[La Cité des Cloches] Los miserables

[Tidus Cloud]

—¿Eres un pequeño héroe, no? —preguntó Simbad mientras le revolvía el pelo.

Normalmente se hubiera molestado o le hubiera gritado por aquel gesto; sin embargo, en aquel contexto sintió un calor en su corazón ante el trato que le estaba empezando a dar Simbad.

—Probablemente tu madre te dé una tunda.

—¿Q-qué? —exclamó Bavol. Eso era justo lo que no quería oír.

—Pero no olvides, que has desaparecido, probablemente se esté muriendo de la preocupación. Y además, te quiere.

Bavol dejó de mirar el suelo para clavar su triste mirada en los ojos de Simbad. Se quedó callado mientras reflexionaba qué podía decir a continuación. El gitano sabía que lo que le estaba diciendo era cierto, pero eso era lo que precisamente volvía más complicada la situación.

—Ya lo sé —contestó Bavol secamente, pero después un timbre de nerviosismo y tristeza empañó sus palabras—. Pero por eso es tan difícil. Me va a preguntar dónde he estado y va a querer que no me vaya más… pero no puedo.

El gitano decidió dejar de hablar. Los sollozos acabaron por sustituir a las palabras y el niño se llevó la mano a los ojos para limpiarse las incipientes lágrimas que comenzaba a derramar.

—N-no lo vas a poder arreglar —concluyó Bavol intentando esbozar una débil sonrisa—. Es todo muy complicado.

[xXOrbOOkXx]

Sus ojos tristes me atravesaron como una lanza. Puedo ser un vil mentiroso, tramposo y ladrón; pero a veces los niños me pueden. Pareció pensar su siguiente respuesta, yo me dedique a hacer dibujos en el polvo la mesa, casi sin darme cuenta.

—Ya lo sé —por un momento, aquel tono pareció el de un adulto. Hasta que la sombra de la duda y tristeza zafaron sus palabras—. Pero por eso es tan difícil. Me va a preguntar dónde he estado y va a querer que no me vaya más… pero no puedo.

Se llevó las manos a los ojos para secarse las lágrimas. Me recordó a Léa, me recordó demasiado a mi hermana pequeña. Espíritu indomable. La inocencia de un niño. Fruncí el ceño.

—No puedes quedarte… —entendía cómo se sentía. Yo estaba en las mismas condiciones. La diferencia principal era que yo me despedí avisando. Él había dejado a su madre sin noticias de él. Y me pregunté, por qué no podía quedarse, ¿por su afición a salvar a los gitanos?

Igual le estaban buscando. Igual le perseguía la guardia, por otra situación y no quería poner en peligro a su madre. Aquello me estrujó el corazón.

—N-no lo vas a poder arreglar —finalizó, esbozando una débil sonrisa—. Es todo muy complicado.

Suspiré profundamente. Si comenzaba a preguntarle todas las razones de sus decisiones, se iba a poner peor. Rebusqué entre mis bolsillos hasta que lo encontré.

—Toma —le acerqué un pañuelo de papel—. Los héroes no lloran.

Lo dejé sobre la mesa. Miré a ambos lados de la casa, el sol se estaba poniendo y yo no tenía nada para cenar.

—Piensa en algo Bavol —comencé con la voz firme, mientras me levantaba—. Tú quieres salvar a los gitanos ¿no? Pues vas a tener que enfrentarte a un millar de peligros mucho más imponentes que éste. Yo perdí a mi familia. No dejes que eso te suceda a ti antes de tiempo.

Dejé un lapso de tiempo para que reaccionara ante mis palabras. Después, me acerqué hacia la entrada principal de la casa.

>>Ahora, descansa. Yo voy a ver si pillo algo para cenar.

Abrí la puerta y el aire de la tarde entró a raudales, liberando a las motas de polvo engastadas en el suelo.

Aquel niño era un diamant brut. Su inocencia era el brillo del diamant, puro, cristalino. La suciedad que empañaba aquella inocencia eran las miserables calles de París. Porque aquella era la realidad de un gitano. Somos unos miserables.

[Tidus Cloud]

Bavol aceptó el pañuelo que le ofreció Simbad y se limpió con él las lágrimas que aún recorrían sus mejillas.

—Los héroes no lloran.

El gitano sonrió agradecido ante la afirmación del joven, pero el niño le negó con la cabeza mientras continuaba limpiándose los ojos con el pañuelo que había dado.

—Yo no soy un héroe… —musitó Bavol resignado.

