[Bastion Hueco] Juego de Libro

[Yuehito]

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Cronología :
▪Exuy >> Encuentro [Ilusión y Percepción]>Juego de libro
▪Fátima >> Trama [Se acerca el invierno]>Juego de libro.

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Esa tarde estaba desanimado recostado en una de las mesas de la biblioteca de Tierra de Partida. No emitía ningún ruido pero por dentro lamentaba esta gran perdida. Esta vez no era un juguete ni tampoco dinero, era algo más preciado que hasta mi lápiz lo extrañaba.

El sentimiento de vacío que sentía era muy familiar y a la vez sentía mucha culpa. Todo el trabajo que había ejercido en aquel objeto era valioso y el que me lo hubiesen arrebatado me hacía sentir triste. Porque claro, no se me había perdido, o al menos eso quería pensar.

Afueras del lugar estaba perfecto para ser disfrutado, un lindo día, un sol cálido y una brisa para inspirar al artista más talentoso. Pero yo no quería mover mi trasero de ese asiento que me recordaba que mi objetivo del día aún no se cumplía. ¿Qué debía hacer en estas situaciones? Los moguris no sabían y preguntar a los maestros sería demostrar un grado de irresponsabilidad.

—Ahhg, por favor vuelve — murmuraba entre mis brazos casi derrotado.

[Suzume Mizuno]

Fátima estaba de muy buen humor: el día anterior había vuelto de su viaje a Nunca Jamás con Malik y desde que se había despertado se sentía estúpidamente optimista. Prefería olvidar cierta borrachera que todavía le hacía desear que se la tragara la tierra, pero por lo demás no podía dejar de sonreír.

Con Harun, el pequeño dragón enroscado en torno a su cuello, iba buscando libros acerca de mundos donde hubiera grandes playas. Evidentemente, uno de ellos era Atlántica, pero estaban también Islas del Destino y tantos otros en los que Malik seguramente tendría que reanudar su búsqueda. Quería ayudar en todo lo posible, así que leería cuanto estuviera en su mano.

Con un par de libros apretados contra el pecho, se dirigía a las mesas a leer tranquilamente un rato cuando vio a Exuy, encogido y con la cabeza apoyada sobre los brazos. Le sorprendió que el chico, tan alegre y amable, estuviese solo en medio de la biblioteca y que pareciese tan… hundido. Miró a su alrededor, pero no había nadie más. Titubeó un poco, pero al final la curiosidad y la preocupación pudieron con ella y se acercó.

—Hola, Exuy —le saludó en voz baja—. ¿Te encuentras bien?

Le miró y al punto supo que algo no estaba bien. Se sentó a su lado sin permiso y preguntó:

—¿Qué te ocurre?

Harun se desperezó en su cuello y miró al desconocido con interés. Se desenroscó de su cuello y bajó a la mesa. Ladeó la cabeza y terminó por acariciar con su hocico un brazo de Exuy, olfateando y curioso. Luego dio un suave lametón, intentando animarlo.

[Yuehito]

—Hola, Exuy

La dulce voz me parecía muy conocida y en su segunda frase pude notar quien era.

— ¿Te encuentras bien?

Enderecé mi rostro y mis ojos parecían aturdidos con la luz que entraba por las ventanas de la biblioteca. Aún tenía mi rostro apenado y me sentía tan frustrado con mi búsqueda que sólo deseaba agachar mi rostro nuevamente.

—No, lo siento Fátima —dije un tanto avergonzado —. Es solo…

—¿Qué te ocurre?

Coloqué mi mentón entre mis brazos que estaban apoyados en la mesa mientras seguía poniendo mi empeño en restaurar el enfoque de mi vista. Con voz tenue intentaba decir lo que pasaba intentando pedir consuelo.

Pude aterrizar mis palabras cuando un extraño animalito se puso enfrente de mi pareciendo entrar en la intimidad de mis emociones. Lo miré de cerca logrando visualizar su contorno de un dragón. Al instante me trajo recuerdos del dragón visto en la caverna y a mi mente bajaron todas estas fantasías que había vivido. El ser pequeño lamió mi brazo y pude reconocer su cariñosa empatía. Le sonreí y pude sentir un alivio.

—Gracias —le dije —. Estoy un tanto triste… he perdido… mi libro. Lo he buscado en mi cuarto, en la sala de entrenamiento y en la biblioteca que son los lugares que frecuentemente visito. Pero…

Volví a recostar mi cabeza entre mis brazos pero esta vez de lado mirando a Fátima. Podría ella notar lo mal que me sentía por lo que terminar la frase no era necesario.

