[Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Encuentro entre Saeko y Fátima

¡Pásate por aquí para encontrarte con todo aquello relacionado con el rol y que no encontrarás en el resto de subforos! Libres, Eventos, Eventos Globales... ¡Pásate, rolea y échate unas risas!

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 12:50 am

Me senté exhausta sobre las escaleras decoradas por hierbajos y gusanillos. Resoplé y cogí aire poco a poco para descansar e ir cogiendo fuerzas.

¿Sabes si hay algún sitio donde pueda… alojarme? —preguntó entonces Daliao, todavía de pie.

Asentí con la cabeza, todavía muy débil, antes de que llegara aquel misterioso hombre de buen ver, acompañado por dos soldados con armaduras. Pareció reconocerme a mí, pero no a Daliao, y no podía decir que el sentimiento fuera recíproco porque para mí él no era más que un desconocido. Nos ofreció hasta alojamiento, y aun así, seguía extrañada porque me conociese. Igual se trataba de alguien con el que tuve contacto en el pasado, o que hubiese escuchado hablar de mí, que tampoco me extrañaba.

No era muy complicado encontrar a una mujer como yo, con el pelo violeta.

Creo que preferiríamos ir a una posada—expresó Daliao, acercándose a mí, a lo que le dirigí la mirada—. Voy a llevarla con su familia, pero antes me gustaría que pudiera cambiarse de ropa y darle unas cuantas cosas que me pidió durante el camino. Agradezco su amabilidad. ¿Vamos?

Y me extendió la mano con firmeza. Arqué un poco las cejas, un poco liada con lo que estaba diciendo. ¿Se lo había inventado, no? ¿Acaso pretendía sacarme de allí? Pues no me parecía tan mala idea, la verdad. Y estuve tentada de alzar la mano para estrecharla, pero el hombre me interrumpió.

¿Su familia? Pero si yo soy su primo. ¿No te acuerdas de mí, Saeko? Soy Ranmaru —Me tensé nada más escuchar el nombre, su nombre, y abrí los ojos de la impresión. Contuve la respiración por un momento y me incliné hacia él, todavía sin creer lo que estaba diciendo—. Es imposible no reconocerte, aunque haya pasado tanto tiempo. La última vez que nos vimos fue cuando éramos unos niños. Y nunca pensé que te volvería a ver, menos en estas circunstancias tan extrañas.

Miré a Daliao por unos instantes, agarrando su mano para poder levantarme. La verdad es que estaba hecha polvo, al igual que él lo debía estar mucho más. Le dirigí mis ojos de nuevo a Ranmaru, observando su aspecto físico. Sí, había cambiado muchísimo hasta el punto de que era… irreconocible. Pero su historia tenía razón, y esas vestimentas y sus maneras. Estaba claro que se trataba de él, ¿de quién si no?

Sí, ya te recuerdo. La última vez que nos vimos te obligaron a darme una paliza, ¿no es cierto? —expresé con cierto rencor, todavía no había olvidado aquella etapa de mi vida, donde mi madre se empeñaba en que, al ser su primera hija, debía hacer honor al nombre de la familia. ¿Y qué mejor forma que luchando contra el hijo mimado de su hermana?—. Pero al final sí, he regresado.

Encaré entonces a Daliao y coloqué mi mano izquierda sobre su hombro. No estaba dispuesta a dejarlo solo en esa montaña, no cuando podía volver a encontrarse con esos bandidos. Y estaba segura de que no eran tan tontos como para volver a cometer el mismo error dos veces. Le estaba muy agradecida, así que, ¿qué mejor manera de protegerlo que llevarlo conmigo?

»Pero me gustaría que Daliao viniese conmigo. Me protegió en la montaña, y no sería seguro para él seguir por ahí solo. —Le fruncí el ceño, no estaba dispuesta a aceptar un “No” como respuesta.

Está bien pues, que el señor Daliao se venga con nosotros si así lo desea la señorita. Y no me guardes rencor por el pasado, Saeko. No nos quedaba otra elección.

Lo que tu digas. —respondí tajante, sin muchas ganas de seguir con el temita de mi infancia.

Esperé a que Daliao se pusiera en marcha y bajara las escaleras, y yo iría detrás, arrastrando casi los pies y sintiendo de vez en cuando un pequeño tirón en la zona donde tenía la cicatriz del proyectil. Era recordar lo que había sufrido y perder todas las fuerzas, estar a punto de caer derrotada allí mismo, en mitad del camino cubierto de hojas y tierra.

****


No recordaba con exactitud la estructura que seguía el pueblo, ni sus calles ni sus caminos. Ni siquiera vi a ningún otro conocido, pero más de uno nos echaba la mirada encima cargada de curiosidad.

La casa en cambio sí me dejó sorprendida: no era especialmente grande, pero sí destacaba por encima del resto de casas y estaba un poco alejada de la aldea, en un sendero que daba a unos campos de cultivo. Nada más verla, como si de una fotografía se tratase, me vino a la mente una antigua imagen del mismo edificio, pero con unos pequeños matices diferentes, como el color, o las tejas. Habrían hecho reformas en todo ese tiempo, claro. Ranmaru nos acompañó a mí y a Daliao a una habitación en particular, alegando que debíamos esperar un ratito porque no había nadie más allí en ese momento.

Se trataba de una habitación pequeña con una cama y una ventana que daba acceso a un jardín trasero, decorado con piedras, pequeños arbolitos plantados en macetas y un estanque con peces. Vi algunas nubes en el horizonte, imaginando que todavía debía quedar algún rastro del temporal.

Le indiqué a Daliao que se echase sobre la cama para descansar, él lo necesitaba más que yo. Por mi parte, abrí la pequeña cristalera y me quité los zapatos, sentada sobre el escalón que daba acceso al interior y con los pies sobre la hierba. Me sentí en el paraíso, y estaba contenta por haber logrado llegar hasta allí yo sola. O bueno, con al menos ayuda del muchacho.

Sonriente, me empecé a preguntar si andarían mis padres o mi hermana por allí también.
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 12:57 am

¿Su familia? Pero si yo soy su primo. ¿No te acuerdas de mí, Saeko? Soy Ranmaru —Fátima arqueó una ceja y se quedó sin saber bien qué hacer, todavía con la mano extendida—. Es imposible no reconocerte, aunque haya pasado tanto tiempo. La última vez que nos vimos fue cuando éramos unos niños. Y nunca pensé que te volvería a ver, menos en estas circunstancias tan extrañas.

Se llevó un pequeño sobresalto cuando Saeko finalmente le tomó la mano, aunque la ayudó a incorporarse. De verdad, ¿qué se suponía que estaba pasando…?

Sí, ya te recuerdo. La última vez que nos vimos te obligaron a darme una paliza, ¿no es cierto?

Fátima iba a sentirse avergonzada por haber montado aquel numerito —aunque el tal Ranmaru no había ayudado demasiado y, desde luego, tampoco Saeko— cuando escuchó lo último y sus ojos se abrieron como platos.

Pero al final sí, he regresado.

«¿De qué va todo esto?»

Saeko le puso una mano en el hombro y añadió:

Pero me gustaría que Daliao viniese conmigo. Me protegió en la montaña, y no sería seguro para él seguir por ahí solo.

Eh, yo creo que…—Saeko le frunció el ceño y Fátima contuvo un resoplido de frustración. ¡Acababa de intentar llevársela a una posada! ¡No quería ir con esos guardaespaldas siniestros y mazados!

Está bien pues, que el señor Daliao se venga con nosotros si así lo desea la señorita. Y no me guardes rencor por el pasado, Saeko. No nos quedaba otra elección.

Lo que tu digas.

Abrió y cerró la boca. ¿De verdad iban a ir con esos tipos y con un primo que… trató de dar una paliza a Saeko? Fue eso lo que la impulsó a no dejarla sola. No sabía si Saeko simplemente quería darle las gracias por haberla ayudado o estaba insistiendo en que la acompañara porque tenía miedo, pero estaba demasiado cansada como para pensar más allá de que si se negaba, Saeko se iría con un tipo muy siniestro.

Así que echó a andar, con los hombros hundidos y diciéndose que, en cuanto pudiera, iba a regresar a Tierra de Partida.

Ni siquiera ella se lo creyó.

****


Cuando Saeko le dijo que podía tumbarse, Fátima no se lo pensó dos veces y prácticamente se dejó caer sobre la cama. Apenas sí había prestado atención a la casa, aunque sí había pensado que era bastante bonita. Estaba sucia, herida y cansada, pero sólo quería dormirse.

Aun así, antes de que cayera vencida por el sueño, llamó a Saeko y preguntó:

¿De verdad quieres quedarte aquí, con ese… quiero decir, con tu primo cerca…? Si quieres podemos marcharnos a otro sitio. —En ese momento le importaba bien poco haberla conocido del día anterior. Demonios, se habían ayudado mutuamente a sobrevivir durante una noche de pesadilla. Algo de confianza podía haber.

Escucharía su respuesta y asentiría, pero sin llegar a responder. Se le cerraban los párpados. Cuando se despertara vería qué hacer…

Ni siquiera llegó a darse cuenta de cuándo se quedaba dormida.

*


Se despertó con un grito en la garganta. Abrió mucho los ojos y se quedó muy quieta, sin reconocer el techo al que estaba mirando, ni el olor que la rodeaba, ni la textura de la cama. Tragó saliva y tardó unos instantes en emerger por completo de la pesadilla, que había incluido la tumba de Mulán bajo la nieve, avalanchas, guerreros sangrientos de sangre que los atacaban mientras marchaban hacia el Templo de Shiva y… Las imágenes comenzaban a desvanecerse.

Soltó un gruñido, se incorporó y se frotó los ojos. Poco a poco fue recordando lo que había sucedido. Bajó de la cama y miró a su alrededor. ¿Cuánto había dormido?

¿Saeko?—llamó tentativamente mientras se acercaba a la puerta y se asomaba al pasillo.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 1:04 am

¿De verdad quieres quedarte aquí, con ese… quiero decir, con tu primo cerca…? Si quieres podemos marcharnos a otro sitio.

Miré por un momento a Daliao, de reojo y todavía con los pies sobre la hierba, sintiendo la brisa encima. Asentí con la cabeza un segundo y posé la vista sobre uno de los estanques, lleno de pececillos y carpas de colores, que me traían muchos recuerdos, o puede que tampoco tantos porque mi estancia en aquel lugar fue muy breve en su momento. Pero sí, de niña solía pasar el rato en aquel jardín, jugando con los peces o usando el hueco del muro para fugarme a escondidas.

No hace falta, seguro que el resto de mi familia anda cerca. No voy a estar sola, tranquilo.

Aquello último se lo había mencionado porque parecía preocupado por Ranmaru, y era verdad que no me caía especialmente bien, no cuando apenas le conocía. Había vivido toda una infancia y una adolescencia sin verme, vamos, me resultaba un completo desconocido excepto por nuestros lazos familiares, lo único que nos ataba.

