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—Bien —afirmó Lyn sencillamente. Se acercó a la puerta de salida e indicó con el dedo a su nueva aprendiza que le acompañase—. Vamos fuera.

—¡Nos vemos en Tierra de Partida, campeona! —se despidió Ronin con una sonrisa y una palmada en el hombro de Mei, quedándose en el interior de la cabaña mientras ella salía junto con su Maestra.

Hacía bastante frío fuera, pero parecía que Lyn estaba lo suficientemente capacitada para soportarlo; claro, aquella armadura debía mantener su cuerpo bien caliente, debió suponer la chica. Había anochecido y la nieve no ayudaba a entrar en calor; en el interior de algunas casas las familias habían encendido sus chimeneas para resguardarse del frío, por lo que quizás la niña sintiese algo de envidia por ellos.

Ambas féminas salieron del pueblo dirección monte abajo, alejándose de la población. Una vez lejos de oídos curiosos, la híbrida comenzó a hablar, todavía caminando.

—El hombre de antes, Ronin, es nuestro mayor superior. Fue también mi Maestro en su día, cuando era una joven debilucha e inocente... Como tú —le dedicó una mirada de reojo a Mei—. Voy a contarte un secreto. El mitrilo no existe aquí. Son cuentos, leyendas sin fundamento. Y he aquí lo interesante: sí que está. ¿Qué ves cada vez que alzas la mirada al cielo? ¿Estrellas? Todas y cada una de ellas son un mundo. Todas. Y nosotros viajamos por ellas, gracias a... Esto.

Un destello surgió en la mano de Lyn, dando lugar a aparecer un arma de madera color marrón, tallada aparentemente de forma artesanal. Sin embargo, aunque por un momento Mei pudiese llegar a pensar que era una espada, cuando se volvió completamente visible pudo comprobar que se equivocaba. ¿Era...? ¿Una llave?

Estaba algo alucinada, ¡Por eso no veía su arma! Le gustó, era algo bonita y de paso conjuntaba con la mujer. ¿Tierra de Partida? Ya estaba ansiosa de saber como era. Pero lo que le decepcionó algo era que en su mundo era inexistente el mitrilio. Pero esperaba que dóndesea que la llevase, fuese muy emocionante. Quizas pueda conocer otras personas y quizas, llegue a ser tan fuerte como aparentaba Lyn.

- ¿Qué es eso?- Preguntó, su curiosidad por saber había empezado a llegar a su máximo. Estaba muy emocionada. ¿En verdad era como ella? ¿Debilucha e Inocente? Estaba claro que no era fuerte, pero inocente no mucho. Ya estaba engañando a ladrones y esta vez a los hunos con sus palabrerías. Pero estaba claro que estaba tranquila con esa mujer. Y pensar que al principio no parecía haberla caido bien...

—Es la Llave Espada —contestó la mujer, blandiendo su arma surgida de la nada y observando su filo—. Una espada surgida de lo más profundo del corazón, cuyo material es la luz más pura. Los Sincorazón la temen, y por ello te atacarán si la muestras; nuestro deber como Portadores es detenerles.

Lyn observó el cielo, invitando a la chica a hacerlo también. Señaló con el dedo índice de su mano izquierda hacia un punto concreto entre las cientas de luces que brillaban con fuerza.

—Hace relativamente poco uno de los mundos cayó en manos de los Sincorazón —relató—. Quizá notases su desaparición en el cielo, pues era uno de los mundos más luminosos y brillantes de todos... Vergel Radiante. Sé de un mundo donde los marineros se han llegado a perder en el mar por no tener localizada la estrella.

La mujer clavó su mirada en Mei, seria. Agarró la Llave Espada por la punta y le ofreció el mango.

—Tu arma. Tómala solo si crees que eres capaz de hacer frente a esta amenaza. Y recuerda: una vez lo hayas hecho, quedarás sujeta a ella para siempre. Tendrás que defender la luz... Con tu vida.

Con su vida... Eso dijo la mujer y sabía que sería cierto. Su mirada seria la hizo dudar. ¿ Se arriesgaría a tanto? Estaba claro que sí. Ya había djado a su familia y seguramente la seguirían buscando. No quería volver a ver a nadie de por allí. ¿O quizás si? Se puso indecisa pero trató de dejar el pasado atrás. Decidido.