[Suzume Mizuno]

Fátima se sintió un poco aliviada al ver la sonrisa que asomaba a los labios de Exuy. ¿Qué le pasaría?
—Gracias .

Harun respondió con un curioso ronroneo, bastante grave, y puso una patita sobre su brazo, mirándole casi con preocupación. Era impresionante todo lo que el dragoncito podía decir sin necesidad de palabras.

—Estoy un tanto triste… he perdido… mi libro. Lo he buscado en mi cuarto, en la sala de entrenamiento y en la biblioteca que son los lugares que frecuentemente visito. Pero…

—¿Tu libro? —repitió ella, mientras Exuy agachaba la cabeza. Le dio tanta lástima que puso una mano sobre su hombro y le dio un pequeño apretón.

Iba a decirle que le ayudaría a buscarlo cuando recordó algo. Hacía un par de días, antes de partir a Nunca Jamás, ¿no se había chocado con un moguri que llevaba un libro enorme? Le había llamado la atención porque la criatura se desplazaba muy rápido, como si estuviera huyendo, y ni siquiera se detuvo a pedirle perdón cuando se golpeó con ella y se le clavó la esquina del libro en el pecho.

No quería darle esperanzas a Exuy —ya que tampoco se había fijado demasiado en el libro y a lo mejor se estaba equivocando—, pero dijo:

—No sé si tiene algo que ver pero, hace un par de días, me choqué con un moguri —entrecerró los ojos, haciendo memoria—. No me acuerdo mucho, pero tenía el pelo azul y… Ah, sí. Iba de negro —al contrario que muchos moguris de Tierra de Partida—.Y llevaba un libro consigo… ¿Exuy? —se sorprendió al ver su cara—. ¿Qué pasa?

[Yuehito]

El hecho que el dragón pusiera su patita sobre mi brazo quitó toda sensación de soledad en mi problema. Sintiendo una afectiva sensación que erizó suavemente mis pelos. Embriagado por este afecto comencé a escuchar lo que parecía ser una buena noticia.

—No sé si tiene algo que ver pero, hace un par de días, me choqué con un moguri

—No lo sé Fátima, creo que ya le he preguntado a muchos moguris…

—No me acuerdo bien, pero tenía el pelo azul y…

—¿Azul? —susurré.

—Ah, sí. Iba de negro

—Negro… pelo azul… ¡¿Azul?!

—Y llevaba un libro consigo… ¿Exuy?

Me enderecé estupefacto al figurar en la mente el moguri quien mencionaba. Un juego de la mogupelota, una conspiración, un enemigo. El moguri de Bastión Hueco, Kraspy. Recordaba claramente su malvada actitud y sus malas intenciones con boicotear lo que encontrara. Ahora ¿Por qué quería mi libro?

—¿Qué pasa?

—Y-yo… yo sé quién es él. P-pero… —tomé los hombros de Fátima para suplicar ayuda—. ¡Y-yo no sé cómo llegar a Bastión Hueco! —dije mientras unas lágrimas se asomaban deseando salir.

[Suzume Mizuno]

—Y-yo… yo sé quién es él.

—¡Eso es fantástico! —exclamó Fátima, pero titubeó al ver que Exuy parecía incluso más desesperado que antes.

—P-pero… —de pronto le puso las manos en los hombros y Fátima, sorprendida, se puso tensa, mientras Harun se movía, inquieto, en la mesa. Exuy adoptó un tono suplicante y le soltó algo que no habría esperando oír viniendo precisamente del chico—:¡Y-yo no sé cómo llegar a Bastión Hueco! —y se le saltaron las lágrimas.

Fátima sacudió la cabeza, estupefacta. Era demasiada información de golpe para asimilarla sin más. Así que primero se centró en Exuy; al verle llorar se le encogió el corazón y extendió los brazos para apretarle los hombros.

—Eh, tranquilo. Calma, no te preocupes, vamos a solucionar esto, ¿de acuerdo? —le dijo con toda la dulzura que fue capaz. Luego incluso, a pesar de que desde lo ocurrido en China era un poco reticente al contacto físico, se acercó y le abrazó suavemente mientras le daba una palmadita de consuelo en la espalda. En cuanto se separó le sonrió y dijo—:¿Mejor? A ver, explícame bien qué está pasando.

»¿A qué te refieres con llegar a Bastión Hueco? ¿Quién es ese moguri?

A medida que preguntaba, Fátima creyó empezar a hacerse una idea de lo que podía estar pasando, pero no estaba segura. Y tampoco quería pensar que tenía razón, porque eso significaría algo muy, muy desagradable.

