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Con la ayuda de Maya fue capaz de abrir la gran puerta que les impedía avanzar hacia el norte. Ir en esa dirección suponía alejarse del centro del laberinto, por lo que Light esperaba encontrar algo de valor al otro lado, una pista, un objeto útil, cualquier cosa.

Pues no. No había absolutamente nada allí. De hecho, habían vuelto al mismo lugar que antes.

—Genial, hemos retrocedido —se lamentó—. En fin. Voy tirando para el sur.

Con brújula en mano dio media vuelta, bastante chafado. Su siguiente movimiento consistiría en moverse hacia el sur y entrar en una de las habitaciones; en concreto, la localizada al sur y a la izquierda.

La tensión incrementaba de igual manera que lo hacían las zarzas y plantas del Invernadero, las cuáles poco a poco nos rodeaban a todos nosotros. Sin embargo, al poco de empezar la pelea oí un ruido tras de mí ¡El joven había conseguido abrir la puerta!

—¡Saeko, rápido!— le grité a pleno pulmón mientras entretenía a las plantas.

Finalmente, los tres llegamos con vida afuera. La puerta se cerró, y las plantas se tranquilizaron. Cogiendo aire, miré a mi alrededor: El chico de verde, otro compañero que no conocía y debía de estar al lado de la puerta, y Saeko estaban allí, tratando de calmarse.

—¿Estáis todos bien?— pregunté mientras comprobaba con la mirada al resto de chicos. — Creo que va a ser mejor que vayamos juntos si no queremos acabar... como podríamos haber acabado ahí dentro...

Entonces puse la mirada en Saeko, no sabría decir que era pero... parecía estar realmente mal.

—Saeko, ¿Estás bien?

En caso de que me dijera que sí la acompañaría para intentar ayudarla, mientras que si decía que no, con una despedida continuaría mi camino hacia atrás, a la habitación de las bifurcaciones. Una vez allí , una nueva bifurcación se abría ante mí: Norte, Sur u Oeste.

En caso de que no me acompañara Saeko, en cuyo caso la dejaría escoger, subiría por la ruta hacia el norte, esperando que mi destino fuera algo más afortunado que antes.

—Parece que por ahora seguimos el mismo camino así que me gustaría saber vuestros nombres —sonrió— yo soy Saito y —señaló a Coli— creo que tu eres Colibritany si no voy muy errado. ¿Y los demás?

—Sí, bueno, yo soy Colibritany pero puedes llamarme Colinda —bromeó mientras pasaban por el portón.

Una vez pasaron, llegaron a una iglesia, o eso parecía por la decoración. Sin embargo, antes de que pudieran seguir observando los detalles una bola de oscuridad se abalanzó contra ellos aunque afortunadamente pudieron esquivarla. Provenía de un enorme sincorazón; el guardián del lugar.



<<¿Esperan que nos enfrentemos a eso...?>>

Rápidamente, Colibritany retrocedió por si la criatura atacaba a sus compañeros que aún no habían reaccionado. Una vez estaba distanciada lo máximo posible del monstruo, corrió con todas sus fuerzas abrazando la pared de su derecha, hacia la salida del este.

Si el sincorazón se movía para atacarla, Coli lanzaría un piro a su cabeza para intentar detenerle. Si no pudiera y el sincorazón emprendiera la acción, trataría de esquivarla por encima mediante el uso de un doble salto.

Para mi fastidio, habíamos andado en círculos. Tendría que comprobar de ahora en adelante la brújula, para que no le volviera a pasar.

Light se dirigió al sur, y yo le seguí. Sin embargo, cuando él cruzó una puerta, yo decidí seguir más al sur aún y luego girar al este. Tal vez encontrara a Simbad, después de todo. Sería gracioso contarle cómo había ido al norte para nada.

—¡Nos vemos!—me despedí de mis compañeros mientras avanzaba a paso rápido, internándome por el laberinto.

Como me temía, volvimos atrás, y tras la puerta sólo había un pasillo que nos llevó a una sala en la que ya habíamos estado.

—Genial, hemos retrocedido —se quejó Light—. En fin. Voy tirando para el sur.

—Lo suponía...

Light se marchó por donde habíamos venido, y mi vista se fijó en el pasillo oeste, en dirección a la sala con la puerta de letras rojas. Nos habíamos vuelto a acercar a esa sala, y la curiosidad volvió a invadir mis pensamientos. ¿Qué habría allí? ¿De verdad era un lugar peligroso...? Pero aquel laberinto ocultaba algo... ¿y si estaba por allí? ¿Qué era lo que yacía tras esa puerta? Debía de ser algo grande, si había una indicación de "NO ENTRAR" tan grande, y por muy peligroso que fuera, NECESITABA saber de qué se trataba. Y ya había dejado escapar una oportunidad.

