[Reino Encantado] El fin del Sueño

Trama de Bitron, Alanna, Xefil y Saito

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Ronda 8

Notapor Suzume Mizuno » Vie Mar 02, 2018 2:06 am

¿Cuánto tiempo necesitarías para abrir un portal y sacarnos de aquí? —preguntó Alanna a Bella.

Ah…—La princesa, pálida y mareada, vaciló un momento. Luego apretó con fuerza la semilla en una de sus manos—. Un par de minutos. Si vas a volar así todo el rato, al menos.

Escúchame: pase lo que pase, agárrate a mí y no me sueltes. No pienso permitir que Xihn os ponga una mano a ti o al corazón de Aurora.

Bella miró a Alanna con los ojos muy abiertos. Después sonrió, entornando los ojos, y asintió con la cabeza. Se aferró fuerte a Alanna, apoyando la frente contra su espalda, y empezó a concentrarse para abrir un Portal.

¡¡USURPADORA!! —rugió Alanna—. ¡¿Te atreves a volver a este reino?! ¡¿Después de mancillar el cuerpo de la reina Friederike con tu podrido corazón y adueñarte de él?!

Xihn se detuvo un instante, vacilando. Los rayos también se detuvieron de pronto. Maléfica también prestaba toda su atención a Alanna.

¡¿Tan poca vergüenza tienes como para regresar y ver en lo que se ha convertido este sitio por tu culpa?!

Hubo un silencio que ni las hadas madrinas se atrevieron a romper. Maléfica estaba lívida.

¿Qué has dicho, mocosa?—espetó la bruja, tanto alto que Alanna la escuchó sin problemas incluso estando a una buena distancia.

Xihn esperaba con una mano apoyada en la cadera. A sus pies, el suelo se deshacía, borboteaba como si fuera petróleo y emitía pequeños gases. El cuerpo de Chihiro sonreía vagamente, a la espera de ver cómo se sucedían los acontecimientos.

Maléfica tampoco se movía, si bien la tormenta continuaba girando sobre ella, dispuesta a volver a obedecer sus órdenes. Así, mientras cargaba delante, Alanna pudo ver cómo una figura negra trepaba por la torre sin que Maléfica se diera cuenta.

La reina Friederike se alzó sobre las tejas y, sin perder un instante, se arrojó sobre la bruja, hundiendo su arma en su espalda. Maléfica se arqueó con un jadeo. El corazón casi fue liberado. Tuvo tiempo de volver la cara y ver a Friederike antes de que alguien saltara por el balcón que había bajo ella. Alanna reconoció a Xefil y… ¿También a Karel?

No llegó a ver lo que le sucedía al muchacho, pero sí que Friederike se desvanecía como un mal sueño. Maléfica se tambaleó y estuvo a punto de precipitarse también por un lado. En el último momento se recompuso y, al ver que Alanna se precipitaba sobre ella, rugió:

NO

Todo estalló en verde. Bella gritó cuando Alanna y ella salieron precipitadas hacia atrás, dando violentos giros y el calor las abrasó. Al recuperar el equilibrio se encontraron con que una gigantesca dragona negra, que sangraba abundantemente por la espalda, se encaramaba a la torre. Bien protegido dentro una de sus patas estaba el corazón de Aurora. Maléfica cogió aliento para disparar una tormenta de fuego verde.

¡ATRÁS!

Habrían perecido bajo el corrosivo fuego si una figura alada no se hubiera interpuesto entre ambos, desplegando una barrera. Nithael se encaró a Maléfica con la Llave Espada en la mano y una mirada de determinación. Sobre ellos, Nanashi liberó a Garuda y ella misma cayó en picado, disparado una flecha de luz.

Los dos Maestros tenían muchas cuentas que saldar.

¡Ya está!

Bella abrió el Portal de Luz.

Alanna no lucharía contra la última dragona.

*

Xefil, comprueba que el Príncipe esté bien por favor. —Karel no se movió mientras Saito se dirigía a Diablo—. Vamos a luchar en favor de tu Señora, por lo menos déjanos comprobar que de verdad está bien.

El hombre cuervo entornó los ojos, sin fiarse, pero permitió que Xefil hiciera sus comprobaciones. En efecto, el Príncipe parecía solo estar inconsciente. A sus pies se encontraban la Espada de la Verdad y el Escudo de la Virtud. Diablo se mantenía alejado de ellos, como si les tuviera un vago miedo.

Entonces, Saito se acercó a Karel después de que este intentara convencerlos.

¿Crees que iba a olvidarme de lo que habéis hecho? Maléfica habrá condenado este mundo y a su Princesa, pero lo que vosotros le hicisteis a Cenicienta fue mucho peor. Y muchos otros mundos que no se merecían caer.Tu mismo has dicho antes que Xihn fue la culpable de encerrar a Maléfica, ¿recuerdas? De un modo u otro todo se reduce a ella. Siempre.

Karel lo miró con desdén y dijo, también susurrando contra su oído:

¿Y crees que los Caballeros tienen algún perdón? Vosotros, que os dedicáis a destruir y manipular, a condenar a la oscuridad solo porque le tenéis miedo. ¿Creéis que Xihn no tiene derecho a restaurar a su gente, oh, luciernaguitas? ¿Acaso tú no matarías por algo mucho más nimio, como tu patético orgullo que ha hecho que seas incapaz de salvar a la gente de este castillo? —Karel rió, despectivo—. Nunca creí que estuvierais tan ciegos. Lo hacéis todo muy fácil.

Y al final todo se reducía a Xihn, porque en ese momento apareció y Karel corrió, feliz, a la ventana.

Perdón, Saito —Xefil hizo desaparecer su arma y Karel lo miró con vaga sorpresa—. Karel. Ostras, pero… tienes razón. —El joven entornó los ojos, desconfiado ante esos ojos rojos que eran pura hostilidad—. Maléfica tiene la culpa de todo. De todo. Todo lo malo que le ha pasado a este mundo, mi mundo, es a causa de ella.

Karel sonreía y ladeaba la cabeza.

Y por eso es poético que muera a manos de Friederike, una vez más.

Fue cuando se dieron cuenta de que la mujer de tinta no se encontraba por ningún lado. Karel rió por lo bajo.

Entonces Xefil cargó contra Karel. El joven no pudo evitar ser atrapado y expulsado hacia la ventana. Los largos dedos arañaron la cara de Xefil cuando, durante un instante, quedaron suspendidos en el aire.

Los envolvió entonces un potente fulgor verde. Xefil estuvo a punto de perder el agarre a la torre, pero vio cómo Karel se precipitaba al suelo con una sonrisa… entonces un Portal de Oscuridad se abría debajo de él y se lo tragaba.

Habría que intentar lanzar por la torre a alguien que no tuviera habilidades mágicas.

En cualquier caso, Xefil estaba en apuros. Cuando el fuego verde se disipó, una cola negra se enroscó alrededor de la torre y estuvo a punto de arrojarlo por los aires. Unos centímetros más arriba y habría sido el fin.

Tanto él como Saito notaron el inmenso calor que desprendía el cuerpo de Maléfica, ahora convertida en dragón, y vieron cómo Nithael se interponía para proteger a Bella y Alanna de la llamarada. También escucharon el canto de Garuda y supieron que aún tenían posibilidades de ganar.

En la cama, todavía con un puñal en el cuello de Felipe, Diablo estaba pálido y parecía vacilar sobre qué hacer.

La Espada resplandecía a sus pies. Si Saito trataba de tocarla, o lo mismo con el Escudo, sentiría un rechazo tan potente que le dejaría los dedos insensibilizados durante un rato.

Si vas a luchar, es el momento. ¿O vas a dejar que tu amigo se haya suicidado en vano?—preguntó Diablo.

La torre tembló bajo el peso de Maléfica cuando esta se irguió, cogiendo aire para expulsar fuego. Podía escuchar el aleteo de Nithael, y también el zumbido del glider de Nanashi.

Si se asomaba, percibiría un destello de su cabello mientras corría, apareciendo y desapareciendo —¿usaba el tiempo para dar pequeños saltos? ¿Por qué no uno grande?—, en dirección al palacio. Y también vería a Xefil, a quien Maléfica todavía no había notado (pero era muy posible que lo acabara descolgando, pues cada vez que se desplazaba, afianzaba la cola en la torre).


Diablo lo miraba fijamente, pensativo. De pronto, dejó de amenazar a Felipe, pero cogió de rehén a Bitron. Luego señaló con la mano libre hacia las armas del príncipe.

Esas cosas pueden eliminar cualquier cosa impura, o que no pertenezca por completo a la Luz. Quizás, con ellas, seríais capaces de abriros paso por el Caos.


De una forma u otra, ni él —ni, si lo intentaba, Xefil— probarían ser dignos de la Espada y del Escudo. Puede que Nithael estuviera calificado, pero estaba un poco ocupado esquivando llamaradas corrosivas. Así que la otra opción era… Felipe. Que estaba inconsciente.


El príncipe está bajo un encantamiento. Solo alguien que le insufle la mitad de su vida, de su existencia, podría despertarlo. Por desgracia—Diablo carraspeó— sus fieles súbditos no están cerca y unos niñatos no querrán hacer un sacrificio de estas dimensiones. Además, dudo que tengáis gusto por los hombres.

Era evidente que Nanashi y Nithael no se habían percatado de la llegada de Xihn y que, en medio de una pelea a muerte, sería difícil advertirles. ¿Qué debía hacer? ¿Intentar eliminar a Maléfica, arrebatarle el Corazón de Aurora antes de que llegara Xihn? ¿O acudir a interceptar a este sin el Escudo y la Espada?



Saito
VIT: 80/120
PH: 40/60

Alanna
VIT: 50/60
PH: 12/32

Xefil
VIT: 15/20
PH: 10/54


[b]Faltas: Astro III. Expulsado

Fecha límite: martes 6 de marzo.


Spoiler: Mostrar
Con ofrecer la mitad de tu vida no digo de la VIT, sino de la vida total del personaje. Es decir, si alguno fuera a vivir 90 años y hubiera vivido 20, de esos 70 que le quedan perdería la mitad.

Y sí. Hay que dar un beso.
En
la
boca
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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[X] #8 - Comensalismo

Notapor Zee » Mié Mar 07, 2018 9:05 am


...pero ayudar es lo único que quiero hacer. Así que voy a hacerlo. Voy a ayudar hasta que esto me mate.


Erika escribió:
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~Dive into the Heart~


Silencio.

Absoluto. Imperturbable. Completo y solitario silencio.

Los escandalosos pasos de la joven Erika eran lo único que parecía resonar en aquel mundo, sumido en el sueño más profundo de todos. La gente, nobles y sirvientes; y las bestias, orcos y goblins, permanecían estáticos, congelados, en todos lugares, como si hubieran sido atrapados en una pintura en el momento más inoportuno.

Incluso con el caos del asedio rodeándola, Erika podía ir a donde le placiese. Nadie podía detenerla. Nadie podía impedírselo. Estaba sola. Más sola que nunca. Y sin embargo, no lo estaba. No realmente. Podía sentirla rondando en su interior: sus pensamientos abrazándose a los de ella como enredaderas; su presencia en un lugar recóndito de su cabeza, un espectador ineludible; su corazón corrupto en lugar del suyo, ocupando su pecho como un tumor, un parásito, un intruso.

Cuidadosamente, era la forma en que Erika examinaba su entorno, sin saber cuál de todos aquellos innumerables caminos debía recorrer. Cuidadosamente, era como Erika dirigía sus pasos por los largos pasillos del castillo, como si de alguna manera pudiese despertar a todas aquellas pobres almas durmientes. Cuidadosamente, era como atendía al lejano eco en lo profundo de su mente, el etéreo guía que de alguna forma le decía qué era lo que debía hacer.

Iba a desaparecer, lo sabía con claridad. Y no por la profunda herida en el centro de su pecho, teñida de un vivo carmesí, cálida como un pequeño sol. No por aquel hechizo tan sobrecogedor, que amenazaba con empujarla a un interminable descanso del cual ya no podría escapar. Sino por la oscuridad que ahora moraba en su corazón, el demonio a quien le había abierto la puerta de par en par, el lado oscuro, su némesis, que pronto la consumiría por completo y la arrastraría al olvido.

Sí, su vida pendía de un hilo. Le había tomado casi un año llegar hasta ese punto, pero ahora su destino era inminente. Y no obstante, había algo que todavía podía hacer antes de partir, antes de perecer junto con todas las demás almas ingenuas que habían caído en la misma trampa década tras década. Podía salvar a Xefil. Podía salvarlo. Tan pronto como lo encontrase, podía usar su poder para romper el hechizo que lo poseía. El brillante cristal púrpura que sostenía entre sus temblorosos y húmedos dedos. Sí, podía salvarlo. Podía salvarlo, pero a un precio altísimo. Un precio que había considerado día y noche, entre remordimientos y culpa, por más de un año, existiendo en un tiempo prestado, mientras el reino continuaba esperando con inquebrantable paciencia.

Alzó el cristal y contempló su mágico brillo por enésima vez, deteniéndose un momento frente a las puertas de la biblioteca. Allí dentro, en la gema que cabía en la palma de su mano como una curiosa daga, estaba toda ella. Toda su existencia y su propósito; cada día que había vivido, cada recuerdo que había creado, cada latido de su ahora frágil corazón.

Cuidadosamente, como para no perturbar el absoluto silencio, Erika abrió la puerta. Y lo primero que vio, incluso antes de las amplias estanterías, de las elegantes alfombras o el polvo suspendido en la luz que entraba en las ventanas, fueron sus ojos marrones. Sus ojos que se habían quedado clavados en un grueso libro que sus manos sujetaban con aprehensión, uno de tantos que yacían en montón desordenado a sus pies; sus ojos vidriosos que, incluso congelados en el tiempo, reflejaban miedo y confusión; sus ojos que, si el hechizo no estuviese presente, con seguridad irían del libro a la ventana, y de la ventana al libro, juzgando cuánto tiempo le quedaba antes de que las hordas llegaran al interior del castillo.

Xefil. Soy yo.

La voz se le quebró en la última sílaba. Allí estaba él, después de un año. Él, que había compartido su infancia con ella, que conocía todos sus sueños y miedos, que había estado a su lado desde que ella podía recordar; él, que siempre se había prometido protegerla y cuidar de ella, que juzgaba cada una de sus decisiones, que la aconsejaba pese a que en ocasiones supiera menos que ella; él, que se había preocupado por aquella extraña hechicera a la que idolatraba, que le había advertido sobre la decisión de seguirla; él, que había mandado innumerables cartas y había golpeado a su puerta día con día al no verlas correspondidas; él, que se había enfrentado a su padre y a la bruja en un último intento de traerla de vuelta; él, que ahora desesperadamente buscaba información sobre magia y otros mundos en tantos libros como podía, mientras el mundo a su alrededor se caía a pedazos y su propia vida corría riesgo. Él. Su mejor amigo y su confidente. La persona a la que más quería en este mundo y a la que había traicionado por un montón de promesas estúpidas y sueños vacuos.

Allí estaba él. Sólo una estatua.

Vine a darte esto —dijo, levantando el cristal como si fuera una ofrenda, contemplando su hipnótico brillo porque no tenía el valor de mirar a Xefil a los ojos—. Estos son mis recuerdos. Esto es todo lo que soy.

Erika caminó hasta la estantería en la que Xefil había estado rebuscando y se sentó sobre el montón de libros a un lado del muchacho. Mientras jugueteaba con el cristal en sus manos, continuó hablándole al silencio eterno:

Cuando lo use en ti, el ritual… el ritual se interrumpirá. Y comenzará uno nuevo, contigo como el nuevo cuerpo ­—intentó mirarlo, pero no pudo. ¿Lo estaba condenando? Tal vez. Pero era la única forma—. ¡Pero todo saldrá bien!

»Yo no estaba aquí cuando comenzó el hechizo, ¿sabes? —Sonrió con amargura, soltando el cristal y posándolo en su regazo. Con delicadeza, casi ternura, se llevó la mano al pecho, a la herida que nunca cerraba y nunca sangraba—. No estoy aquí ahora, ni siquiera. Porque… Mi corazón ya no está. Se ha ido. A donde quiera que se van todos los corazones. Todo lo que queda es esto —Una vez más acarició el cristal antes de levantarlo y envolverlo entre sus dedos—. Y mi cuerpo. ¿Entiendes? Mi cuerpo está congelado, pero mi corazón no, porque está lejos, muy lejos.

Erika miró por la ventana. Atardecería pronto. El tiempo allá afuera seguía corriendo, pero para ella y para Xefil no lo hacía. Y nunca lo haría si no cambiaba las cosas.

Podría seguir viviendo. Por siempre. O hasta que el hechizo se rompa. Pero no quiero eso.

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~Breaking the Wall - Regeneration~


Con decisión, se puso de pie, sujetando su memoria contra su pecho con sumo afecto.

