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Tanto Saxor como Ivan siguieron mi idea suicida, hasta que prácticamente dimos con la nave de Ogro.

— Esa es su nave, ¿no? —preguntó Saxor.

Yo, por mi parte, seguí con mi locura de esquivar asteroides al límite, mientras me acercaba a ellos. De vez en cuando, soltaba algún grito de euforia, pues ya que me sentía muy vivo haciendo aquellas insensateces.

— ¡Vamos! —grité mientras seguía con mi idea de alcanzar grandes velocidades en terrenos de difícil control. Me detuve en las cercanías de la nave, que a mi parecer parecía completamente apagada y sin aparente movimiento que el que le otorgaba el terreno oscilante en el que se encontraba. Teníamos que trazar un plan, todo lo contrario al suicidio que intenté anteriormente.

— Podríamos buscar cualquier tipo de entrada —inquirí —. En caso de que no haya… Simplemente podríamos… ¿Atacar? No sé. Es más, puede que incluso Ogro no esté dentro.

No iba mal encaminado, pues pude escuchar perfectamente como un proyectil interestelar, disparado de una pistola del mismo calibre, chocaba duramente contra mi casco y armadura, haciéndome oscilar.

Me giré y pude ver cómo, más lejos de dónde imaginaba que vendría el disparo, se divisaba una corpulenta criatura muy poco agraciada, vestida con lo que se asemejaba un traje negro espacial, portando un arma de fuego.

— Nadie te ha dado permiso para tocar MI nave —gritó desde su posición—. Lárgate ahora mismo y quizá puedas aprovechar tu mísera vida.

De su gran y feroz boca salían graznidos con demasiado acento alienígena, que a mí me recordó al propio de cualquier ruso de Siberia.

— No es por ser inquietante, señor, pero ni siquiera he tocado su nave.

El individuo frunció el ceño y expresó con su fea cara una horrible mueca de enfado, seguida de lo que a mí me pareció un rugido.

— ¡Nadie! —chilló—. En todo el espacio sería capaz de burlarse del Temido Ogro —alardeaó de una fama que no se acercaba para nada a su pésima realidad —. ¿Acaso tú, un crío insensato acompañado de sus amiguitos, osa plantarme cara? ¿A mí? ¿¡Al temido Ogro!?

— Repito, no es por molestar, pero… Ya lo he hecho —dije con una sonrisa.

La desastrosa criatura hizo aparecer un aerodeslizador y con un chillido incomprensible se dirigió a toda velocidad hacia nosotros.

— Bueno chicos, éste es el que buscábamos. Démosle algo de ritmo —dije pisando a fondo el acelerador de mi Glider, pues ya que al menos, el mío tenía motor.

─¡Vamos! —respondió el chico. Se comportaba como un niño, sin fijarse en lo peligroso que era. Por suerte, no se estampó otra vez, y llegó hasta las cercanías de la nave.

— Podríamos buscar cualquier tipo de entrada —dijo desde allí, a lo lejos —. En caso de que no haya… Simplemente podríamos… ¿Atacar? No sé. Es más, puede que incluso Ogro no esté dentro.

De repente vi como una especie de cosa verde golpeaba a Zait en la cabeza, pero se repuso fácilmente. ¡Podría haberse hecho mucho daño si no hubiese tenido armadura!

— Nadie te ha dado permiso para tocar MI nave —oí de una voz a mi izquierda, que provenía de quien parecía ser Ogro.—. Lárgate ahora mismo y quizá puedas aprovechar tu mísera vida.

— No es por ser inquietante, señor, pero ni siquiera he tocado su nave.

Ese comentario me hizo gracia, pero seguía preocupado de que no viese el peligro enfrente.

— ¡Nadie! En todo el espacio sería capaz de burlarse del Temido Ogro —gritó, con una forma de hablar muy similar a la de Kit —. ¿Acaso tú, un crío insensato acompañado de sus amiguitos, osa plantarme cara? ¿A mí? ¿¡Al temido Ogro!?

— Repito, no es por molestar, pero… Ya lo he hecho —dije con una sonrisa.

