Re: [Agrabah] La Amenaza Djinn
Publicado: Mar Jul 05, 2016 11:17 pm
—¡Celeste, ayúdame con esta!
—¡Voy!
Crucé los dedos por que funcionara, ya que no se me ocurría una idea mejor. Lyn no se había opuesto al plan, y Malik también aceptó. De modo que, pensé, con una punzada de esperanza, alguna posibilidad sí que podíamos tener.
Pero, para mi sorpresa, ni siquiera la Maestra logró alcanzar al Sincorazón. Mientras éste recibía ataques en el cielo, todos los cubos que lanzamos acabaron debajo de su enorme cuerpo, intactos y sin provocarle un solo rasguño. No fue hasta que una flecha atravesó el remolino e impactó en su cara que cayó. Cayó y los activó.
Hubo una luz roja, tan intensa que me vi obligada a cerrar los ojos incluso a través de la nube de polvo. La explosión debió de oírse por toda Agrabah, y sin embargo a mí me sonó a gloria. Cuando dejé de verlo todo blanco y demasiado brillante, parpadeé y atisbé lo que parecía ser un corazón elevarse en la noche.
Bajé los ojos. El golpe final no había sido a manos de un Portador, lo cual traería a la larga consecuencias no deseadas. Pero poco importaba eso ahora. Habíamos ganado. La tormenta se disipaba, y con ella mi miedo a acabar con los pulmones llenos de arena. Confiaba en que no tardaría mucho en desaparecer.
De adrenalina, en cambio, tenía para horas.
—¡Lo conseguimos! —exclamé, conteniendo unas ganas locas de saltar. Y es que ni siquiera yo pensaba que lo de los cubos fuera a salir así de bien—. ¡Buen trabajo! Quién iba a decir que formábamos tan buen equipo, ¿eh?
Me permití pensar que, en caso de que el Sincorazón reapareciera, no nos iba a costar demasiado derrotarlo de nuevo. Sonriente, le di una palmadita a Badra en la espalda.
—Has estado estupenda. Un disparo perfecto.
Con la amenaza bajo control sólo nos quedaba esperar a que el otro grupo regresara. Incapaz de quedarme quieta —bastante había descansado ya en el hotel— me dediqué a juguetear con la esfera de la tienda del chamán mientras paseaba por la arena. Antes no había pasado nada, y dudaba que algo fuese a cambiar en esta ocasión, pero me entretuve paseando los dedos entre los surcos, como si de un instrumento se tratara, hasta que los gliders aparecieron en el cielo.
«Pero si hay... ¿cuatro?».
Contemplé a la recién llegada con curiosidad. Era obvio que se trataba de una Portadora, pero había algo distinto en ella; algo que no sabía identificar. Tenía el porte de una reina, tan digno y elegante que ensombrecía hasta a Nanashi. Y era preciosa. A pesar de que parecía muy delicada (y quizás demasiado delgada), denotaba fuerza y poder, casi como si fuera una divinidad. Asombrada como estaba, ni siquiera podía avergonzarme de ese pensamiento.
Nanashi se adelantó para presentarla:
—Se trata de la Maestra Kamra, la primera sultana de la Agrabah que conocemos a día de hoy. Hija del Rey Salomón.
«¿Quéeeeeeeeeee?».
—Es un orgullo ver que tras tantos cientos de años los portadores sigamos luchando, que la Orden no ha desaparecido —dijo la mujer con una graciosa inclinación. Consciente de que me había quedado boquiabierta, busqué algún indicio de sorpresa en Saeko o Malik, incluso en los Maestros. ¿Es que a nadie más le parecía raro que ella estuviera aquí?
—Yo soy la Maestra Lyn, y estos son el Maestro Light y los aprendices Malik, Celeste y Saeko —Lyn se volvió hacia Nanashi—. ¿Viaje en el tiempo?
«¿Viaje en el..? ¿QUÉEEEEEEEEEE?».
—No, más bien ha transferido su consciencia a nuestro presente. Su cuerpo real sigue en donde debe estar.
«Oh, claro». Puse mi mejor cara de circunstancias. «¿Dónde iba a estar si no?».
En fin, más cosas raras que añadir a una ya larga, larguísima lista. Sacudí la cabeza. No entendía ni media palabra de lo que ocurría con Kamra pero, con lo que había escuchado sobre ella, no iba a ser yo quien negara su ayuda. Le devolví la reverencia, demasiado abrumada para poder decir nada.