—Piensa en algo Bavol —El niño observó como Simbad se levantaba de su asiento, parecía que no estaba dispuesto a quedarse callado ante aquel problema—. Tú quieres salvar a los gitanos ¿no? Pues vas a tener que enfrentarte a un millar de peligros mucho más imponentes que éste. Yo perdí a mi familia. No dejes que eso te suceda a ti antes de tiempo.

Bavol se quedó en silencio tras escuchar el discurso de su nuevo amigo. Tenía razón, mucha más razón de lo que le hubiera gustado admitir. Eso no había hecho que la situación se hubiera vuelto más fácil, pero el poder descargar todo lo que tenía dentro y escuchar aquellos consejos tan sabios le ayudaban a afrontar aquella situación.

>>Ahora, descansa. Yo voy a ver si pillo algo para cenar.

El pequeño gitano observó en silencio como Simbad se disponía a salir de la vivienda. Antes de que abandonara el edificio, Bavol quiso despedirse con unas últimas palabras:

—Gracias, Simbad, muchas gracias… de verdad.

Esperó a que el gitano se fuera definitivamente y se levantó de su asiento para echarse en la cama que había en el fondo junto a las escaleras. Cerró los ojos, dio una vuelta y después otra, pero no consiguió conciliar el sueño. Sabía que tenía algo que hacer…

***
Con una mano en el corazón y otra sobre la barriga Bavol había recorrido las calles de la ciudad hasta llegar al cementerio en el que se escondía la Corte de los Milagros. Con la mirada perdida el pequeño gitano trataba de distraerse con cualquier asunto trivial en lugar de pensar en lo que le venía encima, puesto que si lo hacía, solo conseguía sentirse peor y tener ganas de huir.

Quizás fue el coraje que le había infundido Simbad o quizás había más valor en su interior del que él se creía, pero fuera como fuese, Bavol consiguió llegar hasta justo enfrente de la choza en la que había vivido tiempo atrás. Ya era muy tarde y afortunadamente la mayoría de los que podían conocerle estarían acostados u ocultos en sus propias viviendas.

Cogió aire y avanzó unos pasos hasta la puerta de la choza. No obstante, algo le detuvo. El chico había escuchado una conversación proveniente del interior de la vivienda. Una de las voces era sin duda la de su madre (la cual le heló el corazón nada más escucharla), mientras que la otra era una voz masculina que no llegaba a reconocer bien. No había nada en el tono de aquellas palabras que le pudiera hacer pensar a Bavol algo malo, pero de todas formas quiso asegurarse de que no estaba pasando nada peligroso.

Conjuró un hechizo Tenue sobre sí mismo para volverse invisible y a continuación se acercó discretamente hasta una de las ventanas laterales de la casa. Echó una mirada curiosa y permaneció inmóvil para ver lo que ocurría…

Tras ver lo que estaba sucediendo, Bavol decidió retroceder unos pasos mientras negaba con la cabeza. Esa ya no era su casa, tenía que marcharse…

***
—Sabía que volverías por aquí, rata —afirmó de pronto una voz soberbiamente.

De entre las sombras que cubrían las calles de la ciudad francesa surgió un imponente hombre de brillante armadura con una seria expresión pintada en su semblante. Era Vidocq, recuperado tras el calambrazo que le había pegado Simbad y preparado para vengarse de él.

—Esta vez no habrá piedad para ti por parte de ninguno de mis hombres —anunció Vidocq avanzando lentamente hacia él—. Me he garantizado de que sólo me acompañen los hombres más valientes y… eficaces.

Vidocq chasqueó los dedos y un fiero caballero bien equipado para el combate apareció en cada una de las cuatro esquinas. Simbad estaba rodeado por todas partes y como podría adivinar por las palabras del capitán, los llantos no harían mella en ellos. No había piedad para los gitanos, si quería sobrevivir, tendría que luchar.

[xXOrbOOkXx]

Spoiler: Mostrar

https://www.youtube.com/watch?v=TQUsnto_3pw

—Gracias, Simbad, muchas gracias… de verdad.

Nunca había visto un gesto así en un niño. Se notaba que estaba agradecido y me dispuse a abandonar la estancia con un gesto de cabeza como despedida.

Cuando emergí a las profundidades de la noche, la luna creciente emitió un destello a las calles vacías. Quizá se había hecho más tarde de lo que imaginaba, aunque por aquel callejón tampoco pasaba demasiados parisinos.

Por inercia, me puse de nuevo la capucha. La noche trae a las sombras más oscuras, y más, si eres un gitano. Y más todavía, si estabas en París.

