[Tierra de Dragones] Linda flor

[xXOrbOOkXx]

Enok pareció salir de un trance. Alzó las manos hacia el techo y giró dando varios pasos; si no hubiera habido música aquel gesto habría sido digno de unas risas, sus ropas danzaron. Por un momento, pensé que no iba a hacer magia. No tardé en salir de mi error.

Estiró la palma de su mano. Vi como murmuraba un hechizo, probablemente hielo. Multitud de cristales helados aparecieron en su mano, el público emitió un ruido, como si contuvieran el aliento, o lo hubieran expulsado. Dirigió una mano hacia el suelo y la sala se llenó de aire congelado. Se me erizaron los pelos de los brazos y la mayoría del público abrió los ojos como platos.

Creó dos cristales de hielo que danzaban caprichosos sobre el aire, me maravillé completamente ante el espectáculo; súbitamente se fueron dividiendo en minúsculos cristales que parecían obedecer al mismísimo viento. Volvió a realizar lo mismo, y no pude quedar más patidifuso.

Tal vez, Enok no se dio dado cuenta, pero cuando el hielo comenzó a girar, reflejó las luces de toda la estancia, y se proyectaron una y otra vez sobre el escenario. Hermoso. Realmente hermoso. Podría componer una canciones sobre ello. Quizá no fuera sólo por la música.

A través de la cortina giratoria, me miró con decisión y avanzó hacia mí. Alcé una mano para acariciar los cristales que rotaban, casi sin poder moverme ante inigualable espectáculo. Enok se inclinó un poco, pero no me moví.

Casi salí corriendo cuando nuestros labios se rozaron. ¿Qué pretendía con ello? ¿De verdad había sido necesario? Si no me aparté bruscamente fue porque estábamos en un escenario. Se apartó con una mueca.

Acto seguido, y mirándole algo aturdido; volvió al centro del escenario. Sin casi pestañear, su cuerpo se elevó unos metros en el aire. Me decidí a aprender ese hechizo. El público se levantó de la impresión casi aplaudiendo, eufóricos cuando pétalos de rosa bañaron la Figura de la Tigresa.

Un chaval, en una de las mesas llegó incluso a gritar emocionado, enfebrecido por el espectáculo. Vi a todos los clientes (a los que había atendido y no) algo borrachos y anodadados.

Creí que Enok, suspendido, me estaba dirigiendo una mirada muda. Una mirada que decía que era mi turno… Entendí de repente el beso y su significado. Los pétalos seguían revoloteando a su alrededor.

Mirando al público, como si estuviera sorprendido, anuncié para que todos me oyeran, como si estuviera muy emocionado:

—Y aquella a la que el Don le fue concedida —extendí mi mano en pose teatral—, ¡podría otorgar aquellos mismos poderes!

De mi mano extendida invoqué una bola de luz, que alumbraba mucho más que aquellas lámparas del local. La gente no estaba satisfecha todavía, lo sabía como buen actor que era. Por eso sople hacia el hechizo, que se descompuso en pequeños atisbos brillantes, que fueron a parar al público entumecido y con mandíbulas colgantes.

La Princesa miró con atisbos de codicia hacia Enok, y supe lo que estaba tramando al instante. Sin perder más tiempo (supuse que estaría cansado de levitar), preparé un hechizo de tipo tierra, momentáneamente inspirado.

Mis manos se estrellaron contra el suelo en el momento el que me dejé caer. Multitud de raíces uniformes se extendieron por el suelo, más allá del escenario; que se enroscaron en las patas de las mesas y florecieron al instante, ante los suspiros de asombro. Casi sudando, probé a que las zarzas hicieran algo más.

Intenté aglomerar mi poder bajo el rubio, que ya estaba descendiendo poco a poco. Casi sin querer, las plantas formaron una pequeña escalera hacia el muchacho suspendido, juntándose en una plataforma informe en los pies de Enok, que apoyó los pies sobre ella.

Despegué las manos del suelo, muy muy cansado y sudando frío. Jamás había probado hacer aquel tipo de hechizo, y aunque partiera de un hechizo elemental, la coagulación de plantas había diezmado mis energías. La música paró en una nota aguda, y me dirigí a la violinista, levantándome.

