[Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Trama de Malik, Alanna, Xefil, Ragun y Nicoxa

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: Larga vida a la reina - Ronda #3

Notapor Sombra » Vie Oct 27, 2017 1:18 am

¡Ah, sed bienvenidos! ¿Lo estáis pasando bien?

Saludó el Rey Henry con una sonrisa casi plástica y una voz alegre, pero monótona. Era obvio que estaba hechizado, hipnotizado o... En el peor de los casos aquel no era el Rey Henry, sino un impostor.

Di Polignac y Von Zar... —murmuró nuestros apellidos la Reina—. Qué nombres tan... dispares. ¿De dónde venís?

—Provengo del Principado de Moscú, altezas. Son unas tierras gélidas, pero muy hermosas. ¿Escuchó hablar de un fenómeno llamado "Aurora Boreal"?

La Reina hizo un gesto restando importancia al asunto y ante nuestras propuestas a bailar señaló su barriga hinchada. No había caído en ello, en parte porque la única mujer embarazada que había conocido era capaz de ir a la guerra si hacía falta aunque estuviese a punto de dar a luz.

Me temo que no estoy en condiciones de bailar con nadie. Lo siento mucho. Pero sí que me apetecería tomar un poco de aire. ¿Me acompañaríais, Von Zar?

Intercambié miradas con Xefil y asentí con la cabeza en su dirección de forma cómplice.

Si me considera digno para acompañarla será un honor, alteza.

Cenicienta se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia el balcón con paso rápido, aunque se frenó en seco para girarse hacia Xefil, a quien le dedicó una mirada extraña y no del todo agradable contemplando lo que parecía ser su vestido.

Seguro que a Henry no le importa concederos un baile, Jeannette.

¡Ah, sed bienvenidos! —repitió el Rey como si fuera una máquina averiada.

Lady Jeannette, nos reuniremos luego. Estoy ansioso por charlar de negocios con su esposo.

Acto seguido, seguí a Cenicienta hacia el balcón. Aquello dejaba a Xefil solo con el Rey, pero si no había perdido facultades podía arreglárselas solo o eso quería creer. El problema era el Portal, claro. De los dos, yo era el único capaz de crear uno para retirarnos con cierta seguridad... Y luego estaba Alanna, claro... ¿A dónde se había marchado?

Respiré la brisa nocturna en cuanto ésta rozó mi rostro. Observé a la Reina, ¿cómo podía cumplir mi cometido? Tenía que llevarla conmigo, pero no quería ser como un villano... No quería hacerlo a la fuerza.

Es una bonita noche —comenté acercándome lentamente y apoyando mis manos sobre la barandilla de mármol—. Y un magnífico baile, a mi padre le habría encantado venir —rompí el hielo manteniendo mi fachada.

Claro que, le habría encantado el baile se seguir vivo. Yo mismo me había asegurado de acabar con él.

»¿Se encuentra bien su alteza el Rey Henry? He venido a otro baile hace algunos años, pero no parecía tan hablador como la última vez.

Sí, aquel baile en el que la Maestra Yami acabó rebotando mi propio hechizo Petra cuando intentaba derrotarla en combate. Que recuerdos. No había hablado con Henry en realidad, pero como un Rey hablaba con tantas personas dudaba que recordase si había hablado o no conmigo. Lo que sí recordaba era que Henry no había llegado hasta bien entrada la noche, había tardado mucho en llegar por algún motivo, aunque no recordaba cual.

Da igual cuantas veces lo mire, este palacio es hermoso. Es como una joya en mitad de la oscuridad.

Me di la vuelta y busqué cualquier persona que pudiese estar observándonos desde el otro lado del cristal, utilizaría mi Instinto Sincorazón para asegurarme de que no hubiese nadie más cerca. Si efectivamente no había nadie más:

Pero no vengo aquí por las vistas, vengo por usted alteza. No me he presentado debidamente y he tenido que venir en solitario para no levantar sospechas. Me llamo Alexander Fürst von Wiedererinnerung, aunque suelen llamarme Ragun. Príncipe de un mundo caído y Maestro de la Llave Espada, he venido a llevaros a nuestro hogar para así poneros a salvo tanto a usted como a su reino.

»Ruego que me disculpe por haberle mentido antes, era la única forma de reunirme con usted y puedo comprender que sea difícil de asumir, pero le aseguro que todo lo que quiero es ayudar.

Si aceptaba venir abriría un portal de oscuridad para ella.

Spoiler: Mostrar
▪ Instinto Sincorazón (HC) [Nivel 13] [Requiere Afinidad a Oscuridad] [Personalizada] Ragun expulsa una amplia onda de Oscuridad que le permite detectar los corazones en un radio de diez metros durante un instante. Distingue humanos de animales, e Incorpóreos y Sincorazón de ‘seres completos’.

▪ Portal de Oscuridad (HM) [Nivel 5]
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#3 - Regla 7 de infiltración: Improvisa

Notapor Zee » Vie Oct 27, 2017 6:20 am

En el momento en el que Ragun y yo nos acercamos a la pareja de monarcas, el soberano levantó su cabeza de forma jubilosa y, con una sonrisa afable surcando su gentil y noble rostro, nos dio la bienvenida. Tal y como la Maestra Yami nos había dicho antes, se apreciaba algo extraño en su forma de actuar; como si estuviese hechizado. Y no obstante, pese a estar de pie frente a él, era difícil todavía distinguir la verdadera razón de su actitud. ¿Algo humano, algo propio de sí, como su cercana paternidad? ¿O algo sobrenatural, taumatúrgico, debido a las acciones de Karel?

La reina Cenicienta fue un poco más cautelosa cuando nos recibió: nos miró de una forma suspicaz, como si estuviese examinándonos, y repitió nuestros nombres con lentitud, como si se hubiese percatado de algo inusual en ellos. Era algo que había temido: que no hubiésemos sido capaces de elegir nuestra fachada de forma eficiente, o que hubiese incoherencias entre nuestras historias. Por ejemplo, la gran diferencia que había entre mi nombre ficticio y el de Ragun...

Di Polignac y Von Zar... —reiteró la bella mujer, analizándonos con sus ojos azules—. Qué nombres tan... dispares. ¿De dónde venís?

¿"Dispares"? No, no podía ser así. Estaba seguro de haber mantenido el dialecto de aquel mundo en mente cuando elegí mi seudónimo. Ragun lo había pronunciado mal en una letra, pero no me parecía suficiente como para levantar sospechas. ¿Tal vez había elegido algo demasiado... campanudo? Hubiera sido mejor para nosotros elegir algo sencillo. Temí, por un momento, que estuviésemos poniendo esfuerzo de más en nuestra fachada.

Angustiado, estuve a punto de intervenir para explicar que mi apellido era sólo un título y para objetar que el nombre de Ragun era debido a su naturaleza como extranjero. Pero para nuestra fortuna, y pese a que él mismo aclaró un poco la procedencia de su apelativo, Cenicienta decidió no otorgarle más importancia al asunto. En lugar de ello, se excusó por ser incapaz de acompañarnos en un baile, debido a su embarazo.

Para suerte nuestra, no tuvimos que intentar ninguna otra treta para alejarla del trono. Por sí misma, como si hubiese esperado una oportunidad, le pidió a Ragun que la acompañase al exterior a tomar un poco de aire. Abrí un poco los ojos por la sorpresa, mientras el Maestro me lanzaba una mirada de complicidad. ¡Aquello había sido más fácil de lo que esperaba!

—Si me considera digno para acompañarla será un honor, alteza —le dijo el joven, haciendo ademán de acompañarla a la salida.

Mientras la reina caminaba en dirección al balcón, podía percibirse en su andar algo de prisa: sus pasos eran sólo ligeramente más largos de lo usual, y la forma en la que su calzado impactaba contra el suelo con sólo un poco mas de fuerza de la necesaria... Parecía que quería alejarse del trono, o del rey, lo más pronto posible. Lo cual podía significar, que la mujer estaba consciente de la situación de su esposo y del reino... y que podíamos convencerla de escapar.

Habíamos logrado nuestro primer cometido. El siguiente paso era persuadirla de partir con nosotros... o tomarla por la fuerza.

Pero antes de irse con Ragun, Cenicienta se giró hacia mí y me dedicó una mirada de desaprobación.

Seguro que a Henry no le importa concederos un baile, Jeannette.

¿¡Y eso que demonios significaba!? Casi al instante sentí la necesidad imperiosa de responder, cuestionando si planeaba dejarnos ciegos a todos con su vestido de lentejuelas glorificadas o si una de las criaturas de tinta de su Hada Madrina le había hecho el maquillaje. Pero tuve que morderme la lengua y contenerme, forzando una sonrisa. Honor ante todo. Era una monarca, era nuestro rehén a rescatar y sobre todo, era inocente. Su comentario, por más que hubiese ofendido a la pequeña parte femenina de Jessamine en mí, iba más dirigido a... Henry, ¿no era cierto?

¡Ah, sed bienvenidos!

...quien actuaba como un completo autómata. Y uno averiado, además. Cenicienta no parecía muy contenta con su nuevo marido si le dedicaba comentarios como esos. ¿Significaba que había problemas en el paraíso?

—Lady Jeannette, nos reuniremos luego. Estoy ansioso por charlar de negocios con su esposo.

Le dirigí otra mirada curiosa a Ragun. Tal vez podría aprovecharse de eso de alguna forma. Luego asentí con la cabeza, asegurándole que todo estaría bien si se separaba por un momento de nosotros, siempre y cuando mantuviera a salvo a nuestro objetivo.

Pero por supuesto, monsieur.

Sin decir nada más, Cenicienta nos abandonó, dejándonos a mí y al rey a solas. Tan atontado como estaba, aceptó mi invitación a bailar sin ningún problema: la música cambió, dando inicio a una nueva canción, y el rey me tendió la mano para unirme a él en una pieza. Miré nerviosamente hacia las salidas, esperando ver a Ragun, y luego hacia donde Alanna y Yami habían desaparecido. Ni rastro. ¿Sería una buena idea aceptar el baile?

Era el rey. Atraería miradas de todos, en especial si bailaba con una mujer que no fuese su esposa. Nuestra misión requería atraer la menor cantidad de miradas posibles. Por lo tanto, lo mejor que podía hacer era rechazarla.

Podríamos charlar primero, su Majestad. No quisiera entrometerme, en especial si su bella esposa no está aquí con nosotros.

Y tan fácilmente como aceptó la idea de levantarse para bailar, aceptó la idea de sentarse a conversar, con una afirmación tan superflua como las demás. Fui y me coloqué a un lado suyo, observándole con atención. Mantenía esta sonrisa vacía en todo momento, como si estuviese intoxicado... Y su forma de hablar no era algo mejor. Era como una máquina.

Qué máscara tan bonita.

Muchas gracias, su majestad.

Me encanta esta canción.

Es bastante agradable, ¿no es así, su majestad?

Era completamente inútil. El rey Henry simplemente no era él mismo. En el estado en el que se encontraba, sería difícil decir que se hallaba consciente; en todo caso, sería más apropiado decir que se encontraba solamente "reactivo". Sus actitudes eran sólo respuestas en automático a estímulos externos, no un acto de pensamiento.

¿Habría forma alguna de romper su hechizo?

Su esposa es muy, muy bella, su Majestad —expresé, mostrándole una sonrisa radiante y buscando una respuesta por su parte. Una vez que me respondió, continué—: Debe estar muy contento con la idea de convertirse en padre, su majestad —una vez más, esperé su respuesta, que muy seguramente sería corta y trivial como las demás—. ¿Habéis decidido ya un nombre? ¿Quiénes serán su padrino y madrina?

>>Fue bastante afortunado de encontrar a la su Majestad la Reina, después de su supuesto secuestro.
¿Pudo hallarse al responsable?


Tal vez algo relacionado con Karel o con la desaparición de su esposa pudiese refrescarle la memoria. Valía la pena intentarlo. De otra forma, ¿qué más podía hacer? No me parecía prudente pegarle una bofetada allí enfrente de todos, o lanzarle algún hechizo.

Pero entonces apareció algo. O más bien, me percaté de su presencia. ¿Cómo no lo había notado antes? ¡Había estado allí frente a mí, mirándome todo el tiempo! Detrás de su hombro, ganchado a su espalda, se encontraba la posible razón de su peculiar comportamiento. Un parásito bocetado con tinta, una criatura mágica traída al mundo gracias a los poderes de Karel. Un pequeño mago.

Me quedé paralizado por un momento.

Me miró. Y yo lo miré a él.

Ah-- Yo, eh--

Mi corazón empezó a palpitar con fuerza en mi pecho. Por un momento perdí mi capacidad de improvisar. ¿Qué podía hacer? Si lo destruía con mis armas o con magia, me arriesgaba a que la criatura diera alguna clase de aviso como último acto en vida. Y si lo dejaba ser, la actitud de Henry no cambiaría en lo absoluto y rescatarlo de la influencia de Karel sería improbable. No, tenía que hacer algo. ¿Pero qué? No podía hacerle daño, no podía ignorarlo, lo único que podía hacer era... ¿Capturarlo?

Miré a los guardias que estaban apostados

Hice un breve inventario mental tan rápido como mi mente me lo permitía. Tenía, tenía, ¿qué tenía? ¿Qué podía usar para...?

Pensándolo mejor, su Majestad —proseguí de pronto, acercándome al monarca y tomando su mano de pronto—. Podríamos bailar después de todo. Acompáñeme.

Y prácticamente intenté arrastrarlo lejos de los tronos y de sus guardias, con mago de tinta incluido y todo. Mientras caminaba, mi mente a la par planeaba la forma en la que llevaría a cabo la captura. Tenía conmigo una Cuerda de fibra, flexible y extensible, la cual podía utilizar para atar a mis enemigos si me veía en la necesidad. ¡Aquello que se prensaba de la espalda de Henry? Sí, creo que calificaba como enemigo, sin duda alguna. Lo que tenía que hacer era simple: acercarme al rey, tomar al pequeño ser que estaba clavado en su piel, y luego envolverlo con la cuerda para que fuera incapaz de moverse. Pero...

¿Y después?

Bueno, podíamos bailar, si el monarca todavía así quería.

Así que nos dirigimos al espacio de la sala que había sido habilitado para que los invitados bailasen. El plan era sencillo: bailar con el rey Henry, de forma sincera y sin trucos. Por unos cuantos minutos al menos. Mi intención era que, una vez que los asistentes viesen a su soberano empezar una danza, decidiesen unirse a él también. Una pareja atraería a otras pocas, y otras pocas atraería a muchas. Crecimiento exponencial, si tenía suerte.

Y si así era, si tenía suerte de que la gente empezara a unirse, pronto sería complicado para los guardias mantener los ojos en su rey, incluso si ese fuera su trabajo. Y entonces, con un veloz movimiento, le arrancaría el mago de su piel.

Pero entonces vendría lo complicado, tenía que ser veloz. Tenía que atar a la criatura con mi cuerda, dejándolo bien sujeto y luego... ¿hacerle qué? No podía dejarla allí en medio de la sala. En el mejor-de-los-peores casos, si el ser realmente era invisible, los invitados verían una soga atada alrededor de un trozo de aire, manteniendo una forma y estructura sencillamente imposible. Y en el peor de los casos, pues... el mago haría algo para liberarse, con el tiempo, que podía poner a otros en peligro.

Así que la mejor decisión era llevarlo conmigo. A otro sitio. Tal vez, ¿afuera? Así que, después de tomarlo entre mis manos y sujetarlo con rapidez, me excusaría con el rey («Mis disculpas, su Majestad, problemas de mujeres») y marcharía con celeridad hasta una de las puertas que llevaban al exterior; de preferencia, aquella por la cual Ragun no había salido, en caso de que alguien me siguiera.

Y una vez allí, probablemente abandonaría a la cosa en algún florero o alféizar.

Si todo salía como quería, por supuesto.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Larga vida a la reina - Ronda #4

Notapor Denna » Lun Oct 30, 2017 1:52 am

Alanna


La niña asintió con energía ante la idea de salvar a los ratoncitos. Sólo vaciló un momento antes de entregarle a Alanna el pequeño mago, observando con ojos como platos cómo maniobraba con la cuerda.

Es un hada, ¿verdad? ¿Es mala como la de la reina? —preguntó preocupada—. Mamá dice que las hadas siempre son buenas. ¿Es mentira?

Parecía muy triste sólo de pensarlo.

Me llamo Elia. Y... ¿Y tú?

La pequeña sonrió un poco en cuanto le contestó. Escuchó atenta las instrucciones de Alanna y recogió al mago con delicadeza. Oír que esa chica mayor que la había escuchado y comprendido confiaba en ella hizo que los ojos le brillaran tras la máscara. Volvió a asentir y se puso en pie de inmediato.

¡Lo haré, lo esconderé bien! Lo siento, hadita —le susurró al mago, que luchaba por escapar de sus ataduras—, pero tienes que portarte bien.

»¡Por cierto! ¡Tu máscara también es muy bonita!


Elia salió corriendo y pronto desapareció entre la multitud. Entonces Alanna se volvió hacia los ratones, que ya habían dejado de temblar y parecían cuchichear nerviosos entre ellos hasta que la chica los interpeló. Una mirada rápida los disuadió de escapar ellos también. Eso sí, sólo bajaron la guardia en cuanto mencionó al Hada Madrina —la de verdad—.

¡Te lo dije, Gus! Es de fiar —exclamó el que iba de rojo con un salto—. Si quiere ayudar al Hada Madrina, ayudará a Cenicienta también.

Sí, bueno, también dijiste que Karel era de fiar, Jaq... —se lamentó su compañero.

¡Un error lo tiene cualquiera! ¡Señorita! —le dijo a Alanna—. Ese niño, Karel, y la señora de pelo gris han cambiado a nuestra Cenicienta y han hechizado a Henry. Pudimos oír cómo hablaban el otro día, cómo quieren tender una trampa a unos príncipes en tres mundos distintos, o algo así...

¡Príncipes no! ¡Caballeros, dijo! No sabemos a quiénes se referían, ni qué significa eso de los mundos, pero quieren utilizar a Cenicienta para algo malo, muy malo.

Un tercer ratón apareció entonces. Este llevaba un vestido rosa. Pegó un brinco al ver a Alanna junto a sus amigos, pero Jaq y Gus le aseguraron enseguida que Alanna era de confianza. Agobiada, la pequeña exclamó entre resoplidos:

¡Yo tenía razón! ¡Cenicienta está en sus aposentos!

¿Qué?

¡Os dije que Cenicienta estaba más rara de lo habitual! ¡Porque esa no es Cenicienta! —chilló—. He oído a Karel hablando con ella desde el otro lado de la puerta; dice algo de que su parte del plan empezará ya. Que La Cité está ardiendo y que ahora le toca a este mundo. Hay algo malo dentro de la habitación, incluso desde fuera podía sentirlo... ¿Qué vamos a hacer?

Los tres ratones miraron a Alanna, la cual debía de tener muchas preguntas. El problema era que, si ya iban mal de tiempo antes, la explicación de la roedora acababa de complicarles mucho más la misión.

Medianoche estaba al caer, y todo parecía apuntar a que el plan de Karel empezaría entonces... y que no sólo afectaría a Castillo de los Sueños. Debía tomar una decisión crucial, y debía tomarla rápido. Xefil y Ragun habían desaparecido, y con ellos el rey y la falsa reina, fuera quien fuera en realidad, no sabía nada de Yami y estaban incomunicados.

Los ratones habían formulado una buena pregunta: ¿qué debía hacer? ¿Acabar de separarse del grupo e ir a buscar a Cenicienta, aún con todos los riesgos que eso conllevaba, o arriesgarse a perder más tiempo y buscar a alguno de sus compañeros? Si se decidía por lo primero, los ratones se ofrecerían a acompañarla hasta los aposentos de Cenicienta, advirtiéndole de que Karel estaba en posesión de la varita. Aunque primero tendrían que sortear a los guardias...

El tiempo corría.

