[Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Saeko y Nadhia

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Tsuna » Sab Nov 23, 2013 2:44 am

Escuché la trágica historia de la maestra Nanashi, tragué saliva en cuanto mencionó las desapariciones de aprendices; se me erizó la piel imaginando cómo me hubiese sentido si me hubiera pasado a mí, a Ragun, a Saito, y qué clase de misterioso y oscuro destino hubiésemos sufrido… Sin embargo, era algo del pasado y por tanto, algo superado y que no me afectaba en absoluto.

Me sentí afortunada de estar bajo las órdenes de los maestros de Bastión Hueco, estaba segura de que en nuestro hogar nunca hubiese sucedido tal cosa, de hecho representábamos en cierto modo a la Tierra de Partida del pasado, aquella que mencionaba la maestra, la razón era simple y saltaba a la vista: Éramos muy pocos.

Me sorprendió que el noveno aprendiz sobreviviese, ¿a qué había sobrevivido exactamente? ¿Acaso los desaparecidos morían? ¿Quién estaría detrás de tales actos y qué motivos tendría?

El enemigo. ―Observé de nuevo la impresionante estatua, observando los rasgos físicos de aquel presunto responsable de las desapariciones.

La maestra entonces comenzó a señalar las posibles vidrieras en las que podíamos escuchar los recuerdos, para finalizar con una explicación de qué leyes seguía aquel lugar, ante lo cual quedé maravillada.

Me mantuve callada y atenta a la historia de la maestra en todo momento, no quería perder ningún detalle; me arrepentiría profundamente si así fuese. Me interesaba bastante saber sobre el noveno aprendiz, aquel que había escapado con vida, sin embargo… también estaba muy interesada en saber quién era el culpable, qué razones tendría para raptar aprendices indefensos… a mi parecer eso era absurdo, no le veía ninguna utilidad. Pero a pesar de todo, aquel individuo utilizaba una magia relacionada con la oscuridad: quizás pudiese aprender algo útil de él.

Suspiré profundamente, penetrando con la mirada a Nadhia e intentando averiguar qué haría ella a continuación. Puede que si la presionase me siguiese, tenía que tomar a iniciativa, dejar en buen lugar a Bastión Hueco, mantener su reputación y la de mis maestros.

En fin, maestra Nanashi, con su permiso… ―Y avancé en dirección a los peldaños que conducían a la plataforma en la que se alojaban los recuerdos del supuesto enemigo. Al poco de adentrarme en aquel vacío, me detuve para dirigirme a Nadhia― Oye, niña, ¿no vas a venir conmigo, o es que acaso tienes miedo? ―Proseguí mi marcha sin mirar atrás.

Estaba acostumbrada a que Gengar me siguiese a todas partes sin rechistar cuando lo provocaba, pero no fue el caso de Nadhia. Sería a mitad del camino cuando me giraría de nuevo para amedrentarla algo más cuando me di cuenta de que no me había seguido, se dirigía a otro camino, al del aprendiz superviviente.

¿Pero quién se ha creído que es para ignorarme? Tsh. ―Chasqueé con la lengua claramente molesta por haber hecho el ridículo ante la maestra y continué con mi camino.

Estaba segura de que podría aprender algo de aquel individuo, quizás alguna técnica, o algo valioso que ayudase a mis maestros. Fue entonces cuando me llegó a la mente una pregunta peculiar:

¿Habrán visitado los maestros Ryota y Ariasu este templo alguna vez?


Mientras avanzaba lo poco que quedaba, mi mirada se terminó perdiendo en el vacío.

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Saeko elige la vidriera del enemigo que menciona Nanashi *^*
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor EspeYuna » Mar Nov 26, 2013 9:08 pm

El enemigo ―no aparté la mirada, pero la estatua parecía estar tan llena de vida que tuve miedo porque comenzara a moverse por arte de magia. Como si ese enemigo resurgiera de las cenizas.

Si, claro está, habían acabado con él en el pasado. Cosa que Nanashi no había dejado muy claro. Cuando mencionó al noveno, mis ojos descendieron al muchacho que escondía con desesperación su ojo brutalmente herido.

Escuché con atención lo que la mentora nos estaba explicando: unas reglas. Las voces del pasado podían guiarnos para ver los sucesos que ocurrieron años atrás con nuestros propios ojos. En un principio, la idea me emocionó.

Pero, ¿sería justo espiar el pasado de las personas? Tenía intención de ir en busca del enemigo, pero me acerqué entonces a la estatua y me agaché al muchacho que sufría en el suelo. Dubitativa, acerqué mi mano a la suya.

¿Así fue cómo perdiste el ojo, Maestro? ―le pregunté al aire, o a la misma estatua, o a un Ronin ausente― Siempre tienes esa sonrisa en el rostro, y puede que hayas sufrido lo insufrible por Tierra de Partida.

>> Esa risa tan familiar, y esas bromas que gastas. ¿Eras así ya de joven? ¿De qué mundo provienes? ¿Cómo te convertiste en aprendiz...?

De pronto, sentí que alguien me miraba por el rabillo del ojo y giré la cabeza. Y me encontré con la irritante mirada de Saeko. Le devolví la misma mirada de perro rabioso que me estaba mandando ella.

En fin, maestra Nanashi, con su permiso… ―avanzó en dirección al camino donde se encontraría con el enemigo. Pensándolo bien, no era una sorpresa que eligiera ir al plato fuerte de la historia. Y su comportamiento lo decía todo― Oye, niña, ¿no vas a venir conmigo, o es que acaso tienes miedo?

Con un tic en el ojo, me levanté del sitio y le di la espalda. Se me olvidó por completo despedirme de Nanashi, pero no iba a seguir a su alumna con esas arrogancias. Es más, tenía interés en conocer la historia que Ronin, el maestro de maestros de Tierra de Partida, jamás contaría a un aprendiz.

"La historia jamás contada, la suya propia."

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Nadhia elige seguir la primera voz, la del noveno/Ronin
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Nell » Mar Dic 31, 2013 3:19 am

Nadhia

La plataforma estaba a poca distancia y Nadhia la alcanzó enseguida, si por el camino no se paraba a mirar el profundo vacío bajo sus pies. ¿Qué les pasaría si alguna de ellas se caín? ¿Habría suelo debajo? ¿Algo? Ronin había mencionado una advertencia a Saeko de que no tirara la estatua pero, aparte de eso, ninguna pista parecía revelar la oscuridad.

Contempló la vidriera bajo sus pies y confirmó que se trataba de la misma que había en la plataforma inferior, con algunos cambios, que Nanashi había señalado: un cementerio. Uno de Llaves Espada, en una tierra árida, que Nadhia reconoció naturalmente como el mismo mundo donde estaba, la Necrópolis. En ésta, sin embargo, no había más que dos personas, difusas y poco definidas.

En cuanto avanzó unos pasos, el dibujo pareció vibrar. La oscuridad por la que había estado rodeada todo el tiempo, como si fuera niebla espesa, comenzó a tomar forma y, bajo sus pies, la imagen se diluyó hasta convertirse en tierra sobre la que ahora se posaba. A su alrededor, se formó el paisaje que había visto antes, perteneciente a la Necrópolis.

Y estaba, efectivamente, dentro de la misma escena que había representado la pintura. Había cientos, quizá miles, de Llaves Espada clavadas en el suelo, de forma desorganizada e inconexa, a como mucho un par de pies de distancia entre las más alejadas, mientras otras compartían casi el mismo hueco donde se habían apostado. Cada una era diferente, no sólo en llavero, sino también en sutiles detalles que las hacían dispares incluso entre iguales. Unas tenían mellas o abolladuras, otras inscripciones casi borradas y, unas pocas, elementos como amuletos o pertenencias de otros que habían intentado atar a ellas. Con el tiempo, probablemente desaparecerían y se verían como la mayoría, cuyos rastros hacia cada propietario habían quedado prácticamente borrados.

Entre aquel páramo desolado, había dos personas, ambos chicos, frente a ella, estáticos. Uno estaba sentado frente a una de las Llaves, con la cabeza entre las rodillas. Era joven, más o menos de su edad, y algo rechoncho, con el pelo al más puro estilo militar. El otro, en cambio, Nadhia lo reconoció inmediatamente y era, ni más ni menos, Ronin. Estaba detrás del chico, supuestamente paseando y con rostro aburrido y desinteresado. Era la viva imagen de la estatua, salvo por un detalle que no le pasaría desapercibido: tenía los dos ojos intactos.

La Llave frente a ellos, como las más recientes, tenía un amuleto en forma de estrella y el dibujo de un conejo, que alguien había atado al mango.

Nadhia se había estado preguntando un momento antes si la actitud de Ronin había cambiado desde sus años como aprendiz. La propia visión iba a revelárselo.

De repente, los dos cobraron vida. El chico sentado se abrazaba con fuerza las rodillas, inmerso en sus propios pensamientos, mientras Ronin paseaba a su espalda, pasando por delante de algunas Llaves Espada y mirándolas con curiosidad. Nadhia supo, aunque él no lo había dicho, que intentaba hacer tiempo mirando las características propias de cada una, en un intento de no aburrirse.

Finalmente, como el joven impaciente que era, se exasperó y volvió a donde estaba su compañero.

Oye, mueve el culo de una vez ―le exigió al otro―. No voy a malgastar todo el día en hacerte de niñera.

Cierra tú el pico y vete cuando quieras ―le contestó el aprendiz, malhumorado. Y al hablar, se le escapó un gimoteo.

El joven Ronin se giró hacia él, sorprendido. Lo miró minuciosamente durante unos segundos, para cerciorarse de que, tal y como sospechaba, no se había movido del sitio ni de su posición desde que habían llegado. Pensó, y Nadhia lo supo nuevamente, que debía estar hartamente incómodo.

¿Estás llorando? ¿¡En serio estás llorando!? ―Ronin se acercó, atisbándole desde el otro lado, y comprobando, efectivamente, sus lágrimas―. ¡Anímate, hombre! Ya ha pasado mucho tiempo.

Una semana.

Lo que sea ―dijo, restándole importancia―. ¿En serio vas a necesitar que te lleve de rameras para que se te pase?

¡He dicho que te calles y te vayas! ¡No quiero tenerte aquí!

Ronin suspiró. En realidad, era un suspiro fingido, que esperaba que su compañero interpretara como que le estaba irritando. Sin hacerle ningún caso, porque nunca se lo hacía, se sentó a su lado, también de cuclillas, para observar la tumba.

¿Y crees que estoy aquí porque quiero? Ya conoces la nueva norma. Está prohibido aventurarse a otros mundos en solitario. Si te pillan, que lo harán, te castigarán, y podrás venir aún menos.

No me importa. ¿Y por qué te iba a importar a ti?

Ante la pregunta, Ronin guardó silencio. Mantuvieron éste durante un buen rato, en el que ambos chicos se entendieron bastante mejor sin decirse nada que las veces en las que discutían. No eran amigos especialmente, pero se conocían, por tener ambos de Maestro a Rayim, y haber pasado varios entrenamientos juntos.

Sin embargo, como Nadhia supo a través de unos pensamientos que no eran suyos, pero asaltaban su mente sin ninguna razón, al querer el joven partir a la Necrópolis, había sido asaltado por Ronin, quien insistió en acompañarle en el camino, ya que decía tener intención también de ir. Algo que ambos sabían que era mentira.

Los dos tenían veinte años, confirmando la aproximación a ojo que pudiera haber hecho Nadhia antes. Mientras que el otro aprendiz tenía más años de experiencia a sus espaldas, y se comenzaba a hablar de él para la siguiente promoción de Maestro, Ronin había llegado hacía poco a Tierra de Partida. Sus habilidades eran las propias de un pirata muy experimentado, algo que había quedado patente entre los demás estudiantes, y que no acababa de gustar. Al fin y al cabo, todos tenían objetivos más nobles que alguien que se había dedicado al pillaje.

Los pensamientos de Ronin divagaron en los últimos entrenamientos que había tenido, nada importante ni detallado que llegara a la mente de Nadhia. En cambio, la joven podía fijarse en su compañero que, silencioso, sin duda sí estaba reflexionando profundamente sobre algo. ¿El qué? No lo sabía. A pesar de la información extra que llegaba a la mente de Nadhia, sin saber muy bien por qué, ninguna pertenecía a aquel chico.