El Ogro hizo aparecer una máquina algo similar al Glider de Fyk, pero más grande, y empezó . Ese monstruo me había enfadado bastante. Una oscuridad me rodeó, incluso por fuera de mi morada armadura. Pensé la atrevida orden de acelerar, y eso hice. Atravesé el cinturón de asteroides esquivando cada uno de ellos, con gran maestría, pues mi Glider se movía por el pensamiento, y ya le tenía bastante manejo. Cuando llegué a estar cerca de Ogro, aún con mi espada mediana en la mano, le apunté.

─ Piro Oscuro─ Invoqué, voluntariamente. El oscuro hechizo golpeó al Ogro, que lo envolvió en una negra niebla. Lo teníamos a nuestra merced por un tiempo, pues no sabría a dónde apuntar con su arma. Por mi parte, empecé a volar algo más lejos suya, preparándome. ─ Atacadle ahora.─ Les avisé, mientras esperaba a que le hiciesen algo. Cuando pensé que la negra bruma se estaba a punto de desvanecer, empecé a acelerar mi Glider. Cada vez iba más rápido. Preparé una de mis armas y, cuando estuve suficientemente cerca, hice desaparecer mi Glider, haciendo aparecer mi Llave Espada en mi mano. Empecé a girar sobre mí mismo, directo a la negra bruma en la que sabía que estaba mi enemigo. Realicé el ataque que había estado practicando desde mi última vez en Espacio Profundo, mi Doble Hélice. El ataque golpearía varias veces seguidas a Ogro, y le causaría bastante daño. El golpe dio al fugitivo, que lo dejó bastante aturdido, y a mí con náuseas. No quería vomitar dentro de mi armadura.

—Nadie te ha dado permiso para tocar MI nave. Lárgate ahora mismo y quizá puedas aprovechar tu mísera vida.

—No es por ser inquietante, señor, pero ni siquiera he tocado su nave.

Observé con malos ojos al niño bocazas. Me aproximé a él para susurrarle que mantuviese el pico cerrado, pues podíamos arreglar aquello por la vía pacífica.

—¡Nadie! En todo el espacio sería capaz de burlarse del Temido Ogro. ¿Acaso tú, un crío insensato acompañado de sus amiguitos, osa plantarme cara? ¿A mí? ¿¡Al temido Ogro!?

—Repito, no es por molestar, pero… Ya lo he hecho —dije con una sonrisa.

Observé boquiabierto a mi compañero y su tremenda bocaza. ¿Era idiota o simplemente fingía serlo? Por cómo había chocado con el asteroide anterior, imaginé que no estaba actuando. Le di una energética colleja para que se callase, pues solo complicaba la situación, y no para bien precisamente, y le dirigí además una mirada de enfado que esperé que interpretase correctamente pese a llevar puesto el casco.

El Ogro invocó un aerodeslizador, enfurecido por las palabras del inocente y muy estúpido muchacho. Empezaba a ver que la situación era complicada para arreglarlo sin recurrir a la violencia, pero lo mejor sería intentarlo cuanto menos:

—Disculpe al idiota de mi compañero, el pobre nació con un retraso mental —comencé a hablar, intentando calmar al hombre haciendo gala de mis dotes como negociador. Estaba claro que todo cuanto hacía se me daba bien—. Ogro, no hace falta hacer esto. Sabe que después de nosotros habrá más gente que venga, observe cómo nos han enviado a los Caballeros. ¿Se imagina si acuden en su búsqueda nuestros líderes? Y además, cuanto más tarde en volver más quedará prisionero. Ríndase y diremos a la Gran Consejera que se arrepiente de haberse escapado.

El criminal pareció relajarse un momento, pensando en lo que acababa de decir. Fue solo un instante, pero mi otro compañero, Saxor, lo aprovechó para lanzarse a toda velocidad contra él y, una vez cerca, atacarle:

—Piro Oscuro.

Un hechizo cargado de oscuridad se abalanzó sobre el Ogro, cegándole con una niebla envolvente y dejándole sin oportunidad alguna de al menos aceptar mi oferta. Me llevé las manos a la cabeza, desesperado con aquellos inútiles.

—Atacadle ahora. —ordenó el idiota de mi compañero.

