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Pese a la desaparición de los regalos, logramos reunirnos todos para un desayuno. Aunque... no estábamos solos. Al poco rato llegaron los miembros de Bastión Hueco. Y había algo... raro en el ambiente.

—Bueno, esto es violento...

Por alguna razón los miembros de Bastión Hueco se encontraban casi aguantando la risa, y preguntando por nuestros regalos. ¿Qué diablos estarían pensando? No lo descubrí hasta que Ryota se acercó a una de las bandejas y pareció coger lo que era un trozo de jamón serrano.

—¡¡Pero bueno, chorizo!! ¡¡Que el jamón serrano era mío!!

—Siento mi mala educación. Aunque dicen que quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón...

—¡Eh, no seas caradura! —gritó Lyn al instante—. ¡Cómo se te ocurre acusarle de ladrón!

—¡Ja! Mira quién habló de caraduras...

Y así estalló la cosa: Lyn lanzó su ponche a Ariasu, dejando a todo el mundo en silencio en la escena.

—¡¡¡GUERRA DE COMIDA!!!

Pronto, ambos bandos comenzaron a lanzarse comida a lo loco. No se veía nada, salvo un cielo oscurecido por las ingentes cantidades de comida que sobrevolaban la escena. Me tocaría pelear, tanto si quería como no. Con una mano, agarré una ristra de chorizos que tenía cerca, y de una patada levanté una bandeja de plata la cuál cogí con la otra mano para usarla de escudo, en lo que comenzaba a avanzar.

—¡A la carga!

En lo que avanzaba, trataría de protegerme y evitar los impactos enemigos con la bandeja mientras con la otra trataba de atacar y echar a los de Bastión Hueco usando la ristra de chorizos como si de mis propias cadenas se trataran.

De forma exagerada e innecesariamente dramática, caí al suelo de rodillas , rota de dolor, totalmente decepcionada, cuando comprendí qué había sucedido.

—Nos han robado.

—N-No... No puede ser...

¡Llevaba esperando con mucha ilusión aquellos regalos durante todo el año! Todos mis compañeros y yo nos habíamos quedado sin ellos... Ya no era por simple materialismo, sino por la ilusión, las sonrisas en nuestras caras. Por un día no éramos guerreros, sino simples niños inocentes y felices...

Era como si hubiesen robado la mismísima Navidad. Me levanté del suelo, apretando los puños, con una mueca de enfado y determinación en mi rostro. El responsable pagaría caro.

—¡Han tenido que ser ellos! ¡Esos ladrones de...!

—¡Esperad! ¡No podemos ir acusando a la ligera! ¡Debemos abrir una investigación! —exclamé. Estaba furiosa pero aun así no veía bien que la pagásemos con los primeros que pillásemos por banda. Todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, dicen.

Pero de poco sirvieron mis palabras, porque los de Bastión Hueco se presentaron con toda su cara en nuestro comedor para gorronearnos comida. ¡Pero qué morro! ¡¿Encima venían a recochinarse o qué?!

—Siento mi mala educación. Aunque dicen que quien roba a un ladrón tiene mil años de perdón...

—¡Eh, no seas caradura! ¡Cómo se te ocurre acusarle de ladrón!

—¡Ja! Mira quién habló de caraduras...

Lyn le lanzó entonces su copa de ponche a la cara a la Maestra de Bastión Hueco. Tras salir de mi asombro, corrí para interponerme entre ambas, conciliadora.

—¡Eh, tranquilidad! ¡Este caso es para mí! —dije llevándome una mano al pecho con una sonrisa valiente de oreja a oreja—. ¡Maya, la detective mágica adolescente, resolverá este...!

—¡¡¡GUERRA DE COMIDA!!!

Y el caos se desató.

—¡Eh, eh!

Pero ya no tenía tiempo para hacerles entrar en razón. Fue instantáneo, en cuanto Akio gritó aquellas palabras, todos cogieron lo que tenían más a mano y comenzaron a volar proyectiles alimenticios.

—¡Como me ensuciéis el sombrero el responsable me lo lavará a mano, avisados estáis! —grité mientras corría para ocultarme bajo una de las mesas.

Una vez agachada bajo la mesa, sacaría el brazo y palparía la mesa. Cogería lo más pringoso y viscoso que pillase, y en cuanto viese a alguien de Bastión Hueco pasar por delante de mi posición, saldría a toda velocidad y le sorprendería para estampárselo en toda la cara.

