[Bastión Hueco] Aterrizaje forzoso

por **Suzume Mizuno** » Sab Jun 30, 2012 12:19 am

Fátima vio cómo Ivan recogía a Pichu al tiempo que una horda de Sincorazón se extendía por la biblioteca. Se quedó paralizada, incapaz de reaccionar, con un sudor frío resbalándole por la espalda.

—¡¡Volvemos a la nave!! — le gritó Ivan.

Al verle correr su cuerpo reaccionó y se precipitó hacia las escaleras. Vio a Ivan pegar un inmenso salto y luego lo perdió de vista. Con desazón, supo que no se detendría a esperarla y que más le valía apañárselas por su cuenta.

No recibiría ninguna ayuda.

El bolso la incordiaba y pesaba una barbaridad. Pero su mano libre se aferraba con tenacidad a él. No iba a dejarlos ahí para que fueran pasto de los Sincorazón.

Empezó a bajar las escaleras tan rápido que tropezó y cayó rodando. Se golpeó la cabeza y vio las estrellas. Una sombra se interpuso en su campo de visión y, más tarde daría mil gracias a Nanashi mentalmente (otra vez) por su estricto entrenamiento, tomó impulso con las piernas y consiguió incorporar se a tiempo de esquivar. El Sincorazón que se alzaba, flotando, frente a ella tenía un extraño gorro de bruja y, curiosamente, no tenía los ojos amarillos de sus compañeros. Alzó un bastón y Fátima notó cómo se cargaba el ambiente. Notó una chispa en un brazo y su instinto la hizo apartarse de un salto. Justo a tiempo de evitar que un relámpago la achicharrara.

Fue escopetada hacia la salida. No veía a Ivan por ninguna parte. Maldijo internamente al chico y aceleró hasta el punto de que le ardieron las piernas.

De pronto notó un golpe. Bajó la mirada y vio que todo su brazo izquierdo, a excepción de la mano, estaba recubierto por una capa de hielo. El corazón le dio un vuelco y estuvo a punto de detenerse a examinar con perplejidad el hielo. Sin embargo, su instinto la impulsó a no parar bajo ningún conceptoy, por fin, salió de la biblioteca.

El brazo le ardía y se le saltaron las lágrimas. ¡Dolía muchísimo!

Por el rabillo del ojo captó un nuevo ataque y frenó bruscamente para lanzarse a un lado. Una bola de fuego, lanzada por otro de esos Sincorazón magos, por poco se le estampó en plena cara.

“¡Me van a matar!” pensó, desesperada.

¡No quería morir ahí!
Por suerte, la nave no estaba muy lejos… Solo tenía que girar por aquella esquina… Los Sincorazón la rodeaban por todos lados y notaba la presión de un grito en la garganta que pugnaba por salir y desvelar su terror. Pero solo corrió con más rapidez, notando cómo se acercaban a ella.

Entonces vio a Ivan.

por **Soul Artist** » Sab Jun 30, 2012 12:20 am

—¡Aparta de mi camino!

La salida de la biblioteca había sido exitosa solo durante un corto período de tiempo. Había logrado avanzar un buen trozo sin que nadie me atacase, casi alcanzando la nave, cuando un nuevo tipo de criatura que nunca había visto se lanzó a por mí sin previo aviso... Desde el suelo.

Me recordaba, por su cuerpo desnudo y oscuro, a las patéticas Sombras a las que tantas veces había hecho frente. Al igual que ellas, al fin y al cabo, podía fundirse en el suelo; e incluso tenia su baile propio, aunque me hacía temerlo más que si se mantuviese quieto. Sin embargo, aquel bicho era mucho, mucho más alto que las adorables criaturas a las que hacía referencia, con antenas más largas y ojos más brillantes si cabía recubiertos por lo que parecían ser venas azules.

Y me estaba atacando. Surgió del suelo y me derribó, saliendo de golpe de él y tirándome con brusquedad. Intenté pegarle una patada, pero estaba demasiado débil y el combate cuerpo a cuerpo nunca había sido lo mío. Y lo peor de todo es que no podía atacarle con magia o la Llave Espada porque no era capaz de soltar a Pichu y abandonarla a su suerte.