El arma de Lyn era bonita, demasiado. No pensaba que le iba a dar un arma así. Se veía más como para Lyn. Esos tonos marrones quedaban bien con ella. Cogió algo dudosa al principio, incluso cerraba los ojos por miedo, pero ya al tocar el mango de la espada se tranquilizó. Ya no había vuelta atrás pero, fue lo mejor que había echo en su vida: dejar de huir.

Una vez Mei tomó el arma, esta desapareció en un destello de luz sin previo aviso. Lyn afirmó con la cabeza y la volvió a invocar en sus manos.

—Debes llamarla; está en tu corazón —explicó la Maestra, llevándose una de sus manos al pecho—. Ahí es donde descansan y nacen las Llaves Espada. Si mueres, ella morirá contigo; nadie más podrá portar tu arma, nunca.

Lyn agarró el mango de su arma con fuerza y, con un impulso, la envió hacia el cielo. De él descendió una especie de plataforma voladora sobre la cual no dudó en montarse. Lanzó a la chica un pequeño trozo de metal, bastante flexible, que debió coger en el aire.

—Esa es tu armadura; colócatela en cualquier parte de tu cuerpo, presiona y la invocarás. Si quieres llamar al Glider, haz lo mismo que he hecho yo —señaló ella—. Pero si tienes asuntos que terminar en este mundo... Hazlos ahora.

Ella vió como la mujer de mágicamente había trasladado la Llave Espada para llevarla a sus manos. Ver como una plataforma decendía del cielo la dejó muy sorprendida. Estaba algo distraida observando cada detalle de lo que había invocado. Trató de coger, con algo de suerte, el trozo metálico que le había entregado. ¿Armadura? ¿Solo hay que presionarla y ya está? Se puso el trozo metálico en el hombro izquierdo.

Al escuchar que le dejaba algo de tiempo para solucionar algunas cosas de su mundo, no lo dudó.
Iría a su casa en la montaña y trataría de desmontar sus máquinas. Así nadie las usaría mientras no estuviese.

-Volveré lo más rápido posible.- Comentó. Quería avisarle un momento de su ida a su casa. Ella fue corriendo hasta su casa. Era algo cercana a el pueblo dónde estuvo. Pero no dudó en entrar.

Todo estaba como lo dejó. Nadie había entrado. Eso la tranquilizó. Desmontó sus máquinas una a una. Tenía la certeza de que le faltaba por hacer algo. Observó sus pies. Estuvieron descalzos todo el rato. Por suerte la nieve amortiguó las pisadas y no se hizo daño. Cogió unos zapatos que tenía en un cajón. También se cambió de falda y de quipao. Quería llegar a ese mundo con ropa en mejor estado.

Volvió lo más rápido posible. Respiró profundamente y trató de llamar a la Llave Espada. Un destelló de luz hizo aparecerla.

Había aparecido un arma parecida a la que llevaba Lyn. Pero seguía pareciendole más bonita la otra. Aunque, en el fondo, le gustaba.

Presionó en el trozo.

Observó como era. Nunca había visto algo así. Por ultimo, meditó. Ya estaba decidido. Ayudaría a Lyn en lo que fuese. Quería evitar que esos Sincorazón dañasen a la gente. Además quería poder llegar a ser una gran maquinísta.

Finalmente, Alzó la Llave espada del mismo modo que Lyn y su Gitler bajó del cielo. Saltó encima de él.
- Entonces. ¿ Adonde vamos? -

—A Tierra de Partida —contestó su nueva Maestra—. Allí conocerás a más aprendices que, como tú, manejan la Llave Espada. Y bueno... Ciertas máquinas especiales, una en concreto con la que los Maestros tenemos ciertos quebraderos de cabeza desde hace tiempo. Vamos.

La mujer salió volando en su vehículo, esperando a que Mei le siguiera. Por primera vez, la chica podría tocar el espacio, saborearlo por decirlo de algún modo. ¿Qué le esperaría en aquel nuevo mundo prometido? ¿Más máquinas? Fuese como fuese... Ya era libre.