[La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Encuentro entre Fátima y Saito

¡Pásate por aquí para encontrarte con todo aquello relacionado con el rol y que no encontrarás en el resto de subforos! Libres, Eventos, Eventos Globales... ¡Pásate, rolea y échate unas risas!

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 2:46 am

El Maestro Ryota nos salvó a ambos. Para bien o para mal, seguro que todavía me recuerda. Seguro que él sabe algo del caso del verdugo, y quizás esté más dispuesto a hablar que nuestro sacerdote salvador.

Así que te enfrentaste al Emperador…

Fátima había escuchado en silencio su historia, sin saber bien qué pensar. Llevarse a un sacerdote para luchar cuando dudaba mucho que tuvieran la más mínima capacidad de combate era una decisión extraña y plantarle cara a Palamecia, todavía más. Pero no era el primer aprendiz que conocía que era tan arrojado e inconsciente. Sobre todo si hablaban de hombres. Además, por lo que recordaba de Saito en Agrabah, no era una persona que se callara lo que pensara. Al menos no con Saeko. Se sintió algo incómoda por saber cosas que no debería haber escuchado, pero si las iban gritando por ahí…

Saito se sentó a su lado y aprovechó para estudiarlo de reojo. Era muy delgado y atractivo, pero sus ojos no le terminaban de gustar. Muy oscuros. Muy radicales. ¿Los de Tierra de Partida tendrían ese mismo tipo de mirada?

¿Qué hay de ti? Eres Maestra, seguro que has conocido a mucha gente importante en tus viajes. Y seguro que la mayoría de ellos no acabó agujereado, ¿me equivoco?

Fátima sonrió de lado.

Creo que me sobrevaloras demasiado, sólo soy Maestra desde hace unos meses y todavía no he hecho nada importante. Y la verdad es que no he conocido a demasiada gente importante, como mucho el general de China… Que murió en parte por nuestra culpa, aunque el responsable fue Andrei—no pudo evitar pronunciar su nombre con veneno en los labios—. Creo que las personas más importante que he conocido son Kamra y a Yasmín, porque creo que los reyes pirata de Port Royal no se pueden considerar verdaderos «reyes»—rió por lo bajo.

En cuanto a lo de «agujereado», intentó no pensar en lo que le había hecho a aquel huno. Con todas las cosas que habían sucedido a veces era fácil olvidarlo, pero cuando lo recordaba, sus gritos y la sangre regresaban con toda su crudeza. Entrelazó los dedos para que no le temblaran.

Oh, bueno. He conocido a un par de dioses en Tebas—recordó de pronto—. Hasta uno me maldijo, gracias a Ragun—añadió mirándole con algo de malicia—. Si alguna vez vas al Coliseo del Olimpo, no firmes nada.

Sin saber si lo habría ofendido o no por sus referencias a Bastión Hueco, decidió callar. Saito, sin embargo, parecía estar por la labor de hablar:

Esa criatura tuya de agua, Ondina, ¿qué es? ¿Cómo funciona? ¿Tiene alguna limitación mágica o física? No la he visto hablar…

Cerró la boca bruscamente, como si acabara de recordar que estaba hablando con alguien de Tierra de Partida. Pero Fátima se aferró a esas palabras. Quizás y todo, si superaban aquella conversación sin demasiados silencios incómodos, podrían cumplir la misión con algo de más comodidad.

Es una esencia de agua, la creé cuando me di cuenta de que a menudo no podía apoyar a todos mis compañeros y que algunos hechizos me dejan en posición de desventaja. Fui muy idiota, no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que era demasiado tarde…

¿Qué tiene de malo haberla creado? —preguntó Saito—. Quiero decir, es como si fuese una compañera más.

Fátima trató de disimular su sorpresa. Había esperado incluso que la mirara mal.

Pues… Precisamente. Ondina es como un bebé de verdad. Tiene sentimientos, sufre y se divierte. —Se retorció un mechón de pelo—. Es una responsabilidad muy grande. ¿Y si ella no quería nacer así, qué derecho tengo a obligarla a luchar conmigo? Es un poco jugar a ser dios y… Cuando me di cuenta no me hizo nada de gracia. —Guardó un silencio. Quién sabía. Puede que un día le echara en cara haberla creado—. Supongo que podrías compararla con un eidolón, porque tiene sentimientos y es muy inteligente, aunque todavía no sabe hablar y solo se comunica conmigo por conexión mental—dijo con cariño.

Le mostró el anillo.

Spoiler: Mostrar
Imagen


Se llama Ondina y vive en otro plano, pero puedo invocarla mediante este anillo. Quizás en unos años sea capaz incluso sin él. Y… sus limitaciones mágicas son las mías, mi cantidad de energía para mantenerla presente en este mundo. De momento es poca, aunque si entro en modo estilo puedo hacer que se quede durante más tiempo y sea más fuerte. Eso sí, si la dañas, se reconstruye sola. Como es de agua…—Se dio cuenta de que estaba hablando mucho y se cubrió la boca con una mano—. Perdón, debo parecer una cotorra.—Le sonrió—.¿Y tú estás especializado en ilusiones y oscuridad?

Escuchó lo que tuviera que decir y al final preguntó:

¿Cómo acabaste uniéndote a la Orden?—No mencionó nada de Saeko, aunque era evidente que habían sido amigos—. ¿De qué mundo vienes?

Tenía la esperanza de que siguiera queriendo hablar. Quizás así, entonces, le comprendiera un poquito mejor. Además, había visto lo protector que era con Celeste, como si fuera su hermano mayor. No podía ser tan mala persona como se le había dado a entender. Sólo tenía una inmensa colleja por su radicalidad. Suponía.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 2:52 am

Me mantuve atento a las explicaciones de Fátima. Por algún motivo, me parecía más humilde de lo que la recordaba en Agrabah. ¿Sería verdadera humildad o más bien falsa modestia? Pensaba que el ego era algo que les venía a todos los de Tierra de Partida de serie. Y hasta la fecha no me había equivocado.

Pero ella me estaba dando consejos, aunque fueran para evitar que los dioses de Coliseo del Olimpo se aprovecharan de mí. Ahora que lo pensaba, Celeste me había contado que ella y Ragun habían tenido una misión en aquel mismo mundo. Sólo de pensar en la reacción de mi amiga ante la cultura politeísta y la posibilidad de que hubiera acabado maldita y perseguida por culpa de Ragun…

Espera, ¿que acabo de decir? No, no, no. Lo están haciendo de nuevo.

Tierra de Partida tenía una extraña habilidad de persuasión que nunca había experimentado del todo hasta ese momento. Buscaban cambiar tu opinión a base de mentiras e incluso quitarse la culpabilidad de sus actos: seguro que si alguien tenía la culpa de que Fátima hubiera acabado maldita, no era otra que ella misma.

Respiré hondo mientras me hablaba de Ondina. Si no tenía cuidado acabaría cayendo en sus redes de Luz, y quién sabía que podría hacerme entonces.

Es una esencia de agua, la creé cuando me di cuenta de que a menudo no podía apoyar a todos mis compañeros y que algunos hechizos me dejan en posición de desventaja. Fui muy idiota, no me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta que era demasiado tarde…

¿Qué tiene de malo haberla creado? —interrumpí—. Quiero decir, es como si fuese una compañera más.

Pues… Precisamente. Ondina es como un bebé de verdad. Tiene sentimientos, sufre y se divierte. Es una responsabilidad muy grande. ¿Y si ella no quería nacer así, qué derecho tengo a obligarla a luchar conmigo? —Abrí y cerré la boca varias veces, sin saber qué decir. Jamás lo habría visto como algo así—. Es un poco jugar a ser dios y… Cuando me di cuenta no me hizo nada de gracia.

»Supongo que podrías compararla con un eidolón, porque tiene sentimientos y es muy inteligente, aunque todavía no sabe hablar y solo se comunica conmigo por conexión mental

Asentí mientras miraba el anillo que Fátima tenía puesto. Era bonito, y probablemente era lo que sirviese para invocarla y hacer que ambas se comunicaran. Pero aún así el proceso mágico debía ser demasiado complejo como para que yo lo llevase a cabo.

Por ahora.

Se llama Ondina y vive en otro plano, pero puedo invocarla mediante este anillo. Quizás en unos años sea capaz incluso sin él. Y… sus limitaciones mágicas son las mías, mi cantidad de energía para mantenerla presente en este mundo. De momento es poca, aunque si entro en modo estilo puedo hacer que se quede durante más tiempo y sea más fuerte. Eso sí, si la dañas, se reconstruye sola. Como es de agua…

La miré, algo aturdido. Aunque ella insistía en que la sobrestimaba, crear a un ser con esas capacidades no era algo que todos pudieran hacer por muy avanzados que fueran. Y claro, luego estaba lo del Estilo: el poder que otorgaba era algo que se escapaba de mis manos.

Y pensar que la primera vez que lo había visto había sido a manos del monstruo de Aaron...y habíamos necesitado ser seis Aprendices y la Maestra Nanashi para reducirlo. Claro que no era el mismo caso, aunque no podía evitar preguntarme si yo lograría obtener algo así. Y si sería igual de poderoso que el de los demás.

Perdón, debo parecer una cotorra. —Le quité importancia con un ademán—.¿Y tú estás especializado en ilusiones y oscuridad?

Vacilé por un momento. Seguía pareciendo igual de amable que al principio, pero ahora no estaba tan seguro de que sus intenciones fueran las que yo me había creído. Había bajado la guardia por la conversación, tenía que estar alerta.

Noté como mis hombros se tensaron.

Principalmente en Oscuridad, ya que es mi Afinidad —especifiqué, esperando ver una sombra de horror en su rostro—. Pero hace poco comprendí que necesitaba algo más si quería mejorar. Y de todos los tipos, Ilusión me pareció el más interesante. Aunque... —Sonreí con malicia— el único hechizo que tengo por ahora es el que ya has visto.

»Pero espero poder hacer buenas combinaciones de ambas con el tiempo. ¿Tú tienes alguna Afinidad secundaria? A parte de Agua, quiero decir.

Pero Fátima llevó la conversación por otro terreno. Uno que me recordaba a la fuente con guillotina, a la muerte acechando y riendo en cada esquina. A los malditos vecinos pidiendo siempre favores. Al alcalde y su histeria contínua.

¿Cómo acabaste uniéndote a la Orden? ¿De qué mundo vienes?

No lo sé.

Pero por supuesto, no podía responderle eso. Desde siempre había sabido que yo no pertenecía a aquel lugar, pero ahora que Elizabeth me lo había confirmado estaba más perdido que nunca: porque habían llegado muchas cosas que afrontar. Demasiadas.

Carraspeé.

¿Conoces Ciudad de Halloween? Llena de criaturas “demoníacas”, la mayoría muy buena gente. Descubrí muy pronto que ese mundo no era para mí, a todos les entusiasmaba la llegada de la fiesta principal, pero era una ilusión que yo dejé de compartir bastante pronto. Y hace más de tres años, mientras decoraba uno de los cementerios, conocí a Ryota.

