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Portales.

Tenían que ser portales.

Escuchaba algo aburrido las instrucciones del moguri, más interesado en taparme el sol con la mano que cualquier otra cosa. Los rostros de los aprendices, algunos eran de anticipación, otros parecian ansiosos y otros muertos de calor.

Porque hacía calor. Generalmente mr gustaba el verano, la Cité se llenaba de personas extranjeras y era más improbable coger un resfriado. Pero acababa de descubrir que el calor mezclado con la salitre del mar me agobiaba como ninguno.

Pero volviendo al tema general, no podía haber sido más asquerosa la prueba. No tenía ni la menor idea sobre mundos y mucho menos en los que no había estado.

Menos mal que no había hecho equipo. El pobre desgraciado con el que me tocara me habría tenido que seguir, y no iba a calentarme la cabeza precisamente.

La pistola sonó y elegí una puerta al azar.

No habíamos hecho más que ponernos en fila, cuando el mismo Moguri que nos había repartido aquellos dorsales con número incluido empezó a explicarnos como iniciaríamos aquella peculiar competición. Puse mis cinco sentidos en tratar de no distraerme para tratar de atender a nuestro pequeño instructor.

—¡Para conseguir el primer sello tenéis que seguir unas pistas y averiguar en qué mundo se oculta, kupó! —Todo un seguido de pergaminos se alzaron frente a nosotros, y al ver como algunos de mis compañeros trataban de cogerlo en vano decidí esperar al momento propicio.—. ¡Una vez encontréis el mundo correcto y añadáis el sello a vuestra tarjeta, recibiréis nuevas instrucciones para llegar al siguiente sello, kupopó!

»¡Para viajar entre mundos utilizad estos portales, kupó, nada de gliders ni naves gumi!

Me alegré de que no hubiese que conducir un Glider con aquellas vestimentas, ya que llevar la armadura encima de la ropa de playa sería cuanto menos, incómodo. Pero el caso era que en la misma orilla se amontonaban los prometidos portales, cada cual con una señalización de a que sitio nos íbamos si lo cruzábamos.

Perderme no me perdería dado que aunque no hubiese estado en alguno de ellos, tenía más o menos conocimiento de todos los mundos en general.

—¿Preparados? ¿Listos? —Antes de que pudiese decir nada, el Moguri alzó su “mano” para dejarnos ver como una pistola apuntaba hacia el cielo—. ¡Ya!

¡Está loco!

Nada más disparar, un ave se desplomó muerta sobre la arena de aquella hermosa playa. Pero no pude evitar empezar a reírme por la absurda situación, llegando a derramar pequeñas lágrimas entre las carcajadas; entonces noté el peso del pergamino en mis manos a la par que veía como todos los participantes ya parecían encaminarse hacía un lado. ¡Si no me daba prisa sería el último en llegar!

Desenrollé el pergamino y leí con atención las pistas que venían en este. Fruncí un poco el ceño mientras observaba los portales que estaban a mi disposición hasta encontrar el que estaba buscando. Si no me había equivocado interpretando las pistas, aquel era el mundo que estaba buscando.

Por lo que corrí en dirección a este con la intención de atravesarlo, esperando que no me hubiese confundido.

¿Pero qué...? ¿En serio? Hana no se podía creer que en la primerísima prueba ya les estaban pidiendo que se fueran de la playa. ¡Pero bueno! ¡Si aquel era un día libre, precisamente de playa! No tenía sentido que se marcharan, no. Pensó que quizá todo eso de la yincana era una excusa para que los Maestros pudieran disfrutar de esa isla tropical solos, y que ese era su plan desde el principio. Pero no veía a Ronin disfrutando de su día libre sin alcohol, así que no era algo muy probable.

Decidió resignarse y escuchó el resto de reglas. Qué tontería, era obvio que se iban a aventurar por alguno de los portales y que los iban a cerrar inmediatamente después, para que nadie pudiera regresar. Cuando volvieran sobre el glider, estarían todos descojonándose de ellos.

Sin embargo, de nuevo, eso no tenía sentido. Porque los moguris, a pesar de ser muy monos, no tenían muy buen sentido del humor. Hana decidió arriesgarse a comprobar si era una broma pesada por sí misma. Eligió el portal al que iban la mayoría, porque no tenía ni idea de lo que señalaban las puñeteras pistas del pergamino, y se aventuró a lo desconocido, no sin antes darle el pésame a la gaviota.

