[Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Encuentro de Bavol y Kai

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[Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Vie Abr 11, 2014 10:41 pm

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Cronología:

18 de agosto
Bavol: Encuentro Cosas de niños > Encuentro Dulces Prejuicios > Encuentro Déjà vu
Kai: Prólogo Invasores > Encuentro Dulces Prejuicios



Ya habían pasado un par de días desde que Kai Sheng, descendiente de un clan de guerreros en la Tierra de Dragones, fue reclutado como Caballero de la Llave Espada. Al estar acostumbrado a entrenarse todos los días, pensaba que no le costaría mucho adaptarse a su nueva vida, aunque también estaba el tema de los otros aprendices.

Como único discípulo de su abuelo, siempre había entrenado solo, y le costaba reconocer que se sentía un poco nervioso a la hora de presentarse a los otros discípulos de los maestros de Tierra de Partida. Quería dar una buena impresión a los maestros, pero también a sus futuros compañeros.

Aquel día, Kai optó por investigar un poco las instalaciones del castillo con la escusa de encontrarse con algún aprendiz que deambulase por los pasillos y darse a conocer. Por desgracia, el joven aún no se orientaba muy bien por el castillo y acabó en una de las instalaciones en la que pocos aprendices encontraría: las cocinas.

Allí solo encontró a un puñado de moguris, criaturas que se encargaban de casi todas las labores domésticas del castillo, yendo de un lado a otro. El aprendiz, decepcionado por sus pésimas dotes de orientación, vio que allí no pintaba mucho y prefirió irse a otra parte. Pero antes de abandonar las cocinas…

¡Que desastre! ¡¿Cómo ha podido ocurrir tal calamidad, kupó?!

Un grupo de tres moguris que parecían discutir sobre algo llamó la atención de Kai. Dos de ellos intentaban calmar al tercero que había estado pegando los gritos. El chico, intrigado, se acerco al trío de moguris.

¿Ha ocurrido algo? —preguntó Kai.

Los tres moguris dirigieron la mirada al chico al unísono.

¡¿Que si ha ocurrido algo, kupó?! —el moguri que parecía estar mas alterado se aproximó a la cara de Kai tanto que el joven tuvo que arquear la espalda para que hubiese una distancia mínima—. ¡Te diré lo que ha ocurrido, kupó! ¡¡una catástrofe!!

Nos… nos han robado la tarta, kupó —dijo uno de los moguris desanimado.

Espera ¿estáis montando este alboroto por una tarta?

¡No por una tarta, kupó! ¡LA tarta! —rectificó el moguri—. Una belleza de cinco pisos formada de nata y fresa, kupó.

Iba a ser el postre del menú de hoy, kupó, pero… algún desalmado ha aprovechado un despiste nuestro y se la ha llevado en menos que canta un gallo, kupó.

Mientras los moguris se lamentaban, Kai intentaba imaginarse semejante mastodonte de repostería. Le costaba creerse que alguien hubiese robado algo tan grande sin que nadie se diese cuenta.

¿Y nadie ha visto al sospechoso llevarse la tarta? —indagó Kai en el asunto.

Otro compañero moguri pudo ver al culpable, kupó —respondió uno de los moguris—. Nosotros estábamos en la despensa. Entonces oímos a alguien gritar “¡Al ladrón, kupó!” y para cuando salimos a ver que había pasado, la tarta no estaba.
>>De nuestro compañero no sabemos nada, kupó. Aún no ha aparecido y el resto de los moguris no lo han visto por ninguna parte, kupó.


Como el chef se entere de que nos han robado la tarta delante de nuestras narices nos cae la del pulpo, kupó…

Esta bien, esta bien, no tengamos esos ánimos —alentó el joven—. De momento tenemos a un misterioso ladrón de tartas y el único testigo que hay se encuentra en paradero desconocido —el aprendiz se llevó la mano al mentón—. Ahora que lo pienso ¿es la primera vez que os roban en la cocina?

Al lanzar aquella pregunta al aire, los tres moguris reaccionaron al unísono.

¡Eso es, kupó! ¡seguro que ha sido el niño de la última vez, kupó!

¿Un niño? —Kai arqueó la ceja ante la idea de que un niño fuese el culpable.

Así es, kupó —afirmó uno de los moguris—. El otro día, un niño de piel morena y pelo negro nos engañó para que saliésemos de la cocina y aprovechó para birlarnos un par de pastelitos, kupó.

Creo que se llamaba… ¡Bavol! ¡Eso es, kupó!

Así que Bavol… —musitó Kai—. ¿Y ha pasado de robar un par de dulces del tamaño de un puño a una tarta del tamaño de un dragón?

No ha podido ser otro, kupó. El pequeño gamberro ya tiene antecedentes —justificó el moguri.

Nosotros no podemos ir en su búsqueda, kupó. Tenemos mucho que hacer. —negó el moguri con la cabeza—. Así que te toca a ti cazarlo u hoy no hay postre, kupó.

El aprendiz suspiró y dejó caer las manos sobre sus caderas. El que un niño pequeño hurtase un par de pasteles le parecía, simplemente, cosas de niños. Pero dejar a un castillo entero sin postre ya se trataba de una gamberrada mayor.

Está bien, iré a hablar con ese tal Bavol.

El joven Sheng se ajustó la bufanda y salió de la cocina para empezar con la búsqueda del principal sospechoso.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Sab Abr 12, 2014 7:43 pm

Todo acto tiene consecuencias.

Era una importante lección que Bavol había aprendido aquel día. Aquella pequeña travesura parecía que no iba a quedar impune. Las miradas de aquellos moguris, los comentarios de algunos comentarios, la terrible bronca que tanto estaba evitando... Era demasiado para él, la vida del criminal no estaba hecha para él, al menos no en Tierra de Partida. Y sin embargo, tenía que seguir adelante, ya no podía dar marcha atrás.

Avanzaba todo lo rápido que podía por los pasillos de Tierra de Partida con la cabeza agachada intentando que no lo reconocieran. Llevaba la capa atada al cuello y con la capucha echada, nadie debía de reconocerle. Bajo los pliegues de su manto llevaba una cesta con un interesante contenido que desprendía un dulzón olor que atraería a mucho. El chico estaba corriendo un gran riesgo al llevarlo consigo; sin embargo, era imprescindible que transportara aquel paquete hasta su objetivo sin que nadie le interceptara.

No pudo evitar girar la cabeza al pasar junto al pasillo que llevaba a la cocina, el lugar donde toda aquella historia había empezado. Suspiró levemente, ojalá hubiese pensado mejor lo que hacía, así no habría llegado hasta ese punto.

De pronto, escuchó las voces de unos moguris alterados provenientes desde la cocina. Se preguntó atemorizado si tendría algo que ver con él, de manera que afinó el oído. Pese a todo el empeño que le puso, el pequeño gitano no logró escuchar nada, por lo que decidió acercarse lentamente a la habitación.

No debió hacerlo, de nuevo su imprudencia le iba a jugar una mala pasada. Un joven chico con una llamativa bufanda naranja salió de la cocina con los grititos de los moguris sonando a sus espaldas. Rápidamente, asustado, Bavol dirigió una mirada preocupada a la cesta, la cual había dejado por accidente al descubierto mientras se acercaba a la cocina, y después volvió a mirar a aquel joven. Aquel chico le acababa de descubrir, así que no tenía más remedio que huir. Se dio la vuelta tan rápido como pudo y comenzó a correr con todas sus fuerzas.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Dom Abr 13, 2014 1:27 pm

La idea de buscar a un niño acusado de hurto por todo el castillo no es que resultase muy alentador. Sobretodo cuando la intención de Kai aquel día era conocer a los otros aprendices, y no perseguirlos como si se tratasen de vulgares criminales. No le gustaba, pero tenía que hacerlo.

