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—Café cargado, lo que me faltaba...

Observaba mi café con cierto desagrado, no podía creer que habiendo pedido un café con leche te fuesen a entregar uno cargado, demasiado cargado. Me negaba en redondo a beberlo, no me gustaba. Pero, a pesar de todo, había que aprovechar la situación y olvidar los fallos de otros. Con rumbo hacia las mesas, divisé a un pequeño-hombre que en aquel mismo instante se sentaba en una silla de una mesa para dos personas. Como no vi a nadie a su alrededor, me acerqué a él con una sonrisa en la cara. Nunca falla, la mayoría de los hombres, son iguales.

El chaval en sí parecía no haberse lavado el cabello en, por lo menos, una semana. Lo que sí, sus gafas eran muy bonitas y parecían ser de aquellos ojos que te observan detenidamente, interesantes y misteriosos. Tardó poco tiempo en surgir la curiosidad de descubrir qué clase de ojos habría detrás de aquellas lentes. En definitiva, un misterio de chico.

Me acerqué unos pasos más hacia él, vigilando en todo momento su mirada, para que no me descubriese. Hasta que, estuve lo suficientemente cerca de él para darme cuenta de que no tenía pensada ninguna conversación. No importó. Ser natural es lo mejor. Verificado.

—¡Café con leche! ¡Que suerte tienes, tío! —sujeté la silla de su lado opuesto y me senté a su frente. Después, posé el café en la mesa, encima de la servilleta, e incliné mi cabeza para mirarle a los ojos—.¿Está libre?

Otro día más en Tierra de Partida. Hasta el momento, mi presencia allí fue bastante monótona, desde el incidente de la cocina no pasaba nada de, más o menos, un poco de interés. Además, esa mañana me encontraba especialmente dormido. No había pegado ojo, lo que hizo que en ese momento no pudiera ni abrir los párpados. Me levanté de una forma bastante perezosa, me arreglé lo que pude y fui a la cafetería a tomar algo.

Ya allí, medité en el desayuno que me iba a tomar hoy. Al estar tan dormido, que, por cierto, hizo que me tropezara varias veces por el pasillo, decidí cogerme un café fuerte, para intentar despertarme un poco al menos. Al recogerlo, no sentía siquiera el hecho de que el café estaba ardiendo.

Me senté en una mesa cercana y me dispuse a tomar el café, cuando al empezar a bebérmelo, sentí un café muy dulce que bajaba por mi garganta. Sorprendido, abrí los ojos y me encontré con que la bebida que estaba tomando no era el café que había pedido.

—¡Café con leche! ¡Qué suerte tienes, tío! —apareció una aprendiza de Tierra de Partida, me sonaba de vista, pero tampoco sabía quién era— ¿Está libre? —me preguntó posando su vaso de café en la mesa, que parecía un café muy cargado, y sentándose conmigo.

—S…supongo que sí… — la timidez me hizo despertar de repente del sueño en que estaba atrapado, reacción que en parte le agradecí a mí mismo.

—B…bueno, buenos días.— intenté parecer amable, pero quizás no fue una buena idea empezar así una conversación.

La respuesta me pilló desprevenida. Esperaba una respuesta más animadilla, o una pregunta, pero nada. Para mí, saludar de una manera formal ya estaba pasado de moda, o algo así. Pero, la verdad era que yo me había acoplado a su mesa sin ni siquiera preguntarle. Bueno, le había dicho si estaba libre, pero en aquel momento ya estaba acomodada en el asiento.

—Me han dado este café por equivocación. Puef, está supercargado —aparté el pelo con la mano y me senté recta—. Y tú con leche, que suerte.

Sonreí, me mostraba bastante simpática con él, o por lo menos lo intentaba. No tenía ganas de salir del mundo, quería tomar unos días de descanso, o de estudio, pero no de entrenamiento. Como mucho lucharía contra otro aprendiz o contra moguris, como siempre. Pero luchar contra muñecos inertes e inmóviles, o completar pruebas de inteligencia, no era lo mío.

—¡Bueno! Empecemos desde cero. Yo me llamo Dejay Lion, y —no supe qué decir, pero al observar la ventana se me ocurrió algo para seguir—... Ya llevo mucho tiempo aquí, dicho que no muchos pueden decir. ¿Y tú? No te he visto por aquí, cuenta tu historia. Si no es mucho pedir, claro.

Mi supuesto “ánimo” pareció cortar por un momento el diálogo de aquella chica que se había acercado. Me sentí un poco mal.

—Me han dado este café por equivocación. Puef, está supercargado. Y tú con leche, que suerte— sonrió. Daba pinta de que fuera una chica bastante amable. También parecía que con ella también se habían confundido al servir el café. Intenté no pensar en que quizás su café era en realidad el mío.

— ¡Bueno! Empecemos desde cero. Yo me llamo Dejay Lion, y —se calló un momento, supongo que pensando en algo que decir—... Ya llevo mucho tiempo aquí, dicho que no muchos pueden decir. ¿Y tú? No te he visto por aquí, cuenta tu historia. Si no es mucho pedir, claro.

