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"Coliseo del Olimpo". Así se llamaba el mundo en el que cuatro aprendices habían sido convocados aquel día: habían tenido que arreglárselas, ellos solos, para llegar hasta allí. Las pocas indicaciones que habían recibido eran las de una hoja de papel que les informaba de una misión allí y una ubicación algo imprecisa del lugar donde se emplazaba el mundo; perfectamente cualquiera de ellos podría haberse perdido de camino allí.

¿Por qué estaban allí? La noche anterior, poco después de la cena, cada uno encontró un sobre bajo la puerta de su habitación que indicaba apenas un par de cosas: que debían viajar allí y que fuesen lo mejor preparados posible, "aunque seréis tan cazurros que aunque os preparéis al máximo no estaréis preparados ni para golpear un Sincorazón Sombra". La nota estaba firmada por una tal Lyn.

Dicha mujer esperaba cerca de un gran coliseo donde parecían estar disputándose unos juegos de entretenimiento al público en ese momento, pues cientos de gritos y aplausos se oían de allí. Sin embargo, estaba más centrada en el edificio que tenía detrás; una especie de torre pequeña en ruinas. Esperaba sobre una extraña plataforma y apoyada en la pared, esperando junto con a la enorme puerta de mármol. A su lado, un sátiro de perilla pelirroja esperaba con los brazos cruzados.

¿Qué querría la Maestra?

Hice que el glider con forma de tabla de wind surf desapareciese entre una serie de brillos oscuros tras aterrizar en un callejón en el que nadie pudiese verme teniendo en cuenta una de las reglas básicas de los portadores de llave espada; No dejar que personas ajenas a las misiones descubran sobre otros mundos si esto no es estrictamente necesario.

El paisaje que veía allí, en aquel callejón eran unos altos edificios blancos y amarillos que parecían de arcilla o algún material del mismo tipo, el suelo era de tierra dando a entender que no era un mundo tecnológico o que al menos no tenían los medios para asfaltar las calles.

Salí del callejó y recorrí varias calles llegando a una amplia plaza rodeada por aquellos edificios de majestuosos aspecto. La arquitectura era sorprendente, columnas blancas inmaculadas y edificos con estatuas y motivos decorativos muy labrados que parecían haber sido esculpidos a mano por un muy buen artesano. Había gente por todas partes vistiendo un extraño atuendo que consistía en una especie de túnica o vestido blanco sujetado por un broche dorado. También había vestimentas más sencillas lo que indicaban que había clases sociales en aquel mundo.

Observé también, al fondo de la plaza una enorme escalera que subía por una montaña que era coronada por un edificio de apariencia ligeramente más imponente que las demás. Había personas que bajaban las escaleras que llevaban cascos y armaduras de un aspecto bastante diferente al que llevabamos nosotros. También llevaban espadas de aspecto simple o lanzas, en su defecto.

Me acerqué a uno de aquellos hombres que parecían soldados con paso tranquilo.

—¿Es ese el Coliseo del Olimpo?—Pregunté señalando al edificio que parecía observar toda la ciudad.

—¿Acaso un enclenque como tú va a intentar participar en los juegos? Yo de tí ni me molestaría—Se burló el fornido hombre tras dar una carcajada. Sin cambiar mi expresión neutra esperé a que el hombre dejase de reírse.—Si, ese es el Coliseo.

—Gracias—Me despedí agradeciendo su "amabilidad". Subí las escaleras sin prisa alguna llegando por fin al edificio donde unas enormes puertas dobles abiertas dejaban ver un gran patio que hacía de intermediario entre la entrada al coliseo y al camino que llevaba a la ciudad.

Era impresionante ver todo aquello, las columnas eran gigantescas y había estatuas de personas esculpidas en algún material dorado que parecía ser oro y que reflejaba los calurosos rayos del sol que caían sobre ellas.

De un tiempo a esta parte, me levanto de mi forzosa caída. Aunque no noto dolor, creo que me he ensuciado la ropa. No contaba con que hubiera tanta arena por el suelo cuando me encomendaron aquí. La tabla, o Llave-Espada móvil es un poco difícil de controlar, por lo menos para mi gusto. Es, para mí, la parte de mi entrenamiento que está menos trabajada.

