[Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Encuentro de Ban Oswald y Nikolai Everard

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[Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Mar Ago 26, 2014 7:39 pm

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Cronología:

Días antes de los eventos de Promesas de Guerra


Ya había pasado una semana desde que Nikolai Everard se instauró en la Orden de Bastión Hueco y pasara a formar parte del elenco de caballeros que blandían la misteriosa llave espada.

Estos días resultaron ser lo que el joven se esperaba en cuanto llegó al castillo: entrenamiento, entrenamiento y más entrenamiento. Por lo visto, las dos maestras a cargo de los aprendices habían acelerado el ritmo de las sesiones de entrenamiento para los recién llegados con tal de prepararlos lo antes posible. Niko no estaba muy seguro, pero algo le decía que la intensificación de los entrenamientos tenía que ver con algunos comentarios que había oído acerca del conflicto con la Orden de Tierra de Partida. Ya sabía de la mala relación que había entre ambos bandos, pero era mucho peor de lo que se imaginaba.

A parte de algún que otro comentario despectivo sobre el bando de la luz que escuchaba entre entrenamientos, también se enteró de otros chascarrillos que circulaban por el castillo, como que, además de las maestras Nanashi y Ariasu, había otro maestro de la llave espada que parecía ser el mandamás de la Orden, pero que debido a ciertas circunstancias (las cuales le eran desconocidas, ya que a los aprendices les parecía resultar incómodo tratar sobre ese asunto), se encontraba indispuesto.

El susodicho hombre se llamaba Ryota, pero más que un Maestro de maestros, ahora parecía el fantasma de una leyenda con tanto cuchicheo sobre su persona. Por el momento, habría que esperar para conocer al afamado líder del bastión.

Pero había cierto tema que le llamó la atención, y el culpable de que ese día se encontrase en la biblioteca buscando información al respecto. Lo oyó unas cuantas veces los últimos días, pero jamás había oído algo así.

<Incorpóreo…>

Niko se encontraba sentado en una de las amplias mesas de estudio de la estancia, ojeando uno de los pocos volúmenes de los que disponía la biblioteca que trataban sobre estos “individuos”. Por como hablaban los aprendices sobre los incorpóreos, dedujo que se trataría de alguna raza, como la etnia gitana a la que pertenecía su compañero Simbad, otro recién llegado como él al que conoció los primeros días de su estancia, pero con el que no ha podido coincidir más debido a los entrenamientos.

No obstante, la idea de “raza” no le parecía tan convincente en cuanto se enteró de cierto detalle que distinguía a estos enigmáticos personajes: no tenían corazón.

¡Menuda locura! ¿Cómo podría vivir una persona (si es que se podían considerar personas) sin algo tan necesario como un corazón? A simple vista, tenía la pinta de ser alguna clase de mofa por parte de los aprendices, insinuando que cuando se referían a que alguien “no tenía corazón”, se trataba de algo tan trivial como que el mencionado era una persona cruel y sin escrúpulos.

Rumores. Como bien sabía, los rumores no tienen base alguna sobre la que sustentarse. De modo que su única opción era buscar información fiable. Al fin y al cabo, le resultaría útil conocer sobre los incorpóreos ya que, si no había escuchado mal, en Bastión Hueco se hospedaban un par de estos seres que se habían ganado ese título.

¿Cómo sería alguien que no dependiese de un corazón? ¿Qué sentiría?
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Sentimientos encontrados - Ronda #1

Notapor Astro » Mié Ago 27, 2014 1:35 am

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Aceleré a tope, directo hacia el bastión. Acababa de volver de un viaje de prueba con la nueva tabla que Wix me había entregado: un glider de imitación para sustituir al que habíamos perdido junto con la Llave Espada. No era mucho de mi agrado, pero al menos serviría para viajar sin depender de la nave gumi.

Aterricé con destreza en uno de los amplios balcones del castillo, desactivando la armadura al instante. Con un leve gesto, la tabla también se desmaterializó. Al menos era práctica.

Sin más, entré en el interior directo hacia mi habitación. No tenía el día libre como tal, y en cualquier momento podrían llamarme para que acudiera a un entrenamiento o a una misión, así que tampoco podía relajarme demasiado. Sin embargo, al llegar al pasillo en el que se encontraba mi puerta, le vi.

Un moguri. Saliendo de mi habitación. ¡Un moguri!

¡EH, TÚ!

Si hubiese tenido corazón, estaría rojo de ira. Aquellas criaturas inmundas tenían prohibida la entrada a mi cuarto, y me había asegurado de sobras de que todos se enterasen de mi regla de oro. Pero aquel bichejo se la había saltado, y debía pagar las consecuencias.

Invoqué a Spyrix, mi pistola nuevecita, y apunté hacia el moguri. Desgraciadamente, el gato gordo se había asustado por mi grito y, consciente de que había hecho mal, ya había echado a correr como alma que lleva el diablo. Mi disparo, por supuesto, falló.

Salí corriendo detrás de él, dispuesto a hacer justicia. Pero aquel condenado era más rápido y ágil de lo que me podría esperar, y esquivaba constantemente mis disparos mientras gritaba kupó.

Tras una buena carrera, conseguí acorralarle en el vestíbulo. Le tenía a tiro, pero justo cuando iba a apretar el gatillo la puerta de la biblioteca se abrió, dándole la oportunidad que necesitaba: el moguri se escurrió entre las piernas de un aprendiz y se internó en la amplia sala. Solté una pequeña maldición, y le seguí.

Pero dentro no encontré rastro de él. Estaría escondido, sin duda alguna. Pistola en mano, me paseé a toda prisa por los largos pasillos, mirando debajo de mesas y sillas, sin éxito alguno.

Al final, opté por acercarme a un joven sentado en un rincón de la biblioteca. Rubio, delgado y alto, parecía absorto entre las páginas de un libro que agarraba con ganas.

Oye, ¿has visto pasar por aquí a un moguri? —le pregunté, directo al grano y sin presentación alguna—. Me ha robado algo, y tengo que encontrarle.

