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Keiko por suerte no se vio muy afectada mientras estaba en su rincón, protegiendo los pastelitos y comiéndoselos. De vez en cuando asomaba la cabeza para ver como estaba la situación en el comedor, y no era nada alentador, de modo que prefirió seguir en su lugar seguro.

De pronto, todo el ruido de la batalla fue cortado y por pura curiosidad, Keiko volvió a asomar la cabeza. Allí se hallaba un hombre viejo, gordo y vestido de rojo, que dijo una palabra mal sonante que fue censurada de forma mágica. La chiquilla jamás pensó que daría gracias a la censura.

Entonces Santa se aproximó a ella.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el proposito de la Navidad?
—Eeeeh... Veamos, se supone que la Navidad es para pasarla en familia —se entristeció al mencionar la palabra familia, pues la había perdida con la caida de Villa Crepúsculo— con los amigos, conocidos. Se trata de una época para olvidar todo lo malo y tratar de empezar otra vez, ¿no? O eso es lo que a mí me enseñaron.

Parecía que alguien había entrado en la sala, y no era ni más ni menos que Papá Noel armado con un arma de fuego junto a lo que parecían ser sus ayudantes, los cuales también iban armados. El hombre a parte del arma también llevaba un saco lleno de algo que no podía ver a simple vista. La pelea que Makoto mantenía con el chico cebolleta(Saxor) fue interrumpida por este hombre el cual pronunció unas palabras que el aprendiz no pudo llegar a escuchar con claridad, pero con el tono de voz sabía que no ería nada bonito. Makoto se impresionó al ver a las figuras que se adentraban en la sala.

El hombre también confesó haber sido el culpable de la desaparición de los regalos y de la invitación a Tierra de Partida, ¿Que se traería entre manos este Santa?

Tras esto Santa se acercó a Makoto y le formuló una pregunta.

El aprendiz no sentía mucha seguridad con este Santa, es más, le ponía bastante nervioso. Pero eso no le hizo retroceder e intento tranquilizarse a medida que este avanzaba

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el proposito de la Navidad?

-Pues, la verdad es que no lo sé muy bien, aunque si tuviera que decir algo diría que es un tiempo para divertirse y estar con nuestros seres queridos. -Respondió con impetú.

El ataque en masa surtió efecto contra el chico-chorizo, y cabe decir que disfruté muchísimo con ello. Lo malo: un grupo de enanos que no había visto antes se lanzaba hacia mí cargados con una montaña de comida... por orden de una cara demasiado conocida. Al parecer, a Saxor no le había sentado demasiado bien cierta patada en cierto sitio durante nuestro encontronazo en Espacio Paranoico.

Ya me veía enterrada en comida cuando una lluvia de flanes sepultó a los niños y le devolvió a Saxor el ataque.

—¡Fátima! —Me giré hacia mi salvadora—. ¡Dios, Fátima, gracias, te debo..!

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

...te debo nada, un golpe brutal derribó al caballo en el que volaba y me apresuré a hacer ver que no la conocía. Tenía que dar una imagen, al fin y al cabo.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

El recién llegado Santa Claus se fue acercando uno por uno a nosotros. Al llegar hasta mí, me apuntó con la metralleta en la barriga y soltó:

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

«¿Yo de qué?»

—Pueeeeeees... ¿Decir &X!# muchas veces? —Probé, soltando una risita nerviosa. Aparté disimuladamente la boca de la metralleta de mi estómago—. Y estar en familia y con amigos, comer cosas ricas con ellos y ¿pasar tiempo juntos? ¿No me dispares, por favor?

Tras comerme de todo tipo de platos y comida, una tarta en mi cara por parte de un crío al que casi se me ocurre partirle la cara. Si es que no me fuera la idea de ser tan violento con esta idiotez. Era absurdo, no me terminaba de convencer. Pero era sobrevivir hasta que un tío irrumpe vestido del Viejo Pascuero y se dedica a regañarnos. Empecé a soltar un bufido al primer insulto, ¿por qué demonio nadie tuvo las ganas de gritarlo? Yo más bien los mandaría a la...