Después de quitarme el polvo y los restos de arena de mi ropa, observo el lugar con detenimiento. Es colorido y vistoso, unos edificios bastante grandes, y unas estatuas sorprendentes, amarillas y pulidas de oro. Contrastaba con el día soleado que hacía, las nubes decoraban perfectamente el paisaje solar. Un mundo nuevo, una "vida" nueva.

Será un juego de niños, pero como nadie me conoce voy a hacer un poco el ridículo. Me llevo las manos a la cara y dejo pequeños espacios entre os dedos índice y corazón para poder ver con los ojos. Llamo la atención y me gusta que me miren todos incrédulos. Entre todos, distingo un hombre, un tanto extraño debido a su vestimenta. No es igual a la de los habitantes de allí. Destaca entre los demás.

Supongo que es un aprendiz y voy directo a él, intentando no chocar con la gente. Pero, la verdad es que mi ángulo de visión era más bien pequeño.

—¡Cuidado! ¡Mira por donde andas! —grita un hombre, va por mí.

—Sí... ¡Si ya estoy mirando! —respondo sin girarme. La voz se oye un poco difusa por que me la tapo con las manos. Me parece divertido.

Veo al hombre vestido de negro y me pongo delante suya. Me quito las manos de la cara y entablo conversación.

—Tú, ¿tú no eres de aquí verdad? —recuerdo que no puedo decir que soy de otros planetas a gente extranjera. Me siento confusa por no saber que hacer y empiezo a juguetear con los dedos, bajo la vista—. Yo soy de otro mundo, Tierra de Partida, ¿sabes? Seguro que vienes de allí, pareces un aprendiz.

Y suelto todo el discurso de golpe.

La verdad era que me encantaba aquello. Navegar por el intersticio entre los mundos, un vasto y oscuro espacio que se extendía ante mí como un abismo sin fondo... me recordaba bastante a mi casa. Así, de pie sobre la pequeña plataforma ovalada en que se convertía mi Llave Espada, y agarrado a dos manillares flotantes que facilitaban su manejo, me dirigía con aire nostálgico hacia el Coliseo del Olimpo, el mundo al que había sido convocado por la autora de la carta que había recibido en mi cuarto de Tierra de Partida... eso si lograba encontrarlo, claro.

* * *

Aunque se oía perfectamente el barullo de la gente caminando por las avenidas adyacentes, me las había arreglado para aterrizar en una pequeña plaza desierta, encuadrada entre lo que parecían ser suntuosos edificios de colores albos y adornados con elaboradas columnas. Admiré aquella arquitectura durante sólo unos segundos, ya que al dirigir mi vista hacia lo que parecía ser una de las salidas de la plazoleta mis ojos se abrieron como platos cuando repararon en la presencia de algo mucho más impresionante.

En lo alto de un monte de laderas empinadas laderas se hallaba, medio oculto entre un cúmulo de nubes, un gran coliseo cuyas límpidas puertas relucían incluso desde aquella distancia. La estructura de piedra regía toda la ciudad como si estuviese apostada en un trono, desde el cual se podría observar hasta el último recoveco de la villa.

—El coliseo... —murmuré, casi emocionado.

Me dirigí lo más rápidamente que pude sin llegar a correr hacia aquel lugar, que de seguro era en el que Lyn no estaría esperando. Con cuidado y sigilo, me oculté de la vista de los ciudadanos de aquel mundo mientras recorría sus calles lo mejor posible para llegar a la falda de la montaña. Había que ocultar que veníamos de otro mundo... y mi aspecto no me ayudaba. Cada vez que estaba a punto de ser avistado no podía evitar aguantar la respiración mientra me pegaba a la pared de cualquier edificio cercano, para luego emitir un profundo respiro antes de seguir mi marcha.

A pesar de todo, conseguí llegar al monte para comenzar a subirlo más relajadamente al no haber en él demasiada gente. Veía cómo las puertas del Coliseo del Olimpo se iban acercando a medida que acortaba la distancia con ellas mientras me comenzaba a preguntar seriamente para qué leches me había dicho Lyn que fuese allí en aquel mensaje.

