Re: [Bastión Hueco] Villain's Vale
Publicado: Dom Feb 23, 2014 2:11 pm
―Es vuestra decisión. Pero si resultáis una carga, os quedaréis solos.
―¡N-no voy a resultar una carga! ―protestó Ban.
Ambos aprendices del bastión tenían permiso para participar en la misión, aunque Ban no había podido evitar que le temblase la voz al protestar. Eran su orgullo y su cabezonería los que le motivaban a ir, pero todas las advertencias de los Maestros y algunos comentarios de los otros aprendices habían terminado por meterle miedo en el cuerpo. Él sólo era un aprendiz novato, cuya única misión había resultado en un fracaso completo...¿en qué se estaba metiendo?
Por suerte, la voz de Ryota le hizo volver a la realidad:
—Nos reuniremos a la salida sur de la ciudad en una hora. Nada de animales —señaló la puerta con la cabeza antes de dirigirse hacia Nanashi—. Conduce a nuestros invitados, Nanashi. Ronin, quédate un momento.
—¡Parece que me ha tocado el gordo!
Oswald soltó un bufido de desprecio, fulminando con la mirada al tuerto, y salió del despacho con los demás. Mientras Ragun avisaba de que se iba a la tienda moguri, Ban sacó su móvil del bolsillo y le hizo una foto al peculiar grupo de aprendices enemigos. Con un poco de ayuda del ordenador, seguro que podía hacerles aún más feos todavía.
—Ni se os ocurra seguirme. O acabaréis en el foso de los cocodrilos —advirtió el rubiales al grupo antes de echar a caminar.
Asegurándose de que nadie le seguía, Ban volvió a su habitación. Miró con tristeza su enorme cama, lamentándose de no poder tumbarse y pasar toda la mañana ahí tirado, pero el tiempo apremiaba. Se dio una ducha rápida, se secó el pelo y se puso su ropa característica: camisa blanca, pantalones, botas y abrigo negros, bufanda, guantes y su gorra. Con mucho cuidado, se metió el viejo reloj (herencia de su abuelo) en el bolsillo del abrigo, y estuvo a punto de llevarse también su consola portátil, pero decidió dejarla en el último segundo. En teoría, no iba a tener tiempo para jugar. Y además, si se aburría siempre podría utilizar el móvil. Por precaución, también se metió en los bolsillos las dos pociones que había comprado el primer día.
A la hora acordada, Ban se reunió con los demás. Empezaba la misión.
* * *
—¿Falta mucho?
Al principio del viaje, Ban era un manojo de nervios. Le temblaban las piernas, los dientes, y hasta las pestañas. El chico podía sentir a los sincorazón acechándoles desde las sombras, preparados para atacar en cualquier momento. El grupo no sólo era numeroso, con ocho personas y un chucho, sino que todos eran portadores de la llave espada. Eran el imán perfecto para aquellos monstruos. Por suerte, la presencia primero de Nanashi y después también de Ryota y Ronin parecía repelerles.
Superados los nervios iniciales, el viaje fue un auténtico aburrimiento. Después de una hora, Ban ya estaba hasta las narices de caminar y empezó a protestar. Los Gliders estaban prohibidos, en teoría para no llamar la atención, y para el chico mimado de Villa Crepúsculo aquella caminata estaba resultando una tortura peor que los entrenamientos matutinos en el gimnasio.
—Qué coñazo...
Resignado, y viendo que los Maestros empezaban a lanzarle miradas de advertencia, Ban se puso los cascos y conectó la música de su móvil. El resto del camino (nada más y nada menos que otras dos horas de andar), Ban siguió protestando en voz baja, procurando que ningún maestro le escuchara, pero sin importarle que otros aprendices le oyeran. Qué coñazo.
Finalmente, llegaron a su destino. Un acantilado se abría frente a ellos, y cinco torres se alzaban rodeadas de una especie de pueblo abandonado. Lo más sorprendente fue descubrir la existencia de agua líquida alrededor del poblado, y aunque el hielo retenía la mayor parte de esta en la parte delantera todavía quedaba un pequeño río con algunas plataformas que servirían para subir hasta la torre principal. Torre que, por cierto, tenía el símbolo de los sincorazón en lo más alto. Mala señal.
—Otros que no tienen ni idea de cómo decorar.
De pronto, Ban vio cómo Nanashi y Ryota invocaban sus llaves. Alertado, el chico se quitó los cascos para descubrir una voz que retumbaba en lo alto:
—¡...tra suerte! Entre todos los lugares, habéis ido a parar al peor, con el mayor contrincante con el que os podáis encontrar… ¡Yo! ¡El mejor guerrero de Villain’s Vale!
