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¡Premio! La sala escondía una panacea, que me guardé en los bolsillos con toda tranquilidad antes de echar un vistazo. No había nada de interés, las mismas paredes blancas y desnudas se repetían a lo largo del laberinto.

Me encogí de hombros y di media vuelta. Al menos, tenía curas para estados alterados para una temporada.

La chiquilla seguía fuera, mirando las musarañas. ¿No se había movido? No me esperé a comprobarlo. Partí hacia el norte, preguntándome qué más objetos encontraría por el camino.

Fue bastante extraño encontrarme unas cuatro chucherías en el fondo del cofre. Recogí una de ellas, y mayúscula fue mi sorpreasa cuando las restantes volaron y se perdieron por los pasillos del laberinto. Qué raro fue, aunque no me paré a pensar a dónde habían llegado. No valía la pena pensar sobre ello.

Pero no podía perder más tiempo. Con la chuche guardada en el bolsillo y una nueva determinación evalué mis opciones. ¿Derecha? ¿Volver hacia atrás? Según mi mapa mental no estaba lejos del centro, pero supuse que debía alejarme y no acercarme.

Me encogí de hombros y giré a la izquierda.

Desde luego el diseño de aquél sitio no era nada práctico. Después de cruzar la puerta y avanzar por unos ilógicos pasillos, llegué a un callejón sin sali… ¡Cofre!

Mis pensamientos sobre posibles trampas o engaños habrían tenido más sentido si no tuviese ya las manos sobre el baúl. Tampoco era necesario preocuparse, no había encontrado nada peligroso hasta ahora. Pasillos blancos, acertijos, voces espirituales… Y botín.

No sabía qué decidirían los chicos con los que estaba en la sala, que habían venido conmigo desde que crucé la puerta, pero desde luego yo no iba a quedarme sin una posible recompensa.

La canción conjunta de los cuatro complació al Lado Oscuro, que tras aplaudir con insistencia y casi provocar que la sala se derrumbase por la fuerza con la que lo hacía, les dejó seguir avanzando hacia el sur.

Allí, se toparon con una bifurcación de dos pasillos, uno hacia el este y el otro al oeste. Aunque éste último tenía una barrera de color amarillo con un dos flotante: tendrían que ir al menos dos a la vez para cruzarla.

¿Por dónde?

Los cuatro cantamos la preciosa canción poniendo toda nuestra alma y corazón en ella. Al menos yo, tras lo sucedido en la Sinfonía de Brujería había aprendido que cantar no era tan malo, por lo que no se me dio tan mal... O eso creía.

Al sincorazón le encantó. Pues claro que le gustó. Era más que obvio.

Pasamos por la puerta del sur, donde había dos caminos; uno al este y otro al oeste con una "barrera" amarilla que tenía un "2" flotante.

—¿Vamos por esa barrera? —pregunté.

Aún estaba un poco sonrojada cuando terminó de cantar. Miró a sus compañeros y les sonrió: parecía que habían complacido al enorme sincorazón, que estaba aplaudiendo con tanto énfasis que como no se dieran prisa en continuar algún escombro les caería en la cabeza.

El otro chico que estaba siguiendo a Nico no consiguió actuar correctamente. Ella se acercó hasta donde estaba antes de irse y le susurró unas palabras que sin duda sembrarían el misterio y la duda en su interior:

—Toitsch potteransu.

Le dedicó una mirada indescifrable y se fue con el resto de su equipo. ¿Sabrá aquel chico lo que significaban esas palabras? Nicoxa al menos no tenía ni la más mínima idea, de hecho se le acababan de ocurrir y probablemente pensaría que está loca con toda la razón del mundo.



Cuando alcanzó a sus compis resultó que tenían varias opciones para continuar.

—¿Vamos por esa barrera? —preguntó Ragun educadamente.

Nico asintió, le parecía una cosa muy mística sin ninguna duda y estaba deseando ver qué podía ocultarse tras ella.