Si no puedes vencerlos, únete a ellos...

Todo se había salido de control, ya no sabía si de verdad había un problema aquí o simplemente estábamos jugando como niños, pero bueno, no iba a ser yo el que se quejara, de momento solo me encontraba lanzando comida por los aires e intentando esquivar la que venía dirigida a mi.

-Auch!. -Grité ante la agresión de la que había sido victima.

Un aprendiz del lado contrario se lanzo a por mi cebolleta en mano y me estaba asestando golpes con ella, esto era subreal, ¿que podía hacer? De pronto lo vi claro, mi salvación ,pensé al ver un rábano en la mesa. Lo tenía claro, ese rabano sería mi arma contra el desalmado chico cebolleta

-A ver que haces ahora chico cebolleta. -Dije mientras cogía el rabano y bloqueaba el ultimo ataque de mi adversario.

Esto no podía quedar así.

Estaba claro que los aprendices tenían ganas de guerra. Casi ninguno se quedó atrás en la batalla, contando una pequeña excepción: aunque muy pocos tenían claros sus objetivos.

Tanto Fátima como Ragun habían sufrido bajo los ataques del uno del otro e iban a necesitar un cambio bestia pronto. Los demás se lanzaron como gallinas sin cabeza y el comedor se volvió una anarquía de comida voladora descontrolada: era casi imposible saber quién había dado a quién, pero en algunos casos sí quedaron claras las cosas.

Maya, protegida del ataque inicial, había cogido un pudín y había salido corriendo hacia Colibritany, la cual acababa de lanzar un plato de fabada y había pringado por completo a la pobre Kairi, que de paso fue inmediatamente atacada por su propia mascota al intentar comérsela con tal de hacerse con la fabada que acababa de pringarla por completo.

Neru quiso tomar el ejemplo de la ironía y lanzó un plato de chorizos que impactó contra Celeste. Las patatas cocidas que ella preparó con unos rápidos Piros, muy inteligente por su parte, cayeron como una dolorosa lluvia de fuego sobre Saxor, Hiro y Goei; el último había intentado comérselas en el aire, y desde luego la jugada no había salido muy bien para su pobre garganta y había quedado KO al instante.

Todos los demás ataques se perdieron en el aire o dieron a personas que no pudieron identificar a sus agresores. Nadie se libró de una buena tanda de ataques, a excepción de dos personas: Malik, que se había organizado para tener una buena defensa contra proyectiles, y Makoto, que luchaba contra espadachines con cebollines invisibles. Lo más destacable, aparte de esto, era que Renata se había llevado una buena somanta de hostias voladoras (literalmente pan de ángel) por parte de Akio por siquiera ocurrírsele la idea de amenazarle.

Fátima no tardó en reaccionar convocando un ser de agua que "consumió" varias tartas convirtiéndose en un ser pastoso. No pude evitarla a tiempo, por lo que todo mi cuerpo se llenó al instante de nata y chocolate... Además de una graciosa fresa que se quedó encima de mi cabeza. (No dudé en "beber" un poco de Ondina para comer un poquillo ya que estaba)

—¡La has cagado! —grité a Fátima mientras con la pata de jamón me lanzaba hacia ella con una Razia Jamonera. Puede que pudiese esquivar alguno de los golpes, ¿pero podría con los doce?

Mis sincorazón tampoco le dieron ni un segundo de descanso, y cada vez había más. Cargados de cupcakes empezaron a disparar contra Ondina y Fátima. Aquello haría cada vez más espesa a la invocación, lo que provocaría que poco a poco le costase más moverse por su propio peso. El flan perfecto.

(¿Flan? Quería decir plan)

—¡Sucumbe ante el poder de mi podesora PATA DE JAMÓN, Laforet! —exclamé con una risa digna de un villano desquiciado.

Fátima maldijo cuando Ragun se lanzó contra ella con todos esos jamones. ¡Y encima había cada vez más Sincorazón! No tuvo más remedio que retroceder, pero entonces empezaron a llover bollitos por todas partes. Con un grito de rabia, Fátima invocó un Dragón de agua que se precipitó sobre una mesa cercana a Ragun para levantarla y volcarla, de modo que aplastara a Sincorazón por el camino y salpicara al dueño de estos de sopa, leche y varios pasteles que salieron disparados.