En su mundo, la guerra había destrozado muchísimas vidas, y no fueron pocos los que se habían visto obligados a robar para llevarse un mero mendrugo de pan a la boca y poder sobrevivir. Pero en un sitio como la Tierra de Partida, actos de ese calibre no tenían justificación alguna. La comida allí no era problema alguno, pero… ¿entonces por qué robar? ¿Acaso el culpable lo hizo por llamar la atención? ¿fastidiar a los otros aprendices? O simplemente… ¿por avaricia?

Fuese el motivo que fuese, el joven aprendiz iba a encontrar a aquel niño para saber si realmente fue él el culpable y por qué lo hizo. Estaba dispuesto a mirar hasta el último rincón del castillo para encontrarle.

Aunque, por motivos que solo el destino sabe, en cuanto Kai salió de la cocina, lo primero que se presentó en su rango de visión fue un pequeño jovenzuelo cubierto por un manto que aferraba con temor una cestita. La capa dificultaba reconocerle, pero se podía distinguir su tez morena y cabello oscuro, igual que la descripción que le habían dado los moguris. Y para rematar, lo que había en el interior de la cesta que tanto intentaba proteger el chico no eran nada más y nada menos que unos pastelillos.

El pequeño miró atemorizado a Kai. Su secreto había salido a la luz. Al joven Sheng solo le quedaba comprobar si el chico que tenía delante era a quien buscaba.

¿Eres tú Bavol?

Pero el niño no respondió. Solo se dio la vuelta y salió disparado hacia el interior del castillo.

¡O-oye, espera!

Kai chasqueó la lengua. No le quedó más remedio que empezar a correr detrás de él y esperar alguna respuesta en cuanto le pillase. Cosa que le iba a resultar más difícil de lo que pensaba. El pequeño era rápido, y parecía que ya estaba acostumbrado a tener que huir para salvar su pellejo. El laberinto que formaban los innumerables pasillos del castillo no es que ayudase mucho al aprendiz, ya que en más de una ocasión habría perdido de vista al niño de no ser por las carreras que se pegaba en los bosques de su hogar como parte de su entrenamiento.

Finalmente, el joven comenzó a ganarle terreno al pequeño prófugo y, de un salto, cayó encima de este. El pequeñajo soltó la cestita, que acabó deslizándose por el suelo a unos cuantos metros de distancia.

Muy bien, jovencito, va siendo hora de que me des un par de respuestas —Kai se incorporó un poco para quitarse de encima del pequeño, pero siguió apresándolo por los hombros para que no intentase volver a huir—. Lo primero, ya me estás diciendo a donde ibas con esos pasteles; y segundo… ¿Qué sabes acerca de una tarta enorme de nata y fresa que ha desaparecido de la cocina?
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Lun Abr 14, 2014 4:02 pm

¡O-oye, espera!

No, no estaba dispuesto a esperar, a tener que dar explicaciones, había cometido un error acercándose al lugar del crimen de nuevo. No podía permitir que nadie le impidiera hacer lo que planeaba y menos si estaba aparentemente compinchado con los moguris.

No era la primera vez que huía, lo había hecho miles de veces en su mundo natal, así que no tendría que ser difícil zafarse del chaval de la bufanda naranja. Era cierto que todavía no se había aprendido el mapa de Tierra de Partida e iba pasando de un pasillo de otro al azar, pero al fin y al cabo lo importante ahora mismo era librarse del chico.

Tras un buen rato corriendo sin parar, echó la vista atrás para ver si todavía le estaba siguiente y contempló una figura muy cerca en el aire que se le iba a tirar encima. Al verlo se quedó inmóvil, ¿cómo era posible que le hubiese alcanzado? El chico cayó encima deteniendo finalmente su huida, lo que provocó que soltara la cesta y volara un poco lejos del gitano.

Quítate de encima, por favor. Me estás aplastando. —rogó Bavol un tanto asfixiado.

Muy bien, jovencito, va siendo hora de que me des un par de respuestas

El joven de la bufanda naranja se quitó de encima, pero continuaba agarrándolo por los hombros intentando evitar que se escapara. Bavol le miró de arriba abajo con un poco de desdén mientras analizaba a su captor se y preguntaba qué tendría que ver él con sus problemas con los moguris.

Lo primero, ya me estás diciendo a donde ibas con esos pasteles; y segundo… ¿Qué sabes acerca de una tarta enorme de nata y fresa que ha desaparecido de la cocina?

Oh, no, había descubierto que transportaba pasteles en aquella cesta. No podía permitir que se los quitara y tampoco podía darle explicaciones, por lo menos de momento hasta que cumpliera con su objetivo. Si no estaba dispuesto a soltarle por las buenas como parecía, tendría inevitablemente que hacerle algo de daño.

Observó detenidamente la bufanda que llevaba alrededor del cuello, quizás si quemara aquella prenda con un Piro lo tendría entretenido el suficiente tiempo… Aunque a lo mejor jugar con fuego era demasiado peligroso, tampoco es que quisiera matarlo. Quizás algo menos letal…

Lo siento, pero no tengo nada que explicarte… —contestó Bavol

De pronto, se escuchó un sonido metálico que reveló que el gitano había invocado su Llave Espada y sin levantar los brazos, dado que le tenía sujeto por los hombros, le apuntó a la entrepierna para después conjurar:

¡Perla!

Cuando la bola de luz impactara contra aquella sensible zona masculina y esperando que el muchacho se contrajera de dolor liberándole de su agarre, saldría corriendo hacia la cesta para cogerla y así posteriormente poder reiniciar su huida.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Lun Abr 14, 2014 11:00 pm

Lo siento, pero no tengo nada que explicarte…

Aquel sonido metálico que escuchó Kai le resultó bastante familiar. El niño moreno invocó el arma característica de aquel mundo: la Llave Espada. Era obvio que, con aquel gesto, no estaba dispuesto a soltar prenda. El chaval, sin pensárselo dos veces, apuntó con el arma a la entrepierna de su captor y…

¡Perla!

La esfera de luz brotó de la punta de la Llave, y cuando esta impactó, los ojos de Kai casi se salieron de sus órbitas.

Dolor. Un dolor que ni el hombre más resistente habría podido soportar. El joven no gritó de agonía, pero sí que apretó los dientes con tal fuerza que habría sido capaz de partir una nuez. Por puro acto reflejo, se llevó las manos a la zona que vilmente había sido acribillada y dejó caer sus rodillas contra el suelo.

Claro, se imaginaba que el niño podría oponer resistencia, pero en ningún momento se le llegó a pasar por la cabeza que fuese a usar la magia, arte con la que había iniciado su aprendizaje hace poco y que aún necesitaba pulir. El hechizo que había usado el pequeño ya lo conocía de antemano por parte de su maestro y, obviamente, su versión era menos potente que la de su tutor. Si se hubiese tratado del hechizo Perla que Ronin usó en su mundo para destruir a un Sincorazón de un plumazo, las consecuencias habrían sido catastróficas.

El niño se había librado del agarre de Kai, por lo que aprovechó para salir pitando a por su preciada cesta y abandonar aquel lugar de inmediato. Pero en cuanto puso las manos encima de su aclamada posesión, lo escucho. El mismo sonido metálico que había anunciado la llegada de la llave Espada a las manos de su portador, solo que, en este caso, no se trataba de su arma.

Es de mala educación dejar una conversación a medias.

Si el chico se daba la vuelta, podría ver a su persecutor en pié, blandiendo su propia Llave Espada. A pesar de que aún sufría un terrible calambre en su entrepierna, Kai, con una expresión tan seria como la que le había visto muchas veces a su abuelo, no vaciló y se aproximó con paso firme hacia su agresor.

Te lo volveré a preguntar: ¿A dónde ibas con esos pasteles y que sabes acerca de la tarta que te he mencionado antes?

No se esperaba que el pequeño fuese a colaborar tan fácilmente por como había actuado antes, por lo que alzó su Llave Espada y la colocó delante suya con el fin de bloquear o desviar cualquier otro hechizo que le lanzase el chico moreno.