—¿¡Pero es que tú también naciste retrasado!? —le grité, ya acercándome hacia el Ogro al no tener otra opción que atacar—. ¡Ya sé que no tenéis el mismo nivel intelectual que yo, pero es un ser vivo, no un Sincorazón! ¡Piensa! ¡Habla! ¡Negocia, joder!

Ni negociar ni leches. El idiotizado muchacho atacó nuevamente al Ogro, girando sobre sí mismo y mareándose en consecuencia. El ataque pareció dejar confuso al propio enemigo, por lo que me aproximé a él y aproveché para contemplarle bien. Quizás fuese el momento...

Invoqué unas cadenas y me dirigí hacia él, con la intención de atarle definitivamente. Sin embargo, se recuperó con rapidez y me rechazó con un par de zarpazos, sabiendo lo que intentaba hacer. Chasqueé la lengua y le señalé, dirigiéndome hacia los dos chicos:

—¡Dejadle sin conocimiento o incapaz de protegerse para que pueda atarle!

"A ver si al menos esto sois capaces de hacerlo bien..."

Mis temerarias palabras asombraron a Ivan Kit, quién parecía creer que con unas pocas palabras solucionaría aquel asunto. Yo, desde luego, supuse que siendo un gran fugitivo buscado, las palabras no le pararían en ese momento, como no le pararon tiempo atrás.

Kit se acercó al individuo e intentó calmar la situación a base de palabrería, funcionase o no, duró poco; pues ya que Saxor, siguiendo mi idea de atacar, le lanzó un curioso hechizo: Piro Oscuro.

Era la oportunidad, debíamos atacarle.

—¿¡Pero es que tú también naciste retrasado!? —empezó a gritar el joven Kit—. ¡Ya sé que no tenéis el mismo nivel intelectual que yo, pero es un ser vivo, no un Sincorazón! ¡Piensa! ¡Habla! ¡Negocia, joder!

Me parecía gracioso ver como entraba tan fácilmente en un estado de cólera. Entonces, y tras un ataque de Saxor que dejó a Ogro parcialmente aturdido, se acercó al enemigo e intentó apresarle con una cadena. No pudo ser, ya que Ogro se libró de él nada más recobrar el conocimiento.

—¡Dejadle sin conocimiento o incapaz de protegerse para que pueda atarle!

“Bueno, supongo que es hora de actuar”, pensé.

Realicé un doble salto desde mi Glider, lo más alto que pude. Tras desaparecer el vehículo hice aparecer mi Llave Espada en mi mano, y usando mi habilidad Planeador, Llegué hasta Ogro y le asesté un corto combo de ataques.

Proseguí con mi trayecto hasta encontrarme detrás suya, y en esa posición lancé un hechizo Piro y otro Perla. Finalicé mi recorrido volviendo a subir a mi Glider. Desde allí, llamé la atención de Kit.

—¡Ivan! Lánzame la cuerda y empieza a girar alrededor suyo, así podremos atarle —posteriormente, me dirigí a Saxor—. Saxor, intenta volver a dejarlo confuso. Venga, ¡funcionará! —anuncié con una enorme sonrisa en la cara.

—¿¡Pero es que tú también naciste retrasado!? —me gritó el egocéntrico—. ¡Ya sé que no tenéis el mismo nivel intelectual que yo, pero es un ser vivo, no un Sincorazón! ¡Piensa! ¡Habla! ¡Negocia, joder!

─ Parece que el retrasado eres tú.─ Le contesté─ Ha intentado matar a Zait, ¿y piensas que va a negociar?

Después intentó inmovilizarlo mientras estaba aturdido, pero se recuperó muy rápido y le echó.

—¡Dejadle sin conocimiento o incapaz de protegerse para que pueda atarle!

“Bueno, supongo que es hora de actuar”, pensé.

Por otra parte, Zait hizo un doble salto y un planeo para llegar hasta Ogro y le hizo un combo de ataques. Tras eso, lanzó un piro y un hechizo que reconocí como Perla.

—¡Ivan! Lánzame la cuerda y empieza a girar alrededor suyo, así podremos atarle —tras gritarle eso, se dirigió hacia mí—. Saxor, intenta volver a dejarlo confuso. Venga, ¡funcionará! — aconsejó mientras sonreía.