Pasé unos minutos pensativa, repasando en mi mente todo lo sucedido en ese largo viaje, y al recordar el momento del río, recibiendo el proyectil en toda la pierna, miré por inercia la misma buscando algún rastro de la cicatriz. Me resultaba curioso que en una sola noche me hubiera recuperado con tanta rapidez. Igual estaba más en forma de lo que pensaba y mi entrenamiento daba sus frutos. Pero me sentía tan cansada que no quise pensar en nada más, me puse en pie y luego me tumbé sobre la hierba, despacito, mirando las nubes y el cielo agitados por el temporal.

No tardé en caer redonda, porque todo se volvió negro hasta que me desperté.

****


Pss, eh —Ni caso, seguía dormida—. Eh, Saeko, ¿me escuchas? Despierta, venga.

Pero si me seguían susurrando a la oreja claro que me iba a terminar despertando tarde o temprano. Abrí los ojos con dificultad, la cabeza me daba vueltas y con una mueca cansada, me apoyé sobre mis manos y codos para mirar a mi alrededor, intentando reconocer dónde me encontraba.

Ah, sí… Estoy aquí.


Como un torrente de agua, me vinieron imágenes de toda mi aventura a la cabeza. Gemí cansada un segundo, llevando mi mano derecha al rostro para aclararme un poco.

No te recordaba tan dormilona.

Aunque me costó lo mío, poco a poco me fui enderezando sobre mis piernas. Obviando en un primer momento el hecho de que tuviese a mi lado a una niña que bien conocía. Para cuando tomé conciencia de dónde estaba, sí abrí los ojos como platos, sorprendida. Boqueé un segundo, sin saber qué decir o cómo expresarme. Se trataba de mi propia hermana, a la que no veía desde hacía años.

Yo también puse esa cara cuando te vi dormida en el jardín, cubierta de bichos.

¿De verdad eres tú? ¿Sigo cuerda? —Y me aproximé a ella, tanteando el aire con una mano como una auténtica paranoica. Pero era cierto que no podía creer lo que estaba viendo. Igual seguía soñando, a saber.

Mi hermana retrocedió unos pasos y me apartó la mano, a lo que reaccioné y volví a ponerme recta y seria, con el ceño fruncido. Muerta de vergüenza también, y alegre por ver a una de las personas más preciadas para mí después de tanto tiempo.

Pues claro que soy yo… —suspiró, cabizbaja, y luego me volvió a dirigir la vista—. Lo has tenido que pasar fatal, ¿no?

Como siempre, iba directa al grano y me entendía mejor que nadie. Asentí con la cabeza un par de veces, triste. ¿Desde hacía cuánto que no la veía? ¿Y cómo es que ella… también estaba allí? La última vez estaba en Ciudad de Paso con mi padre, o eso tenía entendido.

Ven aquí. —Flexioné las rodillas un poco para situarme a su altura, y la abracé con fuerza. Se me humedecieron los ojos, aliviada de ver que estaba tan bien y saludable como siempre—. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Dónde están papá y mamá?

¿No debería preguntarte lo mismo? En fin… es una larga historia. Papá y mamá también han venido. No veas cómo se han puesto cuando el primo les ha dicho que estabas tirada en el jardín. Han preferido dejarme aquí a solas, pero quieren verte, Saeko.

Asentí con la cabeza, dándole unas pequeñas palmaditas en la cabeza. Estaba muy, pero que muy contenta por tenerla allí, entre mis brazos, protectora. Ni qué decir que me costó horrores separarme de nuevo, y cuando lo hice, una sensación amarga me recorrió el estómago.

¿Y dónde están?

En el comedor, ya se acerca la hora de cenar. A todo esto… No sabía que te habías echado novio.

Vale, eso sí que no me lo había esperado. Con los ojos como platos y nerviosa, miré a Daliao, que dormía profundamente en la cama. Parecía un ángel, todavía me costaba creer que fuese él quien había derrotado a los bandidos por su cuenta, pero bueno, el caso es que no, en absoluto, éramos una pareja. Igual sí tenía algún chico que me hacía sentir especial, con el que había pasado una hermosa noche en un salón de baile, pero no era el caso de Daliao.

No, estás muy equivocada. Puede que… haya algo por ahí —comenté, cruzándome de brazos y desviando la mirada al horizonte—. Pero no, no es él. Ni siquiera le conozco, pero me salvó ayer. Le estoy muy agradecida.

Alice se adelantó, sonriente, hasta el interior de la habitación, y con un gesto me propuso seguirla.

Entonces será mejor no despertarlo.

Asentí con la cabeza por enésima vez y la seguí, dando un paso detrás de otro que, en un principio, me costaron un esfuerzo atroz. Nada más entrar dentro cerré la cristalera que daba al jardín y pasé frente a Daliao, sin quitarle la mirada de encima. ¿Él y yo pareja? No me sentía con ganas de tener nada con él ni con cualquier otro. Porque ya había un chico que ocupaba parte de mis pensamientos y, bueno, quizás algún día surgiera algo entre nosotros, si es que no había surgido ya, ¿no?

Seguí a mi hermana por el pasillo, sonriente y muy contenta. Ella también parecía igual de ilusionada, pero al acercarme a la puerta del comedor me di cuenta de algo, y era de mi madre. Sentí un retortijón por todo el cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, y me quedé congelada en el sitio unos segundos.

Soy aprendiz de la maestra Ariasu de Bastión Hueco, no tengo motivos para echarme atrás a estas alturas.


Y con esos pocos pensamientos, cogí las fuerzas suficientes para entrar en la sala… Donde no había nadie. Vaya, pues sí que me echaban de menos. Alice se sentó frente a la única mesa del lugar, junto a una ventana, y yo la seguí, situándome a su lado. El salón estaba iluminado por una única lámpara, se encontraba muy oscuro.

¿Sabes? Ahora soy aprendiz de la Llave Espada. —comenté sin ningún reparo, ilusionada por contarle mis experiencias y con una gran sonrisa en la cara.

Pues no te olvides de contarme tus aventuras. Aunque igual… No sé, yo también seré aprendiz. Hoy en día todo el mundo lo es, ¿no?

No exactamente.

No, ni loca iba a permitir que mi hermana tuviese que vivir los mismos peligros que yo. Jamás. Miré al techo y suspiré, impaciente por ver a mis padres, que a saber en dónde andaban metidos.

****


¿Saeko?

Fátima se despertó cuando ya estaba cayendo la noche. No había absolutamente nadie en la habitación, y en el jardín tampoco. Pero nada más salir por la puerta atisbó un pasillo largo y oscuro, era por el que habían llegado durante la tarde, lo que se extendía más allá a varias habitaciones. Le llegó un agradable olor a comida, dando a entender que estaban preparando la cena. No obstante no llegó muy lejos porque se le cruzó al momento una persona: Ranmaru.

Daliao, todavía sigues aquí... —comentó, un poco sorprendido por su presencia. Pero tampoco dejó escapar a Fátima, porque se impuso en cierto modo para obligarla a entrar dentro de la habitación otra vez. El chico era muy alto y robusto—. ¿Por qué buscas a Saeko? ¿Qué quieres de ella, y de nosotros? ¿Cuál es el apellido de tu familia?

Y se cruzó de brazos, con el ceño fruncido. Parecía… ¿Celoso? Como fuera, una vez escuchó las respuestas de la chica, se apartó, dándole vía libre.

Está bien, perdona si en algún momento te he asustado, pero es que… Bah, da igual. Saeko debería estar en el comedor con su hermana, si sigues recto por el pasillo y entras en la segunda puerta, la tendrás. —indicó, señalando la puerta en cuestión con un dedo.

Si Fátima iba al comedor se encontraría con Saeko y su hermana, una niña de unos diez años de edad, con cabello morado —no tan oscuro como el de la primera, pues tiraba más para el rosa—, y de ojos castaños. Ambas sentadas frente a la única mesa, alumbrada por una triste lámpara de aceite. Aunque bien podía preguntarle a Ranmaru sobre lo que se le ocurriera. ¿No se estaba mostrando muy hostil?
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 1:06 am

Olía a comida. El estómago le rugió y se humedeció los labios. La posibilidad de comer algo caliente después de ese día infernal se le antojaba muy atractiva, lo suficiente para aventurarse por aquel oscuro pasillo en busca de Saeko.

Sintiéndose un poco como un animalillo, se dejó guiar por el olor hasta que se topó con Ranmaru. La chica dio un respingo y por poco se le escapó un grito de la impresión. También logró controlar el instinto de soltar un puñetazo contra el estómago del «agresor». Los entrenamientos de Lyn eran demasiado efectivos. Debía aprender a controlarse.

Daliao, todavía sigues aquí...

Se sonrojó sin poder evitarlo y se sintió muy violenta. No sabía cuánto había dormido, pero estaba abusando de la hospitalidad de sus anfitriones, en especial porque la casa no era de Saeko. No sabía si pertenecía a Ranmaru pero, siendo un hombre, tendría derecho a echarle aunque Saeko quisiera que se quedara.

Lo siento. No pretendía molestar…

No supo bien qué hacer y entonces se encontró con que Ranmaru la obligaba a entrar en la habitación de la que había salido. Se puso en guardia, tensa. ¿Es que iba a llamar a sus amiguitos para que le dieran una paliza o algo? Tenía un aire amenazante…


¿Por qué buscas a Saeko? ¿Qué quieres de ella, y de nosotros? ¿Cuál es el apellido de tu familia?

Se cruzó de brazos. Fátima maldijo una y otra vez. ¿Un apellido chino? ¿Cuál? ¿Cuál? ¿Cuál había dado en el campamento la primera vez? Parecía que hubiera sido hacía siglos.

M-Mushu—balbució al final. Miró mejor a Ranmaru. No le gustaba nada su actitud, pero estaba claro que quería defender a Saeko. Bueno, era normal que pensara que quisiera aprovecharse de la familia… Mejor acabar sus dudas de raíz—. Ahora mismo iba a buscar a Saeko porque me gustaría darle las gracias por permitirme dormir aquí. También se las doy a usted. No quiero nada de ustedes excepto mostrarles mi agradecimiento—y un poco de comida estaría bien, ya que le preguntaban—. Creo que ha habido un malentendido, señor. Yo estoy, eh, prometido.—No era la verdad pero tampoco se trataba de una mentira. Sonrió casi sin darse cuenta al pensar en Malik. Ya habían pasado alguna que otra vez como una pareja casada, así que supuso que no le molestaría que mintiera otra vez—.Y amo a mi prometida. No pretendo nada con Saeko ni busco mancillar el honor de la persona que me ha ayudado.

Todo le sonaba terriblemente rimbombante, pero sostuvo la mirada de Ranmaru con la esperanza de que aceptara su versión. Más le valía, porque de verdad que se moría de hambre.

Al final, Ranmaru se echó a un lado y Fátima contuvo un suspiro de alivio.

Está bien, perdona si en algún momento te he asustado, pero es que… Bah, da igual. Saeko debería estar en el comedor con su hermana, si sigues recto por el pasillo y entras en la segunda puerta, la tendrás.