Mientras contemplaba asombrado aquel extraño edificio noté como alguien se quedaba mirándome fijamente. Se trataba de una chica de largos cabellos rubios, era más bajita que yo y bastante delgada. Llevaba puesta una chaqueta roja que no parecía encajar con el aspecto general de aquel mundo por lo que supuse que o era una aprendiz o era una extranjera de otras tierras en las que era normal aquel atuendo. No me pareció para nada fea aunque parecía algo bruta por su expresión.

—Tú, ¿tú no eres de aquí verdad? —Me pregunta de pronto sin motivo aparente ¿Tanto se notaba que no era de por allí?

—No—Respondí simplemente quizás con un tono demasiado rudo. La chica bajó la vista ¿Quizás asustada por mi brusquedad? Y comenzó a juguetear con sus dedos aparentando una especie de timidez que parecía algo falsa.

—Yo soy de otro mundo, Tierra de Partida, ¿sabes? Seguro que vienes de allí, pareces un aprendiz—Explica la joven con cierto nerviosismo. Tenía que admitir que me había pillado del todo ¿Tan mal disimulaba? Pero de todas maneras decir aquello tan a la ligera no estaba bien ¿Y si se hubiera equivocado? Habría desvelado el secreto que a saber cuanto tiempo se había mantenido oculto.

—Si, soy aprendiz de Tierra de Partida—Admití cerrando los ojos y haciendo un asentimiento a su vez.—No deberías decir que eres de otro mundo sin estar totalmente segura ¿Sabes?—Recriminé a la chica. No pude ocultar un bostezo, me sentía cansado por culpa de aquella misión. Era la primera vez que había ido a un mundo completamente desconocido para mí y aquello me había provocado una falta de sueño. Cualquiera diría que se me estaba pegando la vagueza de mi maestro; Kazuki.

Había recibido una nota para ir a un mundo supuestamente llamado ''Coliseo del Olimpo''. Estaba tan mal ubicada la dirección que estuve a punto de entrar varias veces en mundos diferentes, primero a uno en el que había un palacio y un trono, y otro que parecía una selva. Por fin di con el puñetero, que tenía el aspecto de un árbol. Lo que parecía el tronco era negro como el carbón, el suelo en el que se anclaba era una niebla verde, la parte más alta del tronco tenía una carra terrorífica, y lo que parecían ser las hojas era una nube amarilla. Arriba del todo había una especie de edificio, con dos estatuas de gladiadores chocando entre ellas.

─Ese debe de ser el coliseo.─ Dije en voz alta, pues estaba seguro que nadie podía verme ni oírme fuera del mundo. Me adentré a su interior, aterrizando en una especie de pasillo blanco, haciendo desaparecer mi glider. Ya había entrado a otros mundos antes, así que sabía que era el pasaje de la luz, un lugar entre el mundo y el cosmos. Al salir de aquel pasaje, me encontré en un callejón, donde me quité la armadura. Todo el mundo parecía de color amarillo, como aquellas nubes que se veían en el cielo. Caminé unas cuantas calles, llegando a una plaza algo grande. Los edificios de esa zona eran algo más elaborados que los del resto de la ciudad. Al norte, había unas enormes y altísimas escaleras, subiendo una enorme montaña. Era tan alta que sobrepasaba un mar de nubes, que la rodeaba. En un ligero claro se veía unas puertas que, se veían de pequeño tamaño, pero serían de un tamaño enorme. Empecé a subir las escaleras, temiendo que me cansaría a mitad de camino. De camino vi a el pequeño ser de azul que vi en Tierra de Partida, así que corrí para alcanzarle.

─ ¡Espera!─ Grité a ese aprendiz de azul.

─Bueno, vale ─me importa bien poco lo que piense de mí─. ¡Oh! ¡Se me había olvidado! Tengo el entrenamiento con la maestra Lyn.

Me doy la vuelta, levanto la vista y busco con ella los edificios más importantes o imponentes. Los más grandes destacan y, a primera vista, veo uno que tiene talladas unas letras de oro que rezan "Coliseo". Al lado, una gran torre en construcción, un gran edificio según mi punto de vista. Creo que les costará bastante acabarlo.

La carta decía que nos veríamos al lado del Coliseo. Recurro a una posición recta y directa hacia la torre, me tapo la cara con una mano y con la otra agarro la del otro aprendiz.

─¡Vamos! ─hago tonterías con las manos y voy corriendo, en zig-zag, chocando con todo el mundo y arrastrando conmigo al aprendiz─. ¡Aquí nadie nos conoce! Podemos divertirnos.

