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Cronología:

Bavol: Encuentro Mi primer viaje > Encuentro Cómo conocí a mi puñetera mascota> Mini Global Data Stream
Enix: Encuentro Hazme enloquecer > Encuentro Cómo conocí a mi puñetera mascota > Mini Global Data Stream





La luz de la vela, titilante, iluminaba mi dormitorio durante la medianoche. Pasé la página del libro que había conseguido en la Biblioteca, no sin antes soltar un bostezo. <<Es tarde>> pensé <<.Debería irme a la cama, si no quiero que el entrenamiento con Lyn mañana me pase factura.>> Mi dedo se deslizó por otra página más, ávido de lectura.

—Bueno, sólo un poco más. Tampoco tengo tanto sueño…



* * * * * * *



—Ugh...

Me encontraba apoyado en el marco de la puerta de la cafetería, algo apartado de las demás, mientras mantenía una lucha interiormente para no caer en las garras del sueño, mientras esperaba, escuchando el barullo de los Aprendices y el ir y venir de los moguris.

Al final la noche anterior me había quedado leyendo demasiado tiempo, hasta bien entrada la madrugada, y se me había notado en el entrenamiento de aquel día, pues no atinaba ni un golpe. Avergonzado, le había pedido, casi suplicado, a la Maestra Lyn que me dejara aquel día libre, y tras conseguirlo, prometiéndole que no tendría más días de descanso en años, había ido medio adormilado hasta la cafetería para tomar algo y despejarme.

Recorrí la sala con la mirada, buscando una mesa que me gustase. No solía sentarme con gente, salvo con Jess en contadas ocasiones, puesto que no conocía a nadie más allí. Sentarme solo tampoco me molestaba, solía pensar en el siguiente libro del registro que llevaba de algunos por leer de la biblioteca. Cómo la adoraba. No había visto una biblioteca tan grande en Ciudad de Paso, y aquella contenía mucha información.

Me decidí al final por una mesa apartada a la derecha, y una vez allí, apoyé la cabeza sobre las manos, con los codos hincados en ella, esperando a que pasara un moguri a tomarme el pedido.

— Voy a contaros la historia de cómo conocí a la mascota de mi amigo Enix.

— Estamos un poco ocupados, kupó…

— Escuchad.

— ¿Va a ser largo, kupó?

— Hace un tiempo, la cosa era muy distinta…



***

La cafetería estaba bastante llena a aquella mañana. Era lo normal, seguramente la mayoría de Aprendices debían de estar muertos de hambre. Higashi… ¿Hishagazi…? ¿Hisawasha? ¿Cómo se llama? No importa, llamémoslo “el cocinero grandullón”. “El cocinero grandullón” me había preparado un rico bocadillo de jamón y queso que yo mordisqueaba lentamente mientras ojeaba un libro con muchos dibujos. La historia de aquel libro era bastante interesante. Hablaba de un pájaro muy grande, de color rojo y que nunca moría. ¡Que nunca moría! ¿Os imagináis lo que es eso? ¡Sí que estaría bien tener una habilidad como esa!

***

— ¿Pero eso qué tiene que ver, kupó?

— No seáis impacientes. Todo está relacionado, sino no entenderíais la historia. ¿Por dónde iba? Ah, sí…

***

Entonces entró en la cafetería un chico mayor bastante cansado. Su piel era bastante blanca y su pelo era rubio, pero lo más llamativo era su cara de poco amigos. Por aquel entonces yo no le conocía, aunque le había visto entrenando con la Maestra Lyn, y sí como habéis adivinado aquel chico era mi amigo Enix.

Coloqué mi libro delante de mi cara para que el rubio no viera cómo le estaba observando. Tenía curiosidad sobre por qué siempre que se lo encontraba tenía esa cara tan enfadada, quizás era por culpa de los entrenamientos, porque no le gustaba estar en Tierra de Partida o a lo mejor porque simplemente era bastante antipático. Finalmente, el chico se sentó en una mesa de la derecha de la cafetería desde donde yo podía verle perfectamente ¡y él a mí, claro!

Los moguris iban corriendo (o mejor dicho, flotando) de una mesa a otra transportando platos. Estarían tan ocupados que no se habrían fijado en el recién llegado, que esperaba en su mesa con la cabeza apoyada entre las manos. Cuando un moguri pasó cerca de mi lado, decidí pararle con el brazo y mientras le señalaba su mesa le dije:

— ¿Podrías ir a la mesa de ese chico rubio, por favor? Ya lleva un rato esperando.

El moguri asintió y se dirigió hacia la mesa que le había señalado. Mientras los observaba, volví a coger mi libro y lo coloqué justo debajo de los ojos para tapar la mayor de la cara y poder espiarles (aunque tampoco es que le estuviese mirando tanto, solo era un pequeño vistazo, ya me entendéis) más a gusto.

Mirando distraído por toda la sala, me fijé en un pequeño detalle en el que antes no me había fijado: sobre una mesa, no muy lejana a la mía, había un bocadillo a medio comer, al lado de un libro abierto (misteriosamente flotante) que tapaba a una pequeña figura, con media cabeza asomando curiosa por encima.

Parecía un niño pequeño, intentando mirar lo que hacía por encima de aquel libro. ¿Sería un Aprendiz? No era el primer niño que conocía que portara una Llave Espada. Sonreí por su gracioso intento de pasar desapercibido, y le saqué la lengua. Transcurrió un rato así, mirándonos en silencio. O quizá fueran unos segundos, no estoy seguro. El tiempo pasa de forma extraña cuando estás adormilado.

En un momento dado, el chaval llamó la atención a uno de los moguris que circulaban por la sala de aquí para allá, y me señaló, susurrándole algo inaudible para mí al oído. Al cabo de unos momentos, el moguri se acercó para tomarme el pedido:

—¿Qué va a tomar, señor kupó?

—Una taza de café lattuccino me vendría bastante bien ahora. Y un croissant, por favor.

—¡Ahora mismo, kupopó!

Acto seguido, me levanté y me dirigí hacia el niño, para agradecerlo su acto de bondad:

—Muchas gracias, chico. Mi nombre es Enix, soy Aprendiz de la Maestra Lyn. ¿Cómo te llamas?

Aunque mis habilidades para camuflarme eran inmejorables (si no preguntad por la misión en Tierras del Reino, es otra gran historia), aquel chico me descubrió y se acercó a mi mesa para hablar conmigo.

—Muchas gracias, chico. Mi nombre es Enix, soy Aprendiz de la Maestra Lyn. ¿Cómo te llamas?

***
— ¿Nos podemos ir, kupó? Ya nos ha contado cómo conociste a tu amigo, kupó.

— No, acabo de empezar, además esta historia no va solamente de Enix. Eh, ¿por dónde iba? Ah, sí…

***
Aunque el chico rubio me había parecido bastante antipático mientras le observaba, había decidido acercarse y agradecerme aquel pequeño favor muy amablemente. Siendo sincero, no me esperaba una actitud tan simpática, así que al principio no sabía muy bien qué decir y no paraba de mirar el suelo avergonzado. Al final, me quité el libro de la cara y lo dejé sobre mis rodillas

— Soy Bavol y mi Maestro es el Capitán Ronin. —dije nerviosamente. La verdad es que no solía presentarme diciendo el nombre de mi Maestro, pero ya que el chico lo había hecho, no iba a ser menos—. Siento haberte mirado tanto, pero me ha entrado curiosidad. ¿Te ha pasado algo?