—Gracias —susurré. La chica inclinó la cabeza, asombrada.

Los aplausos, gritos y silbidos atronaron mis oídos, y me incliné para saludar; en ese breve instante traté de recuperar el aliento, estaba jadeando del esfuerzo. Cuando me levanté, le tendí una mano a la Tigresa para ayudarle a bajar, no quería que resbalara con las raíces y se partiera el cuello.

Yao, que se encontraba detrás de la barra, había venido de un salto y nos miraba eufórico con los ojos brillantes, me estrechó la mano con afán.

—Jujujuju —se reía como un maníaco, se dirigió al público a continuación—. ¡Eso ha sido increíble! No tengo palabras. ¡Caballeros, Jeanne Trené y La Tigresa de Bastión!

Seguramente sería el espectáculo con más aplausos recibidos que había hecho en toda mi vida.

[Sheldon]

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Jeanné Trenè lo captó al instante.

—Y aquella a la que el Don le fue concedida —exclamó sorprendida la nueva maga—, ¡podría otorgar aquellos mismos poderes!

Mientras su compañera levitaba sobre el cielo, la morena revisó su arsenal de hechizos comenzando por uno de base lumínica, una bola incandescente que se ramificó con un soplido en haces de luces redondeados que salieron disparados, sorprendiendo al público una vez más.

Mientras tanto y alejándose de la sorpresa y la admiración de los hombres que estaban viendo la escena, unos ojos se fijaron con otro ápice y sentir muy distinto. La Princesa Flor, con suspicacia observaba el espectáculo. Las palabras de Jeanne resonaban en su mente mientras hurgaba un plan, un ambicioso plan que podría hacerle conseguir todo lo que desease. Y no tardaría en llevarlo a cabo.

Al mismo tiempo, la Tigresa empezaba a observar como sus fuerzas flaqueaban y pronto descendería al suelo. Buena fue la idea de su compañera, que aportó además un toque ceremonial, convocando unas espinosas aunque muy bellas zarzas a través de todo el suelo que terminaron enroscandose por toda la tarima y elevándose en el aire formando unas escaleras vegetales para la rubia.

La Tigresa descendió al suelo con ayuda de su compañera y allí se encontró con un estallido de aplausos, risotadas, comentarios subidos de tono y silbidos. Como era de esperar, aquella panda de borrachos no habían entendido exactamente de qué iba la cosa. Tan solo se habían fijado en lo bonito o preciosista que había resultado. La chica cerró el gesto en una mueca casi de asco.

—Jujujuju —río de forma deleznable—. ¡Eso ha sido increíble! No tengo palabras. ¡Caballeros, Jeanne Trené y La Tigresa de Bastión!

La rubia empleada, ahora heredera de la Diosa Freya miró de reojo a su compañera y se mordió el labio. El público poco a poco se excitaba más y más, como verdaderos locos y desquiciados. Por un momento, un escalofrío se extendió por el cuerpo de la joven que deseó escapar y refugiarse en algún lugar lejos de aquella taberna. Por un momento incluso se maldijo a sí misma por haber accedido a aquello. Pero era demasiado tarde.

—Y ahora, caballeros —gritó entre la multitud la voz de Yao casi sin llegar a oírse— llegó el momento de la despedida. ¡La última...!

Su voz se apagó entre la multitud, que impidió que terminase la frase. Pero las órdenes estaban dadas.

El último número. Las últimas fuerzas.

La Tigresa, intentando despejar por completo lo que pensaba de todo el asunto volvió a mirar a Jeannè de reojo y asintió débilmente. Buscó su mano y la asió con fuerza, sintiendo un profundo cosquilleo extendiéndose por todo su cuerpo.

Es difícil transmitir pensamientos entre los humanos y más cuando el ambiente exige tanta tensión como la que se experimentaba en momentos cruciales como aquel. Pero no había tiempo de explicar nada.

Se alejó unos pasos, con la mano de su compañera tomada. Susurró unas palabras, esta vez emitiendo un fino hilo de voz que resultó inaudible entre todo el escándalo.

Piro.