Aquel niño se había topado con algo que ni el propio Zhao pudo remediar y de lo que no podría librarse tan fácilmente: La testarudez de los Sheng que había heredado por parte de su madre.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Sab Abr 19, 2014 5:40 pm

Es de mala educación dejar una conversación a medias.

El tono con el que dijo aquellas palabras inquietó al gitano, demasiado serio, aunque teniendo en cuenta el doloroso golpe que acababa de recibir era comprensible aquel enfado. Bavol giró la cabeza para ver el estado de su perseguidor y observó cómo el chaval continuaba de pie empuñando ahora también su propia Llave Espada.

Te lo volveré a preguntar: ¿A dónde ibas con esos pasteles y que sabes acerca de la tarta que te he mencionado antes?

El joven de la bufanda naranja se le acercaba con paso decidido (o por lo menos tan decidido como podía ser un hombre después de semejante golpe en la entrepierna) y con su Llave Espada preparada para resistir cualquier nuevo ataque que le pudiera lanzar.

Bavol chasqueó la lengua, por qué tenía que ser tan pesado con él aquel desconocido. No quería hacerle más daño, no le gustaba tener que luchar y menos con un pobre Aprendiz que seguramente estaría obedeciendo las indicaciones de los moguris de la cocina; sin embargo, no podía permitir que le quitara aquella cesta de ninguna de las maneras posibles. Quizás si se pegara un último golpe, le quedaría claro que debía de dejarlo en paz.

Volvió la cabeza de nuevo hacia el pasillo por el que iba de huir en busca de algo que le sirviera. Se percató de las escaleras que las escaleras que había al fondo… puede que fueran justo lo que necesitaran, aunque si el chico no tenía cuidado el golpe podía ser bastante duro, así que decidió que lo mejor era lanzar una última advertencia.

No te conozco y no te quiero hacer más daño, así que déjame en paz o no voy a tener más remedio que lastimarte — advirtió Bavol apuntándole con su Llave Espada.

Solamente estaba dispuesto a parar si el chico se rendía y le dejaba marchar, de lo contrario no tenía más remedio que poner en marcha su improvisado plan.

Saldría corriendo a las escaleras y en el último momento se giraría para conjurar un hechizo Aqua hacia el suelo. Después se echaría a un lado, ya que el joven de la bufanda naranja seguramente se resbalaría con el agua y caería escaleras abajo. Tras semejante golpe, se le quitarían todas las ganas de seguir persiguiéndolo.

Nada podía salir mal.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Mar Abr 22, 2014 8:44 pm

La advertencia de Kai pareció tener algo de efecto en el niño, quien vaciló durante unos instantes al no salir corriendo a la primera de cambio. El aprendiz se iba aproximando paso a paso a su objetivo con la Llave Espada en mano. De pronto, el chico moreno optó por tomar cartas en el asunto y volver a apuntar su arma hacia Kai.

No te conozco y no te quiero hacer más daño, así que déjame en paz o no voy a tener más remedio que lastimarte.

Aquella amenaza se lo dejó bastante claro. El niño estaba decidido a luchar. Normalmente, cualquier ladronzuelo optaría por seguir huyendo con el fin de evitar toda confrontación, y si eso significaba tener que abandonar el botín para salvar su pellejo, lo haría sin dudarlo. Les preocupa más el salir ilesos que asegurar su caza.

Pero el pequeño no quería eso, iba a darlo todo con tal de proteger aquella cestita con pasteles. Kai ya se estaba imaginando que el niño que tenía delante no era un simple gamberro que se dedicaba a ir hurtando por ahí. Pero alguna razón de peso tendría para que no le quitasen de la mano la cesta con su preciado contenido.

El joven sonrió e imitó al chico del manto apuntándole con su Llave Espada. Quería comprobar hasta que punto estaba dispuesto a defender aquella cesta.

Entonces no te cortes. Te va a hacer falta más de un golpe “ahí” para deshacerte de mí.

No hubo ninguna ofensiva por parte del niño. Simplemente salió corriendo hacia las escaleras que había al final del pasillo. El joven Sheng no tuvo mas remedio que reiniciar la persecución e intentar pillar al pequeño prófugo. Aunque en este caso, el niño no se limitó solo a correr. En cuanto le vio darse la vuelta y alzar su Llave Espada, Kai reaccionó de inmediato cubriéndose con la suya propia.

Pero el pequeño torrente de agua que liberó el arma del niño no iba dirigido a él, sino al suelo… justo el que estaba pisando en ese momento.

El aprendiz hizo todo lo posible para mantener el equilibrio, pero no pudo evitar que se deslizase directo a las escaleras. El pequeño se hizo a un lado para que su víctima tuviese vía libre hacia la trampa que le había preparado.

<Tsk… ¿te crees que te voy a dejar que me descalabres?>

Antes de que fuese escaleras abajo por la fuerza de la inercia, Kai alargó el brazo hacia la barandilla para tener un punto de apoyo y subirse a ella. Si no le quedaba mas remedio que ir directo hacia abajo, prefería hacerlo deslizándose que golpeándose el cuerpo contra los escalones.

Pero mientras su brazo se dirigía hacia la barandilla, el joven tenía en mente otro objetivo que el pequeñazo de piel morena había dejado desprotegido. Alargando la otra extremidad que sostenía la Llave Espada, dirigió el arma hacia el asa de la cestita en manos del niño y, con un leve movimiento de muñeca, le arrebató de un tirón su preciada posesión.

Por otra parte, el descenso de Kai por la barandilla no acabó como él pensaba. Teniendo en cuenta que hizo todo lo posible para que la baranda no rozase aquella zona que aún le seguía escociendo, que solo tenía una mano libre para agarrarse a la barra y que ya de por sí bajaba a gran velocidad, no fue de extrañar que su aterrizaje fuese un poco forzoso y acabase rodando hasta darse contra una pared… eso si, la cestita y su contenido estaban intactos.

El aprendiz se tambaleó un poco al intentar levantarse y recogió la cesta que tenía justo al lado. Con su premio a la vista, se lo mostró al pequeño que aún seguía en lo alto de las escaleras.

¿Estás dispuesto a hablar ahora? —preguntó Kai mientras zarandeaba la cesta de un lado a otro.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Vie Abr 25, 2014 7:15 pm

El improvisado plan de Bavol debía de haber sido suficiente para librarse de su perseguidor; sin embargo, desconocía las impresionantes habilidades que poseía el joven de la bufanda naranja. Era evidente que los moguris habían buscado al mejor rastreador posible, había que tener bastante cuidado con esos malditos peluches alados.

Los acontecimientos ocurrieron demasiado rápido para los ojos del pequeño niño como para asimilarlos correctamente. Incrédulo observó cómo su perseguidor se deslizaba por la barandilla de la escalera y, para su sorpresa, llevaba la cesta consigo.

Pese a todas sus habilidades, el joven no pudo evitar llevarse finalmente un golpe contra la pared, oportunidad que iba a aprovechar para recuperar la cesta; no obstante, el joven se levantó entre pequeños tambaleos con la cesta bien agarrada.

¿Estás dispuesto a hablar ahora? —le preguntó el joven de la bufanda naranja moviendo la cesta triunfante como un auténtico cretino.

No era justo, no le parecía en absoluto nada justo, pero no tenía más remedio que negociar con él si quería salir lo más indemne posible. No iba a ser fácil. Bavol suspiró y se encogió de hombros antes de comenzar a bajar lentamente la escalera para acercarse más al joven. Como tampoco quería inquietarlo, mantuvo una distancia prudencial a la vez que levantaba las manos en señal de paz.

Qué remedio… vamos a hablar —contestó el gitano a duras penas—. Soy Bavol, pero si me has seguido, es que ya me conoces, ¿verdad? ¿Cómo te llamas?

Una vez le contestara, Bavol asintió para indicarle que le había entendido. Por un momento pensó en explicarle toda la situación y esperar que se apiadara de él; sin embargo, se dio cuenta de que era mejor no dar demasiada información por el momento. Primero, tenía que comprobar qué es lo que sabía su perseguidor y qué es lo que quería exactamente.