Llegué a la plaza de Notre Dame. Todas, absolutamente todas las tiendas estaban vacías, y la hermosa catedral se erigía imponente sobre la noche. Su rosetón me trajo con él, aquella vez que me topé con la magia, y lo peligrosa que podía llegar a ser. Unas pisadas me sacaron de mi ensoñamiento, me giré con brusquedad.

—Sabía que volverías por aquí, rata —Vidocq, así recordé que se llamaba, apareció de pronto de entre las sombras.

Y entendí de pronto el porqué de las calles vacías. Me habían tendido una trampa, y había caído como una vulgar rata en pos del queso. Me puse en posición de defensa, sin decir nada, si tenía que luchar contra aquel malnacido, lo haría.

—Esta vez no habrá piedad para ti por parte de ninguno de mis hombres —avanzó hacia mí con seguridad, y yo retrocedí—. Me he garantizado de que sólo me acompañen los hombres más valientes y… eficaces.

Aparecieron cuatro caballeros enfundados en una armadura en las cuatro esquinas de la plaza. No había posibilidad de escapar, así que tendría que luchar. Suspiré hondo.

—Cuatro contra uno —anuncié, solemnemente—. Muy valiente por tu parte, orejudo.

Vidocq compuso una expresión de ira, y desenfundó su espada. La luz de la luna brilló con fuerza en el filo. Escuché como los otros caballeros hacían lo propio. Recordé todo el entrenamiento de Bastión Hueco. No me había dejado la piel para nada. No les iba a dar tregua.
Invoqué la Llave, aún sabiendo que no debería. Los caballeros parecieron dudar un poco al ver aparecer un arma de la nada, pero Vidocq no se dejó sorprender.

—¡Sólo es un sucio gitano! —Gritó—. ¡Y vosotros sois soldados! Cuando todo esto acabe, irás a la guillotina por brujo.

Le dirigí una mirada ácida. Y, sin más, la pelea estalló.

Hice una finta para esquivar al guardia que había ido primero. Nuestros aceros chocaron en una lluvia de metal. Un segundo guardia estuvo a punto de interceptarme, en cuanto conseguí zafarme del primero; pero ejecuté el hechizo electro y éste quedó fuera de combate. Me guardé la magia para más adelante.

Al ver que un rayo cayó del cielo, los guardias retrocedieron con el arma en ristre. Los miré con una sonrisa ladina, hasta que Vidocq apareció en mi campo de visión.

Paré su estocada, pero no lo suficiente como para que me hiciera un corte en el hombro. La sangre brotó en el mismo momento que mi agresor formara una sonrisa de complicidad. Una camisa perdida. Me zafé de su agarre e invoqué otro electro para otro guardia que se acercaba por detrás. Los otros dos no se movieron ni un ápice al ver a su compañero tostado.

Vidocq efectuó un mandoble y yo estuve a punto de perder el equilibrio, esto no pasó desadvertido para el soldado y me derribó al suelo. Paré su espada con la Llave, pude oler su aliento, de lo cerca que estábamos.

—¿Sabes, gitano? —me preguntó soberbio, susurrando. Mi Llave temblando por la fuerza que tenía que hacer—. Me esperaba una pelea más interesante.

—Y yo me esperaba una armadura más pesada.

Sin decir más, le empujé desde el suelo, con ayuda de Ráfaga. Vidocq cayó al suelo con un estrépito y me apresuré a quitarle su espada y blandirla contra él, a la par que apuntaba con la Llave a los otros guardias, que retrocedían asustados. De pronto, ya no estaban.

—No voy a matarte—le amenacé, clavando la espada en su piel. Tenía una expresión colérica—. A no ser que decidas no desaparecer de mi vista.

Él se incorporó y me dirigió una mirada venenosa. Se fue a paso lento hacia las calles y se fundió entre las sombras. Me dejé caer al suelo, derrotado. El sudor corría libremente por mi piel, y jadeaba intentando buscar oxígeno. Solté la espada, y el sonido metálico reverberó unos instantes en mi cabeza.

[Tidus Cloud]

Spoiler: Mostrar

—Así que tienes una Llave Espada… —dijo de pronto una voz infantil.

De entre las sombras proyectadas sobre la plaza de Notre Dame emergió Bavol con una seria expresión pintada en el semblante y con los ojos rojos a causa de las lágrimas. El pequeño niño había salido de la Corte de los Milagros y había estado vagando por las calles de París cuando unos extraños ruidos habían llamado su atención. Había contemplado gran parte de la batalla que había librado Simbad contra Vidocq y sus soldados y había visto claramente que su amigo gitano empuñaba una Llave Espada y había empleado varios hechizos que reconoció a la perfección.

