entrar el sonido del agua cayendo del cielo, pero allí no había nadie, y su compañero tampoco estaba presente. Si usaba alguna linterna, una luz o el propio móvil, comprobaría que se trataba de un depósito, porque el sonido del agua por las cañerías le daban al lugar un aire escalofriante. El suelo estaba cubierto de gravilla y polvo, y alguna que otra alimaña correteaba por los rincones más oscuros. En el techo solo quedaba el rastro de antiguas y viejas bombillas apagadas, además de una maraña de cables que a saber de dónde salían y a dónde iban.

Y de pronto, la vio, a la figura. Esta bajó por una enorme rampa hasta una planta inferior, y cuando le tuvo cerca logró ver que se trataba de un hombre, vestido por una gabardina oscura, una gorra y unas gafas. Tenía el cabello muy grande y revuelto, y no era precisamente delgado. Igual le conocía, igual no, en caso positivo sabría de antemano que se trataba de Simon, de la Orden de Tierra de Partida.

Simon se colocó junto a una extraña y enorme puerta de acero, y alzó su mano izquierda, a punto de preparar algo. Pero con la derecha apuntó a Nikolai de improviso con una pistola. Le observó, con el ceño fruncido.

Aunque esté todo muy oscuro, chaval, no voy a fallar. ¿Estás también aliado con Mateus Palamecia, o vas por libre? Responde ahora mismo si no quieres perder el coco —Y no parecía estar de broma.

Respondiera lo que quisiera responder, Simon terminó apretando el gatillo. La bala le pasó muy cerca de la cabeza, pero no se dirigió al aprendiz, sino a uno de aquellos seres que le había seguido casi sin hacer ruido, a escasos metros de él. El disparo acertó en plena cabeza, y el ser cayó al suelo totalmente derrotado.

Son invulnerables a cualquier cosa, excepto si les atacas en la cabeza o con fuego. Más te vale espabilar si no quieres terminar mal, es un consejo, no te lo tomes a mal. Ah, sí, y me llamo Simon, de Tierra de Partida.

Simon guardó su pistola y con la mano izquierda, todavía alzada en el aire, invocó unas llamas que rodearon su miembro, a modo de espada de fuego. El hombre atravesó la puerta de acero con el fuego, y como si se tratase de un soplete, empezó a cortar la pared haciendo un círculo. Pasaron unos momentos hasta que se formara la entrada, y en ese punto, miró de nuevo a Nikolai.

Dime, ¿estás preparado para saber lo que guarda Mateus aquí dentro, o tienes miedo? Siempre puedes salir corriendo, pero en este mundo nunca se está a salvo. Y apuesto lo que sea a que la calle es su territorio ahora mismo, no se esperarán que un cualquiera se infiltre por aquí.

Simon entró por el agujero que había formado y saltó, si Nikolai se asomaba comprobaría que habían al menos dos metros y medio de altura, las paredes eran blancas, y un pasillo largo se extendía más allá. Junto al hombre se podían ver cajas de cartón, ya olvidadas al parecer. Pero debía saber que si accedía a acompañar a Simon, no habría vuelta atrás, porque ni siquiera el glider le permitiría pasar por aquel estrecho hueco.

Igual era mejor volver a por Nathan, o avisar a Shinju. Elecciones, elecciones.

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Maka, Victoria y Nathan

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¿Tu eres quien le ha echo eso a esa gente? ¿Qué vas a hacernos?

El científico siguió sacando frascos de cristal y leyendo sus etiquetas, hasta que pasados unos segundos, miró de reojo a la aprendiz. Y su respuesta no fue para nada lo que hubiese esperado de él.

¿Gente… Qué gente? Hay tanta gente.