Su mano empezó a encenderse en un fuego azulado, no muy intenso. Poco a poco intensificó la carga, haciendo uso de las pocas energías que le restaban. La energía parecía traspasarse a la mano de Jeannè, siendo absorbida por su cuerpo. Un hechizo en tan poca magnitud de poder no resultaba nada dañino. Al contrario, la experiencia se antojaba muy distinta, casi enigmática, como si se controlase a la propia naturaleza en su mínima expresión.

Ráfaga.

El fuego fatuo se dividió en pequeñas motas naranjas que se liberaron al aire flotando unos segundos hasta desaparecer de forma casi cíclica, una y otra vez, siguiendo el mismo esquema.

Pasos femeninos a través del entramado. Una figura se hizo ver entre todas las demás, acercándose paulatinamente. Sus vestimentas se elevaban en el aire tras su atareado paso. Entornó las cejas y miró con una sonrisa intrincada el festival de magia. En unos segundos se convertiría en la auténtica heredera de esa Diosa de pacotilla.

—Bésame —bramó la princesa flor abalanzándose a los labios de la Tigresa.

La pobre chica, asustada, recibió un impacto en toda su cara. Todos sus labios se fundieron con los Flor. Su brazo se desligó del de su compañera y debido al descontrol, el hechizo se desvió y de la mano de la Tigresa salió disparada una bola de fuego.

Lo que faltaba.

[xXOrbOOkXx]

Enok me miró de reojo y se mordió el labio inferior. Tuve una ligera idea de lo que había pasado por su cabeza: habíamos hecho magia delante de gente normal, aunque estuviera borracha, no estaba igualmente permitido. El público seguía aplaudiendo.

—Y ahora, caballeros —gritó Yao. Estuve a punto de lanzarle un hechizo para que se callara de una vez— llegó el momento de la despedida. ¡La última...!

No creí que pudiera aguantar un asalto más, pero Enok asintió casi imperceptiblemente y me asió la mano con fuerza, me resigné y le miré a su vez. Estaba tratando de decirme algo, lo intuía; pero no podía hablar. Se alejó unos pasos, y su mano se llenó de un fulgor azulado.

Una energía que venía de su mano ascendió por mi piel y me recuperó de todas las energías perdidas. Por una vez en todo el día estaba relajado y una vez más me sorprendí gratamente al ver el manejo de la magia de Enok.

El fuego ascendió de su mano, y supe que había utilizado Ráfaga. Se dividieron, flotaron, giraron en círculos y desaparecieron de forma incandescente. Con la otra mano, intenté hacer lo propio con las pocas energías que se restaban.

Y entonces, la Princesa apareció. Me separé de la mano del muchacho y la miré con fiereza. Entornó las cejas y miró con una sonrisa codiciosa hacia Enok, tenía que haber hecho algo al saber de sus intenciones. Todo pasó muy rápido.

Flor se lanzó hacia el pobre Enok, y fundió los labios con los de él. Supe que se había hecho daño cuando el impacto de su cara había abierto una brecha en su mejilla. Con violencia, separé a la mujer de mi compañero. Ésta me miró encolerizada

—¿Se puede saber qué has hecho, mundana? —Alzó una mano con desprecio, quizá para darme una bofetada, pero el grito de la multitud, la hizo retractarse.

Entonces, vi que una de las paredes del local estaba completamente en llamas; y la gente corría hacia la salida a pesar de estar mayoritariamente borracha. El humo comenzó a condensarse ante los ojos de Enok, que estaban como platos. Mi compañero había lanzado una bola de fuego por error.

—¡Vamos Enok! —Grité a través de las llamas y le cogí del brazo con fuerza. Eché a correr más allá del entarimado, dejando a la Princesa atrás; vi como sus guardaespaldas iban corriendo a ayudarla.

La gran cristalera que había visto se alzaba ignorada e invoqué la Llave para romperla. No podía respirar, el humo hacía que llorara. Multitud de cristales cayeron al suelo con el impacto. La gente empujaba al ver una nueva salida.

—¡Mi local, mi hermoso local! —Casi lloraba Yao, mientras veía las llamas entre la multitud. Las camareras, aparentemente fuera de escena, también intentaron salir; una vez pasada la puerta que las retenía. No me extrañaba que se hubieran dado cuenta del jaleo.

