Re: [Castillo de Bestia] Un cuento antiguo como el tiempo
Publicado: Jue Ene 26, 2017 1:26 am
Lo primero que noté al abrir el cofre fue como la calor, que a medida que me había ido acercando había ido a más, me azoraba: ¿cómo era posible que semejante temperatura no derritiera el cofre? El poco contenido en su interior me hizo fruncir el ceño y es que por muy buenas que fueran las espadas lo tendría difícil para llevármelas. O eso pensé hasta que posé mis ojos sobre el libro.
Libro que palpitaba como si tuviera vida propia.
Si no fuera por ese detalle y la energía que salía de él, habría pasado por un libro normal y corriente de los de la época. Antiguo, con una cubierta marrón y lo más exótico que podría llegar a tener era una especie de llama en la portada.
Tras decidirme y guardar una de las espadas, traté de examinar el mayor de los tesoros que había encontrado. Pero en el momento que mis manos tocaron su cubierta, me sentí preso de una sensación asfixiante. Caí de rodillas al suelo, pero incapaz de soltar todavía el tomo.
Ahogué un grito mientras el fuego devoraba lentamente mis manos y subía sin control por todo mi ser. En un momento dado mis huesos se volvieron casi amarillos, y parecía que de un momento a otro me consumiría por completo volviéndome ceniza. Y no podía hacer nada.
Saito, ¿qué pasa?
Las llamas habían desaparecido y es que de hecho era como si nada hubiera pasado. Miré con escepticismo el libro. ¿Sería alguna clase de defensa mágica para evitar ladrones? El caso era que ahora ya no desprendía nada fuera de lo común, y su tacto era más bien frío.
Nada, olvídalo.
De acuerdo, pero ha aparecido algo en el libro.
Empecé a buscar, y me encontré con una curiosa inscripción en él.
A mi mente volvió el recuerdo de Blanche defendiéndome delante de Christia de no ser una bruja. Había sospechado entonces que podían existir, pero la aparición de este tomo confirmaba que al menos lo habían hecho. La sola idea de que todavía lo hicieran me hizo tener un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo a la par que lo hacían más dudas: ¿Por qué tenía la Iglesia esto? ¿Habría más tomos?…
No pude seguir pensando más. Un Sincorazón al que sólo había visto en los libros se materializó dentro de la habitación, y no parecía dispuesto a dejarme ir por las buenas. Me apresuré a guardar el libro en mi bolsa, pero para entonces el sótano ya estaba lleno de trampas. Trampas que tampoco iban a quedarse a esperar que me librara de su dueño.
¿Y si huyes?
¿Qué?
Piénsalo. Blanche no tardará en volver y… no podrás explicarte. Eso si no vuelve con toda la Orden pidiendo tu cabeza.
¿Y qué quieres que haga? ¿Dejar que lo incendie todo?
Podrías aprovechar el fuego para huir. Después de todo no conoces a esta gente, tienes una misión más importante que cumplir.
Me niego a hacerles eso. Yo...
No tienes que salvarlos, no eres su héroe.
A pesar de que sabía que Alice tenía razón, mis piernas no se movían. La vista seguía fija en las bolas de fuego que irían a por mi de un momento a otro. Si me iba podría morir gente, gente inocente y que no tenía culpa de nada.
Gente que no tenía culpa de que yo hubiera usado la Llave Espada, y hubiera atraído al Sincorazón en consecuencia. Apreté con fuerza mi arma. Acabaría con él y saldría de allí con la conciencia tranquila y me reuniría con los demás.
Empleé dos copos de nieve mientras me acercaba a él zigzagueando para tratar de evitar las bolas de fuego. Si se daba el peor de los casos y los ataques impactaban contra mí, me levantaría y no pararía hasta poder llegar a la distancia necesaria.
Y en cuanto estuve lo suficientemente cerca utilicé Profanus, además de golpes de la Llave Espada hasta verle desaparecer por completo.
Libro que palpitaba como si tuviera vida propia.
Si no fuera por ese detalle y la energía que salía de él, habría pasado por un libro normal y corriente de los de la época. Antiguo, con una cubierta marrón y lo más exótico que podría llegar a tener era una especie de llama en la portada.
Tras decidirme y guardar una de las espadas, traté de examinar el mayor de los tesoros que había encontrado. Pero en el momento que mis manos tocaron su cubierta, me sentí preso de una sensación asfixiante. Caí de rodillas al suelo, pero incapaz de soltar todavía el tomo.
Ahogué un grito mientras el fuego devoraba lentamente mis manos y subía sin control por todo mi ser. En un momento dado mis huesos se volvieron casi amarillos, y parecía que de un momento a otro me consumiría por completo volviéndome ceniza. Y no podía hacer nada.
Saito, ¿qué pasa?
Las llamas habían desaparecido y es que de hecho era como si nada hubiera pasado. Miré con escepticismo el libro. ¿Sería alguna clase de defensa mágica para evitar ladrones? El caso era que ahora ya no desprendía nada fuera de lo común, y su tacto era más bien frío.
Nada, olvídalo.
De acuerdo, pero ha aparecido algo en el libro.
Empecé a buscar, y me encontré con una curiosa inscripción en él.
El tomo de piromancia es propiedad de la bruja Octavia
A mi mente volvió el recuerdo de Blanche defendiéndome delante de Christia de no ser una bruja. Había sospechado entonces que podían existir, pero la aparición de este tomo confirmaba que al menos lo habían hecho. La sola idea de que todavía lo hicieran me hizo tener un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo a la par que lo hacían más dudas: ¿Por qué tenía la Iglesia esto? ¿Habría más tomos?…
No pude seguir pensando más. Un Sincorazón al que sólo había visto en los libros se materializó dentro de la habitación, y no parecía dispuesto a dejarme ir por las buenas. Me apresuré a guardar el libro en mi bolsa, pero para entonces el sótano ya estaba lleno de trampas. Trampas que tampoco iban a quedarse a esperar que me librara de su dueño.
¿Y si huyes?
¿Qué?
Piénsalo. Blanche no tardará en volver y… no podrás explicarte. Eso si no vuelve con toda la Orden pidiendo tu cabeza.
¿Y qué quieres que haga? ¿Dejar que lo incendie todo?
Podrías aprovechar el fuego para huir. Después de todo no conoces a esta gente, tienes una misión más importante que cumplir.
Me niego a hacerles eso. Yo...
No tienes que salvarlos, no eres su héroe.
A pesar de que sabía que Alice tenía razón, mis piernas no se movían. La vista seguía fija en las bolas de fuego que irían a por mi de un momento a otro. Si me iba podría morir gente, gente inocente y que no tenía culpa de nada.
Gente que no tenía culpa de que yo hubiera usado la Llave Espada, y hubiera atraído al Sincorazón en consecuencia. Apreté con fuerza mi arma. Acabaría con él y saldría de allí con la conciencia tranquila y me reuniría con los demás.
Empleé dos copos de nieve mientras me acercaba a él zigzagueando para tratar de evitar las bolas de fuego. Si se daba el peor de los casos y los ataques impactaban contra mí, me levantaría y no pararía hasta poder llegar a la distancia necesaria.
Y en cuanto estuve lo suficientemente cerca utilicé Profanus, además de golpes de la Llave Espada hasta verle desaparecer por completo.
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