Me había caído bien, era muy sincero. Callando a la gente y mandando en el huerto. Esto era una convención granjera de gallinas que lanzaban sus huevos... Pero al final todo terminó cuando llegó el granjero. Tras ponerse a regañarnos, yo puse una mueca de satisfacción al ver que el crío de antes parecía estar casi tuerto. Yo aproveché y me puse a comer de la tarta en mi cara. Para mi gusto demasiado dulce, mucha azúcar. Creí que me iba a dar diabetes.

Con esas acabó dándome un regalo y preguntándome algo, y yo sinceramente contesté a su cuestión.

—Yo no poseo gusto por la Navidad, o por los regalos. Ni me interesa pasar el día en familia, ni en apreciar esta festividad. Yo creo que sólo es una manera de vendernos objetos, mintiendo con que nos son necesarios y dejándonos sin dinero. Fin.

Malik perdió todo el aire con la costalada y le costó respirar con el puré por la cara, pero de alguna manera consiguió darse la vuelta y enjugarse los grumos con la manga. Estaba todo pringoso, aunque le importó tres pimientos. ¿Qué había pasado? Descubrió la piel de plátano y suspiró frustrado. Ni siquiera le había derribado un enemigo, se había caído él solo.

Desinvocó el escudo y se levantó justo cuando aparecía aquel santa Claus tan... poco afable, y que hasta a alguien como Malik dio aprensión. Todavía sujetaba el bol del puré, y de forma inconsciente lo sostuvo como un escudo frente a él cuando el gordo vestido de rojo se dirigió a él y le encañonó con una ametralladora contra el estómago. Ahí se le cayó el bol de las manos y Malik rezó para que no se rompiera en pedazos.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—Pues... Por lo que he hecho durante mis dos únicas Navidades... Cenar con tus seres queridos, pasarlo bien, dar y recibir regalos en muestra de amor y todas esas cosas...

Era lo único que se le ocurría, peor sería menos.

Todo se volvió un completo amasijo de Aprendices tirándose cosas entre ellos. Lo sorprendente era, que había conseguihacerme con unpequeño escuadrón de compañeros que nos cubríamos las espaldas unos a los otros. Era bastante divertido y estimulante, para qué negarlo. Me sentí un tanto culpable por lo de Nadhia, pero aquello era la guerra, y en la guerra no había cabida para los sentimientos.

El joven Neru intentó vengarse de nosotros con sus temibles chorizos, cosa que nos causó a más de uno alguna que otra quemadura. Sonreí torcidamente cuando le llovieron todo tipo de tartas a pesar de su escudo.

Sin embargo, de repente, un gran estruendo apareció en la sala. Una de las paredes de nuestro castillo se vino abajo, dando paso a un hombre curpulento, con una metralleta muchísimo más grande que él y fumando un puro. Lo cierto es que era acongojante. Profirió una sarta de palabras malsonantes y habló.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!


—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! —Apuntó con la metralleta al aire—. ¡¡Tú estate calladita!!

Tras el discurso. Se acercó a mí y me encañonó con el arma.


—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—Pues ni idea, la verdad. Solo la he celebrado un año en el Castillo, y el regalo tampoco fue especialmente útil.

Avanzar en equipo parecía estar dando sus frutos, moviéndome con el resto del escuadrón logramos repartir varias palizas entre los aprendices de Tierra de Partida. Aunque no nos librásemos de recibir algunos latigazos con sabor a chorizo, cualquiera que se cruzase acababa molido.

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

El grito pareció detener el tiempo en todo el comedor. Cada aprendiz se detuvo al instante, fijando su vista en la entrada principal, concretamente al recién llegado. Un gordinflón vestido de rojo, con cara de pocos amigos y una metralleta en mano, acompañado por dos duendes con pintas igual de peligrosas. Desde luego los cuentos de Navidad parecían no haber sido del todo fiables.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! —Lanzó el puro que se estaba fumando—. ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

Avanzó por el destrozado comedor, encontrando un sitio entre alimentos aplastados para depositar la bolsa de regalos que acarreaba en la espalda.