Cuando vi un hueco a través de los hombres borrachos, aupé a Enok y lo lancé al otro lado, por mucho que él discutiera o se zafara. Me di cuenta de que no pesaba tanto, a pesar de ser alto. El fuego se extendió por las zarzas antes creadas y noté como las llamas quemaban mi vestido y mi piel. Jadeé por el dolor.

Una vez estuvo fuera, me precipité hacia la salida con empujones. Corrí para alejarme en cuanto vi el brillo del atardecer y caí sobre la nieve, que se quedó negra por el hollín. Tosí entre arcadas.

—¡Maldita zorra! —Gritaba la Princesa que parecía haber salido, pero yo no me moví, estaba mareado—. ¡Me las pagarás! ¡Ahora tengo tu poder!

—Señora —acució alguien, probablemente uno de sus guardaespaldas—. Tenemos que irnos, el consejo…

Intenté respirar y todo se volvió negro.

[Sheldon]

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El cuerpo de la muchacha fue golpeado por el suelo y cayó provocando un fuerte impacto. Su compañera, Jeannè Trenè, reaccionó a tiempo y espeté a la Princesa con un golpe que la apartó de la escena.

—¿Se puede saber qué has hecho, mundana? —Bramó la noble alzando su brazo amenazante.

Un agudo chillido precedió a una tormenta de gritos. Justo en el lugar que había impactado la bola ígnea, posiblemente una cortina, se había formado una pared de llamas que se extendía con rapidez. Los hechizos de viento que habían sido convocados en gran medida favorecieron que la amenaza se multiplicase ya que aún no habían terminado su acción.

—¡Vamos Enok! —Exclamó la compañera de La Tigresa, que la asió del brazo y consiguió que se recuperase. No obstante, un profundo dolor se extendió a través de todo su cuerpo. De su frente bajaba un reguero de sangre.

—¡Mi local, mi hermoso local! —Se lamentó Yao tras ver como Jeannè destruía una cristalera con su Llave Espada.

Los hombres se arremolinaban en las salidas, corriendo por su vidas. Todos excepto uno, que se escabulló entre el humo y las llamas. Entre la neblina surgió un último resplandor que sin embargo, nadie pudo ver pues el local se consumía solitario. Unas palabras se elevaron en el aire y lentamente las llamas empezaron a extinguirse.

Fuera, la Tigresa se golpeó contra la nieve tras haber sido lanzada por su compañera, cuya fuerza jamás había imaginado. Se llevó la mano hacia la frente y despejó de un manotazo la sangre que caía. Se levantó como pudo, dando varios traspiés en el suelo y corriendo hacia Jeannè.

—¡Maldita zorra! —Maldecía la Princesa Flor—. ¡Me las pagarás! ¡Ahora tengo tu poder!

Los hombres, asustados, observaban lo ocurrido y no sabían exactamente a lo que dirigir la mirada, si a la Princesa o al local, en el cual aún se podían observar diversas llamas. Yao lo tenía muy claro, se dirigió hacia Flor llevándose por delante a uno de los guardaespaldas y le espetó en el tono más agudo que pudo.

—Ha sido tu culpa.—Comenzó, hinchándose cada vez más y coloreando todo su rostro en un rojo chillón. Realmente no le importaba ya las consecuencias de dirigirse así a parte de la realeza—. ¡¿Serás tú quien me lo pague!? ¡Todo! Y lo arreglarás, vaya que sí.

Uno de los ancianos se acercó a calmar al pobre dueño enfurecido pero recibió tal impacto que cayó en el suelo.

—¡Has arruinado mi inauguración! ¡A mis chicas! ¡Mi dinero! ¡Todo!

El viejo continuó expresándose con diversos insultos mientras la Princesa le observaba desde lo alto con un aire extraño, muy distinto al que había mostrado hasta ese momento. Cuando hubo terminado, Flor asintió y sin medir palabra tomó su cabalgadura y la espoleó marchándose.