»Él me ofreció la oportunidad de conocer los mundos. De ver más allá de las falsas verdades, de satisfacer mis ambiciones y objetivos.

Me rasqué la cabeza, algo incómodo. Con Celeste hablar de mi pasado no había sido muy difícil, y es que a pesar de ser una completa desconocida sabía que pertenecía a Bastión Hueco. Mi hogar, mi única zona de confort en medio de todo el caos que se desataba a mi alrededor.

Pero quién tenía a mi lado ahora era Fátima. Una Maestra del bando que había despreciado durante tanto tiempo la oscuridad, la facción que había criado a un verdadero monstruo. Y lo más importante: los que se habían llevado a Saeko.

¿Y tú? —le comenté— ¿Dónde empieza tu historia?... ¿Y por qué?

Antes de que me diese cuenta me había estirado en el catre mirando hacia el bajo techo. Las velas amenazaban con apagarse en cualquier momento, pero por suerte no nos hacía falta la luz. Aquello me hizo decirle algo que de haberlo pensado fríamente, jamás hubiese dicho:

Eres Maestra —Mi tono se había vuelto algo más frío, la miraba a los ojos—. Y si no lo has hecho ya, pronto darás clases. ¿Qué harás cuando tengas que hablarles de la Oscuridad? ¿Les dirás lo mismo que lo que enseñaba Tierra de Partida? ¿Inculcarás el mismo miedo que os llevó al desequilibrio?

»En nuestro primer encuentro, Ryota me dijo algo que nunca podré olvidar: “Si crees en una justicia absoluta de la luz, y no en una propia, de nada servirán mis enseñanzas”. ¿De verdad creéis que una justicia ciega os llevará a la acción correcta?

Había conocido a muchos miembros de Tierra de Partida, elenco extenso de Maestros incluidos, pero por algún motivo Fátima no me parecía tan pedante como la mayoría de ellos. Por eso le preguntaba todo aquello, porque parecía de las pocas personas con las que podría hablar sin acabar tildado de sectario hacia arriba.

Aunque después de todo lo que le acababa de decir, aún estaba por ver si no me destrozaba ahí mismo.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 2:58 am

Principalmente en Oscuridad, ya que es mi Afinidad. —Fátima asintió sin alterar la expresión, consciente de que Saito estaba mirándola atentamente. La verdad, no le extrañaba. Ryota también tenía afinidad por Oscuridad y no era raro que buscara reclutar alumnos con esas capacidades. Sólo había que ver a Ragun—. Pero hace poco comprendí que necesitaba algo más si quería mejorar. Y de todos los tipos, Ilusión me pareció el más interesante. Aunque... el único hechizo que tengo por ahora es el que ya has visto.

Por ahora.—Fátima le devolvió la sonrisa.

Pero espero poder hacer buenas combinaciones de ambas con el tiempo. ¿Tú tienes alguna Afinidad secundaria? A parte de Agua, quiero decir.

Sí, tengo unas pocas—respondió, divertida—. Ahora mismo me estoy concentrando en Hielo, pero mientras creaba a Ondina me di cuenta de que tenía también cierta afinidad con la Luna y… Hace poco he descubierto que combinar Agua y Rayo es muy útil.—Sonrió de oreja a oreja—. Quién sabe, puede que un día sea capaz de crear una tormenta y todo.

Había bromeado de ello con Malik y sobre lo útil que podría ser. Pero era algo para lo que faltaba mucho, mucho tiempo. Antes había que ir paso por paso. Estaba planeando darle una hermanita a Ondina, una hermana de hielo, aunque todavía tenía reticencias y le inquietaba que Ondina pudiera tomárselo a mal. O que la segunda sí «saliera mal». En cualquier caso, todavía quedaba para que tomara la decisión final.

¿Conoces Ciudad de Halloween?

Un poco, aunque nunca he estado ahí—dijo.

Lo estudió con curiosidad. Había conocido a un par de aprendices llegados de Halloween y Saito no se parecía en nada a ellos. Sintió un chispazo de simpatía. Ella tampoco «pertenecía» a la sociedad del mundo donde había nacido, aunque sus circunstancias habían sido muy diferentes.

Él me ofreció la oportunidad de conocer los mundos. De ver más allá de las falsas verdades, de satisfacer mis ambiciones y objetivos.

Así que por eso le tenía tanto respeto. No era difícil imaginar que lo reverenciaba en extremo, pero ahora las cosas empezaban a cobrar más sentido. Si Nanashi hubiera sido más amable con ella, seguramente le habría pasado lo mismo. Vio cómo Saito se recostaba en la cama y se volvió un poco para poder verle mientras hablaba. Bueno, al menos se había relajado algo más.


¿Y tú? ¿Dónde empieza tu historia?... ¿Y por qué?

Haces que suene muy grandilocuente—rió por lo bajo. De inmediato supo que no podía contarle cómo la había reclutado Nanashi o perdería su confianza. Y en cuanto se despertaran iban a necesitar estar todo lo compenetrados posible—. No hay mucho. Nací en Atlántica y era la menor de ocho hermanos, así que siempre me sentí como una carga por muchos motivos. Al final decidí irme a algún lugar donde pudiera trabajar en algo que me gustara más que el campo… Donde ni siquiera habría tenido una tierra propia. Mi barco se hundió por culpa de unos Sincorazón y conocí a Nanashi, cuando todavía era Maestra de Tierra de Partida. La verdad es que no me hacía mucha gracia unirme. —Se encogió de hombros—. Me asustaba y no quería luchar contra los Sincorazón. Pero me acostumbré porque era lo que había.

«Y mírame ahora. Me pregunto qué pensarían mis padres, más allá de mi ropa…»

Hubo un silencio y de pronto Saito la miró con frialdad.

Eres Maestra.

¿Por qué todo el mundo insistía en recordárselo? Suficiente con que se machacaba ella sola recordándoselo cada día que se despertaba.

Y si no lo has hecho ya, pronto darás clases. ¿Qué harás cuando tengas que hablarles de la Oscuridad? ¿Les dirás lo mismo que lo que enseñaba Tierra de Partida? ¿Inculcarás el mismo miedo que os llevó al desequilibrio?

Se contuvo para no soltar un «aaah». Ya sabía a dónde quería dirigir Saito la conversación. Contuvo la irritación. No sabía si lo hacía por mero desafío o si de verdad sentía curiosidad por sus métodos.

En nuestro primer encuentro, Ryota me dijo algo que nunca podré olvidar: “Si crees en una justicia absoluta de la luz, y no en una propia, de nada servirán mis enseñanzas”. ¿De verdad creéis que una justicia ciega os llevará a la acción correcta?

Aunque tenía ganas de darle una patada, Fátima se cruzó de tobillos y respiró hondo. Calló un buen rato, pensando qué clase de respuesta debería darle. La verdad era que se había planteado más de una vez que haría si alguna vez tenía un aprendiz. En general serían adolescentes con sus propias ideas. Puede que incluso gente de su propia edad. Y ella no tenía la fuerza ni el carisma de sus Maestros. No podía hacer como ellos. Y tampoco tenía tanta experiencia como para poder enseñar bien a nadie.

Pero sí había algo que tenía claro desde hacía un tiempo y estaba segura de que no le iba a hacer mucha gracia a Saito.

La justicia no existe—respondió con firmeza—. Es una concepción que creamos nosotros para establecer un orden y sentirnos cómodos. Mi justicia es diferente a la tuya y a la de Bastión Hueco y se aproxima más a la de Ronin, aunque no coincido ni de lejos en todo con él. Lo que está claro es que todos cometemos errores. No somos infalibles.—Se miró la mano con la que había torturado a un hombre—. No creo que nada nos lleve a una acción correcta, ni lo que te diga Ryota ni lo que me diga Ronin, porque siempre haremos daño a alguien. Pero cuando llega el momento hay que actuar y yo creo en los ideales de Tierra de Partida, al menos en su mayoría, así que actúo conforme a ellos. Y lo que no me guste, tendré que intentar cambiarlo desde dentro ahora que tengo la oportunidad.

»Sobre lo otro… El día que tenga que hablar a un alumno de Luz u Oscuridad le diré que son tonterías, que es como creer en el Agua o la Tierra. Existen pero no dan órdenes. Solo son lo que son. Somos nosotros quienes les atribuimos lo que creemos que es bueno o malo. Si alguna vez tengo aprendices, les enseñaré que tenemos un deber con los mundos y que no todos van a darnos las gracias, pero que aun así debemos encontrar una forma de colaborar para proteger a la gente. Porque cuando nos peleamos entre nosotros… Cuando llevamos nuestros ideales al extremo, hay demasiadas muertes, nos desviamos de nuestro deber y perecen mundos. Por nuestra estupidez.
—Pensó en Villa Crepúsculo. En cómo había cambiado Nadhia desde entonces—. Creer que tienes la razón a veces es inevitable, pero siempre hay que intentar entender la postura del otro. Que puedas aceptarla o no, ya depende de ti y tus necesidades.—Fátima suspiró y miró a Saito a los ojos—. Hasta que conocí a Celeste, pensaba en todos los de Bastión Hueco como un conjunto de personas crueles y siniestras que me habían hecho daño o estaban dispuestos a hacerlo, ya fuera porque éramos enemigos o porque… No sé.—Frunció los labios. No iba a decirle lo que le habían hecho sus compañeros—. Nosotros hacemos lo mismo con vosotros y no voy a buscar justificación. Pero cuando Nikolai y Saeko se pasaron a nuestra casa me di cuenta a la fuerza de lo radical que era con ellos, de lo mucho que les despreciaba y… ¿Por qué? No eran motivos verdaderamente personales. He conocido a Saeko y, antes de saber que la otra era un Caballero, nos llevamos bien. Nikolai es un idiota, pero no es mala persona y fui injusta con él, aunque mi deber como Maestra debería era comportarme con más madurez. Lo hice por ideales. Ellos venían a intentar compartirlos y yo fui una idiota.—Se encogió de hombros—. Igual que ti no te gustan nuestros métodos, a mí no me gustan los vuestros pero… Quizás un día pueda sentarme a escuchar a Ryota y coincida con él. De momento creo que los dos bandos dicen muchas cosas y hacen otras diferentes a las que prometen.

Fátima esperó la respuesta de Saito con tranquilidad. Peor que las de Ragun no podían ser, o eso esperaba.

Después, tanto si le gustaba o no su respuesta, sugeriría que durmieran ya. A ella no le importaría bajarse al suelo —siempre y cuando al menos le diera la almohada—. A lo tonto había dormido en sitios mucho peores y al menos allí no hacía ni frío ni calor y estaba limpio. Dudaba que fueran a entrar bichos.

Buenas noches.

Se acurrucó y echó en falta el peso de Harun sobre su pecho.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:05 am

Un silencio amargo como respuesta fue todo lo que obtuve. Quizá después de todo si que había sobrestimado a la nueva Maestra de Tierra de Partida.

Será mejor que le diga de ir a dormir...