—Sólo un vistacito —murmuré, pensando en voz alta—, y volveré para reunirme con Light...

Así pues, me escabullí sin hacer ruido para no alertar a Light, que se alejaba hacia la sala anterior, para no tener que volver a escuchar su sermón otra vez. De todas formas, sólo quería echar un vistazo rápido...

Nicoxa seguía caminando hacia al norte por los fríos pasillos que se extendían por el laberinto, sin pararse en ningún momento. Ya hacía bastante rato desde que se topó con la chica de antes, a la que vio desde el túnel, y desde entonces no había vuelto a coincidir con nadie más. Todo aquello resultaba muy emocionante, aunque estaba un poco triste por llevar tanto rato sola.

«Aun así mejor estar sola que mal acompañada».

En teoría había cosas peligrosas en aquel lugar, y prefería no encontrar ninguna a ser posible. No pudo evitar pensar en Colibritany y el resto de los compañeros que habían elegido el mismo portal que ella, preocupada por la zona en la que estarían.

Cuando se separó de los demás, Colibritany fue por la derecha. Quizás se encontraba por ahí aún, así que en el siguiente desvío, Nicoxa tomó la dirección al noreste.

¡Porrazo al canto! Antes de que Nikolai llegase a tocar la puerta, ésta se abrió, dejando pasar a un desenfrenado Xefil que se chocó con él, acabando los dos en el suelo. Intentas ayudar a alguien y mira cómo te lo pagan…

—¿Tan mala era la compañía ahí dentro? —espetó con tono sarcástico mientras se incorporaba entre tambaleos.

La puerta se cerró, acallando el griterío de lo que hubiese en la habitación. Por todo lo demás, los tres aprendices habían logrado escapar de esa trampa mortal.

<Espera… ¿tres?>

Cierto, entre los presentes había una persona más que no les acompañaba, aunque le sonaba de haberla visto antes por el principio del laberinto. Una chica de cabellera violeta y larga, pero había algo raro en ella. Por su aspecto no tenía pinta de encontrarse bien.

—Saeko, ¿Estás bien?

No era el único que se había cerciorado de que algo le ocurría. Niko se acercó a la joven, bastándole con un vistazo rápido para confirmar que no tenía ninguna herida a la vista, por lo que su malestar no tenía pinta de haber sido provocado por un golpe.

—¿Una trampa? —le preguntó a la chica, buscando una confirmación por su parte.

Desconocía la causa de su mal aspecto, pero quizás sí que podía ayudarla de algún modo. Hace un rato que se había encontrado un remedio que podía paliar numerosas afecciones. Se sacó de uno de los bolsillos de la chaqueta la susodicha panacea y se la tendió a la muchacha que respondía al nombre de Saeko.

—Tú la necesitas mucho más que yo —le dedicó una sonrisa—. Ya me lo pagarás más adelante.

Esperó a que la aprendiza se tomase el remedio y, le contestase o no, se encaminó hacia la bifurcación por la que había pasado con anterioridad y tomó la ruta oeste. Tal y como se pensaba, acabó en otra ramificación de caminos.

¡Y mira tú por dónde! Ahí estaba el otro aprendiz que se había librado de la trampa al igual que él.

—Vaya, vaya… —Nikolai se acercó al chico, cruzándose de brazos y lanzándole una mirada llena de decepción—. ¿Tantas prisas tenías de hacerte con un tesoro del que apenas sabes nada como para ignorar la llamada de socorro de tus compañeros de bando? —le reprochó con tono agrio—. Te habría bastado con abrirles la puerta con esa llave gigante que tienes, ¿sabes?

Tras acabar de reprenderle, Niko pasó por el lado del chico sin dirigirle la mirada y se encaminó una vez más por el oeste.

No tardé mucho en llegar a una sala idéntica a la que acababa de dejar atrás. Me giré temiéndome que hubiese acabado en una sala en bucle, como había visto en varios videojuegos, pero por suerte no era el caso ya que el camino que se dirigía al sur acababa allí.

Solo tenía dos opciones: Este, Oeste o volver atrás hacia el Norte, algo que prefería dejar descartado hasta que algo me hiciese retroceder (que esperaba que no)

Así pues, y tras meditar unos instantes me decanté por el camino a mi izquierda, el del Este.

Por suerte, la puerta solo tuvieron que abrirla una vez. De modo que continuaron su camino.
Sin embargo, no les dió tiempo a relajarse mucho, pues nada más llegar a la nueva estancia, un enemigo de grandes dimensiones se apareció ante ellos.