Podía imaginarse la razón.

El aprendiz, de repente, reaccionó de nuevo, saliendo del flujo de sus propios pensamientos, se secó las lágrimas y aclaró su garganta.

He oído que los fantasmas de antiguos guerreros pululan por este cementerio a medianoche. ¿Crees que será cierto? ―preguntó a Ronin, con una nueva nota en la voz que Nadhia no identificó. ¿Estaba intentando ser amistoso?

Eso es una tontería. Los fantasmas no existen.

Sí que existen. Los he visto en Ciudad de Halloween.

¡Venga ya!

¿No me crees?

Yo sólo creo en lo que estos dos ojos ven ―señaló Ronin, indicando aquello que no conservaría entero por mucho tiempo, aunque no podía saberlo entonces―. Y ni siquiera he estado aún en ese mundo para imaginarlo.

Cuando vayas, me darás la razón.

Hasta entonces, sólo eres otro lunático más que tengo la desgracia de conocer.

El aprendiz prorrogó el silencio unos segundos más, tal vez dolido nuevamente por la afilada lengua de Ronin. En cualquier caso, se recompuso para contestar.

Qué gracioso ―arrugó la nariz―. Pero ojalá el rumor fuera cierto. Vendría todas las noches a verla.

Esta vez, la información le llegó de una manera diferente. Era un pensamiento, claro y definido, al contrario que los otros. Tenía la voz de Ronin y, al mismo tiempo, no era la misma que la del joven sentado frente a ella. Un tono triste y melancólico lo delataba. No pertenecía al momento del recuerdo, sino que había sido añadido posteriormente, cuando lo entregó al Templo.

Al final, no necesitaría volver nunca más.


No se equivocaba.

Primero, vino el destello. No era desconocido para Ronin, quien había tenido una vida anterior de pirata, y conocía y temía, a la vez, las duras noches de tormenta, en las que el oleaje tentaba al barco a volcar, y el cielo retumbaba, amenazando con su siguiente descarga.

Desde su posición privilegiada, como espectadora, Nadhia comprendió que eso fue lo único que le salvó la vida.

La oscuridad del cielo le hizo dar un bote hacia atrás, casi por reflejo, alejándose de su compañero… y de lo que quedaría de él.

¡Kaminari!

Porque ambos finalmente se reunieron.


El aprendiz cayó hacia atrás, fulminado por el mortal rayo. La magia que lo había producido era la más potente vista hasta entonces por Ronin, que se había echado a temblar del cercano aliento de la muerte.

Desde el primer momento tuvo claro que no había sido un accidente, y Nadhia también mediante él. Había visto con total claridad el rayo, y éste no podía calificarse precisamente de “normal”. Más de un Electro había caído sobre Kaminari en su vida, y éste siempre había mostrado su férrea resistencia ante ellos. Uno más fuerte que la magia… las posibilidades debían de ser mínimas.

Y había otra cosa más. Su color.

Negro.

¿Y yo?


El cuerpo calcinado de Kaminari reposaba en el suelo, frente a la Llave Espada de la compañera a la que no había soportado perder. Ronin lo miraba con los ojos muy abiertos, relacionando aquel cadáver carbonizado con el mismo chico con quien segundos antes había estado hablando. Todo había sucedido muy deprisa.

Y en su cabeza flotaban unas terroríficas palabras, fruto de la conversación que mantuvo con su Maestro días atrás. En esta ocasión, Nadhia recibió nuevamente esos pensamientos, y pudo separarlos satisfactoriamente de los escuchados antes. Eran los mismos que Ronin había tenido en el mismo momento del accidente.

«Es el octavo»

Aún no había asimilado la repentina muerte de su compañero, cuando escuchó una voz que le puso los pelos de punta. Y lo que ésta significaba.

Siguiente.

Al igual que Ronin, Nadhia miraría a su alrededor y vería lo mismo que él: nada. ¿Y quién había hablado entonces? Sin embargo, al contrario que ella, el futuro Maestro no tenía tiempo para comprobarlo mejor.

Huí.


«Yo no seré el noveno».

Se puso en pie, a tiempo para esquivar otro rayo mortal que se avecinaba, y echó a correr. Aún no conocía la magia de los portales, porque era sólo un aprendiz, y por lo tanto no tenía ninguna vía de escape directa. En su lugar, invocó la Llave Espada y conjuró como pudo el Glider, sin cesar en su maratón, subiéndose a él.

Apenas levantó dos palmos del suelo, un rayo horizontal impactó en su vehículo, y le hizo estrellarse. Éste no pudo despegar de nuevo, debido a los daños, y volvió a su forma de Llave. Si Nadhia se giraba hacia donde, supuestamente, procedía el nuevo ataque, no encontraría de nuevo a ningún atacante. Bien podía ser porque se ocultaba, o por otra razón.

¡Maldición! ―exclamó Ronin, que de nuevo en pie, y con un nuevo chichón por haberse dado en la cabeza con una de las Llaves, retomó la huida.

No quería morir.

No había nadie en el otro mundo para recibirme.


Entonces, la visión se paró de golpe. Todo quedó nuevamente estático, con un Ronin desesperado por correr, sin atreverse a mirar atrás. Poco a poco, las imágenes se desvanecieron a su alrededor y Nadhia volvió a estar sobre la plataforma con la imagen del cementerio y los dos chicos dibujados en él. Sólo que ahora sabía perfectamente quiénes eran.

Y lo que les había pasado.


Saeko

Los escalones, pese a estar suspendidos en el aire, no cedieron ante el peso de sus pasos, y la curiosa aprendiza fue ascendiendo hasta la plataforma señalada por Nanashi, donde esperaba encontrar algo más que conocimiento histórico, deseosa de aprovecharlo en su tiempo.

La vidriera reflejaba la imagen de una sala que reconoció enseguida: era el hall del Templo, desde donde habían subido al segundo piso. El dibujo mostraba a una persona sujetando la puerta, pero no era claro ni detallado, así que Saeko no pudo identificarla.

Sin embargo, pronto se aclararía el misterio. La oscuridad permanente en la estancia empezó a hacerse notable, al tiempo que cambiaba, y la vidriera a su vez se diluía. La negrura pareció colorearse de repente, formando la ilusión de la misma habitación del dibujo, transportando realmente a Saeko hasta allí. O casi. Si no fuera por una figura estática, la joven podría haber pensado que de verdad se había movido.

Era Ronin. El Ronin de la estatua, no el viejo, el aprendiz pequeño y sin importancia que había presenciado una lucha de mayores. En aquel momento, parado como si alguien le hubiera hechizado con Paro, cerraba la puerta de la entrada, con una expresión de urgencia y terror. Saeko podría apreciar, además, que conservaba los dos ojos.

Repentinamente, la escena se puso en movimiento. El joven Ronin terminó de cerrar el portón, empujándolo con fuerza para asegurarse de que había quedado bien anclado. Y luego, se echó para atrás, cayendo al suelo, con rostro aliviado. Por la cabeza de Saeko pasaron las imágenes de un joven que no conocía siendo calcinado por un rayo negro. Sin embargo, éstas no pertenecían a su mente.

El aprendiz respiraba agitadamente. Debía de haber llegado corriendo, puesto que además aún estaba sudoroso e inquieto. Y tuvo poco tiempo para serenarse, pues una voz se escuchó desde el otro lado:

¿Qué es esto?

Ronin puso cara de pánico. Se quedó paralizado, inmóvil, creyendo iluso que si no emitía ruidos la otra persona se iría, cosa que aunque no dijo, Saeko supo de alguna manera. Hasta ese momento, había estado huyendo de un potencial asesino, desconocido, al que no había logrado ni siquiera atisbar. Pero era peligroso. Mucho. Su vida pendía que él lo encontrase. Refugiarse en el Templo había sido su última esperanza.

Ábrete.

Respiró con más tranquilidad, se levantó y se acercó a la puerta. La voz no parecía dirigirse a él, por lo que posiblemente no supiese que estaba dentro. No obstante, el joven Ronin quiso responder. Se sentía seguro. Protegido.

Jamás.

Si estaba sorprendido por su presencia, no lo demostró:

Tengo todo el tiempo del universo.

Ronin no contestó. Y esperó. Sin embargo, la voz no volvió a hablar. Pensó que le interrogaría a fin de entender cómo había podido entrar, pero en su lugar hubo silencio. Si el extraño conocía o no la existencia de la Prueba, Ronin no lo sabía.

El aprendiz no podía arriesgarse a abrir la puerta para comprobar que se hubiese marchado, por lo que no le quedaba más opción que esperar a que fueran a por él. Acabarían notando su ausencia y la de su compañero tarde o temprano e irían a buscarlos. A las malas, cuando fueran a celebrar su funeral, tal vez hubiese suerte y alguien pasara por allí de camino.

Se sintió cansado y, al ir a apoyarse en la pared, miró primero con burla la inscripción de Zephyr.

“Entra, si la verdad anhelas”.

El pensamiento de Ronin, en vez de información que le llegara burda y espesa, fue nítido y claro en la mente de Saeko, que inmediatamente supo separar de los suyos propios.

«Ojalá en vez de la verdad hubiese puesto salidas de emergencia», gruñó.

Aun habiendo otra entrada, probablemente tampoco hubiese podido salir por ella. El desconocido ya había demostrado enormemente que era letal y, en cuanto Ronin le diera la oportunidad, lo probaría en sus propias carnes. Apenas había alcanzado el Templo, con más de un intento chafado de despegar con el Glider. Tampoco tenía forma de contactar y pedir ayuda a Tierra de Partida, así que se había encerrado a sí mismo.

El tiempo en la visión se aceleró. Los movimientos de Ronin, por posturas incómodas o paseos por la habitación, se hicieron más rápidos y visibles, mientras pasaba todo a un ritmo acelerado. Podrían haber sido horas o días, aunque el aspecto aún cuerdo de Ronin daba a entender que no había rebasado aún el día entero. Saeko supo, de nuevo sin motivo alguno, que no había salido de la sala para asegurarse de estar presente cuando fueran a buscarle y para controlar al asesino, pese a que no dijo nada ni dio muestras de su presencia. Un par de veces estuvo tentado a abrir la puerta, pero resistió.

Entonces, el tiempo volvió a su cauce normal. Por entonces, Ronin estaba sentado, teniendo algunos lapsos de sueño, ya que no se permitía uno profundo y largo. Lo que le despertaron definitivamente fueron las voces.

Alguien hablaba al otro lado de la puerta. Rápidamente, se puso en pie y se acercó a ella y, de nuevo, fue cuidadoso con el impulso de abrirla. En su lugar, puso un oído sobre ella. La tranquila conversación cambió abruptamente, adoptando tono de discusión, pero como no estaban cerca, apenas le llegaba el murmullo.

El diálogo cesó de repente y comenzaron los ruidos. Los distinguiría en cualquier parte, ya que había crecido con ellos: el sonido de la batalla. Enseguida escuchó los primeros gritos. El timbre le indicó que pertenecían a diferentes personas. Incapaz de resistirse más, aporreó la puerta.

¿¡Qué demonios está pasando!? ¿¡Quién…!?

¿Ronin? ―la voz de una Maestra, a la que poco conocía, lo interrumpió. Inmediatamente, se relajó. Alguien había ido a rescatarlo. Por fin. Se estaba volviendo loco entre aquellas cuatro paredes y el maldito techo vidriado.

Sí, yo…

¡¡Quédate ahí!! ¡No… te muevas! ―se la escuchaba mejor, lo que dio a entender a Ronin que se había acercado a propósito. Y, a juzgar por sus pausas, no estaba teniendo la conversación quieta―. ¡¡Él no ha tomado la Prueba!! ¡¡No le dejes entrar!! ¡Nunca… abras… la… puerta!

Pero…

¡¡Obedece! ―parecía desesperada―. ¡Ellos ya…!