La misma criatura que me había atacado me intentó alcanzar de un zarpazo que logré esquivar por unos pocos centímetros rodando a mi izquierda. Sin embargo, aprendió rápido; intentó su estrategia de nuevo, solo que esta vez, cuando rodé de nuevo, logró alcanzarme con solo desviar un poco su ataque. Podía notar cómo me había desgarrado parte de la camisa y había alcanzado mi piel, provocándome unos arañazos profundos.

—¡Déjame! —casi supliqué. Sin embargo, el monstruo contestó tirándose encima de mí, sin piedad.

por **Suzume Mizuno** » Sab Jun 30, 2012 12:26 am

Al ver cómo aquella especie de Sombra atacaba a Ivan sin piedad Fátima alzó la Llave Espada. El chico se desplomó de espaldas e intentó defenderse a base de débiles patadas. El Sincorazón le lanzó un zarpazo que falló por escasos centímetros. Pero volvió a la carga y, esta vez, acertó.

Y arremetió de nuevo cuando Fátima alzó su Llave Espada, consciente de que no tendría más magia durante mucho tiempo, y gritó:

—¡Hielo!

La punta de su arma brilló y un grueso trozo de hielo se precipitó contra la Sombra, a la que golpeó en el pecho y derribó. No la hizo desaparecer, para su desaliento, pero al menos la dejó fuera de combate.

—¡Ivan, levántate! — chilló, llegando a su lado y cogiéndolo en la carrera de la chaqueta. Gracias al impulso que llevaba consiguió incorporarlo y tironeó de él, luchando contra el miedo, el dolor del brazo y la angustia —. ¡Vamos, muévete de una vez!

por **Soul Artist** » Sab Jun 30, 2012 12:37 am

—¡Ivan, levántate! ¡Vamos, muévete de una vez!

Fátima me obligó a levantarme mientras corría, agarrándome de la camisa y tirando de mí. Gruñí y eché a correr a su lado, con Pichu en brazos, dispuesto a llegar a la nave cuanto antes y salir de aquel mundo infernal de una vez por todas.

En plena carrera pude escuchar un grito desgarrador a mi espalda y de inmediato imaginé de quién se trataba: la sombra de tamaño humano que mi compañera había logrado quitarme de encima. Giré mi cabeza un poco, tentado a dirigir la mirada hacia él, pero tuve que contenerme: "no mires atrás, no mires atrás".

Más enemigos aparecieron en nuestro camino, pero los ignoré a todos. Esquivé sus cuerpos sin tiempo para luchar contra ellos, pretendiendo no chocar contra ninguno de ellos. No me iban a alcanzar; hoy no.

Vi la Black Hunter delante de mí, a unos cuantos metros de distancia. Por fin habíamos llegado, aunque parcialmente deseé no haberlo hecho. Decenas de Sincorazón la había escalado, atacándola e intentando atravesarla, o incluso desmontando piezas gumi como cañones Piro. Me mordí el labio inferior, queriendo gritarles que dejaran en paz mi nave, pero tuve que guardármelo para mí mismo. Si bajaban a por nosotros la situación sería peor... Mucho peor.

Agarré a Pichu con uno de los brazos, apretándola contra mi pecho, y revolví en mis bolsillos buscando los controles de la nave. Agarré el brazo de Fátima y, sin previo aviso, activé el teletransporte para volver a aparecer en el interior de esta.

Solté a la mujer y le dediqué una breve mirada a los ojos. No dije nada; sencillamente la había salvado porque ella, un par de minutos antes, había hecho lo mismo conmigo. De no haber sido así, me habría ido yo solo. O eso quería pensar.

Aceleré hasta la sala de mando y coloqué a Pichu en uno de los asientos que controlaban las torretas para defender la nave, donde le puse el cinturón a toda velocidad. No estaba seguro de si seguía desmayada o si volvía a estar despierta pero muy débil, pero soltó un pequeño quejido cuando lo hice. Tras ello, fui directo al asiento de capitán y no esperé a ponerme el cinturón: arranqué la nave.

Sí, según el monitor Pichu había vuelto para colocar el ala Aero. Podíamos irnos.