Venga, dime qué quieres. ¿Por qué persigues a alguien que no conoces de nada? — preguntó Bavol sin poder evitar un pequeño tono de falsa inocencia.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Mié Abr 30, 2014 12:14 am

El niño, al ver que no le quedaba ninguna otra opción posible, comenzó a bajar las escaleras mostrando en su cara resignación. Cuanto le quedaban unos pocos escalones para bajar del todo, alzó las manos al aire, como si diese a entender que no iba a intentar nada raro como las últimas veces.

Qué remedio… vamos a hablar —Kai suspiró, pensando que se habrían podido ahorrar todo este embrollo si se hubiese hablado desde el principio—. Soy Bavol, pero si me has seguido, es que ya me conoces, ¿verdad?

El aprendiz asintió con la cabeza. Por lo menos, no había estado persiguiendo al niño equivocado durante todo este tiempo. Lo último que le faltaba era meter en aquel lío a un pobre chaval que no tendría nada que ver.

¿Cómo te llamas?

Me llamo Kai Sheng, discípulo del Sensei… digo, Maestro Ronin —rectificó el joven al percatarse de que sería el único aprendiz que llamase de esa manera a su mentor—. Hace poco que me alisté en la Orden de los Caballeros de la Llave Espada.

El joven reparó en que el pequeño Bavol le miraba con algo de ansiedad e intentando poner cara de que no había roto un plato en su vida. Kai quería ser comprensivo con el niño y averiguar que sabía, pero que en ese momento intentase hacerse el inocente tras haberle atacado sin miramientos en sus partes íntimas e intentado tirarle por unas escaleras no ayudaba.

Venga, dime qué quieres. ¿Por qué persigues a alguien que no conoces de nada?

Kai arqueó la ceja, incrédulo de que el pequeño no supiese aún la razón de aquella catastrófica persecución cuando ya le había preguntado antes acerca de la desaparición de la tarta.

Prefirió dejar pasar el tema, ya que lo más probable fuese que, en cuanto mencionó la palabra “pasteles”, Bavol entró en pánico al ver que su secreto había sido descubierto y en lo único que estaría pensando sería en escapar de allí como fuese.

Está bien, Bavol, será mejor que te explique todo desde el principio —Kai se aclaró la garganta y apoyó su mano libre en la cadera—. Alguien se ha colado en las cocinas del castillo y ha robado una tarta enorme de nata y fresa que, supuestamente, iba a ser el postre de hoy.

>>Los moguris que estaban en la cocina no han visto al ladrón, pero… no han tardado mucho en culparte. Mencionaron algo de que ya te pasaste por la cocina otro día…

Kai no quiso indagar más en el asunto. El chaval ya se debía de sentir como un criminal por aquel hurto que no sería más que una pequeña diablura. Antes de seguir con la explicación, dejó un breve periodo de pausa para ver como reaccionaba Bavol a que se le incriminase de esa manera.

Como te irás imaginando, los moguris me han pedido que te buscase y llevase a su improvisado “tribunal”, pero… —Kai ladeó la cabeza y se rascó la coronilla—. Tengo mis dudas acerca de que fueses tú. Para empezar, no se que haría un ladrón volviendo a la escena del crimen llevando ESTO —el joven alzó la cestita que contenía los pastelitos—. Cuando acaba de llevarse el premio gordo.

El joven Sheng miró con detenimiento la cesta que tanta polémica había causado. Ignoraba de donde la habría sacado Bavol, pero por alguna razón, aquellos pasteles tenían bastante importancia para el niño de piel morena. La suficiente para defenderla con uñas y dientes.

Sabiendo que con ella ya no lograría mas, se acercó al pequeño Bavol y extendió el brazo, ofreciéndole su preciada cesta.

Esto no lo necesito, al fin y al cabo, no es la tarta que estoy buscando y supongo que para algo importante los querrás si llegas hasta el punto de lesionar a alguien —dijo Kai con tono burlón—. Pero recuerda que ahora tienes encima un problema mas grave…

>>Hay un ladrón de tartas por ahí suelto y se te acusa de haber cometido el crimen. La pregunta es simple: ¿Qué vas a hacer, Bavol?
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Dom May 04, 2014 1:08 am

El joven de la bufanda naranja no pareció creerse la falsa inocencia de Bavol, el dolor de aquel Perla directo a la entrepierna no iba a ser fácil de olvidar. Pese a todo, decidió contestar a la pregunta que le había hecho.

Está bien, Bavol, será mejor que te explique todo desde el principio. Alguien se ha colado en las cocinas del castillo y ha robado una tarta enorme de nata y fresa que, supuestamente, iba a ser el postre de hoy.

>>Los moguris que estaban en la cocina no han visto al ladrón, pero… no han tardado mucho en culparte. Mencionaron algo de que ya te pasaste por la cocina otro día…

Aquello era precisamente lo que Bavol quería evitar. Sólo había sido una pequeña travesura para jugar un rato con su nueva amiga Myxa, no quería que en su nuevo hogar se le empezara a tratar como a un ladrón.

¡Yo no he robado esa tarta! ¿Por qué iba a hacerlo? No soy un ladrón, lo del otro día era un juego… Tampoco hicimos nada tan malo.

Como te irás imaginando, los moguris me han pedido que te buscase y llevase a su improvisado “tribunal”, pero… —el cuerpo de Bavol se tensó, no estaría insinuando que lo iba a llevar ante los moguris…—. Tengo mis dudas acerca de que fueses tú. Para empezar, no sé qué haría un ladrón volviendo a la escena del crimen llevando ESTO —Bavol bajó la cabeza avergonzado mientras su perseguidor le mostraba la cesta—. Cuando acaba de llevarse el premio gordo.

Para sorpresa del gitano, el joven le ofreció la cesta que le había acabado de arrebatar. En cuanto pudo reaccionar Bavol agarró la cesta y la abrazó con ambas manos con toda la fuerza que pudo.

Gracias… —musitó Bavol, aunque tampoco estaba muy seguro de si tenía que agradecérselo, al fin y al cabo la cesta era suya.

Esto no lo necesito, al fin y al cabo, no es la tarta que estoy buscando y supongo que para algo importante los querrás si llegas hasta el punto de lesionar a alguien.

Te dije que no quería hacerte daño, sólo me estaba defendiendo —le explicó Bavol refunfuñando, tampoco quería que se corriera el rumor de que el gitano de París era violento.

Pero recuerda que ahora tienes encima un problema más grave…

>>Hay un ladrón de tartas por ahí suelto y se te acusa de haber cometido el crimen. La pregunta es simple: ¿Qué vas a hacer, Bavol?

Pese a haberle perseguido con todos sus ánimos, el joven de la bufanda de la naranja le dejaba que él tomase la decisión; sin embargo, él no tenía para nada claro qué es lo que tenía que hacer.

No-no… no lo sé… Si voy a ver los moguris, seguramente no me creerán y tampoco tengo ninguna forma de encontrar a la persona que lo ha hecho. ¿Qué debería hacer?

Bavol no sabía exactamente qué era mejor teniendo en cuenta la situación. Se mordía el labio mientras pensaba en qué hacer y miraba a Kai con carita de cordero degollado como si tratase de que él le resolviese aquel dilema. De pronto, se dio cuenta de algo cuando volvió a mirar su cesta, tenía una misión que cumplir.

Eh… ¿Kaí Chel? —comenzó Bavol intentando pronunciar el extraño nombre del joven—. Tengo que dejar esta cesta en su sitio, después te prometo que te haré caso con este lío. Haré lo que tú me digas.

No estaba totalmente seguro de que le fuera a hacer caso a cualquier cosa, pero en principio si su petición era normal, la obedecería. Bavol miró directamente a los ojos de Kai con sinceridad, esperaba que el chico le diese una última oportunidad sin importar los “pequeños” golpes que se había llevado.