La justicia no existe

¿Perdón?—La miré con cierto escepticismo.

Es una concepción que creamos nosotros para establecer un orden y sentirnos cómodos. Mi justicia es diferente a la tuya y a la de Bastión Hueco y se aproxima más a la de Ronin, aunque no coincido ni de lejos en todo con él. Lo que está claro es que todos cometemos errores. No somos infalibles.

Callé. Por primera, y quizás última vez desde que había entrado en la Orden, quería escuchar lo que tenía que decir alguien de Tierra de Partida. Alguien que no te despreciara a las primeras de cambio, alguien que no te intentara corromper con el veneno de sus mentiras.

Adelante, intenta demostrarme que no todos merecéis la muerte más horrible de todas.

No creo que nada nos lleve a una acción correcta, ni lo que te diga Ryota ni lo que me diga Ronin, porque siempre haremos daño a alguien. Pero cuando llega el momento hay que actuar y yo creo en los ideales de Tierra de Partida, al menos en su mayoría, así que actúo conforme a ellos. Y lo que no me guste, tendré que intentar cambiarlo desde dentro ahora que tengo la oportunidad.

»Sobre lo otro… El día que tenga que hablar a un alumno de Luz u Oscuridad le diré que son tonterías, que es como creer en el Agua o la Tierra. Existen pero no dan órdenes. Solo son lo que son. Somos nosotros quienes les atribuimos lo que creemos que es bueno o malo. Si alguna vez tengo aprendices, les enseñaré que tenemos un deber con los mundos y que no todos van a darnos las gracias, pero que aun así debemos encontrar una forma de colaborar para proteger a la gente. Porque cuando nos peleamos entre nosotros… Cuando llevamos nuestros ideales al extremo, hay demasiadas muertes, nos desviamos de nuestro deber y perecen mundos. Por nuestra estupidez. Creer que tienes la razón a veces es inevitable, pero siempre hay que intentar entender la postura del otro. Que puedas aceptarla o no, ya depende de ti y tus necesidades.

Vaya vaya.

Parecía que Fátima se había informado de mí lo suficiente, porque dudaba que estuviera generalizando en ese preciso momento. Fuera o no un consejo, decidí no intervenir por el momento. Aún parecía tener cosas que contarme.

Hasta que conocí a Celeste, pensaba en todos los de Bastión Hueco como un conjunto de personas crueles y siniestras que me habían hecho daño o estaban dispuestos a hacerlo, ya fuera porque éramos enemigos o porque… No sé.—Vaciló—. Nosotros hacemos lo mismo con vosotros y no voy a buscar justificación. Pero cuando Nikolai y Saeko se pasaron a nuestra casa —Traté de mantenerme sereno, pero fue inútil— me di cuenta a la fuerza de lo radical que era con ellos, de lo mucho que les despreciaba y… ¿Por qué? No eran motivos verdaderamente personales. He conocido a Saeko y, antes de saber que la otra era un Caballero, nos llevamos bien. Nikolai es un idiota, pero no es mala persona y fui injusta con él, aunque mi deber como Maestra debería era comportarme con más madurez. Lo hice por ideales. Ellos venían a intentar compartirlos y yo fui una idiota. Igual que ti no te gustan nuestros métodos, a mí no me gustan los vuestros pero… Quizás un día pueda sentarme a escuchar a Ryota y coincida con él. De momento creo que los dos bandos dicen muchas cosas y hacen otras diferentes a las que prometen.

Me reincorporé. No muy seguro de lo que debía decirle, ni de lo que verdaderamente quería contarle.

No puedo ver las cosas de la misma manera que tú, aunque supongo que eso ya te lo esperabas. Yo también tengo mi propia manera de hacer justicia, basada en lo que he aprendido de Bastión Hueco y de las experiencias que he tenido en estos años. ¿Siempre tendrá que morir alguien? Quién sabe, pero siempre que pase será nuestra culpa por no haber hecho lo suficiente. Pero no podemos hacer nada por evitarlo. Y por cada muerte mejoraremos, no es algo bonito de aceptar, pero cada sacrificio nos llevará más lejos. A dar más de nosotros mismos.

»Ya sea Ronin el que se equivoca o Ryota… veo bien que intentes cambiar algunas cosas desde dentro. Quizá así consigas que un día nadie se tenga que sacrificar.

Lo que venía ahora era lo difícil de asimilar. Para ambos. Podía ver en los ojos de Fátima Laforet un reflejo que me era familiar, la fuerza de una determinación.

Tus propósitos son nobles, pero no voy a mentirte: dudo que llegue entender la postura que llevó a Tierra de Partida a criar a un monstruo como Aaron o a hacer lo que hicieron. Al igual que dudo que comprendas lo que hizo que Ryota abandonara la Orden y las acciones por las que siempre se le ha condenado. Y por extraño que parezca, no te lo reprocharé.

Suspiré y me encogí de hombros

Sé que de todos los miembros de Bastión Hueco soy el menos predilecto para cualquiera de Tierra de Partida, pero tengo mis propios motivos. Más allá de ideales, más allá de una justicia propia, más allá de lo radical que se me considere… Si para llevar mis objetivos a cabo tengo que ganarme el odio de todo tu bando, que así sea. Ellos tampoco me caen bien.

»Yo también me acabaré convirtiendo en Maestro tarde o temprano. Y entonces yo también intentaré cambiar desde dentro lo que vea necesario. ¿Y sabes? —Reprimí una sonrisa—. Quizá en ese entonces no sea capaz de sentarme con Ronin a hablar... pero podría hacerlo contigo.

Acepté de buena gana la propuesta de ir a dormir, aunque la detuve antes de que bajara al suelo. No sería justo, y menos si al sacerdote le daba por venir a despertarnos de buena mañana… sería raro que uno de los dos estuviera durmiendo en el suelo.

Hay espacio para los dos. He dormido en sitios mucho más estrechos.

Mentía, pero no tenía por qué saberlo.

Buenas noches.

Igualmente, hasta mañana.

Y cerré los ojos, con el ruido de la lluvia como único compañero.

***


«¿Y si ella no quería nacer así, qué derecho tengo a obligarla a luchar conmigo? Es un poco jugar a ser dios y… Cuando me di cuenta no me hizo nada de gracia.»


Un trueno me despertó. Estaba sudando, no sabía qué hora era y las palabras de Fátima Laforet resonaban en mi cabeza como un tambor constante. Jugar a ser Dios. Eso era lo que ellos habían hecho conmigo y con Alice.

Y si la magia para crear vida estaba al alcance de Maestros, quizá lo estaría también la que me permitiese liberar a Alice y darle un cuerpo. ¿Pero cómo podía hacerlo?…

El eco de unos chillidos desgarradores y lejanos me hizo estremecer.

Fátima, ¿estás despierta? —susurré, llegando a sacudirla por los hombros si veía que no estaba despierta—. Creo que tenemos visita. Y no precisamente del Cardenal.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 3:07 am

Tus propósitos son nobles, pero no voy a mentirte: dudo que llegue entender la postura que llevó a Tierra de Partida a criar a un monstruo como Aaron o a hacer lo que hicieron. Al igual que dudo que comprendas lo que hizo que Ryota abandonara la Orden y las acciones por las que siempre se le ha condenado. Y por extraño que parezca, no te lo reprocharé.

Fátima se encogió un poco de hombros. No podía decir nada sobre Aaron porque no había estado en la Orden cuando sucedió aquello y tenía la impresión de que todos los Caballeros habían pagado ya un precio lo suficiente alto como para que Saito les echara nada en cara. Al menos él estaba vivo. En cuanto a Ryota… El gesto de Fátima se ensombreció un poco. No iba a olvidar lo que ocurrió cuando los llevaron a Bastión Hueco.

Sé que de todos los miembros de Bastión Hueco soy el menos predilecto para cualquiera de Tierra de Partida, pero tengo mis propios motivos. Más allá de ideales, más allá de una justicia propia, más allá de lo radical que se me considere… Si para llevar mis objetivos a cabo tengo que ganarme el odio de todo tu bando, que así sea. Ellos tampoco me caen bien.

«Ellos. ¿No me incluyes?»

Fátima no sabía de qué estaba más sorprendida, si porque no la incluía dentro de Tierra de Partida o si es que no la incluía dentro de los que le caían mal. ¿O es que había sido un error…?

Yo también me acabaré convirtiendo en Maestro tarde o temprano. Y entonces yo también intentaré cambiar desde dentro lo que vea necesario. ¿Y sabes?

Sorpréndeme.

Quizá en ese entonces no sea capaz de sentarme con Ronin a hablar... pero podría hacerlo contigo.

Fátima se quedó mirándolo con los ojos abiertos de par en par. Luego se ruborizó un poco y agradeció que las velas no iluminaran demasiado. Así que el problema de Saito era más con la idea de que los mayores influenciaran demasiado a los nuevos aprendices. Le hizo un poco de gracia teniendo en cuenta lo mucho que defendía y respetaba las acciones de Ryota, hasta el punto de que parecía algo ciego con cualquier error de su Orden. Pero supuso que les pasaba a todos. Antes había tenido que contener las ganas de darle una colleja y que dejara de ser tan… radical. Pero con eso la había desarmado.

Espero que entonces un día podamos sentarnos a hablar los dos.

Saito la detuvo antes de que pudiera sentarse en el suelo.

Hay espacio para los dos. He dormido en sitios mucho más estrechos.

Fátima fue a balbucear una protesta, pero tenía la impresión de que entonces dañaría un poco el orgullo de Saito, que se estaba esforzando por ser amable con ella. Se mordió el labio inferior. Una cosa era dormir con una chica desconocida —que ya hacía que lo pasara lo suficiente mal por si acaso se descubría algo sin querer— como Celeste, pero con Saito…

Lo cierto era que el suelo no la atraía demasiado. Se acurrucó en el borde de la cama tras darle las gracias.

Igualmente, hasta mañana.

****


Fátima levantó la cabeza al escuchar los chillidos. No se veía absolutamente nada.

Fátima, ¿estás despierta?

Por un momento se preguntó qué le había pasado a la voz de Malik. Luego recordó dónde estaba y farfulló:

Sí.

Creo que tenemos visita. Y no precisamente del Cardenal.

Eso parece.

Encendió una pequeña llamita y prendió las velas, que ya estaban bastante consumidas. El aro de luz apenas sí llegaba a ahondar un par de palmos en la oscuridad. Suerte que no tenían que vestirse.

Si hemos atraído a los Sincorazón, más nos vale acabar con ellos y alejarnos de aquí antes de que provoquemos más víctimas —dijo a Saito sin elevar mucho la voz. Invocó su Llave Espada. Quizás así los atrajeran—. No podemos usar magia, así que mejor que nos cubramos mutuamente las espaldas y no hagamos nada llamativo.

En cuanto salieron al pasillo las voces de los hombres se volvieron más intensas y Fátima apretó el paso, sin atreverse a correr por si la vela se apagaba. Al llegar al claustro, el mundo se iluminó un poco. El cielo todavía estaba grisáceo, pero debía faltar poco para el amanecer.