Vale, lo del robo era mentira. Pero la mentirijilla serviría para que, si el aprendiz le había visto, me ayudará. O eso esperaba.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Mié Ago 27, 2014 6:01 pm

Según pasaba las páginas de aquel libro, a Nikolai no le quedaba mas remedio que descartar toda idea que se había hecho de antemano sobre los incorpóreos. Para empezar, el libro ya le instaba a que dejase de referirse a ellos como humanos. Por así decirlo, dejaron de serlo tras su conversión después de haber perdido su corazón.

Antes de continuar leyendo, Niko soltó un bufido y se recostó sobre la silla. Las pocas páginas que se había leído ya le daban de que pensar, y prefería tomárselo con calma.

Mientras se tomaba un descanso, le pareció oír en la lejanía varios disparos. No le dio mucha importancia, ya que debía tratarse de un par de aprendices en medio de una sesión de entrenamiento… aunque no recordaba que las salas en las que se impartían clases estuviesen tan cerca de la biblioteca como para escuchar cualquier ruido proveniente de estas.

Al rato, volvió a retomar la lectura por donde lo dejó, y como ya se imaginaba, lo que venía le rompió los esquemas totalmente:

Una persona a la que se le arrebata el corazón, deja tras de si algo parecido a una coraza; un recipiente. A pesar de que el recipiente posea una forma humana casi idéntica a la de la persona, ya no será el mismo de siempre.

Los cambios que puede sufrir un incorpóreo respecto a su versión humana abarcan múltiples posibilidades: desde mantener la personalidad y recuerdos de cuando era humano, hasta volverse alguien totalmente distinto. Pero lo que si parecían presentar la gran mayoría de los incorpóreos era algo en particular, producto de su falta de corazón, y era su incapacidad para…

Oye, ¿has visto pasar por aquí a un moguri?

Pero, justo antes de llegar a terminar de leer ese párrafo, una voz masculina devolvió su mente a la fuerza al mundo real. Niko parpadeó un par de veces y retiró la mirada del libro para comprobar quien era el que le había interrumpido de forma tan abrupta.

Un chico paliducho y de cabellera rubia (pero más clara que la suya) le observaba detenidamente. Le resultaba algo bajito, quizás porque la gabardina que vestía parecía venirle un poco grande.

Me ha robado algo, y tengo que encontrarle.

¿Qué le había robado un moguri? Ya conocía de antemano a esas pequeñas criaturas que parecían peluches con alas de su mundo de origen. La gran mayoría se ganaban la vida honradamente por medio de diversos negocios que tenían por toda la ciudad.

En Bastión Hueco no era muy diferente: se encargaban de las tareas domésticas del castillo. La Orden contrataría sus servicios debido a su afamada diligencia y fiabilidad. Los moguris cuidaban bastante su imagen laboral, y le extrañaba que uno de ellos fuese por ahí robando a los aprendices.

Lo siento, pero no he visto a ninguno de esos pompones voladores por aquí —le contestó mientras se encogía de hombros. Estaba tan enfrascado en su lectura que ni se habría enterado de lo que sucediese a su alrededor.

Pero después de darle una respuesta, Niko se pispó en un último vistazo del “juguetito” que el chico llevaba en la mano.

Por cierto, bonito chisme —señaló vagamente la pistola que el joven portaba a plena vista.

¡Vaya con el rubiales! Se había paseado por la biblioteca con eso encima como si fuese lo más normal del mundo. Debía reconocer que le resultaba cómico que el aprendiz fuese por ahí en plan “Llanero solitario”.

Aunque no tardó en recordar que hace unos momentos había escuchado disparos no muy lejos de aquí, y el chico con complejo de Sheriff le había mencionado que estaba en plena búsqueda de un moguri que se había atrevido a hurtarle.

Por curiosidad —Nikolai juntó sus dedos índices y se dio con ellos golpecitos en la barbilla mientras le lanzaba al chico una mirada de intriga—. ¿Lo que te ha robado ese moguri es tan importante como para abrirle un nuevo agujero?
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Sentimientos encontrados - Ronda #2

Notapor Astro » Mié Ago 27, 2014 8:30 pm

Lo siento, pero no he visto a ninguno de esos pompones voladores por aquí

El aprendiz (cuya cara no me sonaba de nada, por cierto) no sabía nada de mi pequeño fugitivo. Chasqueé la lengua, irritado, y me agaché para mirar debajo de la mesa sin importarme que el otro la estuviera usando.

Por cierto, bonito chisme.

Ajá —respondí vagamente, apenas sin prestarle atención. Aquí tampoco estaba.

Por curiosidad. ¿Lo que te ha robado ese moguri es tan importante como para abrirle un nuevo agujero?

—respondí, escuetamente, mientras me levantaba.

Rápidamente, le chisté a la vez que me ponía un dedo en la boca, indicándole que guardara silencio. Agudicé mis oídos, esperando escuchar algún kupó que me revelara el escondite de mi presa, pero fue inútil. Lo único que se escuchaba era el pasar de las páginas del puñado de aprendices que se encontraba en la biblioteca.

Tenía que admitirlo: le había perdido. Resignado, bajé el dedo y desmaterialicé la pistola. Ya le encontraría, ya, o si no... otro moguri pagaría por él. Total, había demasiados por el castillo.

Fui a marcharme sin mediar más palabra, pero algo llamó mi atención en un último momento: el libro que tenía el aprendiz preguntón me sonaba de algo, estaba seguro. Con un rápido y brusco movimiento, se lo quité de las manos para poder cerciorarme y...

En efecto, lo conocía. Era uno de los pocos (por no decir que solo habría un par) libros que hablaban sobre los incorpóreos. Sobre mí. Le dirigí una mirada amenazante al tipo, examinándole de arriba a abajo y juzgando sus intenciones. ¿Para qué querría saber sobre los de mi calaña? Yo leí el libro en su día, recomendado por Wix, para que me ayudase a "entender lo que tendría por delante", ¿pero él?

¿Simple curiosidad? ¿O eran otras intenciones...?

Así que incorpóreos, ¿eh? —dejé el libro de nuevo sobre la mesa, sentándome en una de las sillas de alrededor—. ¿Te interesan los monstruitos raros o qué?

