Re: Ronda 11
Publicado: Mar Abr 26, 2016 9:50 pm
—¡Lo conseguimos!
Finalmente tanto Maya como Goofy y Freya pudieron derrotar a sus contrincantes. El Aturdidor de la bruja y el escudo de Goofy fueron los ataques definitivos que impactaron contra sus cabezas y arrancaron sus máscaras de cuajo. Era hora de descubrir qué se ocultaba tras ellas. Sin embargo, la sorpresa fue amarga para todos: no había absolutamente nada.
Tras unos pequeños estallidos de luz, lo único que quedó de ellos fue aquellas máscaras metálicas que descansaban en el suelo.
—¿Cuál es el valor de estas máscaras...?
Al terminar aquel combate, la barrera de luz que les impedía salir desapareció. Volvían a tener vía libre para desplazarse hasta donde quisieran... Si no fuese porque en ese preciso instante alguien se acercaba hacia ellos, alguien que Freya había tenido el placer, o la desgracia, de conocer hacía relativamente poco tiempo.
—¡El capitán Pete!
—Otra vez. ¿Pero usted no se cansa de hacer siempre lo mismo?
—¡Vosotros tres! ¡¿Qué significa esto?! —Les fulminó con la mirada y les acusó uno a uno con el dedo. Cuando Freya quiso replicar de nuevo, él se adelantó—: ¡No hay excusas que me valgan! Os pienso sacar hasta la última gota de información en los calabozos del…
—Eso no será necesario, capitán.
La aprendiza se giró para ver de quién se trataba: un escuadrón de mosqueteros, vestidos con uniformes azules y dorados como el de Goofy, se acercaban hasta ellos. Entre los cabecillas de aquel movimiento Freya pudo encontrar a D'Artagnan, que cuando le guiñó un ojo consiguió sonrojarla nuevamente, y a el líder de su bando, Ryota. Al ver al maestro cambió rápidamente su expresión a una más serena.
—Capitán Treville.
—Gracias por su labor. Ya me ocupo yo —dijo el Capitán Treville—. Capitán Pete, ya nos haremos cargo nosotros de las damiselas. Los ataques de los Yeux d’ ambre ya han sido neutralizados, por lo que le agradecería que movilizase a sus hombres para suplir a los civiles de alrededor.
—¿Quién te crees que eres para decirme lo que debo hacer? Yo solo respondo ante Su Eminencia, el cardenal Esas chicas son sospechosas y no pienso dejar que se vayan de rositas.
—Discrepo. Pero si no está de acuerdo y así lo desea, mis hombre y yo estaremos encantados de discutirlo.
—Esto no quedará así. El cardenal tendrá noticias.
Cuando su mirada se encontró con la de Freya, ésta le dedicó una mueca. Por fin alguien pondría a ese tipo en el sitio que le correspondía.
—Bueno, un problema menos del que preocuparse. ¿Veis? Os dije que traería un poco de ayuda. Ah, y por la chica de antes no os preocupéis. Me he asegurado de ponerla a salvo
—Gracias —le comentó, de manera sincera. Se alegraba de que les hubiese echado una mano.
—Un buen trabajo, joven D’Artagnan. Me recuerda a su padre cuando tenía su edad.
—Entonces es verdad. Usted y mi padre trabajaron juntos.
—Así es, y me alegra que nos haya hecho una visita a la ciudad. Pero dejemos la charla sobre nuestro pasado para más tarde. —Recuperó la compostura y se dirigió a las aprendizas—. Espero que nuestras jóvenes damiselas no hayan sufrido percances. Me preocupé en cuanto me encontré al joven D’Artagnan sin aliento y con la otra jovencita.
»Sin embargo, me encantaría darles un respiro y que se tomasen un buen descanso tras lo ocurrido. Pero voy a necesitar que nos acompañen al cuartel de los mosqueteros.
Freya buscó alguna mirada de complicidad en Maya. ¿Al cuartel de los mosqueteros para qué? ¡Si ellas no habían hecho nada!
—Pero, capitán… No ira a…
—En absoluto. Pero creo que las muchachas tienen mucho que contarnos y prefiero que lo hagan en un lugar más tranquilo. Supongo que estará de acuerdo, Monsieur Ryota.
—No tenemos ningún problema al respecto, acudiremos. —Freya y Ryota cruzaron miradas. A la aprendiza no le quedó más remedio que asentir; no podía negarse a una orden del Maestro.
Y tras esto, se pusieron en marcha.
