Re: [País de los Mosqueteros] Cuando el dique se rompe
Publicado: Sab Jun 11, 2016 1:23 pm
Me quedé mirando a Celeste con los ojos abiertos como platos. ¿Hablaba en serio? Si bien era cierto que la muerte de Lautrec no había sido nuestro objetivo principal en la pelea, tampoco lo había llegado a descartar. Había intentado asesinarnos, y se había quedado a un paso de que las cosas le saliesen bien: ¿existía alguna razón para tener clemencia?
Aunque lo que me inquietaba era que con Lautrec muerto solo tendríamos la palabra de la mujer que teníamos delante. Fuese Elizabeth o Lacie, era lo único que no acababa de gustarme de todo aquello. Pero esperaba que no tuviese ningún motivo para mentirnos de nuevo.
—Conozco a Lautrec... llevo con él muchísimo tiempo. Y sé que, por mucho que intentara convencerle, jamás os habría dejado ir. Os habría perseguido hasta el fin de los mundos.
Encontré la mirada de Celeste buscando alguna clase de ayuda en mí, pero negué con la cabeza.
—Ha intentado matarnos. Suficiente daño nos ha hecho ya, como para darle la oportunidad de volver a la carga.
Mi amiga no parecía convencida, pero al igual que yo necesitaba una explicación. El silencio se hizo expectante y tragué saliva al ver cómo la muchacha se lo tomaba como un incentivo para comenzar su historia.
—Llegué con Lautrec a El País de los Mosqueteros hará unos meses. Hicimos de la Ópera una especie de base particular. Hay una gran cantidad de habitaciones y sótanos que no se usan, y ahí nadie nos molestaba si decíamos que éramos actores. Tampoco era que eso sucediese muy a menudo, claro...
¿Pero una base para qué?
Me removí nervioso, mientras seguía de pie. Podían haber seguido con sus vidas, pero no lo habían hecho. Se habían instalado ahí para algo, y estuviese en relación o no con lo de los supuestos experimentos sobre los que mi compañera había leído, aquello era competencia de los Caballeros de la Llave Espada. Y más en vista de que no eran personas corrientes.
—¿Y los papeles que encontré?
—No sé qué leíste exactamente, pero te aseguro que lo de los experimentos es un tema ya zanjado desde hace tiempo. La información la traje conmigo cuando me marché de los laboratorios, más que nada como el recuerdo de dos años enteros de proyectos. Jugar con cosas que escapan a nuestro entendimiento nunca trae buenas consecuencias... Qué idiota. Si tan sólo hubiese pensado así en esos tiempos...
>>Sólo era una aspirante a doctora con delirios de grandeza. Una explosión en el laboratorio terminó hace tres años con todos nuestros avances. Fue un desastre. Sólo conseguimos rescatar a una decena de sujetos, Lautrec entre ellos, pero todos murieron a los pocos días.
¿Tres años?… Entonces no puede ser. Seguro que no.
—¿Qué ocurre? ¿No me creéis?
No sabía qué hacer, ni qué decir. Todo lo que nos había dicho tenía sentido, pero mi cabeza no dejaba de darle vueltas a algo: ¿la casualidad había querido que nosotros encontrásemos toda aquella antigua conspiración por mero azar? A pesar de que no podía verle el rostro, ahora concentrado en seguir arreglando los destrozos, algo en mí gritaba con todas sus fuerzas que su historia no acababa de cuadrar.
Alice había distinguido a su madre de la doctora Elizabeth, y ella no había hecho mención alguna a nada de eso. Pero sabía que yo la conocía… ¿por qué mentirnos entonces? La respuesta me vino casi de inmediato, demasiado obvia como para que yo pudiera asimilarla en un primer momento: Elizabeth, Lacie, o como quisiera llamarse no se fiaba de Celeste.
—Al ser doctora y experimento, ambos figurábamos en la lista de bajas que se redactó el día de la explosión, y que eso saliera a la luz nos podría perjudicar mucho; y cuando decidiste contárselo a Saito, vio que no tenía otra opción que asesinaros.
Apreté los puños al ver que la chica estaba tratando de ocultarnos cosas, pero me percaté entonces de que me miraba de reojo. Su semblante serio, junto a un leve movimiento de cabeza me devolvió parte de la esperanza: quería hablar a solas.
Pero eso significaba que Celeste no podía enterarse de lo que planeaba decirme, y tampoco podía insinuárselo o de lo contrario me acabaría quedando sin ningún tipo de información. Me entristecía pensar que debía encontrar una forma de mentirle, pero no había opción. Ya lo hablaría con ella más adelante.
Me acerqué a una Celeste algo alejada y abstraída. Le hablé:
—¿Cómo estás?… —Apliqué un Cura a las heridas que todavía eran visibles en su piel morena.
Todo era por mi culpa, aunque Celeste jamás fuese a admitirlo. Toda la idea del picnic había surgido a raíz de como estaba… de todo lo que había pasado en el Castillo del Olvido y que todavía no era capaz de afrontar.
Había estado a punto de perderla por mi debilidad, y jamás me lo perdonaría. Ya había perdido a demasiadas personas por aquel amargo camino de Portador.
Di otro paso hacia ella. La abracé con fuerza, deseando comprobar que era real. Que no se había ido.
—Lo siento.
