[Coliseo del Olimpo] El dios caído

Trama de Light, Hiro, Xefil y Maya + Ragun & Mei

La aparición del bando de Bastión Hueco ha colocado a la Orden de los Caballeros de la Llave Espada en una tensión creciente difícil de remediar. ¿Llegarán a enfrentarse ambos bandos en conflicto, o será posible la paz?

Moderadores: Suzume Mizuno, Astro, Sombra

[Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor EspeYuna » Mar Sep 24, 2013 12:39 am

Aquel día, Tebas ardió.

Para los habitantes de aquella ciudad, los peligros siempre habían estado a la orden del día: monstruos que abandonaban los bosques de las ninfas para probar la carne humana, o fenómenos meteorológicos que se antojaban como ira de los dioses. Por ese motivo, siempre dependían de bravos guerreros que les salvase de todos aquellos peligros, los llamados héroes.

Sin embargo, ese día los héroes no podían hacer nada contra el origen de lo que los habitantes de Tebas consideraron el fin del mundo tal y como lo conocían.

Desconocían en un primer momento si se trataba de un enfrentamiento entre los dioses, o si Hades, el Señor del Inframundo, había vuelto a hacer de las suyas. La gente gritaba y corría por las calles en busca de un lugar seguro. Los hombres cargaban con todo lo que podían, las mujeres cogían a sus hijos, abrazándolos desconsoladamente. Y algunos ancianos, resignados, se adentraban en los templos buscando perdón. Muchos de ellos acabaron aplastados bajo los escombros. La mayoría de los lugares más sagrados de Tebas se habían desmoronado con los terribles huracanes que pasaron por la ciudad, no mucho antes de un frío infernal que acabó congelando a poco más de un tercio de aquellos que habían decidido salir a comprobar qué ocurría.

A pesar de ser de día, el cielo estaba oscuro, tormentoso. Los relámpagos asomaban en la lejanía, y aquello significaba que Zeus estaba realmente furioso.

Y no había acabado, pues aquellos que tuvieron la suerte de sobrevivir a todo lo anterior divisarían una figura gigantesca dirigiéndose hacia la ciudad, acompañada de una espantosa lava viviente, dispuesta a tragarse Tebas.

¡Los titanes! ¡Son los titanes!

Y en medio de la masacre, una joven contemplaba desolada el resultado del paso de aquellos gigantes, abrazada sobre sí misma, impotente. Tenía un aspecto enmarañado, quizás por haberse visto inmiscuida en los desastres anteriores. Por la expresión de su rostro pareciera que estaba a punto de llorar o gritar, presa de la rabia. Se giró y vio a una mujer con varios niños en sus brazos, los cuales se aferraban con fuerza a su madre. La mujer rezaba a los dioses, pero sus hijos sólo preguntaban una y otra vez:

¿Mamá, dónde están los héroes de Tebas?

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Los ojos de la muchacha reaccionaron a la sorpresa de aquellas palabras. Sus orejas de híbrida, recordando a las criaturas mitológicas de aquel mundo, se alzaron. Se intentó poner en pie, por muy difícil que lo tuvieran sus piernas tras haberse librado de los escombros del Coliseo. Pero era fuerte, muy fuerte. Al segundo intento consiguió levantarse sin problemas, recordando fugazmente las palabras de una persona muy importante para ella, quien debía estar luchando en algún lugar de aquel mundo para salvarlo de la oscuridad. Caminó en dirección a donde asomaba la gigantesca sombra que comenzaba a cubrir la ciudad y, llegando al centro de la gran plaza envuelta en llamas, su diestra colisionó contra su hombro izquierdo. Un destello surgió de su cuerpo, la abrazó y la joven desapareció por unos instantes. Cuando la luz se apagó, la híbrida brillaba por sí misma, vestida en una flamante armadura dorada, con una capa roja cayendo a su zurda.

Cuando la lava empezó a derretir los edificios que tenía frente a sus ojos, la muchacha los cerró, agachando la cabeza. En ese momento, había tomado una decisión. Al volverlos a abrir, el mismo fenómeno que la cubrió segundos antes se manifestó en su mano derecha, materializándose en un arma de peculiar aspecto. Lo que no sabían los presentes es que aquella espada era la más poderosa existente allí, y más allá de lo que sus ojos alcanzaban a ver tras el manto de estrellas.

Aquel día, una heroína nació.

* * *


El Olimpo había sido masacrado. Los dioses, impotentes al inexplicable y abrumador poder de su nuevo soberano, agachaban la cabeza mientras contemplaban las largas cadenas que exhibían sus cuellos y manos. Nunca antes habían llegado tan bajo.

Arrodillaos ante mí.

En las alturas, una enorme sombra cubrió toda luz que emanara del cuerpo de los llamados inmortales. Ésta se sentó en el trono del todopoderoso Zeus, observando a su antiguo dueño perecer bajo su mandato junto a Hera, su mujer.

Alguien se sentó al lado del soberano, ofreciéndole amistosamente una copa de vino. Éste la aceptó con sumo gusto, sin antes brindar ante todos los presentes que conocían el origen del caos:

Arrodillaos... ante Gárland.

* * *


Me niego a entregarlo, Kazuki. Él me llevará hasta Gárland —dijo Lyn, quien se había reunido con los demás presentes en cuanto supo de la noticia. Parecía bastante alterada.

Light y Maya no habían tenido tiempo para descansar tras los sucesos ocurridos en Ciudad de Paso. Junto a la Maestra Yami, habían traído preso a aquel payaso, Kefka. Metidos en aquel lío, la Maestra Yami dejó todo a cargo de Lyn en cuanto ésta se enteró del asunto. Bastante nerviosa, con las orejas en alto, había convocado a Ronin, no sin antes ir acompañada por Hiro, quien había estado entrenando con ella desde hacía unas horas.

Kefka lanzaría una sonrisa a Hiro desde su posición, a quien conocía muy, pero que muy bien. Sin embargo, no abrió el pico, temiendo porque Lyn le rebanara el pescuezo. Echando chispas alrededor de su cuerpo, lo más normal es que permaneciera en silencio mientras estaba encadenado en el hogar de los portadores, como el resto de personas que se encontraban a una distancia mínima de la mentora.

Y no fueron los únicos presentes. Los rumores se expandían como la pólvora, y el Maestro Kazuki acudió raudo y veloz —quién lo diría— a la sala del trono, observando a Kefka detenidamente. Detrás de él apareció uno de sus pupilos, Xefil.

No me importa si estuvisteis en Ciudad de Paso de pura casualidad o por chismorrear sobre asuntos que no os conciernen —comentó seriamente Lyn a Maya y a Light—, pero mejor será que empecéis a cantar.

Lyn y Kazuki escucharían atentos a lo que ambos explayaran sobre lo ocurrido. El Maestro Kazuki se quedó pensativo, pero aquello no quitó que negara con la cabeza, cerrando los ojos.

Aquí tienes la prueba, Kazuki. Hechos que lo demuestran —la mujer se volvió hacia el Maestro—. No pienso quedarme de brazos cruzados sabiendo que puede renacer otra vez.

Lyn, te lo repito por última vez, eh —dijo Kazuki, bastante más despierto de lo usual—. Tenemos que llevarlo a la Confederación. Es un enemigo de ambos, y nuestro trato...

Me vas a dar lecciones de moral tú a mí —Lyn señaló entonces a Kefka—. Me llevará ante él, te guste o no. Recluir a la Confederación supondría…

Lyn, tenemos que cumplir con lo primordial. Tenerlo suelto y con posibilidad de eh, escapar, sería...

¡Kazuki...!

¡¡Silencio!!

Ante la tensión manifestada entre ambos maestros, quien tuvo la última palabra fue el Maestro Ronin, quien apareció en aquel momento tras las puertas para acceder a la Sala del Trono. Miró de reojo a Kefka y luego observó a Lyn. Kazuki le explicó largo y tendido lo ocurrido, y lo que se suponía que era lo correcto.

Lyn, sabes que el razonamiento de Kazuki es el correcto.

Ronin, si no vamos puede ocurrir de nuevo.

Ronin se cruzó de brazos, clavando su único ojo visible a los de Kefka, quien se puso tenso entre sus cadenas.

De acuerdo —para sorpresa de Kazuki, el Maestro Ronin se encogió de hombros—. Te doy permiso, Lyn.

¡Pero Ronin, eh, no...!

Si le hubiera hecho caso aquella vez, no estaríamos aquí reunidos decidiendo qué hacer —dijo, señalando a su aprendiz—. Confiaré en ella.

>> Pero no vas a ir sola. Light, acompaña a la Maestra.

Eso no lo dudes —comentó Lyn, girándose entonces a los cuatro aprendices que se encontraban en aquel momento allí, expectantes con la discusión de sus maestros—. Hiro, conmigo. Tú también —señaló la híbrida a Maya, y luego se quedó pensativa mirando a Xefil—. Y en cuanto a ti, espero que no vuelvas a dormirte en los laureles con féminas como la otra vez.

>> ¿Ha quedado claro?

La Maestra Lyn se dirigió a la salida, cargando sin problemas con Kefka. Éste gruñó, sintiéndose humillado. Pero debía admitir que era fuerte. Muy fuerte.

Ese mundo nos necesita más que nunca.

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Mié Sep 25, 2013 11:35 pm

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Su aventura en Ciudad de Paso no había sido más que el comienzo de otra mucho mayor.

La Maestra Yami y los aprendices habían traído a Kefka al castillo de Tierra de Partida, hogar de los Portadores. Allí interrogarían al payaso rehén para sonsacarle una información que, sin lugar a dudas, resultaba crucial para la orden de caballeros. El misterio de la armadura intranquilizaba a todos: ¿Qué estarían tramando los Villanos Finales?

Espero que no nos castiguen mucho —dijo Light a Maya en voz baja, procurando que sus palabras no llegaran a los oídos de la Maestra Lyn. La mujer tenía un humor de perros, nunca mejor dicho.

No se respiraba precisamente tranquilidad dentro de la sala del trono. En aquel lugar se encontraban Maya y Light, acompañados por Lyn y uno de sus pupilos. La Maestra, claramente nerviosa, estaba esperando a que Ronin se apareciera en la sala de un momento a otro.

El Maestro Kazuki se presentó tarde o temprano en la gran habitación. Los ojos de Light rápidamente localización al aprendiz que acababa de llegar con él; se trataba de Xefil, el ex aprendiz de la desertora Nanashi y amigo de Light Hikari. ¿Habría escuchado de su aventura en Ciudad de Paso? De todos modos no tardaría en enterarse de todos los detalles.

Los maestros comenzaron a discutir sobre el destino del payaso rehén. Lógicamente, Light no se metió en su discusión y se mantuvo al margen, limitándose a escuchar cada detalle que escapaba de sus bocas.

No me importa si estuvisteis en Ciudad de Paso de pura casualidad o por chismorrear sobre asuntos que no os conciernen, pero mejor será que empecéis a cantar.

Sin más remedio, Light accedió a contarles sobre lo ocurrido, con pelos y señales. Maya y él les explicaron los hechos más destacables de aquella noche, como el secuestro de Kekfa, el objetivo de Hojo (buscar un sujeto para sus experimentos, relacionados con la misteriosa armadura), el contenido inesperado del paquete y, como no, la misteriosa desaparición de Cloud.

Se acercó a esa extraña armadura y no volvimos a saber nada de él. Poco después aparecieron Yami y Montblanc, y eso es todo —terminó de narrar.

Aquí tienes la prueba, Kazuki. Hechos que lo demuestran —confirmaba Lyn—. No pienso quedarme de brazos cruzados sabiendo que puede renacer otra vez.

Ambos maestros retomaron la acalorada discusión en la que estaban enfrascados. Ninguno de ellos parecía ceder.

¡¡Silencio!!

Su presencia y su orden de callar bastaron para detener la discusión. Realmente era la máxima autoridad de Tierra de Partida. El maestro de Light, Ronin, había hecho acto de presencia para enterarse de la situación actual. Kazuki le explicó los motivos de su enfrentamiento con Lyn, y Ronin le dio la razón al Maestro perezoso de inmediato. El desacuerdo de Ronin no sería un impedimento para Lyn: ella no se rendiría fácilmente y seguiría insistiendo.

Ronin, si no vamos puede ocurrir de nuevo.

Ronin pareció pensárselo dos veces. Observó a Kefka por unos segundos y cambió de idea.

De acuerdo —terminó cediendo. Ronin había cedido mucho antes que Kazuki, para sorpresa de Light—. Te doy permiso, Lyn.

¡Pero Ronin, eh, no...!

Si le hubiera hecho caso aquella vez, no estaríamos aquí reunidos decidiendo qué hacer —justificó—. Confiaré en ella.

>> Pero no vas a ir sola. Light, acompaña a la Maestra.


Eso no lo dudes.

Light rápidamente asintió decidido, preparado para partir en cualquier momento. ¡Parecía que al final se iba a librar del castigo y todo!

Y en cuanto a ti, espero que no vuelvas a dormirte en los laureles con féminas como la otra vez.

¿Oh? —extrañado, Light se quedó mirando fijamente a su compañero. ¿Estaba Lyn realmente hablando del serio y cumplidor Xefil?

La Maestra abandonó la habitación con Kefka. Mientras ella le sujetara con su gran fuerza su rehén jamás podría escapar; se trataba después de todo de la Maestra Lyn, su fuerza y su tenacidad era bastante conocida en Tierra de Partida. Su presencia en aquella misión definitivamente le tranquilizaría, aunque tampoco pensaba resultar un lastre.

Puede que Kefka nos conduzca hasta Cloud —comentó Light a la brujita, ante todo optimita—. ¿Preparada para otra aventura, Maya? Tenemos que ayudar a esa chica, Aeris —se encargó de que Maya se acordara de su promesa, aunque seguro que no hacía falta.

Seguidamente se dirigió hacia Xefil. Una sonrisa traviesa e imposible de disimular se dibujaba en el rostro normalmente serio del joven.