*


Ragun


Cenicienta se había alejado lo suficiente de los guardias como para que pudieran hablar con calma. Eso, a su vez, impedía a Ragun ver con claridad qué ocurría en el baile; incluso la música quedaba relegada a la distancia. La reina miraba la noche apoyando los brazos en la barandilla. Parecía muy lejos de ahí, pero Ragun captó su atención al empezar a hablar.

La melancolía cruzó su rostro de repente.

A mí madre y a mi hermana también les habría encantado. Vivir en el palacio... es lo que siempre habíamos soñado.

Sacudió la cabeza como si pudiera alejar físicamente sus pensamientos.

Claro que el rey se encuentra bien, ¿qué insinúas? —preguntó en tono desagradable, olvidadas las formalidades—. Acabamos de superar una guerra civil. Es normal que esté un poco... un poco... distraído.

Mentía de pena, a pesar de su brusquedad. Cenicienta empezó a juguetear con sus dedos, nerviosa, y quizás fue esa la señal que Ragun necesitaba para sincerarse con ella. No había nadie más ahí cerca. Ni siquiera Sincorazón, todas las criaturas vivientes estaban concentradas en el salón de baile. Sin embargo —y Ragun lo notaría si había empleado su habilidad ante otras Princesas del Corazón—, el corazón de Cenicienta parecía... apagado, en comparación. Como el de un ser humano común y corriente.

¿Había sido cosa de Xihn? ¿De Karel? Ni siquiera había una cantidad alarmante de oscuridad en la reina... ¿No había comentado Yami algo parecido al verla antes?

Sea como fuere, Ragun habló. Y Cenicienta escuchó en silencio, abriendo cada vez más los ojos hasta palidecer.

¿Un Maestro? Eres... Eres uno de esos Caballeros, ¿entonces? ¿Como los que mencionó Karel? —inquirió. Las manos le temblaban. Intentó ocultarlas tras el vestido, pero el Maestro se percató de todas formas—. Y... deja que adivine... Ella es mala y vosotros buenos.

Esperó a que contestara, pero tampoco tenía pinta de necesitar mucha convicción. Prácticamente interrumpió a Ragun cuando empezó a hablar y esbozó una sonrisa que pretendía ser serena.

Está bien. Iré contigo. Sólo quieres... ayudar, después de todo. ¿No?

Fueron los reflejos de Ragun lo que lo salvaron. Era muy posible que la actitud de Cenicienta le hubiese extrañado, pero no esperaría que la joven reina intentara apuñalarle por la espalda en cuanto se giró para abrir el Portal. Aún así, pudo agarrarla por el brazo antes de que el cuchillo le tocara. Cenicienta gritó, espantada, y dejó caer el arma. La hoja brillaba, afectada por la Corrupción y la magia de Xihn. Era imposible no reconocerla.

Cenicienta aprovechó la confusión para deshacerse de su agarre y retroceder, pero con las prisas tropezó y cayó al suelo.

¡No me mates! ¡No me mates, por favor, por favor, yo no quería! ¡No me hagas daño!

»¡Ni siquiera soy Cenicienta!


Chilló, aterrorizada, y le arrojó una piedra contra el pecho que apenas le haría daño.

¡Es verdad! ¡M-me llamo Anastasia, Anastasia Tremaine! Cenicienta es mi hermanastra, volví cuando oí que había desaparecido y... Karel me dijo... E-e-esto que ves es un hechizo suyo... No me dejó otra opción, de verdad —balbuceó, tratando de escaparse a gatas. Si Ragun intentaba ir tras ella, volvería a chillar:—¡Que no te me acerques! ¡Te juro que gritaré si lo haces! Y todos los guardias, que en realidad son unos monstruos extraños, ¡caerán sobre ti enseguida!

La impostora estaba histérica por completo. A pesar de sus palabras, Ragun no la había convencido de sus buenas intenciones, y ahora sólo tenía una oportunidad. No le cabría duda de que la mujer cumpliría su amenaza si daba un paso en falso, y entonces...

Ragun:
VIT: 199/200
PH: 75/88


*


Xefil


Ah, sí que es bella, sí. Nos conocimos en un baile como este, ¿lo sabías? Mi padre quería que me casara con una buena mujer y... —Henry frunció el ceño. De pronto, parecía incluso más confundido que antes—. Qué raro. ¿Y mi padre dónde está...?

Ladeó la cabeza y no dio muestra de oír lo que Xefil decía a continuación. Pero la paranoia desapareció tan rápido como había surgido, y su expresión volvió a ser tan apacible como antes.

¿Un nombre, decís? Pues no, todavía no. Yo creo que en cuanto le veamos la carita lo sabremos. La reina de las hadas, la encantadora Elyon, nos ha prometido que tendrá la mejor de las madrinas. Y el padrino... creo que el Hada Madrina de mi esposa sugirió a uno de sus amigos. Qué lástima, ahora no recuerdo su nombre. Empezaba por «a».

Sonrió como un bobalicón.

Pero volvió a cambiar de expresión al oír la palabra «secuestro». La sonrisa desapareció lentamente.

Fui a buscar a Cenicienta en cuanto oí que la habían encontrado. Después de eso no... no recuerdo...

»¿Qué es la Llave Espada Oscura? La... la mujer... tenía el pelo gris, pero era muy joven... Dijo que una Princesa del Corazón podría blandirla si... si su corazón se tornaba pura oscuridad...


Henry no dijo nada más. Nada nuevo, por lo menos. Farfullaba una y otra vez las palabras «Llave Espada Oscura» y «papá». Justo entonces apareció el mago en miniatura. El rey se dejó llevar hacia la zona de baile como un muñeco, pero nadie más pareció darse cuenta. Como Xefil había predicho, pronto se escondieron entre la multitud, pero justo cuando se disponía a alargar el brazo...

¡Ay!

Una chiquilla chocó contra ellos y cayó al suelo. La máscara de cisne que llevaba se le torció, pero lo más inquietante fue lo que escapó de sus manos. El mago que Henry tenía pegado a la espalda saltó al suelo para liberar a su compañero y, antes de que Xefil pudiera darse cuenta, las dos criaturas corrían veloces hacia los tronos. Hacia la salida de la derecha. El guardia que la flanqueaba echó un vistazo al suelo cuando pasaron y les abrió la puerta.

La niña, que también había seguido a los magos con la mirada, exclamó horrorizada.

¡Oh no! ¡La señorita Anisse confiaba en mí! ¡Ahora irán a hacer más daño!

Hacer más daño... o avisar a Karel, que era lo más probable. Sobre todo si Alanna había intentado deshacerse de uno de ellos. Quizás no fueran capaces de ver a través de sus disfraces, pero el intento había sido suficiente para poner en peligro a su compañera... y quizás también a la niña.

La pequeña lo guiaría hasta Alanna, si se lo pedía, y Henry los acompañaría sin rechistar. Ahora bien, ¿era una buena idea llevarlo con ellos? El pobre seguía desconcertado, aunque podían sacarle algo más de información quizás. ¿O quizás sería mejor recurrir a Ragun y ponerlo al corriente de lo que estaba pasando? Quizás él, que era Maestro, hubiera oído hablar de esa Llave Espada Oscura.

Spoiler: Mostrar
Si Xefil decide ir a buscar a Alanna o a Ragun llegará al final de sus partes.


***


Malik


La Dama del Lago empezó a moverse más lento para ellos. El Hada Madrina jadeó y se apartó corriendo de la serpiente, pero se tranquilizó visiblemente cuando el Dragón de Tierra la rodeó.

Entonces Malik trató de petrificar a la guardiana, pero la magia no le alcanzaba. Mientras se entretenía a tomarse un Éter para recuperar fuerzas, el hada alcanzó a asestarle un corte en las costillas. La serpiente volvió a atacar al Hada Madrina, pero el Dragón resistió aquel primer envite.

Malik pudo lanzar entonces el Petra. La piedra empezó a recubrirle las piernas pero, con un grito de dolor, el hada se clavó a sí misma la espada y desvaneció el hechizo por completo.

¡La espada anula la magia! —gritó el Hada Madrina.

Tanto a ella como a él. La herida que le había hecho era sólo superficial, pero los efectos de Tempo habían desaparecido para él. Por suerte, el Hada Madrina sí que los conservaba, y le avisaba cuándo y dónde pretendía atacar la guardiana para poderla esquivar.

Su suerte mejoró con el uso del veneno. Si bien no llegó a dormirla del todo —al ser un ser mágico—, sus movimientos sí que se volvieron más lentos y cansados. La serpiente, alcanzada también por los virotes, se retorció y cayó con un sonoro chapoteo sobre el agua. Malik sólo necesitó de un Aturdidor para poder desarmarla.

¡Cuidado!

Alertado, el Caballero pudo interponer la espada contra la serpiente, que se lanzaba para proteger a su otra mitad. La Corrupción perdió fuerza al chocar con el arma mágica, y la serpiente se encogió de dolor. El hada también pareció sufrir el daño, ya que dejó escapar un quejido.

Quítamelo —pidió la Dama del Lago—. Esta... esta cosa... Me hace daño. Mátala.

La criatura rodeó a la mujer con ademán protector, muy parecido a cómo actuaba el Dragón de tierra de Malik. A él sólo le hizo falta un vistazo para darse cuenta de que no había forma de separar a una de la otra. Ni siquiera con una espada mágica.

Ella acababa de darse cuenta de lo mismo.

Hazlo —insistió—. Tus compañeras están muertas, pero todavía existe la posibilidad de salvar a la reina Cenicienta. La corte de las hadas... —Cerró los ojos un momento y su rostro se contrajo en una mueca de dolor—. La corte de las hadas se cerrará con mi muerte. La reina no podrá haceros más daño.

Lo que el hada sugería era que podían usar la espada para ayudar a Cenicienta. Y si lo que decía sobre Iwashi y Nicoxa era cierto...

Tu Maestra sigue pudiendo usar sus portales mágicos —dijo con un hilo de voz el Hada Madrina detrás de él. Contemplaba la situación disgustada, y todavía parecía más pequeña y mayor de lo que era. Pero mantenía la esperanza—. Si está viva, podrán escapar por uno.

En principio. La decisión recaía sobre Malik. La Dama del Lago ya había cerrado los ojos, y la cabeza de la serpiente descansaba sobre su regazo. Ni siquiera se defenderían.

Malik:
VIT: 87/120
PH: 1/54


Éter y Veneno soporífero retirados


*


Nicoxa


¿Creéis que me chupo el dedo? —escupió Verdín, literalmente, a Nicoxa. La patética parábola no llegó a acertar—. ¿Qué garantías tengo yo de que si funciona no me vais a encerrar en la Federación hasta que me pudra? Quiero conservar Bosque de los Enanitos, y poder hacer lo que me dé la gana con él. Si no, no hay trato.

No aprecias nada tu integridad, ¿verdad que no...?

El niño resopló.

Bah, haced lo que queráis. Peor para la princesita y su retoño… aunque pensaba que valoraríais más sus vidas.

Sonrió enigmáticamente, aunque su rostro se ensombreció un tanto cuando vio que Iwashi no estaba para tonterías. Y entonces Nicoxa intentó avisar a su Maestra.

Pero nunca le dijo a quién se refería. Iwashi reaccionó con rapidez, y debió pensar que el general de Xihn tramaba algo contra ellas porque la lanza se deslizó hacia su estómago. Verdín, estupefacto, profirió un quejido mientras se llevaba las manos al vientre. En un momento, toda la zona quedó empapada de rojo.

S-Se suponía que tenías que protegerme… —gimió—. ¿P-Por qué?

Ella no te necesita. Yo cubriré tu puesto, y así siempre le haré falta —contestó Elyon.

Iwashi comprendió entonces cuál era el auténtico enemigo. Demasiado tarde. La mano izquierda de Elyon resplandeció al mismo tiempo que abrazaba a la Maestra. Ésta perdió el equilibrio y su vista se nubló. La reina la sujetó antes de que cayera al suelo con una inusitada delicadeza. Una horrible herida surcaba su pecho, atravesado por una espada; una herida tan horrible como la de Verdín.

Nicoxa atacaría entonces al ver la situación en la que se encontraban. Podía hacer brotar su Pincho Molecular donde quisiera las veces que quisiera, que el resultado sería el mismo: Elyon interpondría su brazo corrupto con una velocidad y unos reflejos increíbles, y como bien sabía la Caballero, de nada servía atacar con magia las zonas afectadas.

La reina depositó con cuidado a Iwashi en el suelo y retiró la espada. Acarició el rostro de la Maestra, que respiraba con dificultad, pero seguía con vida.

Lo siento mucho —les dijo—. Pero Xihn sabrá recompensar mi valor si le ofrezco vuestras vidas, ¿no creéis? Sí, seguro que me lo agradecerá. ¡Seguro que querrá quedarse conmigo para siempre!

El Hada Madrina les había advertido que su raza sentía fascinación por la magia, ¿y qué maga conocían más poderosa que Xihn? Incluso Elyon, una reina, había caído rendida a sus pies.

Todo había sido una trampa. La «captura» de Verdín, la invitación al baile... todo. Y ahora iban a morir las dos.

Elyon alzó de nuevo su espada, que seguía manchada con la sangre de Iwashi. Su mano corrupta emitió un brillo cegador y, antes de que pudiera reaccionar, un rayo atronador cayó sobre ella.

Era el final.

¿O no?

La corona de flores que le había otorgado el hada de antes refulgía con un tono azulado. Había detenido el hechizo, y Nicoxa no tenía un solo rasguño. ¿Inmunidad? ¿Una barrera muy poderosa? Fuera lo que fuera, bastó para descolocar a la reina y darle una oportunidad. Unos segundos preciosos que debía aprovechar.

La Maestra se aferraba a la vida como bien podía, pero aún le quedaban fuerzas para abrir un Portal que las sacaría de la corte. Nicoxa sólo tenía que quedarse junto a ella para protegerla de la magia de Elyon el tiempo suficiente y...

¿Y Verdín? Él también seguía vivo, pero si Nicoxa decidía dejarlo ahí, moriría sin lugar a dudas. Ahora bien, ¿valía la pena arriesgarse a traerlo con ellas? ¿Se había marcado un farol o realmente podía ayudarles con Cenicienta?

Spoiler: Mostrar
El final de esta parte conecta con el de la de Malik.


***


Bitron y Fátima


No muy lejos de ahí, un Portal de Luz se abría ante la casa de un hada. Entonces aún no lo sabrían, pero tenían mucha suerte de que Miki fuera de las pocas que vivía en el reino humano. Las luces estaban encendidas. Encontraron al chico en su salón, doblando ropa de niño encima de una mesa.

Imaginaba que se trataría de ti, pero esperaba que me llamaras primero. ¿Quién es tu amigo, por cierto? —preguntó Miki, muy tranquilo. Era de suponer que algún hechizo le habría alertado de su presencia, o que incluso había permitido que el Portal se abriera en su casa él mismo. Pero la sonrisa se le borró al ver sus expresiones—. Oh. Cuéntame.

Dejó de inmediato lo que hacía y les dedicó toda su atención.

Obeliscos, ¿eh? Es la primera vez que oigo algo así, pero creo que podré ayudar con los glifos. Siempre se me ha dado bien eso de anular... ciertos encantamientos.

Sonrió para sí, y luego, con presteza, ordenó la habitación con un golpe de varita.

Cuando queráis nos vamos. Menos mal que hoy no tengo al niño... Contadme todo lo que sepáis de esos círculos y la naturaleza de esas misiones. Ah, y ¿necesito algo para el viaje? No me gustaría provocar un escándalo.

* * *


Fecha límite: jueves 2 de noviembre


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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Tanis » Jue Nov 02, 2017 5:45 am

Los planes que ideó a toda velocidad dieron resultado a medias. Proteger al Hada Madrina con su hechizo fue un acierto, puesto que la serpiente de Corrupción arremetió contra ella una segunda vez. No le importaba tanto derrotar a la Dama como mantener a salvo a la anciana. Su instinto y su sentido común le decía que sin ella, Cenicienta estaría perdida cuando la recuperasen y recuperasen la varita. El Hada Madrina era su prioridad. Claro que para mantenerla segura de forma definitiva antes tenía que anular el peligro que suponía la serpiente de la Guardiana. Tenía que, además, avisar a Iwashi y a Nicoxa del peligro que corrían en el reino de las hadas, si es que no les habían tendido ya la trampa.

Si estaban vivas...

Si Verdín no les hubiese intervenido los teléfonos…

Fue lento a la hora de beberse el éter para recuperar la magia. Un dolor agudo le recorrió el costado y supo que la Dama le había cortado con su espada. La maldita espada. Aguantó como pudo el dolor y continuó el combate, sabiendo que si se colocaba a la defensiva, perdería a la larga.

Necesitaba seguir atacando.

No se entretuvo a mirar la efectividad del escudo que le había proporcionado al Hada Madrina y lanzó, esta vez sí, Petra. Estuvo a punto de gritar de júbilo y lanzarse a por ella cuando vio la piel convertida en ropa. Sin embargo, y no para gran sorpresa, la Dama utilizó la espada para detener el hechizo.

¡La espada anula la magia! —gritó el Hada Madrina, casi al mismo tiempo que la Guardiana se hincaba la espada.

«Claro, debería haberlo sabido». Daba gracias a que el Hada estaba aún dentro de la zona del Tempo. Sin ella quizá no habría conseguido aguantar tanto. Era preciso entonces que no le alcanzara con el arma antes de lanzar otro hechizo. Por el contrario, ahora le era más acuciante quitársela, quizá si tenía suerte…

Preparó el ataque con el veneno y los virotes de ballesta. Para su contenida alegría acertó tanto en la Dama como en la Serpiente, y el somnífero actuó al momento. Tanto ella como la criatura se adormecieron y Malik pudo asestar el golpe aturdidor sobre la Dama y desarmarla. Sólo se despistó un segundo para coger la espada y alejarla de la Guardiana. Entonces oyó el chillido de la Madrina, y Malik actuó.

¡Cuidado!

Logró bloquear a la serpiente corrupta con el arma del hada y comprobar que ante ella la Corrupción no era tan fuerte, que podía hacerle frente. Ese dolor también lo sufría la Dama, unida a la serpiente.

Quítamelo —suplicó la Dama del Lago—. Esta... esta cosa... Me hace daño. Mátala.

Malik la miró gravemente, y alzó la espada para cortar el vínculo de la corrupción con el hada. Sin embargo, esta se interpuso, rodeando el cuerpo de la mujer como protección. No le hizo falta más para darse cuenta de que no sería tan fácil deshacerse de la criatura. Ni siquiera difícil, ni siquiera posible. Malik apretó los dientes e inspiró hondo, bajando la espada sin perder la guardia.

Hazlo —instó ella. Malik la contempló en silencio. Lo que le pedía no era realmente difícil, estaba sopesando las consecuencias—. Tus compañeras están muertas, pero todavía existe la posibilidad de salvar a la reina Cenicienta. La corte de las hadas… La corte de las hadas se cerrará con mi muerte. La reina no podrá haceros más daño.

«Espera… »

Malik entreabrió los labios. No podía decir que le sorprendía, porque la trampa había sido palpable, pero… Había pensado en que Verdín o Karel eran los responsables. No la propia reina de las hadas.

«Tengo que avisar a todos. Tengo que… »

Pensaba a toda velocidad. Si el hada estaba sugiriendo que podía ayudar a Cenicienta con la espada, entonces quizá podían prescindir del remedio. Si estaba bajo el influjo de un hechizo esa espada podía deshacerlo. Ya no podrían servirse de las hadas para conseguir ninguna ayuda, estaban solos en esto. Suponía que tendría que haberlo imaginado. Lo que no quería hacer era suponer el destino de la maestra y la muchacha. La Guardiana estaba convencida de su muerte, conectada como estaba a la corte de las hadas. Malik no quería creerlo, pero… bien sabías que podía ser verdad. Si allí habían caído en la trampa, con tan sólo dos conjuros a su disposición contra una horda de hadas, entonces…

Tu Maestra sigue pudiendo usar sus portales mágicos —Malik oyó la voz del Hada Madrina tras él y el hombre se giró un poco para mirarla, con cierta indecisión. Notó que estaba disgustada, pero también… esperanzada—. Si está viva, podrán escapar por uno.

Era cierto. Existía esa posibilidad. Podía creer en ella.