—¿Qué demonios...?
Y entonces apareció. Una figura aterrizó a escasa distancia del grupo, observando a los portadores con detenimiento. Iba vestido todo de rojo, con la cara tapada, y lo más sorprendente de él eran sus brazos: tenía seis. Ban no pudo evitar mirar de reojo a Ragun, quien también se había puesto en guardia invocando su llave espada, y no pudo reprimir una leve risa.
Junto al tipo de rojo apareció un sincorazón verde moviéndose a su alrededor sin aparentes intenciones de atacarle. Seguramente no haría lo mismo con los portadores.
—¡Gilgamesh, guardián de las torres!
—Otro friki. Genial —comentó Ban, aprovechando que estaba guardando el móvil y los cascos para hacerle una foto.
—¿Es uno de ellos, Ronin? —preguntó Ryota, manteniendo la posición de guardia constante.
—No tengo informes sobre él, pero todo es posible. Contratan gente muy rara, ¿sabes?
—¡Eh! ¡Que tengo sentimientos!
Fue la Maestra Nanashi quien tomó la iniciativa. Se colocó en la delantera del grupo y apuntó con su arma al tal Gilgamesh, quien respondió invocando a su vez dos espadas.
—Si avisa al resto de esos Villanos Finales habrá terminado la misión. Y si nos quedamos demasiados aquí, llamaremos la atención —señaló la maestra, indicando con un gesto el descenso por el acantilado—. Marchaos. Os alcanzaré después.
—Gracias, Nanashi.
Ryota y Ronin no discutieron ni un segundo, y se lanzaron hacia el descenso. Por su parte, Ban tuvo dudas. En parte había decidido participar en la misión para demostrarle a Nanashi que no era ningún inútil, y una forma ideal para hacerlo sería quedarse y ayudarla a machacar al tío de los seis brazos. Pero por otra parte...no quería involucrarse tan pronto en una pelea si podía evitarlo. Había participado en muchas peleas de entrenamiento contra otras personas, sí, pero nunca en una real. Además, ella era una Maestra, seguro que se las apañaba sin problemas.
—¡Suerte, Maestra! —dijo Ban antes de echar a correr hacia el descenso, no sin antes añadir unas palabras hacia los aprendices que se quedaban con ella— Y vosotros, no la caguéis.
Sin perder tiempo, Ban se dirigió raudo hacia el descenso junto a los maestros y al resto de aprendices. Los problemas habían comenzado.
―¡N-no voy a resultar una carga! ―protestó Ban.
Ambos aprendices del bastión tenían permiso para participar en la misión, aunque Ban no había podido evitar que le temblase la voz al protestar. Eran su orgullo y su cabezonería los que le motivaban a ir, pero todas las advertencias de los Maestros y algunos comentarios de los otros aprendices habían terminado por meterle miedo en el cuerpo. Él sólo era un aprendiz novato, cuya única misión había resultado en un fracaso completo...¿en qué se estaba metiendo?
Por suerte, la voz de Ryota le hizo volver a la realidad:
—Nos reuniremos a la salida sur de la ciudad en una hora. Nada de animales —señaló la puerta con la cabeza antes de dirigirse hacia Nanashi—. Conduce a nuestros invitados, Nanashi. Ronin, quédate un momento.
—¡Parece que me ha tocado el gordo!
Oswald soltó un bufido de desprecio, fulminando con la mirada al tuerto, y salió del despacho con los demás. Mientras Ragun avisaba de que se iba a la tienda moguri, Ban sacó su móvil del bolsillo y le hizo una foto al peculiar grupo de aprendices enemigos. Con un poco de ayuda del ordenador, seguro que podía hacerles aún más feos todavía.
—Ni se os ocurra seguirme. O acabaréis en el foso de los cocodrilos —advirtió el rubiales al grupo antes de echar a caminar.
Asegurándose de que nadie le seguía, Ban volvió a su habitación. Miró con tristeza su enorme cama, lamentándose de no poder tumbarse y pasar toda la mañana ahí tirado, pero el tiempo apremiaba. Se dio una ducha rápida, se secó el pelo y se puso su ropa característica: camisa blanca, pantalones, botas y abrigo negros, bufanda, guantes y su gorra. Con mucho cuidado, se metió el viejo reloj (herencia de su abuelo) en el bolsillo del abrigo, y estuvo a punto de llevarse también su consola portátil, pero decidió dejarla en el último segundo. En teoría, no iba a tener tiempo para jugar. Y además, si se aburría siempre podría utilizar el móvil. Por precaución, también se metió en los bolsillos las dos pociones que había comprado el primer día.
A la hora acordada, Ban se reunió con los demás. Empezaba la misión.