—T-tú eres de Bastión Hueco —afirmó Bavol muy impactado avanzando unos pasos lentamente—. T-tienes que serlo, no hay más gitanos en Tierra de Partida.

Pese a la poca luz que había, el otro gitano pudo notar como Bavol agachaba la cabeza unos momentos y emitía una especie de llanto agónico. Cuando el niño volvió a mirarle directamente, estaba llorando a borbotones, pero su rostro no mostraba únicamente tristeza, sino que más bien parecía que estaba realmente furioso. De pronto, ambos pudieron escuchar un chasquido metálico y la Llave Espada de Bavol apareció en su mano.

—¡¡Mentiroso!! —chilló el pequeño— ¡¡Tú me has querido engañar!! ¡¡Me dijiste que debía volver a casa, pero tú solo querías hacerme más débil!!

A continuación el niño apuntó a Simbad y conjuró un Perla que no le llegó a dar, pero sí pasó peligrosamente cerca de su lado. Había sido un aviso de Bavol de que iba a comenzar a combatir con él en aquel mismo momento.

—¡¡Eres un traidor y voy a acabar contigo!!

[xXOrbOOkXx]

—Así que tienes una Llave Espada… —escuché de repente. Me incorporé a la velocidad de un rayo, buscando a aquella voz tan familiar…

Era Bavol. Muchas cosas encajaron en mi cabeza, él había ejecutado el hechizo en la plaza. Aquel niño también era un portador. Tenía los ojos rojos, y avanzada como en shock. Parecía que hubiera estado llorando. Un chasquido tronó en mi pecho.

—T-tú eres de Bastión Hueco —afirmó, dando un paso firme—. T-tienes que serlo, no hay más gitanos en Tierra de Partida.

—Bavol, yo...

Y además era del bando contrario. Sentí confusión por un momento, hasta que el chico agachó la cabeza y emitió un sollozo. La poca luz que había me permitió ver las lágrimas en sus mejillas. Su Llave Espada apareció en su mano y me apuntó con ella realmente fuirioso.

No estaba bien. No iba a luchar contra él sólo por ser de bandos contrarios ¿o había algo más? El pequeño me lo reveló antes de que pudiera dar una respuesta.

—¡¡Mentiroso!! —chilló, sus lágrimas dieron un respingo— ¡¡Tú me has querido engañar!! ¡¡Me dijiste que debía volver a casa, pero tú sólo querías hacerme más débil!!

Mi cara debió quedarse pálida por el asombro. ¿Qué demonios habría pasado? Un hechizo pasó rozando mi oreja y cogí la Llave por inercia. Miré al chaval, no podía llegar tan lejos ¿o sí?

—¡¡Eres un traidor y voy a acabar contigo!!

La plaza se quedó en silencio unos instantes, sin saber muy bien qué decir. Me erguí y solté la Llave. Ésta cayó al suelo con un estrépito. Sin embargo, mi tensión no disminuyó ni un ápice. A pesar de que era un niño, podría superarme en maestría con la Llave; y no había nada más peligroso que un infante enfadado. Aunque el chaval bien podría haber crecido bruscamente.

—No sé qué ha pasado —le dije, como si estuviera hablando con un animal asustado. Me sorprendió lo grave que se había vuelto mi voz—. Pero no voy a luchar contra ti, Bavol.

>>No voy a permitir que sólo por ser de distintos mundos salgamos heridos de ésta —me llevé inconscientemente una mano a la herida de mi hombro. La hemorragia no había parado—. Si hubiera querido hacerte algún daño, jamás te habría ayudado.

[Tidus Cloud]

Spoiler: Mostrar

Bavol se quedó un tanto impresionado ante el gesto de Simbad. El otro gitano decidió arrojar su Llave Espada contra el suelo, casi parecía que no quería luchar en realidad contra él.

—No sé qué ha pasado. Pero no voy a luchar contra ti, Bavol.

>>No voy a permitir que sólo por ser de distintos mundos salgamos heridos de ésta. Si hubiera querido hacerte algún daño, jamás te habría ayudado.

Su Llave Espada bajó levemente, el niño estaba dudando. El otro gitano parecía que estaba diciendo la verdad, como lo había parecido antes; sin embargo, Bavol aún seguía estando reacio a creerlo. Había demasiado dolor en su corazón en aquel momento.

