[Tierras del Reino] Una brisa esperanzadora
Publicado: Lun Oct 07, 2013 5:59 pm
Tierras del reino, un lugar que antaño fue conocido como un paraíso terrenal en donde el ciclo de la vida se daba de la forma más perfecta posible. Pero años hacía de eso y ahora, lo que en un comienzo fue el hogar de millares de especies, no era más que tierra yerta y cadáveres en descomposición.
Un grisáceo primate contemplaba desde lo alto de la gran Roca del Rey el desolado paisaje en el que se había convertido su hogar. Una leve brisa golpeó al simio sacándole de cualquier pensamiento que tuviese y levantando la mano, agarró rápidamente unas hojas que se llevó a la nariz para olerlas.
Una gran sonrisa apareció en el rostro del primate, que aun con las hojas en su mano, echó a correr hacia una pequeña cueva en la montaña. Allí echó las hojas y las empezó a aplastar con el puño hasta conseguir una mezcla de color rojizo. Tomando parte de esa mezcla con los dedos, se dirigió hacia la pared en donde se encontraba dibujado un cachorro de león de forma bastante sencilla.
Entre risas, el primate empezó a pintar sobre el dibujo con los dedos hasta que lo que antes había sido un cachorro, ahora era un león adulto con una gran melena de color rojo.
http://trueclassics.files.wordpress.com ... rafiki.jpg
—Llegó la hora —dijo únicamente sonriendo hacia el dibujo.
* * *
Aquella mañana se podía llegar a respirar una gran paz entre los muros del castillo de Tierra de Partida, no como la noche que había sido en la que los aprendices pudieron llegar a oír los gritos y golpes que se dieron en el piso inferior. Pero por fin empezaba a amanecer y el tranquilo día a día de los aprendices daría comienzo.
Aunque no a todos los había levantado un brillante sol mañanero, en el caso de Kousen, unos repetitivos y rítmicos golpes en su puerta lo avisaron de que tenía que despertarse y abrir al que había decidido quitarle los últimos cinco minutos de sueños. Al hacerlo, se encontraría con un pequeño moguri sonriente y preparado para darle un mensaje.
—Buenos días, kupo —saludó el animalillo con una sonrisa —. Me han dicho de que os avise de que debéis reuniros con el Mastero Kazuki en la sala del trono, kupo, y que debido a que sois un aprendiz veterano recojáis al joven Bavol y lo guiéis al lugar, kupo.
Dicho el mensaje, el sonriente moguri se iría del lugar tranquilamente, a no ser que Kousen tuviera alguna pregunta para él.
Para el aprendiz Janden Andrews las instrucciones de aquel día llegaron en forma de una pequeña nota que entró bajo su puerta:
La idea era bastante clara, aunque el tema de no llevar equipaje podía significar algo y la nota se refería a más personas. Jaden podía intentar buscar al resto de sus compañeros o ir directo a la sala del trono, si es que sabía dónde se encontraba.
Alguien que seguramente no lo sabría era el joven recién llegado Bavol Trené. No llevaba mucho tiempo en Tierra de Partida y no parecía que nadie se hubiese dignado a enseñarla las instalaciones en su totalidad, únicamente su cuarto y la sala donde tendría que ir a entrenar en ocasiones con su Maestro.
Y esa dificultad le daría problemas con la tarea que le habían dejado pegada en la puerta en forma de nota:
Parecía que el tal Kazuki no se había dado cuenta de que el chico no conocía muy bien el castillo y encontrar la sala del trono le podría llevar un tiempo, aunque siempre le podía preguntar a un amable aprendiz que anduviese por el lugar o a una de esas peluditas criaturas que se paseaban por los pasillos.
Un grisáceo primate contemplaba desde lo alto de la gran Roca del Rey el desolado paisaje en el que se había convertido su hogar. Una leve brisa golpeó al simio sacándole de cualquier pensamiento que tuviese y levantando la mano, agarró rápidamente unas hojas que se llevó a la nariz para olerlas.
Una gran sonrisa apareció en el rostro del primate, que aun con las hojas en su mano, echó a correr hacia una pequeña cueva en la montaña. Allí echó las hojas y las empezó a aplastar con el puño hasta conseguir una mezcla de color rojizo. Tomando parte de esa mezcla con los dedos, se dirigió hacia la pared en donde se encontraba dibujado un cachorro de león de forma bastante sencilla.
Entre risas, el primate empezó a pintar sobre el dibujo con los dedos hasta que lo que antes había sido un cachorro, ahora era un león adulto con una gran melena de color rojo.
http://trueclassics.files.wordpress.com ... rafiki.jpg
—Llegó la hora —dijo únicamente sonriendo hacia el dibujo.
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Aquella mañana se podía llegar a respirar una gran paz entre los muros del castillo de Tierra de Partida, no como la noche que había sido en la que los aprendices pudieron llegar a oír los gritos y golpes que se dieron en el piso inferior. Pero por fin empezaba a amanecer y el tranquilo día a día de los aprendices daría comienzo.
Aunque no a todos los había levantado un brillante sol mañanero, en el caso de Kousen, unos repetitivos y rítmicos golpes en su puerta lo avisaron de que tenía que despertarse y abrir al que había decidido quitarle los últimos cinco minutos de sueños. Al hacerlo, se encontraría con un pequeño moguri sonriente y preparado para darle un mensaje.
—Buenos días, kupo —saludó el animalillo con una sonrisa —. Me han dicho de que os avise de que debéis reuniros con el Mastero Kazuki en la sala del trono, kupo, y que debido a que sois un aprendiz veterano recojáis al joven Bavol y lo guiéis al lugar, kupo.
Dicho el mensaje, el sonriente moguri se iría del lugar tranquilamente, a no ser que Kousen tuviera alguna pregunta para él.
Para el aprendiz Janden Andrews las instrucciones de aquel día llegaron en forma de una pequeña nota que entró bajo su puerta:
Reuníos conmigo en la sala del trono. No llevéis equipaje.
Kazuki.
La idea era bastante clara, aunque el tema de no llevar equipaje podía significar algo y la nota se refería a más personas. Jaden podía intentar buscar al resto de sus compañeros o ir directo a la sala del trono, si es que sabía dónde se encontraba.
Alguien que seguramente no lo sabría era el joven recién llegado Bavol Trené. No llevaba mucho tiempo en Tierra de Partida y no parecía que nadie se hubiese dignado a enseñarla las instalaciones en su totalidad, únicamente su cuarto y la sala donde tendría que ir a entrenar en ocasiones con su Maestro.
Y esa dificultad le daría problemas con la tarea que le habían dejado pegada en la puerta en forma de nota:
Reuníos conmigo en la sala del trono. No llevéis equipaje.
Kazuki.
Parecía que el tal Kazuki no se había dado cuenta de que el chico no conocía muy bien el castillo y encontrar la sala del trono le podría llevar un tiempo, aunque siempre le podía preguntar a un amable aprendiz que anduviese por el lugar o a una de esas peluditas criaturas que se paseaban por los pasillos.
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