—¿Falta mucho?
Al principio del viaje, Ban era un manojo de nervios. Le temblaban las piernas, los dientes, y hasta las pestañas. El chico podía sentir a los sincorazón acechándoles desde las sombras, preparados para atacar en cualquier momento. El grupo no sólo era numeroso, con ocho personas y un chucho, sino que todos eran portadores de la llave espada. Eran el imán perfecto para aquellos monstruos. Por suerte, la presencia primero de Nanashi y después también de Ryota y Ronin parecía repelerles.
Superados los nervios iniciales, el viaje fue un auténtico aburrimiento. Después de una hora, Ban ya estaba hasta las narices de caminar y empezó a protestar. Los Gliders estaban prohibidos, en teoría para no llamar la atención, y para el chico mimado de Villa Crepúsculo aquella caminata estaba resultando una tortura peor que los entrenamientos matutinos en el gimnasio.
—Qué coñazo...
Resignado, y viendo que los Maestros empezaban a lanzarle miradas de advertencia, Ban se puso los cascos y conectó la música de su móvil. El resto del camino (nada más y nada menos que otras dos horas de andar), Ban siguió protestando en voz baja, procurando que ningún maestro le escuchara, pero sin importarle que otros aprendices le oyeran. Qué coñazo.
Finalmente, llegaron a su destino. Un acantilado se abría frente a ellos, y cinco torres se alzaban rodeadas de una especie de pueblo abandonado. Lo más sorprendente fue descubrir la existencia de agua líquida alrededor del poblado, y aunque el hielo retenía la mayor parte de esta en la parte delantera todavía quedaba un pequeño río con algunas plataformas que servirían para subir hasta la torre principal. Torre que, por cierto, tenía el símbolo de los sincorazón en lo más alto. Mala señal.
—Otros que no tienen ni idea de cómo decorar.
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De pronto, Ban vio cómo Nanashi y Ryota invocaban sus llaves. Alertado, el chico se quitó los cascos para descubrir una voz que retumbaba en lo alto:
—¡...tra suerte! Entre todos los lugares, habéis ido a parar al peor, con el mayor contrincante con el que os podáis encontrar… ¡Yo! ¡El mejor guerrero de Villain’s Vale!
—¿Qué demonios...?
Y entonces apareció. Una figura aterrizó a escasa distancia del grupo, observando a los portadores con detenimiento. Iba vestido todo de rojo, con la cara tapada, y lo más sorprendente de él eran sus brazos: tenía seis. Ban no pudo evitar mirar de reojo a Ragun, quien también se había puesto en guardia invocando su llave espada, y no pudo reprimir una leve risa.
Junto al tipo de rojo apareció un sincorazón verde moviéndose a su alrededor sin aparentes intenciones de atacarle. Seguramente no haría lo mismo con los portadores.
—¡Gilgamesh, guardián de las torres!
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—Otro friki. Genial —comentó Ban, aprovechando que estaba guardando el móvil y los cascos para hacerle una foto.
—¿Es uno de ellos, Ronin? —preguntó Ryota, manteniendo la posición de guardia constante.
—No tengo informes sobre él, pero todo es posible. Contratan gente muy rara, ¿sabes?
—¡Eh! ¡Que tengo sentimientos!
Fue la Maestra Nanashi quien tomó la iniciativa. Se colocó en la delantera del grupo y apuntó con su arma al tal Gilgamesh, quien respondió invocando a su vez dos espadas.
—Si avisa al resto de esos Villanos Finales habrá terminado la misión. Y si nos quedamos demasiados aquí, llamaremos la atención —señaló la maestra, indicando con un gesto el descenso por el acantilado—. Marchaos. Os alcanzaré después.
—Gracias, Nanashi.
Ryota y Ronin no discutieron ni un segundo, y se lanzaron hacia el descenso. Por su parte, Ban tuvo dudas. En parte había decidido participar en la misión para demostrarle a Nanashi que no era ningún inútil, y una forma ideal para hacerlo sería quedarse y ayudarla a machacar al tío de los seis brazos. Pero por otra parte...no quería involucrarse tan pronto en una pelea si podía evitarlo. Había participado en muchas peleas de entrenamiento contra otras personas, sí, pero nunca en una real. Además, ella era una Maestra, seguro que se las apañaba sin problemas.
—¡Suerte, Maestra! —dijo Ban antes de echar a correr hacia el descenso, no sin antes añadir unas palabras hacia los aprendices que se quedaban con ella— Y vosotros, no la caguéis.
Sin perder tiempo, Ban se dirigió raudo hacia el descenso junto a los maestros y al resto de aprendices. Los problemas habían comenzado.