¿Repartiendo besos a damiselas como aquella vez? —preguntó a Xefil, esperando que rememorara el beso que le devolvió a su amiga Nadhia la vista del ojo izquierdo. Sin esperar a que le respondiera, le dio unas palmaditas en el hombro entre risas y continuó andando hacia la salida de la habitación.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Jue Sep 26, 2013 7:45 pm

Caras conocidas, personas desconocidas, un popurri de gente se había aglomerado cerca de el, de aquel hombre conocido como Kefka, lo que había empezado como un "tranquilo" día de entrenamiento se había convertido en una misión ¿Cual? Ni el propio Hiro lo sabía.

Acompañando a su maestra pudo divisar una cara familiar al lado de aquellos dos aprendices desconocidos, tan desagradable para el joven mestizo que apenas se atrevía a mirarle fijamente, era Kefka, el "payaso", integrante de los Villanos Finales, un extraño grupo del cual no sabía nada.

El payaso pareció lanzar una sonrisa al joven aprendiz ¿Una provocación o realmente se alegraba de verlo? Fuera como fuese, Hiro prefirió no responder, y menos corresponderle, ya que su maestra parecía bastante tensa, y no solo ella, algunos de los presentes también lo parecían.

El maestro Kazuki, junto a Xefil, aparecieron en el jugar, parecía que todo el mundo estaba enterado de su presencia.

Hey Xefil, cuanto tiempo— Le saludó levantando la mano —Aun tengo tu bonito retrato

No me importa si estuvisteis en Ciudad de Paso de pura casualidad o por chismorrear sobre asuntos que no os conciernen — Hablaba su maestra con aquellos dos aprendices, los cuales ni siquiera se habían presentado —, pero mejor será que empecéis a cantar.

El chico empezó a narrar una historia, Hiro no prestó la más mínima atención, pues estaba demasiado ocupado vigilando con los ojos bien abiertos a Kefka, al cual aun le tenía algo de rencor por engañarle, prenderle fuego, quemar su camisa favorita, lanzarlo por los aires, insultarle, pegarle, embestirle con el caballo, matar al equino posteriormente, y transformarlo en un Sincorazón gigante para que le volviera a lanzar por los aires.

Así que te han capturado estos dos — Aprovechó la discusión de su Maestra para entablar una conversación con Kefka —Pensaba que eras lo suficientemente fuerte, al menos contra mi no te cortaste ni un pelo — sacó su Kiseru y lo encendió, el humo de aquellas extrañas hierbas que contenía desprendían un agradable olor.

Al final no me enviaste el carné de socio de los Villanos Finales — Bromeo.

Lyn, te lo repito por última vez, eh, tenemos que llevarlo a la Confederación. Es un enemigo de ambos, y nuestro trato...

Me vas a dar lecciones de moral tú a mí —Lyn señaló entonces a Kefka—. Me llevará ante él, te guste o no. Recluir a la Confederación supondría…

Lyn, tenemos que cumplir con lo primordial. Tenerlo suelto y con posibilidad de eh, escapar, sería...

¡Kazuki...!


¡¡Silencio!!

Un fuerte grito por parte del Maestro Ronin, al cual no había visto llegar, cortó la conversación con Kefka.

Lyn, sabes que el razonamiento de Kazuki es el correcto.

Ronin, si no vamos puede ocurrir de nuevo.

¿Ir, a donde? Había descuidado demasiado la conversación.

De acuerdo, te doy permiso, Lyn.

Hiro, conmigo. Tú también —Señaló a Maya y luego miró a Xefil—. Y en cuanto a ti, espero que no vuelvas a dormirte en los laureles con féminas como la otra vez.

Era extraño, la situación había girado de una forma en al cual Hiro no se sentía a gusto, no entendía el porque y tanto misterio entre los maestros, pero el que Kefka les acompañara en el viaje, no, el que Kefka les guiara no le gustaba lo más mínimo.

Estoy totalmente en desacuerdo con esta decisión — Dijo el joven perro mientras acompañaba a su maestra —Pero si es lo que quieres te seguiré, eso sí, para mi la prioridad es que Kefka no escape — Era una situación complicada y todo indicaba de que intentaría escaparse, por no decir que esperaba con toda seguridad el momento en que se fugara para meterle dos tiros en la sien.

Por cierto, me llamo Hiro— Comentó a los dos aprendices sin "nombre" al parecer.

>>Todo esto es demasiado personal.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Zodiark » Jue Sep 26, 2013 9:47 pm

Algunos maestros, entre ellos Ronin, el líder de los maestros de Tierra de Partida, se habían reunido en cuanto se habían enterado de lo sucedido en Ciudad de Paso con los Villanos Finales. Entre ellos, estaban mi maestro, Kazuki, acompañado por Xefil, y la maestra Lyn, acompañada por Hiro. Y allí nos encontrábamos Light y yo, metidos hasta el fondo en todo aquel asunto.

Espero que no nos castiguen mucho —me susurró Light.

Hemos capturado al payaso, ¿no? Deberían levantarnos el castigo sólo por eso —respondí en voz baja, sonriendo.

Pero no era momento de estar con eso, aquella situación era seria. Mi sonrisa se borró de mi cara en cuanto decidí prestar atención a la conversación de los maestros.

Me niego a entregarlo, Kazuki. Él me llevará hasta Gárland

La maestra Lyn parecía bastante alterada, como si estuviese demasiado involucrada en todo aquel asunto de los Villanos Finales. Además, quería que el payaso le condujera hasta el tal Gárland. ¿Acaso le conocía? ¿Quizá tenía alguna cuenta pendiente con él? ¿O quizá era un antiguo amigo que cambió de bando?

No me importa si estuvisteis en Ciudad de Paso de pura casualidad o por chismorrear sobre asuntos que no os conciernen —mis cavilaciones se vieron interrumpidas secamente por las palabras de la mestra—, pero mejor será que empecéis a cantar.

¿Chismorrear sobre asuntos que no nos conciernen? ¿Pero qué se creía? ¡Claro que nos concernían! Se trataba del futuro de Tierra de Partida, y nosotros éramos parte de Tierra de Partida, ¿no? Yo, al menos, no pensaba quedarme de brazos cruzados mientras nos acusaban de algo que no habíamos hecho. Contuve las ganas de decirle todo eso a Lyn y, cabizbaja, simplemente contesté:

Sólo queríamos investigar...

Acto seguido, Light y yo procedimos a explicar a los maestros todo lo ocurrido en la oficina de correos de Ciudad de Paso.

Se acercó a esa extraña armadura y no volvimos a saber nada de él. Poco después aparecieron Yami y Montblanc, y eso es todo.

Yo... —mi mirada se dirigió al maestro Kazuki—. Le... le he prometido a mi amiga Aeris que encontraría a Cloud. Debo cumplir mi promesa, maestro. Por favor, debo ir a buscarle, una promesa es una promesa.

Así es, le prometí a Aeris que encontraría a su amigo sano y salvo. Pero, si mi maestro me castigaba y no me dejaba salir de Tierra de Partida, no podría buscarle. Tenía que cumplir con mi palabra y no podía permitir que ni siquiera mi maestro me lo impidiera, así que debía intentar convencerle de que tenía que dejar que me marchase.

Después de una breve discusión entre Lyn y Kazuki, el maestro Ronin decidió intervenir y darle la razón a Lyn, permitiéndole ir a buscar a Gárland con la "ayuda" de Kefka.

Pero no vas a ir sola. Light, acompaña a la Maestra. —ordenó Ronin, que además también era el maestro del propio Light.

Eso no lo dudes —comentó Lyn, girándose hacia nosotros—. Hiro, conmigo. Tú también —dijo señalándome.

De acuerdo.

Podría ir a buscar a Cloud y cumplir mi promesa, pero la idea de ir liderados por la severa y antipática maestra Lyn no me hacía demasiada gracia. En cualquier caso, estaba acostumbrada a aquellas situaciones después del largo tiempo que había estado en aquel mundo como aprendiza. Además, Lyn era poderosa, no por nada era maestra de la Llave Espada, así que, en caso de vernos involucrados en alguna situación peligrosa, ella podría sacarnos del apuro.

Y en cuanto a ti, espero que no vuelvas a dormirte en los laureles con féminas como la otra vez —comentó la mujer-perro mirando a Xefil, que también iba a venir con nosotros.

La maestra se dirigió a la salida cargando a Kefka sin muchas dificultades y, antes de abandonar la sala, comentó:

Ese mundo nos necesita más que nunca.

Puede que Kefka nos conduzca hasta Cloud —me dijo Light—. ¿Preparada para otra aventura, Maya? Tenemos que ayudar a esa chica, Aeris.

Así es —respondí sonriendo tras asentir con la cabeza—. Le encontraré. Por ella.

Finalmente, comencé a dirigirme a la salida. Mientras caminaba hacia la puerta, giré la cabeza y miré al maestro Kazuki y, sin decir nada, levanté el pulgar y le dirigí una sonrisa confiada mientras continuaba andando. Y, por fin, salí de allí, rumbo a una nueva aventura como aprendiza de la Llave Espada.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Zee » Vie Sep 27, 2013 6:37 pm

Kazuki era como un hermano mayor.

No realmente porque fuese la persona más agradable o un magnífico modelo a seguir, sino porque... sencillamente era imposible verlo como mi mentor. Con Nanashi siempre fue diferente, siendo la mujer tan autoritaria, fría y distante... Ronin simplemente daba aquella impresión, pese a su traviesa y paternal actitud; pero seguramente era así porque ya había visto parte de su fuerza y la había experimentado de primera mano.

¿Pero Kazuki? No supe en qué momento dejé de hablarle con el respeto que realmente se merecía. En el fondo, en cuanto me separaba de él, terminaba por sentirme culpable. Pero cuando volvía a moderar mis entrenamientos, ¡sucedía de nuevo! Era imposible considerarlo mi Maestro cuando la mitad del tiempo se la pasaba dormido y la otra mitad queriendo dormir. Y dividirlo en dos mitades iguales era ser bastante generoso.

No quiero sonar ofensivo, pero la verdad es que no sé qué tengo que ver yo en esto, Kazuki —le dije en un momento dado, mientras caminábamos a la Sala del Trono, donde se requería su presencia. No había querido decir mucho al respecto, pero por su actitud podía ver que se trataba de algo bastante serio. Para empezar, el joven parecía estar completamente despierto y concentrado. Y por más cómico y poco realista que eso sonase, era suficiente para leer a Kazuki.

Pero no podía dejar de preguntarme por qué tenía que acompañarlo. Al menos podía decirme qué era lo que sucedía, y entonces lo seguiría con mucho gusto; pero hasta entonces, lo único que podía hacer mientras caminaba a su lado era reflexionar varias cuestiones, como: ¿qué era lo que estaba sucediendo, que requería la presencia de varios Maestros? ¿Por qué estaba yo involucrado? ¿Tenía que ver con los Caballeros de Bastión Hueco? ¿Se necesitaba alguna clase de información por mi parte?

Mientras caminábamos por el pasillo, dos pequeños orbes de luz revolotearon a mi alrededor, como un par de molestas moscas brillantes. Una violeta y otra color durazno. Y cuando encontraron una posición cómoda, dejaron salir un destello, para después crecer en tamaño y adoptar la familiar silueta de un par de jóvenes humanas.

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Fuera —ordené en voz baja, alentando un poco mi caminar para alejarme un par de pasos de Kazuki—. Esto no os corresponde, hechiceras.

Solamente pensamos que sería interesante... —se excusó Marceline, la más tranquila de las dos, la híbrida que llevaba una atuendo más elegante y complicado, repleto de listones y cinturones de color violeta, el color que mejor la representaba.

Estaremos tranquilitas y en silencio —añadió entonces Elizabeth, la que había llegado a mi vida mucho antes, desde lo de Bastión Hueco.

Tener a aquellas dos siguiéndome era caótico y desesperante. Por suerte, ahora que Marceline se había unido a la fiesta, no las veía tan seguido. Finalmente podía tener días enteros para mí solo, sin encontrarme con sus espectrales figuras haciendo travesuras en mi habitación.

Tal vez había sido afortunado haber rescatado a Marceline, aquel día en el mundo donde conocí a Bella y "luché" contra Diana...

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Edito pronto para añadir un post que Espe no me dejó poner en la Trama anterior :c

EDIT:


Las enormes puertas se cerraron con un gran estruendo tras nosotros, dando finalmente nuestra misión por concluida. Después de haber dado nuestros correspondientes reportes, ahora sí con más tranquilidad y un mayor número de detalles, la Maestra Lyn y el Maestro Ronin finalmente nos dejaron libres; a Hana, a Fátima y a mí.

Evidentemente, lo primero que hice tras despedirme de ambas muchachas fue salir a los jardines de nuestra academia para revisar cómo se encontraba mi mascota. Usualmente descansaba bajo un roble a un costado del Gremio, donde Gerard podía darle algunos vegetales de mi parte si yo no estaba presente (los cuales, por supuesto, seguían saliendo de mi bolsillo).

En aquel momento preciso, sin embargo, parecía que Pema se hallaba estirándose en algún lugar de las alturas, pues en su lugar de habitual descanso no había nada más que un trozo de césped aplastado.

Así decidí que la visitaría más tarde; probablemente durante la noche temprana, después de tomar una pequeña siesta para descansar los músculos. Una ducha tampoco estaría de más. Regresé entonces al castillo, soltando bostezos de cuando en cuando, señal de que a mi cuerpo le agradaba la idea.

De verdad me gustaba aquel sitio. Ya había vivido allí durante… ¿cuánto? ¿Diez mese? ¿Un año? ¿Más? Ya ni siquiera podía decir con seguridad cuánto tiempo llevaba viviendo en el castillo de Tierra de Partida, entrenando como Aprendiz de la Llave-Espada. Pero lo que sí podía declarar con certeza era que me hallaba cómo allí, tan alejado de casa que a veces olvidaba incluso de dónde había venido.

No todo el tiempo, por supuesto. Tenía claro que la razón por la que me había convertido en Portador era para viajar por los mundos y encontrar una forma de liberar al Reino Encantado; sólo eso, en un principio. Ahora estaba seguro que para ello tenía que comprender mi propia historia y qué tenía que ver Némesis en ella.