Invento un par de bromas en mi mente mientras camino. Para mí, aunque fuera una situación bastante intantil, me divierte muchísimo reírme de la gente. Pero no reírme de su aspecto ni de su ignorancia, reír mis bromas.

─¡Por favor! Dejen pasar, que mi amigo está enfermo. Hagan un pasillo por favor, que soy ciega de un ojo ─"soy ciega de un ojo" no sé porque acabo de decir eso, pero tampoco me importa si se lo creen─. ¡Oh! Ya llegamos.

Sonrío hacia el aprendiz de una forma muy pícara, de una manera inigualable, como nunca antes me lo habían hecho a mí. Algo entre cariñosa y romántica, aunque claro, de mentira.

─Bueno, vale ─Responde simplemente a mi pequeña reprimenda que más bien era un consejo o una recomendación para no ponerla en malas situaciones. De pronto, expontaneamente la chica abrió mucho los ojos como si se hubiese acordado de algo.─¡Oh! ¡Se me había olvidado! Tengo el entrenamiento con la maestra Lyn.

Se da la vuelta y levanta la vista en busca de algo. Se para a mirar primero uno que teníamos justo en frente que parecía tratarse del coliseo y después mira a una torre que parecía inacabada. No era tan alto como el rascacielos de Mundo Inexistente, pero no era para nada pequeño teniendo en cuenta el tipo de tecnología tan poco desarrollada de la que disponían.

Sin mediar palabra la chica se pone frente a frente con la torre mirándola fijamente, como si estuviese muy concentrada en ella. De pronto se tapa la cara con su mano y con la que tenía libre me agarra con una fuerza que superaba con creces la mía por lo que me resultaba imposible soltarme.

─¿Qué estás...?─Intenté decir antes de que la chica me cortara ignorando lo que intentaba decir.

─¡Vamos! ─Dice antes de empezar a correr arrastrándome de una manera que parecía algo vergonzosa. La chica comenzó a estrellarse contra la gente sin motivo alguno al ir corriendo de aquella forma tan extraña─. ¡Aquí nadie nos conoce! Podemos divertirnos.

─Pero las reglas...No llamar...atención─Intentaba decir, aunque la chica me ignoró por completo ante mis quejas

¿De verdad había alguien así en Tierra de Partida? Con lo escandalosa que era parecía imposible no conocerla, seguramente era la persona más ruidosa de todo el castillo.

─¡Por favor! Dejen pasar, que mi amigo está enfermo. Hagan un pasillo por favor, que soy ciega de un ojo ─Gritaba como una berdulera sin soltarme del brazo en dirección a la torre. La gente se apartó con prisa ante el posible golpe que llevarían de meterse en el camino de aquella chica.─ ¡Oh! Ya llegamos.─Exclamó contenta para soltarme justo después y mirarme con una extraña sonrisa.

─¿Tengo sucia la cara?─Pregunté al ver que la joven me sonreía de aquella manera tan indescifrable para mí.

Tuve que pararme a tomar aliento. ¡Aquella subida era agotadora! Seguro que tras aquella experiencia aprendería a analizar mejor el mundo antes de aterrizar en él... Así, sentado en una roca de aquella empinada ladera, observé durante unos segundos el paisaje que se extendía hasta el horizonte. En la periferia de la zona más urbana de la ciudad se podían observar algunos campos cultivados, lo que debía ser el área rural.

─Kaah'atrek si trei... ─murmuré para mí, alabando la belleza de aquel lugar.

Justo cuando iba a ponerme de nuevo en pie para retomar la marcha, oí algo que me asustó sobremanera.

─¡Espera!

─¡Aaah!

Al escuchar la voz de alguien que me llamaba, quise esconderme tras la piedra para ocultarme (aunque ya resultase inútil). Sin embargo, con lo precipitado del asunto acabé tropezando y cayendo de bruces al suelo. Cuando alcé la vista para ver la reacción de la persona que había hablado ante mis actos, observé con alivio que era uno de los aprendices de Tierra de Partida. Pero no uno cualquiera... era aquel sobre el que tantos rumores habían corrido. El superviviente de Vergel Radiante.

─Ho-hola... ─saludé, incorporándome─ Me has asustado, jo... Pensaba que eras un habitante de este mundo.