─ Por eso os dije que le atacarais mientras estaba ciego─ les reproché. Alcé mi Espada Mediana y apunté al Ogro, que estaba a escasos metros mía.─Piro, Piro─ Exclamé, golpeando a Ogro en la espalda dos proyectiles de fuego, quemándole la espalda.

—¡Ivan! Lánzame la cuerda y empieza a girar alrededor suyo, así podremos atarle.

Pasé las cadenas con las que había intentado atrapar al niño idiota, el cual las recibió sin problemas. Hacía poco había dado todo de sí para golpear al Ogro, que debió verse impresionado pues no opuso resistencia alguna a sus ataques. Lo mismo a las habilidades de Saxor, que pudo usar todo cuanto le quedaba. Lo cierto es que igual eran bastante inútiles a la hora de pensar, pero en combate el de los ojos amarillos se manejaba bien, y el otro tampoco quedaba corto.

El Ogro cayó desmayado, finalmente, y entre Zait y yo pudimos atarle con las cadenas. Eran perfectas para mantenerle bien sujeto y preso; solo tuve que invocar un hechizo Piro controlado a su espalda, de modo que cuando despertara estas estuviesen fundidas y ejerciendo presión sobre su cuerpo, de modo que solo se pudiera liberar si tuviese una extremada fuerza bruta. Y por sus pintas parecía físicamente fuerte, pero no lo suficiente.

—A ver si al menos esto sois capaces de hacerlo bien... —les felicité a mi modo, aunque estaba ciertamente molesto por cómo habían decidido abordar la misión—. La próxima vez dejad esto en las manos de un experto como yo, ¿queréis?

Me llevé la mano derecha a la nuca, pensando en qué tocaba hacer a continuación. Ni de coña iba a meterme otra vez en el cinturón de asteroides. Seguro que mis dos compañeros serían lo suficientemente suicidas como para hacerlo por ese ligero retraso mental del que sufrían, pero a mí me apetecía seguir viviendo.

Observé la nave bajo mis pies. Hice desaparecer el Glider e inspeccioné lo alto de esta, buscando una entrada.

—Aquí estás... —susurré para mí mismo al encontrarla finalmente, con un pequeño asa para sujetar y tirar hacia arriba.

La tomé y la abrí, accediendo a unas escaleras que descendían directas hacia el interior. Hice una señal a mis compañeros para poder bajar a la nave.

—Vamos, metedle y entrad —ordené, entrando yo primero—. Conduzco yo.

Una vez lo hubiesen hecho, encendería los motores y arrancaría en dirección a la nave principal. Claro que, con tantos asteroides, iba a ser un viaje movidito, chocando con uno, dos o cien de aquellos pedruscos espaciales...

La estrategia fue todo un éxito. Entre Ivan y yo apresamos a Ogro con la cadena mientras Saxor terminaba de debilitarlo. Mientras yo pensaba en cómo atravesar la barrera de asteroides con Ogro a cuestas, Ivan Kit inspeccionó la nave del fugitivo. Encontró una trampilla por la cual entrar, y en seguida supe cuál era su idea. Quizá otras Naves no podrían entrar en el cinturón de asteroides, pero si la de Ogro pudo, podríamos salir con ella perfectamente, contando con la gran carga que teníamos de recado.

—Vamos, metedle y entrad —ordenó Kit, entrando en la nave—. Conduzco yo.

Tomé la iniciativa, así que le agarré por uno de sus extremos, indicando a Saxor que hiciese lo mismo, y le impulsé, con la ayuda de mi Glider, hasta la nave. Una vez allí, meterle sería casi tan chupado como dejarle caer. La idea se quedó en mi mente, pero el fugitivo al caer podría chocar contra Kit, y aunque no me terminaba de parecer una mala idea, debía de guardar las formas, sobre todo con Kit.

Con Ogro metido dentro, el resto de la misión sería pan chupado. No sabía cómo se le daba a Ivan ser conductor, pero si el viaje era movidito, yo lo disfrutaría igual. Con entregarlo a las autoridades bastaba, y con ello concluía nuestra labor.
Por otro lado, pude comprobar algo; Ivan Kit poseía una nave. Yo, necesitaba una. Sería tarea difícil negociar un viaje con él, pero igual podía intentarlo. Claro, todo ello después de haber finalizado la misión. Sin embargo, me acerqué a él e intenté entablar una conversación.