Paralelamente, La Tigresa había estado intentando reanimar a su compañera, moviendo su cuerpo y palpando sus puntos vitales. Sus vestimentas habían sido destruidas casi en su totalidad y el aspecto que mostraba no era del todo digno por lo que la rubia desprotegida se quitó alguna de sus prendas para tapar el cuerpo de su amiga.

El frío se adentraba en los cuerpos de todos los presentes, convirtiendo una noche de jolgorio en una noche de tristeza, resentimiento y agitación. A lo lejos tres caballos se elevaron bajo el amanecer.

Los minutos pasaban con lentitud, el reloj parecía no querer reanudarse tras la desgracia. Las llamas se extinguieron pronto, por arte casi de magia. Lo más extraño aún fue que del interior de la edificación salió el último de los rehenes del fuego, el soldado Xue, con cara angustiada y con sus ropajes chamuscados. Una de las camareras corrió a socorrerle.

Yao, quien había estado derramando lágrimas esquivas, se adentró en su chafado local para valorar los desperfectos. La Tigresa decidió acompañarle al interior. En el fondo, compartía la tristeza del anciano.

—Tanto trabajo para nada —susurró mirando las manchas oscuras sobre la madera. Anduvo unos cuantos pasos, adentrándose en las partes más oscuras.

Realmente solo se habían quemado las mesas y parte del suelo junto alguna pared. La barra junto con las habitaciones de los extremos, salvo una, estaban en perfectas condiciones. Incluso las suaves telas aún se conservaban aunque algo empolvadas de hollín. Yao sonrió débilmente, aún mantenía una pequeña esperanza que la Tigresa no dudó que aumentaría con el tiempo. Se acercó al lugar donde guardaba el dinero y sus sonrisa se amplió hasta una mueca un poco ridícula.

Quizás aquel día había sido la inauguración del “maravilloso local de Yao donde tus sueños se hacen realidad (los más picantes, a decir verdad)” pero también era cierto que habría una segunda inauguración no mucho más tarde de lo que pensaban. Yao, cargado de nuevas fuerzas, miró a la Tigresa.

—¡Diles que no se vayan! La fiesta continuará —exclamó el anciano sonriendo.

La empleada corrió hacia el exterior y abrió la boca. Justo en el momento en el que se dispuso a hablar, el anciano la libró de un buen problema anunciando a viva voz que todo continuaba.

Como debía de ser.



—H-Ha sido raro.—susurró Enok a Simbad cuando todo hubo terminado. Se habían dirigido de nuevo hacia la espesura del bosque guiados por los primeros rayos de sol, donde buscarían el lugar idóneo para despegar y dar por finalizado el día—. C-C-Creo que nos hemos equivocado mucho...—se detuvo— pero también hemos hecho grandes cosas. Es un milagro que-que el local no haya ardido...

Enok miró a los ojos a su compañero. Se llevó por última vez los dedos a la frente donde encontró una pequeña gota de sangre y la observó en su mano unos segundos.

—Cualquier día nos volverá a contratar...—dijo el muchacho, agachando la cabeza por un momento.

Miró al cielo e invocó su Glider. Antes de subirse oteó por última vez el suave paisaje nevado de Tierra de Dragones. Y finalmente, puso rumbo a su hogar.

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Como jugador y como primera misión ha sido increíble. Lo he pasado en grande.

[xXOrbOOkXx]

Alguien me zarandeaba. A pesar de la nieve, no sentía frío. Era más, alguien me había echado suaves mantas por encima. Abrí los ojos y me encontré a la Tigresa del Bastión rogando por que no me congelase.

—Ha sido tu culpa —Escuché. Me incorporé y con asombro, vi a Yao dirigiéndose a la princesa—. ¡¿Serás tú quien me lo pague!? ¡Todo! Y lo arreglarás, vaya que sí.

El dueño continuó despotricando unos minutos más, a pesar de que algunos otros intentaron ayudarle a que se calmara. La Princesa se había quedado sin habla, subió a un caballo que habían traído sus sirvientes y desapareció en la tarde.

Era hermoso. Ver aquel local consumido por las llamas, mientras que las caprichosas ondas de luz destellaban en el suelo era francamente maravilloso. No me atreví a levantarme todavía. Un chaval, quizá un militar, se había envalentonado y lanzado al interior para ayudar a los rehenes del fuego hasta que las llamas se consumieron.

