[Villa Crepúsculo] Perdona si te llamo amor

por **Suzume Mizuno** » Jue May 22, 2014 1:14 am

Se detuvo frente a la puerta del dormitorio de Malik con un nudo de nervios en la boca del estómago. Entre sus manos sujetaba una bandeja con sopa humeante que había ido a buscar al comedor. Sin saber bien cómo llamar, hizo equilibrios y se dijo que no tenía futuro como camarera cuando llamó apresuradamente con los nudillos.

Al llegar a Tierra de Partida ella misma estaba temblando por las malditas ropas y había empezado a notar una desagradable picazón en la nariz. Pero, después de acompañar a Malik, preocupada porque hubiera pillado un catarro grave, corrió a darse una ducha caliente. Y se sintió mejor de inmediato. Ay, si hubieran podido disponer de agua caliente con tanta facilidad en su casa de Atlántica…

Ahora, con el pelo bien seco y un vestido cómodo de algodón, se balanceaba sobre los talones mirando nerviosamente a su alrededor. Se preguntó si la gente pensaría algo raro al verla delante de la puerta de Malik a esas horas —porque ya había pasado la hora de la cena…—.

«¡Demonios, llevas una maldita bandeja! ¿Qué van a pensar, maldita paranoica?»

Se removió en su sitio, nerviosa. ¿Era cosa suya o le parecía escuchar el sonido de una ducha?

Volvió a mirar en derredor y llamó de nuevo, esta vez con más energía.

—¿Malik? Eh… ¿Puedo pasar?

Le había dicho que se pasaría luego a ver cómo estaba, y a hablar un poco, pero quizás se le había olvidado. Al final, nerviosa ante la idea de que la encontraran esperando como un pasmarote en el pasillo, llevó una mano al manillar y comprobó que la puerta estaba abierta.

«Lo… consideraré una señal».

Se asomó lentamente. La habitación estaba iluminada por una suave luz, pero vacía. Y desde ahí se oía con claridad la ducha. Cerró la puerta sin hacer ruido y se apoyó contra la misma. En cuanto escuchó el chasquido al cerrarse se dijo que estaba siendo una maleducada y que debería esperar fuera. Decidió quedarse esperando en el pasillo, aunque antes se encaminó a una mesita de luz para dejar la bandeja sobre la misma.

Iba a marcharse pero, entonces, Malik salió del baño.

—Ho-hola—balbució, levantando estúpidamente la mano.

Malik llevaba unos pantalones, pero su torso estaba desnudo y todavía húmedo por la ducha y se estaba secando con una toalla. Fátima notó que le ardía la cara y apartó la mirada, clavándola en una lamparilla de mesa.

—Perdona por haber entrado. Es que… Bueno, me daba un poco de vergüenza que me vieran esperándote fuera.

Debería haberse quedado en el pasillo, definitivamente. ¡Qué burra era! Pero… Sonrió casi sin darse cuenta y se mordió el labio inferior. Nunca se le ocurrió que volvería a ver a Malik como en Nunca Jamás. Y ahora… Ahora pensar que algún día ellos dos… Y que, si conseguía valor, podría incluso tocarle y considerar que era… Era suyo de alguna forma…

Se pasó una mano el pelo y respiró hondo.

«Ahora la que parece que tenga fiebre soy yo».

—Eh… ¿C-cómo estás? —dirigió una mirada furtiva en dirección a Malik, que ya se estaba poniendo una camiseta—.¿Te encuentras mejor?

Malik de repente le parecía inconmensurablemente atractivo, pero incluso así no pudo evitar fijarse que no tenía buena expresión y cuando se acercó con pasitos tímidos comprobó que no parecía estar respirando muy bien. Pronto empezaría con la tos. Lo mejor era que se acostara y descansara todo lo que pudiera.

—Métete en la cama —le indicó—. Te he traído un poco de sopa, por si tenías hambre. E… incluso si no, deberías tomar algo caliente —esperó a que Malik se hubiera metido en la cama y luego titubeó. Al final optó por coger, pidiendo permiso, la silla que Malik utilizaba para sentarse en su escritorio y la acercó al cabecero de la cama. Al sentarse le tendió la bandeja y luego entrelazó los dedos—. Me sabe mal que te hayas enfermado… Pensaba que en Agrabah estabais acostumbrados a las noches frías—esbozó una sonrisa tímida.

