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No respondí a ninguna de las perlas de Hana pues veía una pérdida de tiempo contestarle por lo que junto a Alec me dirigí al sur.

Llegamos a una nueva estancia con dos caminos, uno al Este y otro al Sur, pero no solo eso. También había una puerta de madera misteriosa allí.

—Iré a comprobar lo que es. Adelántate si quieres —informé a Alec.

Me aproximé con cautela a aquella puerta y la abrí con cuidado. No sabía si podía haber trampas allí, por lo que lo mejor era andarse con pies de plomo.

Keiko siguió el camino norte, seguida por dos chicas extrañas y un muchacho. Cuando las vio, pensó que eran unas chicas un tanto extrañas, pero no le dio la menor importancia, seguro que había cosas más raras en algún otro mundo.

Pronto llegaron a nueva nueva bifurcación, que se dividía en tres caminos esta vez: norte, oeste o este.
Esta vez no estaba tan claro la dirección a seguir, pero aún así tenía que llegar hasta el centro del laberinto, que podía estar en cualquier parte, pero intuía que no iba por el camino equivocado.

La chica decidió seguir hacia el norte.

Una nueva sala con dos pasillos sin ninguna señal para saber cual era bueno y cual malo, otra vez iba a tocar echar mano de las cartas. O quizás no. Al lado del pasillo que iba hacia el sur se encontraba una misteriosa puerta que podría contener cualquier cosa, desde una trampa hasta un valioso tesoro.

—Iré a comprobar lo que es. Adelántate si quieres —señaló mi compañero avanzando hacia la puerta.

Listo iba si creía que le dejaría a él solo para investigar, ¿y si tras esa puerta se encontraba algún atajo mágico para acercarse más aun al centro? No iba a adelantarme por nada del mundo.

—No creo que sea buena idea, podría haber un encantamiento sobre la puerta o alguna trampa punzante, deja que te cubra con mi magia por si ocurre algo —le dije alejándome unos pasos y creando una bola de fuego en mi mano.

Aunque tuviese el hechizo Piro listo, lo que haría para asegurarme de que nada me llegara a dañar sería levantar un muro de zarzas con la Reina de Tréboles nada más abriese Ragun la puerta. Desde allí me movería hacia un lado y entonces lanzaría el hechizo Piro si lo que había dentro era una criatura peligrosa o cualquier cosa que intentara hacerme daño, si no lo haría desvanecerse y comprobar que había en tras la puerta.

En el mejor de los casos me encontraría a Ragun incapacitado para continuar y con ello un rival menos del que preocuparse para conseguir la Llave de los corazones.

No sabía cómo había aparecido ahí ni tampoco sabía cómo habían aparecido el resto de Aprendices allí presentes. No obstante, en esta ocasión era evidente que no era Bastión Hueco quien estaba tras esta aparición.

Bavol contempló un magnífico banquete, pero decidió no probar bocado. Era una costumbre que había adoptado desde el día en el que le dieron un susto de muerte asegurándole que su comida estaba envenenada.

Finalmente, la aparición de un moguri encapuchado les reveló que él era el responsable de su repentina aparición en aquel lugar. No le hacía gracia haber sido raptado por una de sus criaturas, pero en cuanto escuchó que había un premio para el que llegara al centro del laberinto, se emocionó. Él podía conseguirlo, al fin y al cabo la suerte siempre estaba de su lado.

Prefirió que el resto de Aprendices escogiera primero, lo cual fue una mala opción, pues un extraño viento lo empujó repentinamente al interior de una de las salas. Acabó en una sala con otras Aprendizas de la Llave Espada, entre ellas Myxa, quien fue la primera en acercársele.

—Esto me da muy mala espina, Bavol. Creo que alguien nos ha tendido una especie de trampa y lo peor es que sólo podemos jugar a su juego

—Sí, es cierto… —comentó Bavol pensativo ante el comentario de la chica, a la que no le faltaba la razón—. Pero creo que hay premio.

—Ya que no se puede hacer nada habrá que continuar. A mi me llama más la atención la de la derecha, es la que no indica el reloj este raro. ¿Te apuntas a venir conmigo?

Bavol se dio cuenta que el reloj del que hablaba su amiga era en realidad una brújula. Y no sólo eso, sino que al parecer el gitano también tenía una en su bolsillo por arte de magia.