Insistía en que ella era la razón por la que había despertado del sueño eterno. Verdad o mentira, era cierto que no había habido apariciones suyas previas en mi vida. Así que su presencia era un punto vital en la comprensión del hechizo.
Y no sólo ella… Elizabeth. La torre donde había estado encerrada: el Reino de las Brujas. Las cadenas que rodeaban a Némesis. Y aquella visión que había tenido ese mismo día, con aquella otra chica y la cabaña en el pantano…

OST - Xefil & las hechiceras

¡Llegas tarde!

Retrocedí medio paso cuando la cabeza de Elizabeth atravesó la madera de la puerta y sus ojos dorados se clavaron en los míos. Estuve a punto de invocar mi Llave-Espada, puesto que mis sentidos estaban a flor de piel debido a la misión que acaba de tener, pero reaccioné justo a tiempo para evitar cualquier escenario vergonzoso. Después de todo, no me hallaba solo en el pasillo.

Fingí que no había visto nada y abrí la puerta de mi habitación, ignorando al espectro que me acosaba.

¡Sabes que no puedo dejar Tierra de Partida y me prometiste que estarías de vuelta para la hora de la merienda! —continuó reclamando Elizabeth, a la par que yo me quitaba el saco y el cinturón.

Tú no comes, ¿así que cuál es la diferencia? —respondí, colgando el cinturón de viajes en el interior del armario y colocando el saco sucio en el cesto correspondiente. Estaba lleno de lodo y clorofila… una pena.

¡No se trata de eso! ¡Se trata de cumplir tus promesas!

Siempre cumplo mis promesas, pero no recuerdo haberte hecho ninguna —aclaré, sentándome en el suelo para quitarme las botas. Acaricié con cariño los zafiros que llevaban incrustados, quitándoles un poco de la suciedad con los dedos—. No tenía manera de saber cuánto duraría la misión, así que es imposible que te haya dicho eso.

Elizabeth hizo un puchero, pero como era costumbre, la ignoré y me arrojé sobre la cama. La hechicera inmediatamente saltó sobre ella, pero mi piel no sintió nada y el mueble no se movió ni un ápice (aunque sí sentí un escalofrío, pero supongo que fue meramente sugestivo).

¡Pues tendrás que preparar el té para la cena! —me ordenó, por lo cual tomé mi almohada y me cubrí la cabeza con ella—. ¡Nuestra invitada de verdad tenía ganas de merendar con nosotros!

Aquello sí me resultó extraño, por lo que salí de mi mullido refugio y cuestioné a Elizabeth con la mirada.

¡Es la chica que rescataste hoy! —explicó la hechicera. Evidentemente, aquello tampoco tenía sentido para mí, por lo que, con un bufido, Elizabeth decidió presentarme a su supuesta invitada en persona y deshacerse de mi confusión de una vez—. ¡Puedes salir ahora, Marceline!

Mis ojos siguieron la trayectoria de los de Liz, quien se había quedado mirando la puerta del baño. Pasaron un par de segundos durante los cuales esperé que ésta se abriera o algo parecido, pero no sucedió nada. Luego recordé que la hechicera sólo era visible y audible para mí, por lo que su invitada no podía ser nadie sino…

Perdona la intromisión…

La puerta no se abrió, no, pero alguien sí la cruzó. De la misma manera espectral en la que Liz evitaba, una chica cuyo aspecto me resultaba familiar atravesó la madera y entró a la habitación. Acompañando sus palabras, la joven hizo una leve reverencia.

Mi nombre es Marceline, hija de Rosanna. Es un placer conocerlte finalmente. Y esta vez, en las circunstancias adecuadas.

La conocía, sí. Para ser concreto, la había conocido ese mismo día. Llevaba puesto el mismo atuendo: su vestido corto y corsé morados, sus medias violetas y sus botas puntiagudas, su ancha capa y su sombrero de hechicera… todo en su sitio esta vez, sin manchas de sangre ni suciedad y sin un hilo fuera de lugar. Su cabello rosado, casi blanco, esta vez se hallaba en un mejor estado, al igual que el pelaje en sus orejas y cola felinas.

Sus ojos color indigo estaban clavados en mí. Todavía confuso por lo que estaba sucediendo, respondí inconscientemente:

Xefil, hijo de Arazec.

Lo sé. Elizabeth me ha contado mucho sobre ti en tan poco tiempo, Lord Xefil… —continuó, con una sonrisa tan discreta que, de haber estado una pulgada más lejos de mí, seguramente no habría visto.

No hay… necesidad de llamarme así —la corregí, hallando dificultad en encontrar las palabras correctas—. No soy ningún Lord. Sólo Xefil.

Para mí es necesaria una muestra de respeto —aclaró la joven, acercándose hacia Elizabeth y yo. Era pequeña; más que Elizabeth, que me llegaba a la altura del hombro—. Después de lo que hiciste por mí, valiente hechicero…

¿Lo que…? —estuve a punto de repetir—. ¿Te refieres a la cabaña en el pantano? ¿Fue eso real?

No, no fue real —respondió—. Pero eso no significa que no haya sucedido en realidad.

Eso… no tiene sentido, lo siento.

¡Lo tiene! —intervino entonces Elizabeth—. ¡Rescataste a Marceline al igual que me rescataste a mí! ¡Dos jóvenes sacrificios rescatadas, ciento cuarenta y siete más por rescatar!

Mis ojos se entornaron casi al instante. ¿Rescatar a quién? ¿¡A cuántas!?

¿¡Pero yo qué tengo que ver con todo eso!? ¡No lo entiendo!

Larga vida a Xefil Arazecsson —me honró Marceline, con su voz tan suave que casi parecía un murmullo—. Larga vida al Mago Eterno.


Spoiler: Mostrar


Sacudí la mano, como para mandar a los fantasmas a otro sitio. Antes de que me diera cuenta, Kazuki y yo ya habíamos llegado a la sala del Trono, donde había una multitud esperando. La Maestra Lyn estaba allí, manteniendo en su sitio a un prisionero que parecía estar vestido como un bufón de la corte... Y Maya también, y Light también... Y Hiro también...

Buen día —saludé, haciendo una breve reverencia.

Hey Xefil, cuánto tiempo —saludó Hiro, a quien no había visto desde hacía... bueno, sí, bastante tiempo—. Aún tengo tu bonito retrato.

¿Se refería al que había dibujado en una servilleta, usando lo que encontró en la cocina? ¡Pero si era viejísimo!

Era cuando llevaba el cabello corto, ¿no? —inquirí con una sonrisa, mientras tomaba una de mis larguísimas patillas y la movía de un lado a otro—. Consérvalo, no creo que como artista quieras separarte de algo tan valioso.

Pronto Kazuki me dejó a solas para discutir con su compañera, Lyn, de un asunto que no llegué a comprender por completo. Y entonces tuve que guardar silencio para escuchar las explicaciones que estaban a punto de ser dadas.

Aparentemente, aquel prisionero era peligroso. Y, si no había entendido mal, había sido gracias a Light y a Maya que había sido capturado. Ambos contaron una muy interesante historia, la cual estaba relacionada con el problema que Tierra de Partida había tenido con Ciudad de Paso recientemente, sobre cómo la academia supuestamente había atacado a la villa con los Sincorazón. Parecía que, en la búsqueda de la verdad, mis dos compañeros se habían encontrado con aquel bufón (al que llamaron "Kefka" varias veces) y con otros individuos que tenían en posesión un artefacto muy poderoso. Una Armadura, dijeron.

Sonaba algo familiar... ¿una Armadura...?

Aquí tienes la prueba, Kazuki. Hechos que lo demuestran —declaró Lyn, una vez Light y Maya terminaron su historia—. No pienso quedarme de brazos cruzados sabiendo que puede renacer otra vez.

Lyn, te lo repito por última vez, eh —volvió a reprocharle Kazuki, con una seriedad tan impropia de él que incluso daba un poco de miedo—. Tenemos que llevarlo a la Confederación. Es un enemigo de ambos, y nuestro trato...

Me vas a dar lecciones de moral tú a mí. Me llevará ante él, te guste o no. Recluir a la Confederación supondría…

Lyn, tenemos que cumplir con lo primordial. Tenerlo suelto y con posibilidad de eh, escapar, sería...

¡Kazuki...!

¡¡Silencio!!

La inconfundible voz del Maestro Ronin resonó en la Sala del Trono, poniendo finalmente orden a la discusión entre ambos Caballeros. Y, haciendo uso de su autoridad, inmediatamente se dirigió a su Aprendiza:

Lyn, sabes que el razonamiento de Kazuki es el correcto.

Ronin, si no vamos puede ocurrir de nuevo.

¿De nuevo... qué, exactamente? Pese a todo lo que habían hablado, no me quedaba muy claro qué estaba sucediendo. Sin duda, Lyn pretendía prevenir una catástrofe que ya había ocurrido antes, ¿pero qué? ¿Y por qué estaba tan relacionada con esa Armadura y un tal... Gárland?

Ronin se cruzó de brazos, mirando a Kefka con su único ojo.

De acuerdo —dijo de pronto, encogiéndose de hombros—. Te doy permiso, Lyn.

A Kazuki no le agradó mucho aquello evidentemente, y pronto hizo ademán de reclamar:

¡Pero Ronin, eh, no...!

Si le hubiera hecho caso aquella vez, no estaríamos aquí reunidos decidiendo qué hacer —le interrumpió el Maestro de Maestros, refiriéndose a su más querida Aprendiza—. Confiaré en ella.

>> Pero no vas a ir sola. Light, acompaña a la Maestra.

Eso no lo dudes.

Y tan determinado como siempre, Light asintió con la cabeza sin rechistar.

Hiro, conmigo. Tú también —añadió luego la Maestra, refiriéndose a su Aprendiz Hiro y a mi compañera Maya. Lo que significaba que...— Y en cuanto a ti, espero que no vuelvas a dormirte en los laureles con féminas como la otra vez.

>> ¿Ha quedado claro?

Aquello me golpeó en un sitio sensible, tanto que no pude evitar hacer una mueca. Suponía que, después de todo eso, yo también iba a ser convocado, ¿pero por qué tenía Lyn que recordarme aquello? ¿No podía simplemente haber dicho "Xefil también"? No, seguramente no, parecía que ni siquiera se había aprendido mi nombre todavía. ¡No, tenía que traer a la superficie todo el asunto de Diana, claro!

Ojalá se le pegaran las pulgas, o algo —deseé.

¿Repartiendo besos a damiselas como aquella vez? —preguntó Light burlón, seguramente refiriéndose a lo que había sucedido con Nadhia hacía tiempo. Afortunado era que no se hubiese enterado de lo del baile, porque entonces todo sería mucho peor. Pero si pensaba que podía hacerme avergonzar, estaba muy equivocado. Ya me conocía.

Fue algo de una noche. No tuvo gran significado —mentí, cruzándome de brazos.

Miré a Kazuki por última vez y me encogí de hombros. El entrenamiento se aplazaría para otro día, supuse. Me despedí de él con la mano y, al igual que todos los demás, salí de la habitación, dispuesto a comenzar mi nueva tarea.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
también hay un amor a la humanidad~


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Ronda #2 - El dios caído

Notapor Soul Artist » Vie Sep 27, 2013 10:36 pm

¿Esto es lo mejor que podéis dar los Guerreros de la Luz?

Ragun chocó de espaldas contra uno de los cuatro pilares de la arena del Coliseo del Olimpo, derrumbándolo en su viaje. Su contrincante caminó lentamente hacia él con cientos de Sincorazón Sombra a sus pies, siguiéndole como un gran ejército a su disposición.

A cualquier movimiento que el chico hiciera el guerrero frente a él lanzó unas poderosas cadenas que atraparon su dos manos para después tirar hacia él con fuerza, atrayéndole hacia su propio cuerpo. El hombre comenzó a girar sobre sí mismo y Ragun, incapaz de huir a la fuerza de este, vio cómo chocaba contra los tres pilares restantes y los destruía a su paso con su espalda, rompiéndole varios huesos en el proceso.

Las cadenas le soltaron y el aprendiz voló hasta la pared de las gradas, donde una nube de polvo se levantó al agrietarlas por la fuerza con la que había sido lanzado. Su contrincante recogió las cadenas en un gigantesco hacha y caminó hacia él, haciendo sonar su armadura a casa paso.

Ha llegado mi momento, chico. Más de un año...

El enemigo alcanzó al joven y observó su cuerpo sin energías unos segundos. Clavó su hacha en la pierna izquierda de este para evitar que escapara, con una ligera risa. Se agachó para contemplar su rostro más de cerca.

Y tú... Tú me devolverás lo que me denegaste.

Ragun jamás olvidaría la identidad de aquel enemigo. El mismísimo Gárland, el cual ya tuvo que enfrentarse tiempo atrás en el Coliseo para detenerle. Había tenido éxito, mas ahora había fallado, derrotado ante su inmenso poder. Claro que ya no era el mismo Gárland, y su rostro bien lo demostraba: su piel había cambiado a un color azulado, sus ojos eran grandes y no había ninguna señal humana en él. Se trataba de Fyk en la misma armadura.

Asesino.

* * *

Aquella pesadilla llevaba atormentando a Ragun desde varios días atrás. Todas las noches se había repetido de forma exactamente igual, sólo variando el rostro de aquel que portaba la armadura: Nadhia, Saxor, Xefil... Toda clase de compañeros a los que el joven podía llamar "amigos" habían ocupado el mismo puesto para torturarle.

Quizá se hubo dado cuenta de que todo aquello había comenzado en el mismo momento en el que el servicio de Correos de Ciudad de Paso había sufrido un ataque de Sincorazón, a lo cual el mundo acusó a Tierra de Partida de tal ataque. Desde luego, aunque seguramente muchos gililuminados pensaran que debía ser cosa de los habitantes de Bastión Hueco, la realidad es que ellos sabían bien que no tenían nada que ver.

El tema ya había surgido en algunas clases de Nanashi, y aunque quedaba claro que no tenían nada que ver, la duda sobre qué estaba pasando en aquel mundo seguía en el aire. Algunos como Alexis pensaban que Tierra de Partida por fin mostraba su auténtico oscuro rostro, otros como Andrei eran de la opinión de que se había tendido una trampa al otro bando.