Y se quedó tan pancho, guardando los botes y dejando solamente uno, con un líquido blanco en su interior. Cerró el botiquín y observó a Maka y Margarita de nuevo, satisfecho por tenerlas allí, atrapadas. La chica tendría que ser más concreta en su pregunta, porque no parecía dispuesto a responder. De pronto se abrió la puerta, y por ella entró alguien que Maka ya conocía bastante bien: se trataba de Zande, el mismo que la había engañado en Ciudad de Paso.

El enorme villano bufó al verla, como si le sentara mal que Barbariccia la hubiese atrapado, y no él en su día. Como fuera, el hombre cargaba con dos cuerpos bajo sus brazos, y otro en su hombro. Todos estaban esposados de la misma forma que Maka, con aquellos aparatos tan raros. No tardaron en colocarlos sobre unas camillas, para luego atarlos por el tronco, de manera que no pudiesen escapar de ninguna manera.

Zande esperó que Maka colaborara, si no lo hacía, la tumbaría con fuerza y la inmovilizaría con su enorme mano. La aprendiz de Tierra de Partida no lo sabía, pero los otros tres invitados eran Victoria y Nathan, de Bastión Hueco, y otro desconocido de cabello rosa que estaba inconsciente. Los dos primeros no tardarían en recuperar la conciencia.

Ya están listos, profesor.

¿Los habéis capturado a todos? —inquirió una voz que a Maka podría sonarle de algo, desde la puerta.

Los tres aprendices vieron a un hombre oscuro, con cuernos y vestimenta a juego. Más bien parecía un demonio, con aquella mirada acechante típica de una víbora y la vara tan larga que llevaba encima:

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Zande gruñó, a punto de decir algo, pero Mateus le interrumpió alzando una mano. De fondo pudieron ver al científico preparando unas agujas, inyectando dentro el líquido blanco. No era difícil imaginar que los iban a someter a un experimento, y habría inyecciones de por medio.

Vaya, vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? —comentó, acercándose a Maka con una gran sonrisa—. ¿No eres tú la misma que me quiso enfrentar en Ciudad de Paso? Parece que tu palabrería y tu sentido de la justicia te ha vuelto a traer a mis garras. Una suerte, ¿no crees? —Y se relamió, observando a todos los presentes. Luego se dio la vuelta y se sentó en una silla, mientras el científico cerraba la puerta—. Tengo entendido que ya habéis tenido la suerte de ver nuestros experimentos en persona. Me gustaría conocer vuestras impresiones —finalizó, esperando una respuesta por su parte. Las hubiera o no, continuó—. No está mal, si os han dado miedo es que Hojo está haciendo un buen trabajo. Sin embargo… no hemos tenido la ocasión de probar el experimento en Caballeros de la Orden. Como comprenderéis, vosotros seréis los primeros.

¡Esto es una locura! ¡Estáis locos! Habéis creado monstruos sacrificando gente. —protestó indignado el chico de cabello rosa, que se había despertado en algún momento.

Por lo que veo habéis traído también a los que se escaparon, bueno… Lo prefiero así. ¿Y vosotros? ¿Tan patéticos sois los Caballeros de la Llave Espada que no paráis de picar en nuestras trampas?

El suero ya está listo, Mateus —interrumpió Hojo, a lo que Mateus frunció el ceño, pero no comentó nada—. Estoy impaciente por ver cómo reaccionará en ellos: si sucumbirán, o si podrán dominarlo.

Adelante, ¿quién se ofrece voluntario?

Hojo se adelantó un paso, con la aguja en mano. Les observó a todos por encima, preparado para inyectarles aquel líquido blanco. Igual si alguien se sacrificaba, pudiesen dejar libres a los demás…

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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Maka Cross » Mar Ago 04, 2015 4:34 am

Por ver como sacaba tranquilamente aquellos frascos de cristal el científico. Estaba casi perdiendo la paciencia, lo cual era extraño en mi.

¿Gente… Qué gente? Hay tanta gente.

