Re: [La Cité des Cloches] Fuego Infernal
Publicado: Sab Dic 17, 2016 1:36 pm
Los barracones de la guardia de la Cité no estaba muy lejos del Palacio de Justicia. Se hallaban ubicados en un edificio grande y no muy alto; de hecho, pasaba desapercibido en medio de la gótica arquitectura parisina salvo por la gran cantidad de hombres de armadura negra que había por los alrededores y de los pendones que colgaban frente a la entrada. Pero cuando hube echado un vistazo detenidamente, realicé, no sin cierta decepción, que mi compañero no estaba entre los soldados que estaban apostados en el exterior. Bueno, posiblemente estuviera dentro; o a una mala, habría salido a patrullar. O incluso estaría por una de las tabernas cercanas, desatendiendo sus deberes, como de costumbre. En cualquier caso, las posibilidades eran demasiado variadas como para lanzarnos sin más a una búsqueda de Alain por todo París. Lo mejor era informarse.
—Lo mejor será que esperéis aquí —les indiqué a la maestra Lyn y a Saxor— Voy a acercarme un momento a preguntar por mi compañero, Alain. Quizá haya salido a patru…
—No podemos perder tiempo —interrumpió Lyn sin dejarme acabar la frase—. ¿Cómo es?
Justo iba a tratar de explicarle la situación cuando me percaté de un individuo ataviado con una capa azul y una armadura de brillos dorados que destacaba en medio de tanto negro. Maldición…
Con Febo por allí merodeando, las cosas iban a ser muy complicadas. ¿Cómo iba a explicarle mi ausencia de la guardia durante las últimas semanas? Si me pillaba, iba a acabar en los calabozos reales cargado de grilletes y a la espera de un juicio tan expeditivo como definitivo. Y le tenía cierto aprecio a mi pellejo, al menos el suficiente como para jugármelo de aquella manera.
—¡Esperad! —les señalé al capitán con un discreto gesto de cabeza—. Si Febo nos pilla, especialmente a mí, las cosas van a ponerse bastante feas.
El capitán parecía a punto de entrar en una de las tabernas. Volví a maldecir para mis adentros. Vaya, si alguien sabía cómo entrar al Palacio, sin duda sería él. Claro que las posibilidades de que nos ayudara entrar no eran altas; de hecho, rozaban el cero absoluto, en especial si el que preguntaba era yo. Pero aun así…
—Podríamos intentar dividirnos para maximizar las opciones de dar con Alain cuanto antes —sugerí, tras explicarles detenidamente la situación y el riesgo que corríamos—. Mi amigo es alto, de pelo largo y rubio, con unos ojos verdes muy llamativos. Siempre suele estar risueño. Aunque posiblemente vista el uniforme de la ciudad, no debería costaros mucho distinguirlo: no suele llevar el casco puesto, por lo que su cabello se distingue con claridad; además, su alegría es contagiosa y lo más normal es que vaya charlando con unos y con otros según se los va encontrando… —era consciente de que mi descripción dejaba mucho que desear, pero si Alain destacaba por algo era por su alegría y amabilidad, al contrario que la mayoría de parisinos, que parecían haberse tragado un palo de escoba—. Quizá Saxor pueda acercarse al capitán haciéndose pasar por un nuevo recluta y tratar de sonsacarle algo de información. De los tres, es el que menos riesgo correría al hacerlo. Yo puedo tratar de entrar en los barracones por si encuentro a mi amigo allí dentro y…
La maestra Lyn, impaciente, no me dejó acabar y señaló que ella se las arreglaría para rastrear por su cuenta la zona en busca de Alain. Acordamos en reunirnos al cabo de unas horas en una pequeña fuente que había en una plaza cercana, donde unas cuantas mujeres se habían reunido a charlar.
Cuando me disponía a acercarme a los barracones, algo llamó mi atención. Una figura encapuchada, al final de la callejuela que habíamos seguido para llegar hasta allí, parecía escudriñar fijamente en nuestra dirección, casi con aire desafiante. Qué extraño… Había muchos encapuchados en París, pero mi instinto —el mismo que me había llevado hasta la casa del molinero hacía ya tanto tiempo y, de resultas, me había metido de lleno en todo aquel fregado— me decía que allí había algo raro. Se lo comenté a mi compañero, que quizá dudaba de si tratar de sonsacarle información a Febo era una buena idea para su integridad física.