Muchas gracias, señor.

Inclinó un poco la cabeza ante él y luego salió escopetada en la dirección que le habían indicado. Allí encontró el comedor y vio que Saeko estaba acompañada por una niña bastante parecida a ella. No pudo evitar mirar por encima del hombro, por si Ranmaru seguía por ahí, antes de carraspear para llamarles la atención.

Perdón… Espero no molestar.—Esperó a que le dieran permiso para terminar de entrar y saludó a la chica con una inclinación de cabeza—. Muchas gracias por dejarme dormir, Saeko. Lo necesitaba. ¿Eres… su hermana? ¿Su prima?—Miró a la niña pequeña con curiosidad.

Las tripas le rugían por lo bajo, pero no podía hacer nada por evitarlo. Se debatía entre pedir comida, aunque sólo fuera un trozo de pan, y largarse de allí, aunque lo último que le apetecía era visitar la tumba de Mulán… También era de noche. ¿Le permitirían quedarse?

¿Qué tal tus heridas? ¿Te encuentras mejor?
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 1:09 am

Los segundos pasaron en silencio, sin nada que comentar con mi hermana en un primer momento. Con la sed que tenía encima no tardé en coger una de las tazas que había sobre la mesa, para beber el té de un trago, aun con lo caliente que estaba, me seguía pareciendo igual de refrescante que un vaso de agua. Sin duda en tiempos de necesidad era capaz de cualquier cosa.

Perdón… Espero no molestar.—Interrumpió de pronto Daliao desde el marco de la puerta, que ahora que lo recordaba, se había quedado durmiendo en la habitación

Daliao. —murmuré.

Muchas gracias por dejarme dormir, Saeko. Lo necesitaba. ¿Eres… su hermana? ¿Su prima?

Hermana, Alice, encantada.

¿Qué tal tus heridas? ¿Te encuentras mejor? —me preguntó, entre sonoros rugidos de hambre. A decir verdad yo tampoco estaba muy distinta.

Pero si estás muerto de hambre, venga, pasa. Nadie te va a comer, ¡al menos de momento!

Sonreí llena de nostalgia. Por muchos años que pasaran mi hermana seguía siendo la misma, su fuerza de voluntad era sorprendente, a diferencia de la mía. Observé divertida cómo Alice se levantaba y acercaba a Daliao hasta la mesa, agarrando al chico por su ropa para que se sentara a mi lado, entre mi hermana y yo.

Le hice un gesto para que cogiese una de las tazas de té, estaba segura de que se encontraba igual de fatigado, así que era lo menos que podía hacer por él. Incluso había arriesgado su vida por mí en las montañas. Para ser sincera, no sabía cómo agradecerle todo aquello.

Podría estar mejor, pero gracias a ti por todo lo que has hecho. —le respondí, intentando sonar lo más agradecida posible.

Saeko ya me ha hablado de ti. He escuchado que la has salvado de un grupo de ladrones, yo también te estoy agradecida.

Sí, sin duda era como volver a casa. La situación me parecía tan surrealista que creía estar en una especie de sueño irreal, aun así la felicidad que sentía en ese momento sí era real, y eso es lo que me importaba. Di otro trago a la taza, acabando con el té, y de pronto otra puerta al fondo del salón se abrió, dejando entrever a dos figuras que ya me resultaban familiar: papá y mamá.

Tragué saliva y me puse tensa por instinto, con el ceño fruncido. Di gracias a la oscuridad del ambiente, pobremente iluminado con una lámpara de aceite, para pasar lo más desapercibida posible. ¿Hacía cuántos años que no los veía? Desde que ingresé en la Orden, prácticamente… No sabía ni qué decirles, aunque ya imaginaba que por mi hermana les habrían llegado noticias sobre mí, o algo. Tampoco creía que fuesen a sacar el tema de la Orden delante de un extraño como lo era Daliao, ahí ya le debía otra.

Cuánto tiempo, Saeko —pegué un leve respingo, atemorizada por el tono de mi madre. Me di cuenta en ese momento que la seguía viendo como a la madre que tanto me había despreciado y exigido de niña. Era imposible que me sintiese cómoda ante su presencia, y menos en un ambiente tan formal—. Veo que has traído un amigo… ¿Con quién tengo el honor? —preguntó de manera tajante a Daliao, al que miré de reojo y con el sudor frío por la frente, casi sintiendo lástima por él—. Nunca he escuchado sobre ninguna familia que se apellide Mushu, pero en fin, a mi edad no es que me sorprendan ya estas cosas. Siento su mi hija te ha resultado un lastre en tu viaje, la verdad es que nunca ha sido muy práctica. Siempre le ha faltado iniciativa y valor, tus padres deben estar orgullosos de haber tenido un hijo como tú.

Vamos, no digas esas cosas Himeko, Saeko ha crecido y ahora es una mujer capaz de volver a casa sola. Ya no es una niña. Daliao, soy Souchiro, es un honor. Estoy muy agradecido con todo lo que has hecho por nosotros. Tampoco esperábamos visita hoy.

Escuchar la conversación me hacía sentir cada vez más pequeña e insignificante, hasta el punto de estar ahogada en mi propia tensión e impotencia. Como no, mi madre me iba a seguir viendo igual, sin importar lo mucho que creciera o lo poderosa que fuera.

La puerta por la que habíamos entrado tanto mi hermana, como Daliao y yo, se abrió de pronto, dejando pasar a la sirvienta con la bandeja de la cena. Se me hizo la boca agua nada más oler aquello y las tripas me rugieron como nunca. Hice una mueca de amargura, preocupada por la falta de modales que suponía ese gesto, más delante de mi madre.

Contemplé la comida con los ojos desorbitados, como si tuviese ante mí millones de platines, que era lo que menos me importaba en ese momento: había tanto arroz, como verduras varias y pescado asado. Tras una leve reverencia, dejando que mi padre preparara el incienso, me llevé el bol de arroz a la boca como un animal. Engullí las primeros bocados, pero recordando dónde estaba procuré moderarme algo más, dejando que Daliao tomara la iniciativa. Al final sí iba a resultar que gracias a mí nuestras familias iban a tener buenas relaciones. Mi madre me debía una, por mucho que se negara a reconocerlo.

Esto está delicioso, ya veo que a mis dos hijas les encanta, ¿pero a ti, Daliao? Sé que no podemos ofrecer más, pero el gesto es lo que cuenta.

Como sea… ¿Dónde has estado metida todo este tiempo, Saeko? Nos has preocupado bastante.

De nuevo escuchar mi nombre en aquella voz conseguía ponerme los pelos como escarpias. Suspiré, resignada, sin molestarme mucho en inventar una excusa trabajada. Estaba ya acostumbrada a dar argumentos que rozaban lo ridículo en mis misiones. Y todo era por Daliao, estaba claro.

En tierras lejanas, madre. Trabajando para un señor de dinero. La guerra acabó con ellos y me vi obligada a volver. No era lo que pretendía. —finalicé, casi sin creerme yo misma esa historia. Alice se rió por lo bajo, y con razón, era la única que sabía sobre mi identidad como Portadora.

Había dicho aquello último recordando las noticias de la guerra que había montado Andrei. Imaginaba que por los detalles que ofrecían los periódicos se había tratado de una batalla a gran escala. Era una excusa igual de repugnante como efectiva, pero bueno, Daliao nunca iba a saber la verdad.

Mi madre suspiró, terminando con su cena, para dirigirnos unas últimas palabras.

Daliao, tienes mi permiso para quedarte aquí esta noche. Mañana podrás desayunar y partir temprano con nuestra escolta, que aunque no sea mucha, sí está bien entrenada. Y tú, jovencita, tendremos que hablar sobre tu futuro. Queda mucho trabajo por hacer.

¡Ha estado todo muy rico!

El honor es mío, Daliao. Os acompañaré a vuestra habitación si no os importa. Se ha hecho muy tarde. —expresó entre bostezos.

Asentí con la cabeza con el corazón acelerado, intentando evitar el contacto visual con todo el mundo, para seguir a mi padre y a Daliao hacia la misma habitación de antes. Lo último que me faltaban eran preguntas incómodas por parte de este último.
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 1:10 am

Hermana, Alice, encantada.

Fátima inclinó la cabeza en su dirección.

Soy Daliao. Muchas gracias por vuestra hospitalidad.

No se le pasaron por alto los quejidos del estómago de Saeko y Fátima también acusó un aguijonazo de hambre.

Pero si estás muerto de hambre, venga, pasa. Nadie te va a comer, ¡al menos de momento!

Fátima arqueó las cejas, sorprendida, y no pudo reprimir una sonrisa. No había esperado que la niña, Alice, fuera tan arrojada. Dejó que la llevara hasta la mesa, donde se sentó entre ella y Saeko. Maldijo por lo bajo porque no sabía bien qué postura debía apostar —ya que ambas eran mujeres— y trató de imaginar cómo se sentaría un hombre, sin demasiado éxito. Por suerte, Saeko no pareció percatarse y le indicó que tomara un poco de té. Fátima obedeció con agradecimiento, dejando que el dulce olor la envolviera antes de dar un par de sorbitos. Se quemó la lengua pero no le importó. Estaba delicioso.


Podría estar mejor, pero gracias a ti por todo lo que has hecho. —dijo entonces Saeko, respondiendo a su pregunta.

Saeko ya me ha hablado de ti. He escuchado que la has salvado de un grupo de ladrones, yo también te estoy agradecida.

Me alegra que los dos saliéramos vivos—dijo Fátima, intentando no acaparar demasiado la atención. No quería que Saeko recordara nada que luego se volviera un problema—. Tuve suerte.

Miró a Alice con curiosidad. Teniendo en cuenta que era china, no podía dejar de llamarle la atención que tuviera un nombre tan típico de Londres. Iba a preguntar pero se dio cuenta de que resultaría grosero y que tampoco le importaba, así que dio otro largo sorbo al té, saboreándolo, aunque el estómago le gruñía, ansioso de comida más sólida.

Entonces se abrieron las puertas y entró una pareja a la que, por el parecido, identificó de inmediato como los padres de Saeko y Alice. A su lado, Saeko se puso en tensión y Fátima dejó rápidamente la taza, sintiendo que se le cortaba un poco la respiración. A excepción de con Alice, parecía que Saeko no estaba en muy buenos términos con su familia…

Cuánto tiempo, Saeko. Veo que has traído un amigo… ¿Con quién tengo el honor?

Reprimió un respingo ante su tono cortante y se apresuró a responder:

Mushu Daliao, señora. Es un honor.

Nunca he escuchado sobre ninguna familia que se apellide Mushu, pero en fin, a mi edad no es que me sorprendan ya estas cosas. Siento su mi hija te ha resultado un lastre en tu viaje, la verdad es que nunca ha sido muy práctica. Siempre le ha faltado iniciativa y valor, tus padres deben estar orgullosos de haber tenido un hijo como tú.