—Podemos considerar esto un empate supongo —Light sonrió, satisfecho con el resultado. Freya puso una mueca y después rió sin poder evitarlo.

—Has tenido suerte —Comentó, bromeando—. La próxima vez solo habrá un ganador.

Siempre disfrutaba de los acertijos; aquellas pruebas le encantaban. El reto de las cartas fue superado y pudieron continuar por el camino del sur.

En el nuevo pasillo, se les presentaron dos opciones: una gran puerta doble, o continuar por el pasillo que llevaba al norte. No le llamó demasiado la atención el abrir el portón, así que decidió continuar por el pasillo.

«Espero no haberme equivocado».

La melodía de Enok no sirvió. El chico pudo observar el gran enfado del sincorazón, que obviamente no era lo que había ido a escuchar. Lástima... No obstante los que le acompañaban consiguieron el beneplácito del monstruo. Que cosas.

Una de las chicas, la del pelo azulado, se acerco al oido del muchacho y le susurro unas misteriosas palabras. Enok le dirigio una mirada intima y le dedicó una serie de miradas nerviosas llenas de significados ocultos y lascivos. Una vez lo hubo hecho los chicos se marcharon sin mas.

Por suerte el "enemigo" no mostraba señales de querer destruir al aprendiz, lo que quería decir que había otra oportunidad. Antes de ponerse a cantar lo primero que se le pasase por la cabeza tuvo que pensar durante unos instantes. Un escenario con forma de la cabeza de ratón, un sincorazón vestido de traje...

¿Podía ser que...?

Aquel show familiar de la televisión. Tenía que ser aquello pues el escenario era clavado al que ahora mismo pisaba. De todas formas no se perdía nada por intentar. Quizás esta vez si pudiese pasar...o quizás no.

En cualquier caso si lo lograba optaría por atravesar el camino que se extendía a su derecha, el que iba hacia el oeste.

—¡Cómo que trato hecho! ¡Tú también tienes que apostar qué objeto nos encontraremos, o si no tengo las de perder!

Fátima rió.

—Vale, déjame pensar… ¿Un éter?

No le importaba demasiado lo que apostaran porque, total, esa cantidad de platines no era demasiado dinero. Esperó a que Victoria le estrechara la mano y siguieron adelante.

Donde les esperaba más camino. Al menos en esta ocasión encontraron una serie de seis esferas, tres a cada lado del camino. Estaban numeradas. Miró a Victoria arqueando una ceja. ¿Qué se suponía que tenían que hacer?

No muy segura, decidió continuar de largo hacia el este. Quizás encontraran algo —por fin— al final del camino. Y si no, siempre tenían la opción de volver sobre sus pasos.

Tras avanzar por el nuevo camino, desde la sala rectangular, la aprendiz terminó por alcanzar una nueva estancia decorada por un altar. Sobre el mismo podía verse una serie de cartas, acompañadas de un mazo, números y dibujos de estrellas, todas ellas con un color distinto. Saeko no tuvo mucha idea al principio, y quedó pensativa mientras los demás elegían su opción, pero tras un rato, pareció darse cuenta de algo, así que decidida, cogió una carta del mazo y la colocó sobre el único hueco libre, esperando que fuese la decisión correcta.

Claro que, si no lo hacía, no podría avanzar como ya había comprobado previamente: unas barreras invisibles le cortaban la salida.

—Bueno, si no es esto, no sé qué será. —farfulló con el ceño fruncido, mientras colocaba la carta.

Esperaba que funcionase, y en ese caso, elegiría uno de los caminos.

¡Había acertado! La suerte estaba de mi parte, y logré avanzar junto a Alec Ocus en dirección al este tras elegir la carta adecuada en la prueba anterior. Me extrañé al ver que mi compañera no había seguido aquel camino, aunque esperaba que le estuviese yendo bien de todas formas.

