[Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Axel, Sho, Red, Happy, Espe y Vani

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

[Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Nell » Dom Ene 13, 2013 4:52 am

Info:
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Esta Trama tiene lugar el día 22 de diciembre, según el calendario global del rol. No está situada, por tanto, posteriormente a todos los temas que hagáis, por lo que tenedlo en cuenta. Ni tampoco al tema de los regalos de Navidad xD

Debido a que participaremos más de los que habría en un tema convencional, pondré fechas límite desde el principio, de una semana (siendo el día de posteo los domingos), con las que intentaré también ser estricta por mi parte.

Participantes: Axelpower, Little Sho, RedXIII, HappyDelice
Extras: EspeYuna, VaniRoxy801.


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En una pequeña y acogedora habitación de una ciudad muy nevada, un hombre de “músculo ancho”, leía una lista a la luz del fuego de su chimenea. Mientras hacía unas anotaciones en su papel, las llamas alumbraban los nombres de los niños sin rostro que en ella había escritos.

¿Selphie? Mmm, no ha sido un gran año, pero ha ayudado mucho a sus padres —hizo un tic al lado de su nombre—. ¿Queiri? Claro, siempre es muy buena. ¿Solo? ¡Uhm! Si no fuera por lo que ha ido contando por ahí sobre mí…

Aún estaba murmurando cuando una joven, de aproximadamente dieciséis años, albina, sonriente y de carmesíes ojos, salió de la habitación contigua. Estaba llena de hollín, y apenas se daba cuenta de ello, pues ni siquiera había intentado limpiárselo.

¡Ya vuelve a estar lista la máquina! —exclamó, orgullosa, haciendo el saludo militar, muy erguida y repentinamente seria—. ¡Todos están en su posición, señor! ¡Los últimos regalos se están ultimando en este momento, señor! ¡Esperamos sus órdenes, señor!

Muy bien —respondió, con tranquilidad, e ignorando el tono juguetón de la chica—. Estoy acabando la lista. Ya temía que este año no llegásemos a tiempo. Con todos los problemas que ha habido últimamente, ha sido una suerte que tengamos al fin todo listo. Gracias por tu trabajo, H…

Un estruendoso ruido de la calle silenció las siguientes palabras del hombre. Ambos se giraron hacia la puerta principal, sabiendo que eso sólo podía significar una cosa: los “problemas” habían regresado.

La muchacha estaba boquiabierta. Porque, al otro lado, le parecía oír varios ruidos que le resultaban más familiares que el anterior.

¿Akio…?


[…]



Axel y Yagami

Cada uno de los aprendices hacía su vida cotidiana en Bastión Hueco. Ya fuera entrenar, hacer misiones, vaguear… Sin embargo, tal y como suelen empezar los grandes acontecimientos, aquel no se predecía como un día fuera de lo normal.

Axel fue el primero en advertirlo, en el momento en el que vio, al final del pasillo que atravesaba (fuera por la razón que fuese), la figura de Diana, mirándole fijamente. Esperándole. Seguramente ya se había topado con ella en otras ocasiones, y no le habría pasada desapercibida su increíble belleza. Sólo miraba hacía que le palpitase el corazón, y ya no hablemos del férreo sentimiento de acercarse a ella, tocarla, olerla y… ¿por qué no? Besarla como nunca antes había deseado besar a otra chica.

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Hasta qué punto habían llegado o no esas sensaciones, así como la influencia que tenían sobre Axel, eran cosa suya. ¿Cuánto podría resistir el chico?

¿Axel, verdad? —sonrió, abordándole cuando se acercó—. El Maestro Ryota me ha dado un recado para ti. Quiere que vayas junto a otros dos aprendices a Ciudad de la Navidad. Sólo me ha dicho que te reúnas con ellos en la entrada principal.

Se echó para atrás un mechón suelto del pelo, en una pose francamente sexy. Luego, se despegó de la pared y le lanzó un guiño a Axel, mientras pasaba a su lado en dirección contraria.

Buscas poder, ¿verdad? Qué mono —otra vez volvió a ensanchar su sonrisa—. El Maestro lo sabe y te ayudará a conseguirlo. Obedécelo. Todo lo que hagas será bajo sus designios, y por tanto, en tu provecho. Realmente adoro los hombres fuertes...

Enseguida se perdió por el largo pasillo, siendo sus últimas palabras un ligero murmullo, y dejando a Axel encantado con su aroma sin igual.

En cambio, fue Shinju quien visitó a Yagami, buscándole en su habitación, en la sala de entrenamiento, en el comedor… Allí donde estuviera en ese momento, Shinju lo asaltaría.

¡Tenemos misión! ¡Vamos, ven, que no se va a resolver sola! —exclamó, echando a andar, sin hacer más caso a Yagami, salvo por una última advertencia— ¡Te esperamos en la entrada principal! ¡No tardes, o me chivaré al Maestro!

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Yagami podía decidir, entonces, si hacer una paradita en su habitación (en el caso de no estar en ella), o ir directamente tras Shinju, quien ya parecía completamente preparada. Desde luego, avisar a su compañero había sido su última prioridad.

Shinju les esperaría a ambos en el punto de reunión, con los brazos cruzados y el ceño levemente fruncido. En cuanto estuviesen todos reunidos, comenzaría a despotricar (nada que ver con la actitud que había mostrado ante Yagami):

¡Menudo morro tiene! ¿Por qué tengo que hacer una misión de Ryota? No soy su aprendiza. La Maestra Ariasu hace cosas más divertidas. Aunque… —sonrió de una manera un tanto siniestra—. Esta vez va a ser muy, muy divertido —soltó una sonrisilla—. El Maestro Ryota me hizo llamar para hacerme un encargo, y quiso que vosotros dos me acompañarais. Eso le restará emoción, pero mientras no estorbéis, no importa. El caso es que nuestra tarea es…

Mientras lo decía, invocó su Llave Espada, de nombre Ruido Esquelético, y la lanzó al aire, volviendo ésta en forma de Glider, con la forma de un auto en el que Shinju se sentó tranquilamente. Además, se acopló también la armadura, que tenía forma de un encantador vestido de lolita como el que normalmente solía llevar.

¡… robar la Navidad!



Zait, Hiro, Mei y Nadhia

La Navidad se palpaba en el aire de Tierra de Partida. Había árboles navideños en cada rincón que se apreciase, decoración en forma de bolas y serpentina, así como moguris cómicamente disfrazados de Santa Claus, al grito también de “Ho-Ho-Ho”, cuál enanitos, en realidad.

Además, el día 25 estaba terriblemente cerca. Si estaban pensando en tener un detallito con alguien, antes de que Santa Claus lo hiciese, aquella era su oportunidad de comprar los regalos. No obstante, fueran cuales fuesen sus planes, éstos quedaron frustrados.

Akio les esperaba. Un moguri, vestido ésta vez de reno, les había dado la notificación de que el Maestro les requería (en unos diez minutos) en los Jardines. Últimamente parecía más asqueado de lo habitual, metiéndose cuánto podía con los aprendices y siempre molesto. Ninguno de los Maestros le había preguntado la razón, a suponer porque ya la supieran, pero ésta se desveló en cuanto Derhe Yeno le soltó la cuestión un día en el comedor.

Odio la Navidad. Es una época absurda y tonta. Y límpiate esa barbilla, que pareces un babuino comiendo con esas manos tan grasientas.

Quizá lo hubiesen escuchado, o quizá no. En cualquier caso, lo mejor para todos era mantener alejado el temita.

Cuando llegaron, le verían sentado en un banco, pensativo. En Tierra de Partida no había nevado (aún), ni tampoco hacía tanto frío, pero llevaba puesto un largo abrigo rojo, seguramente bien calentito, e incluso asfixiante con aquella temperatura.

¿Qué miráis, so lelos? —les soltaría, en cuanto se aproximaran a él—. ¿Y qué hacéis con esas pintas? —frunció el ceño—. Le dije a ese Rudolph de pacotilla que debíais llevar ropa de abrigo. Vamos a un lugar muy frío, y no quiero cargar con ningún idiota al que le haya dado una hipotermia.

Sí, definitivamente, estaba de mal humor.

Akio volvería a esperarles para que fueran a coger todo el abrigo que quisieran, o algo más que precisaran, antes de partir. Para cuando regresaran (salvo si alguno había decidido hacerse el machote e ir tal cual), tendría el vehículo y la armadura listos.

Venga, que no tenemos todo el día —les regañó—. Esos sincorazón no se van a exterminar solos.


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Fecha límite: 20 de enero.

En este primer turno podéis hacer varios posts para conversar, si así lo queréis, antes de llegar a Akio. Del mismo modo, Axel y Vani, podéis charlar antes de ir con Shinju.
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Awards 2010-2011, 2012, 2013, 2014 y 2015
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor EspeYuna » Lun Ene 14, 2013 11:54 am

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Bueno, la primera errata de Nadhia es que en el libre de Navidad que se hizo, ella no se acordaba de las fiestas y se sorprendió por el paso del tiempo. Pero casi un año con mi personaje y sin un tipo de error cronológico ya venía tardando xD


Navidad. Aquella dulce y melodiosa palabra que despertaba en mí un sentimiento cálido y reconfortante. ¡Y pensar que desde la temprana edad de los siete años mi padre me contó la triste realidad!

"Santa Claus no existe", me dijo, mientras ambos paseábamos con un helado de sal marina en nuestras manos. Recuerdo perfectamente lo mucho que me enfadé con él, tachándolo de mentiroso y encerrándome en mi cuarto en cuanto llegamos a casa. Je. Lo peor fue que mi relación con Dan empeoró: él podía volver a jugar a Struggle si quisiera.. y encima, podía seguir creyendo en aquel agradable gordinflón que nos traía regalos, cuando en realidad eran nuestros padres quienes esperaban a que estuviésemos dormidos para sacar de la tienda de mamá los presentes, bien escondidos a mis ojos de niña, ahora que era relativamente fácil encontrarlos por accidente días antes.

En Tierra de Partida, las bolas doradas, las serpentinas de colores y los moguris cantando y disfrazados sólo podían sacarme la más estúpida de las sonrisas. De algún modo, ellos me hacían volver a creer en la magia. Pues, ¿quién me iba a decir que esas Navidades las pasaría fuera de casa, "de mi mundo", en un lugar mágico en el que sus mentores nos enseñaban a portar un arma tan poderosa como la Llave-Espada? Observé desayunando como Mogara colocaba la brillante estrella dorada en lo alto del gran árbol que se mostraba orgulloso en el comedor.