Así que apretó la mano de Exuy, animándole a hablar, y escuchó con atención.

[Yuehito]

Fátima al momento tomó mis hombros logrando comprender lo acongojado que me encontraba. Las esperanzas las había perdido entre mi búsqueda y solo me quedaban las ganas de llorar, quizás de rabia, o tal vez de impotencia. Aquel libro era una parte de mi cuerpo.

—Eh, tranquilo. Calma, no te preocupes, vamos a solucionar esto, ¿de
acuerdo?

La voz de la chica parecía tan tranquilizadora y me sentí tan avergonzado en ese momento. Mis ojos tornaron un celeste brilloso donde las gotas de lágrimas se acumulaban en el sitio, y de inmediato deseaba ser ocultado para no mostrar mi cara de tristeza.

Como por adivinación, Fátima, me tomó entre sus brazos y me reposé en su pecho para desahogar lo que guardaba sintiendo los suaves golpecitos de consuelo. Me gustaba estar en ese lugar, me hacía estar tranquilo, la sentía cercana y no tenía miedo.

—Gracias, Fátima —dije mientras trataba de tranquilizar mis sollozos.

—¿Mejor? A ver, explícame bien qué está pasando.

—Está bien —dije acomodándome en la silla, invitando al dragoncito subir a mi regazo quien miraba atentamente lo que pasaba.

»¿A qué te refieres con llegar a Bastión Hueco? ¿Quién es ese moguri?

—El año pasado me tocó hacer una misión donde tenía que participar de árbitro en un partido de la mogupelota… Se supone que había una especie de conspiración detrás. La cabecilla de este mal era un Moguri que provenía de Bastión Hueco con el fin de boicotear el juego. Él había amenazado a un moguri amigo y a uno de los equipos para ensuciar las reglas… Pero pude darme cuenta de que algo iba mal y… evité sus planes, los planes de Kraspy. Así se llamaba él, de chasquilla azul y ropas negras.

>>Antes de que él partiera logré sacar información de dónde venía… Ese lugar era Bastión Hueco. Y ahora… el tiene mi libro… Tal vez se quiere vengar de mí… Fátima, ayúdame, por favor —tomé el animal entre mis brazos apretándole con intranquilidad por el hecho de que mi libro estaba en peligro—. ¿Puedo contar contigo?

[Suzume Mizuno]

Aliviada porque parecía mostrarse ahora más dueño de sí mismo, escuchó a Exuy asintiendo de tanto en tanto para indicarle que prestaba atención. A medida que hablaba iba frunciendo el ceño, pues sus sospechas se cumplían.

—Antes de que él partiera logré sacar información de dónde venía… Ese lugar era Bastión Hueco. Y ahora… el tiene mi libro… Tal vez se quiere vengar de mí… Fátima, ayúdame, por favor —cogió a Harun y lo apretó contra su pecho. El dragoncito se retorció al principio, asustado. Pero, al percibir la angustia del chico se quedó quieto y apoyó el hocico contra su pecho, mirándole a los ojos, como preguntándose qué le pasaría para estar tan triste—. ¿Puedo contar contigo?

Fátima se mordió el labio inferior. Su primer intención fue la de negarse tajantemente y convencer a Exuy de que aquello era una locura.

Pero al verlo tan destrozado, como si se fuera a desmoronar de un momento a otro, se calló las palabras. Aquel libro era realmente importante para él, había podido intuirlo durante la misión en Tierra de Dragones.

Y, sin embargo, la mera idea de aproximarse a Bastión Hueco le ponía los pelos de punta. ¡No sólo era que allí estuviera Ryota... Sino que estaba Andrei! Al pensar en el chico se le contrajo el estómago y sintió que la bilis le trepaba por la garganta.

Apartó la mirada para que Exuy no viera cómo se ponía pálida y se retorció los dedos, luchando entre la razón y las ganas de ayudar al pobre chico. ¿Cómo iba a negarse, cuando se lo estaba pidiendo directamente? Pero era una locura…

—Exuy —dijo entonces con firmeza—. ¿Estás… seguro de que ese Kraspy es de Bastión Hueco y que no puede haber ido a ningún otro sitio? Por ejemplo, a Ciudad de Paso, quién sabe, a lo mejor quería ven… —vender su libro, pero se mordió la lengua en el último segundo y se calló lo que iba a decir—. Quiero decir, ¿te das cuenta de que me pides que nos infiltremos en la base enemiga?

»¿Estás completamente seguro de que no nos vamos a jugar el cuello para que luego no esté allí?

Escuchó su respuesta y exhaló un suspiro. Luego sonrió, un poco a su pesar, y se puso en pie.