La Maestra gritó. Supo enseguida que había sido suyo, tan cerca, tan desgarrador. Y tan definitivo. Miró al suelo, esperando ver un charco de sangre filtrarse por las rendijas del portón, pero no tendría aquella suerte. Todo el tiempo que le quedara dentro de aquella habitación lo pasaría reconcomiéndose por dentro qué había pasado con los otros en el lado contrario.

Y, al cabo de unos segundos, el ruido cesó. Ronin volvió a quedarse solo con su silencio.

Un nuevo pensamiento de Ronin llegó a Saeko, pero éste era diferente. Era y no era suyo, porque no era completamente real. Había sido puesto posteriormente. No pertenecía al momento que se estaba viviendo, sino que Ronin lo había añadido después:

Eran sólo tres. Una Maestra y dos aprendices. Ellos acudían por primera vez al Templo. Se suponía que no había ningún peligro. Que no iban a morir.


Ronin aporreó otra vez la puerta, suplicando interiormente que volvieran a darle nuevas instrucciones, unas que nunca llegarían. Pero se moría de ganas por saber qué había ocurrido. Saeko casi sintió ese sentimiento como suyo. Estaba desesperado por averiguarlo. Y, al mismo tiempo, se contenía en hacerlo.

Una nueva sensación sustituyó a ésta rápidamente.

Frustración.

«Odio no poder hacer nada».

Así que una Prueba…

La visión acabó de esa forma tan abrupta. Ronin se quedó de nuevo paralizado, con una mueca de dolor, no físico, y una mano en la puerta que no podía abrir. La escena se fue diluyendo hasta desaparecer.

Eso no era, en absoluto, lo que Saeko había esperado. Ni siquiera había conseguido ver la cara del enemigo. Ni, mucho menos, aquellas eran sus memorias, como había imaginado erróneamente. Una cosa sí estaba clara: no había aprendido nada ofensivamente nuevo.

Pero sí tenía otro tipo de conocimiento.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Tsuna » Mié Ene 01, 2014 6:30 pm

Me había sumergido de tal forma en mis pensamientos, que durante gran parte del trayecto no era consciente de a dónde me dirigía ni cuánto tiempo tardaría en llegar a mi destino, miraba con la cabeza gacha las baldosas, gracias a las cuales me fui guiando. En cuanto regresé a la realidad me sentí sola, y también... ¿por qué me sentía triste? ¿Había sido acaso porque Nadhia me ignoró? No, me negaba a aceptar tales sentimientos, no tenía razones en el fondo; contaba ya con los Maestros y con Gengar, no necesitaba más compañía pero...

Era la primera vez que alguien me ignoraba así y me dolía.

Giré mi rostro de nuevo hacia Nadhia, la cual se dirigía a otra plataforma, tenía curiosidad por ella, conocer su historia o su relación con Ragun, pero me parecía tan... inocente y estúpida. Seguía sin entender sus razonamientos, los que había expuesto al entrar al Santuario, y sin embargo... ¿me dolía el hecho de que me ignorase? Sencillamente me negaba a aceptarlo; y sin ser muy consciente de ello esa tristeza se volvió odio contra Nadhia, era poco, pero sí sentí cierta rabia hacia esa Aprendiza.

Antes de darme cuenta alcancé la platafoma circular a la que me había dirigido. Observé con detalle el dibujo ilustrado a mis pies y sus colores, entonces todo a mi alrededor cambió como por arte de magia.

Esto es... ―Murmuré, mirando en todas las direcciones posibles y reconociendo aquel lugar

La entrada del Santuario.

Allí pude ver a alguien completamente parado, parecía que el tiempo se hubiese detenido. Me aproximé a éste con cuidado, ignorando todo lo demás. Cuando estuve lo suficientemente cerca pude verlo con detalle, se trataba del Maestro Ronin de Tierra de Partida, el mismo de la estatua, el joven Ronin.

Me acerqué a éste con cuidado, algo en él me atraía pero no sabía decir el qué. Tal fue el susto que me llevé cuando el chico se movió de pronto, cerrando el portón y cayendo al suelo, exhausto y cansado. Entonces una imagen llegó a mi cabeza, imagen que me dejó ciertamente congelada: Un joven siendo calcinado por lo que parecían truenos negros.

¿Qué es esto?

Alcé mi vista de nuevo hacia el portón, la voz parecía provenir del exterior. Por los pensamientos que suponía que tenían como origen a Ronin, imaginé que huía de algo, ¿habría sido el chico calcinado su anterior víctima y ahora perseguía al Maestro? Eso era algo que no sabía con certeza y sin embargo, me seguía pareciendo increíble que pudiese adivinar las intenciones y los sentimientos de Ronin en ese instante.

Ábrete.

Jamás.

Parecía que estaba viendo una obra de teatro ante mis ojos, representada por actores. Quedé maravillada ante esto; el Santuario no paraba de darme sorpresas, se trataba de un lugar muy especial sin duda.

Tengo todo el tiempo del universo.

Y hubo silencio. Ronin esperaba que el enemigo se hubiese marchado, pero no se arriesgó. ¿Acaso no tenía la suficiente fuerza para enfrentarlo? La visión de los truenos me decía que no, que lo superaba por mucho. También sospeché que aquel individuo no había superado la Prueba, por lo que no podía entrar, o tampoco quería entrar en el Santuario para no destrozarlo, aun habiendo superado el examen.

Nunca imaginé que la Prueba pudiese salvarle la vida a alguien de esta forma. ―Comenté para mí misma, anonadada ante la situación

«Ojalá en vez de la verdad hubiese puesto salidas de emergencia»

Aquel comentario sí me sorprendió, era incapaz de creer que aquel chico fuese el Maestro que seguía con Nanashi.

O-oye, no te lo tomes así tampoco.

Pero comprendí que mis palabras era inútiles, pensamientos de Ronin me hicieron comprender el peligro al que se enfrentaba; estaba solo y aislado, sin posibilidad de escape.

La situación era tensa, no se trataba para nada lo que había esperado -malinterpreté muy mal las palabras de la Maestra Nanashi-, pero quería seguir viendo aquello hasta el final.

Notaba cómo la desesperación de Ronin comenzaba a afectarme a mí también. El tiempo pasaba de forma acelarada y éste seguía dando vueltas por la estancia, como un animal acorralado. Incluso estuvo tentado a abrir la puerta...

¡No lo hagas, idiota! ―Grité de pronto, también desesperada por saber qué había sido de aquel asesino

... pero no lo hizo.

Llegó un punto en el que Ronin tenía que combatir también el sueño, era horrible lo que estaba pasando, y entonces, el enemigo volvió a dar señales de vida. Ronin en lugar de abrir la puerta puso la oreja, escuchando.

Vaya, no eres tan tonto como pensaba. ―Exclamé al aire, comparándolo con el Maestro alegre y descuidado que había conocido junto a la maestra frente a los portones

¡¿Qué demonios está pasando?! ¡¿Quién...?! ―Y desesperado, aporreó la puerta

¿Ronin?

Sí, yo...

¡¡Quédate ahí!! ¡No... te muevas! ¡¡Él no ha tomado la Prueba!! ¡¡No le dejes entrar!! ¡Nunca... abras... la... puerta!

Entonces aquel individuo no podía entrar, le daba igual el Santuario, luchar en su interior y destrozarlo todo. El Maestro Ronin seguía con vida, así que supuse que no moriría allí, pero la escena que contemplaba me dejaba sin habla, no era más que una espectadora que presenciaba una macabra escena.

Pero...

¡¡Obedece! ¡Ellos ya...!

El grito desgarrador de aquella mujer me provocó un sobresalto, había sido asesinada. Entonces el silencio volvió. Mis manos comenzaron a temblar, no podía seguir viendo aquello, aquel individuo que parecía usar el poder de la Oscuridad... me daba miedo, y sus métodos también.

Eran sólo tres. Una Maestra y dos aprendices. Ellos acudían por primera vez al Templo. Se suponía que no había ningún peligro. Que no iban a morir.


Quedé impactada al saber eso, tres Portadores perdieron la vida de pronto, sin tener culpa de nada. ¿Por qué ese individuo insistía tanto en matar a Ronin? ¡No iba a dejarle escapar de allí nunca!

¡Idiota, huye al interior del Templo!

Pero recordé entonces que solo eran recuerdos, no podía influir en ellos.

«Odio no poder hacer nada»

Tragué saliva, compadeciéndome del chico.

Así que una Prueba...

¡Entonces el culpable no sabía nada de la Prueba!

¡Corre, huye ahora!

Pero la visión terminó.

La oscuridad me rodeó, me hallaba de nuevo en la vidriera. Caí sobre el frío dibujo de rodillas, todavía asimilando lo que había visto e imaginando mil y un desenlaces para esa situación. Sentía miedo por el enemigo, no estaba de acuerdo con sus métodos, tanta insistencia por matar a alguien... y a su vez comprendía muchas cosas de Ronin.

No quería admitirlo, pero estaba avergonzada por haberlo dejado mal delante de Nadhia.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor EspeYuna » Sab Ene 04, 2014 9:02 pm

Nunca me había parado a pensar en el pozo sin fondo que parecía ser la oscuridad reinante alrededor de aquellas vidrieras de luz. Y bueno, tampoco es que tuviera ganas de averiguarlo por mí misma. Deseaba por todos los medios que no tropezara torpemente y cayera al vacío.

Cuando llegué a la plataforma que me guiaba a la voz de Ronin, observé que ésta representaba una imagen en concreto, la misma que había visto al entrar en aquel mundo árido y desértico: un cementerio de Llaves-Espada. Y había otras dos figuras, más semejantes a una persona que a un arma.

Avancé con cautela, esforzando la vista para comprobar si se trataban de estatuas.

¡Ah!

La oscuridad comenzó a tomar forma a mi alrededor, la vidriera bajo mis pies también. Convirtiéndose es un lugar diferente al que me hallaba, pero que dichas imágenes representaban. Me encontraba en el cementerio de la Necrópolis. Con ojos abiertos de par en par por la sorpresa, observé las miles de Llaves-Espada clavadas en el suelo.

Por un momento, se me formó un nudo en el estómago. Viendo los amuletos que colgaban de algunas, y las inscripciones grabadas en los filos de las mismas, pero ahora indescriptibles.

"¿Algún día... Ángel Forjado acabará aquí?"

El pensamiento se esfumó cuando vi a dos chicos a pocos metros de distancia de mí, frente a una Llave-Espada. Uno estaba sentado y acurrucado, mientras que el otro...

¡Maestro Ronin!

Exacto. Era el Maestro, sin duda. No pude evitar sonreír de forma estúpida. Era Ronin, pero muy joven. Con un rostro aburrido y con falta de interés, paseaba detrás del otro muchacho. Su aire despreocupado, el de un pequeño aprendiz.

Siempre quise saber si tú fuiste como nosotros, Maestro.

Ver al maestro de maestros como un joven alumno era cuanto más lo que deseaban muchos, y me sentí afortunada. Pues hacía ilusión pensar que, algún día, yo llegaría a ser como él.

"Bueno, tanto como él no", me dije. Estaba claro que no llegaría a ser la maestra de maestros, pero no era imposible ser un auténtico Caballero de la Llave-Espada.

Me fijé entonces en algo que se me había pasado por alto cuando Ronin giró sobre sí mismo para caminar hacia otro lado de forma monótona: tenía el ojo intacto. El que siempre tapaba con un parche. La estatua que había visto minutos antes lo perdía. Se lo tapaba mientras observaba a aquella persona.

"Entonces, ¿esto es antes de...?"

Oye, mueve el culo de una vez ―no pude evitar poner una mueca de sorpresa al escuchar el tono irritante de Ronin―. No voy a malgastar todo el día en hacerte de niñera.

¿Ro...Ronin...?

Cierra tú el pico y vete cuando quieras ―le contestó el otro muchacho.

¿Estás llorando? ¿¡En serio estás llorando!? ¡Anímate, hombre! Ya ha pasado mucho tiempo.

Una semana.

Lo que sea. ¿En serio vas a necesitar que te lleve de rameras para que se te pase?

¡He dicho que te calles y te vayas! ¡No quiero tenerte aquí!

