Re: [Bosque de los Enanitos] El retorno del dragón
Publicado: Mar Feb 07, 2017 1:31 am
Un poco de escalada sencilla y el pajarillo ya estaba en su hogar, sano y salvo. Con la labor hecha, Nikolai bajó del árbol de un salto y se sacudió las manos, satisfecho. Blancanieves se apresuró a felicitarlo de una manera de lo más peculiar:
―¡Muchas gracias, Nikolai! Ten, en agradecimiento. —Nikolai musitó un leve «oh» en cuanto la chica le tendió una de las flores de su cesto. Vaciló unos instantes antes de alargar el brazo y cogerla―. ¡Eres mi héroe!
—N-no ha sido para tanto. De veras —se apresuró en decir, medio sonrojado y agitando la mano para restarle importancia. Ya iban dos veces que una mujer lo tenía por un caballero heroico, aunque en la primera no fue tan simple como devolver un pájaro a su nido.
Para bien o para mal, antes de que la princesa le sacase todos los colores, no vio venir a Nicoxa por su espalda, que le indicó que se acercase para susurrarle algo:
—Oye, ha pasado algo muy fuerte eh. Corre con Alaric rápido que te lo tiene que contar todo, yo me quedo aquí con Blancanieves para que no se altere.
Frunció el ceño. ¿Algo muy fuerte? Lo mismo Alaric había conseguido que Humbert soltase prenda de la información que les faltaba. Le asintió a Nicoxa para darle el visto bueno y se despidió de Blancanieves con una breve reverencia y componiendo una sonrisa para que no sospechase.
Al agruparse con los otros dos, se encontró con Alaric con una daga entre los dedos y sin quitarle los ojos de encima a Humbert. Si esa escena ya le escamó, lo hizo aún más ver que el segundo estaba hecho un manojo de nervios. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese estado… ¿llorando?
Aquello no le estaba gustando ni un pelo.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó, serio, intercalando la mirada entre ambos hombres.
Y Alaric le contó por fin lo que ocurría. Según le iba relatando, la expresión de Nikolai se iba tornando más y más fría. Miró de nuevo a Humbert, lívido, buscando que le confirmarse lo que acababa de oír, pero con verle la cara de angustia que traía fue suficiente. Entonces se viró hacia Blancanieves, la auténtica víctima de aquella majadería, agachada entre flores e ingenua de su situación.
Masculló entre dientes y se llevó una mano a las sienes.
«Joder… ¿En qué demonios nos ha metido esa bruja?»
En un maldito asesinato. Eso es lo que los habían metido. Un latigazo de asco e indignación le subió por la boca del estómago. Sería de las pocas veces que quería tomarse a rajatabla las normas de la Orden, acogerse a la de no intervenir en los designios de los mundos y marcharse por donde vino, pero no era tan sencillo: la demente de la Reina, muy a su pesar, era la única persona que podía facilitarles la búsqueda del dragón —parecía mentira que se hubiesen desviado tanto de su propósito principal para acabar así—, y tampoco tenía la suficiente sangre fría para abandonar a su suerte a Blancanieves.
Por lo menos, Humbert también parecía pensar así.
—Se te veía nervioso durante el viaje, seguro que le has dado muchas vueltas al tema. —No estaba muy seguro de que le diese las suficientes si su primera intención fue «cederle» el asesinato a uno de ellos—. ¿No existe manera de engañar a la Reina? Algo se te ha tenido que ocurrir, estoy convencido. Si no quieres que le pase nada malo a Blancanieves, empieza a cantar.
―No hay ningún modo de evitarlo —gimoteó el hombre—. Vosotros no podéis comprenderlo. La Reina nos matará a todos, incluida a ella. ¿Qué ganamos al resistirnos? Si tan solo… hubiera alguna forma… Yo no quiero, pero… Pero…
—Eh, mantén la compostura, no es momento para...
Alaric enmudeció, puesto que también vio lo mismo que Nikolai, que compuso una expresión de alarma. Unas densas hebras oscuras brotaron de Humbert según se iba sumiendo más y más en su desesperación. No tuvo de invocar su Llave espada, pues el proceso fue tan rápido que tuvo que retroceder en cuanto el miasma creció, y creció…
Nikolai empalideció, estirando el cuello todo lo que pudo para alcanzar a ver el monstruoso Sincorazón en el que se transformó el cazador. No, era imposible. Aquello no podía estar sucediendo.
—¡NICOXA!
El grito de Alaric, junto al de terror que soltó Blancanieves, le hicieron reaccionar. Invocó su Llave Espada.
—¡Al bosque! ¡YA! —exclamó, ondeando su arma hacia el susodicho—. ¡Saic, avisa a los demás!
¡Mierda, siendo tan solo tres no podían luchar de ninguna manera! No contra un puñetero Lado Oscuro. Necesitaban refuerzos si querían tumbarlo, y más les valía hacerlo antes porque semejante monstruo no pasaría desapercibido y cundiría el pánico en el reino. Saic, que yacía en el móvil de su dueño, recibió su orden y mandó un mensaje a todos los contactos que participaban en la misión, tanto aprendices como Maestros.
Nikolai correría junto a Alaric para ayudarle con los caballos en el caso de que pudiesen calmarlos y montar en ellos. Lo consiguiesen o no, seguirían de inmediato a Blancanieves y Nicoxa. Tendría su Llave Espada preparada por si el Lado Oscuro intentaba atacar de nuevo, respondiéndole con una Rotura Planar para frenar lo que fuese que usase contra ellos.