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No me he podido resistir ^qHogwarts xD


Era 22 de Diciembre. Y prácticamente, me pillaba el toro. Esa mañana iba a irme de tiendas a Ciudad de Paso para buscar algo para mis padres y para Dan.. ¡oh! Y para el viejo Sendh, por supuesto. Pensé que Tandy vendría conmigo, pero para mi sorpresa, cayó enfermo de nuevo. Su cuerpo aún no estaba acostumbrado a haber perdido parte de sus poderes tras iniciar un nuevo pacto conmigo, sin duda, alguien más débil que su último protegido. Le arropé, le di un beso en sus peludas mejillas y salí del cuarto, dispuesta a irme cuanto antes para regresar lo más pronto posible.

Pero mis planes se fueron al traste cuando un pequeño moguri me notificó que el Maestro Akio me requería en los jardines en diez minutos. Aquella noticia me hizo enfurecer por unos instantes. Una misión. Todo el día fuera y, quizás, no pudiese ir al final de compras. Pero lo que me dolía era dejar a Tandy más tiempo solo, con fiebre. Sabía que Mogara cuidaría de él, pero nuestro lazo de unión era muy fuerte, y a la vez frágil. Y le hice una promesa.

Por otro lado.. una llamada de Akio, requiriéndome, hacía que mi corazón se alegrara sobremanera. Mi Maestro me necesitaba.

Qué le vamos a hacer —suspiré, agradeciendo al pequeño la notificación y marchando de nuevo a mi habitación, donde recogí mi arco y mi arsenal de flechas, encontrándome a Tandy profundamente dormido. Me acerqué a él de nuevo y le di un beso en la frente—. Tranquilo, pequeño granuja. Volveré pronto.

* * *


Odio la Navidad. Es una época absurda y tonta.


Recuerdo quedarme boquiabierta cuando Akio soltó eso sin tapujos en el comedor días atrás. Y lo notaba, bueno.. toda Tierra de Partida lo palpaba en el ambiente, en el aura de su alrededor: estaba más irritado que de costumbre. Si bien hacía bromas pesadas a los aprendices y a la Maestra Lyn como era habitual, el último mes se había estado pasando bastante. Las novatadas a los primerizos habían llegado a mis oídos, y decantaban demasiada crueldad.

Pero seguía sorprendiéndome que el pequeño Akio, aquel niño que disfrutó en el desguace del viejo Sendh curioseando entre los juguetes de las estanterías, pudiese odiar la Navidad.

¿Que si había pensado en preguntárselo? Por supuesto. Incluso, desde aquel día que oí esas palabras salir de su boca, una duda me asaltó: ¿conservaría la pequeña caja de música por la que por poco Lyn me despedaza al querer recuperarla?

Aquello meditaba cuando encontré a Akio sentado en un banco de los jardines, pensativo. Me quedé embobada mirándole: llevaba un largo abrigo rojo, que lo hacía parecer el niño más hermoso que podría encontrarme en Villa Crepúsculo. Como un pequeño príncipe a falta de corona para proclamarse rey, el rojo de su abrigo resaltaba aún más el marfil de su piel, sus dorados cabellos y sus ojos esmeralda. Ni siquiera le di importancia que en aquel momento hacía demasiado calor para llevarlo puesto.

Estaba sencillamente adorable.

¿Qué miráis, so lelos? —pegué un respingo cuando Akio, irritado, me sacó del pequeño trance. Para mi sorpresa, no era la única que había sido convocada allí. Me fijé en tres rostros, uno de ellos más familiar que el de los demás: el pequeño Zait. Un muchacho de tez oscura y rasgos parecidos a los de Lyn apareció junto con una bella muchacha de larga cabellera y que lucía un precioso vestido, de extraño aspecto, quizás de un mundo con una cultura muy diferente a Villa Crepúsculo. Estuve a punto de conversar con Zait o presentarme a mis compañeros, cuando Akio me interrumpió—. ¿Y qué hacéis con esas pintas? —una gota de sudor me recorrió la frente. Sí, estaba de muy mal humor—. Le dije a ese Rudolph de pacotilla que debíais llevar ropa de abrigo. Vamos a un lugar muy frío, y no quiero cargar con ningún idiota al que le haya dado una hipotermia.

V-Vale.. —es lo único que pude responder. Realmente intimidaba más que de costumbre, habiendo estado acostumbrada a sus bromas, a sus incordiosos comentarios sobre mi supuesto romance con Ragun y todo lo referente a que en sus entrenamientos me veía como una inútil.

* * *


Zait, ¿qué tal has estado? —le pregunté al joven mientras Mogara me buscaba algo para abrigarme— No te veía desde.. ¿Junio, quizás?

Así es. La última vez que había visto a Zait fue en el Coliseo del Olimpo, presentándonos ambos junto a Light y a Alec en aquella emocionante competición, la Copa Hefesto. Esperando su respuesta y dedicándole una sonrisa, contenta de que pudiese ir de misión con él, Mogara me otorgó ropa más adecuada para el lugar al que íbamos a ir, y regresé al lugar de encuentro vestida con un bonito abrigo de piel.

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Para cuando llegué, Akio ya llevaba puesta su armadura y había invocado su Glider.

Venga, que no tenemos todo el día —nos regañó, haciendo que yo mostrara una divertida mueca de desaprobación. Se estaba comportando de un modo más arisco e insoportable, y más en esas fechas—. Esos sincorazón no se van a exterminar solos.

¡Ya voy, ya voy! —exclamé, decantando que estaba acostumbrada a su peculiar genio, invocando mi armadura y mi Glider mientras observaba a los demás. Ni siquiera me había dado tiempo a presentarme, así que mientras subía a mi Glider me acerqué a ellos— Me llamo Nadhia, ¿y vosotros?

En realidad, me daba pena que tuviesen que soportar a Akio de esa manera, y más los días previos a Navidad.

¿Por qué odiaba Akio la Navidad? Me mordí la lengua, sabía que no era buena idea mencionar nada.. y sobre la caja de música, ¡jo, me moría de ganas por saber si la conservaba! Pero estaba bien claro que si metía la pata, Akio no tendría ningún reparo en dejarme en tierra.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Axelpower » Lun Ene 14, 2013 10:35 pm

Ajusté correctamente mis protecciones, asegurándome de que no iban a caerse, y até fuertemente a mi espalda el escudo que tantas veces me había ayudado. No iba a combatir con nadie, pero el peso extra que implicaba llevarlo a cuestas añadía una mínima exigencia al entrenamiento. Y más exigencia significaba mejores resultados.

Mientras recorría los pasillos que conducían a la puerta de salida, observaba tan maravillado como siempre la majestuosidad de aquellas enormes salas y pasajes que no tenían nada que envidiar a las del que había sido mi hogar en Tierra de Partida. Desgraciadamente, al menos para mi gusto, no podía decir lo mismo de los exteriores: los Jardines, debido a su enorme extensión, eran el sitio ideal para largas carreras en las que podía entrenar tanto resistencia como velocidad. Además, la suavidad de la hierba era indudablemente mejor que la dureza de los adoquines de la ciudad, que en entrenamientos largos terminaban haciendo que los músculos del tren inferior de mi cuerpo se resintieran. A pesar de que cuando vivía en Tebas no le daba la más mínima importancia al hecho, después de acostumbrarme a entrenar sobre suelo blando el cambio se había hecho bastante notable.

A medida que avanzaba, seguía pensando en formas de paliar las consecuencias del cambio de terreno, cuando de pronto me fijé en una figura que destacaba al fondo del pasillo. Si bien no lograba distinguirla de lejos, de lo que no me cabía duda es de que estaba mirándome fijamente. No parecía estar allí por casualidad, sino más bien parecía estar esperándome. ¿Qué podía querer de mí?

No fue hasta que me encontraba frente a ella que caí en la cuenta de quién era. Y no pude evitar maldecirme a mí mismo por no reconocerla antes. Aquel brillante pelo rubio, capaz de iluminar mi corazón con tanta intensidad como el sol iluminaba mi vida, que caía con suavidad sobre la lisa y clara piel de su rostro, pertenecía a la única persona capaz de captar mi atención al mismo nivel que un buen entrenamiento, a la única persona capaz de hacer que lo dejara todo para acudir a su llamada, a aquella que conseguiría hacer sentir envidia a la mismísima Afrodita. Muchos en Tebas me tomarían por loco al decir eso, pero es porque no habían tenido el placer de perderse en aquellos azules ojos, cuyo tono grisáceo no hacía más que aumentar la irrefrenable atracción que me hacía depositar completamente a gusto toda mi atención en la persona más bella que jamás mis ojos han contemplado. Bajé mi mirada, buscando disfrutar cada detalle de su hermoso y reluciente cuerpo, desde su cabello hasta el más pequeño y grácil de sus dedos, que asomaba juguetón por la punta de aquellas sandalias que con su color claro no hacían más que realzar su blanca piel. Y, cuando ya creía que había conocido la auténtica perfección, reparé entonces en sus preciosos labios, rosados y finos, que despertaban en mí sentimientos que nunca antes había conocido. Quería acercarme poco a poco, contemplarlos más de cerca, poder ver como ella se acercaba, sentir en mi piel el calor de su piel, en mis labios la suavidad de los suyos, haciendo que nuestros rostros se unieran y fundieran en uno solo, unidos para la eternidad por una fuerza irrefrenable. Pero, para mi desgracia, no conseguía hacer que mis músculos reaccionaran. Estaba demasiado ocupado en contemplar la maravilla que tenía la suerte de tener frente a mis ojos y en apreciar que la auténtica belleza tenía nombre: Diana.

¿Axel, verdad? —murmuró, mientras con una risueña sonrisa en el rostro me miraba atentamente. No cabía duda de que me hablaba a mí, pero por más que lo intentaba no lograba articular palabra—. El Maestro Ryota me ha dado un recado para ti. Quiere que vayas junto a otros dos aprendices a Ciudad de la Navidad. Sólo me ha dicho que te reúnas con ellos en la entrada principal.