Por otro lado, había una aprendiz que, pensativa, escuchaba las opiniones de los demás sin mencionar opinión alguna. Una chica hermosa, que provocaba un aura tan agradable a su alrededor que Ragun manifestaba unos sentimientos casi nunca experimentados de primera mano. La primera vez fue cuando la „inocente“ Diana les entretuvo un buen rato a él y al muchacho que había conocido en Coliseo del Olimpo, Zack. Ambos cayeron en la trampa de la muchacha y no consiguieron soltarse de ella hasta que fue la propia joven quien los liberó de su dulce y fatal hechizo, capaz de derretir al hombre más bravo de Tebas. Incluso en los entrenamientos ya era difícil concentrarse cuando ella andaba cerca, y más de una vez le habían llamado la atención. La mayoría de las veces las chicas entrenaban separadas de los chicos por ella, para evitar accidentes que retrasaran los entrenamientos. A Ragun aquello le dolía: quería tenerla cerca, pero a la vez no, pues sabía que aquellos sentimientos eran una maldición. ¡Una suculenta maldición!

Aquella mañana, Ragun se sintió maldecido y afortunado a partes iguales. Tras haberse recuperado de su última pesadilla, se dirigió a desayunar al comedor. Cuando de pronto, algo le sujetó el tobillo izquierdo: una enredadera. Un vegetal con vida propia que iba subiendo por su pierna, abrazando su cuerpo hasta llegar a su cuello. La planta viviente le hizo girar la cabeza al posarse sobre su mentón, aunque con delicadeza. Y Ragun pudo ver en un rincón oscuro del pasillo a la fémina más deseada de Bastión Hueco, incitándole a acercarse con un gesto provocador y silenciándole con la mirada. No hizo falta que la invocación de Diana arrastrara al muchacho, él mismo se adentró en la oscuridad junto a ella. Sabía que aquello era otra treta. ¡Pero Diana le necesitaba! Aunque... ¿para qué? ¿Por qué le reclamaba, en un lugar apartado? P-Pero... ¡Diana por fin requería de él! ¿No era acaso aquello un regalo divino?

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Diana le cogió de la mano, dulce y juguetona, acercándose a su oído:

Te necesito, Ragun.

Las palabras que todo hombre prendado por ella quería oír. Sintiendo un auge de felicidad en su interior, el hechizo se desmoronó por unos instantes al escuchar lo que Diana quería pedirle:

Tú acabaste con Gárland una vez —la muchacha jugó con el cabello de Ragun—. Ayúdame a vencerle de nuevo.

La pesadilla de Ragun se hacía realidad. Antes de poder negarse y recuperar la cordura, Diana se abrazó contra él hasta dejarlo acorralado en el rincón. Aquel comportamiento, su fragancia en el escondite que ella había ideado para ambos... todo aquello le estaba volviendo loco.

Por favor, di que sí —Diana no desaprovecharía su letal arma y le dio un beso en la mejilla—. ¿No dejarías que una dama fuese a enfrentarse sola a él, verdad?

»Tranquilo, te ayudaré a conseguirlo. Confía en mí. Y sabré compensarte de nuevo cuando volvamos a Bastión Hueco.

La chica le guiñó el ojo y se apartó de él, viendo como el pobre casi no se podía sostener por sí mismo de lo nervioso que se había puesto con ella tan cerca. Soltó una pequeña risa, atrevida y dulce a la vez.

Una vez se giró para guiar a Ragun a un lugar escondido para despegar con sus Glider, Diana borró toda sonrisa de su rostro. Lástima que Ragun estuviera ya atrapado en sus redes.

* * *

¡No podéis llevároslo!

Kazuki siguió a Lyn y los aprendices a su cargo, negándose a que se marcharan tal cual. Ronin avanzó tras él y este contestó replicándole su decisión mientras caminaban, negándose a darse por vencido:

El prisionero está acusado de intento de asesinato, envenenar un río entero de un mundo y tráfico de armas ilegales. El precio por su cabeza asciende a los, eh... 70.000 platines —Kazuki no parecía estar seguro de si se trataba de la suma correcta, pero siguió protestando—. Maestro Ronin, de no entregarle podría abrirse un conflicto con la Federación. Con ya el problema de Ciudad de Paso de por medio no nos es nada conve...

¡Pero muchacho, tranquilízate! —contestó el Maestro, rodeando con el hombro a Kazuki y acercándolo a él mientras reía en alto—. Por sacar un poco de paseo a un prisionero no va a pasar nada. ¡El aire es bueno para la salud!

Ronin, eh... No es tiempo para bromas —Kazuki parecía molesto con el comportamiento del Maestro. Apartó su enorme mano de él y señaló en dirección a Kefka—. No necesita a Kefka para nada, que le diga dónde está la base y lo deje aquí. No creo que sea tan difícil.

Le necesito, punto. Es un Villano Final y como tal un rehén valioso.

¿La estás escuchando, Ronin? ¡Está fuera de control! ¡Haz, eh... algo!

¡Dales una buena paliza, Lyn!

¡¡Hablo en serio!!

Una risa maniática calló a los tres Maestros en discusión, obligando a todos los que estaban en movimiento a detenerse en mitad del pasillo. A aquellas horas de la noche más de un aprendiz y algún que otro moguri abrieron las puertas de sus habitaciones para identificar al cretino que les había despertado mofándose de ellos mismos: el payaso se había recuperado del Mutis de Maya, con el que no podía haber contestado a las burlas de Hiro anteriormente.

¿De verdad esto es Tierra de Partida? ¡Nosotros imaginándoos como temibles hombres del saco y me encuentro payasos más graciosos que yo! ¡Cuando se lo diga al Emperador se va a morir de la risa, ojojojo!

Los ojos del payaso recorrieron a los cuatro aprendices, desnudándoles con la mirada. Lyn bajó al hombre de sus hombros y le dejó pisar el suelo, aunque seguía llevando las esposas en sus manos por lo que no podía huir.

¡Tú morirás! ¡Y tú! ¡Y tú! Oh, y tú, perrito, ¡tú morirás el primero! ¡El dios de caos regresará y mis socios comenzarán su conquista desde el Inframundo, donde los dioses caerán! Y antes o después, cuando creáis estar a salvo, llegarán aquí. ¡Todos moriréis! ¡Yo mismo lo haré! ¡Yo, Kef...!

El payaso cayó de inmediato cuando el puño de Lyn le golpeó en el pelo, mandando a volar su cuerpo hasta el otro lado del pasillo. La Maestra agitó la mano en silencio, haciendo desvanecer el humo que había surgido de ella. Su ceño estaba fruncido y parecía realmente furiosa, con sus orejas mucho más marcadas que de costumbre.

Kefka se había quedado sin habla, al igual que Kazuki. El payaso tenía los ojos enormemente abiertos, tirado en el suelo y con la zona del cabello ligeramente quemada por el potentísimo golpe. Sin duda alguna se trataba de algún tipo de habilidad de combate que no quería volver a ver.

Ay.

¡Muy buena, Lyn! ¡Chócala!

Kazuki suspiró y negó con la cabeza. Mientras Lyn se acercaba de nuevo al payaso y lo cargaba al hombro se acercó a su aprendiz, Xefil, y le apartó del resto del grupo para hablar en privado.

Chico, eh... Sesil, ¿no? Necesito que te asegures de que nada sale mal. Tierra de Partida está en una situación crítica: si ese payaso escapara no quiero imaginar lo que sucedería. Podría ser terrible para, eh... Todo el mundo. Todos los mundos.

El Maestro colocó su mano sobre el joven, mirándole directamente a los ojos. Ya le había visto serio durante aquel día, pero aquello lo superaba todo.

Prométemelo, Cefil.

Nos vamos.

Lyn echó a caminar por el pasillo cargando con el payaso, esperando que los aprendices le siguieran. Kazuki caminó junto a Ronin, completamente en silencio y con sus ojos clavados en Xefil. Esperaba que todo saliera bien, porque tal y como había dicho, era una situación crítica.

Alcanzaron el exterior del castillo y una vez en la plaza principal, bajo el hechizo de la Luna, Lyn bajó a Kefka al suelo para extender la mano frente a ella. En mitad de la plaza surgió un Portal de luz, esperando a que fuese atravesado por los jóvenes. Antes de que nadie lo hiciera, Ronin levantó la voz:

¡Antes de que os vayáis! Tengo para vosotros algo especial —el Maestro sacó de su túnica lo que parecía ser un mando control para llevar en la palma de la mano, con un llamativo interruptor rojo preparado para el pulgar y, más bajo, un pequeñísimo interruptor azul—. ¡Este es el mando de control del prisionero! En caso de emergencia podéis liberarle pulsando el botón azul. Pero no creo que eso sea lo que os interese, lo que importa es el botón rojo. Bonito, ¿verdad? Pues si se porta mal podéis pulsarlo y le soltará una descarga a través de las cadenas para castigarlo.

¿¡Qué!? ¡¡Eso es inhumano!!

El Maestro apretó el mecanismo y de inmediato Kefka se tiró al suelo dando importantes espasmos con los ojos abiertos como platos. En cuanto el hombre dejó de mantener pulsado el botón el villano se detuvo, temblando todavía del dolor.

¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve —Ronin guiñó el ojo a los jóvenes, dando a entender que se podían descontrolar un poco en la tortura del payaso—. ¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve. ¿Algún voluntario?

En cuanto alguien se acercó y tomó el objeto dio un paso atrás, limitándose a observar cómo todos los aprendices atravesaban la puerta. En cuanto todos lo hicieron, quedando sólo Kazuki y Lyn con Kefka a cuestas, le dirigió la palabra a la Maestra:

Hace años te prohibí intervenir en lo que creía que era un asunto que no concernía a la Orden. Espero que ahora que el mismo mal amenaza con volver aceptes por fin mi perdón.

Lyn miró de reojo a Ronin en silencio. Atravesó el portal sin contestar a su Maestro y este se cerró tras ella. El hombre del parche suspiró, sabiendo de antemano que no iba a decirle nada al respecto.

Bueno, Kazuki... ¿Te hace un parchís?


Spoiler: Mostrar
Ragun se une a la Trama de manera extraordinaria debido a su interés y a que su personaje tiene motivos de peso para estar aquí (participación en La Copa Phil.

El encuentro de Ragun con Diana ha sido escrito por EspeYuna.

Hay algunas cosas que se nos pasaron por alto de la anterior Trama, para que las tengáis en cuenta:

En Correo Urgente había empezado a anochecer, por lo que en esta Trama ya es de noche.
Kefka lleva un bozal antimagia, por lo que de haber sonreído a Hiro este no podría haberlo visto.

Fecha límite: martes 1 de Octubre, 2013.
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Re: Ronda #2 - El dios caído

Notapor Zodiark » Sab Sep 28, 2013 12:40 am

¡No podéis llevároslo! —se oyó a Kazuki a nuestra espalda.

Miré atrás mientras seguíamos la marcha. Ronin había rodeado con el hombro a Kazuki, tan vivaracho como siempre, y éste estaba atrapado, intentando hacerle entrar en razón. La escena era, cuanto menos, cómica, dada la seria situación en la que nos encontrábamos.

Le necesito, punto. Es un Villano Final y como tal un rehén valioso.

¿La estás escuchando, Ronin? ¡Está fuera de control! ¡Haz, eh... algo!

¡Dales una buena paliza, Lyn!

¡¡Hablo en serio!!

Pobre maestro —comenté con una leve sonrisita compasiva al ver que sus protestas eran ignoradas—. ¡Todo irá bien, maestro! —exclamé alzando la mano para llamar su atención y sonriendo de forma confiada.

En ese momento, la risa del payaso resonó por los pasillos del castillo, interrumpiendo la discusión y deteniendo nuestra marcha.

¿De verdad esto es Tierra de Partida? ¡Nosotros imaginándoos como temibles hombres del saco y me encuentro payasos más graciosos que yo! ¡Cuando se lo diga al Emperador se va a morir de la risa, ojojojo!

Me crucé de brazos y miré al payaso con indiferencia. Si realmente creía que iba a intimidarnos lo llevaba claro, pues yo, al menos, no le tenía ningún miedo. No había sido difícil capturarle y sonsacarle información, estaba totalmente a nuestra merced. Aunque quizá estaba pecando de confiada... A pesar de todo, hubo algo que había dicho que sí me interesó.

¿El Emperador? ¿Qué Emperador? ¿Te refieres a Gárland?

El bufón recorrió el pasillo con la mirada, observando a los cuatro aprendices que nos encontrábamos allí y que estábamos encargados de aquella misión. Acto seguido, Lyn bajó a Kefka de su hombro y lo dejó en el suelo, aun atrapado por las esposas.

¡Tú morirás! ¡Y tú! ¡Y tú! Oh, y tú, perrito, ¡tú morirás el primero! ¡El dios de caos regresará y mis socios comenzarán su conquista desde el Inframundo, donde los dioses caerán! Y antes o después, cuando creáis estar a salvo, llegarán aquí. ¡Todos moriréis! ¡Yo mismo lo haré! ¡Yo, Kef...!

Antes de que pudiera siquiera terminar su irritante palabrería, la maestra Lyn le propinó un potente puñetazo, que lo lanzó volando al otro lado del pasillo. La maestra híbrida estaba realmente cabreada.

¿M-maestra...? —dije con voz temblorosa escondida detrás de Light, atónita y asustada por lo que acababa de ver—. V-va a ser mejor no ha-hacerla enfadar... —le comenté a mi compañero Light en voz baja.

Ay.

¡Muy buena, Lyn! ¡Chócala!

Aquello no era para nada serio, nuestro maestro de maestros se lo tomaba todo a guasa. No obstante, me contagió algo de ese optimismo que le caracterizaba y me hizo soltar una pequeña carcajada mientras salía de mi "escondite".

La maestra Lyn fue a buscar a Kefka para cargarlo en su hombro de nuevo, y Kazuki apartó a Xefil del grupo para hablarle en privado. Una vez todos nos habíamos reunido de nuevo, reemprendimos la marcha.

Ey, ¿qué te ha dicho el maestro? —pregunté al chico mientras me acercaba a él, todavía caminando hacia la salida.

