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Aquel hombre parecía muy fuerte, no me extrañaba que hubiera vencido a esos seres. Estaba tan nervioso que no podía contenerme. Además, parecía simpático. Estaba seguro que él podía sacarme de este lugar.

-¿Sincorazón? Así que así es como se llaman esas cosas... Perdón por mis modales- dije mientras recogía mi espada del suelo y la volvía a colocar en su sitio.- Soy Saxor y, ¿qué Bastión Hueco?. Esto es Vergel Radiante. A la pregunta... Yo nací y viví aquí toda mi vida- Le contesté a su pregunta, extrañándome por cómo había llamado a Vergel Radiante.

El hombre parecía ligeramente sorprendido de lo que el joven le acababa de contar. Se llevó una mano a la poca barba que tenía, pensativo.

—¿Dices que has estado aquí todo el tiempo? ¿Desde la caída? —preguntó retóricamente, pues no esperaba más respuesta de la que ya tenía. Sus ojos se tornaron algo tristes, imaginando lo que el joven debió haber pasado—. Debes haber pasado un infierno, muchacho. Te compadezco.

El hombre del kimono observó al cielo, fijándose en los destrozados edificios de lo que una vez fue un hermoso lugar. Parecía ligeramente nostálgico, como si echara de menos aquel lugar que fue en antaño.

—Siento informarte de que tu mundo ya no existe más, chico. Vergel Radiante murió a manos de los Sincorazón: ya solo quedan sus ruinas, lo poco recuperable de él. Un mundo destruído, congelado, con un gran castillo vacío. Un Bastión Hueco.

Ese hombre intentó compadecerme. Era agradable que me compadeciese alguien que no fuera un sincorazón. Me sentía algo más alegre. Además, podría sacarme de aquí. Parece ser que ahora mi mundo se llamaba Bastión Hueco.

-Espera, ¿MI mundo? ¿Quieres decir que hay más? ¿Y que vienes de otro? Por favor, sácame de este mundo. No voy a sobrevivir por más tiempo aquí. Haré lo que quieras si me sacas de aquí.

Le solté todo de golpe. Tenía que salir de allí, y estaba muy nervioso. Si conseguía salir de este lugar, tendría posibilidades de rehacer mi vida.

El hombre del kimono echó una gran carcajada al aire ante el nervioso comportamiento de Saxor, como si fuese gracioso ver al joven desesperándose por la salida de aquel lugar. Bajó la cabeza y le dedicó una sonrisa agradable y tranquila.

—¿Lo que quiera? ¿De verdad? Hoy en día esa frase se exagera demasiado. ¿Estarías dispuesto a suicidarte nada más sacarte de aquí, por ejemplo? ¿O a matar bebés indefensos que no te han hecho nada? No, claro que no. Solo quieres salir, sobrevivir. Has tenido que ver cosas horribles, pero no es suficiente para llegar a asegurar eso.

El hombre apartó la mirada un momento del chico, hacia la calle a lo lejos. Estaba desierta, pero se podía notar algo acercándose: la presencia de las oscuras criaturas, dirigiéndose raudos y veloces hacia ellos.

—Parece que les he atraído. Estar aquí no es seguro. Caminemos pues, vayamos hacia la entrada de aquel castillo.

El hombre señaló el gigantesco bastión que se alzaba en el centro de la ciudad, una enorme construcción donde bien sabía el joven que los Sincorazón habitaban más que en la propia ciudad. Y no solo era el número lo que podía preocuparle, sino también que eran monstruos todavía más fuertes que la bola oscura que hacía un momento le había atacado; pero todo aquello no parecía importarle al hombre, pues echó a caminar hacia allí sin ninguna clase de reparo.

—Bueno, chico, ¿por dónde empiezo? Sí, hay más mundos. Lugares diferentes, muy distintos a este, donde la gente vive en armonía sin saber nada de lo que ha pasado aquí. Algunas personas son las encargadas de proteger esos mundos, de protegerlos de los Sincorazón que han destruído este mismo mundo. Caballeros, Portadores... Llámalos como quieras, pero el caso es que sacrifican sus vidas por el bien del universo. Y más ahora que este hermoso lugar ha caído, presa de los Sincorazón.

El hombre suspiró, clavando la mirada en el bastión mientras seguían caminando.

—Pero son pocos. Y ante estos sucesos que están aconteciendo, necesitan ser más. ¿De verdad estás dispuesto a hacer casi cualquier cosa por salir de aquí? ¿Incluso servir a los Portadores y sacrificar tu vida para no recuperarla nunca?

Después de oír el sermón de la exageración de la frase, vimos cómo se acercaban otro ejército de sincorazón. Después señaló al viejo castillo de nuestro antiguo alcalde, Ansem el Sabio. Ese castillo me traía muy malos recuerdos... Incluidos los del "incidente". Pero me acordé de una cosa.