—Bueno, pues no perdamos tiempo.

Sabía que si ella se negaba, Exuy iría igualmente. Y no dejaría de reconcomerle la conciencia si permitía que el chico se fuera solo.

Así que le acompañaría. Aunque tuviera que enfrentarse al miedo de ver a Andrei de nuevo. Y, esta vez, en su territorio.

[Yuehito]

Al terminar de contar mi relato Fátima quedó pensativa por algunos minutos, como si la idea de ir a Bastion Hueco era un peligro innato. Luego de ver su rostro me quedé pensando si de verdad era buena idea ir a meter nuestras presencias en aquel lugar, si bien era una base enemiga, pero había uno que tenía algo que era mío y no estaba dispuesto a perderlo. Aún así, teniendo en mente ir de todas maneras, sabía que el partir solo sería un error fatal. Sólo dependía de mi compañera en ese momento.

—Exuy —dijo esperando ansiosamente sus palabras—. ¿Estás… seguro de que ese Kraspy es de Bastión Hueco y que no puede haber ido a ningún otro sitio? Por ejemplo, a Ciudad de Paso, quién sabe, a lo mejor quería ven…

—¡No! no, lo juro, es cierto lo que te digo. Él me lo dijo…

—Quiero decir, ¿te das cuenta de que me pides que nos infiltremos en la base enemiga?

—Fátima… lo sé… lo sé, y es por eso que quiero ir… no puedo dejar que se salga con la suya. ¡Kraspy tiene que devolver lo que es mío! ¿Tú sabes lo que es perder algo que amas?

En su suspiro dejé caer todas mis esperanzas cerrando los ojos para escuchar su sí de respuesta. Y fue cuando mis deseos se concibieron por las palabras de la chica.

—Bueno, pues no perdamos tiempo.

La miré dejando demostrar un rostro de felicidad que inundaba mi interior y tomando su mano la guié hasta fuera mientras aún sostenía con la otra al pequeño dragón. Fue en ese instante cuando me entró la duda sobre el nombre del diminuto ser y pregunté:
—¿Cuál es su nombre?

Cuando llegamos a los jardines miré a Fátima con una mirada de convicción mientras secaba mis últimas lágrimas y devolviendo la criatura a Fátima esperé a que ella invocara su glider para posteriormente seguir su camino en busca de mi preciado libro.

[Suzume Mizuno]

Fátima se sintió un poquito mejor cuando Exuy sonrió de esa manera y se dijo que, al menos, iban a hacer una locura por una buena acción.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó, refiriéndose al dragón.

La chica sonrió, tendiendo una mano al frente para que el animalito trepara por su brazo y se acomodara en torno a su cuello, su lugar favorito. Sin embargo, para su sorpresa, decidió quedarse con Exuy, sobre su hombro, y restregó la cabecita contra la mejilla del joven.

—Harun. Vaya, parece que te ha cogido cariño —rió—. Bueno, que nos acompañe hasta el jardín

Mientras se dirigían al vestíbulo, Fátima no dejaba de darle vueltas a cómo iban a apañárselas para encontrar a un moguri en un sitio tan grande. Pero como Exuy parecía muy entretenido en jugar con Harun —que abría la boca y trataba de mordisquearle juguetonamente los dedos— no preguntó. Además, estaba más concentrada en no mostrarse demasiado preocupada. Se decía que era lo suficientemente fuerte para proteger a Exuy, siempre que no se encontraran a un Maestro de Bastión Hueco. Pero, casi con seguridad, tendrían que entrar al castillo, ¿verdad?

Cuando Exuy invocó su glider, le tendió a Harun y Fátima salió de sus ensoñaciones.

—Bueno, enano, llegó el momento de volverse a la habitación —dijo, rascándole detrás de una oreja.

Harun, sin embargo, se enrolló en torno a su brazo y le clavó las uñas, lanzando un bufido furibundo.

—Ah, no. No. Vas a quedarte, amiguito —sabía que el dragón estaba enfadado con ella porque había desaparecido muy a menudo y cada vez con más frecuencia pero, ¡no podía llevárselo precisamente a Bastión Hueco!

Harun siseó como un gato y de los extremos de su boca comenzaron a salir hilillos de humo. Fátima frunció el ceño y se preguntó si debería darle un capirotazo en la nariz para hacerlo entrar en razón: no sería la primera vez.
Pero algo le decía que ese día iban a encontrar sus sábanas chamuscadas otra vez.

Entonces miró a Exuy y tuvo una revelación.