Si aún quedaba algún pedazo de mi cuerpo que no sintiera una descomunal atracción por ella, terminó de ser conquistado cuando echó hacia atrás un mechón de aquel dorado pelo suyo, que era si cabe más precioso al ondear al compás del viento que recorría el pasillo y traía hacia mí el fresco y agradable aroma que aquella preciosidad desprendía, y que conseguía encandilarme y conquistarme cada vez más y más. Y de pronto, cuando más a gusto me encontraba flotando entre aquellas sensaciones blandas y suaves como nubes que creía que por nada en el mundo cambiaría, consiguió centrar mi atención en un tema completamente distinto.

Buscas poder, ¿verdad? Qué mono. El Maestro lo sabe y te ayudará a conseguirlo.

Después de eso siguió hablando, pero yo ya había dejado de escucharla. Ni la más tierna de sus sonrisas habría podido conseguir que desviara mi atención de lo que realmente importaba.

¿Tan titánica era mi ansia por llegar a lo más alto que, sin necesidad de decir nada a ninguno de los habitantes de Bastión Hueco, tanto mi Maestro como la Maestra Diana se habían dado cuenta de ello? ¿Acaso lo notaría Wix durante nuestro primer combate, y se lo comunicaría a ellos nada más me uní a sus filas? ¿Sabría Ryota lo que buscaba cuando me aceptó como su discípulo? Y es que, si con el anuncio de que sabía qué era lo que más deseaba había logrado que sintiera curiosidad por sus palabras, con la revelación que prosiguió consiguió hacer que las palabras que surgían de sus labios fueran lo único que para mí existía en aquel momento: "Te ayudará a conseguirlo".

¿Cómo sabía ella que el Maestro Ryota estaba dispuesto a concederme el poder que tanto anhelaba? ¿Acaso él mismo se lo habría afirmado? Fuese como fuese, Diana no tenía motivo alguno para mentirme, y eso sólo podía significar una cosa: debía obedecer al Maestro a toda costa, empezando por aquella misión. Sin despedirme siquiera seguí mi camino, dirigiéndome esta vez no a entrenar a los exteriores, sino a la entrada principal en la pondría rumbo a mi próximo destino.

Cuando ya casi me encontraba en la puerta, me percaté de que también hacia ella se dirigía un joven que parecía un poco mayor que yo, de oscuro y corto pelo y con una pálida piel que hacía destacar una grave quemadura en su mejilla derecha. ¿Sería él uno de mis compañeros de misión? No iba a esperar para averiguarlo, así que me acerqué hasta donde él estaba y, colocándome delante suya de forma que le bloqueaba el paso y le obligaba a darse cuenta de mi presencia, le tendí mi mano.

¿No serás tu por casualidad uno de mis compañeros de misión en la Ciudad de la Navidad? Mi nombre es Axel, natural del Coliseo del Olimpo y Aprendiz del Maestro Ryota. Encantado de conocerte.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor VaniRoxy801 » Mar Ene 15, 2013 11:38 pm

Navidad… menudas fechas…

Faltaban aún un par de días y la gente parecía estar más impaciente de lo normal. Tampoco era una fiesta muy importante como para darle tanta importancia… pero como todo Bastión Hueco estaba emocionado con el evento, no podía quedarme fuera.

Me encontraba ahora mismo en los tenebrosos pasillos de Bastión Hueco, volviendo a mi habitación tras haberle hecho una pequeña visita a la gatita, contándole mis planes para la mañana de Navidad. Con un poco de suerte, pasaría un buen rato durante aquella fecha tan sobrevalorada.

Estaba ya cerca de mi cuarto cuando me crucé con una aprendiza, inconfundible con su traje de sirvienta y su deslumbrante belleza…

Oh, Shinju… Buenos…

¡Tenemos misión! —me interrumpió.

Sigh…¿No hay días libres ni siquiera cuando se acerca la Navidad? —suspiré.

¡Vamos, ven, que no se va a resolver sola! —al parecer tenía prisa…

Vale, vale, pero déjame ir a buscar mi abrigo a mi habitación, si vamos a salir, seguro que hace frío.

¡Te esperamos en la entrada principal! ¡No tardes, o me chivaré al Maestro!

Dicho esto, desapareció por el pasillo, dirigiéndose a toda prisa hacia la entrada principal. No debía entretenerme, si Shinju tenía prisa es que la misión era importante. Fui rápidamente hacia mi habitación y cogí el abrigo que solía usar, que era bastante calentito. Me dirigí a paso ligero hacia la entrada principal del castillo, esperando no haber tardado demasiado.

Sin embargo, antes de llegar a mi destino, otro chico apareció de la nada, colocándose delante de mí y cerrándome el paso hacia la entrada principal. No me costó reconocerlo, me sonaba haberlo visto alguna que otra por Bastión Hueco, así que debía ser otro aprendiz. Lo miré fijamente, fulminándole con la mirada. Me daba igual para lo que me hubiese parado o lo que quisiese decirme, tenía prisa y no podía perder el tiempo. Pero entonces, me tendió la mano y me explicó el motivo del asalto.

¿No serás tú por casualidad uno de mis compañeros de misión en la Ciudad de la Navidad? Mi nombre es Axel, natural del Coliseo del Olimpo y Aprendiz del Maestro Ryota. Encantado de conocerte.

Me quedé mirándolo un rato antes de contestarle, al parecer iba a ser uno de mis compañeros en la misión de la que me había hablado Shinju. Menuda compañía me había tocado…

Puede ser… —le respondí, pasando de su ofrecimiento a estrecharnos la mano—Aunque Shinju no me había especificado el mundo dónde iríamos…

Había hecho bien al coger el abrigo… La Cuidad de la Navidad tenía nombre de sitio muy frío… El chico seguía allí, al parecer intentando entablar conversación conmigo al decirme algunos de sus datos, pero el hecho de que me hubiese bloqueado el paso con la prisa que llevaba me había hecho perder las pocas ganas de ir de buenas.

Bueno, da igual… Shinju me ha dicho que me diese prisa. Así que te recomendaría que te quitases del medio. —le dije con un tono seco y burlón—Oh, y me llamo Yagami… No creo que necesites saber nada más…
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor A Nerd Girl » Sab Ene 19, 2013 6:13 pm

Tranquilamente estaba en mi habitación, básicamente leyendo sobre lo que en la cultura de varios mundos ser conocía sobre algo llamado “Navidad”. Nunca había conocido tal festividad, pero me daba curiosidad… ¿Un desconocido entraba y te dejaba regalos? ¿Quién se creería eso? Normalmente si un desconocido entra sin que sepas que está ahí es para robar así que seguro que había algún idiota que se creía que le daba cosas. Literalmente necesitaba ver para creer.

A pesar de eso, no pude evitar sentir ganas de pensar en algo para regalarle a algún conocido. ¿Qué le gustará a Xefil? Me calentaba la cabeza pensando en qué podía regalarle. No quería darle una idiotez. Me puse a dar vueltas en mi cama cuando me caí de golpe. Una risita reconocible me levantó del suelo para mirar a Mothy con los mofletes inflados mientras le decía que parase de reírse de mí y se disculpaba mientras me llamaba torpe y diversas cosas en broma.

Últimamente en Tierra de Partida estaba inundado de Moguris vestidos de ( como decían mis libros) Santa Claus. Me daban ganas de achucharlos de los monos que eran. Un moguri vestido de un animal me avisó que tenía que ir a los jardines en menos de 10 minutos. ¡Qué chasco! Con las ganas de irme un rato a echarme una siesta. Tuve que dirigirme sin más dilación básicamente desconocía quien era el Maestro Akio, pero esperaba que no nos mandase mucho trabajo.

Al llegar pude ver como un chico de pelo rubio muy joven (a mi gusto ni parecía Maestro) y vestido con un abrigo rojo que daba pinta de que asfixiaba llevarlo puesto… ¡Si ni hace frío! Miré rápidamente quien estaba conmigo, un chico de oreja puntiagudas y de aspecto jovial; una chica que parecía poco mayor que yo y era bastante bella; y finalmente un chico de pelo rojizo y orejas de perro que me recordaban a mi Maestra.

¿Qué miráis, so lelos? —Que manera más bonita de saludar. Era pequeño pero con malas pulgas, esa era la primera impresión de ese Maestro. —. ¿Y qué hacéis con esas pintas? —¿Qué pasa con mi qipao? Es muy bonito… —. Le dije a ese Rudolph de pacotilla que debíais llevar ropa de abrigo. Vamos a un lugar muy frío, y no quiero cargar con ningún idiota al que le haya dado una hipotermia.

¿Mucho frio? Estaba por reírme, seguro que ni se comparaba con el frío de la montaña donde vivía. Pero claramente la mirada de << Haz caso y abrígate>> de Mothy no podía ser más certera y con un suspiro me dirigí a buscar un abrigo… Me alegré de haber tenido uno en el armario.



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Salí para reencontrarme con los compañeros que tendría. ¿Qué lugar será? Volví sola por que dejé a Mothy a cargo de Happy. Con razones de sobra, no quería hablar con él con gente cerca y lo sabía, no quiero ser tratada de loca.

Venga, que no tenemos todo el día —El enano rubio estaba impaciente.—. Esos sincorazón no se van a exterminar solos.

¡Ya voy, ya voy! —Dijo la chica, también se puso su armadura y su glider.— Me llamo Nadhia, ¿y vosotros?

¡Yo soy Mei, encantada! —Me puse la armadura y glider también. Miré al resto y deseé con todas mis ganas que no acabásemos mal.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor RedXIII » Sab Ene 19, 2013 10:58 pm

el día era algo frío y navideño, todo el lugar estaba adornado exageradamente con adornos de navidad y luces de colores que cambiaban al compás de una extraña musiquita que se podía escuchar a veces.

Te digo que Vash le gana — Expresó con algo de rabia hacia su fiel compañero Moguri.

¡Kupó no, el Dragón plateado puede volar! — Contestó algo enfurismado.

Da igual, eso no tiene sentido — Soltó un breve suspiro, ni siquiera había prestado atención a los Moguris que, corriendo por todas partes, decoraban el lugar —¿Pero que? — Se preguntó al verles tan alegres y felices.

Kupó estamos a 22, el 25 celebran Santa Claus — Le explicó su Moguri mientras este ponía su mano sobre el hombro de Hiro —¡Kupó y traerá muchos regalos! — Exclamó emocionado.