Seguramente si no hubiera estado atada ya le hubiera lanzado cualquier cosa por la respuesta que me había dado. Observaba desconfiada cada movimiento que el hombre hacia y cuando nos observo solo pude fruncir el ceño en señal de molestia. Pensaba decirle a cual gente me refería pero cuando abrieron la puerta de la nada, mis ojos se abrieron por completo y mis pupilas se achicaron por unos segundos. Zande estaba entrando por esa puerta.

Apreté los dientes entre sí llena de rabia, recordando todo lo que había pasado con él. La primera vez pude contenerme pero sentía que esta vez si no fuese porque estuviera atada, ya le hubiera atacado a sabiendas de que yo no tendría posibilidad de ganar. Después de estar matando mentalmente a Zande, me tranquilice un poco y me di cuenta que traía a tres personas.

Vi que Zande se acercaba y suponiendo lo que iba a hacer, no pensaba colaborar con ese hombre después de lo que había pasado con él. No se lo iba a poner tan fácil, así que omití cualquier queja cuando me inmovilizo. Comencé a observar a los que trajo Zande y pensé que tendría que idear otro plan para poder ayudarlos a ellos también. A pesar que no los conocía de nada a los recién llegados, siempre trataría de ayudar a cualquiera.

Ya están listos, profesor.

¿Los habéis capturado a todos? — Dirigí mi mirada hacia la puerta.

¿Acaso me estaban vacilando? Es lo que había pensado al ver a ese hombre también ahí, aunque estaba algo diferente. Ya tenía bastante con Zande y lo peor de todo es que eran hombres los dos.

Mataba literalmente con mi mirada a Zande y a Mateus, luego observe lo que hacía con las agujas el científico. ¿Y ahora qué? Pensaba y pensaba y no se me ocurría ahora nada, antes había planeado tres cosas pero dos de ellas fueron echadas a perder por la llegada de Zande y del otro. Quizás antes podía haberle echo un placaje pero ahora no. La ultima opción no sabía si serviría.

Vaya, vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? — Lo mire molesta. —. ¿No eres tú la misma que me quiso enfrentar en Ciudad de Paso? Parece que tu palabrería y tu sentido de la justicia te ha vuelto a traer a mis garras. Una suerte, ¿no crees? — Desvié ligeramente la mirada ante lo que dijo. —. Tengo entendido que ya habéis tenido la suerte de ver nuestros experimentos en persona. Me gustaría conocer vuestras impresiones — Preferí quedarme callada al recordar esos seres. —. No está mal, si os han dado miedo es que Hojo está haciendo un buen trabajo. Sin embargo… no hemos tenido la ocasión de probar el experimento en Caballeros de la Orden. Como comprenderéis, vosotros seréis los primeros.

¡Esto es una locura! ¡Estáis locos! Habéis creado monstruos sacrificando gente. — Lo mire al chico, parpadeando un par de veces.

Por lo que veo habéis traído también a los que se escaparon, bueno… Lo prefiero así. ¿Y vosotros? ¿Tan patéticos sois los Caballeros de la Llave Espada que no paráis de picar en nuestras trampas?

El suero ya está listo, Mateus — Tragué grueso al escuchar al científico loco, llamado Hojo. —. Estoy impaciente por ver cómo reaccionará en ellos: si sucumbirán, o si podrán dominarlo.

Adelante, ¿quién se ofrece voluntario?

Trate de digerir toda la información dicha y solo pude bajar la mirada. Ellos habían echo eso a gente inocente, no podía evitar sentir tristeza y ira por lo sucedido. Quería llorar por esa gente, hasta por Raymon a pesar que no los conocía del todo pero no me permitiría reflejar mi debilidad ante estos canallas.

¿Qué debería de hacer? Todos estamos atados y no podríamos hacer nada de este modo. De repente recordé los típicos juegos de antes que había mencionado. El científico loco cuando experimentaba con uno y si veía que no surtía efecto como quería, dejaban encerrados a los otros. Lo malo de todo eso era que perecía el que se sacrificaba o bien tenía una fuerza sobre natural y que luego seria utilizado como una arma secreta.