¡Cuidado!

Por culpa de las sombras fue difícil distinguirlas pero unas Neosombras, que estaban persiguiendo a un grupo de aterrorizados clérigos, perdió de súbito interés por estos y fueron tras ellos.

Fátima esquivó el tajo de la primera, enredó el brazo de la misma alrededor de su Llave Espada y le asestó una violenta patada en el pecho. Aprovechó esos instantes para comprobar que no había más Sincorazón. Esperó que los curas, que debían haber estado haciendo sus rezos matutinos, hubieran escapado a tiempo y los Sincorazón no hubieran podido atrapar a ninguno.

La batalla fue simple. Al menos teniendo en cuenta que acababan de despertarse, que los había pillado por sorpresa y que eran tres impresionantes Neosombras. Fátima se llevó un tajo en una pierna, pero no era nada en comparación con la violencia que había demostrado el otro Sincorazón. Cuando hicieron desaparecer a las tres, Fátima dio un tirón a la ropa de Saito y se dirigió hacia la catedral.

Esperemos que podamos encontrar a tu Cardenal en su palacio o donde viva. No vamos a quedarnos aquí para que nos acusen de brujos o algo similar—advirtió con gravedad.

Eso significaba que no podían acercarse a ver cómo estaban los sacerdotes pero, si ponían en una balanza su bienestar con que de pronto media ciudad los buscara y no pudieran moverse con libertad…

Atravesaron la nave de la catedral rápidamente, iluminada por un bosque de velas, y Fátima se precipitó hacia la pesada salida. Miró hacia atrás para asegurarse de que Saito iba con ella y chocó bruscamente con alguien.

¡Atrás, piojoso!

Fátima se echó a un lado antes de que una enorme manaza cubierta por un guantelete pudiera empujarla.

Tranquilo, Francis, no ha pasado nada.

Se volvió hacia el hombre con el que había chocado. Era muy atractivo y bastante joven. Y vestía un traje rojo… De Cardenal.

Spoiler: Mostrar
Imagen


El hombre, que sonreía con tranquilidad, se quedó de piedra al reconocer a Saito.

Tú…
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:15 am

La luz de las velas era lo único que iluminaba un poco el camino. Una en manos de Fátima y la otra en la mía, ambas Llave Espada recién invocadas. Quizá no pudiéramos utilizar magia, pero aún teníamos muchas otras maneras de reducir a los Sincorazón.

Eso si no se trataba del jefe que habíamos dejado en el cementerio... ¿Habría venido en nuestra busca? Traté de respirar hondo y negar con la cabeza.

Si fuera él ya habríamos olido el fuego.

El rastro de voces nos guió hasta el claustro, en el que la luz del cielo todavía se reflejaba en un melancólico gris. Parecía que de un momento a otro empezaría una tormenta.

¡Cuidado!

Me agaché sin saber por qué. De mientras, el grupo de sacerdotes trataba de huir despavorido de los Sincorazón. Tres Neosombras acababan de fijarse en nosotros, sus ojos amarillos resplandecían en la oscuridad.

Ya fuera por el cansancio o el hecho de estar recién levantado, una de ellas estuvo a punto de hundir sus garras en mi pecho si no hubiera rechazado el golpe con la Llave Espada. Algo más alerta, me fijé en que Fátima estaba encargándose también de una de ellas sin apenas dificultades y que una segunda se dirigía hacia ella casi sorprendiéndola.

Ahogué una exclamación y me dejé de juegos, abalanzándome contra mi rival, utilizando como recurso inesperado la katana para desestabilizarlo y rematar la faena con la Llave Espada. Tenía un buen tajo en el hombro, y otro dos más superficiales en la pierna izquierda, pero aguantaría. Para cuando intenté ayudar a la Maestra de Tierra de Partida, me encontré con que ya había terminado prácticamente con los dos Sincorazón y yo solo contribuí en una torpe estocada que se entrecruzó con la de ella.

Me quedé mirando a Fátima, algo embobado, cuando ésta tiró de mí para que la siguiese hacia Dios sabe dónde.

Esperemos que podamos encontrar a tu Cardenal en su palacio o donde viva.

No sé donde vive, pero supongo que se puede preguntar.

No vamos a quedarnos aquí para que nos acusen de brujos o algo similar

Asentí, admitiendo que lo mejor que podíamos hacer era irnos. Que curiosamente dos extraños se resguardaran de la noche en la Catedral y los demonios la atacasen no nos daría una muy buena imagen el resto del tiempo que pasásemos en París hasta derrotar al causante de la plaga.

Miré atrás un momento, no había ni rastro de los sacerdotes aunque tampoco se oía nada. Con suerte habríamos llegado a tiempo y sólo les quedaría el susto.

Seguro que están bien, no hemos tardado nada en...

Lo que pasó a continuación me dejó desconcertado. Estuve a punto de chocarme con Fátima, la cual se hizo a un lado para evitar la mano que intentaba agarrarla.

¡Atrás, piojoso!

Desagradecidos…

Si bien era cierto que no podía saberlo, acabábamos de salvar su Catedral del ataque de los Sincorazón. Que los hubiésemos o no atraído nosotros era otra cuestión.

Tranquilo, Francis, no ha pasado nada.

La voz detuvo al hombre, que parecía algo disconforme con no poder castigar a la Maestra de Tierra de Partida. Enarqué una ceja al ver de quién se trataba, habíamos tenido mucha suerte, una suerte que compensaba el trato que los gitanos y el resto de habitantes nos había dado hasta entonces.

Spoiler: Mostrar
Imagen


Tú…

¿Les conoce, mi señor?

Ha pasado mucho tiempo, señor Cardenal. —Sonreí con cierta nostalgia—. Pero le estábamos buscando, nos gustaría tener una pequeña audiencia con usted…

¡Imposible! —gritó el hombre que Armand había llamado Francis—. El Cardenal tiene mucha cosas que hacer, mejor que volváis a la cloaca de la que habéis salido.

Armand seguía sin reaccionar. Para bien o para mal, lo único que podía hacer era convencerle para que nos recibiera, aunque fuera durante cinco minutos.

Sabemos que el Cardenal está muy ocupado. —Mis ojos se posaron en él, tratando de descubrir en él alguna reacción que fuera más allá de la estupefacción—. Por eso no tardaremos mucho, no le molestaríamos si nuestra consulta no fuera urgente.

Me miró, todavía aturdido y levantó una mano antes de que el protestón de Francis continuara lanzando pullas contra nosotros.

Está bien Francis, es un conocido. Le ruego que me espere en la sacristía, no tardaré unirme al resto de sacerdotes.

Se fue, no sin antes dirigirnos una mirada de puro odio y chocar adrede contra mí. Le resté importancia al ver que Armand nos señalaba unos bancos en los que sentarnos.

¿Y bien? —su sonrisa era nerviosa, y se notaba que temblaba—. ¿A que se debe esta visita?

Verás...

***


Ya fuera por haber visto que esos demonios podían controlarse durante el Festival de los Bufones, o porque había sobrevivido de manera milagrosa a la herida que Mateus Palamecia le había abierto en el pecho, Armand parecía haber sospechado que tarde o temprano vendríamos. No era alguien obcecado en echarle la culpa a los demás, lo había visto muy bien.

Y no se mostró escéptico ante nuestro principal sospechoso acerca de la Plaga que tan asolada tenía a los parisinos.

El verdugo… —se llevó la mano al mentón—. Coincidí con él un par de veces. Era un hombre humilde, tenía una familia y lo único que quería era sacarla adelante. Pero su esposa y su hijo se pusieron enfermos, y cuentan que un día al volver del trabajo se los encontró muertos.

Eso tuvo que ser terrible.

Según he oído por los sacerdotes de Notre Dame, dicen que enloqueció hasta el punto de llamar al Diablo con tal de traerlos de vuelta. —Hizo rápidamente el símbolo de la cruz—. Pero no sólo eso: los más allegados a él juran que la Bestia, como no se podía esperar otra cosa, lo manipuló a su antojo e hizo cargar en su espalda el cuerpo de su mujer e hijo, transformándolo en una aberración a su servicio. Su alma no podrá descansar en paz y… —calló un momento—. Algunos parisinos juran haberlo visto en el cementerio, vagando sin rumbo.

»Todo el mundo dice que la enfermedad va allá donde él pisa, como si fuera uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. La Santa Inquisición está pensando en abrir una investigación e intervenir pero —las comisuras de sus labios se alzaron— algo me dice que ya no hará falta.

Muchas gracias por todo Armand, haremos todo lo que esté en nuestra mano.

Intercaló una mirada nerviosa con nosotros y el camino por el que se había ido su compañero. No supe muy bien cómo interpretarlo: ¿estaría Armand incómodo conmigo? Si bien era cierto que nuestro encuentro no le había traído mucha suerte… seguía vivo. Era más de lo que podían decir muchos.

Ahora si me disculpáis, debo reunirme con el Padre Francis y el resto de sacerdotes antes de que piensen que me habéis hecho algo. Os deseo mucha suerte a los dos

Esperé un momento por si Fátima quería añadir algo más, y entonces le pedí que volviéramos al cementerio a por el Sincorazón. Teníamos el diario del verdugo, y se me había ocurrido un plan para llamar la atención de nuestro enemigo, el cual le iría contando a la Maestra de Tierra de Partida por el camino.

Fuera, había empezado a llover. Las calles de París estarían casi desiertas, lo cual nos ayudaría a combatir sin muchas preocupaciones.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 3:20 am

Después de superar la impresión de que un Cardenal pudiera ser tan joven y atractivo, Fátima decidió que lo mejor que podía hacer era mantenerse al margen para no meter la pata y dejar hablar a Saito. Con todo, le pareció que el chico había juzgado un poco mal al religioso: no parecía muy contento de verles a ninguno de los dos.

Al menos parecía dispuesto a colaborar. Escuchó la historia del verdugo en silencio, frunciendo poco a poco el ceño. ¿Cómo que se encontró muerta a su familia? ¿Así, sin más? Luego su atención se desvió al escuchar lo del Diablo.

Algunos parisinos juran haberlo visto en el cementerio, vagando sin rumbo.Todo el mundo dice que la enfermedad va allá donde él pisa, como si fuera uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis. La Santa Inquisición está pensando en abrir una investigación e intervenir pero algo me dice que ya no hará falta.

Fátima lanzó una mirada fulminante a Saito. ¿Qué era lo que le había dicho a Armand sobre su… profesión?

Muchas gracias por todo Armand, haremos todo lo que esté en nuestra mano.

A Fátima no le dio muy buena espina lo nervioso que parecía el Cardenal y eso incrementó su inquietud. ¿Los delataría? Suponía que no, podría haber intentado alejarse de ellos antes y se veía que tenía miedo de la Plaga, como era normal. ¿Entonces era simple inquietud ante la magia o ante un mal recuerdo?