Después del suspiro de Ronin y de la conversación entre ambos, contemplaba su comportamiento con la boca entreabierta. Sospeché que el Maestro había sido siempre un bromista, pero que jamás se habría comportado como... esto... ¿cómo decirlo?

Un auténtico imbécil ―sentencié, sin pensármelo.

¿Y crees que estoy aquí porque quiero? Ya conoces la nueva norma. Está prohibido aventurarse a otros mundos en solitario. Si te pillan, que lo harán, te castigarán, y podrás venir aún menos.

No me importa. ¿Y por qué te iba a importar a ti?

Se hizo el silencio entre ambos. De pronto, comencé a tener cierta información en mi cabeza que no me pertenecía. Miré a mi alrededor, pues me resultaba algo, más que curioso, escalofriante. Por lo que me daba a conocer aquella información salida de la nada, el Maestro de Ronin se había llamado Rayim. El mismo que el del muchacho que acompañaba al joven maestro de maestros, en ese momento un aprendiz de unos veinte años aproximadamente. Un recién llegado, parece ser. El otro muchacho parecía tener años de aprendizaje con el Maestro Rayim.

La información fluía en mi cabeza y yo, aunque algo cohibida por ser asuntos ajenos, recibía gustosa.

Sonreí de medio lado, sorprendida, cuando vi de forma borrosa las habilidades de un joven Ronin en combate. "Pirata". ¿De qué mundo procedería? ¿De verdad, Ronin se había dedicado al pillaje? ¡Ronin, el maestro de maestros, un pirata!

Ronin había acompañado al muchacho a visitar la Necrópolis. Había insistido en acompañarle. Entonces, si Ronin no parecía entusiasmado en visitar también la supuesta tumba de la amiga del chico, ¿por qué estaba tan irritado? Había dicho algo de que los maestros no dejaban que nadie se aventurara sólo. ¿Por qué?

Sin embargo, me di cuenta que tan sólo me llegaban pensamientos o recuerdos del propio Ronin. Del otro muchacho, quien desconocía aún su nombre, no recibía ninguno, a pesar de concentrarme en él. ¿Sería entonces que me encontraba dentro de los recuerdos de mi maestro?

"Es lo más probable, pero tampoco sé si se le puede llamar así a este fenómeno tan particular."

He oído que los fantasmas de antiguos guerreros pululan por este cementerio a medianoche. ¿Crees que será cierto? ―preguntó a Ronin mientras se secaba las lágrimas y se aclaraba la garganta.

En aquel momento noté como la voz del chico sonaba mucho más amistosa que antes.

Eso es una tontería. Los fantasmas no existen.

Sí que existen. Los he visto en Ciudad de Halloween.

¡Venga ya!

¿No me crees?

Yo sólo creo en lo que estos dos ojos ven ―señaló Ronin. Yo me mordí los labios, sabiendo que en un futuro no podría decir eso nunca más. O, al menos, sí con uno sólo de ellos―. Y ni siquiera he estado aún en ese mundo para imaginarlo.

Cuando vayas, me darás la razón.

Hasta entonces, sólo eres otro lunático más que tengo la desgracia de conocer.

"Vaya, vaya. Parece que Ronin fue un aprendiz rebelde en su momento", pensé, rascándome la nariz. "¿El Maestro Rayim le pondría en su sitio?"

Me sorprendía bastante la actitud de Ronin. Me lo imaginaba una persona simpática en su juventud, tal y como ahora lo era. No tan idiota.

Qué gracioso. Pero ojalá el rumor fuera cierto. Vendría todas las noches a verla.

Se me encogió el corazón al escuchar las palabras del muchacho. Su amiga había muerto. ¿Sincorazón? Sería lo más probable. Me resultaba algo desagradable ver todas aquellas armas de luz, ahora sin dueño. Ya no era pensar en si algún día mi arma estuviese allí clavada ―mi cuerpo, a saber dónde―, sino de sólo imaginar visitar la tumba de algún amigo. De Light, de Xefil... se me formó un nudo en la garganta.

Al final, no necesitaría volver nunca más.


¿Ma...Maestro?

Había sido su voz. Pero no la del joven con los dos ojos intactos. En algún lugar, el Ronin que conocía había pronunciado aquellas palabras con tristeza. Un destello me cegó, y algunas imágenes fluyeron en mi cabeza.

¡Kaminari!

Porque ambos finalmente se reunieron.


Sin comprender muy bien lo que sucedió, el compañero de Ronin había caído por un mortal rayo. Un hechizo. Estaba segura, y los pensamientos del joven Ronin se lo confirmaban: aquello había sido, sin lugar a dudas, un Electro a gran escala, muy poderoso. Un hechizo que había impactado sobre Kaminari.

Me llevé una mano a la boca, ahogando un grito al ver el cuerpo de Kaminari... totalmente calcinado. Se me revolvieron las entrañas y tuve la necesidad de echar la cabeza hacia un lado. Pero la voz de mi maestro volvió a ser escuchada:

¿Y yo?


El joven Ronin contemplaba tan impresionado como yo el cadáver carbonizado del muchacho. Y es entonces cuando unas palabras atravesaron fugazmente mi cabeza. Mezcladas en las mismas con las que Rayim le advertía un de peligro inminente días atrás.

«Es el octavo»

El octavo ―repetí, sin comprender― ¿El octavo de qué?

Recordé entonces la estatua que Ronin había traído al templo. La figura de aquella persona. Y entonces, escuché una voz que hizo que me estremeciera y girara mi cuerpo en todas las direcciones posibles.

Siguiente.

Huí.


«Yo no seré el noveno».

Otro potente rayo impactó sobre el mismo sitio donde Ronin había estado segundos antes. Y muy cerca de donde yo me encontraba, pero no sentí nada. Podría haberme quemado al estar tan cerca, pero nada me pasó. Me miré las manos. Y pensé que, tal vez, siendo recuerdos los atravesaría como si de una ilusión se tratara.

Pero no había tiempo para pensar en eso. Corrí y vi como Ronin despegaba con su Glider.

¡Ronin!

Otro rayo igual de potente, pero esta vez horizontal, impactó contra el transporte de Ronin. El muchacho se estrelló y corrí hacia su situación. Al llegar a él, fui a socorrerle por instinto. Pero en cuanto rocé su espalda, la traspasé.

"Es el pasado", me recordé.

Me giré de nuevo para comprobar si el enemigo se había dejado ver, pero no fue así. ¿Se estaba escondiendo? Me empezaron a temblar las manos, como si de verdad estuviera viviendo la misma angustia de Ronin.

¡Maldición! ―exclamó, alejándose de mí mientras huía para salvar su vida.

No había nadie en el otro mundo para recibirme.


¡¡Ronin, espera!!

Y de repente, la visión cesó. Antes de volver a la realidad, vi como Ronin se alejaba, desesperado por correr. Miré a mi alrededor: volvía a estar en la vidriera, con la oscuridad reinante. Observé la imagen de ambos chicos y me senté por necesidad encima de la vidriera.

¿Quién... quién era ese monstruo...?

Me acurruqué durante unos minutos. Por una parte, me aterraba seguir explorando el pasado de Ronin. Eran recuerdos muy personales, muy dolorosos. No me hacía gracia seguir experimentando vivencias ajenas. Pero si el Maestro había decidido enterrarlas allí, en un templo para que fueran escuchadas y vividas por otros, ¿qué perdía con negarme a ello? Nada, salvo tener la conciencia tranquila. Al contrario, ganaba conocimiento y saber. Tal y como el creador de aquel lugar dejó grabado en el mismo.

Me levanté del sitio y volví sobre mis pasos, llegando al punto de partida. Si me encontraba con Nanashi, le haría una educada y leve reverencia con la cabeza. Si no, tan sólo contemplaría la estatua que había traído Ronin, observando todos los detalles.

¿Esta estatua... me llevaría al momento en el que sucedió la escena que representa?

Preguntándole a Nanashi si se encontraba allí o a mí misma si me hallaba sola, esperé. Si no sucedía nada en particular, y viendo que Saeko todavía no regresaba de la vidriera, iría a descubrir los secretos de la vidriera restante.

«Es la séptima que desaparece»


Kaminari fue el octavo ―musité, pensando en todo lo que estaba descubriendo sobre aquella historia lejana―. Esa voz dice de una séptima persona. ¿Quizás la muchacha que estaban visitando...? Y, supuestamente, Ronin iba a ser...

>> Pero está vivo. Entonces, ¿lograron vencer a quien estaba detrás de todas esas muertes?

Dirigí una última mirada a la estatua, a sus personajes, y en concreto, al joven Ronin:

Al final, no fuiste el noveno.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Nell » Dom Ene 12, 2014 8:06 pm

Una vez acabadas las dos respectivas visiones, las aprendizas permanecieron un poco más sobre cada vidriera, pero nada sucedió en ellas. Tenían un mecanismo en el que activaban el recuerdo nada más alguien nuevo la pisara, por lo que podían retroceder a las escaleras y volver a subir para mirarlo otra vez, si así lo querían.

En cualquier caso, era su única función, por lo que nada más pasaría sobre ellos.

En cuanto regresaran a la vidriera principal, verían que Nanashi había retrocedido hasta la rasgadura en el aire, esperándolas con paciencia.

No deberíamos entretenernos mucho más ―les diría, a ambas a la vez o por separado―. Podéis continuar observando otras visiones, pero no os demoréis mucho más.

Aún quedaban otras vidrieras, superiores o inferiores, que Nanashi había ignorado deliberadamente, sin contarlas qué encontrarían en cada una. Parecía que la invitación hacía referencia a sólo las tres indicadas hasta ahora, pero siempre podían saltársela e investigar por sí mismas…

Y tal vez tuviesen preguntas. Nanashi esperaría dentro hasta que ambas acordaran salir y, en caso de que una lo hiciera antes, encontrarían a Ronin fuera del Templo, donde habían hecho la Prueba.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor EspeYuna » Mar Ene 14, 2014 12:54 pm

No deberíamos entretenernos mucho más. Podéis continuar observando otras visiones, pero no os demoréis mucho más.

Asentí con la cabeza en silencio y me dirigí hacia la vidriera restante. Sin embargo, algo me llamaría la atención. Y es que, aparte de las tres vidrieras de las que claramente había escuchado sus voces, existían otras que formaban pisos inferiores y superiores.

Ya me había advertido Nanashi que no nos entretuviéramos mucho. Pero supuse que la voz a la que me dirigía no me diría más de lo que ya sabía.

"Es la séptima que desaparece." Había visto morir al octavo, y si Ronin fue el noveno, seguramente aquella serie de desapariciones... bueno, asesinatos, cesó con él.

Así que, ¿por qué no bajar a las vidrieras de abajo y explorar un poco por mi cuenta? No me haría ningún daño vivir más sucesos del pasado, ¿verdad?
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Tsuna » Vie Ene 17, 2014 12:06 am

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Final Fantasy IX - Memoria


Pasé quizás un minuto allí, de rodillas, pensativa, rememorando e intentando asimilar lo que había visto. La tensión que sufrió Ronin y la muerte de Aprendices débiles e inocentes me impactó de tal modo que necesitaba recapacitar sobre aquellas visiones, sobre dónde estaba; sobre el Santuario.

¿Con qué propósito lo había construído Zephyr? ¿Sólo recordar cosas del pasado y ya está? Ni en las historias contadas en los libros hubiese imaginado un templo de tal calibre. Me encontraba gratamente sorprendida.

Poco a poco, la sensación de desesperación, de estar acorralada (aunque no había sido yo la capturada, sino Ronin), el miedo que llegué a sentir por aquel Enemigo, se desvaneció. En su lugar, las ansias de saber más me desbordaron, entonces recordé por qué había decidido ir allí, para aprender sobre sucesos del pasado, la Maestra Nanashi me eligió expresamente a mí, no podía desaprovechar aquel conocimiento, ni aquella oportunidad.

Pues vamos allá, Saeko... —Me dije a mí misma en voz alta mientras volvía a la vidriera principal, donde nuevamente pude observar con todo detalle la impresionante estatua. No fui capaz de evitar el fijarme en la herida del ojo que sufría Ronin, algo apenada

No deberíamos entretenernos mucho más —Dijo de pronto la Maestra, logrando que fijara mi vista en ella, de hecho fue gracias a su comentario que la pude localizar, pues la había perdido completamente de vista—. Podéis continuar observando otras visiones, pero no os demoréis mucho más.