¿Santa... que? — Se preguntó, en la familia de Hiro siempre habían celebrado los "Reyes Magos", una festividad que al parecer con el paso del tiempo en aquel lugar perdía fuerza por aquella tendencia llamada "Santa Claus".

Kupó Ho ho ho, felíz navidad — Exclamó un Moguri que apareció repentinamente.

¡Ay la hostia! — Exclamó al verlo, se había llevado un buen susto ya que no se esperaba su aparición, y tampoco entendía el porque de su extraña y vistosa vestimenta.

Kupó has sido un buen niño ¿Verdad? — Dijó poniendo un tono extraño de voz, a su vez ofrecía una bolsa de chucherías que Hiro no rechazó.

Gracias... — Respondió el joven aprendiz sin tener ni idea de que había pasado.

Acto seguido otro Moguri apareció repentinamente.

¡Kupórin Kupóran, tiene una notificación kupórin! — Exclamó este, de nuevo asustando a Hiro.

¡¿Pero que coño pasa hoy que todos aparecen de golpe?!... Al igual me han puesto una nota en el abrigo o algo como la última vez — Era poco probable que fuera aquello, ya que no tenía ninguna pegatina detrás.

El extraño Moguri, vestido de una forma aun más llamativa que el anterior, aviso que el maestro Akio requería su presencia, a un ritmo normal Hiro se dirigió al lugar comentado por aquel extraño Moguri, acompañado de MoguDer, el cual parecía más interesado en la bolsa de chucherías que Hiro ya se estaba comiendo.

***


El maestro Akio se encontraba en uno de los bancos del Jardín, pensativo, nunca lo había visto así, aunque tampoco lo conocía demasiado, exceptuando algún que otro encuentro casual anterior no habían coincidido apenas.

¿Qué miráis, so lelos? — Dijo nada más acercarse.

Pues, el Moguri ese que corre por ahí detrás con una extraña pinta — Señaló hacia un lado, donde se podían ver aun a algunos Moguris decorar el lugar.

¿Y qué hacéis con esas pintas? Le dije a ese Rudolph de pacotilla que debíais llevar ropa de abrigo. Vamos a un lugar muy frío, y no quiero cargar con ningún idiota al que le haya dado una hipotermia.

Creo que os lo dice a vosotros — Susurró Hiro, el cual ya había venido abrigado, era algo friolero y a la más mínima se ponía todo un arsenal de ropa para abrigase, al llevarlo abierto no tenía mucho calor, pero tampoco frío.

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El arma con la cual participara Hiro en la Trama aun no la tengo decidida


Venga, que no tenemos todo el día, esos sincorazón no se van a exterminar solos — Parecía bastante irritado, pero no tenía ni idea el motivo, tal vez estaba resfriado o algo, o tal vez alguien le confundiera con una mujer... como le pasó a Hiro una vez, o se metiera con su estatura, algo bastante tentador.

El maestro parecía estar listo para despegar, con su armadura y su Glider invocados, mientras sus compañeras de misión habían decidido hacer lo mismo.

Me llamo Nadhia, ¿y vosotros?

¡Yo soy Mei, encantada!

¡Yo soy Hiro, Hiro Inukai, hijo de Biyako Inukai — Exclamó con una pose triunfal y casi cómica, acto seguido invoco su armadura, desgraciadamente el abrigo le abultaba mucho y hacía que la armadura le apretara más de lo normal.

¡Kupó no estaría pensando en dejarme aquí! — Exclamó su pequeño Moguri, el cual, indignado por ni haber sido presentado, estaba detrás suyo —Kupó yo también quiero ir — Dijo algo triste, casi parecía que se iba a poner a llorar.

Esta bien, esta bien, puedes venir — Le dijo, sacando, a saber de donde, su maravillosa "Capsula de Viaje" ¡Ya era hora de estrenarlo! El aparato permitía que su Moguri pudiera acompañarle acoplado a su Glider, el problema era que a Hiro aun le costaba invocar la llave y su vehículo, con un gran esfuerzo y unos minutos después pudo hacerlo, no sabía como pero lo consiguió, acopló a su Moguri y se preparó para salir de allí en cualquier momento.

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Supongo que MoguDer puede venir sin problemas conmigo, lo único que aun tiene la racial en discusión (Y es un rollo raro, así que de momento no la empleara hasta que se solucione XD).

Supuse que se podían usar los Moguris del entorno para poder hacer un poco más sobre ese tema y tal, espero que no haya problema con eso.

Cuando dice encuentros casuales con Akio hace referencia a la primera Trama de Hiro.

Si hay algún problema avisadme.

PD: Sí, lo se, demasiada charla y poca narración XD.
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Awards chupis:

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No hagas click aquí, despertarás a la conejita.

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Oh, no, hiciste, click, has despertado a la conejita.

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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Little Sho » Dom Ene 20, 2013 9:11 pm

Navidad. Quizá sería por lo acontecido últimamente, pero aquello no acrecentaba muchos sentimientos en mí. Ni siquiera sentimientos que pudiese recordar. Aunque había algo de mentira en todo aquello. Cuando veía a Tak el recuerdo de aquella noche de invierno llegaba a mi mente. Últimamente con más fuerza que nunca. Deseaba disfrutar de aquello en cuanto pudiese. Sin embargo, debía recordar que era un regalo de Midna. Un regalo que yo mismo pedí. Quizá no estaba del todo contento con sus efectos… Pero servirían de algo. Los primeros días fueron demasiado… Dramáticos. Aún puedo recordar la primera ronda de la Copa Hefesto. Ahora… Ahora se iban apaciguando, mis sentimientos iban mermando… Hasta que fuesen nulos. Temía aquello. Pero no sabía hasta qué grado. Lo peor de aquello es que mis recuerdos también variarían. Tenía miedo de que cualquier día me levantase y no recordase mi nombre. Mejor dicho… El nombre de mi abuelo. Que no recordase a Daniel ni a Midna. O peor… Ni a Tak ni a Nate.

Acostumbrarme a mi nueva Llave Espada era mi principal labor. Durante los primeros días intenté permanecer con Héroe del Tiempo, pues ya que no sabía cómo acceder al nuevo llavero. Aún así, ahora desconocía al completo cómo usar el anterior, por lo que tendría que aguantarme.

De un modo u otro, un pequeño Moguri vestido de reno llegó hasta mí y me comunicó que tendría una misión con el Maestro Akio. Creía recordar haber escuchado una sentencia suya en el comedor, diciendo que odiaba la Navidad. Quizá antes sí, pero ahora me sería imposible ponerme en su lugar y pensar en un porqué. No obstante, cada uno mantiene sus opiniones. Y no era yo quién para juzgar la de un Maestro.

Procuré llegar cuanto antes a mi habitación y recoger mi particular kit de misión y llevarme a Tak conmigo que, aunque podría llegar por otros modos, prefería llevar suelto y libre. Él no era mi mascota, era mi amigo, mi compañero. Por otro lado, abrí el armario y contemplé el vacío de su interior. Estaba tan acostumbrado a mi humilde ropa que dejó de serme útil. Cogí mi pañuelo de su interior y, esta vez, lo até alrededor de mi cuello. Aquella sensación de la tela rodear mi cuello me gustaba, pero aún no sabía por qué, teniendo en cuenta que no lo hacía habitualmente.

Me dispuse a salir de mi habitación cuando una voz frenó mis pasos

Alto ahí, Zait. ¿A dónde crees que vas?

Tú no deberías llamarme así. No me gusta.

Eres muy respondón para no tener…

¡Calla! Y si soy respondón es por tu culpa. ¿Qué quieres?

No puedes ir por ahí así como así. Podrías pillar un catarro. Y ni tú ni yo queremos eso, ¿verdad? Además… Tengo un conjunto ideal para ti. Y te lo vas a poner, lo quieras o no.

Midna chasqueó sus dedos y, repentinamente, todas las ropas de Zait cambiaron de textura, color y tamaño. Incluso llevaba un largo gorro.

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David Linus (Zait Laind), en su atuendo para Ciudad de la Navidad
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¡Quítame esto! ¿Qué crees que soy? ¿Un moguri?

Quítatelo todas las veces que quieras. Pero lo llevarás puesto cada vez que vayas a donde tú y yo iremos. Quieras o no. Puede que esté oculta, pero me voy a reír un montón.

¡Ah no! ¡De eso nada! Tú te quedas aquí e intentas tranquilizarte. Ya lo sabes, no pienso dejarte venir a las misiones de Tierra de Partida. Así que nada, vete a buscar a Zath si te apetece, pero yo me voy. Y me iré pasando vergüenza. ¡Gracias!

Cerré la puerta con un fuerte, pero sordo, sonido y comencé a correr como pude, yendo Tak detrás de mí. Llegaba tarde. Y todo gracias a Midna. Al llegar pude escuchar algo acerca de ponerse ropa de abrigo, por lo que tuve que agradecer a regañadientes a aquella princesa del demonio. Había allí un grupo de alumnos ya esperando. Éramos cuatro en total, dos chicas, un perro y yo. Quizá Hiro hiciese buenas migas con Tak, ahora que lo llevaba conmigo. Saludé con la mano una vez hubo llegado.

Nadhia me preguntó qué tal me había ido y yo respondí alzando mis hombros.

Han pasado muchas cosas. Necesito ropa. Y creo que no hay nada más que no sepas. O que no deberías saber.

Reí a mis adentros, quizá no se esperaba esa respuesta. El joven y rubio Maestro Akio ya estaba montado en su Glider, por lo que yo le imité. La primera vez que monté en glider desde lo ocurrido en Nunca Jamás pensé que sería distinto. De un modo u otro, aquello me alegraba. Mi particular vehículo me seguía gustando como el primer día. Abrí la Cápsula (que ya no necesitaba, pero seguía usando por costumbre) y dejé que el perro entrase. Los demás optaron por presentarse, siguiendo el ejemplo de Nadhia. Conocí entonces a una joven llamada Mei que se acercaría a mi altura. Aunque desde que me alejé de Nunca Jamás, (incluyendo con ello Londres), había crecido considerablemente. Aunque, aún así, no era aquello ningún mérito, ahora podría decirse que era un joven de estatura media. Omitiendo todo aquello, debía presentarme, pues ya que, al menos, fui educado.