—N-no, eres un traidor —negó Bavol—. ¡Tú has traicionado a los gitanos! ¡¿Es que no te das cuenta?! La gente trata fatal a los gitanos, nos persiguen y nos matan. Y-yo quería cambiar eso, quería ser más fuerte para poder defender a los débiles… Y tú vas y te alías con los malos, ¡¿cómo se te ocurre?! ¡¿Es que no te importa nada de lo que nos han hecho?!

Aquel discurso que acababa de dar sólo había conseguido ponerle progresivamente más agresivo. Se acabaron los avisos, la lucha iba a dar comienzo y si él no quería combatir, sufriría las consecuencias.

—Piro —conjuró apuntando directamente contra el pecho de Simbad.

La bola de fuego impactó directamente contra el cuerpo del gitano enemigo lanzándolo contra el suelo. Simbad no quería luchar, lo tenía a su merced, bastaba con acercarse a él y clavarle su Llave Espada en el corazón… Pero había algo en su interior que le pedía que no lo hiciera.

—Diez segundos —dijo de pronto Bavol agachando de nuevo el rostro—. Te doy diez segundos para escapar, después acabaré contigo…

Por el tono de voz del pequeño era más que evidente que no estaba bromeando.

[xXOrbOOkXx]

El niño vaciló durante un instante. Creí haberlo hecho reaccionar.

—N-no, eres un traidor —suspiré con derrota—. ¡Tú has traicionado a los gitanos! ¡¿Es que no te das cuenta?! La gente trata fatal a los gitanos, nos persiguen y nos matan. Y-yo quería cambiar eso, quería ser más fuerte para poder defender a los débiles… Y tú vas y te alías con los malos, ¡¿cómo se te ocurre?! ¡¿Es que no te importa nada de lo que nos han hecho?!

Con los malos… Con Bastión Hueco. Entonces, era cierto que los de Tierra de Partida pensaban que en Bastión Hueco éramos unas ratas… Al menos, Bavol lo creía. Tampoco había conocido a tantas personas de Tierra de Partida como para confirmar mis dudas.

Una bola de fuego impactó contra mi pecho y me impulsó unos metros hacia atrás. Me llevé las manos al pecho. La lucha había comenzado y yo no podía hacer nada. Noté el tacto a quemado en la camisa.

—Diez segundos—me informó, con la voz más que grave—. Te doy diez segundos para escapar, después acabaré contigo…

De repente, ya no me pareció un niño. Me pareció la sombra más oscura de su versión adulta. Me puse de pie como pude y le miré con una mirada triste y cansada.

Corrí hacia el río. Serpenteaba las calles, saltaba los muros y cuando la baranda de piedra del puente apareció ante mí, tuve que descansar un tanto. La luna se reflejó en las intranquilas aguas del cauce del río. Hacía tiempo, estaría huyendo de los guardias, y estaría huyendo hacia mi casa.

¿Qué podía hacer? Tarde o temprano me vería acorralado, me rasqué la perilla, dubitativo. Podría seguir huyendo, pero no llegaría a ningún sitio. Me entró un frío repentino, no me había dado cuenta de que había comenzado a llover. Jugueteé con la correa del laúd, algo temeroso por si se mojaba (que no era la primera vez).

Unos pasos me hicieron levantar la cabeza bruscamente.

[Tidus Cloud]

Spoiler: Mostrar

Simbad no desaprovechó su oportunidad, se levantó como buenamente pudo y tras echarle una última mirada empezó a correr. Bavol contempló en silencio como el otro gitano abandonaba la plaza. Cuando ya estaba seguro del todo de que Simbad se había ido, el niño se llevó las manos a la cara y volvió a descargar toda su tristeza.

Cómo odiaba aquella visita, no tenía que haber vuelto a París. Sólo había conseguido sentirse mal con cada paso que daba. Aún no era lo suficientemente fuerte como para cambiar la realidad de ese mundo, así que no tenía sentido de que siguiera ahí. Había dejado toda su vida atrás, los había dejado a todos para siempre, no podía pretender volver como si nada y que todo fuera como siempre.

Tenía que irse de aquel mundo; sin embargo, suponía que tenía que cumplir antes un deber como Caballero de la Llave Espada.

Invocó sus Alas del Solsticio y sobrevoló de nuevo la ciudad en busca de Simbad. Aunque la lluvia comenzó a caer mientras recorría el cielo, no tardó mucho en encontrar a su objetivo en el puente del río Sena. Le contempló durante unos ojos y sintió como algo en su interior se resistía a que siguiera aquel combate con él. No obstante, entendía que ése era su deber y si no lo cumplía, no podría defender a la Luz de la Oscuridad. Cerró los ojos fuerzas y decidió finalmente descender, aterrizando majestuosamente sobre la barandilla del puente.