Como yo no soy parte del hechizo, puedo usar mis recuerdos para despertarte. Podrás escapar del asedio. Y salvar a tus padres y a tu hermana.

Lo miró a los ojos, al fin. Y dolió. Como si la herida en su pecho estuviese viva. Curioso, porque sabía que no había nada allí. Nada de Erika que pudiese doler. Sólo la Bruja Eterna. Lo miró y se acercó a él, colándose en el diminuto espacio que había entre su cuerpo y la estantería. Posó sus manos pálidas sobre los hombros del chico y, esperando que las palabras tuviesen algún efecto, sentenció:

Vimos a una mujer llegar a este castillo. Una guerrera con un corazón muy poderoso, pude sentirlo… —sonrió con tristeza, clavando su mirada en sus ojos marrones. No la correspondieron—. Cuando despiertes, tienes que buscarla. Y pedirle que te ayude.

Los ojos de Xefil seguían posados en la nada. Erika suspiró y se apartó de él, recargándose contra la estantería.

Esto es estúpido. No puedes oírme. Y de todas formas…

»No vas a recordarme cuando esto termine.


Un precio altísimo. El mayor de todos. Eran sus recuerdos los que sostenía en sus manos. Se destruirían por completo en cuanto los usara para el ritual de Jessamine. Y los recuerdos están entrelazados, como cadenas. En cuanto se esfumaran, el hecho de su existencia se esfumaría también. Xefil no podría recordar su rostro ni su voz, nada de ella, nunca más.

Pero al menos… estaría vivo.

Sujetó el cristal con más fuerza y abrazó a su amigo. Acercó sus labios a sus oídos y, ya sin poder contener las lágrimas, murmuró:

Sólo un poco más, Xefil. Hay algunas cosas que quiero decir… Sin mí, todo te va a salir mal —intentó reír, pero debido al llanto lo que salió fue algo más parecido a un hipido.

»Primero lo importante: sé amable siempre, sé fuerte siempre. Y honor ante todo, siempre.

­»Cuando estés allí afuera... Diviértete. Aprende. Procura conocer tantas cosas como puedas. Y sueña de vez en cuando.

»Y si no es mucho pedir, haz en mi lugar las cosas que yo nunca pude hacer… ¡Como volar! ¡O aprender a cocinar! ¡O ir a uno de esos hermosos bailes! ¡O ir en un navío en altamar!

»O enamorarte… Es una tontería, pero…


Las lágrimas que cayeron de sus mejillas se encontraban suspendidas en el aire, ahora atrapadas en el hechizo del sueño eterno. Erika contempló los ojos marrones de su amigo por última vez, retrocediendo un poco, y trató de grabar aquel momento, de guardar aquel dolor, de dejar que aquellos sentimientos ardieran en su pecho hasta que dejaran marca… porque a donde quiera que fuese, no estaba dispuesta a olvidarlo. No si había algo más allá.

Con su mano libre, acarició la de Xefil. Cálida. Como si el hechizo no existiera.

Sólo… intenta divertirte.

Tomó sus dedos entre los de ella; y sin dudar ni un momento más, clavó el cristal con fuerza en su pecho.


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~Your Power~


¡Muéstrale lo que has hecho con ella!

Afiladas uñas, como animales garras, rasguñaron mi rostro. Un rocío cálido y carmesí nubló mi vista. Brazos y piernas forcejeaban contra mi cuerpo, que con ímpetu rodeaba al de Karel. El aire a nuestro alrededor cosquilleaba a la par que la gravedad se desplazaba y la caída se convertía en un vuelo. Aterrizamos en el muro externo de la torre, mis botas se deslizaron por las losas de granito mientras el peso de Karel amenazaba con romper mi hechizo y arrastrarme al vacío.

Mas resultó que todos mis esfuerzos por mantener al hechicero fuera de los acontecimientos serían en vano. De pronto, todo se tiñó de verde y un calor abrasador envolvió el castillo. La explosión me desequilibró y provocó que descuidara mi agarre; como un reptil escurridizo, Karel se escabulló de mi hechizo, dejando que la gravedad lo arrastrara…

¡No!

Y con una sonrisa, desapareció en el interior de un portal de oscuridad.

Me quedé congelado por unos momentos, prensado de la torre como un insecto pegado a la pared. Mis ojos recorrían el suelo lejano del reino de un lado a otro, esperando que Karel reapareciera, pero ningún portal volvió a abrirse. No percibí lo mucho que había apretado los dientes hasta que di una amplia bocanada y me puse de pie para, derrotado, volver por el camino por el cual había venido.

Hubo otro fuerte temblor y la sensación inminente de fuego lanzándose contra mí. Apenas alcancé a girar levemente la cabeza para reparar en que una sombra negra se acercaba a una velocidad peligrosa; rodé por el muro, sintiendo el aire caliente remover mi cabello, mientras la silueta pasaba por encima de mí y aterrizaba con un estruendo a un costado mío. Me levanté en posición de plancha, divisando entre los mechones de cabello y la sangre fresca: una enorme cola, negra, con escamas brillantes, se había enroscado alrededor de la torre.

No es cierto.

Un gigantesco dragón había hecho del torreón su nido. Su oscura acorazada, sus afiladas espinas negras y sus resplandecientes ojos verdes demostraban de forma indiscutible que se trataba de Maléfica, luciendo justo como los reportes de la orden la describían. Rodeándola como un par de cometas, se alcanzaban a distinguir las siluetas de Nithael y Garuda; mientras que Alanna y Bella, para mi alivio, lograban escapar por un portal de luz en el último momento.

Sin permitirme tiempo para perder, me incorporé y corrí hacia el balcón por donde había tirado a Karel, saltando la barandilla con un salto y reestableciendo mi eje de gravedad antes de aterrizar en el interior de la habitación. El aire era el mismo adentro que afuera: ardiente y sofocante, como hallarse dentro de un volcán. A mis espaldas se escuchaban las poderosas llamas de la bruja rugiendo contra la tormenta, cada vez con más fuerza, cada vez con mayor tenacidad.

Saito seguía de pie a un lado del esbirro de Maléfica, con las armas de Felipe a sus pies. El sirviente de la bruja oscura continuaba sentado en la cama, manteniendo una estrecha vigilancia sobre el cuello del príncipe, negándose a separar la hoja plateada de su piel. Todo seguía como lo había dejado, pero de alguna forma se sentía como si las cosas hubieran empeorado.

Si vas a luchar, es el momento —dijo el hombre, continuando con una conversación pasada que sólo a Saito le sería conocida—. ¿O vas a dejar que tu amigo se haya suicidado en vano?

No estoy muerto —expliqué, a la par que avanzaba un par de pasos para que Narinas reparara en mi presencia—. Puedo caminar por las paredes. Ése era el plan.

»Claro que… el plan no funcionó —admití con clara vergüenza. Luego, después de ver la mirada que mi compañero me dirigía, de completa y sincera desaprobación, añadí—: Lo siento… tremendamente. No vi otra opción. No pensé que Karel mantendría la cabeza fría incluso en una situación así.

Recorrí la habitación con la mirada. Ni rastro de la reina de tinta. Demonios.

Y tampoco ayudó a parar a Friederike.

La torre tembló una vez más, en esta ocasión con tal fuerza que tuve que levantar los brazos a los costados para mantener el equilibrio. Una potente llamarada, no podía creerlo pero, más poderosa que las demás, se escuchó por encima de nuestras cabezas. Mientras seguíamos hablando, la pelea allí afuera continuaba. Por el hueco de la ventana, el Glider de Nanashi pasó zumbando como una saeta.

Cuando el sirviente cambió de mano para tomar a Ban de rehén, hice ademán de tomar mi última daga; pero cuando noté lo sudorosa de su frente y lo pálida de su tez, tuve mis dudas respecto a si el hombre sería capaz de dañar a nuestro compañero con tal de que cediéramos a sus demandas. Y sin embargo, incluso sin que él estuviese forzando nuestra mano, parecía que estábamos obligados a seguir sus indicaciones. Después de todo, estábamos agotando tanto el tiempo que nos restaba como nuestras opciones.

Con una uña larga y afilada, Narinas apuntó a las armas que descansaban al pie de la cama.

Esas cosas pueden eliminar cualquier cosa impura, o que no pertenezca por completo a la Luz —señaló.

¿Como la Llave-Espada? —inquirí. El hombre no pareció tener la intención de responderme, pero tras añadir, pensativo, su siguiente frase, contradijo mi idea de inmediato:

Quizás, con ellas, seríais capaces de abriros paso por el Caos.

Okay, no como la Llave-Espada. Eso no era algo que la Llave-Espada pudiera hacer. El Caos era completamente diferente a la Luz y a la Oscuridad. Era entropía, destrucción, fin puro. Cualquier cosa que lo tocaba, o desaparecía en un instante, o se transformaba en algo que no debía pertenecer a ningún mundo. Aparte de Xihn, ése era nuestro enemigo más grande. Si había armas que pudieran combatirlo, ¡entonces teníamos que obtenerlas para la orden!

Salvo que… no podíamos tocarlas. Incluso desde mi lugar, a unos dos o tres pasos del pie de la cama, podía sentir cómo la espada y el escudo me rechazaban, al no ser un ser de pura luz. Era de esperar que a Saito le pasara lo mismo. La única persona que las había usado con naturalidad y maestría había sido el Príncipe Felipe, que ahora se encontraba en un sueño más profundo que la inconsciencia.

Miré en dirección al futuro monarca y luego al sirviente. El hombre nos había puesto en esta situación de forma deliberada, ¿no era cierto?

El príncipe está bajo un encantamiento —sentenció el esbirro, sin soltar su agarre sobre Ban—.Solo alguien que le insufle la mitad de su vida, de su existencia, podría despertarlo.

Hubo un silencio breve, incómodo, pero que pareció eterno. Su última frase resonó en mi cabeza una y otra vez durante lo que parecieron varios días. "Insuflar". Para salvar al príncipe, alguien tendría que entregarle su vida… o al menos una porción, con algo similar a un beso. Fuera la que fuese la maldición que lo aquejaba, aquella debía ser una de las peores jamás creadas, pero uno debía admitir que era perfecta para negociar y hacer demandas. Ahora sí, sin duda alguna, Maléfica y su sirviente estaban forzando nuestra mano hasta el límite, doblándonos a tal grado que debíamos agacharnos al suelo y reverenciarlos. No había palabras para describir el atrevimiento de aquella bruja. Era, como Alanna lo había dicho, un completo monstruo.

Respiré hondo, sintiendo una punzada de miedo en el pecho. Pero incluso así, sabía que no teníamos otra opción. Si no hacíamos nada al respecto, perderíamos no sólo a Felipe, sino a Aurora también. Y al reino. Y al mundo. Y a mi familia. Y a todo lo que alguna vez conocí.

Entregar un precio tan alto, la vida misma, para salvar a otro. ¿Por qué aquella situación parecía tan familiar…? ¿Y dolorosa?

Por desgracia sus fieles súbditos no están cerca y unos niñatos no querrán hacer un sacrificio de estas dimensiones. Además, dudo que tengáis gusto por los hombres.

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~Breaking the Wall - Piano~


Te equivocas.

La voz brotó de mis labios por impulso. No estaba siquiera pensando en lo que estaba diciendo. Las palabras salieron por cuenta propia. Simplemente lo dije.

Puedo no ser súbdito de Felipe, pero Stéfano es mi rey, y estos son sus dominios. Si puedo ayudar al príncipe a que él ayude al reino, entonces...

Contemplé a Felipe, quieto, silencioso. Era un hombre poderoso. Íntegro. Durante años, había liderado a un ejército, a un pueblo, contra las amenazas de Maléfica y los Sincorazón. Se había atrevido a desafiar a las Ciénagas y al Hada Oscura con tal de conseguir las armas para salvar a su amada y a tantas vidas inocentes. Y todo sin venirse abajo. Firme como un roble, como mi padre solía decir. Verdaderamente, alguien de sangre real, escogido por los dioses para guiar. Él había, de cierta forma, hecho una increíble cantidad de sacrificios por el bien mayor. Era un héroe.

¿Y yo…? ¿Qué había hecho yo?

Cuando Nanashi me reclutó como Aprendiz, no volví al reino incluso con el asedio y el hechizo. Me sentí aterrado a morir, así que decidí huir. Y cuando Tierra de Partida y Bastión Hueco entraron en guerra y nos vimos obligados a luchar contra viejos amigos, me sentí aterrado a morir, así que decidí huir. Cuando Jessamine amenazó con finalmente tomar mi cuerpo, me sentí aterrado a morir, así que decidí huir.

Siempre que la Orden necesitaba algo de mí, algún sacrificio, me convertía en un cobarde. Mientras que otros, Caballeros de verdad…

Nadhia Hoghes, negociando su cualidad más valiosa a un ente mágico y ancestral…
«Tu ojo izquierdo. Todas tus hermanas ansían devorarlo. No me extraña, es la aguda vista de una formidable arquera. Y parece que aún está creciendo su poder. Pero no podría esperar a degustarlo».

El Light de un mundo paralelo, sumergiéndose de lleno en un charco profundo y oscuro…
«Light. Es peligroso. No te acerques. Es Corrupción pura».

Ragun, el aprendiz sombrío, perdiendo su brazo tras enfrentarse a una maldad incomparable…
«Gárland, enfréntate a mí. Esta vez seremos sólo tú y yo».

Alanna, cuyo valor recién había conocido en la misión anterior, protegiendo a Cenicienta a toda costa...
«Recuerda, querida ahijada, ¡un corazón de luz!».

La Orden de Caballeros estaba llena de gente que no tenía miedo.

No. Qué tonto. Por supuesto que tenían miedo.

Lo que los volvía Caballeros era que, pese a tener miedo, estaban dispuestos a pelear.

«Yo también. Yo también quiero ser…», me encontré deseando. «Quiero significar algo. Quiero salvar algo».

«¿Alguien como yo tiene permitido…? ¿Puedo… morir por alguien más?».

Alcé la vista, dudoso, posando mis ojos sobre Felipe y sintiéndome extrañamente triste. Me había costado más de cinco años, innumerables luchas y entrenamientos más gritos y heridas de los que cualquiera sería capaz de contar; litros de sudor, de sangre, de lágrimas; incluso me había costado un corazón literalmente roto; pero me había decidido. Estaba listo para ser un Caballero.

Puedo ayudarlo a despertar. Puedo ayudarlo a luchar.

Miré a Saito y, como si de pronto hubiera ganado el don de leer su mente, adiviné sus intenciones. En sus ojos azules se asomaba la misma determinación que se había hecho presente en mí. De nueva cuenta, aquel pensamiento culposo se retorció como un molesto gusano en mi cabeza: “Él estuvo aquí. Yo no. Yo no estuve. Si hubiera estado aquí…”. Saito había sido parte de las misiones en el reino de Huberto; según los reportes, él se había enfrentado al ejército de Maléfica y al Dragón, mientras que yo me encontraba desaparecido cuando el príncipe Felipe más necesitaba de nuestra ayuda. Él también estaba involucrado, inclusive de forma emocional.

Seguramente, él también tenía enmiendas por hacer.

Sé que es difícil para ti, Saito; confiar en mí. Especialmente tras… Bueno.

Di un paso al frente y me aproximé a la cama del monarca, contemplando la espada y el escudo que reposaban a sus pies. Lo único que podía luchar contra el Caos. Luego, miré al príncipe otra vez. Sólo él podía sostenerlos. Lo que significaba que, de todos nosotros, sólo él podía siquiera pensar en atravesar el Caos y enfrentarse a Xihn. Xihn, destructor de mundos.

Tragué saliva. ¿Era justo enviarlo a luchar contra nuestro enemigo más poderoso? ¿Podría el príncipe enfrentarse a un titán como lo era Xihn? ¿Y si lo estábamos enviando a una misión suicida; llevándolo hasta su muerte después de entregarle parte de nuestra vida?

«No necesariamente. Podría haber otra forma de solucionar esto». Afuera, el dragón rugía.

Pero necesito hacerlo —Miré a mi compañero justo a los ojos, intentando transmitirle mi resolución—. Si huyo de esto también, definitivamente perderemos; pero si ayudo a Felipe y me quedo a luchar… tal vez tengamos una oportunidad. —Rodeé la cama hasta quedar a un lado del príncipe. Giré la cabeza para observar al sirviente de Maléfica, curioso por ver su reacción ante mi decisión—. Tal vez no de ganar. Tal vez ni siquiera de sobrevivir. ¿Sabes? Tal vez ni siquiera tenga sentido despertar a Felipe para después mandarlo a pelear, pero... —Respiré hondo y tragué saliva, sintiendo por primera vez una pizca de arrepentimiento. Pero no. No me daría la vuelta—. ...pero ayudar es lo único que quiero hacer. Así que voy a hacerlo. Voy a ayudar hasta que esto me mate.

