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Te recomiendo que pienses a partir de ahora en ellos como enemigos.

Había pasado ya un largo tiempo desde el fallecimiento de Ivan. Aunque había intentado alargar su vida lo máximo posible y que se reuniese con el resto de sus amigos, el destino había acabado alcanzando al joven Caballero; incluso antes de lo esperado. Durante la visita de Alexander, ya dos meses atrás, Kit exhaló su último aliento.

Victoria ya lo había superado, pero la herida seguía siendo reciente. De no haber sido por la amabilidad de Nanashi, su comprensión y paciencia, probablemente siguiese hundida en el dolor. No quitaba que algunas noches siguiera despertándose bruscamente, o que necesitara alejarse del castillo y de su hermano a mundos lejanos para poder descargar su frustración y dolor; pero lo llevaba definitivamente mejor.

Por eso le dolía haber encontrado entre las posesiones de su habitación la foto de Ivan y sus amigos. La habían hecho poco antes de que Alexander dejara la Orden de Tierra de Partida y abrazara las doctrinas de Bastión Hueco; y le destrozó durante un día completo. No podía dejar de mirar de vez en cuando la fotografía y aquellos que la componían. Kit, Nadhia, Alex, Pikachu más pequeña y... Fátima.

Fue la amiga de Ivan que más hondo le caló. Había sentido un contacto especial con ella que había faltado con los demás, y es que se notaba que apreciaba en el fondo a su amigo y que podía confiar en ella de cara al futuro. Pero para Victoria las cosas habían cambiado: no había vuelto a verla, ni a hablar con ella, ni nada semejante. Sabía dónde encontrarla y cómo contactar con ella, pero no estaba segura de si era lo que quería. La relacionaba demasiado con su antigua vida, y Nanashi había sido clara con qué debía hacer si aceptaba su puesto como Caballera.

Por eso se tenía que repetir lo mismo una y otra vez: no era su amiga. Había abandonado a Ivan y se lo podía reprochar. Debía pagar por su muerte, porque alguien debía hacerlo, y Victoria necesitaba descargar antes que explotar.

—No hay paz —se repitió a sí misma en voz baja mientras viajaba en Glider por el Interespacio, con su meta bien fijada—. Debo respetar el código. Soy una Caballera. No soy débil.

Y lo pensaba demostrar. No sólo a Nanashi, sino a Fátima, a Ivan, a quien fuera que necesitara creerlo. Sólo había una forma de hacerlo y demostrar su completo compromiso a Bastión Hueco.

En las Islas del Destino sería donde mataría a Fátima Laforet.