Puedes llamarme Zait —comenté dirigiéndome a la única persona que no me conocía—. El perro se llama Tak. Por cierto, Hiro, igual hacéis buenas migas. A todo esto… ¿Cómo acabo aquello de Tierra de Dragones? ¿Encontrasteis al traficante? Si es que era un traficante. Me quedé con la duda.

Dicho esto y, una vez montado en mi glider, materialicé mi armadura y me puse el casco, además de arrancar mi motorizado transporte, dispuesto a seguir a Akio.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor VaniRoxy801 » Lun Ene 21, 2013 1:02 am

Pasé por el lado de mi compañero para seguir mi camino hacia la entrada principal sin dedicarle una sola palabra más. Si íbamos a ir los dos a la misma misión, me seguiría hasta la puerta, pero no me molesté en esperarle. Ya había perdido bastante tiempo y a Shinju no le gustaba que le hiciesen esperar.

Y efectivamente, cuando nos encontramos con ella estaba algo más inquieta de lo normal. Estaba con los brazos cruzados y quejándose sin parar.

¡Menudo morro tiene! ¿Por qué tengo que hacer una misión de Ryota? No soy su aprendiza. La Maestra Ariasu hace cosas más divertidas. Aunque… —hizo una pausa para sonreír de manera siniestra— Esta vez va a ser muy, muy divertido. —A saber lo que nos tocaría hacer…— El Maestro Ryota me hizo llamar para hacerme un encargo, y quiso que vosotros dos me acompañarais. Eso le restará emoción, pero mientras no estorbéis, no importa. El caso es que nuestra tarea es…

Mientras hablaba, lanzó su Llave Espada para invocar el Glider y se puso la armadura. Tras montarse en su vehículo, acabó la frase.

¡… robar la Navidad!

No estaba seguro de si aquello era posible o no, pero visto que Shinju estaba ya a punto de partir, no tenía tiempo de rechistarle. Supongo que ya había encontrado el motivo por el que nos íbamos de misión a la Ciudad de la Navidad…

Invoqué mi Llave Espada para lanzarla al aire para hacer que mi Glider apareciese y me monté en él mientras me colocaba la armadura. Me acerqué al vehículo de Shinju y le hice una seña para indicarle que estaba listo para partir.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Nell » Mar Ene 22, 2013 2:45 pm

Axel y Yagami

Ninguno de los aprendices comentó nada sobre la extraña misión. Si Shinju se sintió decepcionada por su poco entusiasmo, no lo demostró abiertamente, sino que terminó de taparse la cara con el casco para que no la vieran inflar los mofletes.

Y justo antes de partir, repentinamente, recordó algo. Subió un poco el casco hasta la altura de la boca y silbó. En pocos segundos, desde un de las altas torres del castillo, llegó volando un espléndido loro blanco, que se posó en el brazo de Shinju, para luego descender hasta un compartimento acoplado en el Glider que se cerró en cuanto la mascota estuvo dentro.

Llegaremos pronto, Lolo —se dirigió Shinju hacia el compartimento cerrado—. Y entonces podrás arrancar todos los ojos que quieras.

No sonaba demasiado bien, pero en fin… Ayudarles, seguramente sí les ayudase el pajarraco.

Finalmente, despegaron. Si conocían o no el camino, Shinju no lo sabía, por lo que les guió durante todo el trayecto, cómodamente sentada en un Glider que no manejaba con volante, a pesar de que éste obedecía todas sus órdenes. Su primer vistazo al mundo sería impresionante: estaba todo cubierto de blanco. Al menos, la parte que veían, y en la que no tardarían en posarse.

Shinju descendió con su Glider hasta una pequeña ciudad en mitad de aquel campo nevado, hasta posarse en el tejado de una de las casas. Abajo, en la plaza, niños más diminutos de lo normal jugaban alrededor de un tiovivo, pero ninguno les había prestado atención. Al fin y al cabo, no esperarían visitantes desde el cielo.

Nada más bajar, la aprendiza atisbó a su alrededor, al tiempo que su Glider desaparecía y Lolo salía de él, volando por el cielo, perdiéndose entre las nubes. Que, por cierto, no eran pocas, ya que el cielo estaba un tanto encapotado. Su dueña no le dijo nada, sino que siguió a lo suyo. Hasta que vio algo que claramente no le gustó.

¡No!, ¡no!, ¡no! —se quejó, como la niña que se coge un berrinche, mientras sacaba unos prismáticos y los usaba para observar mejor lo que había visto.

La aprendiza miraba a un punto lejano, situado en lo alto de una colina, que desde su posición ni Axel ni Yagami podrían apreciar bien. Ellos sólo apreciarían algo rojo, muy brillante, en ella.

¡Jolines! —exclamó Shinju, claramente muy molesta, quitándose los prismáticos—. ¿Por qué tenían que venir justo ahora? ¡Van a chafarnos todo el plan! ——se quedó un momento pensativa—. O puede que no…

Pasaría a Axel y Yagami, si querían, los prismáticos para que ellos mismos pudieran apreciar cuál era su nuevo problema: Akio. Con un abrigo rojo que les había ayudado bastante a percibirlo enseguida, por cierto. Aunque que hubiese más puntos rojos, como Hiro y Zait, facilitaban aún más la localización. Estaba con unos cuantos aprendices más, que podían o no conocer, y eso ya los hacía mucho más numerosos.

Shinju, por otro lado, recuperó muy pronto el buen humor.

¡Al final solo es Akio! —soltó una risita de complicidad—. No hay nada de qué preocuparse, siempre que no nos alejemos de la ciudad. ¿Me habéis entendido? Ni se os ocurra salir de ella —les advirtió explícitamente, otra vez actuando como una niña pequeña—, ¡porque no pienso ir a buscaros! Y si os encontráis con los demás aprendices, haced lo que queráis. Puede que sean más, pero no parecen muy fuertes. Si os estorban, y ninguno se nos quiere unir, jugad con ellos hasta machacarlos.

Muy dudoso era que tanto Axel como Yagami estuviesen interesados en “jugar” con ellos, como estaba pensando Shinju. En cualquier caso, la aprendiza no estaba interesada en unirse a un entretenimiento que, en diversas ocasiones, ya había demostrado ser su pasión en la vida. Fuera lo que fuese lo que se le pasaba por la cabeza, debía ser más importante que su hobby favorito.

Yo le vigilaré desde aquí —decidió Shinju—. Vosotros podéis ir a secuestrar a Santa Claus.

Con la repentina aparición de los otros aprendices, Shinju se había olvidado por completo de explicar la misión. Ni el porqué de robar la Navidad, ni el cómo hacerlo, ni la razón de que ellos tuvieran que pringar. Sólo una única orden: raptar al protagonista principal de la festividad.

Sin embargo, Shinju seguía allí, esperando a que se fueran. Podían preguntarla, o hacerse sus propias suposiciones y marchar.


Zait, Hiro, Mei y Nadhia

Mientras los demás iban a por el abrigo adecuado, Akio, Zait y Hiro tuvieron que quedarse esperando a que volvieran, éstos último porque por alguna extraña razón ya se abrigaban incluso con calor, o se dejaban convencer de hacer cosplayerismo. Y varios aprendices más de los Jardines lo apreciaron, mientras andaban a su alrededor, y se reían de las pintas que llevaba cuando no hacía ni pizca de frío. De Akio no, claro, que sino fijo que los castigaba.

En cuanto estuvieron todos reunidos, y listos para partir, Akio puso rumbo al cielo. No dio más explicaciones de la misión, ni tampoco esperó a ninguno de ellos si se rezagaban. Su cabeza, sin duda, debía de estar en otra parte.

El primer vistazo al mundo que iban a visitar les hizo comprender la razón del abrigo: nieve. Para quien la viese por primera vez, sería toda una experiencia, ya que no había zona que no estuviera completamente cubierta. Bueno, fijándose bien, sí cierta zona al otro extremo al que iban…

Sin embargo, no pudieron ver más de la otra parte del mundo, ya que Akio se dirigió, raudo y directo, hasta lo alto de una colina, donde hizo desaparecer su Glider en el aire para aterrizar en la nieve. Enseguida se deshizo también de la armadura para quedar al amparo del frío viento.

Cabe destacar la colina. Aparte de que bajaba por un camino hasta una ciudad iluminada por las luces de Navidad, claramente visibles, había en ella un árbol con una brillante calabaza dibujada.

¿Veis la ciudad? —señaló Akio—. Claro que la veis, sino estaríais ciegos y tendría que llevaros de la manita —replicó, con el mismo mal humor—. Hemos recibido una petición de ayuda de la población. Al parecer, últimamente no paran de aparecer sincorazón por la zona, y eso les impide seguir con la preparación de las fiestas. En un principio, estamos aquí para asegurarnos de que los sincorazón no interfieren más, pero si averiguáis la causa, seguramente acabemos mucho antes.

Suspiró. Puede que a causa del explícito desagrado de la Navidad que tanta importancia cobraba en el lugar que tenían que proteger.

Si tenéis algún problema… —calló repentinamente. Fuera lo que fuese a proponer, cambió de opinión—. Bah, da igual. Consideraos sin niñera a partir de ahora.

Se cruzó de brazos y se quedó apartado a un lado del camino, con el ceño fruncido. Por lo que parecía… no pensaba acompañarles. Iban a tener que hacer la tarea solos y por su cuenta.

Lo más lógico, por tanto, es que descendieran el camino hacia la ciudad. Enseguida verían que éste desembocaba en una plaza circular, donde varios niños pequeños (muy pequeños, cualquiera diría que eran duendes) jugaban alrededor de un tiovivo, que por cierto, a veces daba sacudidas. Había casas ajustadas a su tamaño por doquier, pero ningún adulto vigilando a los críos.


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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor EspeYuna » Jue Ene 24, 2013 12:00 am

Akio no comprobó si durante el trayecto le seguíamos o no. En realidad, era la primera vez que viajaba con él desde que abandoné Villa Crepúsculo para ser aprendiz. Las pocas veces que había estado con él fueron para entrenar o para ser transportados a las entrañas de aquel ordenador.. sin duda, cada vez que me encontraba cerca de mi Maestro, acababa metida en algún lío.