Después de terminar de recorrer los pasillos, llegamos a la plaza principal que, como siempre, se veía preciosa de noche, bajo la luz de la Luna. La mujer-perro abrió un portal de luz por el que llegaríamos a nuestro destino pero, antes de poder entrar, la voz del maestro Ronin nos detuvo:

¡Antes de que os vayáis! Tengo para vosotros algo especial —Ronin sacó un aparatito con dos botones, uno rojo y otro azul—. ¡Este es el mando de control del prisionero! En caso de emergencia podéis liberarle pulsando el botón azul. Pero no creo que eso sea lo que os interese, lo que importa es el botón rojo. Bonito, ¿verdad? Pues si se porta mal podéis pulsarlo y le soltará una descarga a través de las cadenas para castigarlo.

Así que un aparato para mantener a raya a Kefka, ¿eh? Podía resultarnos útil si el maldito payaso se volvía a poner pesado.

¿¡Qué!? ¡¡Eso es inhumano!! —se quejó el prisionero.

El maestro Ronin pulsó entonces el botón, provocando una descarga eléctrica en el cuerpo del bufón, haciendo que se retorciera de dolor en el suelo.

La verdad es que es bastante cruel... —pensé en voz alta.

¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve. ¿Algún voluntario?

Miré a la maestra Lyn, suponiendo que ella sería la encargada de llevar el mando, pero entonces me di cuenta de que ella ya se ocupaba de llevar a cuestas a Kefka, así que era mejor que uno de los aprendices fuera el que utilizara aquel dispositivo.

Miré a Hiro, Xefil y Light y me percaté de que los tres eran demasiado impulsivos para utilizar aquello, y abusarían torturando al prisionero. Por alguna razón, sentí que era yo la que debía llevar esa responsabilidad, y no ellos, así que salí corriendo hacia Ronin antes de que alguno de ellos se me adelantara y le arrebaté el mando de las manos.

Bueno, yo no soy una adulta, pero... —comenté rascándome la nuca—. Creo que sabré utilizar bien esto. Después de todo, soy la nieta del gran Garet Zawrid —dije presumida colocándome la mano en el pecho, dándome aires de grandeza sólo por mi apellido.

Observé el dispositivo y dirigí mi mirada hacia Kefka. Con una sonrisa traviesa y el brazo alargado para que viera bien que el aparato estaba en mi poder, lo agité para provocarle y darle a entender que, de nuevo, igual que cuando le lancé el hechizo Mutis, estaba sometido a mi voluntad.

Te lo debo por lo que le hicisteis a mis amigos en Ciudad de Paso. Si nos vuelves a tocar las narices... Te vas a enterar —le dije directamente al prisionero.

Acto seguido, los aprendices nos dirigimos al portal, dejando atrás a los maestros y a Kefka. Antes de entrar me paré en seco y le saqué la lengua al bufón, mostrándole de nuevo el mando de las descargas eléctricas desde la distancia. Finalmente, entré en el portal de luz, con la esperanza de encontrar a Cloud y cumplir mi promesa.
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Re: Ronda #2 - El dios caído

Notapor Sombra » Sab Sep 28, 2013 12:53 am

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¿Esto es lo mejor que podéis dar los Guerreros de la Luz? —inquirió aquel poderoso ser antes de levantar su espada contra mí.

Intenté bloquear el golpe, pero aún así no pude evitar salir despedido contra uno de los pilares de la arena de combate del coliseo. El pilar se derrumbó estrepitosamente, fue un milagro que no hubiese acabado aplastado.

Mierdamierdamierda —maldije viendo nuestra enorme diferencia de poder. ¿Cómo podría derrotarle? Él era mi debilidad, podía consumir y volverse poderoso por cualquier ataque de Oscuridad que osase lanzar... ¿No tenía posibilidades? Por primera vez sentí que mi poder era absolutamente inútil.

El hombre de la armadura se fue acercando tranquilamente. A cada paso que él daba era como si un año de mi vida fuese restado y a sus órdenes cientos de Sincorazón parecían seguirle fielmente. Eran simples sombras, pero incluso siendo unos sincorazón tan débiles eran demasiados.

No estaba acabado, había vencido una vez. Podía hacerlo otra vez. Me impulsé con Doble Salto antes de sacar mis Alas del Equinocio. Estaba dispuesto a lanzarme en picado contra él, para ensartarle con mi llave espada como en nuestro último enfrentamiento. Pero eso no pudo pasar.

Unas fuertes cadenas me inmovilizaron atrapando mis manos. Del tirón acabé soltando mi Llave Espada, que cayó en dirección al suelo. Lancé un par de insultos por lo bajo, aunque apenas pude hacerlo.

Gárland tiró de sus cadenas atrayéndome hasta donde él quería justo antes de empezar a girar cual peonza. Me estampé a los demás pilares uno tras otro. Fue doloroso, mucho. Varios crujidos fueron audibles no solo para mí, sino para cualquiera que lo escuchase. Al menos me había roto los brazos y alguna vértebra, era jodidamente doloroso.

Las cadenas soltaron mis brazos liberándome por la fuerza de giro contra las gradas que bañaban los dos lados de la arena de combate. El polvillo que se levantó me entró en los ojos y la boca obligándome a toser y a escupir... No solo saliva, sino sangre y varios dientes. Con todo lo que me dolían los huesos apenas lo había notado.

Mi asqueroso enemigo empezó a recoger hábilmente las cadenas de su extraña hacha y nuevamente empezó a acercarse a mí provocando aquella misma sensación que había conseguido crear en mi cuerpo, un miedo que perforaba lo más profundo de mi alma.

¿Aquello era lo que se sentía al perder un combate?

Ha llegado mi momento, chico. Más de un año... —dijo mientras caminaba tranquilamente hacia mí.

No, no podía perder. Era imposible... Mi corazón latía a una velocidad y con tal fuerza que parecía que se iba a escapar de mi pecho en cualquier momento.

No me podía mover en lo más mínimo. Mis brazos no respondían y mis piernas apenas podrían sostener mi cuerpo y ni siquiera podía doblar mi espalda. Aquel que había derrotado un año atrás me observó unos instantes cuando se hubo acercado lo suficiente. Intenté alejarme arrastrándome cual gusano, pero Gárland no era tonto.

¡¡¡AAAAAAAAAHHH!!! —grité desde lo más profundo de mi ser cuando mi pierna se vio atravesada por el hacha de aquel hijo de puta. Y aún encima osaba reírse... ¿Se estaba burlando de mí?

Se agachó observando mi rostro de cerca.

Y tú... Tú me devolverás lo que me denegaste.

Le devolví la mirada encontrándome a los ojos de alguien que había conocido muy bien. Unos ojos grandes y negros, una cabeza azulada sin ningún tipo de cabello con unas franjas de un color azul claro que parecían brillar ligeramente... Fyk, el niño de Espacio Profundo que había luchado a mi lado para vencer a aquella vil armadura maldita.

Hizo una extraña mueca y escuché su voz mezclada con la de aquel hombre que había matado para salvar aquel mundo.

Asesino.

* * *


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Me sobresalté de la cama quedando sentado en esta aún tapado por las cálidas y reconfortantes sábanas.

¿Cuántas veces había tenido ya aquella maldita pesadilla? Desde hacía varias noches apenas podía dormir por culpa de ella.

Solo un sueño... ¿Eh? —suspiré contemplando al aún dormido Nyx que descansaba plácidamente en una cama para perros grandes.

Me froté la cabeza revolviendo levemente mi pelo mientras recordaba nuevamente aquel sueño en mis recuerdos haciendo que un escalofrío surcase mi espina dorsal.

La noche había sido con Xefil, la anterior con Nadhia y también Saxor. También aquel chico, Hitori había aparecido en una ocasión. ¿Era algún tipo de mal augurio? Por algún motivo eso creía, como si aquella armadura estuviese llamándome. Aquellos horribles sueños habían empezado al poco del "incidente" del Servicio de Correo de Ciudad de Paso que se había transformado en uno de los temas más hablados aquellos últimos días.

Salí de la cama, aquella era una mañana bastante fría por lo que no pude evitar titiritar un poco. En parte lo tenía merecido por dormir tan solo con un calzoncillo.

Siguiendo la rutina habitual, me metí en el baño de mi habitación pasándome una ducha y como no, vistiéndome apropiadamente con unas ropas que casi eran habituales en mí.

Desperté a Nyx, que se quejó como de costumbre y ambos nos dirigimos al comedor para desayunar antes de ir a entrenar.

Estaba pensativo, y aquello no pasó desapercibido para mi amigo y mascota. No contesté, sin embargo no dudé en transmitirle que tal vez debiésemos ir al Coliseo del Olimpo a comprobar algo.

Nyx sabía de sobra mi experiencia allí ya que se la había relatado en una ocasión hacía varios meses por lo que se sorprendió un poco.

De paso podría visitar a Zack —comentaba con un tono natural cuando sentí algo sujetándome del tobillo que interrumpió lo que estaba haciendo.

Miré a mis pies viendo una enredadera que no tardé en reconocer. Pocas personas utilizaban las plantas de esa forma en Bastión Hueco de todos modos. Aquello me hizo feliz.

La planta subió hacia mi cabeza y lenta y suavemente giró mi cabeza hacia un rincón del oscuro pasillo cercano al comedor. Allí vi la silueta de una hermosa chica que sin duda provocaba que mi corazón se acelerase, y mi cuerpo desease tenerla entre mis brazos.

Sabía que aquello no era más que un efecto que provocaba en todos los hombres como una maldición, sin embargo, a sabiendas de eso me dirigí hacia ella en cuanto me indicó que fuese con ella.

Adelántate y ve a desayunar con las demás mascotas —le dije a Nyx, que asintió justo antes de dirigirse a la zona del comedor habilitada para los animales.

Caminé hacia el oscuro pasillo sin evitar sonreír como un tonto. ¿A quién iba a engañar? Sabía de sobra que aquella chica era lo más manipulador en aquel mundo, pero cuando se "dejaba" engatusar se sentía tan bien...

La bella joven de rubio cabello me agarró la mano y tiró de ella ligeramente acercándose a mi oreja.

Te necesito, Ragun —susurró sensual y provocativa. Me sentí en éxtasis ante aquellas palabras, una sensación increíble. Quise abrazarla, besarla... Pero por suerte aún mantenía la cordura.

Tú acabaste con Gárland una vez —pareció alabar mientras jugueteaba con varios de mis mechones de pelo—. Ayúdame a vencerle de nuevo.

¿Eh?

Diana me abrazó obligandome a retroceder hasta quedar contra la pared. Sentí todo su delgado y hermoso cuerpo contra el mío e incluso su aroma inundó mis fosas nasales. Levanté un poco mis brazos para abrazarla también con firmeza, al menos iba a aprovechar el momento.

Por favor, di que sí —casi suplicó. Por un momento había olvidado lo que me había dicho.

¿Gárland había vuelto? ¿¡Cómo demonios debía tomarme aquello!?

La mujer besó mi mejilla entonces, un solo instante que casi había logrado convencerme por completo.

¿No dejarías que una dama fuese a enfrentarse sola a él, verdad?

En mi cabeza la pesadilla cobró vida otra vez recordando con todo detalle todo lo sufrido... ¿Y si aquello se cumplía? Con gran fuerza de voluntad abrí la boca para negarme. No quería arriesgarme, así de simple.

Tranquilo, te ayudaré a conseguirlo. Confía en mí. Y sabré compensarte de nuevo cuando volvamos a Bastión Hueco.

No pude negarme como tenía planeado. Permanecí quieto unos segundos con la boca abierta.

Iré.

Diana se apartó guiñándome su ojo de forma sexy. Soltó una preciosa risita.

Espera un momento... Tengo que ir a por Nyx —le dije apresurándome para recoger a mi mascota.

[...]

Pronto volví al pasillo donde Diana me esperó para guiarme hacia la zona secreta desde donde podíamos despegar con los Glider sin tener que salir al exterior del castillo.

Después de ti —ofrecí a Diana permitiendo que hiciese los honores e invocase ella primero su vehículo volador (que nunca había tenido ocasión de ver)
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Re: Ronda #2 - El dios caído

Notapor Zee » Dom Sep 29, 2013 3:59 am

¡No podéis llevároslo!

Le dediqué una mueca de disculpas a Kazuki mientras se esforzaba por seguir al grupo que recién acabábamos de formar. Me había unido a ellos con mucha facilidad y sin cuestionar mucho sus razones, era cierto, y por eso me sentía de cierta manera culpable. Sin embargo, aquella misión era demasiado importante y por eso me interesaba sobremanera; si tenía que ver con el asunto de los correos, no podía dejar pasar la oportunidad de resolver el problema y devolverle su debida reputación a Tierra de Partida.

Sin embargo, Kazuki... jamás me había parecido un hombre de reglas y ahora había cambiado su actitud completamente. ¿Qué clase de asunto de su pasado lo obligaba a reaccionar así? Aunque no se atrevía a desafiar a Ronin, hacía lo posible por convencerle.

El prisionero está acusado de intento de asesinato, envenenar un río entero de un mundo y tráfico de armas ilegales. El precio por su cabeza asciende a los, eh... 70.000 platines —declaró, enlistando los crímenes del hombre. Y en todo caso, ¿no era aquella cantidad muy escasa, en vista de lo que había llevado a cabo? Supondría que su cabeza tendría un precio desorbitante, no aquello que... bueno, incluso algunos Aprendices con mucha suerte podían costearse—. Maestro Ronin, de no entregarle podría abrirse un conflicto con la Federación. Con ya el problema de Ciudad de Paso de por medio no nos es nada conve...

¡Pero muchacho, tranquilízate! —interrumpió el Maestro, intentando aligerar la tensión al rodear a Kazuki con un brazo—. Por sacar un poco de paseo a un prisionero no va a pasar nada. ¡El aire es bueno para la salud!

Ronin, eh... No es tiempo para bromas —le reprochó el joven, apartándole la mano y señalando al prisionero—. No necesita a Kefka para nada, que le diga dónde está la base y lo deje aquí. No creo que sea tan difícil.