La nave se levantó unos centímetros del suelo y eché la marcha atrás, alejándonos del bloque de hielo gigantesco en el que habíamos ido a chocar. No me importaba si me cargaba alguna vivienda con aquellas maniobras; si podía irme de allí enviando al infierno algunas de aquellas efiálticas criaturas, mejor.

El sonido de unos golpes por encima de mí me llamó la atención. Los mismos Sincorazón que habían estado atacando mi nave instantes antes ahora pretendían romper el cristal que daba acceso a la sala de control viendo que no nos íbamos a quedar unas bonitas vacaciones en su bonito mundo. De inmediato me dirigí al panel táctil y activé la cabina para asteroides. Lentamente, una placa de metal gumi fue bloqueándonos la vista mientras se cerraba, impidiendo a aquellas bestias acceder a nosotros e incluso aplastando el cuerpo de alguno obsesionado con cazarme, partiendo su cuerpo en dos.

—¡Cinturones! —avisé a Fátima y colocándome el mío propio. Iba a ser un viaje movidito.

Activé los propulsores Fulgor. Acabábamos de salir, a toda velocidad, volando hacia alguna dirección desconocida. Noté que chocábamos contra algunos edificios, cargándonos por completo los tejados, pero me daba igual; no me atrevía a volver a retirar la placa y ver cómo nos dirigíamos hacia un cinturón de naves Sincorazón en el exterior. Si los veía, no me atrevería a intentar lo que pretendía: atravesarlos a la fuerza bruta.

De ello ya me avisaban las decenas de triángulos rojos en el monitor del radar.

por **Suzume Mizuno** » Sab Jun 30, 2012 12:55 am

Por fin Ivan se incorporó y los dos huyeron, sin aliento, aterrorizados. Fátima tenía la impresión de que la calle se alargaba y que sus piernas se movían con torturante lentitud, como en las pesadillas.

Escuchó un escalofriante grito que solo le dio mayor impulso en su carrera de obstáculos. Para su sorpresa, consiguió esquivar la gran mayoría de los ataques de los Sincorazón, sufriendo solo algunos arañazos. Nada que pudiera equipararse con el brazo congelado, que ya había dejado de notar. En otra situación se habría alarmado, pero en ese momento agradeció que desapareciera el dolor para poder pensar con mayor claridad.

El alma se le cayó a los pies al ver que la nave de Ivan estaba infestada de Sincorazón.

De pronto, Ivan la cogió de un brazo. Y, al segundo siguiente, estaban dentro de la nave.

Intercambiaron una mirada que Fátima no acabó de conseguir interpretar. Solo supo que había mucha frialdad en las pupilas de Ivan. Este rompió el contacto visual y sentó a Pichu en uno de los asientos. Luego arrancó la nave de tan improviso que Fátima cayó de costado. Escuchó cómo se resquebrajaba el hielo del brazo. Ivan empezó a manipular los mandos, mientras ella consiguió sentarse y se pellizcó la enrojecida piel. Como había supuesto, no sintió nada. Tenía que devolverle el calor…

Se clavó los dedos y hurgó con violencia para reactivar la circulación.

—¡Cinturones!

Masculló una maldición entre dientes y consiguió llegar hasta uno de los asientos, donde se peleó con el cinturón para ponérselo con una sola mano. Justo entonces se lanzaron hacia delante, rozando varios tejados por el camino y elevándose hacia el cielo. Se percató de que avanzaban a ciegas, pero que en una pequeña pantalla aparecían cientos de triángulos rojos.

Tragó saliva.

—¿Cómo vamos a…?

Antes de que pudiera terminar la frase algo impactó contra ellos con tal violencia que notó cómo su cuerpo se levantaba del asiento y que sólo el cinturón evitó que fuera a darse contra el cristal y los mandos. Medio ahogada, aspiró una bocanada de aire con desesperación y sufrió un ataque de tos.

Ivan maniobraba, pálido como un muerto, y no se atrevió a interrumpirle. Sabía que dependían de su habilidad para sobrevivir. Viraron con violencia hacia abajo y se le subió el estómago, provocándole una sensación de vacío que le recordó a cuando manejaba el glider.