¿Pero por qué notaba a Akio tan distante? Conocía a mi Maestro, había estado muchas veces con él, ya fuese entrenando o intercambiando unas palabras por los pasillos.. ¿cuáles? No muy halagadoras que digamos, seguidas de las típicas burlas de un niño de su edad. O bueno, un demonio de su edad.

En cierto modo, me preocupaba. ¡A veces era tan difícil verlo como un Maestro, como Lyn o Ronin! Y tenía la costumbre de llamarle Akio y tutearle.. no era capaz, incluso había cogido tal costumbre que ya me era casi imposible dirigirme a él como de usted.

Surfeando en el intersticio, recordé unas palabras del arrogante Maestro cuando nos conocimos.

¡Soy Akio! ¡Valiente guerrero, pesadilla de los perezosos y holgazanes!
Y sobre todo, ¡soy Maestro! Respétame, niña


Sonreí bajo mi casco, siguiendo de cerca a Akio. Definitivamente, era demasiado difícil no tratarle así.

* * *


¡Waaa! ¿Esto es..?

No daba crédito a lo que veía desde la altura a la cual nuestros Gliders fueron descendiendo poco a poco hasta quedar a unos pocos centímetros del suelo. Contemplaba absorta el mágico paisaje que se cernía más abajo, y cuando desactivé la armadura, lo sentí.

El crujir de mis botas en la..

¡¡Nieve!! —exclamé, entusiasmada. Había leído sobre ella en los libros de Sendh, pero nunca, jamás, había visto un paisaje cubierto de aquel bello color blanco. Agazapada en mi abrigo de piel, me puse de cuclillas y con mis manos, protegidas por unos guantes, comencé a recoger parte de aquel fenómeno tan sumamente maravilloso para mí— Está.. fría.

Un comentario bastante tonto, pero era obvio que se debía al entusiasmo de ver por primera vez la nieve, de poder cogerla con mis manos y hacer una bola, sintiendo como mi mano se congelaba. Sin embargo, eso último lo habría hecho si no estuviésemos de misión, así que me contuve. Y me di cuenta de que Akio estaba allí, y que..

¿Veis la ciudad? —señaló Akio, a lo que respondí levantándome del sitio, sacudiendo la nieve que había atrapado el abrigo y los guantes y asintiendo—. Claro que la veis, sino estaríais ciegos y tendría que llevaros de la manita —hice una mueca. Seguía en las mismas—. Hemos recibido una petición de ayuda de la población. Al parecer, últimamente no paran de aparecer sincorazón por la zona, y eso les impide seguir con la preparación de las fiestas. En un principio, estamos aquí para asegurarnos de que los sincorazón no interfieren más, pero si averiguáis la causa, seguramente acabemos mucho antes.

De acuerdo —dije, haciendo ademán de que había entendido en qué consistía nuestro cometido allí, en aquella ciudad nevada. Parecía que la Navidad no sólo se celebraba en mi hogar, o en Tierra de Partida.. era curioso pensar que los mundos estuviesen conectados de tal forma que sintieran el mismo entusiasmo al querer festejar el día de Navidad. ¿Los niños de allí también creerían en Santa Claus?

Si tenéis algún problema… —me giré hacia el pequeño demonio, quien pareció cambiar de idea al momento—. Bah, da igual. Consideraos sin niñera a partir de ahora.

Con el ceño fruncido y un rostro más malhumorado que de costumbre, se apartó de nosotros, sin dirigirnos una palabra más. ¿Entonces.. él no iba a acompañarnos?

Vaya..

Me había hecho ilusiones por demostrarle a Akio mi potencial con los sincorazón, lo que podía haber mejorado durante esos meses. Desde la última vez que estuve atrapada en aquel programa informático, había aprovechado cada momento para entrenar duramente y pasar de ser su aprendiz inútil a ser.. bueno, una aprendiz a secas. Y también, porque tenía una promesa que cumplir.

Si mis compañeros terminaban de preguntar sus dudas y se ponían en marcha, seguidos del fiel can de Zait, a éste último le haría un gesto de que siguieran sin mí. Esperé a que todos descendieran por el camino de nieve y me acerqué a Akio.

¿Por dónde empezar? Ni idea. Pensé que sería más fácil hablar con él, pero era bastante obvio que no estaba de humor y que me soltaría alguna de las suyas si me quedaba allí. Aunque, ¿por qué no arriesgar? No perdía nada por intentarlo. Además, iba a recibir su mismo semblante de superioridad, le preguntara o no.

Oye, Akio.. ¿estás bien?

Bien, Nadhia. Sigue así y te mandará a tomar viento fresco.

Q-Quiero decir que.. últimamente estás raro. Yo, esto.. te escuché decir en el comedor hace unos días que no te agrada la Navid...

No. Palabra prohibida.

¡N-No, lo que quiero decir es que, me parecía extraño que gustándote los juguetes..! —definitivamente, me estaba metiendo en la boca del lobo— Es que, c-cuando estuvimos en aquel desván parecías disfrutar con ellos, y por eso te regalé la caja de music.. esto.. yo..

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Sin darme cuenta, me había acercado más a Akio, y fui a rozar con mis dedos el blanco marfil de sus mejillas.

Estoy preocupada por t..

Cuando de repente, paré en seco, a unos escasos centímetros, dándome cuenta de algo.

Maestro Akio

Lo siento, yo..

Era cierto. Akio ya no era aquel crío "inocente" y travieso que una vez conocí en Villa Crepúsculo. Tenía el cargo de Maestro. Era muy poderoso, y yo a su lado era una aprendiz recién comenzando a cumplir misiones.

Perdona, Akio. No debería tomarme tantas confianzas, ¿verdad? No es asunto mío —sonreí, apartándome de él y dispuesta a bajar la colina— Te.. te informaré de todo en cuanto terminemos.

>> Me encargaré de ellos.. Maestro.


Sin mirar atrás, descendí por la empinada colina, temiendo en algún momento resbalar y caer al frío suelo, pues la palabra "torpeza" estaba escrita en mi frente. En aquel momento, hubiera deseado tener el poder de retroceder en el tiempo..

.. soy idiota.

* * *


Cabizbaja y absorta en mi mundo, las luces verdes, rojas.. todos aquellos vistosos colores de la plaza me hicieron despertar. Más que una ciudad, parecía un pequeño pueblecito perdido en las montañas, como los que había en los viejos cuentos que Sendh me había prestado.

Curiosa, me acerqué a mis compañeros, acariciando la cabeza de Tak. En el centro de aquella plaza, había un gracioso tiovivo, los cuales conocía gracias a la feria de Villa Crepúsculo, la cual se celebraba justo antes de terminar las vacaciones de verano.

Unos niños bastante peculiares jugaban alrededor del cacharro, tirándose nieve unos a otros. Sus ropas parecían sacadas de fantasía, y sus inocentes caritas redondas me sacaron una sonrisa que parecía necesitar con urgencia.

Perdonad el retraso, Zait —dije, acercándome a él, pues era al único al que conocía y tenía suficiente confianza—. Creo que he metido la pata con mi Maes... ¿¡Zait!? —me comparé con él en cuanto a altura se refería, sorprendida a la vez que asustada— ¡No puede ser! ¡Eres más alto que yo!

¿Y acaso te esperabas que el pequeño no consiguiera sobrepasarte, tonta? Apenas medía más de un metro y medio.. era demasiado fácil alcanzarme.

¡Jo, ahora soy más pequeña que tú! —exclamé, hinchando mis mofletes. Ahora que me fijaba, Zait no parecía el mismo. Era más... cómo decirlo...

Oh

Más adulto.

Vaya, ahora entiendo por qué me dijiste antes lo de la ropa —sonreí, dándole un puño amistoso en uno de sus hombros. Mis ojos avellana se fijaron en las bolas de nieve que lanzaban los niños— Parece divertido, ¿verdad? Espero que podamos mantener a raya a los sincorazón.

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EDIT: Cambio el código de color, que es idéntico al de Zait y vamos a confundir si no xDD
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor VaniRoxy801 » Sab Ene 26, 2013 6:19 pm

Antes de partir, Shinju se subió un poco el casco, lo justo para poder silbar. Su mascota, el loro blanco, llegó volando desde una de las torres de Bastión Hueco para meterse en un compartimento acoplado al Glider de Shinju, que se cerró al entrar el pájaro.

Llegaremos pronto, Lolo. Y entonces podrás arrancar todos los ojos que quieras.

Tragué saliva al enterarme de la curiosa “afición” del loro de Shinju. Bueno, mientras no la tomase con nosotros… nos sería útil…

Despegamos los Gliders, listos para dirigirnos a nuestro destino. Durante todo el camino, seguía a Shinju de cerca para no perderme. El mundo al que nos dirigíamos estaba cubierto de nieve, o eso parecía desde donde estábamos, puesto que tenía aspecto de esfera blanca.

Aterrizamos en un tejado de una casa de la ciudad, situado cerca de una plaza. Allí había varios niños pequeños jugando, que no parecían haberse dado cuenta de nuestra llegada. Bajé del Glider y lo desmaterialicé, mientras el loro de Shinju se perdía por el cielo y su ama empezaba a gritar.

¡No!, ¡no!, ¡no!

La chica estaba observando un punto lejano con los prismáticos. Desde dónde estábamos, era incapaz de distinguir nada, apenas un par de puntos rojos sobre la colina.

¡Jolines! —se quejaba Shinju— ¿Por qué tenían que venir justo ahora? ¡Van a chafarnos todo el plan! O puede que no…

Le pedí los prismáticos a Shinju para poder observar por qué se había puesto tan nerviosa. En seguida lo entendí, los puntitos en lo alto de la colina eran aprendices de Tierra de Partida, nos superaban en número, de hecho. Pero el principal problema era el chico más pequeño que estaba con ellos, Akio, el maestro de las travesuras.

Akio… cuanto tiempo…

Le pasé los prismáticos a Axel para que pudiese observar también al grupo de la colina. Hacía mucho tiempo que no veía a mi antiguo Maestro, iba a ser un encuentro bastante curioso… Aunque había que tener cuidado, Akio era bastante poderoso y ellos eran muchos más que nosotros.