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! —Dijo…¿apuntando a la nada?—. ¡¡Tú estate calladita!!

Como si estuviera en su casa, Santa se movió con tranquilidad de aprendiz en aprendiz, acarreando la bolsa y soltando una pregunta. Y llegó mi turno, me dio un ligero empujón en el estómago con su metralleta, me observó y me preguntó.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—La Navidad es época de regalos—contesté—. El propósito es llevarte un premio por la cara, ¡y cuanto más valioso y grande, mejor!

—¡En todas las bolas! —exclamó el pequeño cabroncete, triunfante, cuando el langostino acertó en toda la entrepierna de Ragun.

Pero el karma se la quiso devolver, en esta ocasión a través de Maya, que le masacró a base de platanazos. ¡Maldita niña de las trenzas! Ban se escurrió como pudo por el suelo, huyendo de la bruja de la fruta a toda velocidad, pero la llegada de un inesperado invitado de última hora detuvo toda la guerra de comida.

¿Papá.. Noel?



—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

—¿Quién es María? —preguntó, mientras se quitaba con urgencia el plátano del pelo.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah!

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo!

—¡Guerraaaa! —Ban le tiró un langostino que le quedaba a la cabeza de Ronin aprovechando que todos miraban al Santa loco.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—¡Si yo no he hecho nada! ¡Soy inocente! —respondió, casi como acto reflejo—. Pues... El turrón. Comer mucho turrón.

No le iba a dar un regalo ni aunque le sobornara, así que al menos sería sincero.

La pelea la tenía casi ganada... Hasta que vi que los niños perdidos me lanzaban chorizos a mí. ¿¡Pero qué...!? Por los gritos de la señorita de la patada pude deducir que había ocurrido fuego amigo, y ahora lo habían pagado conmigo. Maldita sea... Al menos la había golpeado un poco...

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

La batalla se detuvo de golpe cuando un tipo menos creíble que Ronin vestido de santa entró en el comedor: Un Papá Noel con metralleta, gafas de sol y duendes mafiosos. ¿Estaba soñando o qué? Porque si lo era podía ser... malo—. ¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! —lanzó el puro cerca de nosotros...—. ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

Y allí estaban los regalos, cargados por Santa Gansta, que dejó en medio de la sala y los pisó con el pie. Definitivamente era una navidad muy rara.

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! —apuntó al aire por razones que desconocía—. ¡¡Tú estate calladita!!

Y como si fuera a regañadientes, sacó un regalo y se acercó a mí, apuntándome con la metralleta al estómago...

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?—perfecto... parecía querer que dijéramos esos discursos de las películas navideñas, que acababan con cena de pavo y demás. Y lo raro es que no encajaba con su actitud... Aunque claro, viendo que le teníamos hasta la barba, normal que estuviera así de cabreado.

—¿Celebrar el nacimiento de Jesús?—dije, reduciendo la navidad en sí a lo más básico. Los regalos y todo lo demás vinieron después... La navidad en sí era esa, aunque viera un poco absurdo que el nacimiento de una persona fuera de tanta celebración.

—¡De uno en uno, cobardes!

—¡Habló el que invoca a su ejército particular en mitad del comedor!

El tirano de los Sincorazón pasteleros tenía las horas contadas. Con un último pedazo de gelatina en su poder, Nikolai alzó el brazo y se preparó para estampárselo en la cara a Ragun y pringarle con un infierno viscoso que tenía sabor a lima. Gracias al frenesí de la batalla, se olvidó de su dolorida lengua que fue víctima de la mala uva de un langostino (¿no se supone que esos bichos ya deberían estar muertos?) que algún cabroncete le arrojó.