Si quieres, puedes acompañarme, así estarás seguro de que no me escaparé… y me protegerás de los que crean que soy culpable. ¿Trato? —le ofreció Bavol indicándole con una mano que le siguiera.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Mié May 14, 2014 12:04 am

No-no… no lo sé… Si voy a ver los moguris, seguramente no me creerán y tampoco tengo ninguna forma de encontrar a la persona que lo ha hecho. ¿Qué debería hacer?

El pequeño era consciente de que sin prueba alguna de su inocencia, los moguris se le echarían encima, sobretodo cuando no habían tenido reparo alguno en acusarle a la mínima. Bavol miró a Kai con lástima, esperando que le encontrase alguna solución a su problema. Pero al igual que él, el chico no tenía ni la más remota idea de cómo demostrar la inocencia de Bavol.

La información que los moguris le habían proporcionado no le era de mucha ayuda: Una tarta enorme de la que se desconoce su paradero y estado, un ladrón del que no se sabe nada acerca de su apariencia y para rematar, el único testigo no ha dado señales de vida desde que se cometió el crimen.

Mientras Kai buscaba cualquier posibilidad para resolver el enigma que tenían encima, Bavol se quedó mirando la cesta con los pasteles que había recuperado hace poco.

Eh… ¿Kaí Chel? —dijo Bavol pronunciando como pudo el nombre del chico y sacándole de su mar de pensamientos.

Es Sheng —corrigió Kai—. Y… ¿Qué querías?

Tengo que dejar esta cesta en su sitio, después te prometo que te haré caso con este lío. Haré lo que tú me digas.

¡Claro! También estaba el asunto de la misteriosa cesta y su dulce contenido. Y para que negarlo, después de toda la odisea por la que había pasado, tenía la necesidad de descubrir de una vez por todas que iba a hacer Bavol con aquellos pasteles. Además, in ninguna otra pista que les ayudase con el asunto de la trata, prefería dejar apartado el caso por el momento y no dar palos de ciego.

Si quieres, puedes acompañarme, así estarás seguro de que no me escaparé… y me protegerás de los que crean que soy culpable. ¿Trato?

No veo problema alguno —Kai alzó el pulgar arriba en señal de aprobación—. Trato hecho, Bavol.

El joven Sheng siguió al pequeño Bavol mientras este le guiaba con la mano a su próxima parada.

***


¡Al fin das señales de vida, kupó!

Para sorpresa de Kai, el lugar al que Bavol tenía que acudir para llevar a cabo su cometido con los pasteles y que este le había traído no era nada menos que el punto de partida de todos los sucesos que se habían dado a lo largo del día: las cocinas.

Así que por eso estabas deambulando por los alrededores de la cocina con la cesta —le comentó Kai en voz baja a Bavol.

Por otra parte, el trío de moguris que le habían pedido a Kai buscar al supuesto culpable ni se habían percatado de su presencia ya que estaban ocupados interrogando a un cuarto moguri que intentaba responder como podía al aluvión de preguntas que le estaba cayendo.

¿Dónde estabas, kupó? ¡Pensábamos que no aparecerías nunca, kupó!

B-bueno, kupó… yo…

¿Sabes algo de la tarta, kupó? ¡Di que sí, kupó!

Em… sobre eso, kupó…

¡Ah! —uno de los moguris se giró y dio cuenta de que su “rastreador” había entrado en la sala —¡Llegas justo a tiempo, kupó!

El moguri se acercó aleteando a Kai, pero en cuanto vio a su pequeño compañero que tenía al lado, ignoró por completo al joven y se abalanzó a por Bavol.

¡Y nos has traído a nuestro culpable, kupó! —el ser alado agarró con sus pequeños brazos el cuello de la capa de Bavol y le encaró sin respetar un mínimo de distancia—. ¡Muy bien, granuja de poca monta, kupó! ¡Ya me estás diciendo que has hecho con la…! —el moguri fue interrumpido de sopetón al ser empujado levemente por el dedo índice de Kai—. ¡Eh! ¡¿A que ha venido eso, kupó?!

No he venido aquí para entregaros a un pobre niño que no ha tenido nada que ver con este crimen —declaró Kai. Realmente, había sido Bavol el que le había llevado directo a la cocina.

¡Pero bueno, kupó! —gritó el moguri indignado—. ¡No me dirás que ahora estás de parte de ese ladronzuelo, kupó!

Y dale con lo de ladronzuelo… —Kai dirigió una mirada de cansancio al alterado moguri—. Si ni siquiera tenéis pruebas que le incriminen.

Así que esas tenemos ¿eh, kupó? Muy bien… —totalmente confiado, el moguri se giró y apuntó con su bracito a su compañero que estaba siendo interrogado hace nada—. Ha sido este niño el que nos ha robado la tarta ¿verdad, kupó?

No, kupó, él no ha sido.

¡Ajá! Justo lo que yo deci… —antes de terminar la frase, el moguri se quedó congelado por un momento, para mas tarde salir catapultado hacia su compañero—. ¡¿CÓMO QUE ÉL NO HA SIDO, KUPÓ?!

Pues… que él no ha sido, kupó —repitió el moguri interrogado encogiéndose de hombros.

<Diana.>

Los otros dos moguris se miraron al unísono sin saber que decir mientras que el que había incriminado a Bavol agitaba los brazos con furia.

¿Estás seguro, kupó? —le preguntó uno de los moguris al testigo.

¡Por supuesto, kupó! —el testigo moguri alzó el vuelo y se puso a aletear alrededor de Bavol—. Seamos razonables, kupó, si se necesitan cuatro moguris para mover el carrito en el que va la tarta ¿cómo iba a poder llevársela el pequeñajo y escapar con ella a cuestas con esos brazos tan flacuchos que tiene, kupó? —argumentó el moguri mientras señalaba las extremidades del niño.

Aunque los comentarios de la criatura del pompón no tenían demasiado tacto, Kai tenía que darle la razón en ese detalle. Un niño se habría encontrado con bastantes dificultades para llevarse la titánica tarta sin ser cazado, por lo que el ladrón tenía que ser alguien más grande a la fuerza.

Has dicho que eras el moguri que pilló al ladrón con las manos en la masa ¿verdad? —intervino Kai—. ¿Podrías aclararnos de una vez el asunto del ladrón y acabar con esta locura?

A eso iba, pero con tantas interrupciones no hay quien pueda, kupó.

El moguri comenzó a narrarles a los presentes los acontecimientos que se dieron lugar a la hora del hurto. Principalmente, mientras los otros tres moguris estaban atareados con el recuento en la despensa, él se encargaba de darle los últimos detalles a la tarta para dejarla presentable. Solo le faltaban un par de adornos que tuvo que buscar fuera de la cocina para terminar el trabajo, y cuando venía de vuelta, lo vio.

Estaba de espaldas, pero no era difícil percatarse de que el chico que se estaba llevando la tarta que iba a ser el postre de hoy no era Bavol, sino un chaval bastante más corpulento, y por corpulento se entendía que le sobraban unos cuantos kilos. El moguri pegó un grito de alerta y, al oírlo, el culpable salió disparado junto con el carro de la tarta.

Lo que no se pensaba el pequeño moguri, que se puso a volar lo más rápido que pudo detrás del tipejo nada más verle irse por patas, es que alguien tan gordo corriese tanto. Lo suficiente como para ganarle terreno al ser alado.

A pesar de que el orondo tipejo ya le llevaba bastante ventaja, el moguri logró verle colándose por una de las intersecciones en las que finalizaba el pasillo. Pero al cruzar la esquina, se llevó una sorpresa al ver que el ladrón se había esfumado sin dejar rastro… aunque, realmente, lo único que había dejado allí era el carro con la gran tarta en medio del pasillo.

Aliviado, el pequeño ser se aproximó a la montaña de nata y fresa para comprobar si había sufrido algún desperfecto, pero ya a escasos centímetros de llegar a donde reposaba la tarta, algo le agarró del pompón por detrás y, de un fuerte tirón, lo mandó volando por los aires.