¡Al final solo es Akio! —dijo Shinju mientras reía— No hay nada de qué preocuparse, siempre que no nos alejemos de la ciudad. ¿Me habéis entendido? Ni se os ocurra salir de ella, ¡porque no pienso ir a buscaros! Y si os encontráis con los demás aprendices, haced lo que queráis. Puede que sean más, pero no parecen muy fuertes. Si os estorban, y ninguno se nos quiere unir, jugad con ellos hasta machacarlos.

No creo que tengamos tanta ventaja sobre ellos como para entretenernos jugando…

No sabía cómo sería de poderoso mi compañero, pero yo me conocía perfectamente. Aún no era lo suficientemente fuerte para hacer frente a tantos aprendices, y menos a un Maestro. Había que actuar con cuidado…

Yo le vigilaré desde aquí. —nos informó Shinju— Vosotros podéis ir a secuestrar a Santa Claus.

¿Cómo? —le pregunté sorprendido—Oye… preferiría que me contases los planes con antelación la próxima vez…

No servía de mucho discutir con Shinju sobre la misión, la chica era demasiado caprichosa como para hacerla entrar en razón. Suspiré y empecé a pensar en cómo secuestrar al objetivo de la manera más discreta posible, no convenía llamar la atención con el enemigo tan cerca.

Ir por la plaza no parece buena opción… —miré a Shinju para intentar sacarle algo de información extra—Shinju, ¿sabes si hay alguna entrada trasera o algo por dónde pueda colarme? Creo que ahora mismo hay que ser lo más discretos posible…
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor A Nerd Girl » Dom Ene 27, 2013 4:18 pm

Al llegar pude ver un paisaje parecido a donde vivía. Repleto de nieve... Sentí que me reconfortaba ver tanta belleza blanca en un lugar tan diferente. Al llegar a una colina y ya deshacernos de la armadura y el glider, pude ver un maravilloso lugar que los libros sobre la navidad describían levemente pero verlo en persona hacía que sacase de nuevo una niña en mi, si es que no siguiese siendo todavía como una cría.

El frío era comparable con el que sufrí cuando era pequeña y vivía en esa cueva tan oscura que me dejaba noches en vela por miedo a los animales, pero gracias a ir abrigada no se sentía tan helador.

¿Veis la ciudad? —Señaló el lugar—. Claro que la veis, sino estaríais ciegos y tendría que llevaros de la manita —En verdad tenía un poco de razón, era difícil no verla—. Hemos recibido una petición de ayuda de la población. Al parecer, últimamente no paran de aparecer sincorazón por la zona, y eso les impide seguir con la preparación de las fiestas. En un principio, estamos aquí para asegurarnos de que los sincorazón no interfieren más, pero si averiguáis la causa, seguramente acabemos mucho antes.

La misión parecía simple, evitar que los sincorazón interfieran y buscar la causa por la que están molestando.

Si tenéis algún problema… —¿Qué diría? —. Bah, da igual. Consideraos sin niñera a partir de ahora.

Me quedé mirando algo preocupada... ¿Y si no podíamos con los sincorazón? Era peligroso, bastante para saber con certeza que haríamos. Bajé junto al resto aunque la chica se quedó, al parecer, para preguntarle algo a Akio. Miré al chico con orejas, claramente me recordaba a Lyn y a Kailee... Mi mejor amiga, o la que era. ¿Serán reales?

Esto... ¿Esas orejas son de verdad? —Las señalé e intenté tocarlas por curiosidad. ¿Cómo sería el tacto? —Es que son muy... Lindas...

Mothy literalmente se llevó la mano a la cabeza, ¡qué pesado! Parecía que le daba vergüenza ajena verme como trataba de entablar una conversación. Se volvió a desaparecer. Viene y va cuando le da la gana y bien que aparece cuando es para soltar algún comentario o algo que sea de broma.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor RedXIII » Mar Ene 29, 2013 1:41 am

Un joven aprendiz que Hiro ya conocía parecía unirse a ellos en aquella misión, era Zait, el compañero que desapareció antes de ir al campamento.

El perro se llama Tak. Por cierto, Hiro, igual hacéis buenas migas. A todo esto… ¿Cómo acabo aquello de Tierra de Dragones? ¿Encontrasteis al traficante? Si es que era un traficante. Me quedé con la duda.— Otro chiste sobre perros, sin duda aquel tema parecía gustarle a todo el mundo cuando le veían.

Que manía con lo de perro — Le respondió —Bueno, es algo largo de explicar, luego te lo comento. — Añadió, tenían que emprender el vuelo y no tenía mucho tiempo para ponerse a hablar, sobretodo teniendo en cuenta su pésima conducción de Gilder.

Siguiendo al maestro Akio y saliendo de Tierra de Partida pudo divisar, al poco tiempo, el mundo al que iban, era muy blanco, extraño, Hiro nunca había visto un mundo así, algo similar cuando viajo a Ciudad de Halloween, pero no se fijó apenas.

Akio, de una forma rápida, descendió a una colina, seguido de los demás aprendices y Hiro, que aterrizó forzosamente empotrando el vehículo en la nieve.

Joder... — Susurró mientras intentaba salir de la nieve y se quitaba la armadura, notando así el frió que hacía en aquel lugar.

Joder, que frio — Cerró su chaqueta interior y se puso unos protectores oculares.

¿Veis la ciudad? — Señaló el maestro apuntando a una ciudad que había iluminada —. Claro que la veis, sino estaríais ciegos y tendría que llevaros de la manita. Hemos recibido una petición de ayuda de la población. Al parecer, últimamente no paran de aparecer sincorazón por la zona, y eso les impide seguir con la preparación de las fiestas. En un principio, estamos aquí para asegurarnos de que los sincorazón no interfieren más, pero si averiguáis la causa, seguramente acabemos mucho antes.

¿Una petición, entonces aquel lugar era consciente de los sincorazónes y los aprendices? A Hiro le resultaba curioso pensar aquello ¿Que tendría de especial aquel lugar para ser capaz de saber ese "gran" secreto?

Si tenéis algún problema… Bah, da igual. Consideraos sin niñera a partir de ahora.

¡Espera, que, otra vez! — Era la segunda misión de Hiro fuera y como la primera se quedaba sin un maestro que le guiara, esperaba que no volviera a aparecer el payaso aquel de nuevo con un Toro esta vez o algo así.

Era increíble, no sabía si la casualidad era grande o simplemente es que todas las misiones iban a ser así, pero siempre terminaba solo con sus compañeros.

Esto... ¿Esas orejas son de verdad? Es que son muy... Lindas...

¿Que extraña obsesión tiene todo el mundo con mis orejas? — Preguntó en respuesta a las palabras de su nueva compañera.

¡Kupó el señor Hiro es malo, se olvido de mi! — Gritó, enfadado, su Moguri, que apareció de repente —¡Kupó me ha dejado solo en esa birria de trasto gigante! — Insistió revoloteando por todas partes enfadado.

Vale, vale, tranquilo, lo siento, no me di cuenta — Dijo.

¡Kupó el señor Hiro es muy muy muy malo! — Hincho los morros en forma de protesta, pero pronto ideo un plan malvado para vengarse —Kupó señor Hiro ¿Sabe que esto es helado de nata? — Le explicó mientras señalaba el suelo lleno de nieve.

Hiro, tan descabezado como era, le hizo caso e ignorando lo demás se agachó y lamió un poco de la nieve, desgraciadamente ni era helado de nata ni salio muy bien parado, ya que un trozo de hielo que se había formado en aquel lugar se le quedo pegado en la lengua.

Eo shelash cablon — Apenas se le entendía ya que con aquel trozo de hielo pegado no podía cerrar la boca, por suerte no duro mucho y se le despego enseguida, pero seguramente a algún compañero le pareció gracioso, sobretodo a MoguDer, el cual no paraba de reír como un poseso, desgraciadamente, para el, Hiro lo agarró y lo lanzó directamente a la nieve, hundiendo su cara en ella —¡La próxima te estampo contra Akio! — Le advirtió.

Acto seguido siguió a los dos aprendices que se habían largado ya sin decir nada mientras MoguDer le seguía algo enfadado.

Vaya morro, que somos un equipo, ya podríais decir algo — Refunfuñó con los morros inflados, no le gustaba que pasaran de el, pero bueno, no podía esperar más, por una extraña razón siempre pasaba desapercibido, al parecer lo único que le importaba a la gente eran sus orejas y su cola, si no fuera por eso muchas veces ni le mirarían, no sabía si eso era algo bueno o malo, pero no podía remediarlo.

Al llegar al pueblo pudo darse cuenta de que no era normal, pues los niños jugaban fuera como si nada con aquel frió, y además las casas parecían pequeñas ¿Tal vez aquel mundo era de enanos? No le extrañaría después de lo que había oído...

¡Bieeeeeeeen! — Se apuntó a aquella pequeña guerra de nieve e hizo bolas que luego lanzó a sus compañeros —¡HA, nice shoot! — gritó aquella frase que tanto escuchaba en algunos juegos al impactar una bola en la cabeza a MoguDer —¡Como mola esto de tirar cosas blancas a la gente!
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Axelpower » Mar Ene 29, 2013 3:07 am

Hasta ese momento, muchas eran las veces en las que había lamentado ser tan impulsivo y despistado. Una vez, en Tebas, estuve a punto de destrozar el local de un comerciante por querer atrapar durante uno de mis entrenamientos a un pequeño ratón que se había colado en la tienda. Pocos meses después, esta vez intentando ganarle una carrera a un conejo, tropecé y salí volando los suficientes metros como para poder golpear de lleno el caballo que tiraba del carro en el que iba montado un señor bastante mayor, aunque no los suficientes como para esquivar la coz que el animal me dio, enfurecido, una vez estaba ya en el suelo. Y, sin ir más lejos, tan sólo unos pocos días después de que Rebecca, mi ex-Maestra, me nombrara su Aprendiz, estuve a punto de caer al vacío en Tierra de Partida junto a otro chico que paseaba por los jardines. Pero, por más que me esforzara en hacer memoria, no era capaz de recordar ningún retazo de mi pasado en el que me arrepintiera tanto como en aquel mismo. Estaba tan concentrado en el poder que, según Diana, Ryota me podría proporcionar, que apenas puse atención en los detalles de la Misión ni del mundo al que nos dirigíamos.