Ahora si me disculpáis, debo reunirme con el Padre Francis y el resto de sacerdotes antes de que piensen que me habéis hecho algo. Os deseo mucha suerte a los dos.

Cardenal—intervino Fátima antes de que terminara de levantarse. No recordaba cómo debería dirigirse a alguien de tan alto cargo, así que decidió ser directa si iba a quedar como una maleducada—: ¿Se sabe por qué murió la familia del verdugo?

No podía dejar de pensar en la casa destrozada. Puede que no hubiera sido una muchedumbre furiosa. No tenía sentido si temían al verdugo. Pero…

El Cardenal pareció entre contrariado y nervioso. Miró en derredor y luego bajó la voz:

Los verdugos no son muy apreciados por la población, muchacho, y durante los últimos años ha tenido más trabajo que en toda su vida con los gitanos y muchos otros sujetos indeseables. He escuchado que su esposa cayó enferma. La gente… lo interpretó como un augurio. Un castigo.—Apretó los labios—. Por eso el pueblo no debería tomar decisiones por su cuenta.

Se alejó sin volver a mirarlos. Fátima se quedó sin palabras. Luego se volvió hacia Saito y pensó en el diario que habían encontrado. Seguramente el Verdugo había sido creyente, seguro que había querido ser feliz. Era un hombre inteligente, culto, sabía escribir. No tenía ni idea de cómo había acabado dedicándose a algo así, pero su familia debía haberlo sido todo para él.

Lo suficiente para maldecir a Dios.

Tenemos que acabar con él—murmuró Fátima en cuanto salieron a la calle.

Llovía, la humedad los envolvía por todas partes. Se sentía extrañamente ligera, a pesar de cómo se le revolvía el estómago, que notaba como una piedra. Pensó en el aspecto de la criatura. En las tres máscaras. Se estremeció y le subió una arcada por la garganta. Nunca antes había pensado seriamente en que los Sincorazón una vez habían sido personas.

Cómo había podido ser tan estúpida.

Escuchó el plan de Saito mientras se dirigían una vez más hacia el cementerio. Asintió. Sí, podía funcionar, pero no estaba muy segura. Por si acaso, invocaría a Ondina desde el principio.

Voy a atacar con todo—dijo—. La gente no merece morir por la locura de un único hombre… pero también tenemos que salvarlo. No todos hicieron daño a su familia. Suficiente se ha castigado a sí mismo.

Avanzó el resto del camino en silencio.

*


Como había temido, el cementerio estaba embarrado y eso ralentizaría sus movimientos. Al menos no tendrían que preocuparse por un incendio.

Se volvió hacia Saito, mientras toqueteaba el anillo de Ondina e invocaba a la esencia. La criatura apreció tras ella y se asomó por encima de su hombro, registrando el lugar y luego mirando con curiosidad a Saito.

Las dos te cubriremos pero… Si veo que no va a funcionar, atacaré, así que tienes que estar preparado… Y no te hagas muchas ilusiones. Dudo que sea capaz de recordar nada.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:26 am

Cada pisada amenazaba con hundirme un poco más en el barro del cementerio, ahora vacío a simple vista. Cerré los ojos para dejar que la lluvia me reconfortara un momento, consciente de lo que íbamos a hacer con lo poco que quedaba del Verdugo.

Aunque si mi plan funcionaba, quizás...

Las dos te cubriremos. —Miré a Ondina, esbozando una sonrisa—. Pero… Si veo que no va a funcionar, atacaré, así que tienes que estar preparado… Y no te hagas muchas ilusiones. Dudo que sea capaz de recordar nada.

Lo entiendo y estaré preparado, pero por probar tampoco perderemos nada por intentarlo. De poco servirá aquí su fuego.

Respiré hondo, preocupado por no saber si funcionaría, mientras me alejaba de mis dos aliadas. Saqué el diario y lo envolví en mi chaqueta. No sería el método más eficaz del mundo, pero serviría por el momento.

Lo alcé en el aire y empecé a leer la entrada que le había enseñado a Fátima a pleno pulmón. Un trueno resonó, dándole aún más dramatismo al hecho de intentar atraer a un Sincorazón leyendo el diario de su parte humana, si es que todavía estaba por alguna parte.

Esto es una locura…

El sonido en ristre de algunos de los farolillos siendo arrastrados por el fango me alertó. Levanté la vista para ver a las máscaras mirándome mientras hablaba, aunque me era imposible saber cuál de las tres se trataría de la del Verdugo… ¿la primera quizás? Lo único bueno era que todavía no me había atacado.

Pero entonces empezó a disparar aquel maldito fuego.

Ondina se puso por delante y se llevó gran parte del impacto, aunque el susto me hizo soltar el libro en el acto, el cual empezó a hundirse en el fango.

¡Mierda!

Rebusqué y lo cogí a tiempo de ver como se había vuelto a multiplicar. Cuatro copias idénticas avanzaban sin un objetivo fijo, aunque dos se habían quedado a pelear con Ondina, la cual no parecía estar en demasiados problemas, y otra iba a por Fátima.

Le lancé una Flama Tenebrosa que le hizo retroceder mientras volvía a leer, no podía darme por vencido todavía. Los monstruos tenían solución… a esas alturas no sabía si lo estaba haciendo por el Sincorazón o por mi.

Volví a intentarlo.


Los días se me hacen cada vez más duros y largos. Los gitanos son condenados con cada vez más frecuencia, la misma con la que visitan mis sueños para volverlos sangrientas pesadillas. Más de una vez me he planteado dejar el empleo… ¿pero de qué viviríamos? El Juez Frollo me aseguró que mientras trabajara no le faltaría de nada a mi familia.


El fuego me golpeó en la pierna. Lancé un grito de dolor mientras le atacaba con una Rotura Oscura que consiguió apartarle.

Tenía que salir bien.

Pero aunque no estuviéramos bajo su muda amenaza, no podría dejarlo. Sea más o menos honrado, este oficio le permite vivir a mi mujer y mi hijo en paz e incluso con algún pequeño lujo. Sus sonrisas son las que me empujan a seguir adelante.


Las copias se habían girado en mi dirección, ignorando a sus rivales, y preparaban una nueva ráfaga de ataques que no podría esquivar porque mi enemigo me tenía acorralado contra una lápida. Pero confiaba en que Fátima y Ondina lo evitarían. Había conseguido llamar la atención de todos por leer el diario.

Existía una brizna de esperanza después de todo.

Ya vendrán tiempos mejores.


Frenó en seco. Y por un momento en toda mi vida de Portador, sentí como si un Sincorazón me estuviera mostrando sentimientos humanos.

Y entonces el filo de una espada se quedó a escasos centímetros de mi rostro. La máscara se había roto, atravesada por completo. La figura gimió hasta desaparecer, y tres pequeños corazones empezaron a ascender al cielo. Pero no había sido Fátima ni Ondina la que los había liberado, lo supe en el momento en el que la Oscuridad los devoró sin piedad.

Spoiler: Mostrar
Imagen
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 3:28 am

Por un momento, pareció que iban a conseguirlo. O puede que no. Fátima estaba tan concentrada en destruir al Sincorazón que no supo si se imaginó o fue pura casualidad la forma en la que prestó atención a Saito.

En cualquier caso, nunca tuvo la oportunidad de comprobarlo. Algo destruyó a lo que quedaba del verdugo. Una espada que surgió de la tierra, como si fuera una justiciera del Infierno. Fátima sintió que el pecho se le encogía al ver que surgían tres corazones. Tres.

«No puede ser…»

No tuvo, una vez más, tiempo para pensar en nada porque de pronto surgió ante ellos, una figura. Fátima, al estar de espaldas a la misma, no llegó a ver qué era lo que hacía, pero sí notó cómo absorbía la Oscuridad que el Sincorazón había dejado atrás.

«Dios mío, este sí que parece un demonio.»

Era gigantesco, formado por calaveras y jirones de oscuridad, no le llegarían ni a la cintura. Contempló con inquietud su guadaña y pensó en ese ataque. Comprendió que, la matara más tarde Lyn o no, iban a depender de los glider si no querían que…

¡Cuidado!

Invocó un Oleaje, que prácticamente la dejó sin magia, sobre el que montó par arrojarse lo más rápido posible sobre Saito. Consiguió aferrarlo por la cintura y aprovechar el violento impulso del agua para levantarlos en volandas —tampoco es que fuera muy robusto— y alejarlo en el último instante de la hoja de oscuridad que surgía del suelo, dispuesta a cortarlo en dos.

¡Contraataca! ¡Rápido! —gritó Fátima, intentando aprovechar el impulso antes de que el agua se desvaneciera.

Luego los dos rodaron por el suelo. Fátima no se concedió ni un instante, aferró a Saito por la ropa y tiró de él para obligarlo a levantarse a correr: un temblor en el suelo le había advertido del nuevo ataque. Parecía que venía precedido por una especie de gemido de ultratumba.

Y, aun así, no fueron lo suficiente rápidos. Sintió una vaharada de aire frío entre sus pies y, con horror, comprendió que iba a perder como mínimo una pierna. Entonces algo les empujó a un lado, algo fresco y húmedo. Cuando Fátima se limpió los ojos de barro, vio que había sido Ondina quien había acabado cortada en dos. Solo que ella podía rehacerse… y ellos no.

«¡Lo siento… y gracias!» pensó, lamentando que Ondina hubiera tenido que pagar por su lentitud.

Saito—gruñó, apoyándose sobre los codos para incorporarse. Podían ver sin problemas al gigantesco Sincorazón, avanzando pesadamente y con asquerosos ruidos de succión en medio del barro—, míralo, es lento… Y la lluvia lo entorpece. Tenemos que atacarlo desde el aire y con todo lo que tengamos.

Dicho esto, se bebió un par de éteres y activó su Estilo. Ondina, que estaba en proceso de reformarse, apareció con su forma más poderosa.

Spoiler: Mostrar
Imagen


Luego invocó su glider y se alzó, rezando porque, con esa tormenta, nadie saliera a ver qué eran los ruidos que venían desde el cementerio. Por suerte y desgracia —porque costaría más diferenciar los ataques—, cada vez estaba más oscuro y las nubes se acumulaban como una amenazadora masa sobre ellos, como si quisieran hacerles caer el mundo encima.

¡Ondina, a por él!

Se elevó en el glider, preparando sus estacas de hielo.

¡Voy a…! ¡Ah!—Fátima tuvo que hacer una violenta pirueta para esquivar la onda cortante de oscuridad, tres veces más grande que ella, que el Sincorazón arrojó al cortar el aire. La onda expansiva la alcanzó y la hizo dar varias vueltas de campana antes de que pudiera recobrar el control del glider. Conteniendo las ganas de vomitar, Fátima vio cómo Ondina atacaba por la espalda al Sincorazón y atraía su atención—. ¡Saito, voy a limitar sus movimientos!

Hizo caer estacas de hielo desde el cielo, que atravesaron por varios puntos al demonio. Suponía que no durarían mucho, pero podían concederles unos instantes.