Señalé con el pulgar a mi espalda y hacia arriba, al coliseo que se hallaba todavía a un trecho, en lo alto del monte.

─Supongo que se referirá a eso con "coliseo", ¿no? En cualquier caso, deberíamos ir yendo. No sé yo cómo reaccionará Lyn si llegamos tarde... ─comenté, un tanto inseguro, antes de exhalar un profundo suspiro─ En fin. Soy Fykhjaal, aunque me suelen llamar Fyk.

"O azulado. O bichito. O pequeñín." pensé, poniendo los ojos en blanco sin darme cuenta.

Tras la corta presentación, indiqué al otro aprendiz con un gesto que comenzásemos a caminar de nuevo.

Finalmente llegaron los cuatro aprendices; primero alcanzaron el lugar Fyk y Saxor, y después Ragun y Dejay, entre los cuales parecía haber una tensa relación por parte del chico. Pero aquello a la Maestra le dio igual; se quedó quieta en su sitio, sobre la plataforma, e indicó a los jóvenes que se acercasen hacia allí. Una vez los cuatro estuvieran con ella, no pudo hacer nada más que criticarlos.

—Primer día con vuestra Maestra y ya llegáis tarde, os felicito...

Se rascó la oreja derecha y bajó la mirada al sátiro, el cual observaba detenidamente a cada uno de ellos. Se rascaba la perilla mientras lo hacía, sin quitarles el más mínimo ojo de encima; se acercó a Fyk y le analizó más profundamente, mirándole de arriba a abajo e incluso midiéndole.

—¿Son estos los aprendices de héroe que me decías? —preguntó a la Maestra, clavándole los ojos—. No parecen nada fuertes.

Lyn echó una carcajada al aire, tal vez siendo algo cruel con los aprendices.

—No llegan ni a aprendices de héroe, Phil —le contestó, nuevamente seria—. Solo son una panda de vagos que ahora mismo están en el mismo nivel que una piedra del suelo. Pero si no te convencen, que te muestren lo mejor que saben hacer.

Phil suspiró, pensando en qué hacer. Tras meditar, se colocó frente a los cuatro y movió los brazos lanzándoles una pregunta:

—Muy bien. ¿Qué es lo que mejor se os da a cada uno de vosotros?

Por fin habíamos llegado al lugar donde la maestra nos esperaba junto a otros dos aprendices de los cuales a uno ya conocía bastante bien ya que se trataba del propio Saxor, el otro aprendiz que había visto varias veces (era dificil no verlo siendo de aquel color azul tan peculiar) era bajito y tenía un rostro ciertamente infantil que le hacía parecer puro e inocente.

La maestra tenía un aspecto llamativo a mi parecer, sobre su cabello castaño y liso sobresalían un par de orejas que parecían de perro y sus ojos (que nos miraban con enfado) de color miel también eran peculiares a su manera, aunque no sabía decir por qué. La chica además vestía con una armadura dorada que supuse que era la misma que usaba para viajar por el cosmos y era bajita y delgada. Casi como una niña pequeña.

—Primer día con vuestra Maestra y ya llegáis tarde, os felicito...—Comentó con ironía. Acto seguido comenzó a rascarse su oreja canina del lado derecho y miró a un ser que era mitad humano mitad cabra (o eso parecía al menos) Si mal no recordaba en los libros que Kazuki me había hecho leer ponía que aquel ser era conocido como "sátiro" o algo así. Aquella criatura, que mostraba una redonda y gran panza nos miró a todos evaluandonos deteniendose en cada uno de nosotros mientras se rascaba una pequeña barba que sobresalía en la parte baja del mentón. Finalmente se acercó al ser azul que parecía un niño con más curiosidad aún, incluso me pareció ver que lo medía.

—¿Son estos los aprendices de héroe que me decías? —Preguntó de pronto tras observar al pequeño ser clavando sus ojos en la maestra con seriedad.—No parecen nada fuertes.

La maestra, Lyn comenzó a reír sin ningún motivo más como una burla que por gracia. No cambié mi rostro neutral ni un momento aunque no niego que me sentí ligeramente molesto ante aquel trato que nos estaba dando.