Justo antes de que la gelatina descendiera, una voz puso fin a la guerra:

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

Nikolai abrió los ojos como platos y se quedó de piedra ante el imponente gordo vestido de rojo que distorsionó por completo su concepto de Santa Claus. Nada que ver con la simpaticona imagen que se reflejaba en los adornos navideños, o en esos muñecos tan graciosos que se colgaban de los balcones de la casa.

En mitad de su discursito de que los aprendices eran una panda de camorristas, apuntó con su ametralladora a nadie en particular y berreó:

—¡¡Tú estate calladita!!

¿Tú? Pero si ahí no había na… ¡Oh, el puñetero hechizo Tenue! Siempre tenía que haber un par de listillos que les encantaba usarlo. Se había convertido en una estúpida moda a la que le estaba cogiendo asco.

Entonces, Santa Claus agarró un regalo y se le acercó, hundiéndole el cañón del arma en el estómago. Nikolai boqueó, y el trozo de gelatina se le escurrió de la mano, yendo a parar a sus botas.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—Eh… Paz, amor y… —Bufó. Hasta en pleno ataque de nervios le parecía una respuesta vacía—. Vale, estoy de acuerdo en que la Navidad debería ser una época que disfrutar con tus seres queridos, y no apedrearnos con pan duro y marisco.

¡Diantres! Si el en un principio solo quería pasar unas Navidades tranquilas. Tal vez pasar un rato agradable con Saeko y eso…

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

La batalla campal que se había organizado en el comedor de Tierra de Partida se detuvo de golpe. Saeko, ante el contraataque de Saito que la dejó perdida de pies a cabeza, había empezado a coger todo tipo de platos y alimentos para lanzarlos sin piedad al muchacho, rabiosa y con ganas de darle su merecido. Fuera como fuese, y terminara como terminara el asunto, lo importante es que al final un enorme hombre armado acompañado de duendes propios de un ejército galáctico aparecieron por la puerta dando gritos y disparos.



El pegaso alado cayó abatido en el piso y Saeko presenció la escena con horror. Aquel hombre le daba miedo, mucho miedo.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! —lanzó con furia el puro a los pies de los aprendices, como si de basura se tratasen. Aquello le sentó muy mal a Saeko—. ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño! —¿Y él sí lo sabía?

Los pasos del enorme hombre resonaron en toda la sala con profundidad. Saeko tragó saliva y se puso en guardia, no le cabía duda de que aquel loco era capaz de matarlos a todos allí mismo sin pestañear.

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! ¡¡Tú estate calladita!!

Sí... era cierto, aquello que decía ese loco salido de la nada tenía razón. Y no podía recriminárselo porque incluso ella tenía las manos manchadas, de forma literal en este caso. Bajó la cabeza, carcomida por la culpa. Entonces se acercó, aprendiz por aprendiz, y les apuntó con el arma en el estómago mientras les formulaba una pregunta. Tarde o temprano le llegó el turno a Saeko.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

Meditó por unos instantes, miró a un lado, a un pollo aplastado y desparramado que había en el piso, y cuando creyó dar con la respuesta, lo que de verdad sentía que era el propósito de la Navidad, respondió:

—Es un evento para poder disfrutarlo en familia. Sentir el acogedor calor del hogar, compartir la felicidad con tus seres queridos, y sentir ilusión por los regalos —argumentó, convencida de todas y cada una de sus palabras, después se le escapó la vista a Nikolai por instinto. Se imaginó cosas que solo ella quería y deseaba, compartir la Navidad con él, pero no parecía ser posible con la situación actual. Se arrepintió—. Es lo que siento, lo que creo. Eso es la Navidad para mí.

Porque pese a no haber pasado muchas Navidades con su auténtica familia debido a su condición como Caballero, ahora lo que más deseaba era eso. Organizar la suya propia. Poder celebrar la Navidad con ellos. Y ser feliz.

Cuando ya parecía que aquello no iba a mejorar nunca...

- ¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

Un enorme hombre gordo vestido de rojo con una metralleta y dos duendecillos verdes aparecieron de golpe en la sala, deteniendo la batalla de comida.



- ¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah!¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

Traía una enorme bolsa que dejó caer en el centro de la sala. Kairi no recordaba que Papá Noel fuese así, lo imaginaba más como un hombre regordete amable que repartía regalos a los niños en su trineo de renos. Y por supuesto no llevaba armas. Las armas no pegaban nada con la Navidad.

- ¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo!

Kairi iba a decir que ella no estaba dispuesta a participar, pero el grito que le dio a Hana hizo que se callara. Acto seguido, el hombre sacó un regalo del saco y se acercó a una temblorosa Kairi. Le empujó en el ombligo con su metralleta y le preguntó:

- A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

- Pues... Es pasar tiempo con nuestros seres queridos. Un tiempo de paz y amor, sin guerras estúpidas como esta, que además desperdicia comida - conforme iba hablando se venía más arriba - . Con la de gente pobre que no tiene para comer, ¡debería daros vergüenza! - les riñó a los demás - ¡Y las armas no pegan nada con la Navidad! - concluyó con esta frase dirigida al hombre de rojo.

Cual fue mi sorpresa al estar ayudando a Ragun contra Fátima, y notar como me empapaban de la cabeza a los pies. Me di la vuelta, cabreado, para encontrarme con Saeko, la homicida que me había tirado una bandeja de langostinos bañados en salsa. Aquel olor no se me iría ni con tres baños seguidos.

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

No estaba dispuesto a someterme de aquella forma, por lo que tras arrojarle con rabia el chocolate fundido que me quedaba, busqué uno de los Fuets Casa Bastión que habían en la mesa y lo electrocuté antes de golpear a la aprendiza con él repetidas veces. Saeko por su parte también había cogido comida para lanzarme, por lo que empezó una batalla épica digna de canciones y poemas.

Pero aquello era otra historia, así como su desenlace. Lo que importaba era el señor rechoncho vestido de rojo que acababa de entrar, armado hasta los dientes con lo que parecían ser dos peculiares duendes, también armados. Aquello debía ser una cámara oculta, aunque mis ojos brillaron con ilusión al ver como derribaba al animal alado de Fátima con un par de trallazos.

Quería molar tanto como él, aunque sin el evidente sobrepeso.

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! —Nos tiró entonces lo que se estaba fumando—. ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

Avanzó hasta el centro con un gran saco. No era adivino, pero podía hacerme a la idea de lo que había dentro: nuestros regalos.

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! —Miré extrañado a la nada, que era hacia donde estaba apuntando.

Me enorgullecía de poder admitir que yo sí que quería guerra. La había querido desde el principio, y la continuaba queriendo ahora. Ya que nos iba a dejar sin regalos, por lo menos que nos dejase seguir pegándonos los unos con los otros.

Empezó entonces a recorrer la sala, apuntando a cada aprendiz con su arma y empezó a hacerles la misma pregunta a todos. Finalmente se dirigió hacia mí, regalo en mano que pensaba coger hasta que me empujó el estómago con la metralleta. Algo me decía que mejor que respondiese primero.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

Me lo pensé en muy poco tiempo, no fuese a dispararme antes por tardón.

—El propósito de la Navidad tiene que ser dar vacaciones a todos aquellos que se lo merecen, junto a unos bonitos regalos como el que tú tienes para mí.

Este año tienes que acertar, Santa Clavos.

Hacía rato que había terminado la comida que había logrado salvar, aquellos pequeños manjares dedicados a satisfacer el gusto de los aprendices, los cuales se habían preocupado más de tirarlos que de probarlos.

—Tanta comida a nuestro alrededor y ni siquiera la prueban, creen que lo pueden usar para herir a los demás, están locos — Dejó caer una leve risa sarcástica mientras se encendía un cigarrillo —Teme pues la ira de los hambrientos — No era más que un pretexto por haberse quedado sin comida.