A Fátima la playa le traía muchos recuerdos de su mundo natal, además de que había pasado bastante tiempo en aquel lugar practicando para su Estilo, por lo que se sintió bastante cómoda cuando acudió con sus compañeros al lugar. Con una falda amplia y una blusa rojiza también ancha, se remojó los pies y estuvo leyendo a la sombra de una palmera mientras los demás armaban escándalo.

Cuando los moguris empezaron a repartir los pergaminos, dejó su lectura aparte y escuchó las instrucciones, pensando que podía ser divertido participar. De niña hacía cosas similares con sus hermanos. La pena era tener que dejar la playa pero ya volverían pronto.

—¿Preparados? ¿Listos? —Mog levantó una manita con la pistola de fogueo—. ¡Ya!

Con el disparo, aparte de un ave menos en el mundo, Fátima echó a correr hacia uno de los tantos portales. Las instrucciones parecían indicar a aquel lugar. Podía equivocarse, claro, pero por algún lado tenía que empezar.

Nikolai tenía razón, la crema no nos iba a hacer falta porque... ¿Teníamos que ir a otro mundo a buscar el sello correspondiente? Bueno, no me hacía gracia ir vestida en bikini y con un sombrero de paja, estaba segura de que al que se le había ocurrido aquella prueba tan extraña era a Ronin.

Los maestros abrieron un número considerable de portales con cartelitos que indicaban a dónde iba cada uno. Si aquello era magia o no, no lo averigüé nunca, porque no me sonaba de haberlos visto trabajando en ningún momento.

El Moguri dio el pistoletazo de salida y todos recibimos nuestro pergamino. Le eché un ojo a las pistas que contenía y, creyendo esta segura, avancé por el primer portal que se me pasó por la cabeza. Tenía que ser ese.

—¡Suerte a ti también, Nikolai!

Para cuando pudo darse cuenta, Colibritany se había quedado dormida en una hamaca localizada en la playa de Islas del Destino. La razón por la que estaba allí era muy simple: Bastión Hueco y Tierra de Partida habían organizado una yincana y todos los aprendices podían participar. Durante su largo y merecido sueño, nada importante había pasado... hasta ahora.

—¡Para conseguir el primer sello tenéis que seguir unas pistas y averiguar en qué mundo se oculta, kupó! —Indicó un extraño moguri. Parecía que la competición había comenzado—. ¡Una vez encontréis el mundo correcto y añadáis el sello a vuestra tarjeta, recibiréis nuevas instrucciones para llegar al siguiente sello, kupopó!

La chica bostezó mientras escuchaba a la criaturita. Cuando recibió el papel, lo leyó rápidamente.

<<Un momento... ¡Creo que sé a donde se refiere!>>.

—¿Preparados? ¿Listos? ¡Ya!

Antes de ir directamente hacia el portal que pensaba que le llevaría al mundo correcto, Nicoxa se acercó rápidamente para desearle suerte. Coli le devolvió las amables palabras y decidió dirigirse hacia donde creía que era sin malgastar más tiempo, incluso si aun seguía algo cansada...

—¡Para conseguir el primer sello tenéis que seguir unas pistas y averiguar en qué mundo se oculta, kupó! —Un pergamino acabó en frente de mí—. ¡Una vez encontréis el mundo correcto y añadáis el sello a vuestra tarjeta, recibiréis nuevas instrucciones para llegar al siguiente sello, kupopó!

»¡Para viajar entre mundos utilizad estos portales, kupó, nada de gliders ni naves gumi!

—Jo, con lo divertido que es el glider... —murmuró, esperando que nadie la hubiese escuchado.

El moguri se apartó y una serie de portales quedaron visibles. Al lado de cada uno había un pequeño cartel que indicaba el lugar hacia dónde llevaba. Se me hizo muy tentador cruzar alguno que llevase a algún mundo que aún no hubiese visto, pero debía mantener la compostura; después de todo, tenía que intentar que al menos una de las dos ganase.

—¿Preparados? ¿Listos? —Alzó una pistola—. ¡Ya!

Y disparó, dándole de lleno a una pobre gaviota. Una pena; pero no había tiempo para preocuparse por aquello, puesto que el pergamino cayó en mis manos. Después de releerlo varias veces para asimilar bien las pistas, miré a Jeanne, esperando que ella tuviese la misma idea que yo.

—¡No podemos perder más tiempo! ¡Hora de viajar, Jeanne! —salté con euforia.

Cogería a Jeanne de la muñeca y la arrastraría al portal que creía correcto. Si no se resistía, entonces es que estaría de acuerdo conmigo.