- No podemos ir a ese castillo. Está lleno de sincorazón aún más peligrosos. Además, el castillo a sido rodeado por un mar intraspasable. Tendríamos que poder volar para llegar hasta él.

No sé si me escuchó pero luego dijo algo sobre los mundos. Parece ser que había muchos más y muy diferentes. Pero como sus habitantes parecen ignorarlo, supuse que estaban aislados. Luego me habló sobre los portadores, que protegían dichos mundos de los sincorazón. Y que la caída de mi mundo había sido un causante de que aumentaran su actividad. Luego dijo algo que me despertó el interés:

—Pero son pocos. Y ante estos sucesos que están aconteciendo, necesitan ser más. ¿De verdad estás dispuesto a hacer casi cualquier cosa por salir de aquí? ¿Incluso servir a los Portadores y sacrificar tu vida para no recuperarla nunca?
Sacrificar mi vida y no recuperarla nunca... a cambio de salir de aquí. En mis circunstancias, parecía un trato justo.

- La verdad es que no tengo mucho que sacrificar, ya lo he perdido todo. Así que... acepto. Seré uno de los vuestros.

El hombre dedicó una ligera sonrisa al chico. Parecía estar contento de aquella decisión, pero se podía intuir algo de tristeza en aquellas palabras.

—Esta bien. Yo mismo te enseñaré y entrenaré a ser un Portador. Puedes llamarme Maestro Ronin, o Ronin, más personal y amistoso. Eso como tú veas.

Finalmente, habían llegado lo más cerca posible al Bastión. Paredes de hielo recubrían los lados hacia la entrada, y una pequeña zona acuática descansaba bajo ellos; pero se podía ver unos pequeños bloques de hielo flotantes que permitían el acceso hasta allí. Con un salto normal no se podía alcanzar, pero tal vez con un salto de altura fuese posible...

—Bien, he visto suficiente ya —sentenció el Maestro Ronin—. Me hubiese gustado entrar, pero con esa espaducha que tienes no ibas a durar un asalto contra los Sincorazón, así que la verdad es que serías un lastre. Pero tranquilo, mejorarás. Por ahora, creo que deberías aprender un par de cosas básicas sobre este asunto de los mundos y tal. Toma asiento, anda.

Ronin se sentó sobre un bloque helado a su espalda, dejando su extraña arma apoyada en el mismo. Una vez relajado, comenzó a relatar.

—Bien, veamos... Cosas básicas que debes aprender... Cuando viajes a un mundo, no debes intervenir en sus asuntos. Nunca. Pero eso es algo básico, lo aprenderás con tus estudios una vez lleguemos al lugar de donde vengo. Creo que, si hay algo que debes saber, es que nunca bajes la guardia con los Sincorazón. Están hechos de oscuridad, y atacarán siempre a cualquiera que tenga corazón. Eso es lo que buscan: un corazón. Y hay otro problema: siempre se verán atraídos por la luz, y precisamente el arma que portarás está hecha de luz. Por lo tanto, te perseguirán e intentarán acabar contigo mientras la portes, pues verán una amenaza en ella.

El viejo castillo de Ansem estaba muy cambiado, sobretodo los alrededores. El Maestro Ronin, como había dicho que podía llamarle, tenía ganas de explorar el castillo. Tenía la sensación de que era el motivo de que él estubiera allí. Había dicho que se necesitaba un salto de altura para llegar hasta allí. Yo estuve practicando saltos, pero necesitaba aún más práctica para alcanzarlo. Aunque, como dijo el Maestro Ronin, sería un estorbo. Pero dijo con "esa espada". ¿Quería decir que con esa llave gigante podría con ellos? Aunque dijo que "mejoraré", así que no bastaría con eso. El Maestro me dijo que tomara asiento en el frío hielo. Me senté y escuché las cosas básicas. Después de escucharlo todo, solo me quedaron dos dudas.

- Una cosa. ¿Cómo viajamos entre los mundos? Y... ¿podré volver aquí cuando quiera?

—Existen muchos modos de viajar entre los mundos —comenzó a explicar Ronin—. Hay gente que utiliza naves construidas de piezas llamadas "Gumi", que permiten un fácil viaje entre mundos a cambio de un horrible gusto estético que tienen. Por favor, son bloques, es como viajar en naves de juguete. Unas pocas personas, malhechores, utilizan los llamados "Pasillos oscuros"; una puerta al Reino de la Oscuridad que les permite viajar fácilmente entre mundos. Ya lo estudiarás, tranquilo. Y por último, nosotros utilizamos nuestras propias armas para los viajes... Esto.

Ronin agarró su arma nuevamente y la extendió hacia Saxor. Se levantó y se colocó frente al joven, mostrándole el arma y casi invitándole a cogerla.