Le necesito, punto. Es un Villano Final y como tal un rehén valioso —cortó Lyn, sin siquiera girarse hacia Kazuki.

¿La estás escuchando, Ronin? ¡Está fuera de control! ¡Haz, eh... algo!

¡Dales una buena paliza, Lyn!

¡¡Hablo en serio!!

Pobre maestro —murmuró Maya, como compadeciéndose de nuestro tutor. Aunque la niña parecía más divertida que nada—. ¡Todo irá bien, maestro!

Solté un suspiro, pero éste fue enmudecido por una risa espeluznante, producto de una voz que no había escuchado nunca. De inmediato mi mirada voló hacia el prisionero que la Maestra Lyn llevaba consigo. Los siete nos detuvimos al instante, sorprendidos por aquella actitud. El payaso rió y rió bajo el bozal, sus carcajadas resonando en los pasillos del castillo que era nuestra escuela y hogar.

¿De verdad esto es Tierra de Partida? ¡Nosotros imaginándoos como temibles hombres del saco y me encuentro payasos más graciosos que yo! ¡Cuando se lo diga al Emperador se va a morir de la risa, ojojojo!

Sus ojos nos recorrieron a todos, examinándonos exhaustivamente. A los Aprendices, quiero decir. En aquel momento Lyn lo dejó en el suelo, pero el prisionero no dejó de observarnos. Y luego, intentando ser amenazante, pretendió vaticinar nuestro fin:

¡Tú morirás! ¡Y tú! ¡Y tú! Oh, y tú, perrito, ¡tú morirás el primero! ¡El dios de caos regresará y mis socios comenzarán su conquista desde el Inframundo, donde los dioses caerán! Y antes o después, cuando creáis estar a salvo, llegarán aquí. ¡Todos moriréis! ¡Yo mismo lo haré! ¡Yo, Kef...!

Pero antes de que pudiese continuar sus amenazas, la Maestra Lyn se encargó de silenciarlo. Con una habilidad sorprendente que jamás había demostrado frente a nosotros, lo hizo retroceder varios metros, levantándolo del suelo con un potente puñetazo. De sus nudillos comenzó a salir un poco de humo, denotando la terrible fuerza que había impreso en aquel golpe. Todos permanecimos en silencio por unos instantes.

Ay.

¡Muy buena, Lyn! ¡Chócala!

La actitud del Maestro Ronin me sacó una pequeña sonrisita, pero inmediatamente la borré de mi rostro por miedo a quitarle seriedad al asunto. Era un Aprendiz, después de todo, y debía mantener la elegancia ante aquel extranjero... incluso aunque mis Maestros no se esforzaran.

Una mano se posó en mi hombro sin previo aviso. Al girarme me encontré con que se trataba de Kazuki, quien pretendía alejarme del grupo para decirme algo en privado. Obediente, me retrasé un poco para escuchar sus palabras.

Chico, eh... Sesil, ¿no?

Deprimí las cejas, poco divertido por aquello.

No.

Necesito que te asegures de que nada sale mal. Tierra de Partida está en una situación crítica: si ese payaso escapara no quiero imaginar lo que sucedería. Podría ser terrible para, eh... Todo el mundo. Todos los mundos.

Su mano apretó mi hombro. Tan... serio. ¿Qué sucedía aquella noche? Kazuki estaba en un plan completamente diferente. Era casi sorprendente.

Prométemelo, Cefil.

Casi.

Es una equis y suena como "tss". Es un anagrama, no es tan complicado —reclamé, aunque luego aparté la mirada y solté un suspiro—. Y sí, Maestro Kazuki, prometo que haré mi mejor esfuerzo para que esta misión sea cumplida satisfactoriamente. No le quitaré los ojos de encima a ese payaso.

Nos vamos.

Me giré hacia la Maestra Lyn, al igual que hizo Kazuki. Tuve que encogerme de hombros y continuar caminando; y el Maestro también lo hizo, pero él, en su caso, siguiendo a Ronin. No alejó su mirada de mí, no obstante, como queriendo recordarme constantemente mi verdadera misión.

Ey, ¿qué te ha dicho el maestro? —me preguntó Maya, acercándose a mí mientras caminábamos en dirección a la salida. Manteniendo la vista al frente, le contesté en un murmullo:

Me ha pedido que no lo arruinemos, básicamente.

Finalmente dejamos atrás el castillo, alcanzando los jardines de la academia. Semejante escena deberíamos estar creando: tres Maestros y cuatro Aprendices, con un prisionero a cuestas, abandonando Tierra de Partida en la mitad de la noche. Y más sorprendente fue para cualquiera que estuviese observando cuando un Portal de Luz apareció en mitad de la plaza. Sin duda aquella era una ocasión especial.

¡Antes de que os vayáis! Tengo para vosotros algo especial —señaló el Maestro Ronin, sacando de entre su ropa un pequeño aparatito que no pude comprender—. ¡Este es el mando de control del prisionero! En caso de emergencia podéis liberarle pulsando el botón azul. Pero no creo que eso sea lo que os interese, lo que importa es el botón rojo. Bonito, ¿verdad? Pues si se porta mal podéis pulsarlo y le soltará una descarga a través de las cadenas para castigarlo.

Malditas tecnologías. Algunas podían ser bastante...

¿¡Qué!? ¡¡Eso es inhumano!!

...inhumanas, sí. Pero también...

También es bastante práctico.

Tras darnos una breve demostración, Ronin tendió el aparato al frente y pidió un voluntario para encargarse de él, cargando por completo con la responsabilidad del prisionero.

¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve

Bueno, yo podría-- —comencé, extendiendo la mano al frente, pero una pequeña y rápida silueta me interrumpió con un saltito. Veloz como una bala, Maya le arrebató el control a Ronin antes de que nadie más pudiese hacer nada.

Bueno, yo no soy una adulta, pero... —dijo, pavoneándose de tener el aparato en su poder—. Creo que sabré utilizar bien esto. Después de todo, soy la nieta del gran Garet Zawrid —orgullosa, lo agitó enfrente del prisionero.

Maya, tienes doce...

Un escalofrío me recorrió la columna. No sabía si era la mejor decisión...

Antes de cruzar el portal, observé al castillo. Dos pequeñas chispas de luz, durazno y jazmín, revoloteaban por encima de la puerta, contemplando mi partida. Luego dirigí mis ojos al Maestro Kazuki. Comprendiendo por completo la seriedad del asunto, intenté transmitirle mi determinación en mi mirada. Y casi inconscientemente, iluminé mis ojos con color carmesí.

Asentí con la cabeza y luego di media vuelta para entrar en aquella puerta entre mundos, detrás de la Maestra Lyn.
—You're like that coffee machine: from bean to cup, you fuck up—

~Dondequiera que el arte de la medicina es amado,
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Light » Mar Oct 01, 2013 12:25 am

Por cierto, me llamo Hiro —se presentó el peculiar joven. Se trataba del aprendiz que Lyn había traído consigo.

Un placer, yo me llamo Light.

Light examinó discretamente los rasgos perrunos del chico mientras seguía andando, y los comparó con los de su maestra. ¿Una mera coincidencia…?

Los aprendices acompañaron a Lyn, en dirección a la salida del castillo. Kazuki no dejó de insistir y les siguió, justificando que lo mejor para la orden era entregar a Kefka a las autoridades. A Light le interesaba salir en busca de la armadura y encontrar al desaparecido Cloud, pero empezaba preguntarse si hacían lo correcto trayendo a Kefka con ellos. Si se despistaban y dejaban escapar a Kefka…

Ronin, eh... No es tiempo para bromas —indicaba Kazuki, claramente molesto—. No necesita a Kefka para nada, que le diga dónde está la base y lo deje aquí. No creo que sea tan difícil.

Le necesito, punto. Es un Villano Final y como tal un rehén valioso.

"Me niego a entregarlo, Kazuki. Él me llevará hasta Gárland."

¿Va a intentar negociar con él?

Su respuesta contundente prácticamente se lo confirmó. No tenían por qué llevarse a Kefka, podían interrogarle ahora mismo y sonsacarle la información. Pero Lyn quería traérselo consigo de todas formas...

¿Sería capaz la Maestra de entregar al malhechor a sus compañeros villanos para alcanzar sus objetivos? ¡De ninguna manera podían dejar libre a aquel individuo! Ronin parecía no tomarse en serio los argumentos de Kazuki, pero Light sí que lo hacía. Él estaba en lo correcto.

Pobre Kazuki…

Pobre maestro —expresaba la pequeña bruja. Espectadora de la derrota de su Maestro en aquella discusión, la chica sonreía optimista—. ¡Todo irá bien, maestro!

De repente, Kefka soltó una de sus descontroladas y patéticas risotadas, atrayendo la atención de todos. Light materializó su Llave Espada por instinto reflejo, aun sabiendo que el payaso no podía escapar ni hacerles daño.

¿De verdad esto es Tierra de Partida? ¡Nosotros imaginándoos como temibles hombres del saco y me encuentro payasos más graciosos que yo! ¡Cuando se lo diga al Emperador se va a morir de la risa, ojojojo!

Payaso estúpido…

Todos ellos recibieron la intensa mirada del psicópata payaso, en verdad desagradable. Cuando se quedó observando al joven Light, éste mantuvo con firmeza el contacto visual, sin dejar de fruncir el ceño.

¡Tú morirás! ¡Y tú! ¡Y tú! Oh, y tú, perrito, ¡tú morirás el primero! ¡El dios de caos regresará y mis socios comenzarán su conquista desde el Inframundo, donde los dioses caerán! Y antes o después, cuando creáis estar a salvo, llegarán aquí. ¡Todos moriréis! ¡Yo mismo lo haré! ¡Yo, Kef...!

La Maestra que previamente le había soltado le interrumpió repentinamente, asestándole un rapidísimo puñetazo que literalmente hizo volar al payaso, hasta el otro lado de la habitación. Light y sus compañeros enmudecieron tras presenciar la salvaje fuerza de la mujer bestia. Realmente demoledor, aunque no lo suficiente para hacerle recobrar el juicio. Sorprendentemente, salía humo de la extremidad de la Maestra.

Eso... ha sido increible —admitió Light, con los ojos abiertos de par en par, en shock.

V-va a ser mejor no ha-hacerla enfadar... —recomendaba su compañera Maya, asustada por aquella demostración de fuerza. Light no estaba atemorizado en absoluto, pero sí maravillado por la increíble fuerza de la Maestra Lyn.

Sí…

Ay.

¡Muy buena, Lyn! ¡Chócala!

Para tratarse de una joven adolescente, la Maestra Lyn era increíblemente fuerte. Aquella fue la primera impresión de Light, quien nunca había coincidido en un entrenamiento o misión con la mujer bestia.

La joven Maestra se acercó al payaso que había acabado de lanzar y volvió a cargarle sobre sus hombros. Se marcharían de Tierra de Partida en cuanto Kazuki conversara en privado con Xefil. Posiblemente, en vista de que no había logrado nada, estaría pidiéndole a su alumno que vigilara al payaso y no le dejara marchar por nada del mundo.

Nos vamos.

Acto seguido siguieron los pasos de la Maestra Lyn y salieron de la sala del trono del castillo. En el exterior, en la plaza contigua a los jardines, la Maestra se detuvo y volvió a depositar al payaso en el suelo. Un portal de luz fue invocado por ella, para que lo atravesaran y alcanzaran así el mundo de destino.

¡Antes de que os vayáis! Tengo para vosotros algo especial —Ronin sacó un pequeño mando y se lo mostró a los jóvenes. Light no se imaginaba ni por asomo la finalidad de aquel cacharro—. ¡Este es el mando de control del prisionero! En caso de emergencia podéis liberarle pulsando el botón azul. Pero no creo que eso sea lo que os interese, lo que importa es el botón rojo. Bonito, ¿verdad? Pues si se porta mal podéis pulsarlo y le soltará una descarga a través de las cadenas para castigarlo.

Un objeto bastante peligroso, pero les sería útil si Kefka llegaba a escaparse. No era la primera vez que escuchaba de estos artefactos: su abuela ya le había hablado de cientos de cachivaches para castigar a los aprendices traviesos y torturar a los prisioneros en el pasado. Ahora, ¿realmente se utilizaban en la actualidad objetos como esos en Tierra de Partida? Ir en contra de las normas de Tierra de Partida no podía ser bueno de ninguna manera...

¿¡Qué!? ¡¡Eso es inhumano!!

Ronin pasó a hacerles una demostración y pulsó el botón rojo del aparato. Una descarga eléctrica recorrió el cuerpo del payaso, quien inevitablemente comenzó a convulsionar en el suelo. Una visión patética, aunque también escalofriante, claramente ningún aprendiz querría estar en su lugar.

¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve —afirmaba guiñando el ojo, como si estuviera restando importancia a las palabras que acababa de pronunciar.

Maya se adelantó a todos ellos y rápidamente se hizo con el mando de control. Resultaba de lo más irónico que la más pequeña de todos ellos se hiciera con él, ¿utilizaría Maya adecuadamente el control o se dedicaría a torturar sin motivo al payaso? A Light no le importaba realmente quien tuviera el aparato, y él no lo necesitaba: si Kefka intentaba hacer algo extraño él mismo le asestaría un mamporro.

Bueno, yo no soy una adulta, pero... Creo que sabré utilizar bien esto. Después de todo, soy la nieta del gran Garet Zawrid —comentaba llena de orgullo. La niña no tardó en restregarle a Kefka la posesión del peligroso mando.

>>Te lo debo por lo que le hicisteis a mis amigos en Ciudad de Paso. Si nos vuelves a tocar las narices... Te vas a enterar.

Light afirmó sonriente con la cabeza, dándole la razón a su compañera brujita. Si hacía de las suyas, Kefka lo lamentaría.

Vámonos.

Sin más dilación, y tras echar un último vistazo a su aliada del firmamento, Light echó a andar hacia el portal, decidido a cumplir la misión encomendada.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor RedXIII » Mar Oct 01, 2013 5:48 pm

¡No podéis llevároslo!

La discusión continuó pese a las palabras de Ronin, el coincidía con la idea de no llevárselo, pero su Maestra parecía convencida e insistía de hacer lo contrario.

