[Atlántica] Los padres no entienden a sus hijos
Publicado: Vie Mar 22, 2013 1:44 am
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Las indicaciones de Alexis fueron precisas y concretas: seguirle la pista al aprendiz de Tierra de Partida para descubrir qué tramaba. Sin embargo, ella no era, ni mucho menos, una Maestra que pudiera darle órdenes. En cuanto terminó de hablar con Ragun, bajó de la roca donde estaba sentada y descendió por una obertura hacia las profundidades, quién sabía dónde.
Ragun era libre, por tanto, de decidir qué hacer a continuación.
Por otro lado, Fran continuaba con su misión de buscar ese misterioso tesoro del que Ronin les había hablado. Parecía que sólo quedaba él para desvelar el misterio, pues Ivan había desaparecido y, a aquellas alturas, Derhe debía de ser pasto de tiburones.
Ariel y Flounder los guiaron, o al menos a Fran si Ragun no se unía, de vuelta al castillo. Los guardias no pusieron ningún impedimento, y les permitieron franquear la entrada hasta el lugar donde les condujeron. Durante el camino no dijeron nada, aunque quizá los aprendices sí tuvieran algo que preguntar o que conversar entre ellos.
Era una sala circular (si es que podía llamarse así, pues ni siquiera había paredes, sino únicamente columnas para soportar el resto de pisos), vacía, pero majestuosa. En su centro había un trono alto, diseñado con motivos marinos, y rodeado de corales. Sobre él se sentaba un hombre viejo, de larga barba blanca, músculos bien definidos (debido a la falta de camiseta) y coronado de tal forma que no dejaba lugar a dudas de su rango. A su lado destacaba lo que sería su arma, un tridente, descansando en un soporte.
El Rey Tritón.
―¡Ariel! ―advirtió Sebastián, que nadaba frente al trono del Rey.
―¡Ariel! ―le secundó éste.
Flounder, viendo lo que se avecinaba, se quedó atrás. Y bien hizo, porque Ariel, aunque un tanto despreocupada, se llevó la bronca. Sin embargo, no una tan grande como se esperaría de cualquier padre más preocupado.
―Simplemente, no sé lo que voy a hacer contigo… ―empezó el Rey, casi derrotado por la hija que le había tocado.
―Lo siento, lo olvidé.
―Sí. Y gracias a tu negligencia…
―Y a tu imprudencia.
―La fiesta fue completamente…
―¡Una ruina! ―se exasperó el cangrejo―. ¡Punto! ¡No hubo fiesta!
Como máximo responsable del musical, Sebastián, como no, estaba incluso más enfadado que Tritón. Aun así, que se le permitiera hablar de tal forma a la hija más joven del Rey, hacía destacar su puesto en palacio por encima de los demás. ¿Cómo de distintas podían ser las sociedades y jerarquías de la tierra y el mar?
Inmediatamente después, se puso a compadecerse de la mala imagen que había dado, del batacazo que pegaría su carrera como director y de la gran gala que habían preparado y que, sin embargo, Ariel había arruinado al no asistir. Fran, que había asistido, era consciente de que había sido un musical memorable. ¿Y cómo de grande habría llegado a ser con la aparición de la estrella principal? No lo sabría, porque se había ausentado.
Desde luego, luchaban a dos bandas. Y nada parecía hacer capaz a Flounder de unirse al lado de Ariel, puesto que como criatura del mar tenía cierto respeto hacia su Rey.
Aquel problema familiar no era algo en lo que estuviese inmiscuido ninguno de los aprendices. En cierta forma, debía de resultar bastante incómodo tener que estar presente en una situación así. Puesto que Ariel no había podido presentarles, puede que fuera momento de intervenir, o de retirarse antes de llamar más la atención.