Tienes razón —murmuró, pensativo.

Malik desvió la vista de nuevo a la Dama y a la serpiente, todavía bajo los efectos del veneno. Tenía que darse prisa. Tanto si Iwashi estaba viva, y por tanto capacitada para escapar de las hadas junto con Nicoxa por un portal, como si no, pronto darían las doce y el grupo del castillo quedaría revelado ante Karel. Tenía que encontrar antes a Cenicienta y ponerla a salvo, si ellos no lo habían hecho ya. Quería creer que la suya sería la única trampa, pero posiblemente, no, seguramente, no fuera así.

«Piensa en el mal menor, Malik.»

No tenía tanto tiempo, así que no dudó y se acercó con resolución a la Dama. Colocó la punta de la espada sobre su pecho, sobre donde tenía el corazón, y apoyó la mano libre sobre su hombro.

Descansa en paz, Guardiana —dijo, y empujó la espada para atravesar el cuerpo del hada.

No sintió ninguna ola de remordimientos, pero sí rabia y tristeza por un ser inocente, controlado y manipulado hasta provocar su muerte. Malik se apartaría del cuerpo, sellando así el cierre de la corte de las hadas. Si Nicoxa e Iwashi aun estaban vivas podrían salir por el Portal, pero no así las hadas, ni la reina. Si no lo estaban… bueno, al menos impediría que Elyon saliera y trajera consigo un ejército para complicar aún más las cosas.

Cuando el cuerpo se hundiese o desapareciese, Malik se volvería hacia la Madrina, espada en mano aun.

Bien, busquemos a su ahijada, si lo que la Guardiana dijo es verdad entonces quizá tengamos alguna posibilidad de salvarla sin la ayuda de las hadas —dijo seriamente.

No comentó nada sobre la maestra o su compañera y se las arregló para guardar la espada junto con su propia compostura. Si podía invocarla y desinvocarla como el resto de sus armas, entonces la desinvocaría para mantenerla oculta de ojos indiscretos. Si no podía hacerlo, la sujetaría de la mejor manera posible a sus cinturones, como si fuera una espada con vaina, y la mantendría oculta con la capa. Después de tomó una Poción y dos Éteres para restablecer fuerzas. No quiso consultar el reloj de su teléfono, sabía que si lo hacía se pondría nervioso, y no era eso lo que necesitaban.

Tenía que mantener la calma. Sin Iwashi, ahora era el encargado de procurar un remedio para Cenicienta, tanto si sufría de Oscuridad como Corrupción. Miró al lago por última vez, antes de pensar todo lo rápido que pudo.

No sé si el resto habrá conseguido encontrar o sacar a Cenicienta del palacio —dijo—. Si no lo han hecho, y lo más probable es que no, entonces tendremos que entrar también al castillo y usar la espada en la reina para deshacer la influencia y oscuridad de Karel. El problema reside en que sus agentes estarán rondando. Entrar sin un disfraz por la puerta grande sería un suicidio. —Malik se mesó la barba, preocupado—. Podemos buscar una entrada más discreta y arriesgarnos a que la alarma de la barrera suene… Claro que pronto serán las doce y los disfraces de mis compañeros se desharán…—Terminó de pensar y miró a la anciana, con clara resolución—. ¿Qué tal se le da montar a caballo, Madrina?

Mientras la anciana respondía, Malik sacaría una Pluma Azul de su faltriquera e invocaría a Pegaso, el caballo alado de Hércules. Su plan era utilizarlo como transporte para llegar al palacio y que quizá sirviese de excusa ante cualquier espía de Karel, simulando ser hadas que montaban en un caballo alado mágico, dispuesto a presentar sus respetos a la reina. Malik sabía que no tenía pinta de hada en lo absoluto, pero por probar… Llamarían menos la atención así, mientras que un glider levantaría las alarmas.

En cuanto hubiera saludado a Pegaso como era debido, ayudaría a subir a la anciana a la grupa, para montar él tras ella para que no se cayera. Agarraría las crines del caballo y le ordenaría levantar el vuelo rumbo al palacio de Cenicienta. Al ascender, Malik le preguntaría a la mujer:

Sólo por curiosidad, ¿aunque no tenga magia… aún puede sentir dónde está su ahijada?

Si resultaba ser que si, entonces se dirigirían hacia allí según las indicaciones de la Madrina. Si no, Malik propondría el plan de volar hasta el castillo e introducirse sin ser vistos por alguna ventana o balcón desiertos, y desde allí buscar a Cenicienta. No quería meter a la mujer en la boca del lobo, pero tampoco podía dejarla sola a su suerte y sin magia. La varita también estaba en el palacio, de modo que podía matar dos pájaros de un tiro.

Con suerte llegarían antes de las doce.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Drazham » Jue Nov 02, 2017 10:08 pm

Apresar al mago en miniatura con la cuerda le sentó a gloria, como una reconfortante victoria tras mucho tiempo deseándola. Una tan pequeña como su tamaño, vale. Pero al menos creía estar resarciéndose un poco de las veces pasadas que Karel le hizo perder los estribos.

Es un hada, ¿verdad? ¿Es mala como la de la reina? —preguntó la niña. Alanna abrió y cerró la boca, insegura de que contestarle—. Mamá dice que las hadas siempre son buenas. ¿Es mentira?

Torció un poquito la boca y la miró con benevolencia. «Ay, si yo te contara, querida…»

La gran mayoría son gentiles y bondadosas, así que en eso no te ha mentido tu madre. —Otra cosa es que también pecasen de orgullosas. Tenía la ligera impresión de que habría pocas como el hada madrina de Cenicienta que aceptasen sus errores—. Pero hay veces que algún hada traviesa hace de las suyas y hay que darles un escarmiento.

Lo que daría por dárselo a cierta “hada madrina” que se estaba pasando de lista.

Me llamo Elia. Y... ¿Y tú?

Alanna sonrió, contenta con haberse ganado un poco de la confianza de la chiquilla. La cual poco le duró al pincharle enseguida la culpa por tener que mentirle a la pobre.

Es un placer, Elia. Yo soy Anisse.

Que remedio, tendría que seguir con su tapadera hasta el final. Por lo menos, se quedó con ese rostro iluminado que compuso su nueva amiga al pedirle que le hiciese el favor de esconder al mago. Podía entender lo mucho que le ilusionaría que alguien depositase su confianza en ella y la hiciese sentirse de utilidad. Alanna rio para sus adentros. Le recordaba a ella misma durante los primeros meses en la Orden.

»¡Por cierto! ¡Tu máscara también es muy bonita!

Le guiñó un ojo, cómplice, y se despidió de ella con un gesto. Una vez solucionado el asunto del títere de tinta, se dirigió hacia sus otros confidentes y atendió a sus palabras. Menos mal que también parecían conocer a la antigua hada madrina.

¡Te lo dije, Gus! Es de fiar. Si quiere ayudar al Hada Madrina, ayudará a Cenicienta también.

Sí, bueno, también dijiste que Karel era de fiar, Jaq...

«Oh, señor mío», dibujó una mueca en su rostro.

¡Un error lo tiene cualquiera! ¡Señorita! —Alanna cabeceó al ser llamada—. Ese niño, Karel, y la señora de pelo gris han cambiado a nuestra Cenicienta y han hechizado a Henry.

La señora del pelo gris. Maldijo en silencio. Si Xihn había intervenido en persona les iba a costar dios y ayuda solucionar el estropicio.

Pudimos oír cómo hablaban el otro día, cómo quieren tender una trampa a unos príncipes en tres mundos distintos, o algo así...

¡Príncipes no! ¡Caballeros, dijo! No sabemos a quiénes se referían, ni qué significa eso de los mundos, pero quieren utilizar a Cenicienta para algo malo, muy malo.

Alanna abrió muchos los ojos y se llevó unas trémulas manos a las rodillas, incapaz de tenerlas quietas. De pronto empezó a notar como la poca seguridad en sí misma se le estaba escapando poco a poco. Dioses, ¿pero hasta qué punto lo habían planeado todo esos monstruos?

Se obligó a mantener la compostura cuando otro ratoncito —o ratoncita, por su vestido rosa— salió del agujero. La otra pareja consiguieron tranquilizarla ante su presencia y esta pasó a soltar la siguiente bomba:

¡Yo tenía razón! ¡Cenicienta está en sus aposentos!

¿Qué?

¿Cómo?

Giró el cuello como un rayo, hacia los tronos del fondo. ¡Pero si la acababan de…!

¡Os dije que Cenicienta estaba más rara de lo habitual! ¡Porque esa no es Cenicienta!

La mandíbula se le desencajó de lo estúpida e ingenua que se sintió de golpe. ¡Una impostora! El muy cretino de Karel se la había jugado pero bien. Empezó a atar cabos y entender por qué Yami no detectó nada raro en esa Cenicienta. O al menos, nada oscuro, porque seguía siendo una doble demasiado buena para no haber recurrido a la magia y engañarles.

Frunció el ceño al pensar en eso aquello último. Un engaño indetectable… Se miró sus falsas manos de porcelana, las cuales no le pertenecían, pero que nadie salvo un hada sería capaz de darse cuenta.

«Será una maldita broma.»

He oído a Karel hablando con ella desde el otro lado de la puerta; dice algo de que su parte del plan empezará ya. Que La Cité está ardiendo y que ahora le toca a este mundo. —«Espera, ¡¿Que la Cité QUÉ?!»—. Hay algo malo dentro de la habitación, incluso desde fuera podía sentirlo... ¿Qué vamos a hacer?

¡Por todos los dioses terrenales! Apretó los labios y negó repetidas veces con la cabeza. No, no, no… ¿Qué había pasado en París para que dijesen que estaba ardiendo? ¿Qué es lo que había hecho ese otro demonio, Andrei? Un escalofrío le trepó por la espalda de solo pensar en que allí tenía a demasiadas personas que conocía y por las que estaba padeciendo: A Saito, a Simbad, a…

«¡Cielo santo! ¡Celeste!», la cara se le desfiguró en una expresión de horror. «¡El fuego!»

Si no se levantó de un salto allí mismo y salió disparada hacia la salida del palacio fue porque su conciencia actuó a tiempo para abofetearla con contundencia y frialdad. ¿Qué pretendía? ¿Correr como una desesperada y buscar a Ragun para que le abriese un Portal? ¿Para hacer qué en París cuando llegase allí? Acababa de escuchar que Karel iba a utilizar a Cenicienta para hacer algo similar con el Castillo de los Sueños, o incluso peor.

No, tenía que mantener la calma y pensar con frialdad. Inspiró hondo y exhaló en fases rítmicas, juntando las yemas de los dedos para que dejase de hacer aspavientos estúpidos con las manos. «Serénate, Alanna», se puso a repasar mentalmente la situación: Karel estaba a punto de poner en marcha algo que pondría no solo en peligro al mundo entero, sino también a los otros dos. Y para ello necesitaba a su pieza clave en el plan, a Cenicienta.

Ya no les quedaba otra que internarse en el palacio y sacar de allí a la auténtica Cenicienta, fuera como fuese.

Pero antes de que tuviese tiempo a decidir, atisbó a tres figuras que reconoció y que se encaminaban hacia ella. El primero que iba por delante era Xefil, bajo su disfraz de Jeannette, pero lo que la hizo enarcar una ceja fue de cerca le seguía la pequeña Elia, y detrás suya tenía al mismísimo rey Henry. Se levantó de inmediato y se dirigió a su compañero, procurando que ninguno de los otros dos fuese a escuchar más de la cuenta.

Jeannette, querida. ¿Qué es lo que ocurre? —Debía recordarse que seguían con un perfil falso. Utilizó un tono que no denotase demasiada preocupación para no levantar sospechas.

Xefil procedió a explicarle que es lo que le había ocurrido con Henry y Elia. Por cada palabra que soltó, el rostro de Alanna se fue ensombreciendo y el nudo en su estómago apretándose. Resolló entre dientes y se pasó la mano por el pelo. Si antes ya iban mal de tiempo, que los espías de Karel estuviesen de camino para informar a su dueño no hacía sino empeorar las cosas. Solo entonces dio cuenta dio cuenta de la presencia de Elia, a la que había metido de lleno en todo, y se le cayó el alma a los pies. Dioses, se sentía en esos momentos como la persona más miserable de todo el Intersticio.

Corrió a acuclillarse frente a la niña y le apretó de los hombros con suavidad.

Escúchame, Elia. No ha sido culpa tuya. No te preocupes —le dijo, culpable—. Voy a asegurarme de que esas hadas malas no vayan a hacer de las suyas.

«Buen trabajo, Alanna. Acabas de pisotearle la ilusión a una chiquilla que tan solo quería ayudar y encima le sigues haciendo más promesas que ni tú misma sabes si podrás cumplir.»

Tras cerrarle la boca a su estúpida conciencia de un gruñido interno, se volvió hacia Xefil para contarle su parte:

Karel y los suyos nos han engañado como bobos; esa Cenicienta que acabamos de ver es un doble. La auténtica sigue en sus aposentos, y dios sabe lo que pretende hacer Karel con ella. Por lo pronto, el resto de generales ya se están empezando a mover en el resto de mundos. —Giró la cabeza, buscando con la vista entre el resto de los invitados. La falsa reina no estaba por ningún lado, pero tampoco Ragun—. Oye, ¿dónde se ha metido…?

En cuanto Xefil le informó de que Ragun estaba en las afueras del palacio con la farsante se mordió el labio inferior. No le estaba gustando ni un pelo que estuviesen tan dispersos y metidos de lleno en la boca del lobo.

O no. Si Ragun había conseguido llevarla a un lugar apartado, tal vez pudiesen usarlo a su favor. Miró a Henry, el cual debía de estar perdidísimo. Xefil le comentó por encima sus lagunas de memoria por culpa de Xihn, y que Ragun podría ayudar al saber acerca de esa Llave Espada Oscura. Tampoco podían dejarlo solo y sin informarle de lo que estaba por venir.

Majestad, puede que ahora mismo os estéis haciendo muchas preguntas y esto os resulte muy repentino. —Compuso una expresión de apuro—. Pero os pido de todo corazón que confiéis en mí: el señor Von Zar puede resolveros muchas de las dudas que tengáis. Os recomiendo que vayáis a verle afuera.

»Y también a vuestra esposa. Seguro que estará con él en estos momentos.

Vaya si debería ver a esta última. Acababa de caer que hacía unos minutos se la veía desesperada por querer levantarse del trono y salir de allí. La medianoche estaba a punto de llegar, y si sus sospechas estaban en lo cierto…

Sin embargo, todavía tenían que hacer algo con la Cenicienta verdadera. Dadas las circunstancias, tenía que arriesgarse a entrar en acción. Se arrimó a Xefil para susurrarle:

Voy a adelantarme a buscar a Cenicienta antes de que sea tarde. Pero antes necesitamos quitarnos de en medio a los guardias. —Porque estaba claro que estarían de parte de Karel si ayudaron a los seres de tinta a escaquearse—. ¿Crees que podrías entretenerles de alguna forma mientras yo me cuelo al interior del palacio? Si se percatan de que ocurre algo raro en el salón de baile, seguro que pensarán que es cosa de la Orden y tratarán de intervenir.

En el caso de que Xefil tuviese otra idea en mente o prefiriese tomar una ruta diferente, asentiría, sin poner pegas. De todas formas, le pidió la piedra con la que llamar al Hada Madrina.

Sin embargo, el chico no era su única opción. Miró a la pequeña Elia y sintió un pinchazo en el pecho. Le preocupaba que los espías de Karel hasta llegasen a considerarla un peligro con todo lo que había visto. Por un lado no quería meterla en más apuros, pero por otro entendía por lo que estaría pasando la chiquilla tras su traspié. A nadie le gustaba que la apartasen a un lado por un fallo y se olvidasen de ella.

Por lo menos quería que la niña no se sintiese tan inútil. Detestaba más que nada cuando a ella le pasaba.

Elia, cielo, voy a necesitar de ti un último favor para que pueda ir a por esas hadas —le susurró, inclinando el cuerpo para quedar a su altura. Entonces meneó la cabeza hacia los guardias que estuviesen vigilando el acceso más rápido que los ratones le hubiesen dicho—. ¿Ves a esos guardias de ahí? Necesito que les cuentes una mentirijilla. Diles que has visto a un hada pequeñita; como las de antes, correteando por allí. —Apuntó con el dedo a una de las salidas del salón que daban con el exterior. A ser posible, la más alejada de la que tomó Ragun—. Es muy importante que les digas que parecían tener muuucha prisa en ir para allá.

Una vez se asegurase de que Elia había entendido el plan, sonrió y acercó sus dedos con delicadeza a su máscara torcida, recolocándosela.

Pero en cuanto lo hayas hecho, quédate con tus padres y déjame el resto a mí. ¿Me lo prometes?

Y ella prometería que iba a ponerle punto a final a las tretas de Karel. No iba a consentir que hubiese más víctimas en su presencia.

Lo único que le quedaba era esperar a comprobar cómo se desarrollaba su pequeña estratagema y aprovechar su momento para colarse en cuanto los guardias se despistasen. Si así lo preferían, se llevaría consigo a los ratones para que le indicasen el camino hacia el cuarto de Cenicienta. Solo por asegurarse, estaría preparada para equiparse la armadura; las experiencias pasadas ya le enseñaron que no podía bajar la guardia en ningún momento.

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Las acciones y el plan están más o menos acordados con Zee. Lo de quienes intervengan en el intento de distracción variará según lo que Xefil vaya a hacer.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Sito » Vie Nov 03, 2017 1:16 am

¿Creéis que me chupo el dedo? —el pequeño escupió acto seguido a la bella muchacha, que lo miró con asco—. ¿Qué garantías tengo yo de que si funciona no me vais a encerrar en la Federación hasta que me pudra? Quiero conservar Bosque de los Enanitos, y poder hacer lo que me dé la gana con él. Si no, no hay trato.

¿Te crees que estás en condiciones de negociar? —respondió en su momento.

No aprecias nada tu integridad, ¿verdad que no...?

Por desgracia Nicoxa no fue lo suficientemente clara y su advertencia posterior confundió a la maestra, que atacó sin miramientos a Verdín. La víctima no se esperaba el tajo que penetró en su vientre, y no era para menos puesto que la amenaza a la que se refería la aprendiz no era otra que la reina de las hadas.

S-Se suponía que tenías que protegerme… —musitó refiriéndose a Elyon—. ¿P-Por qué?

Ella no te necesita. Yo cubriré tu puesto, y así siempre le haré falta —contestó ella, bastante directa.

Nico contemplaba perpleja la situación, sin tener claro qué hacer. Lo que no sabía era que aún podía empeorar.

Ninguna tuvo tiempo para reaccionar antes de que Eylon abrazara a Iwashi y le provocara una herida con su espada tan grave como la que tenía Verdín. La maestra cayó al suelo con suavidad y Nicoxa se acercó lo que pudo para ver como se encontraba.

¿Estás bien? —preguntó absurdamente con voz temblorosa, para acto seguido mirar con rabia a su atacante.

Lo siento mucho —comentó—. Pero Xihn sabrá recompensar mi valor si le ofrezco vuestras vidas, ¿no creéis? Sí, seguro que me lo agradecerá. ¡Seguro que querrá quedarse conmigo para siempre!

¡¿Pero qué clase de reina eres tú, incapaz de ver lo que es más importante?! ¿Cómo puedes ser capaz de hacer algo así por una razón tan banal?

No daba crédito a la taradez que emanaba la reina. Posiblemente también tuviera algo que ver en su forma de actuar la corrupción, o eso quería pensar. En cualquier caso Nicoxa no dudó en atacar...

...aunque apenas servía contra ella. No podía luchar en condiciones con una única habilidad, que para colmo no era demasiado efectiva en esa situación. Eylon tenía ventaja y Nicoxa casi se da por vencida cuando invocó el rayo que impactó de lleno sobre ella.

Pero no lo hizo. El rayo no provocó dolor alguno en ella, y rápidamente comprendió que fue gracias a la corona que le regalaron antes. Se prometió que tenía que darle algo también al hada en cuestión como agradecimiento en cuanto salieran de ahí. Porque iban a hacerlo.