—¿Cual es el plan ahora que estamos todos juntos? —inquirió Nanashi.
—Lo más lógico sería ir a esas dichosas ruinas. Seguramente los Villanos Finales se dirijan hacia allí esperando sorprendernos.
—Genial —murmuré entre dientes.
—Antes les resultaría imposible moverse por el desierto, pero ahora la tormenta se está deshaciendo por completo, podrían atravesarla.
—Entonces debemos ponernos en marcha hacia la vieja ciudad.
Pues decidido estaba. Iba a invocar el glider de nuevo cuando Light llamó mi atención.
—Sí, ¡vamos! Pero antes de eso… Celeste, la esfera que encontramos antes —volví a sacarla de la mochila, asintiendo— ¿puedes enseñársela a la Maestra Kamra y a los demás un momento? Puede que ella sepa cómo utilizarla.
Me acerqué hacia Kamra hecha un manojo de nervios. ¿Cómo se suponía que tenía que referirme a ella? ¿«Maestra»? ¿«Alteza»? ¿«Señora medio djinn que impide catástrofes»?
—Sí, eh... Señora... ¿Maestra Kamra? Me preguntaba si vos sabríais... B-bueno, intuyo que sí... Eh... —Noté cómo me ruborizaba y resistí el querer taparme la cara con las manos. En su lugar, le tendí el objeto por fin—. Estaba una de las tiendas derruidas, junto con ese pergamino. —Dejé la frase en el aire y miré a Light antes de seguir con la sultana—. ¿Es el artefacto que sirvió para derrotar al... demonio? ¿Cómo funciona?
Quizás querría recuperarlo. No me opondría en ese caso. Escucharía lo que tuviera que decir con gran interés, preguntándome cómo sería por dentro, y no se lo reclamaría si al final se lo quedaba. Retrocedí cuando Light le entregó la crónica y esperé por si alguien preguntaba algo más antes de alzar el vuelo.
Una vez Kamra y Nanashi pasaron delante, me puse a la altura de Saito. Esperaba que la princesa Yasmín no fuera con él, porque lo primero que iba a hacer sería señalar la espalda de la sultana y susurrarle con entusiasmo:
—Ay, Dios... ¡¿la hija del rey Salomón?! ¿Aquí? ¿Con nosotros? ¡Es increíble! Pero ¿cómo es posible?
—¡Voy!
Crucé los dedos por que funcionara, ya que no se me ocurría una idea mejor. Lyn no se había opuesto al plan, y Malik también aceptó. De modo que, pensé, con una punzada de esperanza, alguna posibilidad sí que podíamos tener.
Pero, para mi sorpresa, ni siquiera la Maestra logró alcanzar al Sincorazón. Mientras éste recibía ataques en el cielo, todos los cubos que lanzamos acabaron debajo de su enorme cuerpo, intactos y sin provocarle un solo rasguño. No fue hasta que una flecha atravesó el remolino e impactó en su cara que cayó. Cayó y los activó.
Hubo una luz roja, tan intensa que me vi obligada a cerrar los ojos incluso a través de la nube de polvo. La explosión debió de oírse por toda Agrabah, y sin embargo a mí me sonó a gloria. Cuando dejé de verlo todo blanco y demasiado brillante, parpadeé y atisbé lo que parecía ser un corazón elevarse en la noche.
Bajé los ojos. El golpe final no había sido a manos de un Portador, lo cual traería a la larga consecuencias no deseadas. Pero poco importaba eso ahora. Habíamos ganado. La tormenta se disipaba, y con ella mi miedo a acabar con los pulmones llenos de arena. Confiaba en que no tardaría mucho en desaparecer.
De adrenalina, en cambio, tenía para horas.
—¡Lo conseguimos! —exclamé, conteniendo unas ganas locas de saltar. Y es que ni siquiera yo pensaba que lo de los cubos fuera a salir así de bien—. ¡Buen trabajo! Quién iba a decir que formábamos tan buen equipo, ¿eh?
Me permití pensar que, en caso de que el Sincorazón reapareciera, no nos iba a costar demasiado derrotarlo de nuevo. Sonriente, le di una palmadita a Badra en la espalda.
—Has estado estupenda. Un disparo perfecto.
Con la amenaza bajo control sólo nos quedaba esperar a que el otro grupo regresara. Incapaz de quedarme quieta —bastante había descansado ya en el hotel— me dediqué a juguetear con la esfera de la tienda del chamán mientras paseaba por la arena. Antes no había pasado nada, y dudaba que algo fuese a cambiar en esta ocasión, pero me entretuve paseando los dedos entre los surcos, como si de un instrumento se tratara, hasta que los gliders aparecieron en el cielo.