Fátima, que había respirado aliviada cuando la mujer se dijo que los Mushu serían alguna familia nueva, se revolvió, estupefacta ante su afirmación final y miró de reojo a Saeko. Conocía a ese tipo de madres. Ahora empezaba a imaginar por qué Saeko no parecía llevarse bien con ella. Intentó que el desagrado no se le notara y se esforzó por mantener una expresión neutra, aunque había apretado con fuerza las mandíbulas.

Vamos, no digas esas cosas Himeko, Saeko ha crecido y ahora es una mujer capaz de volver a casa sola. Ya no es una niña. Daliao, soy Souchiro, es un honor. Estoy muy agradecido con todo lo que has hecho por nosotros. Tampoco esperábamos visita hoy.

Lamento muchísimo las inconveniencias y les agradezco que me permitan estar aquí. Es un placer, señores.

Si hubiera conocido más a Saeko, quizás le habría estrechado o acariciado una mano por debajo de la mesa, pero no se atrevió. En su lugar permaneció muy recta y a la espera de que los padres de la chica hablaran de nuevo. En cualquier caso, se imaginó lo duro que debía haber sido crecer en un lugar así.

Estuvo a punto de salivar cuando les presentaron los platos y casi no prestó atención a la forma que Saeko atacó su bol de arroz. Hizo un esfuerzo por reprimirse, recordando los viejos tiempos en Atlántica cuando le tocaba esperar pacientemente su turno a que su madre le sirviera su comida, y se maldijo por no haber practicado más los palillos. Al final terminó comiendo mucho más despacio de lo que le hubiera gustado porque no quería que sospecharan al ver su torpeza.

Esto está delicioso, ya veo que a mis dos hijas les encanta, ¿pero a ti, Daliao? Sé que no podemos ofrecer más, pero el gesto es lo que cuenta.

¡No, no! Está delicioso señora. Es sólo que me gusta saborearlo y como muy lento—dijo con una sonrisa nerviosa.

Como sea… ¿Dónde has estado metida todo este tiempo, Saeko? Nos has preocupado bastante.

Fátima agudizó el oído mientras seguía comiendo, muerta de curiosidad. No había muchas mujeres que fueran por libre y, por lo que parecía, Saeko lo había hecho sin el permiso de su familia. Interesante. La respuesta de la joven fue algo vaga y bastante breve. No le cupo duda de que no había dicho toda la verdad y la risita de Alice no hizo más que confirmarle la impresión.

Daliao, tienes mi permiso para quedarte aquí esta noche. Mañana podrás desayunar y partir temprano con nuestra escolta, que aunque no sea mucha, sí está bien entrenada. Y tú, jovencita, tendremos que hablar sobre tu futuro. Queda mucho trabajo por hacer.

Gracias señora—dijo Fátima con alivio, aunque ya un poco harta de repetirse tanto—. Es un honor.

¡Ha estado todo muy rico!

El honor es mío, Daliao. Os acompañaré a vuestra habitación si no os importa. Se ha hecho muy tarde.

Junto a Saeko, siguió a Soichiro hasta la habitación de Saeko donde había dormido antes. Miró con sorpresa al padre. ¿Iban a dejar que durmiera con ella…? No, lo más probable era que Saeko fuera a dormir con su hermana menor.

Después de darle las gracias una vez más a Soichiro, pidió a Saeko que se quedara con ella porque quería decirle una cosa:

Siento estar molestándote, de verdad, y que por mi culpa tu madre haya aprovechado para…—Suspiró y hundió los hombros—. Sé… más o menos lo que se siente. Lo lamento. Es… terrible cuando una familia no puede apreciarte por lo que eres; una mujer muy valiente en tu caso.—Se humedeció los labios—. No muchas se atreverían a hacer lo que has hecho tú. —Respiró hondo—.Solo quería decirte eso.

Luego se sentaría, mirando por una de las ventanas hacia el cielo nocturno y, si Saeko seguía con ella, diría:

¿Puedo hacerte una pregunta incómoda?—Si Saeko consentía, se inclinaría un poco hacia ella y preguntaría con verdadera curiosidad—: ¿Por qué has regresado a este sitio?

Escuchó su respuesta en silencio, fuera cual fuera, e iba a responder cuando vio algo extraño por la ventana. Una luz anaranjada.

¿Qué es eso…?
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 1:11 am

Llegamos a la puerta de la habitación que Ranmaru le había reservado a Daliao, o eso imaginaba yo que había sucedido, a fin de cuentas aquella era su casa. Le dio las gracias a mi padre y, en última instancia, me pidió que me quedara un segundo para hablar sobre algo. No quise hacerle el feo y asentí con la cabeza, vamos, lo mínimo que podía hacer por él era escucharlo. Miré unos instantes al enorme hombre, rogando por que me dejara al menos unos minutos más. Lo cual me resultó irónico, sabiendo que llevaba años desaparecida.

Siento estar molestándote, de verdad, y que por mi culpa tu madre haya aprovechado para…[color] —Ante su suspiro negué con la cabeza, intentando restarle importancia. Cuando no era así—[color=#BF00BF] Sé… más o menos lo que se siente. Lo lamento. Es… terrible cuando una familia no puede apreciarte por lo que eres; una mujer muy valiente en tu caso.—Abrí los ojos sorprendida por lo que me estaba contando. No era la primera vez que alguien me apoyaba de esa manera, pero tampoco es que nadie se molestara en decirme eso todos los días—. No muchas se atreverían a hacer lo que has hecho tú. Solo quería decirte eso.

Daliao se adentró todavía más en la habitación hasta situarse a la altura de la ventana. Me mantuve detrás de él, no muy lejos de la puerta, por si quería pedirme algo más.

¿Puedo hacerte una pregunta incómoda?

Reí por instinto, intentando tomarme con humor la situación. De hecho, ya había esperado preguntas por su parte desde antes de llegar a la habitación y tampoco me hacía mucha gracia que me hiciera preguntas personales. Pero yo también necesitaba hablar con él, conocerlo mejor. Apenas sabíamos nada sobre nuestras vidas, y me había salvado. Se podía decir que tenía curiosidad.

Pregunta. —confesé al final, caminando un par de pasos hasta la ventana, contemplando el paisaje nocturno. La nostalgia me llenó el pecho, sentía como si la niña que dormía en mí hubiese despertado de nuevo.

¿Por qué has regresado a este sitio?

¿Necesito una razón? Es mi familia —Y por muy difícil que resultara eso me era suficiente para querer perder una pierna por el camino y regresar a mi antiguo hogar. Pero sabía a lo que se refería, entendía que le resultara extraño sabiendo la actitud que tenían ciertos familiares conmigo misma. Pero tampoco podía decirle que, viviendo como vivía más allá de las estrellas y arriesgando la vida todos los días, necesitaba desconectar de todo.—. Sé que puede parecer raro, —Comencé a relatar, mirando de reojo a la puerta a nuestras espaldas para asegurarme de que nadie escuchaba a escondidas. Luego posé la vista sobre el cielo estrellado— mi madre no me cae muy en gracia, ni mi primo Ranmaru, los dos son unos insoportables. Pero llevaba años sin venir aquí, necesitaba comprobar que quedaba alguien… Que todavía tenía un hogar al que regresar, en caso de que todo se torciera.

Porque la excusa de la guerra había sido buena, pero ya llevaba una temporada en Bastión Hueco, lugar que sí consideraba mi hogar actual, con el gusanillo de querer volver aquí y encontrar algún familiar que me recordara. Desde que ingresé en la Orden había perdido todo contacto con ellos. La actitud de Ranmaru me parecía despreciable, y mi madre siempre había sido así, por lo que me era costumbre, pero aquello era algo que necesitaba hacer.

Es algo que necesit-

¿Qué es eso…? —me interrumpió de pronto Daliao sin venir a cuento.

Bajé la vista en dirección al poblado, donde se podía ver una especie de luz anaranjada a lo lejos. Podía imaginar que nos separaban al menos unos cien o doscientos metros desde el foco. Y que yo recordara, no era época de celebraciones ni de fiestas. Me puse tensa y temí lo peor.

Daliao, quédate aquí. Iré a preguntar. —le confesé seria, esperando que me hiciera caso.

Abandoné la habitación titubeando, observando desde el marco de la puerta la luz que parecía tornarse más y más intensa. Luego salí definitiva de aquel lugar, cerrando la puerta despacio para mantener a Daliao tranquilo allí dentro. El fuerte aroma del incienso asaltó mis fosas nasales y, precavida, bajé hasta la planta principal. El primer piso donde nos habíamos encontrado estaba vacío.

Escuché cierto jaleo, algunos soldados corriendo con las armaduras de un lado para otro y, cuando no hubo nadie a la vista, bajé hasta el jardín donde esa tarde me había echado la siesta, frente a los peces. Al salir me llegó un profundo olor a humo… incluso podía escuchar el sonido de las brasas y la gente alarmada en la lejanía. Tragué saliva.

Decidida, utilicé un pequeño escondite que tenía guardado desde niña y el cual esperaba que todavía existiese. Se trataba de una zona del muro, protegida por los arbustos, que conectaba con el poblado. Aparté las hierbas con nerviosismo y lo comprobé, en efecto, allí seguía el hueco… Claro que cuando era pequeña podía pasar sin problemas. Ahora estaba más crecidita, no estaba para esos trotes.

Pero quería averiguar qué estaba pasando, porque tenía aspecto de ser muy gordo, y estaba segura de que mi padre no me permitiría salir de la casa. No podía quedarme allí encerrada, imaginando que, quizá, se tratase de un peligroso grupo de sincorazón.

Intenté pasar por el hueco al final, cubierta de ramas, hojas y bichos de todo tipo. ¡Qué asco!
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 1:14 am

Mi madre no me cae muy en gracia, ni mi primo Ranmaru, los dos son unos insoportables. Pero llevaba años sin venir aquí, necesitaba comprobar que quedaba alguien… Que todavía tenía un hogar al que regresar, en caso de que todo se torciera.

«Un hogar…»

Antes de fijarse en la luz que entraba por la ventana, Fátima se detuvo a pensar en su propia familia y se dio cuenta de que ya no pensaba en su antigua casa como un hogar. Se quedó algo aturdida. ¿En qué momento había pasado Tierra de Partida a ser su nuevo hogar? ¿Desde que conoció a Malik o antes? ¿Desde que decidió que debía acatar las normas… no, que esas normas eran ahora las suyas?

Se sintió un poco culpable: hacía años que no visitaba a su familia, pero la idea de volver, de tener que fingir una vez más ser alguien que no era le revolvía el estómago. Frente a ellos nunca sería Fátima, sólo el hijo menor y rarito que se fue a estudiar y nunca regresó.

Entonces vio la luz y su hilo de pensamientos se vio bruscamente interrumpido.

Daliao, quédate aquí. Iré a preguntar.

De acuerdo—dijo, insegura.