—Brújula, se llama brújula —indicó Bavol y después se encogió de hombros—. Bah, prefiero seguir hacia adelante, es lo que me dice el instinto.

De pronto, una Aprendiza del bando contrario se tiro un pedo junto a él, lo cual molestó notablemente al chiquillo.

—¡Qué guarra eres! —le espetó Bavol.

Pese a todos los olores, el gitano decidió continuar hacia el norte dejando atrás a su amiga Myxa. Curiosamente fue su amiga la única que decidió cambiar de camino, el resto continuó como él hacia adelante.

En esta ocasión el camino se dividía en tres. Ignoró por completo su brújula y decidió continuar por el camino que más le apeteciera en aquel momento, en este caso el camino de la derecha.

—¡Ey, cochina! —exclamó Bavol llamando la atención a la Aprendiza que le había tirado el pedo—. Deberías venir conmigo, suelo tener suerte en este tipo de cosas.

Por lo que se veía tampoco le guardaba rencor más allá de aquel mote tan grosero. Decidiera lo que decidiera la chavala, él decidió marchar por ese camino

Finalmente, tras seguir el camino rodeado de muros, llegamos a una nueva encrucijada: Habían dos puertas a elegir, una al Norte y otra al Sur, según la brújula. Algo intrigado, y obviando al resto de mis compañeros, me acerqué a cada una de las puertas. La que estaba hacia el norte no parecía tener nada en especial, pero en la del Sur se oía un ruido... ¿Había alguien allí?

Sintiendo presión entre las puertas, avancé un poco para ver cómo la encrucijada aumentaba. Otra vez dos posibles pasillos, uno hacia delante y otro girando al norte. Temiendo estar dando vueltas en círculos, volví sobre mis pasos para pensar qué hacer.

Una de las puertas no tenía ningún dato que ofreer, ni el mango era raro, ni un cartel, ni forma... ni siquiera material o color parecían diferentes... Pero en la otra puerta se oía un ruido cercano, como si se tratara de un ronquido.

Tragando la saliva y nervioso por lo que pudiera suceder, agarré el pomo de la puerta que no me proporcionaba nada malo... ni nada bueno.

La chica de Bastión Hueco se unió a ellos y Fátima le dirigió una mirada fulminante. ¿Para qué venía con ellos? Cuando llegaron a la siguiente encrucijada, Fátima miró hacia las tres puertas y frunció el entrecejo al escuchar las voces. No le dieron muy buena espina, por lo que se acercó a la puerta de la derecha. Al no oír nada, se volvió hacia Malik y le dijo:

—¿Te parece que vayamos por aquí?

Esperó a su respuesta y entonces abrió la puerta.

Hacia el sur, ambos aprendices de Tierra de Partida se encontraron con una acogedora sala con una chimenea encendida. Sus opciones para continuar eran numerosas, pues podían continuar hacia el sur, o optar uno de los dos caminos que había hacia el oeste, uno más al norte que otro.

Además, había dos puertas: una arriba de la sala, cerca del camino por el que acababan de llegar, y otra abajo, al lado de la ruta que continuaba al sur. Cinco opciones... Difícil, ¿no?

—Vaya, no he muerto —pensó Aru al descubrir otra sala bastante cálida con chimenea encendida.

Cuando miro detrás, pudo observar a un único compañero de sala, que le resultaba bastante familiar, posiblemente también estuviera en la sala anterior.

—Que suerte hemos tenido, ¿verdad? Mi nombre es Aru —dijo a la vez que levantaba la mano para estrecharla en señal de saludo.

Aun así, hacer amigos no era más importante que volver a elegir la ruta correcta.

—¿Que ruta escogerás? Yo creo que iré por esta —dijo la muchacha señalando hacia el sur.

Entonces la muchacha se despidió de el con otro apretón de manos, y siguió su camino.

Seguí a la chica hasta una habitación bastante acogedora, con chimenea y todo. Me habría tranquilizado de no ser porque había 5 caminos distintos. Tres pasillos y dos puertas... ¿Cuál debería escoger? Fue entonces cuando la joven de pelo azul se acercó a saludarme.

—Que suerte hemos tenido, ¿verdad? Mi nombre es Aru

—S-Saxor... A-aunque no creo que est-to sea suerte...— Estreché la mano que me extendió, y no, no podía considerar suerte tantas opciones. Hacía más difícil hallar la dirección correcta. Menos mal que tenía una brújula.