Negué varias veces con mi cabeza, sin importarme mucho si me miraban o no. Otra vez estaba asociando esto con los videojuegos y debía de centrarme en la realidad, a pesar que los juegos me han ayudado al menos un poco en algunas cosas.

Yo me ofrezco.— Dije sin más, segura de mi misma.

Posiblemente estaba algo asustada porque no sabría que pasaría conmigo después de que me inyectaran esa cosa. Temí el echo de convertirme en aquel ser que daba bastante miedo. Igual no sabía si uno de los otros iban a ofrecerse y si fuese ese el caso, ya me veía insistiendo en ser la que se sacrifique. No iba a permitir que muriesen los demás, no quería sentirme como una inútil viendo como dañan a los demás.
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Re: [El Mundo Inexistente] Un mensaje de las penumbras

Notapor Drazham » Dom Ago 09, 2015 5:37 pm

Con marcha célere, Nikolai pasó al interior del túnel para seguirle la pista al individuo que había visto entrar. La oscuridad del sitio le instó a aminorar su paso, cauteloso de mirar por dónde andaba. El olor a humedad allí dentro era bastante fuerte, y la acumulación de polvo que notaba en el ambiente le indicaba que se trataría de un recinto con sus años en desuso, como la mayoría de edificios de la ciudad. Aparte de la lluvia de fuera, escuchó el rumor del agua pasando por encima suya, dándole a entender que el lugar sería una depuradora o un depósito.

El correteo de un ratón que salió de su escondrijo le sobresaltó, pegando un respingo en cuanto el animal pasó por su lado a gran velocidad. Desconcertado, giró sobre sus talones para seguir con la mirada al ratón, y fue gracias a eso que se percató de un detalle muy importante:

Le faltaba su compañero.

¿Nathan? —preguntó al aire, virando la cabeza de un lado a otro. Acto seguido, se sacó el móvil y cuchicheó—: Saic, sube la potencia de la luz.

Sin mediar palabra alguna, el asistente obedeció la petición de su dueño, y la intensidad de la luz que desprendía la pantalla del móvil aumentó. Apuntó con este por todos los rincones, divisando el sistema de tuberías que recorría la sala. Pero ni rastro de Nathan por ningún lado, estaba solo.

<¿Va en serio?>, mosqueado, se asomó a la calle, agudizando la vista por si veía a alguien por las cercanías. No se quedó mucho rato curioseando al no encontrar a nadie, y más a sabiendas de que un ejército de monstruos campaba a sus anchas por la ciudad. Prefería no exponerse lo máximo posible.

Chasqueó la lengua y se revolvió el pelo con una sola mano, en vista de su éxito. ¿En qué momento se llegaron a separar? Haciendo memoria, recordaba que Nathan seguía con él en cuanto divisaron a Ragun y a Victoria en el cielo. Acaso… ¿se había ido por su cuenta para buscarles? De ser así, llegaba a entender que su preocupación por su hermana le obligase a tomar esa decisión, pero… ¿Sin siquiera avisar? Con lo protestón que se había mostrado hasta el momento, le extrañaba que no le pusiese pegas a la idea de seguir al tipejo de antes.

De todas formas, no le hacía ni pizca de gracia que se estuviesen disgregando tanto. ¡Había una puñetera plaga de mutantes siguiéndoles los talones! Por no hablar del chalado de Kefka. No era para nada seguro que estuviesen separados y sin medio alguno de contactar entre ellos.

El sonido de unos pasos le alertó, dirigiendo la mirada al fondo de la estancia, por donde los había escuchado. Cayó en la cuenta de que el misterioso individuo seguía por allí dentro, haciendo quien sabe qué. Echó un último vistazo a las calles azotadas por la lluvia y suspiró de resignación. Buscar a Nathan o a los otros en una ciudad en la que acechaba el peligro en cada esquina no era en absoluto sensato.