Saeko se marchó de la habitación y Fátima miró por la ventana con el ceño fruncido. De pronto las tonalidades se volvieron más anaranjadas y si antes había tenido alguna duda, esta se esfumó: había fuego. No el de antorchas, sino el de algo mucho más grande que estaba ardiendo. Teniendo en cuenta que buena parte de las cercas o de las casas sería de madera…

Escuchó voces de hombres que se daban órdenes y que parecían asustados. Fátima se puso en tensión. Reconocía esos tonos de voz, sí. Los había experimentado en el ejército de China. Luego vinieron los gritos de la gente.

Mierda.

Corrió hacia la salida. Aquello también lo había vivido en un pueblecito, cuando los hunos atacaron a la población desarmada. No sabía si serían hunos, algo que le parecía difícil después del estado en el que habían quedado sus ejércitos, u otra cosa pero no iba a quedarse encerrada en el cuarto esperando a que pasara la tormenta.

¡Saeko!—llamó, algo asustada.

No respondió. En su lugar vio a la pequeña Alice asomada por una de las habitaciones. Fátima iba a preguntarle si había visto a su hermana cuando Ranmaru gritando algo a pleno pulmón. Algo que sonaba a «no déis ni un paso más». Entonces sobrevino el choque de unas espadas.

Fátima se precipitó sobre Alice, a la que cogió de una muñeca y dijo:

¡Rápido, ven conmigo! ¿Dónde está tu madre? ¡Llama a las criadas!

Debía proteger a las mujeres, porque ellas no tenían armas. Empujó a Alice con delicadeza para que marchara delante y, llevándose una mano a la espalda, materializó la Llave Espada. Si Alice miraba su arma, no haría ningún comentario: no había tiempo.

¡Señora Himeko!—gritó al verla en uno de los pasillos.

De súbito hubo un estruendo y uno de los pasillos se iluminó. Fátima echó a correr y se puso delante de la madre de Saeko justo a tiempo de ver una cara relativamente familiar —bastante machacada—. El bandido estaba tan desastroso como en la montaña, solo que gracias a Fátima lucía un par de oscuros moratones y un diente roto. En una mano portaba una espada y, en la otra, una antorcha.

Al ver a Fátima entornó los ojos.

¡Tú…!

¡Detrás de mi!—ordenó Fátima a la niña y a la mujer, poniéndose en guardia, dispuesta a defender el pasillo con uñas y dientes.

Entonces al bandido se le unieron dos más. Fátima tragó saliva e intentó mantenerse tranquila. Aquel era un lugar estrecho, no podrían avanzar los tres de golpe. Tampoco podría usar la magia, claro. Estaba en desventaja.

Qué bonita coincidencia. Tengo unas ganas de arreglarte la cara que casi no puedo controlarlas—dijo el tipo, que empezaba a avanzar hacia ella.

«Esta vez no cometerá errores», pensó. «Sabe que soy rápida».

Estoy esperando grandullón—respondió con lo que esperaba que fuera un tono burlón, haciéndole un gesto para que las mujeres retrocedieran un poco mas para dejarle sitio.

Cerró las manos en torno a la empuñadura y una gota de sudor le resbaló por la sien. Esperaba que Saeko se encontrara bien. Luego se abalanzó sobre el bandido.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 1:15 am

Pero no pude entrar en el hueco. Mientras me colocaba de rodillas a su altura para analizar mejor el tamaño vi de refilón una sombra, tan rápida como el viento. Alertada y con el corazón latiendo a mil por hora, con los ojos bien abiertos y tensa de arriba a abajo, caminé con cautela hasta el lugar del jardín donde la había visto.

Barajé muchas posibilidades, desde que se tratase de un ladrón que quería aprovechar la confusión o de un sincorazón de verdad, pero en ese caso no tenía sentido que fuese al interior de la casa, sabiendo que mi corazón era más poderoso que el de todos allí dentro. Tragué saliva cuando alcancé la esquina, exhalé aire un par de veces y miré de reojo, intentando mantenerme lo más oculta posible.

Y lo que vi me dejó pálida: una soga que permitía subir hasta una de las habitaciones, con la ventana abierta. Si no recordaba mal en esa zona se encontraban tanto mi hermana como mi madre. Un pinchazo de preocupación me comió por dentro y me temí lo peor, pero antes de poder siquiera dar un paso…

¡AH…!

Sentí un fuerte tirón del pelo, como si se me hubiera trillado con algo. Me puse todavía más nerviosa, intenté resistir al principio, pisando con fuerza la hierba hasta que un latigazo de dolor me recorrió la pierna herida. El hombre, por los gruñidos que provenían a mis espaldas, me agarró con todavía más fuerza del pelo provocando que el tirón me dejara casi inmóvil. Retrocedí varios pasos por el jardín, escuchando cómo las hierbas eran aplastadas bajo el peso de mis botas, y luego vino el acero. Había desenvainado una espada, o lo estaba haciendo.

Respiré de manera agitada y con el corazón a punto de salir del pecho, intentando sobreponerme al dolor que sentía. Los segundos pasaron lentos, muy lentos, y no estaba dispuesta a morir por algo así. Invoqué mi Llave Espada en la diestra y arreé un fuerte tajo a mi espalda, con la intención de causar el mayor dolor posible.

El hombre se quejó por el dolor y su agarre se aflojó. Me permití unos segundos para avanzar adelante, todavía intentando respirar, y entonces pude ver de quién se trataba: uno de los bandidos. Exhibía un feo corte en el brazo donde sujetaba su espada, media envainada. No me hizo falta pensarlo dos veces porque actué por instinto. Salí despedida hacia adelante, con la espada en la mano, y le propiné un peligroso corte en el muslo izquierdo, retrocedí un poco, acostumbrada ya a luchar de esa manera contra los sincorazón, y aproveché para, en un instante, rematarlo con un tajo en el pecho.

Con los pelos revueltos y una expresión de terror y desasosiego en el rostro, fui testiga de cómo el corpulento hombre caía de espaldas sobre el estanque del jardín donde estaban los peces. Fruncí el ceño, viendo cómo la sangre se propagaba a toda velocidad por el agua. Pero nada podía hacer por los animalillos ya. Aquel bandido no se iba a mover de allí en un buen rato. ¡Menudo susto me había pegado el muy…!

¡Detrás de mi! —escuché entonces.

¡Daliao!

El grito venía de la segunda planta, donde se encontraban mi hermana y mi madre también, si mal no recordaba. Corrí desesperada hasta la soga, intenté escalar en un primer momento pero me resultó complicado. Hastiada por la situación y temerosa de llegar tarde, pues cada segundo podía ser vital, me sujeté a la cuerda y apoyé mis piernas en la pared de la casa, así, a toda velocidad que pude y soportando los tirones que sufrían los músculos de mis brazos, subí como pude hasta la habitación que les había dado acceso.

Me llegó el olor del incienso de pronto, al que ya empezaba a estar acostumbrada, y observé en derredor con los dientes apretados todo el lugar. La habitación se encontraba a oscuras, excepto la puerta, que estaba abierta y dejaba entrever la tenue luz del pasillo.

...sperando grandullón.

Llegaban voces del pasillo contiguo, y aquella la reconocí como la de Daliao. El chico sabía defenderse, sí, pero no podía permitir que mataran a mi familia. Ni siquiera quería pensar en esa posibilidad, porque sabía que se me iba a caer el alma a los pies. Así que salí del pasillo con la Llave Espada invocada en mi diestra de nuevo, preparada para luchar.

Miré en derredor y los vi, en un extremo, a tres bandidos que me daban la espalda, con Daliao y mi familia detrás. De nuevo quise actuar por instinto, sin perder un solo segundo, porque temía que si me quedaba allí parada sin hacer nada terminarían por acabar con ellos o en el peor de los casos, arruinar mi ataque sorpresa.

Corrí a toda prisa por el pasillo con la Llave preparada, sufriendo de nuevo varios aguijonazos de dolor en la pierna herida. Sentí el líquido empapar mis vendajes, pero no le presté más atención. Aun a riesgo de perder la pierna, le propiné un corte con todas mis fuerzas al bandido de la derecha, en su espalda. Apenas habían reparado en mi presencia cuando ya me tenían a sus espaldas.

Fui a gritar que se marcharan, pero todo fue muy inmediato para mí. El bandido de la izquierda levantó el brazo en un gesto brusco y me empujó para atrás. Caí sin remedio y muerta de dolor contra la pared más cercana, gimiendo, con la respiración entrecortada. No tardé en sentir mis labios y mis mejillas arder por el golpe, a lo que me llevé una mano a la zona con la visión borrosa para comprobar mi estado. Sangraba, pero no parecía grave.

Joder…


El mismo bandido se me acercó. Contemplé asustada su figura difuminada acercándose a mí, escuchando cómo sus profundas y enormes pisadas resonaban sobre la madera. Sin esperarlo me dio una fuerte patada en el estómago, y luego me piso la pierna herida, que sangraba.

Grité y gruñí por el dolor, intenté darle un tajo con mi Llave a la pierna, a sabiendas de que a Daliao le podía parecer un arma de lo más extraña, pero el hombre se me adelantó. Golpeó con tanta fuerza y rapidez mi mano que mi arma salió volando por el pasillo. No la desmaterialicé, sin embargo, porque seguía segura de que podía contar con el elemento sorpresa. El bandido no se lo esperaría.

Saeko no…

Me llegaban voces cargadas de preocupación, por parte de Daliao, por parte de mi hermana y por parte de mi madre. Pero lo único que pude hacer en ese momento fue retar al bandido con la mirada, esperando que se despistara para materializar mi Llave Espada por sorpresa, que seguía a varios metros de distancia de mí, tirada sobre el pasillo. Lo maldije con toda mi alma, pues no hacía otra cosa que reír.

Quién ríe último ríe mejor.
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 1:16 am

Sus movimientos eran lentos y Fátima pudo desviar su arma hacia un costado con su propia Llave Espada. Arriesgándose mucho, invocó entonces su tessen y se metió en el espacio del hombre para golpearlo en la garganta. No consiguió acertarle por un centímetro o así, pero a cambio ella pudo retroceder también a tiempo para evitar un rodillazo que podría haberla dejado sin bazo.

Escucharon entonces el grito agónico de alguien y Fátima vio de reojo cómo uno de los bandidos se derrumbaba. No pudo ver mucho más porque el hombre cargó contra ella y Fátima tuvo que retroceder, obligando a la familia de Saeko a hacer lo mismo. Antes de arriesgarse a tropezar, decidió aprovechar una zancada del tipo para lanzarse al suelo, meterse entre sus piernas y levantarse a su espalda arreándole una buena patada que lo hizo doblarse por la mitad. Sin más ceremonias, le alcanzó la parte trasera del cuello con la Llave Espada, calculando la fuerza suficiente para no rompérselo y sólo hacerlo caer inconsciente.

Saeko no…

«¿Saeko…?»

Escuchó una risa masculina y se dio la vuelta. Uno de los bandidos avanzaba directo contra Saeko. Fátima lanzó una exclamación de alarma y fue a ir tras él, aterrorizada, cuando…

«¿Qué?»

Era imposible no verla. Destacaba como una estrella en medio del cielo oscuro.