—¡Sucumbe ante el poder de mi podesora PATA DE JAMÓN, Laforet!

Entonces invocó a Pegaso, subió a su lomo y se elevó en el aire, alejándose de los proyectiles y las patas de jamón de Ragun, mientras Ondina se precipitaba contra Ragun para inmovilizarlo. Por el camino recogió una bandeja de flanes y de roscones de reyes y, fuera del alcance del chico, rugió:

—¡¡Sucumbe TÚ a la lluvia de FLANES!!

¡Lástima que no tuviera un conjuro para hacerlos más grandes! Y fue arrojando, con su puntería y usando Blanco Fijado, los flanes y los roscones de reyes, indicando a Ondina que no se interpusiera en su camino pero que tampoco liberara a Ragun, mientras Pegaso volaba en círculos sobre Ragun para esquivar sus ataques.

Nicoxa alucinaba con lo que estaba ocurriendo. La gente usaba todas las herramientas de las que disponían para defenderse y atacar en esa guerra que se había montado. ¡Algunos hasta eran capaces de invocar cosas! Se palpó el bolsillo y recordó que ella también podía hacerlo.

Sacó su batuta sin pensar y con un lindo movimiento de mano invocó a Sebastián, el cangrejo de Atlántica. Debería haberlo meditado un poco más, quizás.

Ella quería que le ayudara a arrojar comida a los de Tierra de Partida, pero no había pensado en cómo reaccionaría el consejero de Tritón cuando descubriera que en la mesa había gambas, langostinos y demás tipo de marisco. Se llevó la mano a la frente.

«¡Mierda, va a pensar que somos unos caníbales!»

Nada más aparecer el cangrejo lo cogió y lo acercó a su pecho para que no viera nada, a la vez que corría vertiginosamente hacia una mesa que estuviera en pie para ocultarse bajo ella y que así la inocencia de Sebastián no se viera perturbada.

—¡H-hola querido! —le acarició lentamente la cabeza cuando por fin llegaron—. Necesito que cortes con tus pinzas esto. Hmm... —sacó la mano por debajo y empezó a tocar la parte superior de la mesa para coger lo primero que pillara. Era un centollo.

«Qué.»

Empezó a sudar. Se lo escondió con la discrección que la caracterizaba y lo miró con cara de culpabilidad.

—¡Oh! Mi... —no se le ocurría nada. Optó por el truco más viejo del mundo— ¡MADRE MÍA SEBASTIÁN MIRA DETRÁS TUYA CORRE! —lo cogió de nuevo cuando se giró y le metió en el bolsillo a presión hasta que el tiempo de la invocación terminara. Una solución super normal y currada, vaya—. Ale.

Se encogió de hombros y se acomodó en el suelo; no pudo atacar a nadie y encima la había fastidiado ligeramente. Había sido un desastre.

La guerra de comida siguió desarrollándose. Light, quien permaneció a la defensiva hasta ese momento, decidió finalmente pasar al ataque. Iría a gatas por el suelo, usando las mesas volcadas como protección, mientras buscaba alimentos que arrojar.

Encontró en el suelo un plato con una tarta de queso que milagrosamente estaba intacta (la cogió sin dudarlo), además de pastelillos varios. Y no tardó en encontrar a su presa: Watson.

«Te vas a cagar», sonrió con un poco de maldad.

Ejecutó una de las habilidades del nexo, Magnetokinesis, para manipular en el aire la mayor cantidad posible de aquellos pastelillos. Todos estos volarían hasta estrellarse en la cara del aprendiz, embadurnándola de nata y chocolate. Le perseguirían hasta el fin del mundo si era necesario.

Después, con tarta en mano, y aprovechando que seguramente toda la nata le había cegado por un momento (o al menos aturdido), se acercaría a toda velocidad al joven y le estamparía la tarta en su cara, con todas sus fuerzas.



—Toitsch potteransu —sentenció, aunque ni él sabía lo que estaba diciendo. ¿Quizás había bebido demasiado?

Luego huiría como un cobarde, envuelto en su Tenue (otra habilidad del nexo), decidido a esquivar cualquier contraataque suyo. Se colocaría detrás de las mesas volcadas, sus barreras, y seguiría buscando alimentos para arrojar.

Al final la guerra iba a resultar divertida y todo.