Eylon no se lo había esperado tampoco, así que aprovechó para juntarse con Iwashi para volver a comprobar su estado y usar una Poción sobre ella.

Antes de hacer nada más miró a Verdín, que seguía gravemente herido, y se dijo a sí misma que quizás se lamentaría de ello mas tarde, pero no estaba en su código moral abandonar a alguien a su suerte de esa manera. Corrió hacia él para agarrarlo y ordenar a Iwashi abrir un portal para salir de ahí.

En el proceso de ir hacia Verdín usaría de nuevo si era necesario su habilidad, en este caso para defenderse en vez de para atacar. Así lo haría tanto si la decidía atacar a ella o a su maestra.

¡Vámonos de aquí! ¡Abre un portal por favor!
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: Larga vida a la reina - Ronda #4

Notapor Sombra » Vie Nov 03, 2017 3:58 am

A mí madre y a mi hermana también les habría encantado. Vivir en el palacio... es lo que siempre habíamos soñado.

Le dediqué una media sonrisa ante aquellas palabras. ¿De verdad era tan bueno vivir en un palacio? Era un lugar frío, demasiado grande como para sentir que era acogedor. Cuando yo vivía en uno... A penas veía a mi familia incluso si todos pasábamos gran parte del tiempo allí. Padre casi siempre estaba en reuniones con gran parte de los Cat´s, mi madre desapareció por culpa del dios Nyarlatothep al poco de nacer yo, mi hermano estaba enfrascado en sus entrenamientos... Sólo tenía a Ivan. Los demás niños de mi edad me temían por ser hijo del emperador y era obvio que no podía salir del palacio por mi cuenta para buscar amigos... Además, de algún modo todo era demasiado deshumanizado. La gente buscaba ascender en ese maldito "Rango social" y hacían cualquier cosa para ello. Una meritocracia donde la gente se mataba con tal de ascender un par de números, de acercarse a los "tres cifras".

Me saqué de la mente aquellos pensamientos y continué con la charla, intentaba buscar el momento donde pudiese llevarla.

Claro que el rey se encuentra bien, ¿qué insinúas? —preguntó con un tono totalmente distinto del anterior—. Acabamos de superar una guerra civil. Es normal que esté un poco... un poco... distraído.

Mis disculpas, su alteza. No era mi intención ofenderos —agaché la cabeza, aunque sabía que me estaba mintiendo. Ella era consciente de que le pasaba algo e intentaba ocultarlo patéticamente.

Sus gestos, como movía sus manos e incluso sus ojos, su respiración estaba agitada y sus pupilas se dilataron levemente. Mentía, era obvio. Había aprendido a ver esos detalles, aunque en su caso no hacía falta.

«¿Nos observa alguien?», pensé en aquel momento.

Me concentré en mi instinto sincorazón y proyecté cual sónar una onda imperceptible que rebotaba con los corazones, lo que permitía que viese su brillo. No había ni un alma cerca, los más cercanos eran aquellos que estaban en el baile... Lo extraño era que fuera del palacio no sentía ni siquiera el corazón de una simple ave... Era como si cualquier tipo de vida en el exterior hubiera... Muerto. Sin embargo, aquello no fue lo que más llamó mi atención, sino la propia Cenicienta.

«Su corazón es raro.»

Y no me refería a raro en el mal sentido. De hecho, lo normal en Cenicienta debería ser que su corazón fuera extremadamente raro. Debía brillar con la fuerza de mil soles, ni siquiera debería utilizar mi instinto para notar su luz, pero ella... ¿Por qué? Su corazón era tan normal, tan mediocre que probablemente sería prácticamente invisible para un sincorazón si tenía cerca a un portador.

¿Qué le habían hecho? ¿Xihn había aprendido a drenar la luz de un corazón? Aquello era más razón para contarle todo, para llevármela de Palacio para que Nithael la investigase, para que encontrase una manera de devolverle su luz.

Le expliqué todo.

¿Un Maestro? Eres... Eres uno de esos Caballeros, ¿entonces? ¿Como los que mencionó Karel? —murmuró nerviosa, la muchacha ocultó sus manos en el interior de su vestido de forma sospechosa.

Sí, pero... No sé que te habrá contado pero Karel...

. Y... deja que adivine... Ella es mala y vosotros buenos. —interrumpió.

Fruncí el ceño molesto. ¿Hasta qué punto le habían lavado el cerebro a ella y Henry?

«¡Mierda, Xefil podría estar en peligro!»

Si quieres resumirlo así... Sí, nosotros seríamos los buenos. Tan solo queremos mantener el equilibrio en todos los mundos, algo que Karel y su gente se han encargado en destrozar aquí y en muchos más mundos. Miles han muerto por su culpa a estas alturas, tal vez millones.

Está bien. Iré contigo. Sólo quieres... ayudar, después de todo. ¿No?

Suspiré aliviado cuando dijo eso y me di la libertad de sonreír y asentir contento al saber que podría completar la misión sin incidencias. La acompañaría hasta Tierra de Partida y haría que la llevasen ante Nithael y después iría a por Alanna y Xefil para juntarnos con los demás.

Me di la vuelta para convocar el portal cuando de golpe, en parte gracias a mi Instinto Sincorazón sentí que Cenicienta se acercaba hacia mí bruscamente y de un movimiento lento y tosco, muy torpe.

Agarré el brazo de la reina y lo apreté con fuerza tratando de hacer que tirase el arma, un arma cuya hoja estaba invadida por la característica luminosidad y "ramificaciones" de la corrupción. De haberme tocado, por muy inmortal que yo podía ser frente a armas normales... Podría haberme afectado para siempre. La reina tiró el arma al suelo y logró zafarse de mi agarre. Debería haber entrenado mi Combate Cuerpo a Cuerpo, de ese modo podría haber evitado que se soltase tan fácilmente a pesar de mi fuerza.

Intentaba huír, sin embargo se tropezó con el vestido y se precipitó contra el suelo.

¡No me mates! ¡No me mates, por favor, por favor, yo no quería! ¡No me hagas daño!

»¡Ni siquiera soy Cenicienta!


¿Cómo dices?

La impostora soltó un grito de terror y me lanzó una piedra por la cual tan solo consiguió que sonriese con sorna.

Si solo era una aliada de Xihn tenía que matarla.

¡Es verdad! ¡M-me llamo Anastasia, Anastasia Tremaine! Cenicienta es mi hermanastra, volví cuando oí que había desaparecido y... Karel me dijo... E-e-esto que ves es un hechizo suyo... No me dejó otra opción, de verdad —balbuceó mientras se alejaba a gatas—¡Que no te me acerques! ¡Te juro que gritaré si lo haces! Y todos los guardias, que en realidad son unos monstruos extraños, ¡caerán sobre ti enseguida!

Si quisiera matarte ya lo habría hecho. Sin embargo, veo que solo estás siendo engañada por Karel. ¿Qué te prometió? ¿Vivir en palacio? ¿Cumplir tu deseo más profundo? ¿Casarte con algún aristócrata? Yo soy un Maestro de la Llave Espada, una Orden de Caballeros capaces de viajar entre mundos lejanos. Los caballeros somos nobles o de lo contrario no podríamos ser parte del grupo —mentí con naturalidad—. Piensa todo lo que podrías conseguir de ayudarnos, ¿vivir en un palacio sin tener que suplantar a nadie? ¿Por qué no? Soy un Maestro, puedo mover unos cuantos hilos y conseguirte un palacio... O mejor... Mira el cielo, ¿ves todos esos puntos brillantes? —señalé las pocas estrellas que había en el cielo—. Cada uno es un mundo, muchos de ellos no han sido explorados. Podrías ser la reina de uno de ellos, la Emperatriz Anastasia Tremaine. Nunca olvido a mis amigos, my lady.

»El problema, es que Karel quiere "apagar" esas luces porque uno de sus amigos quiere destruír todos los mundos, si consiguen eso no habrá palacios en los que vivir ni mundos sobre los que gobernar. ¿Me explico? Sea lo que sea que te prometió probablemente lo conseguirías al momento, pero sería algo fugaz hasta que se cansen de ti y te asesinen. Colabora conmigo y te prometo por mi honor y mi espada que haré todo lo que esté en mi mano para complaceros. Un Wiedererinnerung siempre paga sus deudas.

Me agaché y cogí el puñal, el cual guardé con cuidado de no tocar por error la corrupción directamente, alcé mis manos en señal de no estar portando armas con las que herirla (al menos no entre mis manos) y di un paso hacia ella lentamente, le tendí mi mano para ayudar a que se levantase. Intenté no pensar en que acababa de intentar matarme, era obvio que había sido manipulada por Karel, probablemente con algún tipo de poder perverso.

Anastasia, ¿podrías contarme todo lo que sepas? ¿Dónde están Karel y Cenicienta? Pagaré por tu información, te lo aseguro —dije con tono conciliador.

Si lograba convencerla, escucharía sus palabras y saldría en busca de Alanna y Xefil entre el gentío, sin embargo. Si la muchacha no me hacía caso y seguía histérica la golpearía para dejarla inconsciente sin ningún tipo de remordimiento.
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#4 - Regla 5 de infiltración: Prepárate para accidentes

Notapor Zee » Vie Nov 03, 2017 8:41 am

Fue bastante afortunado de encontrar a su Majestad la Reina, después de su supuesto secuestro.
¿Pudo hallarse al responsable?


En nuestra mente ya habíamos formulado una hipótesis. Todo lo que quedaba era encontrar la forma de, o comprobarla, o contradecirla. Todo hasta ese momento indicaba que el rey Henry, el verdadero, su mente consciente, podía asomarse a la superficie si se le presentaba un estímulo suficientemente significativo para su corazón. La mención de su padre lo había hecho aflorar, sólo un poco, antes de que se hundiera de nuevo. Tras contemplar aquella respuesta satisfactoria, intenté con otra pregunta, en esta ocasión una un tanto más directa.

Ya lo esperaba, pero incluso así fue sorprendente recibir la reacción que buscaba.

Fui a buscar a Cenicienta en cuanto oí que la habían encontrado. Después de eso no... no recuerdo...

»¿Qué es la Llave Espada Oscura?


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~MHA - Spreading Anxiety~


El ruido de los músicos pareció enmudecerse. El aire en la habitación se sintió más frío. Nuestro corazón perdió el ritmo por un par de latidos. Aquello, escuchar de pronto el nombre de nuestra arma legendaria, el arma de nuestra Orden, acompañado con el peor adjetivo que podía uno adjudicarle, hizo que un estremecimiento me reptara por la espalda, un inconfundible signo de alarma, un terrible augurio. La mención de aquella llave corrompida puso todos mis sentidos en alerta, como si la simple presencia de Karel y su influencia sobre los monarcas del castillo no hubiesen sido suficientes.

La... la mujer... tenía el pelo gris, pero era muy joven... Dijo que una Princesa del Corazón podría blandirla si... si su corazón se tornaba pura oscuridad...

Xihn. Ese fue el peor de los presagios. ¡Así que eso era lo que Xihn pretendía hacer con las princesas del corazón! Llevarlas hacia la oscuridad, hacerlas sus aliadas; no, sus peones, sus fichas en el tablero, para apresurar su inminente conquista del universo y todos sus mundos. Si aquello no era valiosa información para la orden y los Maestros, junto con lo de aquella "Llave Oscura", entonces no sabía lo que era.

«Los otros necesitan saber».

Con rapidez, le eché una ojeada a mi dispositivo de comunicación de muñeca.

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«Diantres».

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Los invitados de la fiesta pronto nos ocultaron de la vista de los guardias, tal y como había planeado. En el momento preciso en que ninguna máscara de lobo tenía sus ojos posados sobre nosotros, estiré la mano al frente, tomando mi cuerda de fibra con la otra y...

¡Te tengo!

¡Ay!

Todo el plan se fue a la basura. En sólo un segundo, una pequeña niña se estrelló contra nosotros. La impresión me hizo retroceder, echando el brazo para atrás y soltando el agarre que mis dedos sostenían alrededor la cuerda de fibra que estaba escondida en el interior de mi vestido. Aquel pequeño instante perdido fue vital. El diminuto mago que se hallaba pegado a Henry notó que algo estaba mal al percibir mi reacción; miró alrededor, desconcertado, y cuando se topó con lo que la niña había dejado caer de sus manos al chocar con nosotros, una minúscula figura negra como la tinta...

...otra criatura exactamente igual.

¡No!

Tracé un amplio arco hacia el frente con el brazo, pero fue demasiado tarde: el hechicero bajó de un salto del hombro de Henry, escapando por un pelo de los dedos que amenazaban con cerrarse en torno a su cuerpo, y aterrizó con presteza al lado de su compañero. Antes de que pudiese inclinarme para atraparlos a ambos, el primero liberó al segundo de una atadura similar a la que yo llevaba, y ambos se escabulleron por entre las piernas de los invitados, alejándose más y más de nosotros, donde ya no podíamos alcanzarlos o capturarlos. Con una velocidad impresionante, los dos seres se deslizaron por la sala del trono hasta que llegaron a una puerta con guardias apostados a los costados y desaparecieron detrás de la salida.

La chiquilla, que al igual que nosotros había contemplado todo el evento, consternada exclamó:

¡Oh no! ¡La señorita Anisse confiaba en mí! ¡Ahora irán a hacer más daño!

¿Anisse?

Eso significaba Alanna, ¿verdad?

Me giré hacia Henry, intentando ver si la separación del parásito había tenido algún resultado en su forma de actuar, buscando con la mirada cualquier señal de que su ensoñación hubiese flaqueado una vez más. Debía mantenerlo cerca de mí a toda costa, era un aliado importantísimo, y si de alguna forma lográbamos romper su hechizo antes de toparnos con Karel, entonces era posible que contáramos con una ayuda enorme en la inevitable confrontación.

Inmediatamente llevé una mano al hombro de la niña, volteándola hacia nosotros con delicadeza, tratando de no asustarla más de lo que ya estaba. Me bajé a su altura, arrodillándome en el suelo, y clavé mis ojos en los de ella. Tuve que fingir una sonrisa dulce y consoladora, como si la pequeña no hubiera hecho más que romper un plato, aunque por dentro yo también estuviese temblando de angustia.

¿Conoces a Anisse? ¡Es amiga mía! No te preocupes, que todo va a estar bien. Mira—con mi mano libre, apunté en dirección a Henry—. Seguro lo conoces, ¿a que sí? ¡Pero si es el rey! Y si él nos ayuda a ti, a Anisse, y a mí, todo saldrá de maravilla.

Oh, cómo me gustaría creerme lo que estaba saliendo de mi boca. Henry había bajado de robot autómata a tostadora, al menos en lo que el trauma pasaba, y no tenía forma alguna de contactar a Yami, Ragun o Alanna para comunicarles lo que había sucedido. De un momento a otro, nuestro plan había salido volando por la ventana y la nueva situación era de máxima urgencia. Tenía que actuar pronto, y pronto era ya, para solucionar el terrible accidente que bien podía echarnos a perder todo.

¿Crees que puedas llevarnos al rey y a mí con nuestra amiga Anisse, pequeña?

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~MHA - The Threat of Offense and Defence~


Tuve que hacer un esfuerzo titánico para no correr en dirección a la figura rubia de Alanna, arrastrando a Henry de la muñeca mientras guiaba a la pequeña niña con la otra mano. Que nos hubiéramos metido en un aprieto no era algo inusual: era raro cuando una de nuestras misiones no se topaba con algún improvisto. Pero el hecho de haber arrastrado inocentes, en particular una niña, era algo que no podía perdonarme.

Teníamos que arreglar todo. Y pronto.

Annisse, necesito hablar contigo —sentencié de forma brusca, más de la intencionada. Los ojos esmeralda del disfraz de Alanna reflejaron preocupación en cuanto me vieron llegar con semejante prisa, prácticamente arrastrando del soberano del mundo. Bien. Era un asunto grave.

Jeannette, querida. ¿Qué es lo que ocurre?

Si no me equivoco, has estado lidiando con un pequeño problema de plagas, ¿no es así?—expresé de forma críptica, entornando mis ojos rojos. El primer mago había estado atrapado con una atadura
como las de la orden. Aquello tenía que ser obra de la Aprendiza. Con mis ojos en dirección hacia la niña, continué—: Me temo que hubo un accidente, producto de mala suerte. La alimaña que lograste capturar, y otra garrapata que había estado molestando a nuestro rey, se han colado por una de las puertas. Las he perdido de vista.

Fue inevitable distinguir cómo el rostro de Alanna, pese a no ser más que un disfraz, reflejaba de forma precisa sus verdaderos sentimientos. Conforme la chica iba comprendiendo mis palabras, la intranquilidad fue haciendo acto de aparición en su semblante poco a poco, hasta que ya no pudo ocultar más su inquietud.

La joven primero se tomó el tiempo de disculparse con la niña («Apresúrate, esto es importante») y luego retomó la conversación conmigo. Me crucé de brazos, escuchando atentamente las palabras de mi compañera, mientras ella explicaba cómo la legión de Xihn nos había tendido una trampa. La verdadera princesa del corazón, la Cenicienta real, no era la que estaba con Ragun en los jardines, sino que estaba aprisionada en sus propios aposentos, resguardada por Karel. Y lo que fuera que Xihn tenía planeado, estaba ocurriendo de forma simultánea en los demás mundos: la Cité y China también estaban en peligro.

Metimos la pata. Adler está con la Cenicienta falsa en este preciso instante, ¿y dónde diablos se ha escondido River? Nos serviría bastante su ayuda ahora. Necesitamos poner a los inocentes a salvo y--

Majestad, puede que ahora mismo os estéis haciendo muchas preguntas y esto os resulte muy repentino. —Alanna se apresuró a darle órdenes a Henry, sin dejarme terminar. El rey estaba en un estado tan delicado... ¿Sería prudente mandarlo de aquella forma? Su mente podía encontrase todavía en un estado frágil, uno que Alanna tal vez no llegaba a comprender. Pero sí, había obedecido órdenes sin quejarse anteriormente, ¿por qué no
habría de hacerlo ahora?—. Pero os pido de todo corazón que confiéis en mí: el señor Von Zar puede resolveros muchas de las dudas que tengáis. Os recomiendo que vayáis a verle afuera. Y también a vuestra esposa. Seguro que estará con él en estos momentos.

¿Estás segura de esto? —pregunté, enarcando una ceja. Tras ver que Alanna no parecía dispuesta a ceder, me encogí de hombros—. Bueno, al menos podemos estar algo seguras de que no le pasará nada.

>>Su Majestad Henry, por favor. Su esposa y monsieur von Zar lo esperan.


No podíamos hacer nada más que esperar, o que Henry estuviese todavía lo suficientemente atontado como para obedecer todo al pie de la letra, o que hubiese recuperado un poco su discernimiento como para comprender la gravedad de la situación.

Me volví hacia Alanna, expectante, puesto que era obvio que todavía tenía más para decir.

Voy a adelantarme a buscar a Cenicienta antes de que sea tarde. Pero antes necesitamos quitarnos de en medio a los guardias.

Concuerdo. Han dejado pasar a los enanos sin ningún problema, pero no creo que nosotras seamos tan bienvenidas.

¿Crees que podrías entretenerles de alguna forma mientras yo me cuelo al interior del palacio? Si se percatan de que ocurre algo raro en el salón de baile, seguro que pensarán que es cosa de la Orden y tratarán de intervenir.

Aquello me tomó por sorpresa. ¿Yo, a cargo de la distracción, y ella a cargo del rescate? ¡Pero si estaba demente! Y no porque me molestara dedicarme a aquello (puesto que me consideraba bastante bueno en los engaños), sino porque aquella distribución de roles significaba que ella se internaría por sí sola al castillo, donde Karel, sus monstruos de tinta, ¿tal vez Sincorazón?, y quién sabe qué más, la iban a estar esperando.

¿Pretendes plantarle cara a Karel tú sola? No-oh, ni lo pienses —Sacudí la cabeza de un lado a otro, mostrándole mi más profunda desaprobación—. Puedo distraerlos, sin duda, pero no hay forma de que vayas a meterte en las fauces del lobo sin alguien que te acompañe. Voy contigo.