Clavé mis ojos en los suyos con una pícara sonrisa en los labios, expectante por su respuesta, y preparado para analizar sus intenciones.

Esto iba a ser muuuy interesante.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Jue Ago 28, 2014 5:23 pm



El chaval no se cortó ni un pelo en afirmarle que estaba dispuesto a vaciarle el cargador a un pobre moguri que había tenido la mala suerte de toparse con él, aunque la vaga respuesta también pudo ser porque estaba mas centrado en ojear por debajo de la mesa, buscando a la bola de pelo voladora.

Inmediatamente, el chico de la gabardina se incorporó y se llevó el dedo al labio para indicarle a Niko que guardase silencio. Como si de un depredador se tratase, viró la mirada hacia cualquier rincón, esperando a que su presa cometiese el grave error de revelar su escondrijo.

Pero no hubo señal alguna de que el moguri siguiese por el aula, por lo que el rubiales se dio por vencido e hizo desaparecer su arma por arte de magia, resignado.

Mala suerte —comentó Niko, reposando el costado derecho de su cabeza sobre la palma de su mano.

Mejor así, lo último que necesitaba era que un aprendiz con instintos asesinos se dedicase a pegar tiros a diestro y siniestro en medio de la biblioteca, fastidiándole a él y a otros más la lectura.

<Supongo que este sería el típico día que te encuentras en Bastión Hueco…>

Viendo que el peligro de caos y desorden había pasado, podría ponerse de nuevo a culturizarse con sus amigos, los incorpóreos. Sin embargo, el aprendiz pistolero seguía ahí plantado. Niko abrió la boca para preguntarle si quería algo más de él, pero al rato se percató de que el muchacho estaba mirando con recelo el peculiar volumen que se había estado leyendo.

Haciendo gala de unos modales propios de un niño, agarró el libro y se lo arrancó de sus manos de un tirón. Seguidamente, se puso a analizarlo con detenimiento. Nikolai se quedó mirando al tendido unos segundos con total seriedad, con las manos en la misma posición en la que estaban sujetando el libro. Luego, comenzó a girar lentamente la cabeza hacia el tipejo que le había birlado el libro implacablemente.

¡Oh, si! Claro que te lo presto ¡Faltaría más! —soltó Niko irónicamente, dibujando una falsa sonrisa en su cara.

Por lo pronto, el rostro de "Don Caballerosidad" no parecía mostrar que le gustase lo que estaba leyendo. Es mas, le lanzó una mirada no muy agradable a Niko. Era como si le molestase que el aprendiz de Ciudad de Paso estuviese husmeando en algo que no le incumbía.

Así que incorpóreos, ¿eh? —el chaval dejó el libro en la mesa y tomó asiento en una de las sillas que había cerca — ¿Te interesan los monstruitos raros o qué?

El aprendiz de la gabardina le clavó la mirada y esbozó una sonrisa que no indicaba nada bueno en absoluto. Niko, simplemente, alzó la ceja.

<¡Mira tú por donde! Si sabe sonreír y todo.>

Mas bien, me gusta ampliar mi cultura general —respondió haciendo un gesto con su mano derecha—. Sobretodo si vas a tener vecinos así por los alrededores —señaló con el dedo índice el libro que hace un rato estaba ojeando antes de que le cortasen de manera abrupta.

>>Te arrancan el corazón y lo único que queda de ti es un caparazón hueco que no es más que el recuerdo de lo que fuiste antes —comentó. Luego entrecerró los ojos y sonrió levemente—. La verdad es que ese libro te lo plantea de una manera un tanto negativa, ¿no crees?

Lo que sí que tenía claro, es que el comentario del chico sobre los incorpóreos indicaba que ya había tenido contacto con alguno del castillo, y no precisamente muy placentero para haberlos llamado de esa manera.

Monstruitos raros, dices… —dijo divertido—. No tendrán corazón, pero dudo que sean bestias sin sentimientos como los sincorazón si les dejan pasearse por aquí.
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Sentimientos encontrados - Ronda #3

Notapor Astro » Vie Ago 29, 2014 12:53 pm

Mas bien, me gusta ampliar mi cultura general —fue su respuesta—. Sobretodo si vas a tener vecinos así por los alrededores.

¿Curiosidad, entonces? Tal vez fuese eso, pero tenía el presentimiento de que había algo más... O tal vez fuesen imaginaciones mías. Al fin y al cabo, todavía no dominaba bien la interpretación de las reacciones humanas.

>>Te arrancan el corazón y lo único que queda de ti es un caparazón hueco que no es más que el recuerdo de lo que fuiste antes. La verdad es que ese libro te lo plantea de una manera un tanto negativa, ¿no crees?

Yo la llamaría realista, no negativa —comenté, encogiéndome de hombros.

"Un caparazón hueco" era la mejor forma de describirnos, al fin y al cabo. Puede que conserváramos nuestra apariencia humana, pero no dejábamos de ser monstruos vacíos en busca de una razón para vivir. Negarlo me resultaba una soberana estupidez.

Monstruitos raros, dices… No tendrán corazón, pero dudo que sean bestias sin sentimientos como los sincorazón si les dejan pasearse por aquí.

Solté una sonora carcajada que resonó por toda la biblioteca. Así que era eso: incredulidad. No creía que los incorpóreos no pudiéramos tener sentimientos, lo que me faltaba por ver.

Vives en un castillo donde os entrenan para que luchéis con una espada mágica con forma de llave gigante —empecé a decir, manteniendo la sonrisa pícara—. Viajas entre mundos inimaginables, y peleas contra monstruos imposibles. ¿Y te cuesta creer que puedan existir unos seres con la suerte de no tener sentimientos?

»Sin corazón, no hay sentimientos. Fácil y sencillo —sentencié, cruzando los brazos—. Tienes que tener... ¿Cómo se decía? Ah, sí. La mente más abierta si quieres sobrevivir aquí.