Me mordí los labios con nervios. ¿Iba a doler? ¿Iba a algo a cambiar en mí? ¿Lo sentiría en el momento? ¿O sería todo igual?

Cerré los ojos.

«¿Cuánto tiempo me queda, Jess?», cuestioné. De inmediato noté el corazón de la Bruja estremecerse ante la pregunta, como si no la esperara. Como si el hecho de que yo conociera esa información fuera una sorpresa. «Abandonaste todas tus vidas pasadas cuando eran jóvenes. Era natural asumir que conmigo no sería diferente».

Por primera vez en años, la voz de la Bruja Eterna pareció flaquear.

«El ritual volvía a los recipientes frágiles y débiles. Las dejaba atrás en su apogeo, antes de que su decadencia siquiera comenzara, o de lo contrario mis poderes podrían no ser…»

Estaba aplazando las cosas.

«Cuánto tiempo», reiteré.

Silencio, por unos momentos. O al menos de forma relativa. El caos allá afuera parecía resonar en la torre con todavía mayor fuerza.

«…alrededor de treinta y cinco años. Tal vez menos».

Fue como un duro golpe en el estómago. Eso no era nada de tiempo. Nada.

«Tengo veinticuatro».

«¡Tu ritual estaba incompleto!», bramó Jessamine con impaciencia. «¡Tu tiempo restante bien podría ser el doble de eso!».

«¿Estás segura de ello?».

Silencio de nuevo. Dicho de otra forma, un rotundo "No".

«Así que… el doble de eso, reducido a la mitad».

Si no sacrificaba nada, bien podríamos morir allí mismo.

Toda pista de arrepentimiento desapareció.

«Mejores personas han vivido menos que eso».

Todavía temiendo que pudiese doler, me incliné al frente y posé mis labios sobre los del príncipe.

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~Sinister Shadows~


Así que, Alteza, la situación es ésta: la dragona Maléfica guarda el corazón de la princesa Aurora entre sus garras —explicaría a Felipe de forma apresurada, una vez que éste despertara, asegurándome que tenía todas mis armas y mis brebajes en su sitio para la pelea que se nos venía encima. No era sólo una excusa para no verlo a la cara después de lo que había hecho; era también un acto necesario considerando que, o luchábamos contra Maléfica o contra Xihn, o contra los dos; las cosas no iban a ser nada fáciles. Quizás los tesoros de Felipe nos ayudarían de alguna forma.—. Pero aunque sea difícil de creer, hay un enemigo todavía peor que ella en camino. Si la Orden os ha contado sobre "Xihn", entonces sabéis con claridad en qué clase de peligro nos encontramos.

»Tenemos que apresurarnos.


Con un destello de luz, me coloqué mi Armadura e invoqué mi Glider en el interior de la habitación. Escuché cómo Saito discutía con el sirviente, amenazando con que si intentaba hacer algo para detenernos, estaría condenado por intentar superarnos en un tres contra uno. Mientras el chico mantenía al esbirro vigilado, me acerqué de nuevo a la cama e intenté que uno de los brazos de Ban rodeara mi cuello para poder levantarlo. Era pesado, muy pesado... Tomar a la princesa Aurora en el otro brazo después de eso fue prácticamente imposible. Entonces tuve la idea de usar mis poderes a mi favor y por suerte un Giro Magnético para atraer a ambos hacia mí hizo las cosas un poco más sencillas. Sólo un poco.

Intentaré poner a los otros a salvo —expliqué entre jadeos y bocanadas, en especial porque sabía que Felipe podía ponerse un poco sensible en cuanto tomara el cuerpo de la princesa—. Necesitaré una suerte tremenda, pero tal vez encuentre un lugar seguro allá abajo —Dicho aquello, acomodé a Aurora y a Ban sentados sobre mi Glider, con el chico detrás de la princesa. Sintiéndome algo ridículo, me senté sobre la tabla en lugar de plantar mis pies sobre ella, acomodándome detrás de ambos. Saqué mi cuerda de fibra del bolsillo y até un extremo a mi muñeca derecha, para después pasar el alambre por enfrente de los otros dos y sujetar la otra punta a mi mano izquierda, sujetándolos con fuerza hacia mi cuerpo y ayudándome con el hechizo magnético a que se pegaran a mí.

Y luego, intenté hacer que mi vehículo flotara. Fue difícil. Muy difícil. El peso extra me arrastraba hacia adelante y hacia abajo, pero podía sentir que mientras no hiciera ningún movimiento brusco, podíamos llegar al suelo a salvo.

Si nuestro plan funcionó, salí por la ventana después de que lo hiciera Saito, descendiendo casi de inmediato por el muro de la torre. La rodearía hasta quedar del otro lado, lejos de donde Xihn pudiera verme, y luego bajaría tanto como pudiera hasta alcanzar a ver el puente por donde habíamos llegado. Si Nanashi y Nithael habían tenido la oportunidad de unirse a nosotros en sus Gliders, entonces cabía la posibilidad de que Abel y Heike ya no estuviesen luchando tierra abajo. Los buscaría con la mirada y descendería hasta ellos, esperando que de alguna forma pudiesen ayudarme a alejar a Aurora y a Ban de Maléfica y Xihn. De no hallarlos, me vería obligado a ir hasta el bosque, puesto que la ciudadela muy seguramente era un desastre gracias a los estragos dejados por las espinas y por el asedio que se había resumido después de años. Aunque lo último que necesitaba era toparme también con Sincorazón.

¿Por qué tenía la sombría y pesada sensación de que no había escapatoria?

No estábamos a salvo en ningún lado.

Y sólo pensar que todavía tenía que darme la vuelta y enfrentarme a Xihn era una sensación todavía peor.

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fuck was this long
ahora me arrepiento de poner los flashbacks

▪ Giro magnético (HC) [Nivel 10] [Requiere Afinidad a Espacio; Velocidad: 18] El usuario da una vuelta sobre sí mismo, creando un pequeño campo magnético a su alrededor que puede causar atracción o repulsión en aquellos que se encuentren en él, de apenas un par de metros de radio. Una vez ejecutada la habilidad, no se puede cambiar el polo adquirido por cada uno.
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Ronda 9

Notapor Suzume Mizuno » Dom Mar 11, 2018 12:34 am

Cuando Xefil besó a Felipe, al principio no sucedió nada. El príncipe estaba frío, aunque respiraba y desde luego no parecía un cadáver. Tanto Diablo como Saito permanecieron observando unos segundos mientras, fuera, seguía desatándose el caos.

Pero luego, sintió calor. Y un brusco tirón. Felipe no estaba haciendo nada, desde luego, pero igualmente algo fluyó desde Xefil hacia él. No hizo daño, pero sí lo fue dejando más y más sin energías, como cuando uno se desangra con lentitud. A la vez, con todo, fue una experiencia extraña y maravillosa, porque la había buscado él y era… dar a otra persona, por el bien de otro ser vivo.

Felipe parpadeó, con la mirada desenfocada, y se fue espabilando poco a poco. Miró a Xefil con profunda extrañeza —no todos los días se despierta uno con un hombre encima— pero parecía demasiado confuso como para poder sacar una conclusión.

De modo que escuchó la parrafada de Xefil en silencio, a medida que se le iba aclarando la cabeza. De vez en cuando volvía la mirada hacia el cuerpo frío de Aurora o se tocaba los labios. También miraba a Diablo, que se mantenía controlando a Bitron, sin fiarse de nada ni nadie. Lo único que terminó de espabilarlo fue cuando Saito le dijo que podían ir a por el Corazón de Aurora.

¿Se salvará entonces?¡Eh!—exclamó cuando vio que intentaba levantar a Aurora. Sus ojos se abrieron de par en par en cuanto los cuerpos levitaron y se incorporó de un salto.

Intentaré poner a los otros a salvo . Necesitaré una suerte tremenda, pero tal vez encuentre un lugar seguro allá abajo.

Felipe protestó, pero Saito estaba ocupado discutiendo con Diablo. El cuervo tenía orejas y se había enterado bien de lo que pretendían.

¡TRAIDORES, MALÉFICA, VAN A POR TI, EL PRÍNCIPE VA A POR TI!

Felipe agarró la Espada de la Verdad y, de un corte, acabó con Diablo. El cuerpo se desplomó y humeó, encogiéndose hasta adoptar la forma de un cuervo. Entre tanto, Xefil escapó por la ventana.

El príncipe miró a Saito a la vez que recogía su Escudo. Tenía las mandíbulas apretadas y una expresión de decisión.

¿Pensáis hacer algo o tendré que ir yo solo a por Maléfica?

Felipe, desde luego, no podía volar… Pero sí trepar. Visto que Saito no sabía bien qué hacer, el príncipe se descolgó sin pensarlo dos veces por el balcón. La torre vibraba, se estremecía, vomitaba polvo con cada coletazo y cambio de postura de la gigantesca dragona.

Un rayo de luz cruzó el cielo, que casi al momento se tornó verde cuando Maléfica lo rechazó con una potente llamarada. Nithael voló alrededor de la torre y el fuego lo persiguió, rozándole los pies, y alcanzando casas, deshaciendo la muralla y arrasando lo que encontraba por su camino.

Nanashi aterrizó a la espalda de Maléfica y le hundió la Llave Espada en la sangrante herida que le había abierto Friederike un instante antes de que llegara Garuda a llevársela volando. Por suerte, porque la dragona estuvo a punto de partirla en dos con una dentellada.

Maléfica desplegó las alas, a punto de echar a volar. Entonces, a menos que Saito sacara el glider o buscara alguna forma de retenerla, Felipe no tendría otro remedio que intentar aferrarse a su cola.

Mientras tanto, Xihn debía estar a punto de llegar.

No muy lejos, en el límite de la ciudad, Xefil encontró a Heike y Abel ayudando a la gente a escapar. Había orcos y ogros, pero también recibían la ayuda de las hadas y se preocupaban sobre todo por guiar a la poca gente que había logrado abandonar las murallas.

Cuando Heike vio cómo se acercaba, sus ojos se abrieron como platos.

¡Qué...!

Abel dio un pequeño salto y estuvo a punto de arrojar una enorme roca que tenía en la mano. Por suerte, reconoció a Xefil en el último segundo y se contuvo. Su caballo se revolvió bajo él cuando el glider se acercó. Heike saltó al suelo y fue la primera en reconocer a la princesa. Extendió los brazos, dispuesta a cogerla por si se resbalaba fuera durante el aterrizaje. Abel se apresuró a ayudar con Bitron.

¿El príncipe?—preguntó, mirando a Xefil.

Cuando Heike cogió a Aurora, la cabeza de esta se venció hacia atrás. La mujer le tocó el cuello y soltó una exclamación. Cerró los ojos unos segundos. Susurró:

Está muerta...


Saito
VIT: 80/120
PH: 40/60

Alanna
VIT: 50/60
PH: 12/32

Xefil
VIT: 15/20
PH: 0/54


[b]Faltas: Astro III. Expulsado Sora I (Justificada).

Fecha límite: jueves 15 de marzo.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Jue Mar 15, 2018 11:53 pm

«Qué está pasando, qué está pasando...»

Mi derredor era confuso. Escuchaba los ecos de la batalla, pero me sentía incapaz de ubicarme en ella. Habían estado resonando demasiado lejos, quizá por demasiado tiempo. Era tarde, lo sabía. ¿Pero tarde para qué?

Los dedos todavía me hormigueaban, fruto de haber intentado tocar las armas de Felipe. Eso era. Felipe… Pero ya no estaba. Ni él, ni las armas, ni Xefil.

Me llevé las manos a la cabeza, ésta última me ardía con fuerza. Aparté la vista del cadáver del esbirro de Maléfica, ahogando una arcada. Lo recordaba con cierta vaguedad: el Príncipe se había encargado de él, con su espada, cuando había visto que queríamos salvar a Aurora y no a su Señora.

Y Xefil… había salido por la ventana, esta vez para poner a salvo el cuerpo de Aurora y a Bitron. Eso era. Mi compañero se había encargado de sacrificarse por despertar a Felipe y darnos una oportunidad de recuperar el Corazón de la Princesa. Había ofrecido la mitad de su vida por traerlo de vuelta, y a cambio nadie le garantizaba nada.

«Intentaré poner a los otros a salvo. Necesitaré una suerte tremenda, pero tal vez encuentre un lugar seguro allá abajo.»


Ni siquiera me había despedido de él, ni le había deseado suerte. No era que me cayera en especial gracia, para que mentir, pero de momento había hecho por Reino Encantado más que yo. Y llevaba a dos de los nuestros con él, dispuesto a ponerlos sobre seguro en medio de una guerra que todavía no tenía vencedor.

«¿Pensáis hacer algo o tendré que ir yo solo a por Maléfica?»


Me asomé a la ventana, mi cuerpo ganaba fuerza por momentos. Busqué con la mirada al Príncipe Felipe que luchaba con uñas y dientes para no caer de la torre, que se estremecía ante cada movimiento de la dragona.

Nithael y Nanashi la mantenían entretenida mientras Felipe se descolgaba y avanzaba como podía. Xihn tenía que estar al caer y yo seguía ahí plantado, sin saber lo que hacer. Invoqué mi armadura mientras el cielo se seguía tiñendo de verde cada vez que Maléfica escupía fuego contra sus enemigos.

Las intenciones de la bruja quedaron bastante claras cuando hizo el ademán de desplegar sus alas.

Invoqué el Glider, con los ojos todavía como platos y descendí hasta dónde estaba Felipe encaramado.

Suba Alteza. Haré todo lo que pueda por ayudar.

Trataría de localizar dónde tenía Maléfica el Corazón de Aurora y llevaría a Felipe hasta allí lo más rápido posible. Teníamos que conseguir que lo soltara cuanto antes, por lo que mientras el Príncipe atacaba aprovecharía para arrojar un Sagitta Tenebris sobre la herida de la dragona.

No sería de mucha utilidad pero si entre la copia de Friederike y la Maestra Nanashi habían conseguido herirla lo suficiente, otro golpe directo ahí podía darnos la oportunidad que estábamos buscando.

Si no lo conseguíamos a la primera maniobraría siguiendo las órdenes de Felipe, o las mías propias, para tratar de esquivar cualquier posible contraataque de Maléfica. No le había mentido al respecto: iba a hacer cualquier cosa con tal de darle al Príncipe cualquier brecha por la que abrirse paso.

Mucha gente había hecho una cantidad enorme de sacrificios hasta ese día. Algunos habían pagado con sus propias vidas, otros con torturas inimaginables. Algunos viviendo entre tinieblas y con el miedo aferrándose a ellos. Otros cargando con el peso del mundo a cuestas. Lo mínimo que les debía a todos ellos era intentarlo hasta la última de las consecuencias.

Saldaría mi deuda.

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Sagitta Tenebris (HM) [Nivel 21] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 30]. El usuario dispara una concentración de poder mágico hacia el cielo, que al llegar se fragmenta y cae en forma de una lluvia flechas que ataca a todos los enemigos en un radio de 5 metros.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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[X] #9 - La espina en el león

Notapor Zee » Vie Mar 16, 2018 8:24 pm

 
No huyas, no huyas, no huirás, no huiré, no huiré, ¡no huiré!


Desde luego, cargar con dos cuerpos inconscientes en mi Glider no fue un acto sencillo. Sujetar a Aurora y a Ban requería más de mi esfuerzo de mi atención de lo que había calculado; sus pesos se desplazaban de un lado a otro,
en ocasiones en la misma dirección, a veces en sentidos contrarios, y tiraban de imprevisto de la cuerda que los mantenía sobre la tabla. Manteniendo especial cuidado en que ninguno de los dos siquiera se acercara a la posibilidad de caer del vehículo, tuve que dirigir el Glider con mayor calma y lentitud de la que hubiera querido en aquella situación.

El cielo se teñía de verde por momentos. El gigantesco dragón no había dejado de pelear contra Nanashi y Nithael;
cada sacudida violenta de su cola o sus garras hacía temblar el muro de la torre, haciendo llover polvo y escombro sobre mi armadura. A la par que avanzaba en mi descenso por la torre, el calor de las llamaradas y las explosiones disminuían. Lo único que parecía no disminuir eran los potentes rugidos de la bestia, que resonaban en el interior de mi casco incluso cuando ya sobrevolábamos la ciudadela.

Conforme bajaba por la colina, distinguí movimiento entre las casas derrumbadas y los caminos destrozados. Al principio, pensé que el conflicto entre soldados y orcos continuaba incluso con la aparición de la bestia; pero al acercarme más y más al suelo, noté que las siluetas se movían de forma muy ordenada... y en una sola dirección: fuera de la ciudad.

Sentí que me quitaban un peso de encima, o al menos una parte de ello. ¡La gente estaba escapando! ¡Estaban saliendo de la ciudad!