—Puedes cogerla. Una vez lo hagas, no habrá vuelta atrás; serás uno de los nuestros, aprenderás de mí y no podrás volver a echar la mirada atrás nunca más. En cuanto a si podrás volver aquí una vez lo hagas...

Ronin bajó la mirada, algo apenado.

—En circunstancias normales mi respuesta sería "sí", pero desgraciadamente esto no tiene nada de normal. Me temo que no podrás regresar en mucho tiempo, chico; este lugar está prohibido para los aprendices. Es demasiado peligroso. Así que piénsalo bien antes de tomar la Llave Espada, el arma que aquí te ofrezco.

Aquella arma me atraía. Esa llave gigante me permitiría salir de aquí. "Cómo, ¿como una escoba de brujas?" Pensé, imaginándome esa única forma de usarla para viajar. El Maestro me invitó a cogerla, pero me dijo, además de que no podría volver en mucho tiempo, que no habría vuelta atrás. Si como aprendiz no podía venir y él, siendo un maestro, sí, supuse que tendría que convertirme en maestro para poder volver. En este mundo corría peligro, además, no creo que fuera lo más lógico. Decidí cogerla, con ella podría irme y sobrevivir. Decidido, agarré aquella Llave Espada, que era como parecía llamarse.

La Llave Espada desapareció de las manos del joven con un destello que le sorprendió. Rápidamente, volvió a aparecer en manos de Ronin, el cual se quedó mirándola un momento.

—Ya no hay lugar para arrepentimientos, chico —sentenció Ronin—. Además, parece que por ahí vienen tus viejos... Amigos.

A no mucha distancia se aproximaba un pequeño ejército de oscuros Sincorazón: cinco hormigas, tres de aquellas bolas oscuras y una especie que no había visto antes Saxor, una especie de mago negro muy distinto a los anteriores. Al poco tiempo les darían caza si no hacían algo.

—¡Piensa rápido! —animó Ronin al muchacho, lanzando su arma hacia el cielo. Aquel extraño comportamiento fue explicado cuando una especie de plataforma, que aparentemente era la Llave, bajó del cielo y se colocó frente a él. El hombre del kimono extendió su muñeca y, tocándosela ligeramente, se fundió en un destello del cual surgió con una imponente armadura. Con ella se subió a la plataforma rápidamente.


—Haz lo mismo que yo y viriás. Y oh —Ronin lanzó una pequeña pieza de metal al joven—, necesitarás esto. Es lo que permite invocar una armadura. Colócatela, invoca tu arma y ¡vuela!

Ronin salió volando en dirección hacia el cielo, dejando detrás a su nuevo aprendiz. Este debía darse prisa en hacer lo que había dicho, o sería pasto de los Sincorazón. Incluso con su nuevo arma no podía enfrentarse a ellos.

Aquel pequeño, pero peligroso ejército de sincorazón se estaba acercando a mucha velocidad.

—¡Piensa rápido!- me dijo quien ahora es mi nuevo maestro. Mientras lanzaba su llave espada hacia el cielo. Para mi sorpresa, convirtiéndose en una plataforma. Antes de subir se toco la muñeca y se envolvió en una una luz cegadora, reapareciendo con una armadura. Después me dio una pieza de metal. Después se estaba largando sin mí.

Cerré los ojos y pensé en una llave como la de mi maestro, esperando que viniera. Para mi sorpresa, un destello envolvió mi mano, como pasó antes con mi maestro. Apareció algo que parecía ser más una llave que una espada, pero no era como la de mi maestro:



La lancé hacia el cielo mientras apretaba aquella pieza metálica. Un destello cegador me envolvió. Cuando pude volver a ver, ya había una plataforma a mi lado, y una armadura envolvía mi cuerpo. Me subí rápido a la plataforma e intenté manejarla.

- ¿Cómo funciona esto? - dije de forma retórica mientras buscaba alguna forma de hacerlo funcionar. Para mi sorpresa, se empezó a mover con mis pensamientos. Aceleré hacia donde estaba mi maestro justo antes de que llegaran allí los sincorazón. Me salvé por los pelos.

En cuanto el joven Saxor alcanzó a su maestro, Ronin echó una fuerte carcajada. Los Sincorazón ya no podían alcanzarles tan alto, y el chico se había salvado por poco.

—¡Próxima parada, Tierra de Partida, chico! —gritó Ronin con fuerza. Acelerando, volvió a ponerse por delante del joven, como si de una carrera se tratase. Saxor echó un último vistazo a su mundo, recordando todo lo que había pasado. Ya no volvería en mucho tiempo, recordó. Y no había nadie más allí, solo Sincorazón. Pero eso ya lo sabía de antes, y volvería mucho más fuerte. Porque ya sabía lo que decían: solo los más fuertes...

... Sobreviven.