—Buen trabajo.
Freya sonrió ligeramente; lo habían conseguido de nuevo.
**
Aquel hall en el cuartel general de los mosqueteros se convirtió en el punto de reencuentro de todos aquellos con los que Freya se había separado al principio de la misión. En cuanto pudo, se acercó a su grupo, en especial a Simbad. Tras eso fueron escoltados hasta una pequeña habitación dónde poder charlar con más tranquilidad.
—Bien, a algunos de ustedes ya les conozco, pero veo que también tenemos un par de caras nuevas. Como comprenderán y quizá hayan oído hablar, París está sufriendo ataques de estas bandadas de demonios que han aparecido de la noche a la mañana. Por alguna extraña razón, hoy han estado más persistentes de lo habitual, pero creo que eso lo sabrán ustedes mejor que yo.
»He hablado con vuestros… maestros, a quienes les agradezco que hayan sido tan cooperativos. Aun así, también me gustaría oír vuestro testimonio de lo ocurrido y contrastarlo todo. Tal vez así saquemos una conclusión de qué está ocurriendo con nuestra ciudad.
—Al separarme de mis compañeros fui al mercado de la ciudad, dónde me encontré con Pete armando una grande en el mercado, mientras intentaba llevarse a la muchacha rubia. Gracias a la intervención de D'Artagnan conseguimos salir de ahí. Recuerdo que por el camino nos encontramos una gran manada de Sincorazón y... Creo que después de eso fue cuando me encontré con Maya, que estaba persiguiendo al enmascarado, y decidimos seguirla para echarle una mano. Lo demás es tal y como lo ha explicado ella: acabamos encerrados en el callejón,D'Artagnan y la muchacha fueron a buscar ayuda, y nosotros nos quedamos luchando contra los dos enmascarados. Y bueno, al derrotarlos pudimos comprobar que no eran humanos. De hecho sigo sin estar segura de qué son, ¿de verdad eran oscuridad? Después de eso, llegasteis vosotros.
Después de aquello se acercaría a Ryota para poder hablar con él de manera más privada.
»Maestro, ¿se sabe algo de aquellos guijarros que mencionó antes de partir? Quiero decir... ¿Son realmente los causantes de todo esto? ¿Cree que los enmascarados pueden haber tenido algo que ver?
Finalmente tanto Maya como Goofy y Freya pudieron derrotar a sus contrincantes. El Aturdidor de la bruja y el escudo de Goofy fueron los ataques definitivos que impactaron contra sus cabezas y arrancaron sus máscaras de cuajo. Era hora de descubrir qué se ocultaba tras ellas. Sin embargo, la sorpresa fue amarga para todos: no había absolutamente nada.
Tras unos pequeños estallidos de luz, lo único que quedó de ellos fue aquellas máscaras metálicas que descansaban en el suelo.
—¿Cuál es el valor de estas máscaras...?
Al terminar aquel combate, la barrera de luz que les impedía salir desapareció. Volvían a tener vía libre para desplazarse hasta donde quisieran... Si no fuese porque en ese preciso instante alguien se acercaba hacia ellos, alguien que Freya había tenido el placer, o la desgracia, de conocer hacía relativamente poco tiempo.
—¡El capitán Pete!
—Otra vez. ¿Pero usted no se cansa de hacer siempre lo mismo?
—¡Vosotros tres! ¡¿Qué significa esto?! —Les fulminó con la mirada y les acusó uno a uno con el dedo. Cuando Freya quiso replicar de nuevo, él se adelantó—: ¡No hay excusas que me valgan! Os pienso sacar hasta la última gota de información en los calabozos del…
—Eso no será necesario, capitán.
La aprendiza se giró para ver de quién se trataba: un escuadrón de mosqueteros, vestidos con uniformes azules y dorados como el de Goofy, se acercaban hasta ellos. Entre los cabecillas de aquel movimiento Freya pudo encontrar a D'Artagnan, que cuando le guiñó un ojo consiguió sonrojarla nuevamente, y a el líder de su bando, Ryota. Al ver al maestro cambió rápidamente su expresión a una más serena.
—Capitán Treville.
—Gracias por su labor. Ya me ocupo yo —dijo el Capitán Treville—. Capitán Pete, ya nos haremos cargo nosotros de las damiselas. Los ataques de los Yeux d’ ambre ya han sido neutralizados, por lo que le agradecería que movilizase a sus hombres para suplir a los civiles de alrededor.