Por sus palabras y aspecto, tenía pinta de novato. Aunque al menos sabía de la existencia de los incorpóreos en el bastión. La idea de revelarle mi naturaleza me resultaba tentadora para terminar de demostrar mis palabras, pero no. Todavía no. Quería ver con qué me contestaba el recién llegado.

Al fin y al cabo, ¿quién podía saber más de los incorpóreos que un propio incorpóreo?
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Sab Ago 30, 2014 2:24 am

El aprendiz de la gabardina estalló en carcajadas nada mas oír el comentario de Nikolai. El joven dibujo una mueca en su rostro, contrariado por la curiosa reacción de su “compañero de debate”. Esperaba que ningún otro aprendiz les llamase la atención por el barullo que estaba montando.

Oye, cuéntame el chiste, que yo también me quiero reír —dijo en tono burlón.

Vives en un castillo donde os entrenan para que luchéis con una espada mágica con forma de llave gigante —comenzó a soltar, manteniendo esa sonrisilla que sacaría de quicio a muchos. Niko entornó los ojos, como si lo que le estuviese diciendo no fuese nuevo para él—. Viajas entre mundos inimaginables, y peleas contra monstruos imposibles. ¿Y te cuesta creer que puedan existir unos seres con la suerte de no tener sentimientos?

¿Cómo has dicho?

Nikolai alzó las cejas, notablemente sorprendido. La primera noticia que tenía de que los seres que estaba estudiando carecían de algo más que un corazón.

Sin corazón, no hay sentimientos. Fácil y sencillo —proclamó, cruzándose de brazos.

Ya veo… —balbuceó Niko, llevándose la mano al mentón.

¡Pues claro! En la página del libro que no había podido terminarse por las intenciones homicidas del aprendiz se mencionaba que los incorpóreos, por la falta de un corazón, carecían de otra cosa.

Tienes que tener... ¿Cómo se decía? Ah, sí. La mente más abierta si quieres sobrevivir aquí.

Niko rió para sus adentros. Tenía toda la razón del mundo con lo de tener la mente más abierta. Todo lo que estaba relacionado con la llave espada podía considerarse irreal para cualquiera. Por esa razón estaba él allí, para aprender sobre lo irreal.

“Sin corazón, no hay sentimientos”. Tenía su lógica, ya que ambos conceptos estaban ligados el uno al otro, pero había algo que se le escapaba. La falta de corazón llevaba a la falta de sentimientos, pero a su vez…

A ver si me he quedado con la copla… —Niko se recostó en el respaldo de la silla y entrelazó los dedos—. Me estás diciendo que un incorpóreo es un ser que es incapaz de tener sentimientos por la falta de un corazón, ¿me equivoco? —con un ligero movimiento, se impulsó hacia la mesa, recostando sus codos sobre esta—. Entonces estaríamos hablando algo similar a… un autómata.

>>Así es: Sin corazón, no hay sentimientos, pero sin sentimientos, no hay razonamiento —explicó, extendiendo las palmas de sus manos—. Lo que nos diferencia a ti y a mi de otras especies es que podemos razonar en concordancia a nuestros sentimientos. Es lo que nos permite expresar que es lo que sentimos en cada momento.

>>Alguien que no puede expresar sus sentimientos porque carece de estos sería lo más parecido a un robot; un autómata. Tiene “vida”, pero solo lo demuestra si otros que tienen la capacidad de razonar le indican que lo haga.

>>¿Es por eso que los llamáis monstruos? ¿Por qué son seres a los que se puede manipular y que no tendrán objeción alguna en seguir órdenes?

El joven esperó con ansias que el otro aprendiz le respondiese. Al fin y al cabo, hablaba como si conociese de sobra a los incorpóreos del bastión ¿Quién mejor para que le dijese si se trataban de marionetas con aspecto humano o eran más que eso?
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Sentimientos encontrados - Ronda #4

Notapor Astro » Sab Ago 30, 2014 2:00 pm

A ver si me he quedado con la copla… Me estás diciendo que un incorpóreo es un ser que es incapaz de tener sentimientos por la falta de un corazón, ¿me equivoco? —se apoyó con los codos en la mesa, pensativo—. Entonces estaríamos hablando algo similar a… un autómata.

¿Autómata?

>>Así es: Sin corazón, no hay sentimientos, pero sin sentimientos, no hay razonamiento. Lo que nos diferencia a ti y a mi de otras especies es que podemos razonar en concordancia a nuestros sentimientos. Es lo que nos permite expresar que es lo que sentimos en cada momento.

No tenía ni idea de dónde se habría sacado esa conclusión, pero no podía estar más errónea. Los incorpóreos eramos capaces de razonar y pensar perfectamente por nosotros solos, aunque nos pudiera costar más entender las reacciones de los demás. De autómatas no teníamos nada... Aunque era bien cierto que Wix parecía la esclava de los Maestros.

Alguien que no puede expresar sus sentimientos porque carece de estos sería lo más parecido a un robot; un autómata. Tiene “vida”, pero solo lo demuestra si otros que tienen la capacidad de razonar le indican que lo haga.

>>¿Es por eso que los llamáis monstruos? ¿Por qué son seres a los que se puede manipular y que no tendrán objeción alguna en seguir órdenes?

Pareces un chico listo, pero cada vez que abres la boca te equivocas —fue mi respuesta tras su exposición.

Cogí el libro de la mesa con tranquilidad, abriéndolo y empezando a pasar páginas sin mucho interés. Me debatía entre revelarme en ese momento para disfrutar de su reacción o esperar un poco más y que la bola de nieve se hiciese más grande.

Para empezar, los incorpóreos son tan monstruos como los sincorazón. Sin más. Que algunos puedan mantener su forma humana no quiere decir que no sean iguales a los que se vuelven monstruitos físicamente —por suerte o por desgracia, no había tenido la oportunidad de encontrarme con "incorpóreos inferiores". Aunque me moría de ganas por hacerlo.

»En el bastión hay tres incorpóreos, ¿has llegado a hablar con alguno de ellos? Porque te aseguro que ninguno te parecerá un autómata: que no tengan sentimientos no quiere decir que no piensen y reaccionen por ellos mismos.

