—Por supuesto.
Malik estrechó mi mano siendo envuelto también por el mismo haz de luz que cada vez se fue haciendo más y más fuerte.
Una sensación de vértigo, como si estuviésemos dentro de un tornado nos invadió. Recordé la primera vez que utilicé aquel aparato por unos instantes y me pregunté si Malik lograría aguantarse las nauseas. Solo deseaba que no vomitase en mitad del teletransporte o sino dejaría la nave echa unos zorros.
Y finalmente aparecimos sobre una plataforma de cristal que emitía una agradable y relajante luz azulada.
Salí de un salto de la máquina dirigiéndome directamente hacia la silla de mando donde me senté sin más activando un mapa holográfico en el que se mostraban las rutas para naves gumi más comunes y que a su vez resultaban ser las más seguras.
—El baño está en la puerta del fondo —le informé en aquel momento.
Mi nave no era especialmente grande comparada a la Black Hunter que pertenecía a Ivan Kit y la cual era por lo menos diez veces el tamaño de la mía, sin embargo tenía lo necesario como para que un viajero tuviese todas las comodidades al alcance.
El propio lugar donde nos encontrábamos era también la única estancia de la que disponía mi vehículo. Varias sillas estaban desperdigadas por el lugar con sus respectivos cinturones de seguridad, también había una cama, un armario, una nevera... E incluso una cocina con todo lo necesario. Al fondo de la nave se encontraba un diminuto cuarto de baño. Se podría vivir perfectamente en una nave como aquella.
—Tierra de partida, imagino —le pregunté para confirmar si realmente era de allí, no fuese a pasarme como cuando Ivan se había aventurado por Bastión Hueco y había confundido a Ban Oswald —al cual había engañado haciéndose pasar por mí, al parecer— por uno de los miembros de la orden principal de los Caballeros de la Llave Espada.