—¿Que ruta escogerás? Yo creo que iré por esta.

Y señaló hacia el sur. Podía ser una de las opciones correctas, pero ignoraba si ese camino llevaría hasta el centro. Tal vez la puerta me llevara hasta un pasillo que llevara hacia el centro, o puede que me llevara a una ruta que me alejaría, o sería más indirecta. También estaba la opción de ir al oeste... tantas rutas y tan pocas probabilidades...

—I-iré por la puerta del sur, sup-pongo...

Estrechando de nuevo la mano de la chica, me despido de ella mientras me dirijo a una de las puertas.

—No se suponía que hubiera puertas; esto lo hace más complicado.

Eso no se adaptaba a mi concepto de un laberinto; por lo cual tenía la sensación de que la persona que nos había puesto allí estaba de alguna manera haciendo trampas. Si no tenía que ceñirme a una dirección en concreto, era todavía más dificil llegar hacia el centro. Había tenido la idea de resolver el laberinto en la forma más sencilla, mantenerme siempre hacia la izquierda; no obstante, también podía ser bastante tardada a depender de mi suerte, y ahora que había puertas no sabía si podía permitirme tanto tiempo desperdiciado.

Miré la puerta que teníamos a la derecha, reparando en que dos Aprendices decidieron abrirla. En la de la izquierda, por otro lado, se escuchaba un ruido curioso... algo que parecían... ¿ronquidos?

—Las puertas tienen que ser abiertas por los jugadores. Y a juzgar por la de la izquierda, pueden o no tener algo dentro. Así que... ¿pruebas? Pero si tenemos que entrar voluntariamente en lugar de que las pruebas vengan a nosotros para eliminarnos uno a uno...

—Recompensa a los osados.

—Posiblemente. Tomemos ésta —Posé mi mano en el pomo de la puerta de mi izquierda, la que quedaba al sur y la abrí lentamente. Me deslicé al interior en tanto silencio como pude, sabiendo que dentro algo desconocido todavía dormía. Tal vez no quería ser despertado.

Al avanzar por aquel pasillo, llegamos a una sala muy parecida a la anterior, sin nada destacable en ella. Pude ver como dos puertas se encontraban a los lados del siguiente pasillo. Otros tres aprendices venían conmigo, y uno de ellos se dirigió hacia la puerta situada al norte. Unos ronquidos venían de la puerta del sur, justo la contraria a donde se dirigió el aprendiz. Al final de el pasillo, pude ver como, en otra sala, dos nuevos caminos se abrían ante mi, uno al norte y otro camino de nuevo hacia el oeste. Tocaba elegir de nuevo.

Aquellas puertas parecían más que sospechosas. No era raro pensar en que hubiese algo dentro de cada una de ellas, y más teniendo en cuenta que en una de ellas había alguien roncando. Me parecía sospechosa, así que me acerqué a ver que tenía dentro.

Juntas se adentraron por el camino que se extendía por el norte hasta llegar a una bifurcación. En esta ocasión había tres rutas disponibles: a la izquierda, a la derecha o seguir todo recto. Otras dos personas tomaron el mismo camino que Colibritany y Nicoxa, una chica que siguió su camino por el norte y un chico.

El gitanillo que llamó guarra a Coli les había seguido, hasta ahora había decidido ignorarlo con su cruel indiferencia para no crear un mal ambiente pero...

—¡Ey, cochina! —volvió a gritar a su amiga—. Deberías venir conmigo, suelo tener suerte en este tipo de cosas.

La ira se apoderó de ella y buscó por el suelo algo para lanzarle, aunque no encontraba nada; vale que era un crío y que los niños suelen comportarse así, pero en uno portador de la llave espada...

Suspiró y, cuando vio que aquel chaval se fue por la derecha, fuera de su alcance, habló con su amiga.

—No le hagas caso. Ese niño se merecería unos azotes por malhablado, pero como yo no soy su madre... De todas formas no me apetece hacer de niñera, así que no tomaré el mismo camino que él.

Podía ir recto o a la izquierda, y como el de la izquierda era el único por el que aún no había pasado nadie fue el que escogió.

—Si no quieres venir por aquí no pasa nada, seguro que más tarde nos encontramos de nuevo querida —podía sentir como Coli quería seguir a aquel niño, y tampoco se lo reprocharía si al final acababa haciéndolo, aunque eso significara una separación.