El plan de Alanna era bastante simple, pero igual de arriesgado, puesto que tenía que poner en peligro la integridad de Elia, la pequeña niña, una vez más. La Aprendiza contaba con que la chiquilla pudiese mentir de forma suficientemente convincente como para que los guardias dejaran su puesto, incluso después de haber visto a los pequeños seres de tinta, e hicieran caso a su advertencia de que algo estaba sucediendo en los jardines. Si con ello podíamos alejarlos aunque fuese unos cuantos pasos, entonces seríamos capaces de escabullirnos al interior del castillo.

Lo estás haciendo fantásticamente, pequeña —le dije a la niña, esbozando una sonrisa,
después de que Alanna le hubiese explicado su treta—. El rey y la reina estarán muy agradecidos con su pequeña heroína.

Luego de ello, me acerqué lo más que pude a los guardias que cuidaban la puerta por la que los magos habían desaparecido. Me llevé una mano al pecho, concentrándome en sentir el latido que golpeaba de forma rítmica contra mi pecho, percibiendo su calor, la energía que fluía en mi interior. Con un leve resplandor rojizo, apenas visible por debajo de mi ropa, una serpiente de cascabel con brillantes escamas negras comenzó a reptar de algún sitio del interior de mi pecho.

Mi eidolón Nagini se enroscó alrededor de mi antebrazo como un salvaje brazalete. Levanté mi muñeca hasta que su cabeza estuvo a la altura de mis labios y le susurré palabras que sólo ella podía entender:

Distráelos. Y sal por la puerta del jardín.

Me incliné al frente y dejé que la serpiente se desenroscara hasta el suelo. Con suma velocidad, se deslizaría hasta donde estaban los guardias y pasaría por unos metros frente a ellos, sonando su cascabel, pasaría por detrás de los tronos y se escondería unos segundos antes de salir disparada en dirección a la puerta de los jardines. Si lograba salirse por el hueco inferior, perfecto. Si no lo lograba y la capturaban antes, entonces su Materialización eidolon sería suficiente para volver todo a la normalidad: se esfumaría con la misma rapidez con la que había aparecido.

Vamos —le diría a Alanna, antes de dirigirme con sumo cuidado a la puerta que, presuntamente, había quedado libre para llevar a cabo nuestro plan. Esperaba que con nuestras acciones no hubiésemos empeorado más las cosas y diseñado un plan que nos llevaría directo a una confrontación con toda la guardia del castillo real.

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Mi mascota no está en la ficha, pero como ya hablamos por Skype y como le dije a Denna por MP, en su día fue aprobada; por lo que si no hay ningún problema, re-postearé la ficha en Actualizaciones mañana a primera hora para que se revise y no haya más inconvenientes.
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~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Larga vida a la reina - Ronda #5

Notapor Denna » Lun Nov 06, 2017 3:19 am

Xefil y Alanna


Elia guió a Xefil hacia el rincón donde había dejado a Alanna. La niña cuadraba los hombros y sacaba pecho, deleitándose con las miradas que le dirigían no pocos bailarines al ver a quién acompañaba. Tenía una sonrisa nerviosa, y no dejaba de murmurar para sí:

¡Mi madre va a alucinar!

En cuanto divisó a la chica, tiró del brazo de Xefil para que se diera prisa. Los ratoncitos, que miraban a Alanna preocupados, chillaron al ver la máscara y corrieron a esconderse tras la niña, que los recogió con cuidado.

¡Lo siento mucho, Anisse! —exclamó en cuanto Xefil le contó lo ocurrido con los magos—. ¡Me choqué...!

Henry, mientras, miraba a Xefil con suspicacia.

¿Cómo que mi mujer es una falsa? —preguntó, ofendido, con más emoción que en toda la noche.

No tiene sentido intentar explicárselo —le dijo Jaq—. Ni siquiera nos reconoce a nosotros, que llevamos viviendo en el palacio desde antes de casarse con Cenicienta.

Henry se cruzó de brazos, pero el enfado desapareció tan rápido como había surgido. Mansamente, suspiró y, sin decir nada, dio media vuelta y se perdió entre la multitud, camino al balcón por el que Ragun se había ido antes.

Elia no hizo preguntas sobre la reina —ni siquiera sobre el rey, al que había estado mirando sorprendida—, pero escuchó a Alanna con toda la atención.

Decirles a los guardias que he visto un hada. Vale. Será fácil, ¡no es del todo mentira! Y sí, te lo prometo. Pero ¿qué harás tú? —Admirada, asintió en su dirección y la de Xefil—. Ve con cuidado. ¡Y tú también, señorita Jeannette!

Vieron a los guardias enmascarados dirigir una mirada a la niña cuando esta se acercó, pero no dijeron nada. De hecho, ni la miraron. Entonces, Nagini reptó delante de ellos. Elia la vio, e incluso desde la distancia notaron que se ponía lívida de terror. Chilló antes de salir corriendo hacia una señora alta y morena, pero con el ruido de la música, nadie la oyó más que ella.

Y, sin embargo, algo cambió en los guardias. Sus posturas cambiaron; se tensaron y se relajaron de repente, como si acabaran de electrocutarse. Entonces, se apartaron de la puerta, cabizbajos.

Parecía idílico. Pero al probar a acercarse, no reaccionaron lo más mínimo. La respuesta a ese misterio se encontraba tras la puerta.

¡Sorpresa! —exclamó un familiar chico rubio. Sonreía, pero no se le veía especialmente alegre—. Rápido, no tenemos mucho tiempo. Si estáis aquí, supongo que ya habréis averiguado lo de Cenicienta y... Un momento, ¿y Ragun?

Yami bufó.

¡Pues tendrá que arreglárselas, que ya es grandecito! Cuando llegue medianoche y se descubra el pastel, ya vendrá... Supongo.

Por algún motivo que quizás no querrían preguntar, Yami se conocía bien la distribución del palacio. Los guió con presteza hasta un piso subterráneo sin hablar demasiado. Si Xefil se atrevía a mencionar lo de la Llave Espada Oscura, los labios de la Maestra se quedarían formando una preocupante línea. Tragó saliva antes de contestar:

Tenemos que darnos más prisa de la que me pensaba.

Que no hubiera añadido su característico «chocobitos» implicaba hasta qué punto se encontraban en una situación crítica. No respondió ninguna de sus preguntas, si es que las tenían, y les dejó disfrutar del silencio que reinaba en el camino.

La música del baile quedaba apagada, relegada a un segundo plano. Eso les permitió avanzar con la suficiente rapidez y cautela como para darse cuenta de que no había ni rastro de los Sincorazón o de las criaturas de tinta de Karel. Tras dejar escaleras y pasillos atrás, oirían un curioso ruido al llegar a la antesala de los aposentos de Cenicienta. En el pasillo había cuatro habitaciones, y en principio ninguno de ellos sabía dónde estaría la Princesa del Corazón. Ni siquiera Yami.

Tres pequeñas figuras emergieron de las sombras, a su izquierda, pero alzaron los brazos al ver a los caballeros. Y se asustaron sobremanera al ver las máscara de Yami y de Xefil.

¡S-Somos nosotros! —protestó Jaq, intimidado por la estampa que presentaban.

¿Es que quieres que te oiga todo el castillo? —Estuvo a punto de pegarle un capón el ratón del vestido. Los tres se acercaron—. Sabemos que no podemos hacer mucho, pero...

Pero queremos a Cenicienta. Es nuestra amiga.

Consciente de lo que la máscara provocaba en Jaq y Gus, la Maestra de Tierra de Partida la guardó y se agachó frente a los animales. Pudieron ver cómo suspiraban de alivio. Yami les sonrió con dulzura, si bien permanecía en tensión.

Haremos todo lo que podamos por ella, y aceptaremos encantados de que nos ayudéis. ¿Sabéis cuál es su habitación?

La ratoncita señaló la que había más al fondo.

Es esa, pero… no estaba sola.

Entiendo. —Miró a los Caballeros y susurró—:. Recordad lo que hemos hablado. Nada de daños. Nos da igual que Karel escape, ¿me habéis entendido? Ni explosiones, ni magias descontroladas. Cenicienta es demasiado importante.

Con la Maestra a la cabeza, los Cabelleros en medio y los animales al final, cruzaron las puertas del dormitorio de Cenicienta, sin saber lo que se esperaban. Todo fue muy confuso porque no habían hecho más que poner un pie dentro cuando sonó un gran estruendo en la lejanía. Una campanada. Las doce.

Una nube de chispas blancas envolvió la sala, pero no duró mucho. Ellos no lo sabrían por la falta de experiencia en ese tipo de transformaciones, pero la magia que se disolvía en el aire fue absorbida a una velocidad anormal. Cómo si algo estuviera alimentándose de ella.

Y no era lo único anormal en el cuarto. No había ni un solo mueble, ni una cama, ni una lámpara. Nada. La única luz visible, entraba por una pequeña ventana abierta y… por el círculo gigante que tenían bajo sus pies.

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Yami ahogó un grito y se adelantó en conjurar una pequeña luz que les sirvió para ver lo que había en el centro de éste. Allí, pálida como un cadáver, se encontraba la verdadera Princesa del Corazón a la que habían estado buscando toda la noche. Parecía agotada, como hubiera perdido todas sus fuerzas, y su aspecto en general estaba descuidado, enfermizo.

Pero lo peor eran sus ojos. Amarillos como los de un Sincorazón. Sus dilatadas pupilas eran como dos pozos negros sin fondo.

Horrorizada, Yami se acercó un paso.

T-Te sacaremos de aquí...

¡MARCHAOS! —rugió, con una voz grave demasiado fuera de lugar en su cuerpo maltrecho.

Un centenar de pinchos de oscuridad empezaron a surgir alrededor de ella, protegiéndola. Si se fijaban, distinguirían una forma concreta y muy, muy familiar. Todos la habían visto en algún momento de sus vidas. Todos la habían sostenido en sus manos: eran versiones oscuras de la Llaves Espada inicial Cadena del Reino.

Tras ellos oyeron una voz afectada.

¿No veis que la reina no quiere ser molestada? —dijo Karel, fuera de la habitación, con su cuaderno bajo el brazo. Casi sonreía. En su hombro izquierdo descansaban los dos espías que se habían escapado de Xefil y de Alanna—. Unos pajaritos me han avisado de que vendríais.

Un tercero reposaba en el derecho.

Aunque, por supuesto, llegáis demasiado tarde.

La embestida fue brutal. Ninguno habría visto a Yami cruzar la habitación, Llave Espada en mano, y arrojarse contra el general de Xihn, pero chocó contra la barrera que ya se había alzado. El golpe fue tan tremendo que Karel retrocedió, aunque sin daño alguno. Los pequeños magos se asustaron, pero se lanzaron a la acción de inmediato.

Uno se quedó en su forma original y persiguió a los roedores, por si trataban de sacar de allí a Cenicienta o de avisar a alguno de sus compañeros. Los otros dos mutaron y se lanzaron a por los Caballeros. En otras circunstancias, aplastarles habría sido sencillo. Pero claro, no iban a pelear en una forma tan poco ventajosa.

Por lo que se fusionaron.

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La enorme espada estuvo a punto de rebanarle la cabeza a Xefil, partiendo parte del marco de la puerta y quedándose unos segundos atorada en él. Y su Maestra no estaba en condiciones de ayudarles. La criatura que había invocado Karel para ella no parecía dispuesta a dejarla ir

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Pelear en un espacio tan pequeño podría acarrearles muchos problemas, pero también podían aprovecharse de su tamaño para contraatacar. ¿Pero no era más importante sacar de allí a Cenicienta? Aunque claro, parecía imposible acercarse a ella con semejante defensa. Además, nada indicaba que fueran a tener consideración con la joven, por delicado que fuera su estado.

Yami les había ordenado no hacerle daño, pero Cenicienta tenía sus propios planes. Karel, protegido por su barrera, apareció al lado de la Princesa y le susurró algo al oído. Algo que a Cenicienta no le hizo mucha gracia, pero no la oyeron quejarse. Cerró los ojos y, al instante, el círculo empezó a brillar.


*


Ragun


La falsa Cenicienta intentó disimular su culpabilidad sin mucho éxito.

B-b-bueno, ¡quizás me prometió las tres cosas! ¿Y qué? —chilló.

Se cruzó de brazos, todavía sentada en el suelo, y lo miró con el ceño fruncido mientras Ragun hablaba. Sólo relajó la expresión al oír las palabras «reina de un mundo», y ni siquiera entonces tardaron en reaparecer las sombras de preocupación. Pero le dejó terminar hasta que...

¿Asesinarme? —repitió, interrumpiéndolo de golpe—. ¡No! ¡De ninguna manera! Eso disgustaría muchísimo a Cenicienta, y no se atrevería.

Entrecerró los ojos.

Mira, no es por dármelas de importante, pero es verdad. Mi hermana y yo pasamos mucho tiempo juntas, y cuando Karel está fuera soy yo la que la acompaña en sus... crisis nerviosas. No me importa tener que suplantarla si así está bien. Karel cuida de ella. En serio, la tiene más consentida de lo que a mí me tenía mi madre. Y eso es mucho —le aseguró, abriendo mucho los ojos—. La adora. No haría nada que pudiera afectarla. Por eso esta noche no quería arriesgarse a que apareciera en público. Tiene que guardar fuerzas para el plan...

Anastasia hundió los hombros. Siguió la trayectoria del puñal con la mirada y se puso a la defensiva, pero no gritó más.

No quiero más castillos. Fui mala con Cenicienta y quiero compensárselo. Si tú o los tuyos podéis ayudarme... pero Karel...


Pareció reflexionarlo un momento. La chica suspiró, y luego dijo:

Karel se encuentra con Cenicienta en los aposentos reales. Hace un par de días, dibujó ese extraño círculo que... No sé qué será, porque a la mínima que intentaba acercarme empezaba a sentirme mal, como si me pusiera enferma. A Ceni... le afecta muchísimo.

Su voz fue silenciada por una sonora campanada. Medianoche había llegado.

A la vez, una nube de chispas blancas los cubrió a ambos. Era de suponer que a sus compañeros, allá donde estuvieran, les estaba ocurriendo lo mismo. Pero Ragun pronto dio con un problema extra: sus dos disfraces desaparecían. Quizás fuera por la poción, que no era capaz de diferenciar una ilusión de otra. Fuera por el motivo que fuera, la nube se disipó y reveló el verdadero aspecto de ambos.

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Anastasia, que era una chica de apariencia muy distinta a la de Cenicienta, reaccionó mucho mejor de lo que cabía esperar.

Vaya. Hola —dijo, repasándolo con una curiosa mirada—. Ya entiendo a qué venía el hechizo. ¿Siempre vas con el pecho al aire? No parece muy práctico, pero bueno.

Escuchó su respuesta con bastante interés mientras se encaminaban de vuelta al castillo. Fue poco antes de entrar cuando un grito los alertó.

Medianoche no les había afectado sólo a ellos. Pudieron comprobarlo enseguida: las criaturas de Karel no destacaban por tener un aspecto disimulado. Habían arrinconado a los humanos contra las puertas del palacio, que permanecían abiertas, pero una barrera mágica impedía que nadie saliera. La gente chillaba aterrorizada, pero los monstruos no hacían ademán de atacarles... todavía. Al verlos, Anastasia gimió de miedo. No tenía pinta de que los hubiera visto antes.

¿Esto es cosa de Karel?

No se veía por ninguna parte a Xefil ni a Alanna, ni siquiera al príncipe Henry. Anastasia chasqueó la lengua y le señaló una de las puertas que había al fondo de la sala, tras los tronos, que estaba abierta de par en par.

Por ahí podemos llegar a los aposentos de Cenicienta —le avisó, sin dejar de mirar de reojo a las criaturas.

¿Debía Ragun dejar a las criaturas campar a sus anchas? De momento eran pacíficas, aunque ¿cuándo un general de Xihn había actuado de forma pacífica? Pero si Ragun se entretenía con ellas, las consecuencias podían ser catastróficas.

En total eran seis magos. Ser alcanzado por un hechizo suyo supondría ver reducido su propio poder mágico, pero tenía la daga de Anastasia bañada en Corrupción, lo cual le facilitaría mucho el trabajo... Ahora bien, ¿era prudente exponerse de aquella manera ante los ciudadanos?

Anastasia le acompañaría si se marchaba, pero lo haría con remordimientos. De la misma manera, no se mostraría muy contenta de quedarse rodeada de monstruos, pero escucharía a Ragun y obedecería sus órdenes, siempre y cuando las formulara debidamente.

Por suerte (o no), llegó alguien que quizás le ayudaría a decidir...

Ragun:
VIT: 199/200
PH: 75/88


***


Malik


La Dama del Lago cerró los ojos y expiró. La serpiente emitió un chillido horroroso y se convulsionó, pero pronto cayó junto a su otra mitad. Las dos se sumergieron en el lago y pronto desaparecieron.

El Hada Madrina cerró los ojos y murmuró lo que parecía ser una plegaria.

Malik tuvo que atarse la espada al cinto y esconderla con la capa. Era un arma mágica demasiado poderosa y no le reconocía como amo o portador, de modo que no podía hacerla aparecer o desaparecer a su antojo. Sin embargo, no le sería difícil esconderla. Ni Iwashi ni Nicoxa dieron señales de aparecer en todo ese tiempo.

Quizás deberíamos marcharnos —sugirió el hada con delicadeza.

No parecía esperanzada, pero sí aliviada cuando Malik se mostró conforme. El plan de utilizar la espada contra Cenicienta ya no le hizo tanta gracia —incluso dio un respingo cuando el Caballero lo mencionó—, pero se mordió la lengua a sabiendas de que no tenían un plan mejor.

¿Montar? —preguntó, alzando las cejas—. Pero si aquí no hay ningún ca... ¡Oh!

El Hada Madrina abrió mucho los ojos al ver a Pegaso, pero de inmediato soltó una carcajada jovial. Maravillada, le acarició la crin y el cuello, y el caballo relinchó encantado con tantas atenciones.

Resultó que no sabía montar, como le explicó a Malik mientras la ayudaba a subir. Las hadas se desplazaban volando o con un golpe de varita y un eficaz teletransporte pero, por suerte, aquello no fue un problema. La mujer se aferró a Pegaso, muy concentrada para no caerse, y apenas se atrevió a moverse durante todo el viaje. El caballo surcó el cielo raudo y veloz, dejando atrás a todos los Sincorazón voladores que salieron a su paso. Antes de que se dieran cuenta, habían llegado a palacio, y el Hada Madrina le indicó que aterrizara cerca de uno de los balcones vacíos. Cenicienta se encontraba en sus aposentos, y no había ninguna ventana lo bastante grande a través de la cual acceder. El camino más rápido era cruzando la entrada principal.

Pero algo iba mal. Tan mal que quizás ni siquiera Pegaso supondría un problema.

La sala del trono estaba amenazada por seis criaturas de tinta de Karel y cerrada por una barrera mágica como la que habían visto en el claro. Podían cruzarla para entrar en el castillo, con eso no habría problema, pero a juzgar por lo que estaban viendo, salir resultaría imposible.

Malik vio a Ragun al otro lado de la sala, y Ragun le vio a él. El Hada Madrina ahogó una exclamación al reconocer a la chica que lo acompañaba, pero algo más llamó su atención.

Hay una fuente de magia muy poderosa en este edificio —le confió a Malik—. No... ¡Hay dos! Una de ellas se encuentra con Cenicienta, y es... es algo terrible. ¡Tanta Oscuridad...! ¡Apenas puedo concentrarme!

La mujer se llevó las manos a la cabeza.

Está en esta sala. C-creo que podría ser lo que mantiene la barrera, pero no consigo... no consigo localizarlo. Debería tratarse de un círculo, uno grande y en esta misma habitación. Cerca... Si lo destruimos...

Fue pronunciar esa última palabra y todos los hechiceros giraron las cabezas hacia ella a la vez. Parecía que la señalaban como una amenaza, y estaban dispuestos a desatar toda su magia contra ella... sin importar los daños colaterales.