—No llegan ni a aprendices de héroe, Phil —Contestó muy en serio tras aquellas fuertes carcajadas que había soltado momentos antes.— Solo son una panda de vagos que ahora mismo están en el mismo nivel que una piedra del suelo. Pero si no te convencen, que te muestren lo mejor que saben hacer.

El sátiro de nombre Phil, por lo que había dicho la maestra Lyn con anterioridad suspiró barajando las posibilidades de las que disponía. Tras unos segundos de silencio el sátiro de acercó a los cuatro poniendose frente a todos.

—Muy bien. ¿Qué es lo que mejor se os da a cada uno de vosotros?—Nos preguntó. Como yo estaba más cerca del sátiro decidí ser yo el que contestara primero.

—Pues yo...—Empecé meditando mis palabras con algo de inseguridad.— Creo que no tengo ninguna especialidad en particular, aunque se me da bien el control de la magia y las habilidades afines a la oscuridad, también creo que tengo bastante resistencia—Finalicé llevándome la mano a la cara tratando de pensar si se me olvidaba algo más. Como vi que no se me ocurrió nada más dejé que el siguiente hablase.

Llegamos y Lyn ya está presente, junto con una cabra o un animal amorfo parlanchín. Vaya dos, la "mujer" si se le puede llamar así, tiene unas orejas perrunas un tanto raras. Pero pese a todo, era una mujer. En mi interior recé por que no fuera tan o igual de borde como Nanashi.

Con un humor un tanto sarcástico, nos presenta —sin conocernos siquiera— a Phill, o así se hace llamar la cabra. Menciona la frase "aprendices de héroe", no sé yo si Lyn es una heroína en este mundo o algo por el estilo. Desde luego, no lo aparenta. Y él, bueno, Phill, tampoco aparenta ser un hacha en los combates, seguro que es lento corriendo.

Después de risas, insultos, pequeñas ofensas hacia nosotros y nuestro grado de aprendices, nos introducen en su diálogo preguntando qué sabemos hacer. Sombra contesta el primero. Yo, por supuesto, se me ocurre "contar" una broma para romper el hielo. Ya que Lyn está tan graciosa, me dispongo a unirme a la fiesta. Espero mi turno y respondo después de Ragun.

—Pues a mí de me da bien llegar tarde. ¡Es broma! —meneo un poco la cabeza pensando—. Bueno, no es broma, aunque si quiero soy puntual. Se me da bien luchar con la Llave-Espada —me tapo la boca con las manos al reconocer mi error. Posiblemente, no conoce la existencia de la Llave-Espada—. La fuerza y el combate con armas son mis puntos fuertes, aunque no por eso soy lenta o torpe.

En cuanto le dije que se esperara, el pequeño aprendiz gritó y se puso a correr, aunque no corrió mucho, pues se tropezó y se cayó al suelo. En cuanto se cayó, un pensamiento como los de la otra vez pasó por mi mente, diciéndome que me riera. Esa vez pude controlarme más fácilmente, y apenas me dolió el pecho a los segundos de negarme a reírme. Me miró fijamente, con una cara que me pareció de asombro, como la que ponían los otros chicos en Vergel Radiante al ver a Ansem el Sabio, nuestro gobernador.

─Ho-hola... Me has asustado, jo... Pensaba que eras un habitante de este mundo.─ Se quejó. Tras eso, levantó su pulgar indicando a los portones que se veían en lo alto de la montaña. ─Supongo que se referirá a eso con "coliseo", ¿no? En cualquier caso, deberíamos ir yendo. No sé yo cómo reaccionará Lyn si llegamos tarde... En fin. Soy Fykhjaal, aunque me suelen llamar Fyk.

─Hola, perdón por asustarte.─ Me disculpé al aprendiz, que se llamaba Fyk.─ Ese será, es el único que he visto desde fuera del mundo. Le dije, dándole la razón.─ Encantado FykhjpFFF... ─ Se me trabó la lengua al intentar decir su nombre. Parecía que mi boca y garganta no estaban adaptados para decir esas palabras.─ ... Fyk. Soy Saxor, encantado.─ Me presenté. Mientras hablaba, Fyk tenía los ojos completamente en blanco.─Eeeee... ¿Seguro que no te has hecho nada al caerte?─ Tras estas palabras, Fyk me dio una señal para segur caminando, así que caminamos los dos hasta llegar a las puertas.

