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―¡Ajá!

Oh, no, aquella voz infantil le sonaba de algo… La cara del pequeño gitano se descompuso al girar la cabeza y ver que tenía justo delante al Maestro Akio. Bavol tragó saliva y retrocedió un par de pasos inconscientemente, algo malo se avecinaba…

―Así que haciendo llorar a novatas, ¿eh? ―le acusó el niño clavando su dedo en él.

―Eh, no, no le he hecho llorar. Nosotros estábamos…um…entrenando, hablando sobre bailes…eh…la estaba…am…¿gastando una broma? ―intentó explicar Bavol, era evidente que ya no se le ocurrían mejores excusas.

― Eso está muy, muy mal. Nadie en mis narices va a quitarme ese privilegio. Y encima haciéndote pasar por un Maestro. Justamente iba necesitando a alguien para que ayudara a Higashizawa en la cocina. Ya lo veras, te vas a divertir.

―¡Higashisha no, por favor! ¡Lo que quieras menos la cocina, Akio ―rogó Bavol entrelazando las manos a modo de súplica.

A continuación, el Maestro Akio, al que no le importaban las súplicas del gitano en absoluto, se dirigió hacia la novata para continuar echando la bronca.

―Si le cuento la historia al resto de Maestros, no me dejarán castigarte; pero anda que tú también, mira que tragarte esas pamplinas de que un novato como él pueda ser un Maestro. Obviamente, a los de verdad se nos distingue por nuestro porte y experiencia desde lejos. Como ese golpe me ha hecho gracia, te dejo darme una idea de su castigo, por si Higashizawa no quiere que toque ni una patata.

Bavol se colocó detrás de Akio a la vez que empezaba a negar con la cabeza y con las manos a toda velocidad intentando transmitirle a la chiquilla que no le diera ninguna idea cruel al Maestro.

—Señor, creo que sé un buen castigo para este niño rebelde ¿Qué le parecería ver a Bavol limpiar los suelos de todas las salas con un cepillo de dientes?

Dicho lo cual, la jovencita comenzó a reírse como una loca. Vale, quizás aquella había sido una broma un tanto pesada, pero tampoco era justo que la chica se vengara de aquella manera. No obstante, las súplicas no le valieron de nada. El Maestro Akio le agarró por los hombres y tiró de él dispuesto a castigarlo por haberse hecho pasar por un Maestro.

―¡No, esto no es justo! ¡Me chivaré de esto, Akio! ―exclamó Bavol desesperado mientras el Maestro se lo llevaba consigo.

¡No, no, él sólo quería entrenar con una novata! No había tenido mala intención en ningún momento, sólo había querido demostrarse a sí mismo que él también valía para ser Maestro de la Llave Espada. Echó una rápida mirada al pequeño Maestro que lo arrastraba hacia su castigo. Él también era un niño, puede que un poco mayor que él, pero un niño después de todo.

Si alguien como Akio había llegado a ser Maestro, él también podría hacerlo. Y cuando lo consiguiera, dejaría a todos con la boca abierta y no tendría que volver a callarse ante nadie. La gente por fin conocería su potencial y llegado ese día… ¡Le gastaría una broma de las gordas a Akio por aquel castigo!
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Al parecer el chico que se estaba llevando a Bavol era un maestro, ¿Akio? Sí, Bavol lo confirmo cuando empezó a gritar su nombre y a quejarse. No tendríamos que haber llegado a esto si el gitano hubiera sido sincero con ella… Pero sin embargo, Aru sabía que se volvería a encontrar con ese niño, después de todo, vivían en el mismo mundo.

—¡Dalo todo fregando, Bavol! —le grité mientras Akio y él se estaban alejando.

Pude escuchar como Bavol se quejaba de dicho castigo, no pude evitar reírme y pensar en cómo (después de todo) me había divertido con el chaval y esperaba que no fuese la última vez.

Akio asintió a la petición de Aru y se llevó a Bavol a rastras. Tuvieron que pasar horas antes de que Yami entrara en la habitación que estaba limpiando con el cepillo de dientes para que se compadeciera de él y se lo cambiara por uno normal (tan maja ella).

Y por eso hay que tener cuidado con los novatos.