Asentí con la cabeza, de acuerdo con la idea, pero necesitaba que me diese algo de tiempo, pues quería ver las dos vidrieras restantes, las que había indicado ella misma antes.

De acuerdo, Maestra Nanashi, pero le ruego un poco más de tiempo por favor. —Comenté, esperanzada de que me lo permitiese

No perdí más tiempo y me apresuré a ir a la vidriera elegida por Nadhia con anterioridad, me interesaba saber sobre el Noveno Aprendiz. Así pues, ascendí a través de los peldaños hasta la vidriera que me mostraría los recuerdos, suponía que al pisarla ocurriría lo mismo que me pasó en la otra.

Y así fue, el dibujo de dos personas en El Desierto de Llaveros se emborronó, hasta desaparecer y dejar tras de sí el árido suelo típico del mundo...

***


De nuevo, yo sola ante lo que parecía una excelente obra de teatro, en esta ocasión compuesta por dos chicos: Ronin, el mismo que había visto en la otra visión, y otro hombre que no me sonaba de nada.

Me pregunto qué sucederá esta vez... —Miedo me daba averiguarlo, pero también quería saberlo por mí misma; me arrepentiría profundamente si volviese a casa sin ese valioso conocimiento que me estaban otorgando

Oye, mueve el culo de una vez. No voy a malgastar todo el día en hacerte de niñera.

Cierra tú el pico y vete cuando quieras.

¿Estás llorando? ¿¡En serio estás llorando!? ―En silencio, observaba los recuerdos, atenta a los dos hombres. Me sorprendía mucho la actitud de Ronin, pues la primera vez que lo vi en las puertas del Santuario me pareció muy diferente: el típico Maestro irresponsable y debilucho que no sabía siquiera lo que era un Sincorazón― ¡Anímate, hombre! Ya ha pasado mucho tiempo.

Una semana.

Por el Llavero que tenía el nuevo individuo ante él, junto con sus lágrimas, supuse que había perdido algo importante una semana atrás.

Lo que sea. ¿En serio vas a necesitar que te lleve de rameras para que se te pase?

¡He dicho que te calles y te vayas! ¡No quiero tenerte aquí!

Ronin no paraba de suspirar y vagar por la zona, claramente aburrido; hasta que se sentó junto a su compañero. Yo me aproximé a ellos, permaneciendo de pie a sus espaldas y escuchando la conversación, intrigada y deseosa de que no acabase la visión de un momento a otro.

¿Y crees que estoy aquí porque quiero? Ya conoces la nueva norma. Está prohibido aventurarse a otros mundos en solitario. Si te pillan, que lo harán, te castigarán, y podrás venir aún menos.

No me importa. ¿Y por qué te iba a importar a ti?

Y el silencio asaltó el páramo. Si no hubiese sido por los pensamientos que me llegaban de Ronin, hubiera deseado que el tiempo se alecerase como sucedió en la primera vidriera.

Conque no confiaban en que Ronin se hiciera Maestro... ―Susurré para mí misma en voz alta, recordando cómo lo había subestimado yo también; y sin embargo, ahí seguía

Finalmente, el compañero de Ronin reaccionó, provocándome un sobresalto.

He oído que los fantasma de antiguos guerreros pululan por este cementerio a medianoche. ¿Crees que será cierto?

Eso es una tontería. Los fantasmas no existen.

Reí irónicamente ante su comentario, tapándome la boca como intentando ocultarlo para que no me viesen y no pasar vergüenza, recordando que yo misma tenía un fantasma (o eso suponía que era Gengar, ya que ambos no teníamos pistas sobre su origen) como mascota.

Sí que existen. Los he visto en Ciudad de Halloween.

Muchas imágenes me vinieron a la mente: Ciudad de Halloween. Allí había ido yo el día de Halloween a pedir caramelos; y no pensaba perderme la próxima fiesta, conseguiría más dulces que nunca, eso lo tenía ya decidido.

¡Venga ya!

¿No me crees?

Yo sólo creo en lo que estos dos ojos ven. Y ni siquiera he estado aún en ese mundo para imaginarlo.

Cuando vayas, me darás la razón.

Por alguna razón, aquel chico me empezaba a caer bien. Parecía una persona interesante, mucho más que el joven Ronin, no me extrañaba que tuviese posibilidades de convertirse en Maestro.

Hasta entonces, sólo eres otro lunático más que tengo la desgracia de conocer. ―Esa faceta suya me recordaba inevitablemente a mí, yo también tenía la costumbre de herir a los demás con comentarios de ese estilo

Qué gracioso. Pero ojalá el rumor fuera cierto. Vendría todas las noches a verla.

Entonces había perdido a una persona importante, en este caso una mujer. ¿Sería cierto que los fantasmas de los Portadores se aparecían por las noches? Tendría que preguntárselo a la Maestra Nanashi.

Al final, no necesitaría volver nunca más.


Aquello me sonaba más, lo mismo sucedió en la otra visión, que por cierto, era más aterradora.

Y entonces, un destello me desconcentró, me sacó de mis pensamientos. Unos truenos cayeron del cielo, acabando así con la vida de...

¡Kaminari!

¡Aah! ¡Esto es...!

En efecto, la misma imagen que vi en la otra visión, un joven siendo destrozado por unos rayos. Por tanto, los recuerdos que estaba presenciando eran anteriores a esta.

Porque ambos finalmente se reunieron.


Impactada, retrocedí lentamente, sin apartar la vista del cadáver de Kaminari. ¡Era increíble! Ni siquiera yo pude ver la procedencia del ataque. Y Ronin... seguía con vida.

¿Y yo?


Entonces Kaminari fue el Octavo, ¿el octavo en morir?

La Maestra mencionó que uno o dos aprendices marcaban una gran diferencia... ¿Tantos han caído?

Siguiente

Sí, era Él, el mismo que asesinó a otros aprendices inocentes y acosó a Ronin durante horas en la entrada del Santuario.

¡Maldición!

Ronin huía como podía en una impresionante carrera, carrera que yo no pude seguir. Me quedé quieta en el sitio, junto al cadáver de Kaminari, viendo cómo truenos oscuros emergían de la nada, intentando matar al Aprendiz.

¿Pero qué clase de enemigo es éste? ¡Cada vez entiendo menos! ―Exclamé, preguntándome mil y una cosas: Qué objetivo tenía el enemigo, cómo sobrevivió Ronin, qué sucedió después en Tierra de Partida...

No había nadie en el otro mundo para recibirme.


Aquello me entristeció un poco. Llevándome una mano al pecho, cabizbaja, mientras regresaba a la vidriera, me pregunté:

¿Me esperará alguien a mí...?

Y antes de darme cuenta, ya había regresado al Santuario. Me puse en marcha, quería ver la vidriera restante, una de las que había comentado la Maestra; la que mostraba el dibujo de las tumbas.

Esperaba no haber perdido mucho el tiempo, pero no me iría de allí sin ver todos los acontecimientos; al menos los importantes, porque eso suponía que eran si la Maestra les había dado importancia.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Nell » Mar Ene 28, 2014 1:24 am

Nadhia

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Nada más poner el pie en una de las plataformas elegidas al azar, Nadhia experimentó la misma sensación que la vez anterior y se vio transportada dentro del dibujo que ésta representaba, la de unos pasillos que conocía muy bien.

Estaba plantada frente al gran portón del castillo de Tierra de Partida, en la entradita, lugar frecuentado diariamente por miles de aprendices. Sin embargo, se encontraba vacío, aunque Nadhia apreciaba que el suyo era exacto e igual.

Escuchó a su espalda pasos y, cuando se giró, vio a una joven aprendiza, con una expresión de férrea decisión, dirigiéndose con paso firme hacia la puerta frente a la que estaba, dispuesta a salir del castillo. Una mujer más mayor que ella apareció de pronto, materializándose con la visión, y alcanzó a la otra muchacha para tocarla en el hombro antes de que alcanzara su destino.

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La reconoció de inmediato como la mujer que estaba esculpida en la estatua.

La otra se detuvo, sobresaltada, y la miró. La reconoció de inmediato e hizo una breve inclinación de cabeza, en señal de respeto.

Maestra Awyr.

La Maestra asintió, algo fatigada por haber corrido tras ella, y comenzó a hablar. Al principio, Nadhia no lo entendería, puesto que Awyr parecía sólo agitar las manos, con movimientos gráciles y precisos, que llegaban hasta la mente de la aprendiza en palabras, como si alguna magia las tradujera. O alguien lo hubiese hecho posterior al recuerdo.

«Rayim me acaba de avisar sobre tu partida», explicó, antes de liarse a hablar, como siempre hacía. «¿Quieres que vaya contigo? Sé que es una cuestión familiar, y que un animal extraño no será demasiado bien recibido, pero estoy inquieta, Nanami. Últimamente están ocurriendo tantas cosas y estoy despidiéndome de tanta gente…»

Nanami negó con la cabeza, seria. Estaba cansada y preocupada, con un inminente viaje a Tierras del Reino, lugar que prefería visitar con una frecuencia moderada. Sin embargo, había escuchado que estaban teniendo una serie de problemas y se veía con la obligación de ir a ayudar. Incluso si eso significaba abandonar la seguridad de Tierra de Partida.

Además, acababa de tener la misma charla con el Maestro Rayim, y ya estaba decidida.

No ―respondió, algo ruda. Dándose cuenta de esto, añadió para intentar enmendarlo―. Gracias por su ofrecimiento. De verdad, estaré bien. Conozco el mundo como la palma de mi mano y no hay peligro en él que no pueda resolver. Además… ―arrugó la nariz―. Pronto tomaré mi Examen. Deberíais confiar algo más en mí.

Se dio la vuelta, molesta por la desconfianza en su fuerza de ambos Maestros, y retomó su camino hacia la salida. Pasó por al lado de Nadhia y abrió la puerta.

«¡Nanami!».

Sin embargo, Nanami no la miraba y no captó su llamada. Salió al exterior y Awyr se quedó allí plantada, aún preocupada por su aprendiza.

«¿Y si hay algo más…?».

De repente, Nadhia escuchó la “voz” de la Maestra del mismo modo que había oído la de Ronin como mensaje a los oyentes del futuro. Mientras miraba la imagen desolada de la Maestra, ella contaba su historia:

Mi nombre es Awyr. Nací de la música y disfrutaba cantando la canción que me vio nacer. Sin embargo, cuando me sacaron a éste mundo, perdí la voz y la sustituí por un lenguaje con el que pudiera comunicarme.

Me queda poco tiempo. He tenido una larga vida aquí fuera, grata y llena de maravillosas historias, aunque siempre haya añorado la música que nunca más pude volver a acompañar. También he perdido a muchas personas y ganado otras tantas. Ahora mismo, he conseguido graduar a una aprendiza y he adoptado a otra, una niña adorable y de risa contagiosa.

Por eso mismo, quiero dejar un mensaje, un consejo, a los aprendices futuros que sigan este camino tan tortuoso, de parte de la Maestra Awyr, la de corazón brillante. Justo aquí, en el punto clave de mi parte en la historia.

Jamás dejéis ir a lo que más queréis.


La Awyr fuera de su cabeza reaccionó por fin, se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos, en pos de buscar a Rayim y hablar con él. Nadhia supo, inmediatamente, que con sus palabras lo que la Maestra había querido decir que, en aquel momento, no fue tras la persona correcta.

Y la visión se desvaneció frente a sus ojos.

Aún tenía algo de tiempo para visitar una última plataforma, puesto que su compañera había decidido ver dos antes de partir.


Saeko

Tras la visión que Nadhia había elegido en primer lugar, sobre el inicio de la carrera por su vida de Ronin, Saeko se apresuró a dirigirse hacia la vidriera con las tumbas, dispuesta a no perderse nada.

Al igual que en las demás, en cuanto puso un pie encima comenzó el mecanismo que activaba la ilusión. Estaba, tal y como supondría, en el cementerio, frente a la misma tumba y Llave Espada en la que había llorado Kaminari, la que tenía alrededor el llavero de un conejito.

