[Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Ragun y Fran + Ivan

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Lun Feb 10, 2014 1:32 am

Las aguas alrededor del kraken se agitaban con violencia y desenfreno, haciendo difícil el avance y, en ocasiones, incluso imposible. A Ragun le costó más alcanzar una distancia acorde con el kraken de lo que nunca hubiese imaginado. Mientras esa gigantesca mole se balanceara y moviera en las cercanías, el mar estaría a su merced. Por tanto, debía tener en cuenta pues que también dominaba lo que se movía por los alrededores. Además de ralentizar, con olas enormes e impredecibles, la velocidad de cualquiera dentro de su radio de acción.

Para entonces, Ivan había salido nadando (corriendo) hacia el barco, escapándose por los pelos del tentáculo del kraken, y salvado a su vez por lo que haría Ragun a continuación.

Si antes estaba encolerizado por su obligado despertar, el láser de Ragun directo a su ojo no hizo más que empeorar la situación. El kraken agitó sus ocho tentáculos por encima y debajo del agua, creando corrientes marinas que zarandearon sin piedad al aprendiz, incapaz de elegir por sí mismo el rumbo de su huida.

El enorme ojo, dolorido y ahora inútil, estaba rojo y seriamente dañado. El bamboleo de tentáculos no paró en ningún momento, atrayendo y alejando a Ragun a merced de las olas. Y cuando uno de ellos le rozó, dos más acudieron a la misma zona para buscar a tientas aquel ligero contacto. El muchacho pudo vadearlos un par de veces, pero le cerraron todas sus vías de escape y uno de ellos lo alcanzó, elevándolo en el aire.

Estar por encima del nivel del mar, a unos cuantos metros de distancia y a la vista de los supervivientes humanos (por poco tiempo) del barco, eran el menor de sus problemas. Lo que de verdad preocuparía a Ragun, al que un kraken enorme estaba aprisionando con uno de sus tentáculos en una posición que lo dejaba tieso, eran las ventosas de éste que tocaban su piel.

Las ventosas, en sí, de unos siete centímetros de diámetro cada una, tenían como función la succión, para apegar la presa y que ésta no escapara. Pero, además, cada una poseía a lo largo de la circunferencia una serie de dentecillos que, como no, aprovecharon para desgarrar a su presa: Ragun. El aprendiz sintió cómo éstos trabajaban en su piel para despedazar las zonas donde tocaban, principalmente en brazos, cada vez más profundo…

Estaba atrapado. Pero, ¿falto de recursos?

~

Por otro lado, Ivan encontró un agujero bajo el casco que le llevó hasta una de las bodegas del barco. La inundación había comenzado, pero tardaría un rato en que el mar se lo tragara. Por el momento, en dicha sala, no quedaba nada, sino que todo se había colado por el hueco hacia el fondo del mar.

El avance por el interior fue lento y complicado. El barco se balanceaba peligrosamente y se desmoronaba con lentitud. Prácticamente todo el interior ya estaba encharcado, pero quedaban zonas donde el agua no cubría lo suficiente para nadar. No obstante, gracias a los prácticos tentáculos de Ivan, pudo ingeniárselas para caminar por la superficie.

Al final, dio con la escotilla para acceder al exterior, metiéndose de repente en un infierno en llamas. El fuego limitaba todos sus pasos y el humo cegaba su vista. Desde allí, ni siquiera podía ver la batalla contra el kraken, salvo que se asomara por una de las barandillas más alejadas de la vela principal, el foco del calor.

Podría haber retrocedido para buscar nuevamente en zona más segura, pero había registrado la mayor parte y no había encontrado el cofre que Úrsula le había mostrado. Sólo le faltaba la cubierta superior, donde puede que se hubiese salvado algo.

Y allí encontró un humano. Estaba apartando los restos de una de las velas, que ya se habían precipitado, y se interponían en el camino entre él y… ¿un perro? Sí, uno que, además, había ido a colocarse a una de las barandillas superiores, aterrado por el fuego, sin dejar de ladrar.

¡Salta, Max! ―gritó el hombre.

No le había visto. De hecho, no tenía tiempo para entretenerse con él, porque entre todo el caos aún intentaba hacerse camino hacia su perro. Le pedía que saltara, pero aún no estaba lo suficiente cerca como para cogerle en brazos. Si lo hacía, lo más seguro es que cayera en las llamas.

El fuego se extendía rápidamente. Trozos del navío se desprendían y colapsaban por doquier. Y entre todo el humo, que les aislaba del mundo real para sumergirles en uno peor, Ivan lo vio. El cofre. Por él había dado demasiado como para olvidar su aspecto, que Úrsula le había mostrado al dejarle visualizar la habitación original donde estaba. Era ése, sin duda. Adornado con bordes de formas curvilíneas, se dejaba entrever por un lado envuelto para regalo, allí por donde se estaba quemando poco a poco.