—¿Pero qué cojo...?— no pudo evitar decir una sorprendida Keiko. Aquel enemigo era diferente a aquella copia de Hikaru a la que se enfrentó en su mente. Su gigantesca estatura bastaba solamente para que su cuerpo temblara de miedo. ¿Cómo se suponía que iban a pasar por ahí?

"Keiko, cálmate. También diste por imposible el combate contra la copia y acabaste obrando el milagro. ¿Por qué no vas a poder esta vez?" le dijo su mente.

—Ya... Pero... aquello era en mi mente. Esto es más que real...

"Está bien, haz lo que quieras".

La muchacha se concentró. Eran tres, de modo que tenían ventaja numérica. Pero el tamaño de su adversario compensaba esa desventaja que tenía. Por tanto, lo más seguro era distraerlo y coger uno de los caminos.

—¡Saito, Colibratany, y chico de piel morena, me encargaré de distraerlo, vosotros escoged un camino y largaos!

Dicho eso, Keiko desenfundaría su espada y se prepararía para lanzar un electro, a la vez que usaría su arma blanca para defenderse y contra-atacar. Si sus compañeros lograban huir, volvería a lanzarle el mismo hechizo y le propinaría un espadazo, para ir hacia la salida este.

Bavol abrió mucho los ojos sorprendido ante ese tajante no que le había dado Colibritany, pero luego soltó un suspiro de alivio al comprender que se había tratado de una broma. Juntos consiguieron abrir la puerta.

—Parece que por ahora seguimos el mismo camino así que me gustaría saber vuestros nombres. Yo soy Saito. Creo que tú eres Colibritany si no voy errado. ¿Y los demás?

—Sí, bueno, yo soy Colibritany pero puedes llamarme Colinda

—Encantada de conocerte, Saito. Soy Keiko Akarui. Es un placer.

—Yo soy Bavol —se presentó el gitano—. Está bien esto de trabajar en equipo, deberíamos seguir juntos por si hay más puertas como estas.

A continuación, el Aprendiz entró en la habitación que acababa de desbloquear para descubrir que en su interior desgraciadamente había un gigantesco sincorazón que casi les golpea con uno de sus ataques.

Curiosamente una de las Aprendizas decidió enfrentarse ella sola al sincorazón para permitir al resto que escapara. No iba a perder la oportunidad.

—Gracias.

Seguidamente y para no desaprovechar la ocasión, Bavol conjuró un Tenue sobre sí mismo. Después, invocó las Alas del Solsticio y comenzó a volar. El objetivo era aprovechar lo aturdido que estaría el sincorazón entre los ataques de los Aprendices, que había desaparecido a sus ojos por unos momentos y que no se encontraba en el suelo. Incluso llegaría hacer varias piruetas con sus alas para evitar que el sincorazón le atrapara con su mano.

Si conseguía esquivarlo finalmente, atravesaría la puerta del norte y continuaría su camino solo o con quienes hubiesen decidido seguirle.

La siguiente bifurcación fue más simple de lo que pensaba, tres pasillos iguales sin nada que los diferenciase. Aunque tampoco iba a quejarme, era mejor esto que volver al principio o ser atravesado por un centenar de flechas.

—Que sean tres pasillos me molesta —indiqué mirando los cuatro Ases de la baraja —. Supongo que voy a tener que dejar a los pobres Tréboles fuera de la discusión.

Separando el cuarto palo del resto y guardándolo, empecé a barajar la reducida baraja antes e sacar una nueva carta y mirarla: Sota de Corazones.

—¿Otra vez esta carta? ¿Quizás deba coger otra ruta? —miré a los lados algo preocupado, la misma figura de Corazones seguida, no estaba muy seguro de si debía empezar a preocuparme o no —. No, será mejor que siga al Este como tenía decidido, aunque ahora sí que tendré que ir con mucha precaución.

Guardando la baraja y volviendo a marcar el laberinto por si regresaba a ese punto, creé una pequeña esfera de fuego que podría usar para iluminar la zona o atacar a cualquier ser violento que se lanzara sobre mi.

Conseguimos salir por los pelos, y yo de milagro, justo antes de que las plantas consiguiesen atraparme. Más agotada todavía y encogida en mí misma, continúe tosiendo debilitada; no tardé además en darme cuenta de que allí había alguien, otro muchacho que me sonaba de algo, pero no conseguía recordar bien de qué. Sin comerlo ni beberlo, éste me tendió lo que parecía un pequeño botijo, precisamente lo que necesitaba.