Buscaba con la mirada la silueta de Abel, la cabellera de Heike, el brillo de sus armaduras, incluso la presencia de Sincorazón; cualquier cosa que me indicara la ubicación de los dos fieles subordinados del príncipe Felipe... Pero también, casi sin quererlo, una parte de mí escudriñaba a cada refugiado, con la pequeña y fugaz esperanza de encontrar entre tantas cabezas la de mi padre, la de mi madre, o la de mi hermana. Sólo podía rezar por su seguridad.

¡Allí! Casi sin buscarlo, cuando ya estaba a punto de perder mi objetivo, localicé al caballero Abel. Heike no estaba lejos. Aliviado, aceleré un poco, con el Glider ya casi rozando el suelo, dirigiéndome hacia los dos comandantes con más brusquedad de la intencionada (el peso de Aurora y Ban seguía haciendo estragos en mi pilotaje).

¡Qué...!

Frené en seco cuando Heike exclamó alterada. Cuando Abel hizo ademán de arrojarme algo y yo pronto me llevé la mano a la cabeza, fue cuando me percaté que seguía observándolos desde el interior de mi casco. Y también que estaba levitando sobre el suelo sobre una tabla de metal, con dos cuerpos inconscientes atados a mi cuerpo. Con un rápido golpe en mi sien, hice desaparecer el yelmo mágico y luego extendí la palma abierta al frente para clamar:

¡'pera!

Por suerte, los dos lograron reconocerme antes de que ocurriese un desafortunado accidente. Presuroso, pero todavía poniendo especial cuidado en que Aurora y Ban no se fueran de bruces al suelo, bajé del Glider al suelo, dejando que flotara a una distancia prudente de los caballos. Sin que se los pidiera, Abel y Heike descendieron de sus corceles y se apresuraron a sujetar a los dos durmientes.

¿El príncipe? —inquirió el hombre, sujetando a Ban en sus brazos con mucho menos trabajo del que a mí me había costado levantarlo.

Su Alteza está allá arriba. Peleando —expliqué brevemente, apuntando con un dedo a la dragona negra que todavía se revolvía sobre la torre. Desde allí, no podía distinguir ni a los Maestros, ni al príncipe, ni a mi compañero. Sólo podía ver las llamas y los hechizos colisionando y estallando como estrellas en miniatura—. Con Nanashi, Nithael y Saito.

Heike, a su vez, sostuvo a Aurora. Casi de inmediato, la mujer hizo una expresión adolorida y luego, con un hilo de voz, pronunció:

Está muerta...

Otro golpe invisible en el estómago. Por poco y aparto la mirada cuando contemplé el cuello de Aurora vencerse, como el de una muñeca sin vida, cuando Heike la levantó en brazos.

Maléfica tomó su corazón, su alma —sentencié con brusquedad y evidente cólera. Mi mano derecha subió al metal de mi pecho, como queriendo sentir que el mío propio seguía en su sitio—. Pero si se lo arrebatamos de regreso. Si acabamos con ella, tal vez... —Tragué saliva. No era mi papel hacer ese tipo de promesas. Pero la esperanza era lo último que nos quedaba—. Tal vez la Orden pueda hacer algo.

Con un movimiento de la mano, hice descender mi Glider hasta el suelo y coloqué mis botas sobre él. Al instante, el metal de mi armadura se magnetizó y se pegó en el sitio. Alcé la mirada, contemplando la torre, y busqué el balcón que comunicaba a los aposentos de Aurora. Entonces, recordando la forma en la que Saito y yo habíamos visto llegar, intenté extrapolar la ubicación actual de Xihn respecto a la ciudadela. Mentalmente, empecé a trazar un camino que me permitiera volar hasta ella y enfrentarla de frente.

Lamento tener que pediros esto, vista la situación, pero... Cuidad de ellos —pedí a Abel y a Heike, refiriéndome a Aurora y a Ban, quienes ahora descansaban en brazos de sus respectivos cuidadores. Con un pequeño zumbido, el Glider se alzó nuevamente, levitando a sólo un centímetro del suelo—. Xihn viene a por el corazón de la princesa. Alguien tiene que detenerla.

»O distraerla lo suficiente.


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~A Good Man - Strings~


Hice retroceder la tabla varios metros antes de levantarme en el aire, para no asustar a los caballos. Montado sobre mi Glider, flotando como algo fuera de este mundo, sentí la mirada de varios de los nativos. Me pregunté si, entre tantos ojos, habría un par capaz de reconocerme; y me pregunté lo que pensarían. Y luego pensé también que, si no fuera por Nanashi, yo podría estar en su lugar: huyendo del asedio, de Maléfica, temiendo por mi vida, contemplando con horror y admiración la figura metálica de un Caballero de la Llave-Espada.

«Me otorgaste una responsabilidad, Maestra. No un regalo. No un don. Una responsabilidad».

Gracias por ayudar a esta gente —sentencié, emprendiendo el vuelo antes de que Abel o Heike pudieran pedir explicaciones.

«Por eso, esta vez no correrás».

«No voy a huir».

Salí disparado por encima de la ciudadela, de vuelta al castillo, hasta donde se encontraba la torre más alta. Pero no subí a ayudar, por más anhelos que tuviera de acabar con Maléfica. Por más ganas que tuviera de reencontrarme con la seguridad de tener a un compañero cuidándote las espaldas. Continué por debajo, sintiendo punzadas en mi corazón cada que ignoraba un nuevo rugido o una nueva llamarada, apretando con fuerza el cable de metal que tenía enrollado en mi mano izquierda.

Presuroso, me tomé dos Éteres de un jalón. Por dios que iba a necesitar más magia. Volaba directo hacia Xihn, el enemigo más poderoso de la orden, que había destruido la mayoría de los mundos que yo conocía, que había diezmado a los Caballeros y a sus aliados, y quien comandaba a la Oscuridad y al Caos

«No corras. No corras. No huyas, no huyas, no huirás, no huiré, no huiré, ¡no huiré!».

Cuando localicé la figura de Xihn, invoqué un Magnetokinesis e hice flotar mi cable en el aire. Descendí de mi Glider de un salto sin darme tiempo a frenar por completo, transformándolo de vuelta en mi Llave-Espada antes de aterrizar en el suelo, mientras que la cuerda seguía su vuelo por encima de la cabeza de mi enemiga, con suerte sin que ella lo percibiera.

Y me paré frente a ella, con mi Llave-Espada en mano. De mí dependía detenerla. Si lograba mantenerla allí los suficiente, tenía fe, los demás acabarían con Maléfica y salvarían a Aurora. Salvarían a la Princesa del Corazón así como habíamos logrado salvar al mundo.

Y todo estaría bien, al menos por un momento. Los príncipes. El reino. Mi familia. Los Maestros. Saito. Alanna. Ban. todo saldría bien. Pero de mí dependía. Aunque me costara la media vida que me quedaba. Todo mi ser, todo por lo que luchaba, todo por lo que había huido, terminaba en eso: en pararme allí y detenerla.

«No voy a huir».

Todo yo, allí parado.

Has ganado antes —La voz me salió temblorosa. Como un cable tenso, a punto de romperse. Tenía miedo, mucho; sería obvio para Xihn. Pero había decidido que quería continuar siendo un Caballero; y, como los demás, tenía que actuar pese al miedo—: Y quién sabe, tal vez también ganes hoy.

Detrás de ella, mi cuerda flotaba como un espectro, esperando el más mínimo movimiento para lanzarse contra ella y sujetarla de los brazos. Pero no todavía. Si Xihn no atacaba, yo tampoco tenía que hacerlo. Mientras más tiempo pudiera mantenerla distraída sin batirme a duelo contra ella, mejor. Me haría pedazos. Sólo necesitaba mantenerla quieta. Eso era todo. Lo único.

Pero si ganas, si la Oscuridad gana... ¿Qué harás cuando aparezca alguien como tú, eh? ¿Alguien como Maléfica? Alguien buscando venganza, que quiera destruir todo lo que creaste.

»Alguien como nosotros. ¿Cómo planeas proteger tu revolución de la que le sigue?


Nunca me había encontrado con ella. No tenía idea si podía distraerla con palabras. No tenía idea si podía volarme en pedazos con un movimiento de la mano o si ni siquiera se molestaría con alguien diminuto como yo. Pero estaba dispuesto a intentarlo. Era mejor que nada.

Si Xihn se lanzaba contra mí o hacía ademán de arrojar un hechizo o al Caos en mi dirección, utilizaría mi telekinesis para enrollar rápidamente la cuerda alrededor de sus brazos e inmovilizarla por al menos un instante. Aprovechando la más mínima ventana de oportunidad, dispararía un Magnetar hacia ella para intentar aturdirla, mientras materializaba mi casco y comenzaba a correr tan rápido como mis piernas me lo permitieran, trazando un amplio círculo alrededor de la mujer.

Tenía que incordiarla lo suficiente para que se olvidara de Maléfica por unos instantes, al menos.

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EDIT1 un error de estrategia

¡Lo siento, de verdad! No sé por qué tenía la idea de que la fecha límite era en viernes. Todavía ayer me sentía con confianza de dejar el post inconcluso, hasta que hoy fui a revisar mis PHs y me di cuenta que se me había pasado un día entero. ¡No volverá a pasar!

▪ Magnetokinesis (HM) [Nivel 10] [Personalizada] [Requiere Afinidad a Espacio, Poder Mágico: 18] Xefil usa sus poderes espaciales para adquirir un cierto grado de telekinesis durante un turno, permitiéndole mover objetos a distancia, empujarlos con fuerzas invisibles y levantarlos en el aire. Límite de 3 kg.
▪ Magnetar (HM) [Nivel 15] [Requiere Afinidad a Espacio, Poder Mágico: 16] Ataque medio de elemento Espacio. Crea una distorsión hacia delante que empuja a varios enemigos, les hace perder el equilibrio y les provoca daños leves. Con probabilidad de 1/8 de producir Aturdimiento. Se materializa como una onda, no como un proyectil.
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Ronda 10

Notapor Suzume Mizuno » Lun Mar 19, 2018 3:56 am

Felipe subió al glider de Saito sin decir palabra. Tampoco es que hubieran podido escucharse el uno al otro en medio de las llamaradas de Maléfica, el estruendo de la torre que vomitaba polvo y lloraba bajo el peso de la dragona, cada vez más levantada sobre las patas traseras. Su piel era lo suficiente fuerte y resistente para rechazar la mayor parte de los ataques de luz y fuego de Nanashi y Nithael, pero no dejaba de sangrar por la herida que le había provocado la sombra de la reina.

Eso era lo único que les daba ventaja. Y fue lo que intentó aprovechar Saito. Su ataque se confundió entre las llamaradas verdes y amarillas, las flechas y tornados de luz. Maléfica no era estúpida, no se quedaba quieta y sólo recibió algunas de las flechas de oscuridad de refilón. La dragona rugió, furiosa, y disparó un chorro de fuego hacia Saito, que tuvo que virar con tanta brusquedad que por poco perdió al príncipe.

Pero habían visto que Maléfica todavía sostenía en la pata derecha delantera el corazón de Aurora. Felipe miraba con fijación y frialdad hacia la garra. Luego el Caballero no tuvo otro remedio que escapar.

Entre tanto, Xefil regresaba después de dar su mensaje a Heike y Abel La pareja lo había mirado en silencio, sin saber qué más añadir. Corazones, para ellos no significaba nada. La princesa estaba muerta y, su compañero, inconsciente. Y ellos tenían a gente que intentar salvar. Heike solo pudo asentir en su dirección y Abel cargarse a Bitron al hombro, dándole una palmada en la pierna. Al menos podía estar seguro de que se encargaría de él.

Xefil no parecía haberse dado cuenta de todo el tiempo perdido contra un ser capaz de controlar el tiempo. Así que no encontró a Xihn en el «suelo». Tampoco dentro del castillo, porque ya lo habían visto entrar cuando estaban discutiendo qué hacer en la torre. Así pues, tuvo que desistir. Seguramente no habría encontrado a Xihn hasta que fuera demasiado tarde de no haber tenido que ascender para ser útil y sumarse a la batalla y hubiera visto, casualmente, su cabello por una de las ventanas de la torre.

Por algún motivo, se había detenido en las escaleras cuando aún le faltaba un pequeño trecho para llegar a lo alto. Por eso y solo por eso Saito y el príncipe no estaban muertos.

Pudo entrar por una de las ventanas y bajar par interceptarle el camino. Cuando llegó, Xihn estaba acariciando una de las paredes con una sonrisa de satisfacción. Parecía cansada, tenía la ropa desgarrada y profundas ojeras se le abrían bajo los ojos. Pero el aura que había a su alrededor era… terrorífica. Caos apenas controlado. El aire que se acercaba se tornaba aceitoso, los ladrillos borboteaban, los escalones se resquebrajaban y reconstruían a sus pies.

Has ganado antes —dijo Xefil con voz temblorosa—: Y quién sabe, tal vez también ganes hoy.—Xihn no le prestó atención, ocupada en palpar la roca, que se estremecía—. Pero si ganas, si la Oscuridad gana... ¿Qué harás cuando aparezca alguien como tú, eh? ¿Alguien como Maléfica? Alguien buscando venganza, que quiera destruir todo lo que creaste. Alguien como nosotros. ¿Cómo planeas proteger tu revolución de la que le sigue?

Xihn se giró hacia él y amplió su sonrisa.

Si son tan estúpidos como tú, los destruiré con todavía más facilidad. Como vais a hacer ahora… cayendo por vuestro propio peso. Gracias por darme tiempo.

Luego, se desvaneció. Más tarde, Xefil podría imaginar que no es que se hubiera teletransportado, sino que había paralizado unos instantes el tiempo para marcharse de ahí.

El motivo pronto fue evidente: la piedra se derretía en un círculo perfecto. La torre gimió, se bamboleó. En lo alto, Maléfica continuaba girando sobre sí misma, acosada, pinchada por sus enemigos. Saito estaba casi encima de su garra: Felipe se había puesto sobre él para desviar en el último segundo una llamarada de Maléfica que podría haberlos derretido por completo. El Escudo de la Virtud la desvió sin esfuerzo.

Pero entonces, la torre se quebró… y cayó.

*


Saito y Xefil despertaron entre las ruinas. A Saito lo había protegido Felipe con su Escudo, si bien el príncipe tenía una pierna rota y resoplaba de dolor. Xefil, simplemente, tuvo suerte. La torre cayó hacia un lado y no se desmoronó por completo sobre él. Estaba herido, con un buen golpe en la cabeza, pero vivo y sobre lo que quedaba de torre. Tenía una buena panorámica de la destrucción que había causado esta al desplomarse. Las tres hadas madrinas habían desaparecido. Saito recordaría vagamente que intentaron detener la caída, pero fue imposible. Algo rechazaba sus hechizos. ¿Caos? Ahora se habían desperdigado, intentando salvar vidas.

Saito se encontraba sobre una de las alas de Maléfica. La dragona había intentado volar, pero Nanashi y Nithael se lo impidieron. Por desgracia, al desgarrarle un ala, Maléfica había atrapado a Nithael en una de sus garras y alcanzado de refilón a Nanashi con una bocanada de fuego. El Maestro Nithael había acabado no muy lejos de una de las garras de Maléfica, que temblaba y trataba de levantarse.

Xihn estaba a las puertas del palacio y se acercaba con paso lento hacia el desastre. Estaba a menos de trescientos metros. La Llave Espada de Oscuridad, todavía a punto de terminar, se hallaba en su mano.

Felipe soltó un grito de frustración y se dejó caer fuera del ala sangrante de Maléfica.

No, no, no, no te lo quedarás. No lo harás.—Se arrastró y Maléfica, resollando, lo siguió con un frío ojo—. No, por favor. No. ¡Devuélvemelo!

Está muerta… príncipe—dijo Maléfica, con una extraña parsimonia.

¡Ya lo sé! ¡Pero no se la des a ese monstruo! ¡Por favor!—Sollozó el príncipe, que por fin llegó hasta la pata donde Maléfica encerraba el corazón—. ¡Ahí la tienes! ¡Lucha contra ella! ¡Pero no dejes que se la lleve!

Maléfica guardó silencio. Xihn estaba cada vez más y más cerca.

¿Habría algo que pudiera convencerla para liberar el corazón de Aurora, estando tan exhausta y rodeada de enemigos? Porque sin Nanashi, sin Nithael, solo quedaban ellos tres. Pero habían desaprovechado el espacio de la torre. En campo abierto, lleno de escombros que usar, Xihn sería casi invencible. Podría trasladarse a donde quisiera, actuar con libertad, destruirlo todo. La Espada y el Escudo no servirían de nada frente a la Oscuridad, el Tiempo y el Caos.

Pero si Maléfica no soltaba el Corazón, lo habrían perdido todo. Tanto daría que hubieran salvado el Corazón si Xihn conseguía su arma e iba en pos de algo mucho más terrible.

Así pues solo tenían dos opciones antes de que Xihn reaccionara y los acuchillara mientras detenía el tiempo:

Unirse a Maléfica de alguna forma o intentar detener a Xihn mientras se hacían con el Corazón y escapaban.