―¡Muchas gracias, Nikolai! Ten, en agradecimiento. —Nikolai musitó un leve «oh» en cuanto la chica le tendió una de las flores de su cesto. Vaciló unos instantes antes de alargar el brazo y cogerla―. ¡Eres mi héroe!
—N-no ha sido para tanto. De veras —se apresuró en decir, medio sonrojado y agitando la mano para restarle importancia. Ya iban dos veces que una mujer lo tenía por un caballero heroico, aunque en la primera no fue tan simple como devolver un pájaro a su nido.
Para bien o para mal, antes de que la princesa le sacase todos los colores, no vio venir a Nicoxa por su espalda, que le indicó que se acercase para susurrarle algo:
—Oye, ha pasado algo muy fuerte eh. Corre con Alaric rápido que te lo tiene que contar todo, yo me quedo aquí con Blancanieves para que no se altere.
Frunció el ceño. ¿Algo muy fuerte? Lo mismo Alaric había conseguido que Humbert soltase prenda de la información que les faltaba. Le asintió a Nicoxa para darle el visto bueno y se despidió de Blancanieves con una breve reverencia y componiendo una sonrisa para que no sospechase.
Al agruparse con los otros dos, se encontró con Alaric con una daga entre los dedos y sin quitarle los ojos de encima a Humbert. Si esa escena ya le escamó, lo hizo aún más ver que el segundo estaba hecho un manojo de nervios. Tenía los ojos enrojecidos, como si hubiese estado… ¿llorando?
Aquello no le estaba gustando ni un pelo.
—¿Ha ocurrido algo? —preguntó, serio, intercalando la mirada entre ambos hombres.
Y Alaric le contó por fin lo que ocurría. Según le iba relatando, la expresión de Nikolai se iba tornando más y más fría. Miró de nuevo a Humbert, lívido, buscando que le confirmarse lo que acababa de oír, pero con verle la cara de angustia que traía fue suficiente. Entonces se viró hacia Blancanieves, la auténtica víctima de aquella majadería, agachada entre flores e ingenua de su situación.
Masculló entre dientes y se llevó una mano a las sienes.
«Joder… ¿En qué demonios nos ha metido esa bruja?»
En un maldito asesinato. Eso es lo que los habían metido. Un latigazo de asco e indignación le subió por la boca del estómago. Sería de las pocas veces que quería tomarse a rajatabla las normas de la Orden, acogerse a la de no intervenir en los designios de los mundos y marcharse por donde vino, pero no era tan sencillo: la demente de la Reina, muy a su pesar, era la única persona que podía facilitarles la búsqueda del dragón —parecía mentira que se hubiesen desviado tanto de su propósito principal para acabar así—, y tampoco tenía la suficiente sangre fría para abandonar a su suerte a Blancanieves.
Por lo menos, Humbert también parecía pensar así.
—Se te veía nervioso durante el viaje, seguro que le has dado muchas vueltas al tema. —No estaba muy seguro de que le diese las suficientes si su primera intención fue «cederle» el asesinato a uno de ellos—. ¿No existe manera de engañar a la Reina? Algo se te ha tenido que ocurrir, estoy convencido. Si no quieres que le pase nada malo a Blancanieves, empieza a cantar.
―No hay ningún modo de evitarlo —gimoteó el hombre—. Vosotros no podéis comprenderlo. La Reina nos matará a todos, incluida a ella. ¿Qué ganamos al resistirnos? Si tan solo… hubiera alguna forma… Yo no quiero, pero… Pero…
—Eh, mantén la compostura, no es momento para...
Alaric enmudeció, puesto que también vio lo mismo que Nikolai, que compuso una expresión de alarma. Unas densas hebras oscuras brotaron de Humbert según se iba sumiendo más y más en su desesperación. No tuvo de invocar su Llave espada, pues el proceso fue tan rápido que tuvo que retroceder en cuanto el miasma creció, y creció…
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Nikolai empalideció, estirando el cuello todo lo que pudo para alcanzar a ver el monstruoso Sincorazón en el que se transformó el cazador. No, era imposible. Aquello no podía estar sucediendo.
—¡NICOXA!
El grito de Alaric, junto al de terror que soltó Blancanieves, le hicieron reaccionar. Invocó su Llave Espada.
—¡Al bosque! ¡YA! —exclamó, ondeando su arma hacia el susodicho—. ¡Saic, avisa a los demás!
¡Mierda, siendo tan solo tres no podían luchar de ninguna manera! No contra un puñetero Lado Oscuro. Necesitaban refuerzos si querían tumbarlo, y más les valía hacerlo antes porque semejante monstruo no pasaría desapercibido y cundiría el pánico en el reino. Saic, que yacía en el móvil de su dueño, recibió su orden y mandó un mensaje a todos los contactos que participaban en la misión, tanto aprendices como Maestros.
LADO OSCURO EN LOS BOSQUES CERCANOS A LA CAPITAL DEL REINO. SE SOLICITAN REFUERZOS URGENTEMENTE.
Nikolai correría junto a Alaric para ayudarle con los caballos en el caso de que pudiesen calmarlos y montar en ellos. Lo consiguiesen o no, seguirían de inmediato a Blancanieves y Nicoxa. Tendría su Llave Espada preparada por si el Lado Oscuro intentaba atacar de nuevo, respondiéndole con una Rotura Planar para frenar lo que fuese que usase contra ellos.
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