No tenía fuerzas para ponerle ninguna excusa decente con tal de pudiésemos quedarnos solos Elizabeth y yo, ni tan solo al pesar en la tentadora idea que podría suponerle la de acabar de investigar los archivos que había encontrado antes.
En su lugar, solo surgió un susurro. Mi voz, entrecortada y rota:
—Lo siento...
Aunque lo que me inquietaba era que con Lautrec muerto solo tendríamos la palabra de la mujer que teníamos delante. Fuese Elizabeth o Lacie, era lo único que no acababa de gustarme de todo aquello. Pero esperaba que no tuviese ningún motivo para mentirnos de nuevo.
—Conozco a Lautrec... llevo con él muchísimo tiempo. Y sé que, por mucho que intentara convencerle, jamás os habría dejado ir. Os habría perseguido hasta el fin de los mundos.
Encontré la mirada de Celeste buscando alguna clase de ayuda en mí, pero negué con la cabeza.
—Ha intentado matarnos. Suficiente daño nos ha hecho ya, como para darle la oportunidad de volver a la carga.
Mi amiga no parecía convencida, pero al igual que yo necesitaba una explicación. El silencio se hizo expectante y tragué saliva al ver cómo la muchacha se lo tomaba como un incentivo para comenzar su historia.
—Llegué con Lautrec a El País de los Mosqueteros hará unos meses. Hicimos de la Ópera una especie de base particular. Hay una gran cantidad de habitaciones y sótanos que no se usan, y ahí nadie nos molestaba si decíamos que éramos actores. Tampoco era que eso sucediese muy a menudo, claro...
¿Pero una base para qué?
Me removí nervioso, mientras seguía de pie. Podían haber seguido con sus vidas, pero no lo habían hecho. Se habían instalado ahí para algo, y estuviese en relación o no con lo de los supuestos experimentos sobre los que mi compañera había leído, aquello era competencia de los Caballeros de la Llave Espada. Y más en vista de que no eran personas corrientes.
—¿Y los papeles que encontré?
—No sé qué leíste exactamente, pero te aseguro que lo de los experimentos es un tema ya zanjado desde hace tiempo. La información la traje conmigo cuando me marché de los laboratorios, más que nada como el recuerdo de dos años enteros de proyectos. Jugar con cosas que escapan a nuestro entendimiento nunca trae buenas consecuencias... Qué idiota. Si tan sólo hubiese pensado así en esos tiempos...
>>Sólo era una aspirante a doctora con delirios de grandeza. Una explosión en el laboratorio terminó hace tres años con todos nuestros avances. Fue un desastre. Sólo conseguimos rescatar a una decena de sujetos, Lautrec entre ellos, pero todos murieron a los pocos días.
¿Tres años?… Entonces no puede ser. Seguro que no.
—¿Qué ocurre? ¿No me creéis?
No sabía qué hacer, ni qué decir. Todo lo que nos había dicho tenía sentido, pero mi cabeza no dejaba de darle vueltas a algo: ¿la casualidad había querido que nosotros encontrásemos toda aquella antigua conspiración por mero azar? A pesar de que no podía verle el rostro, ahora concentrado en seguir arreglando los destrozos, algo en mí gritaba con todas sus fuerzas que su historia no acababa de cuadrar.
Alice había distinguido a su madre de la doctora Elizabeth, y ella no había hecho mención alguna a nada de eso. Pero sabía que yo la conocía… ¿por qué mentirnos entonces? La respuesta me vino casi de inmediato, demasiado obvia como para que yo pudiera asimilarla en un primer momento: Elizabeth, Lacie, o como quisiera llamarse no se fiaba de Celeste.
—Al ser doctora y experimento, ambos figurábamos en la lista de bajas que se redactó el día de la explosión, y que eso saliera a la luz nos podría perjudicar mucho; y cuando decidiste contárselo a Saito, vio que no tenía otra opción que asesinaros.
Apreté los puños al ver que la chica estaba tratando de ocultarnos cosas, pero me percaté entonces de que me miraba de reojo. Su semblante serio, junto a un leve movimiento de cabeza me devolvió parte de la esperanza: quería hablar a solas.
Pero eso significaba que Celeste no podía enterarse de lo que planeaba decirme, y tampoco podía insinuárselo o de lo contrario me acabaría quedando sin ningún tipo de información. Me entristecía pensar que debía encontrar una forma de mentirle, pero no había opción. Ya lo hablaría con ella más adelante.
Spoiler: Mostrar
Me acerqué a una Celeste algo alejada y abstraída. Le hablé:
—¿Cómo estás?… —Apliqué un Cura a las heridas que todavía eran visibles en su piel morena.
Todo era por mi culpa, aunque Celeste jamás fuese a admitirlo. Toda la idea del picnic había surgido a raíz de como estaba… de todo lo que había pasado en el Castillo del Olvido y que todavía no era capaz de afrontar.
Había estado a punto de perderla por mi debilidad, y jamás me lo perdonaría. Ya había perdido a demasiadas personas por aquel amargo camino de Portador.
Di otro paso hacia ella. La abracé con fuerza, deseando comprobar que era real. Que no se había ido.
—Lo siento.
No tenía fuerzas para ponerle ninguna excusa decente con tal de pudiésemos quedarnos solos Elizabeth y yo, ni tan solo al pesar en la tentadora idea que podría suponerle la de acabar de investigar los archivos que había encontrado antes.
En su lugar, solo surgió un susurro. Mi voz, entrecortada y rota:
—Lo siento...