Le echó una mirada triste al gitano y se limitó a apuntarle con su Llave Espada. Si Simbad intentaba escapar, dispararía un nuevo Piro contra él. Bavol permaneció unos instantes intercambiando su mirada con la del otro gitano en silencio, sintiendo más emociones de las que humanamente podía soportar, hasta que finalmente decidió hablar:

—Mi madre se ha olvidado de mí.

No podía hacerlo sin contárselo antes. Se estaba refiriendo por supuesto al tema del que habían hablado antes en la casa de Simbad, al motivo por el que había visitado París y a lo que había visto en la Corte de los Milagros. Decidió contarlo todo, pero esta vez no pudo contener la tristeza en sus palabras:

—Mi madre se ha olvidado de mí. Fui a mi casa y la vi… Estaba abrazada con otro hombre y había otro niño en la casa —Bavol tuvo que callarse unos segundos o el llanto impediría que siguiera hablando—. Ha seguido con su vida y yo también he seguido con vida en Tierra de Partida… N-no tiene sentido que yo vuelva, ella está feliz y yo me tendría que volver a ir. Creo que lo mejor es que no vuelva nunca —El niño agachó la cabeza antes de concluir con un llanto—. P-pero yo la echo de menos…

Se volvió a llevar una mano a la cara para ocultar su rostro lleno de lágrimas a su enemigo. Su Llave Espada descendió de nuevo y empezó a llorar. En aquel momento, y por una vez en mucho tiempo, no le importaba su misión como Caballero. Tan solo quería soltar toda la pena que tenía dentro y ya le daba igual si su objetivo quería escaparse. Bavol se había dado cuenta del precio tan grande que tenía que pagar si quería cumplir algunos de sus sueños.

[xXOrbOOkXx]

Bavol aterrizó encima de la barandilla. Le miré a los ojos intensamente, y él me dedicó la mirada más triste que vi en toda mi vida. Él seguía con Llave apuntándome, amenazando con comenzar la pelea, sin embargo, habló:

—Mi madre se ha olvidado de mí.

No disimulé para ocultar mi asombro, ni mi tristeza. Acabé por comprender el porqué de su enfado. Debería dejar de decir consejos. Sin embargo, una madre no se olvidaba de sus hijos así como así, al igual que un hijo no se olvida de su madre.

—Mi madre se ha olvidado de mí. Fui a mi casa y la vi… Estaba abrazada con otro hombre y había otro niño en la casa —La tristeza impregnada en sus palabras hizo que me olvidara por un momento de la herida del hombro—. Ha seguido con su vida y yo también he seguido con vida en Tierra de Partida… N-no tiene sentido que yo vuelva, ella está feliz y yo me tendría que volver a ir. Creo que lo mejor es que no vuelva nunca

Fruncí el ceño con tristeza. De verdad que me gustaría haber podido decir o hacer algo. El niño agachó la cabeza y sollozó.

>>P-pero yo la echo de menos…

Su llave descendió a la par que comenzaba a llorar. Sus lágrimas se fundían con la lluvia, pero no pareció notarlo. En el fondo, muy en el fondo de aquel muchacho aquel sentimiento de destrucción sólo había sido producto de la tristeza que le había supuesto ver a su madre abrazada a otro hombre.

—Mírate —le insté con voz firme—. Eres la persona más valiente que he conocido, Bavol. A pesar de que estás muriendo de dolor, aceptas los hechos como la persona adulta en la que te estás convirtiendo.

>>Una madre no olvida jamás a sus hijos, eso tenlo por seguro. Quién sabe si la persona a la que estaba abrazada no era alguien que te estaba buscando —hice un ademán para señalarle—. Y no te estoy convenciendo para que vuelvas a casa; esa decisión es sólo tuya. Yo también los echo mucho de menos ¿sabes?

Me erguí y le miré a los ojos, como el adulto en que se había convertido por una noche, estaba totalmente empapado. Le sonreí levemente.

—Sé valiente Bavol —me saqué otro pañuelo del bolsillo y se lo ofrecí, aunque me pareció algo estúpido porque se estaba mojando—. Los héroes también sufren a veces.

[Tidus Cloud]

—Mírate —Bavol bajó la mirada sin dejar de sollozar para contemplar a Simbad—. Eres la persona más valiente que he conocido, Bavol. A pesar de que estás muriendo de dolor, aceptas los hechos como la persona adulta en la que te estás convirtiendo.