Mog se encargó de explicarnos en qué consistiría la primera prueba. Mientras hablaba, miré el pergamino que había acabado frente a mí, aunque como pude comprobar al ver a otros aprendices, aún no estaba a mi alcance. En él estarían las pistas de las que hablaba el moguri.

»¡Para viajar entre mundos utilizad estos portales, kupó, nada de gliders ni naves gumi!

—Jo, con lo divertido que es el glider... —Sonreí al escuchar el susurro de Freya, que de no haber estado a su lado no habría podido oír.

También observé, curiosa, los portales que habían estado escondidos tras Mog, tratando de leer desde la distancia los carteles que acompañaban a cada uno. Aunque no pude concentrarme mucho en ello, al escuchar las siguientes palabras del gran moguri:

—¿Preparados? ¿Listos? —Miré con la ceja alzada a la pistola que llevaba en sus manos, por si acaso no era muy experto en usarla—. ¡Ya!

No pude evitar encongerme un poco al escuchar el disparo. Mientras agradecía no ser aquella gaviota, agarré el pergamino y leí rápidamente las instrucciones. Pensé en todo lo que había leído en la biblioteca mientras me golpeaba la barbilla con el papel. Entonces, una idea cruzó mi mente. Miré a mi amiga, y sonreí al ver que ella había hecho lo mismo.

—¡No podemos perder más tiempo! ¡Hora de viajar, Jeanne! —exclamó la pelirrosa mientras daba un salto, que me sorprendió ligeramente.

No pude responder antes de que la muchacha me cogiera de la muñeca y me arrastrara hacia uno de los portales. Antes de cruzarlo, pude distinguir lo que ponía en su cartel correspondiente. Afortunadamente, ambas habíamos pensado igual.

El mar. Ese gigante azul inexplorado y misterioso... Y también mi punto débil.

Sí, Bastión Hueco nos había dado vacaciones, ¡incluso estaba Tierra de Partida por allí! Pude reconocer a un montón de aprendices, aunque muchos de ellos debían ser bastante novatillos ya que no los había visto antes.

Por supuesto, llevaba un bonito bañador largo negro con dibujos de calaveras esparcidas por toda la tela, también llevaba unas sandalias rojas discretas y un enorme flotador (y manguitos) de patitos amarillos. Al fin y al cabo el agua era mi enemigo mortal. Solo había nadado en Atlántica una vez por una misión, ¡pero no era lo mismo! Allí podía respirar y tenía cola, branquias... ¡Pero allí no! ¿Y si me tragaba mucha agua? Aquella mierda sabía a rayos, y además luego dejaba una sensación horrible en la garganta.

Mientras caminaba por la costa de la playa vi a Light, que se acercó a mí tras hablar con Hana y la pequeña Maya.

—Ragun, si ya has aprendido a nadar tú también puedes apuntarte y bucear con nosotros —comentó.

—Puedo meterme en el agua, pero no esperes que meta la cabeza ahí abajo —señalé las turbias y escalofriantes aguas de aquel lugar llamado "mar".

Por suerte, poco tiempo tuvimos para juegos en aquel infierno salado. Mog nos había organizado y colocado en línea.

—¡Para conseguir el primer sello tenéis que seguir unas pistas y averiguar en qué mundo se oculta, kupó! —Mog y sus compañeros moguris hicieron levitar varios pergaminos colocándolos frente a nosotros—. ¡Una vez encontréis el mundo correcto y añadáis el sello a vuestra tarjeta, recibiréis nuevas instrucciones para llegar al siguiente sello, kupopó!

»¡Para viajar entre mundos utilizad estos portales, kupó, nada de gliders ni naves gumi!

Se apartó, dejando ver que en la línea de la playa los maestros habían creado una colección de portales para la prueba. Al lado de cada uno había un cartelito que indicaba a cuál llevaba, desde Ciudad de Paso hasta El Mundo Inexistente. Para los viajes requeridos en la yincana tendrían que usarlos sí o sí, pues si algún aprendiz despistado o rebelde intentaba marcharse con su glider, acabaría chocando con la barrera invisible que rodeaba la isla.

—¿Preparados? ¿Listos? —Levantó el brazo con una pistola de fogueo en la mano—. ¡Ya!

Y dio un disparo de salida que acertó en una pobre gaviota. Cogí el pergamino y leí las pistas antes de salir disparado a uno de los portales.