Una Llave Espada.

Tuvo la impresión de que los pies le echaban raíces porque, de pronto, era incapaz de moverse. Se quedó completamente en blanco, incapaz de comprender qué estaba sucediendo allí. Varias ideas acudieron atropelladas a su mente, pero ninguna se implantó. Pasaron como un pequeño tifón a toda velocidad.

Lo único que le quedó claro a Fátima fue una cosa: no conocía a Saeko. Así que…

«Bastión Hueco»

Alice chilló algo a su espalda y Fátima reaccionó sin pensárselo demasiado. Extendió una mano y golpeó contra el hombro del bandido con todas sus fuerzas, que tampoco eran demasiadas, pero sí sirvieron para dejarle el brazo insensibilizado.

¡Ahora!—gritó a Saeko.

*


Cuando Fátima terminó de maniatar a los tres bandidos con la ropa que había pedido a las criadas, se incorporó y miró fijamente a Saeko. No le cabía duda de que ella también había imaginado de dónde venía y que, por tanto, eran enemigas.

Fuera, sin embargo, continuaban los gritos. Fátima dio un paso hacia Saeko y dijo con seriedad:

Ahora mismo no me importa… De qué sitio estés. Nosotras —no se molestó en ocultar su género. Es más, lo enfatizó—hemos atraído a esta gente así que es nuestro deber ayudar. Luego me iré y haré como que nunca nos hemos encontrado.

Ella le había salvado la vida dos veces y Saeko le había ofrecido un sitio donde dormir y comer. Estaban en tablas. Más o menos. Esperaba que entrara en razón. En cualquier caso, dudaba que quisiera hacer nada frente a su familia, ya que por lo que había dicho Saeko no tenían ni idea de a qué se dedicaba en realidad.

¿Estás de acuerdo?

Dijera lo que dijera Saeko, Fátima se despediría con una inclinación de cabeza ante la familia de la chica y luego salió al exterior.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 2:33 am

¡Ahora!

El grito de Daliao, acompañado por el de mi hermana, me dieron el tiempo suficiente para invocar de nuevo en mi mano la Llave Espada. Ni siquiera me fijé en que el propio Daliao cargaba consigo una Llave como la mía, o si alguien se había fijado en el destello de luz de mi arma. Aguantaba como podía el dolor que cargaba encima y sin pensarlo, le di un fuerte tajo en las pantorrillas. Nuestro invitado por su parte hizo lo mismo con el bandido restante. Me permití unos instantes para resoplar un poco, muy cansada.

****


Ahora mismo no me importa… De qué sitio estés. Nosotras hemos atraído a esta gente así que es nuestro deber ayudar. Luego me iré y haré como que nunca nos hemos encontrado.

Todo era un auténtico caos dentro de mi cabeza. Al final había optado por permanecer apoyada junto a una pared, dolorida y con algunos moratones en los labios, además del tema de la pierna que ya parecía ir mejorando. Tan solo se me había abierto un poco la herida, pero no resultó ser tan grave.

Los minutos pasaron lentos, casi tortuosos con los gritos que provenían del exterior de la casa, pero me quedé allí sentada, hasta ver con mis propios ojos que tenían bien controlados a los bandidos. No iba a salir sabiendo que mi familia corría peligro. Mi madre solo se comunicaba conmigo mediante miradas severas, que ya sabía lo que pretendían decir: “Invocar la Llave Espada delante de todo el mundo. ¡Estás loca!”, “Todavía sigues siendo una cría que no sabe cuidarse sola, eres la vergüenza de la familia.”, entre mil cosas más. Y mi hermana me había ofrecido un poco de agua, a mí, a las criadas y a Daliao.

Lo más impactante es que este último, la misma persona que me había encontrado días atrás cuando iba en la carreta con los mercaderes, ¡era un Caballero de la Llave Espada como yo! Y no solo eso, sino que provenía, muy posiblemente, de Tierra de Partida. Por lo general estaba siempre enterada de los nuevos novatos que llegaban al castillo y viendo los pocos que éramos tampoco resultaba complicado olvidar a la gente allí. Además, se refería a sí mismo en femenino, lo cual me hacía pensar que por alguna razón… ¿Estaba ocultando su identidad en aquel mundo? Desconocía sus razones, y dudaba que fuese a conocerlas.

Suspiré con amargura mientras le veía, o la veía salir de allí, dispuesta a proteger el pueblo. Me fue imposible encontrar palabras para decir nada, ni siquiera para darle las gracias. Bastante tenía que asumir ya, como para salir afuera como una loca y enfrentar a gente armada.

¿Estás de acuerdo?

Asentí al instante con la cabeza, pero más para estar sola con mis pensamientos que por de verdad darle la razón. Daliao salió de allí con espada en mano y yo lo único que pude hacer fue quedarme sentada un rato más, reflexionando. Todo cobraba sentido, el por qué me había recuperado tan rápido en una noche, o cómo es que pudo él solo contra todos los bandidos a la intemperie. Llevé mi mano derecha a la cara, resoplé por enésima vez esa noche e intenté calmar los nervios.

Estaba nerviosa, claro, porque no solía encontrarme con aprendices del bando contrario de esa manera. Me había pillado totalmente desprevenida. ¿Y qué podía hacer? ¿Seguir las órdenes de los maestros ciegamente, o de verdad darle las gracias y permitir que escapara? No estaba segura de si podría hacerle frente yo sola, y muy en el fondo, quería darle una oportunidad, a Daliao. Darle las gracias por todo lo que había hecho, porque habíamos convivido juntas dos días, prácticamente.

Saeko —llamó de pronto mi hermana. Pegué un respingo y la miré con una pizca de ansiedad—. No estoy enterada de vuestros problemas con la Orden pero… ¿No deberías darle las gracias? ¿Te sientes bien dejando que se vaya sin más? La familia Mushu no existía, después de todo. Pero no por ello mamá le guarda rencor.

Escuché sus palabras atenta, reflexionando, y llegué a una conclusión. Sonreí y me levanté de nuevo, le revolví el pelo con mi mano derecha y salí de allí. Al menos ya tenía encima algo de optimismo, y eso me era suficiente para recobrar las energías y ganas para luchar.

Ah, casi se me olvida. Hay uno en el estanque de los peces. Estará durmiendo un buen rato.

****


¡Deben retroceder! ¡Vamos, vamos!

Estoy viejo ya para estos trotes, Ranmaru.

No te sobreesfuerces y permanece en la retaguardia.

A medida que me iba acercando a la calle los gritos se volvían más fuertes y profundos. En especial los de Ranmaru, que chillaba como un guerrero de leyenda. Analicé todo en derredor con mis ojos en busca de Daliao, temiendo lo que le hubiese podido suceder, pero no encontré rastro de él por ningún lado. En la entrada la situación tampoco era especialmente halagüeña, no cuando podía vislumbrar de lejos casas ardiendo y matorrales cubiertos de sangre.

Sobrepasé algunos cuerpos cubiertos de heridas, flechas y trozos despedazados de armaduras hasta ponerme a la altura de mi familia. Mi padre me recibió con una tierna sonrisa que correspondí, dando a entender que dentro estábamos todas bien, y Ranmaru continuaba luchando junto a sus hombres a caballo. Los bandidos parecían ser más numerosos de lo que hubiese imaginado en un principio, pero dudaba que aguantaran mucho más frente a los guerreros de mi familia, que ya eran poderosos de por sí.

Y a decir verdad era la primera vez que veía a papá en un campo de batalla.

****


Daliao. Me sentía fatigada después aquella carrera, pero al fin le encontraba, en las afueras del pueblo. Todavía me llegaba el olor a humo del fuego y se escuchaba con claridad algún choque de espadas perdido en la lejanía, pero la situación se había calmado lo suficiente. El viento pegaba fuerte por la reciente tormenta y el ambiente se tornaba húmedo por todas partes. Hasta tenía las botas llenas de fango. Entre el canturreo de los grillos y los ruiditos de los animales que habitaban la montaña me aproximé a su posición.

Pero aquello no era lo importante, sino nuestra situación como Portadoras.

Daliao —la llamé por su nombre, o el que al menos conocía—, ¿de verdad... te vas a ir? ¿Así? —Di un paso adelante, buscando las palabras adecuadas. La verdad es que era la primera vez que hacía aquello, de ofrecerle a un enemigo un lugar donde dormir. Pero en ese momento era lo que menos me importaba, tan solo buscaba a la persona con la que había compartido mi vida esos dos días—. Todavía no te he dado las gracias. Sí, soy aprendiz de la maestra Ariasu. Pero me has salvado la vida. —Y aquello para mí era más que suficiente.

>>Te estoy ofreciendo un lugar donde dormir, pero tampoco te voy a obligar a quedarte.

Esperé por ella, allí, bajo el frío de la noche. Si aun con esas no quería aceptar no iba a detenerla, ni mucho menos, pero tampoco me sentía bien abandonando a nadie a su suerte en esas circunstancias, menos cuando me habían ayudado y protegido tanto. Y tampoco se trataba de la primera vez que pasaba por alto las normas de los maestros y la guerra, sí, era una enemiga, pero había acudido a aquel mundo precisamente para desconectar de todo eso. De buscar a mi familia y pasarlo bien un tiempo.

Olvidemos la guerra y nuestras diferencias, ¿quieres?
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 2:37 am

¡Mierda!—Se miró la herida en el brazo, por donde todavía asomaba la punta de una flecha—. ¡Mierda putrefacta!

Rechinando los dientes, se hurgó en la herida. No podía curarla hasta que sacara la maldita flecha.

Se había sentado a las afueras del pueblo, después de pasar una noche infernal. Desde luego que no pasaba nada bueno en Tierra de Dragones, joder. Se había hecho varias heridas por flechas o espadazos que no había visto venir por culpa de las horas; guiarse con antorchas en medio de la oscuridad era mucho más duro de lo que había esperado. En una ocasión disparó un hechizo de agua contra un pueblerino sin querer. Por lo general, por suerte, usó el agua para apagar fuegos y no herir a más gente. Agotó todos sus éteres poco antes de que los bandidos se retiraran. Fue entonces cuando bajó la guardia y recibió un flechazo en el antebrazo derecho.

Furiosa consigo misma por haber atraído a los bandidos —aunque era muy posible que tuvieran pensado atacar el pueblo desde antes. No tenía sentido pensar que se habían arriesgado tanto sólo por dos personas, ¿verdad?— y por no haber sido lo suficiente rápida, partió el asta de la flecha y se marchó al exterior del pueblo arrastrando los pies y mascullando todas las maldiciones que se le pasaron por la cabeza. Se le había enganchado en el músculo y dios santo, cómo dolía.

¡Vale, vamos! Uno… Dos… y… ¡Tres!

Se arrancó la flecha y chilló, más por el asco que por el dolor. Gastó sus últimas gotas de magia en cerrar la herida y se apoyó contra el muro jadeando. Apretó las mandíbulas. Vaya mierda.