>>Una madre no olvida jamás a sus hijos, eso tenlo por seguro. Quién sabe si la persona a la que estaba abrazada no era alguien que te estaba buscando. Y no te estoy convenciendo para que vuelvas a casa; esa decisión es sólo tuya. Yo también los echo mucho de menos ¿sabes?

Simbad se acercó peligrosamente al pequeño esbozando una suave sonrisa. El niño le contempló sin saber muy bien cómo reaccionar, no parecía mala persona, pero en el fondo también tenía miedo de que todas aquellas amabilidades sólo fueran una farsa del enemigo.

—Sé valiente, Bavol —Simbad le ofreció su pañuelo, pero el pequeño aún dudaba de si podía confiar en él, así que decidió no cogerlo—. Los héroes también sufren a veces.

Podía hacerlo, podía confiar en él, tan solo tenía que aceptar esa oferta que le estaba tendiendo; no obstante, Bavol odiaba al bando enemigo y aquel gitano pertenecía a aquel bando… En aquel momento se preguntó seriamente qué es lo que importaba más. Insconcientemente echó su cuerpo hacia atrás a causa del miedo, como si no quisiera que le tocase y entonces ambos gitanos pudieron escuchar un ruido:

GRRRRRRHH
El ruido provenía del interior de la ciudad y no se parecía a nada que pudieran desconocer. Cuando Bavol giró la cabeza bruscamente la cabeza para descubrir de qué se trataba, el movimiento fue tan repentino que provocó que el niño perdiera el equilibrio y se cayera hacia atrás.

Soltó un chillido mientras veía cómo estaba a punto de morir por culpa de un accidente cósmico. El final perfecto para un día desastroso.

[xXOrbOOkXx]

Cuando el pequeño dudó, fue como si un rayo de esperanza atravesara las nubes en un día de nubes de incomprensión. Él retrocedió un poco, como si tuviera miedo. No confiaba en mí sólo por ser de Bastión Hueco. Tan oscuro el engaño del hombre.

GRRRRRRHH

¿Qué demonios había sido eso? Me giré para averiguar qué era, hacia el interior de la ciudad, pero parecía haberse esfumado, como un brujo se esfuma en el aire.

Un grito, proveniente del gitano hizo girarme con brusquedad. Mentiría si dijera que mi corazón no se saltó un latido cuando le vi resbalarse y precipitarse hacia el vacío. Los reflejos actuaron por mí.

Me encaramé hasta el borde de la barandilla, y a punto estuve de caer yo también. Le cogí de la muñeca cuando ya estaba cayendo, sus pies colgaban al borde del Sena embravecido. Me sujetaba con la mano derecha; sujetando su peso y el mío, temblaba por el esfuerzo. Estábamos colgados de una forma que si hacía cualquier movimiento brusco me partiría la muñeca. Me ardía la herida.

Hice un esfuerzo y conseguí balancearnos suavemente hasta que Bavol pudo tocar el muro de piedra. Menos mal que no se había resbalado.

—Agárrate —le pedí con la voz débil por el esfuerzo. Por suerte me hizo caso, y liberarme de su peso extra fue un total alivio.

Agarrándome al puente, me impulsé hacia arriba y caí sentado, apoyado en la piedra mojada. Nunca me había sentido tan bien al pisar suelo firme.

Spoiler: Mostrar

Así es como estaban cogidos ^^

[Tidus Cloud]

—Agárrate —le pidió la voz de Simbad repentinamente.

Entonces, Bavol se dio cuenta de que no se había caído. Giró un poco la cabeza y se percató de que el gitano había decidido tirarse para rescatarlo. El pequeño niño se quedó realmente sorprendido, el que supuestamente era su adversario había decidido arriesgar su propia para salvarle.

Bavol asintió y se agarró tal y como le había indicado. La fuerza de Simbad fue lo suficiente grande como para conseguir que ambos volviesen sanos y salvos al puente. Mientras Bavol respiraba entrecortadamente con una mano sobre el corazón por el impacto de la situación, echó una mirada hacia su compañero.

—¿P-por qué lo has hecho? —preguntó Bavol aturdido—. Y-yo soy tu enemigo, casi te iba a matar antes. No lo entiendo…

Había sido la prueba definitiva. Si realmente hubiera querido acabar con él, le hubiera dejado morir, no hubiera arriesgado su propia vida. Bavol no llegaba a comprender bien las razones por las que un enemigo decidía dejar de lado la guerra y ayudar a su adversario, pero estaba realmente conmovido y agradecido.

Se arrastró por el suelo hasta acercarse a Simbad y antes de que este pudiera hacer nada para evitarlo, le dio un fuerte abrazo.