No lo pensé dos veces, sino que lo agarré y me lo llevé a la boca totalmente desesperada. Esperando poder recuperarme de alguna forma con ello.

—Gracias... —expresé, todavía cogiendo aire cansada— Toma, creo que te lo debo.

Metí la mano en uno de mis bolsillos y antes de que se marchase le tendí una pequeña bolsita repleta de platines. Esperaba que, de alguna forma, estuviese contento con ello, porque yo estaba como nueva y dispuesta a continuar con aquel maldito laberinto. Por unos momentos me había visto en un pasillo sola y sin nadie, completamente muerta por culpa del veneno... El giro de los acontecimientos había sido sorprendente.

Por otra parte, desmaterialicé nuevamente mi Llavero y mi katana, cruzándome de brazos y escuchando la propuesta de Neru, según la cual era ir todos juntos, bueno, en principio él y yo, pues el otro aprendiz tan interesado en mi cuerpo podía tomar la decisión que quisiera.

—Sí, mejor que vayamos juntos... ¿Te hace una tregua, otra vez? —no me convencía mucho andar haciendo treguas, que por algo me había aventurado yo sola en el laberinto cuando empezamos, pero ya había comprobado de primera mano lo terrorífico que podía llegar a ser. Así que sí, cuantos más fuéramos mejor— ¿Y tú te vas a venir? —me atreví a interrogar al otro

Él era libre de poder venirse o no, pero en el fondo quería que se viniese también. Tras la experiencia por la que habíamos pasado, estaba segura de que los tres podríamos alcanzar la legendaria Llave Espada.

—Pues en marcha.



Me dirigí hacia el sur tras comprobar que desde la salida del invernadero no había nada interesante, alcanzando una nueva trifurcación donde parecía estar el aprendiz que me salvó la vida y otro muchacho. Teníamos tres opciones en total: un camino al norte, otro que seguía recto al oeste y una habitación al sur. No estaba muy segura a aquellas alturas de si sería lo más recomendable internarme en otra sala, pero curiosa como yo era, quise tentar a la suerte.

Por lo tanto, me dirigí al sur con los que quisiesen acompañarme.

Siguió caminando a lo largo del pasillo hasta encontrar una sala cuadrada. La sala disponía de otros dos pasillos por los que pasar y una puerta naranja que tentaba a la joven. Es más, en el suelo de la sala había una cara sonriente dibujada. Una lástima no tener a mano un rotulador para dibujarle un bigote, seguro que le hubiese sentado estupendamente.

—Bueno, portalón, más te vale abrirte a la primera o sufrirás mi patada voladora. Y quizás me ponga a cocinar en la chimenea de las salas anteriores. Así hago volar todo el laberinto de un precioso boom.

Con una sonrisa picarona, tan grande como la del dibujo a sus pies, invocó su arma y apuntó con ella a la puerta para abrirla en caso de que estuviese echado el pestillo. Y, después, intentaría abrirla como una persona normal.

La malvada aprendiza interrumpió la refinada sesión musical del gigantesco fantasma (no había visto antes ninguno tan grande) y tuvo que pagar caro por ello. Aparte de la sorpresa de que los sincorazón tenían sus momentos de relax cuando no trataban de comerse ningún corazón ajeno, comprobó tras que le echara del saloncito que este había hecho mucho más que expulsarla. Sobre su cabeza pendía un cinco. Una cuenta atrás que indicaba cuánto tiempo le quedaba hasta expirar.

—¡Será cabrón...!

Sin embargo, no había mucho que hacer. No se creyó capaz de poder enfrentarse a él, además de que el aspecto le daba muuucho cague, y prefirió buscar un remedio para la maldición por otro lado. Y dónde mejor que en un laberinto con tesoros esparcidos.

Todo había comenzado por esa maldita musiquita, así que asumió que había escogido el camino equivocado nada más decidir seguirla. Por lo tanto, no le quedaría otra que volver atrás. Pero antes, porque la curiosidad le podía, pensó en echar un vistazo a la puerta restante.

Le faltaría tiempo para cagarse en todo si volvía a interrumpir a un sincorazón en un momento de privacidad. En la ducha, por ejemplo.


[Hana a la puerta de la izquierda/oeste]

No me importó verme solo ante lo desconocido. Sabía que podía haber avanzado mucho más y pero me paré a pensar. Podía meterme a la habitación que había entrado el aprendiz pero...


El pasillo de la izquierda parecía totalmente inexplorado. Sin pensármelo más me encaminé a lo desconocido. Esperé poder encontrar cualquier cosa, animada o muerta. Otro aprendiz , por ejemplo.