Malik:
VIT: 100/120
PH: 41/54


Poción y Éteres retirados


*


Nicoxa


¿Razón banal? —repitió la reina, pestañeando—. Pero, niña, ¿es que no lo ves? ¡No tenéis nada que hacer contra una criatura como Xihn! ¡Su magia es algo que ni siquiera yo había visto jamás! —exclamó con una mirada de ensoñación—. Lo mejor que se puede hacer es unirse a ella... y yo he sido escogida...

Elyon estaba ciega ante la realidad, y tratar de explicárselo era inútil. Lo suyo era una obsesión.

Por suerte, su aturdimiento consiguió ganarle a Nicoxa el tiempo suficiente como para auxiliar a Iwashi y rescatar a Verdín. Su magia no se había visto afectada por la corona de flores, pero se las arregló para evitar que la Maestra muriera.

Ésta, casi sin fuerzas, reunió el poder suficiente como para abrir una salida. Elyon gritó de rabia y lanzó un último gran hechizo contra los tres, pero el Portal se cerró antes de que lo atravesara.

Imagen


El otro extremo del Portal se abrió sobre Tierra de Partida, y los tres cayeron sobre la mullida hierba con un leve golpe. Un grupo de aprendices que se encontraban entrenando soltaron gritos de sorpresa al verles, pero un par mantuvieron la suficiente sangre fría como para avisar a Nithael.

El ángel había acudido de inmediato. Al cabo de pocos minutos, Iwashi, Nicoxa y Verdín se encontraban en la enfermería del castillo.

Se recuperará —aseguró Nithael, aplicando magia curativa sobre la Maestra con el rostro contraído por la preocupación—. ¿Qué ha ocurrido, Nicoxa?

Mientras la chica le ponía al corriente, Iwashi abrió los ojos. Miró más allá de Nithael, fijándolos en Verdín.

¡Él! —rugió.

Iwashi...

¡Tendrías que haber dejado que se pudriera ahí abajo! —le recriminó a Nicoxa—. ¡Es nuestro enemigo! ¿Es que no has aprendido nada en todos estos años? ¡Ellos no sienten compasión alguna! ¿O pretendías que lo curáramos para devolvérselo a Xihn, eh?

Nithael miró a la aprendiz de reojo, pero no intercedió por ella. Era difícil saber en qué estaba pensando. Que no reprobara los gritos de Iwashi señalaba que, al menos hasta cierto punto, compartía su mismo punto de vista.

Como si el silencio del ángel la alentara, Iwashi se incorporó y, antes de que nadie pudiera detenerla, clavó la lanza de nuevo en el estómago de Verdín. El pequeño hombre escupió algo de sangre y abrió mucho los ojos, pero pronto dejó de ver.

Esto va por mi hijo. Asqueroso, desgraciado de...

Iwashi gruñó, llevándose una mano a sus heridas, y Nithael volvió a recostarla de nuevo.

Será mejor que vuelvas a Castillo de los Sueños —le dijo muy rápido, sin apartar la mirada de la pelirroja—. La misión no ha terminado todavía, ¿no es así? Y tus compañeros te necesitan. Vamos, te abriré un portal en el palacio...

Pero antes de que Nicoxa pudiera cruzarlo, Iwashi la detuvo.

Gracias por darme la oportunidad de matarlo con mis propias manos —masculló.

Nunca habría oído tanto sarcasmo ni tanta frialdad en una sola frase. Iwashi se negó a oír sus excusas y Nithael carraspeó. Le puso una mano en el hombro y apretó con suavidad, sin saber muy bien qué decir.

Intentaremos restablecer la conexión de los móviles desde aquí. Si averiguáis algo de los grupos de París y de China, o si necesitáis refuerzos, avisadnos. Suerte.

Spoiler: Mostrar
Toda la VIT y los PH de Nicoxa restablecidos al máximo (cortesía de Nithael).

Su ruta se suma a la de Ragun y de Malik, llegando al final de ésta.


* * *


Fecha límite: jueves 9 de noviembre


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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Drazham » Jue Nov 09, 2017 12:32 am

Tantas parafernalias para elaborar una estratagema y los guardias ignoraron por completo a Elia. De no ser porque hubiese llamado la atención, Alanna habría exclamado un sonoro «¡Venga ya!» de frustración de no ser porque al momento, todos y cada uno de los guardias sufrieron un notable rictus que los dejó como muñecos sin vida.

Enarcó una ceja e intercambió una mirada críptica con Xefil.

¿Pero qué…?

¡Sorpresa!

Alanna pegó un saltito del susto y se volteó, con la mano al pecho. Tan absorta estaba con la “caída” súbita de los guardias que no vio venir al hombre rubio que servía de disfraz a su maestra.

¡Cielo santo, no nos deis esos sustos! —le reprendió a Yami con un susurro. Resopló y se forzó a componer una sonrisa—. Pero me alegra veros. Tenemos que…

Rápido, no tenemos mucho tiempo. Si estáis aquí, supongo que ya habréis averiguado lo de Cenicienta y... Un momento, ¿y Ragun?

Alanna todavía tenía la boca entreabierta, como una bobalicona, tras que la interrumpiese Yami. La cerró con lentitud y se pasó una mano por el pelo, resignada. Por lo menos se libraban de tener que explicarle el lío en el que les metió Karel, aunque no dejaba de sentirse molesta consigo misma, como si no hubiesen hecho mucho mientras la mujer se encargaba de sus asuntos.

Dejó que Xefil se lo explicará, puesto que fue el último que lo vio antes de separarse.

¡Pues tendrá que arreglárselas, que ya es grandecito! Cuando llegue medianoche y se descubra el pastel, ya vendrá... Supongo.

Que alentador. Pero tampoco es que dispusiesen del tiempo necesario para recoger a Ragun. Antes de seguir a Yami al interior del palacio, echó un último vistazo por encima del hombro hacia el salón de baile. Le alivió comprobar que Elia cumplió con su promesa y se apegó a una mujer que sería su madre. La pobrecilla todavía estaba aterrada por lo de la serpiente de Xefil.

Y ella misma también, para que negarlo. Por poco se le salió el corazón de la boca cuando al chico le comenzó a brotar una criatura negra y alargada del pecho. Otra imagen innecesaria para su atormentada mente.

«Déjanos el resto a nosotros, Elia.»

Dio media vuelta y aceleró el paso para no perder a Yami. Ahora le tocaba a ella cumplir con su promesa.

* * *


Por cada tramo que les hacía recorrer Yami por aquel pasaje del subsuelo, la melodía de los violines se volvía cada vez más débil y sorda. La música del salón del baile era distante, cosa que Alanna agradeció en parte. Por mucho que esa panda de aristócratas ignorantes la adornasen de celebración, no era más que una sonata falsa que no hacía sino camuflar la calamidad que podía acontecer si no se daban prisa.

Yami permaneció en completo silencio durante el trayecto. Si ya de por sí su propia necesidad de urgencia la ponía ansiosa, que una maestra también la tuviese no hizo sino ponerla aún más de los nervios. En un principio quiso compartir con ella las crisis por las que estarían pasando París y China, pero la ausencia de palabras se lo dejó claro: no haría falta.

Tan solo quería que acabase todo y poder saber algo de Nikolai, de Celeste, de Fátima… Ojalá pudiese dejar de rezarles a los dioses por su bienestar a cada minuto que pasaba.

Y esa calma que reinaba la estaba matando por dentro de la ansiedad. Ni un solo Sincorazón o enemigo a la vista después de todos esos pasillos atravesados. Quería creer que Karel estaba tan orgulloso y seguro de su propio triunfo que se permitía no apostar más de sus criaturas por el resto del palacio. Sí, quería creerlo de verdad.

Llegaron a una pequeña estancia en la que se suponía que estaban los aposentos de Cenicienta, pero se les presentaban cuatro puertas. Se mordió el labio inferior. Antes de que ninguno se plantease que puerta escoger, tres siluetas diminutas emergieron de las penumbras de la estancia. Alanna se puso en guardia, pero…

¡S-Somos nosotros!

Relajó los músculos y suspiró de alivio. No eran las dichosas criaturas de tinta.

Ya pensaba que os había perdido de vista —espetó con una sonrisa cansada. Entonces se fijó en que los tres ratones observaban con temor a Yami y a Xefil—. ¡Oh! No os preocupéis por ellos. Son amigos míos.

Aunque le habría hecho mucha más gracia si no hubiese estado tan tensa; una máscara de serpiente y otra de gato, ¿eh? Menos mal que le dio por coger la de pájaro.

Sabemos que no podemos hacer mucho, pero...

Pero queremos a Cenicienta. Es nuestra amiga.

Alanna entrecerró los ojos y tensó la mandíbula. No quería estar haciendo más promesas en alto; quería que el caso de Elia fuese la excepción. Menos mal que Yami le ahorró tener que hacerlo al acercarse a ellos.

Haremos todo lo que podamos por ella, y aceptaremos encantados de que nos ayudéis. ¿Sabéis cuál es su habitación?

Es esa, pero… no estaba sola.

«Que bien. ¿Es ahí donde te escondías, Karel?»

Entiendo. —Alanna se acercó a Yami cuando esta les encaró—. Recordad lo que hemos hablado. Nada de daños. Nos da igual que Karel escape, ¿me habéis entendido? Ni explosiones, ni magias descontroladas. Cenicienta es demasiado importante.

Quería pensar que no tendría que recurrir a su fuego el resto de la noche, con lo poco discreto que era. Tan solo le quedó adentrarse con los demás a la habitación en la que estaba Cenicienta y torcer el tobillo al poco de pasar el umbral cuando la escuchó: una campanada.

La neblina de chisporroteos la asustó en un principio, pero pronto se dio cuenta de que no parecía dañina, ni tampoco un ataque enemigo. Se esfumó en un chasquido, y una desorientada Alanna giró de un lado a otro hasta dar con sus compañeros. Sin embargo, no pudo si no quedarse un poco descolocada con lo que vio.

Hasta que cayó: medianoche. La magia de la pócima se acabó, volviendo a sus aspectos originales. Se miró las manos, ya no delicadas y blanquecinas, sino enguantadas. Anisse se había marchado para volver a los mares de su imaginación.

«Y una vez más tenemos a la vieja Alanna. La de toda la vida.»

No es que le hubiese desagradado la experiencia. Fue curioso y divertido ser otra persona durante unas horas, pero prefería que la viesen por lo que era en realidad. Suficientes años ocultando parte de lo que era.

Pero, oh, cuando su atención pasó al interior del cuarto… Todo aquello desapareció de su mente. Abrumada y deficiosa por culpa de aquella luz intensa, rojiza. Había magias portentosas, y luego esa cosa que le estaba machacando los sentidos con solo acercarse.

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Y si eso no terminó por hacer que se estuviese desdoblando de la angustia, lo que casi lo consiguió fue la efigie que se situaba en el centro del círculo. Maltrecha, desaseada como si se hubiese pasado allí encerrada durante una eternidad, y unos fulgurantes ojos ambarinos que no eran difíciles de reconocer.

¡Oh, dioses! —Se llevó una mano a la boca, horrorizada.

Cenicienta. La auténtica, la que estaban buscando desde un principio. O lo que quedaba de ella.

T-Te sacaremos de aquí...

¡MARCHAOS!

Alanna ahogó un grito y retrocedió nada más emergieron una marabunta de estacas negruzcas y repulsivas que se agolparon alrededor de la reina. Si el parentesco de sus ojos con los de un Sincorazón ya era un signo alarmante, la gota que terminó de colmar el vaso fue la forma que tenían los pinchos, demasiado obvia para no reconocerla. Hacía ya mucho tiempo que no empuñaba la Cadena del Reino, pero nunca antes vio una que fuese… oscura.

¿No veis que la reina no quiere ser molestada?

Y lo tercero que reconoció fue esa voz. Esa insufrible voz que desató algo en su interior y que hizo que se voltease cual centella. Toda la noche esperando encontrárselo para resarcirse de las veces pasadas, y en el momento que el titiritero apareció delante de sus narices, sus piernas no le respondían para lanzarse a por él.

Unos pajaritos me han avisado de que vendríais.

Lo peor de todo es que lo que la detenía no era la promesa a Nikolai.

Aunque, por supuesto, llegáis demasiado tarde.

Pero una vez más, lo que a ella le faltaba de aplomo le sobraba a Yami. Fue ver la puñetera barrera con la que bloqueó el ataque de la maestra y darse cuenta de por qué reprimió su impulso de hacer lo mismo. Siempre igual, por eso lo odiaba tanto. Escondiéndose tras su magia y sus monstruos de tinta.

Los cuales no tardaron en saltar y juntarse para crear una aberración mayor y más peligrosa. Alanna abrió los ojos y se puso tensa.

¡XEFIL!

Gracias a los dioses que el chico gozaba de buenos reflejos y evitó por los pelos esa monstruosidad de espada. Alanna no se lo pensó ni un instante en desenguantarse las garras y salir disparada a por la mole. Enfrentarse cara a cara con él sería un maldito suicidio, por lo que se propulsó con la ayuda extra de un Embate ígneo para deslizarse y colarse entre sus piernas. Clavando sus garras en el suelo para frenar y dar media vuelta, se aferraría a una de ellas para levantarla y mandar al coloso de morros contra el suelo.

Puestos a arriesgarse a que le hiciese mella en su fuerza con uno de sus ataques, prefería hacer uso de ella antes de que fuese tarde.

Iría a llamar a Xefil para que le siguiese en su acometida, pero la figura de Karel al lado de Cenicienta que pilló por el rabillo del ojo la alarmó. Fuera lo que le susurrase ese malnacido, sirvió para que la reina hiciese su movimiento.

Fue verla a ella, concentrándose a la par que el círculo refulgía con un aura peligrosa, y recordar con horror lo de que la Cité estaba ardiendo.

¡No lo hagáis! ¡¡Deteneos!! —le rugiría a viva voz, agolpándosele los latidos desenfrenados de su corazón—. ¡No seáis estúpida! ¡Lo único que conseguiréis es desatar una catástrofe y condenar a muchísima gente inocente! ¿Acaso no os dais cuenta de la cantidad de personas que se hallan ahora mismo en palacio? —Por no mencionar al resto de las que habría en el mundo—. ¿De que vuestro esposo, el rey Henry, está entre ellos? ¡¿Es que no os importa lo que le pueda ocurrir?!

Estuviese la criatura del tinta tirada al suelo o no, aprovecharía cualquier apertura para enfundarse su Llave Espada en forma de grebas y descargarle una coz potenciada con un Aturdidor, ya fuese en la cabeza o en cualquier parte que lo desestabilizase. Debía cuidarse de que esa maldita cosa no la cazase con ninguna de sus ataques o tendría serios problemas.

Os ha coaccionado con Henry, ¿verdad? ¿Ha amenazado con hacerle daño si no obedecíais? —Volvería a alzar la voz, clavándole una mirada envenenada a Karel—. ¿De verdad os creéis las promesas de esa rata a la que llamáis hada madrina? ¿Qué clase de hada os hace sufrir de esa manera? No es más que un parásito que se está aprovechando de vos. —sisearía con repulsión—. Igual que ese pútrido engendro disfrazado de mujer al que sigue. ¡Atrás!

Eso último se lo gritaría a Xefil o a Yami, dependiendo de quien tuviese más complicaciones combatiendo. Exhalaría su aliento de fuego para achicharrar vivas a cualquiera de las dos criaturas de tinta que estuviesen dando más problemas.

Si Cenicienta no reaccionaba, si seguía concentrada en canalizar la magia del círculo por mucho que le gritase, recurriría a una última baza. Karel no iba a ser el único que usase el chantaje contra ella.

¿Qué pensaría vuestra Hada Madrina, la auténtica, si os viese así? —le recriminría con dureza—. La he visto dolida, ¿sabéis? Sufriendo, derramando lágrimas. Por vos. Se siente culpable por no haber podido protegeros de esta mala bestia. La pobre mujer solo busca vuestro bienestar… y no esto. Así que por favor, por favor no me hagáis tener que decirle que es demasiado tarde para vos.

«No me hagáis romperle el corazón.»

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Embate Ígneo (HC) [Nivel 5] [Requiere Afinidad a Fuego; Fuerza: 8; Cuerpo a cuerpo: 10]. El usuario se propulsa levemente con la fuerza de las llamas para arremeter con un golpe que genera una ligera explosión al conectar. Bajas posibilidades de causar quemaduras.

Aturdidor (HC) [Nivel 8] (Fuerza: 12) Aturde a los enemigos cercanos con un solo golpe, impidiéndoles lanzar ataques físicos.

Aliento de Dragón (HM) [Nivel 8] [Requiere Afinidad a Fuego; Poder Mágico: 15]. El usuario coge aire durante unos instantes para seguidamente lanzar una bocanada de fuego por su boca que puede llegar a golpear enemigos hasta a dos metros de distancia. Bajas probabilidades de causar quemaduras.
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Re: Larga vida a la reina - Ronda #5

Notapor Sombra » Vie Nov 10, 2017 2:05 am

B-b-bueno, ¡quizás me prometió las tres cosas! ¿Y qué? —admitió con un chillido.

Me puse a hablar. En parte era palabrerías, pero teniendo en la situación no sería complicado cumplir mi palabra a la larga.

¿Asesinarme? —Preguntó como si no hubiera escuchado claramente lo que acababa de decir—. ¡No! ¡De ninguna manera! Eso disgustaría muchísimo a Cenicienta, y no se atrevería. Mira, no es por dármelas de importante, pero es verdad. Mi hermana y yo pasamos mucho tiempo juntas, y cuando Karel está fuera soy yo la que la acompaña en sus... crisis nerviosas. No me importa tener que suplantarla si así está bien. Karel cuida de ella. En serio, la tiene más consentida de lo que a mí me tenía mi madre. Y eso es mucho —explicó muy segura—. La adora. No haría nada que pudiera afectarla. Por eso esta noche no quería arriesgarse a que apareciera en público. Tiene que guardar fuerzas para el plan...

Plan... —murmuré, pero no me dio tiempo a preguntar pues la falsa Cenicienta continuó hablando.

No quiero más castillos. Fui mala con Cenicienta y quiero compensárselo. Si tú o los tuyos podéis ayudarme... pero Karel... Karel se encuentra con Cenicienta en los aposentos reales. Hace un par de días, dibujó ese extraño círculo que... No sé qué será, porque a la mínima que intentaba acercarme empezaba a sentirme mal, como si me pusiera enferma. A Ceni... le afecta muchísimo.

En ese momento, una ensordecedora campanada inundó la noche. La media noche. La magia del hada madrina empezó a deshacerse y con ello mi aspecto real salió a la luz. Vi como mis manos, de color pálido se tornaban azules, como mi cabello blanco crecía y se tornaba negro y también noté como de mi cabeza se alzaban unos imponentes cuernos. Pero no fui el único en ser afectado, la magia que mantenía a la falsa Cenicienta en aquella forma también se deshizo mostrando una mujer pelirroja.

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Hice aspavientos con las manos, como si intentase ocultar mi apariencia, sin embargo la mujer no gritó como me esperaba.

Vaya. Hola —dijo más curiosa que asustada—. Ya entiendo a qué venía el hechizo. ¿Siempre vas con el pecho al aire? No parece muy práctico, pero bueno.

Me lo dicen mucho —ladeé la cabeza—. Aunque siempre puedo ponerme una armadura si la necesito.

Entonces, un grito nos alertó a ambos. Entramos de nuevo en palacio y nos encontramos algo horrendo: Los guardias se habían transformado en monstruos (eso supuse pues no veía a los guardias por ninguna parte) y la gente estaba aterrorizada por su culpa y lo que era peor... Una barrera mágica impedía que los civiles huyeran. ¿Qué planeaba Karel? ¿Masacrar inocentes? ¡Monstruo!

¿Esto es cosa de Karel?

Desde luego —apreté los dientes.

Busqué con la vista a Xefil y a Alanna, no debería costarme distinguirlos pues conocía mejor sus aspectos reales que los disfraces, sin embargo no fui capaz de encontrarlos o sentirlos, por lo que deduje que no estaban cerca.

Por ahí podemos llegar a los aposentos de Cenicienta —informó la mujer.

Utilizaré mis poderes para defender a la gente.