—¡Ya está! —dijo con el corazón acelerado—. ¡Harun podría buscar tu libro por el olor!

Harun tenía un extraordinario olfato que le permitía seguir algún pajarillo o lagartija concreta que había marcado como presa y cazarla con sus pequeños dientes. Teniendo a Exuy a su lado, el dragón podía reconocer su olor con su facilidad y tratar de rastrear la zona.

¡Y si resultaba que el libro estaba dentro del castillo, Fátima podía intentar hacer entrar a Exuy en razón! No creía que ni él deseara entrar en aquel lúgubre lugar…

****

Por una vez, el viaje en glider se le hizo extraordinariamente corto. No dejaba de intentar tragar saliva para relajarse, a pesar de que sus miembros estaban agarrotados y que sus dedos se cerraban como garras sobre los mandos de su transporte. Era una locura. ¡Una locura! ¡Y encima llevaba a Harun! Nunca se lo perdonaría si a él o a Exuy les pasaba algo malo.

«Si el libro no está cerca, me los llevaré aunque sea a la fuerza» se dijo con decisión.

Pero primero tenían al menos que echar un vistazo o Exuy nunca se quedaría tranquilo.
Cuando el mundo apareció en la distancia, Fátima apretó los dientes y suavizó el ritmo: no debían llamar la atención bajo ningún concepto.

Aterrizaron no demasiado lejos del castillo: su triste forma resaltaba a lo lejos y le produjo un escalofrío a Fátima. La ciudad, rodeada por un muro, parecía triste, muerta. Pero quién sabía si habría alguien en ella.

—Bien, Harun, hora de tu primer trabajo —comentó, deshaciéndose de su armadura y extendiendo la mano para que el animal flotara graciosamente hacia Exuy y lo olfateara.

Por favor, que no estuviera muy lejos.

[Yuehito]

Me gustaba Tener al animalito cerca de mí porque me entregaba confianza y apoyo. También me agradaba el hecho de recibir sus caricias dragónica que me hacían retorcer el rostro por las inocentes cosquillas que provocaba. Algo muy simpático para mí.

—Ah, no. No. Vas a quedarte, amiguito

En ese instante quería que el animal nos acompañara, ya que por lo poco que nos conocíamos me había encariñado con el dragón. Independiente si nos ayudara o no.
Miré un tanto apenado el hecho de que lo dejáramos solo en Tierra de Partida, además que confiaba que él también nos podía ayudar en la búsqueda. Toda ayuda me era bien recibida en esos instantes.

—¡Ya está! —dijo Fátima observando mi rostro, como si mi cara le hubiese dado la respuesta—. ¡Harun podría buscar tu libro por el olor!

—¡Increíble! Harun te lo agradeceré con el alma —sonreí.

Las esperanzas y las ansias por ir a la búsqueda florecían en los últimos momentos haciéndome sentir un tanto seguro de que lo lograríamos. Si esto llegara a pasar no sabría cómo agradecer lo asistido, pero de todas formas buscaría la recompensa. Era una autopromesa a hacer.
***

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A la llegada a Bastion Hueco intenté retomar el recorrido en mi mente en caso de necesitar volver. Pero obviamente tenía muy claro que venir a estos lugares no era cosa de sabios, más bien era caer en una trampa a la cual salvarse sería difícil.
Al guardar nuestros transportes, aterrizamos cerca de los muros dispuestos a entrar. Con cautela y sigilo, un paso en falso y nos arrepentiríamos por el resto de nuestras vidas. Agudicé toda mi atención para ir lo más atento a las cosas aunque no podía quedar tranquilo con el rostro de Fátima que parecía ocultar algo. En cierto modo me ponía un tanto nervioso y tenía dudas.

—Bien, Harun, hora de tu primer trabajo —El animal se subió a mi hombro para hacer su trabajo y partir la misión. Pero aún quedaban cosas que aclarar.

—Fátima… hay algo… del cual evitas venir, d-digo p-por tu rostro… un tanto… ¿tu me entiendes no?

[Suzume Mizuno]

—Fátima… hay algo… del cual evitas venir, d-digo p-por tu rostro… un tanto… ¿tu me entiendes no?

Al principio Fátima no respondió, concentrada en observar a Harun y en asegurarse de que reconocía bien el olor de Exuy. Pero como el silencio se extendía, comprendió que Exuy quería una respuesta. Sonrió de medio lado con algo de amargura. Era increíble, ¿tan evidente era? Creía que podía actuar mejor.