Entonces, algo la inmovilizó. Cuando miró hacia abajo, ahogó un alarido de asco y miedo. Unas seis enormes manos de un blanco fantasmal habían surgido del suelo y habían aferrado su glider y ahora trataban de aferrarle las piernas. Eran tan grandes que debían medir al menos cuatro metros.

¡Atácale!—gritó Fátima, sin saber si se refería a Saito o a Ondina, cuando las falanges le envolvieron todo un muslo y apretaron con tanta fuerza que escuchó un chasquido. Atacó con su Llave Espada, tampoco es que el glider le sirviera en ese momento, y el filo rebotó—. ¡Rápido!
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:34 am

No podía moverme.

No era culpa del Sincorazón, ni de las quemaduras que tenía en la piel. Era algo que iba más allá, como si acabara de visualizar un presagio de mi futuro. La predicción que anunciaba el final del monstruo.

Dejé caer el diario, sin fuerzas, contra el lodo que empezó a devorarlo. ¿Por qué era todo tan difícil? ¿Por qué no podía acabar todo de una vez?...

¡Cuidado!

Apenas conseguí distinguir la voz de Fátima, pero mi cuerpo se elevó en el aire y por un momento pensé que estaba volando. Pero se trataba de la Maestra de Tierra de Partida, que me había cogido en brazos. La miré con aire abatido: ¿qué era ese ímpetu que la movía? ¿Cuáles eran sus metas? Apenas sabía nada de ella, pero la respetaba.

Más que cuando la había visto levantarse para pelear en Agrabah. Más que a cualquiera de Tierra de Partida en toda mi vida.

¡Contraataca!

«¡Rápido!

Mi mano libre apuntaba al Sincorazón y, sin pensar, le lancé una Explosión de Oscuridad. O así debería haber sido. Partió la bola de un golpe antes de que le diera tiempo a dividirse, con un resultado casi nefasto. A pesar del daño que había recibido, la prematura onda expansiva nos tiró al suelo.

Un tirón me levantó en el acto, mis ojos se encontraron con los de Fátima. ¿Por qué no me dejaba ahí y me usaba de cebo? ¿Por qué no podía ser tan horrible como lo eran el resto de los suyos? ¿Por qué tenía que intentar demostrar que me equivocaba?

Estaba tan empapado que me costó distinguir el tacto de Ondina del de Fátima, siendo la esencia de agua la que me había empujado contra el suelo. A tiempo de que el filo de la hoja de nuestro enemigo la rebanara por la mitad. Ahogué una exclamación, antes de recordar que ella podía volverse a juntar.

¿Podrá morir?

Saito —Me enderecé en el acto, temiendo haber planteado esa cuestión en voz alta—, míralo, es lento… Y la lluvia lo entorpece.

Observé el avance del demonio que se había llevado tantas vidas, y otras tantas a las que había contagiado de un modo repugnante. Y lo peor de todo era que aunque todo pasase, la culpa sería siempre del verdugo y su familia.

Tenemos que atacarlo desde el aire y con todo lo que tengamos.

Reaccioné, antes de cometer cualquier estupidez. Quizá por primera y última vez en mi vida.

¿Y si también puede invocar la cuchilla en medio del aire? Aún no sabemos nada de él, ni sus patrones ni si...

Sacudí la cabeza, mientras me llevaba una mano al rostro y dejaba escapar una risa nerviosa. ¿Qué más podíamos hacer? ¿Esperar a que se escapara y siguiera matando parisinos? Además Fátima no parecía dispuesta a detenerse ahora, yo tampoco podía hacerlo.

Tenía que demostrar que yo también era capaz de luchar. Que yo también podía ser útil.

Estuve atento a cualquier señal de Fátima, mientras esperaba que el Sincorazón todavía no tratara de atacarnos. Parecía analizarnos, del mismo modo que lo habíamos hecho nosotros. Pero era nuestro turno, nuestro momento para hacernos con la victoria.

Para vengar lo que acababa de hacerle al verdugo y su familia.

¡Ondina, a por él!

Imité a la Maestra, utilizando el Glider para elevarme un par de metros en el aire.

¿Algún plan concreto?

¡Voy a…! ¡Ah!

Me aparté con brusquedad, mientras Fátima maniobraba por el cielo con tal de esquivar lo que fuera eso que le había lanzado. A pesar de ser lento, no nos daría un respiro.

¡Saito, voy a limitar sus movimientos!

Cinco enormes filos helados cayeron sobre el Sincorazón, imitando una especie de justicia divina. Le hubieran hecho más o menos daño, era una oportunidad de oro para seguir atacándole. Aceleré con el Glider, y frené en seco al mirar por el rabillo del ojo y ver a Fátima inmovilizada.

¡Atácale!

Vacilé un momento, mientras Ondina obedecía las órdenes de su creadora. De poco nos servía tenerlo inmovilizado si ella no podía acercarse a...

¡Rápido!

Apreté los dientes con fuerza y antes de centrarme en el Sincorazón disparé una Flama Tenebrosa+ al suelo del que surgían las falanges que la retenían. Esperaba que con eso pudiera ayudarla, aunque fuera un poco.

Pero no me quedé a ver el efecto de la habilidad, y materialicé mi guadaña mientras trataba de mantener el equilibrio en el vehículo a la suficiente altura como para fijarlo bien y tener cuidado de no darle a Ondina, aunque al menos ella podía reconstruirse.

Me lancé en picado, aprovechando el impulso de la caída para que el filo de oscuridad se extendiese a tiempo de desgarrar el cuerpo de la criatura.

Profanus.

No me detuve, trataba de coordinar los ataques de mi habilidad con los de la esencia de agua para causar aún más daño. Al acabar estaba exhausto, pero algo llamó mi atención. El cuerpo del Sincorazón había empezado a brillar al poco tiempo de que le empezáramos a golpear.

Era un brillo oscuro, similar al que me rodeaba a mí al usar esa habilidad. Comprendí demasiado tarde lo que iba a pasar, pero un chillido de ultratumba me lo confirmó.

Una marabunta de tinieblas me golpeó, y acalló mis gritos de ayuda en el acto. Enviándome muy, muy lejos.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 3:36 am

Las manos desaparecieron y Fátima soltó un gritito antes de materializar una vez más el glider antes de estamparse en el suelo. En cuanto consiguió estabilizarse sintió los toques de atención de Ondina, asustada, que resonaban como una campana de cristal en su cabeza.

Entornó los ojos para mirar a través de la lluvia y se le cortó la respiración al ver que Saito caía de su glider en vuelto en una nube de oscuridad. Maldiciendo, pegó un acelerón mientras Ondina intentaba hacer retroceder al gigantesco Sincorazón. Cuando Fátima llegó a su lado, el muchacho yacía en el barro, aturdido o inconsciente. Con un gruñido de esfuerzo, Fátima lo subió al glider y luego salió disparada hacia el borde del cementerio a la vez que Ondina gritaba en su cabeza y se deshacía por el último golpe de su enemigo.

Fátima calculó que no tendrían mucho tiempo hasta que los alcanzara y más si usaba sus malditas manos o una de sus estocadas desde la tierra, así que no se anduvo con delicadezas. Vertió una Ultrapoción en la boca de Saito y luego lo espabiló con una bofetada.

¡Rápido! ¡Vamos a tener que luchar a distancia o…!—Entonces se dio cuenta de que los ojos de Saito estaban… blancos. Como si los hubieran velado con niebla. Se le cayó el alma a los pies—. ¿No puedes…ver?

Maldijo para sus adentros y controló una oleada de pánico. Justo en ese momento escuchó un gemido y supo que se les vendría algo por debajo de los pies. Lo cogió por la mano, le obligó a sujetarla por el brazo y dijo:

¡Rápido, da dos pasos al frente y súbete a los lados del glider!—tiró para ayudarlo y luego le ordenó que se aferrara a su cintura. Tuvieron el tiempo exacto para elevarse en el aire antes de que una gigantesca hoja de oscuridad apareciera donde habían estado y por poco les cortara en dos. Fátima, temblando de pies a cabeza y resistiendo la necesidad de cerrarse de piernas, maniobró con toda la suavidad que pudo. No podían quedarse quietos a riesgo de que el maldito los alcanzara.

¿Qué hacer ahora? Saito estaba ciego y Ondina todavía estaba recomponiéndose.

«¡Piensa Fátima, piensa, piensa!

Una lanza de fuego salió disparada contra ellos.

¡Agárrate, voy a virar hacia la… la… izquierda!—chilló. Era más difícil decir sus intenciones que hacerlas. Entre tanto, pensaba y pensaba. Y maldecía porque los poderes de ilusión no servían contra criaturas que perseguían el corazón. Solo se le ocurría una cosa, pero iba a depender de Saito—.Saito… ¿estarías dispuesto a arriesgarte y a confiar en mi? Se me ha ocurrido una cosa, pero necesito que hagas de cebo. Pero con tus ojos así… ¡Cuidado giro!—hizo una pirueta para esquivar una nueva lengua de fuego—. ¡Con tus ojos así…! ¡Entiendo que no quieras hacerlo! Pero si hacemos esto vas a tener que confiar en mí y en Ondina.

En caso de que no estuviera dispuesto, tendría que llevárselo lejos y volver a pelear sola contra el Sincorazón. No se podía permitir tener a un chico ciego en medio.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:49 am

Todo era demasiado extraño. Tenía que haber perdido la consciencia con el golpe del Sincorazón, de ahí que todo estuviera oscuro, pero seguía despierto.

No me digas que he muerto…

No, no podía ser. Por muy fuerte que hubiera sido el ataque, tendría que haberlo resistido. A menos que Fátima me hubiera abandonado, o que ella también hubiese caído. Tenía que ser otra cosa, no me creía que ahí hubiera acabado todo.

Noté como si me estuviera elevando, ¿acaso era mi momento para ir al cielo?

Me empezaba a sentir como si me hubiera bebido una Ultrapoción de golpe, quizá fuera una señal divina para hacerme creyente de una vez por todas. La bofetada me devolvió a la realidad. O al menos a parte de ella.

¿Qué?…

Busqué a tientas un interruptor imaginario que no encontraba. El golpe había sido suficiente como para hacerme ver que todavía seguía ahí. Aunque lo de la oscuridad total me desconcertó por completo, pensé que quizá se trataba de una habilidad del monstruo al que hacíamos frente.

¡Rápido!

¿Fátima?

Oía su voz muy cerca, pero no podía verla. Empecé a ponerme nervioso y a mover la cabeza tratando de buscar su origen. Pero ni rastro.

¡Vamos a tener que luchar a distancia o…!

¿¡Pero dónde estás!? —exclamé desesperado, tratando reincorporarme para caer de culo. ¿Estaba en un Glider? El barro no era tan duro… ni se movía.

Extendí mi brazo rozando el hombro de alguien. Fue entonces cuando me llevé las manos al rostro, alarmado. Las manos no me respondían de lo mucho que estaban temblando, pero aún así me las ingenié para hacerlas pasar una y otra vez por enfrente de mis ojos, aunque era como si no hiciera nada.