Le necesito, punto. Es un Villano Final y como tal un rehén valioso.

Villano final... aun recuerda la tenue conversación sobre ello que tuvieron en su primer encuentro, y de como fugazmente fue un miembro, una bonita anécdota que contar como broma.

¿De verdad esto es Tierra de Partida? ¡Nosotros imaginándoos como temibles hombres del saco y me encuentro payasos más graciosos que yo! ¡Cuando se lo diga al Emperador se va a morir de la risa, ojojojo!

¡Tú morirás! ¡Y tú! ¡Y tú! Oh, y tú, perrito, ¡tú morirás el primero! Desenfundó levemente una de sus espadas, aunque contrario a la idea de matar a seres humanos, aquel payaso era una excepción, la tirria que le tenía por todo lo que he hizo en "Tierra de dragones" y el envenenar el río le hacían hervir la sangre, y su labia no ayudaba ¡El dios de caos regresará y mis socios comenzarán su conquista desde el Inframundo, donde los dioses caerán! Y antes o después, cuando creáis estar a salvo, llegarán aquí. ¡Todos moriréis! ¡Yo mismo lo haré! ¡Yo, Kef...!

Fue interrumpido por el puñetazo de la Maestra, haciéndole volar unos cuantos metros hasta estrellarse contra el suelo, sin duda había sido un potente golpe, ya que el payaso cayó de golpe-

Volvió a enfundar su espada y se quedó contemplando la escena, mientras seguía usando su Kiseru

Ay.

¡Muy buena, Lyn! ¡Chócala!

Aquel comentario del Maestro Ronin fue divertido, incluso pensó en chocarla el, pero quedaría raro que le chocara el, teniendo en cuenta que se lo dijo a Lyn, aunque tampoco era muy bonito dejarlo colgado.

La maestra volvió a cargar con el payaso, seguramente aturdido por el golpe, sinceramente no sabía como lo podía levantar, parecía pesar mucho y más con tantas cadenas.

Nos vamos.

Lyn salió a los Jardines, junto a los demás, incluyendo al joven perro, al llegar se abrió un portal de luz, pero antes de que lo pudieran atravesar Ronin los detuvo un momento.

¡Antes de que os vayáis! Tengo para vosotros algo especial — Sacó una especie de trasto extraño, aunque Hiro tenía ciertos conocimientos de aparatos electrónicos aquel se le escapaba a su saber —. ¡Este es el mando de control del prisionero! En caso de emergencia podéis liberarle pulsando el botón azul. Pero no creo que eso sea lo que os interese, lo que importa es el botón rojo. Bonito, ¿verdad? Pues si se porta mal podéis pulsarlo y le soltará una descarga a través de las cadenas para castigarlo.

Al joven aprendiz mestizo se le iluminaron los ojos, aquella extraña cosa era un trasto guay, con un botón guay que podía putear de forma guay al payaso no guay con lucecitas guays.

¿¡Qué!? ¡¡Eso es inhumano!!

El Maestro Ronin no tardó en pulsarlo para hacer una demostración, aunque desagradable fue "algo" divertido, ya que le tenía tremenda tirria al payaso.

¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve ¡Es muy divertido! Pero no es un juguete, así que necesito de un adulto responsable para que lo lleve. ¿Algún voluntario?


Aunque seguramente le daría una descarga de prueba, solo lo usaría con buenos fines, desgraciadamente aquella misión no repercutió en el, ya que Maya se adelantó...

Bueno, yo no soy una adulta, pero... Creo que sabré utilizar bien esto. Después de todo, soy la nieta del gran Garet Zawrid

Creo que precisamente por eso no... — No sabía ni como responder —Tal vez Xe... — No se atrevía ni a continuar, ni sabía que decir por miedo de alguna represalia, así que recurrió a lo primero que se le ocurrió —¡Joooo, Ronin, no es justo, dile algo! — Dijo poniendo una mueca de tristeza.

Verdaderamente el que tuviera un botón para liberarlo era peligroso, si se daba el caso en el cual tuviera la oportunidad de hacerlo seguramente lo pulsaría, soltar a aquel maníaco era peligroso, pero bueno, le quedaba el consuelo de que al menos no sería su culpa, pero se quedó con las ganas de vengarse por engañarle, prenderle fuego, quemar su camisa favorita, lanzarlo por los aires, insultarle, pegarle, embestirle con el caballo, matar al equino posteriormente y transformarlo en un Sincorazón gigante para que le volviera a lanzar por los aires.

Vámonos. — Dijo el aprendiz que se presentó como Light, desde luego era un nombre curioso para un aprendiz de Tierra de partida.

Hiro fue el último de los aprendices de entrar, se quedó observando el portal, era curiosa la forma que tenía y la calidez que transmitía, no había visto uno desde que fueron a Bastión Hueco. De golpe, y sin previo aviso, una especie de cosa cabezona, gritando histéricamente "¡Kupóno es justo, ya me quería dejar aquí!" colisionó con fuerza en la parte de atrás de la cabeza de Hiro, obligando a que entrara bruscamente al portal y caer de cabeza contra el suelo al cruzar, si alguien se fijaba en el podía ver a su Moguri agarrado a la cabeza del estampado aprendiz.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor EspeYuna » Dom Oct 06, 2013 11:13 pm

A pesar de los ruegos de Kazuki, Lyn partió con sus aprendices al mundo amenazado por los Villanos Finales y aquel tal Gárland. Allí, en los jardines, Ronin tomó por el hombro al Maestro Kazuki.

No te preocupes. Estás muy tenso.

Como para no estarlo, eh, Ronin —dijo el Maestro, serio—. Hicimos un trato. Esa alianza es muy valiosa, y no sólo por los beneficios, sino por las, eh, amistades.

¿No confías en tus aprendices?

El Maestro se quedó dubitativo, recordando como la pequeña Maya se había despedido de él con el dedo pulgar. Y Xefil, aquel muchacho que había instruido poco por culpa de su holgazanería, le había prometido no fallarle.

Yo confío en Lyn. Fue y siempre será mi aprendiza.

No es que no confíe en ellos —contestó Kazuki—, lo que temo es por el enemigo. ¿Lo has notado, eh? Kefka no es, eh, alguien corriente. Aunque Lyn pueda con él, nuestros aprendices... y temo por ellos. Fyk fue víctima de las trampas de Hades. ¿Quién dice que no puede volver a, eh, ocurrir?

Ay, Kazuki. Si consiguieras abrirte más a tus aprendices, como lo haces conmigo —el Maestro de maestros rodeó a Kazuki de modo amistoso—. De seguro que olvidaban por completo tu cierta enemistad con la puntualidad.

No te tomes tantas confianzas, eh, Ronin.

Sin embargo, Kazuki esbozó una pequeña sonrisa.

Gracias.

* * *


Pobre Mei. Aquel día estaba siendo horrible para ella, y estaba a punto de empeorar considerablemente.

Desde primera hora de la mañana Lyn la había llamado para una importante misión en el Coliseo del Olimpo. La joven fue enviada allí para investigar una posible amenaza en el mundo de Sincorazón que secuestraban ancianitas, y acabar con ellos en caso de ser cierto. Tras una ardua labor deductiva la chica pudo llegar a la conclusión de que en realidad no se trataba de Sincorazón, sino de vendedores de esclavos que atrapaban a las viudas sin hogar para venderlas en el mercado negro. Lo que la aprendiza hizo con ellos sólo le correspondía a ella, puesto que conocía la norma: nunca interferir en los asuntos de otros mundos.

Pero tenía que estar agotadísima, pues la noche se cernía sobre la ciudad de Tebas desde hacía horas. Sus órdenes eran claras, regresar a Tierra de Partida en cuanto hubiese finalizado su misión, pero a aquellas horas era difícil que Lyn le prestase la suficiente atención: podía buscar algún sitio en la ciudad donde invocar su vehículo volador de la Llave Espada para volver a su mundo o una posada donde descansar aquella noche.

Pero poder echar una cabezadita era algo imposible. El destino había decidido torturar al alma de aquella pobre chica aquella noche cuando, caminando por la ciudad, acabó escuchando unas voces en alto:

Y ¿dónde está ese mundo subterráneo del que hablas, mi nuevo amigo?

Localizar a aquellos que hablaban no era algo difícil: se encontraban en una enorme plaza de Tebas, frente el templo de Asclepio donde trataban a los heridos del Coliseo. Tres personas conversaban allí, los tres con ropajes de lo más curiosos: un varón de un colorido traje amarillo con un bastón, el cual acababa de hablar, se encontraba sentado en el borde de un pozo en el centro de la plaza frente a sus dos compañeros. Un hombre en una armadura dorada con cuernos le observaba directamente, mientras que otro, también con armadura aunque con una tonalidad más oscura y sin casco, les daba la espalda a los dos con los brazos cruzados.

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Mi señor, si me lo permite, no sabemos si podemos confiar en él —señaló el hombre de la armadura completa, observando de reojo al hombre de espaldas—. Quizás nos esté conduciendo a una trampa para escapar de nosotros.

Mi alma sigue perteneciendo a Hades, insolente juez —le cortó el rubio con una voz profunda y sobrenatural que hizo que cualquiera que les escuchase se le pusieran los pelos de punta—. Estoy atrapado en este cuerpo hasta que me llevéis con el dios de los muertos; y como os dijo vuestro mago de la ciencia mi tiempo es limitado. Contamos hasta el amanecer o mi alma se volverá a desvanecer una vez más.

Disculpa a mi protector, Gárland. Sólo muestra nuestra impaciencia por las mismas razones que tú: el reloj corre.

El hombre rubio giró la cabeza para mirar de reojo al hombre de los ropajes dorados como la luz del sol. Expiró aire por la nariz con orgullo y desvió su mirada, dirigiéndose de nuevo hacia el templo frente a él.

En el pasado viajé al Olimpo, no al infierno. Soy el primero preocupado por mi destino, Emperador, así que no presiones más la daga si no quieres ser cortado.

El guardaespaldas del llamado Emperador gruñió por lo bajo, pero en seguida dejó de centrar su atención en el hombre con el que parecían tener un trato. Giró la cabeza en dirección a la ubicación de Mei y, la viese o no, se acercó a su protegido y acercó el casco a su oído para susurrarle muy en bajo y de forma inaudible:

Señor, creo que nos están espiando.

* * *


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¿Pero qué?

¡Oh!

Cualquiera diría que aquello podía llamarse casualidad. O destino. O mala suerte.

Lyn, junto a sus aprendices, habían llegado a la entrada del Inframundo sin ningún tipo de percance gracias al portal de luz. Sin embargo, se encontraron con una escenita un tanto peculiar.

La irresistible Diana, quien su aroma penetraría en los pulmones de Red, Light y Xefil, se hallaba en un rincón justo a la entrada del refugio del Dios de los Muertos, flirteando a un Ragun algo confuso y, para qué engañarse, aturdido por el poder de su diosa. La tan hermosa, inigualable.

Pero el poder hipnótico dejó de atacar el pobre corazón de la Estocada Oscura, por lo que pudo pensar en todo aquello que le había dicho cuando llegaron a aquel lugar. ¿Desde dónde se habían adentrado en el hogar de Hades? ¿Desde algún lugar de Tebas? Ragun no lograba acordarse del trayecto. Es más, lo único que recordaba era haber aterrizado en unos callejones de la ciudad. Oh... y en un beso, mortífero y... maravilloso.

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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Sombra » Dom Oct 06, 2013 11:34 pm

Mis sentidos se encontraban "atrofiados" en aquel momento, cuando noté la suave sensación de los labios de la hermosa Diana.

¿La había besado yo o había sido alreves? No me había quedado claro, sin embargo quería embriagarme más en aquel sabor, aquel aroma con la misma capacidad seductora que el canto de una sirena...

¿Pero cómo habíamos llegado hasta aquella especie de caverna? Antes de que me diese cuenta estábamos en aquel lugar tan extraño y del que sentía un aroma familiar... El de la muerte. No era exactamente un olor, más bien se trataba de una espeluznante sensación, no era agradable. Pero no era hora de quejarse.

Aquello ni siquiera parecía pertenecer a los mortales, era como si algo intentase segar mi alma y llevársela lejos.

¿Qué has...? —empecé a decir cuando el efecto cautivador de aquella magia tan poderosa como peligrosa parecía haber dejado de hacer efecto en mí, pero sin separarme de su abrazo.

Fue entonces cuando me di cuenta de un grupo de personas que acababan de aparecer en aquel lugar desde un Potal de Luz... Un grupo de personas que rapidamente identifiqué como aprendices de Tierra de Partida y la Maestra-Bestia.

Invoqué de inmediato mi llave espada separandome de la hermosa Diana y me dispuse en posición defensiva en caso de que intentasen atacarnos.

No esperaba encontrarme con gente de Tierra de Partida por aquí —hablé arrogante al reconocer a algunos de los integrantes de aquel grupo—. Lyn, Xefil, Light y... ¿Un chucho? —dudé por unos instantes sin darme cuenta de la pequeña niña que les acompañaba.

Al único que no conocía era al pelirrojo acompañado de un feo moguri, se trataba de un chico flacucho y alto que poseía rasgos animales al igual que Lyn. ¿Tal vez eran familia? Su cabello me hizo recordar a Redcat, un tipo de aspecto turbio con el que me había topado en mi segunda visita a Mundo Inexistente.

La verdad es que hacía mucho que no veía a Xefil ahora que me daba cuenta. No lo consideraba del todo un enemigo, por aquellos momentos juntos, sin embargo no sabía que pasaba por su cabeza ni si sería capaz de atacarme.

Y aún me fiaba menos todavía de Light, el lunático que adoraba la luz como si de una religión se tratase, pero todavía no podía olvidar a Lyn, la campeona definitiva de Coliseo del Olimpo. Si tenía ese título era porque se lo había ganado, eso era algo que no debía olvidar. No era alguien a quien pudiese vencer, ni siquiera Ello.

Finalmente estaba también el factor sorpresa del chico-perro y de la niña con atuendos de bruja que me hicieron deducir que se especializaba en magia. No conocía nada de sus habilidades y sería muy arriesgado si sus habilidades eran del tipo Estado Alterado, siendo solo nosotros dos acabaríamos muy debilitados velozmente. aunque al menos teníamos ventaja sobre al menos la totalidad de los varones de aquel grupo, si Diana se enfrentase a ellos lo más probable es que incluso se dejasen derrotar.

