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El sol se ocultaba tras las casas de los parisinos dejando paso a una noche estrellada donde la luna llena brillaba con intensidad. Al contrario de lo que solía pasar, aquella noche nadie se atrevia a salir de su hogar, ni siquiera aquellos que iban a las tabernas a emborracharse hasta caer dormidos. Incluso los mendigos buscaban cobijo en cualquier rincón... Siempre lo más alejados posible del cementerio.

Desde hacía unos días un suceso sobrenatural había aterrorizado a la ciudad. Las historias hablaban de demonios que vagaban por las calles, otros de fantasmas en busca de almas, otros de un hombre lobo, zombies, vampiros... Había muchos rumores, aunque era imposible saber cuales de aquellos eran ciertos y cuales no.

Lo que sí era verdad era que algo estaba ocurriendo, una fuerza misteriosa hacía que extrañas voces de ultratumba saliesen de las entrañas del cementerio y llegasen hasta las casas circundantes.

Victoria Knight y Tristan fon Fabre fueron los interesados en encontrar las respuestas a lo que estaba aconteciendo y ponerle fin.

Una misión. Sí, ¿por qué no? Las misiones eran un buen método para ponerse en forma, justo lo que él necesitaba con urgencia. Ban procuró encontrar una tranquilita que no pareciese muy peligrosa: investigar un extraño suceso en un cementerio de París. Bah, fácil, seguramente serían un grupo de chavales haciendo el idiota, se dijo.

Apuntó su nombre en la misión y se presentó el día acordado en la torre del gremio, donde se reunió con su compañera de tarea: una chica que sólo podía definirse como rara. Pelo azul llamativo, unas gafas de mosca enorme, y sobre todo unas gigantescas alas metálicas en la espalda no dejaban que pasara desapercibida.

—Soy Tristan. Bonitas alas —se presentó, con una media sonrisa, antes de partir con los gliders hacia su destino.

La Cité des Cloches.



Llegaron pocos minutos antes de que anocheciese, con el sol ocultándose poco a poco por el horizonte. Tras aterrizar en un callejón para evitar ser vistos, Ban procuró colocarse bien la ropa típica del mundo antes de salir a explorar.

—¿Vamos directamente al cementerio o prefieres preguntar a la gente de los alrededores antes? —preguntó a su compi, mientras observaba los alrededores con las manos en los bolsillos.

Sonrió para sus adentros, recordando la última vez que estuvo en aquel mundo. Fue en su primer viaje como aprendiz, y no pudo acabar peor: tras veinte minutos escasos, le dejaron inconsciente y tuvo que ser rescatado de una celda parisina por Nanashi.

Al menos aquella misión no acabaría igual. O eso se decía él.