Estaba situado al otro extremo del barco. Tendría que rodear al hombre por la espalda y acercarse a una zona, aparentemente, de provisiones náuticas, entre cajas y barriles. También podría apreciar que estaba tirado de cualquier manera, como si alguien se hubiese desecho de él con precipitación, bien por huir para salvar la vida o por culpa de una ola que hubiese tirado al dueño al mar.

¿Qué valía más?


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[IK] Los padres no entienden a sus hijos – Ronda #11

Notapor Soul Artist » Mar Feb 18, 2014 5:17 pm

Si el karma no me acompañaba aquel día, al menos lo haría la suerte.

Gracias al cielo encontré un agujero en el barco que me permitió acceder a su interior. Estaba hundiéndose, aquello lo tenía ya claro de antes; pero al entrar no esperaba tanta cantidad de agua. Pude avanzar por la bodega un buen trecho, al menos hasta llegar a la superficie.

Y allí la situación se complicó un poco más. En la parte más alta el agua apenas cubría el suelo; ya no podía nadar. Lo lógico sería retirar el hechizo que me había transformado en calamar, pero el peligro de hundirse aquel lugar en menos de lo que cantaba un gallo y volver al fondo del mar me hizo replantearme la situación. Si volvía al agua, no podría pronunciar el hechizo en alto; y si no lo pronunciaba, moriría en menos de lo que cantaba un gallo. Mejor me quedaba como estaba.

Suspiré y decidí avanzar del único modo que se me ocurría: con los tentáculos. Gracias a las ventosas de estos podía desplazarme por tierra, aunque no desde luego de forma excelente. Movía dos o tres de mis extremidades y las llevaba hacia adelante, dejándome arrastrar por estas; sólo podía desplazarme así.

Comencé a investigar aquel lugar, esperando encontrar el cofre que había visto apenas escasos minutos. Removí cajas, redes, cuerdas... Y por más que buscaba no encontraba nada en absoluto. Me llevé las manos a la cabeza y me tiré del pelo con todas mis fuerzas. ¿Había llegado tarde? ¿Estaba en el fondo del mar?

No, aún no me podía dar por vencido. Había estado allí, eso era claro, por lo que podía continuar en el mismo barco. Mi mejor opción era, por tanto, subir a la cubierta principal y echar un vistazo.

Casi me quedé ciego al subir. El fuego se había comido gran parte de la madera con la que estaba hecha el navío, y tras las heladoras aguas del océano ya no podía soportar igual de bien tanto calor junto. Levanté la mirada, buscando mi preciado cofre, cuando una voz llamó mi atención.

¡Salta, Max!

Un humano estaba intentando salvar a un perro rodeado en llamas. El animal estaba claramente asustado con todo el fuego de su alrededor, y no veía más salida posible que ser engullido por estas mientras el hombre se abría camino hacia él. Lo sentía por él, pero claramente el animal no iba a salir de aquella, y probablemente el joven tampoco por su estupidez.

Pero dejé de prestar atención a aquella escena para ver, en la otra punta del barco, lo que tanto deseaba: el cofre. Era el mismo que el que Úrsula me había enseñado, ¡estaba seguro! Dentro debían estar las dos Perlas, los artefactos tan codiciados por Úrsula, Ryota y Ronin.

No perdí el tiempo. Me apresuré todo lo que pude con los tentáculos, ya con algo más de práctica para moverme, directo hacia el cofre Si cualquier rastro de llamas surgía en mi camino usaría el hechizo Aqua. Nada se iba a interponer en mi camino a la única vía de salvación que conocía.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Mar Feb 18, 2014 7:15 pm

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Fue verdaderamente complicado apuntar en medio de aquella tormenta. No solo tenía que mantener mi mano apuntando sino que tenía que tratar de predecir como la marea iba a moverme y apuntar a otro lugar en consecuencia para que en ningún momento perdiese el objetivo. Pero lo conseguí.

El láser dio de lleno en el ojo dejándolo rojo. Dudé si aquello había funcionado totalmente y lo había dejado ciego de aquel ojo o solo me había servido para enfadarlo, pero no tuve mucho más tiempo para pensar en aquello.

Que hubiese acertado era un hecho, pero lo que hizo a continuación fue más de lo que me esperaba. Los tentáculos se movieron freneticamente obligando a que mi cuerpo se viese a merced de la marea que se dedicaba a acercarme y alejarme del monstruo. Me hundí en el agua tratando de escapar de la caótica superficie cuando una enorme columna escuálida llena de tentáculos me atrapó.

La criatura me sacó del agua haciéndome quedar a la vista de todos los humanos. No podía moverme y me encontraba pegado a las ventosas que pobablan todo el tentáculo.

Solté un grito de dolor cuando noté que algo se clavaba en mi piel, cientos de dientecillos afilados como agujas que destrozaban mi piel.