Nyx rugía amenazador contra el grupo que acababa de llegar al darse cuenta de quienes eran. Nosotros éramos menos, pero probablemente incluso así podríamos dar una buena batalla.

No... —susurré al recordar que habíamos venido a hacer bajando un poco la guardia pero manteniendo una postura con la que fuese capaz de reaccionar a tiempo en caso de ataque—. Diana, apresuremonos a acabar con Gárland, estos no merecen la pena. ¿Sabes donde está? —pregunté sin quitar ni un ojo de encima al grupo de Tierra de Partida.

Si intentaban cualquier cosa no me importaría utilizar Miedo antes de hacer una retirada estratégica. Al fin y al cabo no merecía la pena gastar fuerzas en ellos y tampoco era muy productivo luchar para posiblemente acabar derrotado... Aunque solo fuese por la ventaja de que tenían a Lyn con ellos.

Me fijé al fin en la cueva, había estado demasiado atento a cosas en concreto todo el rato y aquello no me había permitido hacer un análisis del lugar. Estábamos en una cueva, aunque aquello había quedado más que claro, pero era demasiado grande, casi infinita. Había antorchas de fuego azul que iluminaban tenuemente el lugar y en un camino podía ver unas escaleras brillantes que me hicieron sentir como si aquella fuese la salida de aquel mundo subterraneo. Un infinito lago se extendía al frente, donde podía ver una edificación con una extraña estructura en su centro. En el agua del lago de un color verdoso-azulado podía distinguir (o mi imaginación me hacía ver) caras, rostros humanos... ¿Que narices era ese lugar? Y finalmente había dos puertas a ambos lados de la cueva, puertas de un metal bastante grueso y pesado al parecer. Incluso si intentábamos huír era probable que nos costase entre Nyx, Diana y yo empujar la puerta para que tuviesemos sitio suficiente para pasar.
Última edición por Sombra el Lun Oct 07, 2013 2:46 pm, editado 2 veces en total
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor Zee » Lun Oct 07, 2013 8:31 am

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No me agradaban los portales de luz. Nunca me agradaron. Tampoco los de oscuridad. En realidad, aunque ambos debían ser completas antítesis, se parecían en una característica vital: eran opresivos sobremanera. Había algo en ellos que no había en cualquier pasillo de ladrillo o túnel de roca; ni siquiera en una madriguera o en el agujero de un ratón. No se trataba del espacio cerrado, no; no era claustrofobia, no al menos en mi caso. Era algo menos físico, como una sensación de alerta o un terror innato.

Aquella era una de las razones, pese a que algunos gustasen de considerarla estúpida, por la que no estaba de acuerdo en la dominancia de un elemento sobre otro. Era Luz y Oscuridad; ambos, no por separado. Y la sensación de hallarme atrapado cada vez que cruzaba uno de esos pasillos era un argumento, aunque pequeño e infantil comparado con otros más importantes, por los que prefería defender el Equilibrio.

Así que respiré con no poco entusiasmo en cuanto la Maestra Lyn finalmente decidió que habíamos llegado a nuestro destino, cerrando el pasillo a nuestras espaldas. Tuve la curiosa urgencia de intentar recuperar el aliento y apoyar mis manos sobre mis rodillas, como quien se fatiga después de un largo ejercicio, cosa que me alarmó brevemente, pues estuve seguro que no era en absoluto natural.

Sin embargo, mi deseo de concederme unos segundos para recuperarme se vio interrumpido en cuanto mi mente asimiló la escena que se presentaba ante nosotros. Una fragancia familiar se deslizó hasta mi posición y, usando mi olfato como el resquicio apropiado para colarse hasta mi conciencia, el conocido poder de un peligroso oponente nubló todos mis sentidos y me impidió pensar con claridad.

Su nombre resonó en mi cabeza como una melodía irresistible...

Diana Thorn...

¿Pero qué? —exclamó Lyn, igual de sorprendida.

¡Oh!

Habíamos llegado a un lugar inesperado, de eso estaba seguro. No sólo porque no era lo que yo tenía en mente, sino porque, por las expresiones en el rostro de los que habían estado allí antes, no era muy común que aquel sitio nos diese la bienvenida.

Ante nosotros se extendía una gigantesca caverna. Y cuando digo gigantesca, quiero decir absolutamente colosal y casi infinita. Era suficientemente alta como para que Pema y yo alzáramos vuelo, de eso estaba seguro, y era tan amplia que la oscuridad llegaba mucho antes que cualquiera de las paredes. No sólo eso, sino que casi completamente la superficie estaba compuesta por un mar tan calmo que parecía un espejo, aunque sus aguas despedían unos vapores que no parecían ser muy seguros. De vez en cuando salían a flote archipiélagos de estalagmitas, lo que demostraba que la gruta no estaba llena de agua siempre; o que al menos, no lo había estado desde un principio.

Nosotros cinco y el prisionero habíamos aparecido en el centro de una plataforma hecha de roca, pero que había sido tallada para actuar a manera de atrio. Era casi circular (o al menos, tan circular como la naturaleza podía permitirse) y mediría cerca de unos veinte metros de lado a lado. De ella partían tres senderos diferentes, uno a nuestros espaldas que ascendía hasta el exterior, a juzgar por el foco de luz que llegaba desde la lejanía; y otros dos que llevaban a dos enormes puertas de madera, comparables en tamaño a las de la Sala del Trono de Tierra de Partida.

Todo eso, lo describo en retrospectiva. Y es así puesto que en aquel momento a mi mente no le interesaron mucho nuestros alrededores, sino dos individuos en particular que habían estado allí mucho antes de que nosotros llegáramos.

Uno de ellos era un joven de cabellos oscuros, alto y de complexión algo musculosa, que cubría su cuerpo y rostro con un atuendo hecho de prendas viejas, vendas y partes de armadura. Sus ojos amarillos y sus rasgos familiares inmediatamente me gritaron su nombre, pese a no haberle visto en meses...

"Ragun".

Pero él poco podía importarme. Quien me interesaba era la silueta a la que Ragun permanecía abrazado, aquella cuyo nombre recordé en cuanto di mi primer paso en aquella cueva. Ataviada en un vestido blanco, de tela pulcra y delicada, que combinaba también con su figura y su blanca biel... Envuelta por salvajes plantas, como una diosa de la naturaleza... Con su cabello dorado brillando incluso en aquellas penumbras, y sus grandes ojos grises, mirando directamente hacia mí...

Diana...

¿¡Diana!?

Aquello no estaba planeado. En cuanto su nombre volvió a cruzar por mi cabeza, mis labios me traicionaron y se ocuparon de repetirlo en voz alta, mientras yo daba medio paso hacia adelante. Quería acercarme a ella, pero de alguna manera la presencia de Ragun me volvía cauto y precavido. No por miedo a él... sino por miedo a ella, pues... ¿qué había estado haciendo con él todo ese tiempo?

¿Tan pronto me había olvidado?

No esperaba encontrarme con gente de Tierra de Partida por aquí —sentenció el joven Aprendiz de Bastión Hueco, a medias como burla, a medias como saludo—. Lyn, Xefil, Light y... ¿Un cachorro? —en cuanto Ragun invocó su Llave-Espada, algo me impulsó a hacer lo mismo con la mía y colocarme junto a la Maestra Lyn, al frente del grupo y protegiendo a Maya y al prisionero.

Un gruñido me reveló que Nyx, el lobo de Ragun, iba acompañando a su amo. Con su pelaje casi negro, no lo había visto hasta que comenzó a advertirnos de su presencia. Sus ojos azules también brillaban con fuerza en la oscuridad.

Pero Ragun bajó la guardia (aunque no guardó su Llave-Espada) y aquello me tranquilizó un poco. No íbamos a luchar, parecía... al menos no tan pronto.

Diana, apresuremonos a acabar con Gárland. ¿Sabes donde está?

Si hubiese mantenido la cabeza fría, la mención del nombre del enemigo me hubiese puesto alerta. Sin embargo, la presencia inesperada de Diana Thorn había tirado todas mis precauciones por la borda: sin tiempo para prepararme contra su poder como la vez anterior, me fue imposible resistirme a la tentación y a los engaños que su existencia producían en mí.

¡Ey, ey, ey! —llamé, apuntando con mi Danza de la Demencia al enemigo—. ¿Quién te crees para tomarte tantas confianzas, Ragun? —cuestioné, entornando los ojos—. Sepárense —luego ordené, ilustrando mis palabras con un movimiento de la Llave—. Claramente tenéis la desventaja numérica. Diana, tú te vienes conmigo.

Sacudí la cabeza, intentando despejarme un poco. ¿Estaba haciendo eso bien? No, las cosas no estaban saliendo bien. ¡No estaban saliendo bien! Había dicho las palabras equivocadas, me había precipitado y había jugado a ser el héroe. ¡No, no, no!

En primer lugar, no teníamos ninguna ventaja. Teníamos que mantener la vista en el prisionero en todo momento, y en una batalla aquello nos resultaría imposible. Segundo, ¿qué me creía yo para dar órdenes al enemigo, sin siquiera haberlos contenido primero? ¡Aquella autoridad le correspondía a la Maestra Lyn, no a mí! Y finalmente...

¿"Tú te vienes conmigo"? ¡Pero en qué estaba pensando, si aquella era Diana Thorn!

Tuve que contener la urgencia de gruñir por la vergüenza. "Estupidizado" de nuevo por mi Ángel de la Tentación. Y justo frente a Lyn... y Light... y Maya... y Hiro... ¡Qué oportuno!

Digo, con nosotros —me corregí, sintiendo una leve punzada en un costado de la cabeza—. Bajo custodia, claro. C-con nosotros, n-no conmigo.

>>En realidad, ambos deberían decirnos por qué están aquí precisamente; ¿no lo cree, Maestra Lyn?
—quise confirmar entonces, dirigiendo mi mirada hacia la mencionada. Ella se encargaría de aquel asunto mucho mejor que yo, estaba seguro. Ya era hora de devolverle el protagonismo y la autoridad a quien le correspondía. Y no sólo eso, además... si yo seguía hablando, probablemente diría una ronda más de estupideces.

>>...y también qué demonios estaban haciendo antes de que llegáramos... —añadí luego, en voz baja y entre dientes, mientras mis ojos se volvían carmesíes y comenzaban a brillar en la oscuridad con más fuerza que los de Nyx, incluso.
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Re: [Coliseo del Olimpo] El dios caído

Notapor A Nerd Girl » Lun Oct 07, 2013 12:51 pm

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Lyn y sus misiones, estaba cansada, todo el día pensando en que había algo bueno y nada. Solo vendedores de esclavos del mercado negro. ¡Qué cosas! Pensaba que los sincorazón al menos podían haber servido para mejorar en las batallas, soy bastante mala... ¡Pero ni eso!

Todo el día lo había perdido y no eran horas para volver... ¿Y si me ve alguna persona? El problema de los vehículos voladores es que destacaban un poco. ¿Acaso debía irme? Miré al cielo y al gentío nocturno. A la madrugada partiré. Le diré a la Maestra que me retrasé por que no eran horas de volver.

¡Pobre Happy! Le prometí un pescado enorme al volver... Ahora tendré que comprarle de camino dos para evitar que tenga que ponerse triste. Todavía era demasiado mono para llevarlo en misiones, no quiero que le lastimen. Pero tenía que buscar una posada, o algún lugar donde descansar, si es que podía.

Y ¿dónde está ese mundo subterráneo del que hablas, mi nuevo amigo?

Esa voz resonó por el lugar... ¿Mundo subterráneo? ¿Hablarán de un mundo como Ciudad de Paso? ¿O es una forma de hablar? Tenía que saber si eran de otros lares o en realidad eran de por este mundo. Quizá sirva para llegar con algo de información.

Tres personas, con ropajes distintos y claramente no poseían el aspecto de ser de por aquí. Esas armaduras y su pinta no daban a parecer que eran buenas personas. Para nada. Uno era rubio con armadura de color dorada, otro a su vez también rubio pero con una armadura que parecía quedarle grande de color como el metal y el tercero era de una armadura completa cobriza que parecía no querer quitársela. ¿Qué harán?

Mi señor, si me lo permite, no sabemos si podemos confiar en él —Discutiendo, que simple—. Quizás nos esté conduciendo a una trampa para escapar de nosotros.

Mi alma sigue perteneciendo a Hades, insolente juez —Su voz amenazadora me dió un escalofrío... ¿Quién es Hades?—. Estoy atrapado en este cuerpo hasta que me llevéis con el dios de los muertos; y como os dijo vuestro mago de la ciencia mi tiempo es limitado. Contamos hasta el amanecer o mi alma se volverá a desvanecer una vez más.

Disculpa a mi protector, Gárland. Sólo muestra nuestra impaciencia por las mismas razones que tú: el reloj corre.

Tras escuchar eso pude ver que esto no tenía buena pinta. ¿Debería seguir? Me escondí de la vista de ellos y me puse a escuchar para seguir llegando a conclusiones. El hombre rubio de la armadura metálica que parecía dos veces más grande que él se hacía llamar Gárland, o eso llegué a concluir.

En el pasado viajé al Olimpo, no al infierno. Soy el primero preocupado por mi destino, Emperador, así que no presiones más la daga si no quieres ser cortado.

El otro, el de armadura dorada o de tonos amarillentos fue nombrado, nombrado como Emperador. ¿Debería seguir? Debía pensar en algo rápido, ¿huir? Me podrían pillar si me viesen corriendo o alejándome... ¿Disimular? Tenía que pensar rápido. ¿Debería apuntarlo? No. Mientras no me pillen, ¡nada de planes de huida!

Debo intentar sacar algo de esto, al menos para ver si puedo volver con algo más de información.

Quizá deba seguir, necesitaba saber más sobre que pasaba. ¡Esto puede interesar a la Maestra! Traté de memorizar las cosas, tenía que acordarme bien... Necesitaba hacerlo, en verdad lo necesitaba.
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