En aquel momento, un hombre clavaba dicha Llave en la árida tierra de la Necrópolis, cavilando acerca de la desgracia acontecida y la triste marcha de una guerrera que ni siquiera había sido capaz de llegar a la batalla. El Maestro Rayim, como supo de inmediato Saeko, el líder de Tierra de Partida en dicha época.

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El mismo hombre esculpido en la estatua.

Ante él, se extendía un público sereno, sosegado y mortalmente silencioso. Casi había pasado a ser una tradición que no se vertieran lágrimas en los funerales de los suyos, como quien despide a un luchador que conocía, desde el principio, el trágico final que podía tener; y aun así, sin embargo, había decidido a afrontarlo con valentía. Incluso si ella no había logrado nunca graduarse.

Otra más… se va ―declaró el Maestro, rodeando aún el mango de la Llave con la mano―. Y aquí, por fin, descansará de su cometido, junto al resto de sus hermanos ―tomó aire ―. Su corazón nunca se marchará. No, al menos, mientras la recordéis. Vivirá en los recuerdos de quienes la amaron, la apoyaron y la ayudaron. Vivirá en Tierra de Partida, y en cada mundo que la vio crecer. Y la fuerza que nos brindó con su labor pasará a futuras generaciones. Jamás permitiremos que su sacrificio a la causa haya sido en vano.

Pensaba en mi responsabilidad dentro de la trágica situación de su muerte. La dejé marchar, en solitario, a pesar de la sospecha de algún peligro. Awyr también me lo advirtió, pero creía que no podía hacer nada ante el rechazo de la aprendiza a ser acompañada.


»Los lazos forjados entre corazones no desaparecen ―pronunció más alto―. Sed fuertes, creed en ellos y nunca olvidéis a quienes nos dejaron.

El Maestro guardó silencio. Si bien su oración había sido en voz alta, la de los demás, en cambio, debía ser en cada uno de sus corazones.

Sólo un muchacho entre la pequeña multitud se acercó, para dejar colgada, sobre la Llave, un amuleto en forma de estrella. Tenía dibujado en él la cara de un conejo, con el nombre de ambos jóvenes. Después de que éste le hubiese servido en muchas ocasiones al aprendiz, se lo devolvía a su dueña junto a la mutua promesa, quien nunca más podría usarlo.

Saeko lo reconoció como Kaminari, a quien acababa de ver morir hacía poco, en un evento posterior.

Incapaz de permanecer más tiempo frente a la única tumba que tendría de ella, se alejó para perderse de nuevo entre sus compañeros, con patentes esfuerzos por mantenerse firme. El Maestro lo vio alejarse con tristeza, comprendiendo, y Saeko sabiéndolo a través del extraño efecto del recuerdo, la dura recuperación que le esperaría al joven a partir de entonces.

Finalizada la ceremonia, los asistentes, Maestros y aprendices por igual, fueron marchándose uno a uno, presentando sus respetos frente a la Llave. El Maestro esperó tras ella, hasta que el último de ellos hubo partido. O casi. Sólo una persona se quedó a esperarle, y al reconocerla, se acercó.

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La Maestra Awyr, como supo inmediatamente Saeko. Comenzó a mover las manos, sin emitir ningún sonido, pero el lenguaje se tradujo inmediatamente dentro de la cabeza de la aprendiza.

«Era joven», mencionó ella. Pocas serían las veces en las que no se la viera sonreír, y aquella, precisamente, era una de ellas. Los funerales no amilanaban su alegría, pero sí la despedida para siempre de alguien. «Una buena chica. Me contaba cosas increíbles de su mundo, porque verás, procedía de uno muy particular. Se llama Tierras del Reino, me parece. Ella nació como una leona, y visitó en sus correrías de cachorra todo tipo de lugares: desde cementerios de elefantes hasta bosques agrestes ¡Y vivió muchas aventuras! Incluso una vez tuvo que socorrerla el soberano de ese reino por el lío en el que se habían metido ella y sus amigos».

«También había veces en las que me decía que no se acababa de acostumbrar a las dos patas, después de toda una vida a cuatro. Pero se esforzaba en transformarse en humana para relacionarse con los demás aprendices. Pensaba que la dejarían de lado si no lo hacía».

Así era ella. Después de tanto rito solemne con el funeral, había localizado una presa idónea para hablarle de todo lo que se le había pasado por la cabeza en la última hora. Si no fuera porque aún duraba la atmósfera protocolaria, contaría las historias que sabía de manera más jovial. Saeko notó que a Rayim le gustaba la Maestra Awyr, como una de las poquísimas personas casi tan alegres como él.

Sin embargo, en semejante momento, Rayim tenía la cabeza en otras cosas. Pensaba en Nanami, en su pérdida, en la cadena de pérdidas que, de hecho, estaba teniendo lugar en Tierra de Partida.

«Es la séptima que desaparece».

«A veces me lee el pensamiento», concluyó el Maestro.

Lo sé. Es preocupante, sí ―corroboró―. Cada muerte o desaparición tiene su explicación. El primero, perdido en el bosque; el siguiente, caído desde su Glider; otra que disparó a su compañero, y luego se suicidó; el turbio asuntillo del flan gigante, aún sin aclarar; el muchacho perdido por el espacio, y del que sólo se encontró su armadura; y, por último, ésta, Nanami, aparentemente ahogada por la mala ejecución del hechizo. Sin embargo, no puedo dejar de estar inquieto…

La Maestra asintió.

«No parecen coincidencias».

O puede que me esté empezando a hacer viejo y vea enemigos hasta de debajo de las piedras ―soltó una carcajada, relajando el ambiente tan tenso que habían tenido hasta entonces―. En cuyo caso, señorita, no debería dejarme hacer conjeturas precipitadas. Los cascarrabias como yo nos equivocamos muchas veces.

Por fin, Awyr sonrió, asintiendo de nuevo. Ambos seguían intranquilos, pero confiaban en que pudieran llegar a la verdad del asunto antes del siguiente accidente.

El Maestro abrió un Portal de Luz, invitándola a marcharse juntos. Aquel cielo permanentemente encapotado nunca le había gustado, ni mucho menos tener que estar rodeado de las cientos de Llaves Espada, cada una representante de su anterior dueño. Era un sitio demasiado sagrado para mantener en él una charla más optimista.

Además, no sólo me traía recuerdos de Nanami. Ella era una tumba más entre todas las que había ido dejando allí a lo largo de los años.


«Por cierto, Rayim, ese nuevo alumno tuyo…».

«Por Alá, que no me diga que ha vuelto a meterse en problemas. Otro ratón más en el cuarto de baño femenino y juro que me tiro desde la torre más alta del Palacio del Sultán».

Con aquella preocupación en mente, la visión se desvaneció y Saeko volvió a quedarse sola.


Todas

En cuanto ambas terminaron y regresaron a la plataforma principal, Nanashi las esperaba, como siempre mostrando una absoluta paciencia, que sin embargo se delataba por su proximidad a la salida. Asintió hacia ellas y fue la primera en salir por la obertura.

Durante el camino de vuelta al exterior, andaría con tranquilidad y, esta vez, usaría las escaleras. Cualquiera de las dos podía alcanzarla a tiempo si quería hablar con ella.

Una vez fuera, Ronin los esperaba, junto a Tandy. Les sonrió con su característica sonrisa, ajeno a todo lo que ellas habían visto y ahora sabían de él.

¡Justo a tiempo! Por un momento temí que te la hubieses llevado a ese castillo tan encantador.

¿Contra su voluntad? ―miró de reojo a Nadhia―.No es mi estilo ―respondió secamente.

Entonces, ¡hora de las despedidas! ―exclamó, animado―. Un placer, señoritas. Esperemos continuar las buenas relaciones en nuestro próximo encuentro…

Lo dudo ―se cruzó de brazos.

… y no seáis malas mientras tanto.

Se dio la vuelta y comenzó a alejarse en dirección a, realmente, ninguna parte, esperando que Nadhia lo siguiera en cuanto acabara de despedirse, si así lo quería. Una vez estuvieron alejados, Ronin se volvió hacia ella. Había dejado la carretilla frente al Templo y la miró de reojo.

Simon vendrá a buscarla más tarde ―explicó―. ¡Hora de volver, Nadhia! ¿Has aprendido algo hoy?

No parecía curioso de saber hasta qué punto de su historia había llegado la aprendiza. De hecho, parecía más una pregunta por educación.

Por otro lado, Nanashi suspiró y se volvió hacia Saeko, una vez hubo comprobado también que ellos se habían alejado.

Espero que hayas disfrutado de la visita y que te haya sido interesante ―comentó con suavidad―. La Historia, el conocimiento, es un arma y un escudo para aquellos que saben usarla bien. No lo desperdicies.

Acabadas las conversaciones, ambos bandos por separado convocarían sus Gliders y marcharían hacia sus respectivos mundos. Todos vivos. Y todos un poquito más sabios.



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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Tsuna » Lun Feb 03, 2014 8:47 pm

***


Y de nuevo sucedió: en cuanto pisé el enorme círculo, como si de un curioso botón se tratase, todo a mi alrededor cambió de aspecto. Observé en todas las direcciones, curiosa e intentando no perder detalle de nada.

Me encontraba de nuevo en el lugar dónde había muerto Kaminari, un escalofrío me recorrió la espalda al recordar su muerte.

Entonces, ante mí, el Maestro de Maestros de Tierra de Partida de ese entonces (que imponía bastante, a mi parecer), clavó el Llavero del conejito en el suelo, y por lo que pude averiguar gracias a esos extraños pensamientos que sacudían mi cabeza, había muerto una aprendiza de poca experiencia, aquella por la que lloraba Kaminari, y por la que también murió... Eso me dejaba claro que aquello no era ningún juego.

Otra más... se va ―Comenzó su discurso, me di cuenta entonces tras un respingo, abrumada, de la cantidad de gente que allí se hallaba, de la que no me había dado cuenta hasta entonces; decidí situarme junto a ellos, intentando meterme de lleno en el papel y vivir aquella experiencia, junto con los recuerdos―. Y aquí, por fin, descansará de su cometido, junto al resto de sus hermanos. Su corazón nunca se marchará. No, al menos, mientras la recordéis. Vivirá en los recuerdos de quienes la amaron, la apoyaron y la ayudaron. Vivirá en Tierra de Partida, y en cada mundo que la vio crecer. Y la fuerza que nos brindó con su labor pasará a futuras generaciones. Jamás permitiremos que su sacrificio a la causa haya sido en vano.

Reflexionaba acerca de sus palabras cuando los pensamientos de Rayim alcanzaron de lleno mi mente; me estaba empezando a acostumbrar a eso. Según lo que entendí, el propio maestro se sentía culpable por haberla dejado marchar (a la aprendiza fallecida, supuse)... ¿a dónde?

»Los lazos forjados entre corazones no desaparecen. Sed fuertes, creed en ellos y nunca olvidéis a quienes nos dejaron.

El silencio nos envolvió a todos, yo por mi parte, me dediqué a observar aquellos rostros, decaídos y tristes, hasta que... Kaminari pasó a mi lado, para mi sorpresa, aproximándose al Llavero, o tumba, de la aprendiza. Éste, visiblemente afectado por su pérdida, dejó el peculiar amuleto y regresó con sus compañeros.

Si tan solo hubiese podido advertirle de lo que sucedería poco más tarde en ese lugar... Pero era tarde, aquello ya había sucedido.

Todos terminaron por marcharse, no antes de presentar sus respetos ante la tumba, yo seguí en silencio, intentando respetar también a la muchacha y al propio Kaminari. Solo una persona quedó junto al maestro Rayim, otra maestra, se trataba de una tal Awyr:

«Era joven. Una buena chica. Me contaba cosas increíbles de su mundo, porque verás, procedía de uno muy particular. Se llama Tierras del Reino, me parece. Ella nació como una leona, y visitó en sus correrías de cachorra todo tipo de lugares: desde cementerios de elefantes hasta bosques agrestes ¡Y vivió muchas aventuras! Incluso una vez tuvo que socorrerla el soberano de ese reino por el lío en el que se habían metido ella y sus amigos».