Enok, que no había pronunciado palabra se adentró en el local, pero aunque conseguí incorporarme, no le seguí y me apoyé en la fachada de un edificio cercano mientras me ajustaba las ropas que me había puesto Enok por encima.

Los clientes estaban con la mirada triste. Muchos se habían ido, mientras que otros, estaban tirados en el suelo o llorando la pérdida.

—Ha sido magnífico —me dijo Spirit con una gran sonrisa, que ya se iba—. No me perderé la próxima, Jeanne.

—¡Mellorine! ¡Yo tampoco me lo perderé!

Casi todos los clientes se despidieron de mi y el resto de las camareras, que estaban algo aturdidas; era extraño que las llamas se hubieran apagado tan rápido, pero me dio igual. Me acaricié los brazos para entrar en calor.

—Eh —aquel chaval que había rescatado a los presentes, se dirigió a mí—. Dile a Tigresa que nos volveremos a ver.

Arqueé una ceja desde mi estupor y asentí. Acto seguido, se dio la vuelta y se marchó. Compuse una risilla.

—¡No os vayáis! —Gritó exaltado Yao a los clientes que ya abandonaban la escena—. ¡La fiesta continúa!

Gritos de júbilo se elevaron en el cielo. Cerca de él iba Enok, quizá un poco traumatizado por la experiencia. Anduve sobre la nieve para cruzarle, y le anunciaría:

—Un chico muy raro me ha dicho que os volveríais a ver —le sonreí pícaro y me adelanté hasta el final de la calle dando final a aquél día tan fatídico.

*^*^*^*

—H-Ha sido raro —me murmuró Enok. Estaba tan absorto viendo el amanecer a través del bosque que casi me sobresaltó—. C-C-Creo que nos hemos equivocado mucho… pero también hemos hecho grandes cosas. Es un milagro que-que el local no haya ardido…

Negué la cabeza, sonriente y atusándome la ropa quemada.

—Realmente no creo que no nos haya ido tan mal...

Me miró a los ojos y se llevó una mano hasta la brecha de su cabeza, tendría que curársela en cuanto llegáramos.

—Cualquier día nos volverá a contratar… —Aquello me produjo tal carcajada que a punto estuve de caerme de mi Glider. Aspiré el aire nevado y relajé los músculos.

—Pues que así sea —sentencié. Mire a “La Tigresa del Bastión” por última vez y decidí perderme en el cielo.

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Final Alternativo:

Un moguri caminaba solitario a primer hora de la mañana. Se dirigía al almacén para comenzar sus labores del día.

Pero algo, más bien, unas voces le detuvieron, y se quedó en el marco de la puerta, escuchando.

—Enok—escuchó una voz masculina—, podríamos guardarnos la ropa como recuerdo.

Silencio, unos susurros que no alcanzó a escuchar. Después, una carcajada.

—Bueno, el beso podría haber sido peor —el moguri adoptó unas mejillas carmesíes y si hubiera tenido ojos, los habría abierto como platos—. Espera, te ayudo a quitarte eso.

El animalito se apartó bruscamente y dio media vuelta por el pasillo.

—Estos aprendices de hoy en día....


Conclusión:

—Nunca podré tener hijos…

—Los adoptaremos.

—Agh, maldita sea. ¡Soy un hombre!

—Nadie es perfecto.




Yo también me lo he pasado genial. Ha sido... psicodélico, pero me he echado algunas risas. Espero que podamos repetirlo ^^.

[Nell]

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Perdonad por todo el retraso en cerrarlo, lo olvidé completamente. Decir que me he reído un montón y que no me extraña nada que os lo hayáis pasado pipa planificándolo/escribiéndolo xD No voy a explayarme con fallos o tecnicismos, la misión ha quedado muy completa y os habéis repartido bien los NPCs, quizá lo que he echado en falta es algo más de interacción entre vuestros personajes, obviando el final. Ganáis ambos 35 PX (Sheldon sube a nivel 12).

Por suerte, Yao pagó antes de que Enok y Simbad hicieran el trabajo. Ganáis 2000 platines cada uno.