Aquella pelea de comida se volvía más y más loca a cada instante. Detrás de aquella bandeja de plata, trataba a de protegerme de todos los impactos que me llegaban, en forma de patatas, pescado, carne, verduras, de todo. Sin embargo, estaba harto de mantenerme tan a la defensiva. Antes había logrado acertar a alguien desde lejos gracias a una bandeja llena de chorizo. Era la hora de luchar de verdad.

—¡No retrocedáis, seguid adelante!—animé a los que estaban a mi alrededor, en lo que cogía un arma que sabría utilizar a base de bien.



—¡Por Tierra de Partida!—grité aprovechando los gritos de todos los que se dedicaban a lanzarse comida, mientras me levantaba y levantaba mi brillante escudo-bandeja de plata.

Mientras alzaba la bandeja como si de un escudo se tratara, me lancé a la desesperada contra los dos miembros de Bastión Hueco que podía ver y reconocer: Freya y Enok. Alzando con mi otra mano la ristra de chorizos como si de mi látigo de cadenas se tratara, haría lo posible para acabar esta pelea de una vez por todas: A base de hostias. En lo que el resto de Bastión Hueco atacaba a distancia, a mí me daría tiempo a acercarme lo suficiente para comenzar a golpearles con toda mi fuerza... a base de chorizacos.

Aquella pelea de comida se volvía más y más loca a cada instante. Detrás de aquella bandeja de plata, trataba a de protegerme de todos los impactos que me llegaban, en forma de patatas, pescado, carne, verduras, de todo. Sin embargo, estaba harto de mantenerme tan a la defensiva. Antes había logrado acertar a alguien desde lejos gracias a una bandeja llena de chorizo. Era la hora de luchar de verdad.

—¡No retrocedáis, seguid adelante!—animé a los que estaban a mi alrededor, en lo que cogía un arma que sabría utilizar a base de bien.



—¡Por Tierra de Partida!—grité aprovechando los gritos de todos los que se dedicaban a lanzarse comida, mientras me levantaba y levantaba mi brillante escudo-bandeja de plata.

Mientras alzaba la bandeja como si de un escudo se tratara, me lancé a la desesperada contra los dos miembros de Bastión Hueco que podía ver y reconocer: Freya y Enok. Alzando con mi otra mano la ristra de chorizos como si de mi látigo de cadenas se tratara, haría lo posible para acabar esta pelea de una vez por todas: A base de hostias. En lo que el resto de Bastión Hueco atacaba a distancia, a mí me daría tiempo a acercarme lo suficiente para comenzar a golpearles con toda mi fuerza... a base de chorizacos.

El salón se había vuelto una completa locura.

Todo tipo de comida volaba a mi alrededor mientras yo lanzaba a cualquier aprendiz que se me cruzara. Sin embargo, mi estrategia no estaba resultando efectiva, por lo que me replegué a una mesa cercana, donde Watson lanzaba huevos como un desquiciado. Después de decirme no-se-qué (no oia nada debido al tumulto) me pasó una pequeña cesta con huevos y se perdió en la marabunta de Aprendices.

Fui arrastrándome a tipo comando por la mesa tumbada, recogiendo algunas botellas que se habían caído y que rodaban libres por el suelo. Conseguí además, una ensalada y una TARTA.

Sin embargo, al llegar al final de la mesa, alcé la cabeza. Vi a Freya y a Enok, que a pesar de que estaban a escasos metros no parecía haberse percatado de que estaban cerca. Abrí los ojos cuando vi a un aprendiz enarbolando una cadena de chorizos hacia ellos.

—¡Eh, tú! -gritaría hacia el mencionado-. ¿No quieres algo de TARTA?

Entonces, correría hasta su lado y le estamparía el pastel en la cara. A continuación me dirigiría hacia Freya y le daría la ensalada y un par de botellas. Señalando lo que pretendía hacer, descorché una botella de champán hacia la primera aprendiz que pasó, que resultó ser Nadhia. El tapón salió despedido junto con un chorro de líquido hacoa la joven, dispuesto a impactar sobre ella.

—¡Y catapultas, también catapultas!

Cogí la botella vacía y una bandeja y puse un cuenco lleno de mermelada que casualmente había allí. Salté sobre el otro extremo, haciendo que el plato saliera despedido y se perdiera en la marabunta de la batalla...

Aquello era un maldito descontrol. Lancé mis ataques tal y como había querido, pero ni siquiera sabría decir si había llegado a acertarle a alguno de mis objetivos... lo que si tenía claro era que un bombardeo de comida me llegó por todas partes y acabé lanzándome al suelo dramáticamente.