No podía soltarme, pero tampoco podía quedarme quieto y dejarme derrotar tan facilmente. Hice desaparecer la Llave Espda.

Giré ambas palmas de mis manos hacia la suave y blanda (aunque resistente) piel del tentáculo y lancé dos Electros. Había ciertas probabilidades de que también recibiese yo una descarga por lo que a su vez activé Aura Tenebrosa con tal de evitar daños mágicos.

Si funcionaba no me dejaría caer, sino que invocaría las Alas del Equinocio y me elevaría yendo por el lado al que le había disparado con el láser para comprobar en primer lugar si seguía teniendo vista por ese lado. En el caso de que me diese cuenta de que no me veía (ya que imaginaba que si pudiese verme me atacaría con precisión con sus tentáculos) cogería velocidad y me lanzaría contra la criatura mientras invocaba mi Llave Espada para finalmente, sumado a la fuerza del golpe por la velocidad pondría todavía más fuerza al ataque con un Golpe Contundente.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Sab Mar 01, 2014 4:05 am

El enfrentamiento en solitario de Ragun parecía no poder ir peor. La criatura le tenía agarrado con el tentáculo, dispuesta a no soltarle hasta exprimir toda su furia en aquel diminuto cuerpo, que se tragaría una vez se aburriera. Hasta entonces, disfrutaría de la venganza.

Sin embargo, Ragun fue más listo. Recubierto por su Aura tenebrosa, los Electros no le hicieron ningún efecto, al contrario que el kraken. Si bien la magia era demasiado leve para hacerle un daño real a su enorme cuerpo, el doble chispazo bastó para tomarle por sorpresa y soltarle, cayendo el muchacho unos metros antes de sostenerse con sus alas mágicas.

Comprobó que, efectivamente, el kraken había perdido la visión en el ojo dañado, si bien lo movía con rapidez y escrutinio, dando a entender que quizá conservara algún rango. Aun así, no vio a Ragun, lo que le dio vía libre para actuar. El viento arreciaba, pero una corriente bien elegida le dio el impulso necesario para darle con su Golpe contundente.

Traspasó la piel con relativa facilidad y abrió una herida considerable cerca del ojo de la criatura, de la que brotó sangre azulada que se diluía con el mar.

Y se desató, si cabía, más caos. Con cada daño que le provocaba Ragun, el kraken enloquecía cada vez más. No veía por el lado en el que estaba el muchacho, pero agitaba todos sus tentáculos con la intención de dar con él. Se formaron corrientes de aire con cada bandazo violento que daba, agitando a Ragun como un muñeco de papel, con la misma impotencia que cuando se hallaba en el agua.

Al final, acabaría cayendo al agua por la propia presión, si él mismo no elegía un punto en el que sumergirse o posarse con la última ayuda de sus alas.

En el mar, se volvería a encontrar en la misma situación de antes. Corrientes marinas incontrolables, pero más leves, puesto que los tentáculos se agitaban en el aire. Podía bucear bien si se lo proponía. Ahora, mientras el kraken estaba distraído, ¿qué hacer?

__

Por otro lado, Ivan, ignorando el fatal destino que correría el perro, se deslizó por la cubierta en dirección al cofre. Tuvo que esquivar un par de escombros prendados en mitad del camino, pero no le costó sortearlos o vadearlos para llegar a su destino. Se agacharía a coger la caja, la abriría y vería su contenido: dos perlas, como era de suponer, tan aparentemente corrientes como las demás.

Y cuando se dispusiera a salir por patas, se daría cuenta de varias cosas a la vez.

En primer lugar, que el hombre había conseguido acercarse lo suficiente y alcanzar al perro, pero éste estaba malherido y lo había tenido que cargar inconsciente hasta la borda. En aquel momento, Ivan le vería tropezarse justo cuando estaba a punto de llegar a su destino, lanzando a Max al agua y quedándose él en el barco.

En segundo y último lugar, estaban las cajas y barriles que rodeaban a Ivan. No eran provisiones, ni materiales, como podría haber supuesto el chico. Las mantas que los cubrían se habían prendido y el fuego había avanzado sobre ellas hasta su interior, repleto de dinamita y pólvora. Para cuando Ivan lo miró, ya había más de un par de cuerdas llameando, avanzando lentamente hacia el extremo del explosivo.

Bastaría con que explotara una para que lo hicieran las demás. Iba a ser devastador.

Y no tenía ninguna garantía de que, corriendo hasta la barandilla y saltando al agua, fuera a salvarse a tiempo.



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[IK] Los padres no entienden a sus hijos – Ronda #12

Notapor Soul Artist » Mar Mar 04, 2014 5:18 pm

Mi tesoro...

Dos Perlas, brillantes como la luna, fue el regalo que mis ojos recibieron en aquel barco. Se me cortó la respiración al ver ambas, tan preciosas, tan cercanas la una a la otra. Por un momento pude comprender que Ryota las quisiera tanto, que Ronin me mandase a buscarlas antes de que nadie más se hiciese con ellas. Eran mágicas, especiales... Únicas.