Al llegar nosotros, llegaron dos personas más. Uno era Ragun, y la otra era una chica rubia que parecía muy bruta, pues estaba arrastrando a Ragun sin ningún problema. Otra chica de mi edad estaba al lado de un ¿hombre-cabra?. Tenía unas orejas de animal que le salían por su cabeza, un ojo con una cicatriz y una cara muy seria. Llevaba puesta parte de una armadura, así que debía de ser otra aprendiz. Nos indicó que fuéramos los cuatro hasta ella.

—Primer día con vuestra Maestra y ya llegáis tarde, os felicito...─ ¿Era la maestra? Creía que solo los mayores de edad podían ser maestros. Mientras decía eso, se rascaba la oreja derecha. La ''maestra'' Lyn miró al hombre-cabra, que empezó a mirarnos a todos (especialmente a Fyk) a ojo de lupa.

—¿Son estos los aprendices de héroe que me decías?─ ¿De héroe? ¿Existía eso? —. No parecen nada fuertes.─ Criticó el hombre-cabra. Tras esas palabras, la maestra soltó una carcajada que hizo que me cayera peor.

—No llegan ni a aprendices de héroe, Phil. Solo son una panda de vagos que ahora mismo están en el mismo nivel que una piedra del suelo. Pero si no te convencen, que te muestren lo mejor que saben hacer.─ Dijo la maestra.

—Muy bien. ¿Qué es lo que mejor se os da a cada uno de vosotros?[/quote]─ Preguntó Phil, el hombre-cabra.

Después de responder Ragun y la chica bruta, me decidí por hablar yo.

─ Mis puntos fuertes son mi fuerza, mi habilidad en combate, mi resistencia y mi poder mágico, aunque el resto lo tengo equilibrado, y por tu culpa, maestra, me perdí dos veces. Aprende a indicar una dirección.─ Dije, en voz muy baja para que no me oyera, extrañándome de haber dicho eso.

—Eeeee... ¿Seguro que no te has hecho nada al caerte?

—¿Eh? Sí, sí, seguro —respondí mientras caminábamos, un tanto confuso.

Y... por fin llegamos al coliseo. Como era de esperar, Lyn nos "felicitó" por nuestra magnífica puntualidad. Sin embargo, aquello no fue lo que más me llamó la atención de la situación, sino la criatura que se hallaba al lado de la Maestra.

"¿Qué eres? ¿Una especie de cabra?" pensé en preguntarle, aunque me aguanté.

Aunque medía más o menos lo mismo que yo, se notaba que era muchísimo más viejo, y hasta una puntiaguda barba en el mentón que se solía toquetear cuando ponía cara de pensar. Cuando se acercó a mí para mirarme de arriba a abajo, temí por un momento que se hubiese dado cuenta de que me había quedado mirándolo. Sin embargo, se limitó a sentenciar lo débiles que parecíamos, preguntando extrañado si éramos en realidad... "aprendices de héroe".

—No llegan ni a aprendices de héroe, Phil —dijo Lyn, gélida como un témpano—. Solo son una panda de vagos que ahora mismo están en el mismo nivel que una piedra del suelo. Pero si no te convencen, que te muestren lo mejor que saben hacer.

Suspiré a la vez que el hombre cabra Fil. Durante las últimas semanas, el pensamiento de que no mejoraba ni a la de tres se había ido acentuando poco a poco. Y aquello de "mostrar lo que mejor sabíamos hacer" tampoco me convencía demasiado.

—Muy bien. ¿Qué es lo que mejor se os da a cada uno de vosotros?

Y la preguntita llegó. ¿En qué destacaba yo? No sabría decirlo... por mucho que mejorase en algo, siempre habría alguien mejor que yo. Así que ¿qué sentido tenía decir algo que luego se convertiría en mentira? No. Mis cualidades no destacaban. Sin bajar la mirada, respondí a la pregunta de Fil.

—C-creo que deberías juzgarlo... por ti mismo. En el desarrollo de lo que sea que vayamos a hacer aquí —opiné—. Todavía no tengo la experiencia necesaria para decir en qué campo destaco...