El pobre moguri acabó aterrizando en lo que parecían ser un montón de escobas y otros utensilios de limpieza, guardados en un cuarto estrecho y sin iluminación. Para cuando se quiso dar cuenta, la puerta del cuarto se cerró de un portazo, seguido por el “click” distintivo del cerrojo que bloqueaba la puerta desde fuera.

La persecución había acabado… junto con el relato del moguri.

Estuve encerrado en ese cuartucho hasta que un aprendiz que pasaba por allí se percató de que alguien estaba aporreando la puerta y la abrió, kupó —balbuceó el moguri cabizbajo.

Un silencio sepulcral se apoderó de la cocina. Tanto el moguri que había sido testigo de todo lo ocurrido como sus otros tres compañeros se quedaron sin mediar palabra. Ninguno de ellos tenía los ánimos para seguir luchando por recuperar su preciada tarta. Se temían lo peor en cuanto el chef se enterase de que su obra de arte había sido secuestrada.

Fue entonces cuando Kai optó por irrumpir en aquel incómodo silencio.

Oye, Bavol —dijo el joven con la intención de tener la atención de su compañero—. ¿Tu no tenías que solucionar un asunto pendiente? —inclinó la cabeza hacia la cesta que el niño sostenía y le guiñó el ojo.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Jue May 22, 2014 5:53 pm

Así que por eso estabas deambulando por los alrededores de la cocina con la cesta

Bueno, al principio no pensaba venir directamente aquí, pero no me habéis dejado más remedio.

Finalmente, Bavol había decidido acudir a las cocinas para cumplir su propósito original. Personalmente, hubiera preferido venir acompañado por su amiga Myxa como había planeado en un principio; sin embargo, aquel inesperado desarrollo de las circunstancias le había obligado a cambiar de planes.

¡Ah! —exclamó uno de los moguris al percatarse de su llegada—¡Llegas justo a tiempo, kupó!

Aunque en un principio el moguri se dirigió hacia su compañero, en cuanto se percató de su presencia se lanzó sobre su presa como buen cazador de…de… de lo que fuera que comieran los moguris.

¡Y nos has traído a nuestro culpable, kupó!

¡Yo no soy culpable de nada!—exclamó Bavol intentando apartar con la mano a aquel moguri que desconocía lo que era el espacio personal.

¡Muy bien, granuja de poca monta, kupó! ¡Ya me estás diciendo que has hecho con la…! —afortunadamente para Bavol, su amigo frenó con un dedo al moguri, parecía que Kai no estaba dispuesto a permitir una rápida e injusta sentencia—. ¡Eh! ¡¿A que ha venido eso, kupó?!

No he venido aquí para entregaros a un pobre niño que no ha tenido nada que ver con este crimen—Bavol esbozó una sonrisa, casi sentía el haberle lanzado ese Perla.

¡Pero bueno, kupó! ¡No me dirás que ahora estás de parte de ese ladronzuelo, kupó!

¡Que yo no he robado esa tarta! —chilló Bavol perdiendo los nervios.

Y dale con lo de ladronzuelo… Si ni siquiera tenéis pruebas que le incriminen.

Así que esas tenemos ¿eh, kupó? Muy bien… —Bavol entornó los ojos ante la pesadez del moguri, el cual se dirigió hacia otro de los moguris presentes en la sala—. Ha sido este niño el que nos ha robado la tarta ¿verdad, kupó?

No, kupó, él no ha sido.

¡Ajá! Justo lo que yo deci…¡¿CÓMO QUE ÉL NO HA SIDO, KUPÓ?!

Los moguris se enzarzaron en una serie de gritos y preguntas para intentar aclarar la situación. Tras organizarse un poco uno de los moguris podría comenzar a contar qué es lo que había sucedido en realidad, lo cual tranquilizó a Bavol quien suspiró aliviado.

Finalmente sería un moguri el que defendería y probaría la inocencia de Bavol, cosa que el pequeño gitano jamás podría haberse imaginado. Bavol atendió al relato del moguri con una amplia sonrisa dibujada en rostro y aprovechando cada ocasión que alguno de los incrédulos moguris le miraba para hacerle una mueca burlona.

Al parecer, por lo que había contado el moguri, el verdadero ladrón había resultado ser un Aprendiz mucho más gordo, con el tamaño suficiente como para llevarse él solo la gigantesca tarta y que había sido capaz de librarse del moguri que lo había descubierto encerrándolo en una habitación.

Parecía que alguien se iba a llevar una buena bronca; sin embargo, esa persona no iba a ser Bavol. Su inocencia había sido demostrada.

Estuve encerrado en ese cuartucho hasta que un aprendiz que pasaba por allí se percató de que alguien estaba aporreando la puerta y la abrió, kupó

Todos los presentes enmudecieron cuando el moguri concluyó el relato. Los otros moguris, que tanto habían insistido en su culpabilidad, parecían abatidos. Seguramente les hubiera hecho mucho más felices que él hubiese sido el verdadero culpable, pues se tendrían que aguantar, era su merecido por haber sospechado injustamente de él. Sin embargo, Bavol sabía que todos habían creído que había sido él por la pequeña travesura que hizo con Myxa en las cocinas, así que estaba decidido a acabar con aquella mala fama de una vez por todas.

Oye, Bavol. ¿Tú no tenías que solucionar un asunto pendiente? —le preguntó Kai oportunamente guiñándole un ojo.

¡Ah, sí! —exclamó Bavol echando un último vistazo al contenido de la cesta.

Era la hora de la verdad. Bavol colocó la cesta encima de una de las mesas dispuestas en la habitación y la destapó mostrando su contenido: estaba llena de montones de galletes, pasteles, bollos y demás. Lo más curioso sin duda alguna es que si se fijaban bien se darían cuenta que extrañamente algunos de los dulces estaban mordisqueados.

El pequeño niño tosió para llamar la atención de los presentes y comenzó con su propia explicación:

El otro día mi amiga Myxa y yo nos pasamos por aquí y nos llevamos algo de comida. Lo siento mucho, de verdad, no queríamos molestar a nadie. Yo sólo quería animar a mi amiga y se me ocurrió que nos coláramos aquí, ella no tiene ninguna culpa, os lo prometo.

>>Os prometo que no teníamos mala intención. Por la noche me di cuenta de lo que había hecho estaba mal y decidí traer de vuelta todos los dulces que cogimos, como veis están la mayoría de ellos. Iba a venir con Myxa para que los dos os pidiéramos perdón juntos, pero me encontré con Kai y bueno… ya sabéis el resto.

>>Lo siento mucho, moguris. Perdonadme, por favor.


Tras terminar con su explicación Bavol agachó la cabeza esperando el veredicto de los moguris. En realidad, la respuesta que ellos le pudieran dar no era de vida o muerte, ya que al fin y al cabo lo más importante para Bavol era evitar que se extendiera el rumor de que era un ladrón. Él ya había hecho todo lo que estaba en su mano, sólo faltaba ver cómo responderían los moguris.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Drazham » Vie May 23, 2014 11:50 pm

¡Ah, sí! —reaccionó el pequeño de tez morena ojeando su cesta.

Bavol se acercó a una de las mesas de la estancia y dejó encima la cestita, a la vista de todos los presentes en la sala. Los moguris, intrigados por el recipiente de mimbre, se aproximaron para ver que se traía entre manos el niño. Se llevaron una grata sorpresa cuando, al retirarse el mantel que la cubría la cesta, comprobaron que lo que había en su interior era un surtido bastante variopinto de repostería. Con toda clase de dulces con los que cualquier goloso soñaría.

Kai observó satisfecho a los cuatro moguris que flotaban alrededor de la cesta, hipnotizados por su vistoso contenido… aunque se extrañó un poco al percatarse de que algunos de los pastelillos parecían haber sido mordidos. Tenía la pinta de que los habían catado de antemano.

Bavol tosió para llamar la atención de los moguris, que aún seguían embelesados por el surtido de repostería.