Saito
VIT: 70/120
PH: 19/60

Xefil
VIT: 10/20
PH: 30/54



Esta es la penúltima ronda. ¡Tenedlo en cuenta!


[b]Faltas: Astro III. Expulsado. Sora I (Justificada).


Fecha límite: viernes 23 de marzo.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Sab Mar 24, 2018 12:50 am

Estábamos cerca, cada vez más.

En un escenario imaginario y lejano ya lo habíamos conseguido: Maléfica había cesado en su obstinado empeño por mantenerse aferrada al corazón de Aurora. Los ataques de todos la habían derribado, y había caído. Al fin.

La dragona había muerto, Felipe había rescatado el Corazón de su amada. Había esperanzas para todos en Reino Encantado. Xihn se había ido al ver que no tenía nada más que hacer allí. Nuestras victorias se acumulaban como pequeños granos de arena sobre una torre que construíamos con esfuerzo.

El presente, sin embargo, difería demasiado de aquella idílica realidad. El sudor frío me empapaba la armadura, mientras los ataques que se cernían sobre Maléfica todavía no lograban su cometido. La atmósfera que nos rodeaba cambiaba de color a cada instante, significando peligro o salvación casi a partes iguales.

«Pata derecha delantera. Pata derecha delantera.»

Me obligaba a retenerlo, con el miedo todavía devorándome por dentro. Lo único que podía hacer eran maniobras bruscas ante el fuego verde que nos acechaba. Cualquier paso en falso significaba la muerte.

Miré de reojo a Felipe. Seguía ahí, bien. Y ahora sabíamos dónde Maléfica guardaba el Corazón. Solo era cuestión de acelerar y conseguirlo, aprovechando todo el caos de la batalla. Aprovechar un despiste que pudiera tener.

Pensarlo era mucho más fácil que hacerlo.

Lo íbamos a conseguir. La garra estaba ya tan cerca… y fue entonces cuando el Príncipe se interpuso entre una vigorosa lengua de fuego verde y yo. Ahogué un grito cuando el escudo recibió todo el impacto. Recordaba lo corrosiva que era, y lo que nos sucedería en cuestión de segundos.

Pero no pasó nada. El secuaz de Maléfica no había mentido. El escudo, si bien yo no sabía si de verdad era capaz de rechazar el Caos, se había quitado de encima aquella llamarada como si nada. Las comisuras de los labios se me alzaron en una tímida sonrisa.

Los dientes me castañearon y sentía el hormigueo recorriendo mis piernas. Estábamos ahí, el Corazón de Aurora estaba justo frente a nosotros.

La torre de arena que habíamos estado construyendo hasta entonces se desmorono, junto a su homóloga, en este caso en la que Maléfica se había estado apoyando todo aquel tiempo. ¿Habría servido de algo gritar?

Por si acaso lo hice, mientras todo se confundía en una vorágine provocada por la dragona, hadas, Gliders, y desolación mutua. Todo se volvió negro mientras los estruendos enmudecían. Para cuando quise darme cuenta, había cerrado los ojos.

***


Los abrí de pronto, como si algo me hubiera golpeado con violencia despertándome de aquel pequeño letargo. ¿Cuánto tiempo había pasado? Traté de reincorporarme, solo para darme cuenta de que estaba sobre una de las alas de la temible dragona.

Felipe me había protegido, tenía que ser eso. Era lo único que explicaba que no hubiera acabado sepultado bajo la hechicera o las ruinas de la torre. Lo busqué con la mirada, cerca de mí, y lo encontré doliéndose de una pierna. Alargué la mano y le ofrecí una Poción, todavía temblando.

G-gracias...

Traté de mirar en derredor, buscando a cualquier otro conocido en el que apoyarme. Pero lo que encontré fue otra desgracia que se nos venía encima. Saliendo de palacio, con calma y su Llave Espada en mano. Parecía estar tomándose su tiempo para llegar hasta nosotros, a sabiendas de que tenía la victoria en la palma de su mano.

Había que hacer algo para evitarlo. Lo que fuera.

No, no, no, no te lo quedarás. No lo harás. No, por favor. No. ¡Devuélvemelo!

Está muerta… príncipe—La voz de la mujer se me hacía extraña, casi mecánica. Y lo que anunciaba era demasiado duro de aceptar.

¡Ya lo sé! ¡Pero no se la des a ese monstruo! ¡Por favor! —Felipe se las había apañado para bajar hasta las patas de Maléfica— . ¡Ahí la tienes! ¡Lucha contra ella! ¡Pero no dejes que se la lleve!

No sabía como sentirme en ese momento. Había mil y un pensamientos que volaban por mi mente, y era incapaz de hacerme con alguno. El silencio sepulcral de la dragona solo servía para acabar de confirmar el peor de mis temores: estábamos acabados.

Descendí hasta el lado de Felipe como pude. Los ojos me escocían, quería romper a llorar pero no podía. No ahora. No concebía la idea de que todo lo que habíamos hecho hoy no hubiera servido de nada.

Ha jugado con todos desde el principio. Hemos sido sus peones, y nos ha llevado por dónde ha querido… incluso a ti. Se adueñó del cuerpo de la reina Friederike y jugó con todos los de este mundo. Hoy lo ha vuelto a usar, solo para mancillar su memoria.

Tenía la voz rota. No sabía ni cómo continuar.

No dejes que vuelva a ganar. Por favor. Te ayudaremos a luchar contra ella. Moriré si hace falta, pero deja que alguien se lo lleve.

»Házselo pagar todo. Eres la única que puede hacerlo ahora mismo. Puedes hacerle daño de verdad.

Me tomé dos Éter a sabiendas de que nos quedaba muy poco tiempo. Me apliqué la Resistencia del Abismo e invoqué a Alice. Si Felipe todavía se dolía de la pierna no dudaría en darle otra Poción.

Esperaba la reacción de Maléfica. Si se decidía a colaborar, haría lo que fuera necesario para ayudarla. Pero sobre todo le pediría a Alice que se llevara el Corazón hasta la Maestra Nanashi o el Maestro Nithael y que ellos se encargaran de alejarlo de Xihn.

Si por otro lado no conseguíamos su colaboración... Alice atacaría la herida de Maléfica hasta que lo soltara y pudiera llevárselo de todas maneras. Solo que en este caso, no tenía intenciones de quedarme a defender a la dragona si no pretendía ayudarnos ni en aquel momento tan extremo.

Plantarle cara a Xihn era un auténtico suicidio. Por lo que lo único que podía hacer, llegado el caso, era intentar ganar tiempo. Ya fuera para Alice, Maléfica o un milagro que me librara de morir en aquel momento. Me tomé otros dos Éter e intenté aplicar Sollicitus en Xihn.

No sabía si podía tenerle miedo a algo. ¿Un Monstruo como ella? Lo veía imposible. Pero quizá era capaz de retrasarla un poco. Lo suficiente.

Aunque le había dicho a Maléfica que estaba dispuesto a morir, no me sentía preparado para ello. No quería acabar así. Había demasiadas cosas que no había podido hacer, demasiadas despedidas que no había tenido la oportunidad de realizar...

No podía acabar así. Y sin embargo, sentía el peso de la muerte balanceándose inexorablemente sobre mí.

Spoiler: Mostrar
—Poción x2

—Éter x4

Resistencia del Abismo (HM) [Nivel 30] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico 60]. Durante dos turnos el usuario es capaz de volverse inmune a todo ataque de Oscuridad de menor nivel que la habilidad. Los ataques que reciba de nivel superior verán reducidos parte de su daño.

Alice (HM) [Nivel 22] [Requiere Afinidad a Oscuridad; Poder Mágico: 60]. Saito utiliza un recipiente de barro con forma humana para invocar a Alice, siguiendo ésta sus órdenes. Se aprovecha de su alta velocidad para atacar con una guadaña de oscuridad durante dos rondas a los objetivos. Puede dañarse, pero al ser de barro no tendrá problemas en seguir peleando hasta agotar su tiempo.

Sollicitus (HM) [Nivel 30] [Requiere Afinidad a Ilusión; Poder Mágico: 33]. El usuario causa un estado de terror en un enemigo concreto, haciéndole ver el peor de sus miedos. Este terror hace que el objetivo no pueda atacar ni moverse durante dos turnos. Dicho estado se puede curar antes mediante magia u objetos desparalizantes. El efecto de la habilidad es más bajo frente a rivales con mayor nivel que el usuario.
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
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[X] #10 - Corazón perenne, corazón marchito

Notapor Zee » Sab Mar 24, 2018 10:32 am

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~Treasured Memories~


Al abrir los ojos, me recibió el panorama de la biblioteca del castillo, con sus modestas estanterías de libros descuidados y su vieja alfombra cubierta de polvo. Me hallaba tendido en el suelo, echado sobre una pila desordenada de libros, sintiendo el escozor del sol crepuscular cayendo sobre mis ojos. Al alzar la cabeza, distinguí la silueta de una joven mujer, cuyo semblante se hallaba oculto en sombras, quien parecía haber estado vigilando mi sueño durante ya un buen rato. En su mano, flotaba un cristal de color púrpura, resplandeciente con el reflejo de la luz del sol.

Erika… —musité.

Su sombra inclinó la cabeza un poco; el vacío que ocultaba sus ojos y su boca me impidió ver su expresión. No tenía forma de saber si estaba hablando, si había reaccionado siquiera. Miraba al frente, directo a su rostro, pero no podía verla. Era como si, por más que lo intentara, mis ojos se desviaran a un costado, o miraran más allá, tras su espalda. Pero la miraba a ella. Estaba allí, frente a mí, y no podía verla.

Pero sabía de quién se trataba.

Cuando algo se te pierde, puedes recrearlo por el hueco que deja tras de sí —Intenté levantarme, pero las piernas no me respondían; era como si un peso inmenso reposara sobre ellas. Alcé los brazos para asirme del estante que tenía a mi espalda, pero al cerrar los dedos sobre la madera, no fui capaz de convocar la fuerza necesaria para levantar mi propio peso, como si mis brazos estuviesen cansados después de un arduo ejercicio.

Derrotado, me resigné a quedarme sentado en el sitio, contemplando a la inescrutable chica que tenía al frente. Cuando le dirigí la palabra de nuevo, no se movió, no contestó:

Sé que tu nombre es Erika. Sé que hablábamos sobre otros mundos y lo mucho que querías salir de este castillo. Sé que había una bruja…

El espejismo pareció mirarme, o eso creí, por la forma en la que se inclinó hacia el frente y su rostro vacío pareció moverse en mi dirección.

Sé que eras importante para mí —continué, sintiendo un hueco en el pecho mientras hablaba. Pero no era tristeza o duelo. Era culpa. Porque, ¿cómo podía llorar a alguien que no recordaba?—. Pero no tengo idea de cómo luces. O cómo suenas. Hay un hueco allí. No hay nada, está vacío. Intento pensar en ti y todo lo que viene a mí es…

»Silencio.


La sombra se movió una vez más. Pero por más que la contemplé con mis ojos vidriosos, no pude verla.

Lo siento. Lo siento tanto…

Fue entonces cuando el dolor de cabeza me despertó.

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~Dive to the Heart - Deep~


No me percaté que había perdido la conciencia hasta que abrí los ojos y la torre se había visto reemplazada por un montón de escombros. Me hallaba tendido en el suelo, polvoriento y ensangrentado, con cascotes aplastando con fuerza mi cuerpo y un dolor especialmente fuerte taladrándome la sien. Incapaz de alzar mucho la mirada, sólo podía distinguir la silueta de la dragona, en un estado no mucho mejor al mío, y a su lado un Felipe malherido que lentamente se arrastraba hacia Maléfica.

Vivo. Estaba vivo, una vez más. Erika estaría decepcionada por la forma en la que continuaba arriesgando el preciado regalo que me había otorgado.

...edarás. No lo harás. No, por favor. No. ¡Devuélvemelo!

Está muerta… príncipe —Las palabras de la bruja eran tranquilas en extremo. No parecía estar mintiendo. Porque, en el estado en el que se encontraba, ¿qué ganaba con hacerlo? No podía luchar más; tampoco podía hacerlo Felipe. Habíamos llegado a un punto muerto.

No quería creerlo. Heike no había estado equivocada, entonces. Con su cuerpo muerto, incluso aunque su corazón estuviese allí, Aurora estaba… de verdad… ¿muerta? Maléfica lo había confirmado en ese preciso instante. ¿No había nada más que pudiéramos hacer?

Levantarme costó un esfuerzo tremendo. Las piernas me respondían de forma torpe, como si la sangre no bombeara hasta ellas; una de ellas me dio una alerta de que algo no andaba bien con una fuerte punzada en la pantorrilla, como si el hueso se estuviera quejando del peso que de súbito le había puesto encima. Para intentar arreglar mis heridas, me tomé el último Éter que me quedaba y una de mis Pociones.

¡Ya lo sé! ¡Pero no se la des a ese monstruo! ¡Por favor!—replicó Felipe, llegando hasta una de las patas de Maléfica, donde supuse que ella todavía mantenía aprisionado el corazón de Aurora—. ¡Ahí la tienes! ¡Lucha contra ella! ¡Pero no dejes que se la lleve!

Debía haber estado todavía entre la inconsciencia y la vigilia, porque no fue hasta entonces que recordé por qué estábamos allí.

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El zumbido presuroso de mi Glider se convirtió en un sereno ronroneo en cuanto detuve la tabla frente a una de las ventanas de la torre. Mi ascenso hacia Maléfica, tras mi infructífera búsqueda de Xihn, tendría que verse interrumpido. Mientras subía tan rápido como mi vehículo me lo permitía, distinguí de reojo una mancha borrosa de color plateado, en las escaleras que Saito y yo habíamos subido para llegar a la torre… donde antes no había habido nada. Cuando volví sobre mis pasos y posé mi vehículo frente al alféizar, distinguí la inconfundible figura del cuerpo de Chihiro y, a sabiendas que no había nadie más para detenerla, entré a la torre de un salto. Materialicé mi Llave-Espada y me planté frente a ella, dispuesto a bloquearle el camino.

Todo a su alrededor parecía estar derritiéndose. Como si el mundo no pudiera mantener su estructura intacta con ella alrededor. Los muros de roca se comportaban como líquido hirviente y el aire se derramaba hasta el suelo que se despedazaba en fragmentos de espacio puro. El Caos no podía con ella y ella no podía con el Caos. Su cuerpo lucía viejo y cansado, pero sabía bien que eso no la volvía débil.

«Espero y eso te mate pronto», me sorprendí deseando.

Fue entonces cuando la cuestioné, intentando retrasar su avance. Mis palabras parecían derretirse ante Xihn igual que la torre que la rodeaba.

Percibió mi miedo y, sonriente, me respondió:

Si son tan estúpidos como tú, los destruiré con todavía más facilidad. Como vais a hacer ahora… cayendo por vuestro propio peso. Gracias por darme tiempo.

En un parpadeo, la mujer desapareció; sin ningún chasquido, niebla o espejismo. Sencillamente se esfumó, como si nunca hubiera estado allí y aquella conversación hubiera sido producto de mi imaginación. Sólo le tomó un segundo —o lo que parecía un segundo—, pero en último instante de ese segundo, justo antes de que Xihn hiciera su primer movimiento, distinguí la ola de magia lanzándose contra mí. Y reconocí la sensación, aquel inequívoco cosquilleo eléctrico que llegaba hasta tu corazón y lo hacía saltarse un latido; era como la magia que había estado presente en el castillo durante tantos años, hasta hacía un par de horas.

Tiempo. Me había dejado congelado en el tiempo. Y mientras yo me hallaba paralizado, el Caos había seguido causando estragos, carcomiendo los muros de la fortaleza, derritiendo la escalinata, resquebrajando los cimientos.

Con un profundo gemido, la torre se vino abajo.

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Xihn nos contemplaba desde las puertas del castillo, con su imponente Llave-Espada en mano. Al avanzar, con el Caos burbujeando a su alrededor, lo hacía con un paso lento y sereno, llena de confianza y desprovista de prisa, como si estuviese decidida ya su victoria. Nos había dejado a todos fuera de combate de un solo golpe. Es más, al no haber podido arrebatarle el corazón a Maléfica a tiempo, le habíamos hecho ya la mitad del trabajo. Estaba allí para tomarlo y hacerse con el poder ilimitado de una Llave-Espada Oscura pura y completa.

Estábamos al borde del barranco. Felipe no podía andar, Maléfica no podía volar o transformarse, y Nanashi y Nithael se habían desmayado tras las heridas del combate. Los únicos que podíamos movernos, y a muy duras penas, éramos Saito, que justo había descendido de una de las alas de la dragona y se había acercado a Felipe; y yo…

Oh, demonios, ¿qué íbamos a hacer? ¿Qué podíamos hacer?

Para mi extrañeza, Saito se acercó a Maléfica y comenzó a hablar con ella.