El camino les llevó a... más caminos. Y esta vez, se había aumentado el número de ellos a tres: norte, este y oeste. Era imposible diferenciar entre cada uno por lo que sólo el azar podía ayudarle.

—¡Ey, cochina! —le gritó el gitano aún hediondo por sus gases—. Deberías venir conmigo, suelo tener suerte en este tipo de cosas.

<<Suerte, ¿eh?>>

—No le hagas caso. Ese niño se merecería unos azotes por malhablado, pero como yo no soy su madre... De todas formas no me apetece hacer de niñera, así que no tomaré el mismo camino que él —confesó Nicoxa.

—La verdad es que...

—Si no quieres venir por aquí no pasa nada, seguro que más tarde nos encontramos de nuevo querida —finalizó.

—Eso quería decirte tía, no me gusta mucho la idea de avanzar hacia la izquierda, posiblemente alejándose del centro del laberinto... será buena idea separarnos en este punto, así cada una estará satisfecha.

>>Pues bueno, suerte y ten cuidado ya que estarás sola... o mal acompañada.

Una vez terminó, se acercó a Nico y le dio un pequeño abrazo. Estaba segura de que se reencontrarían más tarde. Sin dudar más, tomó el camino del este junto con el niño.

—Espero que no estés intentando ligar conmigo, eres muy pequeño para mí, lo siento. En fin, mi nombre es Colibritany, más te vale no olvidarlo —comentó con una pícara sonrisa.

En solitario, llegó hasta una nueva encrucijada. En esta ocasión, no había una sala bonita de recepción ni, por suerte, MÁS corazones (¿qué puñetas le pasaba a la gente con esas tonterías?). No tenía ni idea de cuál elegir, porque eran lineales y aburridos. Sin corazones, sí; pero lineales y aburridos.

Sacó la brújula de su bolsillo, girándola para ver el movimiento de la aguja (y comprobar que no estaba rota), mirándola con dejadez. Y al final... pinto, pinto, gorgorito, saca la mano de veinticinco, en qué lugar, en Port Royal, en qué calleja, la moraleja, esconde la mano, que viene la Hana. Y tocó el norte.


[Hana al norte]

Observé con curiosidad el ruinoso túnel, que no invitaba a entrar en él por su tétrico aspecto. La otra ruta era un pasillo de aspecto menos amenazante.

—Puede que sea un atajo —comentó Light—. Pero no creo que sea buena idea ir por allí… está en muy mal estado, imaginaos que se derrumba con nosotros dentro.

Los tres decidieron ir por el pasillo, dejando a un lado la idea de avanzar por el túnel. Me quedé pensativa, de brazos cruzados, observando el túnel en ruinas. Era verdad que parecía peligroso, pero por alguna razón desechar la oportunidad de explorar aquel lugar no me parecía adecuado. Ese lugar desentonaba demasiado con las salas en las que había estado, y eso me perturbaba. La curiosidad me pudo: quería saber qué había allí dentro.

Sin decir nada para no aguantar una bronca de Light, esperé a que se adelantasen por el otro camino y sin tardar me introduje rápidamente en el túnel, esperando no preocupar a Jeanne y a él por haberme separado sin avisar.

Nada más entrar por el pasillo de roca y guardar la brújula en mi bolsillo alcé la vista, y todo para encontrarme con la fulminante mirada de aquella aprendiza. Fruncí el ceño y la desafié sin ningún miedo.

—¿Qué pasa, tienes algún problema conmigo? —le comenté sin tapujos, dándome cuenta de que nadie más nos había seguido— Y si estoy interrumpiendo algo te aguantas.

Con eso dicho pasé a su lado ignorándola a ella y a su novio, el cual no estaba mal la verdad. Pude ver dos puertas, ambas en cada lado, y el pasillo que seguía recto hacia adelante directo a lo que parecía una sala blanca. La otra aprendiza decidió ir por la entrada de la derecha, y como acto reflejo descarté la idea de ir por ahí. De la entrada izquierda provenían voces, pero si ya había alguien allí posiblemente no se tratase del lugar que estaba buscando, puede que incluso fuesen otros aprendices.

No me hizo falta pensar más, continué por el pasillo hacia el norte, tal y como indicaba la brújula que tenía en mis manos, hacia la habitación blanca. Tenía que darme prisa y alcanzar aquella espada antes que Light.