En primer lugar, me sorprendió increíblemente que esa mujer fuese capaz de hablar solamente haciendo gestos, sin mover la boca... ¿Se trataría de algún tipo de hechizo? No lo sabía, pero estaba dispuesta a investigar sobre ello en cuanto volviese a casa. Y sobre aquel mundo... no me sonaba para nada Tierras del Reino, algún día lo tendría que visitar.

«También había veces en las que me decía que no se acababa de acostumbrar a las dos patas, después de toda una vida a cuatro. Pero se esforzaba en transformarse en humana para relacionarse con los demás aprendices. Pensaba que la dejarían de lado si no lo hacía».

No supe bien qué pensar acerca de su historia, me resultaba extraña y a la vez, curiosa. Por otra parte, sentí que al Maestro Rayim le gustaba Awyr... cosa que tampoco me interesaba saber. Negué con la cabeza, intentando quitarme esa idea de encima, y entonces me di cuenta de que a Rayim le preocupaba otro asunto: las pérdidas que estaban teniendo lugar en Tierra de Partida.

Tragué saliva, sabiendo que existía un culpable y de qué era capaz.

«Es la séptima que desaparece».

«A veces me lee el pensamiento».

Awyr había dado en el clavo.

Lo sé. Es preocupante, sí. Cada muerte o desaparición tiene su explicación. El primero, perdido en el bosque; el siguiente, caído desde su Glider; otra que disparó a su compañero, y luego se suicidó; el turbio asuntillo del flan gigante, aún sin aclarar; el muchacho perdido por el espacio, y del que sólo se encontró su armadura; y, por último, ésta, Nanami, aparentemente ahogada por la mala ejecución del hechizo. Sin embargo, no puedo dejar de estar inquieto...

Me quedé de piedra, escuchando lo sucedido con cada una de las víctimas; ya sabía quién era el culpable y de qué era capaz, no podía imaginar a todos esos aprendices muriendo al igual que Kaminari, más bien, me negaba a imaginarlo. Además, me resultó curioso que el nombre de Nanami se pareciese mucho al de la maestra que me había llevado a aquel lugar: Nanashi. Supuse que no tendrían ninguna relación, igualmente.

«No parecen coincidencias».

Claro que no lo eran.

O puede que me esté empezando a hacer viejo y vea enemigos hasta de debajo de las piedras. En cuyo caso, señorita, no debería dejarme hacer conjeturas precipitadas. Los cascarrabias como yo nos equivocamos muchas veces.

Y la maestra sonrió por primera vez en lo que llevaba del recuerdo, imaginé que no debía quedar mucho, analizando la duración de las visiones anteriores. Ambos maestros se marcharon confiando en que sabrían la verdad cuanto antes, pero algo me decía que estaban equivocados... pues Kaminari terminó siendo el siguiente, y Ronin, encerrado en el Santuario.

Ambos atravesaron el portal de luz, hablando de cosas personales a las que no presté importancia.

***


Me encontré a la maestra junto a la peculiar salida, preparada para marcharse. Me acerqué a ella preguntándome si le habría molestado el cederme algo más de tiempo, aunque no parecía molesta, por lo que descarté la idea de inmediato.

Y entonces... apareció ella, a decir verdad, me olvidé por completo de su existencia.

Ah, tú... Sigues por aquí... ―Pensé en voz alta, un poco molesta por su presencia

Me quedé parada en el sitio, viendo su reacción, y una vez la maestra saliese de aquel lugar, yo le echaría un último vistazo y la seguiría, intentando memorizarlo: no sabía cuándo podría volver.

Bajamos por las escaleras, y me apresuré para alcanzar a la maestra, tenía una duda importante que quería ver resuelta.

Maestra Nanashi, espere un momento por favor ―Y en cuanto me coloqué a su altura, se lo pregunté―. ¿Es cierto... que en la Necrópolis aparecen fantasmas de guerreros a medianoche?

Y escuché su respuesta, fuera cual fuera, asentiría y la seguiría hasta la salida. Tenía una duda más, y era qué había sucedido finalmente con el enemigo, pero me la guardé para mí misma, no quería acosarla a preguntas, ya tendría tiempo de averiguarlo.

Una vez en la salida, o entrada del Santuario, me quedé quieta, observando cada rincón. Allí habían muerto dos aprendices y una maestra; la visión de Ronin atrapado en la entrada invadió mi cabeza, logrando que ignorara lo demás por unos segundos.

...ces, ¡hora de las despedidas! Un placer, señoritas. esperemos continuar las buenas relaciones en nuestro próximo encuentro...

Lo dudo.

¡Oh! ―Exclamé, dándome cuenta de que Ronin ya se marchaba y yo... quería pedirle perdón por haber tenido una mala imagen suya, o haber hablado mal de él delante de Nadhia sin conocerlo

... y no seáis malas mientras tanto. ―Pero se dio media vuelta y se alejó, y yo no fui capaz de correr en su dirección para decírselo, de hecho, me quedé quieta en el sitio

¡Ten cuidado de que no te coman los Sincorazón, enan... pelirroja! ―Me corregí en el último momento, estaba delante de la maestra y no quería dejar una mala imagen de la despedida― ¡Es mejor que te prepares para la próxima vez que nos veamos, no seré tan amable como hoy!

Y con eso, di por finalizada mi despedida con Nadhia. La vi marchar, y algo dentro de mí me entristecía, al mismo tiempo que pensaba:

¿En serio es ella elegida de la Llave Espada? De verdad, no parece gran cosa, parece que se va a desplomar en el suelo de un momento a otro.


Y así, me quedé a solas con la maestra Nanashi; ésta suspiró, imaginé que le debía haber resultado agotador el viaje.

Espero que hayas disfrutado de la visita y que te haya sido interesante. La Historia, el conocimiento, es un arma y un escudo para aquellos que saben usarla bien. No lo desperdicies. ―Asentí con la cabeza, intentando grabar sus palabras en mi mente

A decir verdad, maestra Nanashi, me ha resultado más fascinante que la biblioteca del castillo, aunque me ha dado malas vibraciones en un comienzo... ¡Me ha parecido impresionante que existiese un lugar así! ―Le comentaba con un optimismo muy raro en mí― ¿Sabe si podré volver dentro de poco? ¿Cada cuánto tiempo se llevan a cabo este tipo de actos? ―Me refería, obviamente, al hecho de llevar una bonita estatua al Santuario

Por el momento, no tenía nada más que preguntarle, hasta que una vez finalizadas sus respuestas (si respondía), pensé en algo que me causaba mucha curiosidad:

Maestra, tengo otra pregunta... ¿De qué mundo proviene usted? ¿Y por qué eligió coger la Llave Espada? ―Aquel día, sólo había vivido experiencias relacionadas con Tierra de Partida, me preguntaba qué motivaba a los aprendices de aquella época a coger el Llavero― ¿Terminarán nuestros llaveros también en este cementerio algún día, maestra? ―Esperé no haberme metido demasiado en la vida de la maestra con aquellas preguntas, y que esta no se sintiera ofendida por ese mismo motivo

Aquel día lo guardaría en mis recuerdos como algo muy especial.

[...]

Una vez llegase a casa, le contaría todo lo vivido a Gengar, quién me miró con cierta envidia, pues él hubiese querido visitar el Santuario también. Y esa noche, aunque no lo recordara a partir de la mañana siguiente, tuve un sueño muy peculiar:

***


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¡Saeko, Saeko, yo quiero ese helado!

La niña caminaba a mi lado exaltada, o eso parecía, pues no vislumbraba apenas nada más.

Oh, Alice, cálmate. Toma, te daré el mío también.

Y le tendí el polo.

¡No! Ese debe ser tuyo, no mío. ¡Te entrará hambre!

Que no, toma, ¡te lo estoy regalando!

¡Pues qué regalo de cumpleaños más cutre, Saeko! Siendo tú, imaginaba que se te ocurriría algo más ingenioso.

Y lo aceptó.

***


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Qué decir de la trama, ¡me ha encantado! Aunque al final echase en falta eso de mirar en alguna que otra vidriera más, igualmente, espero participar con vosotras en otra ocasión =)
Todos los PX para Saeko, porfis.
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor EspeYuna » Jue Feb 06, 2014 3:50 am

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Esto es... ¿Tierra de Partida?

Nada más poner el pie en la segunda plataforma que elegí para revivir sucesos del pasado, me vi transportada a unos pasillos muy familiares. Eran exactos a los de mi nuevo hogar, y me giré al ver el gran portón que daba al exterior del castillo, tan intacto como lo estaba recientemente.

Y decía "recientemente", porque estaba segura de que era la Tierra de Partida de años atrás. Al escuchar pasos a mi espalda, me giré de nuevo y me encontré con una aprendiz dispuesta a salir del castillo con paso firme. Pero otra persona se ganó más mi atención, y fue la que consiguió alcanzar a la muchacha al posar su mano en el hombro de ésta.

Eres ella ―musité, recordando la estatua que Ronin había traído consigo para colocarla en el Templo. Cuando la primera chica hizo una reverencia y mencionó su cargo, lo repetí en voz alta―: Maestra Awyr.

Existía un aura muy especial a su alrededor, y era muy hermosa. Vi como la mentora asentía a su aprendiz y... comenzó a hacer algo muy extraño. Agitaba las manos con rapidez, creando escuetos símbolos en el aire. Pero de repente, a mi mente ―y seguramente a la de la aprendiza― llegaron palabras a través de aquellos mágicos signos que dejaba Awyr pintando invisiblemente el aire. Escuché su propuesta de ir con la muchacha, pero ésta negó con la cabeza.

«Últimamente están ocurriendo tantas cosas y estoy despidiéndome de tanta gente…»

Se me hizo un nudo en la garganta. Recordé entonces lo que había sucedido en la primera visita al pasado, sobre los aprendices que habían muerto por culpa de... él. Awyr estaba preocupada por la seguridad de la aprendiz, pero ésta se negó en rotundo a que su mentora le acompañara, dejando claro que pronto tomaría el examen de Maestra y que debían confiar más en ella. Algo molesta por la desconfianza de sus maestros, la chica pasó justo a mi lado y abrió la puerta.

«¡Nanami!».

Pero Nanami no contestó. La Maestra salió al exterior por la puerta que había atravesado su aprendiz, pero no logró alcanzarla.

«¿Y si hay algo más…?».

Y volví a experimentar lo mismo que con el Maestro Ronin. Sin embargo, aquello me sorprendió aún más: a Ronin le conocía, claro, en el mismo presente. Pero Awyr... ya no era Maestra en Tierra de Partida. ¿Estaría... muerta? Pensar en aquella posibilidad era de lo más normal, pero sentir que me estaba hablando la voz de un fantasma del pasado, aunque bello y lleno de dulzura, me provocó un escalofrío:

Mi nombre es Awyr. Nací de la música y disfrutaba cantando la canción que me vio nacer. Sin embargo, cuando me sacaron a éste mundo, perdí la voz y la sustituí por un lenguaje con el que pudiera comunicarme.

Me queda poco tiempo. He tenido una larga vida aquí fuera, grata y llena de maravillosas historias, aunque siempre haya añorado la música que nunca más pude volver a acompañar. También he perdido a muchas personas y ganado otras tantas. Ahora mismo, he conseguido graduar a una aprendiza y he adoptado a otra, una niña adorable y de risa contagiosa.

Por eso mismo, quiero dejar un mensaje, un consejo, a los aprendices futuros que sigan este camino tan tortuoso, de parte de la Maestra Awyr, la de corazón brillante. Justo aquí, en el punto clave de mi parte en la historia.

Jamás dejéis ir a lo que más queréis.


Tras escuchar aquellas palabras, la visión se desvaneció frente a mis ojos y me encontré de nuevo en la plataforma. Mis sospechas eran ciertas: tanto por la expresión de Nanashi un rato antes al escuchar aquella dulce voz, como al oír de sus propia boca que el tiempo se acababa para ella. La Maestra Awyr, la de corazón brillante. A pesar de estar triste por saber que no la conocería en persona, sonreí por haberla escuchado dentro de la magia que escondía su graciosa forma de comunicarse con los demás. Una mujer... mágica, y muy especial.