Empecé a frotarme los ojos, más frenético.

Pero era inútil. No veía nada. Y no era el único que se había dado cuenta.

¿No puedes…ver?

Silencio. Uno, dos, tres e incluso cuatro segundos.

N-No sé qué me pasa…

Fue lo único que puede decir antes de que el grito de ultratumba me helara la sangre. Sabía lo que eso significaba, y si todo eso no era una pesadilla, no sería capaz de evitar la cuchilla del demonio.

Sin mis ojos, estaba perdido.

Spoiler: Mostrar


Empecé a recular, y debí estar a punto de caer, porque noté la mano de Fátima aferrarse a la mía y me obligó a agarrarme de su brazo. ¿Qué era lo que pretendía con eso?

¡Rápido, da dos pasos al frente y súbete a los lados del glider!

¡No sé cómo avanzar desde aquí!

No me hacía gracia que Fátima me viera en ese estado, y menos aún necesitar de su ayuda total. Pero teníamos que salir vivos.

Agradecí el estirón, y traté de colocarme lo mejor que pude, agachándome a su lado. Me resultaba algo incómodo tener que obedecerla y aferrarme a la cintura de alguien por la que no habría dado nada apenas unos días atrás.

Y que ahora estaba salvándome la vida.

Un chasquido sonó poco después, tenía que ser el ataque del Sincorazón. Era como si la tierra se hubiera abierto un instante, y nosotros habíamos estado muy cerca de ser alcanzados. Fátima trataba de manejar el Glider con suavidad, pero no podríamos estar así por siempre.

Tiene que ser algo temporal, tiene que serlo…

Pero tampoco teníamos tiempo para esperar un milagro.

¿Qué vamos a…?

¡Agárrate, voy a virar hacia la… la… izquierda!

El aviso fue tarde, y para mi pesar necesité clavar las uñas en la piel de la Maestra y hacer más fuerza para no salir despedido fuera del vehículo. Noté de cerca el olor a chamuscado , y no me hizo falta saber más para hacerme a la idea de lo que había pasado.

Estaba temblando, el miedo de no ver nada me dominaba. Era una sensación terrorífica. El viento sacudía los olores del ambiente, entremezclándolos: tierra, lluvia, muerte, sangre y Fátima.

Empezaba a respirar con dificultad, estaba perdido en medio de la Oscuridad, que siempre había sido mi faro guía.

Saito… ¿estarías dispuesto a arriesgarte y a confiar en mi?

Fátima, yo…

Se me ha ocurrido una cosa, pero necesito que hagas de cebo. Pero con tus ojos así… ¡Cuidado giro!

Tenía razón. No podía descartar la única idea que habíamos tenido, y quizá la que nos pudiera sacar de esa situación. No era la primera vez que hacía de cebo.

Pero sí la primera que estoy ciego.

No quería hacerlo. ¿Cuándo había confiado yo en alguien de Tierra de Partida? Por mucho que Fátima fuera diferente, por mucho que ella...

¡Con tus ojos así…! ¡Entiendo que no quieras hacerlo! Pero si hacemos esto vas a tener que confiar en mí y en Ondina.

«Quizá en ese entonces no sea capaz de sentarme con Ronin a hablar... pero podría hacerlo contigo.»


«Espero que entonces un día podamos sentarnos a hablar los dos.»


¡Lo haré! —grité, fuera de mí—. ¡Confiaré en ti!

No era la primera vez que estaba harto de no poder hacer nada por mi mismo. Y ahora tenía la opción de vengar al verdugo y su familia, o al menos de intentarlo. No desperdiciaría una oportunidad así como así.

Era un inconsciente al fin y al cabo.

***


Tenía mucho frío.

¿Estás segura de esto? —le pregunté, escuchando el eco de mi voz.

Respiré hondo, si pudiera ver estaba seguro de que hubiera soltado un vaho.

Me había asegurado de entender el plan que a la Maestra de Tierra de Partida se le había ocurrido, y que me había explicado lo mejor que había podido dadas las circunstancias. Le había tenido que pedir que me diera uno de mis Éter, o de lo contrario sería un estorbo total.

Estoy protegido, no va a poder atacarme a la primera, no va a poder…

Los pasos de la muerte se acercaban.

Estoy listo.

Invoqué la Llave Espada. Tenía que darle el golpe de gracia, tenía que darle con lo mejor que tenía. Tenía que asegurarme de que ningún Parisino volvía a morir por culpa de ese Sincorazón.

Necesito darle más fuerza, más…

Recordé una habilidad que le había visto hacer una vez. Hacía mucho tiempo, cuando aún no se había ido. Cuando nada parecía tan complicado.

...Más Oscuridad.

Los pasos continuaron, y yo me mantuve impasible ante su avance. Aunque mi corazón no dejaba de martillear con fuerza. Tenía que esperar a su señal antes de hacer nada.

Y entonces llegó.

Al principio noté el suave balanceo del agua. Suave al principio, luego me arrastró con la fuerza de un torrente. Había llegado el momento.

Busqué a tientas la ayuda de Ondina. Fátima me había pedido que también confiara en ella, y la esencia de agua me había salvado también ese mismo día. La encontré de golpe, lo único que lamentaba era que no hablara para poder hacer las cosas más fáciles.

Pero de eso se encargaría ella.

Esperé unos segundos, tal y como me había dicho.

¡Ahora! —le pedí, sin saber a cuál de las dos.

Fue un instante, un único momento en el que de verdad parecía que estuviera volando, saliendo por fin de esa superficie helada. En el aire, recibí un último empujón de mi acuática aliada para poder encararme al monstruo de frente.

No lo veía, pero podía sentir la presencia del Sincorazón delante mío. No iba a fallar, no ahora.

Profanus.

Ataqué con todas mis fuerzas, y una vez en el suelo, desestabilizado por la caída, recé por que lo hubiera conseguido. Esperaba una confirmación de Fátima, una orden para que me echara a correr o lo que fuera, pero necesitaba saber qué había pasado.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 3:53 am

¡Lo haré! —gritó Saito, todavía más histérico que Fátima—. ¡Confiaré en ti!

¡Bien!—jadeó ella, tan tensa que le daba la impresión de que se le iban a romper los músculos.

****


Tuvieron que alejarse, dar muchas vueltas, conseguir que el maldito Sincorazón estuviera lo suficiente lejos como para no alcanzarlos con sus ataques. Cuando empezó a dejar de chispear, Fátima consideró que la distancia era la apropiada. Aterrizó e hizo bajar a Saito.

Entonces usó sus paredes de hielo para crear una suerte de robusta caja de hielo. Solo estaba abierta por arriba. Se bebió rápidamente un éter para reforzar el hielo. Tenía que asegurarse de que, si el Sincorazón llegaba a atacar, no pudiera traspasar a la primera la protección.

Gracias—dijo cuando todo estuvo listo y plantó a Saito en el centro. Ondina se situó fuera, protegiendo el cubo—. Eres muy valiente. Estate atento. Todo va a salir bien.

Le temblaba la voz así que no sabía muy bien si era algo que ella misma se creía.

¿Estás segura de esto?

Casi. No te preocupes, si veo que te va a pasar algo abriré un Portal de Luz bajo tus pies y te mandaré a Bastión Hueco.

No iba a pasarle nada, joder. No iba a permitirlo. Eso pensó, subida a su caja de hielo, mientras oteaba entre las tumbas. La siniestra imagen del Sincorazón se perfilaba cada vez más cerca y definida.

Estoy listo.

Saito invocó la Llave Espada y Fátima asintió con la cabeza.

Suerte.

Suerte a los tres porque la iban a necesitar.

****


Fátima se elevó todo lo que pudo en el aire con su glider. Agradeció las nubes bajas pero, por si acaso, usó su Niebla para disimular su figura. Lo último que necesitaba era que se extendieran rumores sobre gente que volaba por ahí. Se alzó hasta que estuvo convencida de que el Sincorazón no se interesaría por ella, teniendo a Saito más cerca y disponible.

Lo vio avanzar a una lentitud insoportable, un punto negro en medio del barro. La cárcel de hielo era todavía más visible, con Saito en el centro. Se intentó poner en su lugar y se estremeció de pies a cabeza. Era una persona horrible por pedirle algo así.

Pero era la única forma que se le ocurría.

Ondina le lanzó una advertencia cuando se arrojó al frente para detener a la criatura. Fátima respiró hondo e hizo estallar el Estilo mientras sus ojos se iluminaban de un violento azul. Dio una orden para que Ondina se apartara a la vez que arrojaba dos dragones de agua. Luego ella invocó una Marea.

El gigantesco géiser estalló debajo de los pies del Sincorazón y, a pesar de su tamaño, consiguió arrojarlo hacia arriba.

¡AHORA!

Ondina se introdujo en el cubo, cogió a Saito para encararlo hacia el Sincorazón y luego, dándole golpecitos en las manos, le indicó a cuántos metros se encontraba más o menos.

Entonces Saito arrojó el Profanus.

****


Fátima registró el cementerio, pero no dio por ningún lado con el Sincorazón. Había visto varios corazones alzándose hacia el cielo, pero nunca se sabía. Costaba creer que lo hubieran conseguido, maldita sea.

Saito, voy a hacer desaparecer el hielo—advirtió. Cuando el chico estuvo en el suelo, le tocó con suavidad un hombro—. Lo hemos conseguido.

Pero parecía que el efecto del hechizo todavía no. Fátima probó a darle una Panacea. Nada. Iban a necesitar algo más potente.

Voy a llevarte a Bastión Hueco. Supongo que Nanashi podrá solucionarlo. —Fátima iba a ayudarlo a incorporarse, pero las piernas le pesaban tanto que tuvo que sentarse un momento—. Perdona, necesito un momento… —Despidió a Ondina prometiéndole que, cuando la trajera de nuevo, podría jugar todo lo que quisiera en el lago de Tierra de Partida. Y le dio las gracias mentalmente, claro. Cuando dejó de gastar energía se sintió un poco mejor—. Disculpa, estoy machacada. Aunque seguro que no tanto como tú.—Respiró hondo y se apartó un mechón empapado de la cara—. Gracias por confiar en mí. No sé si yo habría podido ser tan valiente—dijo al final. O capaz de confiar en un rival—. Fue una idea muy loca, ¿verdad?

Dios, si no fuera un cementerio, se echaría a dormir de inmediato. Estaba demasiado cansada incluso para sentirse culpable por el destrozo que habían causado. Suponía que se presentaría voluntaria en el futuro para intentar reconstruir un poco el lugar. Pero de momento sólo podía aliviarse de que habían conseguido vencer.

Recuperadas un poco las fuerzas, abrió un éter y guió la mano de Saito hasta su hombro para que pudiera caminar detrás de ella.

Vamos. No sé tú, pero me muero por ir a un sitio seco.
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor H.S Sora » Sab Nov 12, 2016 3:59 am

Respiré entrecortadamente, todavía no había respuesta o señal alguna de lo sucedido: ¿había salido algo mal?