O al menos eso quiso pensar mi mente en aquel momento en el que para mí valían más que cualquier lingote de oro. La realidad era que su aspecto era semejante al de cualquier otra perla normal y corriente que pudiese encontrar en el fondo del mar.

Cogí ambas con mi mano izquierda y me giré para ver que el humano finalmente había sido capaz de salvar al perro, aunque con resultados catastróficos. El muy idiota tropezó y dejó caer al animal afuera del barco, donde muy probablemente moriría ahogado o devorado por el kraken; el joven se quedó entre el fuego y la madera. Él no era el problema, pues podría levantarse y salir detrás de él como una persona normal.

No, el auténtico problema estaba a mis dos lados. No me había parado a observar las cajas que tenía a mis lados, y las cuerdas en llamas avanzando con gran velocidad hacia estas me dejaron confuso por unas décimas de segundo. Caí en la cuenta de en qué lío estaba y noté el mundo entero caerse a mis pies: no sabía qué era peor, si el kraken o aquello. Aquella situación era típica de una serie de dibujos animados, no de la vida real.

Explosivos. Explosivos a ambos lados, dinamita y pólvora. Cajas enteras.

¿¡Pero a qué maldito maníaco se le ocurre colocar dinamita en la cubierta de un barco!?

¿Hacía Aqua sobre las cajas? ¿Intentaba congelar todas las cuerdas usando Contacto helado? Mi mente pensó todas las habilidades que conocía, pero no era capaz de contar cuántas cuerdas había ya encendidas. ¿Dos? ¿Tres? ¡No tenía ni segundos para pensar en todo aquello! ¿Qué podía hacer? ¿¡Qué!?

Miré al humano al borde del barco y sentí lástima por él. No podría levantarse para escapar de allí: y lo primero era salvarme yo el pellejo. Los demás no importaban, sólo yo.

Salté al agua con las Perlas bien agarradas y busqué aterrizar sumergiéndome lo máximo posible. Desde allí buscaría nadar lo más lejos que pudiera, apartándome así de la explosión y siempre en dirección contraria de la posición del kraken. Tenía mi objetivo: no pensaba soltarlo.

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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Mar Mar 11, 2014 6:58 pm

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La herida que causé con mi ataque fue relativamente grande. Un montón de sangre azul que empezó a caer en el mar. La enorme criaturaTraspasó la piel con relativa facilidad y abrió una herida considerable cerca del ojo de la criatura, de la que brotó sangre azulada que se diluía con el mar.

Pero la cosa no acabó ahí. El Kraken agitó sus tentáculos con una fuerza enorme, por lo bajo deseé que no lograse alcanzarme ya que sospechaba que si lo hacía me haría mucho, mucho daño. Por suerte para mí, ninguno llegó a alcanzarme, aunque aquello no pudo impedir que en más de una ocasión alguno estuviese cerca de aplastarme. Me vi zarandeado por la fuerza del viento que provocaba el vaiven de sus tentáculos.

Viendo que mis alas empezaban a desaparecer hice un último esfuerzo por ascender un poco para tratar de caer sobre la cabeza del cetáceo. De conseguirlo, como sospechaba que su piel era resbaladiza clavaría mi llave espada con tal de mantenerme sujeto e intentaría abrir lo suficiento la herida como para poder meterme en ella manchando mi cuerpo con su sangre. Si podía abrirme paso cortando y rasgando su carne no lo dudaría ni un momento. Lo atravesaría de lado a lado si hacía falta.

De no salir bien mi pequeña idea y acababa en el agua trataría de bordear a la criatura mientras evitaba las corrientes que provocaba para empezar a atacarle por la espalda.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Jue May 01, 2014 1:15 am

Certero y directo, Ragun descendió sobre el cefalópodo y se encontró con qué, efectivamente, tenía una piel resbaladiza. Puesto que lo esperaba, le fue sencillo reaccionar con rapidez para clavar la Llave Espada. El efecto fue, como siempre, inmediato: el Kraken comenzó a zarandearse violentamente, dolorido por la nueva cuchillada.

Sin embargo, manteniéndose bien sujeto al mango, Ragun consiguió seguir estacando a la criatura, cuyos zarandeos y movimientos comenzaban a ser más lentos, según brotaba la sangre azul e iba cediendo a la inconsciencia, herido de gravedad.

Entonces, la dinamita explotó y, con ella, los restos que quedaban del barco. Ivan salió despedido hacia el agua, sujetando con fuerza las gemas. Bajo las olas, entrevería a Max nadando cual perro que era hacia las barcas, si el zumbido en la cabeza provocado por la explosión se lo permitía. Ragun, por el contrario, sería espectador de la consternación de los supervivientes al ver a su príncipe reventar.