No sólo había estado a punto de morir tres veces, sino que había estado ayudando nada más y nada menos que a alguien de Bastión Hueco. Ahora que lo pensaba, ¿no le resultaba familia el nombre de Saeko? ¿Quién le había hablado de ella? ¿Light… Nadhia…? Sacudió la cabeza. Daba igual.

Un día de pesadilla y sólo quería ponerle fin.

Se incorporó con un gruñido. Un día sería Maestra y no tendría que usar el glider, pero de momento debía alejarse si quería marcharse de aquel mundo. No quería pasar ni un minuto más en él. Su cama, mullida y calentita, la llamaba.

Daliao.

Fátima dio un respingo y se volvió con brusquedad, a punto de invocar la Llave Espada, pero se contuvo en el último segundo. Miró a Saeko con hostilidad y reticencia.

Qué.

¿De verdad... te vas a ir? ¿Así?

Dio un paso al frente y Fátima retrocedió otro, nerviosa.

¿Algún problema?

Todavía no te he dado las gracias. Sí, soy aprendiz de la maestra Ariasu. Pero me has salvado la vida.

Fátima se revolvió, inquieta. ¿A dónde quería ir a parar? ¿Por qué sonaba tan poco agresiva?

Bueno, no fue… nada.—Fue un error, ¿no? Aunque no tenía ni idea de qué habría hecho si hubiera sabido que Saeko era una Caballero. Salir pitando, posiblemente—. Y tú me has dado de comer. Gracias. ¿Algo más?

Era una situación francamente incómoda y muy violenta. Maldita fuera la idea que tuvo de ir a visitar la «tumba» de Mulán.

Te estoy ofreciendo un lugar donde dormir, pero tampoco te voy a obligar a quedarte.

Fátima la miró de hito en hito. Al principio no supo si había escuchado bien. Quizás estaba demasiado cansada y se había imaginado que… No. Lo había dicho. Se puso en tensión. Era una trampa. Tenía que serlo. Nadie de Bastión Hueco ofrecería ayuda a Tierra de Partida. Se estremeció. Joder, qué frío hacía. ¿De verdad hacía solo unas horas que la tormenta la había derribado? Parecían años.

Es muy… amable por tu parte pero, como… imagino que comprenderás, no puedo aceptar. Somos enemigas. No puedo confiar en ti—dijo, arrastrando las palabras.

Demonios, ¿por qué le estaba dando explicaciones? ¡Era una enemiga, joder! ¡Seguro que era amiga del capullo de Ragun y todo! ¡Gente como ellos no dudaba dos veces en matar a un aprendiz de Tierra de Partida!

Olvidemos la guerra y nuestras diferencias, ¿quieres?

Fátima soltó una carcajada seca.

¿Va en serio? ¿Por qué iba a creerte? —Sí, exacto. Había venido tras ella para engañarla. No podía haber otro motivo. Sí, vale pero, entonces, ¿por qué parecía sincera? ¡Bueno, podía ser una buena actriz, demonios! ¡La había engañado a la perfección, haciéndose pasar por una chica normal y corriente!—. Tus amigos intentaron vender mi alma en una ocasión y no sé cuántas veces mis compañeros han estado a punto de morir por vuestra culpa. ¡Espera!—gritó, señalándola con un dedo—. ¡Tú estabas en la Red! ¡Tú eras la que quería proteger a esa sabandija de Andrei!—Furiosa, avanzó hacia ella e invocó la Llave Espada, aunque no llegó a atacarla. Elevó la voz hasta que le dolió la garganta—: ¡Tú querías protegerle, a pesar de todo lo que ha hecho contra este mundo! ¡Te dio igual que nos hubiera engañado a todos! ¡Intentaste proteger al hombre que empujó la guerra y que es responsable de innumerables muertes de chinos y hunos!

Cuanto más hablaba, más furiosa se ponía al recordar que Bastión Hueco siempre había estado ahí, destruyendo la paz, presionando para ponerlo todo en contra de Tierra de Partida. Lo que más le dolía era pensar que una vez consideró que podían ser amigos, como cuando habló con Ragun. Y luego ese mismo hijo de puta trató de matarla. Adam también era un capullo asqueroso y Ban. ¡Y todas las malditas personas de Bastión Hueco con las que se había cruzado! ¡Incluso Alec había cambiado tras unirse a ellos!

¡Tenéis entre vuestras malditas filas a asesinos y a violadores y no hacéis nada para controlarlos o detenerlos! ¡Le dais el poder a monstruos!—Soltó sin pensárselo dos veces, al borde de las lágrimas al recordar lo que Andrei casi había hecho—. ¿Y me pides que «olvide nuestras diferencias»?

Jadeando, miró con ira y deprecio a Saeko. Una parte de su conciencia le susurraba que Saeko no había hecho nada malo, al menos no ante ella. Que le había ofrecido un sitio para dormir y comida de su mesa.

Aplacó esa vocecilla pensando:

«Fue su familia, no ella, la que me lo ofreció. Y da igual que no haya hecho nada malo frente a mí. Lo hará antes o después

Si un Maestro te diera la orden, me matarías o lo intentarías, pero nuestros Maestros jamás han dado orden de haceros daño a vosotros.

La miró a los ojos y la remordió un asomo de culpabilidad, pero se aseguró de eliminarla. En la guerra no había lugar para la duda y, aun así… ¿Por qué estaba tan furiosa? ¿Porque le había dicho que olvidara? ¿Porque la había engañado? ¿Porque estaba agotada, porque por culpa de gente de Bastión Hueco había tenido que torturar, había tenido que hacer cosas que jamás habría querido hacer?

No lo sabía. Bajó la mirada y retrocedió un par de pasos. Antes se habría dicho que no podía juzgar a todos los individuos, pero se trataba de su integridad. La gente de Bastión Hueco ya le había hecho demasiado daño. No pensaba arriesgarse a morir envenenada.

Con voz ronca, dijo:

Si tu ofrecimiento es sincero, lo siento. No confío en ti ni en ninguno de los tuyos. Dale las gracias a tu familia de mi parte.

Sin darle la espalda, comenzó a alejarse. Entonces recordó lo que había dicho Saeko sobre volver al hogar y se dijo, de nuevo, que no eran tan diferentes. En cualquier caso, daba igual. Ya era tarde para retractarse.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 3:45 am

La carcajada de Daliao me sentó como una patada en el estómago. Fruncí el ceño y la observé, esperando que me diese alguna respuesta. Respuesta que no tardó en venir.

¿Va en serio? ¿Por qué iba a creerte? —Estupefacta me hallé, rígida por la tremenda desconfianza que tenía sobre mí, helada, como si me estuviera acusando de… Bueno, todo lo que había hecho mal hasta ese entonces——. Tus amigos intentaron vender mi alma en una ocasión y no sé cuántas veces mis compañeros han estado a punto de morir por vuestra culpa. ¡Espera!—Y que me señalara con un dedo acusador no mejoraba las cosas—. ¡Tú estabas en la Red! ¡Tú eras la que quería proteger a esa sabandija de Andrei!—Daliao invocó su Llave Espada y se me acercó a toda prisa, a lo que ahogué un grito y di un paso hacia atrás, asustada—: ¡Tú querías protegerle, a pesar de todo lo que ha hecho contra este mundo! ¡Te dio igual que nos hubiera engañado a todos! ¡Intentaste proteger al hombre que empujó la guerra y que es responsable de innumerables muertes de chinos y hunos!

Apreté los dientes, sintiendo sus palabras como cuchillas que se me clavaban en la carne. Yo no recordaba a Daliao de nada, incluso de haberla visto en La Red… Quizá por el aspecto masculino que había adoptado, y aun así, por ese entonces era una idiota integral. Que me acusaran de aquello a estas alturas de la película me hacía hervir la sangre, además, por ese entonces tampoco estaba enterada de la guerra que había montado el cabrón de Saavedra. Negué con la cabeza con los ojos abiertos, consternada. Fui a decir algo, pero me interrumpió.

¡Tenéis entre vuestras malditas filas a asesinos y a violadores y no hacéis nada para controlarlos o detenerlos! ¡Le dais el poder a monstruos! ¿Y me pides que «olvide nuestras diferencias»?

Retrocedí otro paso al cruzar mi mirada con la suya, cargada de un odio que ni siquiera yo misma podía llegar a imaginar. Sentí que lo mejor era mantener las distancias, claro. Lo de darle poder a monstruos, bueno, yo solía estar al tanto de los nuevos aprendices y hasta la fecha no había visto a nadie malvado, quizá a excepción del chulito rubito, que no veía desde hacía bastante, pero Simbad, Gata, Enok, Victoria, Nikolai, Ragun… ¿Acaso eran monstruos, o existía alguien en el castillo del que no me hubiese enterado todavía? Y lo de violadores, bueno, no quise entrar en ese asunto, sí era cierto que me había sentido acosada por otros compañeros de bando, en eso no podía quitarle la razón. Además, yo misma no podía decir nada, ni tampoco defenderme, porque sí había hecho muchas cosas malas, incluso a espaldas de los maestros por el amor de Dios, y la impotencia me carcomía por dentro.

Sentía que me acusaba de mis propios pecados, como hubiese dicho Erased Data, y la ansiedad comenzó a aflorar.

Si un Maestro te diera la orden, me matarías o lo intentarías, pero nuestros Maestros jamás han dado orden de haceros daño a vosotros.

Vale, lo pillaba. Ella, Daliao, la persona con la que había convivido esos dos días, apoyándonos mutuamente en la montaña, era una fiel y vil súbdita del tirano de Ronin, vale. Otro remedio que asumirlo no me quedaba, entendía que seguir queriendo hablar con aquella persona no iba a servir de nada. El desasosiego de haber perdido a una persona de esa forma me resultaba perturbador, mi cabeza era un nido de enrevesados pensamientos que me acusaban de culpable, de que la posibilidad de conocer a una persona que me salvó la vida se había esfumado, y que además mi bando estaba conformado por monstruos y violadores de todo tipo.

Sí, pillaba la idea.

Si tu ofrecimiento es sincero, lo siento. No confío en ti ni en ninguno de los tuyos. Dale las gracias a tu familia de mi parte.

Apreté los dientes, sin entender qué demonios había pasado en tan solo unas horas para que aquella locura tomara forma. No lo entendía, y no quería entenderlo. Daliao marchó sin darme la espalda, y yo me quedé allí quieta, como una idiota. Me dieron ganas de pegarle una buena hostia, que si de verdad era un aprendiz del bando contrario tenía que matarlo, que su actitud solo corroboraba las palabras de mis maestros, y sentí unas inmensas ganas de disparar mi hechizo más poderoso en su cara.

Pero no lo hice. Todo lo contrario, me quedé allí muerta de impotencia y sentimientos encontrados. Había protegido a mi familia y a mí misma, era un hecho, por mucho que quisiera no me veía capaz de levantarle la mano. No podía, resultaba inconcebible.

G-gracias... —farfullé a duras penas con ojos vidriosos. La sensación de tragarme todo mi orgullo era terrorífica, y muy dolorosa—. Gracias por proteger a mi familia.