Empecé a palpar con desesperación las paredes del cubo, inquieto. Por mucho que pudiera resistir un par de ataques, tenía que salir de ahí y reagruparme con Fátima. Arañé la superficie helada, y estaba a punto de golpearla cuando una voz me detuvo.

Su voz.

Saito, voy a hacer desaparecer el hielo

¿Y el Sincorazón? —pregunté, todavía temblando.

Podía haber fallado el Profanus y haberle rozado tan sólo. Podía haberle herido de gravedad pero que hubiera logrado escapar. Podía haberse tratado de una copia, o de una trampa. Sólo se me ocurrían maneras de fastidiarla de nuevo, de volver a probar que nunca avanzaría lo suficiente, que nunca merecería ser Maestro.

La mano de Fátima tocó mi hombro.

Lo hemos conseguido.

En ese momento quise estallar en un sollozo de alegría y apoyarme en la Maestra de Tierra de Partida, pero todavía era demasiado pronto para las celebraciones.

Seguía sin ver nada más que oscuridad.

***


Voy a llevarte a Bastión Hueco. Supongo que Nanashi podrá solucionarlo.

Gracias, estoy seguro de que sí. Es una experta tratando heridas…

Fátima había intentado curarme por su cuenta, pero nada. A pesar de que el Sincorazón estaba muerto, me había asegurado de preguntarle varias veces al respecto, el efecto de ceguera no desaparecía. Estaba sentado en la tierra, algo húmeda todavía, al borde de mis fuerzas.

Perdona, necesito un momento…

Asentí, mientras trataba de reflexionar al respecto sobre lo sucedido: los Sincorazón, Armand, el estado actual de la Cité…

Y sobre Fátima Laforet.

Pero sobre ella tendría que reflexionar largo y tendido al volver a Bastión Hueco.

Bostecé. El cuerpo me pedía descansar de manera urgente. Aunque fuera en medio del cementerio medio arrasado de una ciudad infestada por la muerte hacía poco menos de un par de horas.

Disculpa, estoy machacada. Aunque seguro que no tanto como tú.

Le resté importancia con un gesto. Para ambos había sido una misión agotadora, estaba seguro de ello. A pesar de haberme tomado un Éter antes del ataque final, notaba como mi magia escaseaba. Para la Maestra de Tierra de Partida debía haber sido mucho peor, teniendo en cuenta el cubo de hielo, su ataque final y Ondina.

Gracias por confiar en mí. No sé si yo habría podido ser tan valiente

¿Valiente?

Titubeé por un momento. ¿Lo decía de verdad? No me dio tiempo siquiera a pensar una respuesta, ni a darle las gracias. Había sido todo demasiado repentino.

Fue una idea muy loca, ¿verdad?

Negué con la cabeza y esbocé una sonrisa cansada.

Era nuestra única opción para acabar con el Sincorazón. No fue una mala estrategia. Podría haber sido mucho peor si se hubiera escapado.

»Tuviste la idea acertada en el momento acertado.

Tras levantarme a duras penas, me ayudó guiando una de mis manos a su hombro, para que pudiera caminar con más confianza.

Vamos. No sé tú, pero me muero por ir a un sitio seco.

Demasiado barro para toda una vida.

Era el momento de volver a casa.

***


Al llegar a Bastión Hueco, Fátima me acompañó hasta el interior del castillo, donde no fue muy difícil dar con la Dama de Hierro. Ella se había encargado personalmente de tratar con mi ceguera temporal, y de que yo le contara lo sucedido en París para informar a Ryota más tarde.

Lo primero que vi al recuperar la vista, fue una imagen algo distorsionada de la Maestra Nanashi y de una de las salas que servía como enfermería en el Bastión.

A pesar de ese susto inicial, me quitó un peso de encima saber por boca de la propia Nanashi que no había perdido nada de visión, pero que necesitaría descansar durante al menos un día para volver a acostumbrarme a las luces más intensas.

Y por supuesto, nada de mirar al Sol directamente.

Tras agradecerle de nuevo su ayuda, volví sobre mis pasos y salí por el portón del castillo. Se había levantado un poco de viento y las nubes ocultaban cualquier haz que pudiera perjudicar mi recuperación.

Perfecto.

Todavía me quedaba alguien a quién darle las gracias.

La Maestra Nanashi me ha dicho que no hay ningún problema, solo necesito descansar un poco.

Me senté a su lado.

¿Tu cómo estás? —dije, mientras miraba por primera vez las heridas que ella todavía tenía de la batalla contra el gran Sincorazón—. Podrías pasarte a ver a Nanashi...

Callé un momento, mirando al frente y recordé sus palabras.

«Gracias por confiar en mí. No sé si yo habría podido ser tan valiente.»


Todavía no estaba completamente seguro de si había sido una buena idea confiar en ella. Pero había funcionado. Y aunque quizá me arrepentiría de decirle lo que pensaba, quería creer en que Fátima Laforet era muy diferente del resto de los suyos.

Gracias por todo —comenté, en casi un susurro y con mis ojos puestos en ella—. Dudo mucho que la mayoría de Aprendices se hubieran quedado a atender y proteger a una versión ciega de alguien como yo. Pero tú lo hiciste.

»Eres… eres una gran Maestra, Fátima —admití al fin.
Imagen

Muchas grácias por el avatar Mepi ^^
H.S Sora
22. Espectro
22. Espectro
 
Mensajes: 655
Registrado: Mar Sep 25, 2012 7:43 pm
Dinero: 3,775.22
Banco: 213,774.43
Sexo: Masculino
Karma: 3

Re: [La Cité des Cloches] Simpatía por el Diablo

Notapor Suzume Mizuno » Sab Nov 12, 2016 4:05 am

Fátima se quedó sentada en un banco del vestíbulo mientras esperaba para asegurarse de que Saito estaba bien. Aprovechó para echar un vistazo a su alrededor. Había estado antes en Bastión Hueco, pero nunca tan adentro. Se notaba que en su tiempo había sido elegante pero… Vaya, necesitaba una limpieza urgente. Y que pintaran las paredes otra vez. ¿Cómo se viviría allí en invierno? No quería ni imaginarlo.

Le escocían las heridas y en particular le dolía donde la habían cogido las manos gigantes, pero en cuanto llegara a Tierra de Partida y tomara algún éter se curaría, así que trató de no prestar atención.

En su lugar pensaba en lo sucedido. Ahora que tenía tiempo, se daba cuenta de lo deprimente que era todo. No tenía muy claro el orden de los hechos, pero el verdugo tras perder a su familia debía de haber invocado a los Sincorazón con la oscuridad que se había apoderado de él. Y no había acabado bien, por supuesto.

Pero ¿y el último Sincorazón? ¿De dónde había salido? ¿Sería una víctima similar al verdugo que había cobrado más y más poder a medida que nadie conseguía destruirla? No lo sabía. Quizás nunca lo averiguaran. Le ponía los pelos de punta.

Escuchó unos pasos que se acercaban y se puso en guardia. Las cosas todavía estaban lo suficiente tensas entre ambas Órdenes y algún aprendiz podía reaccionar mal al verla allí. Sin embargo, se trataba de Saito. Evidentemente volvía a ver, así que lo saludó con un gesto.

La Maestra Nanashi me ha dicho que no hay ningún problema, solo necesito descansar un poco.

Me alegra, habría sido muy irritante tener que pasar por una recuperación.

Saito se sentó a su lado y le echó un vistazo.

¿Tu cómo estás? Podrías pasarte a ver a Nanashi...

Fátima sonrió para sí misma. La otra vez, en Agrabah, Nanashi la había curado casi a escondidas, como si no quisiera que se hubiera dado cuenta. No creía que nunca fuera a atenderla abiertamente.

No son tan graves y no tengo que coger el glider para volar, así que no las forzaré. No te preocupes..

Gracias por todo —dijo de pronto, tan bajito que Fátima no estuvo segura de si se lo había imaginado—. Dudo mucho que la mayoría de Aprendices se hubieran quedado a atender y proteger a una versión ciega de alguien como yo. Pero tú lo hiciste.

»Eres… eres una gran Maestra, Fátima.

Sin aliento, Fátima tuvo que apartar la vista mientras se le subían los colores. Que Saito le dijera eso, cuando no hacía ni un día parecía dispuesto a pegarle un mordisco solo por ser de Tierra de Partida… Se retorció un mechón de pelo y luego le sonrió, rezando por no parecer demasiado estúpida.

Gracias. Que me lo digas tú hace que lo parezca de verdad.—Guardó un silencio, sintiéndose violenta—. De todas formas es algo que muchos de mis compañeros habrían hecho. Habrá algún cabrón pero en general todos son buenas personas.

Lo que ella hacía no era nada extraordinario. Solo había tenido la suerte de que Lyn consideró que estaba preparada para hacer el Examen y lo superó. Y todavía le quedaba grande el papel, era normal que no le dieran ningún aprendiz. No tenía ni idea si podría enseñar a alguien desde el principio.

En cualquier caso, era su deber proteger a la gente como Caballero y no lo había hecho. Había usado a Saito. Pero prefirió no decirlo en voz alta. Sabía que Saito había hecho un gran esfuerzo y lo agradecía de corazón; no quería decir nada que pudiera afectarle al orgullo.

De todas formas el mérito lo sigues teniendo tú. Si hubiera estado ciega, probablemente habría cedido al pánico. Tienes unos nervios de acero—dijo—. Te envidio, los Maestros los necesitan en muchas ocasiones.

No sabía si Saito sería un buen Maestro o no, pero al menos se preocupaba por la gente y eso era algo básico. Mucho más que decidir sobre la Luz o la Oscuridad. Fátima se incorporó y le tendió la mano.

Ha sido un placer. Me alegra haber contado contigo para esta misión. ¿Crees que podremos volver a repetir si necesito ayuda en la Cité?

Sonrió ante su respuesta. Luego soltó la mano y abrió un Portal, dispuesta a regresar a casa y meterse en la bañera durante un par de horas. Quizás haría aparecer a Ondina para que disfrutara un rato jugando. Se lo merecía, había hecho una gran parte del trabajo la pobrecita.

Pero el trabajo no estaba acabado. Se le había quedado un mal sabor de boca. Se habían marchado rápidamente y no sabían si todavía habría algún otro Sincorazón peligroso por la zona al que pudieran acusar de provocar una peste. En cualquier caso, tendrían que regresar a hacer limpieza.

Pronto, eso estaba claro.

Spoiler: Mostrar
Muchas gracias al Master que vaya a puntuar el encuentro y a HS Sora por participar conmigo :3
Imagen

¡Gracias por las firmas, Sally!


Awards~

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen

Imagen
Avatar de Usuario
Suzume Mizuno
63. Komory Bat
63. Komory Bat
 
Mensajes: 1883
Registrado: Vie Mar 02, 2012 9:52 pm
Dinero: 1,462,577.72
Sexo: Femenino
Karma: 6

AnteriorSiguiente

Volver a Otros temas

¿Quién está conectado?

Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 1 invitado

cron