La sirenita, boquiabierta por la explosión, fue la primera en lanzarse hacia los restos que caían con lentitud bajo el mar para buscarle. Le halló casi ahogado y, agarrándole como pudo, nadó hacia la superficie para dejarle respirar, al mismo tiempo que huía del lugar del accidente.

El Kraken comenzó a hundirse y, en consecuencia, el aprendiz no tenía nada más que hacer con él. Tendría que soltar la Llave Espada para no arrastrarse por ella, puesto que había quedado profundamente perforada.

Ragun podría contemplar, con o sin regocijo, la caída de su enemigo el Kraken. Inerte, se sumergía junto a todo lo que también quedaba del barco. Tal vez estuviera del todo muerto o tal vez no, sería su decisión rematarle. En cualquier caso, ya no le sería una amenaza.

Si sumergía la cabeza, vería a Alexis ascender desde las profundidades marinas hacia él. En cuanto llegara, tras echar un buen vistazo al cadáver del Kraken, silbaría con aparente admiración.

Buena captura. ¿Nos lo llevamos para la cena? —quién sabe si iba o no en serio—. Aunque no era un sincorazón. Y sabes lo que vinimos a hacer aquí, ¿no? —se cruzó de brazos—. Por suerte para ti, mientras tú te divertías yo hice el trabajo sucio. Hay una mujer, pulpo o lo que sea, que está intentando controlar a los sincorazón. Aún no tiene su dominio completo y sólo aspira a reinar en los mares de este mundo, así que no es ninguna amenaza. Pero a Ryota le interesará.

»Y poco más. No somos biólogos, no es como si pudiéramos explicarle a la Maestra cómo demonios evolucionan los sincorazón. Supongo que sólo quería darnos algo para hacer y que dejaran de acusarla de que descuida a los aprendices —se encogió de hombros—. Salvo que quieras hacer algo más en este riachuelo, podemos irnos.

Un poco antes de eso, Ivan, aún mareado y dolorido de la cabeza, a la deriva, notaría que alguien le cogía de los brazos, intentaba alzarle para que dejara de hundirse, se cansaba del esfuerzo físico y comenzaba a descender con él, como si su cansancio fuera extremo. Se trataba de Derhe, por supuesto.

Joder, pesas un cojón —se quejó, respirando entrecortadamente del esfuerzo. Y eso que estaban debajo del agua y él era una maldita foca—. Oye, tu cara… ¡No, espera, eso…! —desvió la vista de su cambio de look y señaló las Perlas que Ivan sujetaba con fuerza en su mano izquierda—. ¡Bien, joder! Ya la tienes. Espera, ¿varias…? ¡Bah! ¡Vámonos de aquí, estoy hasta los huevos de agua de mar!

Derhe le seguiría insistiendo de partir de inmediato. El dolor iría remitiendo e Ivan se encontraría cada vez mejor, y eso le llevaba a tener que pensar qué iba a hacer. ¿Volvería a la Gruta de Úrsula para cumplir su trato y entregar una de las Perlas? ¿Buscaría a Hikaru, que se había perdido? ¿Haría caso a Derhe y regresaría a Tierra de Partida a darle las Perlas a Ronin?

También podía acercarse donde estaban reunidos Ragun y Alexis, escuchar su conversación, pero eso supondría dejarse ver…


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Salvo que rectifique, este será vuestro último post.
Siento la excesiva demora. El tema se cerrará y puntuará como máximo el día 9 de mayo.
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Sombra » Lun May 05, 2014 6:57 pm

Tal y como había planeado la piel de aquel pulpo mutante era blanda y resbaladiza, tanto que cortarla era ridículamente fácil. Una sonrisa surcó mis labios mientras apuñalaba a la bestia, que dolorido se sacudía con violencia tratando de tirarme, pero de nada le sirvió aquello.

Tan grande y tan débil... —suspiré—. Qué desperdicio.

Una explosión resonó en ese momento haciendo que todo el lugar se iluminase. Silbé sorprendido y admirando aquel espectáculo sin pensar en los que probablemente habían muerto por estar demasiado cerca del navío que acababa de salir por los aires.

Los marineros supervivientes gritaban de espanto por la pérdida de su príncipe, aunque yo no sabía nada de aquello.

Y entonces me di cuenta de que el Kraken no había vuelto a moverse desde la explosión. Lentamente se iba hundiendo en el agua. Traté de sacar mi llave espada sin éxito, por lo que la desmaterialicé para no perderla de vista. Viendo que la diversión había acabado me tiré al agua para hundirme de nuevo en los profundos mares de aquel mundo.

En ese momento vi a Alexis no muy lejos ascendiendo hacia mi posición. La chica observó el cadáver y soltó un silbido de admiración ante mi victoria contra aquella monstruosidad.

Buena captura. ¿Nos lo llevamos para la cena?

No veo por qué no —le seguí el juego.

