Re: [Bastión Hueco] Novatos bajo el amanecer
Publicado: Vie Abr 10, 2015 12:22 am
—¡Hola, hola, acercaos! -Exclamó cuando bajamos del escenario-. ¿Cuáles son vuestros nombres?
—Freya -contestó la chica. Yo no dije nada, sólo me limitaba a mirar receloso los vasos vacíos-. ¿Para qué quiere hacernos una entrevista?
—Muy bonito todo eso de la canción, pero una mujer necesita casarse -Freya rió, pero yo suspiré cansado al verse confirmadas mis sospechas-. ¿Tenéis planes de futuro?
Solté un suspiro de aburrimiento y bebí el contenido del vaso de sake. Le serví un poco a Freya, creo que ambos coincidíamos en que necesitábamos alcohol en la sangre para mantener aquél tipo de conversación.
>>Muchacho ¿Tienes pensado desposar a alguien? ¿Alguien tan bello como esta muchacha? Aunque podría arreglarse más... Ese vestido está mal confeccionado.
Reí ante la observación del vestido. Bebí un trago más. Obviamente no pensaba responder.
—Denos… —Miré a la pelirrosa de reojo y volví a beber—. Quince minutos.
15 minutos más tarde
A esas alturas, el rumor de la gente del bar se había extinguido por completo. Puede que fuera porque casi toda la gente se había ido, aunque más tarde descubrí que era por mis carcajadas escandalosas que emitía.
—¿Cuántas veces nos han querido casar esta noche, Freya? —Fingí que contaba con los dedos, aunque en mi estado casi ni me los veía—. ¿Dos, tres? ¡Igual si nos casamos de verdad nos dejan en paz!
—Oye, ahora que te veo me suena tu cara. —La casamentera, medio escandalizada y curiosa, me preguntó—: ¿No tienes una hermana que ha trabajado por aquí?
Ante eso volví a reírme, casi sin poder sostenerme en la mesa. La pelirrosa no estaba en mejores condiciones, creí ver. No supe en qué buen momento había decidido que emborracharme de nuevo habría sido una buena idea. Aunque al menos no estaba tan ebrio como en la Cité.
—Sí, claro —respondí a carcajada limpia—. ¡Travestido me convierto en mi hermana! ¿Qué cosas, eh, Freya?
Creí que la casamentera se había puesto pálida de repente, y me miró como si me hubiera crecido un tercer brazo. Me recoloqué el sombrero por tercera vez aquella velada y añadí:
—Aunque no era este local. —Dirigí una mirada a mi alrededor—. El otro lo quemamos Enok y yo.
—Freya -contestó la chica. Yo no dije nada, sólo me limitaba a mirar receloso los vasos vacíos-. ¿Para qué quiere hacernos una entrevista?
—Muy bonito todo eso de la canción, pero una mujer necesita casarse -Freya rió, pero yo suspiré cansado al verse confirmadas mis sospechas-. ¿Tenéis planes de futuro?
Solté un suspiro de aburrimiento y bebí el contenido del vaso de sake. Le serví un poco a Freya, creo que ambos coincidíamos en que necesitábamos alcohol en la sangre para mantener aquél tipo de conversación.
>>Muchacho ¿Tienes pensado desposar a alguien? ¿Alguien tan bello como esta muchacha? Aunque podría arreglarse más... Ese vestido está mal confeccionado.
Reí ante la observación del vestido. Bebí un trago más. Obviamente no pensaba responder.
—Denos… —Miré a la pelirrosa de reojo y volví a beber—. Quince minutos.
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A esas alturas, el rumor de la gente del bar se había extinguido por completo. Puede que fuera porque casi toda la gente se había ido, aunque más tarde descubrí que era por mis carcajadas escandalosas que emitía.
—¿Cuántas veces nos han querido casar esta noche, Freya? —Fingí que contaba con los dedos, aunque en mi estado casi ni me los veía—. ¿Dos, tres? ¡Igual si nos casamos de verdad nos dejan en paz!
—Oye, ahora que te veo me suena tu cara. —La casamentera, medio escandalizada y curiosa, me preguntó—: ¿No tienes una hermana que ha trabajado por aquí?
Ante eso volví a reírme, casi sin poder sostenerme en la mesa. La pelirrosa no estaba en mejores condiciones, creí ver. No supe en qué buen momento había decidido que emborracharme de nuevo habría sido una buena idea. Aunque al menos no estaba tan ebrio como en la Cité.
—Sí, claro —respondí a carcajada limpia—. ¡Travestido me convierto en mi hermana! ¿Qué cosas, eh, Freya?
Creí que la casamentera se había puesto pálida de repente, y me miró como si me hubiera crecido un tercer brazo. Me recoloqué el sombrero por tercera vez aquella velada y añadí:
—Aunque no era este local. —Dirigí una mirada a mi alrededor—. El otro lo quemamos Enok y yo.