Jamás había entrado al cuarto de Malik y no podía evitar mirar a su alrededor con interés, sintiéndose un poco cohibida. Entonces se encontró con la conejita de Malik, que había estado todo aquel rato debajo de la mesa y no se había fijado en ella.

—Es preciosa. ¿Crees que le importará que la toque?

Si Malik conseguía atraer a Asah, Fátima intentaría extender la mano para acariciar su curioso pelaje verdoso. Poco a poco se consiguió relajar, charlando de cosas tontas con Malik.

El tiempo transcurría a toda velocidad y Fátima se daba cuenta, embobada, de que, a partir de ahora, podría entrar a la habitación de Malik cuando quisiera. Y viceversa, claro. Y que podrían hablar sin problemas, sin mentiras. O eso esperaba.

Mientras veía a Malik respirar mal y empezar a toser, se dijo que por lo más sagrado, lucharía por intentar evitar hacerle daño a la persona que la había aceptado como era. A la primera persona que había correspondido sus sentimientos.

Esa noche decidió que le haría feliz costara lo que costara.

Cuando el reloj tocó las doce y media se levantó y recogió la bandeja.

—Creo que ya es hora de que me vaya. Mañana hablaré con Lyn y le explicaré que estás enfermo, así que descansa tranquilo.

por **Tanis** » Jue May 22, 2014 1:19 am

Malik nunca terminaría de agradecer la existencia de las duchas. Lo sencillo que era girar un grifo para que automáticamente saliera ese chorro de agua caliente sin más era una auténtica maravilla. Casi parecía que el malestar, la tos, la garganta, todo, dolía menos si uno se dejaba envolver por el vapor y acariciar por los lametones suaves del baño ardiendo. Jamás terminaría de agradecerlo.

Había dejado que Fátima le acompañara hasta la puerta de su habitación al verla tan preocupada por él y su salud. También le había prometido que se metería a la ducha y se pondría ropa seca si a cambio ella hacía lo mismo, aun si no hubiese hecho falta hacerlo. Era bastante tarde, y aunque pensaba en quizá ir a las cocinas a pedir algo de comida sobrante de la cena, estaba seguro de que ella no le dejaría ir. Pensaba en lo que había pasado mientras terminaba de secarse en el cuarto de baño. Todavía no terminaba de creer que de verdad había… y que habían acordado estar juntos. Era una sensación extraña, de relajación y placidez, en la que no acusaba realmente un cambio trascendental en la vida. Volver a Tierra de Partida tras la tormenta de Villa Crepúsculo le había recordado en cierta forma a cuando volvieron de Nunca Jamás, aun cuando las situaciones no eran similares ni por asomo.

Se le escapó una pequeña sonrisa y cabeceó, subiéndose los pantalones. Tenía ganas de verla otra vez, a pesar de que hacía escasa media hora que se habían separado.

«Así que esto es lo que se siente de verdad…», pensó mientras se iba secando con una toalla y abría la puerta. Fue en ese justo momento que la vio, allí plantada en medio de su habitación, como si su mente hubiera invocado a Fátima de algún modo. Se quedó parado a medio camino, más sorprendido por esa idea que de verla propiamente dicho allí. A pesar de la congestión general y la pesadez del cuerpo, un calorcito agradable, que nada tenía que ver con la fiebre, le cosquilleo en el estómago.

—Ho-hola.

No pudo evitar sonreír de lado, meneando levemente la cabeza, al acercarse a ella. Era tan bonita… Incluso sabiendo que era un chico, no era capaz de verlo en realidad. Se había habituado tanto a ver su forma oculta tras ropa de mujer, a sus rasgos redondeados, que no era capaz.

—Hola —contestó suavemente, a la vez que se pasaba la toalla por el pelo y se la dejaba sobre los hombros para recoger la camiseta que reposaba sobre el respaldo de la silla del escritorio.

—Perdona por haber entrado. Es que… Bueno, me daba un poco de vergüenza que me vieran esperándote fuera.

—Tranquila, te dije que podías venir cuando quisieras, ¿no? —murmuró, algo divertido por la idea de que Fátima fuera a colarse en su habitación por sorpresa de vez en cuando.

Que sintiera vergüenza con algo tan nimio también se le antojaba bastante adorable por su parte. Se preguntó si no se le estaría subiendo demasiado la tontería a la cabeza.

—Eh… ¿C-cómo estás? —Se colocó la camiseta sintiéndose mejor y colgó la toalla en su lugar, sobre la pequeña barra del baño tras la puerta—.¿Te encuentras mejor?