— B…bueno, yo me ll…llamo Fran. Encantado, Dejay Lion. Y, bueno, hace relativamente poco que llegué aquí. Hará una semana más o menos a partir de hoy —me iba soltando, por fin—. Bueno, yo vengo de Villa Crepúsculo, y estaba buscando a mi padre cuando apareció Russell, que me enseño a utilizar una espada y después luché contra él, incluso le gané al final —aunque casi muero en el intento—. Entonces vino Kazuki , el maestro, ¿le conoces, no? Y, bueno, me trajo aquí. Este es un pequeño resumen de mi historia— mientras que le contaba mi historia, ni siquiera pensé con quien estaba hablando, como si conociera a Dejay de toda la vida.

¿Y bueno, c…cuál es tu historia?

—¡Yo soy una ladrona! Una sangrienta y malévola ladrona.

Intenté dar miedo con las manos, imitando a un león. Hacía el tonto, y era conocedora de ello, pero me gustaba. Mientras, intentaba asimilar lo que me había dicho. ¿Se había soltado, eh? Bastante, diría yo. Mejor, mucho mejor. Era una tontería ser tímido con una persona como yo en frente. Sin duda, yo sé como romper el hielo y relajar tensiones.

—En serio... —cambié en poco tiempo mi posición, esta vez, intenté sonar triste— Lo era... Por que... bueno, ahora estoy aquí, y aquí no se puede robar, ¿verdad?

"Aunque te robaría el café" Pensé al momento.

—Aunque te robaría el café, tiene buena pinta. ¿No te gusta con leche? Se puede arreglar, eh. Que te regalo el mío de muy buena gana. ¿Lo quieres? —lo cogí y lo sostuve entre ambos, en el aire— Ah sí, a lo que iba... Vengo de Agrabah, un mundo árido, en el que robas o te roban... la vida —y golpeé la mesa con la taza. Sin producir mucho ruido, ni provocar el derroche de café.

— ¡Yo soy una ladrona! Una sangrienta y malévola ladrona.

Me dijo eso, aunque en aquel momento suponía que ella no decía la verdad, parecía ir como de broma. Por lo menos le había caído bien a Dejay aunque pareciera un poco loca.

—En serio... Lo era... Porque... bueno, ahora estoy aquí, y aquí no se puede robar, ¿verdad? Aunque te robaría el café, tiene buena pinta. ¿No te gusta con leche? Se puede arreglar, eh. Que te regalo el mío de muy buena gana. ¿Lo quieres? —me ofreció el café cargado. Respondí a Dejay con un gesto de cabeza afirmativo. —Ah sí, a lo que iba... Vengo de Agrabah, un mundo árido, en el que robas o te roban... la vida— entonces golpeó la mesa con la taza, aunque de una forma que no se oyó mucho. Parecía triste. La observé callado, sin entender muy bien lo que le pasaba, quizás sí que lo había pasado realmente mal por ahí fuera…

—Con que una “sangrienta y malévola” ladrona, ¿no? —intenté animar un poco la conversación. Pensé que continuar por ese hilo no podía ser agradable.

—Sí, en serio lo era. Si vas a Agrabah verás las paredes con carteles de se busca y mi cara. Pero, ¿sabes? También era pobre, luchaba por mi comida. No era mía, por supuesto. Siempre se la robaba a alguien —empecé a contar mi vida sin ser consciente de toda la información que le estaba comentando al desconocido. Lo llamaba así porque lo era, no lo conocía de nada. Fran, Russell, Kazuki... El tercero era un maestro, pero los otros dos ni idea. ¿Había dicho que se llamaba Fran o Russell?—. Pocas veces me pillaron. ¡Je,je!

Sin duda, las conversaciones más interesantes eran en las que charlábamos sobre mí y sobre mi vida. Además, con todos los nuevos aprendices, que no sabían ni hablar con el espejo, pues yo ganaba muchísimo más protagonismo. Sobretodo porque había transcurrido ya bastante tiempo desde mi llegada a Tierra de Partida.

—Oye, acércate —mientras decía esas palabras en un tono muy bajo, me acerqué hacia él y le dije al oído—. ¿Ves a ese moguri? Estoy completamente segura de que si nos enfadamos te va a apoyar y montaremos una batalla. ¿Te apetece?

Sin esperar una respuesta inmediata, ni gesto alguno de mi "próximo" contrincante, comencé la operación "lucha moguri" (apodada irracionalmente por mi mente). Pero, antes le di el último sorbo a mi café con leche. ¡Qué bueno estaba aquel café!

—¡Tú! ¿Me oyes? —golpeé la mesa con fuerza, provocando el ruido del choque de nuestras tazas en ella—. A ti, sí, te hablo a ti. ¿Buscas problemas? No sabes con quien te estás metiendo... —le guiñé un ojo para que siguiera mi plan.

