Re: [Castillo de Bestia] Solos entre lobos
Publicado: Lun Nov 10, 2014 11:51 pm
Pareció extrañada ante mi pregunta, pero no se lo reproché; preguntarle a una desconocida por qué llevaba esa ropa era algo extraño, al fin y al cabo.
— Mi padre es cazador —respondió rápidamente—, y como soy su única hija tengo que ayudarle con la labor. Y sinceramente, cazar con un vestido no es muy sencillo.
Cazador… Era un buen oficio, si sabías apuntar. Seguramente serían muy pobres.
>> Siempre me llevo un zurrón con lo necesario. Aunque no entiendo por qué te importa tanto.
Me encogí de hombros de nuevo, y me rasqué la perilla, pensativo. Sus ojos reflejaron la tibia luz de la luna, y me recordó a un gato callejero. No había respondido al por qué estaba en medio de la noche en un bosque… y no creo que cazara a aquellas horas.
Iba a marcharme, después de todo, ya no debería estar allí. Pero un sonido en los arbustos, hizo que girara la cabeza y me acercara con pasos cautelosos.
Jeanne estaba tensa como una cuerda, y me hizo el gesto de silencio. Yo estuve quieto a su lado, mirando en seto con atención. Los ruidos se hicieron más altos y...
Dos Sincorazón aparecieron de la nada. Malditos sean… Tendría que protegerla. Pero no podía mostrar los poderes a los habitantes de otros mundos… Qué complicado lo hacían todo.
Otro apareció en el aire… Era rojo como el fuego y graznaba como un buitre. Maldita sea, cuando volviera al castillo tendría que estudiar a aquellas criaturas, no sabía ni su nombre.
Aquellos pequeños Sincorazón, sombras, se acercaron rápidamente al verse hambrientos. Una bola de fuego impactó un poco más allá, lanzada por el volador. Iba a gritar a Jeanne, para que volviera a cubierto, pero…
— ¡Simbad! ¡Huye, rápido! ¡No mostrarán piedad!
Me quedé congelado en el sitio; pero me adelanté para esquivar a una sombra revoltosa. Me coloqué a su lado.
— ¡Jeanne! —le advertí, gritando—. ¡No son animales normales, hazme caso!
No me oyó, y en su mano izquierda apareció un resplandor cegador. Una Llave-Espada. Si mis ojos no se abrieron como platos fue porque estaba preparando un hechizo, pero, al verla, mi mente comenzó a trabajar como nunca.
No podía ser…
Pero no pude pensar, porque ella, se me había adelantado.
— ¡Hielo!
Su hechizó se clavó directamente en la criatura voladora. No podía quedarme parado. Invoqué mi Llave-Espada y lancé un mandoble contra una sombra; Jeanne se encargaba de la otra.
—¡Ráfaga!—Manifesté contra del Sincorazón volador. Si se tambaleaba un poco podría distraeralo para que ella pudiera lanzar otro Hielo. Tendría que aprender ese hechizo.
Ella se apartó para recuperar el aliento. Una de las sombras se acercaba a Jeanne y me interpuse en su camino propinándole un sablazo, que la lanzó unos metros hacia atrás.
Jadeaba, y el frío de la noche secó mi sudor.
—¡Hielo! —Le pedí.
Era la hora de la verdad.
— Mi padre es cazador —respondió rápidamente—, y como soy su única hija tengo que ayudarle con la labor. Y sinceramente, cazar con un vestido no es muy sencillo.
Cazador… Era un buen oficio, si sabías apuntar. Seguramente serían muy pobres.
>> Siempre me llevo un zurrón con lo necesario. Aunque no entiendo por qué te importa tanto.
Me encogí de hombros de nuevo, y me rasqué la perilla, pensativo. Sus ojos reflejaron la tibia luz de la luna, y me recordó a un gato callejero. No había respondido al por qué estaba en medio de la noche en un bosque… y no creo que cazara a aquellas horas.
Iba a marcharme, después de todo, ya no debería estar allí. Pero un sonido en los arbustos, hizo que girara la cabeza y me acercara con pasos cautelosos.
Jeanne estaba tensa como una cuerda, y me hizo el gesto de silencio. Yo estuve quieto a su lado, mirando en seto con atención. Los ruidos se hicieron más altos y...
Dos Sincorazón aparecieron de la nada. Malditos sean… Tendría que protegerla. Pero no podía mostrar los poderes a los habitantes de otros mundos… Qué complicado lo hacían todo.
Otro apareció en el aire… Era rojo como el fuego y graznaba como un buitre. Maldita sea, cuando volviera al castillo tendría que estudiar a aquellas criaturas, no sabía ni su nombre.
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Aquellos pequeños Sincorazón, sombras, se acercaron rápidamente al verse hambrientos. Una bola de fuego impactó un poco más allá, lanzada por el volador. Iba a gritar a Jeanne, para que volviera a cubierto, pero…
— ¡Simbad! ¡Huye, rápido! ¡No mostrarán piedad!
Me quedé congelado en el sitio; pero me adelanté para esquivar a una sombra revoltosa. Me coloqué a su lado.
— ¡Jeanne! —le advertí, gritando—. ¡No son animales normales, hazme caso!
No me oyó, y en su mano izquierda apareció un resplandor cegador. Una Llave-Espada. Si mis ojos no se abrieron como platos fue porque estaba preparando un hechizo, pero, al verla, mi mente comenzó a trabajar como nunca.
No podía ser…
Pero no pude pensar, porque ella, se me había adelantado.
— ¡Hielo!
Su hechizó se clavó directamente en la criatura voladora. No podía quedarme parado. Invoqué mi Llave-Espada y lancé un mandoble contra una sombra; Jeanne se encargaba de la otra.
—¡Ráfaga!—Manifesté contra del Sincorazón volador. Si se tambaleaba un poco podría distraeralo para que ella pudiera lanzar otro Hielo. Tendría que aprender ese hechizo.
Ella se apartó para recuperar el aliento. Una de las sombras se acercaba a Jeanne y me interpuse en su camino propinándole un sablazo, que la lanzó unos metros hacia atrás.
Jadeaba, y el frío de la noche secó mi sudor.
—¡Hielo! —Le pedí.
Era la hora de la verdad.
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