Aru
Aru fue la única que no se movió de su sitio, sin llegar a elegir ningún portal mientras todos los demás corrían hacia ellos.

Eso sí que era empezar con mal pie.



Los otros veintidós, en cambio, se lanzaron en tropel hacia el mismo portal con los resultados esperados. ¡Habían acertado con el mundo correcto!

Allí, se encontraron con una pequeña mesa de madera sobre la que había un sello y un pequeño bote de tinta para que añadieran su primera estampa en la tarjeta. Seguramente hubo empujones, pellizcos, zancadillas, vasos de agua volando, y declaraciones de guerra entre los aprendices para conseguir cuanto antes el sello. Eso sí, tanto el sello propio como la tinta estaban protegidos por magia, y si algún picaruelo intentaba llevárselos se llevaría una buena descarga eléctrica.

El primer sello, con forma de corazón, conseguido.

Junto a la mesa, había un letrero que indicaba las instrucciones para la segunda prueba: volver a la playa y buscar a Ariasu.



Encontraron a la maestra tumbada tan ricamente en una hamaca, tomando el sol. Había decorado su característico sombrero con hojas de palmera, y a su lado descansaba un moguri que la abanicaba cada vez que se lo pedía. Levantó la vista cuando escuchó que los aprendices se acercaban corriendo a ella, y se puso en pie de un salto.

―¿Tantos habéis conseguido llegar tan rápido? ¡Qué listos sois! ―Se llevó una mano a la barbilla, pensativa―. Veamos... La playa se ha vuelto muy aburrida desde que os habéis ido, así que si queréis que os de el segundo sello...

»¡Tendréis que contarme un chiste cada uno! ¡Uno que haga que hasta Nanashi se caiga al suelo de la risa!

Se sentó en su hamaca, sonriente, esperando a que los participantes se atrevieran a empezar. Ahora, tocaba hacer de cómico.

Todos nos lanzamos corriendo hacia el mismo portal llegando a una mesa con un bote de tinta y un sello que utilicé sobre el papel. También había un cartel indicando lo que debíamos hacer: Volver a la playa y encontrar a mi Maestra.

Me di la vuelta y corrí como si no hubiese mañana hacia el portal.

Ariasu estaba con total tranquilidad tumbada en una hamaca mientras era abanicada por un moguri. Se puso en pie de un salto.

―¿Tantos habéis conseguido llegar tan rápido? ¡Qué listos sois! ―nos felicitó, tras eso su expresión se volvió pensativa―. Veamos... La playa se ha vuelto muy aburrida desde que os habéis ido, así que si queréis que os de el segundo sello...

»¡Tendréis que contarme un chiste cada uno! ¡Uno que haga que hasta Nanashi se caiga al suelo de la risa!

―¿Un chiste? ―lancé una mirada picarona―.Chupado.

>>¿Cómo pasa superman entre la gente? ¡Con supermiso!

Junto a casi todos los demás, Kairi y Awa-chan lograron llegar al primer sello. En cuanto tuvo la oportunidad, estampó el sello en su tarjeta. Tambien había instrucciones sobre lo que debian hacer ahora: volver a la playa y buscar a Ariasu.

Ya en la playa, Ariasu se encontraba tumbada en una hamaca con un moguri abanicándola cuando se lo pedía.

- ¿Tantos habéis conseguido llegar tan rápido? ¡Qué listos sois! Veamos... La playa se ha vuelto muy aburrida desde que os habéis ido, así que si queréis que os de el segundo sello...

>>¡Tendréis que contarme un chiste cada uno! ¡Uno que haga que hasta Nanashi se caiga al suelo de la risa!

- Awawawawawawawawawa.

- Calla, esto lo tengo que hacer yo. Veamos...

>>¡Era un enanito tan bajito, tan bajito, tan bajito que la cabeza le olía a pies!

Abrí los ojos como platos cuando una tromba entró directamente en el mismo portal que el mío. Entre empujones conseguimos llegar hasta el mundo. Aturdido, vi una mesa con un sello. Esperé a que todo el mundo se pusiera el sello y después lo haría yo.

Que suerte había tenido para haberlo acertado.

Ponía que nos teníamos que volver a la calurosa playa par reunirnos con Ariasu.

Ya allí nos explicó la siguiente prueba mientras la abanicaban: contar un chiste. Compuse un gesto de resignación. Sólo me sabía uno y era malísimo, Gédéon me lo contaba para hacerme rabiar.
De todas formas, puse mi acento de actor y lo conté:

--Dos amigos gitanos jugando al ajedrez y uno le dice al otro:
- Jaque mate con el caballo.
El otro contesta:
- ¡¡¡Haaala!!! ¡¡¡Y tu ja te mates con la fragoneta!!!