Asintió, aunque tuvo que taparse la boca inmediatamente al toser. Una tos algo cavernosa retumbó y Malik se sintió un poco culpable.

—Métete en la cama. Te he traído un poco de sopa, por si tenías hambre. E… incluso si no, deberías tomar algo caliente .

Se encogió de hombros al ver el gesto reprobador de Fátima, como si fuera un niño al que hubiesen pillado en una mentira.

—Vale, vale.

Obedeció su directriz y se acomodó todo lo que pudo en la cama. Muy pocas veces había llegado a enfermarse, y de hecho no recordaba la última vez que le había pasado. Dejó que ella se trajera la silla del escritorio para sentarse junto a la cabecera, y recogió de sus manos la bandeja con el pequeño cuenco de sopa. Agradeció con un murmullo y tomó el primer sorbo, sintiendo lava ardiendo bajando por la garganta.

—Gracias… —volvió a agradecer, casi por inercia.

—Me sabe mal que te hayas enfermado… Pensaba que en Agrabah estabais acostumbrados a las noches frías.

—Estoy acostumbrado al frío seco, no al húmedo —Sorbió por la nariz al decir aquello y tomó otro poquito de la sopa.

Siguiendo la dirección de la mirada de Fátima, localizó a la escondida Asah, que había estado agazapada bajo el escritorio desde que él entrara a la ducha. Pudo verla moviendo los bigotes, olisqueando hacia Fátima. Era la primera vez que se encontraban tan cerca. Sonrió a medias mientras continuaba comiendo y le hizo un gesto casi imperceptible a la mascota para que se acercara. Asah ladeó la cabeza y dio un pasito hacia ellos, tímida.

—Es preciosa. ¿Crees que le importará que la toque?

—Es un poco miedosa, pero vendrá. Le puede más la curiosidad que la timidez —comentó, para añadir inmediatamente después—. Ven, no te hará daño, vamos…

La voz suave y cálida de su amo y amigo consiguió que la conejita diera otro pasito, y otro más y finalmente alzara un gracioso revoloteo hasta el borde de la cama de Malik, colocándose frente a Fátima para olfatear sus dedos. Dejó que la acariciara, y al poco empezó a emitir un suave ronroneo agudo, al tiempo que agitaba de vez en cuando las orejas de libélula. Malik se deleitó observando a la conejita y a Fátima mientras se terminaba la improvisada cena y charlaba con esta última de todo y nada, tonterías, cosas sencillas y sin importancia. Destapado el gran engaño, parecía que Fátima había vuelto a ser la de siempre y eso le alentaba a pensar en que las cosas iban a ir bien a partir de entonces. Le quedaban muchos otros problemas por resolver, y existía la cuestión del conflicto con Bastión Hueco. Sin embargo no era capaz de ir más allá de la sonrisa de ella cuando Asah le acariciaba la mano con la cabeza, o de las comisuras ligeramente arrugadas de sus ojos al reír, de la curvatura de su barbilla, la mandíbula fina y el cuello. Si se fijaba mucho, podía ver su nuez, tan imperceptible a la vista que casi juraría que allí no había nada.

Se prometió a sí mismo que a partir de esa noche protegería y haría feliz a esa mujer encerrada en aquel cuerpo equivocado. Que jamás permitiría que nadie le hiciese el menor daño, ni siquiera él. Era algo que ella merecía…

Terminó la sopa justo antes de que la garganta comenzara a picarle un poco de más y tuviera que ahogar una tos ronca y áspera. También le pesaban los párpados y el tañido suave de su reloj de mesa dando las doce y media le hizo recordar lo tarde que era. Se recostó en la cama, sobre la almohada, mientras Fátima recogía la bandeja, dispuesta a irse.

—Creo que ya es hora de que me vaya. Mañana hablaré con Lyn y le explicaré que estás enfermo, así que descansa tranquilo.

—Vale… —susurró, con una débil sonrisa agradecida. Luego estiró el brazo y sujetó suavemente su mano, antes de que se alejara demasiado y añadió—. ¿No me das un beso de buenas noches?