—No es que me guste demasiado la idea de venir a este lugar, Exuy. No necesito un motivo personal para querer evitar Bastión Hueco, aparte de que son nuestros rivales… —suspiró—. Pero sí que tengo un motivo. En Tierra de Dragones pasó… algo… desagradable con Andrei —cerró los ojos y se frotó un brazo, intentando con todas sus fuerzas apartar las imágenes que asaltaban su mente.

No, no iba a pensar en eso. No iba a hacerlo. Tenía que superarlo de una maldita vez.

Pero de sólo recordar las palabras de Andrei se le irritaron los ojos y se pasó una mano por el cuello con una mueca de asco, con la sensación de que el maldito Maestro volvía a susurrarle al oído.

Con la boca del estómago cerrada y unas horribles ganas de vomitar, Fátima se obligó a tragar saliva y cogió a Harun con algo de brusquedad. El dragón protestó pegándole un mordisco en un dedo, pero Fátima hizo caso omiso.

—Perdona, Exuy. No es un tema del que me guste hablar. Sólo te pido que tengas cuidado. Y si vemos a alguien… Salimos corriendo, ¿de acuerdo? No podemos arriesgarnos a enfrentarnos directamente a ellos en su territorio —y recordó la impotencia que había sentido cuando intentaba que Andrei la soltara.

Al final había dado igual cuánto tiempo invirtió en su entrenamiento. Siempre iban por delante, siempre tenían más cartas que jugar contra ellos.

Harun, percibiendo que pasaba algo malo, dejó de intentar clavarle los dientes hasta el hueso y le pasó la lengua por las pequeñas heridas del pulgar. Fátima le acarició distraídamente, sin apartar la vista del siniestro castillo, y dijo:

—Venga, vamos. No perdamos más tiempo —y dirigió una sonrisa forzada a Exuy—. Hay que encontrar tu libro

****

Sin permitir que se alejara más que un par de metros de ella, Harun volaba culebreando elegantemente en el aire a través de las calles del pueblo abandonado. Fátima se preguntaba cómo habría sido todo aquello antes de la caída del mundo…

Hacía frío, por culpa del agua congelada, y sus pasos resonaban con un eco que le ponía los pelos de punta. Tenía la sensación de que les espiaban y no dejaba de lanzar miradas nerviosas a su alrededor, preguntándose si no sería más inteligente invocar la Llave Espada, aunque sólo fuera para sentirse más segura.

De pronto, Harun lanzó un pequeño rugidito y se precipitó hacia una de las casas.

—¡Harun! —siseó Fátima, tan bajo que apenas se escuchó a sí misma.

Pero Harun tenía muy buen oído y frenó en el aire para mirarla con las orejas bajadas. Fátima hizo un gesto imperioso para que volviera y el dragón, un poco a regañadientes, regresó a los brazos de su ama.

—Puede ser que esté ahí dentro, Exuy. ¿Tu amiguito es rápido? —susurró.

Si era necesario, le lanzaría algún hechizo para evitar que se escapara.

Aunque, la verdad…

—Vayamos con cuidado. Y no hagamos nada de ruido —indicó, hablando todo lo bajo que era capaz.

[Yuehito]

—No es que me guste demasiado la idea de venir a este lugar, Exuy. No necesito un motivo personal para querer evitar Bastión Hueco, aparte de que son nuestros rivales…

—Nunca pensé que los de Bastion Hueco fueran tan macabros, se que son peligrosos pero…

—Pero sí que tengo un motivo. En Tierra de Dragones pasó… algo… desagradable con Andrei.

—¿Andrei?

Demostró que la pregunta era un tanto agria y deduje que ambos no habían pasado grata experiencia. De todas formas no iba a ondear en el asunto si a Fátima sentía desagrado con el tema.
Mi compañera sacó a Harun de mi lado con un movimiento brusco demostrando pensar aún en el hecho de su mente. La miré un tanto preocupado y vino a mi un deseo de poder sacar esa amargura de Fátima, algo así como poder ayudar en lo que podía.

—Perdona, Exuy. No es un tema del que me guste hablar. Sólo te pido que tengas cuidado. Y si vemos a alguien… Salimos corriendo, ¿de acuerdo? No podemos arriesgarnos a enfrentarnos directamente a ellos en su territorio

—De acuerdo —dije alzando ambas manos brindando una gran sonrisa intentando despejar el mal recuerdo.

—Venga, vamos. No perdamos más tiempo. Hay que encontrar tu libro

Y comenzamos la búsqueda.