Ha jugado con todos desde el principio. Hemos sido sus peones, y nos ha llevado por dónde ha querido… incluso a ti. Se adueñó del cuerpo de la reina Friederike y jugó con todos los de este mundo. Hoy lo ha vuelto a usar, solo para mancillar su memoria.

Sus palabras cobraron sentido para mí en el momento en el comenzó a pronunciarlas: quería seguir el plan inicial, el que le había presentado al cuervo de Maléfica en un principio. Quería colaborar con la bruja. Quería convencerla, después de haber luchado con todo lo que teníamos contra ella, de que podíamos aliarnos de alguna forma. De que Xihn era un mal mayor.

El enemigo de mi enemigo es mi amigo, ¿verdad?

Su sirviente alardeaba del cuerpo de Friederike como si hubiera sido un trofeo —intervine, refiriéndome a lo que Karel nos había dicho en las catacumbas del castillo—. Se burlaban de ti y de cómo nunca supiste que detrás del rostro de la reina en realidad estaba Xihn.

No dejes que vuelva a ganar. Por favor. Te ayudaremos a luchar contra ella. Moriré si hace falta, pero deja que alguien se lo lleve.

»Házselo pagar todo. Eres la única que puede hacerlo ahora mismo. Puedes hacerle daño de verdad.


Si se lleva el corazón, tendrá el poder de acabar con todos los mundos —añadí con urgencia, sintiendo que cada minuto que perdíamos conversando era un minuto menos de lo que nos quedaba de vida—. Nuestra Orden prometió proteger los mundos. La reina Friederike tenía una llave, ¿no es así?

»Entonces ella hizo la misma promesa.

»Deja que tome el corazón, por favor. No la dejes ganar. Yo puedo tomarlo y llevármelo lejos. Mientras Xihn no lo toque, habremos ganado.


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~Destati~


Materialicé de nuevo mi Llave-Espada, que en algún momento del derrumbe se habría perdido, y me llevé la otra mano enguantada a la frente para intentar apaciguar el dolor. Si Maléfica accedía, ese era nuestro momento de actuar. Tendríamos que evitar que Xihn alcanzara la esencia de Aurora, a toda costa.

Saito, depende de nosotros dos —le dije a mi compañero, mientras él se preparaba para un nuevo asalto al tomarse unos éteres e invocar a su espíritu familiar—. Nanashi y Nithael están noqueados, no podrán ayudarnos. Si alguien va a hacerlo, —miré a la dragona, esperando alguna clase de señal por su parte— tiene que ser uno de nosotros.

Le sostuve la mirada a mi compañero. Parecía que iba a luchar. Su invocación podía ser bastante útil, pero no sabía qué tan lejos podía llegar ni qué tan rápido podía moverse. Tal vez estaba asumiendo demasiado rápido las cosas, pero… ¿podía hacer yo algo al respecto? Xihn podía detener el tiempo. Podía alcanzar a cualquiera de nosotros sin esfuerzo. Teníamos que frenarla, ¿pero cómo?

Saito convocó un hechizo y aquello dio inicio a todo. Ya no había vuelta atrás.

¡Gravedad+! —pronuncié, apuntando con la Llave-Espada en dirección a Xihn y aboliendo por completo el efecto de la gravedad alrededor de la mujer. El hechizo la haría levitar en el aire, donde era imposible que pudiera escapar si no tenía una forma de propulsarse. Si lograba atraparla en el radio del hechizo, era probable que el Caos y el Tiempo no le sirvieran para luchar contra la ausencia de gravedad. Esperaba, también, que de alguna forma mi hechizo pudiese sumarse al de Saito y ayudar a mantener a Xihn en su lugar—. ¡Es ahora o es nunca! —exclamé, dirigiéndome a Maléfica y tendiendo mi mano en dirección a su garra.

Si nos entregaba el corazón, dependería de mí o de Alice tomarlo, pero uno de los dos tenía que alejarse con él de inmediato, porque no teníamos ningún otro aliado a quien entregarlo. Los Maestros estaban inconscientes y Felipe tenía una pierna rota.

Y si Maléfica me otorgaba el corazón a mí, desaparecería con una Elusión Mágica para ocultarme detrás del montón de escombros más lejano en el radio de mi hechizo; una vez allí, me disfrazaría con un Tenue y buscaría la forma de usar mi Glider para escapar a las alturas. Tal vez, invisible y entre las nubes, incluso con el brillo y la pureza del corazón, sería improbable que Xihn me alcanzara.

Si en lugar de ello, el corazón se lo quedaba el espíritu que Saito había invocado, tendría que quedarme en mi sitio para asegurarme que Xihn no se acercara a ella y pudiera escabullirse lejos. Usar el Tenue sobre Alice sería un buen primer paso; posteriormente, usaría Magnetokinesis para comenzar a levantar rocas y guijarros de entre las ruinas, para después lanzarlos al campo antigravedad y dejarlos suspendidos, esperando que eso de alguna forma le impidiera a Xihn desenvolverse con soltura.

Spoiler: Mostrar
Noté que Saito puso en su estrategia que, si entregaban el corazón, se lo llevaría a los Maestros. ¡Pero están inconscientes! Espero que las palabras de Xefil y su posible intervención cambie el resultado de esto (si es que convencemos a Maléfica).

Éter x1 [último]
Poción x1
▪ Gravedad+ (HM) [Nivel 26] [Requiere Gravedad; Poder Mágico: 28]. Anula el efecto de la gravedad en un radio de diez metros. Esto provoca que, debido a que la fuerza gravitatoria del mundo ya no actúa sobre él, los personajes afectados se vean lanzados dentro del radio hacia la siguiente fuerza con más potencia que la de la tierra. Si no la hay, irán hacia el cielo, hasta el punto donde la habilidad deje de hacer efecto. El usuario podrá elegir entre verse afectado o no.

▪ Elusión Mágica (HM) [Nivel 8] [Requiere Afinidad a Espacio; Poder Mágico 12, Reflejos 15]. El usuario se teletransporta en un parpadeo a un sitio completamente distinto en un radio de cinco metros. Útil para esquivar ataques o confundir al enemigo.
▪ Tenue (HM) [Nivel 7] [Requiere Poder Mágico: 13]. Vuelve invisible al objetivo temporalmente.
▪ Magnetokinesis (HM) [Nivel 10] [Personalizada] [Requiere Afinidad a Espacio, Poder Mágico: 18] Xefil usa sus poderes espaciales para adquirir un cierto grado de telekinesis durante un turno, permitiéndole mover objetos a distancia, empujarlos con fuerzas invisibles y levantarlos en el aire. Límite de 3 kg.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Última ronda

Notapor Suzume Mizuno » Mié Mar 28, 2018 6:26 pm

Ha jugado con todos desde el principio. Hemos sido sus peones, y nos ha llevado por dónde ha querido… incluso a ti. Se adueñó del cuerpo de la reina Friederike y jugó con todos los de este mundo. Hoy lo ha vuelto a usar, solo para mancillar su memoria.

Maléfica miró de reojo a Saito, quizá demasiado cansada o ida para reaccionar. O puede que no entendiera a qué se estaba refiriendo. No había sido la explicación más… detallada. En especial porque Maléfica no había visto a Friederike venir por detrás más que por refilón. ¿Cuántas cosas habrían cambiado si la hubieran enfrentado directamente a tal insulto a la memoria de la reina?

Por suerte, no se quedaron ahí, sino que Xefil dijo:

Su sirviente alardeaba del cuerpo de Friederike como si hubiera sido un trofeo. Se burlaban de ti y de cómo nunca supiste que detrás del rostro de la reina en realidad estaba Xihn.

Esto provocó que los ojos de Maléfica se abrieran más y humo verdoso se escapó entre sus fauces.

No dejes que vuelva a ganar. Por favor. Te ayudaremos a luchar contra ella. Moriré si hace falta, pero deja que alguien se lo lleve. Házselo pagar todo. Eres la única que puede hacerlo ahora mismo. Puedes hacerle daño de verdad.

Si se lleva el corazón, tendrá el poder de acabar con todos los mundos —añadió Xefil—. Nuestra Orden prometió proteger los mundos. La reina Friederike tenía una llave, ¿no es así? Entonces ella hizo la misma promesa.

Felipe se volvió hacia Maléfica. La dragona había levantado vagamente la cabeza del suelo y tenía los ojos entornados, quizá sospechando una mentira o puede… Puede que ni siquiera estuviera escuchando. Puede que solo estuviera intentando comprender.

Su mirada se desplazó hacia Xihn, que se acercaba cada vez más rápido. Los Caballeros se prepararon para pelear, ignorando abiertamente al único capaz de detener el Caos al que solo le habían dado una poción. Había servido para que se recuperara buena parte de la pierna, pero aún cojeaba.

Maléfica, entre tanto, no contestaba. Cuando Saito invocó a Alice y esta hizo amago de atacar a la dragona, Felipe se interpuso con los labios muy apretados. Con aire casi… territorial. Furioso.

¡Qué pretendéis hacer ahora! ¡Está más a salvo en su garra que en vuestras manos! ¡Id a luchad, ¿no es para eso para lo que…?!

¡Gravedad+! —gritó entonces Xefil—. ¡Es ahora o es nunca!

Nada más empezar a ver cómo el muchacho pronunciaba su hechizo, Xihn se desvaneció. Luchar contra ella en campo abierto era casi imposible. Habrían debido aprovechar cuando no sabía que estaban ahí y apenas si tenía espacio para desplazarse en la torre.

Antes de poder dar un ni un paso, Alice cayó desmembrada y su cuerpo empezó a deshacerse, afectada por el Caos. Xihn, con un gesto burlón, acuchilló a Saito en el estómago con su Llave Espada. Solo su resistencia a la oscuridad lo salvó, pero pudo escuchar cómo le susurraba al oído:

Muere solo con tus miedos, muchacho. Estás muy lejos de poder afectarme con una ilusión tan burda.—Acto seguido, apareció con brusquedad tras el otro Caballero, soltando un débil resuello—.Gritar tus hechizos en voz alta es casi tan estúpido como lo que has hecho antes. Y ya me estoy hartando de la suerte que acompaña a los imbéciles como vosotros.

La mano extendida de Xefil se agujereaba. Por muy poco no perdió los dedos. Maléfica rugió cuando su propia pata quedó sesgada y, con un rugido, se irguió vomitando fuego verde.

Pero Xihn ya estaba a punto de abalanzarse sobre el Corazón. Y lo habría obtenido de no ser porque un Escudo se interpuso en su camino. Felipe gritó y cortó un brazo de Xihn, que había retrocedido, aturdida por el rebote del escudo y… Sin Caos a su alrededor por un instante. Luego, cuando el brazo cayó al suelo, se le escapó un quejido, más de sorpresa que de verdadero dolor.

Entonces Felipe se abatió sobre el Corazón y lo apretó contra su pecho. Fue en ese momento cuando estalló una columna de luz que los arrojó a todos por los aires. La única que pareció resistirlo mejor fue Maléfica, quizá por su enorme tamaño.

¡Quieto!—gritó Xihn.

¡Fuera de mi mundo!

Felipe, envuelto en una luz imposible, se arrojó sobre Xihn. Este interpuso su Llave Espada y la Espada de la Verdad chocó contra la violenta aura de oscuridad que esta desprendía. Xihn y Felipe, cuyos ojos se habían vuelto… azules. Por un momento se pareció más que nunca a la figura de Friederike, en especial cuando levantó el Escudo y lo estampó contra la cara de Xihn.

Pero la mujer resistió el golpe y atrapó la mano de Felipe que sostenía la espada. Sus dedos estaban envueltos en una capa de oscuridad, como para contrarrestar la luz del príncipe. Entonces abatió la Llave Espada contra el corazón del muchacho. Entonces una roca golpeó la hoja y la desvió. Felipe aprovechó para librarse de Xihn y retroceder.

Cuando esta intentó perseguir al príncipe, de pronto se encontró con que un ala le cortaba el paso y la barrió hacia atrás. Al mismo tiempo, una garra atrapó a Felipe. Antes de que el joven pudiera ni sorprenderse, voló por los aires y se estampó contra Saito.

Tú y yo tenemos una cuenta pendiente desde hace mucho tiempo—susurró Maléfica, con voz gutural. Su enorme cabeza casi había descendido al nivel del suelo y los ojos, helados, se clavaron en Xihn.

Esta, furiosa, trató de escapar pero Maléfica se abalanzó sobre ella. Un instante después, la dragona rugía mientras Xihn intentaba escaparse de su única garra. Con sus poderes del tiempo, podía moverse deprisa. Sin embargo, el Caos ya no la envolvía con tanta fuerza gracias a la intervención de Felipe y parecía más debilitada que nunca. Apenas sí podía desplazarse unos metros.

Y Maléfica era muy grande para rodearla sin más. Giró sobre sí misma, vomitando fuego, y Xihn gritó entre unos escombros. El fuego se elevó hacia arriba, violentamente rechazado, pero el suelo tembló mientras Maléfica se precipitaba tras su enemiga.

¡Vámonos de aquí, vámonos!—ordenó Felipe, ayudando a Saito a levantarse—. ¡Dónde están la dama Nanashi y el ángel!

Xefil lo sabría mejor. Podía ver cómo el fuego estaba a punto de cubrir a Nithael, medio atrapado entre restos de la torre. Por suerte, Nanashi se había despertado entre los temblores y corría, empapada de sangre pero entera, a liberar al ángel con ayuda de Garuda.

Justo a tiempo porque, entonces, el mundo estalló en esmeralda. Nunca hasta entonces habían podido imaginar que Maléfica albergara tal capacidad de fuego en su interior. No solo eso, sino que la tierra tembló y espinas (no de oscuridad), empezaron a brotar con crueldad por todos lados, destrozando casas, calles y muros. Las espinas se convirtieron en un arma de doble filo cuando empezaron a arder.

Se veía que Maléfica no pretendía dar ni un instante a Xihn para huir. Entonces oyeron un rugido triunfal mientras la dragona se abalanzaba sobre algo. Cuando se alzó, algo se retorcía entre sus mandíbulas, ardiendo. Maléfica cerró con violencia las fauces.

Al principio lo confundieron con humo, pero pronto se dieron cuenta de que era algo más. Una presencia negra, sucia, corrompida, manó a toda velocidad de entre los dientes de la dragona. Esta soltó un rugido cuando su piel empezó a consumirse, pero siguió machacando, hasta asegurarse de que el cuerpo quedaba completamente destrozado.

Con un alarido, la nube oscura, sucia, irregular que explotó del cuerpo se elevó en el aire. Perdida durante unos instantes mientras se arremolinaba sobre sí misma, localizó de pronto algo más allá del cuerpo de la dragona. Y se precipitó directo. Tanto que los Caballeros no tuvieron tiempo de reaccionar. Nanashi misma, agotada, apenas tuvo fuerzas para levantar la Llave Espada cuando comprendió lo que sucedía:

Iba a por el cuerpo de Nithael.

De no ser porque Felipe no había perdido ojo de la oscuridad, quizá impelido por el corazón que ahora albergaba su cuerpo, habría sido demasiado tarde. Pero el príncipe se impulsó todo lo rápido que pudo y cubrió al ángel con su escudo. Se escuchó otro chillido horrísono, agudo y gutural al mismo tiempo, y la oscuridad retrocedió, humeante.

Y un chorro de fuego verde la alcanzó por detrás, empezando a consumir y consumir.

El castillo ardía y se deshacía bajo el efecto de las llamas, que los habían rodeado. Tuvieron que montar en sus glider para escapar de ahí para no ser devorados por el fuego de Maléfica.

Desde lo alto, Felipe contempló con horror y vaga solemnidad el hogar del rey Stéfano, casi invisible bajo el aura esmeralda y las columnas de humo negro. En el fondo, la sombra de una dragona se alzó y vomitó un chorro de fuego al cielo, persiguiendo aun a la oscuridad en la que se había convertido Xihn. Hacía tanto, tanto calor que parecía que hubieran entrado al mismísimo Infierno.

¡Nos vamos!—ordenó Nanashi, que también se había quedado contemplando la escena con sentimientos encontrados.

Dio media vuelta, con Nithael apoyado contra ella, y condujo hacia el bosque.

****


Tres horas más tarde, el castillo de Stéfano aun era una herida verde en el horizonte y no cejaba de arder. Las hadas se habían acumulado en el linde del bosque para detener el avance del fuego, que lo estaba consumiendo todo. En su opinión, todavía tardaría un par de días en dejar de arder y entonces nada, absolutamente nada, quedaría con vida.

Gran parte de la población se había salvado, guiada por Heike y Abel hacia el campamento. Los orcos se dispersaron, desconcertados y fuera de su tiempo, pero probablemente volverían un día.

Y entonces Felipe debería decidir qué hacer.