Hubo bruscos giros y recibieron un par de golpes más. Después se hizo el silencio. Vio cómo los brazos de Ivan se relajaban y supo que estaban a salvo.

Se desabrochó el cinturón y dejó caer el bolso, que no había podido quitarse antes de sentarse y pasó a ocuparse de su brazo. Se lo masajeó en silencio.

“Estamos vivos. No me lo creo, estamos vivos” notó que se le saltaban las lágrimas. Lo disimuló parpadeando varias veces y se obligó a controlar la respiración para que no se le acelerara.

Pasó un buen rato antes de que se tranquilizara. No intercambiaron una sola palabra durante ese tiempo, en el que se dedicó a mover los dedos uno por uno, comprobando que no se había quedado sin brazo izquierdo. Para su alivio, no parecía que fuera así. Se había hecho algunas quemaduras, pero podría curarlas con magia en cuanto se recuperase un poco. Sin embargo, Fátima pensó que tenía que dejar clara una cosa:

—Nadie tiene que saber que ha pasado esto.

Había sobrevivido a una incursión, accidental, cierto, pero incursión al fin y al cabo, al cuartel enemigo. No quería morir a manos de Nanashi. Suficiente con que sabía que a las pesadillas del barco se unirían las de Vergel Radiante.
“No más viajes por mi cuenta” pensó. “No con él, como mínimo”.

No olvidaba que Ivan la había abandonado en la biblioteca. Y si luego la llevó dentro de la nave, estaba segura de que fue porque estaba a su lado. Ese chico no habría vuelto a rescatarla si la hubiera atrapado un Sincorazón.
Ahora solo quería volver a Tierra de Partida, encerrarse en su habitación para desahogarse llorando. Su mirada se deslizó hacia los libros.

Al menos, algo bueno había sacado de aquella aventurita. Y se sintió un poquito más optimista.

No regresaba de arriesgar su vida con las manos vacías.

por **Soul Artist** » Sab Jun 30, 2012 6:59 pm

—Nadie tiene que saber que ha pasado esto.

No contesté a las palabras de Fátima. Solo le dirigí una mirada fría, sin contemplaciones. Claro que no podíamos decírselo a nadie; "hola, Ronin, he estado en Bastión Hueco y casi no vivo para contarlo, ¿cuál es mi castigo?". Además, tendría que hablar del tortazo, del discursito de aquella mujer... Y la sangre me hervía de tan solo pensarlo.

Puse rumbo a Tierra de Partida, sin importarme ir al mundo de Fátima. Solo quería una cosa: volver a mi habitación y olvidarme de lo que había pasado. No volver a pensar en Basión Hueco nunca más, ni en los múltiples Sincorazón que poco después recopilaría en mis investigaciones sobre ellos. Las pesadillas a partir de aquel día con ese sitio se volverían frecuentes... Y eso era algo que sería mejor que fuese aceptando. Casi no vivíamos para contarlo.

Me vino a la mente el triángulo azul que había aparecido en el radar poco antes de ser atacados por el ejército de naves Sincorazón. ¿De quién podía tratarse? Hacía muchos años que no veía a ninguno de los amigos de mis padres... Y navegando tan cerca de nosotros tendrían que haber reconocido la Black Hunter. Igual lo habían hecho, pero tendrían que retroceder para no luchar contra los Sincorazón.

Dirigí una mirada hacia Fátima, aprovechando que no me miraba, y una mueca de disgusto se dibujó en mi cara. Se arrepentiría de sus palabras, pensé. Antes o después, tendría que reconocer su error y pedirme perdón...

Miré el mapa por última vez. Bastión Hueco se perdía, finalmente, pero las dudas me invadieron. ¿Por qué había tantos Sincorazón allí? ¿Cómo pudo aquel mundo haber caído en la oscuridad? ¿Había alguien detrás? Y los Sincorazón... ¿Se movían por allí sin nada que hacer, como una mente colectiva...? ¿O contestaban a una mente superior?

Quién me iba a decir que volvería allí tan pronto, en una semana... Que regresaríamos, tanto Fátima como yo, al que podríamos llamar el ocaso de una estrella.

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