Una ráfaga de viento me sacudió el pelo, y antes de que marchara, le pregunté la última cosa que quería averiguar sobre ella.

Todavía no me has dicho tu nombre...

Spoiler: Mostrar

Respondiera o no la dejaría marchar. Que hiciera lo que le diese la gana, yo estaba destrozada, hecha polvo. Y me dolía todavía el labio por el golpe que me había pegado aquel bruto, ¡maldita sea! Antes de darme cuenta me encontré sola en mitad de la nada y la oscuridad, con la única compañía de los grillos y los animales del bosque.

Invoqué la Llave Espada muerta de impotencia y la observé con rabia. Todo había sido por esa condenada llave que sostenía en mis manos, por haberme atrevido a usarla para proteger a mi familia. ¿Estarían de acuerdo mis maestros con mi decisión? Suponía que no, estaba sola en aquello, en las decisiones que estaba tomando últimamente. Y sentía que si seguía cargando todo eso por dentro me iba a volver loca más temprano que tarde.

Así que tiré la espada contra el primer árbol que se me cruzó en mi camino, frustrada con todo. La volví a invocar y la volví a tirar, luego le pegué una patada, y otra, hasta que por fin consiguiera bajar los humos. Luego lloré, desconsolada.

****


Era muy tarde, al final no había sucedido nada más aparte de aquella rabieta que tuve en el bosque. Apenas entablé un par de palabras con mi familia, la mayoría estaban durmiendo y no estaba de ánimos. Lo último que me había esperado en ese viaje es que me recriminaran por todas las cosas malas que había hecho, y a decir verdad, hasta ese momento había salido muy bien parada de esos delitos.

Contemplé por última vez el paisaje nocturno de la montaña, apagué la lámpara de aceite y caí rendida en la cama, queriendo olvidar el mundo, y todos los demás mundos. Eso sí, tampoco me podía quitar de encima el vacío que sentía por dentro, la sensación de perder a alguien que me había ayudado y con el que había compartido un poco de mi vida personal de esa manera resultaba… escalofriante.

Daliao no existía, era una mujer, una enemiga de Tierra de Partida. Era una historia de locos.
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 07, 2015 4:45 am

Por un momento, creyó que Saeko atacaría. Casi lo habría agradecido: sería mucho mejor a experimentar esa amarga culpabilidad. ¡Ella tenía razón, maldita sea! ¡No eran de fiar! ¡Ninguno de ellos!

G-gracias...

Aquello la desarmó durante unos segundos, pero todavía lo hizo más la mirada de Saeko.

«Soy una persona repugnante», pensó.

Le había hecho daño, eso estaba claro, y no lo comprendía. ¿Por qué insistía en… en hacerse la buena chica? Si sus acusaciones fueran infundadas, Saeko se habría puesto en su contra. Era lo mínimo que podía deducir por su carácter. No lo había hecho. ¿Qué significaba? ¿Que reconocía lo que Fátima había dicho, que estaba en contra, que no le importaba…?

Gracias por proteger a mi familia.

Fátima apretó los labios hasta que formaron una fina línea blanca, luchando consigo misma. No iba a ceder. No iba a hacerlo. Respiró hondo y se esforzó por controlar todas sus turbias emociones. No era el momento de detenerse a pensar. Miró fijamente a Saeko y dijo:

Es mi deber. Me alegra que no les haya pasado nada malo.

«Tu deber es no intervenir en los mundos, pero ha quedado perfectamente frío e hipócrita. Diez puntos para Fátima. Idiota y más que idiota, cierra la boca y lárgate de una vez, antes de que quiera atacarte

Una ráfaga de viento pasó entre ambas y Fátima se recogió el pelo, casi completamente suelo del deshecho moño, y continuó retrocediendo. No quería que alguien del pueblo saliera y les preguntara qué diantre estaban haciendo allí. Además, puede que todavía quedara algún bandido por los alrededores y ya no tenía magia para curarse si volvía a encajar una flecha.

Retrocedió lo suficiente como para sentirse a salvo por si Saeko le lanzaba algún conjuro e iba a darse la vuelta cuando oyó que decía.

Todavía no me has dicho tu nombre...

Se quedó quieta y la miró con el ceño fruncido.

Fátima Laforet—respondió al final, después de rumiar un poco para sus adentros—. Soy aprendiz de Lyn—continuó, ya que Saeko le había dicho que era aprendiz de Ariasu—aunque lo fui de Nanashi—añadió un poco más bajo y con un tinte de amargura. Volvió a intentar darse la vuelta, pero se le formó un nudo en el pecho y reprimió las ganas de gritar de frustración. ¿Cómo podía ser tan estúpida? Volvió a encarar a Saeko y dijo, elevando un poco la voz para que pudiera escucharla—: Gracias por dejarme dormir en tu casa y por la comida. También por el ofrecimiento.

Sintió que debía decir algo más frío, alguna advertencia que no delatara tanta debilidad o incluso arrepentimiento, pero se mordió la lengua. Ya había hablado suficiente.

Echó a correr hacia el bosque, lanzando alguna que otra mirada por encima del hombro para asegurarse de que Saeko no la seguía. Cuando llegó al linde se pegó a un árbol, aguardó en silencio y deseó tener un éter a mano para desplegar niebla a su alrededor y asegurarse de que ningún indeseable la veía escabullirse. En su lugar tuvo que esperar un buen rato hasta que estuvo convencida de que no había nadie. Buscó algún claro, donde invocó su glider. Debió ser de las pocas veces que experimentó alivio al montar en el dichoso aparatejo.

Cuando se elevó en el aire lanzó una mirada hacia el pueblo, donde aún humeaban los rescoldos de alguna casa incendiada y las antorchas se movían por las calles como diminutas estrellas de tierra. Se dijo que había hecho todavía más de lo necesario, que, de acuerdo a las normas, ni debería haber luchado.

Menos mal que no siempre obedecía las normas y que no había ningún Maestro cerca para reprochárselo. Un día ella también sería Maestra y no tendría excusa para desobedecer su propio código pero, por suerte, todavía faltaba tiempo.

Se preguntó qué diría la familia de Saeko o cómo excusaría que Dalio hubiera desaparecido mientras aceleraba hacia el cielo. Debería haberles dado las gracias o haberles dejado algo de dinero, maldita sea. O debería haber…

No sabía qué debería haber hecho. Su cabeza era un lío y resolvió no darle más vueltas. Todavía le quedaba un largo viaje por delante y más le valía concentrarse para no sufrir otro accidente. Aun así, echó un último vistazo hacia atrás y experimentó un profundo pinchazo de culpabilidad. Luego dejó atrás el mundo y se adentró en la oscuridad.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [Tierra de Dragones] Vemos lo que queremos ver

Notapor Tsuna » Sab Nov 07, 2015 5:54 pm

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dónde estaba…? Abrí los ojos somnolienta, me revolví un poco en la cama buscando algún hueco que todavía permaneciera fresco, y alcé la vista hacia el techo. Tardé unos momentos en reaccionar y saber dónde estaba, los recuerdos me vinieron de golpe a la cabeza, uno detrás de otro, y sentí un vacío por dentro al pensar en él… o ella.

Fátima Laforet —murmuré, entre que me debatía contra el sueño para empezar el día.

Temí levantarme y asomar la vista por la ventana para comprobar el estado del pueblo. Eso y que debía darme prisa en regresar, llevaba ya mucho tiempo desaparecida y los maestros no sabían nada de mi pequeña aventura. Aquello se empezaba a volver una mala costumbre, muy a mi pesar. Tenía que volver antes de que me diesen por desaparecida o algo peor.

Recogí mis pocas cosas y marché de allí, procurando no despertar a nadie. No era la mejor manera de despedirme, lo sabía, y por esa razón había decidido dejar escrita una carta arriba, en la habitación. Pero justo antes de agarrar el pomo de la puerta principal…

¿Ya te vas?

Su voz retumbó por toda la casa, como si no hubiese nadie en kilómetros. Me viré para mirarla directamente. Intenté hablar pero tenía la garganta seca y destrozada, no me encontraba bien tampoco, parecía que tenía algo de fiebre encima. Tan solo quería terminar aquella aventura, ya sabía que mi familia estaba bien, solo era darle tiempo y volver con más frecuencia…

Al final no quiso quedarse, pero eso no importa. A mí la que me importa de verdad eres tú —se formó de pronto un incómodo silencio entre las dos—. Te dije que hoy en día cualquiera tenía una Llave Espada.

En otro momento sus palabras me hubieran irritado bastante, porque las sentía como una broma pesada y cruel. Pero no me quedaban ya más fuerzas para enfadarme ni odiar a nadie. Así que me reí, me burlé de mi inocencia y le di la razón, asintiendo con la cabeza.

¿Todavía sigues queriendo una? No es ningún juego. —tenía gracia que eso lo dijera yo.

Alice negó con la cabeza y corrió hasta mi lado, abriendo la puerta. La brisa, gélida y refrescante, me pareció más un alivio que un castigo.

Ya sé que es peligroso, boba.

Y en lugar de irme de allí, dejé mis cosas en la entrada. Salí un par de horas a pasear por el pueblo, mirando mi reflejo en los distintos riachuelos, y contemplando lo vasto que era aquel mundo comparado con Bastión Hueco. Me sentía asombrada y en paz conmigo misma. Ni siquiera merecía la pensar seguir preocupada por Fátima, que hiciera lo que quisiese. No me arrepentía de haberla dejado escapar porque no quería tampoco manchar aquel viaje con más sangre todavía, y porque en su momento me vi incapaz de levantar la espada contra ella.

Pero había merecido la pena, mucho. Si hubiese sabido desde la carreta que Daliao era un aprendiz enemigo, ¿habría intentado ayudarlo? Estaba convencida de que no, que la primera en lanzarse al río desde aquel puente hubiese sido yo, dejando a éste a su suerte. Pasé el resto del día con la familia, intenté evitar a mi madre y le enseñé a mi padre algunas de las técnicas que había aprendido. Ranmaru, como siempre, me soltó algún que otro comentario borde e inapropiado, pero lo dejé estar. Sobre mi pierna, al final conseguí que se recuperara en la medida de lo posible. Con no forzar mis movimientos era más que suficiente.

Y lo comprendí. Al final solo veíamos lo que queríamos ver, porque la historia bien podía haberse desarrollado de otra forma.

Spoiler: Mostrar
¡Fin! Me ha encantado, gracias a Suzu por aguantar mis retrasos llevar a cabo este encuentro hasta el final ;w;
Avatar de Usuario
Tsuna
57. Ferrocustodio I
57. Ferrocustodio I
The Unknowns
 
Mensajes: 1680
Registrado: Mar Ene 03, 2012 5:12 am
Dinero: 691,216.48
Banco: 0.00
Ubicación: Perdida en el océano.
Sexo: Femenino
Clan: The Unknowns
Estantería de objetos
Karma: 17

AnteriorSiguiente

Volver a Otros temas

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado

cron