Sabía que su tono lastimero no era necesario, pero no pudo evitarlo.

por **Suzume Mizuno** » Jue May 22, 2014 1:22 am

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—Vale…—Fátima sonrió, divertida porque un hombre hecho y derecho como Malik le obedeciera tan mansamente. Pero le había escuchado toser y por su cara se veía que se encontraba mal. Debía estar muy cansado y ya había abusado más que suficiente de él. Pero no había podido evitarlo. Aunque no habían hablado de nada especial, aunque sólo había estado allí viéndole pelear contra la cena… Era todo tan… tan especial. Inspiró hondo y se dio la vuelta para marcharse antes de que le entraran ganas de sentarse de nuevo y quedarse mirándole toda la noche, preparada para traerle agua o lo que necesitara. Entonces sintió un tirón en la mano. Malik dijo, con un tono suplicante, pidió—: ¿No me das un beso de buenas noches?

Fátima se quedó mirándole con los ojos como platos. Notó que se le subían los colores y por un instante pensó en balbucear alguna excusa, porque la vergüenza estuvo a punto de hacer que le explotara la cabeza.

Pero luego se dijo que no fuera idiota. Que debía aprovechar todos y cada uno de los momentos que tuviera con Malik. Y que no se hiciera la inocente porque ya se habían besado. Aunque había sido todo tan de improviso que…

Dejó la bandeja en la mesa y se quedó plantada a su lado, notando que el corazón le golpeaba con tanta fuerza en el pecho que pensó que se le romperían las costillas. Ni se le pasó por la cabeza la idea de que a lo mejor Malik le contagiaba el catarro. Y aunque lo hubiera pensado, le habría dado, para qué negarlo, completamente igual.

Sin embargo, había algo que la mantuvo en vilo casi un minuto entero durante el cual contempló a Malik con una mezcla de ansiedad y bochorno. Y es que no sabía cómo hacerlo. Trató de pensar cómo lo hacían sus padres, pero sólo le vino la imagen de ambos dándose ruidosos y pegajosos besos que les arrancaban a ella y a sus hermanos sonrisas burlonas o asqueadas. Sus hermanos mayores a veces habían besado a sus esposas delante de ella. Eran besos largos y profundos. Pero eso no sabía hacerlo. Ni tampoco podía hacerlo con naturalidad de sus progenitores.

«Ay…». ¿Sería siempre igual de difícil?

Para no alargarlo más, se agachó, conteniendo la respiración, y posó nerviosamente sus labios sobre los de él. Había pensado en hacerlo con rapidez y salir corriendo. Pero al notar su piel ardiendo por culpa de la fiebre, prolongó el contacto un poco más, cerrando los ojos para poder aspirar su aroma.

Cuando se separó experimentó una extraña sensación de vacío. Miró a Malik, nerviosa, preguntándose si habría hecho algo mal o torpemente, y extendió una mano para apartarle un poco de flequillo de la cara. Acarició su mejilla y suspiró, preguntándose si la felicidad que notaba estallar en su interior duraría para siempre.

—Mañana… Después del entrenamiento, vendré a traerte el desayuno. Así que no bajes al comedor, ¿de acuerdo? —intentó imprimir un aire serio a sus palabras, pero no fue capaz. Así que se volvió hacia Asah y dijo—: No le dejes salir si no está bien, ¿eh?

Recogió la bandeja y dirigió una última mirada a Malik, con el corazón en un puño. Si se conocieran un poco más, si no le diera tanta vergüenza, se quedaría a cuidar de él. Pero supuso que era demasiado para un primer día y que él no estaría cómodo. No cuando necesitaba descansar.

—Buenas noches —dijo entonces, acercándose a la puerta. Ahora que la bandeja pesaba menos, pudo abrirla sin muchos problemas—. Ah, Malik, una cosa…—cerró los ojos con fuerza. Llevaba mucho tiempo pensándolo, pero nunca se había atrevido a reconocerlo. Mucho menos a decirlo en voz alta. Pero era necesario. Se lo debía. Él había dado todos los pasos. Y quería que supiera que ella no pensaba quedarse atrás. Al menos, no por mucho tiempo. Le falló la voz al primer intento, por lo que tuvo que coger aire y obligarse a relajarse. Se volvió hacia él y sonrió—:Te quiero.

Y salió precipitadamente de la habitación, sintiéndose la mujer más estúpida y feliz del mundo.

Cuando se acostó, poco después, en su cama, se llevó las manos a los labios, donde todavía sentía el calor de Malik, y se dio cuenta de que seguía sonriendo. Se le escapó una risita, abrazó la almohada, despertando a Harun. El dragoncito le dio un mordisco de reproche en la oreja y luego, perezoso, se acurrucó contra el hueco de su cuello para dormir. Fátima acarició su pelaje en silencio, con la mirada perdida muy lejos de allí.