El otro día mi amiga Myxa y yo nos pasamos por aquí y nos llevamos algo de comida. Lo siento mucho, de verdad, no queríamos molestar a nadie. Yo sólo quería animar a mi amiga y se me ocurrió que nos coláramos aquí, ella no tiene ninguna culpa, os lo prometo.

El grupo de moguris intercambiaron miradas entre ellos, valorando como iban responderle al niño.

Os prometo que no teníamos mala intención. Por la noche me di cuenta de lo que había hecho estaba mal y decidí traer de vuelta todos los dulces que cogimos, como veis están la mayoría de ellos. Iba a venir con Myxa para que los dos os pidiéramos perdón juntos, pero me encontré con Kai y bueno… ya sabéis el resto.

Una mueca se dibujó en el rostro de Kai mientras ladeaba la cabeza. Se hacía una imagen en su mente del pobre niño en frente de las puertas de la cocina. Reuniendo todo el valor que podía para dar un paso adelante y disculparse por aquella pequeña jugarreta, aunque habría preferido hacerlo con la compañía de la tal Myxa.

No le culpaba, cualquiera tendría miedo de enfrentarse solo a una jauría de moguris desesperados a los que les habían robado su preciada belleza de nata y fresa. Seguramente, el pequeño habría estado esperando a su amiga para no sentirse solo, pero las cosas se le torcieron en cuanto Kai hizo acto de presencia.

Lo siento mucho, moguris. Perdonadme, por favor.

Bavol bajó la vista al suelo, esperando la respuesta de sus acusadores. Los moguris volvieron a intercambiar miradas con el fin de llegar a un veredicto.

Kai se cruzó de brazos y resopló de impaciencia, deseando que los moguris le diesen su respuesta de una vez.

<¡Por los espíritus! ¡decidle algo ya! Las ha pasado canutas para intentar remediar este lío.>

Tras un rato meditándolo, los cuatro criaturitas con pompón asintieron al unísono. Uno de ellos se acercó a Bavol para dirigirle la palabra.

Es cierto que tu trastada no es que nos sentase muy bien, kupó —declaró el moguri—. Pero, si te soy sincero, ahora mismo nos has dejado a los cuatro sin palabras, kupó.

Quien lo iba a pensar, kupó —se unió otro de los moguris—. Con lo caraduras que suelen ser los aprendices con los moguris, y justamente tú, kupó, que te hemos dicho de todo, nos demuestras que no todos sois así.

El ambiente en las cocinas dio un giro completo de inmediato. Los moguris estaban mucho más animados y no parecían tenerle más resentimiento a Bavol. Si el niño se giraba, podría ver a Kai mostrándole un pulgar arriba en señal de victoria.

No será la tarta, pero… ¡a caballo regalado, no le mires el diente, kupó! —soltó el moguri. Después, se acercó a la cesta y agarró uno de los pasteles que estaban mordidos—. Aunque habrías podido quitar estos, kupó. Dan un poco de asquito…

Je, le ponéis a caldo llamándole cosas como “ladrón de poca monta” y al final os deja a todos fatal, kupó —se burló el moguri testigo—. Que poca vergüenza, kupó.

¡¿Pero como tienes tanta cara, kupó?! ¡Si tu eras el que mas se quejaba de él, kupó!

Ahora no estamos hablando de mí, kupó, y cambiando de tema… —el pequeño ser se frotó las manos maliciosamente—. ¿Quién se apunta a darle caza a ese ladrón de tartas, kupó? ¡Yo aún no me he dado por vencido, kupó!

¡Yo lo secundo, kupó! Total, no puede haber tantos aprendices gordinflas por ahí, kupó.

Como han subido los ánimos por aquí ¿eh? —rió Kai.

¡Tú lo has dicho, kupó! —el moguri apuntó al joven con su brazo derecho—. ¡Vamos, chicos! ¡A por la bola de sebo, kupó!

Obedeciendo al “líder” del pelotón, los otros tres moguris salieron disparados detrás suya a la búsqueda y captura del orondo ladrón de tartas. Pero antes de abandonar la cocina, uno de los moguris se detuvo en frente de los dos aprendices.

Sentimos mucho haberos metido en este embrollo, kupó. Os debemos a ambos una disculpa, especialmente a ti, kupó —el moguri la dirigió la mirada a Bavol avergonzado—. No hemos sido del todo justos contigo, kupó. Como compensación, he pensado que tú y tu amiga os podéis pasar un día por aquí y os daré a ambos un par de pastelillos ¡Palabra de moguri, kupó!

Tras eso, la pequeña criatura agitó sus alas y atravesó la puerta de la cocina a toda velocidad para unirse a sus camaradas.

Bavol y Kai se quedaron completamente solos en aquella cocina, que a diferencia de hace un par de minutos, transmitía una relajante sensación de paz sin los agudos grititos de los moguris.

Yo creo que todo ha salido a pedir de boca ¿no crees? —el joven rió, dándole una leve palmada a Bavol en la espalda.

Aunque el caso del robo de la tarta seguía sin resolverse, ambos podían darse satisfechos por cómo habían acabado las cosas. Probablemente, Tierra de Partida se quedase hoy sin postre si los moguris no se daban prisa en encontrar al auténtico culpable, pero Bavol ya no tendría que preocuparse más de que los demás le acusasen de ladrón.

De un tigre sólo se dibuja la piel, y no los huesos; de una persona sólo se le conoce la cara, y no el corazón —pronunció Kai—. Significa que no se puede juzgar a una persona únicamente por lo que aparenta ser o por cosas tan triviales. A veces te sorprenden las verdaderas intenciones que uno guarda en su interior.

El joven Sheng recordó aquel proverbio de los mucho que su abuelo le había mencionado en todos estos años. Kai siempre se había preocupado de la primera impresión que podía dar a los demás. Quería demostrar de lo que era capaz, pero bien es cierto que para darte a conocer del todo, también debes conocer como son realmente los otros, y no dejarte llevar por las apariencias.

En fin, supongo que podemos dar por zanjado todo este asunto. Creo que me voy a pasar por la biblioteca a repasar la teoría mágica —el aprendiz se desperezó, estirando los brazos lo máximo que sus articulaciones le permitían—. Tenía pensado dedicar el resto de la mañana a entrenar, pero prefiero dejar que se me pasen los calambres de “tú ya sabes donde”.

>>Pero, oye, si te ves con ganas, otro día podemos hacer alguna sesión de entrenamiento juntos. En mi mundo lo tenía un poco difícil para encontrar a alguien con quien entrenar, pero después de toda este caos, ya tengo más que comprobado que los dos podemos darlo todo, pero esta vez sin ataques mágicos por sorpresa ¿trato?

Kai le tendió la mano y esperó a que el pequeño Bavol le diese su respuesta. Tras eso, se despidió del chico y puso rumbo hacia su siguiente parada: Los Principios de la Magia Elemental.

En su camino a la biblioteca, el chico de la bufanda naranja recapacitó sobre todos los sucesos que le habían ocurrido: Había sido mangoneado por una panda de bichos enanos muy cascarrabias, había perseguido a un pequeño gitano de armas tomar, le habían tiroteado en la entrepierna a bocajarro, y por último, pero no por ello menos importante…

Había hecho a su primer amigo desde que llegó a la Tierra de Partida.

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Y con esto y un bizcocho (jaja) doy por finalizada mi intervención en el encuentro.

Me he divertido bastante ideando este "empalagoso" encuentro para ser el primero que hago, la verdad. Así que espero ponerme manos a la obra con el próximo cuando tenga algo más de tiempo libre.

También le agradezco a Bavol a que accediese a realizar el encuetro. Ha sido un placer rolear con él.
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Tidus Cloud » Sab May 24, 2014 2:55 pm

Finalmente, tras un tenso silencio entre los moguris, uno de ellos se le acercó para darle el veredicto. Bavol elevó un poco la cabeza para poder mirar al moguri a los ojos mientras le hablaba.