Miré de reojo al moguri vigilante. Era cuestión de tiempo que viniese hacia mí en busca de respuestas.

—Sí, en serio lo era. Si vas a Agrabah verás las paredes con carteles de se busca y mi cara. Pero, ¿sabes? También era pobre, luchaba por mi comida. No era mía, por supuesto. Siempre se la robaba a alguien. Pocas veces me pillaron, ¡je,je! — en verdad si que era una ladrona. Según ella, era bastante famosilla en su mundo, aunque no por sus buenas obras precisamente. Lo que no creía es que llegara al punto de que tuviera que robar para sobrevivir.

—Oye, acércate— me dijo—. ¿Ves a ese moguri? Estoy completamente segura de que si nos enfadamos te va a apoyar y montaremos una batalla. ¿Te apetece? —me hizo ese ofrecimiento, que me pilló por sorpresa.

— ¡¿Una b…batalla?! P…pero…

Sin pensarselo mucho, como si no esperara una respuesta, empezó la "discusión":

—¡Tú! ¿Me oyes? A ti, sí, te hablo a ti. ¿Buscas problemas? No sabes con quien te estás metiendo... — me guiño un ojo, esperando que le siguiera la corriente.

Al final cedí y me puse en una actitud defensiva, para que el moguri me ayudara, supongo.

—P…pero, no era mi intención. Lo siento mucho…

Puse una carita de miedo y tristeza que seguramente haría que el moguri tuviera compasión de mí.

El moguri, que se paseaba tranquilamente volando a su aire fue atraído por los gritos de la aprendiza, que parecía realmente enfadada, pese a que todo aquello fuera una actuación.

Se acercó por detrás de Fran, mirándole con algo de pena.

—¡No deberíais pelearos, kupó! —pidió el pequeño ser volador—. Sois caballeros de la llave espada, así que no es buena idea que lucheis entre vosotros, kupó.

El moguri puso una mano sobre Fran.

—No deberías de hacerle caso, lo mejor, si te está intimidando es que se lo digas a Nanashi o a Ronin, kupó.

El moguri se acercó hacia nosotros, justo como estaba planeado: el moguri se acercó a mi, y puso cara de pena.

— ¡No deberíais pelearos, kupó! Sois caballeros de la llave espada, así que no es buena idea que lucheis entre vosotros, kupó —puso una mano sobre mí—. No deberías hacerle caso, lo mejor, si te está intimidando es que se lo digas a Nanashi o a Ronin, kupó.

— Ya, pero… Ella me va a dar de bien si tengo el valor de chivarme— puse una voz infantil —. Además, dice que si no lucho contra ella ahora mismo, sufriré las consecuencias. ¿Podrías ayudarme?

—Caeríais los dos.

Visualicé el moguri. Su burbuja pomposa era tan tangible que daban ganas de agarrarla y jugar con ella cual gato con su bola de lana. El chico (aunque por su última intervención más bien parecía un niño) seguía la estrategia al pie de la letra. Sólo tocaba usar la Llave-Espada para cargarme al moguri y luego ir contra él. O si no, pues no ir contra él y hacer las paces y cada uno para su habitación. Total, el moguri caería de todas a todas.

—¿Echamos una batalla dos contra uno? ¿Va? —dije e invoqué mi Llave-espada—. ¡Os espero en el jardín!

Anduve hacia el jardín mientras miraba de reojo para saber si me seguían. Era el lugar perfecto para una batalla. Sólo había un banco como obstáculo y el campo era de grandes dimensiones, probablemente, aquello me favorecería.

— Caeríais los dos — una conclusión muy precipitada, aunque tampoco sabía lo que iba a pasar ahora. Dejay parecía muy fuerte, lo que me dio un poco de miedo tener que enfrentarme a ella, aunque no sabía si sería más fácil con un moguri a mi lado.

— ¿Echamos una batalla dos contra uno? ¿Va? ¡Os espero en el jardín! — sacó su llave espada y se dirigió hacia la gran puerta de Tierra de Partida

Cuando se fue, me dirigí hacia el moguri diciéndole:

— Supongo que no queda más remedio, tendremos que ir para allá. ¿Vienes? — le expuse al moguri. No esperé a su respuesta, me fui directamente a los jardines.

— ¡Espérame, kupó! — el moguri me siguió hacía seguramente una paliza abismal.

Los tres aprendices se colocaron en el jardín de manera que quedasen mirándose frente a frente. Por un lado estaba Dejay y por el otro estaban el moguri, el cual aún no se había presentado y Fran.

—¡Espero que estés lista, kupó! —exclamó dirigiéndose a la chica invocando una maza de aspecto temible—. ¡Yo, Moglet juro que pagarás por meterte con aprendices novatos, kupó!

Se le notaba bastante enfadado, a decir verdad. Dejay, podría tener ventaja gracias a su gran fuerza, pero tal vez el combate acabase de una forma bastante diferente a la que planeaba...