—Ivan —llamé su atención—. Me gustaría hablar contigo cuando hayamos terminado la misión. Es… Por un amigo.

Al final mis piros acabaron con él del todo, dejándole inconsciente. Kit y Zait agarraron a Ogro y lo enredaron con la cadena. Ahora teníamos que llevárnoslo.

—Vamos, metedle y entrad —Oí ordenar a Kit, mientras se metía dentro de la nave de Ogro.—. Conduzco yo.─ Terminó de decir.

Zait agarró a Ogro por un lado, y me indicó que le ayudase a llevarlo. Cómo no, lo hice. Agarré a Ogro y entre los dos, con la ayuda de nuestros Gliders, conseguimos transportarlo. Una vez allí, lo metimos en su propia nave y lo solté desde el suelo. Me preguntaba si Kit sabría realmente pilotar.

—Ivan —habló Zait—. Me gustaría hablar contigo cuando hayamos terminado la misión. Es… Por un amigo.

Me preguntaba qué quería decir con eso, pero ahora nuestra misión era la de llevar a Ogro hasta la prisión.

─Venga, démonos prisa.─ Comenté.

Y llegamos a la nave. Entregar a un inconsciente Ogro no tuvo la misma emoción que imaginarme hacerlo en plena conciencia, soltando alguna frase tipo "pensaba provocar el caos, y lo habría logrado si estos entrometidos y ese fantástico e increíble Ivan Kit no hubiesen metido sus narices". Por lo menos pude decirle al Capitán Gantu y otros hombres del cuerpo espacial la mítica frase de "podéis llevaroslo, chicos".

—Buen trabajo, muchachos —me dirigí a Saxor y Zait—. Aunque no soy capaz de imaginar qué hubieseis hecho sin mí. Ni siquiera trajisteis unas cadenas o una cuerda, cómo se os ocurre... Volveréis a tener noticias de mí.

Tras mi despedida, me dirigí directo hacia mi Black Hunter. Me dispuse a entrar por el ascensor principal, sin usar el teletransporte, y volver a Tierra de Partida junto con Pichu, que me esperaría en la habitación del capitán dando vueltas como una tonta aburrida. Claro, su mamá estaba fuera, trayendo el dinero a casa... Aunque 200 platines se me hacían bien pocos.

—Ivan.

Giré mi cabeza para ver que Zait no se había ido. Al parecer, me había seguido hasta mi crucero para dirigirse a mí. ¿Qué querría?

—Me gustaría hablar contigo cuando hayamos terminado la misión. Es… Por un amigo.

Menudo viaje me esperaba...

Cuando llegamos a la Nave principal, entregamos a Ogro a las autoridades.

─Podéis llevároslo, chicos─ Dijo Kit. Seguramente estaría pensando que él había hecho todo el trabajo.

—Buen trabajo, muchachos —nos felicitó, ¿de verdad había dicho eso?—. Aunque no soy capaz de imaginar qué hubieseis hecho sin mí. Ni siquiera trajisteis unas cadenas o una cuerda, cómo se os ocurre... Volveréis a tener noticias de mí.─ Claramente no era posible que acabáramos llevándonos bien. Zait se fue con él, y me había quedado solo.

<<¿Qué te parece? Has usado la oscuridad voluntariamente.>> Oí decir de golpe el ser oscuro que me había causado tantos problemas. <<Sigue así, y tal vez te ayude un poco la próxima vez...>>

<<¿No podrías decirme un nombre por lo menos? Estoy harto de no saber tu nombre>>─ Le contesté.

<<¿No te he dicho que soy tú? Pero si insistes... llámame Xayim>> Fue lo último que me dijo. Tras esas palabras, dejé de sentir los oscuros latidos que indicaban su presencia. Invoqué mi Llave Espada, la transformé en Glider, convoqué mi armadura y me dispuse en irme. ¿Cuándo volvería al hogar de Fyk? Arranqué y viajé por los mundos, preguntándome si me perdería de camino a Tierra de Partida...