Aunque no era un sincorazón. Y sabes lo que vinimos a hacer aquí, ¿no? —me llevé la mano a la cabeza y rasqué mi cabello con una sonrisa tonta actuando como si no supiese de que me hablaba.

Por suerte para ti, mientras tú te divertías yo hice el trabajo sucio. Hay una mujer, pulpo o lo que sea, que está intentando controlar a los sincorazón. Aún no tiene su dominio completo y sólo aspira a reinar en los mares de este mundo, así que no es ninguna amenaza. Pero a Ryota le interesará.

Que lo haga, peor que ese imbécil de Tritón no podría ser.

Y poco más. No somos biólogos, no es como si pudiéramos explicarle a la Maestra cómo demonios evolucionan los sincorazón. Supongo que sólo quería darnos algo para hacer y que dejaran de acusarla de que descuida a los aprendices —la imité encogiéndome de hombros también—. Salvo que quieras hacer algo más en este riachuelo, podemos irnos.

Por mí cuando quieras —acepté sin pensarlo dos veces—. Pero ese bicho me lo quedo —señalé al calamar gigante.

Tenía pinta de estar bastante rico aquel monstruo y mi Nave Gumi era lo suficientemente grande para transportarlo por lo que sería de imbéciles decidir dejarlo allí para que otro se llevase el mérito de haberlo cazado con sus propias manos.

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Recordatorio de que Ragun no puntúa en esta trama~~
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Notapor Soul Artist » Lun May 05, 2014 9:59 pm

Los oídos me pitaron rato largo. La explosión me alcanzó la espalda y me mandó volando directo al agua, con una terrible violencia que perfectamente podría haberme roto la columna vertebral o algo peor. Pero incluso así no pensaba soltar las Perlas de ninguna manera.

Volví al mundo submarino chocando de lleno con las olas, obligándome a soltar un grito. Estaba lo suficientemente débil como para no querer volver a mover un músculo. Dejé que mi cuerpo se hundiera en el fondo mientras observaba el espectáculo por encima de mi cabeza. La figura de un perro nadando patéticamente es lo último que recuerdo mientras los párpados me pesaban y me esforzaba en aguantar... De forma inútil.

Me desmayé, así pues, con las Perlas bien sujetas a mí.

* * *

¿Maestro?

Entré en la biblioteca de Tierra de Partida, victorioso y con las Perlas en mi bolsillo. Detrás de mí venían Fran y el gordo seboso, cabizbajos y avergonzados por sus inútiles acciones en mi compañía. Pero les perdonaba cualquier cosa: al fin y al cabo, no podían ser tan geniales como yo.

Me acerqué a Ronin, el cual consultaba con la mirada cansada un libro bastante antiguo y con ilustraciones de monstruos marinos, entre otros. Le hice una señal con ambas manos y le guiñé el ojo; me apoyé sobre la mesa y comencé a limarme las uñas frente a él, sabiendo que alabaría mi excelente trabajo.

Está hecho —confirmé a Ronin, sacando las dos Perlas de mi bolsillo y colocándoselas encima del libroñ, llamando su atención de inmediato—. Un juego de niños. Sólo tuve que enfrentarme a la guardia élite de un castillo, derrotar a un kraken y me sobró algo de tiempo para intimar con unas señoritas. Usted me entiende...

¡Excelente trabajo, Ivan! No sé lo que haría sin ti —el Maestro me sonrió de oreja a oreja y comprobó las Perlas, asegurando su veracidad al ciento por ciento—. No sé cómo no te hemos concedido aún el rango de Maestro. ¡Se acabó! ¡Te declaro Maestro de Tierra de Partida ahora mismo!

Oh, no hace falta —reí por lo bajo; no por falsa modestia, sino porque ya vestía con una larga capa de Maestro que acababa de invocar, hecha de hielo y con motivos imperiales en ella—. Yo siempre supe que era mejor que los demás.

Ronin rió en alto y me golpeó el hombro con fuerza, aunque apenas lo noté. Me uní a su risa y le coloqué la mano en el hombro, teniéndolo como un igual; pronto sería mi inferior, como todos. El Maestro se levantó con ambos artefactos y me dio la espalda, dirigiéndose hacia una estantería tras él. El ambiente a mi alrededor comenzó a ennegrecerse y el frío comenzó a invadirme.

Bueno, Ivan. Con esto ya podemos empezar nuestros planes.

La estantería se hizo a un lado y reveló una sala oculta al otro lado. Ronin entró en ella y vi, a través de la oscuridad, dos figuras terriblemente familiares: una bruja gorda, con tentáculos como piernas, y el terrible Ryota. Una gota de sudor me recorrió la espalda.

¿Qué...?

Niño, eres más tonto de lo que pensaba. Sólo hace falta mirarte... ―se burló la bruja de mí, mirando mi cara de tonto. No, no de tonto, sino de... Monstruo. Me llevé las manos al rostro y me quedé sin habla al notarme lleno de granos, sucio, feo. Quise gritar, pero mi boca era incapaz de abrirse.