Es cierto que tu trastada no es que nos sentase muy bien, kupó —el gitano tragó saliva al escuchar al moguri, nunca quiso molestar tanto a nadie—. Pero, si te soy sincero, ahora mismo nos has dejado a los cuatro sin palabras, kupó.

Quien lo iba a pensar, kupó. Con lo caraduras que suelen ser los aprendices con los moguris, y justamente tú, kupó, que te hemos dicho de todo, nos demuestras que no todos sois así.

Bavol esbozó una sonrisa al darse cuenta de lo que significaban aquellos comentarios, ¡le estaban perdonando por su pequeña travesura! El pequeño gitano se giró eufórico hacia su compañero, el cual le enseñaba un pulgar hacia arriba, gesto al que contestó asintiendo con la cabeza y pronunciado un "gracias" mudo.

Los moguris también parecían bastante emocionados y dispuestos a buscar al verdadero culpable del robo de la tarta. Comenzaron a hablar cada vez más animadamente entre ellos mientras Bavol los contemplaba felizmente, ahora que todo se había solucionado incluso los comenzaba a ver bastante monos.

¡Tú lo has dicho, kupó!¡Vamos, chicos! ¡A por la bola de sebo, kupó!—concluyó finalmente uno de los moguris indicando al resto que le siguieran.

Tres de los moguris abandonaron la habitación en busca de su nueva presa, sin embargo, uno de ellos decidió retrasarse un poco para acercarse a los dos jóvenes Aprendices

Sentimos mucho haberos metido en este embrollo, kupó. Os debemos a ambos una disculpa, especialmente a ti, kupó

N-no pasa nada...—musitó Bavol un poco sonrojado.

No hemos sido del todo justos contigo, kupó. Como compensación, he pensado que tú y tu amiga os podéis pasar un día por aquí y os daré a ambos un par de pastelillos ¡Palabra de moguri, kupó!

¡No, gracias, ya ha sido suficiente!—exclamó Bavol agitando las manos rápidamente.

Después de tanto lío por unos simples dulces no le apetecía comer ningún pastel en muchísimo tiempo, no fuera a ser que volviera a desatar otro conflicto internacional entre los moguris y los Aprendices. Por el momento se limitaría a comer algo más sano para el postre, quizás algo de fruta. Después de escuchar la respuesta de Bavol, el moguri también abandonó la habitación dejando a los dos Aprendices solos en las cocinas, aunque en esta ocasión no había nada que temer, pues podían estar bien seguro de que no se iban a llevar nada.

Yo creo que todo ha salido a pedir de boca ¿no crees? —le indicó Kai dándole una pequeña palmada.

¡Sí, ha ido bastante bien! —exclamó Bavol bastante satisfecho.

De un tigre sólo se dibuja la piel, y no los huesos; de una persona sólo se le conoce la cara, y no el corazón —Bavol le dirigió una mirada confundida sin entender muy bien qué es lo que le había dicho su compañero—. Significa que no se puede juzgar a una persona únicamente por lo que aparenta ser o por cosas tan triviales. A veces te sorprenden las verdaderas intenciones que uno guarda en su interior.

La sonrisa del pequeño se volvió mucho más amplia cuando comprendió lo que quería decirle su nuevo amigo. Era justo lo que él pensaba, si los demás se molestasen más en conocer a la gente cómo son por dentro, nadie perseguiría a los gitanos. Se alegraba mucho de escuchar a más gente que pensaba como él, era evidente que en Tierra de Partida había encontrado a las personas que necesitaba para conseguir sus sueños.

¡Claro, Kai! Ojalá todos el mundo aprendiese que la gente no es mala por tener la piel más oscura o por ser más pequeña. —afirmó Bavol, ojalá hubiese más personas como su amigo Kai en París.

En fin, supongo que podemos dar por zanjado todo este asunto. Creo que me voy a pasar por la biblioteca a repasar la teoría mágica. Tenía pensado dedicar el resto de la mañana a entrenar, pero prefiero dejar que se me pasen los calambres de “tú ya sabes donde”.

>>Pero, oye, si te ves con ganas, otro día podemos hacer alguna sesión de entrenamiento juntos. En mi mundo lo tenía un poco difícil para encontrar a alguien con quien entrenar, pero después de toda este caos, ya tengo más que comprobado que los dos podemos darlo todo, pero esta vez sin ataques mágicos por sorpresa ¿trato?

¡Trato! —respondió Bavol dándole un fuerte apretón con la mano derecha, aunque lo que Kai no vería es que cruzaría los dedos con la mano izquierda. Por supuesto que entrenaría con él, pero no podía asegurar que no usaría ningún hechizo...

Observó detenidamente cómo Kai se fue de las cocinas, le miraba casi con una mezcla de curiosidad y de alegría. ¿Qué es lo que hacía que los habitantes de otros mundos respetasen tanto a los demás? Puede que no se debiese a los mundos, sino a que los Caballeros de la Llave Espada sólo podían ser personas con corazones puros como Ronin, Hikaru o Myxa. No obstante, tampoco estaba seguro de la respuesta, así que tenía que seguir visitando nuevos mundos... y quizás así encontrara uno donde los gitanos pudiesen vivir tranquilamente.

Antes de abandonar definitvamente la habitación, Bavol echó un último vistazo al contenido de la cesta que había traído. Sus ojos se posaron sobre un apetitoso pastel de crema situado encima del resto, casi parecía que aquel dulce estuviera deseando ser devorado por Bavol. Podía darle un pequeño bocadito y nadie se daría cuenta... Tras asegurarse de que no había nadie más allí, alargó la mano para coger el pastel, se lo acercó a la boca y...

¡Puaj!—exclamó el gitano conteniéndose las ganas de vomitar.

Bavol lo volvió a dejar rápidamente dentro de la cesta, le había entrado una fuerte arcada al oler aquel pastelito. Quizás fuera por los malos recuerdos que le habían traído los dulces o quizás fuera por el mal estado en el que habían estado guardado los dulces aquel último día, pero lo que a Bavol le quedó claro después de olerlo es que no volvería a probar uno de esos en muchísimo tiempo.

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Encuentro terminado. Aclaro que yo puntúo en este encuentro.

A Draz le digo que ha sido un placer rolear con él y ayudar quitarse de en medio ese 1 PX y que espero volver a rolear con él y que yo le ponga más ganas, que he estado un poco flojo, lo siento
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Re: [Tierra de Partida] Dulces prejuicios

Notapor Astro » Lun May 26, 2014 6:12 pm

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¡Fin del encuentro! Hora de puntuar por primera vez. En general ha sido un encuentro simple pero simpático, donde los dos personajes se conocen por un malentendido, sin entrar en muchos detalles o dramas, y entablan relación. Muy ameno de leer y genial el golpe en la entrepierna xD.

Drazham: Bastante bien, poco tengo que decirte. Te desenvuelves con soltura y se te lee con facilidad, aunque a veces te he visto algún fallo con las mayúsculas o los puntos/comas cuando ponías interrogaciones (¿?) o exclamaciones (¡!), vigila eso.
Tu nota: 29 PX. ¡Subes dos niveles, a nivel 4! Te quedas a 17 PX para nivel 5.

Tidus Cloud: Más flojo que tu compañero, tú mismo lo has dicho. Algunos de tus post quedaban sin fuerza al compararlos, y en más de una ocasión has tenido despistes de escribir frases como "los comentarios de algunos comentarios" o "mientras analizaba a su captor se y preguntaba qué tendría que ver él con". Repasa tu post antes de enviarlo y evitarás este tipo de fallos, que son despistes. Por lo demás, te has desenvuelto bien con el cabezota de Bavol y no se hace difícil leerte. Consejo: presta más atención a lo que escribes, tómatelo con calma y repasa.
Tu nota: 25PX. ¡Subes a nivel 9! Necesitas 35 para subir a 10.

Esto es todo, os veo a ambos en actualizaciones. Un saludo~.
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