Contaba las horas hasta el día siguiente. Sabía que esa noche no iba a poder dormir.

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por **Tanis** » Jue May 22, 2014 1:24 am

Sabía que la había pillado por sorpresa. Bueno, no era su culpa, sólo había hecho una inocente petición. Ver cómo se le subían los colores de forma gradual a medida que ella asimilaba la pregunta le resultó divertido y encantador. Sin querer se le formó una débil sonrisa a la vez que soltaba despacio su mano y entornaba los ojos, plácido. Estaba cansado, aunque de seguro no podría dormir esa noche. Iba a pasar una convalecencia hermosa.

Siguió con la mirada sus movimientos, imbuido en su estado de semi-consciencia febril. El corazón le latía rápido, tanto por la fiebre como por todo lo demás, y casi sentía que le fuera a estallar el pecho. Asah se alzó sobre las patas traseras, antes de apartarse hacia el otro lado de la cama pasando por encima de Malik con un salto. Ambos miraron a Fátima, durante ese largo minuto que llegó a parecer horas, y en el que él pensó que finalmente ella se daría la vuelta y echaría a correr.

Bueno, no la culparía. Hasta que se acostumbrase a… pensar en lo que tenían como algo real… Pero Fátima no llegó a hacerlo, no se fue. Trémula, se acercó e inclinó despacio hacia él y rozó sus labios con los secos y calientes de Malik, y él no pudo evitar soltar un suspiro mental. En el silencio y la tranquilidad de la habitación, Malik pudo apreciar de verdad la nerviosa suavidad de los labios de Fátima. Alzó lentamente la mano hasta tocar con las yemas de los dedos su mejilla y acariciar apenas su piel. Los ojos se cerraron casi por encanto, y dejó que fuera ella la que decidiera cuánto debía durar ese pequeño «Buenas noches».

Abrió los ojos al sentir que ella ya se separaba y la miró con suavidad recreándose en la caricia de sus dedos, curvando ligeramente la comisura de los labios en una sonrisa como si indicara que estaba bien, y que estaría bien siempre. No había sido un beso de cuento de hadas, pero para él era más que suficiente. Deslizó los dedos por su mandíbula hasta separarlos y dejó el brazo en reposo.

—Mañana… Después del entrenamiento, vendré a traerte el desayuno. Así que no bajes al comedor, ¿de acuerdo? .

Reprimió un mohín porque justo había pensado en hacerlo. Aunque de nuevo claudicó. No quería que se preocupara más, o se enfadara.

—Está bien, lo prometo —dijo.

Aunque algo en su voz no debió de convencerla, porque ella se volvió hacia Asah y le instó:

—No le dejes salir si no está bien, ¿eh?

Asah agitó las orejas y emitió un sonoro Nrrr de conformidad, para luego subir por el torso de Malik y bajar hacia el hueco que dejaba su cuello contra la almohada. Malik acarició su lomo algo distraído, pensando en si no sería muy egoísta por su parte pedirle a Fátima que se quedara con él toda la noche. Sabiendo que no se sentiría especialmente cómoda con eso por la vergüenza, lo dejó estar y simplemente le deseó buenas noches.

Estaba acomodándose de mejor manera para intentar dormir, cuando ella habló y su voz llamó su atención.

—Ah, Malik, una cosa…

—¿Sí?

Se quedó callado, esperando a que ella continuara con lo que quería decir. Podía notar que, como antes, era algo que le estaba costando mucho hacer o decir, pero era paciente y esperó a que por fin decidiera a hacerlo, fuese lo que fuese. Con el tiempo todas aquellas cosas serían naturales, aunque a él le resultara algo más fácil porque las vicisitudes de la vida en pareja ya le eran conocidas.

—Te quiero.

Y con eso le tocó a él quedarse con la palabra en la boca, viendo como ella precipitadamente salía de la habitación sin darle oportunidad de responder. Sorprendido porque ella le hubiera dicho precisamente algo como eso, cuando normalmente la gente tardaba eones en hacerlo, Malik se dejó escurrir de la almohada hasta quedar totalmente tumbado, con la vista clavada en el techo. En la penumbra sintió cómo Asah hocicaba en su cuello, y su respiración, hasta hacerse una bolita y acurrucarse mejor. Cerró los ojos sintiendo el peso del cuerpo, el cansancio, el calor de la fiebre y la garganta agrietada y seca.

Suspiró.

«Yo también te quiero».

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