¡Mira lo que tengo, Ryota! ¡Con esto podremos hacer que los mundos caigan!

¿Son las Perlas? Bien. Con esto podremos destruir mundos más allá de Vergel Radiante. ¿Por dónde comenzamos?

¿Qué tal Ciudad de Paso? Está preciosa en esta época del año...

Intenté gritar, pero no podía. Me llevé las manos a la cabeza mientras el estrés invadía todo mi cuerpo, incapaz de dar crédito a aquella escena. ¿Qué había hecho? ¡Había dado un arma de destrucción a quienes lo deseaban! Úrsula, Ryota, ¡incluso Ronin! ¿Y qué había obtenido a cambio? Mi monstruosidad, mi fracaso, y sobre todo lo peor de todo: el silencio.

Las risas de los tres me hicieron encogerme en el suelo, entre lamentos y lágrimas. Quería escapar de aquello, irme lejos; no podía aguantarlo más. Tenía que acabar.

* * *

Joder, pesas un cojón.

Me desperté con el careto del gordo cabrón sobre mí, el cula intentaba arrastrarme del fondo marino. En vez de agradecérselo me revolví y me liberé de sus manos, con los ojos abiertos como órbitas. Aquel tipo no era lo mejor que ver nada más recuperar la consciencia.

Bebí una gran cantidad de agua al intentar respirar de forma normal, en vez de hacerlo como un sireno; estaba enormemente desorientado. Había sido una pesadilla; todo ello. La misión, Ronin y Ryota juntos, la explosión del barco, mi transformación... Sonreí ligeramente al saber que nada de todo aquello había sucedido. Quise reír, saltar, celebrarlo de cualquier forma.

Oye, tu cara…

Pero no. La realidad volvió a golpearme con fuerza y borré mi sonrisa al escuchar aquellas palabras. Me llevé una mano al rostro y dejé resbalar una de las Perlas al tocarme, recogiéndola de inmediato en el aire.

Era un monstruo, y nada podía arreglar aquello. Úrsula había dicho que podía hacerme otro contrato si le entregaba una de las perlas, pero... ¿Realmente serviría de algo? Podía quitarme cualquier cosa a cambio de lo que era mío por derecho propio.

¡No, espera, eso…! —el gordo cabrón señaló a las Perlas, contento como una perdiz. Las aparté de su vista y las agarré con fuerza, reservándomelas para mí— ¡Bien, joder! Ya la tienes. Espera, ¿varias…? ¡Bah! ¡Vámonos de aquí, estoy hasta los huevos de agua de mar!

Fulminé con la mirada al chico, sobresaltado, dándome cuenta de una terrible verdad: todo el mundo quería esas Perlas. Bastión Hueco, Tierra de Partida, Úrsula, gordos cabrones... ¿Qué sucedía con ellas? ¿Qué tenían, qué eran capaces de hacer? La leyenda hablaba de que ayudaron a encontrar a una sirena. ¿Y si, en realidad, la sirena era un arma de terrible poder?

No. Estaba harto. Había perdido todo por aquella mierda, y no iba a recibir nada a cambio. Era el intercambio más injusto que podía recibir nunca; de ninguna manera aceptaría aquello.

Adelántate —animé al chico, con una sonrisa forzada en la cara—. Yo voy a... Buscar a Fran. Nos vemos en Tierra de Partida.

Le di la espalda, vigilando que no me siguiera. No, Fran me importaba una mierda; lo que quería era alejarme de todo. No podía seguir, no así. Si regresaba a Tierra de Partida Ronin me pediría las Perlas, y no podía dárselas hasta que supiese qué eran.

Viajaría, haría lo que fuese. Había muchos mundos que quería visitar desde hacía tiempo; investigaría sobre Sincorazón, llevaría las Perlas siempre conmigo. Desaparecer un tiempo no me podía hacer daño. Además... No quería que nadie me viese, no con aquella cara.

Ahora era un monstruo, y lo mejor sería pasar a aislarme como tal.

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Ivan elige no entregar las Perlas a nadie y mantenerse lejos de Tierra de Partida y Bastión Hueco durante una temporada; de este modo queda explicada su ausencia durante toda la Segunda Saga, ya que en teoría estas dos Tramas empezaban al comienzo de esta (aunque por el reajuste de calendario, el tiempo que pase fuera puede ser muy variable).
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¡Gracias, Flan, por Alexis e Ivan!
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Re: [Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos

Notapor Nell » Sab May 10, 2014 12:47 am

Ante la divertida mirada de Alexis, Ragun comenzó con la tarea de cargar el cuerpo del Kraken. Era imposible cargarlo tal cual, por lo que no le quedó más remedio que ir cercenando trozos. Aún estaba vivo cuando comenzó, pero se desangró a la misma velocidad que el aprendiz se llenaba de su sangre las manos con las que partía el pescado.