Me levanté de golpe de la silla, lanzándole el libro con despreocupación para que lo cogiera. Aunque me estaba resultando curioso y hasta divertido, no podía perder toda la mañana aquí. Había que terminar ya.

Ah, por cierto, sobre lo de hablar con un incorpóreo: lo acabas de hacer. Un placer.

Hice un gesto de despedida con la mano y eché a andar hacia la salida. Mi cuarto me esperaba, y si por el camino me encontraba con algún moguri, mejor.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Dom Ago 31, 2014 11:35 pm

Pareces un chico listo, pero cada vez que abres la boca te equivocas —contestó el otro aprendiz de manera tajante.

Niko sonrió, ya que se esperaba que el joven le pusiese pegas a su hipótesis. Habría resultado un poco aburrido que le confirmase que los incorpóreos eran marionetas sin voluntad, y bastante triste para ellos.

De los errores se aprende —se encogió de hombros—. Pero podrás decirme exactamente en que me he equivocado, ¿no?

El chico cogió el libro y comenzó a pasar las páginas, ojeándolas vagamente.

Para empezar, los incorpóreos son tan monstruos como los sincorazón. Sin más. Que algunos puedan mantener su forma humana no quiere decir que no sean iguales a los que se vuelven monstruitos físicamente

Sobre ese punto si que pudo informarse mientras estudiaba el tomo. Existían dos clases de incorpóreos: los que eran literalmente unos monstruos y los de apariencia humana. Entendería que los primeros se habrían olvidado por completo de su vida anterior y se comportasen como bestias, pero con los “humanos” debía ser distinto. Tenía la corazonada de ello.

En el bastión hay tres incorpóreos, ¿has llegado a hablar con alguno de ellos? —Niko entrecerró los ojos y negó con la cabeza—. Porque te aseguro que ninguno te parecerá un autómata: que no tengan sentimientos no quiere decir que no piensen y reaccionen por ellos mismos.

El joven se levantó de su asiento y le lanzó de manera despreocupada el libro a Niko, quien lo cazó al vuelo.

Ah, por cierto, sobre lo de hablar con un incorpóreo: lo acabas de hacer. Un placer.

Y con eso dicho, el chico hizo un gesto para despedirse y se fue por donde vino.

Nikolai no hizo gesto o expresión alguna que denotase sorpresa. Dejó el libro sobre la mesa y se llevó la mano a la frente… y empezó a reírse, aunque no de la forma tan escandalosa como hizo su “compañero”.

¿Le estaría tomando el pelo? Tal vez, pero también estaba el hecho de que el aprendiz pistolero se había tomado su tiempo para explicarle con pelos y señales que eran los incorpóreos, y parecía empeñado en que a Niko se le grabase en la cabeza todo lo que había dicho.

¿Por qué no? No le iba a discutir el que fuese o no un incorpóreo, ya que no tenía motivos para no creerle. Pero lo que sí pretendía refutar era la idea de incorpóreo que el chaval se había hecho. Había cosas que no le cuadraban.

Un incorpóreo es un ser carente de sentimientos, pero que es capaz de razonar por su cuenta.

El chico rubio había demostrado tener capacidad de razonamiento como cualquier persona a lo largo de la charla, pero el problema es que también había demostrado tener otra cosa que se contradecía con lo que le había contado a Niko: sentimientos.

Se había carcajeado a más no poder, había mostrado interés por el libro que estaba leyendo, sintió la necesidad de refutarle la teoría de que los incorpóreos eran como autómatas, y para rematar, se le denotaban ciertos instintos homicidas que le impulsaban a pegarle un tiro a un moguri.

¿Sin sentimientos? O era un actor de primera o algún lumbreras se había encargado de que se le metiese en la cabecita ese rollo de la carencia sentimental de un incorpóreo.

Uno de los dos aprendices se equivocaba rotundamente, y Niko iba a averiguarlo como bien sabía hacer él. Rebuscó en los bolsillos de su chaqueta hasta encontrar un lápiz y una libretita para apuntar notas. Una pícara sonrisa se dibujo en su rostro mientras le daba golpecitos a la libreta con el lápiz.

La sesión de lectura se había acabado. Era hora de la investigación de campo.

***


Nikolai siguió a hurtadillas al aprendiz “incorpóreo” hasta el que debía ser su cuarto. Ahora que tenía localizado al sujeto de pruebas, necesitaba un “detonante” para poner en marcha su pequeño experimento: cierta criaturita que se encontraba revoloteando por el pasillo, sin imaginarse la que se le venía encima.

Decidido, se aproximó al moguri dando grandes zancadas y agitando las manos.

¡Oye, necesito tu ayuda! ¡Es urgente! —alertó al moguri con cara de preocupación. Acto seguido, señaló la puerta por la que había entrado el rubiales—. El chico de esa habitación ha sufrido una crisis convulsiva y necesito que alguien lo vigile mientras voy a avisar a alguien.

—¿C-como, kupo? —balbuceó el moguri, confuso— ¿Pero cuando ha…?

Volveré enseguida —le interrumpió de forma abrupta—. Tú vigílalo por si empeora, por favor.

Niko salió corriendo antes de que la criatura pudiese responderle. Una vez que cruzó la esquina del pasillo, frenó en seco y se pegó de espaldas a la pared. Con libreta y lápiz en mano, solo tenía que esperar a que la presa entrase en la guarida de la bestia y anotar hasta el último detalle.
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Sentimientos encontrados - Ronda #5

Notapor Astro » Mar Sep 02, 2014 2:01 am

Pude regresar a mi cuarto sin ningún incidente: ni el joven de la biblioteca intentó detenerme a pesar de haberme revelado como incorpóreo, ni me crucé, desafortunadamente, con ningún moguri por el camino. Tal vez el gordinflón al que había perseguido había dado voz de alarma a los demás...

Cerré la puerta tras de mí, examinando la habitación de arriba a abajo en busca de que algo faltase o estuviese movido de sitio. Salvo la cama perfectamente hecha, no había cambio alguno. Bueno sí: solté una maldición al encontrarme un pelo de moguri en el suelo. Por eso no me gustaba que entraran en mi cuarto por mucho que fuesen a limpiar: ¡ensuciaban por donde pasaban!