El príncipe permaneció junto al cuerpo de Aurora durante largo rato, al menos hasta que llegaron los reyes. Apenas reconocieron a su hija. Para ellos aún era una niña la última vez que la vieron. Ahora se encontraron con un cadáver vestido de campesina, hermoso y frío, de una mujer adulta… y años enteros que rellenar de sucesos. Casi todo su mundo había sido destruido, saqueado, habían perdido su reino y también el de Huberto. Una dinastía se había acabado, para ir a parar únicamente en Felipe.

Pero, si no se equivocaban, Maléfica había fallecido.

Nanashi entornó los ojos al escuchar el llanto de los padres. Sentada en una cabaña, algo alejada del hogar de Felipe y su padre, terminó de curar el ala de Nithael.

De modo que el Corazón se fusionó con él—murmuró. Había ordenado a los dos Caballeros que le explicaran todo lo que había sucedido, en particular que le explicaran dónde estaban Alanna y Bella. Bitron seguía inconsciente. Tendrían que averiguar en Tierra de Partida qué era lo que le había sucedido—. Dos Corazones en un cuerpo. No es completamente inusual. Es una buena noticia.—Respiró hondo y se pasó una mano por la cara—. Al menos las siete princesas siguen vivas. A su modo. El problema es Xihn. No podemos acercarnos a comprobar si sigue viva.

Sin cuerpo es más fácil escapar—respondió Nithael con cansancio—. Sin embargo, siempre ha necesitado uno. No tardará en ir a la caza de otro.—Se frotó un hombro, reprimiendo un escalofrío.

Actuaremos antes de que tenga tiempo. Sin Chihiro, ya no podrá dominar esa habilidad, por suerte.—Nanashi se incorporó y se asomó a la entrada. El príncipe se acercaba, acompañado por los siempre fieles Heike y Abel—. Tendré que darle muchas explicaciones.

Entonces el príncipe llegó. Sus guardias se quedaron en la entrada mientras él cruzaba el umbral y los miraba de uno en uno con un gesto distante.

Siento haberos dejado… a solas durante tanto tiempo.—Nithael fue a decir algo, pero Felipe meneó la cabeza—. Sabía que podría acabar así. Llevo años haciéndome a la idea. Pensé, aun así, que estábamos preparados. Que podríamos hacerlo. Jamás me imaginé que Maléfica… ¿Vosotros lo sabíais? ¿Lo que hizo que ella se cambiara de lado? —Felipe se mordió el labio inferior. Se llevó una mano al pecho y pareció relajarse—. Nos quería muertos, pero… defendió este sitio hasta el final. ¿Podéis sacármelo y revivir a…?

Nithael y Nanashi se miraron.

Lo siento. La princesa debió morir antes de que Maléfica le extrajera el corazón, víctima del veneno.

Felipe se cubrió la boca con una mano y asintió para sí. Respiró un par de veces.

¿Y qué será de su corazón?

Estará con vos para siempre. Puede que, a veces, podáis hasta sentirla dentro.

El príncipe apartó la vista.

Vosotros queríais a Aurora para luchar. Porque era… era especial. Un corazón de luz.—Entornó los ojos, del mismo azul que la madre de Aurora—. Si os acompaño, ¿protegeréis este mundo?

Podéis protegerlo vos, alteza—respondió Nanashi con lentitud—. Cuando las llamas bajen, os acompañaremos al Corazón del Mundo. Podréis empezar a sanarlo. Os enseñaremos.

El príncipe asintió de nuevo.

Enterraremos a Aurora al amanecer. Me gustaría… tener tiempo hasta entonces.

Nanashi cedió un poco a regañadientes. El príncipe abandonó el lugar y fue a velar el cuerpo de Aurora, depositado dentro de una tienda, sobre una cama digna de una princesa, cortesía de las hadas. Diferentes gentes dejaban flores alrededor de la tienda, convirtiéndola en una rosaleda de colores irisados, pero nadie se atrevía a romper el luto del príncipe y los reyes recién despiertos. Si entraban, encontrarían que la reina acariciaba el pelo de su hija. Stéfano, destrozado por el dolor, había acudido a buscar a su amigo Huberto.

Volveremos para el entierro—dijo Nanashi, dirigiéndose hacia el bosque con Nithael—. Debemos averiguar qué ha pasado con el resto. Demasiados mundos dependían de nuestras misiones.

Los Maestros esperarían, por si los Caballeros tenían algo que decir o si preferían acompañarles.

En cualquier caso, sería la última oportunidad en varias horas para hablar con los habitantes del reino.


!Última ronda! No os he quitado éteres ni demases


Fecha límite: lunes 2 de abril.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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Re: [Reino Encantado] El fin del Sueño

Notapor H.S Sora » Mar Abr 03, 2018 4:52 am

«¡Alice!»

Muere solo con tus miedos, muchacho. Estás muy lejos de poder afectarme con una ilusión tan burda.

Sentí como desfallecía al momento. Caí al suelo y miré en dirección a lo que quedaba del cuerpo de Alice. Con los ojos llenos de lágrimas me sentía incapaz de llegar hasta ella mientras se deshacía.

Que el Caos no le hubiera hecho daños permanentes a su cuerpo era lo único que pedía en aquel momento. Aunque no volviera a verla, que estuviera a salvo. Que todo lo que habíamos hecho no hubiera sido en vano...

Traté de darme la vuelta, con la mirada perdida en Maléfica. Xefil también había quedado fuera de juego, y lo único que quedaba ahora era esperar a que Xihn se hiciera con el Corazón de Aurora. Cogí aire con dificultad, y mi propia saliva me supo a sangre. Una oleada de fuego verde se abalanzó sobre ella, pero no parecía que fuera a ser suficiente para detenerla.

Nada era nunca suficiente para aquel monstruo.

Cerré los ojos, a la espera de un final que nunca llegó. Para cuando quise darme cuenta estaba en medio del aire, y un halo de pura Luz envolvía al Príncipe. Extendí una mano en su dirección, confuso, para encontrarme de nuevo en el suelo, arqueado por el dolor del impacto.

¡Fuera de mi mundo!

Empecé a rebuscar en mi bolsa. No entendía lo que estaba pasando, pero no podíamos dejar que Felipe se encargara de ella solo. Aunque por ahora lo llevaba mucho mejor que nosotros, quizá si éramos capaces de distraerla conseguiríamos facilitarle las cosas.

Era lo único que se me ocurría en aquel momento.

Traté de aliviarme como pude la herida, y me acerqué corriendo a Xefil para ofrecerle cualquier cosa que pudiera ayudarle a reengancharse a la batalla.

¡No sé que es lo que está pasando, pero tenemos que ayudar a Felipe antes de que…!

Me vi interrumpido cuando el Príncipe se estampó contra mi. Cuando traté de localizar a Xihn, aturdido todavía, me encontré con la figura de la dragona cerrándonos el paso. A nosotros y a ella. Dijo algo, pero me vi incapaz de entender lo que había sido. Aún herida como estaba, Maléfica imponía un miedo y respeto difícil de explicar.

En ese momento se abalanzó sobre ella, y poco tardó en hacer que el fuego lo cubriera todo. La tierra temblaba, fruto del enfrentamiento entre las dos.

¡Vámonos de aquí, vámonos! —Invoqué el Glider, mientras Felipe me ayudaba. Fue entonces cuando aprecié como habían cambiado de color sus ojos—. ¡Dónde están la dama Nanashi y el ángel!

No lo sé. —Intenté buscarlos, en vano, mientras subía al vehículo—. ¿Tu ves algo Xefil?

Dejé que el Príncipe subiera y conduje como pude en la dirección de los Maestros. El camino se había vuelto todavía más complicado: el fuego de Maléfica se había extendido por todos lados con suma violencia, y por si fuera poco del suelo habían surgido espinas que habían acabado también en llamas.

En lo único que podía pensar era en salir de allí, aprovechando que Xihn estaba lo suficientemente ocupada ahora. Nada más llegar un escalofrío me recorrió la espalda.

«Mierda. Mierda. ¿Y el corazón?»

El rugido de Maléfica se alzó sobre cualquier pensamiento, e hizo que me fijara en ella. Algo trataba de luchar en su boca, a pesar de que estaba ardiendo. A la dragona no le importó, y se dispuso a comérselo.

La figura estaba tan quemada que era difícil de decir, pero debía tratarse de Xihn. ¿Qué podía ser si no? El corazón me latía con fuerza, fruto del miedo y la emoción. ¿Lo había conseguido? Parecía imposible... pero cierto. La había devorado.

La boca de la dragona todavía humeaba. Pero por fin se había acabado todo.

¿Qué es eso?

Una masa oscura trataba de escapar de la boca de Maléfica a toda costa. Era imposible, no podía haber sobrevivido a todo aquello. Pero la bruja no le permitió escapar. Continuó atacando, aunque parecía que la presencia estaba dispuesta a continuar haciendo daño hasta el final.

De algún modo aquel «algo» consiguió escapar, dejando atrás la masa carbonizada que había quedado de cuerpo. Se movió demasiado rápido, y se precipitó contra nosotros. O mejor dicho, contra el ángel.

Y lo hubiera conseguido de no ser por Felipe. Se había movido con presteza y había colocado el escudo para proteger a Nithael. Eso hizo que aquella cosa retrocediera al impactar en el acto, rechazada por el arma. Entonces otra llamarada verde la alcanzó, haciendo que chillara aún más.

El fuego nos obligó a subir, y es que cada vez costaba más aguantar todo aquel calor. Era solo cuestión de tiempo que las llamas de Maléfica terminaran de consumir el castillo y el resto de la zona. Pero la dragona no se rendía, y continuaba persiguiendo lo que quedaba de aquella masa en la que Xihn se había transformado.

Era un horror pensar en lo que había quedado todo. Y me costaba pensar en que punto se nos había ido todo de las manos. Reino Encantado era un mundo complicado y, a pesar de lo que implicaba el esmeralda y el humo que se alzaba por todos lados, me seguía pareciendo bellísimo.

¡Nos vamos!

Seguí a la Maestra Nanashi en silencio, deseando de todo corazón que Reino Encantado pudiera recuperarse de aquel infierno. Lo peor tenía que haber pasado ya.

***




Con toda seguridad aquellas fueron las tres horas más largas de mi vida. Habían muchas cosas de las que ocuparse, y solo pude respirar tranquilo cuando invoqué a Alice y comprobé que a pesar de todo estaba bien. Quizá sería necesario reforzar el gólem, pero lo importante era que seguía con vida.

Me eché a llorar en el acto, y la abracé. No me lo hubiera perdonado nunca, y sin embargo no había dejado de preguntarme hasta aquel momento por qué la había invocado para enfrentarse a algo como Xihn.

La respuesta me aterraba.

Ya hablaremos más tarde. —Sonrió por un momento y me secó las lágrimas—. Ahora tienes otros asuntos de los que ocuparte. Estoy bien, de verdad.

Nos vemos en casa.

El fuego todavía ardía en la lejanía, aunque las hadas estaban haciendo todo lo que podían para que no se extendiera todavía más. Nos habían dicho que lo más probable era que no se extinguiría del todo hasta dentro de unos días. Era espeluznante pensar en lo que Maléfica había demostrado que era capaz de hacer. Todo lo que hubiera quedado atrapado en el interior de aquel infierno verde no viviría para contarlo.

Por suerte una gran parte de la población había sido evacuada a tiempo, por cortesía de los caballeros del Príncipe. Aunque no todos se hubieran podido salvar, parecía que había ido mejor que la última vez.

Me dirigí a la cabaña dónde Nanashi se estaba encargando de Nithael. Una vez allí, Xefil y yo pusimos a los Maestros al corriente de todo lo que había sucedido desde que nos adentramos en el castillo de Stéfano.

De modo que el Corazón se fusionó con él. —Esa era la conclusión a la que los Maestros habían llegado. Desde luego que eso explicaba el arrebato que le había dado a Felipe en ese momento, pero seguía sin saber cómo podía haber sucedido—. Dos Corazones en un cuerpo. No es completamente inusual. Es una buena noticia. Al menos las siete princesas siguen vivas. A su modo. El problema es Xihn. No podemos acercarnos a comprobar si sigue viva.

Sin cuerpo es más fácil escapar. Sin embargo, siempre ha necesitado uno. No tardará en ir a la caza de otro.

El ángel estaba preocupado, y no era para menos. Después de todo… había sido su primer objetivo nada más perder el cuerpo de Chihiro.

Actuaremos antes de que tenga tiempo. Sin Chihiro, ya no podrá dominar esa habilidad, por suerte. Tendré que darle muchas explicaciones.

No entendía a lo que se refería hasta que Felipe se presentó ante nosotros. Abel y Heike se habían quedado apostados en la entrada. Me era difícil, más bien imposible, ponerme en su lugar y en lo que estaría sintiendo ahora.

Siento haberos dejado… a solas durante tanto tiempo.—Nithael parecía que fuera a decir algo, probablemente lo que todos pensábamos, cuando Felipe le interrumpió—. Sabía que podría acabar así. Llevo años haciéndome a la idea. Pensé, aun así, que estábamos preparados. Que podríamos hacerlo. Jamás me imaginé que Maléfica… ¿Vosotros lo sabíais? ¿Lo que hizo que ella se cambiara de lado? —Negué con la cabeza. Me había enterado aquel mismo día. De haberlo sabido antes, quizá la Orden hubiera podido hacer algo—. Nos quería muertos, pero… defendió este sitio hasta el final. ¿Podéis sacármelo y revivir a…?

Lo siento. La princesa debió morir antes de que Maléfica le extrajera el corazón, víctima del veneno.

¿Y qué será de su corazón?

Estará con vos para siempre. Puede que, a veces, podáis hasta sentirla dentro.

En aquel momento no tuve el valor suficiente para seguir mirando al Príncipe. Le había dicho que
con el Corazón de Aurora quizá podríamos salvarla. Y ahora resultaba que desde que Xefil y yo habíamos llegado a la torre con Karel no habíamos tenido oportunidad alguna.

Vosotros queríais a Aurora para luchar. Porque era… era especial. Un corazón de luz. Si os acompaño, ¿protegeréis este mundo?

Podéis protegerlo vos, alteza. Cuando las llamas bajen, os acompañaremos al Corazón del Mundo. Podréis empezar a sanarlo. Os enseñaremos.

Enterraremos a Aurora al amanecer. Me gustaría… tener tiempo hasta entonces.

Felipe se fue entonces para continuar velando a la Princesa Aurora. Su cuerpo se encontraba ahora en el interior de una tienda, a la que no me había atrevido a entrar en ningún momento. Su familia y el Príncipe la estaban llorando, y lo menos que podíamos hacer era dejarles en paz.

Nada de lo que yo pudiera decirles paliaría su dolor.

En su lugar recogí algunas flores cercanas a la cabaña en la que estábamos. Las uní con una pequeña cuerda y adorné el ramillete con la pajarita que había estado sujetando mi cabello durante la misión.

Lo dejé junto a los demás y volví con los Maestros.

Volveremos para el entierro.—Nanashi se dirigía hacia el bosque con Nithael—. Debemos averiguar qué ha pasado con el resto. Demasiados mundos dependían de nuestras misiones.

No estaba seguro de si Xefil querría o no hablar con alguien en concreto, por lo que antes de seguir a los Maestros extendí la mano en su dirección. Respiré hondo antes de hablar:

Respeto lo que has hecho ahí arriba por el Príncipe. Tu sacrificio ha ayudado a que el Corazón de Aurora siga con vida.

»Muchas gracias.

Volví con los Maestros, no sin antes echar la vista atrás al campamento.

Si poníamos en una balanza las ganancias y las pérdidas, ¿habíamos salido ganando? Aurora estaba muerta, y el reino de Stéfano se convertiría en un páramo de cenizas. Los orcos acabarían volviendo, dispuestos a acabar con todos. Y lo que todavía nos quedaba por ver. Pero por otro lado el Corazón del Mundo se había salvado, y el de Aurora. El esbirro de Maléfica había muerto y… era probable que ella también. Xihn se había quedado sin el cuerpo de Chiriro.

¿Entonces por qué era incapaz de sentirme satisfecho?

Quizá porque sabía que una parte de mí se quedaría en Reino Encantado, como aquella pajarita. Una parte que estaba dispuesta a hacer todo lo posible por ayudar a levantar aquel mundo. La parte que sabía que no había sido capaz de hacer lo correcto de nuevo, la que había fallado.

Por mucho que Maléfica, Xihn o Karel hubieran conducido a la muerte de la Princesa del Corazón, nosotros habíamos sido incapaces de salvarla.

Cogí aire y seguí adelante, en silencio.

Mi deber era ayudar a hacer todo lo posible para que la Orden pudiera devolver el equilibrio que Xihn nos había quitado, regresando la paz a todos los mundos que quedaban. Pero no me olvidaría de Reino Encantado.

Aunque ahora lo único que quería era ver de primera mano lo que había sucedido con los demás. No podía quedarme esperando a que llegaran las noticias, necesitaba saberlo cuanto antes.

«Por favor, que estén bien...»