Nos adentramos por el pueblo teniendo a su lindo dragón blanco guiándonos por pasillos. Entonces el animal percibió una pista en una de las casas del lugar, un tanto enojado y casi precipitado. Pero gracias al dominio de Fátima este pudo frenar y alcanzar a meditar lo que pasaba e inmediatamente deduje que podía encontrar la presencia de Krapsy dentro. No pude evitar sentir la sensación de susto y ansiedad de querer arrebatar lo que buscábamos, pero mantuve mi mente serena actuando de la forma más prudente junto a mi compañera.

—Puede ser que esté ahí dentro, Exuy. ¿Tu amiguito es rápido?

—Tiene un vuelo muy rápido. Pero en cierto modo si tenemos cuidado podemos ocultar nuestra existencia sin que nos note… Intentemos ver lo que hay en el lugar…

—Vayamos con cuidado. Y no hagamos nada de ruido

—Entendido… podemos mirar desde la ventana de allí —apunté a la parte lateral de la casa, pensando así evitar que nos vieran desde afuera y también adentro.

Lentamente me acerqué al lugar y alzando minuciosamente mis ojos a la ventana logré ver la sala vacía. Volví la mirada a Fátima y moviendo mi dedo indiqué un “no”, insinuando que el moguri no se encontraba dentro. Volví a agachar para acercarme a Harun y susurrar a su oído.

—¿Estás seguro Harun? —musité.

Antes que me respondiera, un sonido del cerrar de una puerta se escuchó en el pasillo. Quedé mirando asustado a Fátima por sentir miedo a ser encontrados. Me arrinconé hacia la pared, intentando camuflar mi rastro y vimos aparecer a Kraspy cargando mi libro, desconociendo al lugar donde se dirigía. Si bien Harun tenía toda la razón en la ubicación del objeto, y admiraba sus capacidades, pero lo que no logramos percibir fue que el moguri estaba listo a salir de su tienda. Si hubiésemos estado un rato la historia habría sido diferente.

Di unas palmaditas a la cabeza del dragón cediendo una sonrisa de recompensa y de mi boca module un “gracias” sin emitir sonido alguno.
—¿Le seguimos? —Pregunté un tanto ansioso a Fátima.

[Suzume Mizuno]

—¿Estás seguro Harun?

El dragón emitió un sonido profundo, casi un resoplido, y sacudió los pequeños bigotes, como si la mera posibilidad de haberse equivocado fuera inaudita. Pero estaba claro que el moguri no se encontraba en el interior de la casa. Aun así, era posible que hubiera pasado por aquel lugar hacía poco. Quizá deberían entrar a investigar y…

En ese momento escucharon el golpe de una puerta al cerrarse. Tensos, se agacharon y miraron a su alrededor con nerviosismo. El corazón de Fátima se le subió a la garganta y se preparó para lanzar un hechizo.

Sin embargo, consiguió contenerse, ¡y menos mal! Asomada a un callejón, vio la figura del mismo moguri con el que se había chocado hacía un par de días. Cargaba con un libro casi tan grande como él y parecía, o eso le pareció, inquieto.

—¿Le seguimos? —inquirió Exuy, denotando ansiedad en la voz.

Fátima se mordió el labio inferior. Podían intentar capturarle, pero si no eran lo suficientemente rápidos, se les escaparía y los moguris podían ser endiabladamente rápidos. Además, ¿y si al intentar defenderse dañaba el libro?

Asintió y le hizo un gesto a Exuy: tenían que moverse por calles paralelas a Kraspy para que no les viera.

—No lo pierdas —susurró a Harun.

El animalito, como respuesta, hincó las uñas en su hombro y clavó los ojos en la dirección en la que había desaparecido el moguri, dilatando las aletas de la hocico. Satisfecha, Fátima echó a correr, mirando a Exuy para que no se quedara atrás.

Para ser una ciudad abandonada, muchos de los caminos estaban intransitables, con basura, rocas o restos de las casas por el camino. En más de una ocasión tuvieron que callejear para poder continuar su camino o trepar a un tejado, intentando no hacer ruido. El momento más tenso fue cuando tuvieron que cruzar la calle por detrás de Kraspy para continuar por los edificios de enfrente, pues el camino que seguían se había vuelto impracticable.

A medida que avanzaban, Fátima se asustaba cada vez más y más. No hacía falta tener dos dedos de frente para ver hacia dónde se dirigía Kraspy: el castillo estaba cada vez más y más cerca.

Se volvió hacia Exuy y le siseó:

—¡Si se acerca demasiado al castillo tendremos que atacarle! ¡No hay que dejar que nos vean!

¿En qué lío se había metido?