Sin llegar a saber si había sido herido por fuego amigo, o por el de nuestros rivales.

Tengo que cambiar de estrategia ya, o así no me voy a cargar a nadie...

Divisé por el rabillo del ojo a Ragun, quién se encontraba peleando en aquel momento contra Fátima Laforet, no sabría decir cual de los dos había hostiado más al otro. Eso sí, ambos habían acabado puestos hasta arriba de comida; antes de poder continuar observando la épica batalla entre ellos dos, volví a ser bombardeado sin piedad.

Aprovechando la situación, me hice con un puñado de bombones que había en la mesa más cercana para luego ir corriendo en dirección a ambos aprendices. Luego se los tiraría a una Fátima que se encontraba en el aire, por lo que para llegar a ella los propulsaría con un par de Flamas Tenebrosas haciendo, a poder ser, chocolate fundido y muy caliente.

—¡Ahora Ragun!

Emplearía mi Baile de Sombras para intentar frenar a la aprendiza o su criatura alada con su propia sombra todo el tiempo que pudiese. Lo otro quedaba en manos de mi compañero. Como no saliese bien, íbamos a estar jodidos.

La sala en realidad era un caos de gente que no tenía ni puñetera idea de lo que hacía. Incluso el chico al que había lanzado un langostino ni se había dado cuenta por alguna clase de protección divina. Podrían haber sido la mayoría ciegos y no habría habido mucha diferencia, la comida volaba en cualquier dirección hasta que alcanzaba un blanco. Hana miró a su alrededor, se dio cuenta de que aquello era una tontería porque nadie iba a recuperar sus regalos así y se aplicó Tenue, como ya habían hecho otros muchos. De ese modo nadie la leería, digo, nadie la vería. Luego, se puso a cubierto tras una de las mesas caídas.

Como coger comida delataría al instante su invisibilidad, no tocó nada más. Además, se estaba acabando y no sería ella a quien pillara Higashizawa cuando llegara. En cambio, convocó un Géiser en mitad de la sala, que hizo volar una de las mesas con la tromba de agua, pero Hana se aseguró de que no alcanzara a nadie (salvo para mojar a los de alrededor), con el único fin de poner su granito de arena en ese caos.

Todo había pasado muy rápido. En unos minutos estaba en Tierra de Partida, luchando en una encarnizada batalla de... comida. Los de Bastión Hueco no estaban dispuestos a perdonar y habían arramblado con todo el personal del castillo para reclamar la venganza a los "contrincantes". De este modo allí se encontraban, con platos volando por el aire, hechizos aplicados a las raciones de comida y demás marranadas varias.

Enok estaba apunto de irse corriendo desertando cuando sobre su ropa descendió una extraña sustancia con cierto mal olor. Toda la parte trasera de su chaqueta había sido manchada con, efectivamente, leche con galletas algo rancias. El chico suspiró. Ya no había nada que perder.

Se acercó a una mesa intentando esquivar como pudo los pegotazos de comida voladores. Antes de pasar a la ofensiva tuvo que optar por la opción más efectiva. ¿Lentejas, arroz, fabada, chorizo, japuta? Que va. Un enorme pollo frito sin partir, esplendoroso.

Lo tomó por las dos patas y fijó rápidamente su atención en el receptor o mejor dicho la receptora, una niña jovencita que vestía ropajes de mago y que por extraño que pareciese le recordaba. Como sabía que no iba a acertar desde lejos decidió acercarse con sigilo. Realizó un hechizo aero para que los proyectiles tuviesen más complicado acertar en él y se lanzó a la acción...

Comida, comida, y más comida volando por todo el aire. ¡Menudo caos! Bendito caos. Tristan se arrastró con su mesa particular hasta una esquina, observando la situación mientras disfrutaba del turrón que consiguió acaparar para si mismo. De vez en cuando, si alguien se acercaba demasiado o se daba cuenta de su presencia, bajaba el mantel para seguir oculto. ¡Era el plan perfecto para pasar desapercibido!

Entre bocado y bocado, cogió un puñado de langostinos cercanos y empezó a tirárselos a la cara de la gente: a Ragun, a Fátima, a Light, a Alec, a Nikolai, a Maya, e incluso uno al ojo bueno de Ronin. ¡Langostinazos para todos!