Una voz sonora, y familiar, penetró en todos los recovecos de la sala, acompañada por un tiro.

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! ¡¡Tú estate calladita!!

El aprendiz no salía de su trinchera, ni siquiera se había asomado a ver que estaba pasando, había alguien armado de verdad y parecía bastante cabreado, y si tenía un arma nada le aseguraba que no hiciera tiro al blanco con el en cuanto saliera de su trinchera improvisada.

Uno, dos, uno, dos, sus pasos se escuchaban con eco mientras se acercaba a los presentes y les repetía uno a uno la misma pregunta. Cada uno respondió como creyó conveniente ¿Que era aquello, una broma o algo así? Los pasos se iban haciendo más fuertes hasta que...

—A ver, tú. — Instintivamente alzó su brazo contra lo que creyó que era una amenaza inminente, saliendo así de su confort ficticio provocado por la trinchera, hasta que se dio cuenta de quien era y que no llevaba ningún arma —Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

—¿Eres tú, Santa Clous? — Bajó lentamente el brazo —Vaya, menudo cambio de look, pareces un marine — Rió, algo nervioso y forzado.

—La... navidad... propósito... eh... lo siento, Santa, no lo sé — Suspiró —Ni siquiera sé que hago aquí o si estoy en la dichosa lista, yo solo quería comer tranquilamente con Goei y los demás.

—¿Es eso un bólter? — Dijo refiriéndose al arma que portaba.

—Vamos para salvar lo real más allá...

—¡¡Por la concha de María, basta ya, &X!#!!

El Escuadrón Dónut tuvo que parar su estrategia de venganza contra Neru, y tras el grito del hombre, Freya lanzó los bombones a causa del susto. Mierda, con lo buenos que estaban.

Las puertas del comedor se habían abierto para dejar pasar a un hombre gordete con una metralleta, acompañado por dos duendes a modo de guardaespaldas. Paró todo aquel ajetreo con un solo movimiento; parecía bastante enfadado. Mal rollo: ¡se habían colado invasores!



—¡Pero qué os pensáis, mentecatos! ¿Alguien me ha preguntado lo que pasa? ¿¡Alguien sabe qué &X!# es la Navidad!? ¡Bah! —Lanzó su puro hacia los aprendices. Freya saltó hacia atrás, asustada—. ¡No tenéis ni idea de lo que es el espíritu navideño!

—P-Pero de dónde ha salido...

Observó la gran bolsa llena de regalos que cargaba a su espalda, y cómo la dejó caer bajo sus pies cuando se colocó en el centro de la sala. ¡Traía regalos! Así que quizás, después de todo, no era un invasor, ¿no?

—¡A ver si os enteráis, inútiles! Yo invité a Tierra de Partida a Bastión Hueco. Yo no os dejé regalos porque sólo deseáis guerra aunque tengáis los &X!# de decir que de ninguna manera, hipócritas. ¡Si os lo pasáis en grande pegando a otros! ¡Y que lance la primera piedra el listillo que no haya participado en esta guerra ahora mismo! . ¡¡Tú estate calladita!!

Era cierto, todos habían colaborado en aquella pequeña guerra. Freya no podía sentirse excluida de aquella culpa, puesto que había sido una de las que más había incitado a vengarse por lo que hizo Tierra de Partida. Tras pasar por unos cuantos aprendices, apuntándolos con la metralleta, llegó el turno de la pelirrosa.

—A ver, tú. Tú pareces tener la clave de esto. Contéstame: ¿cuál es el propósito de la Navidad?

Miró hacia el suelo, cavilando alguna buena respuesta. Debía ser sincera, o al menos intentarlo.

—¡Comer muchos dulces! De esos con decoraciones navideñas que se hacen con tanto amor —dijo, convencida de sus palabras—. También es... Es época de canciones. De sentarse todos alrededor del piano y cantar hasta acabar agotados —Sonrió, satisfecha con su respuesta. Después echó un vistazo a todos sus compañeros—. Aún estamos a tiempo de hacerlo.