Al final, Alexis se unió a ayudarle un poco para agilizar el trabajo. Tardaron un buen rato, pero terminaron por cargarlo completamente en la Nave Gumi. Ya sólo les hacía falta ir rápido para conservar la carne y hacer el banquete. De hecho, cuando llegaran, Ariasu no recordaría ni para qué se habían marchado cuando lo viera.

Ivan simplemente se escabulló y desapareció sin más.

Por otro lado, Derhe se fue a buscar a Fran, pero se cansó y al final fue Fran quien le encontró a él. Los dos esperaron hasta casi el día siguiente para ir a darle la noticia a Ronin.

Probablemente nada más sucedió por allí.


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¡Fin de la Trama!

Lamento que se alargara tanto. Qué más puedo decir, no tengo excusa. Por lo tanto, para no detenerme absolutamente nada más, ¡puntuaciones!

Sombra, no puntúa.

Quico, 7 PX, por tus tres posts en la Trama.

Narrador, 57 PX. No tengo ninguna queja. Lo siento, no te llevas la perfección porque mucho me tiene que convencer para ponerla. Creo que podrías haberlo hecho mejor de lo que has mostrado y como siempre, a continuar mejorando.






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… y disfrutar bajo el sol
tu compañía sin condición.
Yo volveré,
ya lo verás.
Por ti vendré…


Un chapoteo, unos ladridos y un reino que amanecía con su querido príncipe salvado. Delirante, pero salvado. Nadie estaba para presenciarlo, pero lo que muchos consideraban un milagro, era un misterio procedente del eterno enigma del mar, donde criaturas fantásticas se preocupaban por el curso de los acontecimientos o miraban la tierra con nostalgia.

Pero, ¿a quién le importaba?

No sé qué hacer…
Cuándo será…
Pero yo debo aquí regresar.
Siento que sí…
Puedo formar…
¡Parte de… él!



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La esfera mágica le mostró la imagen del muchacho que quería ver. Se alejaba de allí, de ella, con aquel preciado tesoro entre sus manos, como si hubiera olvidado su trato. ¿Qué era? ¿Por qué los humanos querían hacerse con esas Perlas? Ni ella, la bruja más temida de los mares, lo sabía.

Por ello, se propuso averiguarlo. Y, para ello, tendría primero que encargarse del chico. No era el primero que huía de uno de sus tratos. Ni el último.

Úrsula se rio a carcajadas, acariciando la cresta de sus morenas. Su ira cuando intentaban escaquearse era devastadora. Sin embargo, la bruja había desarrollado suficientes trucos como para no temer que se saliera con la suya.

¡Pobre alma en desgracia! ―se carcajeó―. Nunca leen la letra pequeña.

Flotsam y Jetsam secundaron su risa. En toda la gruta sólo se escuchó su regocijo, mientras las algas vivas, de ojos grandes y mirada apenada, se encogían de terror en su rincón olvidado.



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En las profundidades marinas, donde la luz del sol no alcanzaba a alumbrar, había una cueva especial a la que ningún animal se acercaba. Decían que aquellos lo suficientemente osados para hacerlo no habían vuelto nunca a salir. ¡Y qué razón tenían! Ninguno de esos incautos exploradores vio un nuevo amanecer.

Sin embargo, para los vecinos de la zona era un secreto a voces la identidad de sus moradores. Por eso advertían a los extranjeros de su peligrosidad. Era la única forma que tenían de salvar a los idiotas temerarios.

Y aquellos que les desoían, se convertían en el alimento continuo que recibían las criaturas.

En la oscuridad se apiñaban los cuerpos resbaladizos, los tentáculos pegajosos y las ovaladas cabezas que reposaban con frecuencia en algún lugar. Siempre reunidos. Siempre en familia. Representaban una amenaza para las criaturas marinas, pero no para los seres de la superficie, que con los años los habían buscado sin descanso y habían desarrollado formas de liquidarlos. Esconderse había sido la única manera de salvar lo poco que quedaba de su especie.

Y cada vez que uno se aventuraba al exterior, por lo general en busca de alimento, todos esperaban con impaciencia su regreso.

En esta ocasión, era su padre quien estaba más preocupado por él. Se había marchado enfadado, sin despedirse...

De repente, uno de sus retoños más pequeños entró nadando con rapidez por uno de los túneles que usaban para desplazarse hacia su padre. Temblaba, de miedo y horror, mientras le relataba con tartamudeos lo que había sucedido. Lo que había visto mientras una enorme roca marrón se hundía desde la superficie junto a su hermano. Y cómo más tarde había sido profanado su cadáver.

El padre le acogió entre sus tentáculos para calmarle, mientras en su enorme cerebro sólo cabía una única intención.

Venganza.


Uuuuuh.
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