Cuando Shinju nos lo comentó a mí y a mi antipático compañero, que ni tan sólo se había dignado a darme la mano cuando me acerqué a saludarlo, acepté sin poner pega ni cuestionar los detalles. Lancé mi Artesana al aire, y observé como descendía majestuoso y grácil el metálico Pegaso que me hacía de montura. Lo acaricié con suavidad, esperando que él reaccionara de alguna forma, como si realmente pudiera sentir mis dedos enrollarse en los finos pelos de su crin. Por eso mismo, no pude evitar suspirar al notar en mi piel el frío e inerte metal. Subí a mi Glider, dispuesto a poner rumbo a donde fuera que nos dirigiéramos, y cuando Shinju y su siniestro loro arrancaron el vuelo me limité a seguirla.

Y, después del viaje, allí me hallaba, sobre el tejado de una nevada casa, arrepintiéndome de mi sumisión y sin más abrigo que mi ropa de entrenamiento. Intenté frotarme con mis manos los brazos que la cota de malla dejaba al aire, en un vano intento por proporcionarme algo de calor, pero en medio de aquel helado mundo de poco servía. Intenté pensar en una solución que me permitiera salvarme de una hipotermia, al mismo tiempo que buscaba evitar arrancarme la lengua de un mordisco provocado por los involuntarios temblores que el frío me causaba, pero en el estado en que me encontraba el cerebro no me funcionaba a pleno rendimiento. Estaba asumiendo ya que iba a tener que lidiar con aquel frío insoportable durante toda la misión cuando, al girarme para escuchar lo que Shinju decía, vi a mi Yagami bajar del Glider y desmaterializar su armadura.

"¡Eso es!" murmuré para mis adentros. "Es una idea algo descabellada, pero puede funcionar. ¡Y no me queda otra opción!"

Entonces, en un intento desesperado por protegerme del clima, golpeé el centro de mi pecho con fuerza, materializando mi armadura. Si bien tampoco era excesivamente gruesa, el cambio con la temperatura que estaba sufriendo instantes atrás hacía que el simple hecho de no notar el frío en mi piel me hiciera sentirme como en el más cálido de los paraísos.

Dispuesto ya a centrar toda mi atención en mi objetivo, me giré hacia Shinju, que se encontraba mirando por los prismáticos hacia el horizonte. No sabía que observaba, pero parecía algo de mal humor, pues no hacía más que quejarse. Entonces nos tendió los prismáticos a nosotros para que pudiéramos fijarnos también. No puse demasiado empeño en cogerlos, puesto que no esperaba que fuera algo de excesiva relevancia, pero las palabras que murmuró mi compañero me hicieron cambiar rápidamente de opinión.

Akio… cuanto tiempo…

No podía creer lo que acababa de oír. ¿Akio, de verdad? ¿El pequeño Maestro en persona?

Me faltó tiempo para coger los prismáticos en cuando Yagami me los pasó. Necesitaba comprobar aquello con mis propios ojos. Me asomé velozmente a los prismáticos, encontrándome con un panorama muchísimo mejor de lo que habría podido esperar. A parte de dos aprendices a los que no conocía, pude distinguir a Hiro Inukai, el Aprendiz medio-animal que me acompañó en la búsqueda del traficante de Tierra de Dragones, a Akio, a quien seguía guardando rencor desde la Gran Guerra de Pintura y finalmente, a quien más me interesaba de todos los del grupo: Mei. La joven que formó equipo conmigo aquel fatídico día en el Castillo del que ahora era mi hogar y que cambió para siempre mi vida. La misma joven que, sin escrúpulos ni conciencia, intentó asesinar a Wix sin la más mínima piedad.

Contuve como pude la rabia, intentando no llamar demasiado la atención. No había tenido la oportunidad de enfrentarme a ella desde entonces, por lo que seguía guardándome en mi interior hasta la última gota de rencor e ira. No podía dejar que se fuera tranquila. Iba a asegurarme personalmente de que con su último suspiro se arrepintiera de todo cuanto hizo.

Escuché atentamente todo cuanto mis compañeros de Misión tenían que decir. Las preguntas de Yagami eran bastante útiles, pero yo no pensaba en el objetivo en aquel momento. Cosas más importantes ocupaban mi mente. Esperé a que terminara de hablar y después seguí yo con la batería de preguntas.

Shinju, ¿por qué quiere el Maestro Ryota que robemos la Navidad? ¿En qué forma va ello a beneficiarnos o proporcionarnos más poder o fuerza? Y, por otra parte —continué.— Si esos Aprendices se acercan por aquí, haced lo que queráis con Akio, Hiro, la chica alta y el chico restante. Pero ni se os ocurra tocar a Mei. Yo seré personalmente quien se encargue de hacer crujir cada uno de sus huesos.
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Re: [Ciudad de la Navidad] Lo que se esconde bajo la nieve

Notapor Nell » Mar Feb 05, 2013 2:43 am

Axel y Yagami

Shinju comenzó a experimentar un tic en el pie, harta de esperar a que se marcharan. La aprendiza pensaba que, nada más recibir las órdenes, actuarían, pero como es comprensible, los muchachos no tenían intención de moverse hasta tener una estrategia asegurada.

¡Jolines! ¡Los nuevos siempre estáis dando problemas! —refunfuñó al escuchar a Yagami—. No he estado tampoco mucho por aquí, porque la última vez los elfos esos me echaron. Aunque creo recordar que…

Recogió sus prismáticos de las manos de Axel y fue al otro extremo del tejado a mirar con ellos. Sin embargo, puesto que no quería otear nada lejano, pronto se deshizo nuevamente del objeto e intentó fiarse de sus ojos. Aún no había dado ninguna pista más cuando saltó por las palabras de Axel.

¡Esa es la actitud! —alabó Shinju—. A los bichos no se les tiene miedo, ni asco. Si se cruzan en tu camino, ¡los aplastas con el pie! —escenificó con el tejado la horrible muerte que hubiese tenido el insecto bajo la bota que presionaba contra el suelo—. Y si no, puedes entretenerte quemándolos con una lupa, torturando a otros cerca suya, ahogándolos hasta que supliquen por aire, encerrándolos para una lenta agonía... TODO está permitido cuando nadie puede detenerte.

Se frotó las manos. Estaba… emocionada. Desde luego, era una chica con las ideas claras, a la que le producía auténtico placer aquellas horribles descripciones que había dado. No eran mentira. De verdad disfrutaba con ello. Era su forma de vivir.

Y eso es lo que vamos a demostrar hoy. Que nada puede detenernos —frunció unos segundos los labios—. El Maestro Ryota no me ha dado ninguna explicación, pero no la necesitamos. ¡Es divertido, simplemente! Y si sólo se trata de un capricho suyo, entonces lo usaremos en nuestro propio beneficio. La vida es muy aburrida si no hay bichos de los que abusar.

»Haz lo que quieras con esa chica, siempre que no te olvides de cumplir órdenes.

En cuanto acabó el discursito, más contenta tras el anterior revés de su actitud con Yagami, señaló una de las casas de la plaza, la que se encontraba más al fondo.

¡Esa es la casa de Santa Claus! —indicó—. Si os coláis por delante, os verán. Pero haced lo que queráis, a mí me da igual. Aún así, creo recordar que había varias ventanas en su taller por las que podéis acceder —señaló el otro extremo del tejado, por donde antes se había asomado, sin éxito—. Rodeando por fuera la ciudad, dudo que nadie os pille.

Definitivamente, no tenía intención de ir con ellos. Si a los chicos les parecía bien o mal que se quedara con la única intención de vigilar a Akio, daba igual, puesto que tendrían que valérselas por sí mismos.

Si seguían las indicaciones de Shinju, bajaban del tejado y rodeaban las casas por detrás, enseguida verían las ventanas a las que la muchacha se refería. No obstante, estaban un poco altas. Tendrían que ingeniárselas de algún modo para trepar; a menos de que fueran desde el principio por otro sitio, claro…


Zait, Hiro, Mei y Nadhia

Akio parecía distraído mientras escuchaba a Nadhia. Fingía no prestarle atención, desde luego, o apenas darle importancia a sus palabras. Pero al responderle, toda esa fachada falsa quedó al descubierto.

Oye, que los juguetes me gusten no significa que la Navidad también lo haga —¿era el frío o se había puesto un poco colorado?, además, no se separó directamente del contacto de Nadhia, como habría sido natural—. Cuanto antes nos marchemos, mejor. No me gusta tampoco pasar mucho tiempo en este mundo.

La dejó marchar, con esas dudas tan patentes en su mente. Sin embargo, antes de que Nadhia echara a andar muy lejos, susurró unas últimas palabras, lo suficientemente altas, como para que llegara a escucharlas (si estaba prestando atención):

Si se da la… extraña casualidad de que allí abajo —refiriéndose a la ciudad— encuentras a una niña tan patosa como tú… Procura que no se haga daño.

No parecía ir con malas intenciones. Pero quién sabe.

Al llegar todos al pie de la colina, encontraron la tierna imagen de los pequeños elfos (que no duendes) jugando en la nieve, como Hiros en miniatura. Al que, por cierto, al verle atacar directamente a MoguDer, se unieron en su lucha contra el pobre moguri, creyendo que estaban jugando a un “uno contra todos”.

Sin embargo, la diversión duró poco. Uno de los niños quiso montarse en el tiovivo, ignorando las advertencias de los demás, disfrutando de las sacudidas que daba éste por su mal funcionamiento. Aún no se había cansado cuando vio que alguien más se había subido. O al menos, se había materializado sobre él. Y es que una sombra, negra y con penetrantes ojos amarillos, lo observaba sin ningún tipo de expresión, ni mucho menos comprensión.

El grito que soltó resonó por toda la plaza. Enseguida el resto de elfos entendieron la situación, y echaron a correr, alocados, muchos gritando también. La mayoría huyeron hacia sus casas, pero también hubo los que tropezaron, cayeron a la nieve y ahí se quedaron (uno, por cierto, atascado en un hoyo, que vete tú a saber cómo ocurrió), y un par que se desmayaron del susto.

Desde luego, los elfos de aquel mundo no estaban hechos precisamente para las emociones fuertes.

Junto al sincorazón encima del tiovivo, apareció el resto de su familia. Una sombra más, un claxon sanador y un sepulturero. Ninguno hizo ningún movimiento, así que los aprendices tenían vía libre para decidir.

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