Dos portales de oscuridad surgieron a mi lado convocando mi magia Grandullón. Ambos sincorazón estarían a la defensiva y correrían a atacar a las criaturas de tinta de Karel si trataban de atacar algún inocente... Aunque por ahora parecían tranquilas prefería asegurarme.

Recuperé una pequeña porción de mi magia utilizando mi Éter Sangriento.

Nuestra prioridad es Cenicienta, mis sincorazón deberían retener por un tiempo a esos monstruos —dije antes de empezar a correr en la dirección que Anastasia había dicho—. No te separes de mí.

Fue entonces cuando Malik hizo acto de presencia en la sala. El hombre estaba siendo acompañado por el Hada Madrina y entonces los seis magos se giraron hacia su dirección.

Espera cerca de la puerta, voy ahora.

Me dirigí hacia Malik a toda prisa con la Llave Espada invocada.

¿Puedes quedarte aquí y defender a esta gente? Mis sincorazón te obedecerán y... —Le tendí la daga corrupta—. Esta daga tiene corrupción, ten cuidado. Con ella tal vez puedas encargarte de los monstruos más fácilmente, debo ir a por Cenicienta —expliqué rápidamente.

Eché a correr hacia arriba tratando de esquivar a los monstruos de tinta para reunirme con Anastasia y seguir nuestro camino para rescatar a Cenicienta y derrotar a Karel.

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▪ Grandullón (HM) [Nivel 30] [Requiere Poder Mágico: 30, Afinidad a Oscuridad; Título de Maestro] El personaje invoca dos sincorazón de tipo Grandullón que luchan junto al personaje y obedecen sus órdenes.

▪ Éter Sangriento (HC) [Nivel 10] [Requiere: Resistencia-10, Poder mágico-10] El usuario sacrifica parte de su resistencia para recuperar puntos para habilidades gastados (4 puntos de Resistencia sacrificados = 10 puntos de habilidades).*Tras el empleo de esta habilidad no se podrá usar Cura sobre sí mismo.
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Sito » Vie Nov 10, 2017 2:45 am

Nicoxa puso los ojos en blanco mientras escuchaba las taradeces que soltaba Elyon y finalmente huyeron de ahí con el portal.

Aparecieron en Tierra de Partida, y gracias a un grupo de aprendices que estaba entrenando por la zona llegaron a la enfermería rápidamente. Nicoxa estaba tan exhausta que agradeció mucho la implicación de los otros portadores.

Se recuperará —confirmó Nithael respecto a la maestra mientras usaba magia curativa sobre su herida—. ¿Qué ha ocurrido, Nicoxa?

Ella se recostó en un sillón y empezó a hablar. Le contó todo lo que había ocurrido: lo que el Hada Madrina les había dicho, la división de grupos, la Guardiana del Lago, el reino de las hadas y por supuesto la trampa que les habían puesto y todo lo que tuvo que ver con la reina. Ya se había quedado casi sin saliva cuando Iwashi despertó. Y descubrió que Verdín también estaba allí.

¡Él! —rugió.

Iwashi...

¡Tendrías que haber dejado que se pudriera ahí abajo! —empezó a acusar a Nicoxa—. ¡Es nuestro enemigo! ¿Es que no has aprendido nada en todos estos años? ¡Ellos no sienten compasión alguna! ¿O pretendías que lo curáramos para devolvérselo a Xihn, eh?

La aprendiz estaba perpleja.

Por supuesto que no...

Pero las palabras no sirvieron de nada. Iwashi logró recomponerse lo justo para asestar un golpe mortal a Verdín, que exhaló su último aliento.

Esto va por mi hijo. Asqueroso, desgraciado de...

Nicoxa tragó saliva.

Será mejor que vuelvas a Castillo de los Sueños —se apresuró a decir Nithael—. La misión no ha terminado todavía, ¿no es así? Y tus compañeros te necesitan. Vamos, te abriré un portal en el palacio...

Antes de que pudiera hacer nada Iwashi, de nuevo en cama, se volvió a dirigir hacia ella

Gracias por darme la oportunidad de matarlo con mis propias manos —soltó con ironía y frialdad.

Nicoxa apretó el puño con fuerza y respondió aunque ella no estuviera dispuesta a escucharla. Ya estaba harta de esas actitudes que no hacían más que repetirse por diversas personas que siempre querían tener la última palabra.

De nada. Pero lo que hice fue por un motivo —se acercó a ella seriamente y siguió hablando—. Quizás él no hubiera dudado en matarme, pero yo no soy como él. Una vida es más valiosa que una muerte, y consideraba que sería de más valor tenerlo como rehén que simplemente dejarlo a su suerte. Podríamos haberle sonsacado algo, podríamos haber encontrado algún remedio o simplemente podríamos haberlo encerrado para siempre, que como venganza creo que también sirve.

>Aun así te comprendo, no te culpo por tu deseo de acabar con él. Pero tampoco me cargues a mí con las culpas entonces, simplemente hice lo que me dictaba el corazón.


Nithael estaba algo cohibido por la situación, pero aun así se dirigió hacia ella.

Intentaremos restablecer la conexión de los móviles desde aquí. Si averiguáis algo de los grupos de París y de China, o si necesitáis refuerzos, avisadnos. Suerte.

Ella asintió y atravesó el portal, tensa por todo lo que había ocurrido.



Llegó hasta donde estaba Malik, al que logró explicarle lo que había ocurrido y se unió a él en la lucha contra las criaturas que les amenazaban. Se posicionó delante del Hada Madrina para protegerla de todos los ataques que pudieran ir dirigida hacia ella, usando su Pincho molecular para tal cometido.

¡Malik, intenta encontrar el círculo ese que dice para destruirlo mientras les entretengo! —le pidió a su compañero.
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v. Ficha de Nicoxa .v
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Re: [Castillo de los Sueños] Larga vida a la reina

Notapor Tanis » Vie Nov 10, 2017 5:31 am

Malik dio gracias de haber invocado al caballo alado, porque dejaron atrás a todos los sincorazon que les salieron al encuentro. Por fortuna Pegaso era más rápido y no perdieron tiempo luchando. El hombre no dejaba de pensar a toda velocidad, sobre todo en Iwashi y Nicoxa. ¿Estarían muertas de verdad? No quería creerlo, no podía. Y aún así…

«Si no escaparon de la trampa… »

Si Verdín y Karen estaban en ese mundo, trabajando codo con codo y el castillo estaba lleno de agente entonces tenía que llegar antes de la medianoche. Azuzó a Pegaso todo lo que pudo, cuidando de que el Hada Madrina no se cayera. Cuando aterrizaron en el balcón, Malik ayudó a la anciana a bajar de la montura y palmeó el cuello de Pegaso como agradecimiento cariñoso. Entonces, intranquilo, avanzó hacia el interior de la sala.

«No, espera.»

Se detuvo a tiempo, antes de traspasar la barrera. Fue en ese momento cuando los vio. Aquella era la sala del trono, donde se había realizado el baile, y los invitados se arracimaban a la vez que seis hechiceros de Karel los cercaban. Que un pequeño alivio ver que todavía no eran hostiles, pero aun así Malik convocó el escudo en el brazo de la ballesta y se tomó otro Éter. Cuando se deshizo de la botellita, vio a Ragun al otro lado de la estancia y sintió un pelín de alivio.

Hay una fuente de magia muy poderosa en este edificio —dijo la Madrina entonces, llamando la atención de Malik—. No... ¡Hay dos! Una de ellas se encuentra con Cenicienta, y es... es algo terrible. ¡Tanta Oscuridad...! ¡Apenas puedo concentrarme!

Al ver que se llevaba las manos a la cabeza, Malik hizo un gesto de sostenerla, preocupado. Miró de nuevo hacia la sala y los hechiceros. Si aquella energía era Oscuridad en grandes cantidades sólo podía significar una cosa. Sin embargo…

Está en esta sala. C-creo que podría ser lo que mantiene la barrera, pero no consigo... no consigo localizarlo. Debería tratarse de un círculo, uno grande y en esta misma habitación. Cerca... Si lo destruimos...

«Un círculo.»

Quiso preguntar a qué se refería exactamente, pero se dio cuenta de que los hechiceros miraban al Hada Madrina. Por el rabillo del ojo había visto su movimiento y no le dio buena espina. Tenso, levantó el brazo del escudo frente a la mujer con un ademán protector. Entonces apartó la capa y empuñó la espada mágica de la Guardiana, su único escudo efectivo contra tanta magia. Supuso que Ragun lucharía contra ellos también, pero al ver que se acercaba bajó la punta de la espada, sin dejar de vigilar de reojo al enemigo.

¿Puedes quedarte aquí y defender a esta gente? Mis sincorazón te obedecerán y...

Claro, pero…

Esta daga tiene corrupción, ten cuidado. Con ella tal vez puedas encargarte de los monstruos más fácilmente, debo ir a por Cenicienta .

Cogió la daga con cuidado y observó la marcha de Ragun.

¡Ragun! —llamó, ya cuando este se marchaba con una mujer pelirroja.

Ir a por Cenicienta. Claro, como todos estaban tratando de hacer, pero… Con toda la serenidad de la que pudo hacer alarde, empuñó de nuevo la espada y sostuvo la daga, pensando en cómo podía hacer para luchar con ambas armas. En ese momento pensó en que podría haberse entrenado más en el uso de esas armas y no sólo en la Llave-Espada. Chasqueó la lengua.

Entonces apareció Nicoxa, y Malik sintió que se le deshacía el nudo del estómago. ¿Y la maestra? Rápidamente la muchacha le explicó lo sucedido, sobre lo ocurrido con la reina de las hadas y Verdín, sin sorprenderse mucho. Pronto se unieron como dúo para la lucha. Si le daba tiempo antes de que los magos les atacaran, Malik se colocaría frente a Nicoxa, tocaría su esternón con la punta de la espada y se concentraría de la mejor manera posible para activar la devolución de su magia, si es que la seguía teniendo bloqueada.

«Espero que funcione.»

Si no podía hacerlo o no funcionaba, le entregaría la daga que Ragun le había dado y le explicaría lo mismo que él le había explicado. Al menos tendría una manera de defenderse mejor, si de verdad funcionaba. Cuando ella se colocó delante del Hada Madrina para protegerla, Malik supo lo que iba a decir.

¡Malik, intenta encontrar el círculo ese que dice para destruirlo mientras les entretengo!

¿Estarás bien? —preguntó, preparándose para marchar hacia el interior de la sala del trono y la barrera—. ¡Aguanta todo lo que puedas!

Se dijo que si los hechiceros atacaban todos a una a la Madrina y a Nicoxa tendría que darse prisa, pero que al menos el resto de civiles estaría más o menos a salvo. Antes de dirigirse al caballo alado de nuevo para montarlo, lanzó un Tempo sobre el área en la que se encontraban las dos mujeres. Entonces trepó a la grupa de Pegaso y con la espada en una mano y el escudo en el otro brazo se adentraría en la gran habitación. Si había espacio para volar, volaría sobre los enemigos, si no se conformaría con cabalgar en busca del círculo. Si cualquiera de los hechiceros se interponía o le atacaba, respondería con la espada de por medio y un Dragón de Agua para abrirse aún más camino y deshacerse por unos segundos de los enemigos que le atacasen.

Tenía que darse prisa y encontrar ese círculo. Nicoxa estaba viva, Iwashi estaba viva, y los demás buscaban a Cenicienta. No todo estaba perdido.

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1 Éter usado

▪ Tempo (HM) [Nivel 25] [Requiere Poder Mágico: 27]. Acelera el tiempo para el usuario en un pequeño radio de unos 5 metros. Lo que para los personajes que se encuentren dentro es un segundo, para el personaje serán cinco. Sin embargo, no se verán afectados los que estén fuera del perímetro.

▪ Dragón de agua (HM) [Nivel 22] [Requiere Afinidad a Agua; Poder Mágico 35] [Personalizada] El usuario invoca un dragón de agua de tres metros de longitud y uno de diámetro que embiste al enemigo/s. No tiene por qué ir recto y puede maniobrar trazando curvas para perseguir al objetivo.
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Re: #5 - Regla 2 de infiltración: Espera siempre posibles confli

Notapor Zee » Vie Nov 10, 2017 5:40 pm

¡Sorpresa!

La inesperada aparición de la Maestra Yami, todavía resguardada bajo su disfraz mágico, me ocasionó un respingo y me hizo soltar una maldición. Con lo fácil que había sido para ella esfumarse los últimos momentos de la noche y reaparecer sin previo aviso a un lado nuestro... bueno, todo lo que puedo decir es que en aquel momento ya tenía bien claro de cuál Maestro podía aprender el arte de la infiltración.

Supuse que la Maestra había tenido algo que ver con los guardias que custodiaban las entradas a los interiores del castillo: pese a los dos diferentes planes que Alanna y yo habíamos confeccionado, había resultado imposible que los centinelas se alejaran de las puertas. De hecho, no le habían dedicado ni siquiera una mirada a Elia o a Nagini, y lo único que logramos fue meterle un susto increíble a una pequeña que todo lo que había hecho hasta el momento había sido tendernos la mano.

Pudimos habernos colado por la puerta sin más y ni así nos habrían volteado a ver.

Rápido, no tenemos mucho tiempo —apremió Yami, con urgencia filtrándose en su voz—. Si estáis aquí, supongo que ya habréis averiguado lo de Cenicienta y... Un momento, ¿y Ragun?

Mis ojos se dirigieron hacia la terraza por la cual se había escapado el moreno, como si esperara verlo desde mi sitio. Dibujé una mueca de frustración con los labios y luego expliqué:

El Maestro Ragun está teniendo una larga conversación con la Cenicienta impostora, y esperemos que con el rey Henry también. Cuando sea la medianoche, supongo que las cosas se esclarecerán para todos.

¡Pues tendrá que arreglárselas, que ya es grandecito! Cuando llegue medianoche y se descubra el pastel, ya vendrá... Supongo.

«Muy bien. Andando».

Con un movimiento sutil y pegado al cuerpo, estiré la mano en dirección a los tronos reales, donde mi eidolón seguía escondiéndose. Nadie pudo observar cómo su cuerpo se desintegraba en la nada. Antes de que nos adentráramos más en el palacio, su espíritu volvió al interior de mi corazón, donde esperaría para ser llamada de nuevo.

Y después de eso, partimos, dejando atrás la sala del trono, la fiesta y la seguridad de una multitud. Eché una última ojeada a los balcones, sin alcanzar a ver a Ragun; y a la niña pequeña que nos había ayudado, a quien no pude distinguir entre todos los invitados, pero sólo podía suponer que se encontraba a salvo. Luego, las puertas se cerraron detrás de nosotros, dejándonos a los tres solos en el desagradable e innatural silencio.

No hubo casi nada de conversación entre nosotros. Sólo seguimos el camino que la Maestra Yami trazaba para nosotros. Parecía que en alguna de sus visitas anteriores había tenido la oportunidad de conocer el palacio, o tal vez sólo había repasado los planos antes de nuestra misión: de cualquier manera, la Maestra entendía la distribución del castillo, por lo que no le costó guiarnos de forma precisa y veloz por los pasillos. Pronto la música de la fiesta enmudeció. Bajamos unos cuantos escalones y las ventanas, con su luz de luna, se hicieron escasas, si no es que desaparecieron del todo.

La oscuridad nos envolvió, pero no apareció ni un solo Sincorazón. Curioso, considerando lo abundantes que habían sido en nuestro camino a través de la villa. Debían ser las protecciones alrededor del castillo.

Más curioso era que no nos topamos con ninguno de los esbirros de Karel. Debíamos habernos encontrado con resistencia, ¿no? Sus vigilantes habían reparado en nuestra presencia, después del accidente con Elia. Seguramente le habían avisado a alguien, ¿no? A algún otro de los suyos...

Pero no. No hubo nada. Sólo nosotros tres.

Maestra, hay algo que he querido mencionar desde hace un rato —Mientras caminábamos hacia los aposentos de Cenicienta, decidí comentar lo más importante que había escuchado aquella noche. Una pieza horripilante y desalmada de información, pero vital para la Orden al fin y al cabo—. Según el Rey Henry, con lo poco que pudo decir en su estado, Xihn, Karel y los otros planean usar... la Llave-Espada Oscura. Aparentemente, una princesa del corazón puede blandirla si... Bueno, la pista está en el nombre, ¿no?

»Si llenan su corazón de Oscuridad.


Pero Yami no dio explicaciones sobre esta "llave oscura". No hizo comentario alguno respecto a la viabilidad del plan de Karel. Sólo apretó los labios y, con gran severidad, sentenció:

Tenemos que darnos más prisa de la que me pensaba.

Por lo que eso hicimos. Y al final, llegamos a nuestro destino sin mayores preocupaciones. Un pasillo con cuatro puertas, donde una de ellas escondía a Cenicienta y, si la fuente de Alanna era de confiar... también a Karel. El plan era simple, ¿no? Examinar cada una de las puertas, muy posiblemente dividiéndonos el trabajo. No, no, si nos dividíamos seríamos vulnerables. Lo ideal era buscar la correcta, una por una, yendo los tres juntos.

Pero antes de que pudiéramos adelantarnos a intentarlo, aparecieron tres ratoncitos a un costado nuestro. Los ratones parlanchines que habían hablado con Alanna anteriormente. Roedores que hablaban. No había nada que pudiese sorprenderme a esas alturas, después de años y años de viajar entre los mundos, pero aun así...

Pero queremos a Cenicienta. Es nuestra amiga.

...la situación me parecía bastante surreal.

Al mismo tiempo que Yami, removí mi máscara y la guardé lejos de la vista, puesto que los animalitos parecían bastante nerviosos de hablar con un reptil y un felino. Tal vez su instinto era más difícil de controlar que el nuestro, puesto que al menos para un hombre era obvio que un simple accesorio como aquellos no podía dañarlos. La Maestra sonrió de forma consoladora y prometió hacer lo posible para ayudar a Cenicienta.

Yo permanecí en silencio. No era mi papel asegurar la integridad de nuestro blanco. Mis palabras no significarían nada hasta que no tuviese acciones que las respaldara. Lo menos que pude hacer fue afirmar con la cabeza cuando Yami prometió ayudar en lo posible. Aquello sí podíamos prometerlo: que daríamos lo mejor de nosotros.

A cambio, los ratones nos apuntaron cuál era la habitación correcta. Ni un segundo después de que obtuviésemos esa información, la Maestra se giró hacia nosotros.

Recordad lo que hemos hablado. Nada de daños. Nos da igual que Karel escape, ¿me habéis entendido? Ni explosiones, ni magias descontroladas. Cenicienta es demasiado importante.

Experimenté una sensación nauseabunda en el vientre, como si alguna porción de mi intestino hubiera dado una voltereta. Nervios. Miedo. Era fácil identificar aquellos sentimientos cuando te habías enfrentado al peligro en varias ocasiones. Para un Caballero de la Llave, un aventurero, esto solía significar que no sólo la propia vida de uno se encontraba en riesgo, sino la de personas inocentes.

Si cometíamos un error, perdíamos a un inocente, a Cenicienta, para siempre.

«No cometeremos errores, entonces».

Tragué saliva con fuerza. Había pasado demasiado tiempo desde que habíamos puesto algo más aparte de nuestra propia vida sobre la mesa. En algún momento, dejamos de temer poner nuestra vida en riesgo. Habíamos corrido, huido, durante un período tan largo, sin nada por lo cual luchar aparte de nuestros propios objetivos, que habíamos olvidado lo que era verdaderamente importante para la Orden:

Otros.

Por primera vez en años, me sentí asustado.

Yami avanzó al frente. Alanna y yo la seguimos. Los ratones iban detrás. Con un veloz y fuerte movimiento, abrimos la puerta. Y antes de poder dar un paso al interior, hubo una fuerte campanada a lo lejos. Medianoche. Nos envolvieron chispas y luces, destellos desconocidos, que indicaban que la magia que nos había ocultado toda la noche finalmente se había dispersado. Y con ello, nuestros disfraces desaparecieron. Jeannette, o Jessamine, dio paso a Xefil. River a Yami, y Annise a Alanna.