—¿Quién te crees que eres para decirme lo que debo hacer? Yo solo respondo ante Su Eminencia, el cardenal Esas chicas son sospechosas y no pienso dejar que se vayan de rositas.
—Discrepo. Pero si no está de acuerdo y así lo desea, mis hombre y yo estaremos encantados de discutirlo.
—Esto no quedará así. El cardenal tendrá noticias.
Cuando su mirada se encontró con la de Freya, ésta le dedicó una mueca. Por fin alguien pondría a ese tipo en el sitio que le correspondía.
—Bueno, un problema menos del que preocuparse. ¿Veis? Os dije que traería un poco de ayuda. Ah, y por la chica de antes no os preocupéis. Me he asegurado de ponerla a salvo
—Gracias —le comentó, de manera sincera. Se alegraba de que les hubiese echado una mano.
—Un buen trabajo, joven D’Artagnan. Me recuerda a su padre cuando tenía su edad.
—Entonces es verdad. Usted y mi padre trabajaron juntos.
—Así es, y me alegra que nos haya hecho una visita a la ciudad. Pero dejemos la charla sobre nuestro pasado para más tarde. —Recuperó la compostura y se dirigió a las aprendizas—. Espero que nuestras jóvenes damiselas no hayan sufrido percances. Me preocupé en cuanto me encontré al joven D’Artagnan sin aliento y con la otra jovencita.
»Sin embargo, me encantaría darles un respiro y que se tomasen un buen descanso tras lo ocurrido. Pero voy a necesitar que nos acompañen al cuartel de los mosqueteros.
Freya buscó alguna mirada de complicidad en Maya. ¿Al cuartel de los mosqueteros para qué? ¡Si ellas no habían hecho nada!
—Pero, capitán… No ira a…
—En absoluto. Pero creo que las muchachas tienen mucho que contarnos y prefiero que lo hagan en un lugar más tranquilo. Supongo que estará de acuerdo, Monsieur Ryota.
—No tenemos ningún problema al respecto, acudiremos. —Freya y Ryota cruzaron miradas. A la aprendiza no le quedó más remedio que asentir; no podía negarse a una orden del Maestro.
Y tras esto, se pusieron en marcha.
—Buen trabajo.
Freya sonrió ligeramente; lo habían conseguido de nuevo.
Aquel hall en el cuartel general de los mosqueteros se convirtió en el punto de reencuentro de todos aquellos con los que Freya se había separado al principio de la misión. En cuanto pudo, se acercó a su grupo, en especial a Simbad. Tras eso fueron escoltados hasta una pequeña habitación dónde poder charlar con más tranquilidad.
—Bien, a algunos de ustedes ya les conozco, pero veo que también tenemos un par de caras nuevas. Como comprenderán y quizá hayan oído hablar, París está sufriendo ataques de estas bandadas de demonios que han aparecido de la noche a la mañana. Por alguna extraña razón, hoy han estado más persistentes de lo habitual, pero creo que eso lo sabrán ustedes mejor que yo.
»He hablado con vuestros… maestros, a quienes les agradezco que hayan sido tan cooperativos. Aun así, también me gustaría oír vuestro testimonio de lo ocurrido y contrastarlo todo. Tal vez así saquemos una conclusión de qué está ocurriendo con nuestra ciudad.
—Al separarme de mis compañeros fui al mercado de la ciudad, dónde me encontré con Pete armando una grande en el mercado, mientras intentaba llevarse a la muchacha rubia. Gracias a la intervención de D'Artagnan conseguimos salir de ahí. Recuerdo que por el camino nos encontramos una gran manada de Sincorazón y... Creo que después de eso fue cuando me encontré con Maya, que estaba persiguiendo al enmascarado, y decidimos seguirla para echarle una mano. Lo demás es tal y como lo ha explicado ella: acabamos encerrados en el callejón,D'Artagnan y la muchacha fueron a buscar ayuda, y nosotros nos quedamos luchando contra los dos enmascarados. Y bueno, al derrotarlos pudimos comprobar que no eran humanos. De hecho sigo sin estar segura de qué son, ¿de verdad eran oscuridad? Después de eso, llegasteis vosotros.
Después de aquello se acercaría a Ryota para poder hablar con él de manera más privada.
»Maestro, ¿se sabe algo de aquellos guijarros que mencionó antes de partir? Quiero decir... ¿Son realmente los causantes de todo esto? ¿Cree que los enmascarados pueden haber tenido algo que ver?