Me quité la gabardina y me tumbé en la cama, dispuesto a retomar una novela que llevaba toda la semana leyendo. Pero apenas había abierto la página marcada cuando la puerta se abrió y alguien entró corriendo: un moguri. ¿En serio? Aquello parecía una broma pesada.

Permanecí inmóvil, tumbado, y con la mirada clavada en el monstruito. El pequeño criado, al principio temeroso, se acercó rápidamente a la cama y me tocó el brazo.

¿T-te encuentras bien, kupó? —preguntó, examinándome de arriba a abajo—. Me han dicho que...

No le dejé terminar la frase. De un movimiento rápido y brusco le agarré con fuerza de la cabeza, levantándome de golpe. Le tenía: por mucho que protestara y se revolviera, le tenía bien enganchado y no era capaz de librarse.

¿Cuántas veces tengo que repetirlo?

Abrí la ventana y, ni corto ni perezoso, lancé al moguri hacia el vacío.

¡Que no entréis en mi habitación!

¡¡KUPOPOPÓOOOOOO!!

Y cerré la ventana, sin preocuparme de que el pobre criado sobreviviera o no a la caída. Aunque seguramente lo haría: esos bichos parecían estar hechos de goma.

Empezaba a mosquearme el tema: dos moguris el mismo día y en muy poco tiempo. Normalmente solo intentaban entrar una vez a la semana para limpiar.
Agarré una hoja de papel y un poco de celo, escribí un par de frases y la pegué en la puerta antes de cerrarla y retomar mi lectura en la cama.

Desde fuera, se podría leer lo siguiente:

Todo moguri que ose entrar en esta habitación será castigado. Cordialmente, Oswald.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Mar Sep 02, 2014 2:51 pm

Con todo preparado para tomar notas, Nikolai se asomó desde la esquina del pasillo para comprobar que el moguri había entrado en la habitación del aprendiz. La puerta se quedó medio abierta, dando la oportunidad de escuchar lo que ocurría dentro, pero el joven prefirió seguir oculto tras la esquina por si alguien salía de la habitación y evitarse así algún encontronazo.

Al principio solo llegó a escuchar un par de murmullos que no logró entender bien, pero no pasó mucho tiempo hasta que se empezaron a oír gritos:

¡Que no entréis en mi habitación!

¡¡KUPOPOPÓOOOOOO!!

Curioso. No hubo ningún tiro o sonido característico que explicase el grito de horror del moguri, aunque era extraño que poco a poco se fuese escuchando más flojo; como si se fuese alejando cada vez más.

¿Alejando? ¿Acaso el chaval lo había arrojado por la ventana?

El aprendiz “incorpóreo” salió de la habitación al rato, malhumorado, pero del moguri no hubo ni rastro, lo que corroboró las sospechas de Niko de que la criaturita ya había abandonado el habitáculo por la otra “salida”. El chico pegó un papel en la puerta y volvió a encerrarse en su cuarto.

Nikolai salió de su escondrijo, aproximándose con paso sigiloso a la puerta y agarrando el papel pegado en esta, el cual tenía escrito lo siguiente:

Todo moguri que ose entrar en esta habitación será castigado. Cordialmente, Oswald.


El aprendiz agitó la nota con una sonrisa maliciosa, satisfecho con el resultado. El “sacrificio” del pobre moguri le había servido para comprobar que el joven incorpóreo también podía hacer gala del sentimiento conocido como “irritación”.

Así que Oswald, ¿eh?

Tras tomar un par de apuntes en su libreta sobre su descubrimiento, volteó la nota de la puerta y escribió un breve mensaje en la otra cara:

He salido a hacer una misión. Limpiad mi habitación inmediatamente antes de que vuelva. Cordialmente, Oswald.


Raudo y veloz, volvió a esconderse tras la esquina, esperando a que el mensaje fuese lo suficientemente convincente para que pareciese haber sido escrito por el propio Oswald y atrajese a los sujetos adecuados.

La espera no fue larga, ya que por el fondo del pasillo vislumbró a un trío de moguris cargando con utensilios de limpieza adaptados a su tamaño. El más adelantado de los tres se percató de la nota que había en la puerta del aprendiz y se acercó a leerla.

¡Eh, chicos! ¡Venid a ver esto, kupó! —avisó los otros dos moguris agitando su pequeña extremidad— ¿Este no era el cuarto de ese aprendiz tan antipático, kupó?

Ya lo creo, kupó —señaló la nota—. Solo él podía ser tan caradura de mangonearnos así, kupó.

Pero… —intervino el tercero—. ¿Los del turno anterior no se habían encargado de limpiar este cuarto ya, kupó?

Vete tú a saber, kupó. Lo mismo los habrá espantado con esa mala uva que tiene —le respondió, mosqueado—. Si está por ahí fuera, lo mejor será que entremos los tres a limpiarlo cuanto antes y nos olvidemos del asunto, kupó, que no quiero ningún problema con los maestros por no hacer nuestro trabajo.

Los otros dos pequeñajos asintieron y entraron en el cuarto con todos los bártulos de limpieza con su compañero.

Nikolai era consciente de que había mandado a otros tres moguris a las garras de su Némesis, pero si con uno solo ya había conseguido irritar a Oswald, con tres estaba asegurado el espectáculo. Esperaba que no tuviese que engañar a más moguris, porque a este paso se quedarían sin personal de limpieza en el castillo.
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Sentimientos encontrados - Ronda #6

Notapor Astro » Lun Sep 08, 2014 6:34 pm

No habían pasado ni cinco minutos desde la anterior interrupción cuando la puerta de mi habitación volvió a abrirse. No me hizo falta verle para saber quien entraba: el dichoso y característico kupó se oía desde el otro lado.

Esta vez, opté por una estrategia diferente. Antes de que la puerta terminara de abrirse dejé el libro sobre la almohada y utilicé un hechizo para ocultarme.

Tenue.