—¿Te has fijado? —mientras le decía aquello, el encapuchado dio media vuelta y se marchó por una de las concurridas calles que confluían en aquella plaza—. No me da buena espina. Quizá uno de nosotros debería seguirle, ¿no crees? Si te sientes con fuerzas de acercarte al capitán o a los barracones, puedo ir yo tras él; en caso contrario, no te preocupes, ya me encargo yo de preguntar por aquí.
—Lo mejor será que esperéis aquí —les indiqué a la maestra Lyn y a Saxor— Voy a acercarme un momento a preguntar por mi compañero, Alain. Quizá haya salido a patru…
—No podemos perder tiempo —interrumpió Lyn sin dejarme acabar la frase—. ¿Cómo es?
Justo iba a tratar de explicarle la situación cuando me percaté de un individuo ataviado con una capa azul y una armadura de brillos dorados que destacaba en medio de tanto negro. Maldición…
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Con Febo por allí merodeando, las cosas iban a ser muy complicadas. ¿Cómo iba a explicarle mi ausencia de la guardia durante las últimas semanas? Si me pillaba, iba a acabar en los calabozos reales cargado de grilletes y a la espera de un juicio tan expeditivo como definitivo. Y le tenía cierto aprecio a mi pellejo, al menos el suficiente como para jugármelo de aquella manera.
—¡Esperad! —les señalé al capitán con un discreto gesto de cabeza—. Si Febo nos pilla, especialmente a mí, las cosas van a ponerse bastante feas.
El capitán parecía a punto de entrar en una de las tabernas. Volví a maldecir para mis adentros. Vaya, si alguien sabía cómo entrar al Palacio, sin duda sería él. Claro que las posibilidades de que nos ayudara entrar no eran altas; de hecho, rozaban el cero absoluto, en especial si el que preguntaba era yo. Pero aun así…
—Podríamos intentar dividirnos para maximizar las opciones de dar con Alain cuanto antes —sugerí, tras explicarles detenidamente la situación y el riesgo que corríamos—. Mi amigo es alto, de pelo largo y rubio, con unos ojos verdes muy llamativos. Siempre suele estar risueño. Aunque posiblemente vista el uniforme de la ciudad, no debería costaros mucho distinguirlo: no suele llevar el casco puesto, por lo que su cabello se distingue con claridad; además, su alegría es contagiosa y lo más normal es que vaya charlando con unos y con otros según se los va encontrando… —era consciente de que mi descripción dejaba mucho que desear, pero si Alain destacaba por algo era por su alegría y amabilidad, al contrario que la mayoría de parisinos, que parecían haberse tragado un palo de escoba—. Quizá Saxor pueda acercarse al capitán haciéndose pasar por un nuevo recluta y tratar de sonsacarle algo de información. De los tres, es el que menos riesgo correría al hacerlo. Yo puedo tratar de entrar en los barracones por si encuentro a mi amigo allí dentro y…
La maestra Lyn, impaciente, no me dejó acabar y señaló que ella se las arreglaría para rastrear por su cuenta la zona en busca de Alain. Acordamos en reunirnos al cabo de unas horas en una pequeña fuente que había en una plaza cercana, donde unas cuantas mujeres se habían reunido a charlar.
Cuando me disponía a acercarme a los barracones, algo llamó mi atención. Una figura encapuchada, al final de la callejuela que habíamos seguido para llegar hasta allí, parecía escudriñar fijamente en nuestra dirección, casi con aire desafiante. Qué extraño… Había muchos encapuchados en París, pero mi instinto —el mismo que me había llevado hasta la casa del molinero hacía ya tanto tiempo y, de resultas, me había metido de lleno en todo aquel fregado— me decía que allí había algo raro. Se lo comenté a mi compañero, que quizá dudaba de si tratar de sonsacarle información a Febo era una buena idea para su integridad física.
—¿Te has fijado? —mientras le decía aquello, el encapuchado dio media vuelta y se marchó por una de las concurridas calles que confluían en aquella plaza—. No me da buena espina. Quizá uno de nosotros debería seguirle, ¿no crees? Si te sientes con fuerzas de acercarte al capitán o a los barracones, puedo ir yo tras él; en caso contrario, no te preocupes, ya me encargo yo de preguntar por aquí.