De pronto, Kraspy se metió dentro de una casa. Fátima miró a Exuy y suspiró, impaciente. Tendrían que esperar, a ver qué hacía el moguri. Cuando pasaron cerca de diez minutos no pudo contenerse más y, agachándose para que no se la viera desde la ventana, se acercó a la entrada y se asomó por una ventana sin cristal. Daba a un vestíbulo triste y oscuro, cubierto de polvo. La puerta que daba a un pasillo estaba abierta.

—Vamos, con cuidado—susurró, impulsándose con los brazos para subirse al alféizar y entrar, preocupándose de que no hubiera cristales. Tendió luego las manos para ayudar a Exuy.

Avanzaron por el vestíbulo, dejando una estela de huellas en el polvo, y se asomaron al pasillo. Una de las puertas estaba entreabierta. Rezando porque no hubiera ninguna tabla suelta, Fátima se acercó, acariciando a Harun con una mano para que se estuviera tranquilo, y, cuando se asomó, se encontró con que estaban en una especie de pequeña biblioteca.

No había nadie: sin embargo, se fijó en que había dos pequeñas huellas frente a una de las estanterías. Al acercarse, Harun saltó de su hombro y se puso a raspar la madera, gruñendo.

—¿Un pasadizo? —susurró Fátima, que se volvió hacia Exuy—. No se me ocurre otra cosa. Pero, ¿cómo lo abrimos?

[Yuehito]

Lo que más llamaba mi atención era como se mantenía vigente las casas semi estropeadas de Bastión Hueco. Un lugar lúgubre que me hacía sentir escalofríos cuando pasábamos a las orillas de las paredes, una sensación no muy agradable.

El caminar sin ser percibido no me fue muy difícil, si bien mi cuerpo era liviano pero también la práctica de ser un pequeño vagabundo en Villa crepúsculo me había dado cierta experiencia para escabullirme. Aunque no puedo negar que el escalar hasta los tejados me fue un tanto complicado, si no fuera por la ayuda de Fátima quizás hubiese perdido de vista a Kraspy. Qué más decir de Harun, su aporte nos venía anillo al dedo.

—¡Si se acerca demasiado al castillo tendremos que atacarle! ¡No hay que dejar que nos vean!

Solo asentí con la cabeza, sin embargo por dentro negaba cierta parte de enfrentarme con el moguri ya que éste era fuerte. Desconocía su nivel y su habilidad de controlar el espacio me ponía de pánico, más cuando sabía que él poseía mi libro.

Aun me seguía preguntando por qué el anhelo de tomar algo tan preciado a mí. Le hubiese sido mejor haber planeado algún ataque o quizás haber organizado otro boicot en Tierra de Partida. El moguri me ponía también los nervios de punta, y odiaba eso cada vez más.


Finalmente nuestra misión de espías se detuvo en una posada con índices de daños. Un tanto abandonada para ser específicos. Por lo que esperamos bastante tiempo sintiendo la ansiedad a flor de piel, mirando a cada minuto con unos ojos de curiosidad pero demostrando la mejor de mi prudencia. Mi compañera sabía más de estas cosas y solo tenía que seguir bajo su amparo.

Gracias a su ayuda, luego de un rato, logramos entrar, pero por lástima ya no había dicho personaje a quien seguir. Seguimos adentrándonos en la casa y sentí un tanto de frustración al ver que el moguri se había escapado. Pero gracias a la astucia de Harun notamos que había una dirección a la cual seguir.

—¿Un pasadizo? No se me ocurre otra cosa.

—Lo es, Fátima —dije tomando al dragón para apoyarlo en mi hombro y revisar el estante.

—Pero, ¿cómo lo abrimos?

Me quedé mirando a la dicha biblioteca donde posaban diferentes tipos de libros y lo primero que hice fue ver si en ellos estaba el mío. Por desgracia no había rastros ni tampoco parecía haber indicios de que algún libro haya sido sacado o puesto en su lugar. Intentando recordar comencé a dar algunos datos a Fátima para ayudarnos a pensar.

—El moguri tiene una habilidad de mover objetos ya que manipula el espacio… como Xefil. Pero… no hay huellas de movimientos en los libros… qué extraño.

Di la vuelta y comencé a revisar el cuarto. Me pude percatar la presencia de un espejo al opuesto, la ventana por donde habíamos entrado, un mueble con un florero en la esquina y una alfombra desgastada en el suelo.

Mi primera acción fue darme cuenta si había indicio de movimiento en algunas de estos objetos, pero mi búsqueda fue nula. El ingenio de aquel moguri era de ser admirado, por lo que nos mantendría mucho rato pensando el cómo pasar al otro lado.

—Qué tal si… le echo un vistazo a estas cosas —mencionando a las cosas que yacían en la habitación.