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Y se acabó~~

Ha sido un placer poder ayudar a ponerle punto y final a un mundo como Reino Encantado. Me habría encantado haber participado en más tramas para tener una relación profunda con los personajes, pero lo hecho hecho está.

A pesar de eso estoy muy contento con el resultado. Ha sido un auténtico placer ^^
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Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
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Notapor Zee » Mar Abr 03, 2018 10:24 am

No se sentía como si hubiéramos ganado.

Muy a duras penas habíamos sobrevivido. El esqueleto del castillo avivaba las llamas verdes que Maléfica había dejado atrás con su último aliento. Los habitantes del pueblo se habían salvado, o al menos en su mayoría, gracias a las acciones de Abel y Heike: el bosque silencioso se había convertido en el refugio de todos los que habían perdido su hogar en el transcurso de unas horas —¿o años, gracias al hechizo de Freyja? Difícil decirlo—. Como los Caballeros y el Príncipe fuimos últimos en abandonar el reino, escapando del infierno esmeralda en el último minuto, cuando aterrizamos los Gliders el cuerpo de Aurora ya había sido depositado donde sus padres y Felipe podían llorarla íntimamente.

No, no habíamos ganado. Pero, por otro lado, Xihn tampoco lo había hecho.

Así se sentía la guerra, supuse.

Saito y yo nos unimos a los Maestros, encerrados en una vivienda donde nos dedicamos a revivir los acontecimientos del día y a atender nuestras heridas. Nuestro reporte se limitó a los momentos que Nanashi y Nithael no habían presenciado, en especial lo que había ocurrido después de la caída de la torre y antes de la “redención” de la dragona.

De modo que el Corazón se fusionó con él—dijo Nanashi, mostrando su entendimiento y una pizca inusual de interés—. Dos Corazones en un cuerpo. No es completamente inusual. Es una buena noticia —Mi propio corazón dio un salto en el sitio, alarmado. ¿Qué había querido decir Nanashi con ello? No me había estado mirando mientras lo decía, ¿verdad? No se había dado cuenta de la presencia de Jessamine. No podía. Nos habíamos asegurado de mantenerlo en secreto, en caso de que nuestra naturaleza pusiera nerviosa a la orden. Razones para desconfiar de mí les sobraban; no era posible que le hubiésemos entregado una más, la más importante de todas, ¿verdad?

Nanashi no me dedicó mayor atención que la que le dedicaría a Saito. Respiré con alivio, al mismo tiempo que ella hacía lo mismo y expresaba:

Al menos las siete princesas siguen vivas. A su modo. El problema es Xihn. No podemos acercarnos a comprobar si sigue viva.

Sin cuerpo es más fácil escapar —Las palabras de Nithael no lograron tranquilizarnos; ni que ésa hubiese sido su intención. Meditativo, mientras se frotaba el sitio donde Nanashi lo había sanado, o tal vez se consolaba a sí mismo por haber sido el blanco de Xihn hacía unos momentos, el ángel argumentó—: Sin embargo, siempre ha necesitado uno. No tardará en ir a la caza de otro.

Actuaremos antes de que tenga tiempo. Sin Chihiro, ya no podrá dominar esa habilidad, por suerte —Coincidí con las palabras de Nanashi: “por suerte”. Su forma de controlar el tiempo era aterradora; podía acabar con tu vida en, literalmente, un parpadeo—. Tendré que darle muchas explicaciones.

Tuve que quitar la mirada de Nithael para entender a qué se refería Nanashi con aquella última frase. La Maestra miraba hacia la entrada de la cabaña, donde la figura de Felipe se recortaba contra la luz que venía del exterior. Lucía cansado, más de lo que había estado antes; no parecía un noble en absoluto.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez, como si pudiera sentir la esencia que le faltaba, aquella que le había obsequiado al futuro rey. Gracias a lo que había hecho, Felipe seguía con vida… y, de alguna forma tétrica y distorsionada, Aurora también.

Todavía no podía creer lo que había hecho. Mi vida. Acortada. Tan enorme sacrificio y… ¿para qué? Habíamos sobrevivido apenas por un pelo…

Siento haberos dejado… a solas durante tanto tiempo —se disculpó el príncipe, para mi sorpresa. ¿Pero cómo? Si estaba en todo su derecho. Después de lo que había pasado, en especial con Aurora, ¿no era de esperarse que el hombre buscara tiempo para lamentarse? Todos lo necesitábamos; un rey no estaba exento—. Sabía que podría acabar así. Llevo años haciéndome a la idea—dijo Felipe, adolorido—. Pensé, aun así, que estábamos preparados. Que podríamos hacerlo. Jamás me imaginé que Maléfica… ¿Vosotros lo sabíais? ¿Lo que hizo que ella se cambiara de lado?

Negué con la cabeza:

Hasta que el sirviente de Xihn nos lo dijo, no.

Nos quería muertos, pero… defendió este sitio hasta el final. ¿Podéis sacármelo y revivir a…?

Miré a los Maestros, con una expresión lastimera dibujada en el rostro. Eso era algo que yo también quería escuchar. De hecho, hasta ese momento, me había aferrado a la esperanza, diminuta, de que la princesa pudiera ser traída de vuelta de alguna forma. La magia de los corazones y las llaves era algo extraordinario, a lo mejor existía alguna manera, conocida sólo para los Maestros… Pero cuando Nanashi y Nithael se miraron el uno al otro, lo supe con certeza.

Estaba muerta.

Lo siento. La princesa debió morir antes de que Maléfica le extrajera el corazón, víctima del veneno —Con las palabras de Nithael, me vi obligado a apartar la mirada. Era inevitable no sentir algo de culpa. Nuestra misión había sido rescatar a Aurora y restaurar el Corazón del mundo. Pero sólo habíamos logrado una de las dos. ¿Habíamos estado destinados a fallar desde el principio…? ¿O habíamos llegado demasiado tarde?

¿Y qué será de su corazón? —Escuché que Felipe decía. Seguro de sus palabras, llenas de razón, sabía yo, Nithael explicó:

Estará con vos para siempre. Puede que, a veces, podáis hasta sentirla dentro.

Hubo unos momentos de silencio.

Vosotros queríais a Aurora para luchar. Porque era… era especial. Un corazón de luz. Si os acompaño, ¿protegeréis este mundo?

Volví a levantar la cabeza, interesado pese a las circunstancias. Miré a Nanashi, y luego a Nithael, esperando su respuesta. ¿La Orden iba a reclutar a Felipe?

Podéis protegerlo vos, alteza—contestó Nanashi, sin realmente ponerse en contra de la posibilidad—. Cuando las llamas bajen, os acompañaremos al Corazón del Mundo. Podréis empezar a sanarlo. Os enseñaremos.

Y a Felipe eso pareció sentarle bien. Asintió con la cabeza antes de retirarse hacia la tienda de Aurora con estas palabras:

Enterraremos a Aurora al amanecer. Me gustaría… tener tiempo hasta entonces.

Volveremos para el entierro—dijo Nanashi, dirigiéndose hacia el bosque con Nithael—. Debemos averiguar qué ha pasado con el resto. Demasiados mundos dependían de nuestras misiones.

¡Ah! —Me sentí estúpido por haberlo olvidado. ¡Pero es que habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo! Apresuradamente, me llevé la mano a la muñeca y activé la pequeña pantalla de mi dispositivo de comunicación, deslizando los dedos de un lado a otro para escribirle un mensaje a Alanna. Lo redacté de la forma más breve posible para evitar perder tiempo antes de partir al bosque con los demás

SMS escribió:“Saito y yo :).
Chihiro x_x. Xihn sin cuerpo.
Maléfica ayudó al final, pero también x_x. Sí estaba herida después de todo.
Aurora no lo logró… Felipe tiene el <3.
¿Bella y tú bien?
Eso espero.”


Lo envié sin siquiera revisarlo. Estuve a punto de comenzar otro mensaje para Nadhia, pero tuve que detenerme cuando Saito se acercó a mí, mirándome con sus brillantes y sinceros ojos azules. El chico tomó aire, como preparándose para algo, y extendió una mano al frente.

Respeto lo que has hecho ahí arriba por el Príncipe. Tu sacrificio ha ayudado a que el Corazón de Aurora siga con vida.

»Muchas gracias.


Me quedé pasmado, por unos momentos. Después de todo lo que habíamos pasado… ¿eso… era todo?

¿¡Después de haber arriesgado nuestras vidas juntos, me estás redactando una carta formal en voz alta!? ¿¡“Respeto”!? —pensé entre ofendido y divertido. Al final, no pude evitar soltar un bufido, un indicio de lo que pudo haber sido una carcajada plena de no haberme contenido un poco.

Estreché su mano con fuerza y luego lo jalé hacia mí, apretándolo fuerte entre mis brazos y dándole varias palmadas en la espalda. Probablemente no le agradase el gesto, ¡pero qué demonios! ¡Que el reino siguiera de pie era nuestra pequeña victoria! ¡Así que…!

Gracias, Saito. No hubiéramos podido salvar el Corazón de no haber estado los cuatro juntos —le dije a la par que lo soltaba. Forcé una sonrisa, porque pese a mis palabras y a lo aliviado que me sentía de seguir con vida, y con los pies en la tierra donde me había criado, la atmósfera seguía siendo pesada y triste—. Respeto para ti también.

Miré sus ojos azules una vez más y finalmente sentí el peso tremendo de todo. Nuestra llegada al mundo, con los Sincorazón pisándonos los talones, las espinas negras bloqueándonos el camino y el hechizo resquebrajándose poco a poco. Nuestro descenso al Corazón, nuestra pelea con Karel y Friederike, con las llamas de Alanna ardiendo en las catacumbas, la Llave-Espada de Aleyn chillando en mis manos… Y nuestro ascenso a la torre, la llegada de Xihn, el enorme sacrificio que le había entregado a Felipe y… y el final de todo… El cuerpo de Chihiro en las fauces de Maléfica, sin vida, como el títere que siempre había sido. Las llamas… El castillo ardiendo…

Los ojos de Saito, por alguna razón, me hicieron sentir muy cansado. Y se me escaparon unas lágrimas que tuve que limpiarme rápidamente con la manga de mi saco antes de continuar:

Muy bien. Andando; Maestros, Saito. Todavía tengo que hablar con mis padres después de esto.

»Creo que llego siete años tarde para la cena.


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Lamento que mi último post haya sido tan... corto y... tan ¿poco? Idealmente, me hubiera gustado narrar la muerte de Maléfica desde la perspectiva de Xefil y haber escrito un bonito reencuentro con su familia. Pero el cansancio de esta semana es tremendo, así que me he conformo con esto. ¡Al menos por ahora!

¡Ha sido un enorme placer participar en esta trama! De verdad que no tengo palabras para describir el espiral de emociones que nos has hecho sentir durante el transcurso de la historia, Suzu. En más de una ocasión nos pusiste contra las cuerdas y escribiste momentos tan poderosos que me mantuvieron esperando el siguiente post con ansias cada semana. Por alguna razón, yo creo que mi favorito es Felipe gritando con rabia cuando se encuentra con Aurora en la torre. O cuando Diablo grita a Maléfica y Felipe lo hace trizas con su espada. ¡Y cuando Xefil se topa a Xihn y ella le tira la torre encima, prometo que estaba tan nervioso como él!

Me siento muy halagado por haber sido parte de esto. Mi más grande admiración para HS/Saito y Drazham, que han estado involucradísimos desde tramas anteriores y en sus personajes se hace notar el amor que tienen por este mundo. También fue un gustazo rolear con ustedes, aunque parece que apenas tuvimos tiempo de conversar porque nos la pasamos peleando por nuestras vidas en cada post x_D.

Feliz y triste al mismo tiempo por ver a Reino Encantado concluido. Pero al menos en mi headcanon corazón, sus historias continuarán de alguna forma <333.

¡Nos vemos en el próximo tema!

EDIT: porque al foro aparentemente no le agradan los emojis y da error :(
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Queda esperanza...

Notapor Suzume Mizuno » Sab Abr 07, 2018 2:11 am

Cuando los Caballeros regresaron al amanecer, el pueblo de Felipe y los desolados supervivientes del de Stéfano rodeaban el pequeño túmulo que habían levantado para la princesa. La reina deseaba desesperadamente reconstruir el palacio y llevar a su hija con el resto de monarcas del reino, pero para eso tendrían que transcurrir varios años y antes deberían averiguar si las criptas habían sobrevivido.

Los Caballeros sabían que sí, pues el mundo seguía intacto.

La ceremonia fue rápida, pero intensa. La princesa Aurora fue vestida con un precioso traje azul que le prepararon las hadas madrinas entre sollozos y luego pasearon su cuerpo, a hombros de Abel y otros hombres de su destacamento, por un camino de rosas que le habían preparado. Felipe, demasiado bajo comparado con Abel, marchaba al frente junto a los reyes con expresión indescifrable. Nadie sabía si le había comunicado a los monarcas el destino del corazón de su hija.

Hubo un discurso triste. Primero el rey, luego la reina. Felipe se limitó a besar los labios fríos de la princesa. No hubo ninguna clase de despertar. El príncipe se tragó las lágrimas y miró a lo alto, donde el sol comenzaba a desterrar la noche.

Cuando enterraron su cuerpo, Nanashi se retiró. Nithael había permanecido en Tierra de Partida, por si acaso, pues era uno de los objetivos más evidentes que querría Xihn. Ella, sin embargo, tenía una última cosa que hacer en aquel mundo antes de traer a otras Princesas que pudieran enseñarle su labor a Felipe.

Abandonó el bosque y, con Garuda en el hombro, llegó al devastado castillo. Gran parte de la muralla y de la torre derruida se derritieron bajo el fuego de Maléfica. Casas enteras desaparecieron. Aquel lugar era yermo y frío.

Sin embargo, en el lugar donde había caído el cuerpo de la dragona, donde ahora solo yacía una sombra, habían empezado a crecer algunas briznas de hierba. Pues Maléfica, a pesar de todo, seguía siendo un hada de la naturaleza.

Nanashi se arrodilló al borde de la sombra, sin pisarla, y la contempló en silencio.

Te la llevaste—susurró con voz ronca—. Nada cambiará jamás lo que hiciste.

Pero su vista se desplazó hacia el castillo y pensó en la cripta, en lo que le habían contado los muchachos. En la sombra de la reina Friederike, a la que tanto se parecían Felipe y Aurora. Maléfica podría haber matado a Felipe. Podría haber eliminado para siempre la línea de Friederike, pero lo dejó inconsciente, maldito, antes de saber nada de lo que había hecho Xihn. ¿Fue por maldad? ¿O hubo alguna clase de reticencia a acabar con lo último que quedaba de la niña a la que había querido?

Ya nunca lo sabría.

Pero cuando Nanashi se levantó, a pesar del olor a quemado, a pesar de las desoladoras ruinas del castillo de la Princesa del Corazón, contempló la pequeña salpicadura de verde y sintió que todavía quedaba esperanza.

Sí, a pesar de todo, quedaba esperanza.


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¡Y se acabó la trama de Reino Encantado! El mundo también. Ojalá hubiéramos podido hacer más, completar más historias, conseguir un final menos agridulce. Pero vaya, el rol se acaba y al menos hemos podido cerrar este mundo también. Gracias por acompañarme y soportar mis maldades. ¡Es que es XIHN y es una batalla final, no os lo iba a poner fácil!

Debo decir que, entre la deserción de Astro y ciertas obsesiones de vuestros personajes, nos hemos organizado mal. Podríais haber logrado que Maléfica se uniera a vosotros mucho antes y, sí, Aurora habría sobrevivido si os la hubierais llevado en busca de la manzana de oro de otras tramas o del tridente de Ariel. Puede que hubierais podido detenerla en el tiempo una vez más si hubierais buscado a Primavera u otra hada. Había mil salidas, pero por cuidado —excesivo cuidado. Perdisteis muchísimos turnos llevando cadáveres de aquí para allá y sin tomar la iniciativa—. Sin embargo, se quedó sola y no tenía mucho sentido que mágicamente Maléfica decidiera esperaros.

Pero el caso es que hemos cerrado la trama. Siento haber sacado a Alanna, pero de verdad que estuvo a punto Xihn de hacerse con Bella y entonces Denna no me habría perdonado jamás de los jamases.

¡Puntuaciones! Ya sin comentarios, que somos mayorcitos y no necesitáis una lección.

Alanna 70 PX ¡Te quedas a 6 del siguiente nivel, tsk!
Xefil 68 PX ¡Subes de nivel y te quedas al siguiente!
Saito 65 PX. ¡Te quedas a 12 PX del siguiente nivel!

Muchas gracias, de verdad, por llegar hasta aquí. Ha sido un viaje de muchos años. Ha sido un placer acompañaros.

¡Ahora, a por el final del rol! Empezaremos el Global final de aquí a dos semanas. Intentemos hacerlo inolvidable.
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¡Gracias por las firmas, Sally!


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