Me encogí de hombros y esperé los tomates.

Al principio le pareció increíble que hubiera acertado y se sintió muy orgullosa de si misma, pero al ver que prácticamente todos los demás aprendices también habían pasado por el mismo portal que ella se figuró que no debía ser realmente muy complicada.

En una mesa de madera se encontraba el sello que demostraba que habían ganado, y como todos se abalanzaron a la vez Nicoxa aprovechó para tocar los cuerpos de los aprendices más atractivos con la excusa de llegar hasta su premio.

También se encontraban las instrucciones que debían seguir para continuar: volver a la playa y hablar con Ariasu.

* * *

Todos los aprendices se pusieron alrededor de la maestra, que estaba durmiendo en una hamaca y no tuvo más remedio que despertarse y tratar con ellos.

―¿Tantos habéis conseguido llegar tan rápido? ¡Qué listos sois! ―Empezó a pensar. Cualquiera diría que no tenía planeada la prueba con antelación―. Veamos... La playa se ha vuelto muy aburrida desde que os habéis ido, así que si queréis que os de el segundo sello...

»¡Tendréis que contarme un chiste cada uno! ¡Uno que haga que hasta Nanashi se caiga al suelo de la risa!

¿Un chiste? Al menos no tendrían que correr o hacer más ejercicio. Nicoxa meditó un instante y soltó el que primero se le vino a la cabeza.

—Este mismo

»"Dos pollitos van al McDonalds y entonces un pollito le dice al otro
—Pio
Y el otro le contesta:
—No tranquilo, pio yo"

Empezó a reirse ella sola después de contarlo. Le hizo tantísima gracia a sí misma que hasta se le salieron los mocos y todo del ataque que le había dado.

—¡Jajaja! ¿Lo pillais? ¡PÍO!

Esa aclaración probablemente innecesaria sólo logró que se riera aun más. Por otro lado, ¿McDonalds? ¿De donde había salido eso? El subconsciente de Nicoxa era muy misterioso...

Toda la gente decidió venir por el mismo portal que había escogido. Con la inmensa tromba, casi se me cae el sombrero, pero pude mantenerlo por suerte sobre mi cabeza todo el rato. Cuando llegamos, había una mesa donde se podía colocar el sello. Uno de trece.

- ¿Tantos habéis conseguido llegar tan rápido? ¡Qué listos sois! Veamos... La playa se ha vuelto muy aburrida desde que os habéis ido, así que si queréis que os de el segundo sello...

>>¡Tendréis que contarme un chiste cada uno! ¡Uno que haga que hasta Nanashi se caiga al suelo de la risa!

"¿Un chiste? Por favor, no me llamaban el mago del humor por nada."

Me acerqué a Ariasu.

—Había una vez dos amigos que se conocían desde hacía mucho mucho tiempo. Uno de ellos tocaba en un grupo de musica, y se iba a hacer una gira. Como iba a estar ausente, le pidio a su amigo que cuidase de las dos cosas que más quería en su vida: su madre y su gato.

"Si les pasa algo, tu me envías una carta contando me lo que pasa y yo te responderé, y si es algo muy grave pues vengo a ver que pasa y todo eso."

De tal forma que nuestro querido compañero marchó de gira. Al cabo de 5 días, una carta le llega. Esta decía:

"Tu gato se subió a un árbol, se cayó, se rompió una pata y un camión lo atropello."

Nuestro querido amigo volvió corriendo, para despedirse de su fiel minino. Una vez terminó de enterrarlo, se dirigió a su amigo que estaba cuidándolo.

"Tío, esto no se hace así. Ya sabes que soy muy sensible. No puedes decírmelo así de golpe, tienes que ir poco a poco. Primero me envías una carta que diga: Tu gato se subió a un árbol. Así yo empiezo a preocuparme, a que me pique el gusanillo. Después, al cabo de un día, me mandas otra que diga: Se cayó y se rompió una pata. Así me voy haciendo a la idea, y otro día después, me mandas la última donde me dices ya que se ha muerto. Y dicho esto, me marcho, que tengo que seguir con la gira.

Así, volvió a su recorrido musical. Sin embargo, al cabo de otra semana, recibió otra carta. Esta decía así:

"Tu madre se subió a un aaarboool".