Las respuestas de los aprendices fueron atentamente escuchadas por Phil, el cual no dejó de acariciarse la barba mientras cada uno de ellos hablaba. Las respuestas de Ragun, Dejay y Saxor no provocaron ninguna respuesta en él, aunque la de la mujer provocó que Lyn mostrase una clara mueca de desagrado por el comportamiento de la chica. Fue la respuesta de Fyk la que hizo que Phil se acercase a él y le mirase directamente a los ojos.

—Esa respuesta no me convence, chico. Dos palabras: ¡autoestima! Un buen héroe nunca baja la cabeza y sabe lo que se le da bien.

Tras aquellas palabras de ánimo, el sátiro volvió con Lyn y se cruzó de brazos, dando la espalda a los chicos. Tras pasar unos segundos meditando, dio entrega en mano a la Maestra de una medalla con el grabado de un ala.

—No entiendo por qué no te haces tú misma cargo, pero bueno. No creo que meter a estos chicos en la acción tan directamente sea buena idea...

—No aprenderán si no es a golpes —explicó la mujer, sin darle más importancia—. Tú deja que se encarguen ellos. No hace falta llamar al musculitos, tiene cosas mejores que hacer.

Phil seguía sin parecer convencido de lo que Lyn le contaba, pero se juntó de brazos y no le dio más importancia.

—Está bien. Tenemos distintos modos de entrenamiento para nuestros muchachos —se dirigió a los aprendices—. Dos sencillas palabras, chicos. ¡Luchad con valentía!

El sátiro se alejó tras ofrecerles su ánimo, dirigiéndose directo hacia la entrada cercana al coliseo. Lyn le siguió con la mirada hasta que se perdió, y una vez lo hubo hecho, se acercó hacia un pequeño pedestal de la plataforma sobre la que se encontraban, observando un pequeño hueco circular donde parecía encajar la medalla que poco antes le había sido entregada. La colocó allí y entonces, con un pequeño temblor, la plataforma comenzó a elevarse; rápidamente subieron unos metros sobre el suelo, hasta encontrarse en la parte más alta de la torre inacabada, a unos ocho o diez metros.

No podían ver qué había en la torre en sí, pero sí que podían ver que frente a ellos había más plataformas. A la izquierda y a la derecha había dos azules en cada lado, que fácilmente podrían ser alcanzadas con un salto; en el centro, por otra parte, había algo más alejado un pilar de aspecto agrietado y viejo que quizá se rompiese al ser pisado, fuera parte de que no podía ser alcanzado con un simple salto (aunque quedarían cerca de él). Más lejos ya estaba el piso de la torre. Todo lo demás era vacío hacia el suelo.



—Os explico rápidamente —comenzó Lyn, girándose del pedestal y observando a los chicos—. Ayer unos aprendices de héroe vinieron aquí a un entrenamiento especial para mejorar su agilidad, tanto en combate como en otros entornos. Al final del entrenamiento, debían enfrentarse a cuatro bestias de distintas habilidades. Uno de ellos consiguió llegar al final, pero lo que se encontró no fue de su agrado: otra criatura había matado a las otras cuatro y había absorbido sus poderes. Los informes señalan que se trata de un Sincorazón.

Lyn se quedó quieta unos segundos y observó la torre. Si podían observar un poco más allá, el suelo de aquella planta se había derrumbado; era casi como un enorme pozo negro y oscuro.

—Es muy poderoso y entre los cuatro no tenéis ninguna oportunidad contra él. Sin embargo, observando la zona con detenimiento he descubierto que el Sincorazón ha adherido sus poderes a los cuatro pilares que hay en la torre; si los anuláis, tendréis una oportunidad contra él. Aunque solo se pueden anular estando encima de ellos, y para llegar a ellos debéis superar dos sencillas pruebas que cualquier inepto podría hacer...

Lyn les invitó a avanzar con una señal. Debían llegar, por tanto, hasta la torre; el objetivo parecía claro y sencillo. Pero antes de que hiciesen nada, la mujer les advirtió:

—Podéis usar cualquier método para llegar a la torre, no me importa si superáis la prueba como iban a hacer aquellos aprendices de héroe o no. Sin embargo, os lo aviso: si uno de vosotros se cae, se aguanta. No pienso volver a recogerle. Si quiere, podrá entrar directamente a por el Sincorazón... Aunque ya puede rezar para salir bien parado.

Advertidos estaban. Debían evitar a toda costa caerse.