«Pero si hay... ¿cuatro?».
Contemplé a la recién llegada con curiosidad. Era obvio que se trataba de una Portadora, pero había algo distinto en ella; algo que no sabía identificar. Tenía el porte de una reina, tan digno y elegante que ensombrecía hasta a Nanashi. Y era preciosa. A pesar de que parecía muy delicada (y quizás demasiado delgada), denotaba fuerza y poder, casi como si fuera una divinidad. Asombrada como estaba, ni siquiera podía avergonzarme de ese pensamiento.
Nanashi se adelantó para presentarla:
—Se trata de la Maestra Kamra, la primera sultana de la Agrabah que conocemos a día de hoy. Hija del Rey Salomón.
«¿Quéeeeeeeeeee?».
—Es un orgullo ver que tras tantos cientos de años los portadores sigamos luchando, que la Orden no ha desaparecido —dijo la mujer con una graciosa inclinación. Consciente de que me había quedado boquiabierta, busqué algún indicio de sorpresa en Saeko o Malik, incluso en los Maestros. ¿Es que a nadie más le parecía raro que ella estuviera aquí?
—Yo soy la Maestra Lyn, y estos son el Maestro Light y los aprendices Malik, Celeste y Saeko —Lyn se volvió hacia Nanashi—. ¿Viaje en el tiempo?
«¿Viaje en el..? ¿QUÉEEEEEEEEEE?».
—No, más bien ha transferido su consciencia a nuestro presente. Su cuerpo real sigue en donde debe estar.
«Oh, claro». Puse mi mejor cara de circunstancias. «¿Dónde iba a estar si no?».
En fin, más cosas raras que añadir a una ya larga, larguísima lista. Sacudí la cabeza. No entendía ni media palabra de lo que ocurría con Kamra pero, con lo que había escuchado sobre ella, no iba a ser yo quien negara su ayuda. Le devolví la reverencia, demasiado abrumada para poder decir nada.
—¿Cual es el plan ahora que estamos todos juntos? —inquirió Nanashi.
—Lo más lógico sería ir a esas dichosas ruinas. Seguramente los Villanos Finales se dirijan hacia allí esperando sorprendernos.
—Genial —murmuré entre dientes.
—Antes les resultaría imposible moverse por el desierto, pero ahora la tormenta se está deshaciendo por completo, podrían atravesarla.
—Entonces debemos ponernos en marcha hacia la vieja ciudad.
Pues decidido estaba. Iba a invocar el glider de nuevo cuando Light llamó mi atención.
—Sí, ¡vamos! Pero antes de eso… Celeste, la esfera que encontramos antes —volví a sacarla de la mochila, asintiendo— ¿puedes enseñársela a la Maestra Kamra y a los demás un momento? Puede que ella sepa cómo utilizarla.
Me acerqué hacia Kamra hecha un manojo de nervios. ¿Cómo se suponía que tenía que referirme a ella? ¿«Maestra»? ¿«Alteza»? ¿«Señora medio djinn que impide catástrofes»?
—Sí, eh... Señora... ¿Maestra Kamra? Me preguntaba si vos sabríais... B-bueno, intuyo que sí... Eh... —Noté cómo me ruborizaba y resistí el querer taparme la cara con las manos. En su lugar, le tendí el objeto por fin—. Estaba una de las tiendas derruidas, junto con ese pergamino. —Dejé la frase en el aire y miré a Light antes de seguir con la sultana—. ¿Es el artefacto que sirvió para derrotar al... demonio? ¿Cómo funciona?
Quizás querría recuperarlo. No me opondría en ese caso. Escucharía lo que tuviera que decir con gran interés, preguntándome cómo sería por dentro, y no se lo reclamaría si al final se lo quedaba. Retrocedí cuando Light le entregó la crónica y esperé por si alguien preguntaba algo más antes de alzar el vuelo.
Una vez Kamra y Nanashi pasaron delante, me puse a la altura de Saito. Esperaba que la princesa Yasmín no fuera con él, porque lo primero que iba a hacer sería señalar la espalda de la sultana y susurrarle con entusiasmo:
—Ay, Dios... ¡¿la hija del rey Salomón?! ¿Aquí? ¿Con nosotros? ¡Es increíble! Pero ¿cómo es posible?