Invisible, descubrí que no sólo era un moguri, eran tres los que entraban cargados de productos de limpieza y un carrito para tirar la basura y la ropa sucia. Me levanté con cuidado de no hacer ruido, observándoles, mientras ellos se organizaban sobre qué tarea debía hacer cada uno.

Aquello parecía una broma. ¿Cinco moguris en un día?

Así que os gusta jugar con fuego, ¿eh?

Me abalancé sobre los tres gordinflones aprovechando que no podían verme y, sinceramente, no tuve claro cómo lo hice. Pero en menos de un minuto les había atado los tres pompones entre sí con un nudo y les había metido en el carrito de la limpieza.

Leed el maldito cartel —abrí la puerta de golpe, colocando el cacharro en posición, mientras volvía a ser visible.

Y le di un patadón con toda la fuerza que pude, enviando el carrito al otro extremo del pasillo a toda velocidad mientras sus tres ocupantes gritaban de terror. Seguramente acabaría cayendo por las escaleras, pero aquello no era asunto mío.

Cerré de un portazo, asegurándome de echar el cerrojo para evitar más interrupciones y poder seguir con mi lectura en tranquilidad.

La estupidez de los moguris no era digna de investigar, pero si alguno volvía a conseguir entrar en mi habitación aquel día... Significaba que alguien o algo me la estaba jugando. Y entonces sí que averiguaría qué estaba pasando aquí.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Mar Sep 09, 2014 11:08 pm

Aquello fue más rápido de lo que se esperaba Nikolai. No había pasado ni medio minuto desde que entraron los tres moguris y la puerta se volvió abrir, pero lo único que salió del cuarto fue el carrito de la limpieza que llevaban los enanos, aunque el joven no tardó en coscarse de la jugada que Oswald les había hecho a sus tres visitantes en cuanto escuchó varios “kupó” provenir del interior del susodicho.

Leed el maldito cartel.

Inmediatamente, la figura del chico incorpóreo comenzó a materializarse en frente del carrito por arte de magia. Había leído acerca de ciertos hechizos que permitían al usuario volverse totalmente invisible durante un breve periodo de tiempo, lo cual explicaba que solo hubiese visto salir el recipiente de limpieza. Por lo visto, su sujeto de pruebas también podía tener cierta sutileza al realizar sus jugarretas.

Pero toda esa sutileza se fue a la porra en cuanto el aprendiz le arreó una patada al carrito, mandándolo a la otra punta del pasillo y perdiéndose por la lejanía junto a los gritos de los pobres moguris que se habían quedado encerrados.

La segunda prueba parecía haber dado resultados, ya que esta vez, en cuanto Oswald se volvió a encerrar en su “guarida”, inmediatamente se oyó el traqueteo metálico del cerrojo de la puerta.

¿”Leed el maldito cartel”? —repitió en tono burlón. El incorpóreo ni se había dado cuenta de que le habían cambiado el mensaje de la nota—. Mira quien fue a hablar…

El experimento había dado sus frutos, pero necesitaba algo más. El chico rubio ya estaba dando señales de mosqueo, y Niko tenía la certeza de que con una “prueba” más, conseguiría buenos resultados.

Si Oswald había acabado con las sutilezas, él también. Abandonando su escondite de la esquina, exploró por el resto de pasillos hasta toparse con otro de sus queridísimos amigos con pompón que tanto había aprovechado ese día. Una vez más, le tocaba poner en práctica sus dotes de actor.

¡Oye, necesito tu ayuda! ¡Ha habido un accidente! —corrió hacia el moguri volviendo a poner la misma cara de preocupación que la vez anterior y señaló la bifurcación que daba al pasillo en el que se encontraba el cuarto del aprendiz—. En una de las habitaciones de ese pasillo acabo de escuchar gritos de socorro de unos moguris.

¡¿K-kupó?! —el moguri se escandalizó al oír la falsa noticia—. ¡¿Qué ha pasado, kupó?! ¡¿Dónde?!

Creo que el cuarto es de un chico llamado Oswald —respondió, volteando la cabeza hacia el pasillo simulando inquietud—. Pasaba por ahí y escuché de casualidad a los moguris. Me dijeron que estaban limpiando el cuarto, pero que una de las estanterías se les cayó encima y se han quedado atrapados debajo de ella —informó—. Intenté entrar para socorrerles, pero la puerta estaba cerrada a cal y canto.

¡¿Mis compadres están en apuros, kupó?! —gritó la criatura—. ¡No mientras esté yo de servicio, kupó! —el pequeño, con gran determinación, salió disparado, pero no hacia la habitación que le había indicado Nikolai, sino a otro de los pasillos, y eso es lo que había previsto el joven.

Había sido absurdamente fácil engañar a ese moguri, sobretodo porque el ser volador estaba tan enfrascado en salvar a los de su especie que ni se había percatado de que Nikolai, siendo un aprendiz de la llave espada, no habría tenido impedimento alguno en abrir la puerta del cuarto con la llave gigante que usaban todos los caballeros del castillo.

Con su parte hecha, el joven regresó a su escondrijo para esperar a que sus acciones diesen sus frutos. Es más, bastó con esperar un minuto para que contemplase lo que había conseguido.

Incontables “kupós” reverberaban por todo el pasillo, cada vez más fuertes. Entonces llegaron: una manada entera de moguris se acercaba revoloteando a la habitación de Oswald. Habría cerca de una quincena de pompones alados.

¡Vamos, chicos! ¡Echaremos la puerta abajo si es necesario para salvar a nuestros camaradas, kupó!

La lealtad entre los moguris era digna de ver. Todos esos picaruelos se habían reunido allí para socorrer a tres de los suyos que, por desgracia, nunca llegaron a existir.

Ahora quedaba ver que opinaba al respecto cierto incorpóreo.
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Sentimientos encontrados - Ronda #7

Notapor Astro » Mié Oct 01, 2014 7:26 pm

Ni cinco minutos de lectura conseguí esta vez. Estaba pasando una página cuando de pronto un estruendo se escuchó tas mi puerta. Por supuesto, el típico sonido kupó no tardó en oírse.