—Muchas gracias —Simbad solo escucharía unos llantos de emoción, pero Bavol también estaba esbozando una suave sonrisa.

Le daba igual si debía considerarlo su enemigo, Simbad se había convertido desde aquel momento en una persona importante en su vida. No volvería a luchar contra él, jamás, porque aquel gitano se había convertido en su nuevo amigo o puede que, dada las similitudes especiales que compartían, en su hermano mayor.

[xXOrbOOkXx]

—¿P-por qué lo has hecho? —me preguntó, jadeando—. Y-yo soy tu enemigo, casi te iba a matar antes. No lo entiendo…

No sabía si era por la adrenalina del momento, o por la absurda cuestión que me planteó, pero comencé a reír levemente. Le miré con una sonrisa de oreja a oreja, sin fuerzas para nada.

—¿Dices de ser mi enemigo por la guerra? —le pregunté, con un deje de diversión—. Ni siquiera sé qué pasó en ella Bavol. Sólo sé que mi bando es el malo de esta historia…

Antes de que pudiera hacer nada, me abrazó. Fue un abrazo largo, y debo admitir, que me espachurró hasta que me quedé casi sin respiración. El chico lloraba, pero aquella vez de emoción mal contenida.

—Muchas gracias —me dijo. Y yo le devolví el abrazo con las pocas fuerzas que me quedaban. La sangre empapó sus ropas un poco, pero no pareció importarle. Le di palmaditas en la espalda.

—Venga, venga —le animé, sin apartarle todavía—. Que sólo me he tenido que tirar por un puente para que te ganes mi confianza.

Qué miserables éramos todos los gitanos. Aquella suciedad del diamante que era Bavol estaba tan incrustada en él que era casi imposible ver el brillo que emitía.

Pero la lluvia de aquella noche se había llevado el polvo que lo ocultaba.

—¿Podrías hacerme un favor? —le pedí, tras un rato en el que se había calmado—. Verás, hay una chica, en Tierra de Partida… Tiene los ojos naranjas… Lleva un pañuelo rojo y su nombre es Jeanne.

>>Le prometí que volveríamos a vernos, —dije, sacando un papel del interior de mi camisa—. Dale esto, ella lo entenderá.

[Tidus Cloud]

Tras un rato abrazados y después de haber soltado toda la pena que llevaba en su interior, Bavol se apartó para mirar a Simbad con una tierna sonrisa.

—¿Podrías hacerme un favor?

—Por supuesto, hermano —le contestó Bavol esperando que no le importara aquella denominación tan familiar.

—Verás, hay una chica, en Tierra de Partida… Tiene los ojos naranjas… Lleva un pañuelo rojo y su nombre es Jeanne.

>>Le prometí que volveríamos a vernos, —Bavol tomó el papel que Simbad le entregó y lo miró con curiosidad—. Dale esto, ella lo entenderá.

—Yo conozco a Jeanne, ella es mi grumete —explicó Bavol risueñamente—. No me digas que ella es tu novia. Mi hermano y mi grumete juntos, no sé si eso me gusta mucho… —bromeó guiñándole un ojo cómplice.

>> Tranquilo, te prometo que le entregaré este papelito nada más volver.

Bavol le dedicó una amplia sonrisa y se levantó listo para abandonar su mundo, sentía que ya había terminado con sus asuntos allí. Era cierto que la pena por tener que haber dejado a su madre aún le acongojaba el corazón, pero también estaba muy feliz por el nuevo amigo que había hecho. Todavía no sabía cómo debía llevar la contradicción de que fuera a la vez enemigo de Bastión Hueco y uno de sus miembros fuera su amigo, pero estaba dispuesto a reflexionar cómo podía resolver ese asunto por Simbad.

—Me gustaría que te vinieras conmigo a Tierra de Partida —le propuso Bavol alegremente—. A lo mejor es un poco pronto, pero ahí te dejo la oferta por si cambias de opinión.

>> Un día tenemos que volver a vernos, pero la próxima sin lágrimas ni peleas, ¿vale?

Bavol invocó su Armadura, su Glider y se montó en él. Lentamente fue ascendiendo el cielo mientras se despedía con la mano de su hermano. Su visita a París había sido una verdadera bomba de emociones, pero en el fondo creía que había valido la pena. Cuando abandonó el mundo, la mañana ya empezaba a despuntar, ya salía el sol por fin.

Spoiler: Mostrar

Mi último post.

Orb, ya lo sabes, he disfrutado muchísimo y me lo he pasado en grande. Muchas gracias, sabes que repetiremos ^^.