<De perdidos al rio>, se preparó mentalmente antes de encaminarse hacia lo más profundo del túnel. Ya no había vuelta atrás.

Bajó por una rampa hasta localizar al sujeto en cuestión, situado en frente de un portón de acero que pintaba ser bastante grueso. Se trataba de un hombre regordete, con gafas, y vistiendo una gabardina negra y una gorra; confirmado: no era uno de esos mutantes. Nikolai se acercó con paso sigiloso, llegando a ver que el tipo posó la mano en el portón.

No llegó ni a los cinco pasos en cuanto el hombre le sorprendió con una preciosa pistola con la que le apuntó. Niko tensó las facciones de su rostro y se quedó allí plantado, mientras el tipejo se daba la vuelta y le dedicaba una expresión de desconfianza. No era la primera vez que le encañonaban con un arma de fuego, pero a diferencia del percance con Ban Oswald, aquí no contaba con la seguridad de que el que empuñaba la pistola no tuviese solo las intenciones de intimidarle.

Aunque esté todo muy oscuro, chaval, no voy a fallar. ¿Estás también aliado con Mateus Palamecia, o vas por libre? Responde ahora mismo si no quieres perder el coco.

De normal, Niko le habría confirmado de inmediato que estaba por su cuenta en aquel mundo. Pero sus dudas no hicieron más que crecer en cuanto el nombre de cierto personajillo que había escuchado en varias ocasiones le llegó a los oídos. Uno al que no le tenía mucho aprecio por lo que se contaba de él.

¿Palamecia? ¿El líder de los Villanos Finales? —Le chocó tanto que no pudo reprimir contestarle a su pregunta con más preguntas—. ¿Qué tiene que ver él con…?

Un estruendo ensordecedor acalló la retahíla de preguntas de Nikolai. El chico, con la mirada temblorosa y el cuerpo semirrígido, se llevó la mano al pecho, notando cómo su corazón le latía de manera frenética. El oído izquierdo le pitaba, y el olor a pólvora le llegó a las fosas nasales. Para cuando se dio cuenta de lo que había ocurrido, el pecho le apretó con más fuerza: Sí, este tipejo no había tenido el menor reparo en apretar el gatillo de su pistola, y poco faltó para que le volase la cabeza.

Algo a sus espaldas cayó al suelo con un sonido seco. Niko se volteó con torpeza y abrió mucho los ojos al ver a una de esas criaturas blancas desparramada, con un agujero en plena sien, dándole a entender a dónde había ido a parar la bala.

<¿Cuándo ha…?>, dio un paso hacia tras nada más descubrir el cadáver. Esas cosas no eran precisamente silenciosas por la cantidad ruidos y gemidos que soltaban. ¿Cómo demonios se había podido colar uno a sus espaldas sin siquiera percatarse?

Son invulnerables a cualquier cosa, excepto si les atacas en la cabeza o con fuego. —Niko retiró la mirada del mutante inerte y la dirigió al hombre, quien se guardó su arma—. Más te vale espabilar si no quieres terminar mal, es un consejo, no te lo tomes a mal.

Los consejos no me los tomo a mal. Que me apunten con una pistola, sí. —Se cruzó de brazos, mostrando una expresión huraña—. ¿Y tú eres…?

Ah, sí, y me llamo Simon, de Tierra de Partida.

El joven arqueó una ceja. ¿Tierra de Partida estaba allí también? No sabía si preocuparse de verdad, o no darle demasiada importancia. Cabía recordar el hecho de que eran enemigos que se llevaban a matar. Pero no era precisamente el momento idóneo para dejarse llevar por las rivalidades cuando tenían un problema mucho más gordo ahí fuera.