Enarqué una ceja, extrañado. ¿Otra vez? ¿No había quedado claro el mensaje? Ningún otro día habían insistido tanto. Algo extraño sucedía, definitivamente.

Me levanté, dispuesto a descubrirlo, cuando el ruido de la puerta creció de intensidad. No parecía que estuvieran llamando para poder entrar, más bien daba la impresión de que querían echar la puerta abajo. No, improbable. Aquellos gordinflones amorfos no tenían tanta fuerza...

Apenas había llegado hasta el pestillo para poder abrirla, cuando la puerta se abrió literalmente de golpe y una avalancha de moguris cayó encima de mí.

¡AHH!

Si hubiese tenido corazón, estaba seguro que habría vomitado del asco que habría hecho. La habitación se me había llenado de suelta-pelos, que no paraban de quejarse mientras se peleaban entre si por poder levantarse.

Suficiente.

Golpe temporal.

Invoqué mi estoque sin previo aviso, liberando una oleada de energía temporal para quitarme a todos los monstruitos d encima mientras me levantaba de un salto. Examiné la situación y, sin dudarlo, declaré:

Todo moguri que no abandono la habitación en menos de diez segundos pasará a ser considerado de mi propiedad.

Invoqué en la mano contraria mi pistola, haciendo sonar el cargador de dentro.

Y me encanta destrozar mis cosas.

La reacción que tuvieron todos los moguris fue instantánea. Una nueva oleada de gordinflotes se apresuraron en salir a toda prisa por la puerta, chocando los unos con los otros y cayéndose varios al suelo. Aproveché para dar alguna patada a varios que se acercaron demasiados, pero dejé que se marchasen sin más.

Salvo a uno. El último en salir no tuvo tanta suerte: le agarré del pompón y lo levanté en el aire hasta colocarlo frente a frente con mi cara.

Por qué habéis entrado en mi habitación. ¡¡Habla!! —le grité, con aire intimidante, acercando la pistola a su cara.

N-nos dijeron que había unos moguris atrapados aquí, q-que habían tenido un accidente, kupó —consiguió decir entre sollozos.

Quién.

¡No lo sé, kupó! ¡O-otro aprendiz!

Solté el pompón, dejando que cayera al suelo para entonces darle una patada en culo, echándole de la habitación.

Alguien estaba gastándome algún tipo de broma absurda, e iba a averiguar quién. Me planté en la entrada del cuarto, sin armas visibles y con la puerta abierta, y fue entonces cuando me percaté de que el cartel estaba cambiado. Lo arranqué, deduciendo que aquello debía explicar la segunda entrada de moguris.

¿Te atreves a dar la cara o prefieres que te encuentre? —grité al aire.

No estaba seguro si encontraría una respuesta, o si el responsable estaría escuchándome. Fuese como fuese, le encontraría.

Oh, claro que lo haría.
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Re: [Bastión Hueco] Sentimientos encontrados

Notapor Drazham » Jue Oct 02, 2014 11:18 pm

La “armada” de moguris, totalmente convencidos de que al otro lado había compañeros suyos que requerían de su ayuda cuanto antes, comenzó a aporrear la puerta que daba a la habitación del incorpóreo. Los pobres inocentones no sospechaban que su cometido no tenía nada que ver con salvar a un par de moguris.

Entonces, el traqueteo del pestillo sonó. Oswald habría desbloqueado la puerta, preguntándose que demonios eran todos esos golpes, pero cometiendo un error que le saldría caro. Al ya no estar cerrada del todo, la puerta cedió inmediatamente cuando la pelota de bichejos voladores la embistió. La quincena de moguris entró en la habitación como pudo, y menudo espectáculo: empujones, quejidos, muchísimos kupós y un grito de pánico que el aprendiz rubio soltó cuando se vio sumergido en una marea de color rosa.

Evidentemente, Nikolai no perdió la oportunidad de anotar este detalle en su libreta mientras esbozaba una pícara sonrisa.

Tras eso, lo único que se pudo escuchar allí fuera eran los continuos golpeteos de los moguris atrapados en un espacio tan reducido y algunos murmullos de Oswald que no se entendían bien con todo el jaleo que se había montado allí dentro.

Aunque no habría que ser un lumbreras para saber que había dicho exactamente cuando una estampida de peluches con pompón con el miedo reflejado en sus caras se conglomeró en el marco de la puerta, peleándose entre ellos por salir de allí cuanto antes.

Los atemorizados pequeñajos se dispersaron tras abandonar el habitáculo. Sin embargo, Oswald seguía murmurando algo desde su cuarto para luego pegar un chillido amenazador:

¡¡Habla!!

Luego, se escucharon los gimoteos de un moguri que intentaba calmar la ira del incorpóreo.

¡No lo sé, kupó! ¡O-otro aprendiz!

Tras el sonido de algo parecido a cuando se golpeaba un cojín, el último de los moguris salió disparado hacia el pasillo y se alejó de la escena lloriqueando. Nikolai se volvió a esconder detrás de la esquina, consciente de que la criatura le había revelado a su sujeto de pruebas que alguien estaba detrás de todos estos incidentes con los moguris.

¿Te atreves a dar la cara o prefieres que te encuentre? —vociferó desafiante.

Habría sido la oportunidad perfecta para tomar apuntes de la reacción del chico, pero con aquel ultimátum en el aire, la idea quedaba descartada. Oswald exigía saber quien había estado manipulando a los empleados del castillo para sacarle de sus casillas.

Pero eso no significaba que el experimento se diese por zanjado ¿Para que dejarlo cuando se podía sacar más tajada de la situación?

Maquinando una nueva estratagema, Niko se puso a escribir en una hoja nueva de la libreta, la arrancó y arrugó hasta darle forma de pelota. Inmediatamente, se alejó de allí un par de pasos, arrojó la bola de papel hacia el pasillo que comunicaba con el cuarto de Oswald y se perdió entre los pasarelas del castillo para dificultar su localización.

Si se extendía el papel de la bola, se podría leer el siguiente mensaje que tenía escrito:

Búscame, si es que sientes la necesidad de hacerlo.
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