Gracias al cielo. Los zapatos estaban matándome —bromeé, con una sonrisa presuntuosa y burlona.

Finalmente nos adentramos en la habitación, la cual no lucía en absoluto como debían hacerlo los aposentos de una reina. En su interior no había ninguna cama, ningún ropero, ninguna silla o siquiera un candelabro que iluminase el lugar. Los únicos ocupantes de la estancia eran la luna que se colaba por una diminuta ventana en forma de círculo y la figura pálida, delgada y enfermiza de la reina Cenicienta, quien nos miraba con un par de ojos repletos de Oscuridad, brillantes con un tinte amarillo-anaranjado que uno podría reconocer si se había enfrentado en alguna ocasión con un Sincorazón.

¡Oh, dioses! —soltó Alanna, horrorizada, con sus dedos cubriendo sus labios.

¿Pero qué le han hecho...? —Apenas me alcanzó la voz para murmurar aquellas palabras. El escenario que teníamos al frente era demasiado horripilante.

Apestaba a Oscuridad.

La Maestra dio un paso hacia Cenicienta y tendió una mano con cautela, a la par que musitaba con un temblor en su voz:

T-Te sacaremos de aquí...

Lo que ninguno de nosotros esperaba era que Cenicienta, en el estado acabado y demacrado en el que se encontraba, vociferara una potente advertencia que a todos nos hizo estremecer en nuestro sitio.

¡MARCHAOS!

Acompañando su fuerte rugido aparecieron una multitud espinas y estalagmitas de penumbras puras, las cuales rodearon su cuerpo y la protegieron de cualquier avance que se nos pudo pasar por la cabeza. Como una presa frente a un depredador, percibí una aguda sensación de peligro inminente, una advertencia visceral de que me alejara lo más lejos posible. La Llave-Espada Oscura había hecho aparición, y mi corazón dio un vuelco al sentirlo.

¿No veis que la reina no quiere ser molestada?

Nunca había tenido la oportunidad de escuchar aquella voz, pero no fue difícil asumir quién era su dueño. Sabíamos que había estado esperándonos, en particular cuando habíamos dejado escapar a sus dos pequeños centinelas. El hombre, de aspecto delgado en extremo, tanto que se veían sus huesos, palidez anémica y cabellos largos, frágiles, era aquel a quien mis compañeros llamaban Karel. El cuaderno que sujetaba bajo su brazo y los tres magos en miniatura que sostenía sobre sus puntiagudos hombros eran indicativo suficiente.

Unos pajaritos me han avisado de que vendríais.

Maldición. Si no los hubiéramos dejado escapar, ¿habrían sido las cosas diferentes?

Aunque, por supuesto, llegáis demasiado tarde.

Sin previo aviso, la Maestra Yami salió disparada hacia el enemigo, blandiendo su llave en la diestra, con la intención de acabar con todo de un solo tajo. No fue ninguna sorpresa, y al mismo tiempo lo fue, cuando la mujer se topó con una poderosa barrera mágica que desvió sus ataques sin siquiera resquebrajarse un poco. Karel reculó unos pasos, pero ése fue el único resultado que la Caballero puedo conseguir.

¡Ahí vienen! —señalé, sentenciando lo obvio en cuanto los hechiceros de Karel bajaron de sus hombros de un salto, atravesaron el muro mágico y se lanzaron hacia nosotros. Mi cuerpo se colocó en guardia de forma inconsciente, mientras dos de las criaturas mezclaron sus cuerpos en uno solo, aumentando de tamaño y fortitud hasta que se convirtieron en un enorme y ancho guerrero, ataviado en una pesada armadura y blandiendo una gigantesca-

¡XEFIL!

La titánica hoja del guerrero pasó a sólo unos centímetros por encima de mi cabeza, rozando el metal de mi guanteleta, la cual había alzado estúpidamente al ver que algo venía a toda velocidad en dirección a mi rostro. El metal se clavó en la madera del marco, segundos que aproveché para alejarme del ser con un salto. Con aquel movimiento, terminé fuera de la habitación; y con nuestros enemigos bloqueándonos el paso, Alanna, Yami y yo quedamos aprisionados en el pasillo.

¡Protégelos—ordené, materializando a Nagini y enviándola con los ratoncitos para que pudiese ayudarlos contra la criatura que los acechaba. Cierto, era un eidolon débil y poco desarrollado, pero al menos era más grande que ellos y su tamaño tenía que servir de algo.

Una saeta carmesí se estrelló con una fuerza tremenda contra la mole de tinta, proyectando una explosión ígnea que llenó el pasillo con una atmósfera asfixiante. Mi mente justo apenas alcanzó a registrar que se trataba de Alanna, quien no se pensó sus acciones ni un poco antes de enfrentarse contra el titán. Pasó por debajo de las piernas de su oponente y trató de derrumbarlo al suelo.

Alcé mi mano, apuntando con ella al monstruo que luchaba contra Alanna. Pero luego pensé... si ayudábamos a Yami a quitarse de encima a su oponente, entonces ella podía ayudarnos con el nuestro, y luego podríamos enfrentarnos todos al mismo tiempo a Karel. Así que aproveché mi pequeña ventana de oportunidad para convocar una Cuscuta debajo de la parca que atosigaba a la Maestra, buscando inmovilizarla o al menos enlentecerla lo suficiente para que Yami pudiera rematarla.

Mi siguiente paso fue lanzarle rápidamente un Libra a Cenicienta y a su círculo mágico, sin siquiera mirar en su dirección, antes de dirigirme hacia el guerrero espadachín. El alto ser era pesado y lento, por lo que era posible que pudiésemos vencerlo al superarlo con número de ataques, en particular si uno de nosotros podía acercarse lo suficiente. Con el característico chasquido de una desaparición, me esfumé en el aire y reaparecí frente al fuerte guerrero, a quien le dibujé un amplio arco con la porción afilada de mi Llave-Espada. Desaparecí de nuevo, aparecí y le rasgué un hombro; desaparecí, aparecí y le clavé la espalda en el cuello... Después de atacarlo con fuerza y sin piedad, la Hoja insomne volvió al mismo lugar de donde había partido.

¡Atrás!

Retrocedí con una voltereta luego de recibir la advertencia de Alanna, esquivando por los pelos el ardiente hechizo ígneo que la chica proyectó a través de sus labios. El calor inundó el pasillo una vez más.

Peleábamos en un espacio reducido y se nos acababa el tiempo. Teníamos que hacer algo respecto a Cenicienta o Karel cumpliría su propósito y la volvería en su peón o reina, ¿supongo?. Yami nos había hecho una severa advertencia, una que no había que tomar a la ligera. "Nada de daños. Ni explosiones, ni magias descontroladas". Pero si no tomábamos ningún riesgo, no llegaríamos a ningún lado. Y aparte lo que estaba a punto de hacer no iba a ocasionar ningún daño, ni a explotar; podía considerarse magia, pero yo no diría que descontrolada. ¿Temerario? ¿Arriesgado? Sin duda. ¿Pero descontrolada? No, sabía controlarla bastante bien. Apuntando en dirección a Cenicienta a través de la puerta, invoqué un grupo de enredaderas, Fleshbriars, que brotaron de mi antebrazo derecho y se extendieron con velocidad hacia la reina, buscando envolverla de la cintura y jalarla hacia nosotros para alejarla del círculo. Si algo salía mal, las plantas sencillamente se marchitarían sin ocasionarle daño. Si salía bien...

«Sólo esperemos que salga bien».

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-Cuscuta (HM) [Nivel 10] [Requiere Afinidad a Natura; Poder Mágico: 16] Strangleweed, también 'cabello de ángel'; planta que se enrosca alrededor de otras e invade su sistema vascular. A la orden de su invocador, crecen bajo los pies del enemigo y lo envuelven, invadiendo su circulación superficial para inmovilizarlo por un turno, dejándole el cuerpo entumecido.

-Fleshbriar (HM) [Nivel 10] [Requiere Afinidad a Natura; Poder Mágico: 12] El usuario invoca varias enredaderas que surgen de la carne de sus brazos, la cuales se extienden hasta ocho metros en una sola dirección, prensándose de lo que encuentren. La planta puede ser usada para atraer enemigos de forma brusca, sin causar daño, o puede ayudar al usuario a recorrer distancias de forma rápida, jalándolo hacia alguna estructura. Cuando no se usa contra enemigos, el invocador puede mantener el brezo durante un tiempo para quedarse ganchado, como si estuviese usando una cuerda de salvamiento.

-Libra (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 9]. El usuario es capaz de conocer algunos datos de su enemigo, como su balance de poder, alguna habilidad propia, su magia afín, etcétera.

-Hoja Insomne (HC) [Nivel 15] [Requiere Teletransporte; Velocidad: 20; Elasticidad: 12; Combate con Armas Blancas: 15] El usuario se teletransporta múltiples veces alrededor del oponente, buscando confundirlo. Ataca con su arma de dos a cinco veces (depende de Velocidad del usuario y Reflejos del enemigo) y retrocede hasta el punto inicial. Puede usarse contra múltiples oponentes, pero el número de ataques será el mismo. El teletransporte puede verse interrumpido y los ataques interceptados.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

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Larga vida a la reina - Ronda #6

Notapor Denna » Lun Nov 13, 2017 1:23 am

Xefil, Alanna y Ragun


Alanna logró derribar, con mucho esfuerzo, al titán, que cayó hacia delante y cerca estuvo de aplastar a los ratoncitos. La serpiente de Xefil los recogió con la boca y reptó fuera de su alcance justo a tiempo, tras lo cual los escupió. No pareció que la experiencia les hubiera entusiasmado, pero por lo menos no chillaron ni huyeron. Al contrario. Desarmada como estaba la criatura de tinta, los tres se colaron en su armadura y empezaron a mordisquear allá donde podían. Por supuesto, no le hacían gran daño, pero evitaban que se pusiera en pie. Nagini serpenteaba a su alrededor, bien atenta a los roedores.

Entre tanto, la Cuscuta de Xefil se enroscó en la túnica de la parca. Al ser ésta una criatura de tinta, no llegó a afectarla como debería, pero sí que consiguió inmovilizarle la parte inferior. Yami aprovechó la oportunidad: esquivó un golpe de guadaña y contraatacó con una serie de esferas de oscuridad que volatilizaron gran parte de su costado. Sin embargo, la tinta —¿o fue Corrupción?— no tardó en envenenar las plantas y deshacerse de ellas, y Yami se vio obligada a retroceder por el pasillo.

¡Ven, cara de culo! ¡A ver si nos atra...!

Pero su grito quedó ahogado por el de Alanna, que la sobresaltó casi más que a Cenicienta. Karel había estado pendiente de Xefil hasta entonces, haciendo rebotar con insultante facilidad su hechizo Libra, pero arrugó la nariz como si la voz de la chica le molestara.

No le hagas caso, adalid. ¿No te advertí que intentarían confundirte? —le preguntó a la reina, tocándole el brazo con suavidad—. Ellos no estaban ahí mientras te hacían tanto daño, ¿verdad? Ni ellos ni...

Sonrió y miró con desdén a Alanna.

...Ni Henry —concluyó.

Cenicienta, que hasta entonces había seguido el discurso de la chica con los ojos abiertos como platos, se volvió con brusquedad hacia Karel otra vez.

N-no, no estaban... No estaban —repitió, esta vez para sí misma, como si necesitara convicción.

Y yo nunca te he hecho daño, ¿a que no?

No...

Oyeron su respuesta, aunque débil, por encima de las llamas. Alanna atacó a la parca, que seguía luchando contra Yami con violencia. La Maestra se defendía con uñas y dientes —literalmente—, desprendiendo magia, pero su último ataque alcanzó el aire cuando la criatura se teletransportó al lado del titán. Este ya se había desprendido de los ratones y luchaba contra Xefil dificultosamente. El Caballero le sacaba una gran ventaja gracias a su agilidad, y el estrecho pasillo no hacía más que impedirle blandir la espada como era debido. Estaba al límite de sus fuerzas, podía verlo, la tinta se desprendía de su gigantesco cuerpo y se desvanecía antes de tocar el suelo cada vez que Xefil le asestaba un golpe.

Karel debió de pensar lo mismo, pues le susurró algo a Cenicienta que no pudieron oír y garabateó en su cuaderno. La parca, obedeciendo una orden silenciosa, obligó a Xefil a retroceder con un amplio arco descrito con su guadaña... un ataque que cortó la cabeza del titán.

La tinta salió disparada en todas direcciones. Yami soltó un grito de alarma y se apresuró a convocar un débil escudo que cubrió a Xefil, a Nagini y a los ratones. Alanna y ella estaban fuera de su alcance, pero eso no les impidió ver cómo la criatura devoraba a la otra.

Se alzó como un nuevo enemigo. Seguía manteniendo el aspecto de la parca y la guadaña, pero una gruesa capa de metal, la armadura del titán, la cubría por completo. Las heridas que le había hecho Yami habían desaparecido, y en su lugar llevaba el inmenso escudo.

Karel rió entre dientes.

A ver si así aprendéis a no meteros donde no os llaman. ¿Estás lista, niña?

Cenicienta tenía una expresión horrorizada, pero se las arregló para asentir.

Entonces, el círculo brilló con todavía más intensidad.

¡NO!

La luz del círculo desintegró las zarzas de Xefil antes de que pudieran llegar a acercarse a Cenicienta; la parca asestó un golpe a una Yami fuera de sí y Karel... desapareció. Los Caballeros no pudieron reaccionar, fuerzas invisibles les agarraban de brazos y piernas, y de pronto Alanna se vio empujada hacia el círculo con Cenicienta, que tenía lágrimas en los ojos.

Recuerda, querida ahijada, ¡un corazón de luz! —dijo Karel mientras la habitación, sus compañeros y el castillo entero desaparecía ante los ojos de las dos chicas—. Yo te ofrezco uno... pero Andrei tiene otro más grande guardado para ti.

Y así, tanto Cenicienta como Alanna desaparecieron. El círculo dejó de resplandecer, y pronto empezaron a acumularse pequeñas motas de oscuridad sobre él. Yami, retenida por la parca, se recuperó lo bastante de la impresión para empezar a gritarle una sarta de insultos y maldiciones muy originales que Xefil no había oído nunca.

Karel sonreía impasible.

¿Veis eso? —Señaló la oscuridad sobre el círculo—. Significa que nuestro plan avanza sin contratiempos. Ni siquiera lo que habéis hecho en China puede pararlo, aunque —añadió con una risa— no tenéis ni la menor idea de a qué me refiero, ¿verdad? Lástima.

»Ahora, ahora... Qué, Yami, ¿te apetece ver desaparecer a tu otro aprendiz? No me gusta nada ese lenguaje.


La magia que sujetaba a Xefil empezó a clavársele en la piel, pero Karel se interrumpió de inmediato al ver llegar a Ragun y a Anastasia por el pasillo. Apretó los labios y, sin mediar palabra, desapareció tras un portal. Las ataduras de Xefil se rompieron.

¡Dios Santo! ¿Qué es esa cosa tan fea? —gritó Anastasia señalando a la parca.

Yami aprovechó el momento de confusión y gritó a Ragun, desesperada:

¡El portal! ¡Tenéis las afinidades de Oscuridad y de Espacio y podéis...!

Pero no llegó a terminar de dar la orden. La parca reaccionó y volvió a golpear a Yami, dejándola inconsciente. Anastasia chilló otra vez.

¡Déjala en paz, bicho asqueroso! ¡¿Dónde está mi hermana?!

Había poco tiempo para dar explicaciones, y más teniendo en cuenta que la criatura no se iba a dejar amedrentar por Anastasia. Tenían que salvar a Yami... y descubrir qué era lo que les había pretendido decir. Pero ¿qué debían priorizar?

El círculo y sus afinidades. ¿Pretendía que lo activaran y fueran tras Cenicienta? Pero ¿adónde? La Maestra no les mandaría a ciegas contra el peligro... si bien era cierto que no les había contado nada acerca de la Llave Espada Oscura.

Quizás...

Ragun:
VIT: 191/200
PH: 55/88


Xefil:
VIT: 37/40
PH: 10/52


Alanna:
VIT: 60/60
PH: 9/30


***


Malik y Nicoxa


Antes de que Nicoxa se marchara, Iwashi le había clavado una mirada fría como el hielo. Pareció que fuera a decir algo en un par de ocasiones mientras la chica le hablaba, pero se lo debió repensar en el último momento y optó por callar. Nithael parecía aliviado al respecto, si bien se mantuvo en su línea, sin intervenir en la discusión. Ya habría tiempo para hablar en cuanto acabara la misión...

...O esa era la idea, porque la situación se complicaba por minutos. Por suerte, Nicoxa ya había recuperado todas sus habilidades al completo y todavía gozaba de inmunidad mágica. El Hada Madrina miró boquiabierta la corona de flores y murmuró algo que sonó a «reliquia».

Malik y Pegaso alzaron el vuelo de nuevo. El techo era alto y podían maniobrar sin problemas. Los hechiceros les ignoraron por completo, centrados como estaban en el Hada Madrina, y Malik pronto encontró el círculo que el hada le había descrito... marcado encima de la lámpara de araña.

Notó que la espada latía en su mano como un corazón. Antes, con la Dama del Lago, no lo había hecho. ¿Por qué? A medida que se acercara al círculo, la espada reaccionaría con más y más intensidad; ¿qué pasaría si la usaba para destruirlo? Quizás era una buena idea —o quizás una de terrible—, pero la única alternativa era desenroscar la lámpara y estrellarla contra el suelo. La caída la rompería, sin duda, aunque había cierto peligro de...

¡No! ¡Basta, soltadme!

Tres de los seis magos se habían separado del grupo y avanzaban contra Nicoxa. Su habilidad a duras penas podía hacer retroceder a uno, y los otros dos habían agarrado al Hada Madrina de los brazos, levantándola en vilo.

¿Qué está pasando aquí?

Y, por si con aquello no tuvieran suficiente, ahora el rey Henry acababa de entrar en escena. ¿De dónde había salido? Avanzaba hacia el Hada Madrina y Nicoxa desde el extremo opuesto del salón de baile, peligrosamente cerca del centro. Ni siquiera iba armado.

¡Majestad, marchaos! —exclamó el hada, horrorizada, al ver cómo dos de los magos restantes abandonaban su puesto y se acercaban a él—. ¡Oh, no sabe dónde está! ¡Lo ha hechizado! —sollozaba.

Henry estaba, por lo menos, muy confundido. Parecía pensar que los magos de tinta no eran más que invitados no deseados a los que podía echar con una orden directa. La gente amontonada en la esquina le gritaba palabras de ánimo a su monarca, tanto para atacar como para retirarse. Y, como ninguno de ellos recibió un solo ataque por parte del último mago, los Grandullones de Ragun se quedaron ahí plantados. Una niña pequeña con máscara de cisne gritaba por encima de los demás:

¡Cuidado, Majestad! ¡Son hadas malas gigantes!

Niños, ¿eh? ¿No son un encanto? Pero qué te voy a contar a ti...

Encima de la lámpara, observando a Malik con una ironía que impregnaba su voz, Karel saludó con un gesto desganado.

Me pregunto qué vais a hacer ahora. Esto está resultando más entretenido de lo que pensaba. No me gusta delegar, pero te daré el honor de escoger: ¿cuál de ellos debería vivir? ¿La pobre y descastada Hada Madrina, o el rey Henry, adorado por todo su pueblo? —planteó, estirando las manos como si sospesara una balanza—. ¿O los dejo vivir a los dos y mato a la gente? Te advierto que a mí no me importa, si no sabes qué elegir lo decidiré a suertes.

Y se encogió de hombros, como si realmente le diera igual, pero no perdía a Malik de vista por si le atacaba. Nicoxa tenía la ¿suerte? de actuar por su cuenta, pues Karel no le prestaba atención, pero se enfrentaba al mismo dilema. ¿Ayudar al Hada Madrina, a Henry o a la gente? Con la daga de corrupción podía encargarse de algún mago, pero seguía habiendo demasiados...

Malik:
VIT: 100/120
PH: 29/54


Nicoxa:
VIT: 46/46
PH: 41/46


* * *


Fecha límite: 16 de noviembre


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