Estudio a conciencia al hombre conocido como Simon. Haciendo memoria sobre los nombres de los Maestros de Tierra de Partida que recabó para informarse mejor, no le sonaba ninguno que se llamase de tal manera. Tampoco tenía pinta de tratarse de un aprendiz, aunque era una opción que no podía descartar; ya conoció a otro en una misión anterior que rompía los esquemas de que todos los aprendices eran unos jovenzuelos.

De todas formas, prefirió no revelarle su procedencia de Bastión Hueco para evitarse posibles percances haciendo uso de su especialidad: las medias verdades.

Nikolai, un viajero que tiene la mala costumbre de meterse en asuntos de toda índole —se presentó, encogiéndose de hombros—. Hoy no he hecho una excepción, como podrás ver.

Mientras hablaba, Simon le dedicó más atención al portón de acero, posando su mano izquierda. Entonces, ésta se envolvió en una vorágine de llamas que el hombre blandió como si se tratase de una cuchilla, y hundió en el metal, derritiéndolo. Nikolai no perdió detalle de los movimientos precisos con los que perforaba la puerta, suponiendo que tal maestría del Fuego se debería a una supuesta afinidad por dicho elemento.

Simon perforó una entrada circular en la puerta y, antes de pasar adentro, se giró hacia el aprendiz y le dijo:

Dime, ¿estás preparado para saber lo que guarda Mateus aquí dentro, o tienes miedo? Siempre puedes salir corriendo, pero en este mundo nunca se está a salvo. Y apuesto lo que sea a que la calle es su territorio ahora mismo, no se esperarán que un cualquiera se infiltre por aquí.

Una vez terminó, pasó al otro lado del agujero de un salto y desapareció. Extrañado, Nikolai se asomó por el boquete y se topó con un amplio pasillo dos metros más debajo de donde se encontraba, hallando a Simon cerca de unas cajas apiladas.

Diversos pensamientos pasaron por su cabeza en aquel instante: ¿Acceder a su invitación y seguirle? ¿Dar media vuelta y centrarse en buscar a los suyos? Sí, la segunda opción era sin lugar a dudas la más sensata. No obstante, era irónico que también fuese la más peliaguda, en comparación con seguir a un completo desconocido que alegaba ser del bando rival. Sus compañeros podían estar en cualquier parte de la ciudad, y en el momento que se descuidase buscándolos por las calles… se acabó.

Por ello, trató de convencerse a sí mismo buscando la mejor excusa posible para irse con Simon: Mateus Palamecia. Hasta ahora solo había escuchado habladurías que lo tachaban de manipulador y enemigo acérrimo de los Caballeros. Poco sabía de él, pero lo suficiente como para pensar que no era trigo limpio. No era descabellado pensar que tuviese algo que ver con la plaga de mutantes, o ese endemoniado payaso maquillado.

Tal vez pudiese sacarle partido a su pequeña excursión y todo.

¡Oye, espera!

Tratando de detener a Simon antes de que prosiguiese por su cuenta con un grito, Nikolai se encaramó al borde del agujero y saltó, flexionando las rodillas para amortiguar la caída. Si de algo podía alardear, era de su agilidad, y esperaba que no le fallase en un salto tan tonto.

Tengo cierto interés en saber que se le ha perdido por aquí al actual alcalde de mi mundo de origen —le confesaría una vez aterrizase—. ¿Qué me puedes contar acerca de esos monstruos y cuando empezaron a invadir las calles de este mundo? —Se llevó la mano al mentón, repasando si se le estaba olvidando algo, hasta que chasqueó los dedos, iluminado—. Y otra cosa, ¿tienes idea de que puede estar interfiriendo en la señal de los móviles? No permite ni llamadas, ni mandar mensajes. Pero sí recibir unos mensajes borrosos de una terminal anónima.

Mientras Simon le respondía a sus preguntas (si tenía intención de hacerlo), aprovecharía para fisgonear en las cajas tiradas por el pasillo. A saber que guardaría Palamecia por allí, aparte de un ejército de humanoides modificados.
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Drazham
26. Umbrío
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