Supe entonces que Nanami había sido una de las víctimas de... aquella persona. Apreté los nudillos y, aún quedándome tiempo para visitar otra vidriera, caminé sin un rumbo fijo repitiendo en mi cabeza el consejo de Awyr.

No los dejaré ir... nunca.

*****


¿Qué es esto?

En la oscuridad de aquel sitio, vi a Ronin aterrado, habiendo cerrado tras de sí la puerta del Templo de la Reminiscencia. Aquella voz me estremeció, y comprendí en aquel momento que era él. La persona responsable de las muertes de los demás aprendices. Y ahora... iba a por el joven Ronin.

Ábrete.

Espera, ¿no puede entrar?

Jamás.

Ronin tenía agallas para responderle. Si yo me hubiese encontrado en su situación, siendo perseguida por alguien a quien, en un principio, no le ponía rostro... no habría dicho una palabra. Ni siquiera me hubiera quedado ahí en la puerta. Me habría adentrado aún más en el templo, y más sabiendo lo seguro que era para los Maestros y los aprendices.

Tengo todo el tiempo del universo.

Y entonces, gracias a los pensamientos de Ronin, logré entender por qué no podía entrar: no había tomado la Prueba. Pero, ¿eso quería decir que... esa persona era...?

¿Un portador? ¿Es que acaso tenía una Llave-Espada?

*****


¡¡Quédate ahí!! ¡No… te muevas! ¡¡Él no ha tomado la Prueba!! ¡¡No le dejes entrar!! ¡Nunca… abras… la… puerta!

Pero…

¡¡Obedece! ¡Ellos ya…!

El gritó desgarrador de aquella mujer, mentora de Ronin, me estremeció. Otra víctima... una Maestra, ni más ni menos. Comencé a experimentar el terror y la frustración de Ronin en mis carnes.

Eran sólo tres. Una Maestra y dos aprendices. Ellos acudían por primera vez al Templo. Se suponía que no había ningún peligro. Que no iban a morir.


Morir ―repetí, asustada―. Ronin...

Así que una Prueba…

Terminó la visión con el rostro de Ronin demacrado por el terror. Tuve de nuevo la necesidad de alcanzarle, agarrar su mano y huir con él al interior del Templo. Aquel maldito ser había descubierto cómo entrar. Y la pérdida del ojo de Ronin sólo significaba que... pudo haberlo conseguido.

¿Quién eres?

Me temblaban las manos cuando me di cuenta que ya estaba de nuevo en la plataforma de cristal. Me pasé una mano por la nuca, algo atontada por la última visión.

Una vez me recuperé ―o, al menos, eso intentaba―, regresé a la plataforma principal, con la voz de aquella persona todavía retumbando en mis oídos. Por un momento, giré el cuello, asustada con encontrarme su figura, ya fuese en una estatua de las demás vidrieras que no hubiese visitado.

Mentiría si no dijera que, seguramente, me costaría dormir aquella noche que regresara a Tierra de Partida.

*****


Llegando a la plataforma que daba a la salida del Templo, vi que Nanashi esperaba paciente a nuestro regreso. De hecho, yo era la única que faltaba. Saeko hizo una mueca al verme y yo, cómo no, se la devolví, algo irritada de cómo me miraba.

Ah, tú... Sigues por aquí...

Y tú también ―"qué le vamos a hacer", pensé.

Me repetía que no debía juzgar a las personas por las primeras apariencias, pero... sus comentarios hacia mi persona comenzaban a irritarme y colmar mi paciencia.

Saliendo del Templo, escuché la pregunta que Saeko le hacía a la Maestra Nanashi, y olvidé por completo su modo de tratarme. Fantasmas... por la noche, en el cementerio de Llaves-Espada. Recordé entonces que el muchacho que había visto morir Ronin mencionó algo sobre aquello.

"Kaminari... y Nanami", recordé los nombres de ambos amigos y decidí no formar parte de la conversación de la maestra y la aprendiz de Bastión Hueco. Me resultaba algo incómodo sin la presencia del Maestro. Por una parte, deseaba ver a Ronin cuanto antes, pero... sentía como si hubiese espiado sin permiso unos recuerdos muy personales... y trágicos.

A la salida, intenté por todos los medios no mirar el gran portón. Frente a él, habían muerto una maestra y sus aprendices... y dónde yo había puesto la mano, años atrás, él las había colocado para tomar la Prueba.

*****


¡¡¡Nadhia, tan!!!

Tandy se apresuró en recibirme con un férreo abrazo que correspondí con una sonrisa.

¡Tienes que contarme, kupó! ―insistía el pequeño, batiendo sus alas al separarse de mí.

¿Te has portado bien? ―cuestioné, enarcando una ceja cuando éste asintió― Bueno, intentaré creerte entonces.

Le saqué entonces la lengua, y él, como niño que era, me imitó.

¡Justo a tiempo! Por un momento temí que te la hubieses llevado a ese castillo tan encantador.

Le dediqué una mueca incrédula a Ronin, y vi como Nanashi me miraba de reojo y le respondía:

¿Contra su voluntad? No es mi estilo.

Entonces, ¡hora de las despedidas! ―exclamó entonces Ronin, con su característico semblante―. Un placer, señoritas. Esperemos continuar las buenas relaciones en nuestro próximo encuentro…

Lo dudo ―se cruzó de brazos Nanashi.

… y no seáis malas mientras tanto.

Ronin se alejó sin un rumbo fijo a la Necrópolis. Apoyándose Tandy en mi hombro izquierdo, le dediqué un beso esquimal y eché a andar para alcanzar al Maestro, cuando...

¡Ten cuidado de que no te coman los Sincorazón, enan... pelirroja!

Me giré entonces, confirmando mis sospechas sobre la verdadera actitud de Saeko. Alterada y con las mejillas candentes, exclamé, sin miedo a la opinión de Ronin. Él había sido joven... y yo tenía derecho a defenderme:

¿¡Qué me ibas a llamar!?

¡Es mejor que te prepares para la próxima vez que nos veamos, no seré tan amable como hoy!

¡¡Q-Quién debería prepararse eres t-tú!! ―exclamé en la distancia, un tanto nerviosa. Jamás me había rebelado contra alguien, y Saeko había superado con creces la línea de mi paciencia. Y, admitámoslo: no era buena mandando amenazas.

Me di cuenta entonces de que Ronin se había vuelto hacia mí, observando quizás mi pequeño desliz, a la par que miraba de reojo la carretilla con la que habíamos traído la estatua.

Simon vendrá a buscarla más tarde ―me explicó―. ¡Hora de volver, Nadhia! ¿Has aprendido algo hoy?

Pues...

Me quedé absorta durante unos segundos que se me hicieron eternos, pues Ronin esperaba una respuesta. Pero no quería confesar haber visto su comportamiento rebelde, o la muerte de sus compañeros... recuerdos tanto vergonzosos, como trágicos y tristes. Aparte, la pregunta no requería de ellos para darle una respuesta:

Que... somos iguales. Hasta ahora, sólo pensaba desde mi punto de vista, sin importarme pensar si una situación tiene dos perspectivas diferentes. No somos tan diferentes de los que se fueron... "nadie está exento de tr... de pecado."

Repetí las palabras que la Prueba, en forma de mi mejor amigo, me había dedicado. Pero cambié la palabra "traición" en el último momento.

También he... conocido a la Maestra Awyr ―remarqué el "conocido", esperando que Ronin comprendiera que me refería a su voz grabada en la magia del interior del Templo―. Nos dejó un consejo a los que la hemos escuchado allí dentro... y pienso hacer caso de sus palabras.

>> Y que, a veces, las apariencias engañan.

Aquella última confesión estaba dedicada expresamente a la juventud de Ronin, pero esperaba que, si se daba cuenta a qué venía aquel comentario, no se lo tomara a mal. Es más, me hubiese arrepentido al poco rato, buscando una excusa... cuando vi el cementerio de las espadas a lo lejos y recordé aquella voz. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y me detuve.

Esa persona... ¿está muerta, verdad?

>> Quiero decir, ¿ya no hubo un noveno, cierto?

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Tocho-post, i know.

Debo decir que la trama me ha maravillado, de veras. Siento que haya tardado tanto con el último post, pero es que... ya veis la extensión del mismo y al principio, cuando no tenía nada, me daba vértigo empezarlo. Hoy por fin puedo decir que éste es mi último post en la trama. Lo he disfrutado mucho, tanto con el tema del pasado de Ronin y demás Maestros, como con las risas que me he echado con la relación de Nadhia y Saeko. Y espero volver a coincidir contigo en alguna otra trama, Nell. ^^
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Re: [Necrópolis de las Llaves Espada] La Historia jamás contada

Notapor Nell » Lun Mar 10, 2014 2:27 am

A la primera pregunta de Saeko, la rígida Maestra le dedicó una divertida sonrisa y negó con la cabeza. Desgraciadamente, las leyendas sobre antiguos guerreros que aparecían al lado de su tumba era falsa.

El resto de preguntas, en cambio, merecían respuestas más elaboradas:

Puedes volver cuando quieras. Y me temo que, cuantas menos veces vengamos por la razón que nos ha traído hoy, será mejor para todos. Aunque la próxima puede estar más cerca de lo que pensamos ―frunció el ceño y apretó los labios.

No era difícil hacerse una idea de por qué lo decía. Recientemente, la siempre unida Tierra de Partida se había fragmentado en dos bandos contrarios. Para aquellos que escribiesen en el futuro la Historia, sería uno de los momentos más delicados a tratar, puede incluso que el comienzo de un hecho importante que mereciese un recordatorio en el templo.

Al fin y al cabo, ¿quién aseguraba que no se acabaran enfrentando en la guerra algún día?

Mi mundo natal es Islas del Destino. Es un lugar muy tranquilo y bello para vivir ―se saltó una pregunta de la aprendiza y continuó con la última―. Sí, Saeko. Seguramente. O no, ¿quién sabe? Recordar a los portadores caídos aquí es una tradición, pero no todos descansan en este lugar. Algunos se perdieron y otros prefirieron volver a su tierra de origen. Depende de ti o de quién se encargue de sus restos. Este lugar no tiene más magia que la que la gente que viene a llorar por sus muertos quiere atribuirle.

Y con estas palabras, apresuró a Saeko a regresar y, una vez en el castillo, cada una tomó un camino diferente.

___

Ronin, por el contrario, estaba alegre y simpático como siempre. Asintió con vehemencia, de acuerdo con las palabras de Nadhia y le puso una mano en el hombro, amigablemente.

¡Nadie está exento de pecado! Muy bien dicho. Recuérdalo la próxima vez que juzgues a alguien. ¡Nunca tires la primera piedra!

Le quitó la mano del hombro y se colocó su armadura, mientras

Ah, Awyr… Una buena Maestra. Después de la tragedia, sólo tuvo otro par de aprendizas. Los perdió a todos en la batalla y lo lamentó muchísimo. Cuando mi Maestro Rayim murió, ella tomó el cargo líder antes de cedérmelo a mí ―rememoró.

Por último, menguó su sonrisa y, seriamente, contestó a su aprendiza escuetamente, mientras se llevaba una mano al parche:

No, no lo hubo, Nadhia. Está muerto. Nunca más volverá.

A la aprendiza no le cabría duda alguna de que, tras el genocidio acontecido, el Ronin que ella conocía no habría descansado hasta asegurarse de que dichas palabras fueran ciertas.


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¡Me alegro mucho de que os haya gustado! Lamento que haya sido tan leeeenta, y todos los problemas que os haya causado, y es algo que pretendo mejorar para siguientes >_< Aún así, ¡muchas gracias por participar!

¡Puntuaciones!

EspeYuna y Zeix, las dos la misma, 60 PX. Creo que lo habéis hecho genial, os habéis implicado y mantenido en vuestros personajes en todo momento, y que os habéis dedicado muy bien a la Trama. No tengo nada que deciros, salvo que sigáis igual y mejor.

¡Saeko sube a nivel 9!
¡Nadhia sube a nivel 16!
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