Aunque lo de que la suerte estaba de mi parte era más bien relativo... al poco de estar avanzando, acabamos llegando a un callejón sin salida; pero no todo eran malas noticias, un gran cofre se encontraba en el callejón en cuestión.

El asunto no acababa de darme buena espina, pero dado que la otra opción era volver atrás con las manos vacías, que menos que intentar llevarme un premio por delante antes de dar marcha atrás.

—Veamos que escondes...

Abriría aquel cofre, esperando un buen premio tras haberme quedado atrasado respecto al resto de aprendices.

—Vale, déjame pensar… ¿Un éter?

Sonreí y esta vez sí que le di la mano. Un éter, ¡qué locura! Mi intuición me decía que no iba a ser tal objeto y que yo ganaría mil platines de forma así de sencilla. Porque mi instinto era perfeccto, seguro y que inspiraba confianza por los cuatro costados.

Avanzamos por el pasillo y nos encontramos con unas esferas con números. Curiosas, pero nada de nuestra atención: una persona normal no va tocando bolas de decoración de una casa o un museo. Lejos de hacer algo así, saqué el móvil y envié un mensaje de texto a Saeko para avisarle de que hay una barrera de tres personas en el norte. Venid y comemos chuches.

—No deberíamos alejarnos demasiado —comenté a Fátima en voz alta, echando la mirada atrás—. Me muero por saber que hay tras la barrera. En cuanto tengamos la ocasión pensamos en retroceder, ¿va?

Con eso dicho, seguí a Fatima por el camino este, queriendo explorar un poco más.

Tras esa puerta nos encontramos con un camino corto pero enrevesado, que nos llevó a un callejón sin salida... otra vez. Sin embargo, igual que las otras veces, algo más se encontraba en ese camino cortado. En esa ocasión era un cofre, así que desconocía lo que podía haber allí. ¿Podía ser una trampa? Aunque hasta el momento solo habíamos recibido premios-

—¡He-ey, e-espera!—pero la chica de antes no tardó ni medio segundo en correr a por el tesoro. Suspiré mientras me dirigía al cofre para observar el interior.

-Otra vez un callejón sin salida. -Dije decepcionado al ver aquella sala.

Al ver que mis dos acompañantes se dirigían hacía el cofre no me quedó más remedio que ir a mi también aunque claramente yo ya había decidido abrir el cofre.

-No es una verdadera aventura si no se corren riesgos. -Dije mientras me dirigía hacía el cofre junto con mis compañeros.

La verdad es que sentía una gran curiosidad por lo que guardara aquel cofre de tamaño XL, aunque claro esta que también podía ser una trampa, pero eso no me hizo retroceder, mi curiosidad era más grande.

La canción pareció gustarle al Lado oscuro, que con amabilidad nos dejó proseguir nuestro camino. De nuevo, varias opciones se nos habrían a nuestro antojo, aunque a decir verdad no sabría que dirección tomar. Sin embargo, no hizo falta pues gran parte del equipo se dirigió al Oeste. Cruzando los pasillos llegamos hasta una extraña barrera mágica que nos impedía el paso. Sin embargo, al acercarnos lo suficiente, dicha barrera se desmaterliazó de inmediato.

¿Qué sería esto?

Kairi cruzó las puertas dobles y desde ahí ya no podía seguir. Dos barreras, una a cada lado, bloqueaban el paso. Eran como la que habían cruzado antes, en una de ellas había un 2 flotando y en la otra un 3.

Estaba claro que sin sus compañeros no había forma de avanzar, de modo que optó por ir a buscarlos e informarles del hallazgo.

Volvió al pasillo anterior y fue hacia la puerta que cruzaron ellos. Estaban en otra habitación sin salida con un cofre en el medio.

- Tenéis que venir por las puertas dobles, hay más barreras con números - comentó - ¿Un cofre? ¿Qué habrá dentro?

Una Aprendiza se lanzó precipitadamente a abrir el cofre, de modo que sus compañeros la siguieron. Kairi dio un suspiro e hizo lo mismo.